~ Vampire Knight: Academia Cross ~
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    Mensaje por Bella.N.Gring Miér Jul 03, 2013 5:40 pm

    Recuerdo del primer mensaje :

    Pensaba que sabía lo que iba a decirme pero eso no me lo esperaba para nada. ¿Cómo que sabía todo aquello? No me lo podía creer. Nos lo podría haber dicho desde el principio, y de algún modo entendía el por que no nos había informado pero.. ¿eso? Que Ziel ha desarrollado un trastorno de personalidad es más que evidente, pero cuando le ví parecía más que natural y normal. Mmm... Ahora mismo no sabía ni que pensar. Le ví el brazo y puse una mueca. He estado tan distraída que ni me había fijado. ¿Quieres que te lo cure? Así podrás volver... Dije mientras me acercaba. Seguí escuchando sus palabras. Entiendo que quieras matarle, de verdad, y no me opondré a ello, ha matado a mucha gente y se lo merece, pero ha cambiado. Créeme. He estado varios días con ellos y no es ni mucho menos igual que al principio. No quiero que le protejas, no te estoy pidiendo eso, ni te lo pediría jamás. Solo quiero que se vaya y nos deje en paz. Y ahora que ha cambiado, si se lo pedimos lo hará, si se lo dije Ziel lo hará, se irá de aquí sin más. intenté explicarle y volver a repetirle todo aquello que vi y he experimentado estos días, pero sé que no cambiará su opinión.
    Al hablar de los cazadores me di cuenta que durante varios días no se les ha visto el pelo, y todo gracias a Kasha... Vaya. Se ha jugado muchísimo haciendo eso y aun asi ni la dejan pisar por la asociación. Muchas gracias por lo que has hecho Kasha. Le dije con una sonrisa. Yo ni mucho menos merecía algo como aquello. Deje dos meses solo a Ziel a su suerte pensando que Marcus le protegería, pero él también se fue. ¿Por qué? No lo sé. Pero seguiré sintiéndome culpable por todo aquello.
    Oye.. Cambiando de tema.. ¿Has visto a Nokku? Es que necesito hablar con él. Hacía semanas que quería hablar con él y no daba señales de vida, cosa que me extrañaba.  
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    Mensaje por Yagari Touga Lun Mar 24, 2014 1:02 am

    ¿Cómo controlar esa ira? ¿Cómo aplacar todo ese dolor, que corroía por dentro, nauseabundo, tanto el corazón de Yagari como el de Rangiku? No había forma de refrenar la tormenta que se había desatado sobre sus cabezas, y no era precisamente la otorgada por la Naturaleza, como parte de un típico ciclo habitual, sino que se trataba de aquella que desatada la propia naturaleza humana, una vez que se ha creído superado todo límite de aguante posible. No había manera alguna en la que Touga pudiese retener esto que estaba sintiendo, pero tal vez si Rangiku pudiese echar un vistazo a su impenetrable interior, lograse comprenderlo al menos un poco. Él podía adivinar el sentimiento tras su mirada de decepción y desaprobación. Podía advertir cómo cada célula de su cuerpo lo repudiaba en ese instante; cómo cada músculo parecía alinearse bajo la irreprochable necesidad de golpearlo incontables veces. Podía adivinar cada gesto, cada acción, al igual que en la fiesta de Carnaval. Sin embargo, no podía comprender al sujeto que padecía todo aquel peso, todo aquel temor, cada emoción asfixiante y cada sentimiento tortuoso. Yagari no podía comprenderla, no ahora al menos, pues se encontraba demasiado enojado, demasiado fuera de sí.

    Quizás demasiado asustado.

    Touga oía sus palabras. De espaldas a ella, escuchaba cada sílaba, y no sabía si aumentaban más su indignación o su ira, conforme avanzaba el tiempo. Él, que se encontraba malherido, parecía haber olvidado cada síntoma, cada rastro de dolor físico. La sangre se escurría por sus brazos, en finas hileras, y su abdomen presentaba un horrendo espectáculo de carne desgarrada, pero ¿y qué con ello? ¿Acaso importaba? No tenía ningún órgano en peligro y tampoco eran aquellas heridas tan profundas. Sí lo eran en cantidad, pero la calidad de aquellos vampiros no llegó a tan alto nivel como para poder herirlo de muerte. Y quizás gracias al frío el dolor se adormecía, pero la helada exterior no era capaz de adormecer el fuego que el cazador llevaba dentro. En su mente persistía el titubeo de Rangiku al hablar, para luego recordar cómo cobraba valor para arrojar al aire esos argumentos que, para su modo de pensar, tenían poco de efectivo. Touga se volteó hacia ella otra vez, con la linterna aún en una de sus manos. Deberían avanzar cuanto antes si querían evitar problemas. En otra misión habían descubierto que la Academia tenía una red de túneles subterráneos que daban al bosque, por lo cual si tomaban el camino rocoso, podrían llegar a destino rápidamente. Sin embargo, ¿cómo avanzar cuando el único ánimo que parecía haber allí era obsequiado fielmente a la discusión y a la riña?

    - ¿Por qué? ¿Quieres saber por qué? –murmuró, acercándose a ella de nuevo, para quedar justo enfrente otra vez. Inclinó un poco la cabeza, para poder observarla, y entonces dio paso a aquella evidente verdad que nadie en ese estúpido pueblo podría reprocharle-. ¡PORQUE YO NO TENGO NADA QUE PERDER, MALDITA SEA! ¡Por eso mismo! –gruñó, elevando la voz de forma desmesurada otra vez y abriendo los brazos de forma horizontal, a cada lado de su cuerpo, para hacer aún más evidente aquella afirmación-. Shinji estaba herido, sabía qué era lo que debía y qué era lo que no debía hacer. Me conoce, y sabía que yo me arriesgaría por su hijo y que él lo único que tendría que hacer era sacarlo de allí, lejos del foco de la pelea. Pero comprendo tu planteo, ¿sabes? Es cierto, quizás fue un error mío: tú no me conoces tanto como él, por no decir que no conoces absolutamente nada de mí. Y por eso pienso, ahora que recapacito, que quizás me equivoqué en sugerirte que vinieses a esta misión, que te arriesgaras y mostraras tu valía, porque puede que aún no estés preparada para esto, ¿sabes? Y probablemente te sienten mejor los dramas de colegiala y los bailes ridículos –soltó, una tras otra, cada palabra, velozmente, sin dejar de mirarla. Negó con la cabeza unos momentos, casi riendo a causa de los nervios y la ironía que ahora mismo presentaba su rostro, pero se puso serio de repente, otra vez, y apoyó nuevamente una de sus manos en la pared, a un lado de ella-. No puedes tomar las mismas decisiones que nosotros, ¿quieres que te diga por qué? Primero y principal, por tu escasa experiencia y antigüedad en la Asociación, si es que te interesan los términos referentes a nuestra relación laboral y, segundo pero no menos importante, pues incluso me atrevería a decir que podría considerarse lo principal, porque eres joven, Rangiku. Eres joven, ingenua, y tienes toda una vida por delante. Tienes todo un mundo que descubrir. En cambio a mí… A mí ya no me queda nada por lo cual mantenerme vivo, solo todo este odio que llevo dentro, ¿comprendes? Por lo cual me importa una mierda si muero hoy en esta misión o si vivo mañana para clavar otra estaca en el corazón de algún otro malnacido inmortal –dijo entre dientes, con un tono de voz bajo pero no menos enojado que el anterior, marcando cada sílaba con un matiz de bronca característico, haciendo que cada consonante sonase con claridad.

    Se apartó del muro para volver a darle la espalda. Se pasó una mano por el rostro, repitiendo el gesto que había hecho minutos antes cuando había acabado de gritarle. Cerró su ojo, exasperado, pero sintiendo esa amargura interior, tan profunda, que suelen sentir las personas cuando lo único que necesitan es tener un momento de inconsciencia total, en la cual podrían estar en paz, al menos por un escaso lapso de tiempo. Yagari tensó la mandíbula, como solía hacer en momentos de maldición interna, nervios e ira. No quería oírlo, no quería ni siquiera imaginarlo, pero allí estaba aquel llanto, desparramando una a una todas esas lágrimas, cuando no alcanzaban las manos para retenerlas. Entonces Touga abrió su ojo otra vez, y esta vez su mirada expresó un brillo glacial diferente del anterior, pues su pupila se hizo ínfima, casi imposible de advertir en aquel mar azul tan turbio. Lo había logrado, finalmente, ¿verdad? En la fiesta había tenido su intento, pero ahora, de una vez por todas, había logrado lo que quería, ¿no es así?

    Se volteó suavemente, comenzando por ver el cuerpo de la chica a través del rabillo del ojo, para luego poder apreciar cada movimiento con mayor claridad. Sus manos cubrían su rostro y notó a su lado las vendas sobre su arma. ¿Acaso le interesaba curar sus heridas? ¿Acaso significaban un problema ahora, que todo parecía haberse ido a la mismísima mierda entre ellos dos? Y lo peor era su consciencia, esa voz molesta, que no hacía otra cosa que recordarle lo ocurrido en la fiesta, que reprocharle su frialdad y su falta de delicadeza; esa voz que imitaba la voz de Kaien Cross, quejándose de su distante forma de ser, de la forma en la que él siempre apartaba a las personas de su camino. Y, sinceramente, nunca creyó ir tan lejos. La última vez que había hecho llorar a una mujer, fue hacía ya mucho tiempo; y era, a su vez, la única vez que esa misma mujer había conseguido hacerlo llorar a él, precisamente en el lecho de muerte de esta. Y ahora Rangiku no hacía más que revivir esos recuerdos, tan clavados en su corazón como dagas envenenadas. Asimismo, cada lágrima de la cazadora significaba para él la más tormentosa de las humillaciones. Y no sabía qué hacer. No sabía cómo reaccionar. No encontraba el modo de hablarle otra vez, de acercarse siquiera. Este era el hombre en el cual ella había decidido confiar. Esta era la pérfida persona que tenía ante sí, hiriéndola una y otra vez. ¿Y por qué? ¿Por qué le resultaba tan difícil conciliar lo hecho? Y mientras tanto las lágrimas continuaban huyendo de los negros ojos de ella. Y la expresión oscura y sombría volvió a apoderarse de él, avasallando la auténtica expresión de estupefacción y asombro que ese repentino llanto le había generado, removiendo tantas cosas en su interior. Y por un momento creyó saber la razón, creyó conocer el por qué de esa distancia, de ese enorme muro que no se cansaba de erguir ante cada ser que se interponía en su vida. Por un momento creyó comprender qué era lo que le ocurría y por qué pretendía alejar a Rangiku de él, pero no quiso convencerse de ello, pues no podía concebirlo.

    Se acercó a ella y la sujetó bruscamente de su muñeca, obligándola a levantarse. Cogió las vendas y su arma con la mano que le quedaba libre.
    - Nos vamos. No nos quedaremos aquí más tiempo como alimento para ratas –espetó, seco, hosco, arrastrando a Rangiku tras de él, mientras sus lágrimas eran llevadas por la brisa de aquella rápida caminata. Touga no la miró a los ojos, pues no podía hacerlo. Y sí, que le llamara cobarde si eso le hacía feliz, pero no podía enfrentarse a aquel rostro, a aquella alma herida por su total y completa culpa. Lamentaba decepcionarla, pero había creído dejárselo bien claro esa mañana: él no era una buena persona, porque las buenas personas no podrían haber llegado hasta donde él sí. Las buenas personas, como ella, acaban enredadas en las peores situaciones, y qué mejor ejemplo que la actual circunstancia para poder definir aquello. Estaba seguro de que Kasha Oskan no hubiera reaccionado de tal modo, como una niña, echándose a llorar y abandonándose en la tristeza. Pero era esa sensibilidad, esa inocencia que había en Matsumoto, que generaba aún mayores deseos en él de preservarla. Sin embargo, no podía hacer otra cosa que avanzar ahora mismo, ignorándola, ignorando su dolor y su afligido corazón. Mientras nuevamente la oscuridad sembraba tensión e inexpresividad en su rostro, Rangiku estaba siendo consumida por aquella brusquedad suya, por esa falta de escrúpulos a la hora de decirle todo lo que pensaba, sin medir las consecuencias y sin menguar las formas. Y ahora solo avanzaba, sin poder mirar atrás, no pudiendo soportar el sonido que ella emitía al llorar, pero tampoco pudiendo soportarse a sí mismo. ¿Pero qué iba a hacer al respecto? Solo demorarían una hora en regresar. Luego de ese tiempo, ella ya no tendría por qué verle la cara; luego de ese lapso de tiempo, ella ya no tendría que enfrentarse al lobo solitario y agresivo que había en él.
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    Mensaje por Rangiku Matsumoto Lun Mar 24, 2014 7:31 pm

    Apreté los dedos contra la pared de roca que se alzaba a mis espaldas, sintiendo que, como soportase más tensión, acabaría por darme algo. Me pasé los dedos de una mano por debajo de los ojos una vez, recogiendo un par de lágrimas de cada uno, para volver hacerlo otra vez... Y otra, y otra más... Pues aquel llanto que tanto había intentado retener, había salido con tanto ímpetu que se negaba a esconderse de nuevo en mis ojos. Ahora, libre, podía expulsar todos aquellos sentimientos que seguían atormentándome, toda aquella tensión que amenazaba por acabar conmigo. ¿Cómo aguantaba situaciones en las que se derramaba tanta sangre, en las que una de las responsables de que se derramase fuera yo, y luego no era capaz de hacerle frente al Vicepresidente? No podía ser sino otro misterio del alma humana, siempre impredecible hasta para la persona misma. Posiblemente fuera por lo duro que estaba siendo, pero, si lo pensaba bien, había aguantado situaciones peores. Había soportado miradas, comentarios despectivos tanto por la espalda como a la cara; y todo eso me había dado igual, es más, me había motivado más para seguir demostrándoles lo equivocados que estaban. Sabía que los argumentos que le había dejado a Yagari iban a ser fácilmente pisoteados por éste, pero jamás me imaginé su reacción.

    Cuando volvió a darse la vuelta, lo miré a la cara durante unos instantes, tratando de sostener la mirada. Inevitablemente, mi cuerpo reaccionó cuando se inclinó, buscando de nuevo el empujar la roca con la espalda y encontrar una manera de alejarse. Miedo. En aquellos instantes, aquella gélida mirada me daba miedo. Ni los ojos sedientos de sangre de los vampiros, ni las miradas asesinas de los desertores, no me había sentido tan intimidada hasta aquel momento. Y me dio aun más miedo cuando confesó aquello a voz de grito. Abrí todo lo posible los ojos, impactada. ¿Cómo podía decir eso? Observé sus gestos, que cada vez me parecían más bruscos, más agresivos. ¿Y su voz? No sabría decir qué era lo que predominaba, si era la ira incontenible o una amargura que tenía clavada en lo más hondo de su ser. Quise reprocharle que aquello no era así, que Shinji jamás abandonaría a un compañero. Claro que habría hecho lo necesario por salvar a su hijo, como su padre que era; pero jamás a costa de otra vida. Sin embargo, la voz de Yagari seguía retumbando en mis oídos, haciendo que me sintiera más pequeña, más frágil después de cada palabra... Y todos aquellos argumentos se quedaban escondidos, sin atreverse a salir. Apreté los labios. Pues claro que no conocía nada de él. No sabía nada de su pasado, ni siquiera tenía claro su presente; la mente de Yagari era todo un rompecabezas, un laberinto lleno de ideas, recuerdos... Un laberinto en el que cada sentimiento parecía formar un camino que iba a cruzarse con los demás, de manera indefinida, dando lugar a pasillos interminables y a pasadizos sin salida. Y los reproches volvieron a martillear mi mente, haciendo que no pudiese seguir sosteniendo la mirada. Y aquella frase... Aquello fue el detonante requerido para que las palabras volvieran a fluir fuera de mi garganta, naciendo de todos aquellos sentimientos que mantenía encadenados contra mi corazón para que no saliesen.- ¿Eso cree...?- No conseguía elevar más la voz por culpa del nudo que tenía en la garganta.- ¿Verdad que sería fantástico no tener que preocuparme nada más que por mis ''dramas de colegiala''? Cree que eso es para lo que estoy hecha, ¿no es así?- Mi voz tembló durante unos instantes, amenazando con extinguirse.- Claro que es así, aunque no sea una gran amante de esos ''dramas''. ¿Sabe cuánto daría por no saber nada de todo ésto? ¡¿Sabe cuánto daría por no haber visto morir a nadie?! ¿Sabe lo que me gustaría que todas mis preocupaciones tan solo girasen en torno a un examen, en torno a mis compañeros, en torno a lo que haré cuando salga de clases? ¿Sabe cuánto desearía que todas las lágrimas que he derramado fuera por un simple mal de amores de una quinceañera?¿Acaso sabe usted por lo que he pasado o por lo que he dejado de pasar? Podrá saberse mi expediente de memoria, conocer mi fecha y mi lugar de nacimiento, quiénes son mis padres, dónde he estado y dónde no... Pero no podrá saber nunca lo que he sufrido simplemente por un maldito papel, y mucho menos, conocer mis razones para tomar las decisiones que me han llevado hasta aquí.- Callé durante un momento, buscando recuperar el aliento y encontrar las fuerzas que necesitaba para poder continuar. A cada palabra que decía, sentía que un pedazo de alma se me desgarraba.- Por eso mismo que soy una niña, imbécil, inexperta, por eso mismo que no soy capaz de hacerme responsable aun de mi propia vida... Por eso mismo vivo sola, en un maldito alquiler de mala muerte, alejada de la única familia que tengo, tan solo para no arrastrarlos conmigo al infierno que he elegido, ¿no? No sabe qué daría por poder llevar una vida normal y corriente junto a esas personas, tanto a las que están tan lejos como las que ya no volverán nunca. Conocerá el dolor de la pérdida, por supuesto que sí, no estoy diciendo lo contrario. Pero, al igual que me está diciendo que yo no le conozco en absoluto, yo puedo decirle lo mismo; no conoce absolutamente nada de mí.

    La respiración se me había vuelto agitada, tanto a causa de la irritación como de tratar de aguantar las lágrimas... y todo lo que traían con ellas. Di un respingo cuando su mano volvió a golpear la pared al lado mía. Y mi rostro sintió la tentación de adquirir la misma expresión que la de él, la de una sonrisa sarcástica, colérica. Escuché sus palabras con la cabeza gacha, reprochándole interiormente todo lo que estaba diciendo. ¿Cómo podía ser tan egoísta? ¿Cómo podía declarar tan ancho y pancho que le importaba una mierda el vivir para ver un nuevo día?- ¿Cómo puede decir que le importa una mierda vivir otro día más habiendo tantas personas que han muerto aun estando enamoradas de la vida? ¿Cómo puede siquiera insinuar eso? Acabamos de ver morir a un chico que posiblemente tuviese mi edad o menos, ¿y aun así desprecia el poder mantenerse con vida?- Ahogué un sollozo, negándome a llorar aun.- ¿Yo acaso no soporto odio? ¿No aguanto a todo un pandemonium cada vez que mi corazón decide recordarme que hay personas que ya no están? ¿Por eso debería tratar mi existencia como una mierda y olvidarme de todas esas personas a las que eso les haría daño? Porque simplemente soy joven, ¿por eso solo?- Me llevé las manos al pecho, sintiendo como si me fuera a estallar. Ahora era yo la que comenzaba a montar en cólera, pero no quería estallar y comenzar a soltar cosas... no quería.- Me juzga de inexperta y de ingenua porque soy joven, sin contar con que el dolor hace madurar antes que la edad.

    Me sentí aliviada cuando me dio la espalda, cuando me dejó durante unos instantes a solas con mi mar de lágrimas. Cerré los párpados, sintiéndome confortada durante unos instantes por aquella oscuridad momentánea que hacía que olvidase un poco lo que me rodeaba, como si me encontrase en el interior de una barrera. Pero ni aquella barrera podía evitar que, en aquel momento, el alma de Rangiku Matsumoto se estuviera despedazando, agonizante. Había sacado fuera muchos recuerdos, demasiados sentimientos reprimidos que habían acabado por salir a la fuerza, desgarrándome por dentro en el proceso. ¿Las heridas del corazón sangraban? Tenían que hacerlo, pues dolían incluso más que las físicas. Muchas de ellas ya las creía más o menos cicatrizadas, pero había podido comprobar la facilidad con la que se habían vuelto a abrir. Un nuevo sollozo convulsionó mis hombros, encogiéndolos. Y un pensamiento golpeó mi mente. ¿Cuándo y cómo habíamos llegado a esa situación? ¿Dónde estaba la amabilidad de aquella mañana? No me atrevía a levantar la cabeza; temía ver en su persona a un completo desconocido, a un ser extraño que no hacía más que sacar mi peor lado. En la fiesta me había controlado, había conseguido retener las lágrimas... pero aquella noche había llegado a mi límite. ¿Cómo? ¿Cómo podía resultar tan insensible? Sentía miedo de hablarle, de dirigirme hacia él, hacia una de las pocas personas que había conocido de la Asociación, y para qué mentir, de todo aquel pueblo, en la que había decidido depositar mi confianza. Y eso era lo que me pasaba por preocuparme cuando no debía, por confiar en quien no debía... Pero, ¿quién era el auténtico Yagari? ¿La persona reservada pero buena en el fondo que había conocido en un principio o aquel hombre brusco, atormentado, y hasta cierto punto cruel? ¿Por qué? ¿Qué era lo que pasaba?

    Levanté la cabeza cuando sentí que me agarraba con fuerza de la muñeca, con el mismo gesto que podía haber tenido un animalillo acorralado. Me vi forzada a levantarme, pero no opuse resistencia. De soslayo, vi cómo había cogido mi arma y las vendas que le había dejado. ¿Hasta ahí llegaba su desprecio? Esperé a que me las diera, pero me vi arrastrada de nuevo por el Vicepresidente hacia el interior de la cueva. Volví mi ojos hacia él, pero su cara quedaba totalmente fuera de mi campo de visión. Agaché la cabeza, rendida, comprendiendo que seguramente no querría ni verme. En un arrebato provocado por todo el torbellino de sentimientos oscuros que soportaba, estuve tentada a quitarle la mano. Sin embargo, aguanté aquel impulso y dejé que me siguiera arrastrando detrás suya, dócilmente. ¿Para qué provocar más tiranteces? ¿Para qué una nueva riña? Sentía mi cuerpo débil, completamente agotado, derrotado. Con la mano que me quedaba libre me sequé las últimas lágrimas, a la vez que los sollozos cesaban. Miré la mano con la que me sujetaba, siguiendo los regueros de sangre que descendían por ella y manchaban mi piel. Las gotas que se escapaban de aquellos regueros iban tiñendo nuestro camino de color rojo oscuro. Apreté los labios, indecisa... O, más que indecisa, asustada por un nuevo grito. ¿Por qué seguía empecinada en preocuparme?

    Saqué el valor de donde pude y, con la mano libre, agarré la mano donde llevaba mi arma y las vendas, arrebatándole ambas cosas con delicadeza. Me coloqué a Kazeshini a la espalda y sujeté la venda con ambas manos.- Si no lo va a hacer usted, lo haré yo. Si no siente aprecio ninguno por su vida o por su salud, al menos considere esto; está dejando todo un rastro en bandeja de plata para quien nos quiera seguir.- Dije, dirigiéndole una mirada a las gotas de sangre que se extendían por el suelo por el que habíamos pasado. Le tendí las vendas; podía colocárselas él mismo si no quería que me acercase.
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    Mensaje por Yagari Touga Mar Mar 25, 2014 7:46 pm

    Una oscura capa de fino hielo era sembrada por la mismísima inexpresividad en su iris, rodeando una negra pupila que no hacía más que ver el camino que tenía delante. En silencio, Yagari había estado tirando de Rangiku por, al menos, quince minutos. Apenas alumbrando el sendero rocoso con una linterna, se esforzaba al máximo por orientarse y recordar el camino tal y como había sido recorrido en otras ocasiones, evitando la mayor cantidad de obstáculos y sorteando los peligros que pudiesen yacer allí dentro de la forma más eficaz posible. Y Yagari guardaba silencio por dos motivos: uno, para concentrarse mejor; otro, porque realmente no encontraba palabras para decir que no fueran hirientes. ¿Y por qué continuar abriendo la brecha? ¿Por qué seguir con ello? A pesar de que las últimas palabras de Matsumoto se grabaron en su memoria, no le apetecía responderle. Sabía que en algunos puntos tenía razón, pues había podido apreciar el verdadero dolor en sus ojos mientras le hablaba, con las lágrimas aún frescas y excesivamente húmedas, recorriendo ambas mejillas. Sabía que en parte ella tenía razón, y si se había metido en la Asociación era porque estaba dispuesta a asumir riesgos y a abandonar su vida, tal y como la conocía, por una justa causa a su parecer; por el deber que le significaba estar allí y saldar, de algún modo, deudas pendientes con el pasado desdichado que la posicionó allí. Sin embargo, Yagari no podía concebir sus necesidades, sus anhelos, sus deseos por exponerse así, haciendo peligrar su corta vida. ¿Y por qué? ¿Por qué estaba tan reacio, tan terco? No lo sabía con exactitud, pero él continuaba avanzando, como si fuera llevado por mil demonios –probablemente los suyos propios- y no quería ni pretendía oír una palabra más, ni siquiera pronunciarla él mismo. Pero, a pesar de contenerse sucesivas veces… A pesar de querer ignorar todo lo que ella le dijo, su “yo” interno, aquel que conservaba al menos un poco de compostura y sentido común en un momento como ese, optó por llevarle la contraria a sus egoístas impulsos.

    “No conoce nada de mí”.

    - Con respecto a lo que dijiste antes… sí, puede que tengas razón: no conozco nada de ti –murmuró, sin mirarla, y sobre todo sin dejar de avanzar-. Pero conozco lo suficiente –agregó, con la voz hecha puro sigilo, arrastrando con cada sílaba un haz de misterio, pues él no había dejado en claro en ningún momento que conocía lo suficiente de ella, por lo cual podía interpretarse de ese modo o, más exactamente, como que Yagari conocía suficiente acerca del Destino que le deparaba a jóvenes como ella. Hacía unas horas, habían tenido “el placer” de admirar con sus propios ojos cómo un muchacho joven había sido asesinado a sangre fría. Yagari suspiró, entreabriendo sus labios para hablar otra vez-. Tú misma lo has dicho, ¿no? Aquel muchacho tendría apenas tu misma edad, o quizás menos –hizo una pausa y se atrevió a observar a la cazadora de reojo, fugazmente-. Tenía dieciséis, y murió por mi culpa –sentenció, tan frío como un mar helado, y tan seco como siete mil millas de desierto. Pues así era. Aquel chico era su discípulo, y había insistido en ir a esa misión, en luchar a la par con él, su Maestro, y demostrar su valía, exactamente como él le había dicho a ella esa mañana que lo hiciera. Y por eso ahora estaba así, tan malhumorado, colérico, irascible. Porque últimamente, cada cosa que él consideraba noble y justa, valerosa y digna de ver y hacer, parecía ser lo más nefasto; se convertía, inevitablemente, en un acto fatífico. ¿Y por qué? ¿Por qué seguir apostando al futuro, entonces? ¿Por qué sentirse orgulloso de cada joven que acude a él con dudas, con ganas de aprender el oficio, con pasión por defender a los suyos? ¿Debe plantarles una sonrisa y decirles que tendrán una pronta muerte honorable? ¡Pero si siquiera eso era verdad, maldita sea! Ya no había forma de mirar a los ojos a cada padre devastado por la muerte de su hijo extremadamente joven, y el peso de esa muerte, de esa responsabilidad, caía sobre sus hombros una y otra vez.

    Inconscientemente, la mano de Touga ejerció un poco de fuerza sobre el agarre que tenía sobre la delgada muñeca de Rangiku. Solo un poco más. Solo debía soportar un poco más. Intentó contactar por radio a la Asociació, pero parecía que la señal no era suficiente allí. Los recuerdos de la fiesta acudían como remolinos a su mente, y los detestaba. Detestaba haber asistido, haber aceptado ese disfraz de mierda, haber bailado, haberla lastimado… Detestaba ser tan él mismo pero a la vez agradecía infinitamente tener ese don para alejar a las personas de él. Y ahora parecía implementarlo con Rangiku. Pero Yagari no hacía las cosas si no tuviera una buena razón para ello, y buenas razones, justamente, le sobraban en este momento. Faltaba poco para llegar al final del túnel, y probablemente saldrían al sótano de la Academia, o a alguna zona del jardín oculta tras una disimulada puertecilla de madera. Una vez lograsen aquello, podrían separarse, no verse las caras por días, y una pena era no poder decirle que no volvería a verlo más, pues lamentablemente él seguiría siendo su superior.

    Cuando Touga consideró adecuado silenciarse otra vez, ella frenó el paso. El cazador se detuvo, instantáneamente, y apenas giró su rostro para poder observarla, entremedio de mechones de cabello oscuro que se extendían en el lateral de su rostro, impidiéndole un poco la visión. ¿Y ahora qué? Escuchó sus palabras, de mala gana, pero tranquilizó su espíritu y demostró ser un hombre civilizado otra vez, abandonando la barbarie anterior. Sí, podía llegar a tener razón en algunas cosas, pero era tal el enojo de Touga que no iba a darle el gusto de rebajar su orgullo allí mismo. Y no lo hacía por reventado –o tal vez sí un poco- sino mas bien por querer resguardarla del peligro, algo que ella parecía aún no comprender. Y, entonces, cuando estaba dispuesto a girarse y sujetar esas malditas vendas, lo vio. Una figura que avanzaba algo coja, ensangrentada, pero que en sus manos portaba un arma. Todo pareció ir lento desde ese instante. Como si estuvieran viviendo en cámara lenta, Yagari se volteó justo en cuanto se oyó el disparo. La bala –que evidentemente no era de las que mataban solo vampiros- viajaba a extrema velocidad, directo al cuerpo de Rangiku, directo a su espalda, justo en la zona inferior, hacia el costado izquierdo, directo a las costillas. Ella, que se encontraba de espaldas al susodicho, probablemente pudo apreciar la forma en la que el rostro de Yagari se volteaba, impactado, con el ojo bien abierto, esperando lo peor y pretendiendo evitarlo. Un feroz y rugiente “no” escapó de su garganta, mientras uno de sus brazos se extendía en dirección a la chica, tal vez, pretendiendo alcanzarla y desviarla del proyectil, pero… ¿cómo hacer de un cuerpo humano más rápido que una bala?

