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Casa de Nokku Damaru
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Re: Casa de Nokku Damaru
Todo signo de locura y demencia se esfumó. Mediante aquel abrazo, cada emoción en el cuerpo de Fraiah volvió a su cauce. Cada sentimiento de desesperación e incordio, se esfumó. Sus ojos, ya humanos, ya propios otra vez, podían ver con claridad, sin alucinar ni hallar anomalías en la realidad. La figura de Nokku que tanto la torturó, desapareció en cuanto Jack ingresó en escena. Claro que ella no lo había podido reconocer, pero pronto sintió lo reconfortante de aquel contacto, y cómo, lentamente, se iba llevando todo de ella. Y hubiera dejado que se llevase hasta el último suspiro, desde luego, si no fuera porque su cuerpo advirtió el momento justo para cesar de traspasar su energía hacia el cuerpo de Jack, quien simplemente tenía dos opciones: aceptarla y hacerse más fuerte con ella, o simplemente consumirla para destruirla.
Ahora que lo miraba a los ojos, podía aceptar que aquel vacío la impactaba, atraía y, a su vez, le daba miedo. Ella, quien era la maestra en atrapar con sus ojos a cualquiera que desease que cayera en sus trampas; ella, que con el tiempo había sabido cómo esconder la inocencia en ellos, para dedicarla solo a las personas que realmente sabía que no iban a herirla ni a aprovecharse de la misma; ella, Fraiah Blade Eslin, quien había sufrido tanto y soportado tanto, ahora temía ser la presa ante aquel cazador. Los verdes ojos de Jack resultaban intensos e intimidantes, y una vez que se los miraba, probablemente te quedaras sin saber qué hacer o cómo reaccionar. Fraiah, observando la inmensidad de su color, no tenía el valor siquiera para apartar su mirada. Acariciando suavemente sus mejillas con sus manos, solo podía quedarse prendida de aquel desierto verde; de aquella tristeza y soledad. Siempre pretendiendo huir de sus sentimientos y manteniéndolo al margen hasta el último momento, Fraiah lo había hecho sufrir. Incluso en el momento en que había decidido abrir su corazón hacia él y demostrarle todo lo que habitaba dentro, había sido arrancada de su lado como una flor es abatida en una inmensa tempestad. Se culpaba por ello, desde luego. Se culpaba por ser tan tonta y confiada cuando menos debía serlo. Y juró no ser así nunca más, pero con aquella promesa Jack también recibía su parte, pues también lo esquivaría y apartaría sin remedio. ¿Pero por qué? ¿Por qué apartar a una de las pocas personas que realmente le habían demostrado lealtad? A pesar del poco tiempo en que se conocían, él había demostrado ser igual merecedor de su confianza que el mismísimo Nokku Damaru. Y, entonces, ¿por qué no le obsequiaba un trozo de corazón? ¿Por qué simplemente optaba por la opción más fácil, apartarlo y dejarlo a un lado?
Cuando el abrazo se disolvió, Fraiah se llevó una mano a la cabeza, entrerrando los dedos entre sus cabellos. Se mordió el labio inferior, y notó como sus yemas tanteabas cortezas cristalinas entre las hebras. Quitó una y la observó detenidamente. ¿Cómo era posible? Pero entonces las palabras de Jack comenzaron a surgir, embistiendo su cuerpo, sus sentidos; clavándola contra aquel muro como si de miles de dagas se tratase, y de las cuales no sería liberada hasta recibir una respuesta. Fraiah se sintió, de repente, nerviosa, y con un nudo en el estómago. Como si se tratase de los típicos dilemas adolescentes y de los típicos problemas amorosos de jóvenes -quizás como la cría que en verdad seguía siendo en el fondo-, ahora sentía ese maremoto de nerviosismo sin sentido; aquellas mariposas en el estómago que se asemejaban más a quinientos elefantes.
- Jack... -quiso interrumpirlo, pero él continuó hablando, aplacando el tono de voz de Fraiah. La joven miró hacia un lado, suspirando suavemente y mordiendo su labio inferior otra vez. No lo miraba a los ojos, simplemente lo oía contra su voluntad. Tal vez fuera porque no quería oír la verdad que proclamaban sus labios. Quizás porque no quería decir ella la verdad de los suyos.
Cuando el cazador concluyó sus palabras, Fraiah levantó tímidamente la vista, observándolo a los ojos. Un vacío inundó su pecho al oír esas palabras tan rudas pero tan ciertas a la vez. Después de todo, eso era lo que Fraiah le había demostrado: que él apenas servía como un mero sustituto de su dolor. Y lo lamentaba. Lamentaba esa mentira que ella se inventaba para no sentirse culpable y que, a su vez, le obsequiaba para hacer que él se sintiera como una mierda.
- Jack... tienes razón -susurró-. Tienes razón en cada palabra que dices, excepto en la parte donde aseguras que no me importas. Está bien que no confíes en mí y que sientas que siempre querré a Nokku, pero la verdad es mucho más tonta de lo que crees, y probablemente pienses que soy una estúpida y... -negó con la cabeza, engociéndose de hombros, mientras sonreía ligeramente-. ¿No crees que es mejor que vayamos a ver qué ocurre allí abajo? Ziel está mal, lo dejé solo junto a Kasha, quien no es precisamente la más indicada para socorrerlo... -suspiró otra vez y dio un paso al frente, intentando controlar su equilibrio y no caerse. Tomó a Jack de las manos, y notó lo calientes que estaban en comparación de las suyas, las cuales se habían quedado heladas por la falta de fuerzas-. Dejaremos esto en claro, ¿de acuerdo? Hablaremos de esto cuando estemos solos, y te contaré la verdad, ¿si? Ahora el Presidente de la Asociación tiene asuntos más importantes que atender, antes de ocuparse de una cría como yo, que solo le da dolores de cabeza -sonrió suavemente, matizando el verde de sus ojos con el carmesí de los suyos. Se puso en puntas de pie y alcanzó su mejilla, donde depositó un suave y respetuoso beso-. Y te agradezco que estés aquí, y que me hayas salvado... otra vez -susurró en su oído, para luego apartarse de su lado, soltando sus manos suavemente a medida que avanzaban sus pies. Le dedicó una última y disimulada sonrisa, para luego mirar al frente, justo donde las escaleras estaban.
- ¿Kasha? ¿Ziel? -llamó, para averiguar su posición allí abajo. Comenzó a descender, pensando en todas las explicaciones que debería darle a Jack si acaso le importaba no perderlo para siempre, y también pensando en la cantidad de cosas que debería cambiar si lo que pretendía era conservarlo a su lado y cuidar de él. En ese momento, al llegar a la sala de estar, vio a Kai junto a su amiga. Les dedicó una suave sonrisa, la cual escondía un saludo y unas disculpas. Había mucho que hablar, demasiadas cosas que intercambiar. Ya añoraba la última salida que ella y Kasha tuvieron juntas. Ojalá pudiese repetirse sin ningún problema. Pero ahora la prioridad era otra: Ziel. ¿Dónde estaba? Interrogó a Kai con la mirada, y luego a Kasha, pero entonces avanzó hacia la cocina. Cuando pasó al lado de las escaleras, no pudo creer lo que veía. Se quedó de pie frente a él, completamente absorta. ¿Por qué se comportaba de forma tan extraña? Algo no andaba bien con él-. Ziel... Qué... qué ocurre. Ven.. -extendió la mano hacia él, con delicadeza y cuidado. Parecía asustado, acorralado como un pequeño animalillo. Y las peores deducciones llegaban a ella. Si Ziel estaba de aquel modo, daba claros indicios de que no había reconocido a ninguno de los presentes como alguien familiar. Solo parecía tener afinidad con ella, y tal vez fuera por ser la primera a la que vio durante el despertar en el cautiverio. Miles de dudas se arremolinaban en su mente, pero aún así se arrodilló en el suelo y avanzó hacia él, ingresando bajo las escaleras. Acercó una de sus manos a su hombro, apenas rozándolo, y lo llamó por su nombre otra vez-. Estoy aquí, ¿ves? Vamos, salgamos de aquí y te prepararé algo de comer, te daremos una cama calentita para que duermas. ¿Quieres? Allí está tu hermano, esas personas no te harán daño -murmuró, con cuidado, esperando que la reacción del neófito fuese favorable, y que continuase siendo igual de manso a pesar del susto. De reojo miró entre los escalones a los cazadores que esperaban allí, y pudo sentir cómo las pisadas de Jack en la planta superior se movilizaban. Ahora no podía pensar otra cosa más que en la operación a la cual lo habían sometido. ¿Qué demonios le hicieron?
Ahora que lo miraba a los ojos, podía aceptar que aquel vacío la impactaba, atraía y, a su vez, le daba miedo. Ella, quien era la maestra en atrapar con sus ojos a cualquiera que desease que cayera en sus trampas; ella, que con el tiempo había sabido cómo esconder la inocencia en ellos, para dedicarla solo a las personas que realmente sabía que no iban a herirla ni a aprovecharse de la misma; ella, Fraiah Blade Eslin, quien había sufrido tanto y soportado tanto, ahora temía ser la presa ante aquel cazador. Los verdes ojos de Jack resultaban intensos e intimidantes, y una vez que se los miraba, probablemente te quedaras sin saber qué hacer o cómo reaccionar. Fraiah, observando la inmensidad de su color, no tenía el valor siquiera para apartar su mirada. Acariciando suavemente sus mejillas con sus manos, solo podía quedarse prendida de aquel desierto verde; de aquella tristeza y soledad. Siempre pretendiendo huir de sus sentimientos y manteniéndolo al margen hasta el último momento, Fraiah lo había hecho sufrir. Incluso en el momento en que había decidido abrir su corazón hacia él y demostrarle todo lo que habitaba dentro, había sido arrancada de su lado como una flor es abatida en una inmensa tempestad. Se culpaba por ello, desde luego. Se culpaba por ser tan tonta y confiada cuando menos debía serlo. Y juró no ser así nunca más, pero con aquella promesa Jack también recibía su parte, pues también lo esquivaría y apartaría sin remedio. ¿Pero por qué? ¿Por qué apartar a una de las pocas personas que realmente le habían demostrado lealtad? A pesar del poco tiempo en que se conocían, él había demostrado ser igual merecedor de su confianza que el mismísimo Nokku Damaru. Y, entonces, ¿por qué no le obsequiaba un trozo de corazón? ¿Por qué simplemente optaba por la opción más fácil, apartarlo y dejarlo a un lado?
Cuando el abrazo se disolvió, Fraiah se llevó una mano a la cabeza, entrerrando los dedos entre sus cabellos. Se mordió el labio inferior, y notó como sus yemas tanteabas cortezas cristalinas entre las hebras. Quitó una y la observó detenidamente. ¿Cómo era posible? Pero entonces las palabras de Jack comenzaron a surgir, embistiendo su cuerpo, sus sentidos; clavándola contra aquel muro como si de miles de dagas se tratase, y de las cuales no sería liberada hasta recibir una respuesta. Fraiah se sintió, de repente, nerviosa, y con un nudo en el estómago. Como si se tratase de los típicos dilemas adolescentes y de los típicos problemas amorosos de jóvenes -quizás como la cría que en verdad seguía siendo en el fondo-, ahora sentía ese maremoto de nerviosismo sin sentido; aquellas mariposas en el estómago que se asemejaban más a quinientos elefantes.
- Jack... -quiso interrumpirlo, pero él continuó hablando, aplacando el tono de voz de Fraiah. La joven miró hacia un lado, suspirando suavemente y mordiendo su labio inferior otra vez. No lo miraba a los ojos, simplemente lo oía contra su voluntad. Tal vez fuera porque no quería oír la verdad que proclamaban sus labios. Quizás porque no quería decir ella la verdad de los suyos.
Cuando el cazador concluyó sus palabras, Fraiah levantó tímidamente la vista, observándolo a los ojos. Un vacío inundó su pecho al oír esas palabras tan rudas pero tan ciertas a la vez. Después de todo, eso era lo que Fraiah le había demostrado: que él apenas servía como un mero sustituto de su dolor. Y lo lamentaba. Lamentaba esa mentira que ella se inventaba para no sentirse culpable y que, a su vez, le obsequiaba para hacer que él se sintiera como una mierda.
- Jack... tienes razón -susurró-. Tienes razón en cada palabra que dices, excepto en la parte donde aseguras que no me importas. Está bien que no confíes en mí y que sientas que siempre querré a Nokku, pero la verdad es mucho más tonta de lo que crees, y probablemente pienses que soy una estúpida y... -negó con la cabeza, engociéndose de hombros, mientras sonreía ligeramente-. ¿No crees que es mejor que vayamos a ver qué ocurre allí abajo? Ziel está mal, lo dejé solo junto a Kasha, quien no es precisamente la más indicada para socorrerlo... -suspiró otra vez y dio un paso al frente, intentando controlar su equilibrio y no caerse. Tomó a Jack de las manos, y notó lo calientes que estaban en comparación de las suyas, las cuales se habían quedado heladas por la falta de fuerzas-. Dejaremos esto en claro, ¿de acuerdo? Hablaremos de esto cuando estemos solos, y te contaré la verdad, ¿si? Ahora el Presidente de la Asociación tiene asuntos más importantes que atender, antes de ocuparse de una cría como yo, que solo le da dolores de cabeza -sonrió suavemente, matizando el verde de sus ojos con el carmesí de los suyos. Se puso en puntas de pie y alcanzó su mejilla, donde depositó un suave y respetuoso beso-. Y te agradezco que estés aquí, y que me hayas salvado... otra vez -susurró en su oído, para luego apartarse de su lado, soltando sus manos suavemente a medida que avanzaban sus pies. Le dedicó una última y disimulada sonrisa, para luego mirar al frente, justo donde las escaleras estaban.
- ¿Kasha? ¿Ziel? -llamó, para averiguar su posición allí abajo. Comenzó a descender, pensando en todas las explicaciones que debería darle a Jack si acaso le importaba no perderlo para siempre, y también pensando en la cantidad de cosas que debería cambiar si lo que pretendía era conservarlo a su lado y cuidar de él. En ese momento, al llegar a la sala de estar, vio a Kai junto a su amiga. Les dedicó una suave sonrisa, la cual escondía un saludo y unas disculpas. Había mucho que hablar, demasiadas cosas que intercambiar. Ya añoraba la última salida que ella y Kasha tuvieron juntas. Ojalá pudiese repetirse sin ningún problema. Pero ahora la prioridad era otra: Ziel. ¿Dónde estaba? Interrogó a Kai con la mirada, y luego a Kasha, pero entonces avanzó hacia la cocina. Cuando pasó al lado de las escaleras, no pudo creer lo que veía. Se quedó de pie frente a él, completamente absorta. ¿Por qué se comportaba de forma tan extraña? Algo no andaba bien con él-. Ziel... Qué... qué ocurre. Ven.. -extendió la mano hacia él, con delicadeza y cuidado. Parecía asustado, acorralado como un pequeño animalillo. Y las peores deducciones llegaban a ella. Si Ziel estaba de aquel modo, daba claros indicios de que no había reconocido a ninguno de los presentes como alguien familiar. Solo parecía tener afinidad con ella, y tal vez fuera por ser la primera a la que vio durante el despertar en el cautiverio. Miles de dudas se arremolinaban en su mente, pero aún así se arrodilló en el suelo y avanzó hacia él, ingresando bajo las escaleras. Acercó una de sus manos a su hombro, apenas rozándolo, y lo llamó por su nombre otra vez-. Estoy aquí, ¿ves? Vamos, salgamos de aquí y te prepararé algo de comer, te daremos una cama calentita para que duermas. ¿Quieres? Allí está tu hermano, esas personas no te harán daño -murmuró, con cuidado, esperando que la reacción del neófito fuese favorable, y que continuase siendo igual de manso a pesar del susto. De reojo miró entre los escalones a los cazadores que esperaban allí, y pudo sentir cómo las pisadas de Jack en la planta superior se movilizaban. Ahora no podía pensar otra cosa más que en la operación a la cual lo habían sometido. ¿Qué demonios le hicieron?
- Fraiah B. Eslin
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Re: Casa de Nokku Damaru
Recostó su cabeza sobre las rodillas, mirando directamente hacia la pared. No entendía bien la razón por la cual estaba en aquel lugar, rodeado de todas esas personas que nada más que hacían observarle como si se tratara de un forastero. Decían cosas que, desde luego, sus orejas de zorro no comprendían para nada. Sin embargo, pudo reconocer el mismo sonido durante unas cuantas veces: Ziel. O algo así. No entendía que ese verdaderamente era su nombre, ni qué edad tenía, ni que ahora era un vampiro neófito, ni tampoco entendía cientos de cosas más. No obstante, aquellas personas, antes formaban parte de su familia, de sus amigos, conocidos y enemigos quizá. Pero ya no significaban nada para él, pues se marcharon junto con sus memorias. Cerró los ojos, pesaroso, y volvió a sonar otro llanto de su garganta. Él quería ir con los suyos, codearse con los de su misma especie; aunque esto no fuera posible, dado que no era propiamente un animal y tampoco era puramente un chico de dieciocho años. Era una mezcla de ambos seres, luego, ¿había alguien en el pueblo que compartiera su físico o al menos tuviera un aura semejante? No, era totalmente imposible. Por eso, la soledad no dudaba de agarrarlo contra sí. Porque, hasta que sus recuerdos regresaran a aclarar sus pensamientos, a devolverle la facultad del habla, de moverse con naturalidad -y no como un pequeño animal haría-, a reinstaurar en él la pena... no volvería a ser de nuevo Ziel Carphatia.
Sus orejas blancas se balancearon, escuchando los sonidos de la planta de arriba a la perfección. Su sentido del oído, olfato y tacto se había multiplicado por tres. Ahora, incluso podría escuchar a un cazador sin ningún interés -como si estuviera caminando a su par-, aun si esté se encontraba a cuarto de hora de la casa. De esta forma, cada fuerte golpe, cada grito, era como si hubieran estallado una bomba a su lado. Pero por suerte, todo el mundo parecía colaborar para no asustar más al pequeño cachorro de pelaje blanco en el cuerpo de un jovencísimo vampiro. No obstante, nadie podía calmar el estado de nerviosismo que tenía encima. Lógicamente, todo era completamente desconocido para él. Cada olor, cada sonido, era completamente nuevo. Y por supuesto, sentía miedo de que Kasha, Kai, Jack o la propia Fraiah consiguieran amarrarlo por el cuello como si fuera una simple mascota. Si no, ¿por qué iba a marcharse esta última? Solo porque aquel chico de cabellos blancos sirvió útilmente para su rescate de los laboratorios de la Asociación, sin darse cuenta. Por eso había subido a la planta de arriba y lo había dejado con los extraños que olían tan sumamente raro.
Levantó la cabeza, mirando a la ventana que tenía delante de sus ojos. El exterior, tan peligroso como perfecto, estaba ahí, esperándole. Los suyos debían de estar esperándolo ahí fuera, entre la nieve de esta desapacible noche. Gimió de nuevo, como si pudiera estar llamándoles para que vinieran a buscarle. Pero, ¿conseguirían escuchar sus llantos? No, claramente. Bella y Marcus estaban muertos, mientras que él y Fraiah podían conseguir contarlo. De modo que no había nadie más en el pueblo que pudiera tener la incrustación de su olor en la piel, ni tampoco que tuviera el pelo blanco, orejas y una cola procedente de su espalda. No existía manada, ni tampoco alguien que viniera a socorrerle y llevarlo a un lugar seguro.
Pero entonces, escuchó los pasos acercándose hasta su posición. Su cola se movió ágil y rápidamente, mientras sus orejas ya se encontraban completamente de punta, atentas como sus dispares ojos, los cuales se encontraban también abiertos completamente, observando. En cuanto Fraiah apareció por su campo de visión, volvió a gemir; alegrándose de que hubiera regresado con él para darle cariños. Ella había vuelto, al contrario de esa extraña visión que tuvo dentro de su cabeza. Entre sus cabellos camufló las orejas, mientras su cuerpo deshizo la posición que tenía y pegó un costado a la pared, dando la sensación de que comenzaría a correr en un instante. Sin embargo, no lo hizo. Permaneció debajo del hueco, espectante de lo que fuera a hacer Fraiah. Al fin y al cabo, era la única que mantenía el olor de él mismo -a causa de ese abrazo que le proporcionó en los laboratorios, junto con toda esa cantidad de energía que recorrió inexplicablemente su cuerpo-, y por tanto, la única persona en la que confiaría en un momento así. Total, ella le había proporcionado galletas, una bebida ciertamente detestable para su gusto, y además le había acariciado sin ningún tipo de impedimento, ni miedo. Es más, de no haber estado allí Jack, seguramente continuara en su posición, con la cabeza sobre su regazo, recibiendo el calor que proporcionaba la chimenea y el cuerpo de ella. Relajado y sin ninguna tensión, a diferencia de ahora.
Nuevamente su voz intentó serenar su comportamiento, pero no entender a la perfección su idioma, conseguía ponerle un poco más nervioso de lo que ya se encontraba. Y lo que jamás debió haber hecho ella, fue intentar tocar a un ser salvaje en ese estado tan alterado, pues consiguió intimidar al zorro que habitaba en él. De alguna forma, y a pesar del estado manso que antes conservó, no era de sumo agrado que alguien desconocido le tocara. Ni hablar siquiera de llegar a rozar una de sus filas, delicadas y peludas colas, pues toda la ira que pudiera albergar se desataría contra el susodicho. Razón de más para que, instintivamente, con la creencia de que Fraiah iba a hacerle algo malo, su cabeza girara velozmente y dentelló su mano. Fugaz. Después, decidió alejarse rápidamente, temiendo porque ahora Fraiah lo golpeara o algo mucho peor: que llamara a los tres cazadores y estos se jartaran con él por haberla mordido. Por precaución, avanzó hacia delante, restregando su costado y colas contra la pared, finalizando en otra de estas del recoveco. Abrió la boca en un bostezo, enseñando sus delicados y afilados colmillos a la chica. Se sentía cansado, puesto que llevar una esencia que no te corresponde era bastante pesado y agotador al principio. Pero aún no podía descansar, hasta que descubriera que las personas de la casa no tenían intenciones de hacerle ningún tipo de mal. Al sellar sus labios, clavó de nuevo los ojos sobre ella, curioso. Sus orejas se movieron para quedar puntiagudas. Era cierto que la había mordido en un intento de defenderse físicamente de ella, pero Ziel nunca lo hizo porque anhelara su sangre. Ya no era de esa forma tan descontrolada, por la misma razón de que sus recuerdos desaparecieron. Segundo motivo por el cual, el joven neófito no terminaba por huir de ella. Como si realmente no hubiera deseado haber clavado sus colmillos en su delicada piel y aún pudiera haber una gota de confianza en ella.
Ya que, ¿quién sino le iba a proporcionar más de ese precioso y dulce manjar?
Sus orejas blancas se balancearon, escuchando los sonidos de la planta de arriba a la perfección. Su sentido del oído, olfato y tacto se había multiplicado por tres. Ahora, incluso podría escuchar a un cazador sin ningún interés -como si estuviera caminando a su par-, aun si esté se encontraba a cuarto de hora de la casa. De esta forma, cada fuerte golpe, cada grito, era como si hubieran estallado una bomba a su lado. Pero por suerte, todo el mundo parecía colaborar para no asustar más al pequeño cachorro de pelaje blanco en el cuerpo de un jovencísimo vampiro. No obstante, nadie podía calmar el estado de nerviosismo que tenía encima. Lógicamente, todo era completamente desconocido para él. Cada olor, cada sonido, era completamente nuevo. Y por supuesto, sentía miedo de que Kasha, Kai, Jack o la propia Fraiah consiguieran amarrarlo por el cuello como si fuera una simple mascota. Si no, ¿por qué iba a marcharse esta última? Solo porque aquel chico de cabellos blancos sirvió útilmente para su rescate de los laboratorios de la Asociación, sin darse cuenta. Por eso había subido a la planta de arriba y lo había dejado con los extraños que olían tan sumamente raro.
Levantó la cabeza, mirando a la ventana que tenía delante de sus ojos. El exterior, tan peligroso como perfecto, estaba ahí, esperándole. Los suyos debían de estar esperándolo ahí fuera, entre la nieve de esta desapacible noche. Gimió de nuevo, como si pudiera estar llamándoles para que vinieran a buscarle. Pero, ¿conseguirían escuchar sus llantos? No, claramente. Bella y Marcus estaban muertos, mientras que él y Fraiah podían conseguir contarlo. De modo que no había nadie más en el pueblo que pudiera tener la incrustación de su olor en la piel, ni tampoco que tuviera el pelo blanco, orejas y una cola procedente de su espalda. No existía manada, ni tampoco alguien que viniera a socorrerle y llevarlo a un lugar seguro.
Pero entonces, escuchó los pasos acercándose hasta su posición. Su cola se movió ágil y rápidamente, mientras sus orejas ya se encontraban completamente de punta, atentas como sus dispares ojos, los cuales se encontraban también abiertos completamente, observando. En cuanto Fraiah apareció por su campo de visión, volvió a gemir; alegrándose de que hubiera regresado con él para darle cariños. Ella había vuelto, al contrario de esa extraña visión que tuvo dentro de su cabeza. Entre sus cabellos camufló las orejas, mientras su cuerpo deshizo la posición que tenía y pegó un costado a la pared, dando la sensación de que comenzaría a correr en un instante. Sin embargo, no lo hizo. Permaneció debajo del hueco, espectante de lo que fuera a hacer Fraiah. Al fin y al cabo, era la única que mantenía el olor de él mismo -a causa de ese abrazo que le proporcionó en los laboratorios, junto con toda esa cantidad de energía que recorrió inexplicablemente su cuerpo-, y por tanto, la única persona en la que confiaría en un momento así. Total, ella le había proporcionado galletas, una bebida ciertamente detestable para su gusto, y además le había acariciado sin ningún tipo de impedimento, ni miedo. Es más, de no haber estado allí Jack, seguramente continuara en su posición, con la cabeza sobre su regazo, recibiendo el calor que proporcionaba la chimenea y el cuerpo de ella. Relajado y sin ninguna tensión, a diferencia de ahora.
Nuevamente su voz intentó serenar su comportamiento, pero no entender a la perfección su idioma, conseguía ponerle un poco más nervioso de lo que ya se encontraba. Y lo que jamás debió haber hecho ella, fue intentar tocar a un ser salvaje en ese estado tan alterado, pues consiguió intimidar al zorro que habitaba en él. De alguna forma, y a pesar del estado manso que antes conservó, no era de sumo agrado que alguien desconocido le tocara. Ni hablar siquiera de llegar a rozar una de sus filas, delicadas y peludas colas, pues toda la ira que pudiera albergar se desataría contra el susodicho. Razón de más para que, instintivamente, con la creencia de que Fraiah iba a hacerle algo malo, su cabeza girara velozmente y dentelló su mano. Fugaz. Después, decidió alejarse rápidamente, temiendo porque ahora Fraiah lo golpeara o algo mucho peor: que llamara a los tres cazadores y estos se jartaran con él por haberla mordido. Por precaución, avanzó hacia delante, restregando su costado y colas contra la pared, finalizando en otra de estas del recoveco. Abrió la boca en un bostezo, enseñando sus delicados y afilados colmillos a la chica. Se sentía cansado, puesto que llevar una esencia que no te corresponde era bastante pesado y agotador al principio. Pero aún no podía descansar, hasta que descubriera que las personas de la casa no tenían intenciones de hacerle ningún tipo de mal. Al sellar sus labios, clavó de nuevo los ojos sobre ella, curioso. Sus orejas se movieron para quedar puntiagudas. Era cierto que la había mordido en un intento de defenderse físicamente de ella, pero Ziel nunca lo hizo porque anhelara su sangre. Ya no era de esa forma tan descontrolada, por la misma razón de que sus recuerdos desaparecieron. Segundo motivo por el cual, el joven neófito no terminaba por huir de ella. Como si realmente no hubiera deseado haber clavado sus colmillos en su delicada piel y aún pudiera haber una gota de confianza en ella.
Ya que, ¿quién sino le iba a proporcionar más de ese precioso y dulce manjar?
- Ziel A. Carphatia
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Empleo /Ocio : Alumno a tiempo parcial y zorro el resto del día (?)
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Re: Casa de Nokku Damaru
Estaba frente a él. Fraiah había descendido por las escaleras, tras dejar las cosas claramente inconclusas con Jack. El destino parecía unirlos y alejarlos en todo momento. Y cuando la cosa parecía estar a punto de estallar; cuando realmente ambos creían que lo mejor era ser solidario el uno con el otro y alejarse, una especie de magnetismo los encerraba, acercándolos en las más peligrosas e impensables situaciones. ¿Esto era lo que Nokku quería de ella? ¿Quería que fuera un ser inestable y completamente dependiente? ¿O tendría otro plan bajo la manga cuando hizo lo que hizo con su cuerpo, alterando su genética de aquel modo? Ella necesitaba a Jack, pero nunca había podido admitirlo. Ni siquiera el día en que se sinceró con él en aquel sofá, pudo hacerlo. No conocía la razón, y tal vez le atemorizaba un poco descubrirla, pero cada día que pasaba, no había instante en donde su nombre no surcara su mente; no había momento en donde Fraiah no se preocupase por él, preguntándose dónde estaría, qué estaría haciendo, qué les depararía a ambos el día de mañana. Pero el orgullo... Ah, terco y rancio orgullo. Tantas malas situaciones habían atravesado en tan poco tiempo, que ella no podía simplemente bajar la compuerta y mostrarse libremente, sin tapujos, ingenua e inocente, corriendo el riesgo de ser aplastada y utilizada. El tiempo y las circunstancias la habían transformado, sí; la habían cambiado, quizás demasiado. Pero aún así, en el fondo, tras la coraza, yacía dormida la temerosa y sensible muchacha de siempre. Aquella Fraiah que lloraba y se emocionaba por absolutamente todo. Pero quizá le llevara tiempo volver a despertarla por completo y permitirle salir al mundo exterior otra vez. Y por esa razón, había huido. Había huido de Jack otra vez, desviando sus planteos. Una parte de ella moría por responderle, por decirle todo lo que sentía, gritarlo si fuere posible. Pero la otra parte, la que se mostraba racional y objetiva, había ganado, haciéndola marchar, utilizando cualquier pretexto como para prolongar esa charla y las debidas explicaciones que allí se pondrían sobre el tapete. Y a pesar de haber bajado las escaleras y haber dejado a Jack solo con la incertidumbre, ella tenía, al menos, una certeza: volvería; volvería a su lado cuando estuviesen solos, y lo aclararía todo, por el bien de los dos.
