~ Vampire Knight: Academia Cross ~
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    Mensaje por Bella.N.Gring Miér Jul 03, 2013 5:40 pm

    Recuerdo del primer mensaje :

    Pensaba que sabía lo que iba a decirme pero eso no me lo esperaba para nada. ¿Cómo que sabía todo aquello? No me lo podía creer. Nos lo podría haber dicho desde el principio, y de algún modo entendía el por que no nos había informado pero.. ¿eso? Que Ziel ha desarrollado un trastorno de personalidad es más que evidente, pero cuando le ví parecía más que natural y normal. Mmm... Ahora mismo no sabía ni que pensar. Le ví el brazo y puse una mueca. He estado tan distraída que ni me había fijado. ¿Quieres que te lo cure? Así podrás volver... Dije mientras me acercaba. Seguí escuchando sus palabras. Entiendo que quieras matarle, de verdad, y no me opondré a ello, ha matado a mucha gente y se lo merece, pero ha cambiado. Créeme. He estado varios días con ellos y no es ni mucho menos igual que al principio. No quiero que le protejas, no te estoy pidiendo eso, ni te lo pediría jamás. Solo quiero que se vaya y nos deje en paz. Y ahora que ha cambiado, si se lo pedimos lo hará, si se lo dije Ziel lo hará, se irá de aquí sin más. intenté explicarle y volver a repetirle todo aquello que vi y he experimentado estos días, pero sé que no cambiará su opinión.
    Al hablar de los cazadores me di cuenta que durante varios días no se les ha visto el pelo, y todo gracias a Kasha... Vaya. Se ha jugado muchísimo haciendo eso y aun asi ni la dejan pisar por la asociación. Muchas gracias por lo que has hecho Kasha. Le dije con una sonrisa. Yo ni mucho menos merecía algo como aquello. Deje dos meses solo a Ziel a su suerte pensando que Marcus le protegería, pero él también se fue. ¿Por qué? No lo sé. Pero seguiré sintiéndome culpable por todo aquello.
    Oye.. Cambiando de tema.. ¿Has visto a Nokku? Es que necesito hablar con él. Hacía semanas que quería hablar con él y no daba señales de vida, cosa que me extrañaba.  
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    Mensaje por Yagari Touga Miér Nov 19, 2014 2:10 am

    Yagari  había hecho una seña a Kai para que lo siguiera. Por eso mismo, ya estaban a mitad de camino. Era cierto que algo extraño había sentido cuando llegó a aquella cueva. Por un momento creyó que dentro de aquel lugar había dos vampiros, no uno. No obstante, aquel presagio se disipó en cuanto salieron, por lo cual Yagari frunció el ceño. Notó lo calmada que se encontraba Fraiah, y para su temperamento usual y su peculiar forma de ser un tanto caprichosa, estaba verdaderamente sorprendido. ¿A qué se debía tan repentina paz? Detuvo un momento sus pasos, y aguardó hasta que Kai lo alcanzó. Miró al cazador y le indicó con el mentón el sendero por el cual debían ir.
    - Ya casi llegamos. Suerte que no estaban muy lejos. Traes los primeros auxilios, ¿verdad? –dijo al punto que volvía a emprender la marcha. El camino tenía varios obstáculos debido a las ramas caídas y rocas, pero no era nada que no pudieran hacer ellos dos. Después de todo, descartando a Shinji, eran los únicos que no estaban heridos. Y Touga, principalmente, era el único que había tenido ese maldito día medianamente libre de obligaciones y había conseguido descansar un poco, pese a que el cansancio acumulado de meses pesaba bajo su párpado.

    Cuando finalmente visualizaron el claro, algo extraño fue percibido por el Vicepresidente. Primero, vio a Shinji sentado contra un árbol y, a su lado, la bolsa con la comida que había dejado. ¿Acaso no habían comido nada? Touga ladeó la cabeza. Ese Shinji quisquilloso. ¿Ahora se hacía el pretencioso? Bien que se comía cada cosa por la vida, y ahora venía a ponerle mala cara a la humilde comida de Joe. Tsk, pasaban los años pero algunos nunca cambiaban, y mucho menos cambiaban sus costumbres. Yagari no pudo hacer otra cosa más que sonreír ligeramente. Ahora entendía por qué eran amigos desde hacía tiempo. Su genio y el suyo, ambos tan diferentes pero tan similares en varios aspectos, estaban destinados a persistir en armonía mientras jodían al mundo.
    - Estamos de vuelta, y traemos el recado –soltó, llamando la atención del cazador. Es entonces cuando mira a su lado y se percata de que Rangiku no estaba por ninguna parte-. ¿Dónde está Matsumoto? –preguntó, frunciendo el ceño y depositando con suavidad en el suelo a la dormida Fraiah. La hierba verde y el improvisado colchón de hojas, al menos, serviría. Entonces clavó su vista en Shinji, quien se puso de pie de repente. Iba a responderle acerca del paradero de Rangiku, pero entonces la ya tan conocida voz de Rose Smith irrumpió en la escena.
    - ¡Touga! –gritó, chillando como una cría, a la vez que se arrojaba sobre él, rodeando su cuello con ambos brazos. Posteriormente, deslizó sus manos por sus hombros desnudos debido a la sudadera que llevaba, e inspeccionó su cuerpo con la azul mirada. Ante la evidencia de que no había rasguño alguno, suspiró aliviada y lo miró. Yagari ya sabía lo que venía ahora, y ante su fría mirada, Rose sólo se limitó a decir uno de todos los comentarios que tenía en mente; de todas las quejas y reproches-. Estaba muy preocupada. ¿Por qué nunca llamas para decir, al menos, que estás bien? –sacudió la cabeza y volvió a suspirar, y entonces vio el cuerpo inconsciente de Fraiah-. ¿Ella no es.. era.. la novia de Damaru? ¿La encontraron? ¿Qué ocurrió? –preguntó, y al ver la rígida expresión de Yagari, pesar de tener muchas preguntas y dudas al respecto, sacudió la cabeza y volvió a mirarlo-. Como sea, tenemos problemas –agregó, señalando con el pulgar el sitio en el cual se encontraba Kasha apuntando al Nivel E-. Apareció Oskan. Hay un Nivel E a escasos metros de aquí, y.. y un Pura Sangre –agregó, mirando severamente a ambos cazadores, e intentando mantener la calma, cosa complicada para una mujer como ella, a decir verdad, porque debía morderse la lengua y tragarse el veneno, debido a que ahora mismo la situación la requería como una profesional, no como la histérica, borde y celosa Rose Smith que todos conocían. Y a pesar de ello, su mirada se enturbió un poco mientras tomaba aire para continuar hablando-. Matsumoto está allí –concluyó, clavando sus ojos en Touga. Este, que ya estaba planeando ir a la escena apenas comenzó la rubia a hablar, miró a Shinji seria y profundamente, como si éste pudiera entender lo que pasaba por la mente del Vicepresidente en ese momento, aunque quizás no fuera exactamente así.
    - Rose, quédate aquí y cuida de Eslin y Carphatia –ordenó fríamente, pero podía advertirse los nervios en su voz. Miró a Shinji para que lo siguiese-. Dile a Kai que Oskan está aquí –agregó para Rose mientras velozmente se dirigía hacia donde estaban los demás. Los datos de los nuevos vampiros que Smith brindó no le tranquilizaron en lo más mínimo. ¿Un Pura Sangre y un Nivel E? ¿De qué demonios iba esto? ¿Acaso habrían sido atraídos por la sangre de Matsumoto? Yagari chasqueó la lengua, molesto, y se internó en la espesura.

    - Eramos pocos y de repente esto se volvió una asamblea –espetó, mientras sacaba su pistola y quitaba el seguro. Miró a Shinji de reojo. Creía que aún podía oír los chillidos de Rose al dejarla sola al cuidado de aquellos dos, pero era una excelente cazadora, por lo cual no tendría ningún problema. Además, ambos estaban inconscientes y exhaustos. Lo único que se volvía una complicación para Smith era su tendencia a mezclar las cosas; su falta de capacidad para entender cuándo está en el trabajo y cuando no. Y, desgraciadamente, últimamente la vida misma era una difícil y ardua tarea. Yagari no quería que ella montara una escena como aquella vez en el hospital. Era lo que menos necesitaban ahora. Y tampoco podía entender sus motivos. Se inventaba cosas para tocarle los cojones, pero él con el tiempo había admitido tener una paciencia de acero, aunque se creía carente de ello.

    Avanzaron un poco más y en menos de cinco minutos estuvieron allí. Yagari advirtió la delgada figura de Rangiku y se precipitó sobre ella, sagaz, ágil y sigiloso como la caída de una hoja en pleno otoño. Se posicionó tras ella y por sobre su hombro, el brazo de Touga emergió, sosteniendo en la mano su letal Bloody Rose. Podía advertirse debajo de su piel cómo sus venas dibujaban peligrosos senderos, latiendo la caliente sangre dentro de ellas. La respiración agitada del cazador balanceó los mechones de húmedo cabello que se tendían delante de su rostro. Su gélida mirada, al igual que su pistola, estaban fijos en la cabeza del Sangre Pura. Sin embargo, en cuanto reconoció a Blade, la extrañeza lo inundó. ¿Qué demonios hacia aquí? Es decir: ¿qué demonios hacía aquí con un Nivel E encarcelado entre sus brazos? Y detrás de él reconoció a Oskan, quien apuntaba al Nivel E sin ningún tipo de miramiento. Quien viera la escena desde afuera, podría apreciar la perfecta coordinación de los cazadores y todas aquellas “piezas” humanas e inmortales que se encontraban en medio del juego. Entre ellos, cómo no, Rangiku Matsumoto, quien cada día parecía encontrar un motivo suficiente como para poner los nervios de Touga al cien por cien.

    El silencio era más devastador que esas armas apuntando hacia su blanco. Shinji sacó su arma y se quedó detrás de Yagari, cubriéndolo, pero no desperdició momento para intentar llamar la atención de Rangiku. Sin embargo, la chica estaba como absorta, estupefacta. ¿Qué le ocurría? Yagari la observó de reojo, mirando hacia abajo debido a su pequeña estatura. ¿Acaso estaba así por el miedo? Recordó el temor que le infundían los Pura Sangre. ¿Sería Christian el motivo de su rigidez? En ese preciso instante de deducciones y tensiones compartidas, Shinji llamó la atención de Touga. El Vicepresidente miró al frente otra vez, desencajado por la mirada que Shinji le había arrojado. ¿Por qué él también se ponía de esa manera? Y, entonces, al reconocer la identidad que yacía bajo aquel inmundo y carroñero Nivel E, sintió que su sangre también se heló un poco. Y decir “poco” es suficientemente respetable para alguien como él, que está acostumbrado a estas sorpresas y a estos duros golpes, en donde ver a un compañero convertido en lo que más odió era cosa cotidiana y habitual. Y ahora, verdaderamente, no podía creerlo. ¿Acaso no dijeron que él estaba muerto? Bueno, en cierto sentido lo estaba. Aquel cazador ya no pertenecía al mundo de los vivos. Ser un Nivel E era, realmente, estar perdido. La determinante mano de Yagari tembló un segundo, pero logró recuperar la precisión en menos de una milésima. Apretó la mandíbula y ladeó la cabeza, despreciando este momento y despreciando cada maldito día en que ese cazador vagó convertido en eso, llegando al límite de la ignominia e incluso traspasándolo. Y Yagari iba a disparar. Él realmente no iba a meditar más el asunto. Aquel ser no cesaba de forcejear con Christian, intentando vanamente escaparse. Podía ver sus ojos fijos en la sangre fresca que su olfato perverso percibía. No había más tiempo que perder. Apenas cruzó una mirada con Kasha. Si no lo hacía ella, lo haría él. Y mientras transcurrían los segundos y el silencio se volvía más y más una tortura, Touga acabó por decidirlo. Frunciendo el ceño con clara ira reflejada en su iris de plata, tensó el índice sobre el gatillo. Listo para disparar, respiró profundo, frunciendo los labios debido a la bronca contenida, pero entonces tuvo el descuido de observar el rostro de Rangiku y, en cuanto lo hizo, advirtió el recorrido húmedo de una reciente lágrima sobre su mejilla. Al verlo, la ira se trocó en rabia asombrada y absorta.
    - Rangiku, él ya está muerto -musitó, a modo de sentencia, intentando comprender la amargura de la chica y a su vez buscando hacerla entrar en razón. Pero la verdad era que Yagari no imaginaba ni en lo más mínimo el verdadero motivo por el cual ella se encontraba así de abatida. Sus razones distaban mucho de la simple tristeza de ver a un compañero caído en batalla, pero él lo desconocía. La miró otra vez en vistas de su silencio y, luego, miró al frente nuevamente, pero algo cambió. Algo interfirió en su antes absoluta decisión. Y aunque quiso disparar y volver cenizas aquel miserable ser, esta vez no fue capaz de apretar el gatillo.
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    Mensaje por Rangiku Matsumoto Jue Nov 20, 2014 1:23 pm

    Aquel ser dio un paso más, lentamente, de forma pesada, acortando nuevamente, aunque fuese por muy poco, la distancia que nos separaba. ¿Cuánto habría sido capaz de dar por verlo de nuevo? Parecía como si el Diablo hubiese leído mis deseos y se hubiese encargado de cumplirlos de la peor de las maneras. La repentina debilidad que se había apoderado de mi cuerpo hizo que, finalmente, la pistola cayese al suelo, amortiguado el sonido del golpe debido a la capa de hojas caídas. De todas formas, aunque hubiese entrado en erupción cualquier volcán cercano, aunque hubiese explotado una bomba... Dudaba mucho que hubiese podido percibir algo. Tenía la boca completamente reseca, al igual que los labios, los cuales se habían entreabierto levemente. Un frío sudor recorría mi espalda, como si hubiese caído presa de unas terribles fiebres. Tenía las pupilas completamente contraídas, tanto que dudaba que se pudiese diferenciar el negro de ellas del de el iris, clavadas en aquellos ojos; unos ojos que había extrañado tantísimo y que ahora deseaba no haber vuelto a ver. No en aquellas condiciones. Si la muerte de mi amiga me impulsó a meterme en aquel oscuro mundo que la mayoría de la población desconocía, él había sido la causa por la que había permanecido en él. El Nivel E dio un nuevo paso, haciendo que su pelo, largo y sucio, se balancease levemente. Un torbellino de emociones y de recuerdos, ahora dolorosos, se agolpó en mi pecho, amenazando con hacerlo estallar. No sabía qué rumbo iba a tomar mi corazón, si detenerse o acelerarse hasta no poder más, pero realmente creía que no había más futuro para mí. En aquel momento no podía ver nada más, no podía pensar en nada más. Era como si el tiempo se hubiese detenido. Pronuncié su nombre débilmente, intentando obtener una respuesta por su parte. No quería aceptar la verdad que ya sabía, la misma que tenía que repetirme cuando el siguiente en la lista era alguien que había sido humano y había acabado consumido por la sed de sangre; una vez que se caía al Nivel E, ya no había solución. O, al menos, eso era lo que sabía.- Por favor...- ''Por favor, reacciona. Acuérdate de mí, aunque solo sea por un segundo. Dime que puedo tener alguna esperanza...'' Mi garganta no me respondía. Ninguna parte de mi cuerpo me respondía. Mis fuerzas me habían abandonado a mi suerte. Sabía que las cartas para él ya estaban echadas, pero no podía aceptarlo... No podía aceptar tan fácil que su sentencia ya estaba firmada desde el mismo día que partió y no volvimos a verle. ¿Habrían corrido sus compañeros su misma suerte? Una nueva lágrima comenzó a resbalarse mejilla abajo mientras seguía observando sus ojos. No había un atisbo de humanidad en ellos, tan solo un instinto asesino. No había un mínimo rastro de esperanza. Un nuevo paso, esta vez más rápido, y sus colmillos aparecieron; y yo no pude sino sentir que un pedazo de mi alma se rompía con la misma intensidad con la que un gran pedazo de hielo se desprende de un iceberg y cae estrepitosamente al océano. Su cuerpo, cada vez más cerca del mío, se tensó, como el depredador que era dispuesto a acabar con su presa.

    Pero la cacería no llegó a completarse. Aun conmocionada, observé a Ichigo mientras se retorcía con fiereza entre los brazos de alguien que no lograba reconocer aun. El corazón me dio un doloroso vuelco, encogido por la tristeza y la impotencia de verlo así, atrapado y tratando de liberarse como si fuese un animal salvaje. No, él no podía haberse convertido en eso... Aquello tenía que ser una confusión, un delirio de mi mente por culpa de la falta de sangre y el cansancio... Pero no, aunque tratase de convencerme sabía que no era así. Reconocería su rostro, sus ojos, en cualquier lugar y cualquier condición. Levanté lentamente la cabeza hacia el rostro de quien mantenía preso al que había sido mi apoyo y ahora se convertiría en el protagonista de mis pesadillas durante mucho tiempo. Bastó que alzase la mirada hacia sus ojos dorados para que pudiese averiguar su identidad. ¿Cuántas veces me había salvado ya? Parecía que aquella escena estaba destinada a repetirse constantemente, como el héroe de una serie que siempre salva a la doncella en apuros del villano. Solo que, en esta ocasión, la doncella en apuros era suplantada por una cazadora que no podía cumplir su deber, ya que su corazón gritaba mucho más alto que las órdenes que mandaba su cabeza.- Christian... sama...- Murmuré, con un tono de voz con el que cualquiera hubiese pensado que estaba hipnotizada. La mano del Pura Sangre amenazaba el cuello de Ichigo. Entonces, tuve la horrible certeza de que iba a matarlo, segundos antes de que él mismo pronunciase aquellas palabras. Una de mis manos se alzó casi inconscientemente, como indicándole que no lo hiciese. ''Si lo dejo libre, te matará''. Aquellas palabras se fueron clavando como puñales en mi cuerpo, a pesar de que sabía que era verdad.- Lo sé...- Respondí, sintiendo que me iba a estallar la cabeza.- Lo sé...- Lejos de pensar qué sería lo más correcto, lo único que quería era correr hacia él y calmarlo; no quería verle retorcerse de esa manera horrible, no quería que siguiera sufriendo... Sin embargo, la cruel realidad era solo una y, como se dijo antes, su destino ya estaba sellado desde el día en el que cayó en ese estado.

    Seguramente, si no hubiese llamado mi atención con la mujer que le acompañaba, hubiese seguido observándolos a ambos sin poder reaccionar. Giré el rostro hacia la cazadora, con la misma lentitud que una marioneta siendo manejada por unas torpes manos. Al parecer la pareja de Kai, el hombre que antes estaba con Fraiah y Ziel, y lo más importante: estaba herida. Asentí casi imperceptiblemente, sin poder salir del estado de shock, cuando dijo que debía avisar a alguien para que la atendiesen. Mis mirada, completamente impactada, se clavó en los ojos dorados del Pura Sangre cuando mencionó que debía tener un motivo muy importante para no haber acabado con el Nivel E. Mi vista se volvió a empañar y mis labios se movieron, tratando de pronunciar algo. Las lágrimas volvieron a rodar cuando me advirtió que cualquier otro cazador, en cuanto llegase, acabaría con él sin dudarlo; el ejemplo estaba en Kasha, quien ya apuntaba al vampiro con su arma.- No hay solución... No hay otro camino que ese... ¿verdad?- Le pregunté en un hilo de voz. No había más remedio para él que la muerte. Yo misma siempre pensé que lo mejor que se podía hacer por aquellos seres tan desgraciados era darles una muerte rápida, incluso yo misma la pediría antes de caer al Nivel E. Pero una cosa era eso y otra muy diferente era dar el visto bueno para la ejecución. Seguía observando, completamente absorta, a lo que antes había sido algo más que un amigo; seguía observando, horrorizada, en lo que lo habían convertido. Apreté levemente los labios, con una decisión tomada.

    Pero antes de que pudiese reaccionar algo pasó sobre mi hombro velozmente. Un brazo que portaba a la Bloody Rose había aparecido sin previo aviso, haciendo que varios mechones de mi pelo se balanceasen hacia delante. Abrí los ojos aun más al ver que aquella arma encañonaba sin dudarlo a Ichigo. Negué con la cabeza, tratando de impedir aquello. Mi pecho subía y bajaba rápidamente.- No...- Había tardado demasiado en decidirme y, para cuando la decisión fue tomada, ya era demasiado tarde. Escuché la voz que me habló desde mis espaldas, reconociéndola al instante. Volví el rostro hacia Yagari con una súplica en la mirada. Por favor, que no apretase el gatillo, por favor... Bajé el rostro hacia abajo, mordiéndome el labio. No había otra solución. Al girar la cabeza hacia Yagari había visto a Shinji, quien también se había dado cuenta de la situación. Alcé una mano, temblorosa y terriblemente fría, colocándola sobre el brazo del Vicepresidente, ejerciendo un poco de presión para que bajase el arma. Noté que tenía los músculos completamente tensos, y las venas se le marcaban notablemente contra la piel. - Por favor...- Apreté un poco la mano, de forma casi imperceptible ya que no tenía fuerzas, pero intenté llamar su atención y que no disparase. De reojo vi a Shinji pasarse una mano por el rostro, completamente conmocionado, impotente.- Deje... deje que lo haga yo.- Le pedí. Si había que matar a la criatura en la que Ichigo se había convertido... quería hacerlo yo. Era como si sintiese que era mi responsabilidad el cargar con aquello. Sus gritos desde los brazos de Christian hacían que el corazón se me encogiese aun más.- Por favor.- Le volví a pedir, sujetando con mi mano la Bloody Rose, esperando que me la cediese. Shinji se acercó con expresión de urgencia, pero una triste sonrisa apareció con sutileza en mi rostro.- Está bien. Es lo que quiero hacer... Es lo que siento que debo hacer.- Él me comprendía, de la misma manera en la que yo entendía el por qué no quería que yo me encargase de eso. Pero quería hacerlo. Me volví y, algo lejos, escuché a Shinji maldecir y darle con el puño al tronco de un árbol. Con aquella misma triste sonrisa con la que había tratado de convencer a Shinji, le arrebaté con suavidad la Bloody Rose al Vicepresidente. Aquel arma pesaba muchísimo más que la que me había dejado mi amigo momentos antes, la cual debía yacer en el suelo no muy lejos. Me volví hacia Christian de nuevo.- Tenga cuidado, por favor.- Le advertí, levantando el arma hacia el ser que no paraba de retorcerse entre sus brazos. No resultaba difícil acertarle, ya que la posición en la que el Pura Sangre lo tenía sujeto le dejaba todo el torso al descubierto. Tuve que sujetar la pistola con ambas manos, ya no por su considerable peso, sino porque debía intentar controlar el temblor que se había adueñado de mi cuerpo. Cuando la bala impactó en el cuerpo del Nivel E, sentí como si otra bala invisible hubiese hecho lo propio en el mío.

