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    Mensaje por Yuuki Cross Jue Ene 02, 2014 2:08 pm

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    Es un edificio pequeño ubicado en una zona medianamente céntrica, no muy lejos del mercado. Se trata de un centro médico no muy grande, pero con la suficiente tecnología como para asegurar el bienestar de todos los pueblerinos. Sin embargo, muchas veces falta personal a causa de que muchos profesionales vienen a trabajar al lugar desde pueblos aledaños, dificultando a veces la presencia de ciertos médicos para determinados casos especiales. Muy pocos allí dentro conocen la existencia de los vampiros y la cantidad de personas que tuvieron que ser intervenidas a causa de ellos.
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    Mensaje por Andrei Matthewson Jue Ene 02, 2014 7:58 pm

    Sus dientes rugen defendiendo su orgullo y su honor mientras su inerte corazón late para proteger a algo que teme perder


    Odiaba tener que ir al pueblo en esas condiciones. Claro, como no odiarlo cuando todo el mundo podía verte desangrándote. Nadie podía ver a Andrei débil, era imperdonable y sin embargo lo estaba haciendo por ella. Ponía cara de mala leche y dolor mientras caminaba por aquellas calles dejando un rastro de sangre cada vez más llamativo. Estúpidos Niveles-E, estúpido verdecito, estúpido Alucard, estúpido hospital que esta jodidamente lejos, estúpida gente que nos miraba como si fuéramos satanás y afrodita paseando juntos de la mano.

    Finalmente consiguió llegar al hospital. Abrió la puerta de una patada y no tuvo que decir nada para que le comprendieran inmediatamente. Parecía que no había mucho personal ahí, pero los pocos que lo vieron dieron rápidamente la alarma y trajeron una camilla para la chica. Andrei la depositó con cuidado en ella y observó como los médicos hacían su trabajo. La tomaban el pulso, la ponían cosas. Uno de ellos sacó unas tijeras y por un momento Andrei se alarmó. Al ver su expresión una de las enfermeras le pidió que se tranquilizara y que la acompañase, pues su estado tampoco parecía bueno. De hecho la pobre se había sorprendido de ver que Andrei aun podía permanecer en pie y con esas energías. Intentó llevarse a Andrei, tirando de su brazo, pero él no se inmutó, no pudo moverlo ni un centímetro. ¿Qué clase de estudiante era aquel? Carraspeó. Vio como uno de los médicos cortaba la ropa de Chlóe por la mitad, pues según las normas de atención urgente no se podía quitar la ropa que llevaba un paciente, había que cortarla en dos independientemente de su calidad para asegurar la seguridad de la persona. Andrei tragó saliva al advertir cada vez más y más el cuerpo de Chlóe, que se iba desnudando ante él. Apretó la mandíbula, odiándose a si mismo y giró la cara hacia otro lado, cruzándose de brazos por su propia frustración.
    Estoy bien, estoy bien...
    Gruño entre dientes ante las insistencias de la enfermera
    Soy Ruso
    Dijo entornando los ojos como si aquello fuera una explicación razonable. La chica lo miró extrañada y decidió alejarse lentamente de el. Tal vez fuera por su inhumana fortaleza, tal vez era por sus ojos de color esmeralda que de vez en cuando se volvían rojos o tal vez fueran sus extrañas maneras de actuar pero aquella enfermera sabía que era mejor no molestar a Andrei.

    Se llevaron a Chlóe. Andrei no pudo pasar con ella y pensó que no sería bueno interrumpir ni preocupar a los médicos mientras le salvaban la vida a Chlóe. Las heridas más graves de Andrei dejaron de sangrar al rato pero no cicatrizaban, necesitaba más fuerzas para eso y ya no le quedaban, necesitaba sangre y hacía tiempo que no bebía. Pero ella estaba viva y lo demás no importaba, podía soportar el dolor de todas y cada una de sus heridas.
    Los médicos tardaban mucho, o eso le parecía a Andrei, pero después de unas horas un hombre salió en busca del vampiro, que andaba absorto en sus pensamientos. Las ropas de Andrei seguían llenas de sangre pero el hombre prefirió no preguntar pues Andrei se había levantado eufórico de su asiento en espera de una respuesta, y más le valía que fuera buena porque si no quemaría todo el jodido hospital con ellos dentro.
    El médico le confirmo que la chica estaba estable y que podría ir a visitarla al día siguiente. Andrei entrecerró los ojos y de una forma u otra la expresión de su rostro le hizo comprender a aquel cirujano que más le valía no hacer esperar más a Andrei. Después de intercambiar unas pocas pero amenazantes palabras con ese hombre Andrei pudo pasar a ver a Chlóe. Por suerte estaba dormida y no podría cagarse en todos los muertos del vampiro.
    Andrei se permitió relajarse un poco. Aspiró el aroma de la chica y con gentileza volvió a peinar uno de sus cabellos, que reposaba, rebelde, sobre sus labios. Por imposible que pareciera estaban los dos vivos. Ella no podía escuchar a Andrei así que no importaba si este decía una cosa u otra, no importaba si dejaba de ser aquel ser frío y despiadado por un momento delante de ella, o eso pensaba él.
    El cuchillo erró... estaba seguro de que lo esquivarías, pensé: "ella es fuerte, lo esquivará, tengo que preparar  algo más grande antes de que decida degollarme" pero no ocurrió así. Y me engañe a mi mismo cuando pensé que había logrado mi objetivo pues estaba aterrado, sabía que me había equivocado y que tal vez no volvería a verte. Dios, ni siquiera se porque digo esto, debería odiarte, debería terminar con mi trabajo aquí y ahora mientras nadie puede impedírmelo. Pero no puedo, y no importa si ellos me escuchan, porque se que lo hacen, los odio, esos espíritus... te iban a dejar morir, los aborrezco pues no te ayudaron y supongo que también me odias.  Ah, eso es bueno, por lo menos así pensarás más en mi que si simplemente no supieras de mi existencia
    Andrei se dejaba llevar, total, solo los fantasmas podían escuchar sus palabras y su opinión poco importaba. Cerró los ojos un momento y volvió a abrirlos por un momento después de disfrutar de ese silencio anestésico propio de los hospitales.
    Y me has salvado... me has salvado. Yo... no se que decir ni que hacer, no se como tomármelo. Tal vez si estuvieras despierta me dirías que fue acto reflejo, impulso, que no debiste hacerlo. No lo se... pero gracias.
    Inspiró aire de nuevo. Quería disfrutar de ese momento, necesitaba saborearlo, hacía tiempo que no se sentía así, tan puro y tan turbio a la vez. O tal vez se podría decir que realmente nunca se había sentido así. Ella tenía razón: solo ella pudo ayudar al vampiro y salvarlo a tiempo antes de que el destino se lo llevará. Y el solo podía hacer una cosa por aquella chica misteriosa
    Tú... nunca volverás a caminar sola.
    Aquellas palabras tal vez significaban demasiado como para que alguien normal las entendieran, pero lo significaban todo para Andrei. El sabía que Chlóe era totalmente lo contrario de él, pero también comprendía que la chica, al igual que el, era una persona más bien solitaria, de esas que se alejan de todos por su bien al tiempo que se sienten solos y desamparados para luego autoengañarse pensando que son lo suficientemente fuertes para seguir así. Pero nadie es así de fuerte. A menos que tuvieras en alguien en quien apoyarte. Andrei se giró y caminó lentamente hasta la puerta, tenía que irse antes de que ella despertara o antes de que alguien sospechara de él. También tenía que asegurarse de que el peliverde ni Alucard venían a molestar. Bueno, si hubieran decidido hacerlo ya lo habrían hecho y de todos modos ninguno de esos dos estaba en condiciones de pelear de nuevo. Tal vez Alucard, pero ese no solía meterse nunca en el pueblo así que no importaba, ya habría tiempo para saldar sus deudas con él, era un vampiro viejo y paciente, el tiempo y la experiencia corrían a su favor.
    Echó una última mirada a la angelical figura de aquella mujer y con una forzada sonrisa cerró la puerta que acababa de abrir. Sin dar explicaciones salió cojeando de aquel hospital sabiendo con certeza que volverían a encontrarse.  
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    Mensaje por Chlóe Crosszeria Jue Ene 02, 2014 9:01 pm

    ¿Dónde estaba? ¿Qué había ocurrido? ¿Acaso había muerto otra vez? Todo era blanco… y sereno. Y había una flor azul en un pequeño florero sobre la mesa que yacía a su lado. Chlóe abrió los ojos y notó cómo la luz solar ingresaba por la ventana de la habitación en la cual se encontraba. Parpadeó un par de veces, pues le hería los ojos el placer de estar aún con vida. Levantó una de sus manos, con destino a cubrirse levemente los ojos, pero notó que algo le impedía moverla. Movió la cabeza hacia el otro lado y observó el suero que tenía perforándole la piel. Y, al ver su otro brazo, notó cómo una transfusión de sangre estaba en curso. La chica abrió los ojos de repente, enormes en su resplandor claro oscilando entre el verde acuoso y el celeste inocente. ¿Cómo había llegado hasta allí? Entonces… ¿Entonces alguno de los vampiros se había preocupado por su efímera vida y la había llevado hasta allí? Intentaba recordar lo último que vio antes de quedarse inconsciente, y se percató de que no podía recordar nada que la ayudase a saber quién la había ayudado. Al último al cual le clavó la mirada antes de quedarse inconsciente, fue a Issei, del mismo modo que sus palabras y gruñidos habían llegado hasta sus oídos.