Tras haber observado a Kasha y a Kai, Fraiah se dispuso a internarse en aquel hueco bajo las escaleras. Suspiró suavemente e intentó hacer lo que siempre le resultaba efectivo en situaciones semejantes: ser ella misma. Sin embargo, no midió los riesgos ni, por ende, las consecuencias. Su mano se extendió hacia el pequeño cachorro en el cual se había transformado Ziel Carphatia. Sus dedos, blancos y gentiles, se tendieron hacia él, amables, aguardando. Quisieron acercarse, y probablemente lo hicieron más de lo debido. Con una sonrisa suave pero intensa, Fraiah intentaba conseguir aquella cercanía. Quería calmarlo al igual que antaño, cuando solo se tenían el uno al otro para darse fuerzas y esperanzas mutuamente. Esta vez, quería hacer lo mismo. Quería demostrarle a Ziel que todo estaba bien, y que sin duda estaría aún mejor. Ya estaban a salvo, y aunque para aquel joven sin memoria todo fuese completamente ajeno y extraño, pronto descubriría que no estaba solo, y que había gente que lo apreciaba y deseaba protegerlo. Y Fraiah no era la excepción. Había encontrado en él un amigo; había hallado alguien muy similar a ella en cuanto a espíritu y sentimiento: un ser indómito y sensible, cálido y temperamental, amoroso y temeroso a la vez. Quería ayudarlo, quería cuidarlo, porque no veía en su aspecto otra cosa que un joven débil y horrorizado, golpeado infinidad de veces por la cruel desdicha. Habían sufrido demasiado allí dentro, y lo peor era no poder concebir aún lo que habían hecho con él. ¿Por qué no hablaba? ¿Por qué parecía no entender ni una palabra de lo que ella le decía? ¿Acaso no entendía el idioma? ¿Había perdido la facultad de dialogar? Y en medio de sus dudas, se vio sorprendida por el instinto del joven, el cual, de un momento a otro, la atacó. Su mano, que iba destinada a intentar socorrerle, acabó con los colmillos de aquel vampiro clavados en ella, para luego dar paso a dos marcas circulares, de las cuales emanaba roja sangre. Las gotas fueron cayendo, una a una al suelo, tiñendo el parqué del suelo.
Fraiah se echó hacia atrás, sobresaltada y confundida, a medida que él se escabullía hacia otro rincón. La chica acabó sentada en el suelo, observando la mordida con sus enormes ojos violáceos. ¿Qué..? Apenas levantó la mirada, para observar a los cazadores que estaban a su alrededor. ¿Kasha y Kai habían visto eso? ¿Ellos comenzaban a pensar lo mismo que ella? Ziel había actuado completa e indudablemente como un animal asustado. Aunque antes había mostrado signos de haber abandonado su humanidad, ahora parecía completarse el círculo. Fraiah volvió a mirar su mano y la acercó hacia su sudadera, envolviéndola con la parte posterior de la tela, doblándola sobre la palma, y cerrando el puño a continuación. No era una herida grave, desde luego, pero le había atravesado la piel con decisión y salvajismo. Jamás creyó recordar, como en ese momento, el temor que de pequeña le tenía a los perros. Una vez, uno la había mordido, y desde entonces le aterraba encontrarse por la calle con canes grandes. Le había quedado un pequeño trauma, por decirlo de algún modo. Y aquella fobia de la niñez regresó en un parpadeo. Volvió a mirar a Ziel, aún confundida y algo triste. "¿Por qué? ¿Por qué haces esto, Ziel?" No obstante, sus pensamientos nunca lo alcanzarían.
Era hora de tomar una decisión.
Los minutos pasaban y el silencio era ensordecedor. Ziel estaba quieto, arrinconado cerca de la ventana de la cocina. Fraiah, por su parte, continuaba casi en estado de shock debajo de las escaleras. Kai y Kasha aguardaban allí, expectantes. Y rogaba porque Jack no bajara, pues sentía que si él aparecía, Ziel se estresaría y atemorizaría más. Y esto, desde luego, no era algo bueno. Era un vampiro joven, sus poderes estaban renaciendo y quién sabe qué alteraciones le habrán hecho en la Nueva Asociación. No podían arriesgarse, y mucho menos tomarlo a la ligera. Su aspecto, definitivamente, no se condecía con la bestia que llevaba dentro. Y esto no era un dato nuevo. Cada vampiro, cada cazador... incluso cada humano común y corriente, tenían algo de ello. Siempre, los peores momentos, logran sacar lo mejor o lo peor de nosotros mismos. Y este caso no sería la excepción. El miedo y la desorientación de Ziel lograrían, sin duda, arrancar de su interior algún sentimiento, alguna emoción suelta que, instintiva o no, marcaría el rumbo de las cosas allí dentro. Después de todo, ¿qué harían con él? ¿Kasha y Kai se lo llevarían? ¿Le pediría a Jack que le dejase quedarse allí, con ellos? ¿A dónde diablos iba a ir a parar Ziel Carphatia? Y la luz pareció encenderse en su mente, pero la pequeña lámpara de las ideas, como se encendió, se apagó. A la mente de Fraiah llegó el recuerdo de Bella y Marcus, pero junto con la viva imagen de los dos vampiros, emergió la triste noticia de la cual fue testigo: ambos estaban muertos. Lo había olvidado. No podía creerlo, pero lo había olvidado. Como gran parte de lo ocurrido esa noche, aquellos recuerdos habían quedado sepultados y afloraban lentamente. Inconscientemente, los ojos de Fraiah se llenaron de lágrimas. Su mirada, perdida en algún punto de la pared, parecía temblar. Lentamente, sus ojos rodaron hasta Ziel, que bostezaba tranquilamente, y parecía muy cansado. ¿Cómo pudo olvidarlo? ¿Cómo pudo olvidar la forma en que las cenizas que eran de los dos vampiros cayeron frente a él? Nobuchika mismo las había derramado. Pudo sentir en carne propia el dolor de Ziel en ese momento, y cerró los ojos. Pero, al abrirlos, el chico de cabellos azules ya no estaba y, en su lugar, había un joven de cabellos blanquecinos, con rasgos ciertamente animales, muy diferente de aquel de antaño. Fraiah negó suavemente con la cabeza, mientras se llevaba la mano que no tenía herida a la boca, cubriéndola. ¿Cómo pudo olvidarlo? Pero al mismo tiempo que este recuerdos catastrófico llegó, también llegaron las palabras que ella no cesaba de decirle a Ziel: "ellos mienten, no les creas". Sin embargo, ¿qué pensar ahora? ¿Qué hacer o decir? Fraiah giró suavemente su cabeza, para poder ver de soslayo a Kasha y Kai. ¿Debería decírselos? ¿Debería decirles que existía la posibilidad de que Marcus y Bella estuvieran muertos? ¿Debería gritar a los cuatro vientos que existía la posibilidad de que los dos seres que más se desvivían por Ziel, entre ellos una de sus mejores amigas, podrían estar muertos?
Fraiah regresó su vista al frente. Pasaron unos segundos más y la levantó en torno a Ziel. En ese momento, su mirada se cruzó con la suya, entremezclándose ambas en un mar de confusión e incertidumbre. Una lágrima inconsciente rodó por la mejilla de Fraiah, producto del cúmulo emocional que albergaba ahora su pecho. Y, segundos más tarde, sin dudarlo más, se deslizó apresuradamente hacia el joven vampiro, acabando arrodillada delante de él y arrojándose sobre sus hombros, abrazándolo con fuerza y apoyando la palma de una de sus manos -la que poseía la herida- en la nuca del muchacho, de modo que sus dedos quedaron extendidos hacia arriba, cubriendo su blanca cabeza, en un auténtico gesto maternal de contención, aunque realmente él no supiera por qué demonios ella iba a contenerlo. Probablemente si Ziel no recordaba cómo hablar ni cómo entender a las personas, tampoco supiera el riesgo de verdad que contenía el hecho de que la existencia de las dos personas que él amaba ya no se encontraran en este mundo. Y así, mediante aquel acto impulsivo pero inevitable de su parte, Fraiah se quedó prendida de él, abrazándolo, intentando contener las lágrimas porque realmente no quería llamar la atención. No quería que Kasha, tan perspicaz como era y conociéndola tanto, adivinase que algo ocultaba. Por esa razón, procuró esconder su rostro en el hueco del hombro de Ziel, y si él decidía atacarla de nuevo, francamente no importaba. Pues, ¿cómo puede compararse una pequeña mordida con la muerte inminente?
Tras haber observado a Kasha y a Kai, Fraiah se dispuso a internarse en aquel hueco bajo las escaleras. Suspiró suavemente e intentó hacer lo que siempre le resultaba efectivo en situaciones semejantes: ser ella misma. Sin embargo, no midió los riesgos ni, por ende, las consecuencias. Su mano se extendió hacia el pequeño cachorro en el cual se había transformado Ziel Carphatia. Sus dedos, blancos y gentiles, se tendieron hacia él, amables, aguardando. Quisieron acercarse, y probablemente lo hicieron más de lo debido. Con una sonrisa suave pero intensa, Fraiah intentaba conseguir aquella cercanía. Quería calmarlo al igual que antaño, cuando solo se tenían el uno al otro para darse fuerzas y esperanzas mutuamente. Esta vez, quería hacer lo mismo. Quería demostrarle a Ziel que todo estaba bien, y que sin duda estaría aún mejor. Ya estaban a salvo, y aunque para aquel joven sin memoria todo fuese completamente ajeno y extraño, pronto descubriría que no estaba solo, y que había gente que lo apreciaba y deseaba protegerlo. Y Fraiah no era la excepción. Había encontrado en él un amigo; había hallado alguien muy similar a ella en cuanto a espíritu y sentimiento: un ser indómito y sensible, cálido y temperamental, amoroso y temeroso a la vez. Quería ayudarlo, quería cuidarlo, porque no veía en su aspecto otra cosa que un joven débil y horrorizado, golpeado infinidad de veces por la cruel desdicha. Habían sufrido demasiado allí dentro, y lo peor era no poder concebir aún lo que habían hecho con él. ¿Por qué no hablaba? ¿Por qué parecía no entender ni una palabra de lo que ella le decía? ¿Acaso no entendía el idioma? ¿Había perdido la facultad de dialogar? Y en medio de sus dudas, se vio sorprendida por el instinto del joven, el cual, de un momento a otro, la atacó. Su mano, que iba destinada a intentar socorrerle, acabó con los colmillos de aquel vampiro clavados en ella, para luego dar paso a dos marcas circulares, de las cuales emanaba roja sangre. Las gotas fueron cayendo, una a una al suelo, tiñendo el parqué del suelo.
Fraiah se echó hacia atrás, sobresaltada y confundida, a medida que él se escabullía hacia otro rincón. La chica acabó sentada en el suelo, observando la mordida con sus enormes ojos violáceos. ¿Qué..? Apenas levantó la mirada, para observar a los cazadores que estaban a su alrededor. ¿Kasha y Kai habían visto eso? ¿Ellos comenzaban a pensar lo mismo que ella? Ziel había actuado completa e indudablemente como un animal asustado. Aunque antes había mostrado signos de haber abandonado su humanidad, ahora parecía completarse el círculo. Fraiah volvió a mirar su mano y la acercó hacia su sudadera, envolviéndola con la parte posterior de la tela, doblándola sobre la palma, y cerrando el puño a continuación. No era una herida grave, desde luego, pero le había atravesado la piel con decisión y salvajismo. Jamás creyó recordar, como en ese momento, el temor que de pequeña le tenía a los perros. Una vez, uno la había mordido, y desde entonces le aterraba encontrarse por la calle con canes grandes. Le había quedado un pequeño trauma, por decirlo de algún modo. Y aquella fobia de la niñez regresó en un parpadeo. Volvió a mirar a Ziel, aún confundida y algo triste. "¿Por qué? ¿Por qué haces esto, Ziel?" No obstante, sus pensamientos nunca lo alcanzarían.
Era hora de tomar una decisión.
Los minutos pasaban y el silencio era ensordecedor. Ziel estaba quieto, arrinconado cerca de la ventana de la cocina. Fraiah, por su parte, continuaba casi en estado de shock debajo de las escaleras. Kai y Kasha aguardaban allí, expectantes. Y rogaba porque Jack no bajara, pues sentía que si él aparecía, Ziel se estresaría y atemorizaría más. Y esto, desde luego, no era algo bueno. Era un vampiro joven, sus poderes estaban renaciendo y quién sabe qué alteraciones le habrán hecho en la Nueva Asociación. No podían arriesgarse, y mucho menos tomarlo a la ligera. Su aspecto, definitivamente, no se condecía con la bestia que llevaba dentro. Y esto no era un dato nuevo. Cada vampiro, cada cazador... incluso cada humano común y corriente, tenían algo de ello. Siempre, los peores momentos, logran sacar lo mejor o lo peor de nosotros mismos. Y este caso no sería la excepción. El miedo y la desorientación de Ziel lograrían, sin duda, arrancar de su interior algún sentimiento, alguna emoción suelta que, instintiva o no, marcaría el rumbo de las cosas allí dentro. Después de todo, ¿qué harían con él? ¿Kasha y Kai se lo llevarían? ¿Le pediría a Jack que le dejase quedarse allí, con ellos? ¿A dónde diablos iba a ir a parar Ziel Carphatia? Y la luz pareció encenderse en su mente, pero la pequeña lámpara de las ideas, como se encendió, se apagó. A la mente de Fraiah llegó el recuerdo de Bella y Marcus, pero junto con la viva imagen de los dos vampiros, emergió la triste noticia de la cual fue testigo: ambos estaban muertos. Lo había olvidado. No podía creerlo, pero lo había olvidado. Como gran parte de lo ocurrido esa noche, aquellos recuerdos habían quedado sepultados y afloraban lentamente. Inconscientemente, los ojos de Fraiah se llenaron de lágrimas. Su mirada, perdida en algún punto de la pared, parecía temblar. Lentamente, sus ojos rodaron hasta Ziel, que bostezaba tranquilamente, y parecía muy cansado. ¿Cómo pudo olvidarlo? ¿Cómo pudo olvidar la forma en que las cenizas que eran de los dos vampiros cayeron frente a él? Nobuchika mismo las había derramado. Pudo sentir en carne propia el dolor de Ziel en ese momento, y cerró los ojos. Pero, al abrirlos, el chico de cabellos azules ya no estaba y, en su lugar, había un joven de cabellos blanquecinos, con rasgos ciertamente animales, muy diferente de aquel de antaño. Fraiah negó suavemente con la cabeza, mientras se llevaba la mano que no tenía herida a la boca, cubriéndola. ¿Cómo pudo olvidarlo? Pero al mismo tiempo que este recuerdos catastrófico llegó, también llegaron las palabras que ella no cesaba de decirle a Ziel: "ellos mienten, no les creas". Sin embargo, ¿qué pensar ahora? ¿Qué hacer o decir? Fraiah giró suavemente su cabeza, para poder ver de soslayo a Kasha y Kai. ¿Debería decírselos? ¿Debería decirles que existía la posibilidad de que Marcus y Bella estuvieran muertos? ¿Debería gritar a los cuatro vientos que existía la posibilidad de que los dos seres que más se desvivían por Ziel, entre ellos una de sus mejores amigas, podrían estar muertos?
Fraiah regresó su vista al frente. Pasaron unos segundos más y la levantó en torno a Ziel. En ese momento, su mirada se cruzó con la suya, entremezclándose ambas en un mar de confusión e incertidumbre. Una lágrima inconsciente rodó por la mejilla de Fraiah, producto del cúmulo emocional que albergaba ahora su pecho. Y, segundos más tarde, sin dudarlo más, se deslizó apresuradamente hacia el joven vampiro, acabando arrodillada delante de él y arrojándose sobre sus hombros, abrazándolo con fuerza y apoyando la palma de una de sus manos -la que poseía la herida- en la nuca del muchacho, de modo que sus dedos quedaron extendidos hacia arriba, cubriendo su blanca cabeza, en un auténtico gesto maternal de contención, aunque realmente él no supiera por qué demonios ella iba a contenerlo. Probablemente si Ziel no recordaba cómo hablar ni cómo entender a las personas, tampoco supiera el riesgo de verdad que contenía el hecho de que la existencia de las dos personas que él amaba ya no se encontraran en este mundo. Y así, mediante aquel acto impulsivo pero inevitable de su parte, Fraiah se quedó prendida de él, abrazándolo, intentando contener las lágrimas porque realmente no quería llamar la atención. No quería que Kasha, tan perspicaz como era y conociéndola tanto, adivinase que algo ocultaba. Por esa razón, procuró esconder su rostro en el hueco del hombro de Ziel, y si él decidía atacarla de nuevo, francamente no importaba. Pues, ¿cómo puede compararse una pequeña mordida con la muerte inminente?
- Fraiah B. Eslin
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Re: Casa de Nokku Damaru
No entendía nada, la reaccion de Ziel hacia mi no era de asco, como era habitual en el, sino mas bien de miedo instintivo?
- Pero que diablos...- habia algo que no le encajaba, especialmente justo despues de ver como reaccionaba tambien ante Kai, algo fallaba en esta situacion.
Observe mejor al mocoso, y fue entonces cuando me di cuenta de los cambios que habia en el fisicamente y sonrei divertida.
- Espera un segundo, acaba de bufar?, es que se ha convertido en un gato?- dije señalando a Ziel y mirando a Fraiah que acababa de bajar.
- Es por eso que parece que no entiende ni una sola palabra de lo que dice Kai?- seguia sin creermelo, que demonios habian hecho con el?, habian mezclado celulas del mocoso con las de un gato o algo asi?, y lo que mas me intrigaba, donde estaba Bella y el vampiro irritante de Marcus?
- Fraiah, explicame que esta pasando, porque Ziel esta asi y porque no estan esos dos con el?- la dije siguiendola pero quedandome a una distancia prudente de ella y la nueva mascota de la casa. Tambien recordaba que necesitaba hablar con Jack y avisarle de que hablara con Yagari si es que no lo habia hecho ya
fdr: Siento la tardanza, las clases no perdonan, apenas tengo tiempo de nada
- Pero que diablos...- habia algo que no le encajaba, especialmente justo despues de ver como reaccionaba tambien ante Kai, algo fallaba en esta situacion.
Observe mejor al mocoso, y fue entonces cuando me di cuenta de los cambios que habia en el fisicamente y sonrei divertida.
- Espera un segundo, acaba de bufar?, es que se ha convertido en un gato?- dije señalando a Ziel y mirando a Fraiah que acababa de bajar.
- Es por eso que parece que no entiende ni una sola palabra de lo que dice Kai?- seguia sin creermelo, que demonios habian hecho con el?, habian mezclado celulas del mocoso con las de un gato o algo asi?, y lo que mas me intrigaba, donde estaba Bella y el vampiro irritante de Marcus?
- Fraiah, explicame que esta pasando, porque Ziel esta asi y porque no estan esos dos con el?- la dije siguiendola pero quedandome a una distancia prudente de ella y la nueva mascota de la casa. Tambien recordaba que necesitaba hablar con Jack y avisarle de que hablara con Yagari si es que no lo habia hecho ya
fdr: Siento la tardanza, las clases no perdonan, apenas tengo tiempo de nada
- Kasha Oskan
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Re: Casa de Nokku Damaru
"¿Por qué haces esto, Ziel?"
Esa pregunta que Fraiah realizaba interiormente, era algo que ni siquiera podría llegar a concebir él mismo en este momento. Porque, a pesar de que su físico se mantuviera mínimamente, aquel podría decirse que no era Ziel Carphatia. El verdadero chico, ahora mismo estaría en el cementerio, honrando y llorando a las cenizas de sus difuntos amantes, aquellos que ya no volverán ni aun si sucediera un verdadero milagro; preguntándose millones de veces: ¿por qué no pudo morir él en vez de ellos? ¿Por qué se vieron arrastrados hasta allí? ¿Por qué ese hombre de cabellos rojos parecía conocerle de toda la vida? Ah, si tan sólo pudiera recordar al menos el rostro de ese hombre y comunicárselo a su hermano, todo sería mucho más fácil para los cazadores. Con que únicamente Ziel recuperara sus recuerdos, podría ser capaz de guiarles hasta la Nueva Asociación. Sin embargo, esta no era la situación. Sus recuerdos se habían marchado, en cuanto aquel zorro inmaterial se había incorporado dentro de su cuerpo para suplantar el hueco vacío de su aura. Y en este instante, se encontraba en esta dichosa casa en donde una vez le juraron la muerte tiempo atrás, siendo observado como a un maldito animal, del mismo modo que ocurría antes. Perdiendo el tiempo, literalmente. Sin hacer nada. Sin poder hacer nada.
Y de todas formas, aunque existiera un supuesto inimaginable y pudiera formularla dentro de su cabeza, ¿de qué serviría? ¿Acaso sería capaz de contestar esa pregunta? No, para nada. Ni él mismo podría conocer lo que le estaba pasando, mucho menos llegaría a explicarlo con palabras. Simplemente, actuaba por un instinto mucho más fuerte y feroz que el de un vampiro, y cuando era capaz de recapacitar y ver lo que había hecho, resultaba ser demasiado tarde; creándose así la controversia en su interior. ¿A qué parte debía conceder prioridad? ¿Cuál alimentar primero: su cuerpo o su interior? ¿De dónde procedía este zorro que podía sustituir a un aura propiamente? Aquel animal necesitaba los mismos cuidados que si fuera de nuevo humano, teniendo que alimentarse por doble, incomprensiblemente. Luego, ¿acabaría este aura por devorar al Ziel de cabellos azules que todos conocían? ¿Conseguiría algún día mantener en la línea a su vampirismo y a su aura, distanciándolas entre ambos? Y no sólo eso podría cuestionarse. Pero, ¿entonces se suponía que podía morir de hambre? ¿Qué sucedería si el zorro que llevaba dentro fallecía por hambruna? Realmente, ¿podía fallecer a pesar de no ser totalmente copóreo, o, por ende, también se había convertido en un ser completamente inmortal? ¿Cuál sería el supuesto de que dejara de existir dentro de él? A diferencia del resto de preguntas que terminarían por formularse tarde o temprano por Ziel, Fraiah o alguno de los presentes, esa respuesta era fácil para aquellos que lo conocieran verdaderamente: Enfermedad. Ella volvería para incapacitar al neófito de todos sus movimientos, de cualquier tipo de defensa, para postrarle en una cama y devolverle las altas fiebres, los delirios y el malestar general. Volvería para llevárselo definitivamente.
Pero, por suerte, eso no estaba dentro de la lista de "futuros". O al menos, no todavía. Aún debían responderse el resto de preguntas, para finalizar con aquella última si no había más alternativa. Y mientras tanto, en sus ojos dispares, no parecía apreciarse el nerviosismo por su futuro, ni tampoco la curiosidad por conocer las respuestas de todas esas cuestiones, sino por el accionar que Fraiah estaba llevando a cabo debajo de las escaleras. En su nuca, el vello se le había erizado de lo tenso que se encontraba. Sus labios retrocedieron, enseñando el filo de sus colmillos entre estos. Podía oler aquella desconfianza saliendo de los poros de su piel, así como ver el miedo dentro de sus ojos violáceos a punto de desbordar. Gruñó, removiendo las colas, meciendo sus orejas hacia delante nuevamente. ¿Qué podía esperar de ella? Sí, debía agradecer que le facilitara alimento cuando se encontraba tan hambriento, incluso caricias cuando más cansado se podía estar. Por esta razón, se serenó de nuevo y siguió observándola directamente cual inquisidor. Aún no concebía la idea de que ella estuviera dentro de su manada, después de que lo había abandonado una primera vez -sin contar en esa imagen que había aparecido repentinamente dentro de su cabeza, mucho tiempo atrás-, y su físico no se pareciera absolutamente nada al suyo. Su cabello ni siquiera era blanco. ¿O acaso el raro era él? No, eso no era posible. Se viera por donde se viera, Ziel había "adoptado" a Fraiah como una más de los suyos. Sí, esa era la verdadera razón, la cual no terminaba de entender.
Y entonces, aquella atmósfera atacante que tanto parecía ponerle nervioso, fue disipándose poco a poco, justamente cuando el azul y el amarillo se clavaron sobre esa gota cristalina que cayó hacia el suelo. Nuevamente, se producía agua dentro de sus ojos y se derramaba, corrompiendo el pecho del neófito, quien no era conocedor suficiente de lo que contemplaba. ¿Por qué dentro de ella podía olerse tan extraño? La expresión de Ziel pareció volverse más tranquila y pacífica de antes, sentándose prácticamente delante de ella. Y como en un reflejo, llevó la mano a su mejilla y fue subiendo hasta su ojo, rozando su propio párpado. No, en el rostro de Ziel no había nada, comprobando su sospecha. Entonces, ¿qué hacía Fraiah para producirla? ¿Acaso era ese maldito aroma a miseria que entraba por su nariz? ¿Y cómo era que él no tenía agua en los ojos? Porque le estaba vedado llorar. El zorro que conformaba su aura, le estaba impediendo recordar a sus seres queridos, además de mostrar sus verdaderas emociones, ya fuera sonreír o llorar, por ejemplo. Porque incluso sus ojos se habían cristalizado en un color amarillento y otro cual zafiro, sin posibilidad de ningún cambio a rubí. Así que la condena que Ziel Carphatia llevara por dentro, quedaría completamente enterrada detrás de sus ojos, sin dar posibilidad a que nadie pudiera averiguar qué se encontraba detrás de esa apariencia.
Tan sólo debía tragar más, mucha más agua.
Levantó la cabeza al escuchar a Kasha hablar. Sus orejas de punta, no vacilaban en bajarse. La curiosidad volvió a sembrarse en sus brillantes iris, fijando tan amenazadora mirada sobre la cazadora. ¿Qué era lo que trataba de decir? ¿Es que quizá trataba de comunicarse con Fraiah y hacerle un camino sin salida para capturarlo? El movimiento de sus colas se detuvo, sin perder concentración sobre ella. Sin embargo, algo desprevenido surgió por el rabillo de su ojo amarillo: Fraiah. Instintivamente retrocedió todo lo que pudo, pegando toda su espalda a la pared. Sus colmillos asesinos salieron a la luz con un gruñido -en el primer pensamiento de que ella iba a golpearlo-, y se lanzaron contra ella repentinamente. Iba a volverla a morder, pero los brazos de Fraiah lo rodearon para abrazarle. Antes de quisiera darse cuenta, el cachorro se encontraba encerrado por ella. Levantó la cabeza y gruñó de nuevo, sacudiéndose para que lo soltara. Él no iba a ser la mascota de nadie, ni tampoco se dejaría encerrar en una jaula de la perrera, desde luego. Ziel necesitaba la vida en libertad que todo zorro llevaba, a pesar de que esto fuera contraproducente y los desertores pudieran encontrarlo más fácilmente que si se escondía entre los mismos cazadores. De tal modo, insistente, continuaba por zafarse de ella -sin demasiada fuerza, pues claramente antes había comprobado la fragilidad de su cuerpo-, pero no llegó a vencer sus brazos; justo y como si una parte de él no lo deseara.
Dio un respingo en cuanto notó algo húmedo sobre las costuras evidentes de los laboratorios en su piel desnuda -dado que únicamente llevaba los pantalones puestos-, además del calor que proporcionaba el cuerpo de la chica al suyo. No entendía la razón, ni si tampoco esto era un ataque por su parte, pero se sentía cómodo con su presencia cerca. Fraiah realmente había hecho un antes y un después sobre su vida. Había estado acompañado en los laboratorios por primera vez y recibido todo el cariño y la fuerza que necesitaba en ese instante. Sobre todo, fuerza. Pero de eso no podían divagar sus recuerdos, desgraciadamente. Sólo se dejaba guiar por mera intuición e instinto animal. Sin embargo, aunque fuera difícil entenderlo, de alguna manera le estaba haciendo entender el apoyo, la cercanía de una verdadera manada ella sola. Se apiadaba incluso de su propio dolor sufrido y tenía la propia voluntad de llorar todo lo que él había olvidado, todo lo que jamás podrían volver a hacer sus ojos, del mismo modo que si estuviera clavando su mano en el pecho y arrancándole toda la angustia que conllevaba durante las últimas horas. Giró la cabeza para mirarla, olfateando nuevamente las lágrimas de sus ojos. En cambio, no tenían olor para su desgracia y regresó la cabeza a su hombro, apoyando el mentón sobre ella, observando fijamente a Kasha. Gruñó por lo bajo, declarando su propio territorio y la poca amistad que ambos tenían, tal y como si este hecho jamás se hubiera olvidado. Se escuchó un casi imperceptible gemido, procedente de su garganta y acarició la mejilla de su compañera con la propia, dando un pequeño lametón. Y hubiera parado el tiempo en ese instante, para que Fraiah jamás se fuera de su lado, por hacer que ella también se convirtiera en alguien con el mismo físico y un aura parecida; pero ese, por desgracia, no era su verdadero Don.
Esa pregunta que Fraiah realizaba interiormente, era algo que ni siquiera podría llegar a concebir él mismo en este momento. Porque, a pesar de que su físico se mantuviera mínimamente, aquel podría decirse que no era Ziel Carphatia. El verdadero chico, ahora mismo estaría en el cementerio, honrando y llorando a las cenizas de sus difuntos amantes, aquellos que ya no volverán ni aun si sucediera un verdadero milagro; preguntándose millones de veces: ¿por qué no pudo morir él en vez de ellos? ¿Por qué se vieron arrastrados hasta allí? ¿Por qué ese hombre de cabellos rojos parecía conocerle de toda la vida? Ah, si tan sólo pudiera recordar al menos el rostro de ese hombre y comunicárselo a su hermano, todo sería mucho más fácil para los cazadores. Con que únicamente Ziel recuperara sus recuerdos, podría ser capaz de guiarles hasta la Nueva Asociación. Sin embargo, esta no era la situación. Sus recuerdos se habían marchado, en cuanto aquel zorro inmaterial se había incorporado dentro de su cuerpo para suplantar el hueco vacío de su aura. Y en este instante, se encontraba en esta dichosa casa en donde una vez le juraron la muerte tiempo atrás, siendo observado como a un maldito animal, del mismo modo que ocurría antes. Perdiendo el tiempo, literalmente. Sin hacer nada. Sin poder hacer nada.
Y de todas formas, aunque existiera un supuesto inimaginable y pudiera formularla dentro de su cabeza, ¿de qué serviría? ¿Acaso sería capaz de contestar esa pregunta? No, para nada. Ni él mismo podría conocer lo que le estaba pasando, mucho menos llegaría a explicarlo con palabras. Simplemente, actuaba por un instinto mucho más fuerte y feroz que el de un vampiro, y cuando era capaz de recapacitar y ver lo que había hecho, resultaba ser demasiado tarde; creándose así la controversia en su interior. ¿A qué parte debía conceder prioridad? ¿Cuál alimentar primero: su cuerpo o su interior? ¿De dónde procedía este zorro que podía sustituir a un aura propiamente? Aquel animal necesitaba los mismos cuidados que si fuera de nuevo humano, teniendo que alimentarse por doble, incomprensiblemente. Luego, ¿acabaría este aura por devorar al Ziel de cabellos azules que todos conocían? ¿Conseguiría algún día mantener en la línea a su vampirismo y a su aura, distanciándolas entre ambos? Y no sólo eso podría cuestionarse. Pero, ¿entonces se suponía que podía morir de hambre? ¿Qué sucedería si el zorro que llevaba dentro fallecía por hambruna? Realmente, ¿podía fallecer a pesar de no ser totalmente copóreo, o, por ende, también se había convertido en un ser completamente inmortal? ¿Cuál sería el supuesto de que dejara de existir dentro de él? A diferencia del resto de preguntas que terminarían por formularse tarde o temprano por Ziel, Fraiah o alguno de los presentes, esa respuesta era fácil para aquellos que lo conocieran verdaderamente: Enfermedad. Ella volvería para incapacitar al neófito de todos sus movimientos, de cualquier tipo de defensa, para postrarle en una cama y devolverle las altas fiebres, los delirios y el malestar general. Volvería para llevárselo definitivamente.
