~ Vampire Knight: Academia Cross ~
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    Mensaje por Kaien Cross Miér Ene 23, 2013 9:52 pm

    Recuerdo del primer mensaje :

    Se trata de unas sinuosas y oscuras calles que recorren los espacios entre los edificios abandonados. Esta zona comprende tanto las calles que antiguamente eran consideradas como las principales, como los pequeños callejones.
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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Dom Feb 17, 2013 11:37 am

    Ahogaba en la garganta las súplicas y el dolor. Mi propia sangre llegaba incluso hasta mi boca. Tenía la cara toda magullada, con la ceja y el labio sangrando. Igual que las muñecas, sangrantes por el roce constante de las cuerdas. Quería rendirme, es más, por mis palabras creía que ya lo había hecho. Quería llorar, gritar, pegarle y ¿por qué no? matarle con mis propias manos. Volverme un verdero asesino, al igual que lo era él. El ojo derecho se alimentaba de esas ganas de su sangre esparcida por el suelo, de ¿quién dice? una súplica por su parte. Con una simple palabra de compasión bastaría. Un "perdón" sería suficiente. Aunque hoy se le habían gastado todas esas palabras a Marcus. Hoy parecía no tener bastante. Hoy no. Lo quería todo y estaba dispuesto a acabar con mi vida, aunque besara sus pies como súplica.

    Pero a mis labios volvía el dulce sabor de los de Bella, esa última despedida, ese cálido abrazo, esas simples palabras que llenaban a mi cuerpo de la resistencia suficiente como para aguantar. Sólo por ella, me repetí en la cabeza. Esa fuerza que alimentaba la otra mitad de mi alma, aquella que ni el propio Marcus podía envenenar. Él mientras tanto, seguía mordiendo por mi cuerpo, dejándolo lleno de cicatrices. Arqueaba la espalda a cada mordida, moviendo los hombros, con un calambre nuevo recorriendo mi espalda. Intentando resistirme de que volviera a morder en otro lado de mi cuerpo. Subiendo esos escalofríos, al igual que su bífida lengua rozando mi piel, que comenzaba a enfriarse por la falta de la calidez de la sangre y por el rocío de la noche. Sin embargo, no conseguí nada. Sus férreos colmillos volvían a encontrar mi piel una y otra vez, hasta el cuello; extrayendo cada gota de mi sangre con lujuria en los ojos. Ahogué un sonido audible más en la garganta, apretando levemente los dientes.

    Había dejado de revolcarme e intentar zafarme de él. No lo conseguiría. Era sólo una pérdida de fuerzas inútil, así que no opuse ningún movimiento más, a menos que no fuera provocado por el dolor. También había dejado mis últimas palabras a mi Amo, desconociendo si entregaría el mensaje a Bella. Le había dejado hasta mi última voluntad: "Sé feliz". No había rencor en mis palabras, en absoluto. Quería que realmente dejara de matar gente y que al menos, si mi vida expiraba en este oscuro callejón, fuera la última que se tomara. Cabía la posibilidad de que Marcus se tomara la justicia por su mano y algunas personas fueran condenadas si mi deseo era concedido. Cerré los ojos, dejando que hiciera con mi cuerpo lo que se le antojara. No podría impedirlo de todas maneras. Su ponzoña llegaba hasta mi alma, contaminando todo a su paso, alimentándome del mismo odio que él. Como si fuera otra vez más su recipiente. Aunque había partes de mi cuerpo que no podría contaminar: el corazón. Palpitaba rápido, sofocándose con la respiración ajetreada provocada por sus colmillos. Él jamás podría oscurecerlo como había oscurecido el suyo, no. Yo tenía a Bella, y ¿él? No tenía nada, y por más que lo intentara no creía que pudiera envenarlo desde dentro. El resto me daba igual si lo corrompía con sus ojos, con sus colmillos, con su lengua o con sus propias palabras.

    Abrí los ojos sorprendido del grito que emitió. En el fondo me apiadaba de él. Puede que Bella hubiera hecho que ahora confiara en toda clase de vampiros, incluso hasta mínimamente en él. Lo miré a los ojos, entre súplicas, sufrimiento y compasión. Hasta mi ojo derecho afilado, deseando su muerte, podía emitir esos sentimientos.

    -Soy tuyo... Amo. Estoy aquí... - Dije susurrando, intentando apaciguar su ira con semejante afirmación de esclavitud, dibujando una pequeña sonrisa entre los labios. Era suyo. En cuerpo completamente, pero en alma tendría que discutir con Bella. Cada uno se había llevado la mitad. Una para aclararse y la otra para oscurecerse como el negro carbón. Lo miré, borrando poco a poco la sonrisa. No podía parar de mirarlo, ver sus gestos de ira, de rabia, ver sus actos, su posesión sobre mi cuerpo y la lujuria de sus colmillos. Me apiadaba de él. Podría alzar las campanas al vuelo y por un momento llegar a comprenderle. En esa larga eternindad, solo para siempre, solamente atado a la pésima vida de un humano condenado. Mi corazón se esforzaba comprenderlo con la misma nobleza que mi madre. Por esa misma razón, por querer saber más de él, de su pasado, quería permanecer esclavizado a su lado. No imaginaba matarlo sin conocer un trozo de Marcus.

    Algo quitó a Marcus de encima. Un destello rojo. Esa melena roja como la sangre que empapaba mi rostro y tronco. Bella. Giré el cuerpo con lentitud, poco a poco, para mirar la escena. El aro de fuego los rodeaba ambos, manteniéndome al margen. Muy típico de ella. Sonreí. Mientras, almacenaba las fuerzas suficientes como para lograr levantarme. Encogí las rodillas hasta tocar el pecho, aguantando el dolor de mi abdomen. Cerré los ojos del esfuerzo, apretando los dientes para que fuera más liviano si era posible. Lo justo como para ir bajando las muñecas atadas por la espalda y sacarlas por delante. Había estado esperando para encontrar esa posición más cómoda, aprovechando un poco del tiempo que Bella estaba conseguiendo. Mucho mejor ahora.
    Giré la cabeza sorprendido de la risa de Marcus. Él no podía tocarla, no podía. Era la condición del pacto. Pero sabiendo lo despiadado que estaba aquella noche, no creía que fuera a cumplir su parte. Y así fue cuando escupió esas palabras por su boca. Mis ojos se abrieron como platos mirando a ambos. Abrí los labios para hablar pero la escena me cogió desprevenido. Marcus la había besado, había probado esos labios que egoístamente quería para mí solamente. La envidia, el orgullo y la rabia iba alimentándome otra vez. Grité todo lo que pude, envuelto en la ira que me provocaba. Mi ojo contento de que otra vez afloraran esos sentimientos, empezó a brillar más maquiavélicamente. Una sonrisa maliciosa logró aparecer, corrupta de la marca.

    Se borró inmediatamente cuando su cuerpo cayó encima de Bella. Quise matarlo con la mirada que me entregaba. Lleno de rabia y rencor, ahora sí. Quería rebanar su cuerpo lentamente, aprovechándome de que él se hubiera tomado la libertad de maltratar a mi cuerpo. No reparé en el dolor, ahora no podía entretenerme en sentirme mal. Levanté las piernas sin pronunciar ninguna palabra, con las piernas casi temblando. La porcelana de muñeca parecía romperse a cada movimiento, tambaleándose en mi piel, al igual que mi pecho desgarrado. Por un momento pareció que caería de nuevo, pero el reflejo de una de mis piernas, mantuvo el apenas visible equilibrio. Llevé las manos aún atadas al bolsillo del pantalón, encontrando el cuchillo antivampiros que había robado de la casa de Kasha. Lo agarré con ambas manos, acercándome poco a poco a ambos. Aferraba el cuchillo todo lo fuerte que podía, intentando romperlo con las manos, cosa que no podía. Aquella escena estaba sacándome de mis casillas, ver a Bella experimentar esos labios envenenados, esos actos lascivos por parte de Marcus; era algo que me cegaba de ira. Esa ira que era la misma que me daba fuerzas para seguir de pie. Tanto, que empecé a andar más deprisa, logrando evitar que mi cuerpo se tambaleara tanto. Los últimos metros, mis pies empezaron a adelantarse uno detrás de otro, hasta empezar a correr contra Marcus.
    No tuve miedo a las llamas de Bella, sabía que no quemarían mi piel. Confiaba en ella, sin parar a pensarlo un instante. Crucé sin dudarlo, comiéndome los ojos rojos de Marcus. Ahora no tendría ningún tipo de piedad ni compasión, al igual que él no la estaba teniendo con ella; dando completamente en el blanco para sacarme de quicio. Notando dentro de mi pecho, cómo se iba resquebrajando mi alma, como si fuera cristal.

    Me tiré encima de él, apartándolo de Bella. Con el cuchillo en alto, gritando todo lo fuerte que podía.

    -¡MALDITO! ¡Te dije que no la tocaras! ¡Ella no es de tu propiedad! ¡NO LA TOQUES! - Mi ojo derecho se clavaba en él, queriendo desgarrar su negra alma si podía, revelándome contra mi propio Amo. Bajé el cuchillo para clavarlo en su cuerpo, volviéndolo a alzar para querer volver a clavarlo. No sabía si el cuchillo lograba hincarse en su piel o no, eso no me importaba. Solamente me cegaba querer su vida. El alzarlo para querer volverlo a bajar para intentar clavarlo. Era una lucha del control nuevamente, disputando el papel de amo y señor, con el de siervo y esclavo.
    Grité eufórico de venganza. Bella no era de su propiedad, jamás se la dejaría. Rabioso, bajé el cuchillo en más de una ocasión, queriendo romper la defensa que formaba. Hasta que, la tercera vez más o menos, el filo del cuchillo encontró su fina piel, provocando sangre en su hombro.
    -Tú y yo... no somos iguales. - Mis ojos lanzaron un cuchillo a su mirar. Querían devorar su alma a través de sus pupilas. El ojo derecho, afilado como una punta, luciendo como nunca antes, deseaba su carne como él deseaba mi sangre. Mientras, los pequeños rayos salían del cuchillo para ir hasta su piel, llenándolo tal vez, de una milésima parte del dolor que él me había hecho experimentar bajo sus colmillos. El pecho ensangrentado, lleno de mordeduras y abierto por la sudadera rota, era la principal prueba del crimen que había cometido en mi carne. Mi pecho subía y bajaba con una respiración demasiado accelerada, con el corazón loco por el bombeo; puede que de la emoción.
    Ahora era justo que tomara el papel de juez y le diera solamente una porción de castigo. Solamente quería escarmentarlo, poner firme que aunque lo aceptara como Amo, tenía sentimientos y era una persona humana; no un simple juguete bajo sus pies. Que también tenía autoridad aunque fuera su Siervo. No tenía en cambio, el suficiente valor como para acabar con su vida, aunque mi ojo y mi cabeza, estuvieran viviendo el ansia de cometer dicho asesinato.

    Mi ojo río de felicidad tras la marca. Se contagió a mi cuerpo, envuelto en la locura de la escena que había visto; riéndome por puro placer. Siseaban miles de voces en mi mente, como si un nuevo trozo hubiera crecido dentro de mi pecho y tuviera vida propia: "Mátalo, mátalo, mátalo, mátalo"; reían macabramente esas voces, producto de estar ciego por la escena. Con esa mirada impura clavándose en Marcus, en sus ojos ensangrentados.
    Entonces volvió otra vez esa escena, en sentido inverso. Puse ambas manos atadas en el cuello de Marcus, temblorosas; dejando que la pequeña cuerda que unía mis muñecas se aferrara como una correa. Alcé levemente mi cuerpo para "aprisionarlo" en la oscuridad de la noche, bajo una leve sombra. Me acerqué con cautela, lentamente hasta él. En ese momento no pensé en que Bella estaba detrás, observando. Tampoco pensé en la expresión que tendría su rostro, ni qué estaría pensando de mis actos en ese momento. Ahora solamente me llevaba cobrarme la venganza de la misma cara de la moneda.


    -Dime Marcus, ¿alguna vez besaste a la Muerte? - Pregunté casi siseando, como él había hecho una vez conmigo. Una sonrisa envuelta en locura rozó mis labios. Acerqué mi rostro al suyo, decidiendo poner las manos en el mango del cuchillo clavado, para retenerlo a la voluntad de mi humanidad. Ahora Él era mi esclavo. Solamente por unos minutos tendría ese placer de tener un Amo y yo un Siervo. Al igual que yo era suyo como siervo, él era mío como Amo; pese a que las tornas se hubieran cambiado un instante. Hasta la eternidad de mi vida, ambos seríamos propietarios y esclavos del otro.
    Mis labios terminaron encontrando los suyos, casi sin dejar tiempo para que respondiera a la pregunta. ¿No buscaba él la lujuria? Me lo tomé como su última voluntad. Al juntarse, percibieron el aroma y el sabor de los de Bella, mezclados con la ponzoña y el frío de los suyos; cosa que enloqueció aún más mi ser. Me abrí con rudeza paso en su boca, hincando un poco el cuchillo, como aquella vez él había hecho conmigo. Dejando que mi sangre, llegara hasta la suya nuevamente en ese beso puramente lascivo e infernal.

    No, no lo mataría. No era un asesino. Prefería dejar "la marca del pecado", como él decía. Hasta podría decirse que aquello tenía ciertamente su diversión cuando las tornas se cambiaban. Lástima que no fuera un vampiro para morder y producirle el mismo anestesiante dolor en su cuerpo. Además, Marcus se había apiadado de mi vida en más de una vez; no lo condenaría por ello. Pero sí que le dejaría presente quién era Ziel Carphatia. Dejé así el cuchillo antivampiros clavado en su hombro, donde había logrado impactar, alejándome. Dejando que los labios hicieran el último contacto y ambos pudiéramos dejar de sentir la respiración del otro. Volví a mi posición anterior, a sentarme en su abdomen, sin dejar de mirarlo e intentar arrebatar su vida con ese ojo macabro. Me relamí los labios, arrancando todo rastro de ese beso, encontrando algo de sangre que bajaba de mi ceja; producto de los golpes de antes. Tras eso, acaricié su rostro con la dulzura en los ojos y el dorso de las manos, todavía atadas. Le tenía compasión. Y, casi satisfecho de mis actos, volteé la cabeza para mirar a Bella con una sonrisa infantil e infernal en los labios, con el rostro ensangrentado de mi propia sangre. El ojo derecho quería frenéticamente también cobrarse su vida, pero todavía tenía consciencia de mis actos; o eso creía. En el otro, la pupila casi había comido lo azulado de mi ojo, intentando lograr mayor visión para un ojo humano cualquiera, cubriendo todo de una oscuridad como en la que se hallaban. Seguramente no encontraría demasiado rastro de ese chico que había saltado de una ventana, horas atrás.

    Alcé las manos atadas por la cuerda, para tocar su pulido rostro. Aunque mis manos se detuvieron a mitad de camino, cuando encontré la sangre entre sus labios y sus iris, rojos como la sangre. Desapareciendo la sonrisa de inmediato. Bajé las manos sin llegar a tocarla, clavando mi mirada asesina en Bella. ¿Dónde estaba la dulce Bella que conocía y de la que había caído preso? ¿Dónde? ¿Quién era ella, una impostora? O mejor, ¿dónde estaba yo? ¿Qué estaba haciendo? Giré mi cabeza, agarrando el traje de Marcus por la zona de su cuello, por la pechera, mirándolo inquisitivamente; queriendo hallar respuesta.
    Tenía el alma desgarrada por el dolor. Se reflejó así en mis ojos, los cuales empezaron a derramar el agua que contenían mis iris normalmente azules como el mar. Sentando en el abdomen de Marcus, fijando los ojos asesinos en ese cuchillo, con decisión. Los pequeños rayos marcaban la naturaleza que se hallaba bajo mi cuerpo. ¿Qué había hecho? ¿En quién me había convertido? Lo había odiado tanto y ahora... éramos de la misma calaña. No, no podía ser posible. ¿Era mi vida, o eso justamente lo que había estado buscando?

    Miré mis manos llenas de su sangre y de la mía, ambas mezcladas sobre mi piel. Después, alcé de nuevo el rostro ensangrentado, perdiendo mi mirada en la suya, completamente absorto en mi propia locura. A mi cabeza vinieron esas sabias palabras, recuerdos de lo que creí una vida anterior: "Somos el resultado de lo que hemos vivido, Ziel". Sonreí primeramente de una manera lasciva y depredadora, copiando los gestos de Marcus; hasta que finalmente poco a poco iba limando esas impurezas hasta quedar una amable e infantil sonrisa, pura como la de un niño. Recordando en la cabeza esa voz casi angelical que callaba el resto de voces hasta silenciar todas, limpiando poco a poco la negrura de mi alma. Como si ella estuviera allí para evitar que me convirtiera en un asesino sin piedad ni sentimientos, al igual que él. Como si estuviera allí: mi madre. Sin duda alguna. El recuerdo entero volvió a mi cabeza como un hilo de conciencia.

    «No tendría más de ocho años. Kai me había abandonado para irse del pueblo. Y yo llegué llorando a casa, enfadado porque no vino a despedirse. Mi madre compasiva y sonriente, como siempre, preguntó. Pero yo no tenía nada más que rabia y rabia con lo que contestarla. Alzaba los brazos, llorando, pegando sus piernas con la rabia que tenía, con todas mis fuerzas. Ella en cambio, con esa nobleza y esa sonrisa, terminó abrazándome a pesar de que intentaba golpearla con las manos; cubriéndome con su ternura. Consiguiendo poco a poco, calmar el odio hacia Kai, limpiando las lágrimas de mis ojos. Con una pequeña risa, lo dijo, esa frase que marcaría esa infancia y prácticamente el resto de mi vida: "No seas así, Ziel. Seguro que tiene una razón para ello, confía en él. Perdónalo, pero sobretodo, perdónate a ti mismo. No te vuelvas rencoroso, ¿de acuerdo? Recuerda siempre esto hijo: somos el resultado de lo que hemos vivido, Ziel."»

    Mi cabeza pareció desconectarse tras dejar ese recuerdo vivo. Puede que ella no fuera en verdad mi verdadera madre, pero ella me había críado como un verdadero hijo. La quería como a nada. Por eso veía en Bella su reflejo tantas veces. Ella había sido la que consiguió enseñarme esos buenos valores que ahora estaba echando a perder.
    El cuerpo terminó venciendo hacia delante gastado de la ira que lo sostenía, encontrándome con el pecho de Marcus, manchándolo de sangre. Sujetando todavía su traje, aferrándolo entre mis manos con la fuerza que mantenía. Encogí un poco mi cuerpo, buscando el calor que le faltaba. El pecho al aire había enfriado mi piel, al igual que la pérdida de sangre estaba empezando a nublar mis sentidos; a dejarme otra vez sin las fuerzas que el rencor y el orgullo me daban. Comencé a temblar de frío. No... Más bien temblaba de miedo, empezando también a llorar desconsoladamente en el pecho de Marcus.

    Ahora podía llegar a entender su sufrimiento cuando lo sentí en mis propias carnes. Pero yo buscaba compasión, en su diferencia. Él no, él solamente buscaba la destrucción de la humanidad. Escurrí las manos por su pecho, hasta tocar su barbilla. Pasé las muñecas por detrás de su cuello, "abrazándome" a él; buscando su perdón como Siervo, si era posible. Sin importarme si era un vampiro, un asesino o la adorable Bella. Quería el perdón que solamente una madre podía otorgar a mi alma. Grité, lleno de sufrimiento interno, del dolor que inundaba mi cuerpo físicamente y que inundaba mi alma por completo; soltándolo todo. Odiándome a mí mismo por lo que acababa de hacer. Al igual que la noche en la que disparé a Bella. Era tajante, intenso y sofocante. Lo rompía todo a su paso, hasta el punto de no encontrar salida.
    Relajándome notablemente tras gritar con todo lo que tenía, cerré los ojos aún en lágrimas. Recapacitando mis acciones, escuchando a mi conciencia una vez más, a las palabras de mi madre que sonaban con dulzura. Formulándose millones de preguntas en la cabeza: Si éramos el resultado de lo que habíamos vivido, ¿qué era lo que había vivido? ¿Por qué ahora no me veía capaz de perdonar? ¿Por qué ahora entendía tan bien el sufirmiento de Marcus? ¿Por qué había venido ese recuerdo a salvarme del infierno? ¿Por qué había caído en el oscuro e inifito foso de la desesperación? ¿Por qué no intentaba comprenderlo como antes lo había hecho? ¿Por qué quería Marcus aquéllo? ¿Qué quería de mí? O peor, ¿qué quería o esperaba de alguien como él?

    Una mejor pregunta nació del dolorido pecho, en busca de mi cabeza. "El resultado de lo que hemos vivido", volvió a repetirse en mi cabeza. Entonces, ¿qué habría vivido Marcus para ser así?
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    Mensaje por Marcus O'Conell Dom Feb 17, 2013 7:31 pm

    El cuerpo de Bella era frío, pero a la vez escondía cierta candencia anesteciante. Marcus nunca creía que vería atractivo alguno en esa mujer, pero aquí estaba, saboreando su piel a casa instante. Deslizó sus manos a través de su silueta, fijándolas en su cintura con firmeza. No se iría a ninguna parte. Él le daría un momento de pasión como nunca antes se lo hayan dado, pues dudaba que algún ser inferior fuera capaz de brindarle el placer que una vampiresa como ella requería. Personalmente, no era que le importase la joven, pero sí le importaba la lujuria que provocaba el ver sus tentadoras curvas en un cuerpo dócil y atrayente. Podrían divertirse un rato. Podría divertirse un rato con ella. Podría hacerla sufrir o hacerla vivir los instantes más deliciosos de su eterna vida. Eterna, claro, si no planeaba saltarse el pacto y asesinarla en ese mismísimo momento. Los anteriores comportamientos de Ziel requerían de un mayor escarmiento. Él necesitaba ser castigado en todos los sentidos posibles, y Bella le parecía un blanco perfecto para su sufrimiento. Sin embargo, había advertido un movimiento entre las llamas. El niño estaba cabreado. Podía oír sus gritos de odio y rencor hacia un vampiro como él. Lo disfrutaba.

    Era despreciable la escena. Era despreciable Ziel. Era despreciable Bella. Y era despreciable él. Pensó, en ese instante, entre los gemidos de rabia de Ziel, cómo sabría la sangre de la chica. Marcus sonrió de forma lasciva y letal. Un brillo sagaz y sediento envolvió su mirar. Marcus aún no estaba satisfecho. Además, dijo que iba a tomarlo todo de Ziel. Y Bella, claramente, entraba dentro de aquel "todo". Abrió la boca, separando sus labios con brutal desesperación. Estaba a punto de caer sobre el fino cuello de Bella y penetrarlo con rudeza, pero su "héroe caído" llegó justo a tiempo. Quizás Marcus se había demorado esperando ese momento. Por un lado, le generaba intriga el saber qué iba a ser un niño estúpido como él, que creía saberlo todo de la vida, y no sabía ni el por qué de su existencia. Marcus, al menos, sabía qué estaba haciendo en este pueblo y por qué había llegado a convertirse en el ser poderoso que es hoy. Marcus tenía ideales determinados por su pasado, en busca de su realización en el presente para asegurarse un futuro próspero. Ziel, en cambio, ¿qué tenía? Una placa con número de orden y una piedra de una tonelada atada a sus tobillos.