    Chlóe cerró los ojos pesadamente. Se sentía bien allí. Aunque estaba en un hospital y odiaba ese ambiente tétrico y tranquilo, se sentía segura por primera vez. La noche anterior había pasado un infierno, un verdadero infierno, y su mente aún necesitaba asimilar todo lo ocurrido. Abrió los ojos nuevamente, y entonces vio a una enfermera entrar por la puerta con una planilla en sus manos. Se acercó a la chica con una sonrisa cálida y comenzó a hablarle, pues quería tomarle los datos, al parecer.

    - Luego de que llenemos esta planilla, estarás dos horas más en observación y quizás, si mejoras, podrás ir a hacer reposo a tu casa con tu familia –dijo, mientras garabateaba el cuadrado donde debería ir la edad de Chlóe mientras esta le respondía tenuemente. La enfermera se vio tentada por preguntarle por el muchacho que la había traído, pues ella conocía el secreto de los vampiros y se había encargado de vendar la herida de su cuello. Aquella mujer sabía exactamente que a Chlóe no la había asaltado una banda de bandidos, pero un vampiro la había dejado justo aquí para salvarle la vida. Eso no era usual, para nada usual. A la mujer se le ocurrió pensar que tal vez, esa criatura sanguinaria, había rescatado a la chica de las garras de otro. ¿Pero por qué haría eso un chupasangres?


    La enfermera acabó de escribir y suspiró, observándola y sonriendo.
    Listo, cariño. Dime, ¿tienes el teléfono de algún familiar para que venga a buscarte?

    La sonrisa se borró del rostro de Chlóe. Sus ojos, cristalinos, se apartaron de las ansiosas pupilas de la mujer. La cazadora entreabrió los labios, buscando qué decir. Ella no tenía a nadie en ese pueblo. A decir verdad, luego de lo que había ocurrido, no estaba segura de tener a alguien siquiera dentro de su propia familia. Chlóe negó suavemente con la cabeza, algo nerviosa y resignada, así como también triste.

    -   Yo… Yo vivo sola. Soy una estudiante, mi familia está muy lejos –comentó, en parte mintiendo y en parte diciendo verdad, pues aunque no fuese exactamente una estudiante, su familia sí estaba lejos y no había nadie allí para cuidar de ella hasta su recuperación-. Pero tengo amigos –mintió de repente, cuando la enfermera veía complicado su regreso a casa. No tenía exactamente amigos, pero sí algún que otro cazador conocido-. Podría llamar a alguno de ellos y… -miró hacia todas partes y se percató de que su cartera no estaba. Probablemente había quedado en el suelo de la iglesia o quién sabe. Y, por lo tanto, si no estaba su cartera, tampoco estaba su móvil. Chlóe miró a la enfermera, torciendo levemente los labios-. ¿Si les doy la dirección, no pueden llevarme en una ambulancia? –preguntó, esperanzada, pero su semblante se dirigió al suelo al recibir la negativa.

    - El problema no es llevarte a tu casa, cariño; el problema es que no hay nadie para cuidarte, y necesitas recibir atención y no moverte demasiado –dijo apenada, mientras se dirigía a la puerta-. Iré a hablar con el médico y veremos que hacer, ¿de acuerdo? Tú descansa y recupérate –finalizó, sonriendo y saliendo por la puerta, amable y confiable. Chlóe se recostó contra la almohada y se mordió el labio inferior tras soltar un suspiro de pesadez. ¿Qué haría ahora?

    Chlóe desvió su mirada hacia la ventana y se preguntó internamente qué hora sería. Cerró los ojos levemente, sintiendo los rayos de sol dándole en el rostro, cubriéndola de calidez en aquel frío invierno. Lentamente, el cansancio se apropió de su mente y calló cada uno de sus pensamientos, otorgándole a su cuerpo el descanso nuevamente.
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    Mensaje por Andrei Matthewson Jue Ene 02, 2014 11:21 pm

    Si bueno, y ¿A donde demonios me iba? ¿Qué esperabais? ¿Qué me fuera y que no volviera a aparecer hasta dentro de mucho como el bueno de la serie? Jejeje lo lleváis claro. Andrei se paseó por el pueblo y finalmente, después de comprar ropa nueva, no pudo hacer nada mejor que engatusar a una mujer. Era bella, alta, rubia, pero lo más importante era que su sangre parecía oler muy bien, seguramente se alimentaba perfectamente y seguía una dieta sana, todo lo contrario de lo que seguía el vampiro. No le costó demasiado convencerla a que la acompañase a un sitio mientras paseaban. Una calle oscura. Ya sabéis el resto: un falso romance, una aventura que se convierte en un manjar suculento y macabro. Esta vez no dejó que se le escapara ni una sola gota. Terminó con la vida de esa mujer y escondió su cadáver, que pesaba grosso modo unos cinco quilos menos. Sus heridas sanaron  casi al instante. Oh si, he vuelto preciosa. Sintió como sus energías volvían a sus músculos y la vitalidad se instaló en su rostro. Un brillo recorrió sus iris y Andrei. Todo estaba volviendo a su cauce. Después de permanecer unas horas en el pueblo, después de volver a parecer una persona normal se dirigió al hospital. Tal vez Chlóe ya estaba despierta.

    Cuando llegó estuvo a punto de entrar, pero se lo pensó dos veces, a lo mejor los médicos le ponían pegas y le preguntaban que como demonios había sanado tan rápido así que decidió visitarla por otro método. Andrei rodeo la pared de mármol de aquel hospital y se encaramó a la ventana que daba a la habitación de Chlóe. Vio que estaba ahí despierta, fue a saludar, pero resbaló, no había mucho sitio donde apoyarse y había llovido. Cayó de culo contra el suelo y se giró rápidamente para ver si alguien lo había visto. No había nadie. Frunció el ceño y se levantó. Se limpió los pantalones y esta vez simplemente saltó. Saltó hasta la altura de la ventana y dejó que su cabeza se asomara por unos segundos de nuevo por aquella ventana al tiempo que la velocidad y el tiempo jugaban con sus cabellos, tirando de ellos hacia arriba cuando caía y hacia abajo cuando subía.
    ¡Chlóe!..
    Saltó de nuevo
    ¿ Ya estás bien?...
    Salto
    ¡Chlóe!
    Era divertido, a Andrei le gustaba improvisar y desde luego que se lo estaba pasando mejor que si hubiera ido a visitarla como una persona además. Además, dato mega importante, Chlóe no podría intentar matarlo si el se encontraba al otro lado de esa pared de mármol, aunque ¿Quien sabe?
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    Mensaje por Chlóe Crosszeria Vie Ene 03, 2014 2:07 am

    ¿Cuánto había dormido? ¿Unas tres horas más? Ya había perdido la cuenta. Hacía tiempo que no descansaba tan bien, de todos modos, por más irónico que sonase. Sin embargo, el sueño no perduró, pues unos ruidos molestos perturbaron el descanso de la chica. Chlóe movió su cabeza hacia un lado, y luego hacia otro. Estaba soñando y los ruidos exteriores los sentía como si fueran parte del mismo sueño. Escuchaba a alguien decir su nombre reiteradas veces, solo que intercambió la voz masculina de Andrei -quien se encontraba al otro lado de la ventana- por la de aquella joven niña de cabellos verdes, hermana de Issei. La pequeña le preguntaba si se encontraba bien, y repetía incansablemene su nombre, hasta que sujetó su rostro entre sus fantasmales manos y todo se volvió negro y macabro. La risa de aquella niña se volvió tan demoníaca que Chlóe se vio obligada a abrir los ojos, y casi que dio las gracias por ello.

    Los ojos claros de Chlóe se quedaron mirando el techo. Su respiración, que había vuelto a su cauce normal. Creía que esa pesadilla ya se había esfumado, pero en realidad le esperaba una peor tras esa pared de mármol. La chica escuchó el repiqueteo de los pies contra la tierra, típico de alguien en movimiento y, acto seguido, oyó su nombre de aquellos labios. El horror jamás pudo pintarse tan perfectamente en el rostro de alguien. Chlóe se sentó de repente en la cama -aunque le estaba prohibido erguirse a causa de la herida en proceso de cicatrización- y observó espantada el rostro de Andrei. ¿Por qué estaba tan feliz? Rápidamente miró al frente mientras sentía cómo su pulso se elevaba.