    No le había apuntado hacia un punto vital, pero su estado y la efectividad de las terribles balas de aquel arma se habían encargado de que cesase en sus intentos de escape. La bala le había acertado en el estómago. Su piel mortecina parecía un vidrio al irse resquebrajando poco a poco. Le tendí distraídamente la Bloody Rose de vuelta a Yagari y avancé lo más rápido que pude hacia el Nivel E, quien parecía a punto de romperse en mil pedazos, literalmente. Avancé y lo sujeté, tirando un poco para que Christian lo soltara. Estaba tan débil que cayó al suelo de rodillas, y hubiese caído de boca si no fuese porque lo sujetaba con todas las fuerzas que me quedaban. Alcé la cabeza hacia el Pura Sangre.- Christian-sama... muchas gracias...- Le dije, con los ojos nuevamente empañados y aquella horrible sonrisa triste. Podría haberme echado a llorar, pero dudaba que aquello impusiese más que aquella mueca de la más profunda tristeza contenida.- Fraiah-sama debe estar en el claro. No quiero entretenerle más.- Ladeé levemente la cabeza.- Muchas gracias por todo...- Le dije, bajando la cabeza y pasando ambos brazos por los hombros resquebrajados del vampiro. Estaba a punto de morir, ya no corría ningún peligro aunque estuviese cerca suya. Lo abracé con fuerza, acariciando su pelo con cariño. Me volví de nuevo hacia Yagari y hacia Shinji, quien había comenzado a acercarse.- Marchaos... Ella...- tardé un poco en recordar su nombre.- Kasha necesita que la atiendan, igual que Ziel y Fraiah. Esto no es tan importante...- Dije, volviendo de nuevo la cabeza hacia el Nivel E que se iba resquebrajando mientras lo abrazaba, ya sentada en el suelo. Shinji se acercó y se agachó a mi lado, pasando un brazo sobre mis hombros, pegando su frente contra mi cabeza. Resopló, cansado y abatido, y le dirigió una mirada apenada a lo que antes había sido Ichigo.- Por favor, quiero estar sola... Prometo volver, prometo no tardar...- Supliqué. Shinji negó con la cabeza, totalmente resuelto a quedarse allí. La horrible sonrisa triste desapareció para dejar paso al primer sollozo. Abracé con más fuerza aquel cuerpo, sintiendo cómo debía aceptar su muerte por segunda vez en mi vida. ¿Cómo era posible aquello? Observé su rostro y aprecié que el rojo de su mirada se había apagado, dejando paso a los ojos oscuros de antaño, ahora demacrados y sin brillo. Y luego, nada. Todo cayó hecho un puñado de cenizas sobre mi regazo y sobre el suelo, y ahí ya no pude más. Me doblé sobre mí misma en un sollozo que más parecía el lamento de un alma en pena. Me quedé así, encogida, con la cabeza puesta casi en mis piernas, sintiendo a penas el abrazo de mi amigo y sus palabras para que me calmase. Una de mis manos se enterró en las cenizas, sin querer creer aquello.

    ¿Había alguna manera de consolarme de aquello, de hacerme superarlo? ¿Cómo se acepta la muerte de una persona dos veces seguidas? Me incorporé un poco para arrancar un trozo del forro de mi maltrecho abrigo. Puse el trozo de tela en el suelo y recogí las cenizas que pude, con manos temblorosas. No quería abandonarlo allí. Shinji, al ver lo que quería hacer, me ayudó, guardando él mismo el improvisado saquito que contenía las cenizas. No sabía si los demás se habían marchado ya, cosa que prefería, ya que no me gustaría que me viesen así. De todas formas, aunque hubiesen estando completamente todos, me habría sido imposible notarlo. Con las lágrimas aun rodando mejillas abajo, hundí la cara en el hombro de mi amigo. No sabía si realmente le era útil a la Asociación o no, si mi forma de actuar tal vez no era la correcta en muchas ocasiones; lo que sí sabía era que, si antes estaba resuelta a no abandonar la Asociación, ahora lo estaba aun más.
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    Mensaje por Christian Blade Dom Nov 30, 2014 11:27 pm

    Ni siquiera habían transcurrido cinco minutos. Realmente, bastaron segundos para que todo aquello se pusiera patas para arriba. Christian dejó caer sus párpados, lamentando interiormente el rumbo que habían tomado los acontecimientos, y lo frustrado que se había vuelto su intento por ayudarla. En su expresión, podía advertirse lo complicado que se había vuelto todo. Aunque seguía aferrando firmemente al Nivel E, estaba más que claro que si antes no había salida para él, ahora menos. El vampiro caído en desgracia continuaba revolviéndose. Estaba tan centrado en el aroma a sangre y en el terror de tener un Pura Sangre a sus espaldas, conteniéndolo, que ni se había percatado de las pistolas que apuntaban hacia ellos, pero Christian sí. Por eso mismo, su mirada profunda y clara se posicionó sobre la de Yagari, el cual se mostraba bastante sorprendido tras aquella faceta ruda e insensible que portaba siempre. Y ahora comprendía aún más el asunto. A juzgar por las ropas que traía ese Nivel E y por la expresión de cada uno de los cazadores que allí se encontraban, no había dudas al respecto: su rehén maldito había sido, en efecto, miembro de la Asociación.

    La escena que se debatía ante sus ojos era triste y perversa. Aún así, a Christian no podía dejar de parecerle admirable. Los humanos son seres tan complejos y tan intensos. Si bien los vampiros poseen sentidos más desarrollados y sus emociones se vuelven más fuertes así como cada sensación, rara vez uno padece la pérdida de uno de los suyos, y si lo hace, jamás es en semejantes términos. Con sólo ver la expresión de esos cazadores… Con sólo vislumbrar las lágrimas deslizándose hacia abajo por las mejillas de aquella muchacha… Realmente pensaba que la inmortalidad era un regalo, más que una maldición. Pero ese pensamiento no duraba demasiado. Por más que se esforzase en creerlo, preferiría llorar toda una corta vida por un ser querido que se marchó antes que padecer toda una eternidad en soledad absoluta y martirio interior. Es más, preferiría tener que matarlo él mismo, justo como Rangiku estaba a punto de hacer, y llevar consigo esa carga, contrapesando así el sufrimiento que la otra persona acarrearía si continuaba dejándolo así, cuando ya no podía arreglarse bajo ningún concepto. Porque eso eran los Nivel E: triste blasfemia de una raza egoísta y sacrílega, que quizás nunca debió haber existido. Pero aquí estaban; aquí estaban todos. Humanos y vampiros compartiendo el mismo suelo, experimentando las mismas pérdidas, luchando entre sí como bestias y cooperando al mismo tiempo como hermanos.

    Al escuchar la voz temblorosa de la cazadora, Christian se posicionó más firme sobre el suelo y sujetó con mayor seguridad al Nivel E. Asintió a sus palabras, sin apartar sus ojos de los suyos. Ambos mostraban la misma seriedad por el asunto, con la diferencia de que ella parecía temblar como una hoja en plena tempestad. Finalmente, el impacto. Christian sintió la embestida en cuanto el cuerpo que sostenía entre sus brazos comenzó a removerse y a enloquecerse. Lo soltó, pues ya no podría hacerle daño a nadie. No tenía por qué pasar sus últimos momentos encerrado en la cárcel que él había creado. Era mejor que lo transcurriera con alguien querido, conocido, apreciado.. pese a que no pudiese verlo, ni reconocerlo, ni recordarlo. Rangiku inmediatamente acudió a él, y Christian no se movió de su lado. Observaba la escena, embelesado, desolado, como si aquella pérdida fuera de algún modo propia. Y en cuanto ella le agradeció, su serio semblante se tornó algo afligido, y parpadeando suavemente negó con la cabeza de una forma muy sutil. No había nada que decir. No había nada que agradecer. Y le dolió, le dolió por dentro ver a Rangiku de aquel modo y pensar que así, humana, frágil, abatida y desolada, se vio su hermana al perder a tanta gente, principalmente a Nokku. Era el mismo sentimiento, el idéntico terrible dolor. ¿Y por qué las personas buenas debían padecer todo aquello? Y al meditar todo aquello, los recuerdos se hicieron más intensos y sólo decidió apartarse de la escena, pasando a un lado de los cazadores e intercambiando miradas serenas pero inquisitivas con ellos. Fraiah estaba allí y debía comprobar su estado, asegurarse de que esté bien. Además, no podía soportar ver llorar a una mujer. Nunca fue capaz de hacerlo, pues le llenaba de ira y molestia, y más aún cuando no había hecho nada para merecer todo aquel dolor.

    Al llegar al sitio donde Fraiah y Ziel estaban, ni bien los divisó, se acercó a ellos con desesperación. Ambos parecían adormecidos. Se arrodilló en la hierba, a su lado, y levantó a su hermana suavemente. La mirada de Christian era preocupada y transmitía la agitación interior de su corazón. Apartó el cabello de su rostro y examinó su cuerpo, abrazándola fuertemente contra el pecho. En ese momento, suspiró, aliviado. No estaba herida. Sin embargo… ¿qué era esa sangre que traía en sus manos? Por unos momentos, su aroma llegó a sofocarle y a confundirlo. Su agudo olfato percibió dos aromas distintos proviniendo de su cuerpo a la vez. Christian frunció el ceño y acercó su rostro a su cabello, aspirando su aroma, para luego hacer lo mismo cerca de su cuello. Extrañado, miró al frente y a su alrededor. Al instante, olió la sangre de sus manos. Era sangre de animal. ¿Un lobo, tal vez? Todo esto era demasiado extraño, pero ella seguía transmitiendo el agradable y exótico aroma que se había vuelto su marca registrada desde que Nokku le devolvió su humanidad. Sin embargo, por un momento creyó que algo diferente residía en él. Pero, al parecer, fue sólo una confusión. Quizás había demasiados aromas juntos en este claro. De todos modos, olvidó el detalle para abrazarla de nuevo. Ella y Adam era lo único que le quedaba de su familia. No podía permitirse perder a ninguno, aunque con su hermano, precisamente, las veces que intentaron matarse fueron más de las que intentaron protegerse. Pero, a pesar de todo, la sangre es la sangre. Y aunque Fraiah no compartiera la corrupta sangre de los Blade, había sido más familia que cualquiera de ellos en todo este tiempo.

    Tras demorarse unos minutos más en aquel pequeño recuerdo familiar, destinó sus ojos al muchacho de cabellos blancos. Vio sus orejas. Christian miró hacia arriba, agobiado, y suspiró.
    - No es un gato, de todos modos –se dijo para sí mismo y, acto seguido, dejó suavemente a su hermana apoyada contra el tronco de un árbol. Se acercó a Ziel y apartó de su frente los mechones blanquecinos. Frunció el ceño. Todo su cuerpo emanaba un pestilente aroma a sangre. Al corroborar su estado, vio las múltiples heridas. Hizo una mueca de dolor al ver cómo estaba su abdomen. Como Christian había entrenado profundamente sus sentidos, quizás más que otros vampiros, era capaz de percibir aromas a millas de distancia. Por lo tanto, ¿cómo no iba a ser capaz de percatarse del metal madre que llevaba incrustado ese chico dentro? Negó con la cabeza. Esto iba a dolerle. Pero si no lo quitaba ya, podría ser demasiado tarde. Y estaban ocurriendo demasiadas cosas juntas esta noche, pero si él estaba allí, iba a ser de ayuda. Y Ziel Carphatia no moriría delante de sus ojos. No por nada lo había salvado aquella vez en la fiesta de Navidad, ¿cierto? Y al recordar aquello, sonrió levemente, adornando de amabilidad su marmóreo rostro. Sin embargo, basta de demoras. Christian se quitó los blancos guantes y pudieron apreciarse en sus manos aquellos sesgos de los diabólicos tatuajes que cubrían sus brazos, espalda y pecho. Ellos eran una de las razones por las cuales él siempre vestía camisas largas y trajes. Odiaba lo que era, y se esmeraba en ocultarlo.

    Examinó por unos momentos el estado del chico. Apreció un leve sudor sobre su frente. Delicadamente, con un blanco pañuelo –como los que acostumbraba llevar- secó aquellas gotas cristalinas. No había más tiempo que perder. Al ver que nadie se encontraba a su alrededor, miró fijamente a Ziel y musitó un casi imperceptible “lo siento”. Luego de ello, su audaz y tenaz mano atacó su herida. Sus dedos se introdujeron en su carne, abriéndose paso de un modo perfectamente calculado y veloz a través de sus tejidos. Debía hacer esto rápido, sin importar qué. El dolor era, de seguro, terrible, pero el chico tenía dos opciones: o enfurecerse y atacarlo así de débil como estaba, o desmayarse a causa del sufrimiento. Creía que más elocuente sería esta última opción, pero nunca se podía advertir eso con precisión. Menos tratándose de un vampiro. De todos modos él continuaría, aunque el chico intentara resistirse. Y así fue como quitó la primer bala. En cuanto la sacó, sus dedos viajaron hacia el exterior del cuerpo a velocidad luz. El metal madre centelleaba en ellos. Christian sentía sus chispazos y su ardor, pero lo acercó a su rostro para examinarlo mejor. No era como cualquier bala. Esta tenía algo… diferente. ¿Compuestos químicos extras, tal vez? La envolvió en el pañuelo blanco y la dejó a un lado, prosiguiendo con la labor. La sangre de Ziel empapaba sus manos, pero consiguió extirpar las cuatro balas que estaban atormentándolo. Sin embargo, esto no había acabado. Ahora venía la completa prueba de fe. Los ojos de Christian se volvieron rojos de repente, intensos, como rara vez solía mostrarlos. Mordió su propia muñeca con fiereza, hiriéndose, y cuando la sangre pura como su estirpe comenzó a manar, la acercó a la boca del neófito, y su fría piel rozó sus labios. Con la mano que tenía libre, sujetó su nuca y ejerció presión. Bebería. Bebería inmediatamente.

    La familia Blade, como toda familia de vampiros, estaba plagada de secretos y enigmas. En todo el tiempo que Christian se fue del pueblo y permaneció fuera, entrenando su cuerpo y sus habilidades para poder ser él quien tuviera el control sobre ellas, aprendió muchísimas cosas; muchísimas cosas sobre quién era en verdad y quiénes habían sido sus padres y abuelos. Entre una de las cosas que comprendió, estaba el curioso e inusual don que portaban todos los miembros de su estirpe. Cada Blade compartía el mismo y extraño poder curativo, y este residía en su sangre. Esta, al ser ingerida por cualquier ser convaleciente, humano o vampiro, obtendría al instante la salud que necesitaba para vivir. Él había estado practicando esto en un hospital de las afueras del pueblo, y había comprobado lo que era salvar vidas en vez de quitarlas. Incluso un ser como él, con un poder tan destructivo, conoció una mínima salvación dada por su misma naturaleza bestial y asesina. Por esa razón, ahora obligaba a Ziel a beber directamente de sus venas. Era la única forma para que sus heridas se curasen al instante y su cuerpo pudiese dejar de esforzarse y obtener el merecido descanso. Incluso recordaba que Adam había hecho uso de esta habilidad antes, pero no para bien. Mediante su sangre, los Blade no sólo podían curar, sino también someter y poseer. Adam lo había hecho con Fraiah en el pasado, ejerciendo control sobre su mente y cuerpo por medio de su sangre, y jamás había querido explicarle a Christian cómo lo había logrado. Tuvo que descubrirlo solo, justo cuando fue el momento indicado, y aquello le abrió un mundo. Pero este secreto.. Este secreto podría llevarlo a la ruina si otros se enteraban, como por ejemplo el Consejo. Quién sabe las cosas que podrían hacer vampiros como ellos si obtenían esta información. Lo peor de todo era que sólo quedaban dos Blade vivos, y por desgracia uno de ellos era la mano derecha del Líder del Consejo de Ancianos y, el otro, su implacable enemigo.

    Todo esto pasó por su mente. La preocupación de Christian creció en su interior. No era que no pudiese cuidarse solo, pues de hecho siempre había sido así y jamás le fue tan mal, pero este descubrimiento se convertiría en una tortura con el tiempo, y lo sabía. Aún así, iba a hacer uso de esta habilidad. Iba a hacer uso de lo único que le permitía salvar vidas en vez de quitarlas. Por eso mismo, Christian siguió presionando su muñeca contra la boca de Ziel. Estaría en perfectas condiciones físicas al cabo de tan sólo segundos, pero aún así necesitaría descansar. Y quizás, si tenía algo de suerte y los demás aún no viniesen a donde estaban y vieran lo que ocurría, no sospecharían de la rápida curación y confiarían la misma a la propia naturaleza del vampiro y a su poder de autoregeneración, creyendo fehacientemente en que una vez quitadas las balas, su cuerpo volvería a la normalidad sin ningún impedimento. Si no se acercaran aún y le permitieran concluir su labor sin testigos, tal vez creyesen aquello y, ciertamente, le ahorrarían el tener que dar explicaciones.
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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Vie Dic 05, 2014 11:28 pm

    Ziel apenas era capaz de mover los dedos de las manos. El cansancio, el dolor, la falta de sangre que soportaba su cuerpo estaba pasándole una factura retardada. Sus ojos se cerraban lentamente, incluso ya en la cueva donde estaba guarecido junto a Fraiah, aunque nunca terminó por perder la consciencia del todo. No podía rendirse ahora, sin siquiera hacer nada más que estar tirado en el suelo. Simplemente relajó un poco sus músculos y confió en el destino y la fuerza que su propia compañera ejerciera sobre sí misma. Interiormente, tal vez el verdadero Ziel intentara hacer algo para recuperar las fuerzas que expiraron. Y gracias al cielo que tanto parecía protegerle, no ocurrió nada fatídico para la vida de ninguno de los dos mártires. Ambos estaban bastante descontrolados y asustados de todo lo que acontecía, así que no eran del todo conscientes de lo que cualquiera de ellos sería capaz de hacer. Para uno, porque quizá perdería la vida en una noche tan desolada como esta y todo resultaba tan extraño y distinto a cómo lo pensó. Para el otro, porque seguramente, cargaría con el arrepentimiento y la culpa de haber hecho lo que tenía en mente. Y entonces, ¿cómo se defenderían el Fraiah y Ziel del resto del mundo, si uno de ellos faltaba? ¿En quién confiarían después?

    Al cabo de un tiempo de eterna espera y un corto letargo para el joven vampiro, apareció por la entrada a la cueva Yagari Touga y su propio hermano. El peliblanco abrió uno de sus ojos para comprobar qué era ese olor tan pestilente que emanaban ambos cazadores. Justamente resultaba ser el mismo que el percibido en el parque, hacía tan solo unas pocas horas. Y lo reconocía. Lo recordaba exactamente. Inmediatamente, sus dientes rechinaron y los gruñidos comenzaron a rasgar su garganta de nuevo. ¿Qué iban a hacerles? ¿Qué querían de ellos? ¿Para qué les habían perseguido y buscado? Lo que un pequeño cachorro de zorro blanco era incapaz de entender, resultaba el atrevimiento que poseían para perseguir a una fiera tan indómita y lo que en realidad sucedía. Los dos hombres que ingresaron últimos, venían a ayudarles. En ningún momento pasaría la idea de dejarles a su suerte o matarlos, lo más probable -aunque Touga deseara golpearle en ese instante por morder y beber de la inexperta Rangiku-. En cambio, faltó tiempo para que cada uno de los cazadores tomara a un prófugo diferente y se los llevaran, abandonando la inhóspita cueva y reunirles con los demás.

    Durante el trayecto, la molestia de Ziel y los sonidos que ejercía de dolor, no cesaron. Insistente, cerraba los ojos para juntar lo que consiguiera de ánimo y fuerzas, para después descargarla en forma de pequeños arañazos sobre las ropas de aquel que lo transportaba; mientras sus colmillos agujeraban la camiseta de éste también. Él no iba a dejar zarandearse por los humanos, porque no era ningún tipo de títere suyo. Él era libre y se había ganado vivir a placer combatiendo contra esos malnacidos dentro de la Nueva Asociación. Además, tampoco dejaría que le hicieran daño alguno a Fraiah, ya que se convirtió en su máximo protector desde que la sacó del edificio donde los mantenían presos y salvó su vida, tras un intento de suicidio por su parte. La chica le pertenecía, y no únicamente como compañera.
    Al descargarle en el suelo, el neófito quiso girarse a duras penas fallidas. No quería que nadie tocara sus heridas y mucho menos que se atrevieran a rozar un solo cabello de sus sagradas colas. De otra forma, sería la vergüenza de todo zorro. Ziel tenía miedo de que se aprovecharan de su situación y le pasaran la peor tortura de todas las que ya sufrió. Por esta misma razón, se revolvía cuanto podía, gruñendo. Sin embargo, si pocas fuerzas albergaba su cuerpo, se redujeron totalmente a cero después de continuar oponiendo resistencia.