Pero, por suerte, eso no estaba dentro de la lista de "futuros". O al menos, no todavía. Aún debían responderse el resto de preguntas, para finalizar con aquella última si no había más alternativa. Y mientras tanto, en sus ojos dispares, no parecía apreciarse el nerviosismo por su futuro, ni tampoco la curiosidad por conocer las respuestas de todas esas cuestiones, sino por el accionar que Fraiah estaba llevando a cabo debajo de las escaleras. En su nuca, el vello se le había erizado de lo tenso que se encontraba. Sus labios retrocedieron, enseñando el filo de sus colmillos entre estos. Podía oler aquella desconfianza saliendo de los poros de su piel, así como ver el miedo dentro de sus ojos violáceos a punto de desbordar. Gruñó, removiendo las colas, meciendo sus orejas hacia delante nuevamente. ¿Qué podía esperar de ella? Sí, debía agradecer que le facilitara alimento cuando se encontraba tan hambriento, incluso caricias cuando más cansado se podía estar. Por esta razón, se serenó de nuevo y siguió observándola directamente cual inquisidor. Aún no concebía la idea de que ella estuviera dentro de su manada, después de que lo había abandonado una primera vez -sin contar en esa imagen que había aparecido repentinamente dentro de su cabeza, mucho tiempo atrás-, y su físico no se pareciera absolutamente nada al suyo. Su cabello ni siquiera era blanco. ¿O acaso el raro era él? No, eso no era posible. Se viera por donde se viera, Ziel había "adoptado" a Fraiah como una más de los suyos. Sí, esa era la verdadera razón, la cual no terminaba de entender.
Y entonces, aquella atmósfera atacante que tanto parecía ponerle nervioso, fue disipándose poco a poco, justamente cuando el azul y el amarillo se clavaron sobre esa gota cristalina que cayó hacia el suelo. Nuevamente, se producía agua dentro de sus ojos y se derramaba, corrompiendo el pecho del neófito, quien no era conocedor suficiente de lo que contemplaba. ¿Por qué dentro de ella podía olerse tan extraño? La expresión de Ziel pareció volverse más tranquila y pacífica de antes, sentándose prácticamente delante de ella. Y como en un reflejo, llevó la mano a su mejilla y fue subiendo hasta su ojo, rozando su propio párpado. No, en el rostro de Ziel no había nada, comprobando su sospecha. Entonces, ¿qué hacía Fraiah para producirla? ¿Acaso era ese maldito aroma a miseria que entraba por su nariz? ¿Y cómo era que él no tenía agua en los ojos? Porque le estaba vedado llorar. El zorro que conformaba su aura, le estaba impediendo recordar a sus seres queridos, además de mostrar sus verdaderas emociones, ya fuera sonreír o llorar, por ejemplo. Porque incluso sus ojos se habían cristalizado en un color amarillento y otro cual zafiro, sin posibilidad de ningún cambio a rubí. Así que la condena que Ziel Carphatia llevara por dentro, quedaría completamente enterrada detrás de sus ojos, sin dar posibilidad a que nadie pudiera averiguar qué se encontraba detrás de esa apariencia.
Tan sólo debía tragar más, mucha más agua.
Levantó la cabeza al escuchar a Kasha hablar. Sus orejas de punta, no vacilaban en bajarse. La curiosidad volvió a sembrarse en sus brillantes iris, fijando tan amenazadora mirada sobre la cazadora. ¿Qué era lo que trataba de decir? ¿Es que quizá trataba de comunicarse con Fraiah y hacerle un camino sin salida para capturarlo? El movimiento de sus colas se detuvo, sin perder concentración sobre ella. Sin embargo, algo desprevenido surgió por el rabillo de su ojo amarillo: Fraiah. Instintivamente retrocedió todo lo que pudo, pegando toda su espalda a la pared. Sus colmillos asesinos salieron a la luz con un gruñido -en el primer pensamiento de que ella iba a golpearlo-, y se lanzaron contra ella repentinamente. Iba a volverla a morder, pero los brazos de Fraiah lo rodearon para abrazarle. Antes de quisiera darse cuenta, el cachorro se encontraba encerrado por ella. Levantó la cabeza y gruñó de nuevo, sacudiéndose para que lo soltara. Él no iba a ser la mascota de nadie, ni tampoco se dejaría encerrar en una jaula de la perrera, desde luego. Ziel necesitaba la vida en libertad que todo zorro llevaba, a pesar de que esto fuera contraproducente y los desertores pudieran encontrarlo más fácilmente que si se escondía entre los mismos cazadores. De tal modo, insistente, continuaba por zafarse de ella -sin demasiada fuerza, pues claramente antes había comprobado la fragilidad de su cuerpo-, pero no llegó a vencer sus brazos; justo y como si una parte de él no lo deseara.
Dio un respingo en cuanto notó algo húmedo sobre las costuras evidentes de los laboratorios en su piel desnuda -dado que únicamente llevaba los pantalones puestos-, además del calor que proporcionaba el cuerpo de la chica al suyo. No entendía la razón, ni si tampoco esto era un ataque por su parte, pero se sentía cómodo con su presencia cerca. Fraiah realmente había hecho un antes y un después sobre su vida. Había estado acompañado en los laboratorios por primera vez y recibido todo el cariño y la fuerza que necesitaba en ese instante. Sobre todo, fuerza. Pero de eso no podían divagar sus recuerdos, desgraciadamente. Sólo se dejaba guiar por mera intuición e instinto animal. Sin embargo, aunque fuera difícil entenderlo, de alguna manera le estaba haciendo entender el apoyo, la cercanía de una verdadera manada ella sola. Se apiadaba incluso de su propio dolor sufrido y tenía la propia voluntad de llorar todo lo que él había olvidado, todo lo que jamás podrían volver a hacer sus ojos, del mismo modo que si estuviera clavando su mano en el pecho y arrancándole toda la angustia que conllevaba durante las últimas horas. Giró la cabeza para mirarla, olfateando nuevamente las lágrimas de sus ojos. En cambio, no tenían olor para su desgracia y regresó la cabeza a su hombro, apoyando el mentón sobre ella, observando fijamente a Kasha. Gruñó por lo bajo, declarando su propio territorio y la poca amistad que ambos tenían, tal y como si este hecho jamás se hubiera olvidado. Se escuchó un casi imperceptible gemido, procedente de su garganta y acarició la mejilla de su compañera con la propia, dando un pequeño lametón. Y hubiera parado el tiempo en ese instante, para que Fraiah jamás se fuera de su lado, por hacer que ella también se convirtiera en alguien con el mismo físico y un aura parecida; pero ese, por desgracia, no era su verdadero Don.
Llora por favor. Llora sobre mi hombro por los seres que he perdido.
Llora por los recuerdos de antaño que se marcharon y los amaneceres que desprecié en el pasado.
Llora por favor, llora por mí, pues hoy, yo no seré capaz de hacerlo.
Llora por los recuerdos de antaño que se marcharon y los amaneceres que desprecié en el pasado.
Llora por favor, llora por mí, pues hoy, yo no seré capaz de hacerlo.
- Ziel A. Carphatia
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Re: Casa de Nokku Damaru
Pudo escuchar las palabras de Kasha. Pudo escuchar sus dudas y también percibir su sorpresa. Fraiah calculaba que todos allí, incluso el mismo Ziel, estaban pasando por lo mismo. Todo el asunto se presentaba como un dilema difícil de resolver; alguna especie de acertijo maldito. ¿Qué le hicieron allí dentro? ¿Qué le continuaban haciendo aún? Ya que cada gen alterado contribuía a una consecuencia directa en el presente. Es más, ¿qué les estaban haciendo a todos? Las vidas de cada persona que estaba metida en este lío, estaba cambiando drásticamente, como si ya no tuvieran ellos suficientes problemas. Fraiah ya había olvidado lo que era respirar con libertad; lo que era actuar como se le viniera en gana, sin tener que preocuparse más que por aprobar los estúpidos exámenes. Ahora, en contrapartida de eso, se había atrasado dos años en sus estudios, y quién sabe cuándo diablos se egresaría de la Academia. Sus sueños de ir a la Universidad, trabajar de lo que más le gustaba, formar una familia, se habían ido uno a uno al garete. ¿Y qué iba a hacer ella ahora con os pedazos de sueños que le quedaban entre aquel par de manos lastimadas y heridas por la constante e incesante lucha? ¿Qué harían cada uno de ellos con los retazos de lo que alguna vez fue una vida de tranquilidad, ignorancia e inocencia?
Ziel estaba confundido y ajeno a cada gesto humano. Los allí presentes podían advertirlo en cada uno de sus gestos. La mente de Fraiah había sido atravesada por millares de preguntas, pero no tenía tiempo en su espíritu y corazón como para perder el tiempo otorgándole a su mente el derecho de concluir cada respuesta para cada interrogante. El tiempo... Oh, el dichoso tiempo. Este era requerido con urgencia para otros asuntos, y uno de ellos era el que actualmente se estaba llevando a cabo. Sin importar lo que ocurriera, sin importar cuántas veces los colmillos afilados marcasen su piel, Fraiah se había arrojado sobre Ziel, envolviéndolo en aquel abrazo comprensivo, contenedor, fraternal. Las lágrimas descendían, y entonces pudo comprender que poco le importaba ser herida otra vez, ya fuera por Ziel, ya fuera por los barbáricos dientes del Destino. Lo único que quería era calmar su pena; la pena de ambos; la pena de la total pérdida. A pesar de que no tenía muy buenos recuerdos acerca de Marcus O'Conell, sí era consciente de que había hecho mucho por Ziel y por Bella; que en este último tiempo los había protegido como nunca antes hizo, a pesar de que las piedras del camino fueran enormes y difíciles de sortear. Pero aún así él había privilegiado la existencia de Ziel y su amiga en su vida, dándolo todo por ellos. Y por esa razón, lloraba; por esa razón lloraba por él. ¿Y qué decir sobre Bella? Incontables días de charlas en la fuente junto a Yuuki y Kasha. ¿Cómo olvidar esas conversaciones graciosas, en gran parte repletas de cotilleos y despreocupación? Paulatinamente las cosas comenzaron a complicarse y las reuniones en la fuente no fueron las mismas, pero aún así, ¿cómo no anhelar esos momentos? ¿Cómo no añorar esas sonrisas que no regresarían nunca más? Si lo que había presenciado en los laboratorios era cierto, Bella, su amiga y confidente, se habría ido para siempre. Y, "para siempre", es demasiado tiempo.
A pesar de que Ziel había luchado por librarse, incluso pretendiendo morder nuevamente aquella mano que se tendía amable hacia él, todo esfuerzo había sido en vano. Fraiah no lo soltaba, del mismo modo que tampoco soltaba su pena. Sintió cómo Ziel se removía. Escuchó cómo gruñía. Y a pesar de que debería tener miedo, como toda persona normal, decidió enfrentarse a aquella fobia que acarriaba desde pequeña, cerrando los ojos con fuerza y olvidado que lo que tenía entre los brazos era la viva imagen de un animal salvaje. Pensó únicamente que la persona a la cual abrazaba, era Ziel; Ziel Carphatia, aquel chico sensible y temeroso, pero a su vez temerario. Aquel chico que, si pudiera reconocerlo y recordarlo, ahora mismo estaría hecho pedazos. Y lo abrazó con fuerza, sin soltarlo, mientras sintió cómo su ser parecía calmarse. El mentón de Ziel se clavó en su hombro, y su mejilla acarició la suya, la cual estaba húmeda a causa de las lágrimas derramadas. Si tan solo no fuera tan sensible... Si tan solo fuera más fría, como verdaderamente intentaba demostrar en algunos momentos. Pero para su pesar, por más que lo intentase, nunca podría matar su verdadera esencia. Nunca podría extirparla, desgarrarla de su interior; arrancarla. La inocente y emocional Fraiah resurgía a cada momento, llevándose con ella toda la voluntad y la fuerza combativa que ella quería forjar en su interior para plantarle cara al mundo.
Un lametón en su mejilla logró quitarla de sus cavilaciones. Un ligero temblor recorrió su cuerpo en cuanto se apartó un poco de él. Cerrando los ojos con suavidad, intentó contener el aliento y las lágrimas que quedaban por ser derramadas. Era grave. Todo lo que estaba ocurriendo era grave. Tragó saliva y miró a Ziel tímidamente, como si no tuviera el valor para hacerle frente con la verdad que ella sabía y él, evidentemente, no recordaba. Le dedicó una forzada pero dulce sonrisa, y giró suavemente la cabeza para mirar a Kasha.
- Durante estos meses que pasaron, estuvimos cautivos en manos de los desertores. Experimentaron con nosotros. Nos drogaron, maltrataron... -murmuró, dejando la frase inconclusa, sin atreverse a recordar más. Tomó aliento para continuar-. Ellos le hicieron esto a Ziel. No sé qué es lo que buscan, pero había más personas allí dentro como rehenes. No lo sé, no pude entender mucho. Pero nos sometían a pruebas físicas y biológicas. Yo... Yo no sé qué tenemos dentro en estos momentos -concluyó, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas otra vez y regresaba su vista hacia Ziel. ¿Qué iban a hacer ahora? Uno recordaba poco y el otro nada. ¿Cómo podrían facilitar información a la Asociación en este estado?
Fraiah tomó las manos de Ziel con las suyas, entrelazando sus dedos. Si lo dejaba solo, sabía que colapsaría. La primera persona a la que Ziel vio en todo este tiempo, fue ella. Ahora entendía la razón por la cual el joven neófito se comportaba de forma menos agresiva en su presencia, a pesar de haberla atacado por sentirse indefenso y rodeado. Fraiah estaba tomando una serie de decisiones en su mente, y varias de ellas correspondían al "cachorro" que tenía ante sus ojos. Si no sabía hablar, si había olvidado lo que era ser humano... Alguien debería enseñarle, ¿cierto? Y mientras pensaba en estas cosas, su mirada se apagó por unos momentos. Miró de reojo a Kasha y a Kai otra vez.
- Kasha... -susurró su nombre en un tono realmente grave y lúgubre-. Existe la posibilidad de que Bella y Marcus estén muertos -sentenció, inundando su cuerpo con esa frase, invadiendo cada espacio con la más triste y solitaria frialdad.
Ziel estaba confundido y ajeno a cada gesto humano. Los allí presentes podían advertirlo en cada uno de sus gestos. La mente de Fraiah había sido atravesada por millares de preguntas, pero no tenía tiempo en su espíritu y corazón como para perder el tiempo otorgándole a su mente el derecho de concluir cada respuesta para cada interrogante. El tiempo... Oh, el dichoso tiempo. Este era requerido con urgencia para otros asuntos, y uno de ellos era el que actualmente se estaba llevando a cabo. Sin importar lo que ocurriera, sin importar cuántas veces los colmillos afilados marcasen su piel, Fraiah se había arrojado sobre Ziel, envolviéndolo en aquel abrazo comprensivo, contenedor, fraternal. Las lágrimas descendían, y entonces pudo comprender que poco le importaba ser herida otra vez, ya fuera por Ziel, ya fuera por los barbáricos dientes del Destino. Lo único que quería era calmar su pena; la pena de ambos; la pena de la total pérdida. A pesar de que no tenía muy buenos recuerdos acerca de Marcus O'Conell, sí era consciente de que había hecho mucho por Ziel y por Bella; que en este último tiempo los había protegido como nunca antes hizo, a pesar de que las piedras del camino fueran enormes y difíciles de sortear. Pero aún así él había privilegiado la existencia de Ziel y su amiga en su vida, dándolo todo por ellos. Y por esa razón, lloraba; por esa razón lloraba por él. ¿Y qué decir sobre Bella? Incontables días de charlas en la fuente junto a Yuuki y Kasha. ¿Cómo olvidar esas conversaciones graciosas, en gran parte repletas de cotilleos y despreocupación? Paulatinamente las cosas comenzaron a complicarse y las reuniones en la fuente no fueron las mismas, pero aún así, ¿cómo no anhelar esos momentos? ¿Cómo no añorar esas sonrisas que no regresarían nunca más? Si lo que había presenciado en los laboratorios era cierto, Bella, su amiga y confidente, se habría ido para siempre. Y, "para siempre", es demasiado tiempo.
A pesar de que Ziel había luchado por librarse, incluso pretendiendo morder nuevamente aquella mano que se tendía amable hacia él, todo esfuerzo había sido en vano. Fraiah no lo soltaba, del mismo modo que tampoco soltaba su pena. Sintió cómo Ziel se removía. Escuchó cómo gruñía. Y a pesar de que debería tener miedo, como toda persona normal, decidió enfrentarse a aquella fobia que acarriaba desde pequeña, cerrando los ojos con fuerza y olvidado que lo que tenía entre los brazos era la viva imagen de un animal salvaje. Pensó únicamente que la persona a la cual abrazaba, era Ziel; Ziel Carphatia, aquel chico sensible y temeroso, pero a su vez temerario. Aquel chico que, si pudiera reconocerlo y recordarlo, ahora mismo estaría hecho pedazos. Y lo abrazó con fuerza, sin soltarlo, mientras sintió cómo su ser parecía calmarse. El mentón de Ziel se clavó en su hombro, y su mejilla acarició la suya, la cual estaba húmeda a causa de las lágrimas derramadas. Si tan solo no fuera tan sensible... Si tan solo fuera más fría, como verdaderamente intentaba demostrar en algunos momentos. Pero para su pesar, por más que lo intentase, nunca podría matar su verdadera esencia. Nunca podría extirparla, desgarrarla de su interior; arrancarla. La inocente y emocional Fraiah resurgía a cada momento, llevándose con ella toda la voluntad y la fuerza combativa que ella quería forjar en su interior para plantarle cara al mundo.
Un lametón en su mejilla logró quitarla de sus cavilaciones. Un ligero temblor recorrió su cuerpo en cuanto se apartó un poco de él. Cerrando los ojos con suavidad, intentó contener el aliento y las lágrimas que quedaban por ser derramadas. Era grave. Todo lo que estaba ocurriendo era grave. Tragó saliva y miró a Ziel tímidamente, como si no tuviera el valor para hacerle frente con la verdad que ella sabía y él, evidentemente, no recordaba. Le dedicó una forzada pero dulce sonrisa, y giró suavemente la cabeza para mirar a Kasha.
- Durante estos meses que pasaron, estuvimos cautivos en manos de los desertores. Experimentaron con nosotros. Nos drogaron, maltrataron... -murmuró, dejando la frase inconclusa, sin atreverse a recordar más. Tomó aliento para continuar-. Ellos le hicieron esto a Ziel. No sé qué es lo que buscan, pero había más personas allí dentro como rehenes. No lo sé, no pude entender mucho. Pero nos sometían a pruebas físicas y biológicas. Yo... Yo no sé qué tenemos dentro en estos momentos -concluyó, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas otra vez y regresaba su vista hacia Ziel. ¿Qué iban a hacer ahora? Uno recordaba poco y el otro nada. ¿Cómo podrían facilitar información a la Asociación en este estado?
Fraiah tomó las manos de Ziel con las suyas, entrelazando sus dedos. Si lo dejaba solo, sabía que colapsaría. La primera persona a la que Ziel vio en todo este tiempo, fue ella. Ahora entendía la razón por la cual el joven neófito se comportaba de forma menos agresiva en su presencia, a pesar de haberla atacado por sentirse indefenso y rodeado. Fraiah estaba tomando una serie de decisiones en su mente, y varias de ellas correspondían al "cachorro" que tenía ante sus ojos. Si no sabía hablar, si había olvidado lo que era ser humano... Alguien debería enseñarle, ¿cierto? Y mientras pensaba en estas cosas, su mirada se apagó por unos momentos. Miró de reojo a Kasha y a Kai otra vez.
- Kasha... -susurró su nombre en un tono realmente grave y lúgubre-. Existe la posibilidad de que Bella y Marcus estén muertos -sentenció, inundando su cuerpo con esa frase, invadiendo cada espacio con la más triste y solitaria frialdad.
- Fraiah B. Eslin
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Re: Casa de Nokku Damaru
Desde el momento en el que me percate de los cambios de Ziel, me habia quedado mudo, no podia pensar, ni hablar, ni si quiera reaccionar, de nuevo, sin poder evitarlo, mi hermano habia sufrido otro calvario y este habia ganado por goleadas.
Tan solo escuche las preguntas que Kasha hacia, porque eran las preguntas que yo mismo queria hacer, pero no podia, las unicas preguntas y respuestas que no queria escuchar era el paradero de las dos personas que me habian arrebatado a mi hermano y habian impedido que estuviera con el todo este tiempo.
Pero en ese momento Fraiah dijo que era muy probable que estuvieran muertos, y mire a Kasha sin saber que responder de nuevo, una de ellas era su amiga y el otro el que tenia las respuestas del que fue su novio.
Desconocia por completo cual seria su reaccion, puesto que nunca mostraba sus verdaderos sentimientos de manera correcta y era demasiado fria como para mostrar algo de compasion por alguien que habia sido su amiga pero que ahora estaban en bandos diferentes, o al menos era lo que siempre me habia mostrado a mi.
- Como estas tan segura de eso?, viste como los mataban?- acerte a preguntar por fin despues de mi largo silencio, aun mirando a Kasha
Tan solo escuche las preguntas que Kasha hacia, porque eran las preguntas que yo mismo queria hacer, pero no podia, las unicas preguntas y respuestas que no queria escuchar era el paradero de las dos personas que me habian arrebatado a mi hermano y habian impedido que estuviera con el todo este tiempo.
Pero en ese momento Fraiah dijo que era muy probable que estuvieran muertos, y mire a Kasha sin saber que responder de nuevo, una de ellas era su amiga y el otro el que tenia las respuestas del que fue su novio.
Desconocia por completo cual seria su reaccion, puesto que nunca mostraba sus verdaderos sentimientos de manera correcta y era demasiado fria como para mostrar algo de compasion por alguien que habia sido su amiga pero que ahora estaban en bandos diferentes, o al menos era lo que siempre me habia mostrado a mi.
- Como estas tan segura de eso?, viste como los mataban?- acerte a preguntar por fin despues de mi largo silencio, aun mirando a Kasha
- Kai Olivier
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Re: Casa de Nokku Damaru
No me sorprendio para nada las palabras de Fraiah explicando las torturas, podriamos averiguar que les han hecho en la asociacion mediante algun examen medico, pero no iba a hacerlos pasar por eso, y mucho menos al mocoso, si entrara alli, creo que se moriria de miedo o nosotros mismos lo matariamos por meterlo alli.
- Al menos podeis recordar como escapasteis y el camino que recorristeis?, o al menos el lugar donde os rescataron para empezar a partir de ahi una busqueda o algo- pregunte a Fraiah mientras observaba al mocoso y me quitaba las cadenas y las guardaba para no asustarlo mas.
En aquel momento Fraiah respondio a la otra pregunta que habia formulado y solamente suspire.
- Me da pena la muerte de Bella, me caia bien, aunque las ultimas veces peleabamos mas que hablabamos, Marcus..., realmente me alegra que este muerto, aunque preferia haberlo hecho yo- dije con bastante indiferencia, sabia que Fraiah se enfadaria, pero era lo que pensaba, aunque lo que mas me fastidiaba de todo era la muerte de Marcus, queria seguir presionandolo para que me diera informacion que queria y necesitaba.
Tras las preguntas de Kai, me tocaba a mi preguntar de nuevo.
- Aun asi, no estas segura al cien por cien, asi que intentare ver si hay alguna señal de vida de ellos, puede ser que se hayan escondido o hayan huido al no encontrar ninguna otra salida- dije a Fraiah intentando que la posible bronca por mi frialdad fuera de menor tamaño- Con respecto a los desertores, pudiste reconocer a alguno, o algo te llamo la atencion...?, cualquier cosa nos vale, con lo que nos digas hablaremos con Yagari para empezar a movernos, por eso me tengo que llevar a Jack conmigo, si me dejas claro, te lo devolvere de una pieza- le dije a Fraiah, aunque era posible que Jack hubiera hablado con Yagari durante el tiempo que estuvimos fuera de combate
- Al menos podeis recordar como escapasteis y el camino que recorristeis?, o al menos el lugar donde os rescataron para empezar a partir de ahi una busqueda o algo- pregunte a Fraiah mientras observaba al mocoso y me quitaba las cadenas y las guardaba para no asustarlo mas.
En aquel momento Fraiah respondio a la otra pregunta que habia formulado y solamente suspire.
- Me da pena la muerte de Bella, me caia bien, aunque las ultimas veces peleabamos mas que hablabamos, Marcus..., realmente me alegra que este muerto, aunque preferia haberlo hecho yo- dije con bastante indiferencia, sabia que Fraiah se enfadaria, pero era lo que pensaba, aunque lo que mas me fastidiaba de todo era la muerte de Marcus, queria seguir presionandolo para que me diera informacion que queria y necesitaba.
Tras las preguntas de Kai, me tocaba a mi preguntar de nuevo.
- Aun asi, no estas segura al cien por cien, asi que intentare ver si hay alguna señal de vida de ellos, puede ser que se hayan escondido o hayan huido al no encontrar ninguna otra salida- dije a Fraiah intentando que la posible bronca por mi frialdad fuera de menor tamaño- Con respecto a los desertores, pudiste reconocer a alguno, o algo te llamo la atencion...?, cualquier cosa nos vale, con lo que nos digas hablaremos con Yagari para empezar a movernos, por eso me tengo que llevar a Jack conmigo, si me dejas claro, te lo devolvere de una pieza- le dije a Fraiah, aunque era posible que Jack hubiera hablado con Yagari durante el tiempo que estuvimos fuera de combate
- Kasha Oskan
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Re: Casa de Nokku Damaru
Los brazos de Fraiah ejercieron más fuerza sobre su delgado cuerpo, sin que el neófito se viera ofendido o necesitara su espacio. Simplemente continuó con la cabeza recostada sobre su hombro, completamente relajado ahora. Sus orejas se balancearon y sacudió un poco la cabeza, molesto por la media melena de cabello blanco. Agitó las colas un par de veces y las calmó de inmediato, regresando a la misma posición de antes. Sus brazos, en cambio, no osaron en ningún momento a rodearla, porque desconocían cómo era el procedimiento para hacerlo, ni qué significaba siquiera aquel gesto. Únicamente le gustaba, ya que era una suave forma de mantenerle manso durante un largo tiempo. Siempre y cuando Fraiah estuviera con él, con que ella le dedicara unas palabras sinceras y cargadas de cariño, era suficiente para conseguir ese final. Porque, de alguna manera, se sentía tranquilo mientras la chica estaba llorando en su hombro, como si estuviera agradeciéndola el pésame de sus pensamientos, como si estuviera reviviendo el fatal pasado de su interior. Sin embargo, de sus ojos no desapareció el brillo sagaz de un animal salvaje y ni una sola lágrima nació de ellos. Allá a quien mirara, clavaba en él la sentencia de muerte inminente. Y tras verle, no existía duda alguna de que ahora era muy capaz de hacerlo. Tan sólo le bastaba tener un mínimo motivo para mancharse las manos de sangre nuevamente.
Lentamente, cerró los ojos, queriendo descansar sobre ese regazo cálido que lo mantenía atado al cruel mundo real que había olvidado. Y en la desnudez de su tronco podía verse el mármol de su piel, así como también el maltrato que habían sufrido durante estos meses de cautiverio, de las anteriores capturas por los desertores; comprobando las palabras que Fraiah decía. Exteriormente, todo resultaba distinto, donde su regeneración borraba absolutamente cualquier fatal cicatriz. No obstante, las costuras de aquella cruel operación, por la desgraciada batalla de vampiros que Fraiah presenció, continuaban visibles en el acto, dibujándose en el color del hilo sobre su brazo y abdomen. Pero había heridas que no se podían ver: las del corazón, las del alma. Dentro de su alma podrían verse las heridas incurables que aún yacían dentro. Y seguramente, existían otras muchas que serían totalmente inconcebibles, como por ejemplo, las profanaciones que soportó entre lágrimas. Por eso, realmente, estaba bien que hubiera perdido todo lo que tenía: el dolor, las cicatrices, las risas, las voces, los golpes, la pérdida... absolutamente todo. A añorar únicamente quedaría el cariño de los tres difuntos que desearía visitar al cementerio de reconocerlos: Bella, Marcus y su Madre. Pero, ¿de qué le serviría recordar tan gratos recuerdos? Sólo la pena y la miseria lo hundirían hacia dentro. Dulce, suave cual veneno. Hacia dentro, hasta el fondo. Y seguramente, la cordura de Ziel Carphatia no regresaría nunca más, pues todas las esperanzas en las que creyó, se las arrebataron delante de sus ojos. Y muy joven. En ello podrían estar los presentes de acuerdo.
Además, de la pérdida, podían comprender Fraiah y Kasha, quienes habían visto morir a Nokku Damaru y Alec Morgenstern delante de sus ojos, ¿cierto? Incluso Kai también se encontraría en acuerdo, después de ver cómo su verdadero hermano había estado cambiando constantemente, en cómo pareció no rendirse frente a la persecución que la Muerte ejercía sobre él, y cómo finalmente cayó como una hoja más. Por decirlo de alguna forma, Kai también había visto morir a su hermano, el humano; hasta vio morir al vampiro que fue de cabellos azules. Porque... ahora ni siquiera parecía Ziel Carphatia con ese físico extremadamente delgado y blanquecino. Luego estaba bien olvidar. Estaba bien olvidar todo y rehacer su vida, aprendiendo una vez más a cómo hablar, cómo nadar o montar en bicicleta, ¿verdad? ¿O acaso debía cargar y vivir la miseria de vida que le quedaba? Quizá lo mereciera por sus actos, o quizá no. Y es más, ojalá todos tuvieran la dicha de poder olvidar todo lo que ocurrió en sus vidas, regresar a esos los tiempos felices que tanto añoran. Pero este, tampoco era uno de los dones del neófito, desgraciadamente. Y si lo fue, ya no parecía quedar rastro alguno de éste.
Sin embargo, no siempre olvidar era la mejor opción. En este caso era totalmente una desgracia. Pues, ¿cómo iba Fraiah a explicarles el camino hacia la guarida de los desertores? Ella no había sido quien consiguió salir del edificio dejando un rastro de cadáveres tras su sombra -aunque lo había logrado anteriormente-; sino que era el chico de cabellos blancos el que conocía el camino. Y no sólo la forma de llegar. También conocía la cara de muchos de los cazadores que llevaban una doble vida, tanto dentro como fuera de la Asociación. No por ello estuvo tres veces secuestrado por ellos, escuchando sus voces, guardando para futuros sus nombres y comunicarlos en algún momento, allá donde el pánico y el miedo no capturaran su voz. De modo que, los cazadores se habían vuelto a quedar sin las respuestas a sus preguntas, obteniendo únicamente la negativa por parte de Fraiah. Y por tanto, ya fuera recordar o no hacerlo, resultaba acabar mal en ambas ocasiones.