    - ¡Auxilio! ¡Seguridad! ¡Alguien! ¡Hay un intruso en la habitación -gritó con todas sus fuerzas, apresuradamente, con la esperanza de que alguien la oyese y fuese a verla. Daría cualquier cosa por un poco de compañía humana, y no por ese peligro llamando al otro lado de la ventana. Tras decir aquellas palabras desesperadas, Chlóe se volteó para observar a Andrei de nuevo, y no esperaría ni un segundo a que él pudiese entrar. Sin dudarlo, bajó sus pies de la cama del hospital, dispuesta a andar y salir por la puerta, aunque sabía perfectamente que no debía hacerlo. Comenzó a avanzar lentamente, observando aquel traje blanco típico de lugares como ese que tenía puesto. Arrastró consigo el objeto que permitía que la sangre continuara fluyendo a su organismo, pero el suero que perforaba su piel en su otra mano se vio obligado a ser arrancado de allí, provocando un hematoma a causa del brusco movimiento. Chlóe no tenía ni idea de que Andrei era quien la había llevado allí, por lo tanto podía desconfiar de él perfectamente, pues al fin y al cabo, por él casi pierde la vida.


    - No me tocarás de nuevo, bastardo -dijo entre dientes, mientras luchaba por alcanzar la puerta a duras penas. ¿Era mucho pedir que la dejasen descansar en paz? ¿Acaso ya no había tenido suficiente?
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    Mensaje por Andrei Matthewson Sáb Ene 04, 2014 3:24 pm

    Y entonces ella comenzó a gritar. Vamos ¿Qué demonios era aquello? Andrei vio como Chlóe se levantaba, forzándose e intentaba llegar hasta la puerta. Oh por favor, como si no pudiera haberme colado antes. La puerta de la habitación 113 se cerró con un chasquido metálico y en ese momento Chlóe debería comprender que no iba a salir de allí sin más. A ver, si es que no debería ni de salir de la cama. Andrei se encaramó una vez más a la ventana, esta vez de forma mucho más ágil y se coló dentro de la habitación, después de abrir la ventana con cuidado, eso no era nada difícil cuando puedes controlar ciertos trucos. Estuvo por obligarla a que se tumbara, pero eso podría empeorar las cosas, su herida podría abrirse y entonces tendría que dejar pasar a los médicos para que la ayudaran. Tanta desconfianza no era buena.
    No te he traido aquí y te he dejado descansar para que ahora se te abra la herida y vuelvas a perder toda la sangre
    Soltó serio, Chlóe se veía demasiado mal como para ir por ahí dando saltitos intentando huir de un vampiro loco.
    Después de todo por lo que habían pasado ahora no se podía permitir que esa herida suya se abriera así que simplemente la miró dubitativo mientras pensaba la forma de que no se moviera tanto.
    Si te portas bien no te haré nada, por ahora por lo menos
    Alguien intentó entrar a la habitación, pero no pudo, la puerta estaba atrancada. La golpeó y comenzó a preguntar por Chlóe. Andrei la miró de nuevo y levantó una ceja ¿Qué iba a decirles?¿Que había un vampiro en su habitación a punto de asesinarla o algo por estilo? Fuera lo que fuese Chlóe tendría que decidirse rápido porque de todos modos si permanecía demasiado tiempo de pie su herida se abriría.
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    Mensaje por Chlóe Crosszeria Sáb Ene 04, 2014 10:58 pm

    La puerta se selló. Y mientras era imposible abrirla, al otro lado la voz de una enfermera resonaba. ¿Habría oído sus gritos? Chlóe respiró hondo. Estaba realmente en apuros, tanto por el monstruo sanguinario que tenía aquí con ella, como por el escándalo que había hecho y que ahora no sabía cómo solucionar. Realmente temía que si abría esa puerta o alertaba a los médicos del intruso, Andrei pudiese hacer cualquier locura, porque "locura" era lo único que ese muchacho tenía en su mente. Chlóe se volteó y clavó su mirada apagada pero severa en él.

    - Estoy bien. Solo me he asustado al despertar... de golpe. Pero estoy bien, quiero seguir descansando. Gracias -se apresuró a decir aquella excusa estúpida, pero que bastó para que las enfermeras se alejasen. Como mucho la tomarían por loca, o simplemente que estaba en shock por lo que le había ocurrido. Chlóe suspiró y cerró los ojos levemente, apretando una de sus manos y formando un puño, mientras que la otra la posaba sobre su abdomen, como si con ese simple gesto pudiese evitar que la sangre fluyera otra vez. Sin embargo, sentía algo húmedas las vendas y observó que otro hematoma se estaba forman en el brazo que tenía el conducto para que la transfusión de sangre continuase. Entonces, miró a Andrei fijamente, imponente.

    - Ayúdame -ordenó, y con sus ojos inquisidores señaló la cama. Necesitaba volver cuanto antes y hacer reposo, de lo contrario tanto esfuerzo por estar estable se iría al garete. Y entonces, se dio cuenta de algo que él había dicho. Su mirada cambió drásticamente-. Espera, ¿has dicho que tú me trajiste hasta aquí? -preguntó, sorprendida y sin poder creerselo. ¿Había algo de compasión en su corazón? Casi quiso reír por la ironía-. Primero intentar matarme y luego me salvas, totalmente coherente -espetó, comenzando a caminar lentamente hacia la cama, sin poder evitar cerrar los ojos en señal de dolor-. Probablemente tus intereses residan en que me recupere para luego hacerme lo que quieras otra vez, ¿verdad? -dijo frunciendo el ceño, algo entristecida por la inminente verdad-. ¿Pero sabes qué? Eso no sucederá -aseguró, queriendo confiar realmente en sus propias palabras.
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    Mensaje por Andrei Matthewson Dom Ene 05, 2014 1:31 pm

    Chlóe finalmente optó por mantener un poco la calma, les dio una explicación a las enfermeras y miró a Andrei con cara de malas pulgas. Bla, bla, bla, siempre igual, diciendo cosas demasiado inapropiadas para una boca tan bonita. Y ahora va y le pide ayuda. Bueno, tampoco es que me queden muchas opciones. Andrei se acercó a Chlóe y la sujetó con cuidado, era como de porcelana. No abrió la boca hasta que la hubo sentado en la cama, entonces decidió responder a sus preguntas, o por lo menos a intentarlo.
    No es tan simple como eso, yo... argh, bueno, lo que sea, solo no te sobre esfuerces.
    Así que ella no había oído nada cuando estuvo inconsciente. Andrei quiso repetirle aquellas palabras, aquellas palabras que explicarían todo lo que necesitaba saber, pero no podía, era imposible que Andrei pudiera pronunciar de nuevo todas esas disculpas. Se dio la vuelta, mirando por la ventana y suspiró ¿Cómo podía explicarle nada a aquella mujer?
    Alucard te mordió... estaba asustado, no sabía lo que hacía, cuando quise darme cuenta te había dejado aquí
    Así que en el fondo Andrei no era tan buen mentiroso como se creía, no se lo podía ni creer el mismo. Bueno, esa excusa era mejor que otra cualquiera y en parte no era todo mentira, si que se asustó cuando aquel viejo vampiro puso sus colmillos sobre la piel de Chlóe.
    Por alguna razón sigues siendo humana, eso es todo lo que sé, eso es todo lo que me importa y no puedo alejarme mucho de ti mientras el otro este por ahí rondando.
    ¿Qué quería decir? ¿Qué la estaba protegiendo o algo por el estilo? Como si ella fuese a pensar eso, le mandaría a la mierda seguramente. Pero a Andrei poco le importaba ya todo eso, tenía razón, lo más importante era que ella estaba viva y seguía siendo humana. La luz que entraba por la ventana se reflejó en los ojos de Andrei como si fueran dos centellas. No quería enfrentarse a Chlóe, no quería mirarla, seguro que le fulminaba con la mirad y le insultaba, al fin y al cabo eso era lo que él se había ganado a pulso.
    Es evidente que quiero su sangre, pero eso no quiere decir que la vaya a atacar nada más se recupere, no se, es como si se me quitaran las ganas de hacerla daño. Sus pensamientos divagaban, a lo mejor Chlóe se dormía y él podría quedarse tranquilamente sentado. Cuando viniera algún médico simplemente desaparecería y luego volvería. Desatrancó la puerta y sopesó sobre sus acciones. Tal vez me este volviendo algo blando. Suspiró, si, tal vez algo le pasaba.
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    Mensaje por Chlóe Crosszeria Dom Ene 05, 2014 9:33 pm

    Chlóe cerró suavemente los ojos cuando Andrei se acercó para ayudarla. Realmente sentía las piernas flojas, como si en cualquier momento sus rodillas flaquearan y arrojasen todo su cuerpo al suelo. Suspiró en cuanto su espalda halló la cama. Su cabello rosado se esparció por la almohada, despeinado y con ligeras manchas de sangre en algunos mechones rebeldes. Se llevó una mano al rostro y, con delicadeza, despejó su visión de las hebras molestas.

    Las palabras de Andrei comenzaron a viajar hasta sus oídos, rememorando en su mente los sucesos de esa noche. Chlóe cerró los ojos otra vez y se llevó una mano al cuello, tanteando la marca de los colmillos de Alucard con sus yemas. ¿Cuántos vampiros más la morderían? ¿Cuántas veces más su sangre sería vendida como si no valiese nada? ¿Cuándo sería el día en que les patease el trasero a todos esos chupasangres del demonio? Chlóe frunció el ceño, depositando una mano en su abdomen. Le dolía un poco.