    "Maldito"; "no la toques"; "ella no es de tu propiedad". Marcus admitía errores de comprensión en cada una de las palabras emitidas por el muchacho. Una vez lo apartó de Bella, de ese "tesoro" que pretendía proteger con tan poco ímpetu, según su forma de ver las cosas, pudo apreciar el rostro lleno de cólera de Ziel. Las aletas de la nariz de Marcus se dilataron, aspirando su aroma, aspirando su odio y su temor. Miraba fijamente a Ziel, escrudriñando en su interior. Él no tenía ni la más mínima idea de lo que decía y de lo que pedía. Bella, según el accionar de Ziel, le pertenecía -o al menos eso daba a entender a juzgar por su "infinito amor" por ella-. Si Bella estaba con Ziel y Ziel era su esclavo, Bella -valga la redundancia- también pertenecía a Marcus por anexo al contrato que ambos habían firmado con sangre. Marcus había prometido no hacerle daño, ahora bien: ¿Ziel iba a culparle por querer "acariciar" a su chica? En ese momento, soltó una carcajada mientras sus ojos se clavaban en las pupilas oscuras del humano.

    - No puedes culparme por querer darle algo que tu nunca podrás brindarle, maldito mocoso afeminado -espetó casi escupiéndole el rostro al muchacho, que se encontraba sobre él tal y como Marcus estuvo hostigándole hace unos momentos fuera del círculo de fuego, antes de que Bella aparezca. Lo más gracioso de todo esto constituía el hecho de que pareciese una escena de celos entre una pareja y un tercero en discordia. Tal vez no estuviera aquello tan errado. Aunque, observando adecuadamente el panorama, ¿quién sería el ente codiciado por dos amantes apasionados y quién sería el sujeto entrometido capaz de llevarse lo que desea a toda costa? Marcus se relamió con sorna, aumentando la ira del humano que le pertenecería por toda la eternidad. Sí, toda la eternidad. Ni un Dios ni un Diablo podrían salvarle de él. Nadie podría alejarlob de él, de su posesión, de su trato infame y ardiente; de su sed indiscriminada. Pero Ziel tuvo coraje, al parecer. Tuvo el coraje suficiente para apuñarle tras echarle varios gritos en la cara. ¿Qué era esto? ¿Un crimen pasional? Marcus no podía cesar de reír. La escena constituía demasiado, incluso para él. Pero debía admitir que estaba sorprendido. Al fin y al cabo, había logrado volver lobo a su cordero, aunque fuese por unos segundos.

    El cuchillo anti-vampiros amenazaba con rasgar su piel, pero demoró unos instantes hasta que Ziel consiguió su objetivo. Marcus no creyó que fuera capaz de tal excesivo atrevimiento para con su persona, inmaculada e intocable. Los ojos de Marcus se abrieron con brutalidad, pareciendo cortar el aire con sus pestañas. Sus pupilas se hicieron pequeñas, pero el reflejo carmesí continuaba presente, quizás más altivo que nunca. La sangre comenzó a manar de su hombro, manchando su traje oscuro con una aureola aún más oscura. El aspecto húmedo inundaba su atuendo elegante. El silencio lo envolvió todo, hasta que Ziel habló. Sus palabras resonaron en los oídos de Marcus y casi quiso reír en su cara otra vez. Aunque sentía que su orgullo estaba siendo herido por un niño con un arma de juguete, no podía evitar sentir gracia ante tan ingenuas palabras. Marcus sonrió con suavidad, mientras Ziel comenzaba a reír como un enano psicópata. En ese momento, creyó oportuno hacerle saber cuán equivocado estaba:
    - No, joven Ziel; te equivocas. Tú y yo somos más parecidos de lo que te atreves a imaginar.

    ¿Cuánto le duraría la risa ahora? ¿Cuánto más podría soportar que ha sentido su alma embriagada por los deseos de muerte por al menos unos instantes? ¿Cómo podría, su "puro" corazón aceptar que ha intentado asesinar a alguien? Sencillamente, cómo soportaría Ziel, luego de esto, el saber que ya está podrido. Podrido y muerto por dentro, al igual que Marcus, al igual que tantos otros que él conoce muy bien. Al igual que su hermano Kai, al igual que aquella cazadora que está siempre con él. Todos, absolutamente todos, están igual de podridos y muertos por dentro como él. Sin embargo, el chico continuó cegado por sus estúpidos valores de porquería, creyendo que lograría quitar del medio a un vampiro superior como él, contra el cual nadie tendría ni una mínima posibilidad. Mejor sería que Ziel tomara esto como un favor. Un pequeño e insulso favor de un Amo hacia su Sirviente; de un Lobo hacia su Corderno; de un Vampiro hacia su Humano predilecto. En ese instante, las manos de Ziel sujetaron el cuello de Marcus. ¿Qué pretendía ahora? ¿Asfixiarlo? El solo hecho de pensar en semejante estupidez provocaba que Marcus volviera a reír. Miraba fijamente los ojos del muchacho, esos ojos que demostraban lo mucho que le pertenecían a él, su Dueño infernal. Tranquilamente podría mover sus brazos con la velocidad que lo caracterizaba y enviar al chiquillo a la mierda, pero no lo haría. Quería continuar con este juego. Quería evaluar qué más podría hacer un humano desgraciado como él.

    "Dime Marcus, ¿alguna vez besaste a la Muerte?". Aquellas palabras se clavaron en el pecho del vampiro. La sonrisa fría y perversa aminoró los sentimientos negativos que transmitía, pues el semblante de él dejó de estar tan tenso. Justo antes de que Ziel pudiera hacer o decir algo más, Marcus creyó conveniente y oportuno responder a ese interrogante. Abriendo sus labios lentamente para hablar, volviendo su mirada más amable y más sincera -dentro de lo que cabe-, estuvo listo para pronunciar la verdad:
    - Muchas veces.

    ¿Qué era aquello? ¿Una despedida, una reconciliación? ¿Qué significaba aquel gesto demente? Marcus sintió los labios suaves de Ziel contra los suyos, fríos y reacios por naturaleza. Aquel acariciar de su piel rosada contra la suya, cubierta de sangre que amenazaba con secarse. Lentamente, Ziel se abrió paso en su boca. Marcus sintió el éxtasis, el deseo, la lujuria, la pasión; sintió la inexorable sensación del placer promovido por el beso de una joven doncella en peligro. ¿Era esto, acaso, un favor? Ziel estaba sobre él, aprisionándolo, besándolo con perversión y escaso respeto por su cuerpo y su integridad, justo como él había hecho tiempo atrás, en sus anteriores encuentros. Marcus se encontraba sorprendido, perdido, pero extasiado. Era como sentir el amor a través del gesto más despreciable de todos. Es que, tal vez, esa era la única clase de "amor" que un vampiro como él conocía. Tras tanto tiempo, tras tanto sufrimiento, no había sitio en su alma para un sentimiento tan puro. Lo único que se le asemejaba en su interior, era el deseo por lo prohibido, por el sufrimiento ajeno a través de los actos más promiscuos. Actos que, más de una vez, se acercaron a la pureza y la clemencia de un alma enamorada, pero que nunca llegaron a concretarse sin crueldad y desilución de por medio. Marcus era un alma desilucionada y acaba, sí. Pero en ese instante, sintió que quería seguir viviendo y olvidar todo lo que era. Él, un ser despiadado y hostil, rememoró en aquel beso todo su pasado. Como si fuese una sentencia, el castigo propinado ofreció el manjar de un recuerdo ilusorio y cruelmente fascinante. ¿A dónde iban a parar los años perdidos? ¿A dónde iría a parar su alma, sin ternura ni compasión alguna?

    Ziel se alejó de él y Marcus suspiró cerrando los ojos. Aún sentía su sabor, su calor, su indudable humanidad.

    Toda la humanidad que a él le faltaba.

    Al abrir los ojos, su corazón dio un pequeño vuelco. La seriedad melancólica lo invadía. El silencio, rodeaba a las tres almas presentes. Bella permanecía en silencio y Ziel se perdía en su rostro como si ella fuera una extraña. Luego de eso, volvió su vista hacia el vampiro que yacía debajo de él, recostado y deseando que aquel beso no hubiese concluido. Por más inmundo que pudiese parecer para alguien; por más asqueroso e imposible; por más prohibido que fuera lo que sentía ahora mismo, aquellos labios le recordaron un tierno pasado en donde él era un hombre de palabra, honrado y amable, que lo daría todo por los suyos, pero que no fue capaz de entregar a su mujer a otro hombre con tal de que pudiera vivir. Luego de eso, ¿qué le quedó? Sólo dos hijos que traían con sus inocentes sonrisas una y otra vez el recuerdo de aquel amor perdido y extraviado en el tiempo. Por lo tanto, ¿qué le quedaba? Nada. Sólo una vida de olvido y traición a sí mismo.

    Marcus, tendido en el suelo, con la mirada perdida, ahora, en el vacío del cielo nocturno, advertía las llamaradas del fuego intenso y brillante que los rodeaba; advertía las llamaradas de su alma pidiendo quemarse y desaparecer en la brisa. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Cómo había llegado a tomar decisiones tan abruptas y siniestras con tal de arrancarse todo el amor del pecho? No lo entendía, pero a la vez lo comprendía todo como jamás quisiera hacerlo. Sus ojos, rojos y brillantes, comenzaron a aplacar el destello carmesí, volviendo a su rojizo oscuro normal, mientras se encontraban empañados. Ziel, aún en su sitio sobre él, se dejó caer hacia adelante, llorando de manera desgarradora, gimiendo del dolor que le afloraba desde lo más profundo de su alma hecha añicos. Marcus, aún absorto por sus propios pensamientos, movió lentamente la cabeza para mirarlo. Las manos de Ziel buscaron su rostro para, luego, rodear su cuello. De este modo, aquel pequeño y frágil humano se aferraba a la Vida, abrazando a la Muerte y buscando clemencia en un mundo hostil, destilando la oscuridad que lo había condenado a través de lágrimas cristalinas y transparentes; a través de lágrimas puras que solo buscaban que su portador respiraba con tranquilidad y libertad algún día. Marcus le envidiaba. En este momento sentía envidia de él. Ojalá pudiese llorar así.

    El vampiro apoyó sus codos en el suelo y se levantó, permaneciendo sentado. Su mirada, aún perdida, se posó sobre Bella por unos instantes. La miró por un largo rato, sin saber por qué y sin comprender qué buscaba transmitir con aquel gesto. La mirada de Marcus parecía la de un hombre abatido por las memorias y por el tiempo. Y la eternidad, claramente, es mucho tiempo. Es demasiado tiempo para un alma solitaria. Jamás creería que volvería a encontrar aquel sentimiento que todos llaman "amor" en un sujeto tan insignificante como Ziel. Jamás creería que pudiese volver a sentir su alma hecha pedazos ante un humano tan insignificantemente maravilloso. Marcus tragó saliva y desvió su mirada de Bella, para observar al joven que se encontraba derramando lágrimas sobre su pecho. Sin saber muy bien qué hacer o qué decir, prefirió omitir todo tipo de comentario y decidió, en su lugar, rodear suavemente el cuerpo del muchacho entre sus brazos. Estaba sentado sobre él como si fuera un niño, un pequeño niño abandonado y extraviado. Marcus situó una mano tras su nuca y presionó suavemente, acercando a Ziel un poco más hacia sí. Marcus miró a Bella nuevamente, pero apartó la vista con rapidez, volviendo a depositar su atención en el joven que se encontraba entre sus brazos. Por un momento, creyó esto como una maldición, pero luego como un alivio. Por unos instantes, sintió como si el alma de su amada hubiese vuelto a este mundo para reencarnar en el cuerpo de un frágil humano, y así poder volver a darle los dolores de cabeza y las preocupaciones que le brindaba en el pasado; pero también poder volver a otorgarle aquellos sentimientos sanos y bondadosos.

    Ahora, en la penumbra apenas iluminada por aquel fuego revelador, Ziel parecía un hijo buscando cariño, contención y protección en los brazos de un mal padre.

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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Dom Feb 17, 2013 9:30 pm

    Cuando tenía a Marcus bajo mi cuerpo, ardiente en la visible cólera que me inundaba; sentí compasión. "Mocoso afeminado" me había llamado. Me reí frente a su comentario, esperando con impaciencia sus actos. Pero él también parecía haber estado disfrutando de aquel cruel "espectáculo" que estaríamos dando a la pobre de Bella. Ella seguramente no entendería nada en absoluto, pero para mi Amo y su Siervo, tenía todo el fundamento de motivos.
    Había tenido a Marcus bajo mis garras por esta vez. Casi podría decirse que había tenido su vida en mis manos, por unos segundos. Me había sentido poderoso, colmado de rabia, ira, deseo, corrupción, muerte, destrucción. Sentía amor, cariño, clemencia y todo tipo de sentimientos. Viajaban a través de mí como una corriente de agua. Como si vinieran de fuera y simplemente fuera la capacidad de algo o alguien, en un cuerpo humano. Aún llorando en su pecho, mi mente traicionera me dejaba los rastros de unos segundos antes. Cómo mi alma parecía haberse dividido en las dos caras de la moneda, en el ángel y el demonio, en la pureza y lo putrefacto.

    Reconocí que la mitad de mi corrupta alma, había albergado la envidia cuando él casi había robado su sangre. La parte egoísta de esta parte, que había relucido por la ira desmesurable; estaba celosa. De que hubiera querido probar otra sangre que la de mi cuerpo. Era absurdo, pues el otro trozo y como no, mi parte más coherente y racional, jamás habría experimentado dicha sensación. Lo mataría si hubiera llegado a robarle una sola gota de sangre a Bella. Pero gracias a que había impedido que el dolor de sus colmillos, se clavaran sobre la fina piel de Bella. Jamás condenaría a nadie con ese sufrimiento. Era algo que había aprendido a llevar solo, tras un encuentro tras otro.
    Mientras iba escurriendo estos pensamientos por mi cabeza, dejando fragmentos de escenas; había quitado las muñecas de su cuello, para llevar una de las dos manos a su boca. Toqué sus colmillos, aún escondido en su pecho, como un inocente niño. A veces dudaba de mi propia inocencia incluso. Como si todas las lágrimas y todo el sufrimiento que desgarraba mi alma, pareciera haber sido la mágica actuación de una tragedia teatral. Una maliciosa sonrisa afloró de nuevo, todavía sobresaliendo con pequeños hilos del títere que corrompía todo lo bueno que albergaba. Se borró por un fuerte acto de mi voluntad.

    Quise cruelmente arrancarle esos colmillos para que jamás volvieran a morder a otro. A mi piel tampoco, no eran válidos. Pero bajé las manos poco a poco, casi ido por la situación y el dolor. Anestesiado por la pérdida de sangre. Siempre se las apañaba para dejarme medio muerto. Todo lo que había aparcado unos instantes volvía a mi cuerpo. El dolor de mi ojo, el de mi rostro, o el del estómago. También se sumaba ahora un dolor no meramente físico, sino inmaterial: el del alma. Que parecía no tener suficiente con el consuelo que Marcus me proporcionaba. Ya que, a fin de cuentas, aún tenía la sed de su muerte. Sí, tenía razón Marcus. En el fondo no éramos tan distintos. Tras sus palabras, lo veía como si cada uno hubiera elegido un camino diferente, pero hubiéramos partido del mismo sendero común. ¿Por eso me había apiadado tantas veces de él? ¿Por eso quería llegar a comprenderlo? Quién sabe. Aunque tras ese pequeño fragmento de recuerdo, quería hacerlo.

    Quería llegar a comprender a Marcus, por qué no había tomado mi vida antes, la razón de que no lo hubiera hecho tras clavarle ese cuchillo, de que hubiera hecho un pacto con un humano pudiendo haberse saciado aquel día y haber robado miles de vidas más, por qué se conformaba con la vida de un triste humano desgraciado que se estaba ahogando poco a poco en su fuego negro. Quería cambiarlo en la medida que me fuera posible, al igual que Bella me había cambiado. También me intrigaba saber de su pasado, su "vivido" y finalmente centrarme en su "resultado". Según había confesado, había "besado a la muerte muchas veces". ¿Acaso no era una prueba de su condena eterna? Puede. Pero sí, algo me decía que ese recuerdo no había venido para nada, sino por un verdadero motivo. Había logrado devolverme el norte y tenía egoístamente la sensación de que en algún trozo de mi alma, quería llevar su carga; para saber lo que era. De enseñarle lo que era la verdadera felicidad que experimentábamos los humanos. No necesitábamos una eternidad para descubrir algo tan obvio. Y tampoco éramos tan miserables como él siempre decía. Era como si en verdad, fuera mi madre la que estuviera regañándome con un "Ziel, intenta comprenderlo", al igual que había comprendido a Kai tiempo atrás.
    Hasta que no lo experimentara en mi carne, no podría entender nada sobre alguien como él. Tampoco podría hallar respuesta a algunas de mis infinitas preguntas si no lo hacía.

    Tras esos rápidos sucesos, la calma llegó a los tres presentes. No vi los ojos de Marcus, pero pude llegar a notarlo en su regazo. La tranquilidad también parecía haber vuelto a mi pecho, que empezaba a respirar tranquilamente, al mismo paso que la innecesaria de Marcus. También mis lágrimas cesaron.
    Encontré en sus brazos algo que antes jamás habría notado: la presencia de un padre. Aquel que nunca llegó a casa, ni siquiera a mi vida. Esa falta de una figura que me instruyera. Aunque, no podía a ver al vampiro como un verdadero padre, pude llenarme de ese trozo de él que parecía haber salido a la luz. Detrás de todo, parecía la verdadera escena de un reencuentro entre familiares. "Bella, no lo mates por favor.", hablé en mi mente, lo suficiente para que ella pudiera leer la mía. Seguramente ella se habría dado cuenta de que Marcus no parecía tan sumamente lascivo, depredador o asesino como había demostrado antes. Por eso creía en él. Al igual que el Director creía en el resto de los suyos. Sonreí sincero. Había sido conquistado por unos ojos rojos, pero estaba al mismo tiempo salvando a ambos. No importaba lo que costara, algún día seguiría sus pasos seguramente.

    Me separé lo suficiente de su pecho, como para lograr introducir las muñecas entre ambos. Mordí la cuerda que las tenía presas, para lograr liberar las muñecas. La cuerda había comido toda la piel de alrededor, del constante roce por liberarme de ella. Dejé que la cuerda cayera. Me centré después en su cuchillo clavado en la carne. Su traje había sido empapado por su sangre, quedando ahora demasiado sucio e informal. Advirtiendo esto, lo miré a los ojos. La luz había vuelto, y la marca parecía haber ocultado sus infernales deseos, otra vez tras el iris azul. El quemazón se había ido apagando poco a poco hasta desaparecer, sin la necesidad de la marca de su mano.


    -Estás sangrando. -
    Era obvio. Con una mano sujeté el cuchillo, y con la otra, iba llenando el espacio que dejaba la hoja, a medida que lo sacaba de su piel. Con esto le devolvía mi servidumbre, demostrando que era humano, pero también era un Siervo. No un juguete como él creía. Solté el cuchillo, mirando su herida, viendo cómo su sangre luchaba contra la palma de mi mano por querer salir. Puse encima la otra mano, intentando evitar que su sangre se desperdiciara de aquella manera. No, no dejaría que nadie experimentara esa sensación de usurpación de sangre. Ni él tan solo. Mucho menos hablar de Bella, quién estaría seguramente sorprendida por la escena. Yo ya estaba acostumbrado de casi todos los encuentros, no era nada nuevo; por eso mismo sonreí.

    Giré la cabeza hacia Bella, espectadora de la calma visible de Marcus.
    - Por favor. - Pedí con la mirada. Quería que él dejara de sangrar. Aunque seguramente estuviera pensando que estaba chiflado. Opté mejor por arrancar un trozo de su traje, una de sus mangas, para amarrarlo medianamente a su hombro. Suspiré sin saber si eso detendría la hemorragia. Apoyé la cabeza en el hombro contrario a Marcus, mientras el olor de su sangre me llegaba. El malestar parecía volver con su simple aroma. Al fin y al cabo era un humano, normal que me repugnara. El metálico de la sangre que todavía albergaba mi boca, me recordaba el sabor del corazón, volviendo las arcadas a mi garganta. Antes lo había sofocado, ¿no? Pues ahora también podría aguantar. No quería tampoco que Bella viera tan desagradable escena. Porque comprendía también que daría asco. - Bella, deberías irte. No deben saber que saliste de esa casa. Hazme caso. - Temía que si Nokku se enteraba, también quisiera quitar su vida y arrancar su pellejo. No la arrastraría conmigo, eso lo tenía claro. Y ella también era consciente.

    Acaricié el pelo a Marcus, mirando de reojo su mentón. Ciertamente parecía un lacayo con su Señor. Pero hoy dependía de él que muriera congelado y desangrado bajo el techo de la noche, o que pudiera descansar en un techo que no fuera la casa de esos cazadores. Cerré levemente los ojos, queriendo hallar descanso. Sin duda alguna, hoy mi vida estaba plenamente dependiendo de la propia Muerte encarnada.
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    Mensaje por Marcus O'Conell Dom Feb 17, 2013 10:45 pm

    El silencio... Ah, el silencio. Marcus realmente odiaba aquella monotonía insonora donde podía sentir la desesperación batiendo las alas dentro de su alma. Siempre prefirió el ruido ensordecer de los gritos de sufrimiento y dolor profundo. Siempre prefirió aquellos gritos, antes que sus propios gritos de tristeza insondable. Él, por más que tuviera a sus hermanos, se sentía solo. Pues, todos tenían historias diferentes. Todos habían llegado a ser lo que eran actualmente por caminos diferentes. Cada uno, estaba solo. Por más que fueran una "familia", los únicos lazos que compartían eran los del poder que sus cuerpos emanaban. Eran poderosos, sí, pero eran tan débiles por dentro. Al menos él. No podía hablar de los demás así como así, pero más de una vez observó fijamente el semblante de cada uno. Tras la sátira apariencia con la que siempre los trataba, él inspeccionaba que todos escondían algo.

    Ziel deslizó sus manos hasta sus labios. En ese momento, Marcus parpadeó y salió de su ensimismamiento por algún tiempo. Pronto se sumiría sin remedio a los nostálgicos recuerdos otra vez, lo sabía, lo presentía. La calidez de los dedos del humano acarició sus labios. Detuvo las yemas en sus colmillos cual niño que encuentra un oso de peluche nuevo. Marcus suspiró profundamente y cerró los ojos. Lo quería cerca, lo quería así, tocándolo, acariciándolo, porque sabía que él era un pecador, ambos lo eran, y Ziel fue arrastrado a este abismo por su culpa. Pero lo deseaba. Deseaba estar con él así mucho tiempo, toda la eternidad...