En cuanto Fraiah se separó de él, el color brillante de sus ojos reapareció en un sobresalto. Se retiró de buena manera, bostezando y luciendo sus alargados colmillos. Sí estaba cansado, muy cansado. Y por ello, se recostó sobre el suelo tranquilamente, utilizando a la chica de escudo para con los cazadores. Ya comenzaba a percibirse la rendición de su cuerpo, dado que de un momento a otro terminaría durmiendo por el agotamiento que soportaba dentro. Total, ¿qué iba a aportar él a la conversación, si ni siquiera recordaba su propia lengua? Era mejor que aclararan las cosas entre ellos y a él lo dejaran disfrutar durmiendo y comiendo galletas con leche. Se removió, girando totalmente y quedando en la misma posición nuevamente, preparando el terreno para su improvisado lecho. Agitó sus colas un poco, desenredándolas entre sí, dando paso a estirarlas completamente -salvo que en donde se encontraba, acababan dobladas por la pared-, y pasó la mano por una de sus orejas, meciéndola hacia delante para rascarse. Después, miró a la chica, y gimió suavemente, depositando uno de sus brazos sobre las piernas de ella, para que no se marchara a ningún otro lado mientras dormía. Quizá incluso estaba sugiriéndola que lo acariciara, en vez de tomarle a él de las manos. Sin embargo, no logró por comprobarlo, porque lo inevitable sucedió. Sus párpados fueron cayendo lenta y minuciosamente, en silencio, hasta que quedó completamente a disposición de su compañera, vulnerable e indefenso como cualquier niño. Poco le importaba en este momento lo que sucediera con él, mientras Fraiah permaneciera a su lado para cuidarlo y enseñarle las cosas que debería recordar.
Y, ¿quién cuestionaría que él había pecado, viéndole dormir apaciblemente con ese dulce rostro?
Lentamente, cerró los ojos, queriendo descansar sobre ese regazo cálido que lo mantenía atado al cruel mundo real que había olvidado. Y en la desnudez de su tronco podía verse el mármol de su piel, así como también el maltrato que habían sufrido durante estos meses de cautiverio, de las anteriores capturas por los desertores; comprobando las palabras que Fraiah decía. Exteriormente, todo resultaba distinto, donde su regeneración borraba absolutamente cualquier fatal cicatriz. No obstante, las costuras de aquella cruel operación, por la desgraciada batalla de vampiros que Fraiah presenció, continuaban visibles en el acto, dibujándose en el color del hilo sobre su brazo y abdomen. Pero había heridas que no se podían ver: las del corazón, las del alma. Dentro de su alma podrían verse las heridas incurables que aún yacían dentro. Y seguramente, existían otras muchas que serían totalmente inconcebibles, como por ejemplo, las profanaciones que soportó entre lágrimas. Por eso, realmente, estaba bien que hubiera perdido todo lo que tenía: el dolor, las cicatrices, las risas, las voces, los golpes, la pérdida... absolutamente todo. A añorar únicamente quedaría el cariño de los tres difuntos que desearía visitar al cementerio de reconocerlos: Bella, Marcus y su Madre. Pero, ¿de qué le serviría recordar tan gratos recuerdos? Sólo la pena y la miseria lo hundirían hacia dentro. Dulce, suave cual veneno. Hacia dentro, hasta el fondo. Y seguramente, la cordura de Ziel Carphatia no regresaría nunca más, pues todas las esperanzas en las que creyó, se las arrebataron delante de sus ojos. Y muy joven. En ello podrían estar los presentes de acuerdo.
Además, de la pérdida, podían comprender Fraiah y Kasha, quienes habían visto morir a Nokku Damaru y Alec Morgenstern delante de sus ojos, ¿cierto? Incluso Kai también se encontraría en acuerdo, después de ver cómo su verdadero hermano había estado cambiando constantemente, en cómo pareció no rendirse frente a la persecución que la Muerte ejercía sobre él, y cómo finalmente cayó como una hoja más. Por decirlo de alguna forma, Kai también había visto morir a su hermano, el humano; hasta vio morir al vampiro que fue de cabellos azules. Porque... ahora ni siquiera parecía Ziel Carphatia con ese físico extremadamente delgado y blanquecino. Luego estaba bien olvidar. Estaba bien olvidar todo y rehacer su vida, aprendiendo una vez más a cómo hablar, cómo nadar o montar en bicicleta, ¿verdad? ¿O acaso debía cargar y vivir la miseria de vida que le quedaba? Quizá lo mereciera por sus actos, o quizá no. Y es más, ojalá todos tuvieran la dicha de poder olvidar todo lo que ocurrió en sus vidas, regresar a esos los tiempos felices que tanto añoran. Pero este, tampoco era uno de los dones del neófito, desgraciadamente. Y si lo fue, ya no parecía quedar rastro alguno de éste.
Sin embargo, no siempre olvidar era la mejor opción. En este caso era totalmente una desgracia. Pues, ¿cómo iba Fraiah a explicarles el camino hacia la guarida de los desertores? Ella no había sido quien consiguió salir del edificio dejando un rastro de cadáveres tras su sombra -aunque lo había logrado anteriormente-; sino que era el chico de cabellos blancos el que conocía el camino. Y no sólo la forma de llegar. También conocía la cara de muchos de los cazadores que llevaban una doble vida, tanto dentro como fuera de la Asociación. No por ello estuvo tres veces secuestrado por ellos, escuchando sus voces, guardando para futuros sus nombres y comunicarlos en algún momento, allá donde el pánico y el miedo no capturaran su voz. De modo que, los cazadores se habían vuelto a quedar sin las respuestas a sus preguntas, obteniendo únicamente la negativa por parte de Fraiah. Y por tanto, ya fuera recordar o no hacerlo, resultaba acabar mal en ambas ocasiones.
En cuanto Fraiah se separó de él, el color brillante de sus ojos reapareció en un sobresalto. Se retiró de buena manera, bostezando y luciendo sus alargados colmillos. Sí estaba cansado, muy cansado. Y por ello, se recostó sobre el suelo tranquilamente, utilizando a la chica de escudo para con los cazadores. Ya comenzaba a percibirse la rendición de su cuerpo, dado que de un momento a otro terminaría durmiendo por el agotamiento que soportaba dentro. Total, ¿qué iba a aportar él a la conversación, si ni siquiera recordaba su propia lengua? Era mejor que aclararan las cosas entre ellos y a él lo dejaran disfrutar durmiendo y comiendo galletas con leche. Se removió, girando totalmente y quedando en la misma posición nuevamente, preparando el terreno para su improvisado lecho. Agitó sus colas un poco, desenredándolas entre sí, dando paso a estirarlas completamente -salvo que en donde se encontraba, acababan dobladas por la pared-, y pasó la mano por una de sus orejas, meciéndola hacia delante para rascarse. Después, miró a la chica, y gimió suavemente, depositando uno de sus brazos sobre las piernas de ella, para que no se marchara a ningún otro lado mientras dormía. Quizá incluso estaba sugiriéndola que lo acariciara, en vez de tomarle a él de las manos. Sin embargo, no logró por comprobarlo, porque lo inevitable sucedió. Sus párpados fueron cayendo lenta y minuciosamente, en silencio, hasta que quedó completamente a disposición de su compañera, vulnerable e indefenso como cualquier niño. Poco le importaba en este momento lo que sucediera con él, mientras Fraiah permaneciera a su lado para cuidarlo y enseñarle las cosas que debería recordar.
Y, ¿quién cuestionaría que él había pecado, viéndole dormir apaciblemente con ese dulce rostro?
- Ziel A. Carphatia
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Empleo /Ocio : Alumno a tiempo parcial y zorro el resto del día (?)
Humor : No te acerques por si acaso...
Re: Casa de Nokku Damaru
Mientras ella luchaba por recobrar fuerzas y embriagar su cuerpo de la cruda frialdad que le permitiría continuar el hilo de esa conversación, notó cómo Ziel, tras haberse alejado, regresaba hacia ella para recostarse en su regazo. Fraiah lo observó con ojos profundos, llenos de amabilidad y compasión, pero también repletos de un oscuro vacío. Y como si se tratara de un puñal forjado de agujas, las palabras que había emitido Kai se incrustaron en su espalda. Con una mano apoyada sobre la cabeza de Ziel, enredando sus blancos cabellos entre sus dedos, se volteó. Giró el rostro para poder mirarlo, y pudo leer en los ojos del cazador lo mucho que le regocijaba que aquella noticia pudiera ser verdad. Fraiah entrecerró los ojos suavemente, pero un frío corrosivo subió por su garganta.
- No, pero arrojaron las que serían sus cenizas frente a nuestros ojos. No descarto la posibilidad. Bella y Marcus eran un obstáculo bastante gordo para ellos -respondió a Kai y, seguidamente, regresó sus ojos hacia Ziel, quien había caído en un sueño profundo en cuestión de segundos. "Si tan solo él supiera..", pensó, pero su pensamiento se limitó en cuanto las palabras de Kasha viajaron hacia sus oídos-. No, no recuerdo nada -se limitó a decir, y en cuanto quiso agregar algo más de información, dentro de lo que le era posible, tuvo que escuchar aquello.
La gota que rebalsó el vaso.
"Me da pena la muerte de Bella, me caía bien, aunque las últimas veces peleábamos más que hablabamos; Marcus... me alegra que esté muerto, aunque preferiría haberlo hecho yo."
Un frío escalofrío recorrió la espalda de Fraiah, allí donde las agujas que Kai había depositado se incrustaban aún más en su, ahora, gélida alma. ¿Cómo podía tolerar aquello? ¿Cómo podía, siquiera, permitirle decirlo? Pero la dejaría hablar. Dejaría que ella acabase con su discurso vacío y lleno únicamente de odio y resentimiento. Mientras tanto, ella forjaría en su fuero interno las mil y una maneras de proceder; las mil y una sentencias que ofrecerle a su vacío corazón de piedra. Kasha Oskan. Nunca cambiaría. Y por lo visto, se había buscado un novio igual de imbécil. Y no aguardó más. Kasha continuaba hablando pero ella oía poco y nada lo que decía. Luego de haber oído esa tremebunda opinión suya, ¿qué mierda le importaba lo que continuaba diciendo? Fraiah apartó suavemente a Ziel y lo dejó dormido sobre el suelo. Se puso de pie lentamente y, tras suspirar, cerró los ojos. Sentía un extraño sentimiento colérico recorriéndola, ¿y por qué reprimirlo? Sus instintos no le daban el privilegio, actualmente, de refrenar sus pasiones. Por lo tanto, Fraiah observó nuevamente a Kasha, y avanzó hacia ella.
- Se puede.. saber.. ¡Qué mierda estás diciendo! -acabó por gritar, finalizando su avance y sujetando a Kasha, que era más o menos de su misma altura, por el cuello de su abrigo. Las manos de Fraiah emitieron un ligero temblor, y ésta clavó sus fieros ojos violáceos, vueltos carmesíes de un instante a otro, sobre la cazadora-. ¿Cómo puedes decir semejantes cosas? ¿Cómo puedes cagarte así en nuestra amiga de años, y simplemente porque ella decidió tomar otro camino a causa de su amor por Ziel y Marcus? ¡No puedes ser así, Kasha! ¿Acaso tú no hubieras hecho lo mismo? ¿Acaso tú no hubieras sido capaz de traicionar tu deber por Alec Morgenstern? -acabó por proclamar, violentamente, sacudiendo a la cazadora mediante cada palabra y cada movimiento de sus manos adheridas a ella. Sus rojos ojos se reflejaron en los oscuros ojos de ella, y entonces supo cuándo parar. Se apartó, dándole un suave pero certero empujón, y miró a Kai fijamente a los ojos. Estaba cabreada, claro que sí, ¿cómo no iba a estarlo? Tragó saliva, respirando hondo, importándole muy poco lo que ambos pensaran de ella por defender lo que, en términos de cazadores, sería "indefendible". Y sí, podía decir que tal vez se le había ido un poco la lengua, pero no iba a tener escrúpulos ante Kai por recordar al novio muerto de Kasha, pues él tampoco los tuvo al reflejar en su rostro esa ansiedad porque la muerte de ambos vampiros fuera real-. A veces no sé qué mierda pasa por la cabeza de ustedes, los cazadores. ¿Cómo pueden ser tan insensibles? -gritó, casi en un rugido de ira e impotencia. Y si Jack oía todo ese escándalo desde arriba, mejor sería que no bajara a ponerse en contra de ella también, como Nokku lo hubiera hecho. Ojalá en este punto no fueran tan parecidos. Recordaba como el mismísimo Damaru lo había amenazado de muerte a Ziel. Realmente, había instantes en que ellos parecían ser los enemigos. ¿Acaso no había suficiente muerte y destrucción ya? ¿Acaso no deberían ser comprendidos con cada uno de los Caídos que luchaban por recobrar su dignidad y su salud mental?
Fraiah se apartó de ellos dándoles la espalda. Se pasó una mano por el rostro, echando hacia atrás su castaño cabello. Miró hacia las escaleras, pensativa, y decidió responder las inquietudes de Kasha, quizás con más calma.
- Si ellos están en algún sitio, puedo poner las manos en el fuego que es allí dentro -repuso. Giró un poco el rostro, para mirar a los cazadores por encima de su hombro-. Sí, reconocí varios rostros, pero no será de mucha ayuda, pues ya están muertos -torció los labios en una disimulada sonrisa, teñida de un oscuro halo macabro-. Uno de ellos era Nobuchika, el pseudo-médico que trabajaba para la Asociación, ¿lo recuerdas? -se volteó y la miró a los ojos, sonriendo con ironía-. No te imaginas las cosas que le ha hecho -señaló al dormido Ziel que yacía en el suelo-. Pero ya no molestará. Y, a propósito de ello -agregó, calmándose aún más-, recuerdo a un joven cazador, que ya no recuerdo su nombre con claridad. Él quiso interponerse a las torturas y experimentaciones a las cuales nos estaban sometiendo, pero luego de aquella oposición, no sé qué habrán hecho con él. Puedes imaginarte que nada bueno. Era rubio, si mal no recuerdo -aclaró, pensativa, y soltando un suspiro-. Como sea, busquen donde puedan. Yo también lo haré por mi cuenta. Y no debes pedirme permiso para llevarte al Presidente de la Asociación -sonrió de lado, cruzándose de brazos y dándole la espalda otra vez, mientras miraba a Ziel-. Y lamento haberte gritado antes, pero sabes cómo me sacan de quicio los insensibles y sanguinarios como ustedes -determinó, perdiendo su mirada en la blancura de cada hebra del cabello de Ziel.
- No, pero arrojaron las que serían sus cenizas frente a nuestros ojos. No descarto la posibilidad. Bella y Marcus eran un obstáculo bastante gordo para ellos -respondió a Kai y, seguidamente, regresó sus ojos hacia Ziel, quien había caído en un sueño profundo en cuestión de segundos. "Si tan solo él supiera..", pensó, pero su pensamiento se limitó en cuanto las palabras de Kasha viajaron hacia sus oídos-. No, no recuerdo nada -se limitó a decir, y en cuanto quiso agregar algo más de información, dentro de lo que le era posible, tuvo que escuchar aquello.
La gota que rebalsó el vaso.
"Me da pena la muerte de Bella, me caía bien, aunque las últimas veces peleábamos más que hablabamos; Marcus... me alegra que esté muerto, aunque preferiría haberlo hecho yo."
Un frío escalofrío recorrió la espalda de Fraiah, allí donde las agujas que Kai había depositado se incrustaban aún más en su, ahora, gélida alma. ¿Cómo podía tolerar aquello? ¿Cómo podía, siquiera, permitirle decirlo? Pero la dejaría hablar. Dejaría que ella acabase con su discurso vacío y lleno únicamente de odio y resentimiento. Mientras tanto, ella forjaría en su fuero interno las mil y una maneras de proceder; las mil y una sentencias que ofrecerle a su vacío corazón de piedra. Kasha Oskan. Nunca cambiaría. Y por lo visto, se había buscado un novio igual de imbécil. Y no aguardó más. Kasha continuaba hablando pero ella oía poco y nada lo que decía. Luego de haber oído esa tremebunda opinión suya, ¿qué mierda le importaba lo que continuaba diciendo? Fraiah apartó suavemente a Ziel y lo dejó dormido sobre el suelo. Se puso de pie lentamente y, tras suspirar, cerró los ojos. Sentía un extraño sentimiento colérico recorriéndola, ¿y por qué reprimirlo? Sus instintos no le daban el privilegio, actualmente, de refrenar sus pasiones. Por lo tanto, Fraiah observó nuevamente a Kasha, y avanzó hacia ella.
- Se puede.. saber.. ¡Qué mierda estás diciendo! -acabó por gritar, finalizando su avance y sujetando a Kasha, que era más o menos de su misma altura, por el cuello de su abrigo. Las manos de Fraiah emitieron un ligero temblor, y ésta clavó sus fieros ojos violáceos, vueltos carmesíes de un instante a otro, sobre la cazadora-. ¿Cómo puedes decir semejantes cosas? ¿Cómo puedes cagarte así en nuestra amiga de años, y simplemente porque ella decidió tomar otro camino a causa de su amor por Ziel y Marcus? ¡No puedes ser así, Kasha! ¿Acaso tú no hubieras hecho lo mismo? ¿Acaso tú no hubieras sido capaz de traicionar tu deber por Alec Morgenstern? -acabó por proclamar, violentamente, sacudiendo a la cazadora mediante cada palabra y cada movimiento de sus manos adheridas a ella. Sus rojos ojos se reflejaron en los oscuros ojos de ella, y entonces supo cuándo parar. Se apartó, dándole un suave pero certero empujón, y miró a Kai fijamente a los ojos. Estaba cabreada, claro que sí, ¿cómo no iba a estarlo? Tragó saliva, respirando hondo, importándole muy poco lo que ambos pensaran de ella por defender lo que, en términos de cazadores, sería "indefendible". Y sí, podía decir que tal vez se le había ido un poco la lengua, pero no iba a tener escrúpulos ante Kai por recordar al novio muerto de Kasha, pues él tampoco los tuvo al reflejar en su rostro esa ansiedad porque la muerte de ambos vampiros fuera real-. A veces no sé qué mierda pasa por la cabeza de ustedes, los cazadores. ¿Cómo pueden ser tan insensibles? -gritó, casi en un rugido de ira e impotencia. Y si Jack oía todo ese escándalo desde arriba, mejor sería que no bajara a ponerse en contra de ella también, como Nokku lo hubiera hecho. Ojalá en este punto no fueran tan parecidos. Recordaba como el mismísimo Damaru lo había amenazado de muerte a Ziel. Realmente, había instantes en que ellos parecían ser los enemigos. ¿Acaso no había suficiente muerte y destrucción ya? ¿Acaso no deberían ser comprendidos con cada uno de los Caídos que luchaban por recobrar su dignidad y su salud mental?
Fraiah se apartó de ellos dándoles la espalda. Se pasó una mano por el rostro, echando hacia atrás su castaño cabello. Miró hacia las escaleras, pensativa, y decidió responder las inquietudes de Kasha, quizás con más calma.
- Si ellos están en algún sitio, puedo poner las manos en el fuego que es allí dentro -repuso. Giró un poco el rostro, para mirar a los cazadores por encima de su hombro-. Sí, reconocí varios rostros, pero no será de mucha ayuda, pues ya están muertos -torció los labios en una disimulada sonrisa, teñida de un oscuro halo macabro-. Uno de ellos era Nobuchika, el pseudo-médico que trabajaba para la Asociación, ¿lo recuerdas? -se volteó y la miró a los ojos, sonriendo con ironía-. No te imaginas las cosas que le ha hecho -señaló al dormido Ziel que yacía en el suelo-. Pero ya no molestará. Y, a propósito de ello -agregó, calmándose aún más-, recuerdo a un joven cazador, que ya no recuerdo su nombre con claridad. Él quiso interponerse a las torturas y experimentaciones a las cuales nos estaban sometiendo, pero luego de aquella oposición, no sé qué habrán hecho con él. Puedes imaginarte que nada bueno. Era rubio, si mal no recuerdo -aclaró, pensativa, y soltando un suspiro-. Como sea, busquen donde puedan. Yo también lo haré por mi cuenta. Y no debes pedirme permiso para llevarte al Presidente de la Asociación -sonrió de lado, cruzándose de brazos y dándole la espalda otra vez, mientras miraba a Ziel-. Y lamento haberte gritado antes, pero sabes cómo me sacan de quicio los insensibles y sanguinarios como ustedes -determinó, perdiendo su mirada en la blancura de cada hebra del cabello de Ziel.
- Fraiah B. Eslin
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Re: Casa de Nokku Damaru
Deje que Fraiah me zarandeara como a un muñeco mientras que levantaba una mano en señal de tranquilidad hacia Kai para que no se pusiera en medio.
- Jamas hubiera ayudado a Alec a hacer lo que pretendia, matar vampiros y humanos por no ser hijos de Padre, o lo que estuviera tramando, es por eso que quiero ser yo quien haga desaparecer a los hermanos de Marus, que si no te has olvidado, mataron a Nokku, considero a Marcus igual de culpable por su muerte que el que lo hizo realmente- dije a Fraiah con total frialdad.
- Si hubiera sabido que Alec hacia lo que hacia mientras que estaba conmigo, yo misma lo hubiera matado o hubiera muerto en el intento- era una de las razones por las que me habia vuelto tan loca cuando Marcus respondio a mis preguntas, y tambien la razon por la que habia alejado tanto a Kai de mi, sin dejar que se metiera en mis asuntos y evitar sufrir daño de nuevo de la persona que queria.
- E insensibles, si, lo somos, pero si no lo fueramos, nos volveriamos locos, es algo que forma parte de la vida del cazador aunque no te guste y es algo que no nos puedes cambiar, Bella era nuestra amiga, pero escogio un camino equivocado en el momento en el que permitio que Ziel acabara convertido en un vampiro, y aunque no fuera asi, no puedo evitarlo, estoy muy cansada de llorar a las personas que quiero y que mueren despues de traicionarme, y si tanto te disgusta, lo siento- no me gustaba nada decir lo que pensaba, pero Fraiah necesitaba oir porque respondia de esa manera ante la muerte y la destruccion, podia entenderlo o no, pero no podia hacer nada para cambiarlo.
Cuando se relajo, escuche con calma lo que decia y como lo decia, como habia ocurrido con Ziel, en Fraiah habia cambios, aunque desconocia cuales.
- No es mucho, pero servira para algo, cuando Jack baje, me lo llevare para ver a Yagari, Kai se quedara aqui cuidando de la casa y de vosotros dos, cualquier cosa que necesites, el te lo dara, y no seas mala con el, el odia a Marcus y a Bella por quitarle a su hermano, no ha podido cuidar de el despues de reencontrarse, y quieras que no, eso duele, ni si quiera ha podido estar cerca de el durante mas de cinco minutos con el sin que Marcus se lo arrebatara, intenta entenderlo, va?- que Fraiah me odiara a mi, vale, era comprensible, pero Kai no tenia culpa, y tan solo quiere tener de vuelta a su hermano, ademas, era mil veces mejor cargar yo con todas las culpas a que las recibiera el
- Jamas hubiera ayudado a Alec a hacer lo que pretendia, matar vampiros y humanos por no ser hijos de Padre, o lo que estuviera tramando, es por eso que quiero ser yo quien haga desaparecer a los hermanos de Marus, que si no te has olvidado, mataron a Nokku, considero a Marcus igual de culpable por su muerte que el que lo hizo realmente- dije a Fraiah con total frialdad.
- Si hubiera sabido que Alec hacia lo que hacia mientras que estaba conmigo, yo misma lo hubiera matado o hubiera muerto en el intento- era una de las razones por las que me habia vuelto tan loca cuando Marcus respondio a mis preguntas, y tambien la razon por la que habia alejado tanto a Kai de mi, sin dejar que se metiera en mis asuntos y evitar sufrir daño de nuevo de la persona que queria.
- E insensibles, si, lo somos, pero si no lo fueramos, nos volveriamos locos, es algo que forma parte de la vida del cazador aunque no te guste y es algo que no nos puedes cambiar, Bella era nuestra amiga, pero escogio un camino equivocado en el momento en el que permitio que Ziel acabara convertido en un vampiro, y aunque no fuera asi, no puedo evitarlo, estoy muy cansada de llorar a las personas que quiero y que mueren despues de traicionarme, y si tanto te disgusta, lo siento- no me gustaba nada decir lo que pensaba, pero Fraiah necesitaba oir porque respondia de esa manera ante la muerte y la destruccion, podia entenderlo o no, pero no podia hacer nada para cambiarlo.
Cuando se relajo, escuche con calma lo que decia y como lo decia, como habia ocurrido con Ziel, en Fraiah habia cambios, aunque desconocia cuales.
- No es mucho, pero servira para algo, cuando Jack baje, me lo llevare para ver a Yagari, Kai se quedara aqui cuidando de la casa y de vosotros dos, cualquier cosa que necesites, el te lo dara, y no seas mala con el, el odia a Marcus y a Bella por quitarle a su hermano, no ha podido cuidar de el despues de reencontrarse, y quieras que no, eso duele, ni si quiera ha podido estar cerca de el durante mas de cinco minutos con el sin que Marcus se lo arrebatara, intenta entenderlo, va?- que Fraiah me odiara a mi, vale, era comprensible, pero Kai no tenia culpa, y tan solo quiere tener de vuelta a su hermano, ademas, era mil veces mejor cargar yo con todas las culpas a que las recibiera el
- Kasha Oskan
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Re: Casa de Nokku Damaru
Rendido, totalmente vencido, descansaba la fiera sobre el suelo. Su respiración era completamente relajada, constante, y sin ningún tipo de alteración cualquiera en su corazón. Los cabellos blanquecinos de él se mecían con excesiva naturalidad por la mano de Fraiah, otorgándole caricias suaves que lo tranquilizaban de cualquier mal que pudiera ocurrir dentro de sus sueños. De vez en cuando, en un autoreflejo se movía su oreja derecha, quizá por lo agradable que resultaba aquello. Claramente, su rostro durmiente era un placer de ver, dado que conseguía transmitir la calma y la paz que alcanzaba, contagiándola al momento. Y tras observarle, la lástima se sembraba en todo aquel que lo miraba, pues no parecía ser consciente de lo que estaba ocurriendo realmente, ni del tema que estaba tratándose en ese momento. Si tan sólo Ziel Carphatia consiguiera alejar esta presencia y restaurar sus memorias... En cambio ahora, ¿qué iba a importarle eso a un zorro? Al fin y al cabo, ya no comprendía el idioma, ya no reconocía lo que era comportarse como una persona normal. Su vida se centraba únicamente en buscar a los que eran como él y llevarse a Fraiah a su verdadera manada. Todo lo que un animal de su clase haría: relacionarse, alimentarse y reproducirse. Por ello, ni siquiera se inmutó y prosiguió con su sueño.
Seguramente, el zorro de su interior jamás esperó recibir estos gestos por parte de un humano, dado que ellos eran quienes cazaban al resto de su raza para llevarles al peligro de extinción en los bosques; pareciéndose en este aspecto Ziel y el animal, puesto que ambos eran perseguidos por cazadores, diferentes, aunque cazadores. Esto acarreaba el rencor hacia estos, y su falta de contención para matarlos lenta y dolorosamente a cada uno de ellos, del mismo modo en que ambos seres habían sufrido antes por sus manos. Pero resultaba ser su "otra parte", el verdadero Ziel que se escondía dentro, el que, sin darse cuenta, provocaba la anestesia para el resto de su cuerpo de la mano de Fraiah y fomentar el descanso que tanto necesitaba y anhelaba, a diferencia de querer destripar a su compañera, justo como la parte violenta de su ser deseaba fervientemente. Sin embargo, para su suerte y sorpresa, aquel ser indómito y salvaje que se había incorporado en él para sustituir el aura que portaba, no osó a revelarse contra la chica que lo sedaba, sino que también le era cómodo que Fraiah Eslin le dedicara ese preciado tiempo y esa ternura, la cual creyó olvidada. No obstante, ¿acaso ese zorro de ocho colas experimentó alguna vez algo como el amor o el cariño?
Por supuesto que sí.
Sus ojos se abrieron de repente, mostrando el iris sagaz y amarillo brillante en ambos. Su cuerpo se hallaba más estandarizado de lo que se encontraba ahora, al igual que su melena blanca era mucho más larga. La desnudez de su torso se cubrió con la parte de arriba de un fino kimono grisáceo con detalles morados, procedentes de la época. Incluso el lugar donde dormía no era el lecho improvisado que formó debajo de la escalera, sino un cómodo futón de plumas. Sin embargo, a pesar de que las heridas de su brazo desaparecieron de éste, las heridas de su abdomen se habían intensificado, agobiándole con este simple sueño. El dolor parecía recorrerle de nuevo, aunque esta vez por una causa totalmente diferente, la cual era desconocida aún para el neófito, quien indagaba entre las imágenes que se mostraban. Y entonces su dulce y aterciopelada mano fue a rozar los cabellos de su frente para retirarlos con suavidad, acariciando sus orejas con ternura y sigilosa tranquilidad. A su lado, ya no se encontraba Fraiah, la chica de cabellos castaños y ojos violáceos, sino una mujer completamente diferente. Su edad era bastante más alta que la de su compañera, dado por las pequeñas arrugas que formaban sobre su frente.
Los ojos de el convaleciente fueron a parar sobre la mujer, efectuando una sonrisa en cuanto reconoció su rostro. Pero, ¿acaso no le estaba ahora vedado sonreír a Ziel Carphatia? Claramente, estas imágenes no formaban parte de él, sino que alguien o "algo" las había colocado minuciosamente sobre su cabeza, para causar esta interpretación, de la cual Ziel jamás podría darse cuenta. Sus manos volvieron a moverse solas y agarraron una de las manos de la mujer, besando el dorso de esta. Levantó uno de sus brazos y rozó su largo cabello ondulado, como si fuera una dicha tenerla a su lado. Y en verdad, así era, pues el ardor que sintió en su pecho era totalmente indescriptible. En cambio, el adornado y bonito recuerdo, pronto comenzó a cambiar. Un estruendo pareció sonar en su oído, a causa del impacto de algo bastante grande. Una bomba. Los tiempos de guerra de hacía cientos de años no pasaban de largo para con él, sino que se intensificaba a cada minuto que continuaba soñando. El tiroteo de afuera también podía ser escuchado desde dentro...
E incluso también explotó dentro de la casa.
El sueño se disolvió rápidamente, en cuanto los gritos de Fraiah comenzaron a proclamarse sobre la casa de su difunto novio. Las orejas del pequeño zorro blanco se mecieron hacia delante, completamente atentas. Y sin previo aviso, el neófito abrió los ojos en su verdadera situación y se levantó de su salto, del mismo modo en que si una bomba de sus visiones hubiera caído a su lado. El nerviosismo tensó rápidamente sus músculos y a inyectar la adrenalina sobre su corazón. Sus piernas comenzaron a extenderse, corriendo para huir de allí, asustado por los gritos. En ningún momento estaban dirigidos hacia él, pero cada nivel de voz más elevado, retumbaba sobre sus delicados y sensibles oídos. Velozmente, en casi un parpadeo, el neófito salió disparado desde debajo de las escaleras, esquivando como un verdadero rayo a los tres individuos de la planta de abajo. Fue hacia una de las ventanas, impaciente por salir al exterior y huir de los cazadores y de la propia Fraiah, pero denegó la idea en el momento que uno de sus brazos se golpeó contra el cristal. Puesto que no conocía como retirarlo, previsor, se retiró a la misma velocidad de éste, alejándose lo más posible de sus anteriores conocidos, y subiendo escaleras arriba en apenas dos únicas zancadas.