    - Ya veo... arde un poco aún -susurró, sonriendo levemente por la ironía de la situación. Las marcas que Alucard había dejado en su cuello aún estaban frescas tras el vendaje. Si cerraba los ojos, podía sentir cómo sus colmillos se clavaban una y otra vez. Aquel no era un vampiro normal, tenía demasiados años encima como para que Chlóe no sintiese la braveza de su mordida, por más delicado que haya sido. Se podría decir que si en su lugar hubiera estado otra muchacha, tal vez hubiera sido afortunada, pues Alucard parecía un buen hombre a pesar de su apariencia y su tenacidad. Seguramente, si incluso ella se hubiese convertido, él no la hubiera arrojado a su suerte. En cambio Andrei... Ah, ¿qué podía esperar de él? ¿Qué podía esperar de aquel joven vampiro de verdes cabellos? Ambos eran unos locos impulsivos que solo veían a los humanos como juguetes y meros objetos.

    La risa de Chlóe estalló irremediablemente. Por más cruel que fuera, el sonido de su voz era bastante melodioso. Además, no podía darse el lujo de reír demasiado a causa de la herida, por lo cual su voz era tenue.
    - ¿Debo pensar que estás aquí para protegerme? Oh, por favor... ¿Tú? ¿Protegiéndome a mi? Creo que estaría más segura con Alucard intentando violarme -arrojó con frialdad y malicia-. Tú no puedes proteger a nadie, Andrei. Así que ve a hacer lo que tengas que hacer. Yo me quedaré aquí hasta que me den el alta. Con suerte mañana podré ir a casa... -explicó, por si no se había enterado que él no tiene nada que proteger, y no debe preocuparse por sus juguetes-. Probablemente, si hubiese muerto ya estarías encontrando a otra a la cual condenar. No sé si es suerte o castigo el ser un hueso duro de roer -acotó luego, suspirando otra vez y poniéndose más cómoda en la cama. Realmente debía ponerse a pensar seriamente en lo que había ocurrido, en por qué su cuerpo reaccionaba así ante el veneno de un vampiro y qué era lo bueno que podría hacer con ello. Aunque Chlóe se encontrase rota por dentro y las lágrimas luchasen por huir de sus lagrimales, ya había demostrado suficiente debilidad en esa iglesia. No le daría a Andrei el gusto de verla desesperada otra vez.
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    Mensaje por Andrei Matthewson Dom Ene 05, 2014 10:33 pm

    Atento, bajo la luz del sol, Andrei escuchó todas y cada una de las palabras de Chlóe. Demasiado predecible ¿Qué era aquello, un intento desesperado de mostrar fortaleza? ¿En esas clara situación de inferioridad? Por favor. Andrei se giró hacia ella, cerró los ojos y se echó el cabello hacia atrás ¿Por dónde debía de empezar? ¿Por explicarle la situación? Tal vez amedrentarla sería suficiente, pero no, a Andrei no le apetecía.
    ¿Condenar? Hablas como si no hubiera encontrado ya a otras. No soy ningún pura sangre en realidad. ¿Crees que mi cuerpo no seguiría estando lleno de agujeros, mordiscos y cortes si no me hubiera alimentado mientras tu descansabas cómodamente sobre la cama?
    El tono de voz que usaba era melodioso y agresivo. La lengua de esa mujer se tomaba demasiadas libertades y eso en parte era algo muy divertido, solo que no tenía que convertirse en costumbre.
    Andrei se acercó unos pasos a Chlóe y se quedó dubitativo.
    Verás. Me importa bien poco tu opinión. He decidido protegerte y eso haré.
    Podía odiarle, escapar, ella podía hacer lo que le viniese en gana, pero Andrei era muy cabezota y las palabras de aquella cazavampiros no iba a hacer que se diese la vuelta y que huyera con el rabo entre las piernas. Andrei tomó asiento y se puso cómodo junto a Chlóe, era una espléndida escena romántica. O lo sería si no fuese por los deseos de cada uno. Gracias a dios no había nada que se pudiera usar como arma en la habitación.
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    Mensaje por Chlóe Crosszeria Lun Ene 06, 2014 3:34 am

    Chlóe había intentado cerrar los ojos para ver si podía hallar un poco de descanso, pero no, era imposible. ¿Cómo intentar estar en paz si tienes un demente al lado? Chlóe abrió un ojo, espiándolo, y entonces su cuerpo detectó ciertas vibraciones malignas cerca. Frunció un poco el ceño y le quitó importancia, aunque, de repente, la figura de la hermana de Issei Chrane emergió al otro lado de la cama. Chlóe la observó, pero la ignoró rápidamente. Ya tenía suficiente.

    - Entonces por qué no sigues persiguiendo a esas y a mí me dejas en paz -espetó. ¿Acaso no llevaba razón? Si tanto alardeaba de tener a otras, muy bien, que se vaya tras ellas y le haga un bendito favor una vez en la vida-. Te recuerdo que "descanso cómodamente sobre la cama" porque tú me enviaste aquí. Iglesia, vampiros, cuchillos, sangre.. No sé, ¿te suena a algo? -murmuró con desprecio y posó sus grandes ojos sobre los suyos. En ese momento Andrei se acercó unos pasos a ella, y Chlóe tensionó su cuerpo un poco. Sin embargo, al oír sus palabras no sabía si quería reír o llorar; si quería matarlo a golpes o agradecerle el gesto. Pero, ¿qué pensaba? Suspiró, cerrando los ojos nuevamente, y esta vez un halo melancólico los cubría.

    - Excelente. El lascivo psicópata ciclotímico ahora desea protegerme -susurró lentamente, mientras su pecho se elevaba y descendía suavemente. La respiración de Chlóe ya era más pacífica y estable-. Y luego, cuando Chlóe Crosszeria se recupere, allí estará para hincarle los colmillos de vuelta -continuó, y entonces abrió un ojo para observarlo, pero luego lo cerró otra vez.
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    Mensaje por Andrei Matthewson Lun Ene 06, 2014 4:44 pm

    La lengua de Chlóe se seguía colgando ¿A que venía todo ese sarcasmo? Sus palabras iban cargadas de toxicidad y sus intenciones parecían bañadas en oscuridad. Andrei suspiró, el loco era él ¿Por qué ella también se empezaba a comportar como una ilusa?
    La verdadera razón de que estés aquí fue tu debilidad, te comportaste como una inútil. Hasta el momento siempre luchaste, pero ahora que has dejado de luchar, ahora que has dejado que un simple cuchillo te corte como si fueras de mantequilla, ahora que tus fantasmitas son jodidamente inútiles e idiotas, tendré que ocuparme de cuidarte.
    Sus palabras sonaron gráciles, como si no tuvieran intención de penetrar en la herida de Chlóe. El vampiro lo dijo con tranquilidad, recostado en su asiento mientras observaba el techo. Los insultos de Chlóe poco le podrían hacer ya. Sabía que tenía razón, sabía que estaban en el hospital porque dentro de Chlóe algo fallo, su fortaleza se rompió, se rindió, en aquel momento ella se rindió, y después le salvó la vida a su asesino. No iba a abandonarla en ese momento. La chica, a decir verdad, era como una casa de bombones, llena de sorpresas, y por si fuera poco cuando uno de los vampiros más antiguos sobre la faz de la tierra la mordió esta no se convirtió. Algo estaba ocultando.
    Andrei se pasó la lengua por los colmillos, pensativo y suspiró. No, definitivamente no iba a dejarla sin más.
    ¿Es por mi o los muertos no te dejan dormir?
    Dijo finalmente utilizando el mismo tono sarcástico que había usado ella. Si esta tía piensa que voy a ser reducido por sus pobres insultos esta muy equivocada, sus burlas no podrán hacer nada más que animar mi júbilo por mantenerla a salvo, es muy divertida.  Pero debía tener cuidado, Andrei no había dejado de desear fervientemente la sangre de ese jugoso manjar. Y si se descuidaba pronto se encontraría mordiendo la muñeca de aquella damisela "en apuros".
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    Mensaje por Chlóe Crosszeria Lun Ene 06, 2014 5:44 pm

    Chlóe intentaba descansar, pero, evidentemente, eso sería imposible. En cuanto las palabras de Andrei se hicieron oír, la joven cazadora abrió los ojos con brusquedad. Ladeó la cabeza, escuchando la cantidad de idioteces que decía. ¿Cómo podía ser tan descarado?
    - Eres un hipócrita, Andrei. ¡Eres un maldito hipócrita! ¡Un enfermo! -gritó, sentándose de repente y mirándolo con auténtico odio en los ojos-. ¿Mi debilidad? ¿MI DEBILIDAD, DICES? No entiendes nada, y tampoco vas a entenderlo porque para lo único que sirves es para asesinar y torturar. Eres un maldito bastardo. ¿Con todo lo que me has hecho y dices que yo no he luchado? No me conoces, así que no hables como si lo hicieras. No sabes nada de mí, Andrei Matthewson, y te deseo la muerte desde lo más profundo de mi ser -dijo entre dientes, negando con la cabeza, completamente indignada con sus palabras. Los ojos de Chlóe estaban brillantes, y algunas lágrimas comenzaban a descender a causa de la bronca y la impotencia-. Y no tendrás que cuidarme una mierda, ¿sabes? Porque no quiero verte. ¡Quiero que salgas de mi vida de una vez! No quiero verte, no quiero que vuelvas a hablarme como si todo estuviera bien y yo fuera la equivocada -continuó, llevándose una mano a la frente y apartando sus cabellos en un gesto cargado de nerviosismo y estrés. Acto seguido, lo miró apretando los labios y con un rápido movimiento de brazo, llevó su mano directamente a la mejilla del vampiro, dispuesta a dejarle todos los dedos marcados. Agarró, luego, el cuello de su camisa y lo aferró con fuerza, respirando con intensidad a causa de la hiperventilación que generaba toda la furia que contenía su menudo cuerpo en ese momento-. Ojalá algún día sufras lo que yo. Ojalá algún día te importe verdaderamente alguien, y te deseo lo peor, lo peor que puedas imaginar -siseó. Jamás hubiera creído poder sentir semejante odio. Y, automáticamente, como una reacción de su cuerpo ante la fuerte emoción, varias cosas dentro de la habitación abandonaron su sitio para volar y caer en los lugares opuestos a donde estaban. Y, mientras Chlóe clavaba sus ojos en Andrei, un fuerte e intenso sonido se extendía torturando a todos los vampiros que se hallaran en la zona, producto de la mente de Chlóe. ¿Y qué decir sobre Andrei? Él sería, probablemente, el que peor lo pasaría.