    De repente, las ropas del peliblanco comenzaron a desaparecer, transformándose en unos extraños pétalos blancos, similares a las flores de cerezo. Su don no conseguía mantener la tela que cubría su piel, quedando de la misma manera en la cual despertó en los laboratorios. En poco tiempo, su cuerpo yacía desnudo frente al frío de la noche otoñal que se cernía sobre él. Sus ojos bicolor, miedosos e inseguros, se dirigieron hacia los extraños que hablaban a lo lejos, deteniéndose finalmente en el cuerpo de Fraiah, cerca de él. ¿Estaría bien? ¿Le habrían hecho algo? No se lo perdonaría en ese caso. En cambio, tampoco podía hacer nada al respecto. Su cuerpo cayó irremediablemente en la fatiga, ajetreando su respiración y provocando temblores en sus extremidades. Ya no podía aguantarlo más y la Inconsciencia se asomaba cada vez más por la falta de brillo de sus iris acuosos, hasta que sus párpados bajaron por mero peso. La cara de Ziel expresaba el profundo agotamiento que soportaba, el mareo que nublaba su vista y la falta de vida que escaseaba a causa de la pérdida de sangre. Sus heridas ni siquiera fueron capaces de sanar por sí solas debido al metal madre que mismamente lo impedía. Debía de expulsarlo de alguna forma posible, o su vida perecería finalmente y de una definitiva vez.

    Y entonces la salvación vino de una mano blanquecina y de unos ojos relucientes.

    Christian Blade acudía a comprobar su deteriorado estado de salud. Como si reencarnara de alguna forma a su mayor protector Marcus O’Conell -del cual Ziel no lograría recordar aun si lo tuviera delante de él-, él aparecía en el momento justo e ideal para socorrerle. Al igual que en esa fiesta de Navidad donde conoció a los dos nombrados por primera vez, Blade intentaba salvarle la vida a toda costa.
    Con esfuerzo, logró levantar de nuevo los párpados y encontrar el mundo real, difuminándose en sus sentidos. Christian estaba limpiándole el sudor que decoraba su frente a causa de la insistencia y el tiempo que aguantó con esas horribles heridas encima. El neófito no entendía demasiado de lo que ocurría. Su nariz intentaba avanzar para reconocer su olor, aunque estuviera tan sumamente abatido. Las anchas y dilatadas pupilas del chico se clavaron en su salvador, temblando. ¿Iba a hacerle daño o, por el contrario, le ayudaría? La respuesta tardó unos pocos segundos en aparecer por sus gestos.

    El frío heló el resto de su cuerpo, arrancándole el poco calor que poseía un vampiro. La mano del Pura Sangre atravesaba una de sus heridas con sigiloso cálculo estimado y buscaba el metal madre que tanto les perjudicaba a los de su especie. El dolor que atravesó su cuerpo en ese momento, no obtenía comparación alguna. El amarillo y el azul de su mirar, quedó absorbido totalmente por el negro central de sus ojos. Sentía cómo sus dedos viajaban por dentro de su carne, retorciéndole de angustia. De haber recordado la facultad del lenguaje, hubiera gritado de sufrimiento. Y no solo eso. Ziel le habría arañado, mordido, e hiriéndolo salvajemente con sus armas blancas voladoras. Aunque tampoco sus músculos tenían la autoridad para moverse y se tensaron levemente, aguantando.
    Y al extraer la primera bala, comenzó a relajarse lentamente, aliviado. Incluso si parecía mentira, podía sentir el bienestar que producía no tenerla dentro. Cualquiera diría que sus labios se ensancharon para formar una casi imperceptible sonrisa. Sin embargo, el dolor terminó por llevarse la consciencia del neófito en cuanto Christian regresó su mano al interior de otra de sus heridas. Nadie le dijo a ninguno de los dos que esto fuera fácil o rápido.

    Pero el calvario terminó antes de lo que se esperaba. La consciencia del peliblanco no había vuelto en el resto de la intervención, ahorrándole al otro vampiro la angustia y la culpabilidad de verle padecer bajo sus manos, aun si fomentara a su ayuda. Pero una prueba de fuego vendría a continuación, donde la sangre de Christian debiera atravesar la garganta del joven, asegurando su mejoría rápidamente. No existía nada mejor para un Noble, que alimentarse de un Pura sangre. Resultaba un acto íntimo y valiente para cualquiera de ellos, pues también se convertía en el instante en que se encontraban más vulnerables.
    Los pálidos labios de Ziel se posaron por fuerza del vampiro sobre su muñeca, impregnándose rápidamente del cálido color de sus venas. En cambio, su consciencia estaba completamente bloqueada por el cansancio y la falta de fuerzas que experimentaba su cuerpo. ¿Cómo entonces iba a ser capaz de beber? Eso no importaba en exceso. El líquido comenzó a caer por su garganta, alimentándole lentamente.

    Tras una eterna espera en la que el neófito no daba signos de vida, sus ojos volvieron a vislumbrarse, examinando lo que acontecía alrededor. Todo se veía borroso, pero no le importaba lo más mínimo. Por el rabillo del ojo miró a Christian. Reconocía por algún rasgo a aquel hombre que lo sujetaba, aún yaciendo con él entre los brazos. Entonces, intentó desviar su boca del alimento que le proporcionaban, desconfiado y asustado por su despertar. No obstante, su nuca era presionada por la fuerte mano de él, obligándole. Las manos blanquecinas del joven se alzaron para detener sus brazos, arañándole con sus largas uñas. Fallidamente no logró demasiado. Y después de que el sabor salado de su sangre recorriera sus entrañas, sus colmillos, deseosos por alimentarse -dado que en todo el tiempo desde que abandonaron la Nueva Asociación, Ziel no sintió la abrasadora sed; aunque bebiera de los cazadores o Rangiku-, se clavaron como finas agujas sobre el brazo que le ofrecían. La necesidad de la sangre acudía a él, de distinto modo a la locura que ejercía el olor a esta antes de ser secuestrado por última vez por los desertores.

    Y mientras bebía, se percató de la figura y melena Fraiah, tan perfectamente distinguibles; quien se hallaba en perfecto estado y descansando contra un árbol. Los filos de su mandíbula se relajaron, sin apartar la vista del mayor de los Blade, el cual podría traicionarle de un momento a otro o engañarle con su sangre. Poco a poco, empezó a bajar los brazos, sosteniéndose únicamente agarrado por su ropa, al igual que cualquier cachorro que es alimentado por un extraño. Pero por primera vez, confiaba en él. Depositaba fe en el comportamiento del Pura Sangre, cediéndose un poco de tiempo para sí. Todo estaba bien. El metal madre desapareció de su cuerpo. Y en realidad, su mayor prioridad estaba bien y nada malo pasó durante el tiempo que permaneció inconsciente. Todo… todo se encontraba como deseó. En breves, incluso recuperaría sus fuerzas y lograría el movimiento de su cuerpo, nuevamente, ya que comenzaba a dar indicios de su mejoría a base de suaves gruñidos que ejercía. Todo, parecía predispuesto para favorecer el merecido descanso de Ziel Carphatia; quien, finalmente, quedó descansando entre sus brazos y a disposición del otro vampiro.

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    Mensaje por Fraiah B. Eslin Jue Dic 18, 2014 5:26 pm

    Un disparo. El seco sonido de aquel proyectil provocó que Fraiah abriera los ojos, sobresaltada. Su corazón dio un salto, pero pronto sus pupilas se encontraron con las de él: su tan querido hermano. Automáticamente, como si no pudiera evitarlo, la emoción la abordó y a pesar del miedo y la incertidumbre por lo que acababa de oír, sus iris comenzaron a brillar a causa de las lágrimas. Él estaba allí… Siempre estaba allí. Cuando lo necesitaba, cuando lo que más necesitaba era un abrazo suyo, la comprensión que sólo Christian podía brindarle. Y pensar que cada vez que abría los ojos era para encontrarse con una pesadilla, y ahora, sin embargo, todo era diferente. A pesar de lo que acababa de suceder en la cueva continuaba latente en ella, sonrió. Sonrió de alegría y, tras acariciar su rostro –como si el miedo a que no fuera real la engañara- se lanzó a abrazarlo con fuerza.
    - ¡Chris! –susurró contra su hombro, aliviada-. Estás aquí… -continuó, respirando profundo y percibiendo aquel aroma tan familiar. Él era la única familia que le quedaba. Era el único en quien sabía que podía confiar absolutamente. Siempre había estado en las buenas y en las malas, y hasta el día de hoy que no rompía ninguna de sus promesas-. Yo.. en la casa.. lo siento mucho, estaba tan asustada y confundida que… -no sabía cómo explicar la locura que había cometido al irse así y dejarlos solos, pero él no necesitaba tantas explicaciones para comprenderlo. Después de todo, así resultaba ser Christian Blade: el mejor hermano que alguien podría tener.

    Cuando se separó de él, permitió que la ayudara a acomodarse contra el árbol. Bajó la mirada, limpiándose velozmente aquellas lágrimas de felicidad. Observó a Christian y le sonrió. No sabía cómo agradecerle, pero eso tampoco era necesario que lo dijera. Si él tan sólo veía en el interior de sus ojos, encontraría aquel eterno “gracias” que incluso no bastaba para recompensar todo lo que él hacía. Y cuando despojó sus manos de aquellos blancos guantes, algo en ella se estremeció. Esos tatuajes… Esas marcas… ¿Esa era la exteriorización de su don, aquel que lo había llevado a estar prisionero del Consejo por tanto tiempo? Y peor aún: habían sido el motivo por el cual Katrina casi logra que él mismo asesine a Kairi. Fraiah bajó la mirada, confusa, recordando. Ella también había contribuido a aquello. Qué imbécil. Y pensar que Katrina tanto interfirió en la vida de ambos, marcándolos de algún modo para siempre, y ya no había rastros de ella ni de Adam por ninguna parte. Era extraño pensar en ello, revolver tanto el pasado. Aquellos días parecían sumamente lejanos. En un impulso, pudo verse a sí misma ingresando a la Academia. Otra vez, por su mente pasaron las primeras tardes de chicas con Bella y Yuuki, alrededor de la fuente, y el posterior encuentro con Kasha. Quiso reír al pensar lo borde que era –y sigue siendo- esa cazadora tan cabezota, más que ella incluso. Qué inocencia… Cuánta paz. Y pensar que esos días se llevaron lo mejor de todos y ahora se encuentran tan… distantes.

    Escuchaba voces cerca. ¿Qué estaría ocurriendo? Miró suavemente hacia atrás, pero veía sólo siluetas a lo lejos. ¿Rangiku estaba en el suelo? ¿Qué ocurría? Se volteó para mirar a Christian. Iba a preguntarle qué había pasado, pero lo que estaba haciendo la desconcertó. ¿Iba a quitarle las balas él solo? Se acercó y se puso a su lado, observando el cuerpo convaleciente de Ziel. Frunció el ceño ante la escena. El dolor que eso debería estar causándole sin duda era tremendo. Sin embargo, rápidamente, cada resto del metal madre estaba fuera de su organismo. Fraiah había sujetado una de las manos de Ziel. No la había soltado incluso cuando todo acabó. Fuertemente, se aferró a ella con sus dos manos, y la elevó un poco, guiándola hacia su rostro. Allí, suavemente, posó sus labios sobre la fría y afiebrada piel del vampiro. Cerró los ojos. Ya el peligro mayor había pasado. Se recuperaría pronto, ¿no es cierto? Pero, entonces, cuando miró a Christian, la extrañeza se adueñó de ella.
    – ¿Qué vas a hacer? –preguntó, soltando suavemente la mano de Ziel y apoyando una de las suyas en el hombro de Christian. Pero éste no le dio ni tiempo a continuar llenándose de asombro y preocupación. ¿Qué..? El aroma a aquella sangre lo inundó todo, y aunque no podía entender lo que ocurría, sí podía ver los efectos de aquella acción. Fraiah se apartó, pegando su espalda al árbol otra vez. Sus pupilas se perdieron observando a ambos. Quiso dejar de respirar, pero pese a sus habilidades de vampiro, algo que no podía negarse era el respirar, pues continuaba siendo una humana después de todo. Y este estado complicado de las cosas se lo debía, únicamente, a la persona que más había amado en la vida.

    Por un momento, la mirada de Ziel se cruzó con la suya, pero en ese momento, algo cambió. Quizás en ese momento fue cuando lo aceptó. Él… él ya no era el Ziel que todos conocían. Y el terror de que aquel Ziel se hubiera ido para siempre, la paralizó. Sin embargo, no apartó la vista de ninguno de los dos. Parecía mentira que Christian, quien casi acaba atravesado por mil ataques de Ziel, fuera quien en ese momento lo había apaciguado por completo. Y no era sólo eso, pues también lo había alejado del peligro e incluso sus heridas estaban sanando con una rapidez increíble. ¿Este era otro de sus secretos? Pero así era su bondad, después de todo. Christian era un vampiro, ella sabía moría de sed y tristeza todas las noches, que era capaz de asesinar igual que otros como él, pero sabía que ninguno, sobre la faz de la tierra, podría llegar a tener el enorme corazón que él poseía. Y pensar en ello logró un efecto sedante en Fraiah. Sonrió y cerró los ojos otra vez. Estaba tan cansada… y tan hambrienta. Y esta necesidad no sabía exactamente de dónde provenía: si de su parte humana, de su parte vampírica recién despierta luego de tanto tiempo, o quizás de ambas a la vez.

    Aún se oían las voces a escasos metros. ¿Qué ocurría? Fraiah se volteó suavemente otra vez para ver, y aunque la imagen de Christian alimentando a Ziel no se borraba de su mente, sabía que no era momento para preguntar. La rapidez con la que lo había hecho, la preocupación en sus ojos… Algo estaba escondiendo. Pero confiaba en él, y sabía que todo lo que él hacía era por un bien, y jamás le haría daño a Ziel ni a ninguno de los allí presentes. Por lo tanto, decidió guardarse las preguntas para más tarde, y enfocó su atención en lo que acontecía allí atrás. Entrecerró suavemente los ojos.
    - ¿Rangiku..? –murmuró. ¿Se estaba yendo? ¿Qué había pasado? En su desconcierto, notó que había más cazadores que antes. Buscó indagar entre las siluetas. ¿Kasha? Yagari también se encontraba allí, al igual que Shinji. Quiso levantarse para ir tras Rangiku en cuanto la vio marchar. ¿Por qué nadie hacía nada? Pero entonces vio cómo todos le dejaban su espacio, y eso la detuvo. ¿Acaso necesitaba estar sola… al igual que ella lo necesitó antes? Aunque todo parecía recobrar su paz, la tensión del ambiente no dejaba de condimentar el aire. Con una mano extendida hacia el sendero por donde ella se iba, Fraiah se quedó a medio camino de gritar su nombre. Sus ojos viajaron, anonadados, por todos los allí presentes, pero ella no era quien para privarla de su soledad.
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    Mensaje por Yagari Touga Miér Dic 24, 2014 3:46 pm

    El brazo que portaba aquella arma dejó de titubear. De hecho, dejó de temblar en el instante en que la presa fue interceptada por el cañón. Yagari iba a disparar. Ya no había remedio para aquel ser. Su fría mirada, aunque lo observaba firmemente, parecía estar algo ida y el tinte siniestro de su azul iris se incrementó con cada segundo que transcurría sin efectuar el disparo. ¿Por qué había acabado así? ¿Por qué cada cazador honorable que dedicaba su vida a proteger a las personas terminaba de la peor manera, completamente humillado? Yagari prefería morir mil veces de la forma más dolorosa posible, experimentando millares de torturas, antes que verse convertido en un ser tan miserable y desdichado como el que estaba, en este preciso instante, frente a ellos. Aún no podía creer que aquel que tanto tiempo estuvo desaparecido, que tan fehacientemente dieron por muerto, estuviera allí, de pie, siendo forzado por un Sangre Pura a menguar sus instintos más pérfidos y asesinos, los cuales definitivamente no hallarían fin hasta que sus tremebundos colmillos se hincasen sobre la tierna carne humana. Y ante este pensamiento, Yagari ladeó levemente la cabeza, pero el rencor y la impotencia pudieron visualizarse en la fina línea en la que se habían convertido sus labios. Su dedo índice no titubeó más sobre la Bloody Rose, pero parecía que, desde un comienzo, él no debía ser quien terminara con el pesar de aquella bestia sedienta de muerte.

    Rangiku apoyó su mano sobre la pistola. Yagari, frunciendo el ceño, la miró con clara advertencia. ¿Es que acaso estaba loca? ¿No comprendía la urgencia de esto? Por más sentimientos que hubiera de por medio, ese cazador estaba muy lejos de ser el que fue alguna vez. Ella era una joven inteligente, y por ende debería entenderlo. Sin embargo, lo que Yagari creyó una debilidad y una completa manipulación sentimental, acabó por ser algo muy diferente, lo cual lo dejó algo absorto, sorprendido ante aquella fortaleza que surgía de repente en tan diminuto cuerpo. Entonces, y sólo entonces, reparó en su blanca y pequeña mano, algo sucia por todos los jaleos vividos en estas horas. ¿Realmente estaba segura de lo que estaba pidiendo? Yagari no dudaba de su habilidad como cazadora, pero sí estaba dudando de su salud mental y emocional. Quizás porque él, en parte, entendía muy bien aquel sentimiento y, sobre todo, comprendía muy bien lo que el deber dictaba contra el corazón. Hacía ya algún tiempo atrás, tuvo que vivir una experiencia similar, y hasta el día de hoy paga las consecuencias.

    No cedió su arma, no hasta que ella se la quitó suavemente. En esos instantes recordó lo efímero de la vida y lo diminutos que eran ellos, simples seres humanos, en comparación con lo gigantes que podían volverse las desgracias. Y no ofreció resistencia. Tan sólo… dejó que se la llevara. La Bloody Rose, ahora, titubeaba en otra mano, en otro cuerpo, y había otro corazón de por medio. ¿Incluso así él no podía quitarse de encima la responsabilidad? Pues no. No, porque él era el Vicepresidente y más allá de la existencia del azar, el Destino, o como diablos quiera llamarlo la gente, más allá de eso, que algún subordinado termine así, también es su culpa. Significa que algo no hicieron bien los superiores. Esta es la demostración de lo mucho que faltaba para lograr la victoria por encima de estas bestias inhumanas. A pesar de que a veces las cosas simplemente suceden y ya, Yagari no podía dejar de pensar en qué había fallado. Y su mirada, nerviosa, ruda, odiosa y llena de ira, no dejaba de azotar el rostro de Rangiku, quien mirando al frente estaba lista para acabar con aquel cazador o, al menos, con lo que quedaba de él. En ese momento, Yagari se dio la vuelta y caminó hacia la dirección contraria, por la cual había acudido al triste escenario. Sintió la mirada de Shinji sobre su rostro, pero no lo miró. Se escuchó el disparo y Rangiku, al devolver el arma, no encontraría a su poseedor a su lado. Y es que, sencillamente, no quería ver esa mierda. No se le antojaba presenciar otra derrota más, y mucho menos el sufrimiento que la misma conllevaba a los presentes. No iba a estar allí para ver las lágrimas, para oír los gemidos de dolor y ausencia. Después de todo, esto acababa por ser parte de la vida, porque la Muerte siempre va de la mano con esta. Y cuando se dio cuenta de que tan sólo intentaba convencerse a sí mismo, quitándole al asunto la importancia que anteriormente le había dado, detuvo su andar y, entonces, giró su rostro hacia atrás, no demasiado, pero sí lo suficiente como para que su cabello se meciera ocultando el característico parche de su ojo izquierdo. Finalmente, acabó girando su cuerpo por completo, y su mirada ya no expresaba el odio de hace unos minutos, sino una completa preocupación. La expresión rígida, resentida, dio paso a la sinceridad que en verdad sentía por dentro y, principalmente, dio lugar a la visión de las personas que tenía en frente. Y se dio cuenta de que, además de odiar todo esto profundamente y culparse de incompetente, lo que más le molestaba era ver ese dolor en ella. Y entendió, entonces, que todo lo pensando y sentido con anterioridad era una lluvia de excusas. Los muertos eran eso, muertos; ya no había solución para ellos. Pero el problema residía en los vivos: porque son ellos los que deben soportar el dolor, la mayoría de las veces sin merecerlo.

    “Puedes cerrar tus ojos a lo que no quieres ver, pero no puedes cerrar tu corazón a lo que no quieres sentir”, le dijo su Maestro una vez. Desde entonces, el recuerdo de aquellas palabras siempre caía sobre él cada vez que la situación las requería. ¿Acaso esta era una de aquellas ocasiones? Rangiku pareció apartar a Shinji y comenzó a caminar sola hacia la espesura. Yagari frunció el ceño, pero no sabía qué hacer realmente. Miró al otro cazador, pero aquel simplemente se encogió de hombros. Sí, Shinji la conocía lo suficiente, incluso más que él, ¿pero permitiría que corriera peligro yendo sola al medio del bosque y más teniendo en cuenta lo inestable que estaba tanto física como emocionalmente? Touga desvió su mirada hacia ella otra vez, a punto de avanzar detrás y detenerla, pues no era momento para este duelo. Ella podría llorar a Ichigo luego, en la tranquilidad de su hogar, pero no en este momento. Sin embargo, no tuvo tiempo para detener su impulso, pues una suave mano aferró su brazo desnudo, por el cual hace unos momentos varias gotas de sudor frío se habían deslizado. Al desviar la mirada desde la doliente figura de Rangiku, su iris de encontró de lleno con dos enormes ojos celestes. Estos parecían exaltados, a punto de salirse de su cauce como si de dos ríos embravecidos se tratara.