    “Esa maldita cría asesinó a mi hijo”, dijo el desertor, cuyo hijo era uno de los vampiros que atacaron a Yagari fuera de las cuevas. Aquello dijo, y eso fue lo último que se escuchó.
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    Mensaje por Rangiku Matsumoto Mar Mar 25, 2014 11:41 pm

    Continué en silencio mientras caminábamos, sin pronunciar una sola palabra más; ni un solo sollozo volvió a resonar en el silencio de la cueva y tampoco dejé que ningún suspiro se escapase de mi boca. Caminé en silencio, un silencio que casi agradecía. No fue mucho rato, pero para mí parecía que había pasado toda una eternidad. Agradecía que no hubiese añadido nada más; no soportaría más comentarios hirientes. No podría soportar que continuase abriendo una por una las heridas que tanto trabajo me había costado mantener a raya. Apenas miraba al frente, pues no me hacía falta, ya que la mano que tenía aprisionada mi muñeca me iba guiando por dónde avanzar. De lo único que tenía que tener cuidado era de no tropezar; no tenía ganas de que también me echase eso en cara. Quería salir de allí, quería volver a mi casa, o ir a casa de Shinji para ver si estaban bien, si habían conseguido ponerse a salvo... Y, para qué negarlo, para poder hablar con una persona que me quería escuchar, que me trataba como a una hija; alguien que me ayudase aquella noche a volver a cerrar todas las brechas que se habían abierto de nuevo. Por otro lado, me dolía haber acabado así con mi superior. Y aquello hacía que me enfadase conmigo misma; todas las palabras que me había dirigido aun resonaban en mis oídos, como si una especie de eco las repitiese para seguir atormentándome. ¿Por qué se había mostrado así? ¿Había hecho algo para que me odiase? Los recuerdos de la fiesta de carnaval volvían como un remolino. La última sonrisa que me dedicó, tan fingida como la que había esbozado yo, pero con la diferencia de aquel matiz cargado de ironía. Había llegado al límite que mi orgullo marcaba; por mucho aprecio o respeto que le pudiese tener a alguien, si llegaba a tocar aquel punto no podría evitar el que mi orgullo saltase... Pues yo también era humana y, como tal, tenía también aquellas malas costumbres. La única diferencia era que yo me las solía guardar hasta que estallaban... Y, seguramente, aquello era uno de mis grandes errores. Quería saber qué había hecho para que se mostrase así, pero no pensaba volver a hablar. Seguramente, no quisiera él tampoco, así que nos hacíamos un favor mutuamente. Yo no quería derrumbarme de nuevo, y él, seguramente, no querría volver a tener que escuchar mi voz.

    Una sonrisa triste se formó en mi rostro cuando respondió. ''¿Lo suficiente?'' ¿Acaso se llegaba a conocer a alguien lo suficiente? Tantísimas personas que se conocían de años y al final acababan por llevarse una decepción con el otro. Nunca se podía llegar a conocer a alguien. Aparté la mirada cuando giró su rostro para añadir lo de aquel muchacho. Cuando se volvió a dar la vuelta, no pude evitar dirigirle una mirada apenada por las palabras que había dicho. ¿Por qué se cargaba él solo la culpa de que hubiese muerto? Tal vez, en otro momento, en otra situación, le hubiese tratado de animar, de convencerle de que no tenía la culpa de aquello... Pero no, no volvería a pronunciar palabra. Tuve incluso el impulso de pedir disculpas, pero, ¿disculpas por qué? ¿Por acudir a una misión que me habían asignado? ¿Por ser inoportuna en el baile, por querer sacar a Matarou del alcance de aquel bastardo? ¿Por preocuparme? No... Todo aquello era fruto de mi propia debilidad emocional, de no poder soportar mantener esa tensión con alguien. Siempre buscaba la manera de aliviar el asunto, aunque cargase yo con la culpa, me daba igual cargar con ella si todo se resolvía. Era como un pequeño precio que estaba dispuesta a pagar. Sin embargo, había enmudecido para lo que quedaba de camino. En silencio, respiré hondo. No le molestaría más.

    Noté que apretaba mi muñeca sin pronunciar palabra. ¿Qué se habría pasado por su cabeza? Acabé ignorando aquel hecho mientras le observaba de soslayo tratar de contactar por radio sin resultado alguno. Si salíamos de allí, ¿podría volver a mirarlo con los mismos ojos? Seguramente, no. No podría volver a mirarlo de la misma manera, no podría ver en él a la persona que había pensado que era. Yagari parecía haber hecho todo lo que estaba en su mano para que me alejase, y, tal y como parecía querer, lo había conseguido. No le volvería a dar la lata. ¿Tan odiosa podía resultar? ¿Tan molesta? ¿Tanto sobraba? Que no se preocupase; últimamente no me pasaba mucho por la sede de la Asociación debido al poco tiempo que tenía, y en la Academia, si era lo que quería, me limitaría a saludar como una alumna más. Como si solo lo conociese de eso. No suspendería su materia, podía estar tranquilo; así le quitaba el peso de encima de tener que verme horas extra. ¿Por qué no me asignaban misiones sola? Así, si moría o me pasaba algo, no tendría que molestar a nadie más. Seguí caminando detrás suya, sin preguntarme a dónde íbamos, dónde iba a parar aquel túnel tan largo. Me sorprendió que aceptase las vendas sin decir nada. Tal vez se sentía aliviado de poder acabar con todo aquello dentro de poco y eso le daba la paciencia necesaria para tratar conmigo. Tal vez, por aquella ínfima sorpresa que sentí, no reaccioné a tiempo cuando lo vi volverse hacia atrás. No pude reaccionar ante aquella expresión, saber qué había visto para que mirase hacia atrás tan alertado. Volví un poco mi rostro, preguntándome qué pasaba, justo para sentir aquella bala incrustarse entre mis costillas.

    Abrí los ojos completamente, sorprendida. Di un pequeño paso inseguro, tembloroso, dejando caer las vendas al suelo de la sorpresa, para poder ver quién había sido el artífice del disparo; un hombre malherido que portaba una pistola que, claramente, no iba dirigida a herir vampiros. Escuché sus palabras, estupefacta. ''¿Qué...?'' Mi cuerpo se arqueó en una arcada, y un chorro de sangre salió despedido de mi boca, derramándose lentamente por mi labio inferior. En mi rostro tan solo se podía apreciar una incertidumbre total, que pasó a transformarse en una mueca de dolor. Mis rodillas se doblaron y caí hacia delante, sobre ellas. ¿Cómo había pasado aquello? ¿Quién era aquel hombre y por qué decía que había matado a su hijo? La sangre se escapaba de mi cuerpo por aquella herida que ardía como el mismísimo infierno, y que seguramente se hallaría cerca del corazón. No había dado en él, pues si hubiera sido así, la muerte habría sido inmediata. Sin embargo, podría poner la mano en el fuego de que tenía el pulmón completamente perforado. Abrí la boca para tratar de decir algo, pero una nueva arcada cargada de sangre me impidió hablar. No podía respirar bien. Sentía mi vida escaparse poco a poco por aquella horrible herida que ya había comenzado a derramar sangre en el suelo. Mi cuerpo se balanceó hacia un lado un poco, luego hacia otro un poco más... Para acabar precipitándose contra el suelo en un golpe seco. Aquel golpe me abría dolido en otro momento, pensé. ¿Por qué pensaba en aquello mientras perdía la vida poco a poco? Le dirigí otra mirada confusa a aquel hombre. ''¿Por qué?'' Mis ojos comenzaban a perder brillo; podía imaginármelo al comenzar a notar las formas borrosas. ¿Iba a morir allí? Casi no podía sentir la frialdad del suelo. Aquella vez sería la primera que rompía una promesa; no podría volver a hablarle a Shinji al día siguiente. Lo último que sabría de mí era que me había desangrado dentro de aquella fría cueva. ¿Y Matarou? No quería que volviese a llorar. ¿Por qué no podía hablar y pedir que, al menos, no le dijesen a él había muerto? Podían decirle que me había tenido que ir al extranjero por cualquier cosa... ¿Y mis padres? No quería que se reprochasen el haberme dejado ir. Todo había sido decisión mía, y, por lo tanto, mi propia responsabilidad. ¿Y Yagari? Seguramente, para él no sería más que otro informe que archivar; o otro demonio que lo atormentase. Sería bueno para él; no volvería a molestarlo. Con tristeza, pensé que parecía que el toparse con mi existencia había sido una de las peores suertes que había podido correr aquel hombre. Me dio pena el pensar que moriría sin haber resuelto aquella disputa.

    Mi cuerpo volvió a arquearse de nuevo, pero ya no tenía fuerzas para expulsar con aquella brusquedad la sangre. Ésta, simplemente, se limitaba a salir por un hilo que corría entre mis labios entre abiertos. Cerré los ojos, sintiéndome mareada. No podía ver bien, no podía respirar bien, no podía oír nada... ¿Estaría ya muerta? No lo creía, pues aun seguía consciente. Pero aquello pareció durar poco, pues poco a poco mi pensamiento se fue extinguiendo. Lo último que pensé antes de perder la consciencia de mi propia existencia fue en que, tal vez, ahora podría volver a ver a Yuuko y a Ichigo, ¿no? No... no creía que existiese algo como el cielo; lo único que existía era el infierno, y éste se encontraba en la Tierra misma.

    La oscuridad y el silencio absoluto se apoderaron de mí. ¿Hasta aquí había llegado mi vida? Mi corazón seguía luchando por latir a pesar de la pérdida de sangre... No, hasta incluso él se negaba a morir tan fácilmente. No podía tener la desfachatez de romper la promesa que le había hecho a Shinji de contactar con él al día siguiente.
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    Mensaje por Yagari Touga Miér Mar 26, 2014 3:45 am

    Y su mirada, perdida, confusa, se encontró por un momento con la suya. Y su cuerpo... su cuerpo simplemente se meció. Un intenso escarlata comenzó a comer la prenda que llevaba, y la desesperación no tardó en expandirse por el rostro del cazador. Yagari, estupefacto y deseando creer que este era algún tipo de broma, olvidó por completo todo lo que había acontecido hasta el momento. Él, que tanto recordaba y tanto se machacaba la mente con el pasado y lo que había ocurrido en esta misión, parecía haberlo olvidado todo de repente. Y todo continuó como si siguiera en cámara lenta. Él, simplemente, alargó sus brazos hacia ella. Extendió sus extremidades buscando hallar su frágil cuerpo cayendo hacia adelante. Sus manos rozaron su ropa para, luego, pasar de largo, permitiendo que Rangiku depositara todo su peso sobre el cuerpo de él, estrellándose inevitablemente contra su pecho. La chica dejó de ejercer fuerte para mantenerse de pie, y Yagari lo comprendía. Ella debía guiar el curso de su energía a una sola y única acción: mantenerse con vida. Para ello, necesitaba respirar, y al ver una de sus manos manchadas de la sangre de la joven, su expresión mutó desde la ira y la incertidumbre a la completa congoja desesperada.

    - No, no... -murmuró, casi para sí mismo, mientras apreciaba con horror la verdad ineludible: Rangiku tenía perforado un pulmón-. No... ¡NO! -acabó por gritar, atormentado. Aquel disparo había dado tan cerca del corazón, probablemente, que ahora temía que realmente no lo hubiera atravesado, robándose su vida al paso. Pero la bala no había sido despedida, por lo cual continuaba allí, hiriéndola por dentro. Touga negaba con la cabeza, incrédulo de lo estúpida que era aquella situación. ¿Por qué, maldita sea? ¡¿Por qué?! Estaban tan cerca... Calculaba que apenas demoraría cinco minutos en llegar al final del túnel, a la superficie, si avanzaba corriendo a velocidad ese último trecho. Y aquel tipo.. Ese que estaba de pie frente a ellos, moribundo, admirando el espectáculo de una forma tan gloriosa que lo único que generaba eran deseos de matarlo de la peor de las maneras. Yagari, mientras tanto, continuaba negando con la cabeza, a medida que Rangiku flexionaba más y más las rodillas, arrojando ella misma su cuerpo a la deriva. Touga acompañó su descenso, desde luego. Intentando que ella hiciera el menor de los esfuerzos, cayó de rodillas junto a ella. Sin dejar de sostenerla, la apartó un poco de su pecho. Quería ver su rostro. Quería ver su rostro y asegurarse de que seguía viva para, a su vez, asegurarle a ella que debía continuar estándolo. Por lo que más quisiera, por favor, que no muriese. Esto... Esto era su culpa, otra vez. Si él no hubiera dicho todo aquello... Si él no hubiera permitido que la ira y el miedo carcomieran su sentido común y su tranquilidad... Esto no hubiera ocurrido si él, en vez de estar atento a su enfado, hubiera prestado mayor atención en el camino. ¿Cómo pudo ser capaz de tal descuido? Ella tuvo razón: su rastro de sangre los delataría, y así fue.

    Negó con la cabeza otra vez, girando suavemente el cuerpo de Rangiku. Notó, entonces, cómo la sangre descendía desde entre sus labios. La pupila de Touga se hizo tan ínfima que parecía ciego. Cada músculo de su cuerpo se tensó, otra vez, pero no por ira, sino por temor a que la Muerte decidiera hacerles una visita. Y él no podía aceptarlo. No podía aceptar perderla a ella también esa noche. Con la cantidad de cosas horribles que le dijo; con la forma estúpida e insensible con la que la trató. Incluso en aquella fiesta... No, definitivamente no iba a ser esa falsa sonrisa la última que recordase de ella. Y tampoco iba a ser esa expresión herida la última que él vería. Y, de repente, oyó un golpe seco. Junto a una carcajada que parecía ahogarse en sangre y muerte, aquel tipo se caía hacia adelante, del mismo modo que Rangiku lo había hecho. La Muerte estaba allí, al parecer, haciéndoles una visita tal y como él pretendió que no sucediera. Sin embargo, allí tenía a su víctima. A ese perro inmundo sería a quien Ella se llevaría, no a Matsumoto. Le esperanzaba, incluso, porque sabía que no iba a perder tiempo deshaciéndose de él. Alguien o algo ya lo había hecho. Y, aunque hubiera querido agujerear a ese hijo de perra con mil balas, no hubiera sido capaz de asestar ni una. Eran tales los nervios... Tal la angustia y la desesperación. Yagari estaba ensimismado con aquella escena. Incluso recordaba la noche en que una alumna de la Academia murió entre sus brazos. Alexa era su nombre. No pudo salvarla. No pudo salvarla cuando el camino hacia la conservación de su vida era tan escaso, justo igual que ahora. La protección de Yagari, no obstante, no fue la suficiente para esa chica. ¿Lo sería para Rangiku?

    - Matsumoto... mírame -dijo estrepitosamente, viendo con un sentimiento horrible la sangre que ella había escupido. Volvió su atención a ella, sujetando firmemente su cuerpo contra el suyo, pero con la delicadeza adecuada para esas situaciones. Era increíble, pero parecía que estas cosas debían ocurrir para que el cazador cesara un poco su odio. Si no fuera porque ella estaba así, probablemente él estuviera reventando el cráneo de ese tipo contra el suelo. Y sin embargo, ¿quién lo diría? Allí estaba, solo, agitado, exaltado, intentando socorrer la frágil vida de esa joven muchacha. Una de sus manos viajó hasta el rostro de ella, posándose sobre su mejilla y cubriéndola por completo. Movió su rostro suavemente, apuntándolo en dirección al suyo. Vio con horror cómo sus párpados amenazaban con cerrarse, con los ojos perdidos, casi sin brillo-. Matsumoto, mírame, quédate conmigo, ¿de acuerdo? Solo quédate conmigo, no cierres los ojos... -ordenó, apartando unos mechones rebeldes de su rostro, para poder apreciar bien su cara y tener control sobre cada una de sus expresiones, aunque estas solo fueran de pura agonía. Velozmente, sujetó las vendas y presionó sobre la herida con sutileza, intentando de algún modo preservar lo poco que le quedaba de sangre dentro de su cuerpo-. Estarás bien, ¿de acuerdo? Estarás bien, te sacaré de aquí, volverás a arriesgarte como una maldita suicida... Estarás bien -aseguró, flexionando una de sus rodillas para poder ponerse de pie. Afirmó bien el cuerpo de Rangiku contra el suyo, y la levantó en brazos. Sabía que ninguna de estas acciones serían adecuadas para su estado y que quizás se forjarían muy bruscas, pero era esto o dejarla morir aquí, y él, sin duda, no presenciaría algo como aquello. No presenciaría una muerte más esa noche.

    Finalmente se puso de pie. Había colocado la radio sobre el estómago de la chica, por lo cual mientras corría a la mayor velocidad que le era posible, intentaba contactar con la Asociación. Trastabilló un par de veces, pues sus heridas estaban pasándole factura. Sin embargo, si había logrado obviar el dolor mientras estaba enfadado, ¿cómo iba a ser tan descarado e hipócrita como para no soportarlo ahora?
    - Resiste, Rangiku... Estarás... Estarás bien -murmuraba, entre jadeos, y por fin una voz más se escuchó allí, para milagro de ambos:
    - Yagari... ¿qué ocurre? Shinji vino hasta aquí. Algo salió peor de lo que ya estaba, ¿verdad? -preguntó un cazador a través de la radio. Touga, ya pudiendo ver un ápice de claridad al final del túnel, exclamó:
    - ¡Una emergencia! ¡Llama al hospital y pide una ambulancia! -hizo una pausa, para respirar-. ¡Enviála a la Academia Cross! Avisa a Kaien -solicitó, mientras el sonido de sus pisadas se hacía cada vez más intenso. Eso alertó al cazador que estaba al otro lado.
    - ¿Touga..?
    - ¡Haz lo que te digo, imbécil! -gritó, al borde de perder el control de sus emociones otra vez. ¿Por qué mierda no se guardaban las preguntas para después? ¿Acaso no entendió que estaba pidiendo por una ambulancia porque, evidentemente, algo salió muy pero muy mal?

    Llegó hasta el final. Varias gotas de frío sudor se deslizaban por sus sienes, empapando sus negros cabellos. Se agachó y apoyó a Rangiku en el suelo, delicadamente. Todo el camino no había cesado de hablarle, intentando mantenerla con él, consciente. En ese momento, no haría una excepción.
    - Rangiku, estoy aquí, ¿me ves? Quédate conmigo, no.. no cierres los ojos, ¿de acuerdo? Te pondrás bien, vivirás, por lo que más quieras, vivirás -murmuraba rápidamente, mientras se quitaba el abrigo y lo arrojaba sobre ella. Se puso de pie otra vez y miró hacia arriba. Había una pequeña escalera. Ascendió y destrabó la portezuela que daba a los jardines. La nieve comenzó a caer sobre su rostro, reconfortando las heridas que en él habitaban. Miró hacia abajo y vio la figura menuda y agonizante de ella. Rápido. Debía hacerlo rápido. Bajó y levantó su cuerpo otra vez. ¿Cómo subir las escaleras sin ser brusco y sin dañarla más de lo debido? Nunca creyó que tener dones, como los vampiros o, incluso, otros cazadores, sería tan útil. Pero él, lamentablemente, era un simple humano; un simple hombre sin otro don más que volar cabezas y ser un tremendo gato arisco.

    Volvió a subir y logró sacarla de allí. Inevitablemente, ambos cayeron sobre la nieve. Yagari jadeaba, exhausto, sintiendo cómo el frío calaba sus pulmones otra vez. Se giró sobre la nieve y se arrodilló al lado de Rangiku. Tocó con su dedo índice y mayor el cuello de la joven, justo a la altura de su yugular, sintiendo un gran alivio al ver que todavía tenía pulso. Sin embargo, sus ojos se habían cerrado. El hospital no quedaba tan lejos de allí. Además, el pueblo era tan desierto que no habría tráfico que impidiera a esa ambulancia llegar a tiempo. Por esa razón, Touga se puso de pie otra vez y sujetó a Rangiku entre sus brazos otra vez. Comenzó a andar, hacia la salida de la Academia, esforzándose por acotar más aún la distancia entre la chica y quienes salvarían su vida, porque lo harían; lo harían y ella viviría. Y, a lo lejos, notó cómo la silueta de dos cazadores se acercaba. Gritaban su nombre y, detrás de ellos, divisó dos enfermeros, que al ver la escena, no dudaron en bajar una camilla. Touga, no obstante, siguió corriendo. Corrió hasta que sus rodillas fallaron y se enterraron en la nieve que cubría el camino. Los demás llegaron hasta él, y uno de los cazadores puso una de sus manos sobre su hombro, brindándole apoyo. Murmuraba palabras, pero él no podía oír ni entender ninguna. Su atención estaba puesta en cómo los enfermeros retiraban el cuerpo de Rangiku de entre sus brazos y lo colocaban sobre la camilla, con su abrigo aún sobre él. Los cazadores hablaron con los auxiliadores, pero Yagari no oyó nada. Por un momento, su mirada se encontró tan perdida y apagada como la de Rangiku, presa del cansancio y la pérdida de sangre. Su cuerpo había soportado, y cuando creyó cumplido su objetivo, se dio el lujo de desvanecerse también. Su pupila siguió el sendero por el cual se alejaban con Matsumoto. Su primer impulso fue ponerse de pie, pero los cazadores que estaban con él lo detuvieron. Touga no tenía tiempo como para esperar una camilla. Debían transportar a esa chica cuanto antes al hospital. Comenzó a correr otra vez, intentando alcanzar la ambulancia, pero un fuerte dolor en el pecho lo obligó a parar. Estaba respirando tan mal, se estaba sobreesforzando tanto. Y digamos que el tabaco no es cosa que ayude en estas circunstancias. Por ende, Yagari se tambaleó. Se tambaleó y su cuerpo fue contenido por sus camaradas. Inconsciente, lo subieron a la ambulancia también, y la sirena del vehículo, inundándolo todo, acabó por hacer que él perdiera la noción del tiempo.
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    Mensaje por Rangiku Matsumoto Jue Sep 18, 2014 3:06 pm

    Un sudor frío recorría mi espalda mientras continuaba caminando. La herida del hombro, ahora agravada por la mordedura, me provocaba tal dolor que acabaría por dificultarme el mover el brazo si seguía así. El frío aire, despiadado, tampoco tenía reparos en rozar la zona dañada y hacer que escociese como mil demonios, a pesar de estar cubierta por la improvisada venda que me había colocado Fraiah. Notaba la tirantez que los rastros de sangre provocaban en mi rostro y en mis manos mientras se secaban sobre mi piel. Había dejado momentáneamente todas las preguntas que tenía en mi mente guardadas en un cajón, pues ahora debía concentrarme en una sola cosa: escapar cuanto antes junto a los demás de los desertores.

    Un rato antes, en el parque, la situación se había puesto de manera que parecía que nuestra huida sería aun más difícil. Sujeta a la empuñadura de la katana con las pocas fuerzas que me había dejado el vampiro en el cuerpo, luchaba por no dejarme vencer por la falta de sangre y el cansancio. Pegué la frente en el guardamanos, intentando que la frialdad de éste me espabilase un poco. Lentamente, había alzado los párpados hacia el vampiro, preguntándome interiormente que qué demonios estaba pasando allí. Mi deber como cazadora debería ser el de eliminar a cualquiera de esas criaturas que supusiese un peligro para los humanos, pero en este caso debería hacer una excepción, pues no sabía qué circunstancias rodeaban a al extraño muchacho ni tampoco sabía el por qué de aquella terquedad por parte de los desertores hacia él. Además, para Fraiah parecía alguien importante, y le hablaba como si de un amigo se tratase. No podía dañarlo, pero el lidiar con él iba a ser algo muy difícil. Apreté los ojos y los volví a abrir, para seguidamente escuchar la voz de Fraiah cerca mía. Dirigí la mirada hacia la dirección de la que provenía su voz, sorprendida por la comprensión reflejada en su violácea mirada. Su mano se había posado sobre mi hombro, buscando llamar mi atención. La observé algo sorprendida, sin poner resistencia a su petición de que me sentara. Había observado algo perpleja la manzana, pero la había aceptado. Mis ojos viajaron hasta detenerse en los suyos, portando una mirada algo perdida.- Muchas gracias...- Sujeté la manzana con ambas manos y la miré, sabiendo que debería hacer lo posible por recuperar las fuerzas cuanto antes.- Estoy bien, se me irá pasando.- Musité cuando vi que comenzaba a vendarme el hombro.- No es necesario que se preocupe, en serio...- Insistí, pero ella siguió con lo suyo. Cerré un instante los ojos a causa del dolor cuando la venda se apretó contra la maltratada piel de mi hombro. Asentí levemente cuando me dijo que por qué no me comunicaba con la Asociación. Dirigirme hacia ella a informar de la situación había sido lo que tenía planeado desde que vi a los desertores deambular por el pueblo. Ladeé levemente la cabeza al escuchar aquel nombre desconocido para mí.- ¿Zero?- Pregunté, pero no me entretuve en sacar el teléfono.- No, no puedo dejaros así. Al menos, dejadme que me asegure de que estaréis bien.- Dije, mostrando una sincera preocupación en el rostro. Ya no solo era por impedir que se cumpliesen los planes de los desertores, sino también por ayudar a los que habían sufrido por su culpa. Sujeté el teléfono y busqué entre los números, pero no sabía si era buena idea llamar directamente a la Asociación; aun quedaban muchos desertores sin desenmascarar entre nuestras filas. No tenía un número de teléfono con el que comunicarme con Yagari, y seguía sin caer en quién podía ser aquel Zero. Al único que podía llamar era a Shinji, pero por otro lado... en cuanto me viese nuevamente herida volvería a preocuparlo. Volvería a recordar los días en el hospital y volvería a preocuparse por mi salud, a pesar de que la herida ya estaba fuera de peligro. Apreté los labios y me tragué el sentimiento de culpa, marcando el teléfono de mi amigo. Su voz se escuchó a través del móvil, a la cual respondí tratando de sobreponerme a mi estado, explicándole muy resumidamente la situación y evitando el mencionar al vampiro. Le pedí que avisase a la Asociación, pues él sabría contactar de una manera más discreta con los que eran de confianza, de mucha mejor manera de lo que yo podría. Fijé un lugar donde encontrarnos y colgué sin más demora.- Vendrá alguien de confianza a ayudarnos.- Sonreí levemente al anunciar aquello.

    Apenas había guardado el teléfono, Fraiah se colocó delante mía en actitud protectora. Volví la cabeza hacia donde ella miraba, y me encontré a un Ziel con una mirada casi igual de agresiva que la que había esbozado momentos antes. Actuaba de manera muy extraña y, repentinamente, cayó hacia detrás, como si alguien o algo lo hubiese derribado. Apoyándome nuevamente en la katana, la cual estaba sirviendo aquel día más de bastón que de otra cosa, me incorporé torpemente y lo observé con detenimiento. Cuando vi que Fraiah se acercaba a él me sobresalté, alargando una mano hacia ella en señal de advertencia.- Puede ser peligroso, tal vez...- Mis palabras se vieron interrumpidas por los gruñidos que emitía el joven. Además, ¿cómo impedirle que socorriese a su amigo? Me volví a morder el labio, sin saber cómo actuar. Observé desde lejos cómo trataba de calmarlo, mientras el otro hombre le echaba la sudadera por encima. En aquel momento recordé las quemaduras de su piel. ¿Acaso se estaba quemando por al luz del sol? Dentro de poco anochecería, pero aun había que buscar un lugar en el que no se siguiese haciendo daño... Pero no, parecía que era algo más. Me acerqué un par de pasos, indecisa, sin saber de qué manera podía ayudar. Alcé los párpados cuando ella dijo que se trataba de las balas. Si se trataba de eso, podría serles de ayuda. Me acerqué caminando con algo de torpeza, pero sin volver a trastabillar.- Puedo extraerle las balas sin problema, pero debe permanecer quieto, y me requerirá un tiempo...- Musité, observando con preocupación la escena. Sonreí levemente cuando dijo que necesitaría mi ayuda.- Para eso estoy aquí. Y no se preocupe por mi hombro, he tenido heridas peores.- Dije, tratando de sonar algo más animada. Asentí cuando indicó de que comenzásemos a caminar, observando sorprendida la fuerza que demostraba en aquellos instantes, cargando incluso con su amigo herido. Deseché la idea de sujetarme nuevamente la katana a la espalda, pues podría servirme de nuevo como apoyo. Había guardado la manzana en la bolsa que contenía los dulces que había comprado un rato antes. Ya tendría tiempo de comer después.

    Desde aquello había transcurrido ya un rato. Caminaba con la respiración entrecortada y apoyándome de vez en cuando en la katana, pero al menos conseguía avanzar a un ritmo considerable. No me traía buenos recuerdos regresar al bosque, pero no había otra opción. Caminaba mirando desconfiada hacia cada sombra que pareciera moverse, hacia cada tronco de cada árbol, esperando a que algún atacante apareciese repentinamente. El sol proyectaba ya sus últimos rayos de luz, dejando el terreno sumido en una tenue penumbra. Los recuerdos de aquel fatídico día volvían a mi mente a cada paso que me adentraba en el lugar que había sido una pesadilla durante unas interminables horas, el cual casi se convierte también en mi tumba. Apreté los dientes y me obligué a mí misma a centrarme en la situación que ahora estábamos. Había acordado encontrarme con Shinji, pero aun no lo veía por ningún lado. Me subí de nuevo la bufanda, procurando no perder más calor. Volví a echar una mirada hacia nuestro alrededor, en silencio, procurando no perderme ningún detalle. Al elevar la vista al frente de nuevo, pude ver una figura apoyada en un árbol. Se trataba de un hombre corpulento y bastante alto, de unos cuarenta, de cabello corto castaño. Dejé escapar un suspiro de alivio.