    - Vete, Andrei. ¡VETE DE UNA MALDITA VEZ, DÉJAME EN PAZ! -gritó con más ganas de las que jamás podría imaginar. Chlóe soltó a Andrei con brusquedad y se puso de pie. Iba a matarlo. Iba a tener el valor de matarlo allí mismo. Debería aprovechar la oportunidad, porque quizás en otro momento todo este horrible sentimiento se doblegue y ya no le otorgue la fuerza necesaria para arrebatar una vida, por más miserable que fuese. Los ojos de Chlóe se volvieron grisáceos y vacíos, y entonces aferró el cuello de Andrei y elevó su cuerpo, obteniendo fuerzas inimaginables para una joven humana como ella, y más en ese estado. La fuerza que ejercía sobre la carne del vampiro era intensa, y se incrementaba en cada momento.

    - Te mataré lenta y dolorosamente. Te haré sufrir tanto.. que desearás nunca haberme puesto una mano encima, pequeña y miserable basura. Dejarás de ser esa piedra en mi zapato -espetó con desprecio, mientras su voz era calma pero claramente determinante y severa. Estaba harta, y ahora era Chlóe quien controlaba todas las energías que convivían en su interior. De repente, todo su potencial se había alineado de algún modo, pero entonces...

    La salvación para Andrei llegó. Qué paradójico.

    Las enfermeras oyeron los gritos y acudieron al cuarto de Chlóe. En cuanto entraron, vieron aquella escena y gritaron horrorizadas. La joven convaleciente se volteó hacia ellas y, al tener contacto con aquellos ojos humanos y asustados, las fuerzas de Chlóe disminuyeron y su mano soltó a Andrei. La chica se tambaleó y cerró los ojos, llevándose una mano a la cabeza. Las enfermeras lograron atajarla antes de que cayera al suelo, y comenzaron a llamar a seguridad.

    - ¡Un vampiro! ¡SEGURIDAD! ¡RÁPIDO! -gritaron las mujeres al unísono. Chlóe se encontraba internada en una zona del hospital que admitía solo pacientes que habían sufrido algún daño por parte de aquellos seres inmortales, por lo cual el personal que allí había conocía el secreto y, por supuesto, la verdadera naturaleza de Chlóe. ¿Qué haría Andrei ahora? ¿Acaso querría ser visto y acusado por todos allí dentro? ¿O preferiría huir? Tal vez lo que más le interesara sería asesinarlos a todos, pero esa opción se veía bastante complicada.

    Una de las enfermeras, la que anteriormente había hablado con Chlóe, clavó sus ojos en el vampiro.
    - Tú... tú eres quien la trajo aquí. Entonces... p-por qué haces esto, ¿por qué no la dejas en paz? Los humanos no deben estar cerca de los vampiros... nunca. Ustedes no valoran la vida humana, no valoran lo que hay dentro de nosotros -susurró, indignada y claramente en contra de la naturaleza de Andrei.
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    Mensaje por Andrei Matthewson Mar Ene 07, 2014 12:33 pm

    So...welcome to my Frakshow
    This is who I am
    A part of me is empty
    In emptiness I stand

    Los insultos y vulgaridades que Chlóe escupía como un veneno eran música para los oídos del joven vampiro. Sonrió de lado mientras su humana compañera se erguía, lanzandole una mirada asesina. Eso es querida, deja que tu sangre hierba, controla lo que es tuyo. Unas lágrimas de odio surcaron las mejillas de la joven. Andrei la miró enarcando una ceja y prosiguió observando el espectáculo. Y en un arrebato de pasión la mano de Chlóe atravesó fugazmente la habitación, silbó en el aire y se estrelló como un rinoceronte sobre la cara del vampiro. El golpe resono en toda la habitación y consiguió girar la cara del neófito hacia un lado, meciendo sus pelos por el movimiento, alborotandolos y provocando que sus rojos mechones cubrieran sus ojos. Las dedos de Chlóe quedaron momentáneamente marcados sobre el rostro del muchacho. La sonrisa que se dibujaba en su pseudo oculto rostro se tornó algo más sádica. Sigue así, lo estas consiguiendo. Chlóe lo agarró del cuello de la camisa con brusquedad y Andrei no hizo nada para impedirlo, las cosas estaban siguiendo justo el curso que al le gustaba que siguieran. Los objetos de la habitación volaron para todos los lados. Un reloj de mesa se estrelló contra la pared, destrozándose por completo. Andrei solo suspiró, satisfecho. De repente un doloroso sonido invadió todo el centro, pero más que molestar a Andrei este parecía disfrutarlo. Rió bajito mientras Chlóe no dejaba de mirarlo con esos ojos asesinos a la vez que intentaba dañarlo. El joven vampiro solo podía sentir placer cuando la humana se ponía histérica, porque cuando ella se descontrolaba él pasaba a tener el control real, como el dueño de un perro que se vuelve loco y comienza a morderlo todo, pensando que puede hacer lo que quiera. Andrei no hizo nada para detener a la muchacha, quería ver hasta donde llegaba su locura ¿Hasta donde había podido envenenar la mente de la dulce e independiente Chlóe? ¿Habría ocupado Andrei ya casi todos sus pensamientos o todavía le faltaba un pequeño caminar hasta conseguir ese objetivo? Él lo sabía, todos lo sabían, del amor al odio solo hay un paso. Y cuanto más destructivo es el odio... más apasionado es el amor.

    La chica soltó el cuello de la camisa de Andrei y después se levantó. Estaba controlando a esos idiotas, ahora ella poseía el control de los fantasmas. Su energía era increíble, irresistible. Chlóe agarró a Andrei del cuello y lo levantó. Espléndido, fabuloso. Más, más. Sus brazos lo apretaban con fuerza mientras ella seguía gritando a pleno pulmón. Cuánta pasión, cuanto sentimiento. Había despertado en aquella aburrida mujer las emociones más poderosas que uno puede imaginar: un odio irracional e incontrolable, un odio que puede mover masas, asesinar inocentes, destruir pueblos enteros, cometer genocidios y sobre todo, amar con locura.

    Andrei no necesitaba respirar, pero no era ahogarlo lo que pretendía Chlóe, quería romperle el cuello, poco a poco, sin piedad. Muy bien querida, te estas convirtiendo exactamente en lo mismo que yo. El dolor que sentía Andrei era grande, pero no era comparable a la emoción que esa situación le brindaba. Y para mejorarlo todo aún más los médicos llegaron. Andrei les dejó pasar, tenían que pasar, todo era parte del plan. No quería que la puerta estuviera atrancada, necesitaba sacrificios, sangre inútil que malgastar, que usar... para Chlóe. La cazavampiros, al ver aquellos rostros asustados dudó por un momento y soltó a Andrei. Bueno, supongo que no esta preparada del todo, no tiene suficiente odio, es comprensible, al fin y al cabo la pobre es como un cacho de pan en el fondo. Andrei se llevó la mano al cuello, dolorido, pero pronto su diabólica risa invadió la sala. Era la risa de un loco sádico que estaba a punto de llevar a cabo sus planes más macabros. Su risa se elevó hasta tonos exagerados, pero entonces una de las enfermeras lo interrumpió, mientras la otra sujetaba el cuerpo de Chlóe. Gracias a dios, todavía estaba consciente, si se desmallaba por completo todo sería más complicado.
    Esperó a que Chlóe se despertara para responder a la vieja enfermera. Tal vez la muchacha de los fantasmas pensaba que Andrei escaparía o simplemente no haría caso, pero... por favor, nada de eso ocurriría.