    Abrió los ojos bruscamente ante ese pensamiento. La eternindad, otra vez. Los músculos de su rostro se tensaron y su respiración se aceleró por unos instantes. En ese momento, los recuerdos tal y como él supuso, usurparon cada resquicio de su mente. Ella era tan joven, tan hermosa. Ella había dado a luz a sus dos más preciados tesoros. Eran una familia. Estaban destinados a ser felices, pero... ¿por qué el mundo es tan cruel? Él era un hombre honrado. Trabajaba duramente para mantener la familia. Luchó inmensidad de veces con sus familiares Nobles que querían oponerse a su relación con ella, una humana insignificante. Ahora se pregunta, otra vez, "¿Por qué?". Ellos eran felices. Ella no merecía terminar así... Sus hijos no merecían acabar así... Él no merecía... Sí, merecía esto y mucho más. Lo merecía por todo el mal que estaba causando a causa de un despecho que no curaría con sangre.

    Las palabras de Ziel volvieron a quitarlo de su ensimismamiento. Bajó la mirada hasta su hombro y observó las acciones del muchacho. Sí, claro que estaba sangrando. Pero sinceramente no le importaba. Cuando quitó el cuchillo, la expresión de Marcus se mantuvo intacta. Ni siquiera demostró un pequeño ápice de dolor, pues ya no podía sentir nada, ni siquiera eso. La sangre manaba hacia el exterior y Ziel luchaba por contenerla. Ya no importaba. No moriría por tan insignificante herida, pues la herida de su alma era inmensamente mayor, y aún se mantenía en pie. Escuchó a Ziel cuando le pidió ayuda a Bella. No, él no merecía ninguna clase de ayuda, y mucho menos de aquella joven, a la cual intentó hacerle cosas terribles. Apartó la mirada de ella y luego de Ziel, pero finalmente lo observó otra vez apoyando una de sus manos sobre las de Ziel, que se encontraban en su hombro.
    - Sanará rápido -susurró sin más, mirándolo intensamente a los ojos. Claro, sanaría rápido, pues él era un vampiro y aunque a muchos les hicieran daño ese tipo de armas, a él sólo le hacía cosquillas.

    Cuando desvió la mirada de Ziel, miró fijamente a Bella otra vez. El muchacho le había pedido que se marchara, pero estaba seguro de que ella no confiaría en él, y no querría que un ser querido para ella se quedara con un ser tan despreciable e inmundo. Marcus respiró profundamente. Cuando se aseguró de que Ziel no mirase su rostro, movió los labios suavemente en dirección a Bella, procurando que ella pudiera leer las palabras que se dibujaban en el aire que emanaba a través de ellos. "Lo siento", murmuró en silencio, tan sólo haciendo la mímica de esas sílabas. Marcus parecía que iba a romperse en pedazos como una muñeca aún más frágil que Ziel. Al fin y al cabo, él no llegaba ni a esa categoría. Sólo era un horrible espantapájaros que podía volarse con el viento. Él no valía nada... para nadie.

    Ziel quería quedarse con él, sin embargo. No entendía cómo podía permanecer tan cerca de alguien que lo había maltratado de aquel modo innumerables veces. Acarició su cabello y Marcus sintió una electricidad recorriéndole el cuerpo. ¿Cuánto tiempo había transcurrido desde que le ofrecieron un gesto tan dulce y sincero? Demasiado. Dos siglos transcurrieron desde aquel momento. El vampiro cerró los ojos y luego volvió a abrirlos. Ajustó su brazo alrededor de la cintura de Ziel, sujetándolo con firmeza, pero a la vez con suavidad. No procuró mirarlo a los ojos en ningún momento. Tal vez estuviera armándose de valor para hacerlo. Pues ahora que Ziel estaba a punto de mirar en su interior, no encontraba la forma de pedir perdón y mantenerse entero.

    Lentamente, la presencia de Ziel se colaba entre sus huesos, brindándoles calidez; brindándoles toda la calidez que le faltaba. Marcus no lo dejaría morir esta noche ni nunca. Lo protegería, aunque eso fuera justamente todo lo contrario a lo que venía haciendo últimamente. Aunque el chico tuviera la falsa ilusión de que él le cuidaba, todo era justo eso, una ilusión. Marcus no lo cuidaba en lo absoluto, pues no podía protegerlo de él mismo. Era quien más daño le estaba haciendo, pues si él no estuviera, Ziel estaría tranquilo viviendo una mejor vida junto a todos aquellos que se preocupan por él. Y en este punto, también lo envidiaba. Él tenía gente que lo quería verdaderamente.

    Marcus acarició su cabello y dejó la mano apoyada sobre su cabeza. Miró a Bella e inspiró una amplia bocanada de aire antes de hablar, pero siempre se mantuvo calmo y hasta, irónicamente, inofensivo.
    - Yo lo cuidaré esta noche y lo llevaré a la casa de los cazadores sano y salvo al amanecer -murmuró como si él fuera realmente un hombre correcto y digno de confianza-. Lo prometo -agregó luego, mirando a la chica intensamente a los ojos. También envidiaba a Ziel por tener a una mujer como ella a su lado, pues realmente lo apreciaba y se preocupaba por él hasta el punto de arriesgar su propia vida-. Eres linda Bella, en muchos sentidos. Es una pena que no pueda enamorarme de ti -susurró luego, con las cuerdas vocales aprisionadas por cierta congoja que luchaba por no dejarse ver. Casi quiso sonreír ante aquel comentario. Hacía tiempo que no decía algo en aquel tono sincero y a la vez con cierto humor escondido. Bella en verdad era hermosa, tanto por dentro como por fuera. Ziel tenía suerte, mucha suerte. Probablemente Bella lo mirase con desprecio luego de haberle dicho aquello, pero lo entendía. Él, en su lugar, también lo haría. Había hecho demasiado mal como para pretender que una joven como ella gaste compasión en él.

    Tras unos instantes, un pinchazo en la herida de su hombro provocó que Marcus emitiera un quejido. Se llevó la mano que tenía en la cabeza de Ziel hasta el sitio en cuestión. Luego de eso, sonrió tan levemente que sólo él mismo podía percatarse de aquel gesto. Estaba bien así, se merecía aquel dolor. En otras circunstancias, aquello sería sólo un leve rasguño, pero ahora su alma le indicaba que si pretendía alcanzar redención alguna, mejor sería que sintiera el dolor de su alma exteriorizado en su pérfida piel.
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    Mensaje por Bella.N.Gring Mar Feb 19, 2013 5:26 pm

    En el momento en el que tenía a Marcus totalmente acorralado en su rostro se podía vislumbrar algo parecido al miedo, quizás si, quizás no, pero en unos segundos comenzó a reír mirándome fijamente. Como no. Se un ser como él no me esperaba otra cosa que esa burla. Puse los ojos en blanco mostrando una risa maliciosa. No me podía hacer daño, no podía hacerlo debido al pacto que firmó y prometió. Subió una de sus manos para apartar la mía de su cuello y hacerla a un lado. Mi sonrisa se borró de un golpe al escuchar sus palabras, al mirarme de ese modo en el que lo hacía. Y sin darme cuenta sus labios se posaron sobre los míos. Me aprisionó rodeándome por la cintura y la nuca, quería apartarme pero no podía. Sus labios comenzaron a jugar con los míos y el sabor a la sangre de Ziel se hizo presente. Cuando por fin se apartó lo agradecí y con una de mis manos me limpié la sangre de la boca. Estaba totalmente asustada, no esperaba que reaccionara de esta manera, pero el miedo no lo trasmitía exteriormente. Tenía que ser fuerte, tenía que aguantar. Escuché nerviosa sus palabras. No omití respuesta alguna ante ellas y abrí mucho los ojos, asustada ante lo que sabía que tenía pensado hacer. intenté apartar la cara cuando volvía a acercarse pero no podía moverme. Esta vez caímos al suelo y la fuerza que ejercía sobre mi cuerpo era mucho mayor que la mía. Estaba totalmente atrapada, intentado deshacer su "jaula", intentando moverme para poder hacer algo, pero no daba resultado.

    ¡No me toques maldita sea! grité mientras me zarandeaba en el sitio. Sentía asco ante su roce y sus besos. Nunca me había sentido tan indefensa como hasta ahora. Quería matarlo, lo mataría. Y no solo por lo que me estaba haciendo, sino por lo que le había hecho a Ziel. Escuché sus gritos mientras logré ver que se acercaba hacia nosotros traspasando el círculo que nos rodeaba apartando de un empujón a Marcus y librándome de sus ataduras. ¡Ziel! Grité. no sabía cómo había logrado levantarse con tales heridas, con tantas magulladuras por todo su cuerpo. Era algo increíble que un humano con él lograra mantenerse en pie en ese estado. En seguida me incorporé y vi que Ziel sacó el cuchillo antivampiros y se lo intentaba clavar a Marcus hasta que acertó en su hombro. Vi esa tremenda escena desde mi posición, escuchando lo que le decía Ziel a Marcus, su reacción y lo más sorprendente fue aquel beso. Ziel besando a Marcus con ese... Dime Marcus, ¿alguna vez besaste a la Muerte?, no lograba entender del todo toda esta situación. Esto me sobrepasaba y me llenaba de terribles recuerdos.

    Cuando Ziel se giró para mirarme, con una sonrisa que no reconocí y su ojo derecho brillando con una intensidad increible. Alzó las manos para tocar mi rostro pero algo le detuvo, algo de lo que logré darme cuenta. Ziel nunca me había visto así, era normal aquella reacción, no le culpaba por ello.

    En un par de minutos la situación se tornó algo diferente, Ziel parecía arrepentido, pensando en algo, como arrepentido de lo que había hecho... ¿Por qué? ¿Por qué estaba arrepentido de haberle herido? No lograba entenderle y mucho menos cuando le abrazó, gritando arrepentido, llorando... Me apoyé en la pared asimilando lo que acababa de ver, tiene que haber una explicación razonable.
    Miré a Marcus, que tenía la mirada perdida, ensimismado en sus pensamientos y ahora ya, calmado. Era sorprendente con qué facilidad se había calmado. Se incorporó un poco, nuestras miradas se encontraron y ahora no veía maldad en ellos. Es como si Ziel, al abrazarle, hubiera calmado la tempestad en su interior. Parecían un padre y un hijo pidiendo perdón por una discusión. Era triste y a la vez emotivo, ver como hasta los seres como Marcus pueden llegar a tener corazón, pero lo que no entendía era el por qué de su maldad. Ahora nos estaba dejando ver su lado bueno, sabía que así era por sus ojos y cómo ahora trataba a Ziel. Siempre han dicho que los ojos son las ventanas del alma, pues sus ojos no engañan.

    Llegué a escuchar la voz de Ziel en mi cabeza. "Bella, no lo mates por favor.", Le miré y asentí despacio. No tenía otra opción que hacerle caso. De acuerdo, pero me tienes que explicar lo que está pasando." Si me iba a tener que explicar lo que estaba pasando, lo entendía pero no del todo y tenía que hallar respuestas a todo esto.
    Me pidió que curara a Marcus pero éste no estaba muy por la labor de que lo hiciera. Ziel si que lo necesitaba. Me acerqué a ellos arrodillándome. No sabía por qué, ni cómo he llegado a esta conclusión pero me fiaba de Marcus. El aura verde comenzó a emanar de mi cuerpo envolviendoles a los dos, curando sus heridas y sobretodo devolviendo la energía que había perdido Ziel a causa de la paliza. Marcus no necesitaba esto, ya que se curaría en seguida con esto y regeneraba rápidamente.

    Miré a Marcus, su rostro era de arrepentimiento, de dolor y simplemente las palabras silenciosas que emanaron de su boca lograron hacer que confiara en él. Asentí sonriente. Con tal de que no vuelva a hacerle daño a Ziel de esta manera me bastaba, aunque no me fiaba todavía del todo, tenía que darle una oportunidad. A pedido disculpas, es lo menos que puedo hacer.
    Escuché sus palabras y negué con la cabeza. Cuida de él, pero no lo puedes llevar a la casa de los cazadores ahora, está rodeada, van tras Ziel, está en el punto de mira y yo también en teoría. Dije pensativa y continué. Quédate con él, cuida de él, y por favor no le hagas daño.. dije en un susurro. Confiaba en él pero todavía no del todo. Yo volveré a esa casa, si necesitas algo dimelo por aquí, te escucharé. Dije señalándome la cabeza. Sabría ahora donde estarían Marcus y Ziel y si Ziel necesitaba mi ayuda, iría volando si hiciera falta. Y no te acerques a esa casa volví a repetir. Es peligroso, tanto para ti como para él. Dije señalandole con la cabeza. Sus últimas palabras me sorprendieron. Parecía mentira que hubiera dicho aquello. Vaya gracias... Dije mirando hacia otro lado avergonzada.

    Me acerqué a Ziel, tocándole la cabeza. Ten cuidado, yo me tengo que ir ya, no vayan a notar mi ausencia en la casa. Le di un beso en la frente. Te quiero. Le dije mentalmente antes de volverme a incorporar.
    Adiós, y tened cuidado. Me sorprendió toda esa escena, antes Marcus era mi enemigo, ahora era un amigo que sabría que iba a proteger a Ziel y sabía que así sería, y que en realidad no le quiso hacer daño antes.
    Me subí a uno de los tejados de una casa y me despedí con la mano antes de desaparecer de allí.
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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Mar Feb 19, 2013 9:20 pm

    Seguía de manera automática acariciando el pelo de Marcus, como si en realidad fuera un animal perdido. Aunque no consideraba para nada que mi Amo fuera un animal. Tenía instintos animales como vampiro, pero no lo generalizaría a su comportamiento. La otra mano, finalmente cayó de su hombro cuando él puso la suya sobre la mía, casi evitando el contacto con su piel; pero sin cortar el contacto con sus ojos. Me fijé entonces en ellos, que habían perdido el color carmesí brillante de siempre; como si su sed hubiera sido aplacada de repente. No sabía qué era lo que había hecho, primero, para enfuerecerlo tanto -pese a que tenía una pequeña idea sobre ello-; y segundo, para calmar su estado fuera de sí. Ver para creer. Un humano tan simple y cobarde como era, había conseguido calmar la ira de un vampiro.

    Cerré de nuevo los ojos, rindiéndome al cansancio que me obstaculizaba algunos movimientos, aceptando sus palabras como si de una orden se tratara. Era cierto que era un vampiro, pero también ese cuchillo era un arma para cazarlos. Y había visto lo que le había hecho a Bella la Bloody, o lo intenso que resultó el quemazón de mi ojo cuando él tocó esa flecha con la marca de su mano. Podía entender bien lo doloroso que tendría el hombro en esos momentos.

    Por una parte, quería desconectar del todo y dejar que la inconsciencia me cubriera por completo, al igual que las otras veces. Pero tenía miedo. ¿De qué? De volver a encontrarme en ese oscuro rincón de mi cabeza, solo, sin saber a dónde ir, ni cómo ir, ni cómo volver a la consciencia. Miedo de que Bella se marchara dolida por esa escena, porque me partiría el alma. De que Marcus se enfadara por perder la consciencia y entrara otra vez en cólera. No sabía lo que podía hacer. Atacar a Bella, matarme aprovechando que estaba inconsciente o a saber qué. Todavía tenía esa llama de la incertidumbre dentro. Era como una especie de balanza donde me encontraba ahora mismo. Donde Marcus caía notablemente en el lado derecho; mientras que Bella ejercía fuerza en el suyo, y el único que pudiera poner el contrapeso fuera yo.

    A mi cabeza llegó un susurro lejano. Escuché la voz de Bella entre mis pensamientos y sonreí levemente, todavía en brazos de Marcus. "Te lo contaré. Pero ahora no es el momento", pensé. No, me encontraba demasiado débil como para ejercitar claramente. Menos hablar de poder seguir escuchando la voz de Bella en mi cabeza, ni dejar que ella hiciera de emisor y remitente de los mensajes que pensaba para ella. Se lo contaría, allá hasta donde pudiera contarle la próxima vez. No había prisa por el momento. Ya que ahora parecía que aquellos tres individuos que se encontraban en el negro callejón; tan diferentes antes, empezaran a empatizar poco a poco sus naturalezas hasta el punto de comprenderse mutuamente. Quién lo diría, una sanadora vampiro, y otro agresivo pero tranquilo vampiro; con un humano condenado a una eternidad que no podía superar por su mortalidad.

    Esa corriente de pensamientos, poco a poco se fueron alejando de la cabeza.
    Mi respiración fue disminuyendo, poco a poco; al igual que el latido del corazón. Ya no podía pensar con claridad siquiera. Fueron bajando poco a poco, hasta llegar a ser completamente imperceptibles. Y en ese momento, si no hubiera sido por Bella y el permiso de Marcus, ahora mismo estaría de nuevo en la inconsciencia; seguramente luchando contra la vida otra vez. Puede que incluso mi corazón se hubiera parado y me hubiera abandonado. Pero una vez más, ese aura verde y cálido llegó para salvarme en los brazos de Marcus. Ella curó las heridas de mi abdomen y cuello respectivamente; dejando éstas de sangrar. Seguirían sin embargo, las cicatrices de los colmillos de Marcus como recuerdo. Por suerte, no se notaban tanto como las anteriores mordeduras, porque en la zona del cuello no había tanta piel como para tapar completamente la cicatriz. Sería algo que llevaría en mi cuerpo, a modo de escarmiento en el futuro. Algo así como un tatuaje. Para siempre.

    Gracias a Bella, recuperé también algunas de las fuerzas que me faltaban, quedando solamente la carga del cansancio, esa "anemia" que llamaban algunos. Esto no decía que la sangre sustraída fuera devuelta con su aura. Sabía que tarde o temprano tendría que conectarme nuevamente alguna asquerosa vía; o este estado de "sopor", duraría más del pensaba.
    Abrí de nuevo los ojos al notar que alguien acariciaba mi cabello con dulzura, encontrándome en la misma posición que una muñeca, trazando una sonrisa en los labios por el gesto. Sin duda alguna habría puesto la mano en el fuego antes de abrir los ojos, a que era Bella, porque era la más dada a ese gesto; no Marcus. Pero al levantar los párpados, me sorprendí al encontrar a Marcus haciendo ese gesto. No me importó en absoluto, ya que me había acostumbrado al mismo gesto por Bella.

    Me sorprendieron las palabras de Marcus, hasta el punto de que mis ojos quedaron abiertos como platos. ¿Había escuchado bien? ¿Marcus había aceptado proteger a su Siervo en vez de tomar su vida egoístamente? Si no lo hubiera escuchado por su boca, jamás lo habría creído. Pese a que, en el fondo, yo ya tenía esa confianza en él desde el principio; solamente que él nunca llegó a demostrarla, fallando a mis espectativas hasta ahora.
    Sonreí, cogiendo la mano a Bella, inspirándola ánimo. Todo acabaría pronto y todos podríamos volver a nuestras vidas normales, como antes. Marcus incluso podría empezar de nuevo, si aceptaba vivir así. Mientras, me daba coraje que por el momento no podría estar con ella en la misma casa como antes, pero sin duda, compartíamos algo que no podía separarse así como así. Era esa razón, la que hizo que pusiera una mueca al escuchar ese comentario de Marcus hacia Bella. Quizá no éramos una "pareja oficial", o que no nos lo tomáramos como para ir mañana al altar; pero no me gustaba que le dijeran cosas así estando yo delante. Después lo pensé, riéndome por dentro, al ponerme tan celoso por una cosa tan insignificante.

    Entralacé la mano de Bella con los dedos de la mía, en ese gesto cariñoso. Suspiré cerrando los ojos. Todavía no se había marchado y ya quería que volviera conmigo. Estaríamos separados, quién sabe el tiempo. Esperaba que al menos fuera corto o se pasara volando. Miré a Marcus tras esto. Ahora Amo y Siervo estábamos unidos bajo el mismo yugo, lo quisiéramos o no. No nos quedaba más remedio. Me decidí a hablar, no a ser simplemente un espectador.

    - Gracias Bella... Por lo de antes, digo. Y tranquilízate. Tendré cuidado, bueno, "lo tendremos". Tú también, hazme ese favor... Y, Bella, no les digas nada de que me viste con él. Nada de lo aquí sucedido, ha pasado. - Señalé a Marcus con la cabeza ligeramente. Si se enteraban vendrían antes a por nosotros. Aquello tenía que quedar entre nosotros tres, los tres únicos testigos de esa unión simbiótica.
    Cerré los ojos cuando se acercó a besar mi frente, alzando la cabeza para querer rozar con los labios su cuello una vez más. Su mano fue escurriéndose de la mía, viéndola marchar. Sabiendo lo que había sido la despedida de antes para ella. Al menos, puesta la confianza en mi Amo, se quedaría con la seguridad de que tenía quien me protegiera. Sonreí escuchando sus palabras una vez más, deleitándome de su sonido, embriagándome con su mensaje. "Te quiero Bella", pensé mentalmente para ella antes de que desapareciera por entre los tejados.

    La mano que él tenía sobre mi cabeza fue quitada en un segundo. Giré rápidamente la cabeza hacia su hombro. Bella lo había sanado, pero aún así... Puse otra vez una mano sobre su herida, encima de la suya con una sonrisa. Como él había dicho, sanaría pronto.
    - Siento haber perdido los estribos. - Bajé la mirada con mis disculpas. Sabía que había obrado mal al clavárselo y dejarme llevar por la ira. Puede que él había sido el causante de que le hubiera acuchillado, pero yo el responsable "tal vez" de que él los perdiera primero. Acción, reacción. Sin embargo, esas siseantes voces volvían a reír en mi cabeza. Se abrieron paso otra vez, volviendo a dejar el mismo mensaje que antes: "mátalo, mátalo, mátalo, mátalo. MÁTALO". Urgentemente, llevé una mano a la frente, cerrando los ojos nuevamente; intentando hacer que se callaran.

    Suspiré, echando la cabeza hacia atrás. Cambié de tema, para ver si las silenciaba pensando en otra cosa.