Apresuradamente, sus ojos se agilizaron para buscar un recoveco en las paredes, introduciéndose dentro del baño y escondiéndose dentro de la propia bañera. Su cuerpo se agazapó hacia delante, del mismo modo que sus orejas se camuflaron con su cabello y sus colas se depositaron sobre la superficie, desapareciendo el neófito del campo de visión completamente. Aparte de por su olor, únicamente se podía conocer de una forma que se encontraba allí: los gruñidos que se escuchaban desde dentro y hacia la puerta entornada, avisando de la presencia que se hallaba dentro no tenía ganas de caricias en este momento. ¿Por qué razón Fraiah le prometía descanso cuando lo acariciaba y de repente cortaba su flujo de amabilidad? Ziel no lo entendía, a pesar de que la considerara de su manada, pero sus repentinos cambios de humor y sus voces lo desconcertaban por momentos. ¿Y quiénes eran los otros y qué querían hacerle? ¿Torturarlo y encerrarlo? ¿Cuidarle y darle de comer? Sin embargo, ¿acaso eran capaces de encargarse de él, su hermano y Kasha? Ahora tenía unas prioridades y necesidades diferentes. Ahora, aquel ser que se escondía dentro de una simple bañera, atemorizado, no era un simple vampiro neófito. Ahora tenía dones que podía utilizar en cualquier momento, sin ningún tipo de impedimento. Porque, se viera por donde se viera, no parecía tener ningún rasgo de quien fue ni era Ziel Carphatia.
Seguramente, el zorro de su interior jamás esperó recibir estos gestos por parte de un humano, dado que ellos eran quienes cazaban al resto de su raza para llevarles al peligro de extinción en los bosques; pareciéndose en este aspecto Ziel y el animal, puesto que ambos eran perseguidos por cazadores, diferentes, aunque cazadores. Esto acarreaba el rencor hacia estos, y su falta de contención para matarlos lenta y dolorosamente a cada uno de ellos, del mismo modo en que ambos seres habían sufrido antes por sus manos. Pero resultaba ser su "otra parte", el verdadero Ziel que se escondía dentro, el que, sin darse cuenta, provocaba la anestesia para el resto de su cuerpo de la mano de Fraiah y fomentar el descanso que tanto necesitaba y anhelaba, a diferencia de querer destripar a su compañera, justo como la parte violenta de su ser deseaba fervientemente. Sin embargo, para su suerte y sorpresa, aquel ser indómito y salvaje que se había incorporado en él para sustituir el aura que portaba, no osó a revelarse contra la chica que lo sedaba, sino que también le era cómodo que Fraiah Eslin le dedicara ese preciado tiempo y esa ternura, la cual creyó olvidada. No obstante, ¿acaso ese zorro de ocho colas experimentó alguna vez algo como el amor o el cariño?
Por supuesto que sí.
Sus ojos se abrieron de repente, mostrando el iris sagaz y amarillo brillante en ambos. Su cuerpo se hallaba más estandarizado de lo que se encontraba ahora, al igual que su melena blanca era mucho más larga. La desnudez de su torso se cubrió con la parte de arriba de un fino kimono grisáceo con detalles morados, procedentes de la época. Incluso el lugar donde dormía no era el lecho improvisado que formó debajo de la escalera, sino un cómodo futón de plumas. Sin embargo, a pesar de que las heridas de su brazo desaparecieron de éste, las heridas de su abdomen se habían intensificado, agobiándole con este simple sueño. El dolor parecía recorrerle de nuevo, aunque esta vez por una causa totalmente diferente, la cual era desconocida aún para el neófito, quien indagaba entre las imágenes que se mostraban. Y entonces su dulce y aterciopelada mano fue a rozar los cabellos de su frente para retirarlos con suavidad, acariciando sus orejas con ternura y sigilosa tranquilidad. A su lado, ya no se encontraba Fraiah, la chica de cabellos castaños y ojos violáceos, sino una mujer completamente diferente. Su edad era bastante más alta que la de su compañera, dado por las pequeñas arrugas que formaban sobre su frente.
Los ojos de el convaleciente fueron a parar sobre la mujer, efectuando una sonrisa en cuanto reconoció su rostro. Pero, ¿acaso no le estaba ahora vedado sonreír a Ziel Carphatia? Claramente, estas imágenes no formaban parte de él, sino que alguien o "algo" las había colocado minuciosamente sobre su cabeza, para causar esta interpretación, de la cual Ziel jamás podría darse cuenta. Sus manos volvieron a moverse solas y agarraron una de las manos de la mujer, besando el dorso de esta. Levantó uno de sus brazos y rozó su largo cabello ondulado, como si fuera una dicha tenerla a su lado. Y en verdad, así era, pues el ardor que sintió en su pecho era totalmente indescriptible. En cambio, el adornado y bonito recuerdo, pronto comenzó a cambiar. Un estruendo pareció sonar en su oído, a causa del impacto de algo bastante grande. Una bomba. Los tiempos de guerra de hacía cientos de años no pasaban de largo para con él, sino que se intensificaba a cada minuto que continuaba soñando. El tiroteo de afuera también podía ser escuchado desde dentro...
E incluso también explotó dentro de la casa.
El sueño se disolvió rápidamente, en cuanto los gritos de Fraiah comenzaron a proclamarse sobre la casa de su difunto novio. Las orejas del pequeño zorro blanco se mecieron hacia delante, completamente atentas. Y sin previo aviso, el neófito abrió los ojos en su verdadera situación y se levantó de su salto, del mismo modo en que si una bomba de sus visiones hubiera caído a su lado. El nerviosismo tensó rápidamente sus músculos y a inyectar la adrenalina sobre su corazón. Sus piernas comenzaron a extenderse, corriendo para huir de allí, asustado por los gritos. En ningún momento estaban dirigidos hacia él, pero cada nivel de voz más elevado, retumbaba sobre sus delicados y sensibles oídos. Velozmente, en casi un parpadeo, el neófito salió disparado desde debajo de las escaleras, esquivando como un verdadero rayo a los tres individuos de la planta de abajo. Fue hacia una de las ventanas, impaciente por salir al exterior y huir de los cazadores y de la propia Fraiah, pero denegó la idea en el momento que uno de sus brazos se golpeó contra el cristal. Puesto que no conocía como retirarlo, previsor, se retiró a la misma velocidad de éste, alejándose lo más posible de sus anteriores conocidos, y subiendo escaleras arriba en apenas dos únicas zancadas.
Apresuradamente, sus ojos se agilizaron para buscar un recoveco en las paredes, introduciéndose dentro del baño y escondiéndose dentro de la propia bañera. Su cuerpo se agazapó hacia delante, del mismo modo que sus orejas se camuflaron con su cabello y sus colas se depositaron sobre la superficie, desapareciendo el neófito del campo de visión completamente. Aparte de por su olor, únicamente se podía conocer de una forma que se encontraba allí: los gruñidos que se escuchaban desde dentro y hacia la puerta entornada, avisando de la presencia que se hallaba dentro no tenía ganas de caricias en este momento. ¿Por qué razón Fraiah le prometía descanso cuando lo acariciaba y de repente cortaba su flujo de amabilidad? Ziel no lo entendía, a pesar de que la considerara de su manada, pero sus repentinos cambios de humor y sus voces lo desconcertaban por momentos. ¿Y quiénes eran los otros y qué querían hacerle? ¿Torturarlo y encerrarlo? ¿Cuidarle y darle de comer? Sin embargo, ¿acaso eran capaces de encargarse de él, su hermano y Kasha? Ahora tenía unas prioridades y necesidades diferentes. Ahora, aquel ser que se escondía dentro de una simple bañera, atemorizado, no era un simple vampiro neófito. Ahora tenía dones que podía utilizar en cualquier momento, sin ningún tipo de impedimento. Porque, se viera por donde se viera, no parecía tener ningún rasgo de quien fue ni era Ziel Carphatia.
- Ziel A. Carphatia
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Empleo /Ocio : Alumno a tiempo parcial y zorro el resto del día (?)
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Re: Casa de Nokku Damaru
Me había quedado arriba, escuchando atentamente todo lo que se estaba diciendo abajo. Después de la conversación con Fraiah no podía prácticamente ni moverme. Estaba siendo demasiado... ¿Cómo decirlo? Impredecible, si, esa era la palabra. No sabía que era lo que ella iba a hacer en realidad, no sabía si me acabaría por destrozar o si de repente me enseñaría la clave de la felicidad. Mi semblante comenzó a tornarse demasiado serio e incluso triste bajo la sombra que me brindaba la oscuridad general de la planta de arriba. Kasha hablaba de que me tenía que llevar a hablar con el viejo Yagari. La verdad es que no tenía muchas ganas de ver al veterano cazador, pero lo haría sin falta, aunque tal vez tardase un poco en ir a verle.
Después de aquel episodio solo me apetecía quedarme arriba, descansando, tal vez pintando algo o escribiendo alguna poesía, pero no podía permitírmelo, mi maldito trabajo era el de un cazador. Y entonces la bronca de Fraiah y Kasha llegó a mis oídos.
"E insensibles, si, lo somos, pero si no lo fuéramos, nos volveríamos locos, es algo que forma parte de la vida del cazador aunque no te guste y es algo que no nos puedes cambiar." Me quedé pensando en las palabras de Kasha. Tenía razón, eramos tan... insensibles.
Diablos, claro que lo eramos, como no íbamos a ser insensibles con toda la carga que tenemos que llevar sobre nuestro corazón y nuestra espalda. Si no fuéramos insensibles tendríamos que suicidarnos o algo peor. Fraiah no quería comprender eso. Pero ciertamente la muerte de un amigo siempre hace daño, mucho. Kasha estaba fingiendo. Si la cazadora se había creído la versión de que Bella estaba muerta entonces solo estaba ocultado su dolor y si ese no era el caso entonces ella simplemente no creía a Fraiah, daba por hecho que estaba viva en algún lugar y seguramente luego iría a rescatarla.
El olor de la sangre de la herida de Fraiah llegó hasta mi por fin y tuve ganas de bajar para terminar con el sufrimiento de aquella bestia con una suave eutanasia. Pero no, eso sería estúpido, no podía dejarme llevar por mis sentimientos sobreprotectores, tenía que aprender de los errores de Nokku. De hecho, en cuanto pude suprimir aquellos sentimientos violentos pronto comencé a sentir una profunda pena por el chico, se lo habían arrebatado todo y el ni siquiera lo sabía. Y también me sentí culpable porque hacía tan solo unos minutos había conseguido que esa pequeña fiera me atacara. No me había parado a pensar y solo respondí a su ataque de forma violenta. Suspiré, el no tenía la culpa de ser así ahora, teníamos que hacer algo. Aunque no tenía ni idea de que podríamos hacer.
Con los gritos de Fraiah el pequeño zorro se emocionó y comenzó a correr por el piso de abajo hasta chocarse contra la ventana. Entorné los ojos suspirando una vez más a la vez que me llevaba la palma de la mano a la frente. El realmente ya no era como un humano en absoluto. No se acordaba de nada.
Sus rápidas extremidades le llevaron entonces a subir las escaleras como un relámpago. Pasó a mi lado, pues no me había movido de mi posición en ningún momento, y sentí como una de sus colas me acariciaba la pierna. Tenía un pelaje muy suave, mucho más suave que el de un perro y sin embargo era mucho más largo que el de un felino normal y corriente. Me recordaba a los zorros de la nieve, con ese pelaje resistente a la nieve y esa actitud tan desconfiada. Si no fuera por su modificación genética seguramente yo no habría llegado a tiempo para recogerlos del temporal invernal que se cernía sobre nosotros. Pero ¿Cómo diablos habían modificado así sus genes? Iba a ir a ese laboratorio y robaría toda la información que tuvieran esos estúpidos desertores, con su ayuda podría salvar a Fraiah. "Fraiah..." Me quedé ensimismado durante un momento hasta que oí un gruñido proveniente de la bañera.
Yo me llevaba muy bien con los animales. Después de todo, antes de venir a este maldito pueblo solo me relacionaba con ellos. Los animales no tenían prejuicios, no te intentaban manipular, sabías de antemano si te iban a hacer daño porque te avisaban, no podían traicionarte, eran más puros que los humanos, a pesar de que se supone que estos también son animales. Y bueno, ahora había un zorro asustado y cabreado encerrado en mi ducha, de alguna manera tendría que lidiar con él si quería poder volver a ducharme. Por suerte, los zorros son animales omnívoros y pueden comer casi cualquier cosa, así que no me iba a costar encontrar comida para el invitado especial.
Bajé las escaleras con tranquilidad y puse suavemente una mano sobre el hombro de Fraiah.
Fraiah... por favor. Es nuestra única forma de enfrentarnos a los baños de sangre que tenemos que soportar. Si no escondemos nuestro dolor nos volveríamos locos como bien dice Kasha. Es... muy difícil ver continuamente como todos tus compañeros mueren hasta que te quedas solo. Sin no fuéramos fríos no podríamos proteger a las personas que amamos. Estoy seguro de que Kasha lamenta mucho la perdida de Bella pero no es el momento de lamentarse - separé mi mano del hombro de Fraiah y miré a kasha, aun manteniendo una voz completamente serena, fría y apagada - me reuniré con Yagari lo antes posible, no hace falta que me escoltes, tengo... asuntos que resolver de camino, y prefiero que te quedes con Kai para "vigilar" a Ziel y proteger la casa de posibles ataques - Antes de girarme y dirigirme plácidamente a la cocina lancé una última mirada a Kasha, con un brillo impactante y radical en la pupila de mis ojos - Es una orden...
En la cocina cogí algunos alimentos, fruta sobre todo. No estaba seguro de si los zorros podían comer azúcar sin más, era posible que al igual que los gatos o los perros estos fueran diabéticos y el azúcar le provocaría ceguera. Me cargué con un racimo de uvas, y un par de manzanas. En ningún momento me volví a dirigir a los presentes, solo me volví a ir y subí las escaleras con una mirada perdida y llena de pensamientos oscuros.
Abrí lentamente la puerta del baño, no quería que Ziel se asustase de nuevo. Entré despreocupadamente y evité mirar al zorro a los ojos. Solo dejé el racimo de uvas a su lado. Dejé una manzana sobre mi rodilla y me llevé la otra a la boca, dándole un potente bocado. Seguí sin decir ni una palabra, sin mirar al animal. Pero el no era como un humano, nada de eso era necesario. Sabia que mi aura tranquila y sincera al final acabaría calando en él, o al final acabaría por asustarse tanto que escaparía de la casa. Pero dudaba que hiciera eso. Aquel territorio era mio y yo le estaba dejando estar ahí al aceptar su presencia sin siquiera prestarle atención. Si hubiera entrado al baño haciendo jaleo, mirándolo a los ojos, intentando acariciarle el chico lo entendería como un acto de superioridad por mi parte y seguramente me volvería a atacar, pero ahora... no importa lo asustado o cabreado que estuviese, no me atacaría porque no tenía ninguna razón para hacerlo. Yo no representaba ningún peligro en aquella posición tan gentil y ensimismada. Además, le había traído fruta rica.
¿Estaría Bella y Marcus realmente muertos? Solo les conocía de oídas pero Nokku me había hablado de Bella y Marcus solo parecía un vampiro que era incluso más sobreprotector que yo.
No... realmente no estaba triste, si no emocionado más bien, en relación con ese tema, esos dos no estaban muertos, además ¿Las cenizas? ¿Enserio? ¿Qué idiota usa cenizas para demostrar una muerte? Solo Fraiah podría tragarse algo como eso. Ahora tenía una cosa más que añadir a mi lista de personas que visitar. Tenía que ir a conocer a los amantes de ese pequeño animal.
Cerré los ojos mientras le daba otro bocado a la manzana y me relajaba al lado de la pureza de Ziel, que no me iba a gritar, no me iba a exigir, no me iba a llorar. Estábamos ahí solos, a pesar de llevarnos mal, estábamos encerrados en nuestro mundo animal, ese mundo sencillo donde solo cuenta lo que puedes ver, oler y sentir. Sonreí y esperé, pronto partiría en una peligrosa campaña. ¿Conseguiría salir vivo?
Después de aquel episodio solo me apetecía quedarme arriba, descansando, tal vez pintando algo o escribiendo alguna poesía, pero no podía permitírmelo, mi maldito trabajo era el de un cazador. Y entonces la bronca de Fraiah y Kasha llegó a mis oídos.
"E insensibles, si, lo somos, pero si no lo fuéramos, nos volveríamos locos, es algo que forma parte de la vida del cazador aunque no te guste y es algo que no nos puedes cambiar." Me quedé pensando en las palabras de Kasha. Tenía razón, eramos tan... insensibles.
Diablos, claro que lo eramos, como no íbamos a ser insensibles con toda la carga que tenemos que llevar sobre nuestro corazón y nuestra espalda. Si no fuéramos insensibles tendríamos que suicidarnos o algo peor. Fraiah no quería comprender eso. Pero ciertamente la muerte de un amigo siempre hace daño, mucho. Kasha estaba fingiendo. Si la cazadora se había creído la versión de que Bella estaba muerta entonces solo estaba ocultado su dolor y si ese no era el caso entonces ella simplemente no creía a Fraiah, daba por hecho que estaba viva en algún lugar y seguramente luego iría a rescatarla.
El olor de la sangre de la herida de Fraiah llegó hasta mi por fin y tuve ganas de bajar para terminar con el sufrimiento de aquella bestia con una suave eutanasia. Pero no, eso sería estúpido, no podía dejarme llevar por mis sentimientos sobreprotectores, tenía que aprender de los errores de Nokku. De hecho, en cuanto pude suprimir aquellos sentimientos violentos pronto comencé a sentir una profunda pena por el chico, se lo habían arrebatado todo y el ni siquiera lo sabía. Y también me sentí culpable porque hacía tan solo unos minutos había conseguido que esa pequeña fiera me atacara. No me había parado a pensar y solo respondí a su ataque de forma violenta. Suspiré, el no tenía la culpa de ser así ahora, teníamos que hacer algo. Aunque no tenía ni idea de que podríamos hacer.
Con los gritos de Fraiah el pequeño zorro se emocionó y comenzó a correr por el piso de abajo hasta chocarse contra la ventana. Entorné los ojos suspirando una vez más a la vez que me llevaba la palma de la mano a la frente. El realmente ya no era como un humano en absoluto. No se acordaba de nada.
Sus rápidas extremidades le llevaron entonces a subir las escaleras como un relámpago. Pasó a mi lado, pues no me había movido de mi posición en ningún momento, y sentí como una de sus colas me acariciaba la pierna. Tenía un pelaje muy suave, mucho más suave que el de un perro y sin embargo era mucho más largo que el de un felino normal y corriente. Me recordaba a los zorros de la nieve, con ese pelaje resistente a la nieve y esa actitud tan desconfiada. Si no fuera por su modificación genética seguramente yo no habría llegado a tiempo para recogerlos del temporal invernal que se cernía sobre nosotros. Pero ¿Cómo diablos habían modificado así sus genes? Iba a ir a ese laboratorio y robaría toda la información que tuvieran esos estúpidos desertores, con su ayuda podría salvar a Fraiah. "Fraiah..." Me quedé ensimismado durante un momento hasta que oí un gruñido proveniente de la bañera.
Yo me llevaba muy bien con los animales. Después de todo, antes de venir a este maldito pueblo solo me relacionaba con ellos. Los animales no tenían prejuicios, no te intentaban manipular, sabías de antemano si te iban a hacer daño porque te avisaban, no podían traicionarte, eran más puros que los humanos, a pesar de que se supone que estos también son animales. Y bueno, ahora había un zorro asustado y cabreado encerrado en mi ducha, de alguna manera tendría que lidiar con él si quería poder volver a ducharme. Por suerte, los zorros son animales omnívoros y pueden comer casi cualquier cosa, así que no me iba a costar encontrar comida para el invitado especial.
Bajé las escaleras con tranquilidad y puse suavemente una mano sobre el hombro de Fraiah.
Fraiah... por favor. Es nuestra única forma de enfrentarnos a los baños de sangre que tenemos que soportar. Si no escondemos nuestro dolor nos volveríamos locos como bien dice Kasha. Es... muy difícil ver continuamente como todos tus compañeros mueren hasta que te quedas solo. Sin no fuéramos fríos no podríamos proteger a las personas que amamos. Estoy seguro de que Kasha lamenta mucho la perdida de Bella pero no es el momento de lamentarse - separé mi mano del hombro de Fraiah y miré a kasha, aun manteniendo una voz completamente serena, fría y apagada - me reuniré con Yagari lo antes posible, no hace falta que me escoltes, tengo... asuntos que resolver de camino, y prefiero que te quedes con Kai para "vigilar" a Ziel y proteger la casa de posibles ataques - Antes de girarme y dirigirme plácidamente a la cocina lancé una última mirada a Kasha, con un brillo impactante y radical en la pupila de mis ojos - Es una orden...
En la cocina cogí algunos alimentos, fruta sobre todo. No estaba seguro de si los zorros podían comer azúcar sin más, era posible que al igual que los gatos o los perros estos fueran diabéticos y el azúcar le provocaría ceguera. Me cargué con un racimo de uvas, y un par de manzanas. En ningún momento me volví a dirigir a los presentes, solo me volví a ir y subí las escaleras con una mirada perdida y llena de pensamientos oscuros.
Abrí lentamente la puerta del baño, no quería que Ziel se asustase de nuevo. Entré despreocupadamente y evité mirar al zorro a los ojos. Solo dejé el racimo de uvas a su lado. Dejé una manzana sobre mi rodilla y me llevé la otra a la boca, dándole un potente bocado. Seguí sin decir ni una palabra, sin mirar al animal. Pero el no era como un humano, nada de eso era necesario. Sabia que mi aura tranquila y sincera al final acabaría calando en él, o al final acabaría por asustarse tanto que escaparía de la casa. Pero dudaba que hiciera eso. Aquel territorio era mio y yo le estaba dejando estar ahí al aceptar su presencia sin siquiera prestarle atención. Si hubiera entrado al baño haciendo jaleo, mirándolo a los ojos, intentando acariciarle el chico lo entendería como un acto de superioridad por mi parte y seguramente me volvería a atacar, pero ahora... no importa lo asustado o cabreado que estuviese, no me atacaría porque no tenía ninguna razón para hacerlo. Yo no representaba ningún peligro en aquella posición tan gentil y ensimismada. Además, le había traído fruta rica.
¿Estaría Bella y Marcus realmente muertos? Solo les conocía de oídas pero Nokku me había hablado de Bella y Marcus solo parecía un vampiro que era incluso más sobreprotector que yo.
No... realmente no estaba triste, si no emocionado más bien, en relación con ese tema, esos dos no estaban muertos, además ¿Las cenizas? ¿Enserio? ¿Qué idiota usa cenizas para demostrar una muerte? Solo Fraiah podría tragarse algo como eso. Ahora tenía una cosa más que añadir a mi lista de personas que visitar. Tenía que ir a conocer a los amantes de ese pequeño animal.
Cerré los ojos mientras le daba otro bocado a la manzana y me relajaba al lado de la pureza de Ziel, que no me iba a gritar, no me iba a exigir, no me iba a llorar. Estábamos ahí solos, a pesar de llevarnos mal, estábamos encerrados en nuestro mundo animal, ese mundo sencillo donde solo cuenta lo que puedes ver, oler y sentir. Sonreí y esperé, pronto partiría en una peligrosa campaña. ¿Conseguiría salir vivo?
- Jack Wintersnow
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Re: Casa de Nokku Damaru
Kasha me freno con la mano antes de que diera mas de un paso hacia ella, por lo que tan solo me quede escuchando sus palabras. Kasha, a veces era muy cruel cuando hablaba, pero no era aposta, y lo que decia, denotaba todo el sufrimiento que ha soportado hasta ahora y que sigue haciendolo, incluido un sufrimiento que tendria que corresponderme a mi por su pelea particular con Marcus por Ziel.
En ese momento jack bajo y cambio los planes a Kasha, ella necesitaba hablar con Yagari antes de que fuera Zero por la conversacion de aquel dia en casa. Pero en ese instante dijo las palabras magicas que obligaban a obedecer, aunque conociendo a Kasha, esas palabras harian mas bien el efecto contrario como ya pasaba cuando Nokku vivia.
Antes de permitirle a Kasha decir una sola palabra de queja hacia el nuevo jefe, o peor un insulto, que era lo habitual en ella, le inmovilice los brazos con un brazo y con la otra mano le tape la boca con algo de fuerza obligando a apoyar la cabeza en mi pecho para que no se escapara e hiciera alguno de sus actos de rebeldía o dijera alguna cosa que nos metiera en un lio.
- Si, jefe- dije con firmeza de parte de los dos- no parece que este muy de humor para aguantar tu insubordinación, procura guardartela hasta que este de mejor humor, quieres?- le susurre al oido a Kasha para que se estuviera quietecita y calladita por una vez en su vida
En ese momento jack bajo y cambio los planes a Kasha, ella necesitaba hablar con Yagari antes de que fuera Zero por la conversacion de aquel dia en casa. Pero en ese instante dijo las palabras magicas que obligaban a obedecer, aunque conociendo a Kasha, esas palabras harian mas bien el efecto contrario como ya pasaba cuando Nokku vivia.
Antes de permitirle a Kasha decir una sola palabra de queja hacia el nuevo jefe, o peor un insulto, que era lo habitual en ella, le inmovilice los brazos con un brazo y con la otra mano le tape la boca con algo de fuerza obligando a apoyar la cabeza en mi pecho para que no se escapara e hiciera alguno de sus actos de rebeldía o dijera alguna cosa que nos metiera en un lio.
- Si, jefe- dije con firmeza de parte de los dos- no parece que este muy de humor para aguantar tu insubordinación, procura guardartela hasta que este de mejor humor, quieres?- le susurre al oido a Kasha para que se estuviera quietecita y calladita por una vez en su vida
- Kai Olivier
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Localización : donde menos te lo esperas...
Re: Casa de Nokku Damaru
Jack bajo y dijo que iria mas tarde, y me obligaba a quedarme aqui impidiendome ir a buscar a esos dos vampiros idiotas que por cuarta vez habian dejado tirado a Ziel en un estado mediocre. Lo ultimo que queria y necesitaba ahora es que un jefe que huye de sus obligaciones dejandole todo el marron a Yagari y que trabaja solo, venga a obligarme a quedarme de niñera cuidando de un crio que no sabe quien es y de Fraiah, de la cual no estaba convencida si debia protegerla a ella o protegernos de ella por el cambio que habia intuido hacia un momento.
- No piens...!!- antes de terminar la frase, Kai me habia atrapado y me habia hecho callar a lo que respondi retorciendome con fuerza por el cabreo y el estres que se me iba acumulando por no ser capaz de controlar la situacion y no poder hacer nada para evitarlo por las nuevas ordenes.
Cuando escuche las palabras de Kai me quede quieta el tiempo suficiente hasta que Jack se marcho, despues me solte de Kai y me marche a la cocina, ahora vacia, para tranquilizarme e intentar desahogar la frustración sin pagarla con nadie que no fuera ella misma.
- No piens...!!- antes de terminar la frase, Kai me habia atrapado y me habia hecho callar a lo que respondi retorciendome con fuerza por el cabreo y el estres que se me iba acumulando por no ser capaz de controlar la situacion y no poder hacer nada para evitarlo por las nuevas ordenes.
Cuando escuche las palabras de Kai me quede quieta el tiempo suficiente hasta que Jack se marcho, despues me solte de Kai y me marche a la cocina, ahora vacia, para tranquilizarme e intentar desahogar la frustración sin pagarla con nadie que no fuera ella misma.
- Kasha Oskan
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Localización : en el infierno
Re: Casa de Nokku Damaru
Excelente. Siempre las circunstancias se daban de modo que ella quedase mal parada. Después de todo, ¿por qué preocuparse? ¿Por qué darle importancia a estúpidos preceptos morales como los que ella intentaba infundir? ¿Por qué prestarle atención a los inexplicables y ridículos sentimientos de Fraiah Blade Eslin? Nuevamente, ella era la que estaba mal. Otra vez, ella era la que se encontraba equivocada. Y Jack no hizo más que acentuar aquello con sus palabras. Sintió su mano sobre su menudo hombro, y lo miró de reojo, con la cabeza baja. ¿Por qué? ¿Por qué nadie podía entender lo que sentía? Aunque intentaba comprenderlos, y de verdad que luchaba por hacerlo, no podía concebir aquella frialdad insensata. Sin embargo, ¿podía, acaso, culparlos? Ella, que había acabado con la vida de tantos en esos laboratorios, entre los cuales algunas almas inocentes e ignorantes yacían... Ella, que había dejado un reguero de sangre ante su partida, y que no hacía más que herir a quienes quería con cada palabra y cada gesto efectuado. ¿Tenía, entonces, algún argumento que sustentara sus reproches?
Ziel huyó ante sus gritos, Kasha intentó justificarse ante sus acusaciones, y Jack solo defendía la causa de los cazadores. De acuerdo, estaba bien. Ella se callaría la boca y los dejaría hacer lo que quisieran. Se quedaría callada, quieta, sin molestar. Escuchó los siguientes comentarios que se pronunciaron en el lugar, pero no acotó nada. Ignoró la orden de Jack, ignoró el berrinche de Kasha por no obedecer. Suspiró y caminó hacia la cocina, no sin antes haber echado un vistazo hacia arriba, observando las escaleras. Jack comenzó a subir, portando frutas entre sus manos. ¿Qué iba a hacer? ¿Acaso intentaría ganarse a Ziel con eso? ¿Lograría mitigar su desconfianza? Observó una gran manzana roja que quedaba en la pequeña fuente de frutas. La tomó y se la llevó a la boca, dando un fuerte mordisco. Casi había olvidado lo poco que había comido en todos estos meses. Cerró los ojos y apoyó ambas manos sobre el mármol de la cocina, inclinándose hacia adelante. Dejó la mirada perdida en algún azulejo de la pared mientras masticaba. Se sentía sola, y no sabía cómo transmitir lo que acontecía en su interior. Estaba aterrorizada, pero no hacía más que mostrarse fuerte -dentro de lo que cabía- y ser hostil con los demás. Tras haber cerrado los ojos, las imágenes de sus vivencias allí dentro se vivificaron en sus pensamientos. Vivió nuevamente, en carne propia, los maltratos, los golpes, las experimentaciones, los intentos de violación. Aún no podía entender cómo estaba allí de una pieza, si es que podría denominarse mediante aquellas palabras su estado actual. Pues Fraiah no estaba bien. Podía notarse que, si bien su aspecto físico no había cambiado como el de Ziel, en él existían ciertos cambios, no precisamente debido a las experimentaciones, o al menos no en su totalidad. Pero lo más grave yacía en su mente. Lo más oscuro y perverso se escondía tras sus inocentes ojos, pues el tormento interior estaba siendo sofocado por aquella Fraiah que deseaba sepultarlo todo, olvidarlo, y seguir adelante. ¿Pero cómo evitar el trauma? ¿Cómo no volverse loca al igual que Ziel? ¿Cómo reprimir todo aquello que estaba sintiendo? Tal vez si él aún estuviera vivo, las cosas serían diferentes. Pero ya no valía la pena siquiera lamentarse, pues sus súplicas, por más que quisiera, no lo traerían de vuelta a la vida. Ella, contra viento y marea, debería asumir su papel en este juego; debería ocupar la pieza de la Reina en el tétrico tablero de este ajedrez sangriento. Debía ser fuerte, decidida, audaz y precavida. Debía aprender a controlar sus emociones, sus extraños dones emergentes. Debía proteger a los suyos al igual que Kasha, Kai o Jack lo hacían. ¿Acaso ella no era, en el fondo, una cazadora también? Pese a haber negado su legado como hija de cazavampiros que era, pese a haberse puesto del lado de los vampiros cuando menos debía, no podía negar su verdadera naturaleza, incluso aunque esta estuviera manchada por los colmillos asesinos de un presente híbrido e inconcluso. Además, la mismísima sangre de Nokku corría por sus venas, al igual que su poder. Por lo tanto, ¿por qué habría de echarse atrás? ¿Por qué no se levantaría como la guerrera que debía hacer? Las circunstancias le obligaban a ponerse a la altura de los acontecimientos y, los acontecimientos, requerían a una mujer fuerte, no a una doncella en apuros.