    One, two, three
    What you really wanna see
    Is people liberates
    Killing what they wanna be


    ¿Qué yo... no valoro lo que tenéis dentro? -soltó apenado con un tono falso al tiempo que se llevaba una mano al pecho, como agarrando su corazón. Puro teatro - Oh, se equivoca señora. Yo valoro MUCHO lo que lleváis dentro - Y al decir aquella palabra gritando agarró la cabeza de la enfermera sin previo aviso. La miró a los ojos, esos ojos llenos de terror y desesperación, pidiendo perdón, clemencia. Sonrió y apretó las sienes de esa estúpida vieja entrometida hasta que poco a poco se empezó a escuchar como su cráneo crujía bajo la presión de los dedos de Andrei. Pero Andrei era un buen chico, cuando los gritos de la enfermera inundaron la habitación decidió acabar con su vida, para que no sufriera más la pobre. La cabeza de aquella amistosa mujer que había atendido anteriormente a Chlóe explotó violentamente, dejando que un chorro de sangre saliera disparado hacia arriba desde su arteria carótida mientras sus brazos se convulsionaban y su gordito cuerpo caía al frió suelo.
    -¿Lo ve? AMO lo que llevan ustedes dentro... pero lo que tiene usted esta algo cargado de grasa, se lo dejaré a las hormigas
    Susurró la última parte de la frase de forma amable, amistosa. La otra enfermera, la que estaba sujetando a Chlóe, estaba paralizada. Oh, que mona, ha tenido un shock, debo ser tan guapo que la he dejado sin habla. Los inexpresivos ojos de la mujer comenzaron a llorar, sabía que su fin se acercaba también.

    Ya estaba bien de joder al vampiro ¿Quién cojones se había creído ella para decirle a Andrei lo que tenía que hacer? Si se hubiera mantenido con la boquita callada y sumisa nada de eso estaría pasando, nadie saldría herido. Pero el "daño" ya estaba hecho, el hospital nunca olvidaría ese día. Andrei dio un paso decidido hasta Chlóe y la enfermera meona. El chico se quedó dubitativo durante unos instantes, y luego, como en un arrebato de violencia agitó su brazo y de un golpe seco y potente atravesó el vientre de la enfermera que sujetaba a Chlóe. Sus fuerzas pronto le comenzaron a fallar y cuando estuvo por soltar a la cazavampiros Andrei se le adelantó y recogió a Chlóe como un verdadero caballero, mientras dejaba que la otra mujer se desangrase. Ya no tenía salvación de todos modos, había perforado su estómago.

    Las palabras de Chlóe resonaban poco a poco en su cabeza. Se refería a que Andrei nunca había querido a nadie, y se equivocaba, quería que él sufriera lo mismo que ella, y ojala solo fuera eso, pretendía que muriese lenta y dolorosamente pero eso era demasiado cruel, él nunca le haría nada como eso a ella ¿Se había convertido entonces la chica en un ser incluso más despiadado que Andrei? Si, tiene lógica. Andrei mataba, pero no conocía a las personas que asesinaba, no podía sentir nada por ellos, y sin embargo Chlóe quería asesinar con ganas desenfrenadas al mismo personaje que hacía tan solo unas horas había salvado ¿Y Andrei es el hipócrita? No, en el fondo sabía que tenía razón. Chlóe tenía que seguir luchando, tendría que haberse defendido y atacado, pero no, se había rendido, y Andrei iba a enseñarle cuál era el precio de rendirse y hacer como si nada pasara.

    La seguridad llegó, pero ya era tarde, las enfermeras estaban acabadas. Andrei, delicado como un padre y amable como un amante depositó a Chlóe en la cama. Si, ahí estaría bien, lo podría observar todo y seguramente no podría hacer NADA para evitar la calamidad que estaba cometiendo Andrei porque Él tenía razón: ella todavía era demasiado débil.
    Los guardias apuntaron al vampiro con sus armas, como si eso fuese a hacer algo. En sus ojos había determinación, confianza, pensaban que con unas pocas balas podrían acabar con Andrei, y su error fue precisamente no disparar en cuanto le vieron. ¿Qué querían? ¿Que se rindiese? ¿No veían la tele? ¿Desde cuando un asesino de esa clase se rendía ante un par de cañones inofensivos? Humanos ilusos. De nuevo una sonrisa de media luna se dibujó como un arco en el rostro de Andrei, mientras las salpicaduras de sangre resbalaban por su mejilla y su cuello.


    Endless pain night and day
    Won't you come little child
    and make it go away?
    Follow me down in the dark
    And I'll give you a life in a dying ark


    Dos cuchillas gigantes emergieron en horizontal de la nada, desde la puerta, a la altura de los cuellos de aquella gente, sesgando la vida de los guardias en unos instantes. Sus cabezas rodaron hacia abajo y chocaron contra las baldosas del suelo de la habitación.
    Ya se que soy atractivo, pero no perdáis la cabeza chicos jijiji
    Tic, tac. BOM. Se escuchó como partes de algunas paredes de otras habitaciones vecinas se vinieron abajo, aplastando a más miembros de la seguridad y la policía que venía a detener al vampiro. Hay, pero que bueno era Andrei, haciendo que todo el mundo donara sus órganos por la caridad. Pero no podía dejar que Chlóe donara los suyos, no no, Chlóe era especial, había sido una chica mala y no se le permitía donar nada por el momento, solo podía observar mientras todos los demás jugábamos.
    El neófito suspiró y mientras esperaba más diversión levantó su antebrazo y lamió parte de la cuantiosa sangre que resbalaba por si pálida piel. Puede que su pequeño corazón ya no tuviera pulso, pero se sentía como si fuera el hombre más vivo del mundo, toda esa euforia, y la sangre, y los cuerpos, y las miradas desesperadas, eran perfectos.
    Al comprobar que por el momento no vendría nadie más Andrei simplemente hizo que las cuchillas desaparecieran, cerró la puerta como si nada, molesto por el escándalo de fuera y se giró hacia Chlóe. Los demás idiotas estarían muy ocupados centrándose en los demás pacientes y en apagar las llamas que acaban de surgir de improvisto en el recibidor cuando uno de los extintores irónicamente se prendió fuego.
    La puerta volví a estar atrancada, la ventana no era una opción pues pronto estuvo igual de cerrada y de todos modos: seguramente la pequeña cazadora ni siquiera querría abandonar el lugar ¿Me equivoco?
    Andrei se acercó de nuevo a la cama, esquivando los cadáveres y las cabezas de los guardias, mientras los charcos de sangre alrededor de sus cuerpos seguían haciéndose más espesos.
    Después de todo... ¿Todavía no entiendes como funciona este mundo? ¿Cómo vas a matarme si ni siquiera tienes las agallas suficientes para pararme querida?
    Andrei abrió la boca y con una expresión lasciva se relamió un poco de la sangre que tenía en el rostro ¿Cuando aprendería esa mujer? Tal vez nunca. Se oyó un grito de agonía de fondo al mismo tiempo que Andrei volvía a guardar su lengua. Delicioso.
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    Mensaje por Chlóe Crosszeria Mar Ene 07, 2014 5:44 pm

    Chlóe había caído semi-inconsciente en los brazos de aquella enfermera. El cansancio y el dolor habían regresado a su cuerpo, como si aquel ataque anterior jamás hubiese existido; como si esa fuerza interior se hubiese desvanecido en un mísero instante. Toda esa braveza, toda esa furia contenida, habían contribuido a despertar en Chlóe sus más eficaces ataques y defensas. Pero la mente de la chica, sensible e insegura, pronto acalló las voces del poder dentro de ella, y lo desvaneció todo. Había pasado de ser una chica convaleciente a mostrar un verdadero valor e ímpetu, y luego regresó otra vez a aquel aspecto débil y frágil. Sus párpados habían caído y apenas podía oír lo que ocurría a su alrededor. Gritos, palabras bruscas, armas… Chlóe no podía reaccionar, aunque sabía que debía hacerlo. Lo cierto es que tras la mordida de Alucard, tras su trágica muerte de varios minutos, algo se había despertado dentro de ella. Ese poder dormido había comenzado a emerger, pero no le había dado tiempo a prepararse para recibirlo. Chlóe era inestable, no sólo emocionalmente, sino también físicamente.

    - No… Para… -susurró abriendo los ojos lentamente. Podía oír los gritos de la enfermera a su lado, al mismo tiempo que oía la risa diabólica de Andrei. ¿Y para qué abrió los ojos? ¿Para ver cómo la única persona que la había tratado gentilmente moría de aquella forma salvaje y violenta? No, no podía soportarlo-. D-detente.. –insistió, estirando uno de sus brazos, pero apenas pudo rozar el brazo de Andrei cuando todo estalló. La sangre de aquella mujer salpicó el ahora tímido y sumiso rostro de Chlóe, dándole un aspecto tétrico y lúgubre a su pálidez. Los redondos ojos de Chlóe se abrieron de par en par y, de repente, dejó de oír lo que ocurría a su alrededor. Las imágenes de Andrei asesinando a los trabajadores de aquel hospital danzaban frente a sus pupilas. ¿Esta era la clase de hombre con la cual ella se encontraría a lo largo de su vida? ¿Este era el tipo de ser que la había salvado, así como también la había condenado? ¿Este era el individuo más desalmado sobre la faz de la tierra, o es que acaso existían peores?