    El hombre se volvió hacia nosotros con expresión de estupefacción y, en cuanto vio mi aspecto, completamente cubierta de sangre y pálida como un cadáver, avanzó con decisión hacia nosotros, frunciendo el ceño. No se había tomado la molestia de disimular que iba bien armado, casi como si fuese una advertencia. Avancé torpemente unos pasos y me dirigí hacia él intentando caminar más rápido.- ¡Shinji...!- Mi amigo me pasó un brazo por los hombros y me miró con preocupación.- ¿Qué es ésto? No me habías dicho que estabas herida...- Dijo, observándome alarmado, preocupado por el que toda aquella sangre que llevaba encima fuese mía. Negué con la cabeza, quitándole importancia al asunto, y miré significativamente al grupo. Shinji los miró detenidamente con sus ojos marrones, deteniéndose con un destello de desconfianza en la mirada al ver a aquel chico con aspecto de zorro. Aun así, no preguntó nada en aquel momento. Le dirigió una rápida mirada al otro muchacho que venía, en silencio. Reconoció a la viuda de Damaru e inclinó levemente la cabeza como señal de saludo, pero no se entretuvo más. Sabía que lo primero era lo primero, así que dio media vuelta.- Vamos. Ya he contactado con la Asociación, pero no puedo asegurar de que el tema de los desertores en el pueblo esté controlado. Hay que encontrar un lugar en el que refugiarse y en el que explicar qué demonios ha pasado.- Volvió a mirar con expresión seria al grupo antes de volverse nuevamente y echar a andar.- ¿Se puede saber qué ha pasado para que estés así?- Me preguntó con tono de regañina, como si realmente fuese mi padre.- Ya te lo explicaré...- Se detuvo bruscamente y apartó las vendas de mi hombro sin darme tiempo a reprochar, abriendo completamente los ojos al ver las marcas de los colmillos. Se podría decir que Shinji no destacaba precisamente por ser muy cuidadoso, aunque sabía tener tacto cuando debía.- Ya lo creo que me debes una explicación.- Sentenció, volviendo a mirar con desconfianza a Ziel.- ¿Un Nivel E?- Preguntó mientras seguía caminando. Suspiré, agotada y confusa.- No lo sé...- Reconocí, bajando levemente la mirada. Shinji seguía sujetándome por los hombros, procurando que pudiese caminar haciendo menos esfuerzo por mantenerme en pie.- Al menos... no creo que se trate de un Pura sangre...- Dije, demostrando por primera vez el miedo que les tenía a aquellos seres y a las consecuencias que podían traer. Shinji, sin añadir nada más, apretó su mano sobre mi hombro sano, intentando de tranquilizarme.
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    Mensaje por Kai Olivier Vie Sep 19, 2014 11:00 pm

    Lo de marcharse al bosque no era mala idea, alli les seria mas dificil encontrarnos, y seria mas facil escondernos de cualquiera, ahora el problema era como llegar. Tenia que ir a por un botiquin, pero tampoco podia dejarlos ir solos, dos estaban heridos y a Fraiah no la veia matando a alguien por muy malo que fuera.
    - Os llevare al bosque, y borrare vuestro rastro, despues volvere al mismo sitio y hare un rastro nuevo en direccion a la asociacion- mire a la cazadora- espero que esa persona que dices sea de fiar, si le ocurre algo a cualquiera de los dos mientras que no estoy yo, te hare responsable ante Yagari, considera esto como una mision- no sabia si el rango de esa cazadora era mas alto que el mio, pero en esos momentos me daba un poco igual, me preocupaba mas que Ziel saliera vivo de esta.
    Me puse detras de todos y a medida que andaban, fui borrando como bien habia aprendido de Kasha todo rastro que podriamos haber dejado, huellas, ramas rotas, sangre, olor... todo lo que pudiera dar una pista a los desertores de donde iban.
    Cuando llegamos al bosque, un chico aparecio, parecia que conocia a la cazadora, lo mire de arriba abajo desconfiando bastante de el y de dejar a Fraiah y a Ziel a manos de esos dos cazadores desconocidos.
    Sin pensarlo dos veces, me acerque a Fraiah y le entregue una de mis pistolas, la mas pequeña que tenia, aunque para ella seguia siendo un poco grande.
    - Guardala, y usala solamente si te ves en problemas, ya sea por que aparezcan desertores o por algun animal salvaje, ¿de acuerdo?, aun asi, tardare lo menos posible en volver- me volvi a alejar de ella para hablar a los cazadores.
    - Esconderos todos, y no le deis sangre todavia a Ziel, puede ser peligroso estando asi, volvere pronto- dicho esto, me aleje por otro camino distinto al que habiamos utilizado para llegar hasta alli, seria un poco mas largo, pero asi seria mas dificil que siguieran mi rastro hasta ellos
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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Sáb Sep 20, 2014 9:56 pm

    A pesar de la facilidad con la que habían conseguido “domar” a Ziel y conducirle por el camino que necesitaban y pensaban que era convenientemente para todos, anteriormente no había sido tan sumamente fácil.
    Con la fuerza de su garganta emitiendo sonidos y el filo de sus colmillos, consiguió alejar lo suficiente a Fraiah y Rangiku. Ambas mujeres comenzaron a protegerse ante un posible y nuevo ataque, el cual nunca llegó a suceder, por suerte. Pero, ¿por qué desconfiar tanto de la primera? La chica le había dado de comer, le había protegido y hasta le entregó todo su tiempo para atenderle, aun si decidía morderla por accidente o de improviso. En cambio, existía un motivo: Ziel era ahora un animal salvaje y quizá nunca dejaría de serlo, aun si convivía con humanos o vampiros pertenecientes incluso a su propia raza. Tal vez no hubiera día donde recuperara todos sus recuerdos, incluido el idioma. Y en estos instantes donde su cuerpo apenas lograba responder, no podía confiar en nada ni en nadie, salvo en él mismo. Con esta misma razón, no quería que no se acercaran a él para perjudicarlo más; de la misma forma en la que si fuera un animal asustadizo. Por supuesto, cualquiera podría adquirir esta ventaja que obtenían los cazadores en este instante, para imponerse y reclamar una posición que el peliblanco no creía merecedora. Porque él, se había convertido hacía bastantes horas en el Alfa de esta manada de humanos.

    Las palabras de su fiel amiga intentaron impedir que continuara hiriéndose. Pero, nuevamente, ¿lograría entenderlo? Ni un poco, siquiera. Él tan sólo percibió en ella en miedo de sus ojos, el temblor que provocaban sus gestos indecisos, la forma en la que alzaba la voz de repente y en su contra, seguramente. ¿Cómo entonces comprender las palabras de una persona tan indecisa? ¿Cómo podría Ziel confiar en Fraiah Eslin en estos momentos? La lejanía se imponía entre ambos. De buenas a primeras, la chica tuvo el pensamiento inicial de acercarse a curar sus heridas, y de repente se asustó por sus colmillos, retrocediendo varios pasos. Al fin y al cabo, era lógico. En un único mordisco, el neófito era capaz de arrancarle perfectamente el brazo y en unos pocos minutos más, su cuerpo quedaría insuficiente de sangre. Si se le antojaba, era capaz de acabar su insufrible vida como forajida. Y el miedo era una reacción normal frente a lo desconocido en los humanos. Sin embargo, cuando menos se esperaba, dudó de él. Dudó de sus intenciones y de su comportamiento acerca de morder por segunda vez a Matsumoto. Se interpuso entre ambos y protegió a la cazadora, alzándose en la lucha e incorporándose en el bando contrario -o al menos desde la perspectiva de Ziel-.
    Ciertamente, el vampiro tampoco dio señal de tregua, a pesar de ser mucho más defensivo y centrarse en lo importante: sus heridas. De ahí los gruñidos y que bufara enseñando los colmillos. De ocurrir lo que todos temían, no hubiera dudado en abalanzarse sobre ambas mujeres para despellejarlas y alimentarse de su sangre, en pos de satisfacer la insoportable sed. Pero qué entendiera un humano de esa sensación nauseabunda y destructiva sobre su garganta. Ni él mismo llegaría a imaginar lo que sufriría con esto mismo al convertirse. Tal vez hubiera sucedido que prefiriera morir por la enfermedad y la telaraña que se tejió sobre su cuerpo por culpa del pacto de sangre, a ser maltratado, manipulado y profanado por los cazadores en varias ocasiones, además de sufrir por la corrosiva sed.

    Mientras tanto, Ziel permanecía intacto en el mismo sitio, de cara al suelo para proteger su debilidad y no dar un claro motivo de atacarle ahí; sin moverse apenas lo más mínimo para evitar arañarse sobre las quemaduras con la arena, emitiendo los mismos sonidos una y otra vez. Pero ni siquiera nadie llegó a comprender e interpretar su actuar, sino que era el único culpable por haber matado a esos desertores y perforado con su mandíbula el hombro de la joven cazadora.
    Y de pronto, todo se multiplicó de nuevo. Sus orejas se reclinaron hacia atrás en señal amenazante y la agresividad que desprendía el neófito podía verse en la distancia. Kai se acercaba a él, lentamente, aceptando los riesgos de lidiar con una fiera salvaje que se protege de los extraños. Los gruñidos del pequeño se intensificaron y abrió la boca para prepararse y alejar a su enemigo, moviéndose incluso a pequeños tramos y colocarse pegando el costado al columpio. En cualquier momento, uno de los dos hermanos podría lanzarse sobre el otro para contenerlo o dañarlo, según se viera. Pero, ¿cuál sería el primero en mover peón? El mayor, obviamente. Tras llevarse la atención unos momentos, colocó su sudadera sobre la espalda del peliblanco. Éste en cambio, se giró rápidamente y se alzó lo que pudo para alcanzarlo, si era posible. Las quemaduras de su cuerpo se centraban sobretodo en la zona del torso, claramente por el largo tiempo que incidió el Sol sobre la piel, pero también tenía zonas deterioradas sobre su espalda. El tacto de la sudadera, tan sólo le provocó dolor y excitó sus sentidos más salvajes, aun si el propósito era protegerlo. Mordió la ropa con todas sus fuerzas, sacudiendo la cabeza como si resultara ser un pobre animalillo que cayó en las fauces del depredador. Finalmente, en poco tiempo la destrozó por completo.


    Un pie delante, luego el siguiente. El joven e inexperto neófito andaba acompañado de su “manada”. Por desgracia, Ziel era incapaz de levantarse en ese deplorable estado después del combate con los desertores y el arduo Sol. La pobre Fraiah, arriesgando su propia integridad, cargaba con uno de sus brazos la mayoría del peso del chico, incitándole a andar minuciosamente y unas buenas palabras sueltas. Había visto sus heridas y quemaduras en el parque, preocupándose por su estado y ordenando que huyeran hacia el bosque, donde ambos pudieran ocultarse de los desertores y recuperar la tranquilidad. A pesar de que estuvo a punto de morderla por segunda vez, deteniéndose por mera admiración hacia ella y su vida. En cambio, se detuvo a unos simples centímetros de su brazo, otorgándole el privilegio de acercarse a él en ese estado deplorable, mostrando algo tenso su cuerpo herido. La suerte, sin duda, estaba del lado de Eslin, porque esta se convertía en una vez más en ganadora de permanecer con vida al lado de Ziel.
    Y así, tras resolverse el asunto y plasmar la urgencia de su estado, lentamente, avanzaban por entre el bosque tras salir del condenado parque que lo había deteriorado tanto. Prácticamente llevaba las piernas arrastras, pero se esforzaba por no parecer débil. ¿Desde cuándo el guardián Osaki resultó ser tan vulnerable? Jamás. Y realmente, si no fuera por el metal madre que dañaba el vehículo que lo transportaba, sin duda habría terminado por huir del lugar con su compañera. En cambio, la desventaja que llevaban ahora los forajidos era la falta de combatientes. Seguramente, Fraiah y Kai no pudieran hacer mucho contra tantos desertores disparando al mismo tiempo, dado que la otra cazadora y él estaban incapacitados por el momento. Y nadie conocía lo que podía esconderse entre aquellos árboles. De modo que, por ahora, necesitaban hallar refugio, comida y si era posible, un poco de comodidad. La humana y el peliblanco necesitaban descansar urgentemente, además de alimentarse de una forma u otra, preferiblemente sangre para el vampiro, pues su regeneración no sería comparable a ingerir comida humana.

    Los últimos rayos por fin ya no deshacían la piel del peliblanco, sino que los árboles los recibían por todos ellos. Pero, a su pesar, se sentía terriblemente dolorido por los disparos -pues el metal madre llevaba demasiado tiempo dentro de su carne y comenzaba a producirle profundos estragos- además de las horrendas quemaduras que soportaba, comunicándoselo a Fraiah mediante bajos gemidos y caricias repentinas contra su mejilla. Cada vez que lo hacía, su fina piel blanca y dañada, resultaba ser más y más fría, acarreando el sudor helado sobre su frente. Porque el poco calor que albergara un vampiro, se esfumaba velozmente a la par que su estabilidad por la pérdida de sangre. Y durante el camino, su cuerpo se volvía más torpe que antes, aunque su rostro no cambiara lo más mínimo.
    Lamió su brazo agradeciendo esta ayuda que le proporcionaba, pero necesitaba descansar un momento, un único segundo para tomar nuevas fuerzas. Y fue entonces, cuando creyeron que era beneficioso concederse un descanso y comer algo, otro cazador desconocido apareció: Shinji, el amigo de Rangiku Matsumoto. Sin embargo, ¿entendería Ziel que él estaba en su mismo bando?

    Obviamente, no.

    Los gruñidos regresaron para sustituir sus quejas y lamentaciones. Las colas de su espalda, que tan sumisas y pacientes se hallaban, comenzaron a agitarse junto con sus orejas, las cuales terminaron por posicionarse hacia atrás, agresivo. Se separó de Fraiah, tomando la suficiente autoridad de su cuerpo e irguiéndose delante de ella con un leve empujón. Fugaz, una katana apareció en su mano, dispuesto a utilizarla de ser necesario. Aquel tipo no le causaba especial afecto al vampiro y menos después de ver esos ojos clavados inquisidoramente sobre él. Se viera por donde se viera, era un cazador y él la presa que debería atrapar inmediatamente. De alguna forma era consciente de ello, pues traía consigo ese aroma particular que tanto había percibido dentro del edificio de los rebeldes, asociándolo rápidamente al bando de enemigos. Realmente Ziel no tenía ánimo ni fuerzas para luchar, lo sabía. Sentía mucha sed por andar detrás de la pequeña cazadora herida, lo cual fomentaban sus instintos de atacar a Shiji y alimentarse urgentemente de su sangre, antes de desvanecerse sin darse cuenta. Pero estaba débil y sería deshonroso que el zorro guardián Osaki de ocho colas quedara en mala posición frente a la derrota contra un humano, ¿verdad?
    Por esta misma razón defendía su posición y su chica predilecta, a base de amenazas para que se marchara y los dejara ir por su camino, sin tener que enzarzarse ninguno de ellos en una batalla de la que ambos no se sentían seguros. Si se encontraran en este último caso, el neófito se vería obligado a hacer daño a su compañera y su otra aliada para poder “salvaguardarlas” de ese hombre, dado que su hermano retrocedió en sus pasos para borrar su rastro y conseguir víveres. Pero, entre tanto, su enemigo nada más que podía llegar a percibir su debilidad a través de las quemaduras de su torso y rostro. Aunque, ¿quién adivinaría cuánta fuerza le queda un vampiro? Quizá únicamente debiera arriesgar y comprobarlo.
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    Mensaje por Fraiah B. Eslin Lun Sep 22, 2014 5:06 pm

    Había sido difícil y arduo, pero todos lograron salir de allí con vida y alcanzar las cercanías del bosque. Sólo faltaba un poco más para adentrarse en él y, por fin, sentirse "seguros". Al menos, dentro de lo posible. Rangiku había hablado anteriormente con una persona de confianza, según ella. Y aunque Fraiah quisiera desconfiar -pues parecía que la desconfianza era ley a implementar hoy día- ya no tenía fuerzas ni siquiera para ello. Avanzando lo más rápido que le era posible, obligaba a Ziel a mantenerse erguido y firme. Por momentos parecía arrastrar sus pies, y Fraiah se detenía y lo observaba. Él gruñía, pero aún así continuaba pese al dolor. Parecía haberse calmado un poco, pues ya no quería arrancarle el brazo como antes. En determinados momentos, pegada su fría mejilla a la suya, otorgando suaves caricias mientras los gemidos de pesar continuaban emergiendo desde su garganta. Fraiah sonreía con suavidad, intentando animarlo, y le murmuraba alguna que otra palabra de aliento, aunque él no pudiera entenderla. Sujetó más firmemente la muñeca del brazo de Ziel que había pasado por encima de sus hombros, y acabó por entrelazar sus dedos con los suyos. Todo estaría bien. Llegarían al bosque, encontrarían refugio y curarían sus heridas. Asimismo, también curarían la herida de la  cazadora y podrían darse el lujo de comer algo, por poco que fuese el alimento con el cual contaban.

    Llegaron a determinado punto donde fue necesario detenerse por unos momentos. Fraiah suspiró, exhausta, y las pequeñas gotas de sudor podían apreciarse en su pálida frente. En ese momento, la voz de Rangiku se oyó, y cuando Fraiah levantó la vista la figura de un corpulento hombre se delineó en la oscuridad. Comenzó a avanzar hacia nosotros y la muchacha clavó su vista en él. ¿Ese cazador era la persona de confianza de Rangiku? Entrecerró los ojos, pues la vista se le había puesto algo borrosa por un momento, pero luego logró reconocerlo. En varias ocasiones lo había visto por la Asociación, y casualmente lo recordaba por la cantidad de veces que había salido enfadada con Nokku de su despacho, siempre por discusiones en torno a las peligrosas misiones que hacía y cómo le ocultaba un millar de cosas "para no preocuparla". Fraiah frunció levemente el ceño, recordando. Aquel cazador siempre deambulaba la zona de los despachos en ese tiempo. Cuando la saludó mediante un suave movimiento de cabeza, ella hizo lo mismo. Si Rangiku había arriesgado su vida para ayudarlos, creía que era lo suficientemente lista como para traer hasta aquí alguien que realmente mereciera la confianza. Por esa razón, Fraiah intentó tranquilizarse y alejar las nuevas preocupaciones de su mente, pues ya suficiente era con las que tenían.

    Mientras Rangiku dialogaba con el recién llegado, la tensión por parte de Kai y Ziel podía olfatearse en el aire. ¿Quién hubiera pensado que ambos eran hermanos? Pero si alguna inquietud al respecto existía, podía irse disipando con el presente accionar. Ambos, a la defensiva, mirando a aquel sujeto como si quisieran comérselo. Fraiah los observó y creyó que era conveniente intentar retener a Ziel cerca suyo, pero Kai llamó su atención. Le tendió una pistola, dándole instrucciones. Rangiku ya le había dado una antes, pero creyó conveniente aceptar esta también. Si llegaban a terminarse las balas o se veían escasos de defensa, tener una pistola más mientras Kai estaba ausente sería un punto a favor. Por lo tanto, Fraiah asintió y observó el arma, suspirando. La guardó en sus jeans, junto a la otra, tras la otra. Qué útil sería tener una mochila en momentos como este. Cuando Kai partió, Fraiah miró a los demás y comenzó a avanzar junto a ellos. Sin embargo, las cosas no resultarían más sencillas a partir de aquí. Los gruñidos que Ziel emitían, dejaron de ser quejas por el dolor. Progresivamente, su fiereza empezaba a materializarse en una auténtica actitud salvaje y amenazante, justo como momentos antes o, incluso, peor. Fraiah detuvo su andar y lo miró, sorprendida y atenta a cualquier cosa. De reojo miró a Rangiku y al otro cazador, haciéndoles por lo bajo una seña para que se mantuvieran lejos.
    - Ziel... -llamó su atención, al parecer en vano-. Está bien, él nos ayudará. No te hará daño -insistió, pero verdaderamente era una pérdida de tiempo intentar convencerlo, pues no entendía lo que decía y, por más que lo hiciera, sus instintos salvajes no permitirían que cesara su voraz carácter. Y, entonces, ocurrió lo que temía. Él se alejó de ella con algo de brusquedad, irguiéndose y haciendo aparecer aquella katana mortífera en su mano una vez más. Ya lo había hecho en la casa de Nokku, frente a Kasha y Christian, su hermano. Y de no ser porque este último es un Pura Sangre, quién sabe cómo habría acabado aquel encuentro. Pero...

    ¿Cómo acabaría este?

    Kai se había ido. Estaban solo dos cazadores, que en realidad contarían como uno y medio, porque Rangiku estaba lo suficientemente herida como para seguir batallando por el momento. Y Fraiah... bueno, Fraiah jamás fue útil cuando lo necesitaba. Las cosas siempre parecían salirle al revés de como las requería, y las ventajas que le otorgaba su naturaleza híbrida y la sangre de Damaru emergían a la superficie cuando se les daba la maldita gana. A veces tenía suerte y la sacaba de un apuro, pero la mayoría de las ocasiones surgían para provocar desastres y poner en peligro a las personas que apreciaba. En estos momentos, ninguna de las dos opciones parecían viables. Completamente inútil, observaba lo que allí ocurría. Aunque Ziel no estaba haciéndole frente a ella, sino intentando protegerla, las sensaciones antes padecidas regresaban. Fraiah se llevó una mano a la zona delantera de su cuello, para luego depositarla sobre su pecho, pensativa y algo sobresaltada. ¿Qué haría? Otra vez el miedo, la incertidumbre, las ganas de huir como una gacela en plena persecución de cacería. Sin embargo, no podía rendirse ante sus temores y dudas. Miró a Rangiku y luego a Shinji, indicándoles con una simple pero intensa mirada que no hicieran nada, acompañando este gesto con un leve movimiento de cabeza hacia ambos lados, subrayando aquel rotundo y determinante "no" que encabezaba la prohibición. Como Ziel le daba la espalda, aprovechó para indicarle a los cazadores que bajaran la cabeza, que se mostraran sumisos y mansos ante el neófito. Poco a poco, Fraiah creía ir comprendiendo el lenguaje animal que Ziel manejaba. Si él veía a ese hombre como una amenaza, probablemente quisiera imponerse ante él y demostrar quién mandaba aquí y quién disponía las leyes en esta "manada". Seguidamente, Fraiah se acercó al salvaje muchacho y lo abrazó por detrás, suavemente para no maltratar sus heridas. Rodeó con sus brazos el abdomen del chico, y apoyó una de sus manos sobre la mano de él que sostenía la katana, intentando transmitirle que no era necesario recurrir a eso, ya que aquel hombre no se levantaría contra ninguno de los presentes. Si él la protegía tanto, era porque entonces la veía como su compañera. Por lo tanto, si la veía como tal, significaba que confiaba en ella. Fraiah no debía, entonces, darle ni un motivo de desconfianza. Para poder mantenerlo tranquilo, era necesario hacer todo lo que lo hiciera sentir seguro; debía hacer todo lo que él quería, y comportarse como una más de su especie. Tarea difícil, desde luego, porque ella no podía pensar como un animal, pero se esforzaría por intentar comunicarse con él de ese modo. Y aquí comenzaría su prueba. El nuevo cazador debería mostrarse sumiso ante quien sería "el Alfa" de esta manada, y probablemente así obtuviera su bendición y su vida no correría riesgo.

    Ahora, todo lo que quedaba por hacer era aguardar; debía aguardar por su reacción, por su actitud. Claramente, Fraiah ansiaba que fuera positiva, y probablemente lo mismo deseasen Rangiku y su compañero. Por otro lado, comprendía la estupefacción de éste, pues no es algo de todos los días encontrarse cara a cara con un vampiro de este tipo, que se comporte de tal modo. Pero, si todo salía bien y si dicho cazador no los traicionaba, pronto la explicación llegaría y, por fin, la Asociación tendría alguna pista sobre lo que se estaba llevando a cabo dentro de las paredes de "La Nueva Asociación".
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    Mensaje por Rangiku Matsumoto Miér Sep 24, 2014 6:45 pm

    A pesar de la presencia de mi amigo, no podía evitar en sentirme inquieta. Supongo que era normal ante semejante situación, ¿no? No todos los días pasan cosas así. Había asentido ante la advertencia del joven peliblanco, quien ya sin duda podría afirmar que era un cazador, tragando saliva al hallarme ante la responsabilidad que debía aceptar. Asentí a sus palabras con la cabeza. Había sido yo quien se había metido donde no la llamaban y había decidido ayudar, así que ahora no era momento para echarse atrás; ni siquiera podía pensar en hacer tal cosa. Había observado cómo le entregaba otra pistola a Fraiah, comprendiendo sus miradas desconfiadas y aquel gesto tan significativo. Me limité a bajar la mirada, pensativa. Los ojos del peliblanco y del vampiro parecían querer atravesar a Shinji, quien les devolvía la mirada sin reparo alguno. Normalmente era una persona jovial, muy escandaloso y siempre trataba a todos con una amplia sonrisa; también se podría añadir, por qué no, que a veces era un poco descarado. Su estridente risa siempre conseguía que más de uno acabase volviendo la cara hacia él, y no había conocido persona que tratase de ver siempre lo bueno con tanto ahínco como él lo hacía. En contadas ocasiones había podido verlo así, tan serio, desconfiado, examinando con la mirada de aquella manera a todos los presentes. No parecía la misma persona, resultaba tan raro verlo así... Ni siquiera en la última misión había esbozado aquella expresión; tal vez fuese porque su hijo se hallaba en peligro y no podía evitar el mantenerse concentrado tan solo en aquello, como era normal. Levanté la mirada hacia él para luego desviarla hacia la figura del peliblanco, quien ya se había dado la vuelta. Me mantuve en silencio, simplemente observando lo que pasaba con el mismo nivel de intervención que podía tener cualquier árbol de los que había a nuestro alrededor. Durante aquel breve pero intenso duelo de miradas, me había sentido ínfima entre los presentes.

    Unos gruñidos captaron mi atención, haciendo que volviese a alzar la mirada, inquieta. Se trataba de aquel extraño vampiro, quien no cesaba de mirar con desconfianza a Shinji. El cazador, por su parte, tampoco parecía estar dispuesto a dejarse intimidar por sus constantes gruñidos. Los miré alternativamente a ambos, intentando pensar algo rápidamente, pero estaba tan nerviosa que no podía. Shinji estrechó los ojos mirando al vampiro y se llevó una mano hacia una de las pistolas que llevaba encima. Me volví hacia él, alarmada, pero no llegó a desenfundarla. Esperaba a que aquel extraño muchacho hiciese su movimiento antes. Alarmada, me volví hacia Fraiah y Ziel. Parecía que me había quedado muda de los nervios. Este último había abandonado su anterior tranquilidad para dar paso nuevamente a la agresividad. Parecía que de repente había recuperado sus fuerzas con tal de enfrentar al que debería ser para él un nuevo enemigo. No había sido sencillo el traerlo hasta el bosque, pues el joven se había mantenido en aquella actitud agresiva más propia de un animal enfurecido que de alguien racional. No sabía si aquel comportamiento se debía a sus heridas o era su comportamiento habitual. Parecía que su piel estaba completamente maltratada, como quemada; no había pasado por alto cómo se había quitado de encima la chaqueta que el peliblanco había querido ponerle. Actuaba como un auténtico animal, como si realmente no tuviese un lado humano. ¿Podría ser eso posible? De todas formas, tampoco había que olvidar que las balas de metal madre seguían dentro de su cuerpo, dañándolo aun más, quizás provocando que se encontrase aun más irritado. Pero, por otro lado... Por otro lado no podía quitarme de la cabeza la idea de que aquel muchacho no podía razonar como un ser humano. Quizás ni siquiera comprendiese lo que se le decía, y quizás esa fuese la razón por la que no había pronunciado palabra hasta ahora; ésa o que no sabía hablar. Tenía la cabeza hecha un completo lío, y aun no sabía de qué manera debía reaccionar. Aquel muchacho, si lo que demostraba era lo que realmente era, suponía un completo peligro, y eso no lo iba a pasar la Asociación por alto. Me mordí el labio, apurada. Abrí completamente los ojos cuando dejó a Fraiah detrás suya, en un gesto protector. ¿Iba a atacar a Shinji? No podía olvidar lo que les había hecho a los desertores momentos antes, y bajo ningún concepto iba a permitir que dañase a mi amigo.

    Volví la mirada hacia Fraiah, buscando alguna respuesta, alguna solución o alguna pista para evitar aquello. Advertí su seña para que nos mantuviéramos lejos por el momento, así que agarré con cuidado la manga de la chaqueta de Shinji y tiré de él, intentando que el hombre retrocediera. Sus ojos marrones se volvieron hacia mí, interrogantes, pero accedió a retroceder un par de pasos; tan solo un par, por mucho que siguiese tirando de su manga. El cazador no apartaba la mirada de aquel extraño vampiro.- Shinji, hazle caso...-Le susurré, pero su única respuesta fue hacerme retroceder con su brazo, colocándome atrás. Sentí a mi corazón encogerse dentro de mi pecho. Volví a mirar hacia Fraiah mientras seguía agarrada de la ropa de mi amigo, buscando que me hiciese caso. Escuché cómo trataba de convencerle de que él no es haría nada, pero el vampiro no la escuchaba. ¿Podría ser que de verdad no nos entendiese? Si Ziel atacaba, no tendría más remedio que tratar de detenerlo, aunque estuviera herida. No iba a consentir que le hiciese lo mismo a Shinji que a aquel cazador; la imagen de los trozos de su cuerpo esparcidos por el suelo aun volvía sin piedad a mi memoria, haciendo que mi estómago se encogiese. Debía existir alguna manera de calmar a Ziel. Me cubrí bien la herida, por si aun le llegaba el olor a sangre, ya que Shinji había retirado las vendas momentos antes para ver qué clase de herida se ocultaba debajo de ellas. No quise desenvainar la katana, pues no quería provocar aun más al vampiro; seguí observándolo detenidamente, esperando algún cambio en su forma de actuar, ya fuese para bien o para mal. Miré de nuevo a Fraiah y advertí aquella seña de negación. ¿Nos estaba diciendo que no hiciéramos nada? Sí, parecía que se trataba de aquello. Shinji también pareció darse cuenta de aquel gesto, pues se retiró un paso más de ellos, haciendo que yo hiciese lo mismo. Confiaba en lo que Fraiah nos decía, pues ella conocía a Ziel más que ninguno de los presentes. Los movimientos que hizo Fraiah después de aquello perecían querer indicarnos que nos mantuviésemos tranquilos, que no le diésemos motivos a Ziel para que pensase que éramos una amenaza. Parecía que aquello era lo más acertado si teníamos en cuenta de que la mente de aquel vampiro funcionaba como la de un animalillo acorralado en aquellos momentos. Alcé la cabeza hacia Shinji, preguntándome si él también lo había comprendido. El cazador no había retrocedido más, pero tampoco había desenfundado el arma. No bajaba la cabeza ante el vampiro, pero tampoco mostró ninguna señal de ir a atacarlo. Suponía que si mantenía la cabeza en alto era para seguir observando sus movimientos; no creía que estuviese compitiendo contra Ziel por ver quién mandaba allí. ¿O sí? Veía a mi amigo capaz de hacer tal cosa, aunque no en aquel momento; a pesar de que su forma de ser acostumbraba a ser demasiado despreocupada, no era ningún inconsciente. O eso quería creer. Fraiah abrazó a Ziel, colocando una de sus manos sobre la mano con la que sujetaba una katana que había hecho aparecer, tal y como había hecho aparecer las dagas del parque. Me inquieté ante la posibilidad de que Ziel pudiese hacerle daño sin querer, pero no me moví del sitio. Confiaba en que Fraiah sabía lo que hacía, y el hecho de que Ziel no rechazase su contacto demostraba que la consideraba como una amiga.