Dio otro mordisco a la manzana y se volteó para mirar a Kasha y a Kai. Sin mediar una palabra más, suspiró y se encogió suavemente de hombros. ¿Qué ocurriría ahora? En cierta medida, le preocupaba que Jack estuviese solo con Ziel, pues anteriormente no habían demostrado, ninguno de los dos, algún indicio de tolerancia. Por esa razón, Fraiah comenzó a subir las escaleras. Echaría un vistazo, solo un vistazo, para verificar que todo andaba bien. Cuando llegó, sigilosamente, avanzó. Apoyó ambas manos sobre el marco de la puerta, la cual se encontraba entreabierta. Con mirada expectante y sorprendida, observó lo que acontecía en el interior. "Jack...", pensó su nombre, completamente anonadada y enternecida. Parecía mentira cómo había logrado quitar de su mente todos aquellos pensamientos destructivos y mortificantes con tan solo observarlos a ambos, a Ziel y al cazador, envueltos en aquella calma y armonía. ¿Así que de ese modo debía tratar con el vampiro? ¿Debía aprender técnicas para comunicarse con él como si este fuera, en verdad, un pequeño animal asustado y desconfiado? Y sin querer, se ruborizó. Una extraña alegría la inundó. Pero, ¿estaba bien permitirle paso a la felicidad momentánea? Ni siquiera sabía por qué se sentía, de repente, tan reconfortada. ¿Estaba bien quererlo? ¿Estaba bien sentir afecto por ese desconocido hombre que se había vuelto, extrañamente, tan cercano? Y recordó el beso. Recordó el primer beso y se apartó de la puerta, pegando su espalda a la pared como una adolescente embobada y enamorada; como la verdadera adolescente que había sido y que, en el fondo, aún era. Se llevó mano a la boca, rozando sus propios labios con los dedos índice y corazón. De reojo podía ver la pequeña hendija de luz que se colaba desde el baño hacia el pasillo. Fraiah miró en dirección a las escaleras, captando con una mano la atención de Kasha y Kai, y les hizo una seña levantando su dedo pulgar, indicando que todo parecía marchar bien dentro del baño. Decidió continuar en silencio, y entonces se llevó una mano al pecho mientras observaba la puerta de la habitación que era de Nokku. Suspiró levemente y sonrió por lo bajo, algo melancólica.
¿Estaba bien querer a ese hombre?
Se sorprendió a sí misma pensando aquellas cosas. Se sorprendió y, sin saberlo, se odió. Sonrió y negó con la cabeza, creyendo que su bipolaridad acabaría por matarlos a todos. Cómicamente, suspiró y se despegó de la pared, comenzando a caminar hacia la habitación de Nokku, en la cual tantas veces había pasado sus noches. Sin hacer ruido, abrió un cajón del armario y comenzó a ojear un álbum de fotos. Quizás era mejor dejar esos recuerdos, esas imágenes llena de historia, en un lugar más propicio que un olvidado y avejentado cajón. Y, de repente, se le ocurrió una idea: ¿Y si lo llevaba al mausoleo? ¿Qué mejor sitio para depositar aquellas fotos que aquel sangrado lugar? Sin embargo, no estaba segura de si la dejarían ir. Cerró los ojos, soltando un profundo suspiro, y se dejó caer sobre la cama, aferrando contra su pecho el álbum de fotografías. Hacía mucho que no visitaba la tumba del cazador. Quería ir. Quería visitarlo, como en los viejos tiempos, a pesar de que ya no fuera su casa el lugar del encuentro, sino un solitario lugar de mármol en la cima de una colina. Y entonces pensó en preguntarle a Jack si estaba de acuerdo en que ella fuera allí, al menos acompañada por alguien. Tampoco quería ser un incordio, aunque no le agradaba demasiado el hecho de andar pidiendo permiso. Aunque, en verdad, más que eso, era avisar cada paso que daba por el pueblo, pues ella y Ziel eran, en definitiva, unos fugitivos de la Nueva Asociación. Y, al recordar esto, creyó que era totalmente estúpido querer salir de la casa, aunque fuera acompañada. Ella y Ziel quedarían aquí recluidos, privados de su libertad otra vez, más allá de que esta vez fuera para protegerlos y no para dañarlos. Fraiah giró sobre la cama y se recostó de lado, sin dejar de abrazar las fotografías. Tal vez debería bajar y hablar bien con Kasha, sin riñas de por medio; tal vez debería decirle a Jack ya mismo, antes de que él partiera, todo lo que había prometido declararle. Entrecerró los ojos y flexionó sus rodillas, arqueando su cuerpo hacia adelante, haciéndose "bolita", por llamarlo de algún modo. ¿Qué debía hacer? ¿Qué le diría a él? Incluso temía a causa de estos nuevos sentimientos que estaban aflorando, inexplicablemente, desde su interior. Y se mantuvo en silencio, hablando en silencio consigo misma, mientras todo acontecía a su alrededor. Pronto la casa se pondría en movimiento; Jack se iría, Kasha se quejaría por tener que seguir sus órdenes, Ziel continuaría confundida, deambulando y deseando huir por momentos... y ella, ella simplemente no podía adivinar qué sería de su ser cuando todo se pusiera en marcha otra vez, preparando interna y exteriormente a cada soldado para la guerra. ¿Y en qué sitio quedaría ella? ¿En qué puesto? ¿Acaso lograría ser aquella fuerte y valerosa pieza que tanto deseaba, sobre el tablero infernal de esta ardua batalla?
Ziel huyó ante sus gritos, Kasha intentó justificarse ante sus acusaciones, y Jack solo defendía la causa de los cazadores. De acuerdo, estaba bien. Ella se callaría la boca y los dejaría hacer lo que quisieran. Se quedaría callada, quieta, sin molestar. Escuchó los siguientes comentarios que se pronunciaron en el lugar, pero no acotó nada. Ignoró la orden de Jack, ignoró el berrinche de Kasha por no obedecer. Suspiró y caminó hacia la cocina, no sin antes haber echado un vistazo hacia arriba, observando las escaleras. Jack comenzó a subir, portando frutas entre sus manos. ¿Qué iba a hacer? ¿Acaso intentaría ganarse a Ziel con eso? ¿Lograría mitigar su desconfianza? Observó una gran manzana roja que quedaba en la pequeña fuente de frutas. La tomó y se la llevó a la boca, dando un fuerte mordisco. Casi había olvidado lo poco que había comido en todos estos meses. Cerró los ojos y apoyó ambas manos sobre el mármol de la cocina, inclinándose hacia adelante. Dejó la mirada perdida en algún azulejo de la pared mientras masticaba. Se sentía sola, y no sabía cómo transmitir lo que acontecía en su interior. Estaba aterrorizada, pero no hacía más que mostrarse fuerte -dentro de lo que cabía- y ser hostil con los demás. Tras haber cerrado los ojos, las imágenes de sus vivencias allí dentro se vivificaron en sus pensamientos. Vivió nuevamente, en carne propia, los maltratos, los golpes, las experimentaciones, los intentos de violación. Aún no podía entender cómo estaba allí de una pieza, si es que podría denominarse mediante aquellas palabras su estado actual. Pues Fraiah no estaba bien. Podía notarse que, si bien su aspecto físico no había cambiado como el de Ziel, en él existían ciertos cambios, no precisamente debido a las experimentaciones, o al menos no en su totalidad. Pero lo más grave yacía en su mente. Lo más oscuro y perverso se escondía tras sus inocentes ojos, pues el tormento interior estaba siendo sofocado por aquella Fraiah que deseaba sepultarlo todo, olvidarlo, y seguir adelante. ¿Pero cómo evitar el trauma? ¿Cómo no volverse loca al igual que Ziel? ¿Cómo reprimir todo aquello que estaba sintiendo? Tal vez si él aún estuviera vivo, las cosas serían diferentes. Pero ya no valía la pena siquiera lamentarse, pues sus súplicas, por más que quisiera, no lo traerían de vuelta a la vida. Ella, contra viento y marea, debería asumir su papel en este juego; debería ocupar la pieza de la Reina en el tétrico tablero de este ajedrez sangriento. Debía ser fuerte, decidida, audaz y precavida. Debía aprender a controlar sus emociones, sus extraños dones emergentes. Debía proteger a los suyos al igual que Kasha, Kai o Jack lo hacían. ¿Acaso ella no era, en el fondo, una cazadora también? Pese a haber negado su legado como hija de cazavampiros que era, pese a haberse puesto del lado de los vampiros cuando menos debía, no podía negar su verdadera naturaleza, incluso aunque esta estuviera manchada por los colmillos asesinos de un presente híbrido e inconcluso. Además, la mismísima sangre de Nokku corría por sus venas, al igual que su poder. Por lo tanto, ¿por qué habría de echarse atrás? ¿Por qué no se levantaría como la guerrera que debía hacer? Las circunstancias le obligaban a ponerse a la altura de los acontecimientos y, los acontecimientos, requerían a una mujer fuerte, no a una doncella en apuros.
Dio otro mordisco a la manzana y se volteó para mirar a Kasha y a Kai. Sin mediar una palabra más, suspiró y se encogió suavemente de hombros. ¿Qué ocurriría ahora? En cierta medida, le preocupaba que Jack estuviese solo con Ziel, pues anteriormente no habían demostrado, ninguno de los dos, algún indicio de tolerancia. Por esa razón, Fraiah comenzó a subir las escaleras. Echaría un vistazo, solo un vistazo, para verificar que todo andaba bien. Cuando llegó, sigilosamente, avanzó. Apoyó ambas manos sobre el marco de la puerta, la cual se encontraba entreabierta. Con mirada expectante y sorprendida, observó lo que acontecía en el interior. "Jack...", pensó su nombre, completamente anonadada y enternecida. Parecía mentira cómo había logrado quitar de su mente todos aquellos pensamientos destructivos y mortificantes con tan solo observarlos a ambos, a Ziel y al cazador, envueltos en aquella calma y armonía. ¿Así que de ese modo debía tratar con el vampiro? ¿Debía aprender técnicas para comunicarse con él como si este fuera, en verdad, un pequeño animal asustado y desconfiado? Y sin querer, se ruborizó. Una extraña alegría la inundó. Pero, ¿estaba bien permitirle paso a la felicidad momentánea? Ni siquiera sabía por qué se sentía, de repente, tan reconfortada. ¿Estaba bien quererlo? ¿Estaba bien sentir afecto por ese desconocido hombre que se había vuelto, extrañamente, tan cercano? Y recordó el beso. Recordó el primer beso y se apartó de la puerta, pegando su espalda a la pared como una adolescente embobada y enamorada; como la verdadera adolescente que había sido y que, en el fondo, aún era. Se llevó mano a la boca, rozando sus propios labios con los dedos índice y corazón. De reojo podía ver la pequeña hendija de luz que se colaba desde el baño hacia el pasillo. Fraiah miró en dirección a las escaleras, captando con una mano la atención de Kasha y Kai, y les hizo una seña levantando su dedo pulgar, indicando que todo parecía marchar bien dentro del baño. Decidió continuar en silencio, y entonces se llevó una mano al pecho mientras observaba la puerta de la habitación que era de Nokku. Suspiró levemente y sonrió por lo bajo, algo melancólica.
¿Estaba bien querer a ese hombre?
No lo sabía; pero, inexplicablemente, deseaba amarlo.
Se sorprendió a sí misma pensando aquellas cosas. Se sorprendió y, sin saberlo, se odió. Sonrió y negó con la cabeza, creyendo que su bipolaridad acabaría por matarlos a todos. Cómicamente, suspiró y se despegó de la pared, comenzando a caminar hacia la habitación de Nokku, en la cual tantas veces había pasado sus noches. Sin hacer ruido, abrió un cajón del armario y comenzó a ojear un álbum de fotos. Quizás era mejor dejar esos recuerdos, esas imágenes llena de historia, en un lugar más propicio que un olvidado y avejentado cajón. Y, de repente, se le ocurrió una idea: ¿Y si lo llevaba al mausoleo? ¿Qué mejor sitio para depositar aquellas fotos que aquel sangrado lugar? Sin embargo, no estaba segura de si la dejarían ir. Cerró los ojos, soltando un profundo suspiro, y se dejó caer sobre la cama, aferrando contra su pecho el álbum de fotografías. Hacía mucho que no visitaba la tumba del cazador. Quería ir. Quería visitarlo, como en los viejos tiempos, a pesar de que ya no fuera su casa el lugar del encuentro, sino un solitario lugar de mármol en la cima de una colina. Y entonces pensó en preguntarle a Jack si estaba de acuerdo en que ella fuera allí, al menos acompañada por alguien. Tampoco quería ser un incordio, aunque no le agradaba demasiado el hecho de andar pidiendo permiso. Aunque, en verdad, más que eso, era avisar cada paso que daba por el pueblo, pues ella y Ziel eran, en definitiva, unos fugitivos de la Nueva Asociación. Y, al recordar esto, creyó que era totalmente estúpido querer salir de la casa, aunque fuera acompañada. Ella y Ziel quedarían aquí recluidos, privados de su libertad otra vez, más allá de que esta vez fuera para protegerlos y no para dañarlos. Fraiah giró sobre la cama y se recostó de lado, sin dejar de abrazar las fotografías. Tal vez debería bajar y hablar bien con Kasha, sin riñas de por medio; tal vez debería decirle a Jack ya mismo, antes de que él partiera, todo lo que había prometido declararle. Entrecerró los ojos y flexionó sus rodillas, arqueando su cuerpo hacia adelante, haciéndose "bolita", por llamarlo de algún modo. ¿Qué debía hacer? ¿Qué le diría a él? Incluso temía a causa de estos nuevos sentimientos que estaban aflorando, inexplicablemente, desde su interior. Y se mantuvo en silencio, hablando en silencio consigo misma, mientras todo acontecía a su alrededor. Pronto la casa se pondría en movimiento; Jack se iría, Kasha se quejaría por tener que seguir sus órdenes, Ziel continuaría confundida, deambulando y deseando huir por momentos... y ella, ella simplemente no podía adivinar qué sería de su ser cuando todo se pusiera en marcha otra vez, preparando interna y exteriormente a cada soldado para la guerra. ¿Y en qué sitio quedaría ella? ¿En qué puesto? ¿Acaso lograría ser aquella fuerte y valerosa pieza que tanto deseaba, sobre el tablero infernal de esta ardua batalla?
- Fraiah B. Eslin
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Re: Casa de Nokku Damaru
El animal yacía aún dentro, nervioso hasta la médula y el pelaje completamente erizado. Los gruñidos continuaban escuchándose por lo bajo, incesantes desde el interior del cuarto de baño. Atemorizado por las voces de la discusión entre Fraiah y Kasha, el joven neófito no paraba de quitar las intenciones a todo aquel que se acercara simplemente por la puerta del lugar. Nadie osaría siquiera a pensar en pisar aquel territorio sin que él lo consintiera, dada su nueva faceta territorial que le provocaba el ser de dentro. Pero, ¿sería capaz alguien de atravesar las frontera del umbral y enfrentarse contra él? Las advertencias desde luego, estaban asegurando de que nada bueno sucedería al entrar. Además, sin saberlo, Ziel contaba con un factor sorpresa que podía dejar boquiabierto a más de uno por el cambio que experimentaron sus dones. Por tanto, nadie era consciente de lo que pudiera ocurrir, y tal vez por eso, hubo un largo tiempo en donde nadie consideró necesario entrar en el baño. No al menos hasta que decidiera tranquilizarse con el silencio que se formaba en la planta de arriba. Entonces, una vez manso de nuevo, sería oportuno entrar, darle comida y hacerle un par de caricias para que fuera acostumbrándose al trato humano; aunque quizá no terminara de hacerle excesivamente gracia que tocaran su pelaje tan a la ligera. Era él quien iba a poner las normas de cuándo, cómo, dónde y quién tenía ese priviligiado consentimiento.
¿Sería Jack Wintersnow uno de sus agraciados?
En cuanto el cazador entró, el peliblanco se posicionó de rodillas dentro de la bañera, agarrando el borde alteradamente. Las colas de su espalda se tensaron al instante. Y de repente, sonó un rugido procedente de su garganta, advirtiéndole de la poca compañía que ahora necesitaba, por no decir completamente ninguna. Sus largas uñas añaraban la pintura a causa de la tensión, mientras sus afilados y feroces colmillos se mostraron enseguida, declarando una nueva señal de peligro. Sin embargo, su inesperado invitado no se marchó, sino todo lo contrario: se atrevió a introducirse hasta su lado. Porque no le tenía ningún tipo de miedo, a diferencia del resto de personas que ocupaban la casa en estos momentos, quienes se tomaban la paciencia necesaria para acercarse a él, una vez ya tomara algo más de confianza. A su diferencia, Jack simplemente había tomado la iniciativa de recuperar el espacio que le pertenecía, sin siquiera tomar interés en la presencia del zorro que "habitaba" en el cuarto de baño. Tenía la idea clara de que iba a recuperar el territorio que le pertenecía por apellido y por sangre.
Por suerte, el mayor tampoco lo miró a los ojos ni similar, cosa que pareció tranquilizar un poco al indómito ser del interior del joven. Al parecer, Wintersnow no traiga ganas de terminar el pequeño enfrentamiento de antes, más bien a disfrutar de la pérdida de tiempo en el mismo lugar que él. Quién sabe, si incluso venía a defenderlo de los otros dos cazadores que abajo se encontraban. No obstante, a pesar de tomar posibilidad de que fuera así, Ziel no iba a confiarse de ninguna otra mano que se tendiera. Simplemente esperaría, lo observaría atentamente, y si no causaba ningún disturbio, terminaría por ignorarle igualmente. Y, a la cercanía que se generó entre ambos, el neófito retrocedió hacia atrás, pegando la espalda contra la pared que delimitaba su espacio. Segundos más tarde lo pensó mejor y volvió a cambiar de posición, inclinándose hacia delante para defenderse en caso de necesidad, sin detener sus gruñidos. Pero lo que ninguno de los dos esperó fue cómo Ziel logró percibir de alguna misteriosa forma -desconociendo totalmente que era un verdadero vampiro y podía olfatear y sentir aquello-, qué se escondía en el interior del cazador. No era completamente consciente, ni acertado con seguridad, pero había notado ese "algo" particular que él mismo también llevaba. Entonces, los gruñidos parecieron reducirse una pequeña cuarta, brindándole la oportunidad de que pudiera acercarse con la comida que llevaba entre las manos y poder participar en el espacio que se había adjudicado para sí.
Las uvas fueron depositadas con sumo cuidado cerca del joven zorro de cabellos blancos. En cambio, los gruñidos no desistieron sus intenciones, entablando aquel minucioso lenguaje corporal que ambos conocían a la perfección. Pero la pasividad de su "contrincante" le proporcionó el mismo estado del humor, deteniéndose con el paso del tiempo. Había tomado bastante hasta que el neófito dejó de ver en él una amenaza, en vez de un neutro. Para los animales, había que ser paciente y esperar por el susodicho, por la confianza que debía dar para continuar "dialogando"; algo que ciertamente poseía el intruso. Las orejas se balancearon hacia delante, puntiagudas, posicionándose con curiosidad para cualquier sonido o movimiento que Jack realizara. Esperó en silencio, mientras sus ojos dispares se clavaron sobre la figura del cazador, atento, moviendo las dos colas que tenía sobre su espalda lentamente. En esta situación, parecía un verdadero cachorro de zorro esperando su recompensa por comportarse adecuadamente.
Y de repente, se agazapó velozmente delante del racimo de uvas, del mismo modo en que si estuviera jugando con éste. Su cuello se estiró para llevar su nariz al núcleo central de la fruta, reptando, cerciorándose también de que las uvas no eran ningún enemigo, si no un alimento que le proporcionaría energía y eliminaría su hambre. Tras coger una con los dientes, se retiró hasta la posición anterior, soltando un gemido en cuanto se la comió. Le gustaba el dulce. Siempre le gustó, en verdad, aunque ahora no pudiera recordarlo. De tal modo que se acercó de nuevo y atrajo la comida hacia su sitio, alejándola del rubio. La agitación de sus colas se volvió más efusiva, contento por la comida que le estaban ofreciendo. Eso era porque estaba portándose bien, o porque hacía bien en mantenerse dentro de la bañera. Pero la curiosidad siempre mataba al gato. La manzana que poseía Jack en la mano era de cierto interés para sus ojos, los cuales no podían evitar seguir mirándola. Con desconfianza, su nariz comenzó a avanzar terreno, hasta el punto de empezar a olfatearle la pernera del pantalón, guardando el aroma que desprendía para asociarlo rápidamente la próxima vez. Una vez realizó el reconocimiento, volvió a mirarlo y mordió la manzana para retraer su cuerpo y dejarla donde se encontraban las uvas. A continuación, una vez preparó la fruta a su lado, se colocó y comenzó a comer tranquilamente, sin que nada más que su comida pudiera descencentrarle.
¿Sería Jack Wintersnow uno de sus agraciados?
En cuanto el cazador entró, el peliblanco se posicionó de rodillas dentro de la bañera, agarrando el borde alteradamente. Las colas de su espalda se tensaron al instante. Y de repente, sonó un rugido procedente de su garganta, advirtiéndole de la poca compañía que ahora necesitaba, por no decir completamente ninguna. Sus largas uñas añaraban la pintura a causa de la tensión, mientras sus afilados y feroces colmillos se mostraron enseguida, declarando una nueva señal de peligro. Sin embargo, su inesperado invitado no se marchó, sino todo lo contrario: se atrevió a introducirse hasta su lado. Porque no le tenía ningún tipo de miedo, a diferencia del resto de personas que ocupaban la casa en estos momentos, quienes se tomaban la paciencia necesaria para acercarse a él, una vez ya tomara algo más de confianza. A su diferencia, Jack simplemente había tomado la iniciativa de recuperar el espacio que le pertenecía, sin siquiera tomar interés en la presencia del zorro que "habitaba" en el cuarto de baño. Tenía la idea clara de que iba a recuperar el territorio que le pertenecía por apellido y por sangre.
Por suerte, el mayor tampoco lo miró a los ojos ni similar, cosa que pareció tranquilizar un poco al indómito ser del interior del joven. Al parecer, Wintersnow no traiga ganas de terminar el pequeño enfrentamiento de antes, más bien a disfrutar de la pérdida de tiempo en el mismo lugar que él. Quién sabe, si incluso venía a defenderlo de los otros dos cazadores que abajo se encontraban. No obstante, a pesar de tomar posibilidad de que fuera así, Ziel no iba a confiarse de ninguna otra mano que se tendiera. Simplemente esperaría, lo observaría atentamente, y si no causaba ningún disturbio, terminaría por ignorarle igualmente. Y, a la cercanía que se generó entre ambos, el neófito retrocedió hacia atrás, pegando la espalda contra la pared que delimitaba su espacio. Segundos más tarde lo pensó mejor y volvió a cambiar de posición, inclinándose hacia delante para defenderse en caso de necesidad, sin detener sus gruñidos. Pero lo que ninguno de los dos esperó fue cómo Ziel logró percibir de alguna misteriosa forma -desconociendo totalmente que era un verdadero vampiro y podía olfatear y sentir aquello-, qué se escondía en el interior del cazador. No era completamente consciente, ni acertado con seguridad, pero había notado ese "algo" particular que él mismo también llevaba. Entonces, los gruñidos parecieron reducirse una pequeña cuarta, brindándole la oportunidad de que pudiera acercarse con la comida que llevaba entre las manos y poder participar en el espacio que se había adjudicado para sí.
Las uvas fueron depositadas con sumo cuidado cerca del joven zorro de cabellos blancos. En cambio, los gruñidos no desistieron sus intenciones, entablando aquel minucioso lenguaje corporal que ambos conocían a la perfección. Pero la pasividad de su "contrincante" le proporcionó el mismo estado del humor, deteniéndose con el paso del tiempo. Había tomado bastante hasta que el neófito dejó de ver en él una amenaza, en vez de un neutro. Para los animales, había que ser paciente y esperar por el susodicho, por la confianza que debía dar para continuar "dialogando"; algo que ciertamente poseía el intruso. Las orejas se balancearon hacia delante, puntiagudas, posicionándose con curiosidad para cualquier sonido o movimiento que Jack realizara. Esperó en silencio, mientras sus ojos dispares se clavaron sobre la figura del cazador, atento, moviendo las dos colas que tenía sobre su espalda lentamente. En esta situación, parecía un verdadero cachorro de zorro esperando su recompensa por comportarse adecuadamente.
Y de repente, se agazapó velozmente delante del racimo de uvas, del mismo modo en que si estuviera jugando con éste. Su cuello se estiró para llevar su nariz al núcleo central de la fruta, reptando, cerciorándose también de que las uvas no eran ningún enemigo, si no un alimento que le proporcionaría energía y eliminaría su hambre. Tras coger una con los dientes, se retiró hasta la posición anterior, soltando un gemido en cuanto se la comió. Le gustaba el dulce. Siempre le gustó, en verdad, aunque ahora no pudiera recordarlo. De tal modo que se acercó de nuevo y atrajo la comida hacia su sitio, alejándola del rubio. La agitación de sus colas se volvió más efusiva, contento por la comida que le estaban ofreciendo. Eso era porque estaba portándose bien, o porque hacía bien en mantenerse dentro de la bañera. Pero la curiosidad siempre mataba al gato. La manzana que poseía Jack en la mano era de cierto interés para sus ojos, los cuales no podían evitar seguir mirándola. Con desconfianza, su nariz comenzó a avanzar terreno, hasta el punto de empezar a olfatearle la pernera del pantalón, guardando el aroma que desprendía para asociarlo rápidamente la próxima vez. Una vez realizó el reconocimiento, volvió a mirarlo y mordió la manzana para retraer su cuerpo y dejarla donde se encontraban las uvas. A continuación, una vez preparó la fruta a su lado, se colocó y comenzó a comer tranquilamente, sin que nada más que su comida pudiera descencentrarle.
- Ziel A. Carphatia
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Re: Casa de Nokku Damaru
Suspire, entendia la reaccion de Kasha, pero tambien la del nuevo jefe. Fraiah se marcho al piso de arriba, asi que decidi seguir a Kasha a la cocina. Abri la puerta de la cocina y vi a Kasha mirando por la ventana.
- Kasha..., no te enfades tanto, si te ha pedido que nos quedemos aqui, sera porque tiene algo entre manos, y Yagari no es tonto, asi que seguro que se entera de lo que esta pasando- dije mientras que me acercaba a ella por la espalda y la abrazaba apoyando la barbilla en su hombro.
- Ademas, asi podemos descansar un poco, hace dias que no descansamos mas de un un par de horas- le dije con tono cariñoso- Y puedes estar con Fraiah, que se que la echas de menos, y yo estar con mi hermano, a ver si conseguimos arreglar la cabeza de Ziel- le dije despues de besar la mejilla de Kasha
- Kasha..., no te enfades tanto, si te ha pedido que nos quedemos aqui, sera porque tiene algo entre manos, y Yagari no es tonto, asi que seguro que se entera de lo que esta pasando- dije mientras que me acercaba a ella por la espalda y la abrazaba apoyando la barbilla en su hombro.
- Ademas, asi podemos descansar un poco, hace dias que no descansamos mas de un un par de horas- le dije con tono cariñoso- Y puedes estar con Fraiah, que se que la echas de menos, y yo estar con mi hermano, a ver si conseguimos arreglar la cabeza de Ziel- le dije despues de besar la mejilla de Kasha
- Kai Olivier
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Re: Casa de Nokku Damaru
Había estado dialogando con aquella cazadora y aquella vampiresa. Tras intentar buscar algo de información, logró obtener lo que quería. Para su pesar, todos los rumores eran ciertos y su hermana había sido secuestrada. Sin embargo, un reciente rastro logró guiarlo hasta la casa del fallecido Damaru. Lo bueno de que existan vampiros de menor rango era que solían temerle a los Sangre Pura y -aunque a él eso no le agradaba demasiado, pues jamás le gustó imponer su fuerza porque sí- le fue muy provechoso que por respeto le otorgaran todos los datos que le fueran necesarios. Así, logró dar con el camino rocoso que llevaba hacia aquella cabaña humilde y acogedora. De su chimenea salía humo grisáceo, por lo que dedujo que allí dentro había alguien. Se detuvo un momento, oculto entre varios árboles, y cerró los ojos. De ese modo, agudizó aún más sus otros sentidos, por lo cual percibió las esencias de Kasha, Kai, aquel que decía ser el nuevo Presidente de la Asociación, otro vampiro que no pudo reconocer por completo y... ¡su hermana! ¡Fraiah estaba allí! Por lo tanto, sin dudarlo, se deslizó a gran velocidad, siempre cuidadoso y precavido, hasta alcanzar la casa poblada de cazadores.
Logró acercarse hasta la cabaña y alzó la vista. Allí vio la ventana entreabierta. ¿Era esa una de las habitaciones? No demoró mucho en averiguarlo. Tras echar un rápido vistazo a su alrededor, de un salto trepó el muro. Su figura ya se encontraba en cuclillas sobre el umbral, y con una delicada mano enguantada en blanco, apartó la suave cortina azulada. Sus dorados iris vagaron dentro, entre la oscuridad. Sus oídos, agudos y atentos, oyeron cada murmullo. Había gente abajo, y había gente arriba, más precisamente, en el baño. Entrecerró los ojos y, entonces, dirigió su mirada hacia un bulto pequeño en la cama. Cuando se percató de quien era, de un sigiloso y rápido salto, ya se encontraba dentro. Sin hacer ruido e intentando contener su emoción y sorpresa, se acercó hasta ella, hasta Fraiah, colocándose a su lado. No sabía cómo reaccionar. ¿Cuánto tiempo había transcurrido desde que se vieron por última vez? ¿Cuánto desde que ella, ocupando su sitio en el Consejo, había conspirado con Katrina para enviar la orden de su captura, por lo cual él, una vez librado, tuvo que huir lejos? Incluso, ¿cuánto tiempo desde que la muerte de su padre y hermana menor, los obligó a regresar al pueblo? Ah, aquella muerte, cuyo hecho ya no es un secreto pero sí la identidad de su asesino.
