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    Mensaje por Kaien Cross Sáb Feb 15, 2014 10:00 pm

    Recuerdo del primer mensaje :

    Gran baile de carnaval - Página 3 Venecia-001-900776_H112138_L

    La gran sala de baile está adornada con motivos elegantes inspirados en el carnaval de Venecia, todo está preparado para una elegante y completa velada.

    Será independiente a los hechos que están ocurriendo on-rol en estos momentos, para que todos podaís disfrutar de un baile tranquilo esperemos el disfraz y la máscara son obligatorios. ¡A pasarlo bien!
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    Mensaje por Issei Chrane Vie Mayo 30, 2014 9:36 pm

    Los ojos azules de Crosszeria, volvieron a detenerse sobre los suyos repentinamente. La curiosidad se sembró sobre sus claros ojos, a los cualees Issei le gustaba mirar y adivinar en qué estaba pensando. Era extraño, pero al parecer Chlóe era la única mujer de aquel pueblo que se resistía al encanto que el resto encontraban, y eso, le producía más fascinación por conseguirla y hacerla suya. Incluso aún continuaba circulando en su cabeza el enigma sobre la noche que pasaron en la Iglesia, allá por donde casi perdió la vida y en donde pudo leer de sus labios: "tu hermana está aquí". ¿Cómo podría haber conocido la existencia de su hermana menor, si murió hacía décadas? Era algo que no podía explicar con palabras, aunque se escondía detrás de su expresión fría y principesca. No obstante, desviando el tema, ¿estaba bien que pararan el tiempo para dedicarse dicha larga mirada? El vampiro no sentía absolutamente nada por la pelirosa salvo atracción por su sangre, mucho menos viceversa, dado el odio que le profesaba -y que él, claramente, trataría de anular con sus encatos-.

    Sin embargo, se tomó la ventaja de ir sembrando las pasiones en el corazón de la humana con dicho mirar, suave y lentamente, hasta que ella pudiera ser capaz de reconocer que había caído en su trampa en una noche nauseabunda y gracias a unas copas de más que le suministró el cazador. Pero en el fondo, asumía el riesgo que significaba si lograra identificarlo con mirar a sus extraños ojos, pues su instinto de cazadora seguía dentro de sus venas. Y de todas formas, ella sólo podría llegar a conocer sobre su apariencia extraña y elegante, llamando la atención del resto de humanos de alrededor con el simple hecho de vestir aquel disfraz y sin la necesidad de mostrar su larga cabellera verde que tantos ojos atraía; además de hallarse en su momento de ebriedad, era completamente imposible que adivinara su identidad escondida. Pero, ¿quién sospecharía de que él, Issei Chrane, había sido capaz de tomar la vida de otras dulces Ovejas anteriores? Esta noche nadie podía conocer su apariencia, salvo ese viejo de Olivier. Y si intentara en un instante vociferar su secreto a la joven, la dureza del vampiro recaería sobre su cuello en forma de una fina brisa mortal. Una pena si Ryu dejara todos sus planes a medio hacer, además de todo un escuadrón de hombres escondidos por todo el salón. Pensaría que ni siquiera se había percatado de ello, ¿se equivocaba? No, por supuesto, pues la perfección de la lógica de Issei, era completamente devastadora. Por tanto, apenas sin pestañear, sostuvo su mirada con una amplia sonrisa de lado a lado, mezclada entre la intriga y el deseo, entre lo siniestro y lo encantador.

    Soltó una pequeña risa tras el comentario del cazador, haciéndose el inocente y sorprendido, aprovechando para romper el contacto visual con la mujer y tomando un sorbo de su copa de champagne. Sin borrar su sonrisa, esperó pacientemente a que se dieran numerables afectos como si se trataran de un padre y su hija. Incluso podría decir que le resultó conmovedor, si no fuera porque hacía décadas, el corazón de Chrane había quedado sin ningún tipo de vínculo paternal. Igualmente, tampoco se resistio en demorar mucho tiempo en tomar la palabra y volver a responder a su momentáneo aliado, sin conceder un delicado momento a la dulce y feliz "pareja".
    - Reconozco que me gustaría pasar esta velada acompañado de una bella mujer como ella, en eso no se equivoca. Ciertamente puede haber muchas damas, pero estoy impaciente de bailar con esta Dama. En cambio, en mi defensa de intenciones, he de añadir que existen hombres que se encaprichan de cualquier jovencita, sin importarle la edad. Y en este caso, si en juventud y cercanía a su edad se trate, creo que podría adjudicarme una canción con la mujer más hermosa de esta noche... - Asintió parsimoniosamente, acusando con fina delicadez a Ryu de ser un maldito viejo aprovechado; dando otro sorbo a su copa de alcochol. Y hablando de este mismo manjar, al mirar a Chlóe, parecía que le estaba jugando una bonita y tierna pasada, efectuando elegantemente el giro que le estaba proporcionando. Soltó una breve carcajada, terminándose la copa y cediéndosela a un camarero. - Nunca había visto bailar a tres personas a la vez, pero demostrado queda que es posible hacerlo. - Dio un giro a su linda Oveja de carne y hueso, observando con suculenta atención cómo su vestido ondeaba grácilmente.

    Pero la hora era la hora. Y Cenicienta perdería todo su encanto antes de las doce. Él, como príncipe encantador de esta velada, no permitiría en ningún momento de la noche que su cordial "invitada", se deshiciera de todo esa magia, convirtiera su carroza en una calabaza y decidiera marcharse. Porque, esta vez, el príncipe la acompañaría a casa y quizá fuera él quien retirara el zapatito de cristal de su sitio.
    - Entonces, si no le importa, al menos voy a llevarla a la terraza a que le de un poco el aire. - Bajó la cabeza en una sutil reverencia y dejó uno de sus brazos en jarra, abriendo el espacio suficiente para que Chlóe le diera el brazo y avanzaran juntos. Tomó su mano y la guió entre la gente hasta concluir su recorrido en la terraza. Allí, decidió tomar la chaqueta prestada y olvidada de alguno de los invitados y la depositó caballerosamente sobre los hombros de su acompañante. Él no era humano, y por supuesto que jamás logró sentir sensación alguna de frío o calor, pero comprendía aquellas inservibles y desgraciadas sensibilidades humanas, llenas de debilidad. Atento a todas sus necesidades, se giró sobre la figura de la pelirosa y sonrió en silencio, cual nervioso pretendiente en una velada similar. Pero, ¿acaso Chrane se encontraba tan anestesiado por el olor de la mujer? ¿Era tal el ferviente deseo por su sangre? No, pero era agradable permanecer en silencio, sin que esta vez hubieran discusiones de por medio con su querida Ovejita.
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    Mensaje por Chlóe Crosszeria Lun Jun 02, 2014 11:54 pm

    Entre tanto alcohol y adulaciones, Chlóe no tuvo más remedio que dejarse llevar y caer, caer quizás de la forma en la cual jamás imaginaría. Con las voces zumbando en su mente y los presagios alborotándose a sus oídos, ella sonrió ingenuamente, despreocupada, ignorándolo todo y arrojando su deber y razón de vida por la borda. En un momento decisivo, pasó su antebrazo por el hueco elegante que el brazo del vampiro enmascarado ofrecía. Se volteó para observar a Ryu Olivier una vez más, sonriéndole y saludándolo con su mano libre. Así resultaba ser. ¿Qué más daba? Estaba en una fiesta, y hacía meses que no se divertía. Habían transcurrido solo semanas desde que estuvo muerta por, al menos, cinco minutos. ¿Cómo no iba a festejar? ¡Estaba viva, después de todo! Aunque aún no podía entender lo ocurrido y desconocía el por qué no era un vampiro, su corazón palpitaba y bombeaba sangre cálida a través de sus venas.

    Llegaron a la terraza y una chaqueta pesada cayó sobre sus hombres. Chlóe alzó sus rosadas mejillas hacia el enmascarado ser que sonreía, amable, tras el material que lo ocultaba. Bajó la cabeza otra vez y se hundió bajo el abrigo, sonriendo levemente.
    - Gracias -susurró, mirando a su alrededor y encontrando una luna resplandeciente bajo su cabeza. ¿Por qué esta escena le parecía harto familiar? Quizás en su estado de sobriedad sus instintos y sentidos no estuvieran sedados y, por lo tanto, pudiera llegar a descubrir la verdad bajo el velo: su acompañante era, ni nada más ni nada menos, que el repulsivo, miserable y por siempre odiado Issei Chrane. Aunque, desde luego, no ocupaba un lugar superior en su lista de odios como lo hacía Andrei. Y Andrei... ah, pensar en él no era bueno. La última vez que lo vio había sido el artífice de su muerte y el "héroe" de su despertar. Una sonrisa ladina, sarcástica, no pudo evitar emerger de entre sus labios. No sabía ni siquiera para qué la había salvado, si había vuelto a atormentarla en pleno hospital con aquel aroma a muerte y con los cadáveres de personas inocentes a su alrededor. Es más, no sabía ni siquiera qué hacía utilizando el vestido que él le obsequió. Tal vez porque decidió tarde venir a la fiesta y esto era lo único que tenía.

    En cuanto la amargura acudió a su semblante, Chlóe suspiró profundamente. No había venido aquí esta noche para amargarse. Estaba aquí para vengarse de la vida y, al mismo tiempo, de aquella familia que tanto decía apreciarla y que parecía hacer todo lo posible por su ruina. No iba a permitir que el alcohol en su sangre se volviese negativo y le trajese tristeza. No, definitivamente iba a divertirse, y sería mejor que comenzase por acallar todas las voces de advertencia que le susurraban, imperativas e impertinentes, lo que debía o no hacer. Incluso a lo lejos observó a la niña de siempre, de pie, contemplándola en silencio. En cuanto vio que iba a comenzar a hablarle, la joven cerró sus ojos y apagó momentáneamente su sexto sentido. Era todo un lujo saber que también podía hacer eso. Y junto con la niña, las voces de los ancestros desaparecieron. Ahora Chlóe Crosszeria era una adolescente normal, que disfrutaba de una fiesta, dialogando con un desconocido y conociendo, a su vez, lo que era estar borracha por primera vez.

    Sus ojos, luego de unos segundos, se posaron sobre los de su acompañante, a pesar de que todo lo que podía contemplar era una vaga sombra sobre unos iris seguramente claros. Le encantaban los disfraces, pero a veces odiaba que fueran tan perfectos. La intriga era algo que ella no solía controlar muy bien. Nada peor que la ansiedad. Sonrió de repente, como si nada a su alrededor ocurriese, ¿pues acaso algo malo podría ocurrir? ¡Pues no le importaba un pelo! El infierno podría caminar libremente sobre la tierra, y a ella le movería mas bien poco.
    - Y entonces... ¿tú eres? -interrogó de repente, buscando sonsacar algo de información. La sonrisa de Chlóe se ensanchó luego de sus palabras, aguardando-. Sé que es una fiesta de disfraces, pero al menos podrías decir la inicial de tu nombre para que pueda llamarte de algún modo, ¿no crees? -habló apresuradamente, pero para su sorpresa y, probablemente también para la sorpresa de su acompañante, ninguna sílaba se trabó ni enredó en su lengua. A pesar de todo, parecía llevar la ebriedad bastante bien, ¿no? Aunque sería mejor que no probara un trago más, si lo que pretendía era estar medianamente sobria dentro de un rato. Y, quizás, esto sería lo mejor.
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    Mensaje por Issei Chrane Sáb Jul 12, 2014 10:39 pm

    Como si se tratara de un déjà vu, Chlóe Crosszeria e Issei Chrane, se reencontraban por segunda vez en una terraza similar a la de su primera vez. Y del mismo modo, evadían el ruido y el ajetreo que se proclamaba dentro del edificio. Pero, ¿sería esta vez, la última que coincidieran en un lugar así? El peliverde realmente odiaba copiar exactamente una de sus citas, pues él era un prestigioso Don Juan al que le divertía por completo crear ambientes nuevos y diferentes respecto de todos los anteriores, propicios para seducir a cada una de sus anteriores ovejitas. Sus anteriores víctimas, desgraciadamente, habían visto consumido su amor al igual que toda novela de Shakespeare. Por eso los guardaba dentro de él como únicos y especiales, así como si se tratara de una victoria más que añadir a su recorrido, dado que creía no volver a repetirlos hasta dentro de un par de siglos, allá donde las ideas se vieran truncadas por los años. Sin embargo, a pesar de su disgusto por repetir la escena y por no haber conseguido ni una mera buena palabra de la mujer -lo cual se traducía en una mala conquista por su parte y una mancha en su expediente como rompecorazones-, en esta nueva ocasión que el Destino ofrecía al vampiro para conquistar a su adorada y tierna Oveja de cabellos rosados, existía un hecho más que notable: la ebriedad recayendo sobre ella.

    Caminó hasta la baranda de la terraza, apoyando sus largos brazos sobre el hierro de ésta. Bajó la cabeza para aguantar la risa que intentaba salir de sus labios tras la pregunta que le practicaba la señorita Crosszeria. Verdaderamente, no podía negar que su disfraz de arlequín era muy bueno, sin duda, aunque también podía asegurar que el alcohol que afectaba severamente la mente de la muchacha, resultaba ser una cantidad a tener en cuenta, puesto que ni siquiera podía reconocerle con sus aires de ex-cazadora. Pero de repente, levantó su rostro y la miró enigmáticamente, guardándose para sí todos sus secretos. ¿Cómo se llamaría el delicado acompañante de la señorita? Sus característicos ojos fueron completamente visibles para la chica, quien pudiera llegar a reconocerlos por un instante. Aunque, ¿lograría acordarse con el champagne confundiendo sus recuerdos a causa de la ebriedad? No estaba seguro por completo, de modo que parpadeó rápidamente para borrar esa fascinante imagen de buena persona que pudiera crear. Él debía mantenerse frío, sin perder de vista el fin que ya predestinó para Chlóe y finalizar su trabajo enseguida. Se irguió y observó su propio traje para adecentarse en favor de su acompañante. ¿Estaba obligado a responder su pregunta con su nombre real? En el momento en que Issei pronunciara la primera letra de su nombre, al instante sería descubierto. A fin de cuentas, existían pocos nombres que empezaran por una vocal y menos de la que conformaba su nombre. ¿O acaso tendría la sorprendentemente suerte de que ella conociera a más de un hombre con la misma inicial? De todas formas, prefería no arriesgar esta noche y caminar sobre seguro.

    Retiró uno de sus mechones rosados que caían por delante de su rostro, sujetándolo con paciencia en el recogido que llevaba. Sin duda, debía aprovechar su pregunta y responder adecuadamente. Era su oportunidad para sembrar la atracción y curiosidad acerca de su identidad, amarrando un poco más la figura de la mujer para sí, pues conocía esa dichosa y famosa faceta de las féminas.
    - Hamlet... - Pronunció con suavidad, mostrando una sonrisa. Issei se había apodado a sí mismo: Hamlet. Porque le gustaba el anticipativo de "Príncipe" que llevaba en la obra que portaba el mismo nombre, y no únicamente por la de veces que Chrane había cortejado a mujercitas de toda clase. Además de ello, Hamlet era un digno icono de posarse y sustituir su nombre verdadero. El vampiro leía constantemente ese tipo de novelas trágicas y le gustó resaltar esta, sembrando aún más el enigma sobre la cabeza de la pelirosa. ¿Acaso él deseaba vengar la muerte de su padre? No exactamente, pues ese lugar no lo ocupaba su progenitor, sino una dulce niña pequeña de cabellos verdosos recogidos en dos dulces trenzas. Su hermana. Sus ojos se cerraron de nuevo, recordando su expresión sonriente. Ella era quien lo ataba a este mundo, de ahí la vida que llevaba ahora Chrane, sin preocuparse por nadie, haciendo lo que deseaba y sin pensar lo que hacía bien o mal. Muchas veces pensaba por qué ese día ejerció aquel acto de cobardía y la razón por la cual arrebatar su vida, en vez de quitársela él mismo y con sus propias manos. Pero, de otra forma, ¿qué hubiera acontecido con ella? ¿Qué le habrían hecho los cazadores de haber sobrevivido? ¿Lograrían sobrevivir los dos de esta forma? Eso no era capaz de predecirlo y menos en una edad tan tierna y joven, sin experiencia. Por tanto, y ante la duda, ¿no eliminaba así el largo sufrimiento de su hermana? Eso era lo que se preguntaba cientos, millones de veces.

    Suspiró, esbozando su sonrisa de nuevo, mirándola. Su mano se posó sobre su cabeza con cuidado, como si estuviera eliminando todos sus pensamientos y dejándola disfrutar del momento incógnita. "Ella está aquí". Todavía recordaba sus palabras en la Iglesia y la cara de terror de Chlóe cuando vio algo fuera de sí. Y si... ¿Y si realmente ella pudiera ver espíritus y hubiera reconocido a su hermana? No, eso era imposible. Los humanos no poseían tales dones como los vampiros, o al menos, eso era lo que pensaba. En cambio, existía un modo de comprobarlo.
    Al pasar uno de los camareros de la fiesta, tomó dos copas de champagne de la bandeja. Con una sutil reverencia, decidió cedérsela a su acompañante, amablemente. Necesitaría un poco más de alcohol para que hablara por los codos y él tan sólo debería guiarla al tema que le convenía en cuestión. Total, no era la primera vez que trataba con una mujer ebria y conocía perfectamente sus habilidades. De hecho, antes de que él mismo pudiera darse cuenta, su voz ya comenzó:
    - Dime, ¿crees en el Destino? - Dijo de repente, mientras en su interior trazaba las preguntas exactas, necesarias e idóneas para que, tras dar un pequeño rodeo, terminara por contar la verdad y solucionar las dudas y la impaciencia del sigiloso y astuto vampiro de Issei Chrane.
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    Mensaje por Chlóe Crosszeria Dom Jul 13, 2014 6:11 pm

    Chlóe permanecía en silencio. Meditabunda, pensando en lo que era, en lo que sería, en lo que podría y no podría hacer. Ryu Olivier estaba allí dentro, y ella había preferido venir afuera con un extraño. Tampoco es que fuera muy consciente del hecho, pues el alcohol en la sangre era alto. Sin embargo, Chlóe nunca fue tonta, y esta no sería la excepción. Tras el manto de inocencia y embriaguez, yacían muchas razones y objetivos. No hacía mucho tiempo que las llamadas de sus familiares taladraban su móvil, y no con buenos presagios. Entonces, ¿por qué no tomarse, al menos una noche, para olvidar? Ellos la habían enviado aquí para dejarla sola; casi como si hubieran querido quitársela de encima. Y si ese era el caso, ¿por qué la eligieron a ella para tal empresa? Había otras chicas que ansiaban ocupar su lugar, mucho más de lo que ella lo anheló nunca. Por lo tanto, no podía evitar sentir dudas, tristeza, nervios, por un final incierto, en el cual se veía completamente sola. Pues, ¿qué pretendían de ella? Se suponía que la familia sería lo que jamás te traicionaría, pero ella ya no sabía qué pensar. La arrojaron al mundo completamente inexperta, y ahora gozaban de pasar factura a cada uno de sus actos erróneos.