    -Dime, ¿dónde está ella? - Pregunté con los ojos cerrados, aún entre sus brazos como un muñeco. No sabía si tenía la suficiente fuerza como para levantarme, así que no lo intenté siquiera. Abrí los ojos, mirando el cielo. A juzgar por las palabras de Marcus, "es una pena que no pueda enamorarme de ti", él había tenido a alguien importante en su vida. Lo raro es que no hubiera sido "ella", quien hubiera impedido que Marcus se convirtiera en un ser tan sanguinario como era. Lo miré a los ojos, al igual que un niño preguntaba a su padre, cortando el contacto al instante. Tras pensarlo un poco, me sentí mal por hacerle la pregunta. Seguramente no quisiera hablar del tema y parecía que lo estaba forzando a responder. A mí, por lo menos, me incomodaría hacerlo.
    - Da igual, olvídalo. No hace falta que contestes. - Hice un gesto con la mano para que olvidara la pregunta. Tampoco me interesaba en exceso, era sólo curiosidad. Puse una mano en su hombro, poniendo la otra en el estómago para levantarme y quedar sentado, todavía en su regazo. Pensando aún: ¿habría sido esa misma persona la que lo hubiera hecho así?
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    Mensaje por Marcus O'Conell Jue Feb 21, 2013 10:31 pm

    Bella se alejó. Se alejó de aquel siniestro callejón sin salida. Sin embargo, en sus ojos se pudo apreciar el nítido brillo de alguien que deposita la confianza sobre su tesoro más preciado a alguien más. Marcus, ante aquel gesto sincero de sus pupilas, de sus labios, de todo su cuerpo preocupado extremadamente por Ziel, no pudo hacer otra cosa que asentir. Estaba redimido, apaciguado como un río en pleno invierno penetrante. Iba a protegerlo tal y como había dicho. Procuraría que esta vez, al menos por esta vez, fuese real. Intentaría que no fuera sufrimiento lo que esta noche emergiera de los ojos de Ziel hacia el exterior. Las cosas se habían puesto realmente complicadas, altamente complejas, y si caía uno, caería el otro. Ziel no tenía por qué pasar por las manos de unos sucios cazadores malnacidos otra vez. Claro que no. Marcus ya le había puesto las manos encima durante mucho tiempo como para que alguien más llegase a sofocarlo. Justamente, ese "alguien" que en verdad debería ayudarlo y liberarlo. Pero, tal y como continuaba pensando, procuraría que esta noche lo que rosase la piel blanca de Ziel no fuese pesar...

    Bella se había acercado al humano y lo había curado de todas sus heridas. Debido a que Marcus lo sostenía entre sus brazos, también se vio envuelto en aquella aura cálida y verde. Vaya, hacía ya tiempo que no sentía una calidez semejante. No hubiera esperado que proviniera de una vampiresa como ella, precisamente. La tranquilidad continuaba envolviéndolo aún más tras aquel gesto por su parte. Su mirada, concentrada por momentos, perdida en el abismo de sus pensamientos de vez en cuando, se posó ahora sobre la figura que se acurrucaba entre sus fuertes brazos, capaces de romper a ese joven por la mitad cuando lo deseasen.

    Palabras de disculpa emergieron de sus labios. ¿Qué era eso? ¿Un chiste de mal gusto? ¿Cómo podía Ziel considerar aunque sea mínimamente el hecho de disculparse con él? Marcus negó con la cabeza, quitándole importancia. Por un lado, no le salían las palabras adecuadas para el momento, pero por otro creía que Ziel comprendería que no era él justamente quien debería estar disculpándose. Marcus había mancillado su alma y su cuerpo infinidad de veces, y aún desconocía si no podría llegar a hacerlo de nuevo. El placer y el éxtasis que sentía a su lado no lo encontraba junto a nadie más, ni siquiera asesinando junto a sus hermanos. Su sangre, su piel, su frágil esencia humana... Todo aquello y más se configuraba frente a él como el pilar de un elemento afrodisíaco imparable. Para un ser sediento y sanguinario como él, no existía en el mundo nada más delicioso que una presa como Ziel.

    Cuando echó su cabeza hacia atrás, Marcus tragó saliva observando su cuello. Instantáneamente, sus ojos oscuros cayeron sobre aquella curva atrayente que se formaba en la zona de su nuez de Adán. Los músculos de sus brazos se tensionaron y sujetó a Ziel con un poco más de fuerza. Ascendió una mano para rozar con sus dedos -ya sin la prisión de los guantes- aquella piel aterciopelada. Cerró los ojos un momento, y fue justo cuando escuchó su dulce voz de niño inocente. Al fin y al cabo, eso era lo que era. Por más estribos que haya perdido, por más maltratado y ensuciado que haya resultado, él sería siempre aquel chico inocente, ingenuo, sin maldad aparente.

    Alejó la mano de su cuello justo en ese momento. Lo miró con sorpresa, entrecerrando los ojos. ¿A quién se refería con "ella"? Marcus temió, en ese momento, lo peor. Temió que tocara el tema de aquella mujer, la única en su vida. Aquella dama tan inocente como él, tan dulce y amable, que el tiempo y la calumnia de vivir bajo peligros le arrebataron. Cuando sus ojos se encontraron con los suyos supo, entonces, que lo que más temía era real. Él estaba preguntando por ella, su desaparecida amada que la Muerte encontró y se llevó. Un silencio algo atormentador invadió a ambos, pero luego Ziel decidió romper el hielo como si le quitara importancia al asunto. En ese instante, decidió levantarse torpemente, pero quedó sentado en su regazo. Marcus, mientras meditaba acerca de su interrogante, lo rodeó entre sus brazos un poco más y lo elevó en el aire mientras se ponía de pie.

    El silencio, abrumador, siempre presente en el andar de los desgraciados.

    Comenzó a andar con Ziel en brazos. Sabía a dónde dirigirse. Estaba a una escasa distancia de allí. Lo único que le preocupaba era llamar la atención pero... ¿Desde cuándo algo así le interesaba a un ser como él? Sacudió levemente la cabeza, pero sin denotar con facilidad su molestia interna. Ziel probablemente se preguntara a dónde lo llevaba, y por esa razón antes de que el chico dijera algo, se lo diría.
    - Pasaremos la noche en un hotel que se encuentra aquí a la vuelta. Cuando las cosas se calmen, por la mañana, intentaré comunicarme con Bella para llevarte de regreso -murmuró con seriedad, como si fuera un hombre honorable y digno de confianza.

    Tras unos minutos, estaban frente a una puerta angosta y desgastada por el tiempo. Marcus percibió el aroma a humedad. Era un sitio inhóspito, sí, y por eso le agradaba. Quizás en otro tiempo, en otra época, él hubiera disfrutado de ofrecer el mejor alojamiento a su huésped, pero hoy no sería el caso. Bajó a Ziel y lo sujetó por los hombros para que no perdiera la estabilidad. Sería mejor pasar desapercibidos. Estaban llenos de sangre y no creería que la imagen de un hombre llevando en brazos a un muchacho fuera a ayudar en aquella travesía de no atraer demasiados ojos. Sin embargo, cuando entraron, la desolación invadía el lugar. Las sangre se extendía por las paredes, por los muebles, por el suelo. Marcus frunció el ceño y, automáticamente, colocó a Ziel tras de sí. Le indicó que guardara silencio con el dedo índice sobre sus propios labios. Avanzó unos pasos más y allí encontró la razón de todo.

    En una esquina, bajo el cadáver de un inquilino, había una marca. Pudo reconocer la figura pintada con sangre a la perfección. Pertenecía a uno de sus hermanos. Miró a Ziel y lo atrajo hacia sí. No había rastros de la presencia de el ser que estuvo con anterioridad aquí. Probablemente buscó diversión, la encontró, y se fue satisfecho a otro lado. Mejor para él, pues de otro modo no sabría cómo explicar el hecho de estar con un humano a estas altas horas, en un hotel y con el cuerpo del muchacho aún intacto. Aunque, si algo así ocurriese, probablemente lograría encontrar las excusas adecuadas y no le costaría ni un poco montar ahí mismo un número teatral. Sabían de la inestabilidad mental de Marcus, de sus retorcidos pensamientos y de su persuasión sádica y morbosa. Probablemente al verlo ni siquiera desconfiasen de él.

    - Nos quedaremos aquí de todos modos -dijo a Ziel mirándolo de reojo-. Nos iremos al amenecer antes de que los cazadores lleguen para investigar, si es que queda alguno vivo -no pudo evitar reír suavemente ante este comentario-. Los demás vampiros sentirán mi presencia y lo más probable es que no se acerquen, al menos que sean unos masoquistas suicidas... -y no pudo evitar clavar sus ojos de manera profunda sobre Ziel al emitir este comentario. Se acercó a él y se quedó frente a su diminuto cuerpo unos instantes. Tomó su mano entre la suya y sintió el deseo recorrerle cada una de sus vértebras como un circuito eléctrico averiado. Suspiró y miró hacia otro lado-. Andando.

    Lo sujetó en brazos para subir las escaleras. Procuró elegir una habitación limpia, que no haya sido ocupada recientemente, y que tenga salida al exterior por si cualquier cosa ocurriese. Cuando llegaron ante la puerta del pequeño cuarto, Marcus bajó a Ziel y sujetó el pomo. Antes de abrir la puerta, miró de reojo al muchacho. Tras un instante de silencio, consideró oportuno responder aquel interrogante que el chico formuló antes de llegar aquí:
    - Está muerta.

    El frío se presentó aterrador. Una brisa gélida envolvió los cuerpos de ambos en cuando la puerta fue abierta, como si aquel aire nevado acompañara aquellas palabras igualmente heladas. Marcus entró en la habitación dando pasos que parecían bloques de hielo macizo. Todo su cuerpo comenzó a emitir, tras esas sílabas tortuosas y melancólicas, los indicios que anunciaban que el invierno ya estaba instalado entre cada ser de este maldito pueblo.
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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Jue Feb 21, 2013 11:41 pm

    Sabía que no tenía que haber abierto la boca, porque lo único que hacía era meter la pata. Disculpándome, aunque tuviera esa necesidad de hacerlo. O metiendo las narices donde siquiera me llamaban. En el fondo... puede que Marcus tuviera un gran peso de culpa en el incidente, pero yo también había obrado mal. Los humanos nos equivocábamos frecuentemente, era normal que me fuera necesario disculparme. Me lo dictaba la conciencia. Además, no quería cometer más errores de los que ya había cometido esta noche. Miré de refilón el resto del callejón, recordando los dos cuerpos de los cazadores tirados en el suelo, esparciendo su sangre por la calzada. Volví a suspirar mirando a Marcus.

    Un escalofrío recorrió mi espalda, cuando su fría piel subía por mi garganta. No me moví en cambio, porque sentía que esa amenazante mano, podría arrancarme la nuez en un segundo. Tragué saliva, cerrando los ojos; mientras intentaba bajar un poco la cabeza, lo suficiente como para que mi garganta no estuviera tan "en peligro". Justamente cuando sus dedos fríos como un témpano de hielo subieron, encontraron una de las múltiples cicatrices que él había sembrado en mi piel. Vi oportuno mirarlo a los ojos y hablar, aún con su mano posada.
    - Esa fue la más dolorosa de todas. - Anuncié. Sin duda aquella mordedura tan feroz, fue la más dolorosa de todas las mordidas. Incluso era una mordedura reincidente, por eso se notaba tan fácilmente. Esa, y aquella que hizo en el lado derecho, por mi falta de respeto la primera noche. Cómo olvidar aquello. Y parecía que era ayer cuando vivía feliz en la granja con mi madre. Sin embargo, ahora llevaba ya una cadena de cicatrices, provocadas por mis imprudentes actos y un vampiro al que acababa siempre perdonando de pecado constantemente.

    El silencio era como una cárcel que nos aprisionaba a ambos, algo incómodo y frío. Más frío que la noche de invierno que estábamos pasando. Ladeé la cabeza sin saber qué decir. A este paso volvería a enfadarlo y ya no estaría Bella aquí para salvarme nuevamente. Me sorprendió de repente que todo se moviera. Cuando miré al suelo, estaba en volandas por los brazos de Marcus. Pasé una mano por sus hombros para sujetarme. Sonreí sin darme cuenta, como si fuera un niño al que le suben por primera vez a hombros.
    Él empezó a andar, haciéndome dudar del lugar al que nos dirigíamos. ¿Un lugar abandonado? ¿La casa de Marcus y sus hermanos? ¿La academia? Abrí la boca para hablar, pero sus palabras eliminaron toda pregunta de mis labios.

    -A la casa de los cazadores no puedo volver. Ya te lo hemos dicho los dos. Con que ponga un pie en esa casa, seguramente Kasha esté con alguno de sus cuchillos en alto para matarme. - Bufé, arrugando el ceño, desviando la cabeza con un suspiro. ¿Es que estaba sordo o no procesaba la información? - Además, Bella no puede salir. Si la descubren también estará condenada a lo mismo. - Dije en un murmullo. Yo no quería nada de eso. Iría a verla, claro, pero siempre y cuando ella estuviera segura y a salvo en cada uno de nuestros encuentros.

    Tras estar un rato entre los brazos de Marcus, llegamos a un edificio, seguramente el hotel. La verdad es que Marcus pareció escoger el sitio más andrajoso del pueblo. En el fondo no esperaba nada mejor que un suelo frío para dormir, pero esto era algo más "caliente" para un humano. Bajé las piernas para tocar el suelo, cuando sus brazos fueron descendiendo para lo mismo. Llevé una mano al abdomen, algo molesto, a ese hematoma que no había dado tiempo a curar con el aura de Bella. Una vez erguido, fui sujeto por Marcus una vez más. Y suerte, porque mis piernas no se habían acostumbrado a volver a caminar después de todo. En cambio, logré estar de pie hasta que se adecuaron nuevamente. Alcé la cabeza para mirar a Marcus, esperando a que él entrara antes por si había cazadores en aquel lugar.

    Lo seguí cuando se adentró, viendo horrorizado la sangre en las paredes y los muebles. Quedé completamente paralizado, con los ojos desorbitados. ¿Quién habría hecho algo como eso? Quise salir corriendo de allí, estremecido por la escena que contemplaban mis ojos; consiguiendo nada más que retroceder unos pasos. Mi visión quedó interrumpida por la figura de Marcus. Pero esa imagen quedaba grabada en mi cabeza. Ese olor a putrefacto, incluso me delataba la sangre que pintaba las paredes. Mi estómago se contrajo, viniendo una arcada hasta mi boca. Todo aquello era horrible e inimaginable. Estaba absolutamente absorto con la escena, hasta que él volvió a acercarme; brindándome la seguridad con su cuerpo. Silenciosamente, tal y como él marcaba; con la frente, fui a buscar su pecho como protección, temeroso de que el asesino siguiera entre esas paredes.
    Volteé la cabeza hacia atrás, creyendo que se ocultaba tras mis espaldas. No me fiaba ni de mi propia sombra. Solamente de él, aquel que había prometido protegerme bajo cualquier cosa.

    -P-Pero... Marcus... - Titubeé mirándole a los ojos cuando lo tuve delante, tal y como si fuera tan frágil como el papel. No podía imaginar que conciliaría el sueño con aquella escena bajo mis pies. Jamás podría.

    La respiración pareció cortarse cuando se acercó y volvió a clavar sus ojos sobre los míos. Tomé su mano como si fuera hechizado por ellos, recibiendo esa descarga que me transmitía. Giré la cabeza justamente cuando él lo hizo, incómodo.
    Empecé a andar torpemente, siendo arrastrado como un niño por la mano de Marcus; hacia alguna de las habitaciones. No podía parar de voltear la cabeza durante el camino, viendo horrorizado, el rastro de sangre que se había dejado en la entrada y algunas habitaciones. Caminaba, pensando también en el asesino que había hecho aquello. A saber si todavía se encontraba en el edificio. Por eso mismo, mis pies se enrededaban a cada dos de sus zancadas. Suerte que no había visto otro cadáver más ni la marca en el suelo, porque ya tenía suficiente con los de los dos cazadores. Habría entrado en la locura con tanto crimen y asesinato en una misma noche.

    Iba todavía tan absorto por la escena, que me sorprendió cuando Marcus volvió a alzarme en brazos para subir las esceleras. Hice una pequeña mueca de dolor, apretando un poco el moretón de mi abdomen, semioculto por la sudadera rota. En el trayecto hasta la habitación, apoyé mi mejilla contra su pecho, cansado y helado hasta los mismísimos huesos. Casi sin poder ejecutar un pensamiento claro después de todo lo visto. ¿Qué sería lo próximo? ¿Presencia un crimen más? ¿Una familia asesinada por algún vampiro? ¿A Nokku entrando como un loco para matarnos? Cerré los ojos. Tenía miedo de pasar allí la noche, no me sentía del todo seguro.

    Volví a ser bajado una vez la puerta de la habitación, se hallaba frente a nuestras narices. Realicé otra vez la misma operación, poniendo seguidamente la mano sobre el pomo para abrirla. Esperaba no tener sangre en las paredes ni ningún cadáver en la cama, porque sin duda, preso del caos y la constante desesperación, saldría corriendo pese a mi estado. Huiría de allí, a saber hacia dónde. Me daba igual si Marcus me abandonaba a la suerte.
    Pero sin venir a cuento, sus palabras cogieron mi garganta de improviso. Se clavaron en mi pecho como el hielo. "Está muerta". Había respondido a mi pregunta pese a que le dije que no lo hiciera. Mi mano cayó del pomo, como si fuera hierro sujeto por gravedad.

    La puerta fue finalmente abierta por él. Incluso se adentró antes en la habitación. Una corriente de aire frío se clavó en mi piel, metiéndose por cada resquicio que tenía libre. Tosí por el frío instalado en mi garganta desde hacía rato; encorvándome un poco al hacerlo. Tras eso, mi cuerpo no podía ni moverse. No sabía tampoco qué decirle a Marcus. Imaginaba que las palabras no hicieran demasiado a esa carga que habría llevado tanto tiempo. Al menos, para mí no serían suficientes si Bella dejara este mundo y yo estuviera condenado a una soledad interminable. Por mi parte, si hubiera sido él, habría desafiado a otro vampiro para que acabara mi pesarosa existencia, pues no tendría otro motivo por el que mantenerme en pie. La otra opción era descargar todo eso, de la misma forma en la que él lo había hecho; matando gente despiadadamente. Arrebatándole la vida a otras personas y mostrándolas al resto lo que era el sufrimiento. Encontrando lo mismo que llevas dentro, en otros. Para sentirte tal vez menos desdichado. En cambio, yo no podría ir haciendo esto segundo al igual que él. Aunque pude entender cómo sería algo así. Marcus debía de sentirse muy solo tras su pérdida.

    - Lo... siento. - Dije finalmente. No sabía cuánto hacía que había muerto, pero al menos le acompañaba en el sentimiento.

    Los ojos parecían cerrarse poco a poco cansados. Un pequeño rubor sonrojado había aparecido para decorar mi frente y mejillas, junto con el brillo morado también rozando mis labios. Sin darme cuenta, hasta me había subido la temperatura por una leve fiebre.
    Tardé un rato en decidirme a dar un paso hacia la habitación, todavía encerrado en esa imagen de la entrada. Cerré la puerta una vez que entré. Y, antes de nada, escruté la sala con miedo; por si encontraba algo fuera de lugar; todavía con la idea del asesino en la cabeza. Suspiré una vez comprobado, pero todavía intranquilo por la idea. Desde el momento en que vi toda esa sangre por las paredes, los muebles y el suelo... la seguridad había desaparecido completamente. Inconscientemente, fijé la mirada en el suelo, perdido, metido en esa imagen de hacía unos minutos. La escena estaba intacta bajo mis pies ahora mismo. Seguro que habría cadáveres que Marcus había impedido que viera.
    Finalmente, apoyé la nuca en la puerta, seguido de la espalda; con un leve temblor en las manos. Estaba congelado y en estado de shock. ¿Y si no salíamos con vida de allí mañana?
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    Mensaje por Marcus O'Conell Mar Feb 26, 2013 12:22 am

    En cuanto la puerta se abrió, junto con aquel "lo siento", llegaron hasta él aquel conjunto de palabras que conformaban la siguiente frase: "Esa fue la más dolorosa de todas". Ahora mismo, Marcus no hacía más que pensar en el dolor. En el dolor de todos y cada uno de los individuos de este mundo. Dolores diferentes, con distintos matices y variados enigmas que derivan a su origen y a su jamás hallado final. Tanto el dolor físico que experimentó Ziel como su dolor espiritual -ese vacío en su interior- eran de esos malestares imborrables, ilimitados. ¿Quién devolvería a ese humano la paz y el amor que le faltaba a causa de sus malos tratos? ¿Quién le devolvería a él el placer de vivir junto a quien más se adora?

    Nadie.

    La respuesta para ambos interrogantes es la misma: nadie, jamás. Aunque probablemente Ziel tenga más esperanzas que él, pues un hombre de su alcurnia ya no tiene salvación alguna. ¿Qué le quedaba ahora? Sólo cerrar los ojos e intentar olvidar, al menos por esta noche, aunque ni siquiera aquí esté en paz. La Muerte lo sigue a todas partes, pues aún ansía sus labios lascivos y sus tenaces manos asesinas. La Muerte aún clama por su eficacia al efectuar los diversos trabajos que a ella confieren. Marcus era, al fin y al cabo, un Siervo también. Pues él le servía a las Diosas más temibles de todas.

    Ziel estaba aterrado, absorto en aquel río de sangre que no pudo evitar ver. Marcus no podía borrar esas imágenes, pero podía asegurarle su protección. Por ese motivo, se acercó al joven humano y lo apartó de la puerta. Al rozar sus frías manos notó que algo no andaba bien. Si algo le quedaba del instinto paternal, era saber cuándo un niño estaba enfermo. Aunque sus hijos rara vez contraían alguna enfermedad -pues eran vampiros y eso no solía suceder- siempre procuraba darles los mejores cuidados. Pero esos tiempos habían acabado, concluído hace tiempo. Sin embargo, ahora frente a sus ojos, alguien más necesita de tales atenciones. Entonces, Marcus acercó sus labios a su frente y la diferencia de temperaturas fue increíble. Tenía fiebre. Con rapidez, lo sujetó en brazos y lo tumbó sobre la cama. Para estos casos sólo había una medicina eficiente cuando no se tenía ningún tipo de medicamento: un baño de agua fría.

    Iba a decirle, con respecto a sus disculpas, que por más personas que muriesen, jamás ella regresaría. Por muchas veces que él se vengase, jamás conseguiría calmar el fulgor de su alma. Sin embargo, consideró que sería mejor no decir ni una palabra más al respecto. Al menos por ahora. En su lugar, se dispuso a situarse junto a Ziel y comenzó a desatar los cordones de sus zapatos. Los quitó con cuidado y admiró aquellos pequeños pies. Tras unos segundos, apoyó una rodilla sobre el colchón a su lado y comenzó a jalar con cuidado su sudadera casi destrozada. Con extraña delicadeza, la deslizó hacia arriba, por su torso, y colocó sus brazos extendido paralelamente a su cabeza, de modo que pudiera quitarle la ropa más fácilmente. Cuando observó su pecho desnudo, tragó saliva. Si alguien observaba esta escena, tal vez considerase que algo raro ocurría. Pero para él esto, más que raro, era una de las imágenes más bellas que había visto durante esta noche. Millones de recuerdos acudieron a él. Millones de memorias que quiso borrar en ese preciso instante. Suspiró suavemente y continuó con su trabajo. No debía dejarse llevar por nada. No hoy, al menos.

    Se inclinó más sobre él, sintiendo su débil respiración. Deslizó sus frías manos por su abdomen hasta llegar al botón y cierre de sus pantalones. Se detuvo antes de siquiera rozarlos y se irguió, caminando con paso severo hacia el baño. Encendió la luz y el agua de la ducha comenzó a oírse.