    Sin embargo, el joven vampiro no podía pensar lo mismo de nosotros dos. Tal vez a mí me hubiese perdonado la vida momentos antes, pero eso no significaba que me considerase de su confianza; y ya ni hablaríamos sobre Shinji. Finalmente, el cazador había alejado su mano del arma, pero miraba muy seriamente hacia Fraiah.- Sabrás que será difícil el proteger a tu amigo, ¿verdad? No me refiero solo de los desertores, sino también de la Asociación.- Soltó sin reparo alguno. Me volví hacia él para reprocharle el poco tacto que estaba teniendo, pero me detuvo con un gesto de la mano.- Deberéis esforzaros para que parezca que es inofensivo. Por mi parte podéis estar tranquilos, pero espero que comprendáis que si pierde el control, deberé actuar.- Sentenció, más serio de lo que jamás lo había visto. Jamás pensé en que vería en su rostro tal expresión.- Shinji...- Murmuré, mirando preocupada hacia Ziel y hacia Fraiah. Bajé la mirada, apenada, sabiendo que lo que había dicho mi amigo era completamente cierto.- Venga, vámonos. Hay que buscar un lugar donde esconderse.- Dijo, echando a andar nuevamente. Pero, a pesar de que Shinji ya había reemprendido la marcha, yo me quedé en el sitio. Apreté lo labios, nerviosa, sin saber muy bien si debía hacer eso o no. Metí la mano en la bolsa de los dulces que había comprado antes y saqué uno. Lo sostuve cerca de mi pecho y avancé unos pasos hacia la vuida de Damaru y el extraño vampiro. Le tendí el dulce a Ziel con un movimiento suave, procurando no ser brusca en ningún momento. Me mostré todo lo sumisa que pude en aquellos momentos, intentando ocultar mi nerviosismo. Mi mano estaba lo suficientemente cerca del vampiro como para que pudiese ver qué era lo que le tendía, pero lo suficientemente lejos como para que pudiese reaccionar ante cualquier movimiento agresivo suyo; al menos, eso era lo que quería pensar, pues ya había visto lo veloz que podía llegar a ser.- Vamos a esforzarnos todos para que salga todo bien, ¿vale?- Le dije, sonriendo y procurando que no viese ningún movimiento que le pudiese resultar una amenaza. Sabía que seguramente no entendería lo que le decía, pero al menos esperaba que captase lo que quería transmitirle mediante el tono de mi voz y aquel presente.

    No sabía si lo que estaba haciendo era buena idea o no, pero había decidido arriesgarme, para variar. Shinji había dejado de avanzar y observaba en silencio la escena, seguramente pendiente de los movimientos de Ziel. Comprendía que quisiese marcharse lo antes posible, pues los desertores nos podían estar pisando los talones y seguramente tenía tantas preguntas que hacerles como yo. Aunque no quería hacerle recordar nada desagradable a Fraiah, debíamos preguntarles sobre lo que sabían; por fin podría saber si aquella mujer que me había dicho Christian era la responsable de haberla entregado a los desertores, por fin conseguiríamos averiguar algo. Todo eso podría ser, claro está, si la suerte no volvía a ponerse en nuestra contra.
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    Mensaje por Yagari Touga Miér Sep 24, 2014 9:16 pm

    Kai había hablado demasiado rápido. A pesar de querer buscar el modo de darle toda la información pertinente de una forma ordenada y concisa -considerando la delicadeza y complejidad de la situación-, vio aquello un poco complicado e, incluso, utópico. Llegó a su casa repentinamente, irrumpió en su único instante de tranquilidad, y aunque Yagari hubiera querido mandarlo a sembrar duraznos a otro planeta, jamás privilegiaría su propio bienestar y su comodidad en lugar de privilegiar una misión de suma importancia. Por ende, lo hizo pasar y se aseguró de cerrar bien la puerta. El intercambio de palabras fue rápido, y para ser sinceros, Yagari apenas pudo conectar una idea con la otra, pues había algo que no le cerraba, que no encajaba, y trastornaba toda la deducción y seguidilla de hechos: Ziel Carphatia y su aparente "nueva" naturaleza. Desde luego, el asombro del cazador no fue menor, ¡pero había aparecido! Aquel pobre y desdichado chico, ¡había emergido de quién sabe dónde! Y junto con él estaba Fraiah Eslin. ¡Los dos con vida! Sin duda, todo conllevaba a la liberación de los mismos por alguna falla de los desertores o algún golpe de suerte. Tanto tiempo rastreando a ambos, tanto tiempo buscando alguna pista que no fuera errónea -como la mayoría, pues los desertores eran astutos, aunque pesara decirlo-, en fin, tanto tiempo recibiendo amenazas y escuchando por todos lados que ellos ya estaban muertos. Al parecer, Touga hizo bien en no creer ni una mísera palabra y seguir llevando adelante la búsqueda, investigación y la caza de más traidores. Si bien las cosas estaban realmente complicadas y parecía que toda la mierda estaba a punto de explotar, eso daba inmensas nuevas esperanzas. Pero primero a lo primero: era necesario ir a rescatarlos, comprobar su estado de salud tanto físico, mental como emocional.

    Yagari fue de un lado hacia otro mientras escuchaba hablar a Kai. La plática transcurrió en cuestión de minutos, pero pareció suceder en una eternidad. El cazador, finalmente, se abstuvo de crear un surco en el suelo para observar a Olivier otra vez. Este le había comentado que también se encontraban allí Matsumoto y otro cazador que había sido llamado por ella. El semblante de Yagari se puso rígido y recogió de un manotazo su chaqueta de cuero, la cual estaba descansando en el respaldo de una silla. Cogió las llaves del coche y se dispuso a salir, indicándole a Kai que lo siguiera. Sus caminos se separaron cuando llegaron al bar "The Crow". Dicho lugar, quedaba a un kilómetro del bosque que rodeaba al pueblo, por lo cual esta sería la táctica: bajarse, entrar al bar y hacer creer a cualquier que pudiera haberlos seguido, que seguirían allí dentro hasta el amanecer. Yagari tenía contactos de suma confianza allí, empezando por Joe, el dueño. Como en el fondo tenían unas habitaciones que solían alquilar, Touga le dejó dicho que si alguien preguntaba por ellos, les dijera que estaban allí dentro, y si iban a buscarlos, ellos ya sabían lo que debían hacer para encargarse de la molestia. Joe era su amigo desde hacía años, y estaba muy al tanto de la existencia de vampiros, de cazadores y, como era evidente, de traidores que no merecen caminar por suelo fértil. El último favor que Yagari le pidió en esta noche fue comida. Joe lo observó, perplejo, pero le especificó que en la cocina había varias porciones de carne asada con ensalada. Touga sonrió levemente y le dio dos palmadas en el hombro al hombre, y tras dejar todo estipulado y obtener el alimento, Yagari arrastró consigo a Kai, yéndose a la parte de atrás. Había una salida de emergencia que daba a un terreno baldío. Los pastizales eran tan altos, que tranquilamente podrían caminar agachándose un poco y no serían vistos. Allí, sus caminos se dividirían. Yagari se dirigiría al bosque y Kai continuaría su travesía para obtener todo lo que Fraiah le había pedido.

    Y así fue como Touga llegó. En el camino, rememoró cada suceso espontáneo y sorpresivo de esta tarde. ¿Quién lo diría? Estar encerrado entre cuatro paredes todo el día, trazando planes, analizando datos, dando órdenes y planeando misiones, para que luego, de un momento a otro, en un mísero instante de paz, alguien llegue dándole una orden a él. Porque si bien Kai lo sugirió, pidiéndolo de buenos modos, era claro el tono de preocupación de su voz y el imperativo implícito. Aún así, abandonó su almuerzo y salió como estaba, con vaqueros, sudadera negra -para variar- y su chaqueta habitual de cuando se tomaba un día para estar lejos de la Institución. Si bien nunca dejaba de lado su trabajo por completo, al menos de vez en cuando podía darse el lujo de "estar más cómodo". Pero hoy, claramente, no se cumpliría su deseo de dormir un poco luego de almorzar. Aunque llevaba una semana durmiendo terriblemente mal por diversos motivos, aún no parecía llegar la hora de su descanso. Y en menos de media hora, cuando quiso darse cuenta, ya podía oír las voces de los presentes. Acechando cual depredador, Yagari avanzaba. No estaba muy seguro de lo que se encontraría, pero trataría de medir su asombro e implantar la obligación delante de este. Si lo que Kai le había descrito era cierto, realmente estaban jodidos. Y bastó echar un vistazo desde unos metros de distancia para averiguarlo.
    - Por el amor de Kaien y todos sus ancestros.. -soltó, en un susurro, y seguidamente su expresión estupefacta acompañó aquel gracioso pero sincero comentario. ¿Qué era lo que estaba viendo su único ojo? ¿Acaso comenzaba a fallarle la vista? No, de ninguna manera. Eso que tenía orejas de zorro, colas y garras... Eso que se asemejaba a un animal... ¡¿Eso era Ziel Carphatia?! Negó con la cabeza-. ¿Cómo..? -sacudió la cabeza y pegó la nuca al árbol detrás del cual se ocultaba. Entonces en verdad había hecho bien en traer este As bajo la manga. Volvió a asomarse para ver y fue entonces cuando distinguió no sólo a Fraiah abrazándolo, sino también a Matsumoto acercándose a él cual oveja lista para el sacrificio-. ¡¿Pero acaso están locas?! -murmuró entre dientes, abriendo su ojo de par en par, y el milagro pareció llegar cuando vio a Shinji allí, pues al menos parecía haber alguien con un poco de sentido común y juicio sano. Suspiró levemente y decidió que no quedaba otra opción: debía acercarse o acercarse. Si Ziel era tan peligroso y salvaje como Kai lo había descrito, no dudaría en atacarlo. Sin embargo, procuraría que su plan funcionase.

    Abrió una de las bolsas con comida. El aroma pronto invadió la zona, ¿y qué cosa más perceptible para un animal que el sabroso aroma del alimento? Aunque Yagari pudiera jurar por su único ojo sano que Ziel Carphatia era un vampiro y no se alimentaba de otra cosa que no fuera sangre, ahora mismo debería arrojar por la borda todas sus certezas. Luego de lo que acababa de presenciar, realmente se trataba de creer o reventar. Y aunque la duda tintineaba en su cabeza y necesitaba explicaciones de forma más que urgente, no podía darse el lujo de caer en la ilógica desesperación. Todo continuaría de acuerdo al plan. Desde allí, a unos tres metros de ellos -lo suficiente cerca para que el vampiro identificara su presencia pero lo suficientemente lejos y perfectamente oculto como para que nadie lo viera-, arrojó un trozo de carne a los pies del cachorro, entre Matsumoto y él. Seguidamente, arrojó otro, ya cercano a un arbusto que se encontraba en dirección a donde él se ocultaba. Se sorprendía de su puntería, pues fue un buen momento para no fallar. ¿Y qué mejor muestra de afecto, lealtad y compañerismo hacia un animal que el darle comida? Pese a que Yagari olía igual que los cazadores, el intenso aroma de la barbacoa lograba desvirtuar ese detalle. Además, aunque le fuera increíble asimilar lo que estaba presenciando, debía admitir que, al fin y al cabo, siempre se había entendido mejor con los animales que con los humanos, principalmente con los que lo rodeaban a menudo. Quizás esta fuera otra característica de un lobo solitario como él, y tal vez por eso -aunque poco era lo que sabía del "nuevo" Ziel-, creía poder entenderlo. Por lo que Kai le había descrito, su comportamiento fue igual al de un animal ante la situación de verse acorralado y a punto de perder su liderazgo.

    Suspiró, justo antes de ocultarse completamente de nuevo y aguardar. El recuerdo de la carne desparramada por el suelo se hizo presente en su memoria, trayendo la imagen a su mente. Suspiró de nuevo, recordando que el pollo con papas que estaba comiendo tranquilamente en su apartamento sería, pronto, banquete para moscas.
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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Dom Oct 05, 2014 12:19 am

    Las miradas volaban sin cesar y al parecer, los ojos marrones del amigo de Matsumoto y los dispares ojos de este joven zorro, no paraban de encontrarse. Quizá para ninguno de los presentes no significara nada que estuvieran mirándole incesantemente sin siquiera pestañear, pero para un animal que está en su territorio, era la declaración de la guerra por la propiedad y el liderazgo. Por supuesto, a la mentalidad violenta, sin esquemas y completamente salvaje de Ziel, estaban desafiándole plenamente a un combate como Alfa de estos humanos descarriados, del cual no podía retirarse o perdería todo su honor sin haberlo intentado. Sus colmillos estaban desputados por sus labios, en señal de amenaza. Tal vez se espantara y tuviera que ahorrarse el conflicto. Pero, ¿Shinji realmente pretendía alzarse con el mando y robarle a su pequeña manada? No lo permitiría. Ziel no abandonaría a Fraiah bajo ningún concepto, aunque tuviera que lanzarse por un acantilado y perder la vida solo por salvarla. Anteriormente ya saltó por una ventana para posponer su velatorio, dado que dentro de su cabeza, una voz le indicaba estas mismas instrucciones: no perderla de nuevo. De otra forma, no sería nada sin Fraiah, salvo un animal más con forma humana. Por ende, con el único y férreo pensamiento de mantenerla alejada y a salvo, se interpuso entre ambos humanos y los gruñidos procedentes del más joven incrementaron su agresividad, preocupando a su compañera. Si nadie lograba separarles, en cualquier insante, Shinji o Ziel ejecutaría un movimiento y tan sólo el Destino decidiría quién viviría otro día más.

    Y a pesar de su clara debilidad, a pesar de llevar tres balas con metal madre aún dentro de su cuerpo, o aunque tuviera el cuerpo desmembrado, Ziel no podía mostrarse vulnerable bajo ningún concepto. Lucharía con todas las fuerzas que poseía ahora. Osaki no era ningún cobarde, desde luego, sino más bien un claro luchador sin nombre que defiende lo que le pertenece. No obstante, esta historia es demasiado larga como para contarla ahora mismo. Así que, continuando, no tenía opción mas que proteger lo que él creía importante, más cuando el enemigo se encuentra en tu propia casa, pues jamás entregaría nada sin antes haberlo dado todo. Este bosque era suyo, se viera por donde se viera. Al fin y al cabo, el neófito se había convertido en el nuevo Guardián del Bosque y su deber resultaba la conservación de la fauna y flora del lugar. Cada árbol, cada flor, cada planta o fruto, cada ciervo y animal que se encontrara en toda aquella área, formaban parte de su propiedad. Luego, todo lo que pisara el césped, también era suyo, incluso Rangiku y el mismo Shinji. Otra cosa era, que fueran bien recibidos o éstos mismos se dejaran influir por sus órdenes. De otra forma, también este era su hogar, el único sitio a donde podría acudir un ser como él, quien no pertenecía a los zorros blancos ni tampoco plenamente a los humanos.

    Sin embargo, al igual que el cazador, Ziel también conocía sus límites y de alguna forma, también adivinaba que ese hombre no venía en son de paz, precisamente. Cada cual esperaba el ataque del contrario, aunque ninguno tomó la iniciativa por el momento. El peliblanco trataba de recomponerse milagrosamente en unos cuantos minutos, cosa que jamás ocurriría. El equilibrio parecía difícil de mantener en más de una ocasión, primero a causa de la falta de fuerzas y segundo, por la droga que llevaban implementadas las balas de los cazadores. Nueva Asociación, luego nuevas armas contra vampiros y tal vez humanos, de eso conocería mejor Fraiah Eslin. Su regeneración paralizaba la afluencia de la sustancia por sus venas, lo cual le aportaba un poco más de resistencia a diferencia de antes, del mismo modo en que había conseguido neutralizar durante el tiempo el metal madre del interior de su cuerpo; pero el cansancio estaba comenzando a provocarle estragos. Debido a ello, su respiración se volvió algo pesada y forzosa. Su fortaleza empezaba a resquebrajarse lentamente y tan sólo debían esperar a que el castillo se derrumbara para derrotar al Rey de éste. Claramente, Ziel se oponía a la pérdida de tiempo y su posterior caída, aprovechando cada segundo que le era concedido para arrancar fuerzas de toda flaqueza.
    El aire que entraba y salía de sus pulmones, aun si no le era necesario, ya le cortaba la garganta y le sofocaba el calor que pronto adquiría. Por desgracia, a cada segundo, su salud empeoraba lentamente junto con la de Rangiku. Y en su frente podían apreciarse las gotas de sudor que le provocaba la concentración y el sustento de la katana que llevaba en mano. Pero, ¿quién sería el primero en caer frente a la Inconsciencia? La respuesta sólo era cuestión de tiempo. Obviamente, humana como vampiro, necesitaban un refugio cuanto antes, un lugar donde descansar de las heridas y poder recuperar fuerzas, pues nunca se sabe cuando pueden atacar los desertores por segunda vez. Y todo realmente iba según el curso que debía, salvo que todavía quedaban asperezas por limar con el nuevo individuo incógnita.

    Entonces, las palabras. Y después los gestos. ¿Por qué no pudo ser al revés? Fraiah lo llamó por su nombre, y por consecutiva vez, no logró reconocerlo. Era inútil y aun así continuaba intentándolo. No obstante, quizá esta vez, Ziel entendiera más o menos lo que trataba de decirle. Más tarde, el abrazo por sopresa confirmó sus sospechas. Los gruñidos se detuvieron instantáneamente. Sus colas se entrelazaban entre humana y vampiro, revolviéndose entre sus brazos. ¿Por qué ella siempre se oponía? Entre ellos no existía ningún medio de comunicación salvo los gestos y quizá no todos fueran igual de comprensibles para ambos. Ziel volteó su cabeza hacia ella y bufó, enseñando sus colmillos, eliminando toda posibilidad de que saliera a la misma línea en la que se encontraba. ¿Cómo se atrevía a tocar su arma? ¡Estaba defendiéndola de ese hombre! Estaría a salvo si tan solo se quedaba justamente detrás. ¿Qué debería hacer entonces, según Eslin? Él no iba a mover la cola cuando le miraba de esa forma tan despiadada, o inclinar su cabeza para que lo golpeara, ni tampoco quedarse de brazos cruzados mientras Shinji le arrebataba todo lo que llevaba su etiqueta de propiedad. Los hombres que olían de esa forma les habían tenido cautivos a Fraiah y él, ambos lo sabían. Luego, ¿por qué entonces confiar en alguien de esa calaña? Incluso sin conocer el idioma humano, entendía cuáles eran sus enemigos y cuáles no. Matsumoto, al menos, había demostrado estar en su bando en el momento que mató accidentalmente a aquel desertor. Pero, ¿y Shinji?

    Justamente del mencionado, comenzó a retroceder unos pocos pasos gracias a la ayuda que ofrecía la cazadora más joven y a las advertencias que les ofreció su compañera momentos antes. Todos menos él, eran conocedores de lo despiadados que podían llegar a ser los colmillos y las uñas de Ziel, así como su rapidez o las dagas voladoras que materializaba con su don. Sin embargo, sus ojos marrones no desviaron el contacto con el azul y amarillo, continuando con su desafío. Pero lo que nadie esperó, fue lo que ocurriría momentos después. Rangiku Matsumoto, una inexperta cazadora que había visto demasiadas cosas sobre los desertores, realizó un esfuerzo en intentar comprenderle, acercándose hacia él con algo entre las manos. Rápidamente, pensando que se decantaría por el bando de su inseparable amigo y acerca de que se encontrara en perfectas condiciones para el combate, se deshizo de Fraiah de un codazo y partió hacia el frente para hacerle cara. Sus pies respondían bien, sus brazos también, de modo que lucharía contra ambos. La katana retrocedió para que produjera mayor penetración en caso de tener que utilizarla contra la pequeña humana. En breves, comenzó la guerra dentro del bosque, donde Ziel llevaba la principal ventaja sobre sus contrincantes. Los ojos mortales ni siquiera consiguieron seguir aquel fugaz movimiento. En unas pocas zancadas, se hallaba frente a la humana, dispuesto a atravesar su estómago.

    Ellos eran demasiado jóvenes.

    El filo de la katana sonó por todo el lugar. En cambio, la trayectoria había sido rectificada en una décima y desviada de su principal objetivo, aunque visto de perfil, pareciera que realmente atrevesó su cuerpo. Lo que logró sorprender su expresión y actuar, fue la golosina que tendió amablemente hacia él, sin ninguna intención de herirle o provocarle mal. Y de haber percibido el dulce dos segundos más tarde, no lo hubiera contado ninguno de los dos. Ella, porque Ziel hubiera arrebatado su vida. Él, porque Shinji no consumaría su ira hasta ver muerto al asesino de su compañera. Pero nada de esto sucedió, pues la katana rajó únicamente la ropa por su costado, cerca de la cadera.

    El cuerpo de Rangiku y Ziel se encontraban bastante próximos. Los mechones más largos del peliblanco podían rozar la mejilla cálida de la chica, ya que su cabeza se hallaba por encima de su frágil y herido hombro. En esta posición, podía apreciar el brillo enfermizo de sus ojos, del sudor de su frente, el frío que parecía transmitir su piel, junto con el ajetreo de su forzada y dolorida respiración. Por otra parte, el neófito podía oler los nervios desde varios metros atrás, pero omitió el temblor de sus labios y el de su brazo, después de la valentía que demostró al acercarse a él, quien anteriormente deseó quitarle la vida a base de su sangre. Verdaderamente, el aroma de la cazadora era mucho más atrayente que el del resto de sus compañeros de la Asociación. Había probado el elixir de sus venas y ciertamente, no le desagradó en absoluto. Más bien, quería más, mucho más, hasta el punto en que su malestar desapareciera de su cuerpo. Sus colmillos reaparecieron por sus labios, mientras miraba directamente hacia Shinji, acercándose hacia su cuello. Ella era suya, debía comprenderlo después de este ofrecimiento, además de haber dejado la marca de sus colmillos debajo de su piel. Y ahora no iba a poder hacer nada tampoco, porque utilizaba su cuerpo como un claro escudo. ¿Eso significaba que no le importaba su vida? Eso únicamente formaba parte de sus pensamientos.

    Entonces, detuvo sus instintos, relamiéndose los labios y separándose de ella otro tanto sin tocarla lo más mínimo. El roce con un ser simbolizado por un templo como "sagrado" era difícil de acercarse a él, a menos que este decidiera hacerlo. Quizá el ser que estaba ahora frente a Rangiku, hubiera dejado de ser el animal salvaje de hacía unas horas. Quién se encontraba mismamente frente a ella, no era más que Osaki, el zorro de ocho colas representado en el vehículo humano de Ziel Carphatia. Y sus ojos dispares, se clavaron de reojo sobre sus pupilas, observándola. ¿Quién era ella para hacerle una ofrenda a él? ¿Por qué los humanos no lograban comprenderle? Si todos se comportaran del mismo modo, él no tendría por qué asesinar a la gente que osa hacerle mal. Tan sólo anhelaba vivir entre la densidad del bosque junto a los suyos, sin molestar a nadie ni entrometerse en la sociedad. Suficiente tenía con soportar la eternidad sin recuerdos, sin acordarse de su nombre, familia o amigos. Suficiente tenía con haber experimentado la desagradable pérdida de sus dos seres más queridos, de repetir los maltratos de los desertores. Tanto Ziel como Osaki habían vivido muchos infortunios, dolor y desgracia. Y todo eso podía verse en sus ojos, tan inaccesibles como transparentes al mismo tiempo.
    Su mirar bajó hacia su mano, bloqueando de nuevo esta aparente conexión que realizó con Matsumoto. ¿Quién era él para aceptar o despreciar a Rangiku? Osaki era incapaz de desatender un obsequio, una petición declarada con tanta fe. Ziel podía acabar con su vida de un momento a otro y dejarse de golosinas. En cambio, su katana bajó para sorpresa de los espectadores. Se inclinó con cuidado sobre su mano y olfateó lo que le presentaba. Seguidamente, sus labios se posaron delicadamente sobre su fina piel. Alzó la mirada de nuevo y lamió en su palma, como si le hubiera agradecido la confianza depositada sobre él y el mero hecho de alagar su orgullo de Alfa con algo tan simple como una golosina.

    Aunque no todo terminaba aquí.
    Hacía tiempo, el neófito pudo sentir y olfatear un nuevo "ente" que se acercaba hacia ellos sigilosamente. Lo pasó por alto, en la creencia de que sería un animal escabulléndose entre los matorrales, debido al aroma tan peculiar que llevaba consigo. Sin embargo, un filete fue lanzado hacia su posición repentinamente, sobresaltándole. Sus colas se erizaron y movió las orejas por el sonido que provocó la carne impactándose contra el suelo sobre sus tímpanos. Bufó, alejándose rápidamente de Rangiku y retrocediendo de la intersección. ¿Acaso todo esto era una trampa para alcanzarle y darle caza? ¿Quién estaba ahí? Levantó ágilmente su katana y tres dagas fueron fugazmente contra el tronco donde se escondía el segundo cazador incógnita y otra hacia la débil mujer que puso todo su empeño en acercarse hasta él. Por supuesto, Shinji se movería para proteger a su amiga, de modo que su miedo provocó que dos dagas más salieran en la misma dirección. Y otro filete más salió por detrás de aquel árbol. Cada sonido se incrementó en su cabeza, asustándole. Estaba acorralado por los cazadores, y esta vez no poseía las mismas fuerzas que antes. Necesitaba escapar de allí cuanto antes o se vería atrapado por sus intentos de acercarse a él. Comenzó a avanzar hacia un lado, encontrando los ojos castaños de uno de ellos; hacia el otro, encontrando los violáceos de Fraiah. ¿Sería capaz de confiar en ella después de esto? Por el momento nada más que la evitó. Mientras, más lanzas y dagas aparecían de la nada, impactándose contra la madera, hacia Rangiku, hacia Shinji, hacia la propia Fraiah que intentaba protegerlo. Claramente, dadas las pocas fuerzas que le quedaban, la velocidad de las armas materializadas ya no resultaba tan amenazadora para los humanos, pues con un poco de habilidad y reflejos se esquivaban apuradamente. ¿Pero por qué de repente se comportaba así? Para su cabeza, todo esto era mentira, una simple emboscada que habían planificado entre todos para encerrar al animal salvaje y peligroso en una jaula, ¿verdad? Los desertores, el camino hacia el bosque, Shinji, la golosina, los filetes... todo representaba obra de que los cazadores le querían como tiempo atrás.

    Entonces saltó los matorrales y escapó de la explanada. Y la lluvia de filos cesó en cuanto su figura desapareció de su visión.
    Corría todo lo que podía por entre los árboles, mirando a ambos lados desconfiadamente, lanzando dagas contra todo sonido existente, sin hallar ningún rumbo hacia dónde dirigirse. La droga se extendió por su organismo velozmente en cuanto perdió los nervios. Esta, comenzaba a causarle algunas alucinaciones, a malgastar sus fuerzas y sentidos de forma incoherente, lo cual se manifestó en su huída.
    Al cabo de un par de minutos, no era capaz de predecir donde estaba, ni siquiera de oler a los humanos. Sus pies tropezaban entre sí, aunque pudo contener el equilibrio. El neófito merodeaba confuso por entre los árboles cual animal abandonado, perdido; hasta que, finalmente, encontró un pequeño refugio donde esconderse, similar a una pequeña cueva para animales. Se introdujo en la roca y se recostó, arrinconándose contra la pared todo lo que pudo -con el cuidado necesario para no rozar sus heridas-, temeroso por quien o qué pudiera aparecer por la entrada. Su vista se nublaba por momentos y esto lo asustaba más que antes, pues se veía indefenso contra cualquier humano o animal. Ziel debía recuperar fuerzas de cualquier manera, pues ninguno dudaría en buscarle para acabar con su vida. Ahora tenía un agujero gigantesco en la defensa y era mucho más fácil capturarle que antes. Únicamente tendrían que encontrarle y apenas sería difícil para un rastreador de vampiros. Además, el peliblanco era incapaz de moverse más y esta era su última altenartiva. Estaba exhausto por la carrera, por utilizar excesivamente su don y las incurables heridas con metal madre, retorciéndose de dolor entre gemidos. La fiera salvaje se encontraba asustada y profundamente débil por culpa de los humanos y su desprecio. Porque, sin duda alguna, tanto en el pasado como ahora, Ellos le habían provocado esto.
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    Mensaje por Fraiah B. Eslin Mar Oct 07, 2014 3:35 am

    A la espera de que todo tenga su ansiado desenlace, Fraiah ponía a disposición de la situación lo único que se le ocurría, pues ya no sabía cómo lidiar con esto, y decir que ya tampoco podía ni se sentía capaz, resulta algo acertado. Aún así, contra el cansancio y los nervios, continuó con tal complicada empresa. No obstante, todo pareció salir irremediablemente mal. Desde un principio, parecía estar escrito así. ¿Acaso tendrían descanso en este día? Ya el atardecer asomaba sus últimos destellos y la noche caería. Aún no tenían un lugar que considerasen seguro para descansar ni reponer fuerzas. Todos allí estaban haciendo lo posible por proteger a ambos prófugos, pero las fuerzas y la voluntad también tienen su límite. Ziel no cesaba de imponerse, de buscar pelea con quien se cruzase y él considerase una amenaza. Y lo peor era que Shinji no parecía querer poner nada de su parte para colaborar en calmar al zorro, y cuando un brillo de esperanza resplandeció, pronto Ziel lo disolvió. Fraiah pudo ver la mirada hostil y amenazante que Ziel, claramente enfadado, le dedicó. Ella, aún así, persistió, comiéndose el miedo y disimulando el temblor de su cuerpo. Se puso firme, aferrándose más a él y tratando de detenerlo, pero entonces un codazo que no pudo prever, acabó por arrojarla al suelo justo en el instante en que Rangiku se adelantó hacia él. Fraiah, de contextura pequeña como era y del mismo cansancio que la agobiaba, no pudo mantenerse estable. Recibiendo aquel golpe en la zona superior de las costillas, se arrastró unos centímetros por la hierba verde y la tierra húmeda que la contenía. Sus manos se ensuciaron al igual que diversas zonas de su cuerpo. Se sostuvo el costado maltratado, apretando los párpados. Advertía en el silencio los movimientos que allí surgían, mientras contenía el nudo que se había formado en su garganta.