    Hacía unos segundos que Chlóe le había sugerido a aquel "extraño" que dijera, al menos, la inicial de su nombre. Luego de esas breves palabras, de esa simple y sencilla petición, el silencio había dominado a ambos. ¿En qué estaría pensando el agraciado y misterioso vampiro? Probablemente sus preocupaciones fueran muy diferentes a las de la cazadora. Chlóe suspiró levemente y su mirada, que se dirigía hacia los jardines que podían apreciarse desde la terraza, se mostraba triste y solitaria. El alcohol no solo potenciaba la alegría, sino que también la tristeza. Cada una de las emociones era acrecentada por ese maldito elixir. En un momento dado, su mirada se nubló un poco y ella se llevó una mano a la frente, tocándola suavemente con la punta de sus dedos. En ese instante, se percató de que su acompañante la estaba observando, por lo que ella giró su cabeza con lentitud, y sus acuosos ojos claros se clavaron sobre los suyos, de un verde intenso. ¿Acaso esta era su oportunidad? ¿Acaso este era el momento para descubrir la Bestia que se ocultaba tras el disfraz? Por un momento, creyó poder a través de esos ojos que se mostraban tan amables pero traicioneros en el fondo. Sin embargo, ¿acaso no eran todas imaginaciones suyas? Y entonces apareció, allí, donde menos lo esperaba, la diminuta figura abstracta, infantil. Le sonreía, pero el temor se adivinaba en sus pequeños ojos. Chlóe había luchado para mantener sellados sus dones al menos esta noche. Las voces de los ancestros no la molestaban, tampoco las presencias que pudieran yacer alrededor. Pero, aún así, esa niña se esmeraba en emerger. Entonces, Chlóe cerró los ojos; cerró los ojos y cortó aquel contacto visual, prosiguiendo a desviar su rostro hacia un lado. La alegría parecía haberse desvanecido tras los recuerdos, pero pronto se convenció a sí misma de que tendría toda la semana entrante para estar triste otra vez, si así lo quería. Pero esta noche... Esta noche se había prometido a sí misma que sería diferente.

    Esta noche sería una adolescente completamente normal, con sus virtudes y defectos.

    Su atención fue robada nuevamente. Una vez se había apartado de aquellos ojos tan extrañamente conocidos y, por lo tanto, de su infernal y maquiavélico encanto, él había conseguido, nuevamente, que ella lo mirase. Había sujetado un mechón rosado de su cabello, y Chlóe lo observó otra vez. ¿Acaso no se daba cuenta de la verdad, o es que pretendía no darse cuenta? La evidencia estaba allí, tras la máscara, que dejaba visible aquel par de iris que poseía todas las respuestas. "Hamlet", oyó. Los celestes ojos de ella se entrecerraron un poco, y tras unos segundos, la magia pareció volver a su sonrisa.
    - Oh, claro, y yo soy Ofelia, ¿sabes? -bromeó, quizás algo borde en el fondo, pero acabó por soltar una fina y delicada risa, propia de una dama en tal festividades. Y, en cuanto él le ofreció aquella copa, algo en su interior dictaminó que no la aceptase. Chlóe tragó saliva y mordió su labio inferior, pensativa. Y, de repente, la protección de su mente se resquebrajó: "Chlóe, vete de esta fiesta"; "¿Acaso no te das cuenta de lo que él es? ¡Vete!"; "Si no lo haces ahora, lo lamentarás"; "Tú eres nuestra, en cuerpo y alma, no lo olvides, tus padres así lo decidieron"; "¡Cumple con tu deber, Chlóe Crosszeria, o vuelve a la miseria de la cual has salido"; "Conoces las consecuencias de desobedecernos, y ya lo has hecho demasiadas veces..."

    - ¡BASTA! -gritó, con la furia palpitando su pecho, y tomó la copa ponzoñosa que se le ofrecía; aceptó aquel veneno que sólo le haría olvidar, alejando las preocupaciones, confundiendo sus intereses y sus objetivos solo a cambio de diversión esporádica. El champagne se deslizó rápidamente por su garganta, huyendo despavorido de la copa de cristal que lo contenía. En cuestión de segundos, la bebida ya se encontraba dentro de su cuerpo y la copa, vacía y ya inservible, fue arrojada al suelo, haciéndose añicos mientras la fría y dura mirada de la joven apreciaba los pedazos. Ya había tenido suficiente. Y por cada insulto que recibió de sus padres, por cada muestra de desprecio por esos insensibles seres que le otorgaban poder, sería capaz de arrojar mil copas más. El sentimiento que comenzaba a dominar su pecho no era algo muy digno de valorar. El rencor pronto sería mutuo, y ella estaría dispuesta a vengarse de la peor de las maneras. Al fin y al cabo, parecía que todos la subestimaban, incluso sus enemigos. Y si así era, pues ya verían de lo que era capaz, y ya nunca más se burlarían de ella ni infravalorarían.

    Respiró hondo e inflamó su pecho de miles de emociones y sentimientos que creía no poder controlar con claridad. Miró a su lado y observó a su acompañante, quien probablemente estaría algo atónito observándola. Chlóe, contra cualquier expectativa que pudiera tenerse de ella tras semejante actuación, sonrió dulcemente. Dejó que el alcohol hiciera lo suyo en su cuerpo, y rió sin remedio, como si quisiera quitarle importancia al asunto. Lo miró a los ojos, recordando la  pregunta que éste le había formulado mientras le ofrecía la copa, a la cual aún no había podido responder a causa de la interrupción que hubo en su mente. Y, con soltura y frescura, aunque intentando ocultar cierto vestigio de amargura, contestó:
    - Así es, y no sabes cuánto lo odio -sentenció. ¿Acaso no estaba en lo cierto? El Destino la había hecho ser quien era, pues el Destino había proclamado que ella fuera una cazadora, que siguiera las órdenes de sus familiares y que tuviera el porvenir de su linaje entre sus manos. El Destino la había hecho miserable aunque otros solo vieran virtud y beneficios en ella. Sin embargo, había algo, un detalle, muy importante que resaltar:-. Pero cada uno lo va forjando, lo cual lo sitúa en una posición más odiosa, donde muchas veces nos odiamos a nosotros mismos por nuestras decisiones, por no poder escapar a ciertos preceptos... -murmuró, mirando hacia un lado con naturalidad-. Y tú.. ¿tú crees en el Destino? ¿También luchas por ir contra éste? -inquirió, regresando sus redondos ojos hacia él, y permitiendo a la incógnita flotar entre ambos, permitiéndole sembrar, libre y sin ataduras, la paradoja de esta cuestión.
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    Mensaje por Issei Chrane Dom Jul 20, 2014 8:10 pm

    Issei no podía hacer otra cosa, salvo observarla. Observar sus movimientos, sus ojos, la forma de gesticular de sus manos, o la manera en la que intentaba contener toda su ira. A cada acto impulsivo que tenía, ya fuera cerrar sus ojos con fuerza o el temblor que apareciera en sus manos, constituía un signo nuevo de preocupación o diversión para el vampiro. En cambio, en todo momento, se preguntaba interiormente por qué tenía tanto entusiasmo en una Oveja afligida como lo era Chlóe. Ciertamente, había cientos de mujeres en el pueblo, ya fueran solteras o casadas, con hijos o sin ellos, cosa que realmente poco le importaba. Sin embargo, sus misteriosos y atrayectes ojos verdes se habían posicionado sobre una presa mucho más difícil de adquirir que el resto. En efecto, Chrane era consciente de que Crosszeria era completamente diferente al resto de esas mujeres de poca monta. Ella era diferente. ¿Sería esa la razón por la cual un hombre como él podría encapricharse con alguien como ella? ¿Existía entonces otra razón por la cuál fijarse en ella? Quién sabe. Quizá Issei estuviera superándose a sí mismo en el mundo de las conquistas y buscando nuevos retos para llevar a cabo, aburrido por la monotonía de siempre. Porque él, adoraba la diversión y la mera pérdida de tiempo de su vida inmortal.

    Su principesca sonrisa apareció de nuevo, asintiendo cordialmente a su acompañante. De modo que, ¿Ofelia? Sus pupilas desearon entrar en las suyas tras su respuesta, encontrando la ironía de sus palabras saliendo de sus labios. ¿Podría ser que Crosszeria hubiera adivinado quién se escondía detrás de la máscara de arlequín? No, era completamente imposible que acertara en esas condiciones de ebriedad. Es más, de conocer su identidad, ella seguramente lo habría golpeado y salido corriendo del lugar, alertando todo tipo de cazadores para que lo eliminaran.
    - Sería una verdadera pena entonces. - Dijo bajando el tono de voz, entristecido en su mundo dramático. - Tras que ella falleciera, Hamlet se quedaría tan solo y desesperado que decidiría suicidarse también. - Y en ese instante, quiso reír, pero únicamente lo hizo por dentro, manteniendo su expresión facial. ¿Terminaría Chrane suicidándose por una simple y débil humana, medio loca, como Chlóe? Antes se sacaría las entrañas con sus propias manos. El Amor se había marchado de su vida junto con su pequeña hermana y no existía ningún tipo de posibilidad de que ocurriera la tragedia de Shakespeare. Sin embargo, el diálogo con la chica, comenzaba a darle oportunidades para sembrar terreno sobre su cabeza y lograr que poco a poco le tuviera más aprecio; tal vez hasta el punto en que ella se enamorara y decidiera defenderlo del resto de cazadores. ¡Sería tan divertido! Realmente, Issei se moría de ganas porque algo así terminara por ocurrir. Una humana contra esos sanguinarios desertores... no duraría ni diez minutos. A menos que, cierto príncipe salvador de cabellos verdes apareciera en escena y se pusiera a su favor.

    Y ciertamente, aquella caballerosidad apareció de repente. Tan sólo las muecas inconscientes de Chlóe avisaban al vampiro de que algo no marchaba bien. ¿Debería preocuparse por ello? En cierto modo, sí. No quería ensuciar su entrañable traje de arlequín veneciano con los vómitos de una mísera Oveja. El disfraz, sin duda, costaba mucho más que su barata vida. No obstante, la sucesión de los hechos lo sorprendió. La copa fue lanzada a propósito y después aquel grito. No entendió nada, pero tampoco le importó en exceso. Su sonrisa se ladeó y por supuesto, que aprovechó la oportunidad que el Destino estaba depositando sobre sus manos.
    Antes de que pudiera preveerlo, se arrojó sobre ella al crujido de un cristal. Las sombras que ambos proyectaban se unieron antes de que sus cuerpos hicieran esto mismo. Los brazos de Issei fueron protectoramente a rodear el frágil cuerpo de ella, escondiéndola en su traje para calmar su estado de nervios. Su mentón fue a parar hasta su cabeza, mientras que una de sus manos comenzaba a acariciar su suave melena pelirosa. Su mirar se ensombreció después, sonriendo siniestramente, aunque nadie hubiera podido contemplar su macabra expresión. A menos que el alcohol hiciera de las suyas dentro del cuerpo de la joven, Chrane tenía cien puntos más que Andrei Matthewson en estos momentos. Humanos o vampiros, ¿quién no ha necesitado repentinamente el abrazo de un simple extraño? Incluso él podía contestar afirmativamente, aunque logró superar las dificultades que se pusieron en su camino. Ah, aun así... las mujeres siempre eran tan indescifrables, pero al mismo tiempo tan adorables y vulnerables... Podría convertirlas a todas en sus esposas, sólo por ver su rostro infantil y sonrojado tras la proposición, antes de descuartizar sus cuerpos a la dulce luz de la luna. Desgraciadamente, Chlóe también se incluía en este sorprendente grupo, a su pesar. Pero, ¿acaso no era romántico?

    Se encorvó un poco hacia delante, apretando su cuerpo contra el propio. Tranquilamente, siguiendo el tierno guión de su imaginación e intución de rompecorazones, siseó sobre el oído de ella. Ni siquiera pidió explicaciones y verdaderamente, tampoco quería meditar sobre quebraderos de cabeza. Sólo pedía paz para su corazón. Si continuaba latiendo tan fuerte, terminaría por llamar la atención de otros vampiros y entonces, el estratégico plan de Issei se rompería en mil pedazos, así como los cuerpos de todos aquellos que intentaran tocarla. Tenía suficiente con ese niño entrometido, para sumar unos cuantos más.

    - Aquello que odias, es lo que termina siempre por repetirse. - Confirmó suavemente, intentando hallar la preocupación y el misterio que rodeaba su cuerpo y mente, respondiendo a los interrogatorios de ella con una amable sonrisa. - ¿El Destino? ¿Tiene sentido creer que algo así existe? - Preguntó, levantando con una de sus manos el mentón de la chica, forzándola para que lo mirara a los ojos; situando el ambiente justo donde Issei Chrane deseaba fervientemente desde hacía varios minutos. Sus ojos verdosos brillaban con un tono ciertamente peculiar y extraño. Tal vez incluso su cuerpo estuviera por la labor de fingir ser un tonto enamorado. No obstante, nadie quitaba que la respuesta realmente resultara verdaderamente como la pensaba. - Tan sólo acepto lo que él me da. - Susurró contra sus labios dulce y venenosamente, inclinándose para concretar el beso con sus cálidos y enrojecidos labios; tal y como si aquellas palabras fueran los mandatos que debía acatar y pronunciar la propia chica.
    Pero, ¿qué mejor manera de detener un alocado corazón, salvo ésta?
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    Mensaje por Chlóe Crosszeria Sáb Ago 02, 2014 1:55 am

    "Sería una verdadera pena entonces. Tras que ella falleciera, Hamlet se quedaría tan solo y desesperado que decidiría suicidarse también".

    Chlóe, algo enroscada dentro de su propia cabeza, apenas atinó a sonreír ante aquellas palabras. Sí, desde luego, claro que lo haría. La ironía en aquel ínfimo gesto que efectuó fue tan palpable, que parecería pertenecer al mejor de los retratos, de modo que siempre pudiera admirarse. Toda adulación tenía su límite, y también su precio. Chlóe se preguntaba en su fuero interno, entonces, qué clase de precio debería pagar por aquellas bonitas palabras que pretendían comprarla. Si bien él era un desconocido -o mejor dicho eso era exactamente lo que quería hacer creer-, el hecho de que su rostro estuviera oculto por una máscara y que este fuera el ambiente que los rodeaba, tan victoriano y perfecto, lo dotaban de cierta magia, de cierto atractivo. Sin embargo, ella sabía que todo aquello duraría lo que canta un gallo; que la noche, si bien era joven, pronto acabaría, y el amanecer robaría los únicos minutos donde pudo permanecer sin preocupaciones, al menos por la mayor parte del tiempo. Es más, ni siquiera había desaparecido la última estrella que ya todo su cuerpo parecía temblar por dentro. Los recuerdos, los insultos, las órdenes familiares, la presión; su juventud, su inexperiencia, su inseguridad y sus deseos de ser una persona normal. Ella jamás había pedido aquello, y sin embargo se le fue impuesto. Ojalá su legado familiar no fuera más que un almacén que mantener cuando sus padres ya no estuvieran. Ojalá la vida le fuera más simple, pero estaba seguro de que si ese fuera el caso, el Destino se las rebuscaría para ponérselo difícil. Y una vez que aquella copa voló y se estrelló en el suelo, desparramando los cristales por cada línea que unía las baldosas de mármol elegante y perfecto, todo cambió.

    Todo cambió, otra vez.

    Una pequeña lágrima afloró. Una delicada gota que podría confundirse con el rocío de la noche. No obstante, esta no llegó a estrellarse en el suelo, acompañando los restos de la difunta copa. En el momento en que iba a desprenderse de sus pestañas, otro cuerpo se enfrentó con el suyo; otro pecho sostuvo su mejilla y recogió aquella efímera lágrima, la cual se vio absorbida por la prenda que cubría la pálida piel de aquel hombre. Porque si creía que debería pagar un precio por cada palabra bonita y halagadora, ¿entonces qué sería lo que tendría que entregarle a cambio de esto? ¿Cómo pagar el alivio, la contención, la seguridad, que le otorgó con tan simple gesto? Como si hubiera sido perfectamente consciente de lo sola que ella se sentía, había acudido a envolverla amablemente entre sus brazos. Aquel desconocido, aquel enmascarado como tantos otros en esta fiesta.

    Un suspiro de alivio escapó de sus rosados labios. Podía sentir lo húmedo que se encontraba su antifaz. Lo peor era que aunque quisiera, no podía frenar su llanto silencioso. Chlóe no movía ni siquiera un cabello. Estaba quieta, absorta y ensimismada, pero ya no sólo en sí misma. Estaba ensimismada con su gesto, con su compañía. Y no podía evitar oír los susurros, las advertencias. Ya no más. No podía obviarlos porque, al parecer, ellos detectaron su debilidad al igual que el vampiro que tenía enfrente. Aún así, Chlóe no les prestaba atención. Sus voces sonaban, reclamaban, pero ella no quería escuchar nada más. Había tenido suficiente, y si tan solo pudiera cerrar los ojos en este momento y despertar en otro mundo, lo haría. Si tan solo pudiera sentir un abrazo como aquel a diario... Pero no, porque eso parecía estarle vedado. Chlóe siempre estuvo sola, siendo una fugitiva incluso entre los de su misma especie. ¿Y por qué? ¿Por qué tenía que padecer esto? Pero de algo estaba segura: si iba a ser una fugitiva, pues lo sería con todas las letras.

    El alcohol la había afectado. Eso no podía ponerse en duda. Había llevado sus emociones al límite. Primero, la euforia desbordaba por sus poros; ahora, la angustia y la tristeza acorralaban su pecho. Todo lo sentía multiplicado. Todo le pesaba más. Y ahora esto. Esta situación que desconocía, que no sabía controlar. Si tan sólo tuviera a alguien a quien recurrir siempre que se sintiera triste y sola... Pero jamás había entablado una verdadera amistad con algún cazador. No sabía si el problema era ella o eran los demás. ¿Acaso tenía algún aroma que repelía a los humanos e invitaba a los vampiros a perseguirla hasta la muerte? ¿Por qué no podía tener amigos? Ya no quería estar así de sola, pero parecía que día a día aquello era un hecho. Y no podía evitar pensar que quien la sostenía tan amablemente ahora, no era un humano. Y bastó cerrar un momento los ojos para darse cuenta. Bastó aspirar su perfume y sentir la frialdad bajo su traje victoriano. Lo sabía. Siempre lo supo. Y acabó por confirmarlo cuando sus labios se fusionaron con los suyos.