Christian respiró suavemente, dejando caer sus párpados con cansancio. Dio unos pasos más y extendió su mano hacia ella, hasta poder tocar su menudo hombro. Al hacerlo, sintió la típica electricidad que un vampiro siente al percibir la cálida piel humana bajo sus yemas. ¿Así que Damaru lo había logrado, finalmente? Christian podía creer, ahora, que aquel rumor también era cierto. Suavemente, anonadado y extrañado aunque feliz, giró el cuerpo de Fraiah para poder ver su rostro. Sí, algo en ella había cambiado. Su aroma era diferente, curioso, llamativo y extravagante. A pesar de que la incertidumbre carcomiera su cabeza, no dudó en tomarse el atrevimiento de sentarse sobre la cama. La mano que antes yacía quieta en su hombro, se deslizó hacia su sonrosada mejilla. Apoyó allí la palma, efectuando una suave caricia fraternal. Ella estaba viva. Todo el miedo que había padecido a causa de la duda, se había disipado. Ella estaba viva a pesar de todo, ¿pero qué penurias habría tenido que vivir? De solo pensarlo, una extraña ira contra el mundo y contra sí mismo lo invadía. En parte, él era culpable de todo esto también. Nunca debió dejarla sola, a pesar de que estuviera bajo la protección de buenas personas. Sin embargo, existía la molesta e irritante paradoja que no le dejaba culparse en paz: si se hubiera quedado, quizás él mismo la hubiera matado.
La tenue luz del pasillo apenas iluminaba la habitación. Su figura oscura era difícil de visualizar desde afuera. A pesar de las voces y los ruidos de quienes estaban dentro, Christian se permitió el quedarse absorto y perdido en aquella imagen de su hermana y en aquellos recuerdos agridulces. Tomó un mechón de su cabello entre sus dedos, sintiendo el ayer tan próximo. Parecía mentira que hacía dieciocho años desde que Fraiah, una niña humana hija de cazadores, había llegado a la casa de una importante familia de vampiros Sangre Pura. Christian suspiró ante el recuerdo, y entonces se preguntó si acaso ella estaría dormida.
Logró acercarse hasta la cabaña y alzó la vista. Allí vio la ventana entreabierta. ¿Era esa una de las habitaciones? No demoró mucho en averiguarlo. Tras echar un rápido vistazo a su alrededor, de un salto trepó el muro. Su figura ya se encontraba en cuclillas sobre el umbral, y con una delicada mano enguantada en blanco, apartó la suave cortina azulada. Sus dorados iris vagaron dentro, entre la oscuridad. Sus oídos, agudos y atentos, oyeron cada murmullo. Había gente abajo, y había gente arriba, más precisamente, en el baño. Entrecerró los ojos y, entonces, dirigió su mirada hacia un bulto pequeño en la cama. Cuando se percató de quien era, de un sigiloso y rápido salto, ya se encontraba dentro. Sin hacer ruido e intentando contener su emoción y sorpresa, se acercó hasta ella, hasta Fraiah, colocándose a su lado. No sabía cómo reaccionar. ¿Cuánto tiempo había transcurrido desde que se vieron por última vez? ¿Cuánto desde que ella, ocupando su sitio en el Consejo, había conspirado con Katrina para enviar la orden de su captura, por lo cual él, una vez librado, tuvo que huir lejos? Incluso, ¿cuánto tiempo desde que la muerte de su padre y hermana menor, los obligó a regresar al pueblo? Ah, aquella muerte, cuyo hecho ya no es un secreto pero sí la identidad de su asesino.
Christian respiró suavemente, dejando caer sus párpados con cansancio. Dio unos pasos más y extendió su mano hacia ella, hasta poder tocar su menudo hombro. Al hacerlo, sintió la típica electricidad que un vampiro siente al percibir la cálida piel humana bajo sus yemas. ¿Así que Damaru lo había logrado, finalmente? Christian podía creer, ahora, que aquel rumor también era cierto. Suavemente, anonadado y extrañado aunque feliz, giró el cuerpo de Fraiah para poder ver su rostro. Sí, algo en ella había cambiado. Su aroma era diferente, curioso, llamativo y extravagante. A pesar de que la incertidumbre carcomiera su cabeza, no dudó en tomarse el atrevimiento de sentarse sobre la cama. La mano que antes yacía quieta en su hombro, se deslizó hacia su sonrosada mejilla. Apoyó allí la palma, efectuando una suave caricia fraternal. Ella estaba viva. Todo el miedo que había padecido a causa de la duda, se había disipado. Ella estaba viva a pesar de todo, ¿pero qué penurias habría tenido que vivir? De solo pensarlo, una extraña ira contra el mundo y contra sí mismo lo invadía. En parte, él era culpable de todo esto también. Nunca debió dejarla sola, a pesar de que estuviera bajo la protección de buenas personas. Sin embargo, existía la molesta e irritante paradoja que no le dejaba culparse en paz: si se hubiera quedado, quizás él mismo la hubiera matado.
La tenue luz del pasillo apenas iluminaba la habitación. Su figura oscura era difícil de visualizar desde afuera. A pesar de las voces y los ruidos de quienes estaban dentro, Christian se permitió el quedarse absorto y perdido en aquella imagen de su hermana y en aquellos recuerdos agridulces. Tomó un mechón de su cabello entre sus dedos, sintiendo el ayer tan próximo. Parecía mentira que hacía dieciocho años desde que Fraiah, una niña humana hija de cazadores, había llegado a la casa de una importante familia de vampiros Sangre Pura. Christian suspiró ante el recuerdo, y entonces se preguntó si acaso ella estaría dormida.
- Christian Blade
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Re: Casa de Nokku Damaru
Apenas terminó de comerse la manzana, levantó la cabeza y miró a Jack curiosamente. Sus orejas tendieron hacia delante y sus colas juguetearon entre sí, sin apartar la vista un solo instante. El amarillo y el azul se clavaban sobre su figura, cuestionando cientas de cosas que solo Ziel mismo podría entender. La pequeña disputa que habían tenido anteriormente, resurgía dentro de su cabeza como una advertencia. Él había tratado de hacer daño a Fraiah -o al menos así lo veían sus inocentes ojos-, deseó dejarle inconsciente con aquel golpe o algo peor, y después se marchó al piso de arriba con la única perteneciencia que tenía, sin importarle si él estuviera o no de acuerdo con la decisión, ¿no es así? Incluso un zorro sin demasiados recuerdos podía darse cuenta de estas cosas, de cómo Jack parecía apartarle de la última pista que existía acerca de quién fue una vez. No obstante, entró en el baño para reclamar su territorio y la fruta que le había traído, silenciaban a bien durante unas horas a su estómago. Y en ese momento, recapacitó sus actos como una verdadera persona haría. Lo primero que pensó fue: "la fruta está envenenada".
De repente se levantó dentro de la ducha, sin dejar de observar el comportamiento del cazador. Su pecho desnudo fue iluminado por la pequeña luz que lograba entrar desde la puerta del cuarto de baño, mientras que sus ojos se volvían más intimidantes contra aquel hombre. ¿Qué era lo que quería de él? O mejor dicho, ¿qué estaba esperando a cambio? ¿Estaba por alguna razón tentándole a cometer un ataque por culpa de la sed? ¡Ziel ni siquiera recordaba lo qué era beber sangre! La posible fuerza que consiguiera se debería entonces mayoritariamente a lo que pudiera ingerir sin utilizar sus colmillos. Aunque, existía otra opción. Quizá aquello fuera un mero favor para invitarle a que se marchara de la casa con la pareja de oficio que se hallaba en la cocina y lo dejaran a solas con su compañera. Es decir, estaba volviendo a alejarle del pilar que podía sustentarle. Se escuchó un gemido en ese instante, al tiempo que sus orejas se balancearon. Tal vez Ziel pudiera haber perdido sus recuerdos, tal vez su aspecto y olor hubieran cambiado, pero no había olvidado la capacidad de todo ser humano para pensar, a pesar de que utilizara más su instinto animal que esta faceta. Estaba bien. Que se quedara con ella, si así tanto lo querían ambos. A él no le importaba estar solo, pues no reconocía a nadie de quien depender. No necesitaba ayuda para relacionarse con el medio, ni tampoco para alimentarse, pues fuera de las paredes, existían miles de manjares a elegir. Y, de todos modos, Ziel era totalmente consciente de que Fraiah no pertenecía a su manada propiamente, una vez la comparación de rasgos se realizaba; además de conocerse que las manadas de zorros blancos eran pequeñas y escaseaban notablemente en todo el mundo. Por tanto, solamente tenía que seguir su camino y encontrar a los suyos, aunque éstos se encontraran justamente en el piso de abajo.
Con parsimonia salió del cuarto de baño, moviendo sus orejas para ubicarse y adivinar cómo salir del recinto que lo mantenía encerrado. Había dos caminos a seguir: uno a mano derecha, continuando con el pasillo de las habitaciones; el otro, conducía finalmente hasta las escaleras. Sus ojos se cerraron, meditando unos segundos. Había percibido algo. Una dulce y pequeña melodía se entonaba a lo lejos, hablándole de alguna forma. El zorro blanco que llevaba en su interior, Osaki, estaba vinculado a los bosques, así como su función de guardián debía desempeñar en futuros. Y de extraña manera, el roce las hojas durante el invierno, parecía hablarle de su pasado. Escuchó risas, infantiles, lejanas, familiares. Algo se removió dentro de él al escuchar ese sonido. Sus ojos se abrieron de repente y tomó el camino hacia las habitaciones.
Ciertamente nervioso por conocer la procedencia del sonido, entró en una habitación más y otro cuarto de baño, antes de llegar a la última puerta.
La madera fue desplazada lentamente para enseñar lo que se hallaba dentro, y viceversa. En cuanto dio un paso al frente, su figura se iluminó por la poca luz que se hallaba. Podía comprobarse que Ziel Carphatia creció durante todo este tiempo y se había convertido en todo un hombre joven. Su cabello perdió el color azul que lo caracterizaba, convirtiéndose en una corta melena cana. Su piel era mucho más pálida de lo que podrían recordar sus allegados, quizá por la mala alimentación que llevó durante un tiempo. No obstante, su rostro parecía no haber cambiado, ni siquiera tras sufrir lo que vivió dentro de las celdas de la Nueva Asociación. Sin embargo, el cambio más apreciable eran las orejas que despuntaban de su cabeza y las colas que se asomaban tímidamente por su espalda, así como sus ojos: amarillo y azul. Lo primero en lo que éstos advirtieron, resultó ser la ventana abierta. Su atención se fijó primeramente en eso. Fuera, el viento soplaba y mecía las hojas, recolectando el aroma que producían cada una de ellas y atrayéndolo hacia él. Su cabello se movió, al contrario que sus orejas y colas hicieron. En cambio, aquel sonido que escuchó, ya no se encontraba ni siquiera en su cabeza. Había desaparecido por completo, como si nunca hubiera existido, dado que además Ziel se convirtió en el único oyente.
Después, reparó en la nueva presencia que se hallaba dentro. Luego, se posaron sobre Fraiah, dormitando o fingiendo que descansaba, encima de la cama. Hubo un brillo aterrador dentro de su mirar. ¿Quién... era él? ¿Y por qué no le había visto antes? ¿De qué forma parecía que su aroma resultaba familiar, pero al mismo tiempo tampoco lo era? Se produjo un feroz gruñido. Lo peor de todo, ¿qué intentaba hacerle a la chica? Arrastró los pies en un paso, mientras agitaba sus colas, cual cachorro emocionado. Dos pétalos de cerezo entraron dentro de la habitación. Entonces un clinclineo retumbó, dando paso al comiendo de la danza. Y antes de que cualquiera pudiera advertirlo, Ziel zigzagueó a una velocidad sorprendente y se avalanzó sobre Christian, sin recordar que una vez este mismo le salvó la vida en una desgraciada fiesta de Navidad. A la siguiente imagen que pudo verse, su katana atravesaba su hombro con crueldad, al tiempo que el último de los dos pétalos caía sobre la alfombra. Otro guñido salió de su garganta, enseñando sus colmillos en un gesto amenazante, apretando más aún el mango del arma. Pero, ¿de dónde había salido nuevamente la afilada katana que portaba Ziel? ¿Cómo pudo avanzar tan rápido, si antes no poseía esa habilidad? ¿Y por qué de repente, aun si su estado era manso, atacó a Blade? Eso resultaba porque... él parecía ser la respuesta a todas sus incógnitas sobre la desaparición de ese grato sonido.
De repente se levantó dentro de la ducha, sin dejar de observar el comportamiento del cazador. Su pecho desnudo fue iluminado por la pequeña luz que lograba entrar desde la puerta del cuarto de baño, mientras que sus ojos se volvían más intimidantes contra aquel hombre. ¿Qué era lo que quería de él? O mejor dicho, ¿qué estaba esperando a cambio? ¿Estaba por alguna razón tentándole a cometer un ataque por culpa de la sed? ¡Ziel ni siquiera recordaba lo qué era beber sangre! La posible fuerza que consiguiera se debería entonces mayoritariamente a lo que pudiera ingerir sin utilizar sus colmillos. Aunque, existía otra opción. Quizá aquello fuera un mero favor para invitarle a que se marchara de la casa con la pareja de oficio que se hallaba en la cocina y lo dejaran a solas con su compañera. Es decir, estaba volviendo a alejarle del pilar que podía sustentarle. Se escuchó un gemido en ese instante, al tiempo que sus orejas se balancearon. Tal vez Ziel pudiera haber perdido sus recuerdos, tal vez su aspecto y olor hubieran cambiado, pero no había olvidado la capacidad de todo ser humano para pensar, a pesar de que utilizara más su instinto animal que esta faceta. Estaba bien. Que se quedara con ella, si así tanto lo querían ambos. A él no le importaba estar solo, pues no reconocía a nadie de quien depender. No necesitaba ayuda para relacionarse con el medio, ni tampoco para alimentarse, pues fuera de las paredes, existían miles de manjares a elegir. Y, de todos modos, Ziel era totalmente consciente de que Fraiah no pertenecía a su manada propiamente, una vez la comparación de rasgos se realizaba; además de conocerse que las manadas de zorros blancos eran pequeñas y escaseaban notablemente en todo el mundo. Por tanto, solamente tenía que seguir su camino y encontrar a los suyos, aunque éstos se encontraran justamente en el piso de abajo.
Con parsimonia salió del cuarto de baño, moviendo sus orejas para ubicarse y adivinar cómo salir del recinto que lo mantenía encerrado. Había dos caminos a seguir: uno a mano derecha, continuando con el pasillo de las habitaciones; el otro, conducía finalmente hasta las escaleras. Sus ojos se cerraron, meditando unos segundos. Había percibido algo. Una dulce y pequeña melodía se entonaba a lo lejos, hablándole de alguna forma. El zorro blanco que llevaba en su interior, Osaki, estaba vinculado a los bosques, así como su función de guardián debía desempeñar en futuros. Y de extraña manera, el roce las hojas durante el invierno, parecía hablarle de su pasado. Escuchó risas, infantiles, lejanas, familiares. Algo se removió dentro de él al escuchar ese sonido. Sus ojos se abrieron de repente y tomó el camino hacia las habitaciones.
Ciertamente nervioso por conocer la procedencia del sonido, entró en una habitación más y otro cuarto de baño, antes de llegar a la última puerta.
La madera fue desplazada lentamente para enseñar lo que se hallaba dentro, y viceversa. En cuanto dio un paso al frente, su figura se iluminó por la poca luz que se hallaba. Podía comprobarse que Ziel Carphatia creció durante todo este tiempo y se había convertido en todo un hombre joven. Su cabello perdió el color azul que lo caracterizaba, convirtiéndose en una corta melena cana. Su piel era mucho más pálida de lo que podrían recordar sus allegados, quizá por la mala alimentación que llevó durante un tiempo. No obstante, su rostro parecía no haber cambiado, ni siquiera tras sufrir lo que vivió dentro de las celdas de la Nueva Asociación. Sin embargo, el cambio más apreciable eran las orejas que despuntaban de su cabeza y las colas que se asomaban tímidamente por su espalda, así como sus ojos: amarillo y azul. Lo primero en lo que éstos advirtieron, resultó ser la ventana abierta. Su atención se fijó primeramente en eso. Fuera, el viento soplaba y mecía las hojas, recolectando el aroma que producían cada una de ellas y atrayéndolo hacia él. Su cabello se movió, al contrario que sus orejas y colas hicieron. En cambio, aquel sonido que escuchó, ya no se encontraba ni siquiera en su cabeza. Había desaparecido por completo, como si nunca hubiera existido, dado que además Ziel se convirtió en el único oyente.
Después, reparó en la nueva presencia que se hallaba dentro. Luego, se posaron sobre Fraiah, dormitando o fingiendo que descansaba, encima de la cama. Hubo un brillo aterrador dentro de su mirar. ¿Quién... era él? ¿Y por qué no le había visto antes? ¿De qué forma parecía que su aroma resultaba familiar, pero al mismo tiempo tampoco lo era? Se produjo un feroz gruñido. Lo peor de todo, ¿qué intentaba hacerle a la chica? Arrastró los pies en un paso, mientras agitaba sus colas, cual cachorro emocionado. Dos pétalos de cerezo entraron dentro de la habitación. Entonces un clinclineo retumbó, dando paso al comiendo de la danza. Y antes de que cualquiera pudiera advertirlo, Ziel zigzagueó a una velocidad sorprendente y se avalanzó sobre Christian, sin recordar que una vez este mismo le salvó la vida en una desgraciada fiesta de Navidad. A la siguiente imagen que pudo verse, su katana atravesaba su hombro con crueldad, al tiempo que el último de los dos pétalos caía sobre la alfombra. Otro guñido salió de su garganta, enseñando sus colmillos en un gesto amenazante, apretando más aún el mango del arma. Pero, ¿de dónde había salido nuevamente la afilada katana que portaba Ziel? ¿Cómo pudo avanzar tan rápido, si antes no poseía esa habilidad? ¿Y por qué de repente, aun si su estado era manso, atacó a Blade? Eso resultaba porque... él parecía ser la respuesta a todas sus incógnitas sobre la desaparición de ese grato sonido.
- Ziel A. Carphatia
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Re: Casa de Nokku Damaru
"No sé ni para qué me gasto", fueron sus últimos pensamientos antes de cerrar los ojos, aferrando el álbum de fotos que había encontrado contra su pecho. Quizás no valía la pena hacerse tantas preguntas. Quizás tampoco valía la pena encariñarse, soñar con un futuro que podría destruirse casi al instante. Lo mejor, desde luego, sería asentar los pies, firmes, sobre tierra, y ver la realidad: ningún cuento de hadas se está desarrollando; ningún Hada Madrina los sacará, triunfantes, de esta batalla. Abandonar los miedos y las emociones era lo mejor, quizás la única salida, la única llave del triunfo. Entonces, ¿por qué no comenzar ahora con ello? No obstante, fue tal el adormecimiento en aquel mullido colchón y tan cálido ambiente, que acabó por sumirse demasiado en sus pensamientos, hasta acabar tenuemente dormida.
Pasaron varios minutos. La ventana se abrió y la brisa meció el aire del interior de la habitación con su frescura. Fraiah no se percató del ser que estaba por hacer su entrada, pero tal vez alguien más sí acabó por darse cuenta. Christian Blade, luego de tanto tiempo, había reaparecido en el pueblo, ¿con qué motivos? ¿Con qué nuevas noticias y con qué objetivos? Hacía tiempo que no se veían. Más o menos, había transcurrido un año desde que su padre y su hermana falleció y ellos regresaron; los tres: Adam, Fraiah y él. Aquel suceso quedó hundido en el misterio y el Consejo tampoco hizo mucho por develarlo. Pero, por más que le pesase, la propia Fraiah debía admitir que ya lo había olvidado, pues las cosas que encontró aquí superaron cualquier preocupación. Incluso la muerte de Nokku le dolió más. Y quizás sea porque, a pesar de estar agradecida con la familia Blade por haberla acogido, ellos seguían siendo, al fin y al cabo, quienes asesinaron a su familia biológica; a aquellos cazadores que nunca llegó a conocer. Además, Angelique había ocultado demasiadas cosas, y estaba segura de que más de una se habría llevado a la tumba. Por lo tanto, ¿por qué luchar por una familia que no le pertenece? ¿Por qué luchar por un apellido que poco a poco se cae a pedazos a causa de sus mentiras?
Christian se sentó a su lado y acarició su mejilla. Fraiah se removió lentamente, soñando con aquel tacto frío como si fuera el de alguien más. Luego, uno de los mechones de su cabello fue tomado, siendo deslizado entre unos habilidosos dedos delicados. La joven acabó por darse la vuelta y quedar boca arriba. Aún con su hermano cerca, abrió los ojos lentamente. Tardó en reconocer la figura, pero en cuanto lo hizo, la silueta que estaba frente a sí desapareció como por arte de magia. A velocidad luz, el Pura Sangre que allí se encontraba fue embestido. Fraiah, quien aún no se había despertado del todo, se vio obligada a hacerlo de golpe. Gritó a causa del susto doble que había recibido: Christian con su sorpresiva visita, Ziel con sus instintos enajenados. De un salto, se puso de pie. Miró a uno y a otro, y llamó a Jack, a Kasha y a Kai. Alguno tenía que llegar. Alguno debería acudir. Sin embargo, no iba a esperar a que Ziel continuara derramando la sangre de su hermano. Más allá del motivo de su aparición, ella confiaba en las buenas intenciones que siempre tuvo Christian, por lo cual no dudaría en defenderlo. Además, ella estaba en deuda con él, desde que tenía uso de razón.
- ¡ZIEL! ¡NO! -le gritó, acercándose al neófito por la espalda y sujetándolo, rodeándolo con sus brazos e intentando vanamente echarlo hacia atrás. Fraiah tiró de él, pero su fuerza no podía compararse a la de un vampiro asustado y hambriento-. Z-ziel... ya déjalo... -suplicó, en forma de orden clara. Ciegamente, guió una de sus manos por el brazo del muchacho, y logró tantear vagamente el mango de la katana-. Ziel... ¡déjalo, por favor! ¡Él no es malo! Él es.. ¡él es mi hermano! -continuó hablando, consciente de que probablemente Ziel no entendería ni una sola palabra, pero al menos debía intentarlo. No podía quedarse de brazos cruzados mientras ambos tenían la posibilidad de acabar en una contienda injustificada.
Pasaron varios minutos. La ventana se abrió y la brisa meció el aire del interior de la habitación con su frescura. Fraiah no se percató del ser que estaba por hacer su entrada, pero tal vez alguien más sí acabó por darse cuenta. Christian Blade, luego de tanto tiempo, había reaparecido en el pueblo, ¿con qué motivos? ¿Con qué nuevas noticias y con qué objetivos? Hacía tiempo que no se veían. Más o menos, había transcurrido un año desde que su padre y su hermana falleció y ellos regresaron; los tres: Adam, Fraiah y él. Aquel suceso quedó hundido en el misterio y el Consejo tampoco hizo mucho por develarlo. Pero, por más que le pesase, la propia Fraiah debía admitir que ya lo había olvidado, pues las cosas que encontró aquí superaron cualquier preocupación. Incluso la muerte de Nokku le dolió más. Y quizás sea porque, a pesar de estar agradecida con la familia Blade por haberla acogido, ellos seguían siendo, al fin y al cabo, quienes asesinaron a su familia biológica; a aquellos cazadores que nunca llegó a conocer. Además, Angelique había ocultado demasiadas cosas, y estaba segura de que más de una se habría llevado a la tumba. Por lo tanto, ¿por qué luchar por una familia que no le pertenece? ¿Por qué luchar por un apellido que poco a poco se cae a pedazos a causa de sus mentiras?
Christian se sentó a su lado y acarició su mejilla. Fraiah se removió lentamente, soñando con aquel tacto frío como si fuera el de alguien más. Luego, uno de los mechones de su cabello fue tomado, siendo deslizado entre unos habilidosos dedos delicados. La joven acabó por darse la vuelta y quedar boca arriba. Aún con su hermano cerca, abrió los ojos lentamente. Tardó en reconocer la figura, pero en cuanto lo hizo, la silueta que estaba frente a sí desapareció como por arte de magia. A velocidad luz, el Pura Sangre que allí se encontraba fue embestido. Fraiah, quien aún no se había despertado del todo, se vio obligada a hacerlo de golpe. Gritó a causa del susto doble que había recibido: Christian con su sorpresiva visita, Ziel con sus instintos enajenados. De un salto, se puso de pie. Miró a uno y a otro, y llamó a Jack, a Kasha y a Kai. Alguno tenía que llegar. Alguno debería acudir. Sin embargo, no iba a esperar a que Ziel continuara derramando la sangre de su hermano. Más allá del motivo de su aparición, ella confiaba en las buenas intenciones que siempre tuvo Christian, por lo cual no dudaría en defenderlo. Además, ella estaba en deuda con él, desde que tenía uso de razón.
- ¡ZIEL! ¡NO! -le gritó, acercándose al neófito por la espalda y sujetándolo, rodeándolo con sus brazos e intentando vanamente echarlo hacia atrás. Fraiah tiró de él, pero su fuerza no podía compararse a la de un vampiro asustado y hambriento-. Z-ziel... ya déjalo... -suplicó, en forma de orden clara. Ciegamente, guió una de sus manos por el brazo del muchacho, y logró tantear vagamente el mango de la katana-. Ziel... ¡déjalo, por favor! ¡Él no es malo! Él es.. ¡él es mi hermano! -continuó hablando, consciente de que probablemente Ziel no entendería ni una sola palabra, pero al menos debía intentarlo. No podía quedarse de brazos cruzados mientras ambos tenían la posibilidad de acabar en una contienda injustificada.
- Fraiah B. Eslin
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Re: Casa de Nokku Damaru
Su respiración era suave y apacible. Christian continuaba en silencio, por temor a asustarla. Sabía que hacía tiempo que no se veían y que este reencuentro era necesario, pero tal y como estaban las cosas, no le sorprendía en lo más mínimo que de buenas a primeras su hermana creyera que él era el enemigo. Después de todo, mientras estuvo secuestrada, pudo haber pasado por millones de terribles cosas. Christian no se atrevía a imaginar, a llevar su imaginación más allá, porque el simple hecho de creer que la habían corrompido le llenaba de pensamientos oscuros. Su relación con ella siempre fue buena. Eran los más unidos de los cuatro hermanos, a pesar de no compartir lazos de sangre. Él siempre la había protegido del abusivo Adam y de los riesgos que corría su sangre humana en una mansión atestada de vampiros sedientos. Christian no quería que esos recuerdos se esfumaran, se borraran con el tiempo. Quería atesorarlos al igual que querría atesorarla a ella, si pudiera. Fraiah y Kairi eran los únicos afectos verdaderos que le quedaban y que él conocía. No iba a permitir que algo malo les ocurriera, pese a que las penurias pudieron haber pasado ya, en su ausencia; y pese a que de Kairi no sabía nada, y por ende no sabía cómo hacer llegar hacia ella su protección.
Fraiah se había volteado y Christian dejó de respirar. No quería perturbarla bajo ningún precepto, ni siquiera con su respiración chocando contra su dormido rostro. Sin embargo, ella comenzó a abrir sus ojos, y en ese momento...
Sangre y dolor. Christian acabó tendido en el suelo. Pudo sentir la firme madera sobre la cual su espalda había sido obligada a descansar. Apenas se había girado ante un mínimo ruido y una sutil presencia y, entonces, se encontró de aquel modo, acorralado, amenazado, con la afilada y punzante hoja de una katana atravesándole el hombro. Estaba inmovilizado, quizás no porque no pudiera moverse, sino porque sus iris dorados y penetrantes estaban fijos en su esporádico atacante. Mientras la sangre manaba manchando su camisa y traje para, posteriormente, comenzar a teñir el suelo, su calma respiración elevaba y hacía descender su pecho sorprendido. ¿Quién era él? ¿Por qué le resultaba tan familiar? Christian cerró los ojos ante los gritos de Fraiah, mientras inhalaba el aroma del vampiro blanquecino que parecía querer herirlo sin piedad. Entonces, tras escuchar ese nombre, pudo conectar todo: él era Ziel Carphatia, aquel muchacho que fue una vez humano y que a causa de la desgracia, había caído en las despiadadas manos no solo de los vampiros, sino también de los humanos que se suponía que debían protegerlo y defenderlo. El Pura Sangre sintió cómo la katana se incrustaba más en su carne debido a los movimientos de Fraiah, quien solo quería lograr que Ziel dejara de amenazarlo. Emitió apenas una mueca de dolor, y no permitió que ningún impulso le controlara. Hacía tiempo que había entrenado esto, y no echaría a perder todos sus logros por un descuido, y mucho menos por una equivocación.
El joven Blade abrió los ojos nuevamente, con parsimonia. Notó cómo la salvaje mirada de Ziel atravesaba la suya. Christian, veloz y dispuesto, alzó la mano que no pertenecía al brazo cuyo hombro se encontraba dañado. Elevándose un poco, sujetó la mano de Ziel que sostenía la empuñadura de su arma, y entonces ejerció fuerza, provocando que la hoja afilada penetrara aún más en su hombro, hasta llevar a atravesarlo por completo. Debido al impulso, Ziel no tendría otra opción más que ceder, pues la katana había tocado el suelo con su punzante extremo, y ahora Christian sostenía la mirada del neófito desde más cerca, habiendo logrado hacerle perder el equilibrio y haberlo atraído hacia sí, mientras continuaba tendido en el suelo. Las respiraciones de ambos se entrechocaron e intercambiaron. El brillo dorado de los ojos del Pura Sangre se fusionó con el brillo dorado de aquel ojo dispar.
- Así que tú eres Ziel Carphatia... -musitó con aquel tono aterciopelado que tanto le caracterizaba-. ¿Qué te han hecho?
Si Ziel quería matarlo, estaba más que claro que Christian, con su accionar, le estaba invitando a hacerlo. No obstante, un vampiro como él no es débil, y mucho menos tonto. Christian lo tenía donde él quería, y ante cualquier acto imprudente por parte del neófito, él actuaría. Suficiente con perdonarle esta muestra de ingratitud, pero así como conocía sobre su secuestro, también tenía en cuenta las posibles consecuencias de ello. No iba a atacar un alma herida y acorralada así porque sí. Ese no era su estilo, y jamás lo sería. Ziel debió tener un motivo, y estaba seguro de que pronto lo conocería. Y mientras su cuerpo resultaba herido, con la misma herida lograba mantener al vampiro temeroso cerca, analizándolo. Después de todo, Christian había adquirido gran seguridad en sí mismo en todo este tiempo, controlando sus dones. Por lo tanto, no perdió oportunidad para usarlos sin que el neófito pudiera advertirlo. Mientras poseían los ojos clavados los unos en los otros, Christian introdujo su mente dentro de la del joven, para poder adivinar lo que estaba ocurriendo. Sin embargo, se encontró con una sorpresa: pensamientos inconexos, imágenes de manzanas y bosques helados eran lo único que parecía yacer allí; y miedo, miedo que lo delataba a él como un potencial enemigo. ¿Por qué? El Sangre Pura entrecerró los ojos y aguardó, pues cualquier movimiento podría alterar a su oponente indeseado. La mirada de Christian viajó unos instantes hacia Fraiah, y le indicó que se calmara. Algo aquí era extraño, no andaba bien, y Christian quería conocerlo. El aspecto de Ziel no era en nada parecido a aquel que poseía cuando lo había conocido. Sin embargo, no había notado las peludas orejas que en cuestión de segundos divisó. En ese instante, el corazón del vampiro se detuvo. Su respiración se contuvo y sus pupilas se hicieron ínfimas. ¿Acaso esas eran.. orejas.. felinas?