    Abrió los ojos. Al hacerlo, notó cómo su castaño cabello se mezclaba con la hierba y la opaca tierra a causa de la cercanía de su rostro con ésta. Respiró con profundidad, incorporándose un poco. A sus espaldas, Rangiku intentaba crear paz entre el depredador y todas sus posibles presas. Cuando Fraiah se giró un poco para verla, no pudo evitar abrir los ojos de par en par al ver cómo Ziel estaba al borde de hacer una locura otra vez. Instintivamente, JFraiah atinó a ponerse de pie. Sin embargo, en su intento acabó por quedar de rodillas detrás del neófito. Bajó la mirada y notó el sudor en su frente. Su cuerpo estaba hirviendo. Se limpió fugazmente con el dorso de la mano, y aunque quiso pronunciar el nombre del vampiro otra vez, la voz no le salió. Estaba tan cansada, tan sobrepasada de todo esto. La fiebre se manifestaba como síntoma de la falta de descanso y la mala alimentación que estaba llevando. No había conseguido pegar decentemente ni un ojo desde que salieron de la Nueva Asociación. Ya su cuerpo, tanto la parte humana como la vampírica, decía "basta". Se cubrió los ojos con su mano y mordió su labio inferior. "Basta" era, precisamente, lo que también ansiaba decir ella en ese momento. Realmente quería sedar a Ziel con algo y que todo se terminase de una buena vez. Todo esto la estaba superando y los vestigios de una oculta desesperación, de una súbita pena alimentada por meses, resurgían. Levantó la mirada otra vez y, tras el temor de encontrarse con lo peor, a juzgar por la cautela del otro cazador, podía percibir de antemano que las cosas no marchaban del todo mal. Quizás Rangiku consiguiera lo que ella no lograba conseguir nunca. Y en vistas de que la tranquilidad y la paz eran posibles, entre la sorpresa y el agradecimiento, Fraiah alabó internamente a Rangiku y sus dulces, y comenzó a cerrar los ojos con lentitud otra vez. Pero, ¿acaso creían que iba a ser tan fácil?

    Primero uno, luego otro. Dos pequeños chasquidos contra la hierba llamaron la atención de todos. ¿Filetes? Fraiah, con los ojos abiertos nuevamente, examinó aquello que había delante de Ziel. Buscó con la mirada por los alrededores, pero no logró ver a nadie. ¿Qué se suponía que significaba aquello? Y cuando Ziel se revolucionó tanto, definitivamente Fraiah llegó a su límite. No sabía de dónde diablos venían esos filetes, pero debido a la forma en que fueron arrojados y a la tranquilidad de la zona, estaba segurísima de que no provenían de un enemigo. Pero Ziel... Ah, Ziel estaba sofocando todos sus sentidos más pacientes. Y por temor a que, esta vez, sí cometiera una locura, acomodó sus manos sobre el suelo para poder levantarse. En el preciso momento en que ejecutó ese movimiento, sintió la pistola que llevaba guardada. Se quedó quieta e, inconsciente pero de forma decidida, llevó una mano hacia ella. Iba a dispararle. Si seguía así, ella misma iba a dispararle. No había forma de calmarlo, no había cómo sosegarlo... Ziel acabaría por llevarlos a todos a la muerte si alguien no lo detenía en ese maldito instante. La decisión estaba casi tomada. Fraiah aferró el arma pero, en cuanto quiso sacarla de su sitio y apuntar al blanco, no pudo. Agobiada y cansada, se dejó caer al suelo otra vez. Ocultando su rostro entre los brazos, pudo percibir el aroma que desprendía la tierra mojada. A su vez, las pisadas ajetreadas y veloces de Ziel le comunicaron la huida. En el momento en que sus ojos se clavaron en ella, así de desconfiados, así de aterrados... Ella simplemente no pudo decidirse a herirlo y acabar con esto de una buena vez. Y una lágrima... una oculta y silenciosa lágrima, nutrió una ínfima porción del terreno. Nadie la vería, nadie la sentiría así. No otra vez. A pesar de la debilidad, a pesar del cansancio y el estrés, no se permitiría demostrarlo. Aunque sabía que Ziel se había ido, herido como estaba y enloquecido, no iba a quebrarse. Al menos no delante de los presentes.

    Respiró hondo. Respiró lo más hondo que pudo y se levantó. Su expresión era seria y serena. No parecía haber una gota de emoción alguna en su rostro. Una vez de pie, miró a Rangiku fijamente y sacó una de las pistolas, observando al otro cazador. No iba a emitir palabra alguna, al menos no por ahora. Prefería guardar silencio para aportar más energías en mantenerse intacta, de una pieza, y no romperse en pedazos antes de tiempo. Después de todo, tanto había soportado el dolor y la angustia desde que salieron de los laboratorios, tanto se había esforzado por no demostrar ni un signo de trauma, tanto se había preocupado por retener el shock, que nada le costaba alargar un poco más esa brecha entre su alma hecha añicos y su coraza aparentemente inmutable. Comenzó, entonces, a caminar. Se acercó a un árbol, siguiendo la línea imaginaria que los dos filetes formaban. Una vez allí, respiró de modo casi imperceptible y, al salir al encuentro del nuevo sujeto, no pudo evitar transmitir la primera expresión luego de estos momentos de tensión. Alzó ambas cejas, abriendo mucho los ojos, y las manos, algo temblorosas, que apuntaban hacia el hombre, descendieron. Sin buscarlo ni esperarlo, una nerviosa risa surgió de entre sus labios. ¿Qué era esto? ¿Una broma?
    - Y-yagari... Yo... Usted... -tartamudeó, en un tono de voz muy bajo, y acabó por guardar el arma y sonreír aliviada, casi no creyendo lo que veía. Se llevó una mano al rostro y ocultó sus facciones tras ésta-. Así que por su presencia Ziel huyó -negó con la cabeza, incrédula aún-. Porque sí, a lo que acaba de arrojarle filetes es el tan bien conocido Ziel Carphatia, como ya debe saber -agregó, dejando caer ambos brazos a los costados de su cuerpo. ¿Qué iba a hacer? ¿Acaso iba a recriminarle algo? Seguramente Kai le había avisado algo y él vino a ayudarlos. Lo ocurrido, si bien era por su causa, no era su culpa. Nadie allí tenía la culpa de lo que pasaba, ni siquiera el propio Ziel. Y cada vez que Fraiah pensaba en que tenía que explicarlo todo y decir de una vez todo lo que sabía, se le revolvía el estómago. Le agobiaba rememorar todo aquello. Y quizás estaba en aparentes "perfectas condiciones" sólo porque bloqueaba cada recuerdo para evitar ver la realidad y darse la cabeza contra la pared una y mil veces.

    Fraiah retrocedió, aún mirando al Vicepresidente, y luego miró a los demás por encima de su hombro, sonriendo suavemente. No había nada de lo cual preocuparse. Y era algo que podría asombrar la forma en que ella actuaba, tan tranquila, tan despreocupada, siendo que Ziel se había ido, quién sabía dónde se encontraba, había heridos y todo era un perfecto lío. Sin embargo, miró a Shinji y a Rangiku.
    - Iré a buscar a Ziel y a buscar, mientras tanto, hallar un sitio seguro en el cual refugiarnos. ¿Me harían el favor de explicarle a Yagari lo que ocurre? Prometo que, una vez tranquilos y en paz, les diré todo lo que sé -aseguró, finalmente, luego de tanto tiempo esquivando el asunto y callando verdades. Era hora, quizás, de sacarse todo el peso que conllevaba guardar tantos secretos. Y fue en ese momento donde advirtió que tras su faceta de falsa calma todo comenzaba a empeorar con ella también. Pudo sentir bajo de sus pies una fina capa delicada que comenzaba a resquebrajarse. Hizo presión con la planta, quebrándola, y entonces percibió cómo un escalofrío recorría su columna vertebral. Cerró los ojos un momento y suspiró, abriéndoles y sonriendo a los presentes-. Necesito estar sola un momento. Estaré bien -confesó y aclaró. Y, acto seguido, comenzó a internarse en las profundidades del bosque. Conocía el sendero que mejor guiaba hacia donde ansiaba dirigirse. No estaba lejos y sólo costaría un poco de esfuerzo subir la colina. Lo mejor era apresurarse, ir con cautela y procurar tener la suerte de hallar a Ziel en el camino, aunque precisamente sus deseos de encontrarlo no fueran, ahora mismo, precisamente altos.

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    Mensaje por Rangiku Matsumoto Miér Oct 08, 2014 2:33 am

    Trataba de concentrarme en que mi mano no temblase al mantenerse delante del joven neófito, mostrándole el presente con el que quería sellar un pacto de paz y confianza, aunque fuese durante un poco. Tan solo unos instantes de tranquilidad serían bastantes, no estaba pidiendo tanto. Tan solo quería ver en aquellos momentos un pequeño rayo de esperanza al cual agarrarme, con el cual convencerme de que todo iría bien. Quería que acabase por fin aquella pesadilla; quería que aquellas dos personas que se alzaban ante mí se pudieran sentir libres de la asfixiante situación que suponía ser los blancos de los desertores; aquellos hombres, si así se les podía llamar, parecían productos de una pesadilla de la cual el subconsciente se negaba a despertar... Una pesadilla traída desde el mundo de los sueños para poder aterrorizarnos y martirizarnos aun estando despiertos. Me esforcé por no parpadear demasiado, por no mostrarme desafiante, por darle a entender mediante mi cuerpo que yo no quería hacerle daño. Sentía el gélido aire rozar mi hombro dañado, pero aquello no era lo peor que estaba sufriendo mi cuerpo; aunque mis heridas no se aproximaban a las de Ziel ni de lejos, la falta de sangre y la tensión del momento estaban menguando, poco a poco, mis fuerzas. La marca de sus colmillos seguía ahí, grabada sobre mi piel. Al poco de haber tomado la decisión de ofrecerle aquello, completamente sola, como si me dirigiese hacia un ser indefenso o que pudiese comprenderme, el miedo comenzó a carcomerme desde dentro. Lo había hecho por impulso, porque quería solucionar todo aquello de una vez por todas. Quería acabar con aquel asunto de una vez... quería que, en algún día no muy lejano, recordásemos estos oscuros días como algo pasado, como algo superado. En ningún momento se me pasó por la cabeza el que lo más seguro es que estuviese vendiéndome a la Muerte, que seguramente aquello complicase más las cosas. A pesar de haber visto la agresividad que mostraba Ziel hacia Shinji, el cual parecía corresponderle... A pesar de eso, había decidido arriesgarme, para variar. Como hacía ya algún tiempo había hecho, cediendo a las provocaciones de un desertor; como hacía ya meses que había saltado, katana en mano, hacia un Rido descontrolado. Ahora podía sentir que mi cuerpo no se hallaba en condiciones de responder adecuadamente si el vampiro decidía atacar, y aquello supondría un problema para todos. Para mí, porque acabaría muerta; para ellos, porque seguramente la Asociación no dudaría en declarar a Ziel como un peligro. ¿Por qué era tan inconsciente? ¿Por qué no me daba cuenta de mis actos, por qué no pensaba más antes de actuar? Tal vez fuera verdad que yo no estaba hecha para estar en primera línea de batalla, pero aquello era algo que jamás aceptaría. Siempre me habían considerado como alguien madura para mi edad, siempre me habían dicho que tenía buen juicio; parecía que no era capaz de mantenerlo estando ante tal tensión. El corazón se anteponía de manera peligrosa a la mente. Shinji se removía a mis espaldas, inquieto, con las manos cerca del arma para poder desenfundarla si era preciso. Sus ojos marrones no se apartaban de la escena. Había dejado de avanzar y parecía que todos los músculos de su cuerpo estaban en tensión, seguramente esperando lo peor y esperando poder hacer algo. Seguramente me estaría maldiciendo por dentro, como yo misma hacía. Aun así, me esforcé por continuar mi empresa. El dulce estaba ahí para él, mi amistad y nuestra ayuda estaban allí para ellos. ¿Y qué era eso de yo pensando de manera tan dramática? ¿Dónde estaba la Rangiku de siempre? ¡Pues claro que iba a salir todo bien! Ziel se recuperaría, Fraiah podría estar tranquila, y todos los daños que esos malnacidos nos hicieron serían pagados, ya que reparados no podían ser.

    Tal vez era demasiado ingenua.

    Mi mente se quedó en blanco durante aquel eterno instante en el que Ziel se lanzó hacia mí, dispuesto a atravesarme. El poco color que podía albergar mi rostro en aquellos momentos, si es que aun tenía debido a tal pérdida de sangre, desapareció por completo. En un abrir y cerrar de ojos, Ziel, enfurecido, había apartado a Fraiah de un brusco codazo, haciendo que ésta perdiese el equilibrio. Y el vampiro, veloz, letal, se dirigía hacia mí con la katana en la mano. Y yo simplemente estaba ahí, delante suya, sin poder hacer nada ya que el terror y la certeza de que hasta ahí había llegado mi vida, habían paralizado mi cuerpo. El silbido de la afilada hoja atravesando el aire resonó en mi oídos junto con un grito de advertencia de Shinji. El sonido de una pistola a la que se le quita el seguro resonó en el lugar, segundos antes de que mi amigo la alzase, apuntando a la cabeza del vampiro. Había avanzado apenas un par de pasos, los que le dieron tiempo. Unas confusas milésimas de segundo que pasaron por mis sentidos aun más rápido si cabe. Me olvidé de respirar, me olvidé de que mi corazón latía. Me olvidé de todo aquello hasta que sentí una leve corriente de aire frío pasar por uno de mis costados. Casi sin mover la cabeza, dirigí la vista hacia el lugar: la hoja de la katana no me había atravesado, sino que había pasado por al lado de mi costado, rasgando mi ya de por sí maltratado abrigo. Estaba claro que aquella prenda ya no tenía solución; entre la cantidad de sangre que había sido derramada sobre él, dándole un aspecto como de haber tratado de teñirlo sin muy buenos resultados, y los dos enormes desgarrones... Estaba claro que no tendría mucho más uso después de aquella tarde. Escuchaba la voz de Shinji gritar mi nombre a mis espaldas, pero me sentía incapaz de responderle. Mi amigo siguió gritando, acercándose levemente, dudando; había visto que no me había matado en aquel momento, pero no sabía si podía cambiar de idea. No se atrevía a hacer ningún movimiento que pudiese alertar al vampiro.- Rangiku... ven, retrocede con cuidado...- Escuché que decía, mientras el cañón de su arma seguía apuntando hacia la cabeza del neófito. En mi pálido rostro, comenzó a descender una lágrima que se dedicó a descender por mi mejilla, contrastando su calidez con la frialdad que ahora poseía mi piel. ¿Qué había sido aquello? ¿Por qué había intentado matarme de nuevo y por qué había vuelto a cambiar de opinión?

    Los blancos mechones de cabello del vampiro acariciaban mi rostro, mecidos por el aire. Tenía su rostro a apenas un palmo del mío. Aun continuaba sin decir palabra; mi garganta se negaba a responder ante los impulsos que mi cerebro le mandaba. Lentamente, alcé mis negros ojos hacia los dispares de él, hallándome con una criatura completamente cansada. Tenía ojos febriles, y varias gotas de sudor perlaban su frente. Su respiración, que ahora sonaba tan cerca de mis oídos, se escuchaba agitada y forzada.- Zi... Ziel...- Alcancé a decir, pronunciando por primera vez su nombre. Di un pequeño bote, casi imperceptible, al ver aparecer sus colmillos, al igual que hacía un rato antes, pero no me moví del sitio. ¿Acaso iba a terminar de una vez por todas con toda la sangre que me quedaba en el cuerpo? No podía permitirlo, debía retirarme, debía hacer algo. ¿Por qué mi cuerpo se negaba a responder? Lo único que pude hacer fue observar la desafiante mirada que le dirigía a Shinji. ¿Qué se pasaría por su mente? ¿Cómo adivinar lo que pensaba una criatura tan extraordinaria? Durante un instante, el miedo desapareció para dejar una extraña sensación. ¿Acaso estaba tratando de decirle a Shinji que yo le pertenecía de alguna forma? Lo observé durante unos instantes, atónita, a la vez que el vampiro se retiraba de la zona en la que aun estaba su huella sobre mi piel. Nunca antes había sido mordida, y ciertamente hubiese preferido seguir así. Era desagradable sentir cómo te arrebataban poco a poco la vida, escuchar tu sangre siendo absorbida... Era una experiencia desagradable de recordar.

    Apartando aquellos desagradables pensamientos, observé totalmente inmóvil cómo Ziel se acercaba, por fin, a la golosina. Dejé que la olfateara a su gusto, mientras yo seguía sosteniendo casi por inercia la mano. Y, por fin, en mi marmóleo rostro, se dibujó una sonrisa. ¿Lo había entendido? ¿Había comprendido que quería ayudarle? Lamió la palma de mi mano como si fuese un cachorro, cosa que hizo que mi sonrisa se hiciese aun más amplia. Otra lágrima se escapó, pero esta vez representaba alivio. Aquella lágrima quería llevarse a su paso toda la tensión pasada hasta el momento, toda la angustia, toda la tristeza y la impotencia. Animada al verle aceptarla, pensé en que podría ir dándole poco a poco toda la bolsa de dulces si eso le hacía feliz. Mis músculos se habían relajado notablemente, pero la palidez y los estragos de la pérdida de sangre se acentuaban. Sin embargo, había alcanzado a ver aquel rayo de esperanza que tanto ansiaba, y ahora no quería deshacerme de él.- Ziel...- Volví a decir, aguantando un llanto que amenazaba por escaparse.- Ya pasó todo, te sacaremos esas balas... Te curaremos y os ayudaremos a ti y a Fraiah-sama...- Comencé a decir, llevándome el dorso de la otra mano a uno de los ojos, secando otra lágrima que había salido sin permiso.- Venga, no te encariñes ahora demasiado.- Comentó Shinji, tratando de acercarse con cuidado y de retirarme del lado del vampiro. Parecía haberse quitado un peso de encima al ver que había reaccionado de manera positiva a mi pequeño obsequio. Lo escuché de suspirar, aliviado por el que todo hubiese quedado en un susto por ahora. Y sin embargo, a pesar de todo, seguía alerta. Y menos mal que así fue.

    Un filete calló justo en medio de donde estábamos. Un leve ''plaf'' se escuchó cuando tocó el suelo. Mi mirada se dirigió hacia él con curiosidad, aun sin reaccionar. Ziel había retrocedido hacia atrás, alarmado, pero mi estado de salud comenzaba a dificultarme los reflejos.- Qué es...- Pero, para cuando mis ojos se abrieron ante la inminente amenaza, Shinji ya había tomado la iniciativa.- ¡Rangiku!- Gritó antes de cogerme bruscamente y tirarme al suelo. Un quejido de dolor salió de entre mis labios al sentir el golpe en mi cuerpo, ya sin fuerzas. Sin darme un momento para reaccionar, rodó un par de metros y se agachó detrás de un tronco, aun sosteniéndome. No tuve necesidad de preguntar qué estaba pasando, pues el conocido sonido que hacían las dagas de Ziel incrustándose por doquier me lo decía todo. Tosí un par de veces. Si ya estaba mal de por sí, aquella brusca sacudida había acabado por terminar conmigo del todo.- Oye... oye, mírame.- Shinji hizo que alzase el rostro, observándome preocupado. Me había sentado sobre sus piernas, haciendo que apoyase la cabeza en su hombro. Lo que vio en él no fue solo el reflejo del malestar por mi precario estado de salud, sino una mueca de impotencia e ira. Ziel se había sentido seguro. Había confiado en mí durante aquel instante que podía haberlo arreglado todo; podíamos haber buscado de una vez un refugio, podíamos haber descansado y curado las heridas... Y, sobre todo, podríamos haber hallado de una vez por todas la respuesta al problema de los desertores. El joven neófito había vuelto a desconfiar de nosotros, quién sabe si ya para siempre... Todo se había estropeado por culpa de aquel inocente trozo de carne. Apreté la mandíbula, enfadada, bajando a la vez la cabeza. Me mordí el labio inferior con tanta fuerza que por un instante pensé en que me había hecho sangre.- Oye, ¿estás bien? Te llevaré al médico, huiremos de aquí en cuanto sepa dónde se ha metido la vuida de Damaru y saldremos de aquí... Hey, ¿me escuchas?- Shinji me sacudió levemente, aprovechando que me tenía sujeta. Seguí sin alzar la cabeza, reprimiendo una ira que comenzaba a incrementarse por momentos.- ¿Dónde está Fraiah-sama?- Pregunté, ya que no había advertido su movimiento. No la había escuchado ni siquiera de hablar, no había podido percibir la decisión con la que había sujetado el arma y había ido al encuentro de quien fuera que fuese que estaba escondido. Shinji negó con la cabeza, indicando que no lo sabía, tal y como había dicho anteriormente. Se levantó y me dejó sentada en el suelo con cuidado.- Quédate aquí, ¿de acuerdo? Volveré en un momento.- Dijo en un hilo de voz, colocando su manaza sobre mi cabeza. Por primera vez en aquellos momentos, alcé la cabeza, ya no mostrando ira, sino un rostro completamente bañado en lágrimas. Shinji secó con el dorso de su mano una de mis mejillas, sonriendo levemente.- Nada de lloriqueos.-Bromeó.- Así no podrás patearles el culo a esos gusanos.- Guiñó un ojo y se levantó, mirando hacia la dirección que debía tomar. Acabé por sonreír levemente, asintiendo a sus palabras; era cierto, llorando no iba a solucionar nada. Debía hacerle caso ya que, si eran desertores, en aquella ocasión sí que iba a tener que mantenerme en mi sitio. Sin embargo, no me iba a quedar quieta. Me levanté torpemente, sintiendo durante unos segundos que la vista se me nublaba. Hice acopio de fuerzas y recogí mi katana, andando torpemente hacia el lugar. Desenvainé el arma mientras caminaba con lentitud, en silencio, ocultándome tras los troncos con los que me encontraba. Pero, para mi sorpresa, me encontré a Shinji hablando con una aparentemente calmada Fraiah. Me acerqué, sujetándome de la manga del abrigo de mi amigo para poder mantenerme en pie. Shinji, sin dejar de escuchar a Fraiah, me pasó el brazo por encima de los hombros, sujetándome. Abrí los ojos de par en par cuando vi que ella se marchaba.- Fraiah-sama...- Murmuré, pero finalmente no insistí. La observé marchar, sintiéndome impotente. Lo único que podía hacer en aquel momento era hacer caso de sus palabras. Me mordí el labio, pues no quería dejarla marchar sola.

    La voz de Shinji me sacó de mis pensamientos. Habló de manera seria, con el mismo tono con el que se trata un asunto sumamente grave.- Ya ha visto cuál es la situación. ¿Qué deberíamos hacer?- Dijo. Aun sujeta a su manga, me asomé para ver a quién se dirigía, abriendo mucho los ojos al descubrirlo.- ¡Yagari-senpai!- Exclamé, manteniendo el tono de voz más bien bajo. Me escondí un poco detrás de la enorme figura de Shinji, procurando que mi estado no quedase tan expuesto a la vista. Siempre me había tenido que ayudar, siempre me acababa salvando... No quería volver a dar esa imagen de débil, aunque en aquellos instantes fuese algo difícil.
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    Mensaje por Yagari Touga Vie Oct 10, 2014 4:49 pm

    El plan había dado su comienzo, pero en el mismísimo segundo en que comenzó, fracasó. Yagari, inmóvil, había tenido que padecer los nervios y la tensión de aguardar qué pasaría. No podía creer que Rangiku estuviera siendo tan suicida, más que antes. ¿Acaso en estos meses que no se vieron las caras lo único que hizo en vez de cuidarse fue entregarse al peligro sin más? Realmente había muchas cosas de ella que no entendía, como también él sería portador de unas tantas que la joven jamás concebiría. De todos modos, ese no es motivo para arrojarse como carnada siempre que esté disponible el puesto. Esto no era un juego. Y la bondad de los seres no es algo que esté dado de antemano, cual póliza de seguro. Ella algún día debería comprenderlo, y Yagari sólo esperaba que no lo hiciera a causa de lágrimas y dolor, cuando ya fuese demasiado tarde.

    Movimientos bruscos y extraños sonidos lo alertaron. Aún en su escondite, cerró su ojo y permitió que los sonidos diversos viajasen hacia él. Notó la tensión de Shinji y su fugaz movimiento para sacar a Rangiku del medio, así como percibió la ira de esas dagas voladoras, que acabaron por incrustarse en la corteza del árbol tras el cual él se ocultaba. Las pisadas veloces y certeras, así como nerviosas y temerosas, se alejaron emitiendo chasquidos en las hojas secas. Estupendo. Lo había ahuyentado. Touga, queriendo ayudar, había echado a perder todo el plan. Al parecer, en este momento estaba bien ser suicida y ser precavido, calculador y cuidadoso era un terrible pecado. Excelente. Que le avisen para la próxima vez, que entonces ni se gasta en venir hasta aquí y recorrer un kilómetro de pastizal por nada. El malhumor y desconcierto de Yagari se hizo evidente en su semblante, pero nadie podía verlo. Tras echar un fugaz vistazo a la zona donde todos estaban reunidos anteriormente, se ocultó de nuevo y pegó su nuca al tronco del árbol, suspirando.
    - Maldita sea -siseó, dejando caer a un lado la bolsa que contenía los demás filetes. Se quedó pensativo, sin moverse, hasta que, cuando decidió ponerse de pie, una pistola apuntaba certera hacia su cráneo. Touga se quedó en silencio, observando por el rabillo del ojo la silueta que portaba el arma que, ahora, lo amenazaba. Sin embargo, antes que pudiera decir algo, el peligro fue desechado. Una risa claramente femenina llegó a sus oídos. Cuando miró de frente para averiguar de quién se trataba, no pudo disimular su asombro. Acabó por erguirse completamente, y su cabeza asomó por detrás de la de Fraiah Eslin, quien era, por mucho, más baja que él. Si ella estaba desconcertada, desde luego él también, y quizás más. La única salvedad era que Yagari, a diferencia de la muchacha, no solía demostrar tan ampliamente sus emociones. Yagari no era una persona para nada transparente, y la rudeza de su semblante en el noventa por ciento del día era testigo de ello. Y, como era de prever, en esta ocasión su expresión no haría ninguna excepción.

    Tras unos momentos de silencio y observación, Fraiah habló. Yagari, por su parte, suspiró y apoyó su antebrazo en el tronco del árbol, metiendo la mano del brazo contrario en el bolsillo de sus pantalones.
    - Sí, me he dado cuenta -comentó con ironía, observando agriamente el lugar del hecho-. De haberlo sabido, no hubiera desperdiciado dos filetes en él -aclaró, seco, pero suspiró otra vez y miró a la viuda de Damaru-. Esto es raro, ¿lo sabes? -admitió, permitiendo entrever su anonadamiento tras esa gélida mirada que siempre portaba. Ciertamente, aún no podía creer que esa criatura fuera el Ziel Carphatia peliazul al cual tendió su Bloody Rose en la fiesta de Navidad, para que se protegiese. Tampoco podía creer que esa masa blanquecina y salvaje fuera el mismo débil muchacho que por tanto tiempo fue presa de un vampiro desquiciado con el cual, tiempo después, inició un compromiso-. Este mundo ya no tiene sentido, ¿verdad? -inquirió, con la mirada perdida en el follaje de algún que otro árbol-. En realidad, este pueblo ya perdió el poco sentido que le quedaba -aclaró, haciendo viajar su pupila hasta Fraiah otra vez. Las dudas, la gran incertidumbre, se batían a duelo en su interior, pero sabía, como experto que era, que debía aguardar y ser paciente. No tenía sentido apresurar las cosas ni torturar a base de preguntas. Después de todo, Fraiah debería hablar, y sabía que no le quedaba otra opción. Viviendo tanto tiempo junto a un cazador, ella más que nadie debía ser consciente de la responsabilidad que conllevaba ser un testigo, y más de este calibre. Y en cuanto el intercambio de miradas caducó, ella dijo aquellas palabras. Yagari frunció el ceño, y mientras ella comenzaba a alejarse tras dar esas órdenes, él salió por completo de su escondite, siguiéndola. Sin embargo, se detuvo en medio del claro donde todos estaban ubicados, observando como su menuda figura se desdibujaba en la oscuridad que comenzaba a caer. ¿Acaso estaba loca? Y a pesar de pensar esto, ¿por qué él no la detuvo? En su lugar, se quedó observándola, pensativo. La expresión de preocupación no se alejaba de su rostro, pero no había nada que pudiera hacer. Había pedido estar sola, y aunque Touga temía que lo peor ocurriera, no podía impedirle una soledad que él mismo pediría a gritos en su lugar.