    Rose Smith. La mujer penetraba la mirada de Yagari con la suya, y no se demoró más tiempo para decir las palabras que explicarían su repentino comportamiento:
    - ¿Por qué siempre estás mirándola así? –soltó, con un claro nudo oprimiéndole la garganta. Yagari, ante sus incomprensibles palabras, sólo se limitó a mirarla-. No te hagas el desentendido. Siempre lo haces. Desde que casi muere en aquella misión, no haces más que mirarla con esa expresión –continuó, acusándolo. Su voz sonaba temblorosa, irritada, pero no era su tono lo suficientemente fuerte como para que los allí presentes escucharan.
    - Rose, ¿qué demonios te pasa? ¿Qué estás diciendo? –inquirió, completamente confuso.
    - ¿Qué es? ¿Culpa? ¿Acaso te sientes culpable porque estaba contigo cuando le dispararon..?
    - ¿Puedes parar un momento? –dijo, frunciendo claramente el seño-. ¿Qué se supone que es esto? ¿Acaso has perdido la cabeza?
    - ¡Tú eres quien ha perdido la cabeza, Touga! –gritó, esta vez haciendo más evidente la querella. Yagari abrió su ojo de par en par, pero no permitió que su locura se le pegara y le contagiara. Al contrario de mostrarse acelerado y encolerizado como ella, la tomó por los hombros y la alejó un poco de la zona en la que se encontraban, conservando la calma pero transmitiendo la seriedad que lo caracterizaba, y más aun en estos momentos.
    - ¿Cuántas veces te he dicho que ya dejes de comportarte así? No soy tu novio, Rose. No soy tu novio ni mucho menos tu esposo –sentenció, mirándola a los ojos. Respiró profundamente y se pasó una mano por la cara, dándose vuelta un momento, para luego mirarla otra vez-. ¡Soy tu superior, maldita sea! –elevó apenas la voz, buscando no llamar demasiado la atención, pero percibió a Shinji observándolo todo desde su posición. Entonces, Touga negó con la cabeza, volviendo su vista a Rose-. Soy tu superior, y te ordeno que te concentres en esta misión y ya dejes de comportarte como una caprichosa adolescente.
    - ¿Como esa caprichosa adolescente? –señaló hacia atrás, por donde Rangiku se había ido, intentando retener las lágrimas que le había generado el oír sus crudas palabras-. ¡Basta tan sólo que ella mueva un dedo para que tú ya le estés detrás como un perro callejero!
    - ¿Qué? ¡Estás completamente loca! –espetó, indignado y harto hasta la médula-. No haces más que inventar historias e imaginar cosas donde no las hay –tensó la mandíbula, pues aunque quería controlar su ira, ya esto se volvía algo inadmisible e inaceptable. ¿Cómo podía la Asociación mantenerse en pie si en su interior se desarrollaban cosas como esta? Jamás creyó que un desliz de una noche la confundiera tanto. Y con las lágrimas saltándole por los ojos, ya sin poder contenerlas, la cazadora le estrelló sobre el pecho los documentos sobre Cordelia Heinz que él había solicitado.
    - ¿Quieres que me concentre en la misión y sea una buena subordinada? De acuerdo, aquí tienes. Pero ahora, tú, ¡sé un maldito hombre y demuéstrame que significo algo para ti! ¡No eres más que un cobarde! –soltó agudamente, sacudiendo la cabeza de forma impetuosa, y al ver la forma en que Yagari la miraba, bajó un poco el mentón y ladeó el rostro, poniendo su mejilla, como si de algún modo estuviera acostumbrada a que luego de fuertes discusiones viniera el esperado golpe. Quizás Rose también era una persona con una pesada historia por detrás, y ante la gélida expresión del cazador, no pudo más que experimentar aquellos recuerdos otra vez, y por ende, traer a la vida aquellos viejos instintos. Pero Touga, claramente, distaba mucho del hombre que antaño, posiblemente, la hubiera maltratado de forma excesiva. Él no hizo nada ante su falta de respeto, la cual podría considerar claramente una falta digna de ser castigada debido a la jerarquía y posición de ambos. Pero él, suspirando levemente, extendió su mano con suavidad y giró su rostro levemente, obligándola a mirarlo. No podía creerse que tal sutileza y serenidad existiera en un hombre tempestuoso y rudo como él. Pero así era. Y Rose lo observó con el semblante constreñido, mordiéndose el labio inferior. Touga, respirando suavemente, comenzó a hablar:
    - Rangiku Matsumoto es mi subordinada, y yo me preocupo por ella del mismo modo en que me preocupo por los demás. Si tú estuvieras en su lugar ahora, si a ti te hubieran disparado en el bosque aquella vez, yo estaría igual de intranquilo.

    Un silencio sereno se implantó entre ambos por un lapso de segundos. Tales palabras no consiguieron otra cosa más que hacer llorar aún más a la mujer, la cual se arrojó contra él, hundiendo su rostro en la negra sudadera. Podían advertirse las convulsiones de su cuerpo debido al llanto. Yagari dejó escapar otro suspiro, y suavemente la rodeó con los brazos. ¿Qué otra cosa podía hacer? Al fin y al cabo, todos estaban cansados y pasando por unos nervios terribles con todo lo que estaba ocurriendo. Además, debía mantener la mente lo más fría posible, porque aún quedaban cosas por hacer aquí y él debía ir a interrogar a Eslin, para que le contase todo lo que sabía. Sería mejor apaciguar la marea antes de que esta los arrastrara a todos. Touga le hizo una seña a Shinji, para que vaya tras Rangiku y la traiga de vuelta. Tenía en mente dar la orden para que se la llevase de aquí. Tal vez ya había tenido suficiente por hoy y sería lo mejor. Lo mismo haría con Rose. Y cuando él creyó que ya había acabado este rollo y que Rose finalmente se había calmado, reconociendo que se había dejado llevar por el impulso del momento y el cansancio, su voz se escuchó por última vez:
    - Es detestable sentir que te pierdo cuando ni siquiera te tengo.

    Y el silencio se apoderó de ambos otra vez, y él simplemente la hizo a un lado delicadamente, comenzando a caminar hacia el sitio donde se encontraba el Pura Sangre con Fraiah y Ziel. La mujer se volteó para seguir sus pasos con la mirada, y el llanto quedó oculto tras sus dos manos, las cuales cubrieron su rostro. ¿El iba a irse así, sin más? Sí, porque no había nada más que decir y tenían asuntos importantes que atender justo delante de sus narices, antes de que todo se vaya definitivamente a la mierda. El llanto de Rose era persistente y ella pegó su espalda al tronco de un árbol. Yagari, por su parte, continuó caminando, y su mirada se ensombreció otra vez, y quién podría atisbar el por qué.
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    Mensaje por Rangiku Matsumoto Vie Dic 26, 2014 10:53 pm

    Quería detener mis lágrimas, pero resultaba imposible. Aunque debido al agotamiento tanto físico como mental que llevaba encima no debería poder aguantar mucho más, el llanto continuaba. Me aferré con ambas manos al abrigo de Shinji, mientras aun escondía el rostro en su hombro. Aun notaba la sensación que había dejado el peso del cuerpo de Ichigo mientras lo sostenía. Aquello... aquello tenía que ser una pesadilla. No podía estar sucediendo, no había manera de que sucediese, ¿verdad? Si no fuera por la inmensa tristeza que me dejaba sin fuerzas para levantarme, la desesperación y la impotencia ya se habrían apoderado de mí. ¿Podría ser la misma después de aquello? Sentí la mano de mi amigo posada sobre mi cabeza, removiendo levemente mi pelo. El pensar que le estaba volviendo a causar problemas hizo que el nudo de mi estómago se apretase aun más, que la angustia amenazase con cerrar mi garganta. Mis manos se soltaron de su abrigo, sintiéndome egoísta al estar haciendo que se quedase a mi lado, para dirigirse a mi cara, tratando de retener aquellas lágrimas que seguían cayendo. Encontré que las palmas de mis manos estaban heladas y con un tacto rasposo. Al notarlo, levanté un poco la cabeza para poder apreciar qué era lo que tenía en las manos, que no era otra cosa que los restos de ceniza mezclados con tierra. Observé aquellas pequeñas partículas durante un rato, absorta. ¿En aquello se había convertido? ¿De veras que tan solo quedaba eso de él? Volví a cerrar los ojos y a llevarme las manos a la cara, sintiendo que mis hombros volvían a convulsionarse debido a nuevos sollozos. Noté que Shinji trataba de abrazarme, pero me retiré. Levanté la cara para encontrarme con su mirada confusa y a la vez triste, observándome sin saber qué hacer. Negué con la cabeza, pasándome la mano por las mejillas para retirar las lágrimas.- No quiero que siempre tengas que cargar con todo lo que me pasa.- Le dije, a lo que su expresión de extrañeza desapareció. Con un suspiro cansado, hizo caso omiso de mi anterior gesto y me abrazó.- Y a mí eso no me importa.- Sentenció. A pesar de que siempre hablaba de forma resuelta, aunque la situación fuese difícil, en aquel momento pude notar que hasta a él mismo le costaba sobreponerse a aquello. Absorta en mi propia tristeza, había olvidado que para él Ichigo también había sido un compañero y un amigo. Ahogando un nuevo sollozo, me incorporé un poco y le devolví el abrazo. No era justo, no era yo sola la que lo estaba pasando mal; todos lo estaban sufriendo a su manera. Su mano volvió a revolver mi pelo al posarse sobre él.- Ya pasó, ¿vale?- Volviendo a ahogar un nuevo sollozo, agité la cabeza varias veces, asintiendo a sus palabras. De mi garganta salió un ahogado ''sí'' antes de que las lágrimas volviesen a brotar.

    No sabía cuánto tiempo había transcurrido desde que estaba así. Poco a poco me fui calmando, más por la falta de fuerzas que por fortaleza. Me separé de mi amigo y me pasé de nuevo el dorso de las manos por las mejillas, seguramente dejando algún tizne oscuro debido a la suciedad que tenía en las manos. Noté que Shinji miraba con frecuencia hacia una dirección. ¿Pasaba algo más? Miré hacia donde él y me encontré de nuevo a una Rose exaltada. La observé durante unos instantes, pero acabé retirando la mirada, sin entender qué era lo que le pasaba a aquella mujer. Sus motivos tendría, incluso tal vez tuviera sus motivos para mirarme de aquella manera, aunque no los llegase a comprender. Sin querer inmiscuirme en sus asuntos (o temiendo que me lanzase una nueva mirada asesina) seguí paseando la mirada por nuestro alrededor, topándome con los violáceos ojos de Fraiah. Mis párpados se alzaron, haciendo que mis ojos pareciesen más grandes. Durante unos segundos no pude reaccionar, pero acabé girando la cabeza y bajando de nuevo la mirada. No quería que me viese así.- Rangiku...- Comenzó a decir Shinji, llamando mi atención. Me restregué rápidamente la cara con los puños del abrigo y lo miré, esperando a que siguiese hablando.- Quiero que, en cuanto lleguemos a la Asociación, vuelvas a casa y descanses, ¿de acuerdo?- Dijo, con un tono de seriedad muy poco frecuente en él.-¿Eh? Bueno, sí... es lo que pensaba hacer, de todas formas. Me gustaría quedarme, pero creo que en este estado no seré más que una molestia más... Ya mañana será un nuevo día, ¿no?- Dije, tratando de forzarme a sentir un optimismo del que estaba muy lejos de sentir. Shinji, sonriendo con algo de tristeza, negó con la cabeza.- No me refiero a que vuelvas a tu apartamento. Me refiero a que vuelvas a tu casa. A Tokio.

    Lo observé durante unos instantes, creyendo que había oído mal.-¿Eh?- Parpadeé varias veces, sintiendo que la tensión regresaba a mis músculos.- N-no, no puedes estar pidiéndome eso...- Mascullé, negando repetidas veces con la cabeza.- No puedes pedirme que abandone.- Me levanté con dificultad, pero no dejé que eso me detuviese. Sin embargo, un mareo y la oportuna reacción de mi amigo para que no cayese, sí lo hicieron. Completamente nerviosa, lo miré negando con la cabeza mientras él me ayudaba a sostenerme, como si estuviese enviándome a la horca.- Escúchame, ¡escúchame! No es lo que piensas. No te estoy pidiendo que abandones la Asociación.- Aclaró, ante lo que me tranquilicé un poco. Paré de negar con la cabeza al instante, volviéndome hacia él, atenta a sus palabras.- Solo quiero que regreses una temporada a tu casa. Que vuelvas con tu familia, que te alejes de este lugar maldito. Solo quiero que te recuperes, ¿lo entiendes?- Antes de que pudiese protestar alegando a que me podía recuperar aquí también, Shinji volvió a la carga.- ¿No te das cuenta? Hace tiempo que no paras. ¿Crees que no me he dado cuenta? Sales de la Academia y te vas a la Asociación, de la Asociación a lo que te manden y luego a estudiar para poder llevarlo todo al día. Te obsesionaste con buscar la identidad de esa mujer. En cuanto te quitaron los puntos de la operación, volviste a la carga, sin esperar un tiempo prudencial. Y ahora estás sin la cantidad adecuada de sangre en el cuerpo y totalmente inestable emocionalmente. ¿O me equivoco?- Inquirió, observándome severamente. No podía negarle nada. Tenía razón absolutamente en todo lo que había dicho. Bajé de nuevo la cabeza, dándole la razón en mi interior.- Si no te recuperas, si dejas que los daños se te sigan acumulando, solo te estancarás en el camino.- Añadió.- Y solo harás que nos preocupemos más. Y no quieres eso, ¿verdad?- Dijo, utilizando un tono más suave. Varias lágrimas volvieron a escaparse mientras negaba con la cabeza. No, no quería preocuparles. Con rabia por tener que admitir aquello, me pasé con brusquedad una vez más el puño del abrigo por las mejillas.- ¿De cuánto tiempo estamos hablando?- Pregunté. Shinji se quedó pensativo, observándome como si estuviese sometiéndome a un examen médico.- Te diría que por lo menos un mes o dos o tres semanas...- Comenzó a decir, a lo que me opuse completamente.- ¡Ni hablar!- Sentencié. Shinji, agotado, alzó la mano con los dedos abiertos.- Cinco días. Cinco días alejada de todo ésto y me daré por satisfecho. Pero no mantendrás ningún contacto, ¿de acuerdo? Ni siquiera conmigo.- Observándole muy seria, con los labios apretados, acepté a regañadientes. Sujetándome con cuidado por los hombros, sonrió algo más tranquilo. Levanté la mirada hacia su rostro, apreciando las marcas que el cansancio y la tensión vividas habían dejado en él. Estaba bien. Si así él se sentía más tranquilo también, lo haría.- Anda, volvamos con los demás.- Dijo, echando a andar con cuidado de mantener mi mismo paso para no tirarme hacia delante. Se tanteó el abrigo, asegurándose de que el improvisado saco con las cenizas seguía allí. Observé el lugar en el que reposaban. ¿Diría lo mismo Ichigo? No estaba segura de si sus palabras serían las mismas, pero me obligaría a descansar igualmente. Sonreí fugazmente. Por un instante, una leve sensación de alivio me invadió al pensar que Ichigo ya no estaba en aquel estado, que ya su sufrimiento había acabado... aunque fuese a cambio de la carga que iba a llevar. No me importaba mientras ahora él estuviese descansando.

    Al llegar al claro, apenas me atreví a levantar la mirada, pero el ver a Ziel bien me obligó a hacerlo. Por un lado me alegré, pues parecía estar repuesto y más tranquilo; las balas yacían por el suelo, lo cual significaba que no le harían más daño. Al final el botiquín que había traído Kai no iba a servir de mucho. Pero, por otro lado me preocupó, pues si había recuperado sus fuerzas, podría volver a atacar con la misma fiereza que antes. Observé a los presentes algo perdida, sin saber qué decir ni qué hacer. Christian estaba con Ziel, algo que me tranquilizó levemente, y Fraiah también parecía estar bien. ¿Dónde habría ido? Antes de que pudiese tomar una decisión por mí misma, Shinji me hizo avanzar y me dejó al lado de Fraiah, haciendo que me sentase sobre la tierra a su lado. Avergonzada por el aspecto que seguro presentaba, me pasé las yemas de los dedos por la cara, tratando de borrar los churretes.- ¿Cómo estáis? ¿Cómo está  Ziel?- Pregunté, en un tono algo bajo. Me daba corte el haber desviado la mirada de ella momentos antes de la manera en la que lo había hecho, pero no quería que me viese así. En mi interior, rogaba por que no me hubiese visto en realidad, que hubiese sido una imaginación mía. Ella ya tenía bastante con sus problemas; no quería calentarle la cabeza con los míos. Shinji, por su parte, se acercó hacia Yagari y le hizo una seña para que se alejasen un poco.- La he convencido para que vuelva a Tokio.- Le dijo.- Ya sé que andamos muy cortos de personal y de recursos, pero...- dirigió la mirada hacia donde estábamos todos, preocupado. Negó con la cabeza, mostrando una leve sonrisa.- Creo que es mejor que se recupere. Ya no solo físicamente, sino por el golpe que se acaba de llevar. Ha aceptado porque le he dicho que solo serán cinco días, pero trataré que sean más si estás de acuerdo. Ya sé que no nos sobran cazadores.- Lo miró expectante, esperando la aprobación del superior. Volvió de nuevo la mirada hacia donde todos estábamos pendientes del estado de Ziel. Se llevó distraídamente la mano a la cabeza y se rascó, pensativo.- Creo que es mejor correr el riesgo a que se cabree conmigo por ingeniármelas para que esté ausente más tiempo, antes que...- Se puso serio durante unos segundos, pero recuperó rápidamente la compostura.- De todas maneras, los enfados se le pasan rápido.- Dijo, recuperando algo de su tono habitual al hablar y agitando la mano, quitándole importancia a mis futuros reproches.- Mejor nos vamos yendo ya, ¿no? ¿Dónde están Kasha y Kai? ¿Y Smith?- Miró hacia varias direcciones, pero se rindió al poco. Ya volverían ellos solos. Él, aunque no lo aparentase, también estaba cansado, muy cansado; la diferencia estaba en que siempre se las ingeniaba para no demostrarlo tan abiertamente.
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    Mensaje por Christian Blade Sáb Dic 27, 2014 2:00 am

    Había funcionado. Tal como Christian esperaba, Ziel aceptó su sangre y, al mismo tiempo, esta produjo los efectos deseados en su débil y cansado cuerpo. Al Pura Sangre le sorprendió la velocidad con que él bebía. No le sorprendía, entonces, que pudiese dejar sin vida un cuerpo en cuestión de microsegundos. Quizás al ver su aspecto apacible e inofensivo como el actual, las personas que lo rodeaban no tuvieran en cuenta la verdadera amenaza que él significaba. Pero mientras Christian pudiera tenerlo de aquel modo, tranquilo en su regazo, todo marcharía bien. Si Christian lograba, por decirlo de algún modo, “dominarlo” y a su vez entenderlo, sería mucho más seguro para todos el estar cerca de él.

    Christian sonrió levemente cuando el cachorro se calmó. Era todo sumamente extraño, pero a estas cosas se había acostumbrado él desde la primera vez en que puso uno de sus pies sobre este pueblo. Levantó la mirada, feliz, y miró a Fraiah, recordando su fuerte abrazo y la dulzura que ella siempre le transmitía. Sin buscarlo, comenzó a reír, transmitiéndole a ella aquella inocencia que, de algún modo, habitaba en el cuerpo de un vampiro tan peligroso como él. Pero lo cierto era que Christian no permitía que aquello se notase demasiado. En su interior, era bastante aniñado e inseguro, y solían deprimirse con facilidad. No obstante, momentos como este, daba gracias el estar vivo y podía decir con certeza que no todo era color negro en su vida. Al ver a Fraiah a su lado, comprendió lo que era estar en familia otra vez, pese a que la familia Blade se disgregó por completo y los que no estaban muertos eran enemigos. De todos modos, no permitió que aquellos pensamientos lo invadiesen, y continuó en su empresa de alegrar a Fraiah y transmitirle la confianza que ella necesitaba. Extendió una de sus manos y la depositó sobre su cabeza, como solía hacer cuando eran pequeños, cada vez que Adam se ensañaba con ella y la colmaba de pesadas bromas.

    - Todo estará bien. Ya verás. Y lo de antes… ya habrá tiempo de explicarlo. Lo importante es que resulta efectivo para mantener a las fieras en su lugar, ¿no crees? –murmuró disimuladamente, asegurándose de que aún estuvieran los demás lejos. Era normal que ella se encontrase sorprendida y confusa con lo que había visto, pero esa era la verdad de las cosas. Christian había cambiado, al igual que todos, pero él supo guardar los secretos que le carcomían por dentro, supo controlarlos y ocultarlos más y más, buscando algún punto que le ayudase a convertirlos en algo positivo, como por ejemplo lo mucho que había aprendido sobre él mismo, sobre sus dones como Sangre Pura, y sobre el autocontrol. Sin embargo, a pesar de que mirase a Fraiah con aquellos amables e inocentes ojos, y a pesar de que ella le dedicase la misma mirada llena de confianza e ingenuidad, había cosas que no podía decirle. Había verdaderas manchadas en sangre que eran imposibles de pronunciar por sus labios. Sólo lo había dicho una vez, y la persona que estuvo allí para oírle, ahora se encontraba lejos.

    Cuando notó movimientos en la lejanía, vio la preocupación que Fraiah tenía por Rangiku. Era normal, sobre todo si no sabía el por qué de la reacción de la cazadora. Christian miró a su hermana otra vez.
    - Acaban de encontrar un cazador convertido en Nivel E. Rangiku lo conocía, y a juzgar por su reacción, creo que eran cercanos… -explicó, pero no dijo nada más, y con su mirada intentó decirle a Fraiah que era mejor no preguntarle nada, no hasta que se recuperara un poco de semejante golpe. Además, Yagari se encontraba a lo lejos, y algo parecía ir mal entre esa cazadora y él. ¿Qué ocurría con todos? Por momentos, la Asociación daba más señales de estar disgregada y desunida, justo cuando era imprescindible que estuvieran juntos, apoyándose los unos a los otros, para proteger la poca lealtad que quedaba ya. A Christian le disgustó un poco pensar en ello, pero era la verdad. Y esperaba que esta sensación se esfumase, y que sólo fuera la tensión del momento la que generase tales presentimientos. Iba a decirle algo a Fraiah, pero entonces vio que Yagari volvía, al mismo tiempo que lo hacían los demás. Christian miró a Fraiah, y sujetando suave pero más firmemente a Ziel, miró a Rangiku hasta depositar finalmente su mirada sobre Shinji. No era que no confiase en ese cazador, pero quería evaluar de qué estaba hecho aquel sujeto con sus propios ojos. Pero no duró demasiado la severa expresión, pues rápidamente el semblante del joven Blade se mostró amable con el cazador. Y mientras Ragiku hablaba con Fraiah y Shinji acaparaba la atención de Yagari, él bajó la mirada y observó a Ziel. Lo meció un poco. ¿Acaso no es eso lo que le gusta a los cachorros? Se le hacía raro tratar al chico como uno pero… ¿Acaso no era eso lo que era? El mundo estaba patas para arriba, y Fraiah tenía todas las respuestas que ellos necesitaban, y…

    Se encendió su lámpara de ideas. Christian levantó la mirada hacia ella otra vez, mirándola atentamente. Pronto los cazadores le harían millares de preguntas y le pedirían que contase todo, ¿no es así? Estaba casi seguro de ello, pues los únicos que sabían lo que había ocurrido en los laboratorios y los que podían reconocer a varios de los desertores, eran ella y Ziel. Pero Ziel, lamentablemente, se encontraba fuera de juego por el momento. Christian tenía varios planes en mente para intentar obtener información de él, pero sus Ases deberían esperar. Primero, habría que ir a lo seguro, y lo seguro era su querida hermana. Sin embargo, no había certeza alguna sobre el hecho de que aquella información que ella pudiera brindar no se filtrase y llegase a oídos equivocados, haciendo evidente al instante el hecho de que los prófugos y la Asociación tuvieron algún punto de contacto. De ese modo, sería rápido para los desertores sacar la conclusión de que son los seguidores de Damaru los que están ocultando a ambos jóvenes. Entonces, pensando fina y detenidamente cada cosa, antes de hablar, se acercó suavemente  a Fraiah y a Rangiku, y dejó a Ziel en el regazo de su hermana, indicándole que hablaran despacio para no alterarlo. Sería más fácil para todos moverse si él conciliaba el sueño. Además, cuando regresara, volvería a tomar las riendas del neófito, para seguridad de todos.