    - Quítate los pantalones -sentenció desde los muros del baño-. Te daré un baño frío para que se te quite la fiebre -dijo luego, intentando que la explicación sonara razonable, aunque lo era, y que ni pensase que esta noche le esperaría otra triste promiscuidad por su parte. Había prometido no hacerle daño. Había prometido...

    Ah, qué difícil es lidiar con el asesino que uno lleva dentro.
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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Mar Feb 26, 2013 4:17 pm

    En mi cabeza lo único que podía formarse, era la imagen de los cuerpos de ambos cazadores tirados en el suelo. Cómo sus ojos parecían clavarse hasta mi alma, en una ayuda que no podía llegar. Exactamente eso: que no podía llegar. No pude llegar a brindar a ninguno de los dos una salvación, solo unas palabras simples, semivacías, para que Marcus no los matara. Jamás llegó ni llegaría la esperanza a ninguno de los dos. Solamente pude quedarme allí, bajo las órdenes de Marcus. Observando como un espectador el final de la obra, bajo ese desgaste físico y mental.
    Tragué saliva, comiéndome solo con esos recuerdos de hacía unas horas, más los que había visto a la entrada en el hotel. Tal vez podría haber sido el tercero tras ellos, a saber. Quizá hubiera mitigado mi condena y habría sido lo mejor. Me habría ahorrado sufrir más. Sí, sin lugar a dudas era lo mejor, si no fuera porque Bella estaba todavía esperándome. Ella era la razón por la que seguía levantándome, después de las cicatrices merodeando mi cuerpo. No pude evitar tapar mi rostro con una risa nerviosa, intentando quitar esa imagen de mi propio cadáver tirado en la calle. Sin duda alguna, la fiebre estaba haciendo efectivos sus delirios.

    La risa fue sofocada cuando Marcus se acercó. Lo miré casi sin interés, cerrando seguidamente los ojos con un suspiro. Era su esclavo, no podía imponerme a él ni en un estado puramente normal. Esperaba así otra perversión lasciva por su parte, otra paliza más a mi cuerpo desgastado. Sin embargo, la guillotina no cayó esta vez. Abrí los ojos por la pausa que llegó, al tiempo que fui separado de la puerta; para ir de nuevo hasta él. Cuando sus manos me tocaron de nuevo, parecían mucho más frías que el resto de veces. Un escalofrío recorrió electrificadamente por toda mi espalda. La diferencia de temperatura, ahora era más que palpable.
    Alcé la cabeza para mirarlo, quedando sorprendido de ese beso paternal sobre mi frente. Levemente, mis párpados bajaron, intentando encontrar algo bueno en ese gesto. ¿Sería acaso hoy, que Marcus había perdonado a su Siervo de la tortura?

    Sin pronunciar una palabra, fui depositado como una muñeca sobre la cama. Ah, ya decía yo. Realmente se estaba preparado el terreno, no había otra. Sonreí, mirando por la ventana mientras él quitaba mis zapatos. Pensaba en Bella, en cómo sería mirarla a los ojos de nuevo. Cómo le contaría todo lo que ocurrió en el callejón. O cómo le explicaría que a Marcus le gustaba jugar con su "juguete". Suspiré cerrando los ojos. No, no podría decirle jamás de los jamases. Lo que ocurriera, quedaba solamente entre él y yo, entre esas cuatro paredes. Abrí de nuevo los ojos, mirando cómo iba quitando la sudadera raída; levantando los brazos para que terminara fuera de mi cuerpo. Tampoco hacía falta que se tomara tantos formalismos. Total, con que hubiera roto un poco más abajo, la sudadera habría quedado como una verdadera chaqueta. El resultado habría sido el mismo.

    Lo mire a los ojos, viendo la proximidad de su cuerpo, esperando. Esperaba que al menos no fuera una verdadera condena, que por una vez me tuviera compasión. Si en ese momento, me hubiera pedido que eligiera entre su maltrato físico o sus actos lascivos, seguramente me habría quedado con la segunda. Estaba cansado para poder soportar otra vez sus golpes o sus palabras hirientes. Cansado, mis ojos volviendo a caer, doblando una rodilla en la cama; tal vez intentando encontrar el calor que entraba por el torso desnudo. Mientras, su mano bajaba, sembrando ese cauce frío bajo su rastro, dejándome con esa corriente que iba en dirección contraria por mi espalda. Estremecido por el contacto, arqueé un poco la espalda, intentando mantener el nivel normal de respiración.
    "Eres mío, Ziel", resonó otra vez la voz de Marcus sobre mis pensamientos. Era lo que él mismo había dicho hacía unas horas, reclamando su propiedad. Sí, era verdad, era su esclavo hasta que mi vida decidiera expirar. Abrí la boca para introducir el aire a mis pulmones. Casi esperando que sus labios rozaran los míos otra vez, como el buen perro que era.

    Pero, antes de que sus manos llegaran a mi pantalón, todo pareció cesar. El hielo de sus dedos dejó de imponerse sobre mi piel. Abrí los ojos, viendo como se iba hacia el baño. En verdad, ¿había conseguido librarme? Miré al techo, con la incertidumbre en la respuesta. No lo sabía. Aunque no fue así tras escuchar su voz.
    "Ziel, rebélate. Tú puedes ser su Amo ahora. Toma su debilidad y déjame...", escuché entre voces, quizá algo producto de la fiebre. No podría ser que estuviera hablando conmigo mismo, sin que Bella estuviera para escuchar al otro lado. Una vez toda teoría fue despreciada y después de escucharla, me entraron ganas de reír por lo de Marcus. No, es más, acabé riéndome de nuevo, sin darme cuenta. ¿Quitarme los pantalones? ¿Qué nueva clase de trato era aquel?

    Entre aquellas risas, quedé tumbado en la cama, cerrando de nuevo los ojos. El sueño no caía en mi habladora cabeza, así que no me dormiría teniéndole allí.
    - No te tomes las molestias, estoy bien. - Dije sincero, entre carcajada y carcajada. Era gracioso. Menuda vil excusa. Sabía perfectamente que estaba intentando redimirse de todo pecado, porque hoy "había encontrado la paz".
    -No pienso quitármelos, ni darme ningún baño bajo esas manos. Búscate otra muñeca, Marcus. - Solté seriamente con la voz alzada; dejando que otra vez otra pequeña carcajada, saliera de nuevo entre mi garganta.

    Y corroída el alma, liberadas las cadenas, el quemazón del ojo derecho volvió a producirse por los anteriores hechos y pensamientos. Al igual que por cada carcajada sonora que ocupaba la habitación. Solté un pequeño sonido de molestia por el quemazón, apenas audible. Eché la cabeza hacia atrás, todavía en esa risa frenética; sujetando el ojo con una de las manos. Poco a poco la marca quería satisfacer sus propios deseos, venciendo a los delirios que me acechaban; mezclándose propiamente con ellos. Venciendo otra vez al iris azul, dejando que esa luminiscencia rosada agotara todo. Notando como otra vez, deseaba acabar con la vida de cualquiera bajo mis manos; eliminando la poca bondad que no le había comido ya a mi pecho.

    Después de un rato, decidí levantarme de la cama, siguiendo a Marcus hasta el baño.

    - Tu muñeca se ha cansado de esperar en la cama. - La voz sonó burlona desde fuera del baño. Un cuerpo practicamente infantil, delgado, semidesnudo y blanquecino; salió de entre la oscuridad de la habitación. Con la luz del baño, se notaba perfectamente la sangre seca sobre cada de sus mordidas, rodeando el torso y el rostro; con todos los golpes que no habían dado tiempo a curarse a manos de Bella. Me apoyé sobre el marco de la puerta, con una mano sobre el hematoma del abdomen y la otra sobre el ojo, con una sonrisa maliciosa en los labios.
    - Mírame Marcus... ¿te gusta la vista? - Dije refiriéndome a las salpicaduras de sangre que rodeaban pequeños hilos de cicatriz, apenas visibles.

    Sí, sin lugar a dudas, me había corrompido la marca y había salido a la luz esa personalidad sedienta, escondida en algún lugar recóndito de mi mente. Quizá también, por culpa de no tener la suficiente voluntad para frenarla. Los delirios por la fiebre, encima daban más rienda suelta a esa parte carcomida por dentro, que reía placenteramente en mi cabeza por el control de mi cuerpo.

    -Vaya vaya... ahora se preocupa por los demás. Bienvenida, Hermana de la caridad. - La mano de mi ojo fue cayendo, dejando que éste escrutara a Marcus, con la locura tomada del iris. Me acerqué a él lentamente, hallando el equilibrio en cada paso que daba. Finalmente quedé frente a él, clavando su mirada a la mía.- No me importa lo que hagas o lo que no a este cuerpo. Estas cicatrices no podrán borrarse, así que no quiero tu perdón ni tus buenos tratos. Él seguro que tampoco. - Hablé en tercera persona. Como si realmente no fuera yo el que estuviera diciendo esas palabras, sino mi otra mitad. Esa que creí que solamente formaba parte de las historias de ficción. Aquella que puede que el mismo Marcus hubiera creado. Seguí hablando sin querer soltar más palabras, en realidad. - Jamás pensante en ello, hasta ahora. Demasiado tarde. Ya aprendí a vivir sin tu compasión, Marcus, no hace falta que sigas fingiendo ser un buen Amo "protegiendo a tu Siervo de todo mal". Siseé con ese ojo derecho que quería devorar su corazón. Aunque ahí no acababa todo. Esa parte seguía plantándole cara, despojándose de todo lo que podía llegar a pensar. Haciendo que, un golpe insaciable, diera en mi sentido del humor. - ¡Maldita sea! ¡No te escondas bajo esa careta de cordero! - Alcé la voz. Mi mano rápidamente, se lanzó en el cruce de su mejilla, abofeteándolo.

    Suspiré lentamente, inspirando el aire con la tranquilidad, intentando controlar mis impulsos; encontrando una bipolaridad desconocida anteriormente.
    -Dime, dime Marcus. ¿Qué harás cuando lleguen los cazadores? ¿Les darás un Christmas por Navidad y les pedirás perdón por matar a sus familiares y violar a sus mujeres? ¿También les curarás las heridas y les darás un baño caliente? Ellos no van a tener piedad contigo, ni aunque les cuentes tu historia. Ni yo la tuve en su momento. Realmente, él fue quien se apiadó de ti desde el principio. Aunque todo el mundo cambia, ¿no crees? - Otra vez usé la tercera persona, reparando en ello luego de escuchar lo que salía por mi boca. Pese a que no fuera completamente yo el que las estuviera pronunciando. También, el tono de mi voz iba cambiando, desde casi vociferar hasta el sonido más cantarín, dulce e irónico que podía emitir. Una mano se levantó para acariciar su mentón y subir hasta su pelo por la mejilla. Terminando por acariciar su cabello azabache. - Ay... Marcus, Marcus... te estás volviendo un cordero. Exactamente como tu esclavo. - No... Él no se merecía que le restregaran por toda la cara la pérdida de su amada. Era demasiado doloroso incluso pensarlo. No quería reírme de ello, porque podía ver en él mi propio reflejo. Tampoco tenía que estar clavando más la estaca en su herida. Yo le perdoné de lo que había hecho conmigo. ¡Dije que lo comprendería! Que me esforzaría por saber de él gota a gota. Lo iba a defender de los cazadores junto con Bella. Entonces, ¿por qué no se callaba mi garganta? ¿Por qué seguía hablando como si todo lo que hubiera hecho o dicho no tuviera sentido? Cállate por favor, no sigas hablando más. "Ziel, Ziel... deja que hable un rato más. En el fondo tú también llegaste a pensar algo parecido..."; escuché otra vez, aterrado por lo desconocido de esa voz. ¿De dónde demonios salía? ¿Solo podía llegar a escucharla yo, o eran imaginaciones mías por la demencia de la fiebre? ¿Estaba en verdad volviéndome loco?

    Miré a Marcus a los ojos nuevamente. Los ojos parecían las dos caras de la moneda: el Ziel de siempre en el izquierdo y un Ziel corrompido por el egoísmo, la crueldad y el sufrimiento; en el derecho. Uno otorgándole el perdón, y el otro queriendo tomar su vida. Logré hallar camino para hablar nuevamente, sin que ese rencor fuera escuchado de mis palabras.

    -Marcus, ayúdame... - Supliqué. Seguramente él estaría tan confundido como yo lo estaba. Llevé una mano al ojo rosado nuevamente, oyendo los gritos que daba la marca por quedar tapada.
    Y otra vez, como si fuera un niño, fui a buscar su pecho para protegerme de mí mismo. Lo peor de todo, es que no sabía si esto era delirio de la fiebre, o es que me estaba volviendo loco de remate y estaba perdiendo ya el juicio.

    Mi rostro hizo una mueca de dolor por el quemazón que ocupaba el ojo, mientras una sonrisa macabra salía otra vez por mis labios. La lengua se paseó por las comisuras, humedeciéndolas casi de una manera lasciva, corroído por los deseos ocultos que se habían forjado de veneno. Agarré -sin querer- el traje de Marcus lo más fuerte que podían mis manos, tirando de él hacia abajo.

    -Ahora soy yo a quien le apetece jugar contigo. - Susurraba. Esa sonrisa burlona volvió de nuevo, acercándolo. Finalmente, conseguí -o quizá consiguió, mejor dicho-, que sus labios y los míos volvieran a estar juntos. Que su marca asesina palpitara al igual que lo estaba haciendo la mía, encantadas por el encuentro. Dejando que el veneno de mi pecho emanara de mi boca hacia la suya.
    Casi chillaba por dentro, intentando detener mis manos. No, no quería perder los estribos otra vez. No quería aquello. Estaba lastimándolo, y él ya estaba tocando fondo. Yo quería ayudarlo de verdad, sabía que podía hacerlo. Pero tenía que sacar ese trozo que me estaba quitando la corduda y arrancarlo de mi pecho. Aunque no sabía cómo.

    Una vez que ese veneno lascivo pareció encontrar a quien quería, que ese deseo por probar sus labios fue colmado; se desconectó de mí esa extraña presencia de mi pecho. Silenciando con ello todas las voces escuchadas en la cabeza.
    Los labios de ambos fueron separados cuando mi cabeza fue hacia atrás, cayendo el resto del armazón de la muñeca de porcelana en un desplome. Mi cuerpo ardía del calor y sucumbía otra vez bajo los efectos somnolientos y delirantes de la fiebre, el cansancio y la anterior pérdida de sangre.
    Había logrado imponerme al final del todo; o al menos, eso quería pensar.
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    Mensaje por Marcus O'Conell Miér Feb 27, 2013 8:54 pm

    ~La fiebre no dista demasiado del amor, después de todo.~


    Marcus estaba en el baño, preparando la tina para Ziel. El agua estaba fresca, podía percibirlo, pero no le generaba ninguna sensación de frío. A diferencia de Ziel, las temperaturas no podían generarle nada. Él siempre sería inquebrantable al paso del tiempo y las estaciones, pues su naturaleza vampírica se lo permitía. Su naturaleza inmortal le permitía ser hermoso por siempre. Y sin embargo, allí estaba aquel joven, completamente masacrado, golpeado, humillado, manoseado... por él. Y ahora pretendía demostrar algún signo de... ¿afecto? No, no creería que pudiese llamarse así. Pero con sólo verlo a los ojos, advertía en el trasfondo de sus pupilas prostituidas, ciertos vestigios de un amor que dejó olvidado en el tiempo, allá lejos, surcando décadas.

    Cuando creyó que todo estaba perfecto para que él se diera su baño, escuchó risas. Las mismas risas de antes, pero ahora magnificadas. Creía que todo era producto del delirio, pero se equivocó. Ziel dijo palabras que jamás creía escuchar de él si estaba sobrio. Pero, acaso, ¿no lo estaba? Marcus se alejó de la ducha -la cual continuaba esparciendo aquel agua helada- y caminó hasta la puerta del pequeño cuarto. Pero, allí, se topó de frente con la silueta de Ziel. ¿Qué era aquel encanto demoníaco que transmitían su mirada y cada uno de sus gestos? Sus palabras hostiles y de doble filo, acabarían por hacer sucumbir esta aparentemente tranquila noche. Y, justo allí, en medio de esas frases hirientes y brutales, el humano se atrevió a golpear a Marcus en el rostro.

    El vampiro se mantuvo intacto. La marca de la mano de Ziel no tardó en borrarse. Casi instantáneamente desapareció, pero su mirada severa, oscura, fría y penetrante, escrutaba con ira contenida aquel escenario frente a sus ojos. ¿Qué demonios era esto? ¿No quería buenos tratos, entonces? ¿Prefería que lo continuara atormentando y ensuciando? Estupendo, de haberlo sabido no se tomaba ninguna otra molestia. Bella no podría decir, ahora, que él faltaba a su promesa, pues era el mismo Ziel quien parecía gritar a los cuatro vientos que anhelaba que Marcus lo poseyese.

    "Ay... Marcus, Marcus... te estás volviendo un cordero. Exactamente como tu esclavo." Esas palabras definieron la situación. Marcus alzó una mano y sujetó con fiereza el cuello del muchacho, elevándolo por el aire y golpeando su cuerpo contra la pared, de modo que quedara allí atrapado mientras sería él quien, ahora, escuchase sus palabras. No iba a continuar riéndose de él. No iba a hacerlo en su cara, pero tampoco lo haría a sus espaldas. Era un maldito mocoso miserable. ¿Otra vez debía recordárselo? Marcus apretó la mandíbula y mostró sus colmillos. Miró fijamente el ojo de la marca, aquella mitad que le pertenecía pero que a la vez estaba resentida con él. En ese instante, en que estaba dispuesto a borrar a un ente tan miserable como Ziel de la faz de la tierra, esas diminutas palabras fueron dichas con tanto esfuerzo...

    Automáticamente, Marcus volvió en sí y soltó a Ziel, haciendo que el humano quedara en el piso otra vez, ya no siento sometido a estar elevado de las baldosas por veinte centímetros. ¿Qué estaba sucediendo? De repente, la marca en su mano comenzó a emitir un cierto escozor que a él, ciertamente, no le resultaba desagradable. Solamente estimulaba aún más el deseo que unía su naturaleza a la efímera vida de aquel humano. Observó aquel gesto lascivo en sus labios. No podía creerlo. Y, de un momento a otro, Ziel se acercó y tiró de él, de modo que logró unir sus labios, otra vez, como aquellas otras veces. Marcus, sorprendido, mantuvo los ojos abiertos, absorto, mientras Ziel depositaba aquella caricia obscena sobre su fría boca. Un calor inexplicable recorrió su cuerpo. La mano que poseía la marca se tensó. Deseaba devorarlo allí mismo. Quería más de él. Ansiaba más de su cuerpo, de su aroma, de su sabor...

    Ziel se separó y aquellas palabras quedaron resonando en su mente: "Ahora soy yo a quien le apetece jugar contigo". Marcus clavó su mirada en él, viéndolo fijamente, sorprendido y ansioso. Entreabrió sus labios, exhalando un breve y casi imperceptible suspiro. Su Siervo -o lo que quedaba de él- comenzó a desplomarse de repente, aplacando toda lujuria, todo deseo ferviente y sucio. Marcus, rápido y ágil, sujetó a Ziel y lo elevó con rapidez. Se acercó a la ducho y lo recostó en la tina, dejando que el agua helada empapara su candente cuerpo y aplacara sus ardientes ideas y sentimientos.

    Marcus se arrodilló a su lado y recargó su peso sobre los bordes de aquella tina de mármol, tan antigua como el mismísimo pueblo. Su mirada, dura y deseosa, no cesaba de perderse en la nada intentando callar esos sentimientos devastadores e inexplicables. Las gotas rodaban por el cuerpo de Ziel, generando un abismo turbador para un vampiro como él. El mangetismo afrodisíaco que el humano había comenzado, no quería encontrar su fin; al menos no aún.

    Carraspeó y apartó la mirada, buscando una toalla cerca. Cuando la encontró, la depositó en una banqueta cercana a la ducha, con cuidado de que no se salpique de agua y acabe empapada. Miró a Ziel otra vez y apartó el cabello húmedo de su frente, dejando al descubierto su rostro de muñeca resquebrajada. Esta noche sería más difícil de lo que pensó. Él no era estable, en lo absoluto. Sus sentidos asesinos seguían más fervientes que nunca por más apaciguados que se encontrasen por momentos. Se había dado cuenta que poseía una sed mucho más salvaje que la que tenía por la sangre. Marcus tenía, ahora mismo, una clase de sed que no se calmaba con aquel elixir de vida. Su sed pertenecía a la lujuria y a la pasión que Ziel había despertado. Una relación extraña y esotérica los unía, y aquel álter ego que el chico poseía no hacía más que aumentar la demencia de un ser ya perdido. Aún sentía el sabor de sus labios sobre los suyos.

    Aún sentía aquellas ganas irrevocables de hacerlo suyo para siempre.
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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Miér Feb 27, 2013 10:23 pm

    Otra vez había vuelto a aquella nada negra. Seguramente habría vuelto a quedar inconsciente, pero no recordaba bien la exactitud del momento. Algunos trozos de memorias venían para recordarme algunas cosas, pese a que no tuvieran demasiado sentido unas con otras. Eran solo cosas sueltas. Las imágenes del hotel, Marcus, la habitación... y a partir de ahí, todo se encontraba nublado e inaccesible. Más tarde buscaría el resto de fragmentos.

    Me encontraba tumbado, cansado, incluso aunque aquel lugar no fuera un lugar meramente físico, sino mental. Sinceramente, había esperado encontrar a ese trozo que vivía del ansía por el veneno de Marcus. Esa otra mitad que había crecido sin apenas notarlo y que consiguió usupar mi cuerpo y corromper mi pecho para decir todas aquellas cosas. Me preguntaba si tendría la misma apariencia que yo. O si tendría alguna forma corpórea con la que poder identificarlo. En cambio, no encontré nada, salvo el reflejo de mi propia silueta en lo que sería el "techo" de aquella nada. Suspiré, confundido. Cada vez entendía menos y de lo único que me había dado cuenta es que ahora "ya no estaba solo".
    Otro recuerdo fue lanzado como una flecha: ese beso fuera de contexto. Con tan sólo pensarlo, llegaba a avergonzarme por ello. Ese promiscuo beso que le otorgué sin querer hacerlo realmente. ¿O sí?

    Me incorporé en la densidad de ese trozo, notando una sensación escalofriante por la espalda. Frío. Una mano subió hasta mis labios, casi pudiendo notar esa misma sensación de gelidez cuando había vuelto a probar los labios de Marcus; bajo ese nivel incontrolable. Y antes de que quisiera darme cuenta, había vuelto de la inconsciencia.
    Abrí los ojos lentamente, mirando a todos lados. Estaba perdido, completamente desorientado e ido. Mi cuerpo se hallaba bajo esa heladez que parecía haber experimentado anteriormente; mientras que la cabeza quedaba recostada en el borde de la bañera. Tal y como una muñeca que se había roto. Pero era como si esa escena, la hubiera vivido antes. Algún recuerdo traidor, quizá. Rodé los ojos, reconociendo el baño del hotel. Descubrí que al final, Marcus sí que había hecho efectivo su baño y me había metido hasta con pantalones en el agua fría. ¿Y Marcus? Sí, ahí estaba, al lado, puede que paciente para que me congelara.