    La brisa nocturna trajo aparejados con ella el aroma de las hojas otoñales y el cantar de las aves nocturnas. Yagari, hasta hace unos minutos inmóvil, se volteó para observar a Shinji, quien se había acercado hasta él indicando, claramente, que no podían quedarse de brazos cruzados. Touga iba a responder, pero entonces oyó aquel murmullo en que se pronunciaba su nombre. Desvió la mirada desde Shinji hasta la silueta que se escondía tras él. El serio y tenso semblante se disolvió por un momento.  ¿Desconcierto, asombro, tal vez? ¿O se trataba de preocupación y cierto temor más allá de todo? Quién podría saberlo. Su mirada viajó a través del cuerpo de la chica, como quien examina fugazmente que un adorno de porcelana no tenga ni una grieta. Sin embargo, en el momento en que su iris se cruzó con los tímidos y ocultos iris de ella, apartó la mirada, regresando su semblante serio y tajante, y observando a Shinji con determinación.
    - ¿En qué dirección se fue Carphatia? -preguntó-. Si ella no vuelve en dos horas, saldremos a buscarla -aclaró, refiriéndose a Fraiah, y desviando su vista hacia el entorno boscoso que los rodeaba-. Necesito que me digan todo lo que saben, y mientras tanto, verifiquemos que no haya espías en los alrededores. Al venir aquí no me encontré con nada sospechoso. Creo que ellos están más concentrados en el rastro de Kai -miró nuevamente a Shinji-. Él me fue a buscar, y me dijo lo que ocurría a grandes rasgos. Tracé un pequeño plan en el pueblo para desviar a los posibles desertores que estuvieran tras ustedes ahora, pero no sé cuánto demorarán en darse por aludidos de la trampa -confesó, agachándose y tomando entre su dedo índice y pulgar una hoja del suelo. Dicha hoja tenía una gota de sangre bastante fresca. Yagari restregó sus dedos y los dirigió hacia su nariz, olfateando la muestra. Miró de reojo a Shinji y, luego, a Rangiku. Entrecerró su ojo y miró al frente otra vez, poniéndose de pie nuevamente-. Wintersnow ha desaparecido. De tal palo tal astilla -comunicó, de repente, como quien arroja un dato sorpresivo y alarmante sin una mínima pizca de anestesia, recordando a su vez que la naturaleza despreocupada de Damaru era exactamente igual-. Estamos complicados, muy complicados, ¿lo entienden? -concluyó, transmitiendo en ese simple mensaje que, con el Presidente desaparecido, quien estaba a cargo de la Asociación era él otra vez. El cansancio se advertía en su rostro y, tras pensar en las pocas fuerzas que le quedaban a la Institución, su mirada se enturbió aún más, tiñéndose su sombra del color de la noche.
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    Mensaje por Fraiah B. Eslin Dom Oct 12, 2014 10:20 pm

    Caminaba con paso apresurado. Bajaba la colina con nerviosismo y precaución. Observaba hacia todas partes, en búsqueda de señales que le advirtieran que debía ocultarse. Esperaba, desde luego, que esas señales jamás aparecieran. Había logrado bloquear los pensamientos de confusión y ansiedad que le provocó el hecho de despertar allí dentro, en la tumba de Nokku, en aquella extraña situación y sin recordar casi nada al respecto. Los bloqueaba porque sabía, sencillamente, que si no lo hacía acabaría colapsando otra vez. Ya le había dicho a Jack, hacía un tiempo, que tenía miedo de lo que pudiera pasarle debido al desarrollo de estas habilidades y de esta extraña naturaleza de doble índole. Fraiah no estaba preparada para ello. A decir verdad, jamás estuvo preparada para vivir en este pueblo, con todo lo que ello conllevaba. Pero, por diferentes giros de la vida, terminó aquí de un modo u otro, y ahora se encontraba rastreando el paradero de un joven con apariencia de zorro blanco. No podía pensar en otra cosa en este momento. Le había dicho a los cazadores que encontraría a Ziel y que le dieran un momento a solas, sí, pero tampoco una eternidad. Debía volver cuanto antes, y con el neófito bien controlado. Sin embargo, el cómo lo haría, estaba aún por verse.

    Ya se encontraba entrando en la zona más boscosa otra vez. Fraiah iba revisando en cada arbusto, detrás de cada roca, incluso arriba de los árboles. El sonido de los animales nocturnos la ponían algo nerviosa, pero aún así continuaba avanzando. Quizás los nervios fueran el resultado de una confluencia de todo lo que le estaba ocurriendo, pero sin duda valía la pena atravesarlos. Si Fraiah no hubiese partido, habría acabado descontrolada frente a los cazadores, y eso no era bueno bajo ningún concepto. ¿Quién sabe qué hubiera hecho allí? Tal vez se hubiera esforzado por continuar reteniendo las lágrimas, la angustia, la desesperación y el cansancio. Realmente Ziel con su últimas acciones había logrado rebalsar el vaso. Pero aunque quisiera culparlo, no podía hacerlo. Después de todo, ¿qué culpa tenía él de haber sido maltratado de tantas formas? ¿Qué culpa tenía de haber sido objeto de experimentación y de violencia infinita? Fraiah, si bien había padecido cosas similares, nunca la llevaron hasta tales extremos como a él. Quizás porque no les alcanzó el tiempo y huyeron antes, quizás porque indirectamente Ziel acabó por salvarla, debido a que los cazadores estaban más empecinados en torturarlo a él antes que a ella.

    Mientras iba pensando en aquellos momentos, un semblante entristecido decidió aparecer en su rostro para quedarse. Suspiró y se detuvo unos momentos, entrecerrando los ojos y apoyándose contra la corteza de un árbol. ¿Dónde estaría Ziel? ¿Por qué ocurría esto? ¿Acaso iban a tener un momento de paz de una buena vez? Realmente estaba agotada. Ansiaba más que nunca volver a sus clases en la Academia, a su trabajo en la cafetería, y ser una adolescente común y corriente. Pero aunque su apariencia era la de una joven de dieciocho años, la edad mental que poseía era la de una adulta. Las circunstancias la habían moldeado y la habían obligado a crecer de golpe. No estaba muy lejano el día que conoció a Crash, pero lo sentía excesivamente perdido en el tiempo. Quizás fuera porque se veía como una cría en aquellos días, incluso tal vez lo siguiera siendo un poco, pero estaba más que claro que la situación actual exigía una mujer en ella, no una niña.

    El momento de descanso debía acabar. Fraiah estaba lista para emprender la marcha otra vez, pero entonces oyó un extraño sonido entre los arbustos lejanos. Entrecerró los ojos y se despegó del árbol en el cual se encontraba apoyada. Comenzó a caminar lentamente, luchando porque sus pisadas no generaran tanto ruido, pero las hojas secas que cubrían el suelo no le concedían ese deseo. La luna se elevaba alta, radiante en el cielo, y quizás fuera un presagio de lo que vendría.
    - ¿Ziel..? -susurró, en su ignorancia-. ¿Eres tú? -preguntó al aire, deseando su encuentro. Sin embargo, los amarillos ojos que se mostraron entre el follaje, paralizaron su corazón. Fraiah se quedó quieta, petrificada. ¿Cómo era posible? ¿No se suponía que no había animales peligrosos en este bosque? Fraiah retrocedió unos pasos, pero entonces los gruñidos comenzaron. Un lobo gris mostraba sus colmillos y, mediante incesantes gruñidos, le ladró más de una vez. La joven, más pálida de lo normal, dejó de respirar y sin dudarlo dos veces, cometió el acto más imprudente: salir corriendo. Fraiah se volteó y comenzó a andar entre los arbustos, saltando rocas e incluso ramas de árboles caídos. La adrenalina que recorría su cuerpo era tal, que no había forma de detener sus piernas, que huían cual gacela. El animal, por su parte, emprendió la cacería. ¿De dónde diablos había salido? ¿Cómo había llegado a este bosque un peligroso animal? Tenía que avisar a las autoridades, para que hiciesen algo, pues ni quería pensar en que apareciese en la zona céntrica del pueblo. Muchas personas estarían en peligro. Pero quizás la aparición del animal se debía a la ubicación del pueblo, que se encontraba en una zona muy boscosa, rodeado de naturaleza y alejado de otras comunidades. Aún así, ella detuvo sus pensamientos, pues ¿en qué cabeza entraba pensar en estas cosas ahora? ¡Iba a cazarla como a un conejo si se descuidaba! Lo peor es que sentía que su naturaleza vampírica no le ayudaba en nada. ¿Sería cierto eso de los cuentos, donde vampiros y lobos son enemigos naturales? Deseaba que no fuera así. Incluso pensó en detenerse y hacerle frente, pero no quería tentar a la suerte. Ella no era un vampiro al cien por ciento, por lo cual no gozaba de ciertas ventajas y habilidades que uno puro sí. Estaba segura que cualquier vampiro lograría ahuyentarlo con solo su presencia, pero entonces... ¿por qué la había visto a ella como una presa? ¿Acaso la había considerado una amenaza? Generalmente los animales se asustan cuando los humanos aparecen, por más feroces que sean. Su instinto de supervivencia les obliga a huir o, en su defecto, a atacar por miedo, pero este no parecía perseguirla por temor alguno.

    Ya no podía más. Estaba cansada y no había escondite que valiera por mucho tiempo. Creía que lo había perdido de vista, pues ya no oía su agitada y turbulenta respiración tras ella. Fraiah atinó a trepar un árbol, y de hecho lo hizo. Ni bien encontró uno con ramas propicias y favorables, saltó y se prendió de él. Esforzándose por llegar alto lo más pronto que fuera posible, no le importó que las ramas rasgaran la piel de sus brazos. Una vez en calma, allí arriba, se llevó una mano al pecho, respirando con inconstante ritmo. Se echó el cabello hacia atrás y tragó saliva. Mataría por agua en este momento. Miró hacia abajo y lo que encontró fue aún más motivo de asombro: el lobo estaba allí, pero su atención no estaba en ella. El animal observaba hacia el interior de una..
    - ¿Cueva? -se preguntó. ¿Desde cuándo había una cueva en el bosque? Pero lo más importante: ¿qué había dentro? Fraiah se puso de pie, sosteniéndose en el mismo árbol, y trató de visualizar algo entre la oscuridad del lugar, pero era imposible. ¿Qué había allí? Entonces, decidió que era momento de dejar de ser humana. La única forma de entender a los animales era comportándose como ellos después de todo, ¿cierto? Y como los vampiros eran, en parte, depredadores, ¿por qué no intentar llamar a su depredador interior? Siempre que se encontraba en situaciones de peligro, algo parecía activarse dentro de ella. Esa parte no humana, esa desconfianza felina y precavida, así como curiosa. Sin embargo, era difícil en esta situación, porque se adicionaba el plus de que Fraiah le tenía terror a los caninos. Desde pequeña le había tenido sumo miedo a los perros, y los lobos no eran la excepción, pues los asociaba indefectiblemente-. ¿Por qué no eres un gatito, eh? -se lamentó, soltando todo el aire que albergaba sus pulmones. Y, entonces, el lobo la observó. Aquel, que estaba por entrar en la cueva, se dirigió a ella una vez más. Era como si ahora quisiera sacarla del camino, pues era un "obstáculo", una "presa" que debía perecer primero antes de que pudiera obtener su segunda.

    Fraiah titubeó una, dos, tres veces. Y lo hubiera seguido haciendo si no fuera porque quería saber lo que había allí dentro, y algo le decía que las probabilidades de que fuera Ziel eran altas. La joven comenzó a sentir el sutil aroma a sangre. Ziel estaba herido, y todo apuntaba a que aquel lobo hubiera sido atraído por dicho aroma. Fraiah cerró los ojos un momento. No había tiempo. Aunque quien se encontrase allí oculto no fuera el neófito, ella de todos modos debía hacer algo para alejar a la bestia. Entonces recordó que tenía las pistolas, pero no, ni loca lo haría. No mataría a un animal así como así, no si tenía otras alternativas, y la principal alternativa resultaba ser ella misma, su vampirismo. Entonces, se propuso esforzarse.
    - Vamos, recuerda cómo se sentía la sed... cómo se sentía ese fuego interior. Vamos, tú puedes, Fraiah, tú puedes... -se alentaba. Hacía tiempo que no lo intentaba por sus propios medios, sino que siempre era sorprendida por su naturaleza inmortal cuando menos se lo esperaba. Sin embargo, se concentró. Se concentró y canalizó el aroma de la sangre que estaba percibiendo. Respiró profundo, como si se tratara de un ritual invocar a esa "ella" oculta bajo la capa de humanidad. Por otro lado, era muy difícil hacerlo, pues la sangre de Nokku que llevaba en su sistema funcionaba como un seguro ante su descontrol como vampiro. Pero debería quebrar los límites, debería "romper la represa". Y como si las cosas conspirasen para que, ahora, salieran bien, sintió un leve escalofrío recorriendo su cuerpo. Seguidamente, un leve ardor llegó a su garganta. Desconocía las consecuencias de incitar esto, pero sabía que habría tales consecuencias. Cuáles era el asunto a resolver. Pero no había demasiado tiempo para demorarse en ello ahora. Todo se trataba de impulsos, de instintos. Ella también sería un animal salvaje ahora. La amnesia que se había apoderado de su ser por la liberación de energía anterior, sólo le provocaba alimentar la ira, la desesperación...

    La rabia.

    Abrió los ojos. El color carmesí comenzó a teñir el violeta. Algunas pizcas de aquel tan conocido cyan luchaban por cubrir el terrible rojo, pero su voluntad superó cualquier otra cosa; su voluntad y su perseverancia. A esa naturaleza sellada le agradaba, en efecto, este aroma, esta sensación. La sangre la estaba llamando, cual madre llamando a su hijo para que regrese a casa. Era como si el mismísimo bosque le susurrase que retornase a sus orígenes, en esta oscura noche, bajo esta radiante luna. Y la sed pronto se intensificó, y con ella sus deseos. ¿Cuánto hacía que no se alimentaba? Eternos meses. Y eso, para un vampiro, podía ser letal. Fraiah observó al lobo, y éste clavó sus amarillos ojos en ella. Le gruñó, le incitó a este desenlace. La chica, entonces, se paró con suma agilidad en la punta de una rama que comenzaba a balancearse. Cerró los ojos, extendió sus brazos a ambos lados y sonrió. Sí, podía sentirlo. Podía sentir esa fuerza, esa sensación de que era capaz de absolutamente todo. La sed y la necesidad de liberarse hacían de ella toda una neófita, como si acabara de ser convertida. Pero en el fondo sabía que la verdad era muy diferente, y que esto era sólo la mitad de su alma. Entonces, sin pensar más, saltó. Saltó y cayó delante de la fiera, justo en la entrada a la cueva. Depredador y depredador se enfrentarían, y era acertado decir que lo harían por la recompensa que se hallaba dentro. El aroma de la sangre se hizo más intenso, y Fraiah ya no lo dudó más. Se lazó contra el lobo, y éste hizo lo propio. Como animales salvajes que eran, sus corazones se enervaron ante las amenazas mutuas y los deseos de obtener su premio. Fraiah lo esquivaba con majestuosidad. Sus felinos ojos relucían en un carmesí extraño y misterioso, pues no era puro, pero no dejaba de ser hermoso. Si en un momento pensó en que no quería herirlo, pronto esos deseos se alejaron. Ahora todo lo que buscaba era quitarle la vida a ese intruso que quería robarse lo que a ella le pertenecía. Fraiah miró hacia el interior de la cueva, y entonces lo vio. Estaba allí, hecho un pequeño bollo, adormecido, indefenso y herido. Los ojos de la chica se abrieron de par en par, por el asombro y la extraña ternura, y los deseos de protegerlo crecieron. Ahora no había dudas, porque era Ziel quien estaba allí, en peligro. Los colmillos, finos y elegantes, surgieron. Fraiah se los mostró al animal y estaba dispuesta a atacar con todas sus fuerzas ahora. Mediante un grito de guerra, quiso saltar encima del animal para mortificarlo y quebrar su pescuezo con ambos brazos, pero éste retrocedió. Bajó sus orejas de repente, como si hubiera percibido en ella algo más que una simple enemiga. No se contuvo a arrojar varias mordidas al aire, amenazante, pero aún así retrocedió, y lo hizo tanto hasta que acabó huyendo, gimiendo cual animal herido y Fraiah, gloriosa, sonrió. Pero... ¿era bueno lo que acababa de hacer? Miró la sangre que cubría sus blancos dedos. Había herido al animal de gravedad, y apenas había obtenido una herida simple a cambio. Acercó, curiosa y tal vez algo confusa, cegada por el intenso color, la mano a su rostro. Olfateó la sangre y, cerrando los ojos, la lamió. Era la primera vez que probaba sangre en tanto tiempo, pero no le satisfacía. Esta sangre era animal, y el aroma que la había enloquecido era otro, pero también era un sacrilegio acceder a esos deseos.

    Miró hacia el interior de la cueva. No se sabría, ahora, qué depredador era peor.

    Ziel estaba allí. Lo había encontrado, y no sólo eso, sino que también lo había salvado. Sí, Fraiah, por primera vez en mucho tiempo, siendo útil. Esto merecería un aplauso, si no fuera porque las consecuencias no tardarían en llegar. Ella supo cómo comenzar, pero.. ¿cómo parar? Y en un instante de lucidez humana, tras ver al cachorro allí, se llevó ambas manos al cuello, encerrándolo entre estas. Negó con la cabeza, concientizándose.
    - No, Fraiah... no. No puedes caer en esto otra vez, porque sabes que acabará contigo. Ya está. Lo lograste. Ahora, contrólalo -se dijo a sí misma. Tuvo la suficiente voluntad como para no entrar a la cueva, pero esto no duró demasiado. En escasos minutos, se encontraba ingresando, y se atrevió, incluso, a llegar cerca de Ziel. Se arrodilló con cuidado a su lado y, suavemente, acarició su sedoso cabello blanco. Tragó saliva y dejó de respirar, aunque, idiota, ya no podía simplemente optar por no ingresar oxígeno a su sistema. Siendo mitad humana y mitad vampiro, necesitaba de aquel elemento para poder vivir. Y cuando no le quedó otra opción más que respirar, se llevó ambas manos a la boca, cubriéndola. Su corazón se aceleró. Podía oír cómo el corazón de Ziel palpitaba. Todos sus sentidos se habían intensificado, y sentir la sangre correr bajo sus venas era muy frustrante y desesperante. Debía despertarlo. Debía despertarlo y hacerlo volver con los demás. Seguramente, teniendo cerca a los cazadores y sabiendo que debía disimular a la perfección esto, lograría controlarse. Pero, primero, debía conseguir que Ziel le hiciese caso.

    Con una mano, lo tocó. Lo movió un poco, suavemente. Pero los intentos desistieron. No podía hacerlo. La sed estaba matándola. Necesitaba alimentarse, necesitaba beber...
    -... tan sólo un poco... -susurró, y cuando se estaba acercando peligrosamente a él, a escasos centímetros de su mejilla, se detuvo, echándose hacia atrás. Se apartó y se pegó contra la rocosa pared. Se tapó la boca con ambas manos y decidió llegar a la desesperada medida de lamer su propia sangre, desde la herida que tenia en una de las palmas-. Tranquilízate, tan sólo... tranquilízate. Es sangre.. no, tú no te alimentas con esto, ¿recuerdas? -continuaba, hablándose a sí misma. Sentía arena descendiendo por su garganta, y el temor regresó. Los ojos se le pusieron vidriosos. Negaba con la cabeza sucesivas veces. No, Nokku no había muerto para esto.

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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Jue Oct 16, 2014 3:18 pm

    La noche empezaba a caer para su suerte de los vampiros y desgracia para los humanos. El joven peliblanco, además había hallado refugio, finalmente. Una simple y pequeña cueva, pero era más que suficiente para un ser como él. Quizá no fuera un lugar permanente en el cual quedarse pero, al menos, durante unas cuantas horas lo sería, las necesarias para recuperarse totalmente de sus heridas, aunque esto resultara más bien imposible. Incluso, de alguna forma, Ziel era consciente de que su bienestar no se produciría hasta no extraer ese escozor de su cuerpo. El metal madre y por consecuente, la droga que almacenaban, debía salir de su organismo en breves. Sin embargo, él no era capaz de utilizar sus manos convenientemente y tampoco albergaba tanta resistencia como para soportar más dolor cuando introdujera sus dedos en la carne. De lo contrario, se convertiría en otro vampiro fallecido por las tretas, las armas y experimentos de los Desertores. Ziel Carphatia encontraría la paz, después de todo lo que experimentó en estos insufribles dieciocho años. Y entonces, jamás podría recordar su anterior vida, ni aprender comportamiento humano por segunda vez, ni tampoco podría llegar a reunirse con Ellos. No volvería a ver a Bella ni a Marcus, a escuchar sus risas y enamorarse de sus gestos, ni a sentirse acogido entre sus brazos, entre sus besos; del mismo modo en que ninguno lograría verle a él, salvo salvaguardar sus cenizas en un mero frasco de cristal. Mas las firmes y crueles amenazas de Ryu, se habrían vuelto realidad.

    Su paso por esta vida, desaparecería con el paso de los años.

    Aunque tal vez no todo estuviera perdido. Aún quedaba el factor sorpresa de sus nuevas habilidades, ¿no es así? Pero, ¿qué era capaz de hacer la existencia de un animal venerado, dentro de un cuerpo humano? Apenas se sabía mucho del caso. Y la única ventaja que se atara a Ziel como alternativa a su situación, resultó ser la más incoherente de todas.
    Anteriormente, al convertirse en vampiro, adquirió una serie de dones que no consiguió explotar salvo en un par de ocasiones. En cambio, a la gente que lo conocía, siempre le llamaba la atención el pequeño gorrión que salía de su cuerpo con un halo dorado y que desaparecía mágicamente, dentro del cuerpo donde efectuara la fuerza de su aura. No servía de mucha utilidad, a excepción de la calma y la fuerza necesaria que introducía en dicho ser. De alguna forma, con el tiempo se transformó en un medio de "comunicación" para cuando hallaba la inconsciencia. Puede que, de alguna forma aclarativa, él ya se encontraba unido a la fauna -claramente, en menor manera que ahora- a través del ave, antes de que cualquiera lo advirtiera. ¿Era esta la razón por la cual los desertores ansiaban buscarle y capturarle? ¿La razón por la cual Carphatia absorbió al zorro de ocho colas en su interior? ¿Significó esto su supervivencia? Las respuestas constituían aún un enigma por resolver. Y por el momento, aquel gorrión suponía el único hilo que lo conectara a como realmente es ahora.

    Y de repente, se escuchó el aullido de un lobo. ¿Desde cuándo vivían estos animales en un bosque tan cercano a la Academia Cross? Nadie salvo Kaien Cross conocería al respecto, se suponía. No obstante, estaban ahí, escondidos en las profundidades del bosque bajo la protección del Guardián Osaki. Luego, éste, era el segundo conocedor de su existencia. El zorro blanco resultaba ser quien los alimentaba en secreto, evitando que atacaran a humanos -o vampiros- y extinguieran la raza. Porque en eso se encargaba su deber: proteger a los animales y la integridad completa de este bosque. Sin embargo, bien se sabe que un animal es agradecido cuando le das de comer. Y de hecho, el pequeño grupo de salvajes canes, reconocían perfectamente el aroma de su protector, aunque su vehículo humano hubiera cambiado de forma. El nuevo Guardián no poseía el cabello oscuro, ni la tez tostada, ni tampoco los ojos ambarinos; sino que sus iris oscilaban del amarillo salvaje y turbulento, hasta el amable y esperanzador tono azul. El resto de su aspecto era el más semejante y parecido al de un verdadero zorro blanco. ¿Su físico iba a ser causa de que no supieran de lo que llevaba en su interior? Por supuesto que no, pues el característico aroma de flores de cerezo que desprendía Osaki en esa forma, era inigualable. Por esta misma razón, uno de ellos se atrevió a buscar a Ziel dentro del bosque, encontrando a la perfección el lugar donde se encontraba.
    Una figura negra se presenciaba, claramente, en la entrada. Al advertirla, pestañeó un par de veces, pues la droga distosionaba completamente su visión. ¿Quién o qué era? Aquel ser, ¿lo ayudaría o atacaría? Desde luego, Ziel no tenía en mente quedarse inmóvil en sitio para comprobarlo. Los gruñidos se recuperaron en su garganta, amenazantes. A pesar de ser un simple cachorro, como algunos mencionarían debido a su comportamiento, poseía bastante mal genio como para defenderse de cualquiera. El animal salvaje, en contrapartida, favorecía inicialmente el conflicto, utilizando como respuesta su feroz dentadura y enseñando los dientes, pero en ningún momento tomó la decisión de adentrarse en los territorios de otro animal que podría superarle en fuerza seguramente. ¿Aguantaría el cuerpo de Ziel a una nueva batalla, en cambio? Ejerció fuerza con uno de sus codos, intentando levantarse lentamente. El sudor caía por su frente, ocasionado por el esfuerzo, más el cansancio y malestar arrastrados hasta ahora. Su respiración, se escuchaba completamente sofocada y arrítmica, pero continuaba inhalando aire fresco para reunir cuantas más fuerzas posibles. Y finalmente, cuando por suerte alzó su tronco, todo resultó en vano. Sus brazos se deshicieron y el resto de su cuerpo, tocó de nuevo la tierra. Ziel ya no tenía fuerzas, ni siquiera para levantarse. Ni siquiera para defenderse.

    El golpe contra el suelo, lo devolvió contra la más fría realidad. Por primera vez, percibía que la mejor optativa era rendirse frente al lobo que se hallaba en la entrada. Odiaba postrarse, pero conocía que le faltaba su resistencia particular. Entonces, le entregaría su territorio adquirido dentro de la cueva, a cambio de salir de allí con vida o quizá, con la suerte de permanecer dentro bajo su atenta mirada y órdenes. Los gruñidos de ambos cesaron en cuanto hubo un corto diálogo de silencio. Las orejas blanquecinas bajaron y sus colas se sosegaron en la espalda, protegiéndose las heridas. Tan simple como esperar al contrario y observar el diálogo de sus gestos, bastaba para entender el mensaje del otro. Y así, Ziel se quedó inmóvil, mirando lo más centrado posible -lo que le permitía su deteriorada visión- al animal.
    El lobo se introdujo dentro del territorio, lenta y minuciosamente, con las orejas bajadas. En realidad, con el temor de su adversario. En cualquier momento, Ziel podía sorprenderlo y matarlo allí mismo; aunque el olor a sangre era perceptible desde más allá de la cueva en la que se encontraban, lo que suponía una ventaja clara para el adversario del peliblanco. Con cuidado, se acercó al cuerpo humano que yacía desgastado en una de las esquinas y lo miró a los ojos. Instantáneamente, algo se removió en el interior del neófito. ¿Qué era esto? ¿Acaso lo reconocía? Puede que no del todo, pero sí recordaba su deber por encima de todo. La criatura que se alzaba delante de su rostro, pertenecía al clan de los animales que Osaki protegía y cuidaba. Por parte del lobo, sin preverlo, se inclinó hacia delante para mostrarle respeto y gimió, olfateándole más detenidamente, manchando su hocico con la sangre del joven. Lo estaba reconociendo, o mejor dicho, lo estaba aceptando como nuevo Guardián en su nuevo territorio. Seguidamente, comenzó a lamer sus heridas con paciencia y esmero, moviéndole con las patas para que girara el tronco, en deseo de que Ziel lograra recuperarse y marcharse con el resto de su manada para alimentarles. No obstante, verdaderamente, el cuadrúpedo resultaba ser una hembra que había acudido en busca de Ziel, en pos de pedir que les favoreciera comida a ella y sus cachorros, ocultos en lo profundo del bosque. Sin embargo, lidiaría con el problema y mientras esperaba por su salud, lo defendería de cualquiera que se atreviera a ingresar en la cueva.

    El peliblanco no conseguía entender demasiado, solo las buenas intenciones. Los gritos se oían en el refugio, pues Ziel producía sonido cuando el roce y la insistencia, le retorcían de dolor. De vez en cuando se resistía, se oponía a que continuara arañándole sin querer con las patas, haciendo el amago de morder su cuello en sucesivas ocasiones. En cambio, terminó por relajarse lo mínimo -sin desprenderse de la poca tensión que agarraba su cuerpo- para dejarse ayudar por la hembra. Cerró los ojos lentamente, hasta que ya no pudo soportarlo más. El rebelde neófito, finalmente quedó vencido por el cansancio, a la merced de un animal salvaje. Ahora, existía alguien que lo protegería de ese grupo de humanos que lo buscaban, asegurándole la suficiente confianza como para descansar.
    Tras limpiar la sangre seca de sus brazos, de sus piernas y rostro, más de desinfectar las heridas más leves de su torso, la loba se alzó de nuevo. Movió a Ziel entre sollozos, creyendo que ya no había más que hacer por él. En cambio, percibió la tenue y cálida respiración del chico, levantando las orejas. Aún estaba vivo. Exhausto, pero vivo. Tomando al zorro blanco como su mayor prioridad -ya que éste desencadenaba la ayuda en su descendencia-, marchó fuera de la cueva en busca de alimento, pensando en su pronta mejora para cuando se despertara de su letargo.

    Justamente, el lobo que tropezó accidentamente con Fraiah Eslin, no resulta más que aquel que intentaba ayudar a su inestable y deplorable amigo. El animal se hallaba buscando algún conejo o animal pequeño para poder darle qué comer a su inesperada cría. El infortunio fue, que la chica no entendió a la "madre" y la "madre" no la entendió a ella. Su lenguaje corporal suponía un diálogo defensivo y autoritario, respectivamente con el joven que se encontraba dentro de la cueva. La siguió por el bosque porque temía que se instalara en el refugio y matara a Ziel. Su agresividad fue únicamente con el objetivo de protegerle de la híbrida. Y, opuestamente, Fraiah corrió por entre los árboles para encontrarlo, además de que su vampirisimo, se provocó con esfuerzo para salvarle de la misma fiera que pensaba protegerle. ¿Obró bien, entonces? Cada parte posicionó al neófito como lo más prioritario, sucediendo el ocurrir de los hechos. No obstante, si se hubieran entendido antes, si tan sólo hubiera esperado un poco más... ¿Y quién iba a arriesgar la vida del sujeto en cuestión, por comprobar las buenas intenciones del contrario? Ambas actuaron como debieron, salvo que una de ellas salió mal parada, en este caso el animal. El sustento alimenticio de Ziel y seguramente de la misma Fraiah, desapareció por entre los arbustos, herida y asustada como hasta hacía un momento lo hizo el chico que yacía. La escena se repetía por segunda vez, lo cual comprobaría en cuanto se adentrara en el refugio improvisado de esta noche.