    Su corazón se heló. Las palabras que el joven susurró en su oído apenas valieron la pena comparadas con ese gesto. Chlóe se quedó más muda de lo que estaba. Sus ojos abiertos, celestes en todo su brillante esplendor, observaban los verdes de él, hasta que lentamente se fueron cerrando, hasta que sus párpados cayeron lo suficiente como para permitir que una leve línea azulada se percibiera. "Qué... Por qué... Yo..." Sus pensamientos la abrumaban. No podía moverse. Y así como el corazón se detuvo, luego comenzó a latir más salvajemente. Sus mejillas, ya rosadas, parecieron volverse de un rosado más intenso. Sus manos se elevaron delante del pecho del hombre y titubearon. Iba a apartarlo. Esto no estaba bien. Él era un vampiro. Se había dado cuenta justo a tiempo, y justo a tiempo le había robado el aliento, así como su primer beso. Y sin saber qué hacer o cómo reaccionar, lo dejó ser. ¿Qué más daba? Curiosamente, había sido el momento, la hora y el lugar. Él la había sorprendido con una pequeña muestra de cariño en esta noche que se había tornado de lo más triste y solitaria para su alma. Por lo tanto, sus dudosas manos, fueron a posarse sobre su pecho, suavemente, de forma delicada y casi imperceptible, como si se tratara de una gentil mariposa deteniendo su vuelo en el pétalo de una elegante flor, aunque ésta fuera negra y sombría.

    Una fuerte brisa levantó varias hojas que yacían inmóviles en el suelo. El cabello de Chlóe se alborotó y ella supo muy bien lo que ocurría, pero lo ignoró. Las advertencias eran claras y certeras. Pero Chlóe no quería escuchar, no quería entender. No le importaban las consecuencias, al menos ya no. Estaba tan cansada... tan hastiada de no poder controlar su vida. Quería despojarse de todo, incluso de ella misma si fuera posible. Quería renacer, mudar pieles. Y entonces la brisa se hizo más intensa y la puerta que daba al salón principal se golpeó, provocando un fuerte estruendo. La gente comenzó a ingresar, andando velozmente. Gotas gruesas comenzaron a decorar el suelo: se había desatado una tormenta, una de esas típicas tormentas de verano que tan intensas se vuelven. Y en ese momento, mientras aquel beso aún perduraba y mientras la frialdad de sus labios borraba el rosado labial de los suyos, un fugaz pensamiento cruzó su mente:


    "¿Debo aceptar lo que Él me da?"
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    Mensaje por Issei Chrane Dom Ago 17, 2014 9:04 pm

    «Into the shadow she run but…
    Lately, gravity is pulling you back on her feet again… »


    Con cierta sinceridad y exactitud, reconociendo lo que se pasaba realmente por su cabeza, aquel beso lo estaba dejando completamente aturdido. Sus ojos se cerraron con lentitud, disfrutando una vez más de rozar los cálidos labios de una joven mujer humana, mientras inspiraba adecuadamente su aroma para embriagarse y enloquecer todo lo que pudiera. Estaba consumiéndose a sí mismo por culpa de Chlóe Crosszeria, y no encontraría mayor placer salvo cuando bebiera de su sangre, robara su castidad y finalizara con un tierno cadáver entre las sábanas que los vieron desearse. Sin embargo, ¿por qué no las tenía todas consigo? El maquiavélico y calculador Chrane, se sentía inseguro de sus reacciones. En su interior, se encontraba una extraña sensación ocupándole. ¿Amor? ¿Desde cuándo fue la última vez que existió algo tan absurdo como eso en su persona? No, imposible. Issei Chrane era incapaz de pensar en ese degradante valor, menos cuando era una de sus tiernas, adoradas y buscadas ovejas. De ninguna manera podía dejarse manejar por una simple y débil humana.

    En el fondo, si luchaba por aclararse, si se concienciaba de cuál era su siguiente paso, podía ver todos aquellos momentos similares en los que estuvo con otras y cómo terminó cada una de esas situaciones. En su mente, los cientos de asesinatos diferentes que llevar a cabo con ella, relucían de entre las sombras. Desgraciadamente, no quedaban posibilidades para ella. Crosszeria había caído en su juego, en su estrategia, así como lo planeó mucho tiempo atrás. Todo seguía su rumbo, sin tener siquiera a Adrei por los alrededores, justo como deseó desde el primer momento en que la vio y se encaprichó inevitablemente de ella. Dejaría la duda sobre sus labios, la promesa sobre sus ojos y su anhelo sobre sus manos. Luego, la llevaría a casa y la haría suya, aun si la mujer no se sentía convencida. Bebería su sangre hasta que abandonase su cordura, y en caso de quedar viva, debía de eliminar todas las pruebas posibles en cuestión sobre su identidad. Él era el Rey del Suspense, por supuesto. Una lástima que su vida diera fin tras conocerle. Se lo habrían pasado tan bien… Pero así ocurría siempre que sus ojos verdes se posaban sobre una presa a la cual engatusar con sus artimañas. Penosamente, sus largos y sedosos cabellos rosados quedarían impregnados por el color más intenso posible: el color de su sangre saliendo lentamente de sus venas.

    Con suavidad se separó de sus labios, ardiendo por continuar lo que viene después. En cambio, los años y sus anteriores Ovejas, le enseñaron que en el arte del Amor, sobre cualquier otra cosa, hay que tener paciencia. Aunque precisamente fuera un galán, Issei no se reconocía como un ser tranquilo y calmo, sino todo lo contrario. Quizás de ahí vinieran sus ventosos dones, ¿no? Levantó los párpados con cuidado, alejándose de ella. Ya se encontraban en la segunda fase. Pero todavía quedaba mucho por recorrer, pese a que aparentemente todo lo restante se convirtiera en lo más fácil. Completamente en contra. Ahora implantaría en ella la necesidad de tenerle con un simple movimiento maestro. Dibujó una sonrisa tímida y retrocedió hacia atrás, rompiendo contacto con la mujer.
    - L-Lo siento… Y-yo no… - Se excusó rápidamente haciendo aspavientos, bajando la mirada por la Culpabilidad. ¡Qué grosería! ¿Cómo se le ocurría a un joven vampiro besar a una dulce dama humana a la que casi acababa de conocer? Su afecto era imposible dado que Chlóe también era una cazadora. Podía estar poniendo su pellejo en ello. ¿Y le importaba? No, ni siquiera tomaba algún reparo. Todo salía mucho mejor de cómo podría ir. Sin embargo, su preciado As comenzaba a asomarse por su manga. - Supongo que… Ya te habrás dado cuenta, ¿verdad? - Su sonrisa desapareció instantáneamente, como si en verdad se sintiera afligido. ¿Lo estaba acaso? Indudablemente. Estaba jugando con el propio fuego entre sus manos. - Soy… un vampiro… - Ya no existía vuelta atrás, la confesión estaba hecha. ¿La sorpresa en su rostro? Tal vez a continuación. Alto. Espera. ¿Preguntó ella por su identidad? Sí, no siempre le dijo que él era Hamlet, aunque nunca un vampiro. Su ser estaba escondido tras la frialdad de sus labios, claramente.

    Llevó una mano a su máscara, acariciándola con cuidado. ¿Quién dudaría de la expresión de sus ojos, del nerviosismo de sus gestos? En eso se basaba el vampiro, en sus indudables siglos de experiencia en conquista y como rompecorazones. Y justamente, tímidamente, sin apenas inmutar sus gestos, decidió darse la media vuelta.
    - Lo mejor es que no nos veamos más. - Sentenció de repente y sin venir a cuento. ¿Por qué, cómo romper su contacto tan imprevistamente? - Eres consciente de daño que puedo causarte y tampoco quiero que suceda la desgracia de Ofelia. - Ambos olvidaron un importante detalle: la Inmortalidad no era alcanzable por un humano y menos aún aceptada por un cazador. La tragedia finalmente ocurriría si los dos continuaban con su amor delincuente. De modo que, el afligido vampiro, decidió avanzar por entre los presentes, alejándose de su figura lentamente. ¿Correría esta vez por él? ¿Dónde estaba su felicidad y abrigo si no era con él? ¡Qué pasa Cenicienta! Esta vez tu Príncipe encantador y final feliz caducarán antes que tu vestido. ¿Dónde está tu Hada Madrina? ¿Y tu precioso carruaje? Sin embargo aún tienes la opción de recuperar tu zapatito de cristal antes de que se convierta en una mugrienta calabaza.
    Esta vez, si realmente algo sucedió en ese instante, sería Chlóe Crosszeria quien persiguiera al insistente depredador…
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    Mensaje por Chlóe Crosszeria Lun Ago 18, 2014 9:06 pm

    ¿Cómo había ocurrido esto? ¿Qué estaba sucediendo? Fue como una ventisca. Actuó similar a las peores tormentas de nieve. Su corazón, a pesar de latir con excesiva rapidez, se encontraba helado, gélido, completamente congelado. No sabía cómo reaccionar aún. No sabía qué era correcto sentir y qué no. Conocía la naturaleza tras el disfraz, pero no conocía el rostro tras la máscara. Y como si fuera una especie de ridícula ironía, podía jactarse, al menos, de conocer esos labios, suaves en su frescura, pero igualmente letales. Bastaba indagar un poco más para hallar ese par de colmillos desgarradores. Chlóe era consciente del peligro, pero su mente parecía guiarla tan sólo a inmiscuirse más y más en él. ¿Y por qué? ¿Por qué aquella insensata necesidad de exponerse y avanzar hacia la cornisa? Las alertas resonaban a su alrededor. El aire susurraba más que simples melodías de la naturaleza. Chlóe estaba rodeada, y lo sentía. Tanto su mente como su cuerpo estaban avasallados por las señales. Y cómo detestaba esos susurros. Cómo deseaba eliminarlos y apagarlos para siempre. En estos momentos odiaba a su familia, a su linaje, a su deber y a su maldita naturaleza cazadora. Oh, cómo deseaba ser una imbécil e ingenua muchacha de preparatoria. Lo daría todo por cambiar su vida con la de alguien más. Daría lo que fuera porque su lugar fuera intercambiable. Pero, lamentablemente, sabía que si ella abandonaba su puesto de Sacerdotisa y alguien más se elevaba en su lugar, un único destino aguardaba por ella: la muerte.

    En el preciso instante en que él apartó sus labios de los suyos, una leve agitación removió el pecho de Chlóe. Respiró profundamente, pero de modo suave y casi imperceptible, para luego exhalar un suspiro, como si su espíritu hubiera sido extraído de su cuerpo mediante aquel contacto inesperado e inusitado. Los ojos de Chlóe se mostraban algo vidriosos. Sus párpados aún cubrían gran parte de sus iris, y le otorgaban un aspecto adormecedor. Lentamente, poco a poco, fue levantando la mirada, para encontrarse de frente con su figura, con sus ojos verdes. Ahora, más que nunca, podía jurar haber visto esos ojos antes. Ahora, que el alcohol comenzaba a darle un respiro, podía advertir ciertas cosas que antes no. Aún así, el mareo continuaba insistiendo, pero ella luchaba contra él. Y quizás tuviera mucho que decir, mucho que preguntar, pero las palabras no lograban salir de su boca. El sabor del beso había puesto un velo a su capacidad de comunicarse. Tan sólo era ella con el silencio; tan sólo era ella, observándolo a él. Sin embargo, el silencio pronto fue quebrantado, y fue aquel impostor quien se dio el lujo de realizar una de sus mejores actuaciones. Mostrándose afligido, apenado, musitó aquella disculpa, confesó aquella verdad. Al oír la palabra "vampiro", Chlóe bajó la mirada y tomó valor como para decir algo, pero lo único que consiguió fue denotar un pequeño sobresalto y entreabrir sus labios, sin lograr que ni una sílaba avanzara entre ellos. Acabó por morder su labio inferior, juntando sus manos delante de su cuerpo, entrelazando sus dedos, en signos de un recién llegado nerviosismo. Parecía apenada, incómoda. En el suelo, divisó su sombra al voltearse. Entonces Chlóe decidió elevar su mirada otra vez. Sus palabras llegaron a sus oídos y una triste y melancólica sonrisa se formó sobre sus rosados labios. Él podía causarle daño, desde luego. ¿Pero él, acaso, era consciente del daño que podía causarle ella igualmente?

    Comenzó a alejarse. Las redondas y brillantes pupilas de Chlóe se posaron sobre su figura, que ya parecía tan lejana. Sin embargo, el brillo de su mirar cambió. No había rastro de decepción ni nerviosismo. Ya no parecía habitar en ella un corazón afligido por este fortuito encuentro y esta pronta desilusión. ¿Acaso Chlóe Crosszeria también estaba interpretando su mejor papel? Y fue en ese instante cuando lo decidió: salió tras él. Apartó a varias personas del medio, entre ellas un cazador que se había acercado con motivos de invitarla a bailar. Siguió su camino, ingresó al enorme salón. Entre la multitud, observó con velocidad y sagacidad. ¿Dónde se hallaba? No pudo haber desaparecido tan pronto. Esto aún no había acabado, y él... él no podía irse así sin más. No podía irse sin escuchar lo que ella tenía para decir. Y entonces lo encontró. Como si el viento soplara a su favor esta noche, a pesar de vaticinar todo lo contrario, allí lo vio, abriéndose paso entre los invitados. Chlóe avanzó hacia él, veloz, y cuando estuvo lo suficientemente cerca, tomó su muñeca. Lo sujetó firmemente del brazo y lo arrastró consigo. Lo condujo abruptamente entre la muchedumbre, hasta llegar a la zona de los baños, donde todo parecía estar más tranquilo. Una vez allí, se introdujo dentro del baño de hombres -dado que el de mujeres era siempre más revoltoso-, y trabó la puerta detrás de sí. No había nadie dentro, sólo él y ella. Y Chlóe, apoyando su espalda sobre la puerta, aspiró una bocanada de aire y levantó la mirada, clavando sus ojos en él. Y como quien necesita tomar valor, se tomó unos segundos para respirar profundo otra vez. Entonces, luego de unos segundos, se impulsó con sus manos y despegó su espalda de la puerta. Avanzó hacia él una vez más, de frente, sin titubeos, y mediante un ágil movimiento, arrancó la máscara de su rostro. La joven cazadora fue clara y certera. Su blanca mano derrumbó el muro entre ambos, y allí pudo verlo en todo su esplendor. Arrojó la máscara al suelo y negó con la cabeza, mordiéndose el labio inferior con ira y decepción.

    - Lo sabía -susurró, indignada, no sólo por él, sino por ella misma y por los pensamientos que atravesaban su mente, insensatos-. Lo sabía. Tsk, desgraciado.. -frunció el ceño, negando con la cabeza otra vez y mirando hacia ambos lados, como quien desea encontrar una explicación, una excusa, algo que le ayude a comprender o remediar el sacrílego error. Se llevó una mano al rostro y arrancó su propio antifaz, comenzando a sentir cómo la garganta se le cerraba y cómo debía luchar para poder tragar su propio llanto. Mientras tanto, los susurros continuaban, persistentes, en sus oídos, y tan sólo quería dejar de oírlos. No le habían importado las advertencias, y esto fue lo que ganó por seguir el juego de un animal como él, porque eso era, una bestia inmunda y carroñera. Un oportunista. Y le pesaba demasiado en su alma el saber que eso no era lo peor, pues lo peor estaba directamente enlazado a ella: había quedado suspendida de aquel beso; había quedado ilusionada de aquella falsa amabilidad. Creía haber hallado la magia en esta noche, pero la verdad era que anhelaba y deseaba a alguien que no existía, ni existiría nunca.


    "Un repentino silencio seguido del tintineo de campanas, me hace despertar en una realidad sin ti.
    El futuro es inestable, no puedo hacer nada, pero deseo alcanzar mis sueños.
    Forcejeando más y más, enredada en este lazo, es una pérdida de tiempo intentar enrollar el hilo que nos une."

    Te conozco desde ese lugar donde el tiempo se detuvo.

    - Toda mi vida he vivido en una mentira -sentenció.
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    Mensaje por Bella.N.Gring Vie Ago 29, 2014 12:05 pm

    Por un momento mi corazón pasó de estar acelerado, a ir poco a poco bajando su ritmo. Hoy era el cumpleaños de Ziel y Marcus y yo nos habíamos permitido pasar un rato a solas. Ziel se habría merecido nuestro tiempo junto a él, abrazándole, tirándole de las orejas, y viendo como sopla sus velas de cumpleaños que estaban sobre la tarta…
    Si lo pensaba mejor, nunca había estado con Marcus como hacía un momento, solamente Ziel había podido disfrutar de cada uno de  nosotros. Cada parte nuestro ser había sido y era suyo, seguirá siéndolo. ¿Por qué no poder equilibrar la balanza? ¿Por qué no poder amar a los dos? Al fin y al cabo, vivíamos juntos, cuidándonos los unos a los otros, protegiéndonos mutuamente… ¿Por qué no poder hacerlo? Estuve mucho tiempo rechazando mis sentimientos por Marcus, no sé si por miedo, por respeto a Ziel o por mi misma… Pero más o menos me había quitado un peso de encima. Ese peso en el pecho había desaparecido, sustituyéndolo por una culpa enorme.  ¿Qué iba  a hacer ahora?

    Seguía sin saber que hacer o que decir. Marcus reaccionó por mí cuando yo no podía hacerlo. Me quedé mirándoles sin mover un solo dedo, pensando en qué había hecho. En realidad no sabía cómo se sentiría Ziel, que haría ante todo esto. He sido una egoísta, no debí dejar que los sentimientos me llevaran por un camino equivocado. Aun así, al verles ahí, enfrente de mí, mi corazón me decía que podía amarles a los dos, que no estaba mal, que todo podría ir bien, como si fuéramos una familia normal. Pero en realidad, mi conciencia, si es que alguna vez había tenido de eso, me decía que esto estaba mal, porque alguno de los dos acabaría por no poder soportarlo y no podría perdonármelo. Retiré la cortina poco a poco, di un paso hacia delante y pero me detuve. Al escuchar las palabras que le decía Marcus a Ziel, terminé por sonreír levemente y, al mismo tiempo, me reconcomía por dentro un sentimiento de culpa y tristeza. Al ver su rostro se podía leer lo que sentía, no hacía falta que le leyera la mente, no hacía falta preguntar para saberlo.  Estaba totalmente sorprendido, y no en el buen sentido. No podía creerse lo que habíamos hecho. Y yo me sentía  muy mal… Ziel… Cogí aire para poder decirle todo lo que estaba pensando ahora mismo pero no podía.

    "Voy a por una botella de champagne para celebrarlo.." Ya había champán en la habitación, con sus tres copas bien puestas en la mesa… Oh Ziel, maldita sea. Miré a Marcus cuando Ziel traspasó aquella puerta. Está mal… Y es su cumpleaños, todo por mi culpa… Confesé.  No sabía como solucionar mi lucha interna pero debía hacer que Ziel volviera a esta sala., junto a Marcus. Éste siempre sabe que hacer en cualquier situación, y ahora mismo me sentía impotente, pero tenía que solucionarlo.  Ahora vuelvo… Salí corriendo de inmediato para alcanzar a Ziel.