    Suspiré lentamente, cerrando levemente los ojos. “Ziel, Ziel… Contéstate a esta pregunta: ¿no lo deseas tanto como yo?”; habló de nuevo esa incorpórea voz. Una mano fue a tapar, de manera inconsciente, el ojo derecho. Pidiendo a ese trozo, que no volviera a jugarme tan mala pasada.
    Abrí los ojos de nuevo, mirando al techo. Realmente, ¿lo deseaba? El sabor de sus labios, todavía seguía presente en los míos. Y comenzaba a darme cuenta de que quería volver a probar su veneno. O que contaminara mi cuerpo con sus caricias perversas, volviéndose mi respiración más ajetreada en ese momento. Ese justo donde casi vuelve a aprovecharse de mi cuerpo sin mi permiso. Sin saber si era la otra parte la que me incitaba a ello, o era propiamente el yo de siempre el que quería continuar con lo de antes; aunque fuera solo volver a besarlo.

    Sacudí levemente la cabeza. Ah, no, esto no podía ser. Él era un hombre y yo también. No podía existir nada de lo que había ocurrido, porque además él era un vampiro que deseaba codiciosamente mi sangre. Hace nada había querido matarme a golpes. Incluso había dejado mi cuerpo lleno de cicatrices con sus colmillos. Por si todo esto no fuera poco, escasos segundos atrás quiso volver a arrancarme la vida de cuajo. No. Estaba loco. Jamás pensaría en algo así. Esto tenían que ser los delirios de la fiebre, sí, era eso. Más, que la otra mitad estaba todo el rato queriendo volver a tomar el control.
    Era inimaginable que ahora me encontrara entre la espada y la pared, entre la bondad y el delirio del deseo, entre dos partes de mí propiamente, entre Marcus y Bella. Bella. Ella era siempre la que me traía de vuelta. Sí, eso; tenía que centrarme y aclararme de una vez.

    - Yo quiero a Bella. - Pensé en voz alta, asintiendo con los párpados; asegurándome con mis palabras. Eso. Yo quería a Bella. Había hecho ese pacto por ella, por protegerla, no porque fuera un cordero que buscaba la infidelidad. No, claro que no. A mí no me gustaban los hombres. No podía tener tal trato con Marcus, ni siquiera pensar en volver a besarlo. Estaba prohibido una relación sentimental entre un Amo y un Siervo. Exactamente.

    Cuando quise darme cuenta, tenía la mano en el cuello, recordando justamente el agarre de antes; mientras, con la otra mano ya estaba buscándole. Queriendo acariciar otra vez su negro pelo azabache y que su temperatura, quedara en contraste con la mía de nuevo. Lo miré con una sonrisa entre los morados labios congelados.

    -Espero que tengas ropa seca para ahora. - Rodé hasta mis pantalones, sumergidos en el agua helada. La sudadera tampoco es que se dijera que estuviera en las mejores condiciones. Me incorporé levemente, tiritando de frío. Al tocar mi frente, noté propiamente cómo ya no estaba tan caliente. La fiebre había bajado lo suficiente. Aunque los delirios seguramente estaban todavía atormentándome con Marcus, Marcus y Marcus. Todavía hasta me dejaba esa sensación térmica de frío en los huesos. Puede que también fuera del agua fría empapándome.

    Alcé los brazos como un niño, para que me cogiera. O tal vez, esperando a que se agachara para volver a tocar sus labios.
    – Marcus… tengo frío. Por favor. – Pedí para que me sacara de la hipotermia.
    Cuando el azul de mis ojos, se cruzó con el carmesí de los suyos, mi pecho dio un vuelvo. Ladeé la cabeza hacia el lado contrario, inspirando el aire tranquilamente. No, basta. Esto no me puede estar pasando a mí. Tenía la cabeza tan sumamente mezclada, que no entendía nada en absoluto. Producto de la fiebre, sí, eso.

    Ziel, Ziel... Contéstate a esta pregunta: ¿no lo deseas tanto como yo? Lo deseo. Más que tú.
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    Mensaje por Marcus O'Conell Miér Feb 27, 2013 11:22 pm

    Ziel volvía lentamente de su momentáneo letargo. ¿Qué cosas pasarían por su mente mientras tanto? Marcus no podía dejar de contemplar su cuerpo, su rostro, sus párpados caídos ocultando aquellos iris dispares en color y esencia. Uno de ellos mostraban una mitad pura, sana, aterrada, cuyo objetivo era buscar el bienestar y la calma; el otro, mostraba una mitad insalubre, obscena, que perseguía como meta pervertir lo poco puro que le quedaba a Ziel. Esa parte oscura y macabra quería seducir a Marcus y saborearlo del mismo modo en que él saboreó a Ziel antes. Quería aprovecharse de cada caricia que el vampiro pudiese otorgarle. Quería ejercer sobre su frío cuerpo el mismo acto depravado que él hubiese cometido horas atrás.

    Marcus añoraba tanto su inocencia como su lascivia.

    "Yo quiero a Bella". Aquellas palabras salieron de su boca de un modo tan dulce que Marcus sólo pudo fruncir un poco el ceño. No entendía por qué, pero un vacío se había generado en su pecho. ¿Por qué sentía que en el fondo, muy en el fondo, le dolía oír eso? ¿Cómo era posible que alguien como él experimentase tales sentimientos? Él no podía sentir nada más que odio y furia. Pero... ¿Era capaz de sentir dolor?

    Apartó la mirada por unos instantes, pero Ziel abrió los ojos y habló de nuevo. Ahora parecía más consciente que antes. Marcus lo miró y dirigió su vista a sus pantalones mojados. No se había percatado, en medio de la desesperación, de que debería haberlos quitado. No tenía otro cambio de ropa. Pero no quedaría más opción que dejarlos secar. Tal vez para el amanecer estuviesen lo suficientemente oreados como para salir al frío exterior sin tiritar y sentir las piernas petrificadas. Sin embargo, para ahora no tenía nada. A menos que le diera su camisa y su saco. Creía que eran lo suficientemente largos como para cubrir sus partes nobles, dado que Ziel era mucho más pequeño que él.

    Su petición llegó a él en un tono tortuoso y casi más dulce que aquel empleado para decirle a una Bella imaginaria cuánto la quería. Marcus se vio obligado a observarlo. En ese momento, notó algo en su forma de mirarlo. Marcus asintió en silencio y se inclinó hacia él, dejando mecer algunos mechones de su cabello sobre su frente. Sumergió las manos en el agua helada. Rodeó el cuerpo de Ziel, que continuaba algo cálido y tembloroso -quizás por el frío-, y se dispuso a sacarlo de allí. Sin embargo, algo le detuvo. Sus ojos, clavados en los suyos. Sus rostros, tan ceca el uno del otro. La respiración dispareja, las emociones circundantes.

    - ¿Qué ocurre? -susurró-. ¿Por qué me miras así? -preguntó casi arrastrando las palabras. Se le cruzó por la mente que tal vez él estuviese asustado y no estaba seguro de querer sumirse otra vez bajo su tacto fúnebre. Pero Marcus no le haría daño. Lucharía por no hacerle nada indeseable -para él- esta noche. Por eso mismo, negó suavemente con la cabeza para quitarse esos pensamientos, y se dispuso a proseguir con su cometido. Envolvió el cuerpo de Ziel entre sus brazos y se irguió, comenzando a sacarle del agua.

    No podía estar ocurriendo. ¿Por qué el exuberante deseo lo guiaba a perecer bajo la suave piel de un humano? Sobre todo, ¿por qué bajo un humano que es un hombre? No podía entenderlo, pero el sentimiento se hacía cada vez más certero, acrecentando sus latidos y sus confusiones. Ya no deseaba solo su sangre. Era algo de lo que estuvo seguro tras mirar sus ojos por última vez. Sus labios habían logrado perder su alma en un sendero más oscuro del que estaba acostumbrada. Sin embargo, aquella oscuridad era cálida y delicada. No había deseos sanguinarios en ella, pero sí el irremediable anhelo hacia un cuerpo inocente y... suyo. Porque él aún le pertenecía. Él continuaba perteneciéndole pese a todo. Por más que quisiera a Bella, él había hecho un pacto con él, sus destinos se unían bajo una marca imborrable e impenetrable.

    Ziel era suyo, tal y como había gritado esa misma noche. Ziel era suyo y aquello se determinó bajo la sangre derramada de ambos. Ziel era suyo... Y nadie podría limpiar las manchas obscenas que Marcus gravó a fuego de colmillo sobre su piel.

    "Un triste viaje en el valle de la muerte. Un triste viaje en mi mente. Un día tengo que hacerte una promesa; una promesa de inmortalidad. Otras visiones, otra vida sin dolor."


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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Miér Feb 27, 2013 11:51 pm

    Ah, no podía. No podía controlar mis pensamientos, ni tampoco las voces que sonaban, ni los deseos que ocultaba tras la marca. ¿Por qué todo esto me tiene que pasar a mí? ¿Por qué tenía que mirarme así Marcus, como si fuera un cordero maltratado? ¿Acaso el maltratado no era yo? Ah, maldita sea mi suerte. Quise darme un golpe en la cabeza, a ver si con eso quedaba otra vez inconsciente. Tal vez por la mañana, cuando despertara, tuviera las ideas más claras. Mañana. Sí, mañana volvería a ver a Bella. Una ligera calidez llegó a mi pecho, con tan solo pensar en su nombre. Sonreí. Sí, mañana volvería a verla. Tenía ganas de verla.

    Pero todas esas ganas se fueron evaporando. No, en realidad, no quería ver a Bella. No por el momento. No quería verla hasta que no pudiera reprimir estos comportamientos bipolares. Y si lo hacía, al menos, tenía que intentar tapar esta otra mitad mientras estaba con ella. Aunque por otra parte, sí que deseaba verla a pesar de todo. ¡Ah! ¡Quién me entendiera ahora mismo! Esto era completamente anormal. Me estaba volviendo loco, sin duda. Y dudaba de que esto fuera producto de la fiebre.
    Suspiré abrumado. En el fondo, tenía miedo de si esa parte grotesca salía a la luz y ella la veía. ¿Y si le hacía/decía algo que realmente no quería? ¿Me odiaría por ello? Seguramente. Total, motivos tenía de sobra. Pero, por el contrario pensaba: ¿seguiría estando ahí ella, comprensiva como siempre; intentando calmar toda pena de mi alma con ese aura verde? ¿Curaría mis heridas una vez más, o dejaría que esta vez me hundiera en el foso? La próxima vez que la viera también tendría que contarle lo sucedido con Marcus. Y, ¿cómo le explicaba que Marcus me ha devorado la bondad del pecho y que sin embargo, ahora lo quería a mi lado tanto como a ella? Recliné la cabeza hacia atrás.
    Cerré levemente los ojos sin contestar mi propia pregunta; no sabía su respuesta, como era normal. En un momento, los abrí, mirando al techo. Casi prefería no darle demasiadas vueltas, la verdad. Me dolía el pecho de pensar en el abandono de Bella, en la marcha de Marcus y en mi propia locura comiéndome.

    De repente, Marcus se movió, captando la atención de mi vista y sacándome de esa nube que tenía en la cabeza. Lo miré. Realmente no tenía un recambio de ropa. Sólo tenía que oírse su silencio. Y que, ¿otra vez a caer enfermo por su descuido? Que alguien me diga, ¿algún día volvería a ser un chico normal y completamente sano? Sobretodo esto último: sano. Con tanto encuentro, tanta sed de mi Amo y demás, no tenía tiempo para volver a los niveles sanguíneos de antes. Vampiros. A veces, dudaba de que entendieran lo que era un humano y las restricciones que tenían nuestros cuerpos.
    Igualmente, decidí tomar la palabra una vez más.
    - Entonces tendrás que buscarla o volveré a caer enfermo. - Bueno, quien decía buscar, decía robar o incluso prestar. Pero no me imaginaba vistiendo su uniformidad. Ladeé la cabeza en el borde de la bañera. Marcus, así no se ayuda a tu Siervo. No me metas en agua fría para luego dejar que el aire, volviera a calarse en mis huesos con una pulmonía. Es sumamente un acto imprudente para un humano.

    Sin embargo, volví a clavar la mirada en él. Conocía que se estaba esforzando. Sonreí inmediatamente. Tampoco podía culparlo por no saber "cuidar" a un humano. Eran cosas que no aprende un vampiro, normal.
    Cuando él se inclinó a cogerme, como el resto de veces, su pelo se paseó tan cerca de mi frente... tan cerca de mi rostro... que corté automáticamente de respirar. No quería darle en esa piel blanquecina con el aire caliente, saliente de mis pulmones. Pero al final no me quedó más remedio que volver a tomar aire. Quizá con ello me tranquilizaba un poco. Inspiré profundamente sin que se notara, devolviendo esa parte racional a mi cabeza. "Jamás", me repetí.

    El corazón, traicionero de mis emociones puramente humanas, incrementó sus pulsaciones tras su pregunta. No quise contestar, porque tampoco tenía una excusa coherente y racional que decirle. Desvié la mirada. ¿Qué le decía? ¿Me gusta el veneno de tus labios, Marcus? Por favor. No era una señorita en apuros para decir algo así. Además, lo primero: Marcus y yo, totalmente prohibido, basta ya de pensar cosas de esas. Tenía que imponerme a esos deseos irracionales, que para eso había estado en este cuerpo durante tantos años. Esto jamás se habría pasado por mi pecho; o al menos, eso creía. Como segundo: no soy un crío como para andar pidiéndole nada que provenga de él. Negué con la cabeza, contestándole, quitándole importancia al asunto. Mira, mejor. Por una parte, así era mejor a los dos. Cada uno debíamos permanecer en nuestros lugares. Él como Amo, y yo como su Siervo. Aún no se me olvidaba todo lo que me había hecho. Era otra cosa que me mantenía cuerdo y quitaba todas esas ideas de la cabeza. Pero cuando veía otra vez, de reojo, sus labios; el fuego negro de mi pecho se encendió de nuevo. Ah, ¿qué hago yo fijándome en esas cosas? Basta. Ya está. Punto y final. No se piense más del tema.

    Finalmente, restando lo anterior, rodeé su cuello con los brazos, esperando a ser alzado. No me veía capaz de caminar otra vez hasta la habitación. Las fuerzas me abandonarían antes de mi cometido. Me preguntaba de esta manera, cómo era que todavía no había caído rendido al cansancio que me inundaba desde hacía rato. La respuesta vino a mi cabeza en forma de recuerdo: los cadáveres de los cazadores. Sí, por eso no quería quedarme dormido. Además, un trozo de mi pecho, esa mitad cohibida, quería seguir mirando esos ojos rojos en la noche.

    Una vez fui sacado del agua, el charco de mis pantalones cayó hacia el suelo, empapándolo todo a su paso. También, el temblor de mi cuerpo empezó a disminuir. Pese a que todavía tenía frío por la temperatura del agua.
    "Ziel, Ziel... Te mueres de ganas, como yo. Entonces, ¿a qué estás esperando? ¿Quieres que te ayude un poco?", sonó cantarinamente en algún lugar de mi mente. ¿Que me ayudara? Por favor... Yo no estaba sometido a esa clase de impulsos. Sabía mantenerme en lo coherente y racional. Pero no podía negarme que tenía la necesidad de él, cosa que conocía la otra mitad. Los brazos que tenía rodeándolo, se estrecharon; hasta incluso una mano agarró su pelo y tiró levemente de él. Mi rostro se acercó de nuevo al suyo, pudiendo recibir ese aliento gélido sobre mi húmeda piel. Un escalofrío recorrió mi espalda por el frío. Respiré cerca de él, cerca de su comisura, casi dudando de continuar.

    -Me estás volviendo majara. - Confesé en un susurro. Seguidamente, pegué mi frente a su sien. ¿No quería saber qué me estaba sucediendo? Pues eso mismo. Estaba alterando la diferencia entre lo bueno y lo malo, estaba alterando mis sentidos y cambiando mis emociones.

    Abrí los labios, tomando el aire por la boca, mirando su piel. Tenía la respiración ajetreada, a un ritmo fuera de sí. Encima, el escaso valor no me daba la oportunidad de volver a mirarlo a los ojos. Acabaría encerrados por ellos si lo hacía. Tenía miedo, lo admitía. Pero no era un miedo irracional, era un miedo de saber lo que harían mis actos. De que realmente esto me gustara más de lo que pensaba y acabara por volverme un lascivo y un pervertido por su culpa. Aunque, sinceramente, esto me estaba empezando a dar igual.
    Y, sin darme cuenta, la mano de su nuca se aferró con fuerza, atrayendo su piel hacia mis labios; aún con la frente apoyada en su rostro. Posicioné el índice sobre su boca.

    - Calla. - Le ordené, deslizando el dedo hacia su barbilla una vez lo dije. Mis labios caminaron por su piel, aspirando el aroma frío que desprendía; hasta quedar a unos centímetros de sus propios labios. Esta vez sí que lo miré a los ojos, quedando preso de inmediato. Las cadenas se aferraron a mí, sin dejarme tiempo de acto. Provocó además, que mi mente quedara en blanco, quitando toda la nube errónea de antes. Cegado por esos ojos teñidos de sangre, cerré levemente los párpados. Miré hacia otro lado. Todo, antes de cortar toda distancia entre ambos. Antes de volver a besarle, a saborear esos labios fríos en contacto con el agua de los míos.

    Ladeé la cabeza ligeramente, estrechando aún más los brazos en torno a su cuello. Entreabrí sus labios, haciéndome paso entre ellos, con el corazón saliéndose de mi pecho por la emoción. Disfruté de ese beso como si fuera el primero de todos. Sintiendo ese nudo en el estómago que me iba encerrando poco a poco. Pero, se separaron condenadamente durante un breve instante. Tomé aire entrecortadamente mientras tanto. Era lo justo para volver a subir los párpados y mirar su expresión un segundo; bajándolos lentamente tras hacerlo. Ahora sentía que no tenía las correas de la racionalidad, sino que me dejaba llevar por mis instintos, igual que si fuera un animal.
    La mano de su pelo, egoísta, lo empujó con fuera su rostro contra el mío nuevamente. Probé sus labios por tercera vez en la noche, embriagándome más que el resto de veces. Notando otra vez cómo su veneno estaba contaminándome de manera voluntaria y placentera. Sin embargo, cambié la intensidad de este nuevo beso como si fuera un crimen pasional. No podía reprimirme más a sus labios inmortales.

    Y finalmente, esa macabra parte, quedó satisfecha, callándose de inmediato. Ella había ganado.
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    Mensaje por Marcus O'Conell Vie Mar 01, 2013 3:27 am

    Click~

    Marcus se disponía a alejar el cuerpo de Ziel de aquel agua helada. Se disponía a alejar sus temblorosos huesos de aquella frialdad penetrante. Mientras lo hacía, un fugaz recuerdo surcó sus retinas instalándose en su cerebro, apropiándose de cada resquicio de concentración. Aquella tina marmórea le recordaba tanto a aquella tumba petrificada en el tiempo, al igual que su extraviado amor; al igual que su extraviada compasión. El cuerpo de su esposa, fue sepultado en un sitio similar hace muchas décadas atrás. Si cerraba los ojos -que de hecho lo hizo- podía sentir el aroma del invierno colándose por sus fosas nasales, recordándole que nunca había sentido en la vida un invierno tan frívolo como el de hace doscientos años.

    Marcus abrió los ojos con lentitud cuando Ziel se aferró a su cuello. Finalmente lo quitó del agua, y pudo sentir como la realidad caía sobre su cansada alma. Si mantenía los ojos cerrados por más tiempo, llegaría a perderse a sí mismo en medio de memorias irrecuperables como para ser palpadas. Él ya no quería eso. Él ya no quería amor y compasión. Ya no quería ver el mausoleo de mármol en el que el cuerpo de su difunta esposa fue sepultado. Y allí, en Ziel, veía la viva imagen de ella. Porque en su cuerpo débil, enfermizo... En su cuerpo mortal, estaban todas las cicatrices que él mismo no había podido curar en su espíritu y corazón.

    Ella estaba viva en él, y ahora estaba viva en Ziel. Lo perseguiría por siempre, reclamando la tristeza permanente que habita el hueco vacío de la inmortalidad de un vampiro en pleno defasaje mental.

    Las palabras de Ziel, que reclamaba un nuevo cambio de ropa, seco y cálido, entraron por un oído y salieron por el otro. Marcus estaba ensimismado, recordando, lamentando... Sin embargo, volvió en sí y asintió, quizás sólo para dejar conforme a aquel diminuto ser que portaba entre sus brazos. Comenzó a encaminarse hacia la habitación. Cuando estaba a punto de sujetar la toalla y así envolverlo en ella, Ziel volvió a observarlo de ese modo. Marcus se quedó quieto, mirándolo de igual modo, queriendo introducirse en sus pupilas y leer dentro de él como tantas otras veces. Pero hoy, en esta noche, era eso tan imposible y lejano como admitir la humanidad de Marcus. De repente, el joven humano estrechó sus brazos alrededor de su cuerpo y, acto seguido, acercó su rostro al suyo. Podía sentir la cálida respiración envolviéndole en silencio.

    - ¿Qué ocurre... Ziel? -preguntó, arrastrando las palabras como había hecho en otra ocasión. Miró sus labios, luego sus ojos, y así sucesivamente. Otra vez esas sensaciones inexplicables. Otra vez ese sentimiento que lo arrojaba hacia su presa con un anhelo profundo más allá de la sangre y el rencor. Marcus deseaba cada parte de él, cada centímetro de piel, cada caricia prohibida. Y cuando Ziel ejecutó aquel acto de atraer su cabeza más hacia la suya, el vampiro -extremadamente sorprendido- no pudo evitar hablar otra vez:
    - Ziel... -susurró sin poder concluir la frase, pues el humano lo silenció.

    Su fino dedo índice estaba posado sobre sus labios. Marcus cerró los ojos, sintiendo su respiración algo entrecortada. Era cálida y dulce. Cada parte de él lo eran. Y, justo cuando creía que ya no soportaría más esta paradoja entre la cercana lejanía de sus cuerpos, Ziel unió su boca a la suya, en un arrebatado beso inesperado y deseado. Lentamente, se abrió paso entre los labios de Marcus, quien le dejó el camino libre para que inundara su frío cuerpo con la candente llama de su humanidad. En medio de aquella pasión contenida, Marcus bajó el cuerpo de Ziel para dejarlo erguido delante de él, sin embargo sus pies no lograron tocar el suelo, pues Marcus lo sostenía firmemente de la cintura, contra él, con una de sus manos. Con la mano libre, sujetó su nuca y del mismo modo en que Ziel invadía su espacio, él también lo había. Rozó su lengua con suavidad, sintiendo cada vez más aquella sensación electrizante. Su columna vertebral ardía en llamas heladas.