    Tras hacer aquello, se acercó a Yagari y a Shinji, mirando hacia todas partes, evaluando dónde estaban los demás cazadores. Todos estaban cerca, como podían, pero lo estaban. Christian no pudo evitar mirar hacia donde se encontraba aquella mujer rubia, llorando. Extrañado, frunció el ceño, pero volvió pronto su atención a los dos hombres que tenía en frente.
    - Disculpen la intromisión, pero creo que debemos hablar –dijo suavemente, mirándolos a ambos una y otra vez-. Es acerca de la Nueva Asociación y lo que Fraiah vio allí. Aún no le he preguntado nada, pero sé que pronto ustedes lo harán –aclaró, acentuando aún más la seriedad de la cuestión-. Y no quiero que eso suceda –finalizó. Ante tal determinación, era normal que las miradas que recibiera de ambos no fuera muy agradable, pero Christian se apresuró a continuar antes de que pudieran reprochar algo-. No es que no confíe en ustedes dos o en los demás presentes, pero en lo que no confío es en la rapidez con la que fluyen las palabras –hice una pausa para clavar aún más sus iris en ellos-. Conozco los métodos de la Asociación y sé que tienen un archivo donde documentan todo. Es probable que esto también lo pongan por escrito, y eso es otra cosa que debo pedirles que no hagan. Lo siento si suenan bruscas y exigentes estas peticiones, pero la vida de mi hermana está en juego, así como la vida de muchos de ustedes, a quienes ciertamente aprecio –hizo otra pausa, sonriendo suavemente, de forma elegante-. Por estas razones, les propondré lo siguiente –elevó una de sus manos, haciendo un previo ademán a las palabras que diría a continuación-. Ustedes regresen a la Asociación, regresen a sus casas, descansen y busquen la forma de borrar toda evidencia de que estuvieron aquí, como sea. Por mi parte, yo me llevaré a Fraiah y a Ziel conmigo, y me haré cargo de ellos, protegiéndolos y ocultándolos hasta que creamos necesario que deba ser así. Yo le haré el interrogatorio a Fraiah, y lo que ella me diga, quédense tranquilos que llegará a ustedes de una forma segura e imposible de advertir… -al generar un breve silencio y respirar suavemente, observando los gestos y reacciones de los cazadores, continuó-. Segura e imposible de advertir, claro, si ustedes contribuyen a ser una tumba luego de tener contacto con ella –sonrió de lado y parpadeó suavemente, recobrando la seriedad y aumentando su serenidad-. Y quédense tranquilos que, cuando esa información llegue a ustedes, se darán cuenta al instante –finalizó, llevánse el dedo índice a la sien y observándolos profundamente, acrecentando el misterio y su enigmático modo de ser. Pero si ellos querían que esta misión realmente funcionase y que las cosas salieran bien de una buena vez, deberían confiar en el vampiro al igual que confiaba él en ellos-. Ahora evaluaré los alrededores y las zonas seguras de ojos no deseados, ya sea para su partida, como para la nuestra –se señaló a sí mismo y a Fraiah y a Ziel, mientras se alejaba apenas unos pasos de ellos y se situaba en medio del claro. Su extrema percepción le permitiría saber qué camino sería mejor tomar y qué criaturas se encontraban cerca.
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    Mensaje por Fraiah B. Eslin Sáb Dic 27, 2014 9:25 pm

    Una vez más, la calma emergió en su interior. Christian estaba alegre, pues se le notaba aquello en el rostro. Ante su sonrisa, Fraiah sonrió también. Estiró una de sus manos para tomar la suya, y al instante la palma de Christan estaba sobre su cabeza. Ante sus palabras, asintió, esperanzada. Tenía razón. No había motivos para continuar preocupándose en exceso por el peligro que representaba Ziel si él estaba allí para poder tranquilizarlo y apaciguarle. Lo único que esperaba era que no se ensañara demasiado con su sangre, pues todos eran conscientes de lo peligroso que puede ser, incluso para un vampiro. Si bien Christian era un Pura Sangre y acabar con él jamás sería tarea sencilla, sí podría dejarle fuera de juego en algún descuido y ahí Fraiah no sabría qué hacer con un Christian medio desmayado y un Ziel potenciado. De todos modos, no había por qué pensar en ello. Ziel estaba tranquilo, sin dolor, y parecía confiar en su hermano. ¿Qué mejor que eso?

    A pesar de que el desconcierto continuaba latente -ahora no sólo por el accionar de Christian, sino también por las diversas riñas que estaban aconteciendo alrededor-, Fraiah no era imbécil. Aunque no escuchase bien todo lo que los cazadores se estaban diciendo entre sí, podía advertir por el tono de su voz y por los gestos y movimientos de su cuerpo, que las cosas no iban bien. Tanto en el dúo que conformaban Yagari y Rose como el que estaba compuesto por Rangiku y Shinji existía tensión y lágrimas. ¿Qué estaba pasando? Y como si las respuestas no quisieran llegar, una mirada de Rangiku le advirtió que quizás lo mejor era no preguntar. De hecho, Christian explicó fugazmente lo que había pasado, y Fraiah asintió, comprendiendo la gravedad de la situación. Ella también había perdido a alguien muy importante, por lo que la comprendía. Era horrible esa sensación, y más horrible aún era recibir miradas condescendientes.

    Al cabo de unos minutos, Yagari comenzó a aproximarse al grupo y Fraiah apartó su mirada de él. A pesar de conocerlo bastante, no podía evitar el sentirse bastante intimidada a veces. Él siempre era tan serio y escalofriante cuando se lo proponía... Observó a Christian, y justo en ese momento otras pisadas se acercaron. Giró un poco el rostro y pudo ver a Rangiku y a Shinji. La cazadora se sentó a su lado y Fraiah, sonriéndole suavemente, apoyó una de sus manos en su hombro, proporcionando un cálido masaje, tratando de transmitirle que estaba con ella. Aunque se conocieran poco, casi nada a decir verdad, unas cuantas horas frente a la Muerte bastaban para convertirse en buenas compañeras. Habían luchado mano a mano esa tarde, y en la noche continuaban protegiéndose mutuamente. Fraiah le había tomado afecto, y había logrado dejar a un lado su desconfianza. La joven híbrida jamás fue una muchacha antisocial o adversa a las amistades. Siempre fue muy dada con la gente, y quizás ese fue su mayor error. Quizás esta bondad e inocencia fueron las que acabaron por convertirla en esto, pero no había que lamentarse ya. Lo hecho, hecho estaba. Era mejor mirar hacia adelante, justo como Christian lo estaba haciendo, y luchar por un futuro mejor, haciendo de los peores males las mejores posibilidades.

    - Estamos bien. Ziel está.. -dejó de hablar debido al impacto de un cuerpo sobre su regazo. Miró a Christian, confusa y anonadada. ¿Qué iba a hacer? Pero al verlo marchar hacia los cazadores, acabó por mirar a Ziel, acariciando sus orejas. Se encogió de hombros y miró a Rangiku-. Bueno, parece que Ziel está muy bien -rió ampliamente, y no pudo evitar ver en Rangiku los rostros de Bella, Yuuki y Kasha, rememorando los gratos momentos del pasado-. Chris logró quitarle las balas rápidamente, y su mejoría fue extremadamente rápida luego de eso -comentó regresando sus ojos al apacible rostro de Ziel-. ¿Y tú..? -guardó silencio. Qué idiota. ¿Cómo iba a preguntarle cómo estaba si ya lo sabía? Así que suspiró-. Lo siento, sé lo que ocurrió pero... ¿estás mejor? -reformuló su pregunta, intentando encontrar las palabras adecuadas. A lo lejos vio a Christian, de pie en el centro del claro. Quizás todos necesitaban un merecido descanso; tal vez todos merecían dormir al menos una noche cómodamente, sin pensar en lo que les deparará al abrir los ojos.
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    Mensaje por Yagari Touga Jue Ene 08, 2015 2:43 am

    Habían padecido demasiado. Quizás más de lo que un ser humano puede soportar sin descansar bien por meses. Las preocupaciones cada vez eran mayores y en mayor cantidad. Los cazadores fieles a la Asociación cada vez eran menos y su eficacia disminuía a causa del desgaste físico, la mala alimentación y la falta de apropiado descanso. Yagari era consciente de todas estas contras, e incluso él estaba incluido en el amplio grupo de quienes ya no daban más. Pero, aún así, seguía. A pesar de todo, continuaba firme, demostrando únicamente fortaleza y determinación, y abandonando la debilidad para otro día, un día que quizás no llegase nunca, porque al paso que iban,  cada vez se hacía más lejano el alivio y la paz. ¿Pero qué clase de líder sería él si se dejase pisotear por las humanas necesidades que le recordaban a diario su mortalidad? Tampoco este era momento para pensar en la fragilidad humana y en la poderosa certeza de las armas. Resultaba todo tan chistoso a veces: una porquería de plomo minúscula y de apenas unos centímetros bastaba para eliminarte por completo de la faz de la tierra.

    Cuando se aproximó al grupo, notó que detrás de sus pisadas también venían las de Shinji y Rangiku. Miró de reojo y no le dio importancia. Oía los murmullos de todos, pero ni siquiera se preocupó en incluirse en alguna conversación. Su mirada cruzó con la de Fraiah en un determinado momento. Cierto. Debía hablar con ella. Eslin era el principal testigo que tenían, que lo había visto todo y que sabía más que cualquiera de los que estaban allí, con excepción de Carphatia, claro, que seguramente sabía lo mismo o más pero no podía articular palabra alguna. Touga respiró apaciblemente, paciente, y sacó su caja de cigarros. Deslizó uno desde el interior y se lo llevó a los labios. Se había acostumbrado a tener bastante respeto por los no fumadores, pero ahora mismo le importaba todo una mierda. Lo encendió y miró a los presentes. Al darle una pitada, Shinji se acercó a él, sin apenas permitirle disfrutar de un momento de silencio donde pudiera analizar los próximos movimientos del grupo y pensar cuál sería el siguiente plan. El cazador lo apartó un poco, y Yagari lo siguió con la cabeza gacha, clavando su mirada en el suelo mientras el humo del tabaco salía por los orificios de su nariz. Escuchó atentamente sus palabras, y levantó la vista de forma certera.
    - Sabes que no es momento de perder personal, ¿verdad? –inquirió, mirándolo fijamente. En la mirada del Vicepresidente podían notarse los vestigios de un profundo rencor; la preocupación latente por algo más-. Pero hagan lo que quieran. Si quieres que se tome unos días porque crees que es lo mejor para ella, bien, que así sea –dio una pitada más mientras desviaba su ojo hacia un lado, justo donde Matsumoto se encontraba hablando con Fraiah-. Después de todo, tú la conoces más y sabes qué es lo que le conviene –agregó, exhalando el humo lentamente, y sintiendo cómo su cuerpo hallaba un poco de relajación. Seguidamente, miró hacia donde se encontraba Smith-. Tampoco pretendo que los pocos cazadores fieles que me quedan acaben muertos por un estúpido pico de estrés[/b] –suspiró y clavó su gélida pupila en Shinji otra vez-. Todo sería más sencillo si al menos algún desgraciado Presidente de esta maldita institución se pusiera bien los pantalones por una única vez… Pero no, no es así, ¿y por qué? Porque son todos unos inoperantes -se encogió de hombros, acompañando las palabras de alto contenido sarcástico con un gesto de evidencia ejecutado por su rostro-. Pasó por algo muy duro, pero que no sean más de cinco días. Y mantenme informado por cualquier cosa –se llevó nuevamente el cigarro a los labios y dirigió su oscura pupila hacia algún punto nublado del cielo-. El desafío de este trabajo es no mezclar las emociones y sentimientos con él, y es allí donde todos la cagan.

    Una vez que escupió duramente esas últimas palabras, la conversación fue interrumpida. Christian Blade se acercó, y al parecer tenía algo importante que decir. De otro modo, Yagari hubiera preferido no continuar perdiendo el tiempo en este claro. Pero notó la firmeza de su voz y la convicción de sus palabras, pero miró a Shinji de soslayo mientras escuchaba sus argumentos e ideas, y le dio la última pitada al cigarro, arrojando la colilla al suelo y aplastándola con la suela de su zapato. Estaba atento a lo que el vampiro decía, y mientras el humo salía con lentitud de su organismo y rodeaba a causa de la brisa las cabezas de los tres hombres, estuvo a punto de plantarle una queja y resultar reacio a su petición. Sí, en parte era desconfiado y, para sumarle algo más al asunto, su bordería había alcanzado el nivel experto en menos de media hora. Suspiró, impaciente, algo molesto. Se pasó una mano por el oscuro cabello y miró al suelo, pensativo.
    - Creo que en otra ocasión te hubiera mandado a la mierda, Blade –levantó la mirada y la clavó justo en la suya-. Pero me temo que no puedo darme esos lujos hoy –hizo un ademán con su mano derecha, denotando que a su alrededor había gente cansada que necesitaba marcharse del lugar y alimentarse mejor. Además, él era un Sangre Pura después de todo. Por lo tanto, podría protegerse bastante bien solo y no le sería excesivamente complicado controlar la situación. Al menos contaba con la suerte de que su hermana continuaba conservando sus cualidades humanas e innatas, ¿no? Tras pensar brevemente en ello, suspiró, negando con la cabeza-. ¿Acaso tengo otra opción? No podemos perder más tiempo y suenas convincente –apoyó una de sus manos sobre el hombro de Christian-. No hagas que me arrepienta de confiar en ti, vampiro –siseó esta última palabra, y dio unos golpes suaves pero pesados con su palma sobre el hombro del joven-. Trata de enviar esa información lo antes posible, ¿de acuerdo? Por el medio que se te antoje, pero rápido –murmuró con voz calmada, mateniendo aquel tono durante toda la conversación, pero haciendo más que evidentes las órdenes y la necesidad de aquellos datos. A veces era irracional la forma en la que un hombre con tantas responsabilidades y tanto peso sobre la espalda como él podía mantener la compostura, y más en situaciones como esta, donde todo puede irse al diablo en un abrir y cerrar de ojos.

    Tras hacerle un gesto de aprobación a Christian ladeando la comisura de sus labios a un lado y asintiendo con la cabeza, apretó un poco su hombro y depositando en él una última palmada dio unos pasos al frente, acercándose al grupo otra vez.
    - Bien, se acabó. Nos vamos, que esto no es un picnic –ordenó, elevando un poco la voz y ocultando una vez más todo aquello que lo movilizaba por dentro y no daba tregua a su mente intranquila-. Matsumoto, Smith, rápido –determinó, pero al voltearse hacia el sitio donde la cazadora rubia estaba, notó que la soledad inundaba la zona. Frunció el ceño-. ¿Dónde está Smith? –preguntó a Shinji. Ante el silencio de su compañero, le hizo una seña para que le diese su móvil, que si mal no recordaba se lo había dejado para que horas antes llamase a dicha cazadora. Marcó su número una, dos, tres veces, y no atendía. Chasqueó la lengua, molesto. Se dirigió a Shinji otra vez-. Llévate a Rangiku por aquel camino. Encontrarán un campo, un maizal. Atraviésalo. En breves los alcanzo, y si no llego, encontrarás la zona trasera del bar, hablar con Joe, y aquí tienes las llaves de mi auto. –dijo arrojándole estas y dando a entender que pretendía que lo utilizara. Él luego lo iría a buscar a su casa. Se giró rápidamente para examinar la zona y no sólo buscar a Smith, sino también borrar los rastros que habían dejado, tanto como huellas, restos de sangre, algún residuo. Miró a Christian e hizo un movimiento hacia adelante y abajo con su cabeza, indicándole que ya podía marcharse, que él se encargaría del resto. Luego, chasqueó los dedos para llamar la atención de Kai-. Está herida, pero veo que no es de gravedad –dijo refiriéndose a Kasha-, así que ponle una venda provisoria y apresúrense a seguir a Shinji –ordenó comenzando a caminar fuera del claro. Intentó llamar a Smith dos veces más. ¿Qué había ocurrido? Y mientras recorría la zona y eliminaba cualquiera última rastro que hubiera quedado, una llamada de Rose lo sorprendió:
    - ¿Te encuentras bien? ¿Dónde demonios estás? –contestó, veloz, nervioso, sin embargo la voz de la cazadora era tranquila y confiable-. ¿Estás segura? Dime dónde estás y voy a buscarte –aseguró, pero ante la negativa de ella, no le quedó otra opción más que suspirar y confiar. ¿Cómo podía ser tan terca y obstinada? ¿Cómo podía saltearse tantas reglas en unas simples horas? Touga miró los papeles acerca de Cordelia que ella le había estrellado contra el pecho. Negó con la cabeza. No había remedio alguno para Rose Smith, y odiaba esta situación. Odiaba verse envuelto en sus crisis de colegiala. ¿O acaso era él quien estaba siendo demasiado insensible? Chasqueó la lengua otra vez. Este gesto se volvería costumbre si esta misión continuaba así. Ella cortó la comunicación finalmente, y le dijo que se encontraba bien, a punto de llegar a su casa. Entonces, ¿cuánto tiempo hacía que ya no estaba allí de pie? Además de insensible lo acusarían de desconsiderado y desatento.

    Cuando creyó que, al menos momentáneamente, la cuestión con Rose estaba zanjada, pudo obtener algo de paz interior al saber que se encontraba bien. No quería desconfiar de sus palabras, pero Smith era bastante transparente con eso, y si algo no anduviese bien, se lo haría saber de algún modo. En siente años conociendo a una persona se logra advertir bastante bien sus comportamientos y manías, ¿no es así? Por lo tanto, Touga suspiró y regresó al claro, y permaneció allí hasta que Christian, Ziel y Fraiah se fueron, para así asegurarse de que su partida fue en tranquilos términos y que no había nadie acechando alrededor. Se demoró unos minutos antes de partir, y encendió otro cigarro.
    - Sí, definitivamente las emociones siempre consiguen arruinarlo todo –murmuró en el silencio y soledad del lugar-. Y los sentimientos, llegados a un determinado punto, te matan… Tú lo sabías muy bien, ¿eh, Damaru? Y aún así decidiste arriesgarte –dio una larga e intensa pitada al cigarro, parpadeando brevemente.  Despidió el humo con parsimonia, para luego respirar con lentitud-. Qué estupidez…

    Comenzó a caminar en la dirección en la cual se habían ido Shinji y los demás y dejó tras de sí el rastro humeante que pronto desaparecería en la nocturna brisa. Aquel rastro desaparecería, sí, al igual que desapareció la única persona que fue realmente importante para él hace diez años, convirtiéndose tan sólo en un manojo de cenizas que podía juntarse con cinco dedos. Qué estupidez resulta ceder a las emociones; qué acción tan torpe es amar en tiempos de guerra. Qué suerte que él lo comprendió a tiempo. De otro modo, ya hubiera muerto hace diez años, y no sería más que otro puñado de cenizas, al igual que Ella. Sin embargo, diga lo que diga, piense lo que piense, nada podrá negar la triste verdad: aunque él no se volvió cenizas, inevitable fue que su corazón se convirtiese en un glaciar impenetrable.
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    Mensaje por Rangiku Matsumoto Vie Ene 09, 2015 2:38 am

    Mis manos, las cuales reposaban sobre mi regazo, juntas y hechas dos pequeños puños, se apretaron un poco más. Hundí levemente la cabeza entre los hombros, como si se tratase de la manifestación física de la carga que había decidido llevar. Me sentía como atrapada en una burbuja, como si la situación fuese producto de un sueño; como si aquello no estuviera pasando de verdad. Todo había sido tan rápido, tan repentino... y, sin embargo, los segundos se habían hecho tan eternos... ¿De dónde había sacado la fuerza de voluntad para apretar el gatillo? Quizás fuese porque sabía que no había solución, que no había vuelta atrás para él; quizás fuese porque no soportaba el verlo así, el pensar que se había pasado estos años convertido en una bestia sin razón; quizás, porque ante la inminente aparición de los demás cazadores, había decidido egoístamente que quería hacerlo yo. Y, quizás, solamente quería darle vueltas a todas esas razones para no pensar en la verdad: que prefería odiarme a mí misma por haberlo matado, antes que dejar que otra persona lo hiciese y mi resentimiento fuese contra ella. En aquel día, o incluso en los días antes... ¿podría haber hecho algo para evitar que acabase así? ¿Habría existido alguna posibilidad de cambiar el curso de los acontecimientos? Si tan solo le hubiese detenido... Pero, ¿cómo podía saber que iba a acabar así? Mis manos se crisparon de nuevo sobre mi regazo. No quería aceptar que hubiese un destino ya escrito... sin embargo, en aquel momento me era lo más conveniente de creer, pues así no tendría más cosas para echarme en cara.