    Había sido más rápido y, siguiendo su rastro, llegué hasta el baño de hombres. Suspiré y abrí la puerta. Había varias puertas cerradas  pero, ¿cómo no saber cuál era la de Ziel? Me paré cuando llegué a la puerta indicada. ¿Qué decir? Apoyé mi mano en la puerta, no sé si esperando a que ésta se abriera por arte de magia.  Ziel, abre la puerta por favor.. Supliqué con un hilo de voz.  Lo siento mucho.. No sabía como hacerle saber lo que sentía. No estaba preparada para esto. .  No debimos hacerlo hoy, solo por ser el dia que es.. Lo siento mucho, de verdad. Yo…no sé que hacer, abre la puerta.. Las lágrimas comenzaban a caer sobre mis mejillas. Me arrodille, apoyando la cabeza en la puerta. Todo en mi mente se estaba desmoronando, es como si le fuera a perder de nuevo, y esta vez por mi culpa.

     
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    Mensaje por Marcus O'Conell Sáb Sep 06, 2014 2:22 am

    Había planeado esto. Había planificado este momento por encima de cualquier otra cosa. Durante toda la semana trabajó sin cesar, organizó horarios, no le dio ni un mísero descanso a su labor, y todo para hacer de esta noche un momento único e inigualable. Y ahora... ¿ahora quién pagaría las tazas rotas, la lluvia derramada? Estaba acostumbrado a que las cosas no le saliesen siempre bien, pues los ejemplos de fracasos sobran en su vida. Pero realmente deseaba que este día fuera único, que por hoy, al menos, la dicha lo invadiera todo. Cada uno de ellos, tanto él mismo como Bella como Ziel, tenían tristezas que lavar, felicidad que recaudar. ¿Y por qué no hacerlo en este momento, juntos? Pero al parecer no era tan sencillo, y parecía mucho pedir. La ilusión no demoró en resquebrajarse y cada pensamiento cálido y agradable fue suplantado por una cubeta de agua helada vertiéndose encima de su cabeza. Todo lo que había deseado, toda la ansiedad de que llegase esta noche... y esta misma noche se lo estaba llevando, pérfidamente, de forma tramposa y traicionera. ¿Y quién tenía la culpa? ¿Acaso Marcus? ¿Acaso Bella? ¿Acaso Ziel?

    Ziel lo apartó. Aquel saludo de cumpleaños, aquel beso... él pareció rechazarlo todo. No, no pareció, en efecto lo hizo. Marcus se quedó observándolo, extrañado, absorto. Observó su rostro, el recorrido húmedo de las lágrimas. Tan sólo quería abrazarlo, hacerle sentir que esta noche él iba a ser el ser más amado de la tierra, y que incluso los dioses los envidiarían. Porque juntos, los tres, podían enfrentarlo todo, enfrentarse a todo, y no existía nada más preciado que poder transformar esa dedicación y ese cariño en verdaderas caricias y abrazos. Y Marcus deseaba que tanto él como Bella lo tuvieran todo. Que cada día de sus vidas, fueran felices. Que jamás nada les falte y que se les acalambre la mandíbula de tanto sonreír. Y todo eso anhelaba... pero lamentablemente, nada de eso se iba a cumplir esta noche. Ziel lo apartó, dibujando una barrera imaginaria en el aire, entre él y su cuerpo. ¿Por qué tanto rechazo? ¿Por qué ese disgusto? Y como si la intuición nunca quisiera fallarle, los indicios del hecho fueron llegando, lentamente, uno a uno. Marcus se enderezó, y su oscura mirada se hizo una con la tenue luz del lugar. Sus iris eran como dos lunas de sangre, dispuestas a estallar. Sin embargo, sus párpados bajaron lentamente, brindando espacio a su mente para que pueda encadenar los pensamientos con claridad. Mientras tanto, podía percibir la incomodidad de Bella a sus espaldas, y desearía poder leer su mente para saber en qué estaba pensando, pero tal vez no era necesario. Podía percibir sus emociones por medio del olfato, como si de un verdadero depredador se tratase -¿y es que acaso no lo era?- y el disgusto y la tristeza eran perfectamente perceptibles, pero había un matiz extra, un plus que aseguraba toda hipótesis de antemano: la culpa.

    Él dijo que iba a ir por champagne. Marcus observó cada uno de sus movimientos, hasta que el chico desapareció por aquella puerta. ¿Iba a detenerlo? ¿Iba a acapararlo otra vez? ¿Debía hacerlo? Ziel siempre fue libre de hacer lo que quisiera, y más hoy, en su día. Sin embargo, ¿qué necesidad había de actuar así? Marcus se quedó observando la puerta, el espacio vacío que Ziel había dejado, tanto en el cuarto como dentro del vampiro mismo.
    - Las sonrisas falsas nunca te sentaron bien, Ziel -susurró, sutil, sublime, apenas rasgando el aire. Y no pudo evitar fruncir el ceño. No pudo evitar que su rostro adoptara una expresión seria y grave. Bella habló, y oh, por Dios, para qué lo hizo. Marcus se limitó a mirarla, tan seriamente como le era posible sin caer en el abismo de sus emociones e impulsos; sin acabar por desintegrar esa fina brecha, esa delgada línea, que separa su racionalidad de su pasional corazón violento. Él era un hombre serio, dedicado, y no pedía nada más que consideración por ello. Jamás reclamaba nada, jamás ponía su bienestar o sus intereses delante de los de Bella o Ziel. Nunca les pidió nada. Nunca les exigió nada, más que calidez y compasión. Había preparado todo esto... ¿y para qué? ¿para que todo se transformase en la peor de las mierdas? No quería permitirlo. Se negaba rotundamente a aceptar que esta noche terminara mal, ¿pero qué más podía hacer al respecto? No podía atar a Ziel a una silla y obligarle a disfrutar del banquete. No podía tampoco evitar oír a Bella, inculpándose. Y cómo quisiera poder lograrlo, porque simplemente no lo toleraba. Esto no era su culpa. Entonces, ¿por qué cargaría sobre sus hombros un peso que no le pertenece? En todo caso, si hay algún culpable aquí es él: él es el único culpable, por querer demasiado.

    Y ella partió. Bella atravesó esa puerta y Marcus se quedó allí, con su soledad. Suspiró profundamente y se volteó, encaminándose hacia la ventana. Podía ver la gente, alegre, en el jardín principal del edificio. Suspiró otra vez y pegó la frente al vidrio, cerrando los ojos. Del mismo modo en que suelen decir que "todos los caminos van a Roma", al parecer todos los sucesos confluían en su culpa. ¿Por qué había tenido que permitirse aquello? ¿Por qué no pudo reprimirlo, como tantas veces en todo este tiempo? Dejó que sus sentimientos se desenvolviesen solos, y acabó arruinándolo todo. Era eso, ¿verdad? Eso era lo que ocurría. Se tomó el atrevimiento, el lujo, de besar a Bella, de osar tocarla con sus malditas y pecaminosas manos. Y ahora era culpable. Era culpable por quererla y por ser esclavo de sus propios sentimientos, ¿pero quién puede saber el valor de sus deseos?

    Negó con la cabeza y golpeó el cristal con el lateral de su puño. Abrió los ojos, y pudo ver su reflejo en el limpio y traslúcido vidrio. ¿Realmente era tan sacrílego el haberle robado sólo unos besos, sólo unos minutos de su tiempo? Tan sólo fue la espera hasta que Ziel llegara a la habitación. No transcurrieron ni veinte minutos. Si tan sólo no se hubiera dejado llevar, si hubiera mantenido la distancia y jamás la hubiera observado con otros ojos que no fueran los de un hombre que sabe que debe compartir con ella un ser amado. Porque hasta el momento, Ziel era lo único que los unía. Ziel era el engranaje de esta relación tripartita, pero los sentimientos comenzaron a aflorar, confundiéndolo, y ya no era sólo el joven lo que los mantenía juntos. Bella lo sabía también. Aunque quisiera negarlo en su interior, aunque quisiera apagar esas emociones y mentirse a sí misma, lo sabía más que nadie... ¿y qué había de malo en ello? ¿Cuál era el pecado? De ninguna manera podían sentirse culpables por quererse, y Ziel no tenía derecho a recriminarles nada. Ambos siempre estuvieron para él. Ambos siempre se desvivieron por él. Y lo seguían haciendo, y sin duda lo seguirían haciendo, por la eternidad, por el resto de los siglos. No obstante, ¿cómo hacerle entender aquello? ¿Cómo hacer que entre en su cabeza, en su corazón? ¡Demonios! ¡Bella y él tan sólo se habían besado, nada más! No había ocurrido nada más que eso. Sólo fueron unos miserables y deseados besos. Y ahora tenían que borrar aquel sabor de sus labios, simplemente porque la semilla de la culpa pretendía hacerse espacio en su corazón. Y no quería. No quería permitirlo. Pero cómo... ¿cómo lograr que Ziel Carphatia comprendiese que Marcus O'Conell lo amaba como a nadie? Lo único que deseaba era su felicidad, y que esa felicidad pudieran compartirla los tres. Lo único que deseaba era aquello, y ahora debía conformarse con darle otro golpe al cristal y esperar.


    Un poco de miel... un poco de miel, no basta.
    Té para tres
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    Gran baile de carnaval - Página 3 Empty Re: Gran baile de carnaval

    Mensaje por Ziel A. Carphatia Mar Sep 09, 2014 2:53 pm



    I live here on my knees as I try to make you see that you're everything,
    I think I need here on the ground.
    But you're neither friend nor foe though I can't seem to let you go.


    No sabía qué hacer. No sabía si lo mejor era marcharse de la fiesta, si tal vez recuperara el aliento y detuviera las lágrimas, iba a conseguir recuperar el ánimo y la perspectiva sobre la fiesta. Pero eso… era completamente imposible. Toda esta perfecta noche, todas las ganas de utilizar su disfraz, y estar con los dos vampiros divirtiéndose, olvidando su vida por un momento; el sentirse como un adolescente normal y corriente, se había visto truncado plenamente por el seguir de los hechos y el desbarajuste de sus recuerdos. ¿Por qué le ocurría esto a él, quien siempre adoró la sencillez de las cosas? Poco a poco, una imponente mano iba desgarrando la poca porcelana que le quedaba a esta muñeca, hasta ver que ya no pudiera moverse con sus propias fuerzas. Su cumpleaños, si alguna vez comenzó a celebrarse, había sido el peor de todos. Sin duda, habría preferido que lo hubieran ignorado, que la fecha pasara de largo en el calendario. Llevaba tiempo sin festejar este día, justo desde el fallecimiento de mi madre, sin siquiera acordarme propiamente de la fecha en la cual conseguiría ser mayor de edad. Mi hermano tampoco lo recordó, aunque no le di importancia, pues ahora los cazadores estaban bastante ocupados con los desertores como para acordarse de un simple cumpleaños. ¿Y qué decir del regalo? Totalmente esperado. Lo predije, Kai y Kasha lo predijeron, e incluso los cazadores estaban seguros de que ocurriría. Tarde o temprano, Marcus y Bella terminarían por enamorarse. Era cuestión de tiempo. Y el tiempo, decidió detenerse en el momento exacto en que cumplía por fin dieciocho años.

    Eso fue lo que le derrumbó por completo.

    Los ojos continuaban, incesantes, derramando el agua cual cascada por sus mejillas. Las manos se colaban por entre sus mechones para intentar tranquilizarse a sí mismo, ya que corría el riesgo de que los instintos se descontrolaran y no lograra impedir una masacre humana. Ahora cada mínima sensación, se triplicaba inevitablemente. Y claro, después el neófito tendría la culpa, ¿no es así? Los cazadores tendrían excusa para darme caza, para poner “Carphatia” sobre la lista. Entonces las réplicas y las súplicas de mi hermano, no habrían servido para nada. Pero, ¿quién me había enseñado sobre esto? ¿Quién me dijo todo lo que necesitaba saber sobre los vampiros? ¿Quién dijo que estaría conmigo e iba a controlar mis impulsos si se desvanecían entre mis manos? Ellos. Únicamente ellos. Bella Gring y Marcus O’Conell. ¿Y cumplieron su palabra? No, ni siquiera una sola vez. Todo, absolutamente todo lo que conocía, era porque había aprendido por cuenta propia. Seguramente los desertores tuvieron la mayor culpa de ello. El saber que no cumpliría ninguno de sus deseos, era más que suficiente para darme más de un motivo por el que denegar la sangre.
    Y por suerte, o por desgracia, regresé. No tardaron en regresar las cosas a su sitio. Marcus encontró trabajo de médico y apenas podía verle. Bella y yo, recuperamos las clases en la Clase Nocturna. Pero, ¿lograría su mente volver a la normalidad? ¿Conseguiría olvidar tan rápidamente aquellas profanaciones, todos aquellos maltratos? Desde luego que no. No obstante, permanecía dentro. La mierda estaba llenándome el estómago y necesitaba contársela, necesitaba gritarla, llorar. Los necesitaba más que ninguna de las veces anteriores, realmente. En cambio, me preocupé más por fingir que todo estaba bien, que en hablarlo con alguien y sentirme comprendido. No existía quien hubiera escapado con vida dos veces de los desertores. ¿Quién podía, pues, consolar sus penas? Nadie. Y todo quedaría guardado bajo llave, hasta el momento en que el agua desbordara de su vaso. Y puede que esta gota hubiera terminado por añadirse esta misma noche.

    Ojalá todo se parara y retrocediera. En cambio, conocía que el tiempo, jamás regresa. El pasado que tanto me atormentaba no desaparecería nunca. Ella no regresaría a mi lado con su sonrisa y calidez, así como aquellos momentos inolvidables. Tampoco regresaría el fuego de la chimenea, ni la preciosa casa de campo rodeada de dorados paisajes donde vivía. Debía ser fuerte y superarlo. Al menos eso era lo que todo el mundo decía. En cambio siempre fue más fácil dictar que realizar. Debía intentarlo con todas mis fuerzas, esforzarme por encontrar la felicidad de nuevo y ocultarlo todo bajo la arena. Sin embargo, al parecer, no todo el mundo estaba por la labor. Los desertores estaba detrás de nuestros pasos, y Marcus y Bella… no reconocía a Marcus y Bella.

    A veces, pensaba en la probabilidad de que únicamente me veían como una causa perdida, como un niño pequeño, como un vampiro inútil. Quería una vida normal, una rutina cotidiana, ser un adolescente por primera vez. Pero era un vampiro. Y como tal, había cosas que se habían suprimido y las echaba de menos. Ciertamente, les conservaba envidia. En todo momento quería ser como ellos, actuar como ellos, comportarme como ellos. Ambos controlaban la sed perfectamente y saciaban su hambre con botellas de sangre, a mi diferencia de preferirla más bien caliente y estar bebiendo ansiosamente cada dos por tres. Además, perdía los estribos demasiado fácilmente. Los escalones comenzaban a aumentar con el paso de los días, en cómo ellos alcanzaban la cima poco a poco y yo cada vez me sentía más diferente por las costumbres que tenía asimiladas de cuando era humano. Me quedaba detrás, en su sombra, al igual que en los enfrentamientos contra cazadores; en la retaguardia, incluso detrás de Bella. Hasta fui capaz de morder un cojín para abrirme paso y respirar, porque inevitablemente sentía la asfixia o más bien, la recordaba. ¿Alguna vez Bella y Marcus experimentaron eso? Los vampiros no tenían por qué respirar y resultaba incomprensible mi actuar. Cada fallo que cometía por estos pequeños descuidos, se imponía en mi contra, señalándome como el culpable, como el diferente entre los tres. Sí, quizá nunca formaríamos parte del mismo mundo. Quizá la eternidad no bastara para acostumbrarme a esta forma de vida y olvidar la humanidad; que ahora, me alimentaba de lo que fui una vez. No existía forma de que pudieran siquiera imaginar la calidez que transporta una manta en invierno, el sabor de la comida, o todas esas sensaciones atrayentes y nauseabundas que te recorrían de pies a cabeza cuando te enamoras. Y, sin duda, ambos sabían defenderse sin que un miserable idiota se interpusiera con los desertores. Desgraciadamente, a cada diferencia que encontraba, a cada cosa que intentaba y no obtenía mérito o reconocimiento, un nuevo recuerdo regresaba para atormentarme sobre lo penoso que era como vampiro. Todo empezaba a aparecer nuevamente dentro de mi cabeza, absolutamente todo. Hasta que, finalmente, era incapaz de ocultar el hecho de que fui secuestrado, maltratado y profanado por cazadores. Bastó con un secuestro falso y una sorpresa mal planeada para que todo desbordara de sus ojos.

    No obstante, no todo acababa ahí. La pelirroja decidió seguir al peliazul hasta el baño de hombres. Su voz al otro lado de la puerta lo pilló desprevenido. Entonces decidió contener las lágrimas y silenciarse a sí mismo para no dar señales de que estaba llorando y lo mucho que le costaba asimilar la situación. ¿Para qué venía? ¿Para qué pedía disculpas? ¿Por qué no se marchaba de este lugar y me dejaba solo? No me importaba que lo interpretaran como un gesto de celos. No me importaba escuchar palabras de perdón ahora. No las quería, realmente. Yo sabía lo que había visto, sabía lo que había sentido y olido en ese instante cuando Marcus me abrazó. No podían acusarme de malinterpretarlo, pues también estaba depositado sobre sus labios. ¿Necesitaba más pruebas para darme cuenta? Sí, quizá hubiera necesitado una pancarta con luces para averiguarlo de no encontrarme con ellos esta noche.

    -Vete. Vete de aquí, Bella. - La voz le temblaba y apenas podía pronunciar bien cada una de las sílabas. Tenía la garganta cerrada, pero aun así el mensaje fue rotundo y claro. Llevé uno de los pies a empujar la puerta desde dentro, por si ella quisiera entrar usando la fuerza. No le permitiría entrar. No le permitiría verme en este estado, excusarse. ¿Para qué quería escucharlo? Tan sólo me revolvía más las entrañas el recordarlo.

    Saqué el móvil del bolsillo. “No me encuentro bien, ¿puedes venir a buscarme? Si no puedes contestar, estaré en casa esta noche”; escribió. El destinatario fue único: Kai Olivier. Quizá el único de confianza a quien podía recurrir en estos momentos. Quizá la única persona que le tendiera la mano para cualquier ocasión, sin importar qué.
    Quería salir de la fiesta y huir de la realidad. Y, por supuesto, entre sus planes no se encontraba el quedarse a dormir con ellos en la casa. No pensaba volver a su precioso “nido de amor” nunca más, ni siquiera a recoger mis cosas. Ni siquiera para hablarlo -pues las cosas empeorarían probablemente- o despedirme. Ya lo entendía. No hacía falta que me lo repitieran por segunda vez. Los celos del neófito, desaparecerían con el viento junto con su presencia.