Fraiah se había volteado y Christian dejó de respirar. No quería perturbarla bajo ningún precepto, ni siquiera con su respiración chocando contra su dormido rostro. Sin embargo, ella comenzó a abrir sus ojos, y en ese momento...
Sangre y dolor. Christian acabó tendido en el suelo. Pudo sentir la firme madera sobre la cual su espalda había sido obligada a descansar. Apenas se había girado ante un mínimo ruido y una sutil presencia y, entonces, se encontró de aquel modo, acorralado, amenazado, con la afilada y punzante hoja de una katana atravesándole el hombro. Estaba inmovilizado, quizás no porque no pudiera moverse, sino porque sus iris dorados y penetrantes estaban fijos en su esporádico atacante. Mientras la sangre manaba manchando su camisa y traje para, posteriormente, comenzar a teñir el suelo, su calma respiración elevaba y hacía descender su pecho sorprendido. ¿Quién era él? ¿Por qué le resultaba tan familiar? Christian cerró los ojos ante los gritos de Fraiah, mientras inhalaba el aroma del vampiro blanquecino que parecía querer herirlo sin piedad. Entonces, tras escuchar ese nombre, pudo conectar todo: él era Ziel Carphatia, aquel muchacho que fue una vez humano y que a causa de la desgracia, había caído en las despiadadas manos no solo de los vampiros, sino también de los humanos que se suponía que debían protegerlo y defenderlo. El Pura Sangre sintió cómo la katana se incrustaba más en su carne debido a los movimientos de Fraiah, quien solo quería lograr que Ziel dejara de amenazarlo. Emitió apenas una mueca de dolor, y no permitió que ningún impulso le controlara. Hacía tiempo que había entrenado esto, y no echaría a perder todos sus logros por un descuido, y mucho menos por una equivocación.
El joven Blade abrió los ojos nuevamente, con parsimonia. Notó cómo la salvaje mirada de Ziel atravesaba la suya. Christian, veloz y dispuesto, alzó la mano que no pertenecía al brazo cuyo hombro se encontraba dañado. Elevándose un poco, sujetó la mano de Ziel que sostenía la empuñadura de su arma, y entonces ejerció fuerza, provocando que la hoja afilada penetrara aún más en su hombro, hasta llevar a atravesarlo por completo. Debido al impulso, Ziel no tendría otra opción más que ceder, pues la katana había tocado el suelo con su punzante extremo, y ahora Christian sostenía la mirada del neófito desde más cerca, habiendo logrado hacerle perder el equilibrio y haberlo atraído hacia sí, mientras continuaba tendido en el suelo. Las respiraciones de ambos se entrechocaron e intercambiaron. El brillo dorado de los ojos del Pura Sangre se fusionó con el brillo dorado de aquel ojo dispar.
- Así que tú eres Ziel Carphatia... -musitó con aquel tono aterciopelado que tanto le caracterizaba-. ¿Qué te han hecho?
Si Ziel quería matarlo, estaba más que claro que Christian, con su accionar, le estaba invitando a hacerlo. No obstante, un vampiro como él no es débil, y mucho menos tonto. Christian lo tenía donde él quería, y ante cualquier acto imprudente por parte del neófito, él actuaría. Suficiente con perdonarle esta muestra de ingratitud, pero así como conocía sobre su secuestro, también tenía en cuenta las posibles consecuencias de ello. No iba a atacar un alma herida y acorralada así porque sí. Ese no era su estilo, y jamás lo sería. Ziel debió tener un motivo, y estaba seguro de que pronto lo conocería. Y mientras su cuerpo resultaba herido, con la misma herida lograba mantener al vampiro temeroso cerca, analizándolo. Después de todo, Christian había adquirido gran seguridad en sí mismo en todo este tiempo, controlando sus dones. Por lo tanto, no perdió oportunidad para usarlos sin que el neófito pudiera advertirlo. Mientras poseían los ojos clavados los unos en los otros, Christian introdujo su mente dentro de la del joven, para poder adivinar lo que estaba ocurriendo. Sin embargo, se encontró con una sorpresa: pensamientos inconexos, imágenes de manzanas y bosques helados eran lo único que parecía yacer allí; y miedo, miedo que lo delataba a él como un potencial enemigo. ¿Por qué? El Sangre Pura entrecerró los ojos y aguardó, pues cualquier movimiento podría alterar a su oponente indeseado. La mirada de Christian viajó unos instantes hacia Fraiah, y le indicó que se calmara. Algo aquí era extraño, no andaba bien, y Christian quería conocerlo. El aspecto de Ziel no era en nada parecido a aquel que poseía cuando lo había conocido. Sin embargo, no había notado las peludas orejas que en cuestión de segundos divisó. En ese instante, el corazón del vampiro se detuvo. Su respiración se contuvo y sus pupilas se hicieron ínfimas. ¿Acaso esas eran.. orejas.. felinas?
- Christian Blade
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Re: Casa de Nokku Damaru
Fui a responder a Kai de la manera mas borde que se me pudiera ocurrir, pero solo me dio tiempo a abrir la boca.
La razón por la que me tense y no dije ni una palabra, fue la presencia de un vampiro, y no era Ziel. Sin decir nada, me escurrí hacia abajo para escapar de los brazos de Kai y salí corriendo, pero me encontré con una situación inesperada.
Era el hermano de Fra, por lo que el peligro que creí que había se esfumó, pero había otra preocupación, Ziel estaba atacando a Chris. Iba a agarrar a Ziel, pero ya lo hizo Fraiah por ella, asi que se colocó delante de Chris, sabía muy bien que podía cuidarse solito, pero no me apetecía que Ziel fuera asesinado ahí en medio.
- ¿Estás bien?- le pregunté sin quitarle ni un ojo a Ziel con aspecto amenazador mientras que ponía una mano sobre el gancho del que colgaba mi cadena de púas- antes de entrar en una casa de cazadores sin permiso, deberías avisar por lo menos, casi me da un infarto por tu culpa, pensé que eras algún vampiro enemigo- le dije un tanto borde al estar molesta por lo que había pasado antes con el jefe y por esta situación
La razón por la que me tense y no dije ni una palabra, fue la presencia de un vampiro, y no era Ziel. Sin decir nada, me escurrí hacia abajo para escapar de los brazos de Kai y salí corriendo, pero me encontré con una situación inesperada.
Era el hermano de Fra, por lo que el peligro que creí que había se esfumó, pero había otra preocupación, Ziel estaba atacando a Chris. Iba a agarrar a Ziel, pero ya lo hizo Fraiah por ella, asi que se colocó delante de Chris, sabía muy bien que podía cuidarse solito, pero no me apetecía que Ziel fuera asesinado ahí en medio.
- ¿Estás bien?- le pregunté sin quitarle ni un ojo a Ziel con aspecto amenazador mientras que ponía una mano sobre el gancho del que colgaba mi cadena de púas- antes de entrar en una casa de cazadores sin permiso, deberías avisar por lo menos, casi me da un infarto por tu culpa, pensé que eras algún vampiro enemigo- le dije un tanto borde al estar molesta por lo que había pasado antes con el jefe y por esta situación
- Kasha Oskan
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Re: Casa de Nokku Damaru
“Ziel… Déjalo”
Pero, acaso… ¿podía él llegar a entender las órdenes que estaba dando Fraiah? Ni siquiera podía reconocer su propio nombre, ¿cómo se supone que debía comprender el resto? Era imposible intentar hacerle entrar en razón a base de palabras. ¿Cómo entonces conseguirían forzar a que dejara ir a Christian Blade? ¿Y por qué él tampoco hacía nada para defenderse de Ziel? A éste, únicamente le valían los gestos para entrar en su lenguaje animal y aun así no aseguraba la efectividad de los mismos. Ahora su cuerpo era humano, pero su aura no. De tal cambio, incluso su propio físico se había visto modificado por completo. Y su comportamiento, entonces, venía guiado por esta parte más fiera y animal que poseía dentro, a la cual deberían llegar los allí presentes para evitar la desgracia en la habitación.
No le importaba lo más mínimo tener que matar con sus propias manos a todo aquel que se interpusiera en medio de su dirección. Despacio, con lentitud, se inclinó hacia delante para clavar su filo hasta perforar de lado a lado el hombro del vampiro, puesta la petición de Chris. De acuerdo, si quería morir, él se encargaría del papel de verdugo. Y con él eliminaría dicho sonido de la faz de la tierra. Pero, ¿qué pensaría él que su mente estaba abierta mientras lo observaba? Ni siquiera podría hacerse a la idea de la existencia de tal don, aparte de los privilegios que él poseía. Y no supuso problema alguno en la realización de la lectura, puesto que la cabeza de Ziel no poseía más que imágenes alborotadas dentro de él, que apenas podía organizar con claridad. Sin embargo, había un factor fundamental que Ziel debió olvidar a causa de la pérdida de sus recuerdos: la sed. A cada segundo, el negro de su pupila comenzaba a ensancharse suavemente. Sus orejas se deslizaron hacia delante, atentas al diminuto sonido que provocaba su sangre al esparcirse por la madera, expectantes porque aquella herida consiguiera hacer que se desangrara definitivamente. O tal vez, de alguna manera, su mirar parecía transmitir el deseo que corroía sus venas por beber la sangre de Chris en ese mismo instante, como si en algún recóndito lugar de su ser, comprendiera lo que significaba beber de otro vampiro. En cambio, en su garganta no se hallaba la impaciencia de antes, ni la locura por la falta desesperada de ésta, pues los dos signos más destacables de su sed, ya no se encontraban en ningún lugar.
Bella y Marcus habían muerto, dentro y fuera del corazón de Ziel.
Mientras, Fraiah estaba tirando de él hacia atrás, agarrándole, suplicando porque lo soltara. Y quizá en su sano juicio jamás se habría lanzado contra el Pura Sangre, pues un vampiro noble y neófito no tenía nada que ganar contra él, pues incluso gracias a él consiguió sobrevivir; a pesar de que la pestilente enfermedad le hubiera obligado a transformarse en un vampiro y los experimentos de los cazadores, en lo que hoy era. Dicho esto, no hubo nada que lograra detenerse en su fino y delicado sentido auditivo, excluyendo los gritos que profesaba, los cuales movilizaban sus orejas, molestos por el alto volumen de su voz. No, de ninguna manera. Ziel no podía levantar la katana y permitirle ser libre de nuevo. Estaba seguro que él había sido el causante de la aparición o extinción de aquel extraño sonido. No podía ser ninguna otra persona. Y hasta que no uniera todos sus pensamientos en un orden claro, no lo dejaría marcharse o morir del todo. Porque no existía ningún tipo de remordimiento o duda de conciencia acerca del asesinato de Christian Blade. No importaba cuánto se esforzara la chica en sostener su brazo, en intentar rodearle para retirarle la katana de la mano; el neófito apenas se movió de su sitio, sino que además movió el brazo para que se alejara de él. La condena sería llevada por su mano.
Ahora ya no deseaba sus caricias, ni sus palabras dulces, ni tampoco anhelaba recostarse sobre su regazo. Fraiah se había marchado anteriormente a la planta de arriba con Jack y lo había dejado, en pro de protegerle. No obstante, Ziel únicamente pensó en el abandono que eso suponía y algunos recuerdos del zorro de su interior habían resurgido. Después, tras aquella segunda oportunidad que concedió debajo de las escaleras, ella comenzó a vociferar por toda la casa, provocando un tormento en su cabeza, como si aquello hubiera sido a sabiendas. Y no sólo eso, quizá todo estuviera malinterpretado por sus ojos, o quizá fuera real, pero el resto de gente que los rodeaban parecían esforzarse en retirarle nuevamente de ella por su seguridad. Todo por su seguridad. Pero, ¿acaso no se habían parado a pensar que les hacía bien estar juntos? No sólo a Ziel, sino también Fraiah podía reconfortarse con su presencia. Ellos estaban bien juntos. Ambos pasaron por el mismo cautiverio y los mismos malos tratos, así que podían entenderse. Aquella unión significaba la derrota y victoria de cada uno, el esfuerzo por mantenerse con vida por los suyos, incluso mucho más que eso. Pero ese lazo se marchitó nada más entrar en la casa del fallecido Nokku Damaru, en cuanto Jack los había rescatado de tan copiosa nevada. Dicha unión, formaba parte del pasado, pues parecía que nadie deseaba que una humana y un vampiro neófito, tan similares y parecidos, estuvieran juntos. El joven zorro que representaba el chico, había aprendido de su alrededor, de las intenciones de cada uno y, por supuesto, dado cuenta de que realmente él debía seguir su camino solo y desempeñar la función por la que había “llegado a este mundo”, sin necesidad de Fraiah, ni de ninguno de los allí presentes. A fin de cuentas, los cachorros no duran mucho al lado de su camada, sino que buscan un nuevo grupo con el cual relacionarse.
Pero entonces, se retiró. Soltó la katana en cuanto Kasha entró dentro de la habitación y se interpuso entre ambos. Sus orejas habían percibido el sonido de la cadena que poseía, mientras que su nariz se arrugó por el olor que desprendía de sus ropas. Aquel aroma… era… era justamente el de aquella vez cuando despertó: los hombres que trataron de herir a Fraiah y él. Sus dispares ojos se clavaron sobre los de la cazadora. ¿Para qué había venido? ¿También quería hacerles daño de nuevo? ¿Y por qué ella, si su olor era prácticamente el mismo, no murió dentro del edificio? Los gruñidos comenzaron a partir de entonces. Sus colmillos se asomaron por los labios, intimidándola. ¿Qué era lo que quería de él? ¿Había regresado para llevarles a dicho lugar nuevamente? De ninguna manera. Él era libre de hacer lo que quisiera, completamente libre.
Sus orejas se retiraron hacia atrás, así como sus pies dieron un paso de retroceso, quizá con el propósito de defender al ser más débil de su manada. Apenas volvieron a escucharse el sonido de unos cascabeles chocando entre sí, justo como la vez anterior. Una tenue luz rodeó su torso desnudo y lo cubrió con la más fina y suave seda blanca que existía. De repente, un kimono blanco volvía a vestir al portador del guardián Osaki, el zorro de ocho colas. En la muñeca de Fraiah, apareció una singular pulsera de protección, por si necesitara usarla. Y antes de que nadie pudiera advertir nada, una daga ya atravesó un muslo de Kasha por detrás, más una lanza fue lanzada contra Chris desde algún lugar de la sala. Ahora, estaba cabreado, no únicamente porque intentaran separarlo de Fraiah o porque ella decidiera marcharse, sino porque planteaban destruir su libertad y debía impedirlo a toda costa.
Pero, acaso… ¿podía él llegar a entender las órdenes que estaba dando Fraiah? Ni siquiera podía reconocer su propio nombre, ¿cómo se supone que debía comprender el resto? Era imposible intentar hacerle entrar en razón a base de palabras. ¿Cómo entonces conseguirían forzar a que dejara ir a Christian Blade? ¿Y por qué él tampoco hacía nada para defenderse de Ziel? A éste, únicamente le valían los gestos para entrar en su lenguaje animal y aun así no aseguraba la efectividad de los mismos. Ahora su cuerpo era humano, pero su aura no. De tal cambio, incluso su propio físico se había visto modificado por completo. Y su comportamiento, entonces, venía guiado por esta parte más fiera y animal que poseía dentro, a la cual deberían llegar los allí presentes para evitar la desgracia en la habitación.
No le importaba lo más mínimo tener que matar con sus propias manos a todo aquel que se interpusiera en medio de su dirección. Despacio, con lentitud, se inclinó hacia delante para clavar su filo hasta perforar de lado a lado el hombro del vampiro, puesta la petición de Chris. De acuerdo, si quería morir, él se encargaría del papel de verdugo. Y con él eliminaría dicho sonido de la faz de la tierra. Pero, ¿qué pensaría él que su mente estaba abierta mientras lo observaba? Ni siquiera podría hacerse a la idea de la existencia de tal don, aparte de los privilegios que él poseía. Y no supuso problema alguno en la realización de la lectura, puesto que la cabeza de Ziel no poseía más que imágenes alborotadas dentro de él, que apenas podía organizar con claridad. Sin embargo, había un factor fundamental que Ziel debió olvidar a causa de la pérdida de sus recuerdos: la sed. A cada segundo, el negro de su pupila comenzaba a ensancharse suavemente. Sus orejas se deslizaron hacia delante, atentas al diminuto sonido que provocaba su sangre al esparcirse por la madera, expectantes porque aquella herida consiguiera hacer que se desangrara definitivamente. O tal vez, de alguna manera, su mirar parecía transmitir el deseo que corroía sus venas por beber la sangre de Chris en ese mismo instante, como si en algún recóndito lugar de su ser, comprendiera lo que significaba beber de otro vampiro. En cambio, en su garganta no se hallaba la impaciencia de antes, ni la locura por la falta desesperada de ésta, pues los dos signos más destacables de su sed, ya no se encontraban en ningún lugar.
Bella y Marcus habían muerto, dentro y fuera del corazón de Ziel.
Mientras, Fraiah estaba tirando de él hacia atrás, agarrándole, suplicando porque lo soltara. Y quizá en su sano juicio jamás se habría lanzado contra el Pura Sangre, pues un vampiro noble y neófito no tenía nada que ganar contra él, pues incluso gracias a él consiguió sobrevivir; a pesar de que la pestilente enfermedad le hubiera obligado a transformarse en un vampiro y los experimentos de los cazadores, en lo que hoy era. Dicho esto, no hubo nada que lograra detenerse en su fino y delicado sentido auditivo, excluyendo los gritos que profesaba, los cuales movilizaban sus orejas, molestos por el alto volumen de su voz. No, de ninguna manera. Ziel no podía levantar la katana y permitirle ser libre de nuevo. Estaba seguro que él había sido el causante de la aparición o extinción de aquel extraño sonido. No podía ser ninguna otra persona. Y hasta que no uniera todos sus pensamientos en un orden claro, no lo dejaría marcharse o morir del todo. Porque no existía ningún tipo de remordimiento o duda de conciencia acerca del asesinato de Christian Blade. No importaba cuánto se esforzara la chica en sostener su brazo, en intentar rodearle para retirarle la katana de la mano; el neófito apenas se movió de su sitio, sino que además movió el brazo para que se alejara de él. La condena sería llevada por su mano.
Ahora ya no deseaba sus caricias, ni sus palabras dulces, ni tampoco anhelaba recostarse sobre su regazo. Fraiah se había marchado anteriormente a la planta de arriba con Jack y lo había dejado, en pro de protegerle. No obstante, Ziel únicamente pensó en el abandono que eso suponía y algunos recuerdos del zorro de su interior habían resurgido. Después, tras aquella segunda oportunidad que concedió debajo de las escaleras, ella comenzó a vociferar por toda la casa, provocando un tormento en su cabeza, como si aquello hubiera sido a sabiendas. Y no sólo eso, quizá todo estuviera malinterpretado por sus ojos, o quizá fuera real, pero el resto de gente que los rodeaban parecían esforzarse en retirarle nuevamente de ella por su seguridad. Todo por su seguridad. Pero, ¿acaso no se habían parado a pensar que les hacía bien estar juntos? No sólo a Ziel, sino también Fraiah podía reconfortarse con su presencia. Ellos estaban bien juntos. Ambos pasaron por el mismo cautiverio y los mismos malos tratos, así que podían entenderse. Aquella unión significaba la derrota y victoria de cada uno, el esfuerzo por mantenerse con vida por los suyos, incluso mucho más que eso. Pero ese lazo se marchitó nada más entrar en la casa del fallecido Nokku Damaru, en cuanto Jack los había rescatado de tan copiosa nevada. Dicha unión, formaba parte del pasado, pues parecía que nadie deseaba que una humana y un vampiro neófito, tan similares y parecidos, estuvieran juntos. El joven zorro que representaba el chico, había aprendido de su alrededor, de las intenciones de cada uno y, por supuesto, dado cuenta de que realmente él debía seguir su camino solo y desempeñar la función por la que había “llegado a este mundo”, sin necesidad de Fraiah, ni de ninguno de los allí presentes. A fin de cuentas, los cachorros no duran mucho al lado de su camada, sino que buscan un nuevo grupo con el cual relacionarse.
Pero entonces, se retiró. Soltó la katana en cuanto Kasha entró dentro de la habitación y se interpuso entre ambos. Sus orejas habían percibido el sonido de la cadena que poseía, mientras que su nariz se arrugó por el olor que desprendía de sus ropas. Aquel aroma… era… era justamente el de aquella vez cuando despertó: los hombres que trataron de herir a Fraiah y él. Sus dispares ojos se clavaron sobre los de la cazadora. ¿Para qué había venido? ¿También quería hacerles daño de nuevo? ¿Y por qué ella, si su olor era prácticamente el mismo, no murió dentro del edificio? Los gruñidos comenzaron a partir de entonces. Sus colmillos se asomaron por los labios, intimidándola. ¿Qué era lo que quería de él? ¿Había regresado para llevarles a dicho lugar nuevamente? De ninguna manera. Él era libre de hacer lo que quisiera, completamente libre.
Sus orejas se retiraron hacia atrás, así como sus pies dieron un paso de retroceso, quizá con el propósito de defender al ser más débil de su manada. Apenas volvieron a escucharse el sonido de unos cascabeles chocando entre sí, justo como la vez anterior. Una tenue luz rodeó su torso desnudo y lo cubrió con la más fina y suave seda blanca que existía. De repente, un kimono blanco volvía a vestir al portador del guardián Osaki, el zorro de ocho colas. En la muñeca de Fraiah, apareció una singular pulsera de protección, por si necesitara usarla. Y antes de que nadie pudiera advertir nada, una daga ya atravesó un muslo de Kasha por detrás, más una lanza fue lanzada contra Chris desde algún lugar de la sala. Ahora, estaba cabreado, no únicamente porque intentaran separarlo de Fraiah o porque ella decidiera marcharse, sino porque planteaban destruir su libertad y debía impedirlo a toda costa.
- Ziel A. Carphatia
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Re: Casa de Nokku Damaru
La sangre se esparcía, pero el joven Blade resistía. ¿Qué sería de un vampiro como él, pues, si no pudiera lidiar con esa simple herida? No había sido cerca del corazón, por lo cual su hombro se recompondría en breves. Aunque él, ciertamente, habría podido enviar a Ziel lejos, muy lejos de un solo golpe, ¿por qué habría de hacerlo? ¿Por qué habría de arremeter aún más contra aquella integridad desgajada? Mejor conservar la calma, ¿y quién mejor que Christian Blade para tan ardua y difícil tarea? Sin embargo, aquellas orejas peludas y esponjosas que asomaron por la cabeza del antiguo peliazul sembraron la duda en el Pura Sangre. ¿Era su imaginación o él poseía, en verdad, un atributo propio de un animal, de un felino? El corazón se le paralizó de solo pensarlo, por lo cual miró a su alrededor, quizás buscando la mirada de su hermana para que le proporcionara la tranquilidad necesaria. Porque Christian podía ser pacífico, dócil y templado como el agua, pero también podía llegar a desbordarse, a crear tempestades en el tsunami interno de sus emociones. Tal era la forma en la que él podía llegar a desequilibrarse, y bastaba solo una cosa para poder hacerlo: un gato.
El vampiro suspiró lentamente y, antes que pudiera decir o hacer algo, Kasha llegó. Escuchó sus palabras y sus iris dorados por fin se distrajeron de aquel par de orejas puntiagudas.
- Yo también me alegro de verte, Kasha -susurró apaciblemente, con ironía, sonriendo de forma muy sutil y volviendo sus ojos a Ziel. Se tragó sus dudas y olvidó las orejas. Él no era un gato. Claramente, ese chico era un vampiro que alguna vez había sido humano. Lo único que faltaba era que su poder se concentrara en el metamorfismo, pero llegado al caso, en el fondo, seguiría siendo un ser antropomórfico, no importaba qué. Entonces, respirando de nuevo profundamente, su mano sujetó por fin la empuñadura y, mediante un brusco movimiento, la extirpó de su carne, provocando que las mantas de la cama y otros elementos que decoraban la habitación se empaparan con su sangre. Christian se puso de pie inmediatamente y sostuvo a Ziel por la muñeca, ejerciendo presión en puntos delicados. O la soltaba, o la soltaba. No le quedaba otra opción. Sin embargo, el joven zorro acabó por sorprenderlos a todos.
Se oyeron cascabeles. Una suave brisa proveniente del exterior meció el cabello oscuro de Christian. Éste, aún sosteniendo a Ziel, miró a su alrededor, buscando la mirada de Kasha y Fraiah, quizás esperando respuestas sobre si sentían lo mismo. ¿Qué era aquella sensación de inminente peligro? Regresó sus ojos hasta Ziel y advirtió su sombría mirada. Algo planeaba, ¿verdad? Debido a eso, mediante un ágil y veloz movimiento, Christian se hizo con la katana del neófito, y tal vez justo a tiempo: una lanza fue enviada directo hacia él, con el objetivo de únicamente traspasar su pecho. Christian se volteó con rapidez y, utilizando el arma recién adquirida, desvió la punta afilada de aquel ataque. El metal chocó contra el metal. La lanza cayó al suelo, cerca del zorro, y por poco no se le clavaba en el pie. Seguidamente, Christian observó, desconcertado, a las dos muchachas, pero más preocupado que otra cosa. Una daga había atravesado el muslo de Kasha y aquel muchacho parecía ser el culpable de todo esto. La herida de Christian comenzaba a cicatrizar, pero si recibía más daños no podría curarse del todo sin la necesidad de beber sangre fresca.
- ¿Alguien podría, por favor, explicarme qué diablos ocurre aquí? -inquirió, tranquilo, sereno. Respiró profundo y observó la katana. A él no se le daba tan bien pelear con armas, pero se valdría de ella llegado el caso. Aunque su fuerte era el combate cuerpo a cuerpo, tampoco podía ser un necio impulsivo. Ese muchacho con aspecto de cachorro parecía esconder muchos más secretos, y él no iba a arriesgarse así porque sí. Primero había otras prioridades antes que atacarlo: proteger a las dos muchachas. Y sí, sabía que Kasha le saldría con su discurso de que puede cuidarse sola, pero no le interesaba. Todas las veces que oyó aquello de su boca, la cazadora acabó con heridas gravísimas, teniendo que hacer reposo y dejar de lado su trabajo por algún tiempo. Y fue en ese instante cuando la vio: una pulsera rodeando la muñeca de su hermana. Christian frunció el ceño. ¿Pero qué era todo esto? Le hizo una sutil seña para que se moviera y se acercara a la cazadora, alejándose de Ziel. Definitivamente, su paciencia estaba al límite de acabarse. Miró al muchacho fijamente a los ojos y dio varios pasos al frente, buscando que el inexperto vampiro se fijara sólo en él, y así Kasha y Fraiah pudieran hacer algo aprovechándose de la distracción. Christian no estaba seguro de qué hacer, pues entendía poco y nada, pero algo inventaría. Por el momento, sólo se aproximaría y lo encerraría, pues Ziel no tenía más remedio que caminar hacia atrás si lo que quería era evitar la cercanía y el posible contacto. Y como detrás suyo había un armario y la puerta de la habitación se encontraba al otro extremo, muchas opciones no tendría: o enfrentaba a Christian buscando imponerse a él, o permitía que éste se le impusiera y equilibrara este malentendido.
El vampiro suspiró lentamente y, antes que pudiera decir o hacer algo, Kasha llegó. Escuchó sus palabras y sus iris dorados por fin se distrajeron de aquel par de orejas puntiagudas.
- Yo también me alegro de verte, Kasha -susurró apaciblemente, con ironía, sonriendo de forma muy sutil y volviendo sus ojos a Ziel. Se tragó sus dudas y olvidó las orejas. Él no era un gato. Claramente, ese chico era un vampiro que alguna vez había sido humano. Lo único que faltaba era que su poder se concentrara en el metamorfismo, pero llegado al caso, en el fondo, seguiría siendo un ser antropomórfico, no importaba qué. Entonces, respirando de nuevo profundamente, su mano sujetó por fin la empuñadura y, mediante un brusco movimiento, la extirpó de su carne, provocando que las mantas de la cama y otros elementos que decoraban la habitación se empaparan con su sangre. Christian se puso de pie inmediatamente y sostuvo a Ziel por la muñeca, ejerciendo presión en puntos delicados. O la soltaba, o la soltaba. No le quedaba otra opción. Sin embargo, el joven zorro acabó por sorprenderlos a todos.
Se oyeron cascabeles. Una suave brisa proveniente del exterior meció el cabello oscuro de Christian. Éste, aún sosteniendo a Ziel, miró a su alrededor, buscando la mirada de Kasha y Fraiah, quizás esperando respuestas sobre si sentían lo mismo. ¿Qué era aquella sensación de inminente peligro? Regresó sus ojos hasta Ziel y advirtió su sombría mirada. Algo planeaba, ¿verdad? Debido a eso, mediante un ágil y veloz movimiento, Christian se hizo con la katana del neófito, y tal vez justo a tiempo: una lanza fue enviada directo hacia él, con el objetivo de únicamente traspasar su pecho. Christian se volteó con rapidez y, utilizando el arma recién adquirida, desvió la punta afilada de aquel ataque. El metal chocó contra el metal. La lanza cayó al suelo, cerca del zorro, y por poco no se le clavaba en el pie. Seguidamente, Christian observó, desconcertado, a las dos muchachas, pero más preocupado que otra cosa. Una daga había atravesado el muslo de Kasha y aquel muchacho parecía ser el culpable de todo esto. La herida de Christian comenzaba a cicatrizar, pero si recibía más daños no podría curarse del todo sin la necesidad de beber sangre fresca.
- ¿Alguien podría, por favor, explicarme qué diablos ocurre aquí? -inquirió, tranquilo, sereno. Respiró profundo y observó la katana. A él no se le daba tan bien pelear con armas, pero se valdría de ella llegado el caso. Aunque su fuerte era el combate cuerpo a cuerpo, tampoco podía ser un necio impulsivo. Ese muchacho con aspecto de cachorro parecía esconder muchos más secretos, y él no iba a arriesgarse así porque sí. Primero había otras prioridades antes que atacarlo: proteger a las dos muchachas. Y sí, sabía que Kasha le saldría con su discurso de que puede cuidarse sola, pero no le interesaba. Todas las veces que oyó aquello de su boca, la cazadora acabó con heridas gravísimas, teniendo que hacer reposo y dejar de lado su trabajo por algún tiempo. Y fue en ese instante cuando la vio: una pulsera rodeando la muñeca de su hermana. Christian frunció el ceño. ¿Pero qué era todo esto? Le hizo una sutil seña para que se moviera y se acercara a la cazadora, alejándose de Ziel. Definitivamente, su paciencia estaba al límite de acabarse. Miró al muchacho fijamente a los ojos y dio varios pasos al frente, buscando que el inexperto vampiro se fijara sólo en él, y así Kasha y Fraiah pudieran hacer algo aprovechándose de la distracción. Christian no estaba seguro de qué hacer, pues entendía poco y nada, pero algo inventaría. Por el momento, sólo se aproximaría y lo encerraría, pues Ziel no tenía más remedio que caminar hacia atrás si lo que quería era evitar la cercanía y el posible contacto. Y como detrás suyo había un armario y la puerta de la habitación se encontraba al otro extremo, muchas opciones no tendría: o enfrentaba a Christian buscando imponerse a él, o permitía que éste se le impusiera y equilibrara este malentendido.
- Christian Blade
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