    Lo que nadie esperó, fue la fuerte sed desatada en el cuerpo de su compañera. Lo que nadie pensó, fue que, al acercarse al chico, se sintiera profundamente atraída por la sangre de este. Lo que ni la propia Fraiah llegaría a imaginar, es que se moría de ganas por morder su piel y saborear el gusto de su sangre. El rostro del joven se veía angustiado por el dolor y profundamente agotado. Necesitaba descansar bajo cualquier concepto, pero Ziel se despertó justamente en el instante en que clavaría sus colmillos en su mejilla, advirtiendo el peligro que suponía bajar los párpados. Por segunda vez, se hallaba vulnerable frente a un nuevo enemigo. Intentó reunir fuerzas e incorporarse, y nuevamente, totalmente en vano. Sin embargo, gruñía desde su interior, además de que una de sus manos se posara sobre su muslo para alejarla simplemente con eso. No la quería cerca después de que confió en los humanos y éstos le traicionaron para darle caza. Y la chica formó parte de su manada, pero el aroma que desprendía ahora, resultaba ser completamente diferente al de antes. Se veía más nerviosa, más insegura e indispuesta. Su aura ya no emitía la luz violácea de sus ojos, sino un siniestro color a sangre que se fundía con este mismo tono, debatiéndose en su esencia. ¿Qué ocurriría entonces? Fraiah se alejó de él inmediatamente, una vez se dio cuenta de su actuar. La desgracia se cernía sobre el Destino de Eslin y Carphatia, otra vez. La chica era incapaz de acercarse y ayudar a Ziel en ese estado, incluso de salir al exterior por miedo a cruzarse con algún alumno o cazador. Y el neófito se sentía plenamente exhausto como para poder huir o defenderse de otro vampiro neófito recién despertado de su largo sueño. Era el tiempo, el único que resolvería cómo saldrían los dos prófugos de esta.
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    Mensaje por Rangiku Matsumoto Dom Oct 19, 2014 11:34 pm

    Al ver que no se trataba de una amenaza, acabé volviendo a envainar la katana con suavidad. No me hacía ninguna gracia el dejar marchar a Fraiah sola, y más aun sin saber a dónde se dirigía. Pensamientos tales como el hecho de que los desertores pudiesen estar acechando desde cualquier esquina y pudiesen aprovechar nuestro despiste para volver a secuestrarla, no cesaban de invadir mi mente. Y no solo estaba preocupada por ella, sino también por el ahora desaparecido Ziel. Algo me decía de que la joven viuda de Damaru no había cogido primeramente el mismo camino que su amigo, y aquello no hacía más que preocuparme más. ¿Y Ziel? ¿Dónde se encontraba ahora? ¿Cómo estaría? Que supiese, él no podía tratarse esas heridas por su cuenta; aunque los vampiros poseían una capacidad de regeneración y de recuperación extraordinarias, las balas que llevaba el joven neófito en el cuerpo seguramente serían de metal madre, ya que si no fuera así dudaba mucho de que se encontrase en ese estado. El joven vampiro tal vez había conseguido marcharse muy lejos, sin querer darnos la oportunidad de ayudarlo, tanto a él como a su compañera. Y lo que más me angustiaba de todo era el hecho de que los desertores podían estar esperando detrás de cualquier árbol, escondidos en cualquier sombra. Sabía que Shinji se había encargado de avisar a la Asociación para que mandasen gente para controlar la zona, pero no sabía si aquello había sido efectivo o no. Si los desertores hacían su aparición en aquel bosque, dudaba que yo pudiera hacer mucho en aquel estado. Yagari y Shinji se ocuparían bien de la situación, pero yo podría suponerles un problema si alguno de los enemigos decidía aprovecharse de mi situación. Si no hacía demasiados movimientos bruscos, más o menos podía sostenerme y andar bien, aunque me cansaba pronto; sin embargo, tal y como me había demostrado el brusco movimiento que había hecho mi amigo para protegerme de las dagas de Ziel, si se me ocurría forzarme o hacer cualquier esfuerzo, no podría aguantar. Y eso era algo que no me podía permitir. En aquellos instantes, debía de poner mi mayor esfuerzo en recuperarme (como pudiese, ya que no eran unas circunstancias precisamente favorables) lo antes posible y esperar al botiquín que debía traer el cazador de pelo blanco, con el cual esperaba poder extraerle aquellas balas a Ziel y ayudarle a su pronta mejora. Hoy, más que nunca, debía esforzarme por no complicar absolutamente nada.

    Aun tras el brazo de mi amigo, observé algo cohibida a Yagari. Temía que se diese cuenta del estado en el que me encontraba por culpa de la falta de sangre. Traté de guardar un poco la compostura, pero no salí aun de mi pequeño escondite. Lo observé en silencio a la vez que él volvía su mirada hacia mí al haber escuchado mi exclamación de sorpresa. Al ver que él no pronunciaba palabra, no me atreví a añadir nada más. ¿Cuánto tiempo hacía que no lo veía? Meses, habían pasado ya meses desde que me sacó del hospital y me acompañó hasta dejarme en casa de Shinji. No había vuelto a saber absolutamente nada de él. No lo había visto en clases y tampoco por la Asociación; también es cierto que yo había faltado al principio a un montón de clases después de lo que pasó en el bosque, y que había andado ocupada con todo aquel asunto en el que me había metido yo sola. Dubitativa, sin saber qué decirle, observé cómo su expresión mutaba durante una décima de segundo al mirarme, para luego volver a su semblante serio. ¿Qué debía decirle? Me alegraba de verle, y tenerlo allí me hacía sentir más segura; pero, realmente, hubiese preferido volver a verlo en otro momento, en un momento en el que no estuviésemos todos en una situación tan delicada, un momento en el que hubiese podido preguntarle tranquilamente si había recibido el obsequio que le dejé como agradecimiento por haberse ocupado de mí. Todavía algo detrás de mi amigo, le sonreí levemente como saludo. A la vez que su voz sonó en aquel lugar, Shinji me obligó a salir de detrás de sus espaldas y me sostuvo delante de él. Sus movimientos habían sido firmes pero a la vez delicados, procurando no ser demasiado brusco y provocar un nuevo mareo. Posó una de sus manos sobre mi hombro sano, en parte dándome un poco de apoyo y, por otro lado, indicándome que no me escondiese. Palidecí levemente, si podía más, ya que el improvisado vendaje que me había hecho Fraiah en el hombro quedaba a la vista. El semblante de Shinji parecía haberse relajado levemente, seguramente aliviado por tener a alguien de confianza allí. Sin embargo, la tensión había disminuido de sus músculos, pero no había desaparecido; su rostro ya no mostraba desafío como había hecho momentos antes, pero tampoco mostraba su habitual expresión bonachona, la cual se había visto sustituida por una seriedad muy poco frecuente en él. El cazador respondió a la primera pregunta del Vicepresidente señalando con el dedo la dirección que había tomado Ziel.- Si mi vista no me engaña, más o menos por allí.- Dijo, mirando durante unos instantes aquel lugar para luego volver a depositar la vista en Yagari. Yo me mantuve callada ante aquella pregunta, pues todo había pasado demasiado rápido como para que pudiese haberme percatado de algo que no fuese, simple y llanamente, que en aquel instante habíamos corrido mucho peligro.- De todas formas, en el estado en el que está, no creo que sea demasiado difícil encontrarlo.- Añadió, pensativo. Ante aquel comentario bajé la mirada, apenada por el pobre neófito. Estaba sufriendo todo aquello él solo, seguramente sintiéndose incomprendido por todo el mundo. Ante la orden de salir a buscar a Fraiah si no volvía en dos horas, asentimos los dos a la vez. Por mí habría salido a buscarla ahora mismo, pero si ella había decidido que quería estar sola por el motivo que fuese, no podíamos impedírselo; o mejor dicho, no deberíamos. Aun así, aquellas dos horas o el tiempo que fuese que ella estuviese lejos, se me haría eterno.

    Y al final aquella pregunta. Bajé levemente los párpados, sabiendo que había llegado el momento de contar todo lo que había averiguado. Shinji, seguramente a sabiendas de lo que se pasaba por mi mente, dio una suave palmadita sobre mi hombro sano.- Eso es algo que nos debería de contar ella.- Dijo, mirando hacia mí. Alcé la vista y miré a mi superior seriamente, asintiendo con la cabeza. Tenía un nudo en la garganta, ya que todo había pasado de ser una silenciosa investigación sobre un dato tan difuso a convertirse en una realidad cruda. Esperé a que Yagari terminase de hablar para comenzar a relatar todo lo que había ocurrido durante aquel tiempo. Con un cansado suspiro, comencé a relatar.- Cuando salí del hospital, tardé un buen tiempo en volver a clases. No me dejaban volver a incorporarme hasta que no pasaran unas semanas más pero, a pesar de eso, en cuanto me quitaron los puntos volví a mi trabajo como miembro de la Asociación. Nada demasiado complicado, tan solo eran Niveles E.- Aclaré, ya que no quería que ninguno de los dos me reprendiese por esforzarme justo después de quitarme los puntos de semejante herida.- Una de esas veces, el Nivel E al que perseguía se internó en los terrenos que rodean los Dormitorios Luna de la Academia Cross. Lo seguí hasta allí, donde me encontré con una de las alumnas de dicha clase que se había dado cuenta de la cercanía del vampiro.- Dije, sin saber muy bien si la parte de que conocía a aquella chica, Thalia, sería algo importante.- Ella me ayudó tanto con ese como con otro que apareció más tarde, con el cual tuvimos una ayuda extra: Christian Blade.- Me detuve ahí durante un instante, tomando aire y organizando bien mis recuerdos.- Me dijo que había llegado hasta allí buscando a su hermana, Fraiah, además de al Presidente. Claramente, no pude decirle dónde estaban ninguno de los dos. Lo único que pude decirle fue la última vez que vi a Fraiah en la fiesta de Navidad. Y ahí empezó todo.- Cambié el peso del cuerpo de un pie a otro, algo cansada, pero me mantuve en pie.- Me pidió si podía revisar mis recuerdos para saber con quién se había ido, así que le dije que sí.- Confiaba en él, no podía olvidar que me salvó de las garras de Rido.- Recordaba que Fraiah se había marchado, junto con la que me parecía que era Yuuki Cross, con una mujer de cabellos morados, de quien apostaría lo que fuera a que era una vampiresa. Él me lo confirmó: me dijo que aquella mujer se llamaba Cordelia, y era un miembro del Consejo de Ancianos.- Ante aquel dato, a pesar de que él lo sabía, Shinji frunció el ceño y resopló. Apreté levemente los labios, volví a tomar aire y continué.- Después de aquello, me he dedicado a investigar todo lo que he podido. ¿Por qué no comenté nada al respecto hasta ahora? Porque podía ser un dato equivocado, porque no quería poner a la Asociación detrás de una nueva pista falsa. Quería aportar datos claros, y a eso me dediqué, aunque sin resultados. Si hubiese hablado, además de que nos habría puesto en el punto de mira de los desertores que aun quedan entre nuestras filas, tan solo hubiese hecho que aumentase la tensión y el odio. Tan solo podía confiar en usted, en Shinji y en Jack para poder contarles sobre ésto, y tan solo tenía contacto con Shinji.- Expliqué, ya que seguramente preguntaría que por qué no dije nada hasta ahora. Además de todas las razones que había dado, tampoco se podía olvidar que no lo había vuelto a ver.- No me atreví a dejarle la información en un documento ya que no sabía si llegaría a sus manos sin ser visto por alguien más. Lo siento, pero no podía fiarme.
    El caso es que no he conseguido averiguar si realmente el Consejo de Ancianos está involucrado con la Nueva Asociación o es solo una casualidad. He estado leyendo reportes de viejas misiones en la biblioteca de la Asociación por si encontraba alguna referencia a ese nombre, pero no he llegado a encontrar nada.-
    Dije finalmente, abatida. Me había tragado hojas y hojas de montones de reportes y no había hallado nada.- Hasta ahora, he procurado no hacer nada que llamase la atención del enemigo; al menos, hasta esta mañana, todo había sido así. Seguía haciendo mi vida normal mientras que, de vez en cuando, seguía investigando.
    De toda esa historia, pasamos al día de hoy. Al llegar a las calles del centro, me las encontré completamente llenas de los de la Nueva Asociación. Estaban buscando a Ziel y a Fraiah. Me alarmé y cogí un atajo para llegar a la Asociación y avisarles, pero parece ser que alguno sospechó de mí y me siguió. Tuvimos un breve enfrentamiento en un parque con ellos, pero conseguimos escapar. Y el resto... creo que ya lo debe de saber, más o menos, por lo que debió contarle aquel chico.-
    Concluí, sintiendo que había agotado todas las fuerzas que me quedaban en toda aquella explicación. Shinji volvió a apretar su mano sobre mi hombro, pero su otra mano se movió más rápido de lo que pude darme cuenta.- No. No lo sabe todo.- Sentenció, volviendo a retirar la venda tal y como lo había hecho momentos antes, mostrando la marca de los colmillos de Ziel en mi hombro.- ¡Shinji!- Protesté, pero mi amigo me miró muy serio.- Es conveniente que lo sepa. Sabemos que no es un Pura Sangre, pero eso no implica que no estás en plenas facultades. Y no me repliques.- Dijo, callando todas las excusas que iba a empezar a soltar.

    Volví a bajar la vista, sin ganas alguna de replicarle. Aunque me costase asumirlo, en el fondo sabía que el Vicepresidente debía de contar con que uno de sus subordinados no estaba completamente bien.- Pero puedo continuar.- Sentencié, segura de mis palabras. Antes de que Shinji comenzase a replicar, estreché levemente los párpados y solté.- Además, no puedo regresar ahora. Si me voy sola, estoy indefensa ante un ataque de los desertores. Si alguno me acompaña, deja al otro solo y desprotegido.- Dije, procurando atar todos los cabos que podía para que me permitiesen permanecer allí. No iba a irme ahora.- Y encima el jefe desaparecido aun, ¿en qué mundo vivimos?- Espetó Shinji, dirigiéndome una breve mirada asesina por haberle desbaratado la regañina para enviarme a casa. Me crucé de brazos; parecía que me encontraba más dispuesta que antes, quizás por la responsabilidad que por unos instantes había portado, pero en cuanto la tensión se fue desvaneciendo, las fuerzas también lo hicieron. Mi amigo se dio cuenta y me sujetó.- Está bien que no quieras irte. Pero, al menos, descansa mientras puedas. Te falta mucha sangre y eso no se soluciona tan rápido.- Hizo que me sentase apoyada contra el tronco de un árbol, a lo que accedí a regañadientes.

    Unos rápidos crujidos se escucharon. Eran las pisadas de un animal relativamente ágil. Volví la vista hacia el lugar de dónde parecían provenir y un enorme lobo apareció herido, atravesando rápidamente el lugar y desapareciendo entre los árboles. Se escucharon sus rápidas pisadas y su respiración algo pesada hasta apenas unos cuantos segundos después. Un leve rastro de sangre había marcado el recorrido que había seguido el animal hasta llegar a donde estábamos.- Parece que al final no nos será tan difícil encontrarlo...- Murmuré, pensando en la posibilidad de que quien podría haber atacado al animal y haberlo dejado así podría haber sido Ziel. ¿Quién si no podría ser?
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    Mensaje por Kai Olivier Jue Oct 23, 2014 3:43 pm

    De vuelta al bosque, despues de robar un botiquin de la Asociacion y llenar de provisiones y cosas necesarias para sobrevivir en el campo en dos mochilas grandes, escuche unos ruidos que salian de una cueva cercana.
    Con cuidado, deje las cosas detras de unas rocas y decidi entrar en la cueva en silencio y con una mano apoyada en la pistola por si necesitaba usarla en algun momento. Estaba bastante oscuro, por lo que mi visibilidad era mas bien escasa, pero si lo suficiente como para detectar siluetas y movimientos. Esto me basto para detectar dos figuras, una tirada en el suelo, y la otra en una esquina de la cueva.
    - Pero que...- dije sorprendido al descubrir que eran Fraiah y Ziel- ¿qué ha pasado?, ¿que haceis aqui tirados?- fui y me acerque a Ziel primero para comprobar que estaba bien, mas o menos, y despues me acerque a Fraiah.
    - Porque os habeis alejado de los demas?, tendriais que estar con los demas cazadores, aqui no estais seguros- alargue la mano hacia Fraiah con la intencion de ayudarla a levantarse.
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    Mensaje por Yagari Touga Sáb Nov 08, 2014 8:12 pm

    Aquel azul iris se ensombrecía a medida que miles de pensamientos atravesaban la mente del cazador. Entre ellos no sólo se encontraban los peligros que podrían estar atravesando, sino también las preocupaciones que lo invadían al pensar en la Asociación y en cómo peligraban cada uno de los pocos miembros que quedaban. Él no podía con todo. Esa era la realidad. Pero tampoco podía darse el lujo de diseminar información por aquí y allá, delegando misiones importantes y papeles confidenciales. Estaban muy jodidos, excesivamente jodidos, y eran contados con los dedos de las manos aquellas personas en las cuales se podía confiar. Las cartas parecían estar, desde hace tiempo, del lado de la Nueva Asociación. Touga se preguntaba cuándo aquello cambiaría. Incluso llegó a preguntarse qué habían hecho ellos tan malo como para merecer toda esta ruina y traición. Pero luego, al instante en que aquello cruzaba su mente, se percataba de lo desesperado que en verdad se encontraba como para encomendar las causas de lo que ocurría a una fuerza extraordinaria y mayor.

    Su mirada se había perdido en aquel rastro de sangre que manchaba sus dedos, otra vez. Aquí había algo extraño, pero él no emitiría palabra alguna. Aún no era el momento adecuado para soltar suposiciones, aunque él sabía perfectamente de dónde provenía. Y quizás prefería, en este momento, mentirse un poco a sí mismo para así evitar preocuparse aún más. Rangiku seguía oculta tras Shinji, pero éste no demoró demasiado en ponerla delante, entre ambos. La oscuridad del bosque ocultaba bastante bien la figura de la chica, de todos modos. Aún así, Yagari no la miró otra vez. Su vista continuaba al frente, observando cada sector del claro en el cual se encontraban. Lo mejor sería que se movieran a la oscuridad, y allí trazaran algún que otro nuevo plan, al menos hasta que Kai hiciera acto de aparición. Si las cosas eran tal como él había dicho, algo le decía que permanecerían allí, en medio de la nada, por un buen tiempo. Además, ya estaba por cumplirse una hora desde que Eslin se había ido. Yagari era permisivo con las angustias personales y la necesidad de soledad, pero hasta cierto punto. Le iba a acabar por importar una mierda si la chica se sentía mal y deseaba estar sola, pues su vida corría más peligro que sus lágrimas. Y lentamente, sentía que se estaba exasperando. Cerró su ojo un momento y se llevó una mano al rostro, suspirando lenta y profundamente. Si él perdía el control, ¿qué sería de la Asociación ahora mismo? Si él se daba el lujo de permitir que las exigencias le ganaran, ¿a dónde iría todo el esfuerzo que estaba costando mantenerse en pie? Y, obedeciendo a la parte más racional y sensata de su mente, mantuvo la calma. La mesura de Yagari parecía no poseer límites cuando de encontrarse en frialdad se trataba.

    Shinji, al responder a su pregunta, lo quitó de sus cavilaciones. Touga lo observó y asintió en silencio, barajando todas las posibilidades en su mente. Realmente no sabía qué asunto atender primero, pero en cuanto su compañero indicó que Rangiku era quien debía contar todo lo que sabía en ese momento, Yagari supo qué era lo que debía privilegiar. Mientras el tiempo corría como si fuera a la velocidad de la luz, las palabras de la chica, en principio tímidas, comenzaron a surgir de su interior. Mientras ella hablaba, Yagari miraba al frente, con una mano dispuesta sobre la pistola que llevaba sujeta a la cadera. Mientras Rangiku poseía toda la atención de sus oídos, la firme mirada del cazador se perdía en el abismo oscuro que se extendía alrededor de ellos. Cuando Matsumoto mencionó al Pura Sangre Blade, el párpado de Touga se estrechó un poco. Aunque le pesara admitirlo, no podía negar que ese era uno de los pocos vampiros confiables que conocía, por no decir el único. Y si estaba aquí buscando a Fraiah -a juzgar por el aprecio que le tenía y por ser el único que no parecía estar enfermo en esa familia de chupasangres desquiciados- ponía las manos en el fuego porque él colaboraría con ellos sin dudar. No obstante, cuando los labios de Rangiku pronunciaron aquel nombre femenino, Touga se volteó para mirarla, y luego miró a Shinji.
    - Con que Cordelia, ¿eh? –murmuró seriamente, guardándose todo tipo de comentario extra. Efectivamente, era ella miembro del Consejo de Ancianos. Pero.. ¿con qué intención se había ido de la fiesta con ambas chicas? ¿Por protegerlas? ¿O acaso para entregarlas y así salvaguardar la permanencia del Consejo de la mano de la Nueva Asociación? Las conjeturas comenzaban a surgir, pero no iba a aferrarse a ninguna. No hasta tener pruebas suficientes. ¿Y qué mejor prueba que averiguar dónde se encontraba esa mujer ahora? Yagari clavó su iris de hielo sobre Shinji y le arrojó su móvil-. En breves llama a Smith. Dile que rastree el paradero actual de Cordelia Heinz –dictaminó.

    Había estado luchando contra sus impulsos. Había intentado bajo todo concepto no recaer en la excesiva preocupación y no volverse un detestable sobreprotector por sobre quien no tenía derecho de serlo. Lo había intentado, en verdad, pero bastaron unos segundos en donde Shinji habló para desmoronar todos sus intentos. El cazador llamó la atención del Vicepresidente, y en cuanto Yagari lo observó y bajó la vista hacia donde su compañero le señalaba, el frío recorrió cada centímetro de su cuerpo. Todo él se volvió una roca tensa a punto de caer desde una cornisa excesivamente elevada. Vio lo que, en efecto, jamás hubiera querido ver: la marca de una mordedura que excedía a la simple pero letal perforación de dos colmillos. El rostro de Yagari presentaba estupefacción teñida de horror e ira. Sin embargo, lo que no hacía de él el portador de una expresión feroz, era el temor evidente que cruzaba su semblante. Clavó su mirada sobre la de Rangiku, pero antes que fuera a decir o hacer cualquier cosa, Shinji emitió un par de palabras tranquilizadoras. Debido a lo dicho por éste, el vampiro que la atacó debió haber sido Carphatia. El chico, en efecto, no era un Pura Sangre, pero aún así la había mordido y la había herido de gravedad. Aquella herida parecía ser la hazaña de un animal salvaje más que de un vampiro. Y esto no significaba que él no considerase a los vampiros como animales y bestias desalmadas, pero tales seres siempre se habían caracterizado por una inusual y sádica elegancia a la hora de ejecutar sus actos. Sin embargo, aunque cierta tranquilidad –excesivamente ínfima, pero tranquilidad al fin y al cabo- medió sus perturbados pensamientos y su agitado ánimo, no podía evitar pensar las peores cosas ni imaginar las más drásticas decisiones. Nuevamente, todo aquello que quería mantener a raya, pretendía salir, y nada más ni nada menos que por culpa de Matsumoto y la desventurada situación que presentaba. Y mientras ella discutía con Shinji, él se había abstraído, apartándose de ambos unos pasos y no mirando a ninguno. Transformó una de sus manos en un puño, y aunque hubiera deseado partir el árbol que tenía en frente con un solo golpe, se contuvo. Una vez más, se contuvo, y se tragó la frustración para alimentar el odio que venía forjando en su interior desde hacía ya años.

    Tras unos momentos, suspiró y se volvió hacia ambos. Rangiku había tomado asiento y debido a la posición que había adoptado, el resplandor de la luna permitía apreciar su palidez. Inexpresivo y sombrío, extendió su brazo hacia ella. De su mano, pendía la bolsa son las porciones de comida que había traído desde The Crow.
    - Come –ordenó. Miró a Shinji-. Tú también. Y cuídala –sentenció, señalando con la barbilla a Matsumoto tras emitir la última orden. Había traído comida para todos, incluso para Fraiah y Ziel, así que no había problema en cuanto a las raciones. Sería mejor que se alimentasen, y él se encargaría, por el momento, del resto.

    Habían visto pasar a aquel lobo herido. A Yagari le extrañó en demasía ver a aquel animal allí, pero prefirió ignorar el asombro y concentrarse en el rastro que había dejado. Yagari comenzó a alejarse, serio y frío, quizás más que cuando llegó. Quién sabe qué pensamientos aunaba en su mente ahora mismo. Quién sabría qué pasiones inusitadas lo guiaban hacia los odios y rencores más frívolos. Esperaba que Shinji recordase llamar a Smith, y que la mujer se mostrara propicia a la orden y no cayera en rodeos y acribillara al cazador con preguntas a causa de su preocupación. Por el momento, era la única en la cual podía confiar para destinar ese dato. Y, entonces, pudo oírse cómo Touga cargaba su pistola, y pudo apreciarse cómo la oscuridad lo envolvió.

    Transcurrió media hora desde que Yagari abandonó a Shinji y a Rangiku. Se había asegurado de que los alrededores estaban limpios de amenazas, y no tardaría mucho. Gracias a ese animal malherido, había dado con una cueva. Desde el interior, se oían voces y ruidos varios. Preparó el arma en una de sus manos, por cualquier cosa, listo para gatillar, y colocando su otra mano debajo de ésta, alumbró con una linterna. Rápida y sigilosamente, se movió hacia todos los extremos, y finalmente una melena blanca y dos enormes mochilas emergieron en la penumbra. Al reconocer a Olivier, suspiró y bajó el arma, pues observó que los otros dos individuos que allí se encontraban eran Eslin y Carphatia. Otro suspiro de alivio se escapó de su cuerpo, inevitablemente, y entonces se acercó a ellos, guardando el arma y sosteniendo la linterna con los dientes. Se inclinó hacia Fraiah y ni siquiera esperó a que accediera a tomar la mano de Kai.
    - Levanta a tu hermano. Los llevaremos de aquí quieran o no. Y lo haremos ahora mismo –ordenó inquisitivamente. Estaba cansado, y una mayor seguridad le daría si todos estaban juntos de una buena vez-. Rangiku está malherida y la he dejado con Shinji. No quiero que estén solos demasiado tiempo –aclaró, levantando a Fraiah del suelo y cargándola sobre su hombro. Así podrían moverse rápido y evitaría se zafase-. Podrás patalear todo lo que quieras, Eslin, pero aquí no te quedas ni un segundo más –dijo finalmente, emprendiendo la marcha hacia donde estaban los demás, y procurando que Kai lo siguiese detrás. Ziel no podría dar excesivos problemas, pues estaba demasiado herido como para continuar dando batalla. Por otro lado, aunque bien él podría haber optado lidiar con el neófito, prefirió ni mirarlo a la cara. No estaba entre sus facultades el advertir qué sería capaz de hacer cuando lo tuviera enfrente, así que cuanto más lejos, mejor.

    Y mientras la cueva comenzaba a parecer lejana, recordó las palabras que Shinji, al viento, había lanzado. "¿En qué mundo vivimos?" Yagari, sagaz, sonrió amargamente. Tomando algo de aire y procurando ser lo más silencioso posible, articuló las siguientes palabras:
    - No querrías saberlo.
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    Mensaje por Fraiah B. Eslin Dom Nov 16, 2014 7:30 pm

    Oh, Christ, how I hate what I have become..

    Se abrazó a sí misma. Temblaba. Todo su cuerpo temblaba y era preso de un estridente estumecimiento. Si permitía que sus instintos la dominaran; si concedía que ellos sintieran por ella, estaba perdida. Y si Fraiah Blade Eslin se perdía, inevitablemente Ziel Carphatia lo haría también. Y bastaba tan poco para que todo se fuera al demonio una vez más. ¿Por qué habían sido arrojados sobre ellos unos hados tan siniestros? Ambos habían sido sólo dos inocentes y cálidos humanos. Jamás pudo imaginarse algo así cayendo sobre sus insensatas e ilusas cabezas. O, quizás, en verdad, cada paso que daban era símbolo del sendero irrevocable por el cual los guiaba el Destino. Sin haberlo elegido, siquiera, ambos terminaron siendo parte de este gran juego de ajedrez diabólico y desdichado. Sin embargo, cuando se echa un vistazo alrededor, por momentos podría decirse que ellos eran los que más malparados estaban saliendo de todo este embrollo. Pues, ¿qué eran? ¿Humanos? ¿Vampiros? ¿Cazadores?  Cada uno tenía algo que lo convertía en un ser anómalo incluso entre lo exótico de las razas que habitaban el pueblo. Cada uno tenía algo de todo aquello y nada al mismo tiempo. En lo que respecta a Fraiah, en ella confluían esas tres naturalezas, y constantemente luchaban por imponerse una sobre la otra, enloqueciéndola, poseyéndola, desquiciándola. Ella ya no siquiera era dueña de su vida, de su existencia. ¿Y cuándo le advirtieron que este sería el precio a pagar por permitirse ser quien era en aquel entonces? Muchos le advirtieron, pero nadie le aseguró que esto llegaría tan lejos. Y si tan sólo pudiera volver el tiempo atrás y ser la estudiante alegre e ilusa de antaño, feliz en su ignorancia, tal vez elegiría la opción de jamás involucrarse con vampiros, jamás entablar amistad con ellos y, por sobre todas las cosas, jamás enamorarse de uno de ellos. Es más, si se lo permitieran, incluso se arrancaría el recuerdo de Nokku del pecho, porque vivir sin él estaba matándola, porque cada día que transcurría, la pérdida y el anhelo se hacían más insoportables.

    Cada día, cada noche, sin él, era una eternidad de lóbrego pesar.

    Fraiah traía a su mente el recuerdo de Nokku otra vez. Se aferraba a él, ahora como vía de escape, buscando que al menos pensar en él le permitiese olvidar esta sed, esta desesperación, esta miseria que estaba aniquilándola por dentro. Todos sus sentidos eran guiados hacia Ziel y el elixir que fluía a través de sus venas. Cada movimiento, cada respiración, cada parpadeo, absolutamente todo era llamado por él. Si Fraiah no concentraba sus sentidos en otra cosa, acabaría por hacer de esta noche fugitiva un verdadero desastre; una verdadera tragedia. Y aún no se creía lo que había hecho. Aún no podía creer que por salvarlo, por temer por su vida, fue capaz de llegar tan lejos. En efecto, Fraiah y Ziel habían pasado por tantas cosas juntos en estos meses, que inevitablemente los lazos entre ambos se hicieron muy fuertes. Cuando estaban en los laboratorios, solos, aterrados, sólo les quedaba confiar en el uno y en el otro, sostenerse, darse esperanzas, luchar juntos. En ese instante, en esos miserables momentos, Fraiah pudo reconocer la dicha de un pequeño milagro. En Ziel había hallado un amigo, y quizás por todo lo vivido y lo experimentado, podía arrojar las manos en el fuego por el hecho de que Ziel se estaba convirtiendo a pasos agigantados en el mejor amigo que tuvo nunca. Pues, aunque él no lo supiera, aunque incluso él, en su estado actual, no pudiera entenderlo ni comprenderlo, él le daba motivos para seguir adelante, él, en su ignorancia, en su consciencia dormida, le demostraba que aún había cosas por las cuales luchar, y así como la protegía, ella también deseaba hacerlo. Y todo este tiempo, desde que escaparon, Fraiah fijó en él cada uno de sus motivos, cada uno de sus esfuerzos. Juntos habían escapado de allí, y juntos iba a recuperar sus vidas. No lo iba a dejar solo, ni siquiera en el presente momento. A pesar de estar muriéndose por la sed, a pesar de querer desgarrar su cuello con salvaje osadía, estaría allí para él, para cuidarlo a pesar de todo. Y, sin quererlo, Fraiah había dejado de pensar en Nokku para focalizar su atención en los recuerdos con Ziel y en todas las personas que esperaban por él, que deseaban verlo y sentir que este mundo valía la pena a pesar de todo. Y focalizando así sus esfuerzos, siguió ensimismada, cerrando los ojos, sofocando, de vez en cuando, la respiración…

    - Ziel, resiste –susurró-. Aguanta, por favor. Yo.. Yo puedo controlarlo, ¿sabes? Yo.. Yo lo controlaré y te sacaré de aquí. Iremos con los demás. Te curarán y.. y todo estará bien, ¿de acuerdo? –proseguía, intentando llegar a él de alguna manera, pero también luchando por llegar a ella misma, por alcanzar esa humanidad que estaba perdiendo la batalla. Y cuando volvía a pensarlo, volvía a no creérselo. Ella… ¡Ella en verdad había hecho una locura! Despertar así lo que no debía despertar jamás. Entregarse así al sufrimiento… y todo por él, por el valor que representaba esta amistad y por el miedo a perderle. Como si sus sentimientos sin lugar a donde ir necesitasen imprimirse en alguien, Fraiah había permitido que sea aquel sosegado neófito el receptor de todas sus luchas. Y ahora ya no sabía si habría vuelta atrás. Ahora, con su vampirismo estimulado una vez más, los porcentajes de convertirse en una híbrida al cien por cien eran altos. Desconocía las consecuencias, desde luego, pero tampoco podía averiguarlas si no se dejaba, antes, caer en este mar de incertidumbres y riesgos. Pero lo hecho, hecho estaba. Y así funciona la vida a veces. Un modo cruel de proceder, pero de antemano fue dicho que ningún camino sería fácil.