    -Calla. Calla. - Repitió cada vez más tenso, anhelando no tener que escuchar esas palabras. - ¡Cállate! ¡Cállate de una maldita vez! ¡Largo! ¡Márchate de aquí, no quiero verte! - Grité desde dentro, encogiéndome. Me sentía completamente traicionado por los que creí mi nueva familia. Me sentía traicionado por la dulzura y el cariño de Bella, por los besos y los susurros de Marcus. Ellos ni siquiera se habían parado a decirme lo que sentían por el otro e intentara comprender su relación, sino que todo estuvo oculto para mí. Durante todo este tiempo fui un iluso de ellos. ¿Por qué? ¿Por qué nunca podían tener esa confianza conmigo? ¿Por qué, por qué no lograban verme como a un igual, sino siempre inferiormente? ¿Y desde cuándo estaban… así? ¿Acaso… mientras… ellos…? Las preguntas que se generaban, era la prueba que mejor me demostraba esto. Ziel Carphatia sobraba en la relación de Bella Gring y Marcus O’Conell y no existía forma de demostrarle lo contrario. Había estado secuestrado y ni siquiera lo tomaron en consideración en este día especial. Traicionaron su confianza, la única que podía depositar en este tiempo, así como sus expectativas; destrozaron el cariño y el amor que sentía para volverlo en su contra, acorazándolo de espinas. Y tan sólo… tan sólo… deseaba desaparecer de este pueblo. Tan sólo deseaba olvidarlo todo. Olvidar a los cazadores, olvidar los secuestros, olvidar los maltratos o las profanaciones, olvidar toda la noche, e incluso olvidarles a ellos mismos para no seguir sufriendo de este modo. Estaba cansado de tener la mejilla contra el suelo y ahogarme constantemente en la Pena. Estaba cansado de sentirme así.

    Finalmente, en cuanto vio las rodillas de Bella por el bajo de la puerta, la tensión pudo contra él. Cerré los ojos y abrí la puerta de un solo golpe. Miré a la chica y la sujeté por los hombros.

    -¿Por qué te disculpas? ¿Para qué pides perdón? ¡Realmente no piensas nada de eso! ¡Ni lo has pensado durante todo este tiempo! - Vociferé, sacudiendo sus brazos, alejando a todo aquel que tuviera la iniciativa de ir al baño. Los ojos claros, rebosantes de agua, se convirtieron en rojos como la sangre. - Dime, ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo pensabais esconderlo? ¡Seguro que ya estabais juntos mientras estaba con esos malnacidos! ¿Verdad? ¿Verdad? ¡Eso es lo mucho que te importo Bella! Estuve esperando que vinierais a rescatarme alguno de esos días, que alguna vez todo se detuviera, pero ni siquiera moviste un solo dedo. ¡Así que deja de disculparte y hacerte la víctima ahora! - Quería golpearla. Aunque fuera mi novia o lo que sea ahora, aunque fuera una mujer, aunque aún no pudiera borrar este sentimiento de culpa por gritarla, deseaba golpearla con todas mis fuerzas. Deseaba que sintiera la misma miseria que surcaba mis venas en este instante. Anhelaba que deseara morir, así como yo lo esperé durante todo aquel calvario, donde pensaba que los dos seres que más amaba en este mundo estaban trazando algún majestuoso plan para rescatarme. Pero la verdad fue declarada el día más “especial” del año. Ellos en realidad no estuvieron buscándome, sino que estuvieron ceñidos en su relación y en confesar sus sentimientos, justo como hacía unas horas. En cambio, a pesar de la violencia que le abrasaba, el neófito consiguió impedirlo y tomar aire para continuar replicando a la mujer. - Mientras has estado con Marcus, mientras estabas con él… ¿Acaso sabes qué hacía? ¡Te buscaba! ¡Estaba buscándote preocupado porque te hubiera pasado algo! ¡Creía que te habían llevado los cazadores! Y entre tanto… ¡tú únicamente estabas liándote con él! Y os callabais, guardándolo en secreto. ¿Hasta cuándo planeabais reíros de mí? ¿Hasta cuándo planeabais tenerme engañado?

    ¿Hasta dónde teníais estipulado partirme?

    Apretaba la mandíbula para controlar la ira. Estaba rabioso. Las personas que más amaba, habían decidido pasar página sobre él. Ya nadie le contaba nada y la exclusión era más que notable. Jamás se me pasaría por la cabeza que fuera algo planeado, algo para preparar mi cumpleaños. No pintaba nada con ellos, porque básicamente estaban mismamente despreciándole de todas las maneras posibles; ya fuera por la falta de confianza, ya fuera por no tener un mínimo miramiento por lo que había sufrido, ya fuera por coronarle como un vampiro vulnerable. Lo había dado todo por ellos. TODO. Hice un pacto de sangre con un vampiro y a otro le regalé lo más preciado que puede tener un vampiro, su aura. Así que, en realidad, era consciente de que no hacía nada en ningún sitio. Y únicamente podía expresar lo que pensaba, lo que sentía a base de gritos y zarandeos contra ella.

    -Y… no sólo eso… Lo mejor es que presenciabas el momento en que aparecí en esa habitación. ¡Oíste mis gritos! ¡Y no hiciste nada! ¡Ninguno de los dos lo hicisteis! ¡Y seguro que lo estabais disfrutando o maldiciendo que hubiera aparecido! - Chillé con todas mis fuerzas, sin creerme que ellos estaban detrás de la cortina y decidieron esperar a dar “la sorpresa”, cuando no podía más que imaginar lo peor. - Ni siquiera pensasteis en nada. Ni siquiera os acordáis de que fui secuestrado, de lo que experimenté allí dentro. Esos cazadores me vendieron. ¡Me vendieron Bella! Me… me… me vendieron… - Sus ojos se clavaron por encima de la cabeza de la chica, perdiéndose en la raya de las baldosas. Y no era capaz de parar de repetirlo, sino que todo circulaba por mi mente, recordando todos aquellos momentos para carcomer más su sentido de la razón, para enloquecerlo aún más. - En cambio… Para vosotros solo existía ese momento, solo os importaba estar juntos… ¿me equivoco?- Las enormes pupilas se fijaron sobre la chica, nuevamente. La desesperación, el rechazo y el dolor podían verse a través de él. Los brazos me temblaban y veía cómo todas las fuerzas expiraban. Más gotas que borbotaban de sus ojos caían inmediatamente sobre el rostro de la pelirroja.

    - Y mientras estabas pasándotelo bien, había un Marcus conmigo… Se comportaba extraño y nada más que hacía decir cosas sin sentido… - Continuó. El tono de voz comenzó a bajar, pues la Torre de Babel comenzaba a derrumbarse, y ¿quién iba a repararla ahora? - Él… él ni siquiera vino para dar la cara, sino que encargó a otro con su imagen para perder el tiempo… ¿No lo entiendes? Marcus solo estaba entreteniéndome para que no descubriera que quería estar contigo. De otra forma, ambos seríamos trasladados a la habitación al mismo tiempo, sin necesidad de nada de eso… ¿Verdad? ¿Verdad, Bella? Pero Él no… no lo hizo. Ese hombre apareció con su misma imagen. Porque Él realmente… Él no… él no… no iba a celebrar mi cumpleaños… - Sus labios continuaron repitiendo la frase en más de una ocasión, en silencio. Cuanto más lo hacía, más consciente era de la sucesión de los hechos. ¿Por qué si no el Marcus ilusorio? ¿Por qué si no tener su relación en secreto? ¿Por qué si no… no hicieron nada mientras gritaba dentro de la habitación? La ausencia del tercer vampiro en el baño, tan sólo confirmó sus sospechas. La intención era atraer a Bella a través de una falsa festividad y concederse tiempo para ellos mismos, ¿no es así?

    Ya no significaba nada para Marcus O’Conell. Sus intereses estaban puestos sobre Bella Gring, su amor y preocupación ahora le pertenecía a ella. Pero, ¿alguna vez llegó a amarme de verdad? ¿Alguna vez ocupé lugar en su corazón? ¿Alguna vez dejó de amar a Esa mujer? En verdad, ¿alguna vez había dejado de sentir preferencia por las féminas? No lo sabía. No sabía responder a esas preguntas y aun si el vampiro las contestara, tampoco le creería. Él… Marcus… Marcus seguramente estuviera llenándome la cabeza de pájaros con eso del “amor entre hombres”. Sin embargo, conocía que eso no era posible. Y empezaba a creer que todas las cosas que me dijo, únicamente sirvieron para engañarme y que decidiera acostarme con él. ¿Cómo debería sentirme? Su Gran Amor fue una mujer. Quizá incluso tuviera hijos con ella, quién sabe. Y tras hacerme creer que podía tenerle para mí, sus sentimientos indómitos volvieron a perseguir a una mujer, daba igual si era o no Bella. ¿Acaso no podía sentirme ofendido con esa muestra? Una mujer y ahora otra mujer. A escondidas, oculto, como siempre. Los cabos se ataban uno por uno. La más alta probabilidad es que Él nunca dejó de fijarse en las mujeres, igual que nunca dejó de arreglarse para ir al trabajo. Hasta me regañaba por quedarme dormido en el sofá, esperándole. Cualquier cosa era fundamento para una discusión. ¿Dónde estaba Marcus O’Conell cuando Ziel Carphatia estaba encerrado cual animal? ¿Dónde estaba cuando regresó tan sumamente herido y lo necesitaba? ¿Dónde estaban sus palabras para tranquilizar sus pensamientos? En ninguna parte. Me rescató en la masquerade, eso es cierto y se lo debo. ¿Y después? Le importaba más marcharse a trabajar que preocuparse por el bienestar mental del neófito, sorprendiéndose de su estado como hacía un momento. Si hubiera estado con el neófito, comprendería que simular un secuestro era mala idea, que utilizar a otra persona o esconder secretos tan sólo le dolía y preocupaba en exceso. Pero a Marcus le importaba más su trabajo, lo que otras mujeres dijeran de él que lo que pudiera pensar. Todo parecía importarle más. Así que, el “Estorbo” desaparecería para que conservara sus prioridades y estuviera con todas las mujeres que deseara, incluida Bella; que secuestrara falsamente, que utilizara a ese extraño hombre con su apariencia, que mintiera y tuviera todos los secretos que quisiera y se los contara a quien le diera la gana.

    Despacio, empecé a levantarme, soltando definitivamente a Bella. Ya nada tenía valor. Su corazón goteaba sangre por dentro de todas las espinas que se lanzaban, sucesivas. Seguir viviendo se convertía en una condena lentamente. El saber que Marcus prefería a las mujeres, el que Bella se hubiera enamorado del otro vampiro hasta el punto en que no reparara en su ausencia, además del secuestro, de la traición de ambos durante esta noche... lo estaba destrozando lentamente. La locura únicamente daba vueltas sobre el mismo tema, una y otra y otra vez, martilleándole. Las imágenes volaban de un lado a otro para retorcerle de dolor. ¿Y acaso había hecho algo para merecer esto?
    Su figura salió del baño de hombres, rumbo hacia las escaleras. El cuerpo se tambaleaba solo y las piernas le temblaban. Los ojos iban perdidos, sin reparar en el lugar donde estaba, en la gente que lo rodeaba. Aquel chico de recientes dieciocho años, de extraños cabellos y ojos azules, lo había perdido todo en una sola noche. Había perdido a su familia, a su pareja, a las únicas personas en las que podía confiar.

    Y de repente, los pies se enredaron y lo hicieron caer en medio de las escaleras. El canto de una de ellas golpeó contra su cabeza, haciéndole sangrar alrededor de la sien. No me importaba. La lástima es que el golpe no fuera más duro y me hiciera desatender la obsesión, dejarme inconsciente. Ojalá con caer por las escaleras pudiera deshacerme de ser un vampiro y convertirme en cenizas. El cuerpo yacía sin fuerza ni voluntad para moverse. Pronto, la gente comenzó a gritar, creyendo que el cuerpo inmóvil del suelo estaba muerto. Aquello fue lo que trajo un trozo de salvación hacia él.
    Algo consiguió levantarlo y comprobaba su estado, hablándome.
    -Ziel… Ziel, ¿estás bien? ¿Me oyes? - Lograba acordarme de esa voz. La conocía. Y el sujeto… tenía los cabellos rubios y los ojos ambarinos. Quien se preocupó del neófito en los tiempos que ambos vampiros desaparecieron y le salvó de morir desangrado, aparte de defender su humanidad contra otros vampiros. Alguien denominado simplemente como: Sempai. Mis manos fueron a agarrarle, sin que detuviera los lloros. ¿A quién le gustaba sufrir de esta manera el día de su cumpleaños? ¿A quién le gustaba recordar toda la mierda en una fiesta? Y cualquiera hubiera sembrado un mínimo rayo de esperanza en salir de allí. Sempai podía cuidarme en la Academia, llevarme a casa, podía llevarme con él lejos de allí. Sus brazos me rodearon paternalmente y acariciaron mi pelo, así como Él solía hacerlo antes. Su mente se introdujo en mi cabeza, esforzándose por entenderme, por comprender la situación; todo lo contrario a lo que Él hacía últimamente. Seguidamente, un susurro quiso llevarse todo lo que contenía el peliazul. Cerré los ojos, deseando desaparecer, pues su voz no era la misma que la de Él. Pero, a pesar de no conseguirlo, Sempai lo levantó del suelo.
    -Vámonos a casa, Ziel. - Dijo luego de eso, ayudando al alma en pena que vagaba sin dirección por la fiesta.

    “Ojalá nunca me hubiera convertido…”, pensó.
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    Gran baile de carnaval - Página 3 Empty Re: Gran baile de carnaval

    Mensaje por Issei Chrane Dom Oct 12, 2014 9:57 pm

    Detrás de la máscara, el depredador huía de sus preciadas ovejas; quizá por primera vez. Issei sonrió para sus adentros, gustoso de adivinar las mil y una sensaciones que recorrerían el pecho de la mujer de cabellos rosados. Adoraba esta clase de juegos de conquista, esta clase de actuaciones enamoradizas e idealizadas que, con el paso de los años, se habían convertido en su única diversión. Cada mujer resultaba una nueva experiencia y un nuevo modo de hallar el paso hasta sus secretos y corazón. Lo único molesto podría resultar pensar un nuevo decorado, un nuevo diálogo con el que convencerlas, adaptarse a los tiempos revolucionarios que vivió. Aunque esto es la gracia del juego, verdaderamente como una especie de apuesta consigo mismo. Porque, realmente, era divertido ver las expresiones de todas las mujeres cuando les roban su primer beso, cuando un joven y apuesto hombre extranjero les saca a bailar caballerosamente, cuando el Desconocido clava sus llamativos ojos verdes sobre los suyos con una sonrisa. Aunque, sobretodo, lo que más le fascinaba a alguien de su calaña, era observar sus facciones de terror cuando se percataban de sus colmillos, de lo que en verdad resultaba ser el ser incógnita, de sus sueños hechos trizas por una chiquillada. De ver su sangre esparcida por todo el lugar. ¿Y acaso era culpable por alimentarse de ellos? Los sueños humanos jamás se cumplían y seguramente, la de la mayoría de los vampiros, tampoco. Pero durante la eternidad debían buscar la pérdida de tiempo, ¿no es así?

    Como no, su nueva víctima también tenía nombre y apellidos: Chlóe Crosszeria. E indudablemente, su tierna Oveja, estaba a punto de caer sobre su tela de araña. No existía más placer en él que ser perseguido por una humana.
    Y mientras, todo parecía salir de acuerdo a cómo su cabeza lo estipuló con anterioridad. Incluso pudo decir que le resultó más fácil llegar hasta este punto. Ahora tan sólo el Destino dictaría si la noche, concluiría el mismo final que imaginó interiormente. Continuando con su estrategia, con su maestro plan de vampiro compasivo y afligido por encapricharse momentáneamente de una bellísima humana, avanzaba entre la muchedumbre. Con parsimonia, sin prisa ni pausa, concediéndole tiempo a la joven para aclarar su cabeza, organizar sus sentimientos y alcanzarle. Con cuidado, estiraba sus brazos y retiraba a la gente a todos los jóvenes que, como Chlóe, eran completamente vulnerables y débiles por el alcohol. Ah, el alcohol, qué vicio tan insufrible y placentero. Si tan sólo esa chica no hubiera bebido todas las copas que le ofreció, si tal vez ella no sintiera el deber tan fuerte sobre sus carnes y sobre su familia, obligándose a ahogar sus penas en un miserable vaso; o no hubiera confiado en una mano desconocida en el principio, desde luego, no hubiera caído en una trampa tan simple. ¿Acaso su familia nunca la advirtió de que no debe confiar en los extraños ni aceptar obsequios de desconocidos? Quizá lo que Issei nunca hubiera pensado, era la mala relación de una madre con su hija.

    Cenicienta apenas tardó en sostener la muñeca del príncipe encantador. Bien, esta vez tu suerte será diferente querida sirviernta de poca monta. Y ni siquiera te hizo falta una varita mágica para llegar hasta él por segunda vez.
    Por supuesto, ni siquiera forcejeó, ni por el estilo. Simplemente convirtió su rostro en una preocupación notable y se dejó llevar por el aroma que desprendía su pelo por el ajetreo. Perfecto. Todo esto era perfecto. La única duda, ¿dónde le llevaba? La peor suposición sería: averiguó su identidad, se lo comentó a Ryu Olivier y este, en defensa de los cazadores, avisó a todos sus hombres para jugarle el mal papel, y ahora la pelirosa le llevaba a algún lugar donde estuvieran todos reunidos. Aunque eso, qué decir, era totalmente improbable después de lo feliz que estaba Crosszeria con aquel beso. Luego debido a la sorpresa, a la misma imaginación de él que suponía los mil y un lugares del pueblo donde podría llevarle, la emoción de Chrane se incrementó. Hasta que, finalmente, halló el lugar más "romántico" de todos: el baño para hombres. Y a partir de aquí, la atmósfera terminó por romperse del todo.

    Su expresión preocupada la miraba, fingiendo no entender nada, alejándose paso tras paso de su figura. Se suponía que era un vampiro con miedo de hacer daño a una humana, así que solo interpretaba su papel, algo imbécil, realmente. Sin embargo, lo que acabó por sorprenderle fue cuando ella se acercó aceleradamente y quitó la máscara de su rostro. E inmediatamente, sus fuertes manos capturaron las muñecas de ella, sin permitir que se separara. Quería que lo mirara, que se arrepintiera y se sintiera desdichada, cuanto más mejor. Sus ojos verdes siguiendo los azules de ella, clavando sus pupilas sobre las suyas. He aquí su vampiro afligido. De todas formas, no entendía cómo no lo descubrió hasta ahora. Oh, vamos, era un poco predecible. ¿Existía acaso algún vampiro tan amable y pacifista como el que pretendió simular? Quizá, pero desde luego Issei poco se esforzaba en encontrarlo.
    - ¿Sorprendida? - Preguntó con sorna, disfrutando de la decepción que se llevó la chica. La sonrisa fue inevitable sobre sus labios y sus colmillos pudieron advertirse por la comisura de sus labios. Estaban encerrados los dos solos en un baño, de modo que podía hacerse con ella en este bendito momento. Igualmente, no le parecía una ocasión recomendable con tantos cazadores fuera. A menos que utilizara sus habilidades, era imposible que ningún humano o cazador se diera cuenta del hecho y lo señalaran como culpable. ¿Deseaba eso? No, para nada. Su propia seguridad era más importante que la vida, la sangre o cuerpo de la mujer.