    Lentamente, alcé la mirada hacia el rostro de Fraiah cuando escuché su voz al responderme. Parecía estar sana y salva, pero no me aventuraba a decir que estuviese bien; todos los allí presentes distábamos mucho de estar completamente bien. Observé durante unos instantes a Christian de levantarse, dejar a Ziel con Fraiah y marchar hacia donde estaban Yagari y Shinji. Volví el rostro hacia Ziel, quien parecía descansar plácidamente. Sonreí levemente al verla reír así, tranquila ahora que Ziel ya no sufría por el metal madre en su cuerpo, ahora que su hermano estaba allí con ella. Me alegraba de que, al menos, algo hubiera salido bien. Levanté con timidez una de las manos, queriendo acariciar también las suaves orejas de Ziel... pero, como si hubiese tocado algo hirviendo, aparté inmediatamente la mano. No me atrevía. ¿Y si mi contacto le afectaba? ¿Y si notaba el olor de una mano extraña o, peor aun para él, de la mano de una cazadora? No, era mejor que estuviese quieta. Mi mano volvió a mi regazo, colocándose de nuevo al lado de la otra.- Me alegra verle así...- Comenté muy flojito, tanto para no hacer mucho ruido que pudiese molestar a Ziel, como porque tampoco tenía muchas más fuerzas.- Parece un cachorrito.- Volví a sonreír levemente, con sinceridad, aunque no fuese una sonrisa muy amplia. Pero, cuando preguntó por mí, abrí por completo los ojos, sorprendida, para luego bajar el rostro, bajando los párpado a la vez. Abrí la boca para responderle, pero ella se adelantó, disculpándose.- No tiene que disculparse...- Le dije, tratando de mantener el tono de voz calmado. No me sorprendía que supiese lo que había pasado, pues Christian debía habérselo dicho, además de que tampoco estaban muy lejos. ¿Qué podía decirle? Sonreí levemente, triste, pero conseguí que mi voz no titubease.- No, no estoy mejor.- Dije, serena y con toda la sinceridad. ¿Para qué decirle que estaba bien, si podía verse a leguas que aquello era una mentira? Alcé el rostro hacia ella, mirándola a los ojos.- Pero lo estaré. Tengo que volver a la carga, después de todo. No puedo permitirme el venirme abajo.- Añadí, sonriendo un poco más que antes. Seguía sin mentir, pues para eso había aceptado el volver a Tokio por unos días, trato del que comenzaba a arrepentirme. No podía dejar que aquello me afectase. No podía permitirme el no seguir siendo la misma, el estar derrumbada; así no le servía de nada a la Asociación. Volví a bajar el rostro, dejando que varios mechones negros cayesen hacia delante. Abrí levemente los labios varias veces, como dudando de si hablar o no, pero una creciente necesidad de sincerarme se había apoderado de mi garganta, quizás por la de tiempo transcurrido en el que no tenía una amiga en la que confiar, por la de tiempo que no había podido conversar largo y tendido con mi familia.- Él... él era alguien muy importante para mí...- Dije, con la mirada perdida, extraviada por recuerdos de días en los que no todo parecía tan negro. Parpadeé un par de veces, reteniendo de nuevo las lágrimas. Ahora sí que no las dejaría escapar.- No creo que quisiese que la Asociación cargase con una niña llorica, así que también tengo que hacerlo por él.- Añadí, tratando de volver a sonreír.

    Antes de que pudiese decir nada más, la voz de Yagari me hizo reaccionar. Me volví hacia donde estaban para ver que comenzaban a movilizarse. Shinji se dirigió hacia mí con determinación; no le hizo falta decirme que nos íbamos y que no me demorase. Algo sorprendida por aquella seriedad repentina, me dejé ayudar dócilmente para ponerme en pie.- Pero... ¿y Fraiah-sama, y Ziel...?- Pregunté, cuando su mano se posó en mi antebrazo, tirando suavemente para que avanzase. ¿Qué había pasado para que se mostrase tan serio de repente? Miré hacia detrás para ver si los demás se reunían, pero tenía la sensación de que faltaba alguien. Miré en silencio a Fraiah, mientras Shinji tiraba con suavidad de mi brazo para hacerme seguir avanzando.- El Pura Sangre se hará cargo de ellos.- Dijo por fin. Me volví hacia él, confusa. ¿Qué quería decir con eso? A base de insistirle, conseguí que me resumiese un poco lo que había pasado.- No me hace gracia confiar en un vampiro, pero...- Comentó, acabando por gruñir por lo bajo y dejando la frase a medio concluir. Con una mano, hice que retirase su propia mano de mi brazo; no hacía falta que tirase de mí para que avanzara.- Pero Christian-sama es de confianza.- Le dije, completamente segura de aquellas palabras. Sus ojos marrones se volvieron hacia mí, preocupados y dubitativos, pero acabó suspirando, resignado. Su semblante se relajó un poco, pero no por eso dejó de avanzar con el mismo ímpetu. Al ver que no podía seguir su ritmo debido a mi estado físico, se paró un momento tan solo para sujetarme como si fuese un saco y echar a andar conmigo en brazos.- ¡Espera...! ¡Shinji! ¡Bájame!- Protesté, mirando con algo de temor el suelo, el cual parecía a cada momento más lejano o más cercano, según los pasos de mi amigo y los desniveles del camino. Al ver que no me hacía caso, no tuve más remedio que sujetarme a su cuello, por lo que podía ver el camino que íbamos dejando atrás. ¿Por qué nadie nos seguía?- ¿Dónde están...?- Ya sabía que Fraiah y Ziel se quedarían con Christian, pero, ¿y los demás? Mientras miraba atentamente esperando a que alguien apareciese, apoyé el mentón en el hombro de Shinji, mostrando un semblante preocupado, aunque él no pudiese verme.- Shinji... ¿Se ha enfadado?- Le pregunté, carcomida por el remordimiento. Haber aceptado irme, aunque fuesen solo unos días... Cada vez me arrepentía más de aquella decisión. Lo estaba abandonando, justo ahora que era cuando más nos necesitaba a todos... A pesar de que hasta se quedó conmigo en el hospital cuando no tenía por qué hacerlo, a pesar de saber que estaba dirigiendo él solo a toda la Asociación, ya que Jack seguía en paradero desconocido, a pesar de saber los pocos cazavampiros que quedábamos fieles a la Asociación que Damaru había dejado. A pesar de todo, había aceptado, rendida ante mí misma y ante la situación, a tratar de recuperarme, de descansar. Sí, tal vez sería lo mejor, ya que así hacía poco, pero... No podía quedarme tranquila. Me sentía despreciable.- ¿Eh? ¿Que qué?- Dejé escapar un largo suspiro y enterré la cara en su hombro.- ¿Yagari-senpai se ha molestado por el que haya aceptado el irme?- Pregunté, sintiendo que cada vez les daba más motivos a todos para decepcionarse. Tras una breve pausa, respondió.- Ha dicho que no es momento de perder personal.- ''Lo sabía. Sabía que no era momento de irse''.- Tal vez debería quedarme... voy a estar igual en un lado que en otro...- La cabeza de Shinji se movió varias veces, negando.- No estarás igual. Como él ha dicho, soy el que te conoce mejor.- Sentenció, gruñón. Levanté un poco el rostro, sin saber si hacía bien o no. Shinji no era la persona más sensible que conociese precisamente, y era bastante bruto... pero, contrariando a todo eso, a veces me daba la sensación de que realmente tenía razón en lo que decía.- Está bien.- Volví a aceptar, rogando para mis adentros que, por favor, no pasase nada en esos cinco días. Shinji no volvió a añadir nada más.

    Al salir del bosque, entramos en un bar. Me bajó con cuidado, a la par que comenzaba a observar el lugar.- A ver, me ha dicho que con... alguien que empieza por ''J''... Y me ha dado las llaves de su coche, así que supongo que le tendré que preguntar a él cuál es el coche...- Comenzó a relatar, rascándose la cabeza. Me volví de forma algo brusca hacia Shinji, alarmada ante el que nos hubiese mandado a coger su coche sin esperar a nadie. Sin embargo, no dije nada. Apreté los puños y me tragué las palabras, aceptado sin rechistar las órdenes.- Es aquel.- Dije, echando a caminar hacia un auto negro. Lo reconocía de cuando me recogió en el hospital. Shinji me siguió y abrió el coche, montándose él en el asiento del conductor. Tomando el asiento del copiloto, volví a echar una mirada hacia los alrededores, esperando a que alguien llegase. ¿Por qué nadie venía? -¿Dónde están?- Volví a insistir. Shinji arrancó el coche pero no lo movió, mirando también hacia los alrededores.- Kasha y Kai se supone que vendrán, y Rose no estaba por ningún lado...- Dijo, frunciendo el ceño, pensativo. Lo miré, extrañada. ¿Qué era eso de que Rose no estaba? Apenas la había visto después de lo de Ichigo, y no presentaba un aspecto muy animado, precisamente.- No le habrá pasado nada... ¿no?- Pregunté casi con miedo. Sería inocente, pero no era tonta. Sabía cómo estaba Rose por Yagari, y ya había sido testigo de su impulsividad y a los niveles que podía llegar su histeria. Me quedé sentada mirando hacia delante, hacia la nada, meditabunda, haciendo montones de conjeturas a cada cual más preocupante. Abrí completamente los ojos al pensar en la peor de las opciones.- ¿Y si...?- Comencé a decir, pero un golpe, no muy fuerte pero certero, de la mano de Shinji sobre mi cabeza, me hizo callarme.- No te montes películas. Esa mujer está mal de la cabeza, pero no es para tanto. Al menos, no en la dirección que vas.- Masculló. Volvió a echar un vistazo a los alrededores y, al ver que no venía nadie, puso en marcha el coche.- Aunque lo cierto es que es bastante raro...- Murmuró, pensativo. Bajé la mirada, observando con un poco de indiferencia los cortes que tenía por los brazos y algunos arañazos repartidos por las piernas. El corte de la daga de Ziel seguía allí, en mi hombro, junto con las marcas de sus colmillos y las de mis uñas. La venda se había caído por algún lugar del camino, dejando la piel al descubierto. En aquel momento no quería pensar, pero tampoco tenía ánimos ni fuerza para hablar y así no dejar que mi mente hiciese lo que quisiera. Me apoyé en el marco de la ventanilla de la puerta y coloqué mi frente sobre mi antebrazo, cerrando los ojos. Y así, dándole vueltas a la cabeza sobre absolutamente todo y con el estómago encogido por la angustia, el coche giró y se dejaron de ver los árboles del bosque.
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    Mensaje por Kai Olivier Sáb Ene 10, 2015 10:11 pm

    En cuanto recibi la orden de tener que recoger a Kasha y seguir a Shinji; me quite la mochila de la espalda a medida que andaba en direccion a mi pequeña y maltrecha Kasha.
    Me agache junto a ella y saque numerosas vendas con las que tape las heridas con fuerza para cortar las hemorragias lo antes posible, pero no aguantarian demasiado tiempo puestas y Kasha estaria realmente incomodas con ellas porque le harian daño.
    - Aguanta un poco el dolor por mi, ¿si?, en cuanto pueda, te curare en condiciones, pero primero salgamos de aqui
    En cuanto termine de vendarla, guarde las cosas en la mochila lo mas rapido que pude y me la puse en la espalda para dejar libre los brazos y poder llevar a Kasha en brazos, aunque sabia que lo detestaba.
    - Vamonos a casa, hace demasiado tiempo que no vamos alli, es hora de descansar- le susurre mientras que con cuidado de no tocar ninguna herida, levantaba a Kasha a pulso desde el suelo y me ponia de pie.
    Eche a andar y cuando pase al lado de Yagari, le informe- si en algun momento me necesitas para alguna mision, estare esperando su orden, y Kasha tambien, en cuanto pueda moverse lo suficiente como para usar un arma- dicho eso, segui el camino que tomo shenji hasta llegar a un coche.
    - Esto..., no es por fastidiar, pero os importaria ayudarme un poco?, con Kasha es un tanto complicado entrar en el coche, con que me abrais la puerta me vale- dije mientras que esperaba con paciencia delante de la puerta trasera esperando que alguno de los cazadores me abriera la puerta. Al final, me abrieron la puerta y con cuidado entre en el coche sin soltar a Kasha de mis brazos y salimos de alli
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    Mensaje por Kai Olivier Sáb Ene 10, 2015 11:58 pm

    Me habia dejado caer hasta el suelo apoyando la espalda en el arbol sin importarme lo mas minimo lo que ocurriera a mi alrededor o quien se acercara a ver como estaba.
    Fue en ese momento en el que divise a Kai, estaba de una pieza, cosa que agradeci muchisimo despues de lo que me habia pasado a mi por culpa de la locura de Ciel.
    Pasados unos minutos, se me acerco y empezo a taparme las heridas con bastante fuerza cosa que hizo que arrugara la cara por el dolor y la incomodidad de notar las piernas con poca circulacion de sangre.
    - Lo siento Kai, de nuevo falle frenandole los pies y volvi a acabar mal parada- observe como seguia vendandome hasta que volvio a guardar todo.
    Cuando vi que lo que pretendia era cargarme en sus brazos, alargue los mios y agarre su cuello para hacerle mas facil el proceso y que no fuera un completo peso muerto que tuviera que levantar desde el suelo.
    - Si..., quiero ir a casa a descansar, aunque solo sean cinco minutos...- le dije mientras apoyaba la cabeza en su hombro y cerraba los ojos cansada por el esfuerzo de haber estado apuntando durante un rato a ese vampiro mientras que me mantenia de pie a pesar del dolor que me producia por las heridas de las piernas.
    Escuche la conversacion que tenia Kai con Yagari a mitad del camino, pero simplemente lo ignore, lo que queria decir, ya lo habia dicho Kai, en cuanto pudiera moverme sin que me doliera nada demasiado, volveria dando guerra de nuevo, como era habitual en mi.
    Al final, note como entrabamos en un coche donde el olor me permitia decir con claridad que era de Yagari y salimos del lugar
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    Mensaje por Ryu Olivier Dom Jul 26, 2015 7:14 pm

    El viejo cazador estaba cansado ya de tanto interrogatorio sin hallar respuesta. Su ánimo había empeorado notablemente en las últimas semanas debido a ello. Tenía a Fraiah Eslin y Marcus O'Conell con sus hombres ahora. Sin embargo, por más tiempo que pasó haciéndoles preguntas, golpeándoles sin cesar, sometiéndoles a sus crueles pesadillas, por más tiempo que les dedicó para sobornarles, encontrar algún tipo de pista, casualmente, ninguno conocía a dónde había ido ese inútil de Carphatia. ¿Es que acaso alguien podía desaparecer así como si nada? Más que nunca, ese chico necesitaba de alguien que lo amamantara. Alguien tenía que darle cobijo, que darle un poco de sangre para sobrevivir. ¿O acaso es que él se volvió tan salvaje por los experimentos de Nobuchika que ni siquiera le hacía falta de nadie para continuar con vida? Vaya, vaya, al parecer, por una vez parecía que se volvía un hombre. Tal vez esta resultaba ser la fórmula definitiva para que creciera y madurara, sin estar bajo las faldas de algún vampiro de cuarta. En cambio, a pesar de que reconociera que el peliazul  –ahora peliblanco– cada vez se volvía un ser más escurridizo por sus garras, eso no bastaría para que él, Ryu Olivier, lo reconociera algún día como su sobrino, al igual que Kai. Mucho menos cuando andaba metiendo los hocicos con la pelirroja y el otro. Sabía demasiado, conocía muchos detalles.

    Por esta y otras muchas razones debía eliminarlo cuanto antes. Antes de que abriera la boca, al menos. ¿Y qué mejor lugar para investigar que el famoso bosque de la Academia Cross? Allí algún conocido puede que lo cobijara, fuera de la mirada de sus hombres, del resto de cazadores. Si es verdad que quería ocultarse del trato humano, que se comportaba como un animal salvaje, no había lugar mejor que el bosque. Sí, seguramente él estuviera por alguna de las cuevas, subido al árbol más alto o por el estilo. Olivier estaba seguro casi al cien por cien. De ello, el experimentado cazador, se dedicaba a ir buscando entre los arbustos, a veces se asomaba por entre las ramas de los árboles y caminaba con bastante cuidado de no crear ruido para su sensible sentido del oído. Es más, incluso un adicto al tabaco como lo era él, había dejado su paquete de tabaco en el bolsillo, intentando que nada absolutamente consiguiera ahuyentar al salvaje muchacho. Lo único es que un hombre solo en medio del bosque en aquel actuar, levantaba bastantes sospechas. ¿Y qué creerían la gente? Le importaba una severana mierda. Las excusas sobraban en su inventario y la credibilidad se derrochaba por su rostro de buena gente. Claro, ¿quién sospecharía de alguien de su edad? Nadie, ni el idiota de Touga tenía una mínima idea de quién era él. Así que continuó con su incesante y obsesionada búsqueda, esperando que finalmente la campana sonara de nuevo en su favor.

    No obstante, al inspeccionar uno de los matorrales más altos que había por la zona más frondosa del bosque, halló lo que jamás creyó imaginar. Un muñeco. Su entrecejo se arrugó, extrañado. Mira que era feo el miserable. Tenía los ojos torcidos y la sonrisa que tenía era más pérfida que la suya cuando algo entre manos se tramaba.
    – Seguro que estás deseando que te maten, ¿verdad? – Murmuró observando la fealdad del muñeco por unos instantes. ¿Y a los niños de ahora les gustaban estos mosntruos de trapo? Ryu suspiró, resignado. Quizá un pequeño lo olvidó mientras jugaba por los alrededores. ¿Se habría perdido? Ese no era su problema. Que vinieran a sus padres a recogerle, que para algo lo habían tenido. Aunque a más de uno un buen escarmiento le daría. Pero los infantes no resultaban ser de su atracción, pues no tenían nada que aportar a su importante trabajo. Tampoco no era un hombre solidario, pero de otra forma se encargaría de que la infancia de muchos niños de esta época se dedicara a jugar a las canicas. Sí, seguro que era más sano que ver a este muñeco saltando y cantando en la televisión esas bandas sonoras repelentes que te taladran la cabeza hasta llevarte al hospital. Sólo de pensarlo, creyó enloquecer. Jamás tendría un hijo para llevarle el cerebro de serrín, que para eso ya tenía demasiados cazadores a su cargo que rondaban los cuatro años. Rodó los ojos, estúpido de él que pensaba en estas cosas cuando había otras de mucha mayor prioridad. Se levantó de la posición de cuclillas en la que permanecía viendo al horrendo muñeco extraviado y llevó una de sus manos al bolsillo de la camisa. Ah, cigarrillos. Necesitaba uno por más que le costase. El anhelo de nicotina estaba presente en sus pulmones. Y tan sólo a la primera calada... ya pensó que todo sería un productivo día.

    Depositó sobre sus labios aquella aliviante sedación, mientras emprendía de nuevo la marcha para buscar al neófito codiciado por ambas Asociaciones. No, sin antes, patear al muñeco que le hubo entretenido por unos minutos. Anda y que se cayera al río, que seguro que nadie lo echaba de menos. Y únicamente deseó que ese muñeco se convirtiera en Carphatia para que desapareciera finalmente de la faz da la tierra, tal y como él mismo aseguro a ambos vampiros que lo protegían.
    Al cabo de unas cuantas horas, se detuvo en uno de los claros del bosque. Miró a alrededor, pensando en si la zona en la que se hallaba ya la había cubierto con su búsqueda. Ryu comenzaba a cansarse de tanto matorral, tanto subir y bajar árboles, seguir tantas huellas que no llevaba a ningún lugar. Y entonces, al girarse, vio a la joven y pequeña gnomo que salió de la aparente nada. El rostro de su pieza extraviada, se recreaba en el rostro de la alumna de la Academia. Automáticamente, al parpadear, incrédulo, el verdadero rostro infantil femenino de ella, reapareció. Llevó una mano a su cabeza, quitando el sudor de su frente. ¿Acaso estaba ya comenzando a alucinar? Un segundo más y el cazador le había volado rápidamente la cabeza, antes de que realizara la descripción de su inseparable compañero. Encima en este territorio, un solo paso en falso y su identidad quedaría al descubierto. La vida de un inocente se habría perdido, tal vez, pero su posición como respetable cazador al servicio de Touga debía de permanecer intacta. Poco importaban los civiles en una guerra.

    Su ojo oscuro, temblando casi de impotencia e ira, fue directamente a pararse sobre la mirada preocupada de la muchacha. ¿Tenía él cara de buscador de peluches?
    Lo siento niña, no tengo tiempo para estupideces infantiles. Estoy muy ocupado. – Seguidamente, posó su gran mano sobre la pequeña cabeza de la peliazul y dándola la vuelta para que emprendiera el camino de vuelta. – No soy tu niñero, así que vuelve por donde has venido. – Ordenó, sin hacer mención al odioso muñeco que había decidido patear en un arrebato. No tenía tiempo que perder con sus juegos. Y a cada minuto, sentía que Carphatia se alejaba más y más de donde estaba.
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    Mensaje por Tomoka Mori Jue Jul 30, 2015 4:25 pm

    Mis primeros días aquí empezaban a hacerse largos; apenas había hablado con nadie y aún no había hecho amigos, aunque ya me parecía totalmente normal ya que no tenía amigos de verdad desde los 13 años. Aún maldecía el día en que descubrí que era un vampiro y tenerme que haber vuelto a Japón y dejar mi mejor amiga en Londres sin poder darle ninguna explicación.
    Cruzo mis brazos con la vista en el suelo y me apoyo en un árbol muy dentro del bosque. Entonces me siento bajo la copa del árbol y cierro los ojos dando un largo suspiro de desesperación. Ojalá pudiera tener otra oportunidad para despedirme de Sara...
    Su nombre era lo único que recordaba perfectamente, y sus ojos dorados que siempre mostraban una cara de compasión. ¿Qué será de ella y su familia en estos momentos?
    Miré mis manos blancas como la nieve y tapé mi ojo derecho de color rojo a diferencia del izquierdo que era azul. Antes siempre fueron azules los dos, asta que desperté mi lado vampiro. Los vampiros nunca son bien aceptados en la sociedad incluso si son inofensivos e incapaces de hacer daño a una mosca. Volví a cerrar los ojos apoyada en el tronco del árbol y me independicé del mundo pensando en mi pasado.
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    Mensaje por Jack Wintersnow Vie Jul 31, 2015 3:06 am


    Dicen algunas leyendas que un verdadero rey nunca muere.
    Dicen las malas lenguas que un espíritu errante nunca sera capaz de abandonar este mundo.
    No se si me daban por muerto o habían supuesto que he abandonado mi posición de liderazgo en ese lugar, no se si el mundo se había vuelto un infierno o si todo había entrado en un estado de calma, pero estaba ahí, de pie, vivo. No sabía mucho, ni quería pensar en ello. No estaba de humor si cabe decir, no iba a aguantar las chiquilladas de ningún vampiro.
    Pelo revuelto, ropa desgarrada, cazavampiros sin balas, katana tan embutida en sangre que no podría cortar nada. Una mirada cansada pero decidida que atravesaría hasta el mismísimo demonio si se ponía en mi camino. Caminaba con un hombro medio inclinado y cojeaba un poco, disimulándolo no sin ocultar una mueca de molestia en los labios, que andaban igual de torcidos que el hombro. Pero no, no creo que nadie fuera a ser tan estúpido de acercarse lo más mínimo a una persona con esa mirada.