    Respiró hondo y jadeó. Abrió los ojos y podía sentir cómo el carmesí de sus iris quemaba sus pupilas. Tenía que moverse. Tenía que mantener su mente ocupada. Tenía que pensar en cualquier cosa, hacer cualquier cosa, levantarse, caminar, lo que fuese, pero debía hallar la calma, el equilibrio. Intentó ponerse de pie, pero una mala imagen surcó su campo de visión: la sangre de animal que estaba en su mano. El llamativo carmesí pareció darle una abofeteada a sus sentidos. Fraiah tensó todo su cuerpo, pero más aún tensó su mandíbula. Los colmillos estaban allí, blancos, afilados, delicados así como letales. No iba a lograrlo. No podría hacerlo. A este paso, necesitaba alimentarse, o de lo contrario, sucumbiría. Y, cuando la voluntad estaba a punto de ser doblegada, se oyeron pasos. Entre la oscuridad, el rostro de Kai se abrió paso. La suerte estaba, esta vez, del lado de Ziel, sin duda. Fraiah, aún abrazándose a sí misma, se sobresaltó. En la oscuridad, podía mirarlo y vero perfectamente, pero él no podría ver el color de sus ojos. Y lo que creyó una salvación, en realidad era todo lo contrario: Kai, un humano, estaba allí, tendiéndole la mano para que ella la tomara. Instintivamente, apartó la mirada y se llevó una mano a la boca, cubriéndola y tapando con sus dedos los orificios de su nariz. No podía soportarlo. Y tampoco podían enterarse de lo que había hecho. Entonces, como si más golpes estuvieran destinados a caer sobre ella, otra voz conocida alertó sus perceptibles oídos: Yagari. “¿Qué voy a hacer ahora?”, pensó. Pero éste no le dio ni tiempo a intentar aparentar normalidad, pues la cogió del suelo y la cargó en su hombro, ordenando la situación y disponiendo las órdenes respectivas. Mientras comenzaban a andar, Fraiah se quedó quieta. Ni siquiera puso resistencia, como el cazador imaginó que lo haría. Mientras era llevada por él, destinó ambas manos a contener su olfato. Y como si fuera por arte de magia –o quizás por arte del miedo-, todo su ser pareció calmarse. De repente, la sensatez y la mesura regresaron. Sus ojos, rojos e intensos, se apaciguaron lentamente hasta obtener el violáceo amable y habitual. Su garganta dejó de gritar a la sed y su corazón, tembloroso y agitado, dio un vuelco positivo. De repente, un extraño cansancio la doblegó. Tal vez fue tal la relajación por haber logrado obtener las riendas de su autocontrol, que acabó por abatirla. El alivio fue tal, que amagó una sutil sonrisa. Dejó caer sus párpados, respiró profundo el aire puro y suspiró, exhalando allí las últimas pizcas de consciencia.
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    Mensaje por Kai Olivier Dom Nov 16, 2014 11:20 pm

    Ni si quiera medio tiempo a protestar cuando Yagari aparecio con su habitual cara inexpresiva y me mando lejos de Fraiah para que me hiciera cargo de Ziel.
    - Si, jefe- no me hacia especial gracia tener dos jefes, ya tenia ciertos problemas en seguir las ordenes de uno, como para seguir las de dos, pero la verdad es que en el fondo le agradecia que me dejara a mi hacerme cargo de mi hermano, porque la verdad, no me fiaria nada de nada dejandolo a su cargo, porque si Ziel se revolviera, Yagari no dudaria en matarlo. Ahora ya sabia de donde habia copiado Kasha esa forma de ser, arrogante, fria e inexpresiva, aunque en el fondo, muy al fondo amable; pensé mientras que sonreia de forma inconsciente al comparar los parecidos.
    Fue en el momento en el que cogia a Ziel en brazos cuando note la presencia de otro vampiro, pero lo que no entendia, es que esa presencia venia de Fraiah, como era eso posible?, pero no era humana?.
    Me gire y mire hacia donde estaba Yagari para comprobar si el se habia dado cuenta, el tenia mas experiencia que yo como era logico, por lo que, si no lo detectaba, seguramente seria un error mio ya fuera por el cansancio o porque ultimamente pasaba mas tiempo con vampiros que con humanos y eso podia estar afectando a mis sentidos de cazador. Sin decir ni una palabra, me mantuve callado observando a Yagari y esperando una reaccion o una simple orden para regresar con los demas.
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    Mensaje por Rangiku Matsumoto Lun Nov 17, 2014 1:58 am

    No sabía cómo había podido soportarlo, cómo había podido aguantarlo. No sabía cómo podía aceptar mi propia incompetencia. Tantísimo tiempo tratando de demostrar que podía perfectamente con lo que me echasen encima y ahora resultaba que hasta yo misma parecía rendirme. ¿Era eso lo que debía hacer? ¿Debía dar por hecho lo que decían los demás, que mi cuerpo era demasiado débil como para trabajar en la Asociación? ¿Debía dejar que todo quedase en un oscuro y difuso recuerdo? No quería alzar los párpados y ver sus expresiones; no quería ver la preocupación y la compasión reflejadas en los ojos marrones de Shinji, ni tampoco quería ver el horror y la ira que se habían apoderado del rostro del Vicepresidente durante unos segundos. Sentía que los decepcionaba a cada momento, que les causaba más problemas de los que ya de por sí tenían. Tan solo alcé levemente la vista cuando Yagari me tendió la bolsa que llevaba consigo y me ordenó que comiese. ¿Cómo podía cumplir aquella orden tan simple si tenía el estómago cerrado de pura angustia y culpa? Había momentos en los que mi cerebro parecía querer librarme de ese horrible sentimiento de culpa y me repetía que no había sido mi culpa que me hubiese mordido, que nadie hubiese podido reaccionar lo suficientemente rápido como para evitar los rápidos movimientos de Ziel; pero, por otro lado, escuchaba dentro de mi cabeza las voces de mis compañeros, recordaba sus comentarios sobre mi juventud y sobre mi debilidad. Podía ver claramente en mis recuerdos sus miradas de desaprobación, como si los estuviese viendo en aquel instante. Mis pupilas no se habían nublado con lágrimas como lo habrían hecho otras veces. Tan solo me limitaba a observar la nada como si de un simple muñeco sin vida se tratase; como si detrás de los dos iris negros de mis ojos tan solo se pudiese hallar vacío. ¿De qué me hubiese servido desahogarme de la carga emocional cuando había cosas más importantes de por medio? Recordaba todos los pasos que me habían guiado a estar donde estaba ahora. ¿Debía romper las promesas que hice? Tal vez le resultase más útil a la Asociación si me salía de sus filas. Ellos no necesitaban a alguien que no podía evitar que le arrebatasen la sangre, ni tampoco a alguien que no podía rematar a un desertor.

    Sentí que mi amigo tiraba de la bolsa que había dejado descansando sobre mi regazo, haciendo que se deslizase por debajo de mis brazos, los cuales habían descansado inertes sobre ella. Escuché cómo trasteaba con ajetreo la bolsa, pero no giré la cabeza hacia él. Sentía que también había decepcionado a Shinji, que incluso él habría acabado por pensar que debía abandonar aquello.- ¿Cómo te vas a comer ésto?- Dijo, sacando uno de los filetes y mirándolo con aire crítico, haciendo una mueca cómica. Un largo silencio incómodo se extendió entre los dos, ya que a su pregunta no hubo respuesta por mi parte. Por el rabillo del ojo pude percibir cómo se rascaba la cabeza y dejaba la bolsa a un lado, mirando hacia varias direcciones sin saber qué hacer.- Oye... ¿qué te ocurre?- Dijo, aunque posiblemente lo supiese muy bien. Como única respuesta, levanté uno de mis brazos, dotándolo nuevamente de vida, y me llevé la mano hacia la mordedura del hombro. Con una fría parsimonia, me clavé las uñas sobre la herida y las arrastré hacia abajo, como si en el dolor que aquello producía quisiese enmendar mis errores.- Eh eh EH, ¡para!- Shinji me sujetó la mano y me la apartó de la herida, la cual había vuelto a abrirse levemente. No era apenas nada: el corte superficial que había hecho la daga de Ziel y las dos finas marcas de sus colmillos, ahora acompañadas por varias líneas rojizas que habían dejado mis uñas.- ¿Se puede saber qué estás haciendo? ¿Te has vuelto majara?- Su otra mano se dirigió hacia mi rostro y me hizo alzarlo con algo de brusquedad.- Tú no eres así. ¿Qué demonios te pasa?- Preguntó, aun sorprendido por aquella acción. No, no era propio de mí actuar de aquel modo. Podía ver la incertidumbre y la preocupación en sus ojos... Aquella odiosa preocupación.- No quiero más...- Dije casi en un murmullo.- No lo soporto más...- Volví a bajar la cabeza. En aquel momento sentí que mis ojos recobraban su humanidad y se comenzaban a llenar de lágrimas.- No quiero causaros más problemas... Por querer ayudaros a todos he acabado siendo una carga. Los hemos encontrado, sí, pero ¿y si atacan de nuevo los desertores? No podría hacer nada, tan solo sería alguien más a quien proteger... Y no me uní a la Asociación para ser protegida, sino para proteger yo.- Dije, con una marcada amargura en cada sílaba que salía de mis labios. Un sonoro suspiro se escapó desde lo más hondo del pecho de Shinji.- Ya hemos hablado mucho sobre este tema... Y no eres inútil, a ver si te lo metes en la cabeza de una buena vez.- Sentenció. Apreté levemente los labios sin saber muy bien cómo protestar, preparando una nueva carga de palabras llenas de desánimo, pero sus siguientes palabras me callaron.- ¿Qué diría Ichigo si te viese así? No sé tú, pero yo no aguantaría mucho todo lo que soltaría, y ya sabes cómo se podía cuando te veía deprimida. El puñetazo se lo acabaría llevando.- Dijo, a lo que acabé por sonreír levemente. Me restregué un ojo, llevándome sobre mis dedos las lágrimas que habían salido.- Venga, haz lo que te ha dicho tu jefe y come.- Le dirigió una nueva mirada crítica a los filetes y acabó por coger la otra bolsa en la que estaban los dulces.- Pero mejor come algo que te garantice que no vas a estar varios días con dieta blanda.- Sacó uno de los dulces y me lo dio. Lo acepté sin mencionar nada, pero un poco más animada. Tenía razón, aquel no era momento para rendirse ni para estar allí tirada. Comencé a comer mientras él sacaba el teléfono que le había tendido el Vicepresidente y hablaba por lo bajo.- Que llame a Smith... pfff...- Dijo, haciendo una leve mueca de disgusto. No caía en aquel instante en quién era aquella persona, aunque no sabía por qué me sonaba muchísimo su nombre. Quitándole importancia a la identidad de Smith, le tendí un dulce para que él también comiese. Alzó la mano y lo cogió mientras miraba distraídamente hacia el móvil, mostrando al poco una sonrisa maliciosa.- Oye... tenemos el teléfono personal del Vicepresidente. ¿Y si cotilleamos un poco?- Dijo, mostrando una expresión de auténtica maldad. Alcé los párpados y me puse seria de repente.- ¡Shinji!- Le regañé, a lo que él soltó unas cuantas carcajadas. Esbocé una sonrisa, ya que sabía que había comentado aquello para animarme, aunque no descartaba el que fuese posible que se pusiera a cotillear los mensajes personales de otra persona para distraerse.- Ya, ya, entiendo... Tsk, habrá que llamarla.- Se levantó con una expresión de fastidio y comenzó a marcar, mientras yo me terminaba el segundo dulce y me miraba de nuevo la mordedura. Molesta y sin hacer caso de la voz exasperada de Shinji mientras hablaba con esa persona por teléfono, cogí la venda que había improvisado Fraiah y me la coloqué bien de nuevo, tapando aquellas horribles marcas. Después de todo lo que había pasado, no podía dejar que me viese derrotada. Ni ella ni los demás. Así no les servía de nada.

    El tiempo pasaba lentamente y nadie aparecía allí. Me había dejado deslizar por el tronco, dejando apenas sobre él una parte de mi espalda y el resto del cuerpo más bien tendido en el suelo. Sí, ya, era una de las posiciones que menos recomendarían para mantener una espalda saludable. Shinji miraba nervioso hacia todos lados, soltando de vez en cuando comentarios sobre salir a buscarlos si tardaban más. La bolsa de los dulces yacía vacía junto con la bolsa de los filetes, ambas abandonadas a un lado del tronco que me servía de apoyo. Mi rostro había recuperado algo de color, pero aun así no estaba bien; necesitaba alimentarme y descansar muchísimo, y sobre todo en un lugar en el que hiciese menos frío. De vez en cuando tanteaba la pistola que le había pedido prestada a Shinji hacía apenas escasos minutos, ya que en aquel estado no tenía la suficiente agilidad como para defenderme con la katana; qué menos que pudiese atacar de alguna manera.- Creo que se han olvidado de nosotros.- Comenté, mirando hacia el oscuro cielo. Una carcajada irónica por parte de mi amigo me confirmó que él también había pensado lo mismo, pero no hubo más tiempo para las bromas. Unas pisadas se escuchaban cada vez más cerca. Shini sacó en silencio el arma a la vez que yo me incorporaba y le quitaba el seguro a la pistola que él me había dado. Una mujer rubia apareció en el claro, alzando con sorpresa los párpados al ver que era el objetivo de los cañones de ambas armas.- Ah, con que eras tú.- Masculló Shinji, enfundando de nuevo la pistola y haciéndome un gesto para indicarme que no había peligro. Asentí e hice lo propio, sentándome de nuevo al pie del árbol y observando a aquella mujer que había clavado inquisidoramente sus ojos sobre mí.- Y bien, ¿dónde están?- Preguntó, mostrando sin tapujos una notable impaciencia.- No tardarán en llegar...- Le respondió con desgana Shinji. La mujer resopló y comenzó a andar de un lado para otro, mirando de vez en cuando hacia nosotros. Shinji se agachó junto a mí, dándole la espalda a la cazadora.- Rangiku, ¿estás mejor? Sí... ¿ves? Ya tienes mejor cara.- Dijo, sonriendo levemente. Le devolví la sonrisa, pero entonces la rubia melena de la cazadora se agitó al volverse bruscamente la dueña de la misma.- Así que tú eres Matsumoto, ¿no?- Dijo, clavando sus ojos claros sobre mí, como si fuesen dos agujas. La miré sin saber muy bien cómo reaccionar, pues no sabía cómo me conocía ni por qué había reaccionado así.- ¿Sí...?- Respondí, dubitativa. La mujer dio varias zancadas hacia mí, fulminándome con la mirada.- Parece que no sales de una sin estar herida, ¿verdad? ¿Se puede saber qué haces para acabar así siempre? No hace mucho estabas en el hospital por lo mismo, por poco no pones a la Asociación patas arriba.- Palidecí levemente cuando mencionó aquello. No recordaba que la Asociación se hubiese puesto patas arriba ni mucho menos, pero comenzaba a tener una leve sospecha del por qué de la actitud de aquella tal Smith. Sí, claro que había oído su nombre, ni más ni menos que la primera noche que había estado ingresada, justo en el pasillo del hospital mientras montaba una escena.- Haciendo que el Vicepresiente te acompañase simplemente porque te habían disparado...- Se llevó una mano a la frente, en un ademán algo teatral, dejando por hecho que aquello era algo inaceptable. Abrió los labios para seguir comentando lo inapropiado de mi comportamiento, pero Shinji le dirigió una dura mirada.- Déjalo ya, Rose. Si decidió acompañarla tendrá sus motivos como ya te diría en su momento.- Shinji estiró los brazos con tranquilidad, desviando la mirada del tenso rostro de la mujer.- Y deja de pasarte tanto con el maquillaje. Te hace más falta cubrirte las raíces.- Comentó con malicia, lanzando con siniestro placer el dardo envenenado. A pesar de que todo lo que había dicho la mujer me había dolido bastante, no pude evitar que la risa por poco se me escapase. Adoraba aquel lado maruja de mi amigo, y en aquel momento lo adoré aun más. Los ojos de Smith relampaguearon, furiosos, pero no añadió nada más. Con orgullo, se dio la vuelta y siguió andando por el claro, evitando que las miradas volviesen a cruzarse. Pasó un buen rato hasta que pude retirarme las manos de la boca sin que hubiese peligro de que se escapasen las carcajadas.

    Y así seguía pasando el tiempo. Sin noticias de los demás, sentía que cada vez me ponía más nerviosa. Luchaba contra el impulso de salir a buscarlos, porque no podía aguantar ni un segundo más allí quieta sin hacer nada, sin saber nada. Durante un instante me dio la sensación de escuchar un crujido no muy lejos, pero pareció resultar que se trataba de mi imaginación. Shinji se había sentado apoyándose en el mismo tronco que yo, mientras que Smith se había quedado de pie, apoyada sobre otro tronco justo en frente nuestra. ¿Dónde estaban? ¿Qué había pasado? Durante un angustioso segundo, me imaginé que la situación se nos había salido aun más de las manos y que había pasado algo realmente gordo. Sacudí la cabeza, tratando de alejar aquellos horribles pensamientos. Un nuevo crujido llamó mi atención, pero parecía que los demás no se daban cuenta. Se lo comenté a Shinji, pero éste frunció el ceño y negó con la cabeza.- Voy a mirar.- Le dije, poniéndome con cuidado en pie. Mi amigo se alarmó, pero antes de que añadiese nada agité las manos, quitándole importancia.- No pasa nada, voy a mirar simplemente aquí detrás y voy armada. Además, tú mismo has dicho que se me veía mejor color de cara.- Le dije, intentando de que me dejase. No muy convencido, miró hacia nuestro alrededor y acabó asintiendo sin mucho ánimo.- Está bien. Pero no te alejes a más de cinco metros de aquí. Te quiero de vuelta en dos minutos, ¿de acuerdo?- Con una leve sonrisa asentí a sus palabras, marchando con cuidado hacia la siguiente fila de árboles. No parecía haber nada. Pasé la siguiente, tal vez alejándome algo más de los cinco metros que había establecido Shinji. Me pareció ver a alguien. Alarmada, cogí el arma y le quité el seguro. Sí, allí había alguien. Mientras pude escuchar voces en el claro, lo cual indicaba que posiblemente los demás habían llegado, aquel individuo y yo permanecimos inmóviles y en silencio durante unos segundos. A pesar de la oscuridad, me pareció distinguir que su cabello, largo y descuidado, tenía un tono anaranjado.- ¿Kurofuji...?- Pregunté, rogando hacia mis adentros que por favor, que fuese él. Tan solo conocía a dos personas con aquel tono de pelo, y uno de ellos estaba muerto. Aquella persona no me respondió. Tragué saliva mientras observaba que su aspecto no se correspondía en nada al de Haru. Levanté la pistola, apuntando a aquella sombra que no se movía.- ¿Quién eres?- Pregunté en un tono algo agresivo. Como única respuesta, aquella silueta avanzó pesadamente unos pasos, dejando que pudiese apreciar al poco su rostro. En una cara que antaño había albergado una mirada cálida, ahora centelleaban dos espeluznantes ojos rojos. Los mechones de pelo largo y sucio enmarcaban su rostro demacrado, ahora más parecido al de un monstruo que a lo que antes había sido un ser humano. Las mismas ropas con las que lo había visto la última vez estaban completamente sucias y llenas de desgarrones. Sentí que palidecía cada vez más, como si las pocas energías que había conseguido recuperar en el rato de antes ahora se escapasen sin retorno. Dejé caer los brazos hacia abajo, completamente paralizada. No, aquello no podía ser. La vida no podía ser así. Seguía escuchando las voces del claro, pero no podía reaccionar. Mi mano estaba a punto de soltar la pistola, ya que no tenía fuerzas para seguir sujetándola. Una lágrima se deslizó por una de mis mejillas. No podía apartar la mirada de aquella persona que conocía tan bien y que pensaba que jamás volvería a ver. Y, para el estado que presentaba, hubiese preferido seguir en la creencia de que estaba muerta. La voz me tembló antes de poder hablar, mientras el Nivel E se acercaba lentamente, como si le pesasen las piernas. La lágrima se fue deslizando poco a poco hasta que acabó cayendo, cediendo a la fuerza de la gravedad.- Ichigo...
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    Mensaje por Christian Blade Mar Nov 18, 2014 5:59 pm

    Tan rápido y audaz, como era de prever, Christian abordó el bosque. Con Kasha en brazos, sigiloso, comenzó a rastrear el sitio donde se encontraban todas esas presencias. Demasiados aromas juntos; demasiada sangre percibida. Entrecerró sus ojos, preocupado. ¿Acaso estaban todos heridos? Temía, por un lado, averiguar  el escenario con el cual ambos iban a encontrarse. Mientras andaba velozmente, se detuvo un momento. Su cabello se meció debido a la dirección contraria de la brisa cuando él frenó su andar. Miró a la cazadora que portaba entre sus brazos.
    - ¿Te encuentras bien? –preguntó, y menguó la velocidad de sus pasos. Ya estaban cerca, por lo que no tenía por qué ser brusco o impetuoso. Sus finos sentidos le permitían percibir los corazones latientes de los presentes, así como su cansancio y su temor. Christian era muy perceptivo, y aquello le brindaba una empatía extraordinaria. Pese a mostrarse serio y formal en casi todos los ámbitos de su vida, era un ser con un gran corazón. Quizás era uno de los pocos vampiros del pueblo que, así de poderosos e inmortales, aspiraran la humanidad como un fin glorioso.

    Al acercarse más y más a la zona, vio pasar a su lado un animal herido. ¿Un lobo? Christian pudo advertir en la fiera el aroma de Ziel y Fraiah. En ese instante, sus pies se detuvieron y sus pupilas se hicieron ínfimas. ¿Qué era aquel aroma peculiar? Miró a Kasha y, sin decir nada, continuó andando. Algo era extraño. Algo parecía haber cambiado en este escaso tiempo. Y cuando tuvo la leve sospecha de lo que era, aquello no le gustó nada. Empero, sus peores suposiciones se iban acrecentando a medida que se acercaba a la zona. Y, cuando sus dorados ojos pudieron captar las siluetas cercanas, una en particular llamó su atención: estaba sola, en medio de la oscuridad, y su presencia emanaba el aroma de una reciente herida. Acompañándola, la presencia de un vampiro se forjaba en la espesura. Christian miró a Kasha y le hizo una señal para que haga silencio. La dejó suavemente en el suelo, sentada contra el tronco de un árbol. Christian siempre llevaba consigo una pistola, por lo que se la tendió a la cazadora. No porque ella no tuviera las propias, sino porque esta estaba más a mano, y le daría menos esfuerzo tomarla de las directas manos de Christian, en vez de hurgar entre su ropaje las suyas. Una vez hecho esto, comenzó a caminar lenta pero decididamente hacia ambas presencias. Fue evidente que los demás estaban más que cerca, ¿pero qué hacía ella allí? El Nivel E comenzó a acercarse, y entonces Christian percibió en Rangiku la congoja que la sometía. El Nivel E se acercó más y más, y sus horrendos colmillos aparecieron. En ese instante, Christian percibió cómo los músculos del vampiro se tensaban, listos para hacerse con su presa, y el Pura Sangre saltó al mismo tiempo que él, conteniéndolo al instante. Lo sujetó del cuello, rodeándolo con su brazo, mientras con la mano libre sujetó sus brazos detrás de su espalda. El Nivel E se percató de la presencia de Christian como Sangre Pura, por lo cual comenzó a chillar y a gemir, preso del pánico, como solía ocurrir con cada Nivel E que se topaba con un vampiro de poderosa estirpe. Christian estaba dispuesto a terminar con su horrible miseria, pero en los ojos de Rangiku advirtió que no debía hacerlo, no sin antes preguntarle primero. No iba a husmear en su mente, pues no quebrantaría su privacidad de aquel modo. Pero sus inquisitivos ojos se clavaron sobre los de ella igual que antaño en los jardines de la Academia.

    - Tú dirás –dijo él, suave pero certero, amenazando con su letal mano el frágil cuello del humano caído en desgracia-. Si lo dejo libre, te matará –aseguró sin más. No había argumento con el cual la chica pudiera refutar aquello, pues en los desorbitados ojos del Nivel E podía advertirse su sed de sangre y la desesperación que la herida de Rangiku le generaba. Bastaba con echar un vistazo a sus poseídas pupilas, fijas en los rasguños del hombro de la chica. Christian, silencioso, continuó mirando a la muchacha, comprendiendo entonces lo que apresaba su corazón: aquel Nivel E no era, para ella, cualquier Nivel E.

    Christian se encontraba en un aprieto. Había llegado hasta aquí decidido, buscando a su hermana, procurando que Kasha fuera asistida. Pero su nobleza, su apego por los humanos y sus frágiles emociones así como sus profundos sentimientos, no le permitían pasar por alto lo que estaba presenciando. Una vez más, parecía que el Destino lo había guiado a salvar a esa muchacha. Christian respiró suavemente y entreabrió los labios para hablar, pero se detuvo. Quizás estaba buscando las palabras adecuadas. Y comprendiendo el temblor que se adueñaba de los sentimientos de la cazadora, no tuvo otra opción más que aprovechar que su presencia aún no había sido notada por nadie, pues se había asegurado, como buen vampiro que era, de ocultarla apropiadamente.
    - Ella está herida –susurró, señalando a Kasha-. Kai es su pareja, y está allí con Ziel, Fraiah y Yagari, que se dirigen hacia el claro –continuó-. Necesito que le avises a tu amigo que ella está aquí. Necesita asistencia –prosiguió, refiriéndose a Shinji-. No sé qué es lo que detuvo que aniquiles a este Nivel E tú misma, pero sea por el motivo que sea, ha de ser importante, ¿verdad? –sus labios se movieron en una fina y comprensiva sonrisa-. Sabes bien que si alguno de esos cazadores lo encuentra, no va a titubear –aclaró, observándola con inquisitiva sinceridad-. Ahora, a tus órdenes: ¿qué quieres hacer? –preguntó-. No pasará mucho tiempo hasta que todos se reúnan y se percaten de su presencia –prosiguió, persuadiéndola para que reaccionase rápido. Christian le ofrecía una solución, y estaba a punto de decirla cuando escuchó unos pasos. Se volteó y observó a Kasha. Una cazadora rubia que estaba con ellos se acercó, y llamó a Shinji:
    - Hey, Oskan está aquí. ¿Qué demonios te ocurrió? –preguntó esto último a Kasha, y entonces Christian miró a Rangiku con alarma en los ojos. Ya no había tiempo. Él sería descubierto en escasos minutos, y junto con él, aquel Nivel E.
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    Mensaje por Kasha Oskan Mar Nov 18, 2014 7:31 pm

    Mantuve los ojos cerrados todo el camino, empezaba a marearme por las heridas al no haber parado las hemorragias antes, por eso abri los ojos cuando note que Christian reducia el paso y me preguntaba sin venir a cuento si estaba bien. Siempre olvidaba que para ser un vampiro era amable con las personas que habia a su alrededor, cosa bastante extraña en vampiros, o al menos en los que conocia normalmente.
    -Estoy bien, solo un poco mareada, ni si quiera me has dado tiempo para parar las hemorragias, si tanto te molesto, bajame y dejame curarme, me las puedo apañar bien sin ayuda, y no te molestaria tanto el olor a sangre- le dije intentando ser lo mas amable que supiera ser, aunque sin saber si lo habia logrado.
    Y ante aquella respuesta, me bajo al suelo, dejandome apoyada en un arbol y dandome una pistola, es que acaso no me conocia ya lo suficiente como para no saber que voy armada hasta los dientes?. Fue entonces cuando note lo que el habia percibido antes que yo, en el lugar, habia un vampiro de mas.
    Mientras que Christian iba a por el vampiro, me levante usando de apoyo el arbol donde me habia dejado y quite el seguro de la pistola.
    Una vez que distingui lo que ocurria, vi que Christian tenia atrapado al Nivel E, pero no lo mato, a que esperaba?, a interrogarlo?, eso no ayudaria en nada, los Niveles E lo unico que decian era incoherencias.
    - Tsk. Hay que ser idiota, tan amable es como para dejar vivo a ese ser descontrolado?, Nunca te fies de la amabilidad de nadie, aunque sea un vampiro- proteste en voz alta para mi misma, sin pensarmelo dos veces, apunte al nivel E con la pistola y coloque el dedo en el gatillo preparandome para disparar.
    En ese mismo instante, una figura se interpuso en mi campo de vision impidiendome hacer un disparo certero contra el nivel E sin dañar a Christian.
    - Nada que te importe, y ahora pierdete, estas en mi camino- dije apartando a la figura de en medio sin si quiera fijarme quien era, ahora solo me interesaba matar a ese nivel E que habia aparecido alli, por lo que volvi a levantar el arma, estirando el brazo mientras que con el otro me apoyaba en el hombre y apuntaba de nuevo al nivel E.
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