    - ¿Desgraciado? ¿Por qué? Dime, Crosszeria, ¿he hecho algo en contra tuya alguna vez? ¿Te he golpeado, mordido, violado o semejante? Nunca. Que sepa, no he hecho nada para que me odies, salvo hablar de más. Incluso te recuerdo que Andrei Matthewson quiso matarte y yo te defendí, poniendo en juego mi vida y posición neutral, contra él. Pero qué se le va a hacer, soy un simple vampire condenado con el odio de una humana por mis propias palabras. - Comentó, haciendo aspavientos con sus muñecas, acariciándole el rostro con las manos o retirando su pelo hacia atrás. ¡Y ni siquiera ahora, que tenía oportunidad, estaba tocándola! Sin interés, mirando al techo, suspiró, encogiendo los hombros. Ah, era tan incomprendido que por eso odiaba a los humanos. A veces, incluso se replanteaba hacer algo diferente, en la razón por la cual hacía todas las conquistas y todos los engaños. Pero todo le parecía sumamente aburrido y nada le entretenía lo suficiente. Este era un modo de divertirse, al fin y al cabo. Y este juego, estaba comenzando a cansarle durante esta noche. Y aún le faltaba por contar qué era eso que mencionó aquel día en la Iglesia, sobre "Ella está aquí". ¿Quién le preguntara ahora con su mal humor? Le mandaría al carajo enseguida. Crosszeria y sus repentinos cambios de humor menstruales. Hasta hacía un momento era la joven más dulce y encantadora, justamente igual que él. Sin embargo, cada uno recuperó sus papeles frente a la verdad. Sinceramente, le sacaba de quicio que todo se hubiera estropeado. Aunque, si se trataba de Crosszeria, nada salía como esperaba, en ninguna ocasión. E Issei veía normal que no tuviera una pareja con la cual venir. Normal que no tuviera amigos con los cuales tomar un refresco los fines de semana. Era inaguantable y más siendo una cazadora amargada y retirada. No obstante, su mejor arma, su mayor encanto, resultaba ser el aroma que desprendía, el cual trazaba en su contra y posicionaba a cientos de vampiros detrás de sus menudos pies.

    De repente, soltó sus muñecas y se retiró suavemente de ella. Bajó los párpados con lentitud y retrocedió con parsimonia hasta apoyar su espalda contra la pared. Cruzó los brazos por delante de su pecho.
    - ¿Y bien? ¿Qué vas a hacer ahora? - Realmente poco le importar ya que su plan estuviera completamente arruinado. ¿Llamaría a los cazadores? ¿Mandaría a sus espíritus para que lo golpearan? ¿Se marcharía a llorar a su casa?
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    Mensaje por Marcus O'Conell Mar Oct 14, 2014 3:26 am

    ¿Cómo tanto amor pudo hacernos tanto mal?


    Lo único que quedaba en aquella habitación era él y su reflejo en el cristal. Marcus paseaba sus intensos y tristes ojos por el jardín exterior, pero no lo observaba. Simplemente, permitía que sus pupilas viajaran a donde quisieran, como si existiera un modo de olvidar lo ocurrido, de remendar lo que estaba roto; como si existiera la forma de amarse nuevamente, sin reproches, sin odios ni remordimientos de por medio. Sabía que la relación día a día pendía de un hilo, ¿pero por qué no intentarlo? Y Marcus, por intentarlo, justamente, acabó por echarlo todo por la borda. Porque si había un culpable, era él, desde luego. ¿Quién, sino? Ziel siempre lo culpaba por todo. Quizás sí era un idiota en el fondo. No era perfecto, y lamentaba hacer desilusionado al joven. Tal vez, cegado por la fascinación por el vampiro, Ziel acabó por hacerse ideas suyas que no eran, y siempre que se tienen altas expectativas, la desilusión es más que probable. Y Marcus lo lamentaba, pero así era él. Ninguna mala intención existía ni existió y mucho menos existiría bajo esta planificación de la noche. Y probablemente fue demasiado ingenuo. Sus deseos por verlos a ambos, por alegrarlos y sorprenderlos, le hizo olvidar las grietas que yacían allí, en lo profundo, pero tan perfectamente visibles.

    Hacía unos minutos que Bella se había marchado. ¿Qué estaría haciendo? ¿Acaso podría estar persuadiendo a Ziel para que regresara aquí, con ambos? Marcus suspiró y pegó su frente al cristal, dejando caer la mirada. En ese instante, divisó a una pareja en el jardín, bailando y abrazándose. Reían... Reían majestuosamente, y él tan sólo se ensombrecía más. Cerró uno de sus puños y sus colmillos emitieron un agudo sonido al chocarse con sus dientes inferiores. Ya no soportaba más esta espera, esta tensión, esta decepción con el mundo. No aguantaba más toda esta mierda. Y aunque quería convencerse de regresar a su trabajo en la guardia del hospital y abandonar esta chiquilinada, no podía. El pecho le ardía, y no sólo de ira.

    Había transcurrido ya media hora. Era suficiente. No iba a quedarse allí de brazos cruzados. Es más, ni siquiera tenía ganas de cruzarse de brazos. Estaba impaciente y desganado. Qué pésima combinación. Y cuando menos lo esperó, su fino agudo detectó las voces que tanto ansiaba oír. Bella y Ziel parecían estar hablando, por fin... Marcus quiso relajarse un poco, pero entonces todo se fue al diablo. Los gritos llegaron. Todas esas palabras llenas de grosería. Los ojos encendidos de O'Conell viajaron hasta la puerta. Con el ceño fruncido, se quedó oyendo un par de segundos. ¿Qué demonios era todo eso? ¿Acaso Ziel había perdido la cabeza? Y a pesar de entender su dolor, no cabía en su raciocinio que el muchacho estuviera tratando de ese modo a una mujer, sobretodo porque aquella no era cualquier mujer, sino que se trataba de Bella. La expresión de Marcus se transformó. ¿Cómo iba a permitir semejante cosa? Ya había llegado demasiado lejos, a decir verdad. Y aunque ella le dijo que se quedase aquí, no podía hacerlo. Tantas emociones juntas estaban consumiéndole. Y llegó el punto donde realmente su límite fue traspasado. Marcus abrió la puerta, y salió de la habitación como alma que conduce el diablo. Un portazo rudo acabó por retumbar en el pasillo. No había quien lo detuviera ahora.

    Llegó hasta el baño. Su expresión era realmente temible. Aquellos iris tristes estaban condimentados con la más vil de las frustraciones, así como también la bronca crecía dentro de su corazón atravesado por miles de agujas.
    - ¿Por qué no vienes a decirme todo eso en la cara, eh? ¿Por qué no dejas de gritarle a una mujer y te comportas como el hombre que eres, Ziel? -gritó con furia, mientras avanzaba por el pasillo, observando la puerta del baño como si Ziel aún estuviera allí dentro-. ¡Eres un mocoso! ¡Un mocoso que no sabe lo que dice! -soltó con tal desmesura, que incluso podría creerse que sus cuerdas vocales estaban desgarrándose a cada sílaba. Su respiración estaba por demás de agitada. Marcus había perdido la calma que solía caracterizarlo, porque como bien se lo conocía, el hombre era capaz de ser un mar en calma como también la peor de las tempestades. Y sólo bastaba una mínima gota para cambiarlo por completo y volverlo un ser completamente violento. Ya estaba de pie frente al baño y Bella se encontraba allí. Contuvo la respiración, calmándose al mirarla. Sentía su tristeza, sentía su dolor. Era imposible respirar, pues parecía que ya no quedaba oxígeno en el lugar. Y los ojos de ella le advirtieron que estaba gritándole a la nada, pues no había allí rastros de Ziel Carphatia. Marcus, entonces, frunció su ceño, pero ya no por el fuerte enojo, sino por una descontrolada preocupación. ¿A dónde demonios había ido?

    Se calmó. O, al menos, lo intentó. Cerró los ojos y suspiró, pasándose una mano por el cabello. Miró hacia todas partes, pero no había rastros de él cerca. Miró a Bella otra vez y negó con la cabeza, mientras sentía cómo sus propios ojos comenzaban a brillar.
    - Por qué haces esto... -susurró al aire, como si algún hipotético Ziel pudiera oírlo. Apretó el puño otra vez y, en un impulso lleno de impotencia, golpeó la pared, dejando sus nudillos marcados en ella. Miró a la chica y la abrazó, se inclinó sobre ella y la rodeó fuerte con los brazos, apoyando su mentón en su hombro. Ya no aguantaba más. Realmente toda esa situación estaba superándole, y no era sólo Ziel quien lo pasaba terriblemente mal-. ¿Soy tan inútil, Bella? ¿En verdad soy tan indigno de él? -susurró de forma tan sumisa, tan sutil y dolida en su oído, que cualquier otra persona no podría creer que aquel era el temible y terrible Marcus O'Conell. Y no quería permitir que sus ojos derramasen aquellas cristalinas lágrimas que tanto desahogan el alma. No quería, pero no pudo evitarlo. Era tal la frustración, tal la impotencia, que Marcus comenzó a llorar en el hombre de la muchacha cual niño que había perdido a su madre-. No puedo más, Bella... Estoy tan cansado... -prosiguió, entre sollozos que rompían con aquella idiotez de "los hombres nunca lloran". Sus lágrimas empapaban, una a una, el desnudo hombro de la chica. La abrazó más fuerte, y sus rodillas se aflojaron. Cayó al suelo, y sus manos se deslizaron por la falda de ella, como si fuera un pobre mendigo sentenciado a muerte por robar, simplemente, una rebanada de pan. Sin embargo, en ningún momento la miró. En ningún momento permitió que ella viera la debilidad en él. No iba a permitir que le mirara a los ojos. No quería. No quería sentirse tan miserable. Pero quizás en ese momento la salvación o, en su defecto, la perdición, llegó.

    Su desarrollado sentido de la audición captó una voz. Una única voz. "Vámonos a casa, Ziel". Algo se rompió en mil pedazos dentro de él. Marcus, absorto, al límite de la desesperación más desquiciada, se puso de pie. No miró a Bella, no miró a absolutamente nadie. Las lágrimas habían caído y sus ojos, radiantes en aquel carmesí cristalino, se clavaron escaleras abajo.
    - No... No, no, no -murmuraba, negando con la cabeza-. No... ¡No! -acabó por gritar, y en cuanto el grito estuvo a punto de acabar, sus pies se movieron rápidamente. Marcus comenzó a correr, atormentado. Cada escalón significó para él una rampa. Sus piernas parecían volar. ¿Qué era lo que había oído? ¿De quién era esa voz que le parecía tan sumamente conocida? ¿Cómo que se lo llevaría a casa? ¿Por qué..? No, Ziel no iría a ninguna parte. ¡No iría a ninguna parte sin él! El vampiro dobló en un pasillo y pudo percatarse de la silueta que cargaba con un joven de melena azulada. ¿Quién era? ¿Qué buscaba? ¿Qué le había hecho a Ziel? No entendía absolutamente nada, y mientras más intentaba comprenderlo, más se enredaba entre todos los sentimientos que tejía su agobiada alma.

    - ¡Ziel! -gritó-. ¡Ziel! -gritó de nuevo, sin dejar de correr en ningún segundo. Por otra parte, el vampiro al cual Marcus había contratado, lo había visto pasar corriendo, entonces se dispuso a seguirlo. Cuando llegó a su lado, ya con su forma verdadera, miró al frente y no dudó en actuar. Se acercó al vampiro noble que cargaba al muchacho y, deteniéndolo, le sonrió "amablemente".
    - Disculpe, pero permítame ayudarle -dijo, agradable, y en cuanto notó desconfianza o resistencia por parte de "Sempai", le arrebató al chico de los brazos, protegiéndolo y alejándolo de él. Marcus, en ese instante, percibió el aroma de la sangre de Ziel. En una primera instancia, antes de salir corriendo en su dirección, le había parecido percibirlo, pero no quería creerlo, pues no quería creer que estuviera herido. Pero ahora era una evidencia. La ira aumentó dentro de él, alimentando la desesperación. Extendió su mano y sujetó al chico de la Clase Nocturna del cuello de su traje, tirando de él hacia atrás. Lo golpeó contra la pared, y entonces sujetó su cuello y, encerrándolo entre su cuerpo y el muro, lo levantó, haciendo que sus pies no pudiesen tocar el suelo.
    - ¡¿Qué le hiciste, malnacido?! ¡¿Cómo te atreves siquiera a tocarlo?! -gritó, mostrando sus colmillos como el verdadero monstruo que era-. ¡¿Quién eres tú para involucrarte con él?! -continuó, y comenzaron a llover los golpes. Marcus arremetió contra su rostro una y otra vez. Varias personas que estaban en la fiesta habían oído los gritos y el alboroto y se habían acercado, mudas y completamente estupefactas, observando lo que allí acontecía. Marcus estaba completamente fuera de sí. Su espíritu era un vaivén de sensibilidad y furia. Se alejó unos pasos del vampiro, deteniéndose, pues se había percatado de todos los ojos que lo miraban. Creía que si lo seguía golpeando acabaría por matarlo, y enhorabuena que aquella muchedumbre había llegado, pues de otro modo no respondería de sí.

    - ¡Marcus! -lo llamó el vampiro metamorfo, y le señaló a Ziel, quien se encontraba entre sus brazos, con la mirada. El muchacho estaba recostado en el suelo, inconsciente. O'Conell avanzó hacia él, olvidándose completamente del otro imbécil. Los celos lo habían carcomido, sí, pero había algo más importante ahora. Aunque sabía que ese Noble era un entrometido con el cual ya en otra ocasión se había agarrado a las manos, lo dejaría pasar. Lo dejaría pasar porque la preocupación por Ziel alteraba todos sus sentidos.

    Cayó de rodillas junto a él. Nervioso, comenzó a tocar su rostro, su pelo, su pecho. El vampiro que lo había cuidado hasta el momento, se puso de pie y avanzó hacia Sempai, custodiándolo y sujetándolo del brazo, comenzando a arrastrarlo consigo y llevándoselo de allí. Marcus, mientras tanto, sentía que no le alcanzaban los ojos para observar el cuerpo del muchacho. Tenía un golpe en la cabeza, y al tocar su húmedo cabello, notó la sangre manchando sus blancas manos.
    - Ziel.. ¡Ziel! Abre los ojos, mírame, escúchame.. -murmuraba, impaciente y extremadamente apenado. Tocaba sus mejillas, su cuello, sus labios. Lo rodeó con sus brazos y lo levantó un poco del suelo, conteniéndolo contra su pecho y meciéndose. Los azabaches cabellos del mayor se posaban suavemente sobre el rostro del joven dormido-. Por favor... Ya no me hagas sufrir más... Por favor -suplicaba, aferrándose cada vez más a él-. No me hagas esto, despierta.. Y-yo.. Yo.. -tensó la mandíbula y cerró los ojos, húmedos, y pegó su mejilla a la pálida frente del muchacho-. Te quiero, Ziel. ¡Te quiero como a nadie en este mundo! ¡Ya no me hagas esto! -acabó por gritar, completamente afligido. La gente que se encontraba a su alrededor murmuraba, sin entender lo que ocurría. Algunas personas pensaban que eran hermanos, otros que eran padre e hijo, pero otros sospechaban lo peor, y estigmatizaban a ambos. Pero a Marcus no le importaba. A él jamás le importó lo que dijeran. Ziel era quien siempre se sentía incómodo en público, o no quería bailar con él, así como tampoco quería que Marcus lo besase demasiado en publico. Pero ya no le importaba. Nada que él dijera, nada de lo cual se quejase, le importaba. Simplemente lo amaba, y quería gritarlo al mundo entero desde hacía tiempo. Porque este amor iba más allá de su existencia.

    Y lo besó. Sus labios, lentamente, acabaron sobre los suyos. Acariciándolos suavemente, el gélido aliento de Marcus se extendió sobre la suave piel de él. Lo necesitaba. Lo necesitaba y él estaba haciéndolo sufrir tanto. ¿Acaso no lo entendía? ¿Qué debía hacer o decir para que lo comprenda de una buena vez? La gente, sorprendida, riendo por lo bajo algunos y otros horrorizándose, así como también conmoviéndose, comenzaron a alejarse. El pudor los obligaba a marcharse del lugar, y Marcus ni siquiera se percató de todo el movimiento a sus espaldas. Continuaba acariciando el rostro de Ziel y depositando sobre él un millar de suaves besos.

    - Por... favor... -acabó por susurrar, rindiéndose ante él, una vez más.
    La fuerza que los apoderó, fue la que luego los traicionó.
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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Mar Nov 18, 2014 2:02 pm

    ¿Por qué no te comportas como el hombre que eres, Ziel?

    Las fuertes y duras palabras que Marcus O’Conell había expandido por todo el baño de hombres, -en creencia de que el peliazul estuviera aún en el lugar-, también llegaron a los finos oídos de Ziel Carphatia, escaleras abajo. Y por supuesto que también lo hicieron los despectivos acerca de su edad que utilizó después. El noble que me acompañaba, frunció el ceño, dejando sus labios en una expresión completamente seria. ¿Por qué arrojar todo eso al aire? ¿Acaso no veía qué tan delicado estaba tras el último secuestro? Las fuertes manos del vampiro se cerraron en torno a las mías, sintiendo la fuerza que ejercía de la pura rabia que lo inundaba en este instante. Mi rostro empalideció después de escuchar a Marcus, perdiendo los ojos azules en las pupilas de Sempai. ¿Él…? Apenas hizo falta que hablara, pues el otro vampiro asintió y rodeó el frágil cuerpo con sus brazos, aceptando amablemente las lágrimas que se estrellaban sobre su hombro. Necesitaba descargar toda la presión que llevaba soportando durante las últimas semanas, la verdad.