    Las ramas crujieron bajo mis pies como un mar de huesos rotos. La brisa azotaba mi rostro como el grito de mil banshees enfurecidas. El hambre me hostigaba como un despiadado verdugo y la sed me desgarraba por dentro como si me golpearan con un látigo. Seguí caminando hacia delante hasta que empecé a escuchar voces de una niña. No la presté atención, podrían ser mil cosas además de una cría, no parecía en apuros. Paso a paso, crujido tras crujido, vislumbre una joven vampiresa sentada al amparo de un viejo árbol. Paso a su lado mirándola de reojo. "De la academia, puedo oler su inseguridad, no supone una amenaza, es a ella a la primera a la que tendría que proteger si apareciese algún estúpido del palo de los maníacos de la fiesta de navidad" No me molesté en saludar, no estaba para gastar saliva. Debía estar ya en el famoso bosque, en ese en el que pasa de todo menos cosas buenas.

    A lo lejos divise otra figura, la de un hombre viejo y encorvado ¿Toga?
    Me acerqué poco a poco. Si era él podría ayudarme a llegar a casa, o al menos indicarme.
    Según iba acortando mi distancia con él noté que no se trataba de Toga, pero si que se trataba de un cazavampiros, eran indistinguibles ¿Acaso el viejo tenía un hermano o algo por el estilo?


    ¿Hay algo en los bosques de lo que debería preocuparme? Parece que buscas algo con recelo
    Mis palabras sonaron secantes y amargas, mi tono no iba con la imagen que daba mi aspecto. No sabía si ese hombre tenía algún buen cargo pero seguro que no era un principiante y tenía que ponerle a prueba. Obviamente sería muy natural que el ni supiera quién era yo, pero eso haría las cosas aun más interesantes y divertidas. No creo que fuera a decirme nada fuera de lugar dado que yo ya estaba practicamente bañado en sangre y en mis manos todavía quedaba mucha fuerza, pero ¿Qué digo? Era un aliado ¿No?
    ¿Con quién estas y cuál es tu apellido?
    No me corté nada de nada. No estaba para formalidades, necesitaba saber quién era ese hombre, aunque por su apariencia desconfiaba un poco de él, parecía de esos que van de viejos pero que luego tienen 8 ases bajo la manga que sacan en el último momento. No me gustaba eso, sería mejor que respondiera rápido si no quería pasar a ser una amenaza para mi.
    Estábamos a menos de cuatro metros cuando me paré. Solo esperaba que mi aspecto le diera alguna pista de lo que debía hacer, de lo contrario empezaríamos una estúpida batalla entre iguales.

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    Mensaje por Tomoka Mori Vie Jul 31, 2015 1:32 pm

    Escuché de repente los crujidos de ramas pisadas y abrí los ojos. Ví como una persona pasaba delante mía con aires de inseguridad, mirada fría, y además, parecía herido. Lo seguí con la mirada que aparté de repente cuando me miró de reojos, parecía un cazavampiros. Me encogí de hombros y miré al suelo asta que desapareció más adelante. Entonces di un largo suspiro de alivio al ver que yo no era de su incumbencia. Cuando apenas se veía, me levanté sin hacer ruido pisando tierra humedecida en sangre y desaparecí entre los arboles.
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    Mensaje por Ryu Olivier Sáb Ago 01, 2015 9:05 pm

    Retiró el cigarrillo de sus labios para expulsar el humo de sus pulmones y miró a la muchacha que tenía delante. Una pérfida sonrisa se extendió sobre su boca, bajando una de sus cejas. Algunas horribles ideas se posaban sobre su mente. ¿O acaso estaba vacilándole, o por casualidad, riéndose en su cara? ¿Realmente había gente tan inocente en este mundo? Al parecer, así era. La joven peliazul, no albergaba malas intenciones; o al menos por el momento. Tampoco había que fiarse de las apariencias y él, más que nadie, conocía bastante de ello; pues de otra forma, su tapadera se hubiera ido al garete nada más iniciar con esos inútiles hombres que decidieron apoyarle. Y ella ni siquiera sospechó lo más mínimo de él, ni siquiera por su ojo parcheado, ni siquiera porque fuera cazador –visto cómo estaban los alrededores, llenas las calles de gente sospechando incluso de su propia sombra–.

    No se preocupe, estoy perfectamente. – Aseguró el hombre, suspirando todo el humo del tabaco sobre su cara adolescente. Seguidamente, asintió conforme con la cabeza, rodando los ojos por sentirse casi obligado de contestarla y retirarla del medio. Sin embargo, al parecer todo resultó en vano. Su camino, el cual fue emprendido de nuevo en busca de esos dos individuos que tanto ansiaba volver a encerrar bajo sus dominios, acabó entorpecido por la pequeña figura que se hallaba frente a él. Su ojo quiso asesinarla en ese mismo instante y a continuación miró en todas direcciones, desconfiado. ¿Esto era alguna clase de trampa? Ryu Olivier también eran de los que solo confiaban en sí mismo, ya que cualquiera en estos tiempos que corren, podría traicionarle a la mínima de cambio o convertirse en un topo para Touga. Y en cuanto ella palpó los bolsillos de su chaqueta, su mano se dirigió automáticamente hacia el interior de la suya, sujetando su arma inmediatamente. En verdad, él no tenía piedad de los civiles, ya fueran mujeres o medio niñas –como lo era esta cría–. De modo que apenas se pensaría acabar con su vida en un simple movimiento de su gatillo. Su vida valía mucho más que la de ella, seguramente. De eso estaba seguro. No obstante, por una vez el gran Olivier se equivocó con la pequeña. De su bolsillo no apareció otra cosa salvo unas meras golosinas que terminaron en su mano, mientras su rostro mostraba de estupefacción. ¿Qué era esto? Miró atentamente los dulces, esperando que fuera alguna clase de droga nueva que hubieran preparado para matarle o prenderle.

    Y antes de que fuera a quejarse enfurecido, su grito le sorprendió más de lo que esperaba. Un tal “Steve”se hallaba por los alrededores. Y el cazador no lo dudó. Esta vez sí, sacó su arma y apuntó a… ¿un árbol? El humo de su cigarrillo estaba nublando un poco su visión, pero eso no le quitaba que había vuelto a equivocarse. ¿Steve era un árbol? Ryu estuvo a nada de disparar a la nuca de la peliazul, pero se contuvo. Más que nada porque después podrían comenzar una investigación por ver su cadáver en medio del bosque y deshacerse del cuerpo era una completa locura con lo vigilada que estaba la Academia. Sin duda los Prefectos vendrían y Kaien Cross anunciaría a la Asociación que Ryu Olivier asesinó a una inocente. Eso sería eliminar también su preciada tapadera de hombre de bien. Así que, únicamente maldijo por lo bajo, guardó su arma y sacudió la ceniza de su cigarrillo, viendo a la joven alejarse finalmente de él. Suspiró completamente aliviado de haber perdido su presencia.

    Aunque puede que los problemas no terminaran justo ahí. El hombre escuchó los gritos y las voces de fondo, mientras su marcha volvía a ser por infinita vez emprendida. Comenzó revisando de nuevo los arbustos de los alrededores, en busca de alguna huella, un tipo de enganchón de las ropas de Eslin. El hallazgo fue nulo, pero eso no detuvo sus ansias de encontrarlos bajo cualquier concepto. O al menos eran tan efusivas hasta que de repente, escuchó caer algo al río. Su figura, lenta, parsimoniosamente –esperando realmente encontrarse el cadáver de la joven que accidentalmente se abalanzó sobre el agua–, asomándose a la orilla. Y allí la vio, agarrada a un tronco para sobrevivir a la fuerte corriente que trataba de arrastrarla. Suspiró por segunda vez y se detuvo un tiempo para observarla, terminándose su preciado y sagrado cigarrillo. Porque sí, su nicotina era más preciada que esa pequeña desconocida.
    Debí haber incinerado a ese dichoso muñeco. – Al menos de esa forma, se hubiera ahorrado el rescate de la joven. Se acercó a ella y desde tierra, estiró su brazo tiró de su muñeca fuertemente, sacándola del agua.

    ¿Crees que soy un idiota como tú? – Alzó la voz, enojado con su actuar, forzando a la chica a ponerse de puntillas. – Deja de darme chuches y preocuparte por mí, ¿entiendes? ¡Déjame en paz maldita sea! ¡No tengo tiempo para andarlo perdiendo con inútiles como tú! Para eso ya tengo suficientes problemas. Y lo que deberías hacer es fiarte menos de las personas e ir a casa, a la Academia, a donde sea que vivas y vivir con tu odioso amiguito. ¿Lo entiendes? Entonces si es así, véte por donde hayas venido. – Dijo finalmente, soltándola de golpe y lanzándola contra el suelo. Realmente, a él nunca le gustaron los niños. Es más, era incapaz de acercarse a aquellas fábricas de pañales, babas y mocos, que tan sólo sabían gatear, dormir y llorar pesadamente. Y aunque ella no fuera precisamente un infante, su comportamiento sacaba de quicio a Olivier, quien no tuvo más remedio que perder su apariencia simpática y comprensiva para convertirse en el ogro por esta vez. Total, ¿quién iba a percatarse de él? Estaban solos en el bosque. O quizá… no tanto como pensó.

    Allí, la figura de un nuevo individuo apareció entre los arbustos. El ojo de Olivier se dirigió hacia su figura y lo observó, recorriéndole de arriba abajo. Un cazador, bien. Luego ignoró por completo su interrogatorio. Y ni siquiera continuó mirándole porque su regañina con la muchacha no había terminado. Después lo pensó y soltó el aire de sus pulmones de nuevo. Sacó su paquete de tabaco y ahí directo hacia sus labios, otro cigarrillo para tranquilizar los nervios que tan de punta estaban por la alumna de la Academia. ¿Es que acaso era su padre? Oh, por favor, de ninguna manera. Suficiente tenía con ocuparse de sus hombres, quienes no parecían tener mucha más edad mental que esa chica. Se sacudió las mangas de su blanca camisa, en gesto de limpieza y pasó por completo de ambos individuos, caminando hacia el interior del bosque. Tenía cosas que hacer, mucho más importantes como para salvar a ese muñeco y la niña, o como para desperdiciar más tiempo con otro insensato cazador que creía que el mundo giraba en torno a sus misiones. Total, él no estaba obligado a responder las  preguntas de quien viniera por información y mucho menos a alguien tan inútil como para enfrentarse a vampiros por su propia cuenta y encima salir más herido que ese peluche horrendo que había tirado al río, el cual ni siquiera era capaz de defenderse.

    Ambos estaban muy equivocados con él. No era un puesto de información andante y menos un amigo con el que jugar con “Chocolate-san” o como se llamara. Ryu Olivier no era el héroe de los cuentos. Para eso que fueran al cine y se lo imaginaran de protagonista, pero que dejaran de malgastar su preciado tiempo.



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    Mensaje por Ryu Olivier Dom Ago 09, 2015 8:52 pm

    Había salvado a aquella chiquilla. Sí y aún se preguntaba por qué tuvo el arrebato de hacerlo. Simplemente podría haberla dejado que se ahogara en el río junto a ese muñeco macabro y horrendo como sus intenciones internas. Pero quizá el temido cazador de la Nueva Asociación temiera que algún alumno, uno de los Prefectos o los mismos Touga y Cross aparecieran de la nada para encontrar que él, un cazador experimentado y de prestigio, había dejado ahogarse a una adolescente en el río. Entonces las sospechas se situarían sobre su cabeza y más cuando Yagari nada más que hacía desconfiar de cualquiera que visitara su despacho. No tenía nada de malo por haberla rescatado, ¿verdad? Negó con la cabeza, suspirando para su suerte. Por lo menos, cuando ese inútil chiquillo apareció, Ryu se encontraba haciendo un buen acto –como si después de todo, el cazador hubiera aparecido por las voces de la joven y decidiera rescatarla–. Y seguramente, esto le sirviera para aumentar su reputación de “buen hombre”, eliminando toda criminalidad que se le pueda asociar. Sonrió para sus adentros dándole una calada nueva a su cigarrillo, al tiempo que andaba sendero arriba. Tan solo cubrió sus espaldas para mantener la tapadera que llevaba forjando durante meses, claro, eso era.

    Agachado levemente y con suma delicadeza, apartaba las ramas de algunos arbustos esperando hallar al mitad humano y zorro detrás de sus hojas, escondido cual animal miedoso. Buscaba lo que fuera, algún tipo de huella extraña sobre los charcos de barro o algo que pareciera fuera de lo común; tal como un cadáver de algún animal destrozado por una atroz fiera nueva que poblaba estos bosques o una estampida de ciervos colina abajo –lo cual indicaría que algo feroz depredador–. Porque así resultaba ser su sobrino, tan extraño y misterioso desde que nació. Y ahora, incluso ni siquiera él mismo podía asegurar lo qué era ni qué habían hecho con él en los laboratorios. Tan sólo los médicos le dijeron que todo había salido a la perfección, tal y como esperaban del Séptimo Hijo de D’Shaitis. Y de ahí vino el desastre en la Asociación y seguidamente el extraño actuar de O’Conell, quien creía en su muerte pero raramente deja escapar a una presa… Algo andaba mal, finalmente. Pero él descubriría todo, encontraría al peliblanco y lo degollaría delante del vampiro, disfrutando del horror que transportarían sus ojos. Le estaría bien empleado, después de haber defraudado la poca confianza que puso en él. Y hablando de confianzas… la joven de antes, nada más que hacía parlotear a sus espaldas. ¿Y en qué momento se involucró con ella? En ningún momento Olivier pensó que el eterno agradecimiento de aquella alumna le llevara a perseguirlo por el bosque. Rodó los ojos, incrédulo. ¿Es que acaso tendría que devolverla al río?

    El cazador adulto recuperó su altura normal. Su mirada se clavó inmediatamente sobre la chica, indicándola que dejara las distancias con él. Y de repente, una bondadosa sonrisa falsa inundó su rostro, pareciendo hasta buena gente. ¿Qué podía confiar en él? ¡Claro! Con un poco de suerte la vendería por una buena suma como esclava personal de algún millonario obsesionado con las niñas infantiles que aún juegan con sus muñecos de peluche.
    Kai. – Dijo para su sorpresa. Mintió descaradamente con el nombre del que consideraba su verdadero sobrino, un Olivier como se digna y manda. ¿Acaso pensaba Rahzel que iba a decir su nombre para que lo vociferara por toda la Academia? No, por supuesto que no. Engañaría a la chica y con un poco de suerte ya no la volvería a ver más que en el cementerio algún día. – Es un mea bragas de mi trabajo. Debería comprarle pañales para que sus necesidades queden cubiertas cuando se enfrenta a… – Espera, ¿qué iba a decir? Sí, vampiro. No es posible. Por casi le desvela que los vampiros existían y que él, obviamente se dedicaba a cazarlos –a menos que se fuera muy corto y no relacionara del todo bien–. Llevó una mano hacia su frente, soltando despacio el humo que inflaba anteriormente sus pulmones intoxicados de tabaco. Estaba ya un poco senil, porque por casi no suelta información de más. Sin embargo, dándole vueltas a lo que había dicho anteriormente, hizo que se volteara para mirarla de nuevo, creyendo no haber escuchado bien. – ¿Que qué? No, no, no. Tú te quedas aquí con tus amiguitas de la Academia y con tu muñeco Chocolate, que yo me volveré a mi casa. Tengo mujer e hijos, ¿entiendes? No puedo llevarte conmigo. –Intentó explicarla de una nueva mentira convincente, de manera amable y conteniendo su furia, apretando los dientes entre palabra y palabra.

    “Son dos inmortales”. Ryu quedó estupefacto ante semejante y clara declaración. Entonces ella conocía el secreto de Cross. Suspiró un poco, porque al menos no metió la pata tanto como creyó y ahora, el tema anterior ya le daba igual. Su fuerte y robusta mano fue a parar a la cabellera azul de la joven.
    ¿Ah, sí? ¿Inmortales? ¿En dónde, querida? – Preguntó insistente, pues quería conocer rápidamente sus identidades para saber si alguien más, el Consejo por ejemplo, también conocía de sus planes y buscaba al muchacho híbrido. – Sí, siempre fue rojo. Pero dime, ¿en dónde viste a esas señoritas? ¿Te dijeron casualmente sus nombres? ¿Dijeron o hicieron algo extraño? – En cuanto ella comentara el hecho de un chico de mitad zorro mitad humano, saltaría la liebre para la Nueva Asociación, quienes tendrían que ponerse manos a la obra para encontrar al neófito cuanto antes, mucho antes de que el Consejo se les adelantara.
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    Mensaje por Ryu Olivier Miér Sep 02, 2015 1:27 pm

    Aquella pequeña chiquilla que no conocía demasiado bien cuál era su sitio. La soledad que seguramente rodeara a ambos, es lo que probablemente hubiera conducido a la joven Rahzel a seguir la sombra de este cazador bueno para nada. No importaba cómo la trató ni los gritos de reprimenda que el mayor vociferó por todo el bosque, decidió seguirle pese a su insistencia de dejarla lejos de su figura. Y eso que por una vez, Ryu Olivier lo estaba haciendo por el bien de Everlasting; aunque ella no parecía entender quién era él. Quizá debería dejar de andarse con tapaderas ni gilipolleces de esas, pues total, en este bosque no creía que fuera a haber demasiado tráfico de alumnos ni vampiros a estas horas. Los de la Clase Diurna tenían clase y los de la Nocturna se hallarían durmiendo mientras aún fuera de día. La idea provocó que su sonrisa se ensanchara levemente entre sus labios. Puede que mostrarle un poco de lo que verdaderamente era capaz sería algo productivo, a ver si su ansia de perseguirle y convertirse en su fiel lacayo terminaba de una vez por todas. Pese a que por una vez, el cazador dudara realmente de sus crueles hazañas.

    Su ojo la seguía con cuidado, puesto que él no confiaba demasiado en su figura aparentemente infantil y frágil. ¿Acaso alguien le aseguraba que no estuviera en el bando de Yagari Touga y el resto de su séquito? Era demasiado peligroso por el momento. Demasiado arriesgado, después de que ella saliera con aquel horrendo muñeco de la nada. Ryu no podía dejar que tantos meses de investigación y avances en su causa se vieran frustrados con la repentina aparición de una niña insolente. Sin embargo, su fría cabeza continuaba dando vueltas alrededor de una prueba de fuego que le demostrada que Rahzel Everlasting podía ser el topo que la Nueva Asociación necesitaba dentro de la Academia. Así, localizar a los dos ansiados prófugos híbridos sería una tarea mucho más sencilla.
    Pero por el momento resolver los misterios les toca a las personas mayores y adultas, querida. – Comentó sutilmente, retirando su rostro de su costado, por si en algún supuesto y casual, Carphatia estuviera escondido cual animalillo asustadizo entre las sombras y ella terminara por gritar o abalanzarse sobre él por su apariencia, espantándolo de nuevo. No podía cometer otro fallo más como el de la última vez, visto que O’Conell no parecía colaborar del todo con la Asociación. – Hay que ir en silencio, porque si no ya no habrá ningún misterio. – Intentó convencerla de que se mantuviera en sigilo y detrás de él. No por el hecho de protegerla, más bien porque no viera al híbrido.

    Ryu asintió en sucesivas ocasiones, haciendo un gesto con la mano para quitar importancia al asunto de su muñeco. ¿Y a él qué? Como si se llamaba Pitoflato. No le incumbía la relación del muñeco ni cómo se llamara este, siempre y cuando permaneciera inmóvil como una estatua –lo cual sería bastante atípico que Chocolate se moviera de repente, ¿verdad? Pero sería mejor prevenir que curar –. Lo que realmente podía mover las intenciones del cazador en favor de Everlasting, fue el tema que pasó volando sobre los vampiros. Sabía que el Consejo seguía sus pasos por culpa de Heinz, pero hacía mucho tiempo que no tenía noticias de ella siquiera. Tampoco Olivier conocía si está seguiría viva y si Darrent continuaría en el trono como Jefa de los Inmortales. Tener al Consejo de Ancianos en su poder, significaría el fin para los cazadores de la Vieja Asociación. Los vampiros luchando a su lado se convertirían en un igual de aproximadamente tres hombres de los suyos. Y por muy bien que estuvieran entrenados, como sería el caso de Oskan, Kiryuu o Touga, eso no significaba que el resto de sus hombres resultaran tan efectivos en un campo de batalla. Muchos, sin duda, huirían al ver a su ejército, acobardados de su indudable fuerza. Otros, simplemente caerían durante los primeros diez minutos. En cambio, aquella batalla aún necesitaba muchos preparativos como Ryu pensaba. Entre ellos, el conocer todos los secretos de los chupasangres y utilizarlos en su contra.