    Chlóe estaba en shock. La imagen de la cabeza de la enfermera estallando en mil trozos se repetía una y otra vez frente a sus ojos, como una macabra cinta maldita. Mientras tanto, Andrei continuaba haciendo lo suyo. ¿Y para qué? Para terminar atravesando a la joven enfermera que estaba sosteniendo el cuerpo de ella. Sintió la potencia de aquella mano atravesando su abdomen como si atravesara el propio abdomen de Chlóe. Sintió sus órganos reventándose, haciendo la hemorragia, en escasos segundos, imparable e incurable. Mientras tanto, Chlóe seguía viendo la nada, con la expresión de horror pintada en cada una de sus facciones. Y, de pronto, sus rodillas flaquearon. Ya no podía soportarlo. Y Andrei la sujetó gentilmente, como si no fuera aquel asesino por esos simples minutos en que sostuvo su cuerpo. Llevó a Chlóe hasta la cama, depositándola allí. La chica no dejaba de perder y recuperar el conocimiento incansables veces. A este paso, acabaría enloqueciendo. ¿Cuánta destrucción podían ver sus inocentes ojos? ¿Cuánta sangre, cuánta muerte..? “Por favor, haz que pare”, solo podía pensar; “haz que todo sea una pesadilla, nada más.”

    Cuando abrió los ojos de nuevo, sintió la humedad de la sangre sobre su abdomen: sangre ajena y propia. Sus pupilas se clavaron en el frío techo, pues ya no representaba la calidez de un sitio donde descansar en paz. Nuevamente, Chlóe volvía a la consciencia, para acabar sucumbiendo ante un ataque nervioso y emocional. Lentamente, se irguió un poco, y entonces el terror y la culpa lo inundaron todo. La chica intentó echarse hacia atrás, alejándose lo más posible de aquel espectáculo tétrico y sangriento. Pegó su espalda a la pared, sin bajarse de la cama ni abandonar el blanco colchón. Comenzó a respirar entrecortadamente, agitada, hiperventilando sin remedio alguno. Su corazón amenazaba con salirse de su pecho y si no le agarraba ahora mismo un ataque cardíaco, podría considerarse una chica de suerte, por más irónico que sonase, pues una chica como ella, realmente no podía tener el azar a su favor. Irremediablemente, mientras trataba de controlar el impacto que le generaba el chasquido de los cuerpos contra el suelo, comenzó a gritar. Un grito agudo y prolongado, seguido de otro, de otro y otro… Chlóe llevó ambas manos a sus oídos y cerró los ojos, meciéndose levemente. Ya no podía soportarlo. Estaba aterrada, sobrepasada, completamente shockeada y presa de sus propios miedos. Chlóe no era más que un conejo indefenso. No era más que la pequeña liebre a la cual Andrei había marcado para torturarla cada día de su existencia. ¿Por qué? ¿Por qué ella y no otra? ¿Por qué no podía ser fuerte y alejarlo de su vida de una vez para siempre? ¿Por qué sentía que no había nadie más que él a su alrededor? ¿Por qué tenía ese horrible sentimiento de que sólo los vampiros se percataban de su existencia, y generalmente para mal? Ella.. Ella solo quería ser libre. Pero ahora mismo sus propios gritos la apresaban, así como el propio dolor. Pronto, la herida de su abdomen permitió que la sangre manchase aquella ropa blanca típica de los hospitales. La voz de Andrei se hizo más cercana, más intensa, pero Chlóe continuaba gritando, con los ojos cerrados, totalmente colapsada. Las lágrimas se escapaban por sus mejillas como verdaderos ríos. ¿Qué pasaba con ella? ¿Qué pasaba con su cuerpo? ¿Por qué sentía que no podía controlar todo lo que llevaba dentro? Chlóe estaba aterrada por la situación y por ella misma, pues su cuerpo estaba actuando extraño desde esa noche macabra, y ahora sentía que todo se le iba de las manos.

    - N-no.. puedo.. No puedo.. basta, haz que pare, haz que pare, por favor –repetía mientras se mordía los labios, histérica. ¿A quién le hablaba? Ni ella lo sabía. Simplemente suplicaba, por si alguien podía oírla, por si alguien se apiadaba. Todas estas muertes.. Todo este desastre, había sido por su culpa. Y, lentamente, su espalda se deslizó por la pared hasta que acabó recostando su cuerpo. Su cabello rosado, manchado en varios sitios con aquel intenso carmesí, ocultaba su rostro, permitiendo que sus lágrimas y su impotencia tuvieran cierta soledad-. N-no puedo… más. Quiero… quiero ir a casa –confesó entre súplicas silenciosas. Sus manos se enredaban en su propio cabello, nerviosas y temblorosas. El ataque de pánico que estaba sufriendo no lo había padecido jamás. Así como jamás creyó que esta pesadilla pudiese llegar tan lejos.
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    Mensaje por Andrei Matthewson Jue Mar 13, 2014 11:39 pm

    ¿Qué? ¿Estaba asustada y no podía responder racionalmente a una simple frase? Vaya por Dios, que humana más rarita. Primero que si "acabaré contigo", luego que si "soy fuerte" y luego "Para por favor, no más" No jodas, ni que estuviera violando a una virgen. Andrei se llevó una mano al mentón, pensativo, mientras Chlóe se recluía en la esquina de la cama. Claro, debe de ser que es así como... virgen de mente. No importa, nada de eso le importaba a Andrei. Había conseguido lo que más ansiaba, corromper la mente de aquella fuerte e independiente mujer.
    El olor de la sangre comenzó a inundarlo todo, como una fuerte corriendo de oleaje marino. Era tan... acogedor. Andrei aspiro profundamente el aire que lo empapaba todo en aquella habitación y sonrió satisfecho cuando aquella sangre comenzaba a abrir su apetito ¿Estaba realmente aquel Pura Sangre demente? ¿Qué se escondía detrás de su sádica sonrisa?
    Dicen que todos los sádicos alguna vez han sido víctimas de algo muy doloroso, pero... ¿Andrei ha tenido que sufrir algo asi? No lo sabemos pues el no recuerda nada, o no quiere recordar. El prefiere pensar que siempre fue así, que nunca fue un niño inocente.
    El rostro y el cuello de Andrei tenía salpicaduras de sangre fresca, al igual que el rosto de Chlóe. La pequeña Chlóe, que frágil, que vulnerable se veía aquella luchadora. Andrei iba a explotar de euforia y ni siquiera sabía de que se trataba. Yo puedo explicarlo. ¡Yo! ¡Yo! ¡Yo se la respuesta profesora! "Adelante narrador..." Bien, estoy casi seguro de que el esta tan emocionado porque Chlóe ahora esta pasando por una situación parecida a la que tuvo que soportar el pequeño e incomprendido Matthewson cuando era más joven, ahora el ya no es la victima, el había conseguido crecer y convertirse en el acosador ¿No era ese motivo suficiente par exaltarse cuál colegiala en celo? ¡Claro que si! Pero por desgracia creo que el pobre no podrá mostrarnos un espectáculo decente, algo dentro de él, algo bueno, sigue viviendo en su corazón ¿Que inútil no? Sentimientos tontos, dañinos,  innecesarios.
    Andrei dio tres pasos hasta situarse a la altura de la cama, después se sentó lentamente en ella, regocijándose en su comodidad. Miró a Chlóe con unos ojos profundos, con una mirada que infundía una extraña confianza a la vez que te atrapaba y no te dejaba escapar ¿Qué mierda es esta? ¿No va a acabar con ella? No, claro, tampoco queríamos eso ¿Cierto chicos?
    -Soy el único que puede comprenderte... el único que puede salvarte de este estúpido mundo de mentiras y etiquetas - Las palabras que Andrei arrojó sin más hacia Chlóe sonaron repentinas e incluso impertinentes, después de todo lo que había causado ¿A que venían esas palabras? ¿O acaso Chlóe podría comprender el complicado sentido de sus entroncados comportamientos y sentimientos? Bueno, estaba claro que si ella no conseguía comprenderlo nadie más lo haría así que volveríamos al dilema del principio y Andrei volvería a atormentar a Chlóe de esa manera hasta que ella le entendiera a él. Suena egoísta eh, pues si, pero a Andrei eso le importaba poco así que solo se le podía dejar ser.