    Mis manos fueron temblorosamente a agarrarse al traje de mi compañero de clase. Escondí la cabeza sobre su hombro, deseando desaparecer de este maldito lugar y nunca llegar a haber conocido nada de esto. No hacía falta ningún tipo de explicación, pues con esas violentas palabras del piso de arriba y leerme la mente, bastaba. Un susurro procedente de los labios de Sempai ocupó mi cabeza, intentando calmar el llanto, acompañado de una suave caricia sobre el pelo azul que caracterizaba al chico.
    -Ya está, Ziel. No llores más porque él ni siquiera merece tus lágrimas. – Murmuró, abrazándome con más fuerza. Tan sólo deseé que sus brazos se convirtieran y tomaran más musculatura, justo como los de Marcus. En realidad, anhelaba que hubiera sido el mismo vampiro quien viniera a abrigarme de esta forma, que fuera Sempai quien dijo esas palabras. Qué tan diferente sería. Pero… ¿Desde cuándo él no tenía esos tratos conmigo? ¿Cuánto tiempo hacía desde que dijo por última vez que me quería? Y había necesitado tanto sus brazos, sus palabras. Había estado esperando tanto por escuchar esas dos míseras palabras, tanto por consolar el agujero que atravesaba mi pecho, que parecía mentira que alguna vez Marcus O’Conell las pronunciara. En cambio, estuve reprimiendo lo que en verdad quería o esperaba de él, fingiendo que no ocurría nada después de todo lo sucedido. Sin embargo, ¿a quién iba a engañar? Ya no era capaz de soportarlo más, del mismo modo en que Marcus se vio superado igualmente por esta situación.

    ¿Acaso debería sonreír por todo lo que experimenté dentro de esas cuatro paredes? ¿Podía alguien ser capaz de recuperar tan rápido la sonrisa tras un secuestro? ¡Estaban reclamando de mí imposibles! Era imposible que lo olvidara todo al día siguiente. Era imposible que no recordara cada mísero momento que estuve en ese antro cuando me miraba al espejo. ¿Acaso tenía que alegrarme por continuar con vida? Prefería estar muerto en estos momentos, sinceramente. Así que sí, sí, ¡lo reconocía! ¡Era un poco hombre! Porque ni siquiera sabía lo que era ahora, si un objeto, un animal o una persona. Ya no poseía ningún tipo de dignidad, de hombría, dado que los cazadores se encargaron de eliminar todo acto de valor u orgullo. Ellos me pusieron en donde me querían e hicieron lo que esperaron oportuno. Y debía continuar confesando, sí, también era un mocoso de mierda, justo como Marcus decía. Sí, lo era, al fin y al cabo. Tenía dieciocho años y todavía buscaba los rastros de una infancia perdida, de una familia a la que regresar todos los días. Aún indagaba en el tiempo todo lo que conocí en su momento. ¡Llámenme culpable! Pues nada más nacer me entregaron a otra familia, pues ni siquiera conozco a mis verdaderos padres, pues mi hermano logró vivir con su familia biológica y por supuesto, no era capaz de acusarle de tener preferencia por uno de sus dos hijos. ¿Dónde estuvieron esos padres cuando enfermaba? ¿Dónde estaban sus sonrisas el día de mi cumpleaños? Ellos nunca estuvieron ahí y tampoco lo estarían de ahora en adelante. Sólo una mujer de buen corazón crió a aquel que la gente despreció.

    Y las dos únicas personas en las que siempre puse todo esfuerzo y devoción, a las que reconocía como mi familia, habían traicionado mi confianza; aunque no mis expectativas, claramente. Ellos dos se habían encontrado, y de eso no existía duda alguna. Marcus ahora estaba con Bella, confiándose en secreto con ella. Pero yo no era digno de ver sus lágrimas, no era digno de una sorpresa tal como la que ofreció a Bella esta noche. ¿Y qué fue lo que hizo conmigo? Me tomó por esclavo durante casi un año entero y después confesó enamorarse de mí. Sin embargo, antes tuve que ser yo quien reconociera que estaba enamorado de un hombre, quien entregara su cuerpo en dos ocasiones para demostrarlo. ¡Me puse incluso en contra de los cazadores y mi propio hermano! Y a cambio, obtendría una posición a su lado, ¿no es así? Pero eso nunca fue bastante para Marcus ni para mí, al parecer; ya que, el segundo nunca encontraba todo lo que le prometían, y el primero, buscó el cariño en otros brazos. En mi ausencia, obviamente. ¿Qué querían ambos que pensara si todo parecía más prohibido de lo que representaba? ¿Qué esperaban de mí que hiciera cuando conociera su secreto? ¿Qué pensaban que haría? ¿Y acaso no fueron ellos los primeros en experimentar estos sentimientos? ¿Por qué entonces no eran capaces de comprenderlo? No lo sé, a decir verdad. En todo se pintaba a Ziel Carphatia como el culpable de esta trágica noche, culpa de sus celos. Pero, era consciente de lo que circulaba por mis propios pensamientos y negaba aceptar esa carga que imponían sobre mí. Y esto mismo, hacía un bucle en mi cabeza, del que no lograba escapar. ¿Desde cuándo estuvieron reprimiéndose Bella y Marcus? ¿Desde cuándo hacía que se amaban? ¿Cuánto tiempo más pensaban ocultarme sus encuentros? ¿Acaso debía enterarme cuando les descubriera en la cama? ¿Acaso simplemente yo tenía que volver hecho una urna con cenizas? Sí, quizá fuera eso. Quizá mi presencia no estuviera del todo planeada entre su relación. Quizá yo fuera sólo el hilo rojo del Destino que les unió a ambos, y ahora tenía que desaparecer por el mismo lugar por donde resurgí.
    Entonces, ¿de qué sirvió convertirse en un vampiro?

    La mente del neófito, tan revoloteada y ajetreada por lo ocurrido con los otros dos vampiros, terminó por apagarse instantáneamente. Mis párpados comenzaron a pesar excesivamente, forzándome a cerrarlos y detener las lágrimas. El bravío mar que tan perdido por la luna estaba, halló la calma al amanecer. Y ese amanecer se alegaba seguramente a los cabellos rubios de Sempai, quien, en bien de favorecer el descanso e irrumpir su llanto, decidió apagar su mente en una de las caricias que proporcionó a su cabeza.
    -Ya está. Todo está bien ahora, Ziel. Descansa, yo te llevaré a casa… - Susurró nuevamente, como si el neófito pudiera oírle. Sempai se encargaría de llevar al chico que yacía entre sus brazos a su casa, con su hermano. Era lo mejor, por mucho que le costara desprenderse de él en estos momentos. Pero el peliazul ni siquiera era consciente de que sus emociones se habían transformado en altas fiebres que le producían más delirios que poseía de por sí. No sólo sus ojos estaban rojos por los lloros y la decepción, por la profunda tristeza que llevaba acarreando durante el último año, sino que sus mejillas también se encendieron con el mismo color. Marcus se había alejado de Ziel en todo sentido, ya fuera físicamente como sentimentalmente, y esto sólo reparaba en el más débil e indefenso de los dos, dado que el vampiro mayor, gozaba de una salud perfecta e intocable, además de una defensa fuerte y férrea gracias también a sus nuevos dones adquiridos.

    Ojalá… ojalá hubieran sido dos los fallecidos de aquel terrible incendio. Ojalá nunca hubiera conocido este pueblo, ojalá nunca hubiera seguido a Kai hasta este lugar. Ojalá nunca hubiera ido a esa fiesta de Navidad. Ojalá nunca hubiera aceptado la invitación de un tal “Matt”. Y ojalá nunca hubiera conocido a Marcus O’Conell ni Bella Gring. Ojalá ninguno de ellos me hubiera arrastrado a este pozo sin fondo.

    El vampiro noble que acompañaba al chico, tomó su cuerpo entre sus brazos y le puso su chaqueta por encima. La gente que pasaba cerca de ambos los miraban curiosos por lo ocurrido. Al menos el ambiente terminó por calmarse y las convicciones de Sempai acerca de lo ocurrido, resultaron efectivas. Y tras aclararlo todo, lo levantó de las escaleras entre sus brazos. Él le iba a llevar a lugar seguro, junto a esos dos cazadores que también velaban por su seguridad y que quizá le convinieran mejor a Ziel. Sin embargo, no todo el mundo estaba por esta misma labor. Marcus O’Conell y su secuaz, por ejemplo. ¿Y de qué se extrañaba? Escuchó sus gritos, sintió la perturbación de su impaciencia cada vez más cerca, como si de una gigantesca ola se avecinara. Y tan sólo cerró los ojos y esperó a que cayera sobre ambos.
    El hombre que lo ayudaba, pronto le arrebató el cuerpo del peliazul. En cambio, no forcejeó en ningún momento por el bien del chico. Y de todas formas, debería tener las manos libres para lo que vendría a continuación.

    El primer puñetazo se hizo efectivo sobre su mejilla, enrojeciéndola. Seguidamente, su espalda sufrió el golpe brusco contra la pared. Fue entonces cuando las preguntas llovieron a cántaros. Pero hacía falta mucho más que eso para dañar a un vampiro de gravedad.
    - ¿Qué le hice a Ziel? – La risa de Sempai inundó el pasillo. - Nada. Puedes preguntárselo en cuanto despierte, pues no tengo qué esconder. Tan sólo me lo encontré tirado en las escaleras, llorando. Y claramente, imagino que no sabrás cuál es la razón, ¿me equivoco? - Efectivamente, el hombre de cabellos rubios ya era un protector más de la vida de Ziel Carphatia desde hacía mucho tiempo. ¿Qué otra cosa podía hacer con el que creía ser la reencarnación de su hermano pequeño? Lo único que distanciaba a Sempai de Marcus, era que el Noble no estaba reconocido oficialmente por los cazadores, sino que aún se le veía como una amenaza que atentaba contra el chico. Sin embargo, eso no le importaba. Las habladurías no hacían nada sobre él, pues tanto Ziel como Sempai, conocían perfectamente lo que ocurrió durante esos meses.

    Los golpes cayeron uno detrás de otro sobre sus mejillas. La víctima ni siquiera decidió moverse, ya que conocía de antemano que no ganaría en fuerza a O’Conell. ¿Ni siquiera le conocía de la anterior vez? Esta no era la primera que se encontraban, ni tampoco el primer golpe que recibía de Marcus. Además, ¿ganaría alguno de los dos algo con pelearse? ¿Querría el peliazul que se mataran a golpes por ver quién llevaba razón? Que lo asestara de puñetazos era un inconveniente, pero eso no borraría lo que estaba por decir a los cuatro vientos, para que todo el mundo se enterara quién era el médico del pueblo, el verdadero Marcus O’Conell.
    -¿Y acaso no te has preguntado alguna vez lo mismo? ¿Por qué posees tú la autoridad sobre quién o quién no debe acercarse o tocar a Ziel? – La maliciosa pregunta salió de su bífida y venenosa lengua, atravesando al vampiro de lado a lado. - ¿Es que él resulta un objeto para ti? ¿Un perro, quizá? Escúchame bien. No eres nadie para decidir por él, porque ni siquiera puedes alegar que sigue siendo un menor, ¿verdad? – Obviamente, Sempai también conocía la fecha de su cumpleaños y se había tomado la decencia de comprarle un regalo, de mandarle un mensaje para felicitarle e incluso adivinó su ubicación y marchó a la dichosa fiesta de disfraces por la misma causa, esperando darle una grata sorpresa. Sin embargo, parecía que la situación intentaba sorprenderle a él. Y como llevaba pasando últimamente, Marcus O’Conell se encontraba detrás de todo el percal. ¿Debía de tomarlo como una ofensa? ¿Acaso ni siquiera un día como hoy podía disfrutar Ziel? Sus ojos ambarinos se clavaron sobre el rostro blanquecino que yacía indefenso e inconsciente. -¿También le golpeas cuando te enfadas? ¿Le gritas como lo has hecho antes? – Sus pupilas crecieron, clavándose sobre los ardientes y rojizos de su adversario. ¿Le había golpeado sin que se hubiera enterado? ¿Le gritaba de este modo cuando discutían? Esto le arrebataba de ira a Sempai. ¿Es que el vampiro le haría la vida imposible, llenándole de desgracias hasta el último momento? ¿No fue suficiente el pacto, el cobro de su humanidad y su aura? ¿Qué sería lo siguiente: su vida? Era incapaz de permitir algo del estilo. Ziel no volvería a marcharse lejos de él, de ninguna manera. Permanecería a su lado para todo aquello que “su hermano” necesitara.

    Y a pesar de toda la sumisión que albergaba el Noble, su puño se alzó velozmente y cruzó el rostro de O’Conell, violentamente.
    -¡¿Y cómo puede atreverse a enamorarse de él alguien que lo golpeó, maltrató y abandonaba cuando le venía en gana?! ¡Fuiste tú quien quiso arrebatar su vida! – La voz del rubio se alzó por encima de la de Marcus, volviendo su puño para golpearle de nuevo. Los murmullos crecieron entre la gente que observaba, expectante, el conflicto y el vuelo de palabras dañinas. ¿Cuál de los dos era el bueno de la película? ¿Y el malo? Desde luego, para Sempai, Marcus no era nada, salvo un mal amante. Salvo un pésimo vampiro y un verdadero asesino que creyó olvidar todo el daño que hizo. En definitiva, significaba una mierda. Cuando Ziel fue humano, había hecho un pacto con un vampiro del cual no se conocían datos, únicamente su fuerza sobrenatural. Y aun así, arriesgó su vida, entregó su sangre y también su cuerpo a Marcus O'Conell. - ¿Qué le has dado a Ziel durante todo este tiempo que has estado a su lado? – Preguntó, transformando una nueva daga en palabras hirientes hacia el vampiro. En ese entonces el peliazul recibió sólo golpes, mordeduras por doquier. Lo arruinaba física y mentalmente, hasta que ya no pudo soportarlo y era imposible que razonara por sí mismo. Aunque ambos, tanto el mayor como el menor quisieran olvidarlo, era imposible que se borrara de la cabeza de Sempai. Marcus estuvo a punto de llevarse la vida de Ziel en varias ocasiones y ahora le preocupaba lo más mínimo. ¿Pero, qué había hecho por su biniestar? ¿Matar cazadores? ¿Nada más que conocía métodos destructivos para ayudarle? Y, de todas formas, ¿es que acaso un ser como él era digno de amar? ¿Quién era para amenazarle de no tocar al peliazul? ¿Y quién se preocupó por el estado del chico, mientras él alegaba cazar a sus perseguidores? ¿Dónde estuvo cuando se debatía entre la vida y la muerte, cuando ha estado secuestrado por éstos mismos? ¿En qué lugar dejó su excesiva preocupación de ahora? En ninguna parte. Marcus O'Conell sólo aparecía en el momento clave para llevarse a Ziel de su lado con unas buenas palabras. Pero realmente no había permanecido a su lado en todo momento. Lo sabía, lo sabía todo de ellos. Cada discusión, cada escena de celos, cada pelea, cada sonrisa, todo. El peliazul solía acudir a Sempai, o quizá era éste mismo quien acudía al joven cuando las lágrimas inundaban sus ojos, como si de un hermano mayor se tratara. ¿Y es que no se daba cuenta después de tanto? ¡Él tan sólo estaba utilizándole para su beneficio! Gracias a neófito, Marcus se había salvado en varias ocasiones de la guillotina. Una verdadera casualidad que hasta ahora no le hubieran prendido los cazadores ni tampoco los desertores, ¿no? Quizá se convirtió en su objeto de protección para ese fin, y por el mismo motivo se dedicara a "protegerlo" de cualquier cosa; o mejor dicho, se esmeraba por alejarlo de Sempai.

    -Y por si aún no conoces nada, soy alguien que le ha salvado la vida en más de una ocasión, quien le dio techo cuando las puertas se cerraban delante de sus ojos, quien le dio abrigo cuando sentía frío o agua cuando tenía sed. – Replicó en contra del vampiro. Al menos le dio a Ziel lo que necesitó en cada momento, atendiendo a sus gestos y su bienestar, en vez de entretenerse sanguinariamente en ir matando gente “por él”. - Deberías agradecerme que nunca lo haya alejado de ti, sino todo lo contrario. He hecho, hago y seguramente seguiré haciendo por ese chico lo que nadie se atreve a hacer, o lo que otros olvidan a menudo. - Entonces su garganta se desprendió de su robusta mano, pero el otro vampiro que lo acompañaba, se encargó de arrastrarlo hacia atrás. ¿Era eso lo que quería Ziel?
    -Eres un iluso. Crees que lo conoces todo de él, ¡pero estás muy equivocado! ¿Acaso le has preguntado alguna vez la razón por la cual su cuerpo enferma, a pesar de su conversión? Eres médico, O'Conell. Te sorprendería su respuesta.  Y prefieres ir curando y salvando humanitos, en vez de preocuparte por la salud de quien pretendes proteger. Ya podrías mostrar tanta dedicación por él que por ese trabajo tuyo que ahora pretendes desempeñar. ¡Ziel es quien realmente te necesita! ¿Acaso no puedes verlo? – Advirtió, observando de nuevo el cuerpo del joven con suma preocupación. - ¡Y en fondo te cuesta reconocer que no lo tendrías a tu lado si no fuera porque lo socorrí a tiempo! – Gritó para que le oyera, antes de que se lo llevaran arrastras hasta el fondo del pasillo. Le importaba más bien poco lo que Marcus hiciera con él, que lo golpeara, siempre y cuando protegiera a la aparente reencarnación de su hermano menor. Aunque esta sería quizá la última vez que lograran estar juntos. Deberían aprovechar el tiempo o no existiría próxima vez, porque sería Sempai quien irrumpiría y se llevaría a Ziel lejos del otro vampiro.

    Mientras tanto, el joven peliazul descansaba entre los brazos de quien añoró, sin ser siquiera consciente de ello, sin siquiera escuchar aquella desesperada confesión. Fue a las sucesivas caricias, a los besos que efectuaban sobre su rostro, cuando recuperó la consciencia. Sus párpados subieron lentamente. Pero entonces, mis ojos ya no albergaban toda la vida y el brillo de antes, sino que lucían completamente apagados, tristes, sin vida. ¿Qué hacer cuando te lo arrancan todo? ¿Qué hacer cuando te rompen en trozos? Ziel parecía un muñeco que no reconocía su propia mano derecha. Y sus pupilas se perdieron instantáneamente en el color oscuro del pelo de su compañero, sumiéndose en todo lo negro que borboteaba su corazón. ¿De qué sirvió que Marcus se arrodillara frente a él? Si cuando realmente llegó, todo estaba destruido a su alrededor.

    Quizá era demasiado tarde para regresar.

    Un pequeño sonido inundó el silencio que se había generado entre los dos. El móvil que portaba en los bolsillos de mis pantalones, estaba sonando. Automáticamente, estiré el brazo, retirando a Marcus para poder incorporarme. Saqué el teléfono y miré la pantalla, anonadado. ¿Por qué llamaba Kai a estas horas? No era capaz de acordarme de que, anteriormente, escribí un mensaje a mi hermano para que viniera a buscarme. Y tuvo que terminar la llamada y asimilar el tiempo de espera que suponía la reacción de mi cabeza, para encontrar la respuesta a dicha pregunta.

