Bosque

- La ilusión de la cálida luz combinaba diferentes tonos de rojos, naranjas y amarillos que componían un hermoso amanecer. El Sol, perdiendo poco a poco su timidez, se fue alzando por el horizonte, tiñendo con su luz un mundo sumergido en la noche. El azul marino oscuro se fue tiñendo de un anaranjado, proyección del astro rey. Cuanto más se alzaba, mayor porción de mar y cielo se combinaban. Incluso las pequeñas nubes, que en ocasiones intentaban eclipsar nuestra gran estrella, eran ahora una fina cortina del hermoso paisaje. La reaparición del Sol no iba a ser eterna, pues un nuevo día iba a nacer a raíz de su resurgir, sin embargo el recuerdo iba a ser escrito en la propia alma del sujeto, que por azar o intención, pudo asombrar una de las maravillas de la naturaleza... - musitó poéticamente con un suave tono de voz. Uno de los pájaros se había posado en la palma de su mano y no había dudado ni un segundo de acariciar el suave plumaje de esta, quedándose ensimismada admirando la belleza de este.

"Menuda paz...", pensó pero segundos más tarde su descanso fue interrumpido. Un estruendo resonó en el ambiente haciendo que se sobresaltara y quedó sorprendida al notar que unas cosas desconocidas habían caído en sus piernas eran restos de los compañeros del animal que cargaba en su diestra. Alzó el brazo para permitir que el pequeño ave volara y, una vez se fue de su lado, cogió el vientre de unos de los ya difuntos y pasó la yema de su dedo índice por la sangre que chorreaba de esta parte. - Al parecer, hoy en día, una no puede estar tranquila... - pronunció lo suficientemente fuerte para que el causante de aquel magnífico estropicio la escuchase. Lamió su dedo y degustó la sangre del pobre animal.

Esbozó una sádica sonrisa, se cruzó de brazos y apoyó su cabeza contra el leñoso tronco. - ¿No me habías visto, y no me ves? - pronunció rítmicamente haciendo énfasis en las partículas de negación. - No todo el mundo debería tener el privilegio de poder verme, ¿sabes, inofensivo cazador? - cambió su posición en la rama sobre la que descansaba dejando sus piernas colgar de ésta y comenzó a moverlas como si de una niña pequeña se tratara, siguiendo el perfecto compás entre ambas extremidades, manteniendo la coordinación sin desasosiego. - ¿Qué te hace pensar eso? - preguntó enfrentando a aquel desconocido chico - ¿Qué te hace pensar que no soy humana? ¿Y si el vampiro aquí eres tú...?

Decidió bajar del árbol por lo que primeramente apoyó ambas manos sobre la rama para columpiarse y después de un sencillo movimiento se encontraba en el suelo con ambas piernas agachadas. Llevó sus manos hasta la capucha de su capa para deslizarla sobre su cabellera para ocultar su rostro del extraño. - ¿Quizás el está fuera de su nido eres tú, no crees? - preguntó colocándose a varios metros enfrente del desconocido.

- Primero de todo: la rama se rompería si ambos nos sentásemos sobre ella. A eso debo de añadirle el hecho de que no te dejaría acercarte a mí, y si lo consiguieses haría todo lo posible para separarte de mí. - había comenzado una caminata de un lado a otro marcando sus cortos pasos con sosiego y firmeza. - Segundo: ¿de verdad crees que somos así? ¡Oh seres mortales, que tanto deseáis ser como nosotros, alimentaros de la sangre de vuestra propia raza! ¡Qué Dios os otorgue ese poder, aunque realmente no seáis dignos! - dramatizó dándole énfasis a su tan poético y religioso dicho. - Tercero: no todos somos unos unos estirados, ni prepotentes... Lamento decirte que has encontrado un espécimen así.- Paró en seco y giró sobre sí misma para colocarse frente al chico.

Volvió a bajar su capucha dejando su cabello a la merced del vendaval de la mañana. El sol aún no había salido del todo aunque sus cálidos rayos podían notarse haciendo contacto con mi pálida piel, en un principio produciendo un escozor pero al cabo de un rato éste había desaparecido. - ¿Qué más te da? ¿Te importa? - deshizo el nudo que mantenía la prenda sobre sus hombros y agarró su katana, hizo un rápido movimiento y colocó la punta de doble-filo sobre el pecho del cazador - ¿Acaso no sabes que es de mala educación preguntarle la edad a una mujer?

Apartó su katana de la misma forma en la que ella le apuntó con ésta, de una manera rápida y eficaz. Miró directamente a los ojos del chico, su mirada ahora mismo transmitía odio, especialmente por todo lo que había dicho de su especie, dándose totalmente por aludida. Bufó y no tuvo más remedio que guardar su arma en la vaina, el cazador disponía de una potente armamento y no sería el mejor momento para llevar a cabo un duelo entre ambos. El chico tenía la mirada fija sobre la morena, el hecho de que fuese más alto que ella no la hacía tenerle miedo, sino le atribuía una imagen de superioridad la cual no existía. Ella era superior, y lo sabía. Se agachó para recoger su capa y se la volvió a echar sobre los hombros, dispuesta a irse.

Pero cuando iba a comenzar su vuelta a la academia paró y miró al extraño. - He sido enviada aquí, no fue decisión propia. Se podría decir que mi muerte es un premio bastante satisfactorio para algunos cazadores de la zona... - pronunció seriamente – Sí, soy Morgan, y gracias. Buenas tácticas, buenos combatientes... - se cruzó de brazos - ¿Va en serio? ¿Ahora quieres llevarte bien con nosotros? Como decías, somos unos prepotentes... - dijo sarcásticamente y rió – Yo no voy a beber nada que no sea tu sangre. Lo siento... - cargó su Gambol Shroud al hombro mediante una cinta con la que había rodeado el mango de la katana.

Escuché las palabras del desconocido con atención reconociendo su apellido al instante y esbozando una sonrisa – He tenido el placer de haber conocido a tu padre en una de sus estadías en Londres. Siento muchísimo su muerte. Los niveles E nunca son bien recibidos... - Prestó atención a su estrambótica acción provocando que todo su organismo se volvió perturbado, ansioso de probar aquel flujo de color escarlata que, desde su posición, se veía bastante apetitoso. No fue consciente de que pasó la lengua por sus labios experimentando una sensación en su interior que le aclamaba que se lanzase sobre el chico.

- No me has ofendido con tus comentarios. Es más, has dado una clara definición de lo que soy. - carcajeó – Estabas en lo cierto cuando decías que somos unos prepotentes y que miramos a los demás por encima del hombro, es claramente lo que hago yo contigo. - se giró y comenzó a andar hacia la academia – Queda aclarar que esto no es una conversación amistosa, para nada.