    Pasión prohibida. El éxtasis en que Marcus se vio sumido fue algo inexplicable y a la vez delicioso. Había anhelando por tantos días poder tocar su cuerpo de esta manera; poder apoderarse de sus labios como único Dueño y Señor de estos. Pero sabía, en el fondo, que él no podía gobernarlos. Había instalado un Imperio en una tierra habitada por desertores que querían aniquilarlo. Bella era el fantasma de una Cleopatra que quería apoderarse del esplendor de Roma.

    Marcus dio unos pasos, en medio de la desesperación que sentía al poder poseerlo de ese modo entre sus brazos.. Pegó el cuerpo de Ziel a la pared, aprisionándolo entre esta y el frío y rudo cuerpo de él. Estaba al borde del abismo, al límite entre el raciocinio y la perdición perpetua. Sin embargo, él no era el único. Pero las consecuencias serían graves y el precio a pagar por sus actos llevaría a catástrofes. ¿Cómo podía permitirse tal comportamiento entre dos hombres? ¿Cómo podía permitirse este tipo de relación entre un Señor y su Vasallo? El infierno se abría paso para devorarlos a ambos. El Infiero reclamaba por el pecado cometido. Sin embargo, la condena no sería la misma para ambos.

    Marcus no tenía nada que perder, mientras que Ziel podría perderlo todo.
    Marcus no tenía nada propio que pudiese extraviar, mientras que Ziel podría perder su vida.

    Marcus podía perderlo todo; un "todo" que se resumía en un Siervo que jamás fue suyo.
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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Vie Mar 01, 2013 7:11 pm

    «Paris y Romeo, Romeo y Paris...

    A cada segundo de contacto con sus labios, más lo deseaba. Más quería probar ese manjar prohibido para alguien como yo. Tal vez, por la simple razón de que era mi Amo, que era un hombre, que esta situación era completamente impensable hace un tiempo, y que había alguien más esperando la llegada de su caballero andante; era mucho más adictivo. Mucho más prohibido. Era lo que más llamaba mi atención. Al fin y al cabo, las reglas estaban para romperse. Y, ahora mismo, estaba rompiendo todas y cada una de ellas; perdiendo completamente las formas. Quitando todos esos guiones en los que estaban basados mi vida. No tenía miedo a esto, lo llevaba buscando casi desde que entramos al hotel. "Esa parte" lo estaba buscando, mejor dicho. Y había conseguido contagiar a la mitad de mi pecho para desearlo también. A decir verdad, tampoco me sentía inseguro de mis actos. Era consciente de lo que hacía y de mis profundos sentimientos hacia Bella. La quería, la amaba más que a nada y ella misma lo había apreciado. Así que jamás pasaría por mi cabeza, el borrarla de mi pecho.

    Que ahora mismo Marcus me hubiera atropellado el alma y la hubiera teñido con su oscuridad, eso no quería decir que quisiera menos a Bella. Aunque, ¿qué sería de ella si entrara ahora mismo en el baño y viera tal escena? ¿Qué pensaría de mí? ¿Creería en mis palabras, que realmente seguía queriéndola? Me ardía de rabia el pecho, con solo pensarlo. Maldita sea, yo la quiero. Es solo que... Marcus había entrado como una ola, robándome el trozo que quedaba libre en este malgastado corazón e instalándose en él. Ahora no tenía más trozos libres, salvo esa mitad para ella y esa mitad para él.
    Al mismo tiempo, llegaba a darme cuenta de que no podía negar que estaba alimentándome de dos seres tan diferentes y parecidos entre sí: Bella y Marcus. Ese ángel y ese demonio, que todo humano lleva sobre sus hombros. Era la razón de que ahora mismo, sentía que no podría seguir con la falta de uno de los dos; pensando que estaba jugando con el fuego eterno de dos vampiros. No... jamás se me ocurriría algo así para ninguno, pues incluso el que parecía un juguete; era yo. A disposición de ambos como un perro buscando refugio. Exactamente, como un maldito perro.

    Ignoré la pregunta de Marcus. ¿Por qué hacía esa pregunta? No entendí bien si quería que me detuviera o que siguiera como Vasallo; si realmente se estaba burlando de mí, o lo decía preocupado. ¿Acaso no era lo que estaba esperando de su Siervo? Ahí lo tenía, sin ningún tipo de restricción moral que me detuviera. Me estaba entregando a mi Amo, no solo servicialmente, sino también como un humano desdichado que había caído en su tela de araña. Había decidido seguir la sombra de Marcus, rindiéndole mis pleitesías.

    "Ah... Ziel. ¿Qué se siente cuando tienes a un vampiro, un ser inmortal, bajo tus labios? ¿Qué se siente cuando tienes atado a tal poderosa criatura?"; habló parsimoniosamente una voz aterciopelada en mi cabeza. ¿Qué se sentía? Era glorioso. Me sentía poderoso. Era subir al limbo y bajar en caída libre sin paracaídas. Una adrenalina que no podía frenar mi respiración. Una droga que había impuesto en sus labios y de la que era completamente adicto. Era, en sí, un drogadicto de él.

    -Que… - Me atreví a susurrar cerca de su oído, una vez fui llamado por su boca y sus labios se habían separado de los míos. Si tenía que decir algo, que lo dijera.

    Entre tanto, mi cuerpo se acomodó al de Marcus, quedando sujetado por la cintura; al igual que otras veces. Una sensación agradable, pero fría, inundó mi piel. Puede que fuera porque la piel mojada, estaba más cerca del témpano de la suya. Cuando agarró mi pelo, casi sonreí de lado, cortando brevemente el tacto con él. Sin embargo, mis labios ciegos y drogados por su veneno, fueron a buscar los suyos; sellándose en esa muestra de afecto, lujuria, deseo y amor prohibido. Su lengua acabó encontrando la mía por casualidad, dándome un escalofrío por cada vértebra de mi espalda. Sorprendido, cerré los labios, escapando de su boca; retirando un poco el rostro del suyo. Había sido algo extraño, demasiado lascivo, diferente al resto de veces. No me había desagradado del todo, pero no me sentía cómodo. Desvié la mirada hacia otro lado, irguiéndome un poco. Aunque, el órgano más débil y poderoso de todos, se había dado cuenta de ello; dando un golpe rotundo contra mi pecho para que continuara con el deseo que inundaba el resto de mi cuerpo.

    Lo miré de reojo, todavía con la cabeza ladeada. Bajé la mano hasta su cuello, acercándome lentamente de nuevo a esos fríos labios. No podía escapar de ellos, ni de esa pasión irrevocable. Volví a rozarlos, volviendo a notar esa embriaguez en mi cuerpo, nublando mi cabeza. Saboreé suavemente esos labios que me pertenecían como Siervo. Era mío, Marcus, era mío. Me regocijaba en ello, encerrar entre mis brazos a Marcus. Lo atraje contra mí protectoramente.
    Del mismo modo en que yo era suyo y de su propiedad. Tragué saliva mirando su boca con los párpados levemente caídos. Ambos queríamos lo mismo. “En el fondo tú y yo no somos tan diferentes”; así es Marcus. Tú mismo lo dijiste: no somos tan diferentes. Sabía perfectamente como Siervo, lo que mi Amo también anhelaba. Y así, egoístamente y de manera voraz, mientras mi mano ofrecía presión sobre su nuca; volví a abrirme paso entre sus labios para enredar su lengua inmortal en ese gesto puramente lujurioso. Él, solo él, era puramente mío.

    Cuando empezó a andar, erguí levemente mi cuerpo y mis piernas se agarraron a su cintura, haciendo un lazo tras su espalda. Respiré fuertemente cerca de su rostro, inhalando todo el aroma de su piel, pegando mi cuerpo al suyo. Mi espalda acabó encontrando la pared, quedando aprisionado con su cuerpo.
    Pegué mi frente a la suya, antes de separarme y apoyar la cabeza en la pared. Una de mis piernas bajó, consiguiendo llegar al interruptor de la luz; envolviéndonos en la misma oscuridad que nuestros actos. Dejando así, que solo las paredes y esa Luna cotilla, fueran los testigos de nuestra pasión escondida, como dos reos recién escapados.

    Aflojé su pelo, terminando por acariciar este con ternura, mirándolo. Un pequeño haz de luna entraba por la ventana, iluminando la mitad de su cuerpo. Realmente no había caído hasta ahora, en la belleza de su piel. Sin duda, conservaba la hermosura de un vampiro, completamente destacable de la de un humano. A lo mejor, ese era uno de mis grandes problemas con él, la atracción de su inmortalidad. Ese cuerpo blanquecino, que solo se posaba sobre los humanos a través de sus colmillos.
    Separé mi tronco de la pared, abrazando a Marcus por el cuello, recostando mi cabeza en su hombro. Y, aprisionado y sujeto por su cuerpo, acerqué mis labios a su cuello; mordiendo éste en una mezcla de dulce y ácido. Era un gesto puramente animal, para nada humano.

    Apreté la mandíbula, aferrándome a su espalda y cuello respectivamente. Sin embargo, no llegué a hacer nada en su marmolea piel, ya que, un humano tenía la falta de unos depredadores colmillos como los suyos. Sonreí de lado tras esto. Pero le recompensé, lamiendo la zona donde los dientes quedaron marcados; luego de ir subiendo los labios por su cuello hasta detrás de su oreja. Quizá mis turbias memorias, me trajeron ese recuerdo una vez vivido y que creí olvidado. Quizá había perdido tanto las formas, que estaba completamente manejado por su trato y mis deseos.
    Mientras le mordía, mis manos empezaron a ir resbalando su chaqueta hacia atrás, hasta que cayó de sus hombros. La sujeté antes de que encontrara el suelo y lentamente me la puse.

    - Hace frío.- Comenté mientras me la ponía. Aunque mi piel tuviera frío y de vez en cuando algún temblor nervioso recorriera mi cuerpo, tenía el pecho ardiendo con ese fuego que me alimentaba Marcus.

    Alcé la cabeza de su cuello, mirándolo a los ojos. Por primera vez, conseguí entrar en esos ojos sangrientos que tantos secretos escondían. Encontré la desolación sembrada, el dolor que se esforzaba por ocultar o esa pesada carga eterna que llevaba sobre los hombros. Mi expresión no cambió de esa sonrisa, en absoluto. Pero también encontré, sin duda alguna, ese férreo deseo lascivo y hambriento. Tomé su rostro con las manos.

    -Yo llevaré tu carga. - Pronuncié suavemente. Estaba dispuesto a llevar la carga que portaban sus hombros, aunque fuera demasiado pesada. Pues nunca, volvería a dejarle caer.

    ... Julieta quedó fuera.»

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    Mensaje por Marcus O'Conell Vie Mar 01, 2013 11:35 pm

    Furia, pasión, deseo del depredador.

    Marcus había encontrado la llave perdida de la puerta al abismo de su alma. Tras los ojos de Ziel, había visto una y otra vez su miserable vida, pero ahora mismo veía la claridad de este amor oculto e irrevocable. Lo necesitaba. Nunca creería admitirlo, pero la fiera que habitaba dentro de él lo necesitaba tanto como el hombre noble que una vez fue. Porque él también creyó en el cariño y la amabilidad. Porque él también fue un joven muchacho que sólo veía bondad en la gente. El amor se apoderó de su alma por algún tiempo, pero la Muerte lo extirpó de su corazón como el veneno de una serpiente maldita. Y ahora solo podía ahogarse en aquel sentimiento mortífero y despreciable. Pero también podía contrarrestarlo con el dulce elixir que le proporcionaba esa criatura que yacía, ahora, atrapada entre sus brazos.

    Ziel murmuró un "qué" casi silencioso. Marcus rozaba sus labios, observándolo fijamente, pero se doblegó ante el apetito feroz que lo transformaba a él en un Lobo y a Ziel en su pequeño e inestable Cordero. Sus labios, su piel, su cuerpo junto al suyo. Él no podía huir de Marcus, pues estaba atrapado entre aquellos colmillos vueltos espada y la pared. No podía oír sonidos a su alrededor más que la respiración entrecortada del muchacho. Tampoco quería oír otro sonido que no fuera ese. Sin embargo, la magia pareció querer disolverse en tan solo segundos. Aquella magia negra, tan oscura como un gato azabache, separó ligeramente a Ziel de él. ¿Qué era lo que veía en su rostro? ¿Acaso sentía humillación y vergüenza? ¿Acaso no deseaba este momento tanto como él? No, no podía negarse a este sentimiento. Tanto Marcus como Ziel sabían que ya no había marcha atrás. Lo supieron desde un principio, en cuanto el pacto fue sellado con sangre.

    Preciosa sangre. Ah, que sea aquella sustancia belicosa la que propicie el regreso del amante. Ziel volvió a observarlo y, por lo que sus ojos denotaban, aún estaba embriagado por el frío tacto de su sagaz lengua. Los ojos rojos de Marcus sólo lo incitaban a proseguir, pues lo único que deseaba ahora era encantarlo para siempre en esta danza sin fin. Este macabro baile que el mismo Ziel había forjado con esperanzas y objetivos diferentes, pero del cual ahora jamás se olvidaría, pues una parte de su alma, una parte de su corazón, ya no le pertenecía.

    - Eres mío, Ziel -murmuró momentos antes de que sus labios volvieran a unirse. La electricidad de ese beso, más intenso que el anterior, nublaron los sentidos de Marcus. Aprisionó aún más el cuerpo del joven, y sus manos ascendieron hasta su cintura, marcando territorio y ejerciendo fuerza posesiva. Era suyo, y sólo suyo. Su sabor sólo podía pertenecerle a él. ¿Por qué existía alguien más? ¿Por qué estaba ella? Marcus jamás creyó sentir celos de este tipo, pero los sentía y eso le consumía por dentro. Ahora él estaba bajo sus lascivas manos, y no lo dejaría escapar. No lo dejaría volver junto a Bella.

    La luz se apagó y el vampiro miró fijamente al humano.
    - Ziel, qué... -pero no terminó la frase. Aquel acto podía significar muchas cosas. ¿Qué pretendía Ziel, acaso? ¿Que lo tomara allí mismo y lo hiciese suyo en todas las formas posibles? El pensamiento inundó a Marcus de sensaciones diversas. Apretó la mandíbula, intentando no enloquecer más de lo que ya estaba. Aquel ser puro, inocente, ingenuo quería realmente ser masacrado por su lascivia. Una de las piernas de Ziel, que aún continuaba alrededor de su cintura, estaba provocándolo excesivamente.

    De repente, los labios de Ziel descendieron por su cuello. Marcus, sorprendido y extasiado, echó la cabeza hacia atrás. El tacto de sus labios era suave y cálido. Y aquella mordida acabó por desatar el animal que intentaba yacer dormido en su interior. Marcus abrió los ojos -que había cerrado segundos antes- y estos estaban rojos refulgentes. Un suspiro se escapó huyó de su boca. Ziel no era un vampiro, pero quería jugar a serlo, al parecer. Marcus subió una de sus manos por su pecho, hasta sujetar la barbilla del chico. Cuando éste, tras jugar con la piel gélida de su cuello, ascendió hasta la sensible zona de su oreja, la respiración de Ziel se sintió allí cien veces más intensa. Marcus estaba a punto de cometer una locura. Lo hubiera hecho y quizás lamentado, pero Ziel actuó inesperadamente y lo hizo regresar a la realidad. Sus dementes pensamientos habían ido demasiado lejos.

    Tenía frío. Claro, continuaba completamente mojado. Quiso sonreír ante la imagen graciosa y adorable que él le brindaba envuelto en su chaqueta. Pero no lo hizo. Solo sonrió en su mente, en algún recóndito sitio de su alma. El Siervo acarició con sus manos el rostro del Amo. Ziel contorneó su pálido rostro entre sus manos. Las palabras que emergieron de su boca, fueron un detonante para su instinto más animal. Para su instinto apasionado aplacado hace tiempo.

    Marcus lo observó intensamente, ladeando un poco el rostro y, en un instintivo gesto, lamió su labio superior, dejando los colmillos brillantes y relucientes. Parecía un cachorro disfrutando de la caricia de un niño. Se acercó peligrosamente a él y llevó sus labios junto a su oído. Allí, aspiró el aire con intensidad, sintiendo el aroma embriagador que emitía Ziel. Deslizó su refinada y masculina nariz por su mejilla, deleitándose más y más por las sensaciones transmitidas tras el sentido del olfato. Cerró los ojos cuando se detuvo en la base de su rostro, casi comenzando su cuello. Tras unos minutos, levantó los párpados con rapidez. Lamió con la punta de su lengua, casi de un modo sutil e imperceptible, unos pequeños centímetros de su piel. En ese momento, con rápidos y ágiles movimientos, sujetó a Ziel y lo trasladó a la otra habitación, que se encontraba oscura.

    Él había desatado el infierno y ahora ya no habría paraíso que alcanzase. Marcus había soportado por mucho tiempo aquellos impulsos. Había guardado demasiado cariño, demasiada pasión. Ya no podía contenerla, pues Ziel se volvía a cada segundo en el ser más deseado y anhelado por él. Ese humano despreciable -como muchas veces le había llamado, era la víctima más maliciosa, pues había tentado al demonio en su propio juego y lo había hecho caer en las profundidades del amor.

    El vampiro arrojó a Ziel sobre la cama. Acto seguido, se tendió sobre él sin tocarlo. Con sus brazos a cada lado de su torso, Marcus se sostenía a unos centímetros de su piel. Su cabello azabache se mecía con cuidado. Sus ojos rojos, inundando la oscuridad de la noche, miraron intensamente a Ziel sin desviarse ni un segundo de su objetivo. Los labios entreabiertos anunciaban la más pecaminosa ambición. El silencio era tenebroso y tentador.

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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Sáb Mar 02, 2013 2:08 pm

    Incliné la cabeza hacia atrás, deleitándome prácticamente con esas palabras: "eres mío, Ziel"; había dicho. Antes habría contestado con alguna grosería, escupiendo en su zapato o abofeteando su mejilla. Jamás pensaría que llegara a satisfacer tanto mis oídos, como lo hicieron sus palabras. Y lo único que pude hacer en ese momento, fue asentir, aceptando que él fuera mi completo propietario. Ya no me resultaba tan sumamente desagradable. Sin duda alguna, sí, era suyo. En cuerpo y ahora también, en alma. Le había entregado todo, ya fuera por el pacto firmado, como por lo que había hecho. O mejor dicho, lo que estaba ocurriendo con estos actos tan sumamente lascivos e imprudentes.
    Todavía incluso, su cuerpo ejercía toda fuerza contra el mío y la pared. Era como una especie de cajón que me tenía encerrado, sin ninguna escapatoria. Y, si no fuera porque conocía perfectamente que los vampiros no respiraban -ya que no les hacía falta-, podría llegar a decir que su pecho subía al mismo tiempo que el mío. De esa manera ajetreada que parecía no encontrar descanso.

    Sinceramente, habría hablado, poniendo esa pequeña excusa por apagar la luz. Pero gastar las palabras en una barata excusa; era una pérdida de tiempo, en algo que tal vez, no funcionaría. Solo quería ver esos ojos en contraste con la habitación a oscuras. ¿Tan egoísta fue mi decisión? No quería tampoco que ningún cazador se percatara de una luz encendida en un hotel tan remoto. Sería algo completamente sospechoso. Y en el momento en que las fuerzas entraran, viendo la escena de la entrada; seríamos su siguiente blanco. Con apagar la luz, evitaba completamente esto segundo.

    Las manos que sostenían su rostro, fueron meciéndose poco a poco hasta caer. Aun así, acaricié una vez más su pelo, ensimismado en las palabras de mi Amo. Entonces, su mano subió por mi pecho, dejando esa corriente fría e intensa por cada milímetro de mi piel. Exhalé un suspiro insonoro. Mi cuerpo parecía volverse más adicto a su tacto, a cada roce con su piel.
    Eché la cabeza hacia atrás, embriagado por su mano, y arqueé la espalda lo poco que podía hacerlo frente a su pecho -por semejante electricidad viajando a través de cada vértebra-; pegando ambos cuerpos mientras su mano subía. Mis brazos huyeron hacia su cuello para agarrarlo. Como si fuera a dejar de existir en cero coma. Al menos, él me tendría atado a la vida, a este hecho lujurioso y prohibido entre dos hombres. En ese momento, creí que estaba sufriendo la condena más dolorosa de todas; pero al final, si era sincero conmigo mismo, resultó gratificamente sentir esa mano helada quitando toda pequeña gota de agua fría. Bajé la cabeza, tomando el aire que antes no pudieron tomar mis pulmones; drogado por su gélida anestesia. Había quedado sin tiempo de reacción, quedando completamente paralizado con su ponzoña rozando mi piel.

    Alcé el rostro nuevamente cuando esa endiablada mano, finalizó su trayecto en la barbilla. Suspiré levemente, mirando esos ojos sagaces llenos de codicia. Algo de lo que estaba completamente seguro -y eso no cambiaba-, era que Marcus era un lascivo y un lujurioso. Y estaba imprimiendo esos deseos en mi pecho.
    La sonrisa fue borrada de mis labios cuando sus colmillos, resultaron ser reflejados por un pequeño haz de luna. ¿Volvería a beber mi sangre? "Él quiere hacerte suyo de todas las maneras posibles, habidas y por haber", respondió esa voz rápidamente. De todas las maneras posibles. Pensé en ello, sin acercarme meramente a la verdadera realidad. Estaba seguro que él querría volver a beber mi sangre. Pero no me sentía con la suficiente energía como para aguantar otra vez a sus colmillos sin quedar inconsciente en el acto. Y, cuando quedara inconsciente, ¿atacarían también mi mente los cuerpos de los cazadores? ¿O de esa forma podría descansar el resto de la noche? Tal vez, quién sabe. Solamente esperaba poder despertar al día siguiente y no quedar inerte en aquella habitación de hotel. Pensándolo fríamente, no sabía lo que podría aguantar. Pero, si realmente era así, y Marcus bebía mi sangre otra vez en la noche… quería que agotara todo rasgo sanguíneo de mi cuerpo; que por primera vez, quedara completamente satisfecho con su sed.

    Al acercarse tan peligrosamente, mi pecho dio otro vuelco. El corazón parecía que iba a perecer bajo un infarto en alguno de sus movimientos, o en alguno de sus besos. Pero se mantenía vivo, golpeando tan deprisa como le era posible. Ladeé un poco la cabeza dejando a Marcus pasar hacia mi oreja. Cerré los ojos, bajando la cabeza frente a mi Amo; embriagado y completamente anestesiado bajo su aroma. Puramente "a los pies" de mi Amo y sus deseos más ocultos.
    Después de llegar al cuello, abrí los ojos notando su lengua mecer mi rostro; justamente al mismo tiempo en que lo hizo él. Lo miré curiosamente, intentando predecir si acabaría mordiendo con sus colmillos o no. Sin embargo, el tiempo no llegó a darme la oportunidad de descubrirlo como antes había hecho.