    -Kai… - Susurró casi inaudiblemente, sin creer aún que hubiera llamado. La burbuja en la que se encontraba Ziel reducía el ruido y las voces de la gente, hasta el punto de ignorarlo todo. ¿Existía algo ahora que tuviera sentido? Nada. No tenía nada, a pesar de que Marcus estuviera aún sosteniéndome entre sus brazos. - Tengo… Tengo que irme. – Anuncié, levantándome de su regazo, sin pronunciar nada más. La chaqueta de Sempai cayó inmediatamente hacia Marcus. Podía quedársela si quería, porque yo no la necesitaba. Guardé el móvil en el bolsillo y comencé a andar hacia la salida, sin una mísera despedida. Kai estaba esperándome y sólo me entraba la urgencia de acudir a él para marcharme de la fiesta. Debía irme a casa, pero no a la de siempre, sino a la que me correspondía en verdad. Debía irme lejos de Marcus, de Bella. Lejos del pueblo, encontrar el exilio, pues estorbaba entre ellos y seguramente, así los desertores no tendrían que perseguirlos –es decir, tampoco les molestaría de ese modo-, ni tampoco serían responsables de lo que me sucediera y se vieran en la obligación de rescatarme o protegerme. Iba a desaparecer de este lugar, sin saber bien a dónde iría después de eso.


    Y aunque te llame, no puedes oírme.
    Porque solo estoy gritando dentro de mi corazón.
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    Mensaje por Chlóe Crosszeria Vie Nov 28, 2014 7:36 am

    - Aquí está tu verdad. ¿Esto era lo que tanto deseabas tener? Estúpida e ingenua niña, nunca aprenderás –sentenció su madre y, acto seguido, rompió su muñeca favorita delante de sus enormes y redondos ojos llenos de lágrimas, los cuales, antaño, sólo estaban repletos de esperanza.


    Aquellos mismos ojos eran los que observaban ahora mismo a Issei Chrane. El recuerdo fugaz de aquel día en su infancia voló hacia ella, atravesando su mente de forma cruel, alimentando aún más la decepción de su alma, la desesperación. Sus pupilas nadaban en lágrimas que sus párpados intentaban contener, sin permitirse pestañear ni un solo momento. Sus labios, por un instante, temblaron. ¿Cuándo dejaría de ser tan ilusa? ¿Algún día aprendería? No siempre se puede tener lo que se quiere, y ella debería saberlo más que nadie, porque desde que tiene uso de razón, jamás le fue concedido ni un mísero deseo insulso. Y aquí, en este patético baño, tenía un diálogo interno con las memorias de su patética vida. Las manos de Issei apresaban sus muñecas, y aunque aplicaba fuerza en ellas, Chlóe apenas creía sentirlas, pues ¿qué dolor físico puede ser tan feroz como cuando llevas absolutamente todo destrozado por dentro?

    Y él empezó a gritar. Chlóe, inmóvil, simplemente cedió a todos sus movimientos, como una perfecta marioneta comenzando su función. Inconscientemente, cerró sus ojos mientras sus palabras caían sobre ella como lluvia ácida que deshacía cada parte de su cuerpo. Una lágrima cayó. Aquellas que tanto intentaba contener, comenzaron a descender por sus mejillas, pero Chlóe mordió su labio interior, reteniendo la respiración, y buscando con ese pequeño esfuerzo retener también el llanto que se aproximaba. Pues, ¿de qué iba a servirle? Llorar jamás le había servido de absolutamente nada, salvo para descargarse y aliviar su mente y pecho de preocupaciones y tristezas. Por lo demás, jamás había obtenido nada por medio de él, ni siquiera un abrazo de su madre. Por lo tanto, ¿qué podía esperar de un ser como él al mostrarse completamente indefensa, hecha pedazos, como en verdad estaba? Era mejor seguir siendo la chica borde, la cazadora hostil que lo odia a muerte y que sólo quiere verlo hecho cenizas. Tanto a él como a cualquier vampiro. No había forma de creer que en un ser como aquellos podría encontrar, en su vida, todo aquello que no encontró en su familia. Era en vano buscar. Humano, vampiro, cazador, lo que fuera… Todos eran iguales. Las personas jamás iban a cambiar. Movidos por sus propios intereses, pocos eran los que se volteaban a ver a quien dejaban atrás.

    Chlóe continuó oyendo sus palabras, y lo peor de todo era que llevaba razón en su mayor parte, por no decir en todas ellas. Mientras las manos de la joven se movían a voluntad de él, cada sílaba no dejaba de hacer tanto daño como un puñal. A pesar de que no fuera algo excesivamente grave lo que le estaba diciendo –pues no arremetía directamente con lo más hondo de su ser-, Chlóe no podía evitar sentirse culpable y susceptible ante eso. ¿En verdad lo había tratado tan mal y sin motivos? No, imposible. Él había contribuido a la causa de Andrei el día en que se vieron por primera vez. Andrei… no quería recordar ese nombre, pero Issei ya se había encargado de ello y, como si de un sello de fuego se tratara, Chlóe podía sentir la marca de sus colmillos palpitando bajo su piel. Y, como si fuera poco, llevaba el vestido que él le había dejado. Ya nada tenía sentido. Realmente.. ¿qué demonios estaban haciendo? ¿Por qué había optado por atender el capricho del otro vampiro, por el cual casi pierde la vida –por no decir que sí lo hizo, pero la Providencia actúa de modo extraño a veces- y había asistido a esta fiesta como él quiso? ¿Y por qué se dejó seducir por quien tenía en frente ahora mismo? Vamos, como si hubiera sabido, de entrada, en su interior, que él no era un humano común y corriente como deseaba en su fuero interno. Lo único que había hecho bien desde que llegó a este pueblo, fue atraer vampiros. Y, lamentablemente, esto no estaba en sus planes, ni en los de su familia. ¿Es que no había una endemoniada cosa que hiciera bien?

    Y su mente divagó de nuevo. Se torturó otra vez a sí misma, ¿pero quién conocería y comprendería su dolor? Si apenas se dejaba mostrarlo… Sin embargo, detuvo sus pensamientos por un momento, y cuando él la soltó, apartó aún más la mirada, provocando que su rosado cabello ocultara su afligido rostro. Sí, era joven, inexperta, tenía sueños desmesurados con una vida normal, no contaba con ni un maldito amigo, excepto Ryu Olivier, quien lejos de ser su amigo, parecía más un padre; el padre que nunca tuvo, el que nunca estuvo allí para defenderla cuando su madre se encarnizaba con ella. Y ahora, sin embargo, tampoco tenía ganas de ir corriendo tras él y contarle quién era ese muchacho enmascarado con el cual compartieron una plática y unas cuantas copas de champagne. Realmente no quería eso; no quería nada. Tan sólo desaparecer. Y ella no tenía la culpa de su mal genio. Issei se lo había buscado. Si bien jamás llegó tan lejos como Andrei, para quien ella parecía ser sólo un recipiente de sangre fresca, eso no era motivo para darse el lujo de culparla por ser desconfiada, tener miedo y querer defenderse. Y aunque su mente estaba siendo taladrada por un millar de voces, Chlóe decidía no escuchar ninguna. Estaba harta. Tan harta de todos como de ella misma. Y era tal el límite al cual había llegado, que creía estar dispuesta a hacer lo que fuera con tal de joder a su familia hasta en lo más ínfimo, incluso si su propia cabeza fuera exigida, luego, en una pira.

    Levantó la mirada. Tímidamente, sin mirarlo a los ojos, clavó los suyos en algún punto de la pared. De reojo podía percibir sus verdes cabellos. ¿Aún estaba allí? Quizás quiso creer que todo esto era una pesadilla, otra más del montón, y que él en verdad no se encontraba en este lugar, preguntándole qué iba a hacer. Sus labios temblaron otra vez. Cada vez que intentaba decir algo, esto ocurría. Pero, esta vez, un profundo suspiro le dio la valentía que necesitaba. Ya estaba danzando en medio de este macabro tablero, entonces.. ¿qué más podía perder? Cerró los ojos suavemente por un momento, y tras pronunciar tres discretas palabras en aquel idioma antiguo que sólo su clan y algunos vampiros conocían, acalló las voces de su interior, así como dejó de ver cualquier presencia que se encontrara cerca. Cerró las puertas a su “media unidad”; a aquel ojo que “todo lo ve”. Después de todo, ¿no había dicho que viviría esta noche como si fuera una adolescente común y corriente? Entonces, al abrir los ojos otra vez, tomó valor y miró a Issei.
    - Quiero irme –susurró-. Quiero irme de aquí… contigo –agregó, quizás rompiendo con todas las expectativas del vampiro, así como las suyas propias. ¿Es que acaso estaba loca? ¿Qué demonios estaba diciendo? ¿Pidiéndole al enemigo que la llevara consigo a quién sabe dónde? Realmente, había perdido la razón… o, tal vez, prefería darle la mano a la persona incorrecta y hacer, por una vez en su vida, lo que creía correcto para ella, por su bien, y conocer, al menos por esta vez, lo que es ser alguien normal y sin preocupaciones, aunque este atrevimiento pudiese costarle la vida. Pero, como había meditado anteriormente, ella ya estaba en este juego, y perder la vida esta noche o dentro de un mes, en nada modificaría el asunto. Incluso saldría más beneficiada. Y era triste pensar así, pero si a alguien le diera la llave de su mente y le permitiera ver todos sus recuerdos y acceder a todo lo que sabía, apostaba a que ese alguien no duraría ni dos minutos hurgando allí. Y el silencio se implantó en el lugar, y ella ya temía arrepentirse. Parpadeó con pesadez. Si él no iba a decir nada, si él no iba a hacer nada, entonces ella…

    Abrió los ojos otra vez. No quería retractarse, echarse atrás, pero no era el silencio del lugar lo que la mataba, sino el silencio de él. Entendía que quizás no era el mejor juguete que podía ofrecérsele a un vampiro , pero.. pero ella ya no tenía nada más para dar ni nada que perder, excepto su propia existencia, la cual, ciertamente, no le interesaba demasiado en la presente situación. Y quería olvidarlo todo esa noche. Quería olvidar que era una cazadora, que él era un vampiro; olvidar su complicada vida y permitirse vivir realmente, tropezando, levantándose, cometiendo errores estúpidos y preocupándose por idioteces como cualquier chica de su edad. Y entonces, mientras meditaba esto, sus ojos brillantes y afligidos insistieron sobre los del vampiro. ¿Y bien? ¿Acataría su pedido? Cual demonio invocado por la ignorancia e ingenuidad de un séquito inexperto, ¿concedería este desesperado deseo?
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    Mensaje por Issei Chrane Dom Nov 30, 2014 6:59 pm

    El silencio reinó en el lugar. Y a pesar de que el vampiro que se encontraba en el baño, fuera uno de los más charlatanes de su raza, no se decidió por romperlo esta vez. respetó el tiempo que se concedía a sí misma Chlóe Crosszeria, pues él mismo ya se encargó de poner las cartas en su sitio de una miserable vez. ¿No era eso lo que ella quería? Chrane podría haber seguido hablando sobre los anteriores encuentros con la mujer, sobre cómo casi perdió la vida enfrentándose a Matthewson y ese dichoso viejo creído, y todo para salvarla de las garras de otros vampiros. Y aun en ese instante, no arrebató ni una sola gota de su sangre para su mejoría. ¿Qué le hacía ser tan culpable a sus ojos?

    Quizá Issei tuviera las mismas intenciones que surcaron alguna vez la mente del otro joven, caprichoso e inexperto vampiro, que la de cualquier rastrero nivel E; sin embargo, había algo que les diferenciaba sobre cualquier cosa: él la protegió cuando lo necesitó. Y durante todo este tiempo, la pelirosa ni siquiera le había dado las gracias ni una sola vez. ¿Qué debía hacer entonces? Nada. Simplemente se mantuvo en su posición, recostando su espalda contra esos horrendos azulejos baratos y cruzado de brazos. ¿Qué iba a hacer?
    Él se hacía cargo de la seguridad de cada una de sus ovejas, se preocupaba por embriagarlas de la felicidad que se siente estando enamorada de un hombre apuesto y caballeroso. Eso era lo que todas ansiaban, y tan sólo se encargaba de cumplir sus deseos hasta el día en que les arrebatara la vida, lo cual le volvía un vampiro algo egoísta con los humanos. Lo cual le traía varios enfrentamientos con el resto de vampiros que intentaban alimentarse de ellas sin más. ¿Acaso era tan malo cumplir los deseos de una humana desgraciada a cambio de su vida? Por supuesto, sus encantos y formalismos, no resultaban ser gratis y de eso conocerían bien las fallecidas de su largo historial. Pero en todos estos años, jamás conoció un caso tan resistente y bipolar como este.

    En ningún momento, Chlóe fue capaz de asumir sus propios sueños e ilusiones, de tener el valor de hacerlos realidad aunque fuera por un ínfimo momento. Eso era principalmente lo que la diferenciaba del resto de sus ovejas, quienes primero pensaron en sí mismas y pidieron por sus preciosas bocas de plata, cosa que les llevó irremediablemente a la muerte. Él era un vampiro, y al fin y al cabo, su ley de vida, quisiera o no, era alimentarse de humanos de una u otra forma. Aun si quisiera alimentarse de esas insípidas bolsas de sangre, como el resto de su raza hacía para “salvaguardar” a los humanos, de alguna forma también estaría matándoles. ¿Cuántas personas habrían necesitado la sangre que él se llevara del hospital? Puede que de esa forma, el crimen estuviera inconcluso y hubiera hasta más muertes de por medio. Pero, dentro de la moral de Issei –por muy pérfida y tétrica que fuera en la mayoría de ocasiones–, no existía espacio para esa forma de alimentarse. El vampiro de cabellos verdes siempre prefirió rodearse de la miseria de los humanos y transformarla en una breve felicidad, aunque después se encargara mismamente de destrozarla y hundirles bajo tierra. Así no se sentía tan culpable, a pesar de que este término no se definía dentro del vocabulario de los Chrane.

    Sus ojos verdes viajaron hacia la figura femenina que tenía delante de sus ojos, clavándose en la inmensidad del color de su vestido. Perfecto. El tono era el mismo que el de la sangre humana y la tela se ceñía a ella como si estuviera diseñado para su cuerpo. La forma en la que se adaptaba a sus caderas, en la que hacía el contorno de su cintura y decoraba su espalda desnuda, simplemente era perfecto. ¿Y su piel? ¿Su pelo? Su piel era suave y clara, cálida y una delicadeza, cosa que atraía la atención de cualquiera de los suyos. El aroma que su pelo desprendía podía provocar sus instintos más asesinos. Quizá por esta razón Chlóe atrajera más a los depredadores de la noche que a sus compañeros de clase o de la Asociación. Y en pensar que otro vampiro volviera a poner las manos en un solo mechón de su cabello, le hervía la sangre. Esta vez, ni Andrei le quitaría su bendito trofeo. No dejaría que ni un solo otro vampiro la hiciera suya, al menos que Chrane la tomara primero. Y ciertamente, en verdad, Issei podría otorgarse el turno y atacar a la mujer de repente, hacerla suya de un momento a otro, sin darle tiempo siquiera a defenderse lo más mínimo; justo como un vampiro haría. Justo como su desesperación por beber su sangre y tocar su cuerpo, hacían mella en él.

    Un fugaz destello rojo cubrió el verdor de sus iris, ensombreciendo su mirada. El deseo de tenerla para sí como la tuvo anteriormente, se convertía en una sed imposible de controlar. Sus colmillos se estrellaron sobre el resto de dientes, manteniendo la compostura frente a la chica. A cada minuto que aspiraba la congoja que transpiraba su cuerpo, le enloquecía más. El mismo Issei tuvo que dejar de respirar inmediatamente, antes de que sus actos le llevaran a una muerte inminente, pues de seguro que los cazadores lo detendrían antes de que saliera por la puerta. Y sinceramente, tampoco tenía mucho ánimo de morir ahora o de enfrentarse a esa panda de mierdas con patas. Sin embargo, sus colmillos se despuntaron sin darse cuenta, como si fuera a empezar a hablar. Pero antes de pronunciar la más mínima palabra, ella se adelantó de nuevo: “Quiero irme de aquí… contigo”.

    Sus labios se silenciaron inmediatamente, enterrando su parte más salvaje dentro, nuevamente. Ella le estaba pidiendo por primera vez cumplir uno de sus deseos. Estaba suplicándole que se la llevara de allí, a donde él quisiera. ¿E iba a desobedecer lo que una de sus ovejas intenta pedirle a gritos?
    Su figura pareció deslizarse, llegando hasta ella en un par de pasos. Con una de sus manos, levantó el mentón de la chica y la obligó a que lo mirara a los ojos, mientras la otra apresaba su cintura para que no tuviera vía de escape. ¿Estaba jugando con él, acaso? ¿Probaba sus reacciones? Y en cuanto clavó sus ojos en ella, pudo verlo. Pudo ver la desesperación, el anhelo, por primera vez en Chlóe Crosszeria. Con la yema de sus dedos, retiró el rastro acuoso que salió por el borde de su lagrimal, molesto. ¿Cómo era posible que una de sus Ovejas llorara en frente de sus ojos, delante de su presencia?
    - Deja de llorar, Crosszeria. Vas a arruinar tu maquillaje, y entonces no podré lucir a la mujer más bonita de la noche. - Mencionó, mostrando una de sus sonrisas burlonas. Como comprendería, él debía desatar la envidia sobre el resto de personas. Primero, porque él merecía tener a la mujer más hermosa de toda la fiesta, la cual no desentonara como acompañante, sino que realzara aún más la figura de ambos. Segundo… esto podría traer a más de una de sus futuras ovejas, al igual que la pescadilla que se muerde la cola.

    Seguidamente, parsimonioso, se encargó de adecentar a la pelirosa como si de una muñeca se tratara. Tomó con delicadeza cada uno de los mechones que se habían escapado de su debido lugar –tras la inesperada carrera que realizó con anterioridad–, colocándolos lentamente sobre su sitio. Después, se quitó una de las prendas sobrantes y decorativas de su disfraz, y la posicionó sobre sus hombros desnudos, sacando su larga melena por fuera de la prenda. Agarró de repente una de sus manos y la hizo danzar en una sola vuelta. Quería que bailara solo para él, que su piel y el aroma de su cabello fueran únicamente destinados para su persona. Que le entregara cada secreto y cada lágrima, pues él consolaría cada una de ellas. Y si era capaz y poseía el suficiente valor, que le amara y perdiera la cabeza por él, ya que era más de lo que podría esperar de una mujer tan testaruda y ruda como ella. Rió para sus adentros tras pensar en esto último y después, volvió a levantar su mentón para admirar sus ojos claros una vez más. Se inclinó sobre ella y rozó nuevamente sus labios, dejando la mano que tenía agarrada hasta su hombro, acercándola un poco más. Y al retirarse, sonrió, bajando los párpados un segundo y, al abrirlos, un rayo rojo surcó su mirar. ¿Estaba preparada? Ya nada sería lo mismo a partir de este momento.

    Entonces, una oleada verde, dispuesta por una larga melena de un simple arlequín, la arrastró fuera del baño y se la llevó del lugar, rindiéndose a sus deseos.


    Esta vez voy a aliviar tus penas, haciéndote caer en las profundidades del peor infierno.
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