    Tal vez la tarea no fuera tan rápida como creía. A los gritos de Rahzel, el cazador se alarmó y casi en una desesperada, comenzó a buscar por los alrededores.
    ¿Cómo que lo has perdido? ¡Cómo que has perdido el móvil! – Reformuló en una exclamación en voz alta. Mientras tanto retiraba arbustos a toda prisa al igual que la joven, esperando que apareciera el teléfono, esa foto que determinaría algún turbio secreto que él realmente esperaba destapar, pues una corazonada le decía que sería importante para la causa. Y tras unos minutos de ansiada búsqueda, el móvil de la adolescente apareció entre sus objetos personales –a los cuales la expresión del mayor tan sólo podía esperar un asombro impresionante–. ¿Qué eran toda aquella basura que llevaba consigo? No tenían ningún tipo de utilidad y mucho menos para alguien como él. ¿Así es como pensaba seguir sus pasos, con un par de caramelos y un muñeco? Sin embargo, en cuanto el móvil estuvo en las manos de Everlasting, el suspiro que salió de su boca se escuchó sonoramente. Por fin.
    De repente, Olivier le arrebató el teléfono para ver la dichosa foto. Y ahí estaba Kurenai. En cambio, su acompañante… no estaba seguro de haberla visto en el pueblo. Su ojo se dirigió entonces hacia la muchacha. ¿Significaba eso que aquella mujer de negros cabellos resultaba ser un Pura Sangre? ¿Y qué hacía en el pueblo? Cientos de preguntas más se debatían en su cabeza acerca de su identidad. ¿Y si no era un Pura Sangre realmente? Pero la niña había dicho que querían convertirla y Kurenai era un vampiro noble que supiera. O al menos es lo que Touga siempre le dijo, a menos que mintiera como un bellaco. Luego, ¿debía creer en la historia que le contaba? ¿Y si se la estaba inventando?

    ¿A un unicornio? Pero si esos animales no existen… – Musitó, mirando a la chica de reojo. Seguramente estuviera mal de la cabeza y le estuviera confundiendo con esas ideas descabelladas que se estaba inventado. Por eso, iría hasta el fondo del asunto –ya puestos– y decidió continuar interrogando a la muchacha. – ¿Cómo que te castigaron? ¿Cómo? ¿De qué forma? ¿E intentaron convertirte? Es decir, quisieron morderte y que te volvieras como ellas, ¿no? ¿Y qué ocurrió al final? – Aclaró, finalmente, por si acaso existía algún tipo de duda del hecho y así Ryu Olivier encontrara la solución al problema que se había encontrado, sin importarle si ahora pareciera un turista recién llegado de Hawaii con aquel collar de semillas que llevaba alrededor del cuello.

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    Mensaje por Alessandra M. Lavrov Lun Sep 28, 2015 10:22 pm

    La peliblanca reposaba en su elegante habitación en los dormitorios de la clase nocturna. Debía admitir que eran lindos, siempre le habían gustado las cosas sobrias, elegantes, algo que le había heredado a su despreciable progenitor pero no le importaba. Durante el primer día de su llegada a la academia nadie había salido a recibirla (una descortesía si se lo preguntaban) pero no le había dado demasiado importancia, caminando por su cuenta había logrado llegar a los aposentos de la clase nocturna. El primer día todo había sido novedad para ella, después de todo jamás antes había estado en ninguna institución educativa y haber llegado a tan sobrio lugar le había causado curiosidad.

    Pero aquella sensación de novedad se había desvanecido, ahora se encontraba aburrida, recostada en su cómoda cama, lanzando una de sus dagas al techo y atrapándola cuando caía por acción de la gravedad, una y otra... Y otra vez. Refunfuño exasperada, alguien como ella no podía quedarse quieta por mucho tiempo, si no saciaba su ansía de cacería le era más difícil guardar la compostura, sentía que no avanzaba, había creído que sería más fácil localizar a sus objetivos y abrirlos del ombligo al hombro, pero al parecer se había equivocado. Todo el caos desatado en la asociación de cazadores tampoco ayudaba demasiado.

    Decidió que era hora de salir, sabía que como alumna lo tenía prohibido, pero obviamente nadie se daría cuenta de su pequeña excursión, después de todo era experta en eso. Se miró al espejo, como siempre se veía cual muñeca ataviada con aquel negro vestido estilo "lolita", con aquella expresión angelical, aquel cabello blanco y ondulado y aquellos enormes ojos azules. Debía agradecerle a sus padre haberle heredado el encanto de los genes vampíricos, probablemente antes de matarlo lo hiciera.

    El viento arreciaba y no es como si a alguien como ella le importara, pero aún así tomó su abrigo negro y aquellos guantes negros de encaje que tanto le gustaban. Obviamente estaba armada hasta los dientes como siempre, rebosante de sus amados cuchillos y dagas de plata. A su madre debía agradecerle el hecho de las armas anti-vampiros no la afectasen demasiado, una suerte.

    Ni siquiera tomó la delicadeza de salir por una puerta, abrió la ventana y salió por aquella improvisada ruta, sigilosa como siempre, segura de que nadie la había visto. Decidió ir hacía el bosque, era seguramente más fácil salir hacía la ciudad por aquel rumbo y menos ojos la vigilarían. Avanzó con facilidad entre la espesura de árboles, con relativa lentitud, adentrándose profundamente en el bosque, hasta que escuchó un par de voces a la distancia.

    Tomando las debidas precauciones se quedó quieta, camuflándose con las sombras, ocultándose entre los árboles. Poco a poco las voces se acercaron hasta que pudo  escuchar con claridad todo lo que decían y divisar a quienes las emitían. Un hombre pelirrojo y una chica de cabellos azules. Entonces lo sintió, la chica no era más que una humana (al menos así se “sentía”, pero  aquel hombre no era un hombre común << La sangre llama >> pensó la peliblanca con diversión y  se preguntó que harían juntos una humana y un cazador. Miles de teorías cruzaron por su mente en un segundo y una idea un tanto loca (motivada probablemente por el aburrimiento) surgió en su mente, haciendo que un gesto de malicia surcara su rostro, de forma tan rápida que seguramente fue apenas perceptible.

    Con lentitud y esta vez haciendo todo el ruido posible para anunciar su llegada comenzó a avanzar hacia aquellas dos figuras, mostrando en su rostro ahora una expresión amable y totalmente serena, diferente a la que segundos antes había adornado aquellas hermosas facciones –Ah yo... Dobry vecher //buenas noches//- la peliblanca se detuvo a unos pasos de distancia de ambos e hizo una ligera reverencia a modo de saludo  - Disculpen que interrumpa vuestra velada romántica... Se ve que ambos se están divirtiendo tanto... - dijo con voz suave dejando notar aquel decadente acento ruso que por puro gusto solía emplear indiscriminadamente, a veces mezclándolo con palabras italianas –Yo soy una novichok...  ¿Cómo se dice?...  Oh si, recién llegada y aún no conozco muy bien los alrededores y al parecer me he perdido, no he encontrado a nadie más, así que me he tomado la molestia de interrumpirlos Izvinite// discúlpenme// - dijo con aquella sonrisa amable en los labios. Estaba segura que a estas alturas el cazador ya habría “sentido” o más bien casi sentido que era ella, al menos en parte, pues estaba segura que jamás adivinaría la rara mezcla génica que poseía, pero por ahora aliviaría su tedio descubriendo que reacción tenía aquel caballero. Si el "olía" a su yo vampiro (así como ella había "olido su esencia de cazador) probablemente sabría que estaba mintiendo descaradamente ¿que haría entonces?
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    Mensaje por Aika Fuwa Vie Oct 02, 2015 12:21 am

    "Cada inicio una hoja en blanco nueva" Era así como se veía la joven todo. El coche la dejó en frente de la Academia Cross. Era bastante temprano, ese día fue el último en el que intercambiaría palabra con su madre. Ambas solo se dijeron un gélido adiós y finalmente la joven cogió su maleta. El coche se perdió en el camino, tardó un par de minutos hasta que dejó de mirar al horizonte y soltó un largo respido. Apenas sabía a donde la enviaron y ya se vio en aquel lugar. Poco a poco se sentía con una gran tranquilidad. Como siempre, apenas interaccionó con nadie, solo se sumergió en sus libros mientras daba la clase que en su horario era marcado. Así pasaron las horas una tras otra, de manera lenta e inexorable. Cuando llegó la hora de salir, recogió sin ninguna prisa y abandonó el sitio. Se podría decir que llevó a cabo su primer día. Como no, estaba algo aturdida, todo era tan grande y con tantas personas que no podía evitar incluso el perderse.

    El tiempo hacía su paso y sentía verdaderas ganas de comer, por lo que tras dejar sus cosas en aquella habitación que le asignaron partió en busca de una cafetería. La gente hablaba entre sí, bromeaban, reían... Lo cual la hacía verse distinta completamente. Sin embargo, no fue suficiente como para querer que ella diera un gesto de relacionarse. Obviamente, la cafetería estaba a rebosar. Cuando al fin consiguió su almuerzo buscó un lugar alejado para comer algo. Con tranquilidad degustó los platos que había pedido. Para cuando terminó ya casi no había nadie. En la tarde tampoco hubo grandes cambios. Únicamente Aika aprovechó para conocer mejor aquel nuevo lugar.

    Quizás todo el mundo estaría estudiando... O no, pero para poder adaptarse bien debería saber por donde se está moviendo. Sin darse cuenta, terminó en un bosque. Aquellos rayos de sol que hubo durante el día, fueron muriendo a medida que la noche ejercía su presencia. Le pareció escuchar a varias personas hablando, y por precaución, se subió a un árbol e intentó escucharles.

    Un crujido se empezó a escuchar. Efectivamente, la rama se rompió y Aika cayó al suelo mientras que soltaba un pequeño grito de sorpresa por aquel infortunio.
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    Mensaje por Ryu Olivier Miér Oct 14, 2015 10:35 pm

    Ryu ya cesó de buscar al prófugo de Carphatia entre los arbustos del bosque. Total, después de los escándalos que estaba montando la pequeña de azules cabellos, pisando ramas, alzando la voz en sus sorpresas… ¿acaso no habría huído? Cualquier animal lo haría. Por tanto, su misión de encontrar al híbrido, fracasó por una niña con su horrendo muñeco. Incluso él mismo si pudiera, lo cual era casi imposible. Él era adulto y nadie comprendería bien la razón por la que un hombre como él estuviera escapando de una adolescente tan aparente adorable como parecía Everlasting. De modo que simplemente sacó un cigarrillo del bolsillo de su chaqueta y puso este arma entre sus labios, observándola como una radiografía. ¿Qué ella era adulta? Pero si apenas podía llegarle su altura por el hombro. Además, ¿cuántos adultos llevaban muñecos consigo y lo llamaban “compañero”? Rodó los ojos, sin mencionar una sola palabra. Le daría la razón por el tiempo que necesitara hasta que consiguiera la información que buscaba. No le quedaba más remedio que esperar a reunir la información que ella prometió. Al fin y al cabo era lo único por lo que podía aguantar en aquel lugar que dejó de significar algo para el cazador. Y encendió rápidamente el tabaco, necesitado de nicotina, aquella que justamente le proporcionaba tranquilidad cuando la situación se desmoronaba.

    La mirada de Ryu se distrajo en el río, justamente en la orilla contraria donde quizá pudiera encontrar algún tipo de rastro. El cazador, por alguna razón, estaba realmente obsesionado con la búsqueda de esos dos híbridos. ¿Y quién no? Ellos eran únicos en especie verdaderamente, razón de más para atraer toda la atención de ambas Asociaciones y del Consejo seguramente. En poco tiempo, seguramente Heinz decidiera darse una vuelta por su despacho para husmear acerca de los dos rehenes que se escaparon de sus manos. Pero el caso no era ese, sino el centrarse ahora sobre la pequeña Rahzel y lo relacionado sobre nuevos vampiros en el pueblo que podían desmoronar por completo todo su plan.
    ¿Una guerra? – Preguntó ensimismado en sus propios pensamientos, mientras exhalaba una bocanada de humo blanco de su cigarrillo. Seguidamente, observó de reojo a la joven. Esa chiquilla fantaseaba demasiado, quizá por algún tipo de planta que hubiera decidido comerse por el bosque o alguna seta en mal estado. Porque si algo le causó esa sensación, fue por el hecho de que Everlasting no sobreviviría ni dos minutos en una guerra. Y menos una frente a vampiros. Con que su muñeco se perdiera o se desmembrara, ya estaría muerta. ¿Qué haría pues, lanzarles piedras a la cabeza? Como mucho lograría quitarse de encima a uno, dos vampiros, no más. Ella no poseía la suficiente fuerza ni tampoco la veía lo suficientemente estratega como para realizar una emboscada en un enfrentamiento. Quizá como mucho haría algo en la retaguardia, curando a los enfermos. O más bien matando a los sanos con los mejunjes y brebajes que de seguro se inventaría para curar “mágicamente” a sus aliados. Qué tragedia para ellos, desde luego.

    Realmente ya no  busco nada. Seguramente lo haya perdido hace tiempo. – Comentó, llevándose una mano a la frente y suspirando fuertemente. Ah, de no haberse cruzado con la chiquilla, de que esta no se intrigara por él, ni hubiese caído al río, es posible que ya supiera noticias de ese chico zorro. O tal vez no, pero al menos no tendría que lidiar con la alumna de la Academia que se extravió y la cual comenzaba a despuntar cada uno de sus nervios. – Sí, sé que de los huesos se hace gelatina, pero no, no me gustan los huesos. ¡Y tampoco me gusta la gelatina! – Vociferó por un momento, antes de recobrar el tono y mostrar una ancha sonrisa de una amabilidad corrupta. Otra calada más a su cigarrillo, intentando hallar la calma y saber aguantar con la compostura. Él era un adulto, un cazador experimentado que no podía dejarse llevar por una emoción tan inútil como el nerviosismo. ¿Qué sería de toda su reputación entonces? – Está bien, pero no te he preguntado por el misterio de los unicornios, sino sobre esas dos mujeres que dices que son vampiros. – Ryu no podía continuar gastando tiempo con la joven y en sus pelos de “unicornio” –el cual seguramente fuera un caballo abochornado con un cono en la frente para adjudicarle la existencia de tales seres fantasiosos–, así que decidió reconducir la conversación al punto de inflexión que realmente le interesaba. ¿A él qué le importaban sus hazañas, la gelatina y los unicornios?

    Y al fin, la joven humana entendió los fines que tenía Ryu Olivier: información. Única y básicamente información acerca de todos los movimientos vampíricos que se pudieran tener en la Academia. De esta forma, conocería si Cross sospechaba de algún cazador en particular y comenzaba a acorazar el edificio y protegerse de la indudable guerra mediante los alumnos que mantenía en la Clase Nocturna de ésta. Observó con atención la foto que le enseñaba Everlasting. Sí, esa muchacha de cabellos claros le sonaba de haberla visto por el pueblo y además era reconocible por el uniforme blanquecino que llevaba en la foto. Sin embargo, la mujer de cabellos negros… no la había visto en su vida. Ni siquiera ninguno de sus hombres parecía saber la existencia de un nuevo vampiro femenino de larga melena y con un especial don de rapidez, según contaba la chica. Parecía extraño, como si la existencia de ella hubiera aparecido justamente en el momento exacto del descubrimiento de hibridez de Eslin y Carphatia, ¿verdad? Pero también, ¿cuántos vampiros merodeaban este pueblo y decidían marcharse al tiempo? Muchísimos, cientos de ellos. En cuanto olían el peligro, escapaban con el rabo entre las piernas.

    E iba a responder por innumerable vez a una de las preguntas de Rahzel, cuando el crujido de una rama le sorprendió. Levantó la mirada del teléfono y miró en la misma dirección del sonido. Y hablando de vampiros, ahí había uno, indagando donde no debería. El cazador recuperó su estatura, estirando la espalda y palpando por su chaqueta, comprobando que su arma se encontraba en el lugar de siempre. En cambio, en vez de ponerse a pegar tiros como un insensato haría, decidió aguardar. Su sonrisa reapareció por sus labios, tomando el cigarrillo entre sus dedos y soltando el humo del tabaco nuevamente.
    ¿Velada romántica? Oh, vamos, tengo mejor gusto que esto. – Mencionó señalando con la cabeza a la adolescente que yacía a su lado. A él le gustaban más las mujeres bellas, altas, esbeltas, y si era con experiencia mejor para su disfrute. No obstante, a esto no se le podía denominar “pasárselo bien”. Más bien estaba condenándose hasta que obtuvo lo que quería sobre esas dos mujeres. Y lo que le había costado también. Pero para esfuerzo, el que tuvo que pasar una segunda alumna soportando la mala postura en el árbol, perfectamente distinguible entre las ramas y el follaje que éste intentaba proporcionarle a su cuerpo menudo y humano; hasta que finalmente cayó torpemente al suelo. El adulto suspiró, cansado, tirando la colilla de su cigarro al suelo y pisándola numerables veces. Rodó los ojos. – Entonces, supongo que conocerás las normas de esta Academia… – Dijo sonriente, también haciendo mención a la nueva humana que hacía aparición en ese instante (Aika Fuwa), quien debería saber por los Prefectos que no merodeara por los exteriores a su dormitorio, pues había peligros al acecho. Torció los labios tanto que su sonrisa parecía enturbiarse por momentos con sus impuros pensamientos, completamente ladina. Que no le jodieran, él no era una niñera como Touga. Se suponía incluso que estaba de una misión y tuvo que cancelarla totalmente por culpa de su mala suerte y tropezar con la niña y su diabólico muñeco.

    Su ojo se dirigió hacia la vampiresa sin ningún tipo de temor o cohibimiento. Como se podía ver, Ryu no tenía intención de tener a todos los vampiros en su contra, pues se podía sacar mucho beneficio de algunos de ellos. Y quizá, la señorita Novichok –del mismo modo en que se nombró a sí misma– tuviera algo que ofrecerle en un futuro. Aunque por el momento, quien ofrecía algo era el mismo cazador.
    – Por mí puedes quedártelas y hacer lo que quieras con ambas. Piénsalo, podéis hacer una de esas pijamadas de chicas. – Sugirió, sacando un nuevo cigarrillo de su chaqueta y emprendiendo la marcha nuevamente. Tan poco le importaban los civiles a Ryu Olivier, que ni siquiera le importó entregarle a ambas humanas a un vampiro despiadado, quien seguramente no tuviera escrúpulos de asesinarlas allí mismo. ¿O quizás sí?

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    Mensaje por Morgan Blair Miér Mar 02, 2016 4:23 pm

    Un día, dos días, tres... Era el tiempo que la morena había pasado en aquella institución sufriendo por rodeada de una irresistible sangre. Poco podría controlarse al ser acorralada junto a sus compañeros cuando se dirigían a clase - ¡Adiós chicas! - pronuncié alegremente dejando ver su lado más simpático mientras rozaba con la yema de sus dedos el descubierto cuello de una fémina rubia que se encontraba cerca suya. Tras cruzar el gran umbral volvió a poner la seria expresión que tanto la caracterizaba, acercándose a al cesto de basura más cercano para arrojar unas cuantas cartas que les habían sido entregadas minutos atrás por los miembros de la clase diurna. No se esperaba tales muestras de afecto por los residentes del lugar, no entendía el por qué tenían a la otra clase como si de dioses se trataran. "Incrédulos...", pensó entrando en clase y tomó asiento en el sitio que desde varios días había estado ocupando. Le habían explicado cada regla impuesta para asegurar la convivencia entre ambas especies y, aunque siempre hubiese quebrantando las normas, debía cumplir con éstas sin rechistar. Este no era su hogar y alguien se alzaba por encima de ella, aquel pura sangre que podía controlarnos como títeres.

    Una vez terminadas las clases acudió a su habitación para agarrar su capa y su arma. Estaba dispuesta a salir para explorar un poco la zona y encontrar a alguien o algo con el que pasar un buen rato. Se adentró en la espesura del limítrofe y gran bosque a la mayor rapidez posible mirando de lado a lado para investigar los sinfines de la arboleda. Su mirada abarcaba las largas filas de árboles conforme apresuraba aún más el paso. Había aprendido numerosas tácticas en varios conflictos en los que participó y el aprender a controlar todo lo que pasaba a su alrededor era una de esas, tan solo era necesario prestar atención. Frenó en seco y apoyó sus manos sobre la corteza del árbol que se encontraba a su costado. Apoyó el antepié de su pie derecho cogiendo impulso con su zurdo para subirse, sin dificultad alguna, a una e las ramas más altas. Bajó la capucha de su capa y arregló la moña que llevaba en su cabello, muy propio de ella. El sol estaba por salir, los rayos procedentes del sureste delataban su llegada. El frío aire azotaba las hojas de la planta provocando su caída sobre la nieve que permanecía en el suelo. Como acto reflejo llevó su mano a su arma para agarrarla con firmeza. Había oído un ruido pero no sabía qué o quién era, hasta que se dio cuenta que unos pequeños pájaros fueron los causantes. - Malditos animales... - pronunció con repugnancia.
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    Mensaje por Magnus Saltzpyre Miér Mar 02, 2016 4:46 pm

    Tres días de insoportables clases habían pasado y ya estaba, francamente cansado de tanto tedio. Recogí mis cosas y me fuí a casa con rapidez, me duché y cambié de ropa... bueno, cambiar cambiar, me puse la misma ropa pero limpia. Al acabar salí con mis armas a punto y me dirigí a la academia. Al llegar observé el impresionante bosque cercano ''Un poco de relax no me irá mal'' Me interné entre los árboles y respiré hondo, entonces una oleada de esencia a vampiro me llenó los pulmones. Bufé y puse una mueca -Ni aquí me libro de esa...- Suspiré y miré las copas de los árboles, vi un grupo de pajaros haciendo ruido, saqué a Gaatlock, la apoyé contra el antebrazo y disparé destrozando a unos pocos y auyentando a los demás. Sonreí y ví una silueta inmovil por el rabillo del ojo. No guardé a Gaatlock, en su lugar me senté al pié de un árbol con mis armas apoyadas en el tronco al alcance de la mano por si esa ''silueta'' decidía ser hostil. Saqué un libro y me puse a leer con los sentidos alerta.
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