    Mis reflejos humanos no llegaron a activarse, hasta que mi vista se percató claramente de que habíamos cambiado a otra habitación más oscura. Otra vez, la espalda encontró -de manera casi violenta- otra superficie; blanda en este caso. Al menos, era más confortante que la pared. Busqué con la mirada la sombra de Marcus entre esa densa oscuridad. En el primer intento no llegué a ver su figura, pasando así la manga de su traje por delante de mis ojos. Sería el cansancio seguramente. Quizá los delirios de la fiebre que parecía no abandonar la batalla. Eso, o que me encontraba aturtido y desorientado por su veneno y el cambio tan rápido de habitación. Las pupilas se hicieron más grandes, adaptándose mejor a la poca iluminación que había. Prácticamente, no podía distinguirse nada con unos ojos humanos, estaba demasiado inundada de negro. Aunque en el segundo intento, tras rodar la mirada; esos brillantes ojos rojos, se veían completamente a la perfección, en completo contraste con el resto de la habitación. Sonreí encontrándolo.

    Notaba el aire gélido de sus pulmones en mi cara; haciendo que girara un poco la cabeza. Alcé las palmas de las manos; además de doblar ligeramente una de las piernas, tropezando con él a media altura. Las manos alcanzaron su cuerpo, delatando la poca distancia entre ambos. Empezaron a subir codiciosamente por dentro de su camisa, una más que otra; disfrutando las yemas de los dedos del tacto con su piel.

    -Marcus… - Susurré; absorto con el brillo de sus ojos, que me engatusaba como si de una cobra se tratara. Mientras, mi cuerpo quería acercarse más al de él, pero esperaba tumbado en la cama, paciente por las órdenes de su Amo. Los labios, de manera autómata, se movieron en una frágil palabra que no llegó a hallar sonido en mi garganta; pero quedó perfectamente entendible, visible y deletreable entre ellos: “Bésame”, pedí como un niño. En la noche, me había vuelto un dependiente de sus labios y de sus caricias, y ahora necesitaba su veneno como el de un elixir: prohibido, glorioso e inmortal.

    El que una vez fue Ziel Carphatia; había caído puramente del edén humano.

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    Mensaje por Marcus O'Conell Dom Mar 03, 2013 5:02 pm

    El momento definitivo. Ya no había vuelta atrás. Si antes eso era imposible, ahora menos. Marcus continuó observando a Ziel, deleitándose en silencio con su pálida pero cálida piel, tan diferente de la suya en cuanto a temperatura. Sus labios, aún entreabiertos, permanecían sellados en cuanto al habla se tratase. No podía -ni quería- emitir sonido alguno. Era demasiado perfecto regocijarse en el silencio, teniendo en cuenta de que los únicos vivos -dentro de lo que cabe teniendo en cuenta que Marcus no está muy vivo que digamos- en el edificio eran ellos dos, pues el resto eran meros cadáveres a la deriva, masacrados por uno de sus hermanos. Por lo tanto, nadie podría irrumpir en la habitación ni osar interrumpir semejante declaración de amor enfermo. Porque eso era: amor enfermo. Marcus ya no medía las coordenadas de su corazón en cuanto a tal sentimiento. Ya no medía ni siquiera los pensamientos poco cuerdos de su cabeza. Ziel le había arrebatado todo. Pero la locura la había incrementado en un cien por ciento.

    Cuando su pierna se dobló hacia arriba, el vampiro sintió el roce de la pequeña rodilla en su abdomen. Una de sus manos se dirigió, casi instantáneamente, hacia el muslo del muchacho, para luego rodear con suavidad su contorno y, así, poder deslizar sus dedos por la base de su cadera. Desde allí, ascendió con precaución e increíble suavidad hasta su pecho, donde depositó, por fin, aquella palma gélida. Miró a Ziel a los ojos otra vez, y el destello carmesí se hizo más intenso. Suyo, aquel humano era suyo, y lo sería por siempre.

    Podía sentir los latidos de su corazón y, casi al mismo tiempo, pudo sentir las cálidas caricias que las traviesas manos de Ziel propinaban a su torso, justo por debajo de su blanca camisa manchada de sangre. Escuchó su nombre y clavó cada resquicio de atención en su Siervo. Él clamaba por su Amo, por su tacto profano, por su maldición placentera. Él, tan simple y mortal, desgraciado por este destino tan ensordecedor y alucinante, suplicaba a través de sus ojos aquella cercanía que por el momento, le era vedada. Sin embargo, no tardaría mucho más en acceder a ese pequeño "obsequio" que un Señor podía otorgarle a su Vasallo por tantos días de servicio fiel.

    Finalmente, la Verdad fue dicha por esos labios.

    Marcus, en un arrebato semiconsciente, se inclinó sobre Ziel. Uno de sus brazos aprisionó su cintura mientras que el otro, aprisionó su nuca sin darle oportunidad de desviar el camino y burlar aquel encuentro frenético y desesperado de sus labios con los suyos. Ahora estaban unidos espiritualmente, por aquel pacto, y físicamente, por aquel beso prohibido. Marcus arrebató cada pizca de aliento a través de caricias profanas y, quizá, algo maliciosas. Se dejaba llevar por el momento, tan ansiado y deseado, y por su naturaleza más animal y despiadada.

    ¿Por cuánto tiempo... estuvo deseando esos labios? ¿Por unos doscientos años, tal vez...?


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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Dom Mar 03, 2013 7:49 pm

    Aquel silencio, llegaba a parecerme hasta incómodo. Estaba impaciente por saber si Marcus volvería a beber mi sangre, si no lo haría, si aceptaría alguna de mis peticiones, si aguantaría consciente más tiempo, si moriría de hipotermia con la humedad del baño, o qué iba a pasar. Tenía una nube tan grande en la cabeza con tanto silencio, que esa especie de mitad, de "conciencia"; me comía todo el rato con sus risas. Mientras, mi respiración tampoco terminaba de ayudar al caso. Esta no terminaba de calmarse, teniendo tan cerca a Marcus; era todo lo contrario. A veces sentía que no tenía suficiente aire para llenar los pulmones y tenía como la sensación propia de ahogarme.

    Las manos que tenía en su abdomen, comenzaron a caer de nuevo una vez ya no pudieron seguir. Mi columna experimentó otra corriente eléctrica cuando su mano iba rozándome lentamente, hasta que se posó fríamente en el abdomen. El hematoma que había sobre mi piel, agradeció profundamente el frío de su mano, que parecía tener los dones curativos suficientes para hacerlo desaparecer. Aunque él no llegara a tener ningún don como Bella. Bella... "A la mierda Bella, Ziel. Ahora tu prioridad es Marcus", y dicho esto, la voz volvió a callarse. Sí, ahora Bella no estaba allí, ahora no. Ahora a quien tenía delante, por el que estaba aguardando impacientemente; era Marcus.

    Giré la cabeza al notar subir la mano por mi pecho, hasta que finalmente se quedó estancada en esa posición. El corazón estaba loco de tener su mano ahí, aportando gelidez para calmarlo inconscientemente; golpeando mi pecho. Ah, era tan sumamente humano que no podía controlar mi respiración ni el bombeo de sangre. Era tan sumamente esclavo de sus caricias, que me resultaba algo vergonzoso que estuviera tan delatado por ambos.
    Desvié la mirada en un autorreflejo, poniendo una palma de la mano encima de la suya, haciendo esa diferencia notable entre calor-frío-calor. Pero, finalmente no pude resistirme. Lo miré de reojo, encontrando ese matiz brillante en los ojos de Marcus. Ah, me estaba volviendo loco cada vez que me incrustaba en ellos. Cada vez me amarraba una nueva correa al pecho e iba tirando de ella. Cada vez más y más cuerdas prendiéndome.

    Lentamente, moví de nuevo la cabeza, para volver a dejarme perder por ese rojo carmesí. Lo justo para que él arruinara la distancia entre ambos y de que le diera a su Siervo, aquello que tanto había estado esperando: ese beso prohibido de un Amo a su incompaciente Siervo. Ahora las correas también las amarraba yo alrededor de su cuerpo, otorgándome solo la propiedad sobre Marcus; una sobre su espalda y la otra estremeciéndose al roce de su mejilla y subiendo por su pelo hasta agarrarlo con fuerza. No, yo tampoco lo dejaría escapar. Me había tenido en la condena eterna unos minutos impacientes. Ahora no dejaría que escapara.



    «Ninguno de los amantes prohibidos dejó que el otro escapara. Ninguno de los dos cortó ese derroche pasional encerrado. Ambos fueron el Amo y el Siervo del otro respectivamente; entregándome sin remordimientos a cada caricia, a cada beso.»



    Abrí los ojos desorientado, buscando a Marcus. Durante unos segundos no sabía dónde me encontraba, hasta que reconocí la habitación. En algún momento de la noche, debí de ceder al cansancio y el instinto paternal de él, cerró el grifo de la locura y la pasión para ambos. La necesidad del elixir de sus labios, parecía también haberse sofocado. Aunque todavía podía recordar ese tacto de los besos.
    Sonreí cuando lo vi tumbado a mi lado, justamente delante y con los ojos cerrados. Pobre, parecía también cansado. Al ver así a Marcus, realmente parecía un cordero haciéndose el dormido, o durmiendo si es que él podía conciliar sueños al igual que un humano. E, irresistiblemente, quise acariciar su rostro, pero no hice nada por si le "despertaba". Lo dejaría un rato más.

    Eché la cabeza hacia atrás cansado, tomando un leve mareo de vista. La de ayer, había sido una noche muy larga. Y cruelmente, ahora el cuerpo me estaba pidiendo la factura del desgaste y la fiebre le firmaba los papeles. Casi no podía moverme, sin embargo, terminé por acurrucarme un poco más bajo las sábanas; cerrando todo lo que podía la chaqueta de Marcus. Y nuevamente, mis párpados bajaron hasta quedarse un pequeño hilo, viéndolo "dormir". Sí, algo calentaba mi pecho de verlo así de apaciguado y tranquilo. En cambio, no duró mucho. Mis ojos finalmente acabaron por cerrarse del todo, con esa sonrisa entre los labios.
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    Mensaje por Kasha Oskan Dom Mar 03, 2013 8:13 pm

    Mi mision le habia llevado a este lugar, ya habian mandado varios cazadores, pero no habian vuelto ninguno, al llegar descubri el panorama.
    Gire con el pie el cadaver de uno de los cazadores muertos, no eran una gran perdida, la verdad, era aquel grupo de cazadores que me subestimo hacia poco por mi pequeño tamaño y peso, eran unos engreidos y se lo tenian bien merecido.
    En fin, segui andando siguiendo los restos de sangre y cadaveres, todo estaba sumamente silencioso, pudiendose escuchar el eco que hacian sus botas cuando pisaban los charcos de sangre y dejaba huellas por todos lados.
    Todo aquello me habia llevado a entrar a un hotel, alli note la presencia de niveles E que salieron a mi paso, pero de los que me deshice con un movimiento. Ya habia encontrado su objetivo, notaba la presencia de un vampiro poderoso y de un humano vivo.
    Segui mis instintos y alcance el lugar donde se encontraban y para mi sorpresa, alli estaba Ziel, aquella imagen me daban muchas arcadas, pero me aguante apartando de la cama a Ziel y metiendolo en un armario bajo llave en el pasillo, ya lo rescataria despues, ahi no le pasaria nada, la llave la tenia yo.
    Primero iba Marcus, entre de nuevo a la habitacion y me puse delante de la cama, tape mi cara con la mascara y active mis ojos, habia llegado la hora, puede que consiguiera matarlo sin necesidad de aquel plan tan suicida. Lance el cuchillo de la cadena antivampiro rozando el cuerpo de aquel chupasangre haciendole un corte profundo y desgarrando con la cadena de puas que iba unida al cuchillo que retire nada mas notar como se clavaba en la parded del fondo tirando de la cadena de puas.
    - Quien iba a pensar que alguien como tu llegaria a caer tan bajo, y todo por un simple humano- dije refiriendome a como los habia encontrado en la cama, cualquiera diria que ahi habian pasado muchas cosas, mientras que dejaba suelta parte de la cadena y la ponia a girar ante mi como una pequeña defensa ante el posible enfado por aquel doloroso despertar
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    Mensaje por Marcus O'Conell Dom Mar 03, 2013 9:01 pm

    El amanecer inundaba la pequeña habitación con sus pequeños rayos de sol. El frío se sentía afuera, pero ya no importaba. La calidez inundaba aquella cama señorial. Las persianas, aún bajas, permitían que los finos hilos de luz proyectasen en el aire las partículas de polvo que flotaban, dispares, en el entorno. Ziel estaba a su lado, acurrucado entre sus brazos. Marcus se encontraba en un estado de somnolencia profundo. ¿Cuánto hacía que no dormía? ¿Meses, tal vez? Ciertamente como el vampiro poderoso que era gracias a Padre, no necesitaba pegar ni un ojo si no fuera extremadamente necesario. Pero desde anoche que se permitió el lujo de disfrutar de aquella madrugada helada y cándida a su vez.

    Marcus se removió un poco, a la par que sus delicados y sensibles sentidos reconocieron el sonido de unos pasos, el aroma de un humano más allí dentro. Marcus continuó en su posición, haciéndose el dormido. Sintió cómo retiraban a Ziel de su lado. Era aquella cazadora, otra vez. Podía reconocer su aroma. Tantas veces habría esperado por este momento, para poder encontrarlo desprovisto de defensas -al parecer- y completamente entregado a su violencia asesina y vengativa. Sin embargo, las cosas no le saldrían como creía.

    Cuando aquel corte fue efectuado en su pálida piel, Marcus abrió los ojos lentamente. El rojo que los cubría era oscuro, pero poco a poco comenzaba a teñirse de un brillo aterrador. Las palabras que escuchó no fueron, precisamente, las más agradables. Toda la efímera felicidad, se disolvía en agua turbia. Marcus no se inmutó, siquiera, en dejar escapar un gemido a causa del dolor. No le daría ese placer a ella, desde luego.

    - ¿Eso es todo lo que tienes? -preguntó, arrastrando las palabras y, mientras su herida se cerraba lentamente, pues no se había alimentado y no tenía sus habilidades al cien por cien, se sentó en la cama. Miró a Kasha con profundidad y aquel encanto que desprendían seres como él, se mezcló con la sombría presencia que emanaba. Amenaza era todo lo que en el aire se sentía. Tras suspirar un poco y ladear la cabeza, sonrió de lado, mostrando uno de sus colmillos. Finalmente, dijo:
    - No sabes lo mucho que nos divertimos anoche. Una pena que no hubiese estado ese hermano suyo, ¿Kia? ¿Ká? Como sea... Una pena que no haya estado para presenciar la fiesta.

    Las palabras fueron dichas con sorna y malicia. Marcus se puso lentamente de pie y dejó caer la sábana que cubría sus partes nobles. Estaba desnudo ante ella, pues solo su camisa ocultaba su pecho. Continuó sonriendo, mirando a Kasha con una intensidad desgraciada. ¿Qué traía entre manos, ahora, este maquiavélico ser?

    - ¿Vas a quedarte ahí mirándome? -murmuró mientras recogía su ropa interior del suelo. Se lo puso y acto seguido, recogió su pantalón. Suspiró suavemente y subió la bragueta. En ese momento, volvió a sonreír y miró a Kasha con perversión evidente en su mirada-. Creo que fue una pérdida de tiempo haberme vestido, pues ahora tendré que volver a desvertirme, pues parece que quieres probar un poco de esto, ¿verdad? Contigo no tengo ningún tipo de recaudo, pues no le interesas a Ziel, y a mí me interesas mucho menos. Así que si me permites, voy a divertirme un poco.

    Estiró sus brazos y bostezó suavemente y, en cuestión de segundos, estaba detrás de Kasha aprisionando sus brazos tras haber esquivado el filo circular de aquella cadena. Una vez evitó que aquel arma continuara siendo una amenaza, se encargó de quitársela de las manos con rapidez asesina. Enredó a Kasha entre uno de sus brazos y con su mano libre, sujetó su mentón con rudeza y lascivia.

    - Prometo que no te dolerá -siseó y respiró junto a su oído-. Bueno, tal vez un poco -rió y lamió el lóbulo de su oreja.
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    Mensaje por Kasha Oskan Dom Mar 03, 2013 9:16 pm

    Le mire divertida de arriba a bajo, creia que me haria enfadar por aquellas palabras pero la verdad es que no. Pero yo si conseguiria mosquearlo a el.
    - La verdad, las he visto mejores, - pero sin previo aviso, el se puso detras mia e intento quitarme mi preciada arma, pero sin que el conociera el hecho de que siempre iba enrollada una pequeña parte en mi mano, por lo que cuando intento quitarmela, no lo consiguio del todo.
    Abri los ojos al escuchar esas palabras, la unica persona a la que permitia acercarse a ella hasta ese punto, era Kai, y no iba a permitir ser profanada por ese asqueroso ser.
    - Si quieres conservarla, mi consejo es que la mantengas guardada- dije con muchisimo rencor, no era el primero que intentaba aquello, y tambien sabia que no seria el ultimo- con la poca cadena de puas que tenia enganchada en la mano enguantada con placas metalicas lance un puñetazo hacia la entrepierna del vampiro para alejarlo de mi y si conseguia darle, mucho mejor, porque realmente, tenia ganas de darle por sus asquerosas palabras.
    Pero sin desaprovechar aquella oportunidad de darle o no, en cuanto solto un poco sus brazos al intentar golpear mas al vampiro, se escurrio de su abrazo y recupero el arma tirando de la cadena que tenia aun en la mano
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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Dom Mar 03, 2013 9:21 pm

    Respiraba tranquilamente, tumbado en aquella cama que todavía traspiraba pasión por cada resquicio. Estaba cansado, tanto, que podría decirse que volví a caer en un alentador sueño profundo.
    Pero, en algún momento, este sueño iba siendo roto por el sonido de unos pasos. Me moví lentamente en la cama, girando la cabeza hacia donde venían los pasos.

    -¿Qué pasa? - pregunté adormilado, abriendo un poco los ojos. Seguramente era Marcus, que ya se habría despertado. A lo mejor, hoy me traía el desayuno y todo; quién sabía.

    Mi vista todavía no se había desperezado del todo y no le dio tiempo a ver a la cazadora. De modo, que volví a cerrar los ojos. Después, solamente noté que nuevamente era transportado por unos brazos.
    - No quiero otro baño de agua fría. - Alcé los brazos para intentar desprenderme de él, creyendo todavía, que la única persona que se encontraba en la habitación, era Marcus. Aunque noté algo extraño. No habían sido el mismo número de pasos que los de la noche anterior. Aquí había algo que no encajaba. Abrí los ojos, viendo a Kasha portándome; quedando boquiabierto. Mientras, entumecido por el cansancio, quedé encerrado en un armario del pasillo.

    Empecé a aporrear la puerta.
    - ¡KASHA! ¡KASHA! ¡ABRE LA MALDITA PUERTA! ¡KASHA! - Grité todo lo que pude desde dentro. Empujé la puerta todo lo que podía, pero esta comprensiblemente, no se abría. Espera, todavía tenía el cuchillo en el bolsillo, tal vez con eso... Palpé en la chaqueta de Marcus primeramente, y después palpé en... ¿la ropa interior? Froté mis ojos con la chaqueta. Ah, mierda. Suspiré. Bien, ahora quedaba encerrado. Pero no me daría por vencido. Volví a golpear la puerta, sin saber lo que ocurría al otro lado. - ¡Kasha! ¡Abre! - Espera... Marcus. - ¡Kasha, no lo hagas! ¡Él no ha sido el causante de todo ese desastre! ¡Detente! - Grité, luego de pegar la mejilla a la puerta; con la intención de escuchar algo de la conversación. La incertidumbre me estaba matando. Marcus...


    Ah, pequeño amante encerrado. Ahora sufría la incertidumbre de su otra mitad.
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    Mensaje por Marcus O'Conell Dom Mar 03, 2013 11:28 pm

    No pudo más que continuar riendo con sorna ante los movimientos de la cazadora. Más aún ante sus palabras. Tenía muchas cosas que decir al respecto, pero prefería concentrarse en sus movimientos y en su próximo objetivo. Mientras ella luchaba por deshacerse de su agarre, Marcus apretó la mandíbula, realmente sediento y un poco cansado de que le ofusquen la tranquilidad. ¿Por qué no se quedó en su casa, tranquila y arropada en esta fría mañana? Pero no, la señorita cazadora era una experta en inflamar paciencias.

    - Tal vez sea mejor opción, pues estás muy flaca y poco atractiva -acercó sus manos al sitio donde se encontraban sus pechos-. Las de Bella estaban mejores -rió extremadamente malicioso y, justo en ese momento, ella se libró de su amarre pretendiendo golpear su virilidad. Marcus esquivó aquel certero ataque y ladeó la cabeza de un lado a otro, indicando que se estaba confundiendo, y que su impertinencia la llevaría por mal camino.

    Mientras ella lo observaba, ahora enfrente de él, a unos metros, Marcus sonaba su cuello y relamía sus labios.
    - ¿Qué pasa? ¿Estás menopáusica? Oh, tal vez sea que ese novio tuyo no te satisface. ¿Por qué no regresas a buscar su cariño y a consolar la pérdida de su hermano en vez de colmar con tu ingrata presencia mi mañana llena de luz y candencia -murmuró, primero algo serio, luego expresándose cual poeta y, finalmente, volviendo a la seriedad, clavando sus ojos en ella y frunciendo el ceño. En ese instante, vastos cortes se generaron en el cuerpo de la chica. ¿Había olvidado, acaso, lo estúpido que resultaba enfrentarse a él de esa manera? Su sangre comenzaría a emanar en tres, dos, uno... ¿Y cuánto tiempo más aguantaría en pie?

    Escuchó los gritos de Ziel y miró de soslayo hacia el pasillo. Él, estaba allí encerrado, humillado por la misma persona que pretende proteger. No se lo perdonaría. No le perdonaría esto a Kasha.

    - Ziel está conmigo porque él quiere, ¿sabes? Esta vez no he tenido que obligarlo a nada. Por lo tanto... -y en ese momento abrió los ojos con siniestralidad-, ¿por qué no es esfumas de una buena vez? -gritó con furia, mostrando los colmillos y se arrojó sobre ella, que se encontraba ya sangrando. Aprisionó su cuerpo debajo del suyo, sujetando sus manos a cada lado de su cabeza y trabando sus piernas con las suyas. Necesitaría un poco más que ingenio y movimientos inútiles para liberarse de él.

    - ¡Todos y cada uno de ustedes me tienen harto! ¿Por qué no acataron las órdenes de Padre tal y como él se las sirvió en esa fiesta? ¿Por qué no se unieron a él y dejaron de jugar a los héroes y a los vencidos? ¿Qué clase de esperanza albergan, creyendo que van a ganar esta guerra? No sean ridículos -gruñó ante sus narices, muy cerca de su rostro, mostrando aquel rostro lleno de ira. Con una de sus manos, le arrancó la máscara del rostro, arrojándola lejos-. ¿Acaso no sabes que el único que puede proteger a Ziel soy yo? -gritó esto último y sus ojos mostraron la mayor de las convicciones. Dejó, entonces, que el silencio reine entre él y la muchacha, mientras la miraba a los ojos con determinación.
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