    Andrei gateo por la cama hasta Chlóe y se quedó frente a ella, observándola, estudiando sus movimientos. La última vez, hacia tan solo unos minutos, el temperamento de Chlóe había puesto a prueba la paciencia y los escrúpulos de Andrei y el vampiro le demostró a aquella imponente mujer que no poseía ninguna de esas dos aptitudes ¿Volvería la cazadora a comportarse de forma hostil? Andrei pasó su mano delicadamente por el cuello de Chlóe, por la zona de la mordida de Alucard y sonrió. Es cierto que aquel viejo había mancillado a Chlóe pero... por lo menos la había salvado y eso era mucho mejor que nada.
    Finalmente el vampiro se separó de su víctima y se puso de pie junto a la cama. Ajustándose la corbata en un gesto un tanto bizarro teniendo en cuenta que estaba rodeado de sangre y restos de cadáveres.
    -Todavía estas muerta...volveré a por ti una y otra vez hasta que estes tan viva como yo... no puedo seguir caminando solo en este mundo de cadáveres- dijo solemnemente dándose la vuelta. Por arte de magia o por efecto de las drogas anestésicas de Chlóe, una serie de prendas aparecieron en la cama, al lado de la mismo. Era ropa de mujer, muy elegante por cierto, también había un antifaz. Andrei suspiró apenado, como si hubiera perdido recientemente a un pariente cercano, aunque lo único que podía ver la mujer era la espalda del vampiro subir y bajar mientras su rostro expresaba pena real. La ventana se desatrancó y la puerta se abrió. Andrei comenzó a andar hacia la salida del hospital, por el pasillo principal, mientras varias personas corrían despavoridas de un lado a otro. El cuerpo del, aparentemente joven, vampiro se mezcló con el humo del incendio que se había creado y desapareció misteriosamente segundos después. ¿Se puede saber que era ese mensaje tan... estúpido, que le había dejado el vampiro a la cazadora? ¿Realmente Andrei era tan inteligente como para poder decir cosas tan profundas con un significado real?Seguro que no. Ah, se me olvidaba, tenéis razón, Andrei había sido algo autista por su mente superdotada, así que supongo que algo de sentido tendría todo eso, pero... ¿Lo tendría para la joven víctima de nuestro loco maestro del engaño? Eso que me lo haga saber su querida narradora cuando le llegue el momento de reaccionar a la pobre muchacha, aunque a mi no me da pena. Su expresión mientras gritaba era tan.... dulce.
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    Mensaje por Yagari Touga Miér Mar 26, 2014 4:49 am

    "¿Qué es un milagro? ¿La vida en sí misma no lo es?
    ¿Quién soy yo para elogiar su valor con un himno?
    Soy un escéptico, al igual que mi copa de vino."

    Abrió su ojo. Un temblor recorría su cuerpo, y era el ocasionado por las ruedas del vehículo al andar. Parpadeó un par de veces, hasta que comprendió el por qué de esa luz blanca, intensa, alumbrándolo; hasta que comprendió qué eran esos murmullos, qué era ese reciente escozor que sentía en el brazo… Y se sobresaltó. Se sobresaltó y se sentó en la camilla mediante un único impulso. Rápidamente, miró a su alrededor, para ver cómo los enfermeros aplicaban en Rangiku primeros auxilios. Ella tenía un respirador artificial, suero, incluso estaban haciéndole una transfusión aunque sabían que ella iba a perder toda esa sangre irremediablemente si no era intervenida a tiempo. El cazador, alterado por dentro pero intentando conservar la calma por fuera, observó a cada uno de los presentes, y entre ellos halló a un miembro de la Asociación. Este, al percatarse del movimiento brusco de Touga, fue hacia él e intentó recostarlo nuevamente, pero Yagari se negó, apartándolo con brusquedad y arrojando un par de insultos al aire. El hombre retrocedió, comprensivo de su situación, y más aún conociéndole. Pero miró a los enfermeros, y uno de ellos se acercó a él, diciéndole que lo mejor sería que descansara, porque él también estaba muy herido y era necesario que recibiera una transfusión también, además de curar sus heridas y coser las más graves. Yagari, quien había perdido su mirada en el cuerpo inconsciente de Rangiku, no dijo ni una palabra. Los enfermeros y el cazador se miraron entre sí, y prefirieron no decir nada más.

    La ambulancia frenó y, con velocidad, bajaron la camilla donde se encontraba Rangiku. Ya habían alertado al hospital, y un médico estaba listo para intervenir de urgencia a la muchacha. Yagari, por su parte, no esperó a que alguien decidiera bajar su camilla también. Envió a la mierda el suero de su brazo, le importó un bledo que las vendas de su abdomen de mancharan con sangre fresca otra vez. El cazador que estaba con él le gritó, intentando frenarlo. Lo sujetó del brazo, pero Yagari se liberó mediante un violento y brusco movimiento, mirándolo con advertencia, mientras comenzaba a avanzar tras la camilla. El hombre lo siguió, poniéndose a su lado.
    - Yagari, ¿estás loco? ¡Detente! Tú también estás herido, ¡mírate! Estás completamente exhausto..
    Touga, con un iris completamente turbio y apagado, miró a su camarada.
    - Y ella se está muriendo –sentenció, con frialdad.
    - Yagari…
    - ¡Que estoy bien, maldita sea! –gruñó, interrumpiendo al otro cazador y zafándose una vez más de su agarre. Mientras tanto, uno de los enfermeros acudía a él, sugiriéndole nuevamente que se calmara, se recostara en la camilla, aguardara tranquilo y sería atendido también. Una mirada del reacio hombre bastó para sacar a ese enfermero de su camino. El joven asistente del hospital ya conocía la verdad. Muchos de los trabajadores del lugar sabían de la existencia de vampiros y, por ende, de la Asociación. Día a día atendían casos relacionados a ambos bandos, y este no era la excepción.

    Una vez dentro, Yagari avanzó por el pasillo ignorando completamente las miradas preocupadas y temerosas de la gente que allí aguardaba. Pues claro, con toda esa sangre, con ese aspecto deplorable, más que alguien que salva vidas parecía un asesino. Entre toda esa gente, había mucha que no conocía la verdad sobre el pueblo, y por lo tanto un cazador ante sus ojos era solo un delincuente más. Y debido a que el abrigo de Yagari ya no estaba con él, cubriendo sus hombros y espalda, tenía al intemperie, al completo descubierto, cada rasguño y cada herida sagrante. Vio a la lejanía  los médicos que llevaban la camilla de Rangiku. Aceleró el paso. Llegó hasta ellos, exaltado y desesperado como en el primer momento. Estos la llevaban al quirófano, y él allí, evidentemente, no podía entrar. Los médicos le dijeron que debía aguardar, que ya mismo sería intervenida y que harían lo posible por salvar su vida. Incluso uno de ellos le preguntó a él qué era de ella, si padre, hermano, primo, novio... Y Yagari simplemente lo miró como si en vez de un ojo poseyera una espada ardiendo en lava. ¿Qué mierda importaba eso ahora? ¿Por qué perdían el tiempo con tantas idioteces?
    - Soy el tío –mintió, y sintió cómo sus manos, frías pero cálidas a causa de todo el esfuerzo llevado a cabo, percibían la helada puerta que se cerraba justo enfrente de sí. Por una pequeña ventana, logró ver cómo se llevaban a la cazadora por otro pasillo, y luego doblaban a la izquierda. Hasta ahí había llegado él. Hasta ahí le permitían avanzar a su lado. De ahora en más, no habría forma para Touga de saber sobre el estado de la muchacha a menos que un médico viniese y le informara.

    Dejó que sus manos se deslizasen por la puerta hasta caer a ambos lados de su cuerpo. Un pequeño camino de sangre había quedado en la superficie blanca. Era la sangre de ella. Yagari bajó la mirada, logrando que sus cabellos, húmedos a causa del sudor y la nieve, cubrieran su semblante como tantas otras veces lo habían hecho. Entonces el murmullo del pasillo se hizo lejano, ajeno, y tan solo se quedó con él aquel silencio que lo azotaba por dentro; aquel silencio que era, en verdad, un mar de preguntas sin respuestas; un océano de dudas y de culpas; un ínfimo rayo de esperanza entre toda la oscuridad que él mismo había sembrado, y que esa noche había cosechado. Una de sus manos se transformó en un puño, y sin poder evitarlo, sus nudillos se clavaron en la blanca pared. Su nariz se arrugó, como lo haría la piel de un felino sobre la zona del tabique. Su dentadura pudo entreverse a través de sus labios, blanca y rígida. La típica expresión de un agresivo y desconfiado animal herido; la típica expresión de alguien que lamenta haberlo arruinado todo. Él no tendría que haberle dicho todo eso. Ella no tendría por qué haber llorado así. Él no tendría que haber privilegiado su resentimiento hacia su noble accionar. Ella no tendría por qué, ahora mismo, estar luchando por su vida.

    Una mano se posó en su hombro. Era Shinji. Touga se volteó levemente, siendo capaz de percibir la silueta del hombre al mínimo movimiento. Sí, era su culpa. Por su culpa Rangiku estaba allí, del mismo modo que por su culpa aquel joven discípulo suyo había muerto. El cazador quiso preguntarle qué había ocurrido, cómo estaba ella, qué iban a hacerle. De hecho, lo preguntó. Pero Touga no respondió. No podía hacerlo. Tan solo se volteó y estampó contra su pecho unas tres hojas de blanco papel, donde se especificaba con negra tinta el parte médico de la joven antes de entrar a la operación, con cada uno de los daños que su cuerpo poseía. Yagari caminó y pasó a su lado, logrando hallar más atrás una banca. Dejó caer su cuerpo allí, y se inclinó hacia adelante, recargando los codos sobre las rodillas y haciendo que su cabello se meciera debido a la posición cabizbaja y pensativa que había adoptado. Entrelazó los dedos de ambas manos, observando levemente sus guantes de cuero pincelados con intensa sangre por varias zonas. En ese momento recordó aquellas palabras que su madre le decía cuando era apenas un crío: “tan solo por hoy, no estés enojado; siente gratitud por cada ser vivo todos los días”. Y recordó, más que nunca, lo efímera que era la vida.


    "Y entonces otra página es girada, y rezo por entender lo que está sucediendo.
    Y en todo caso, sé esto: Seré lo mejor que yo pueda."
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    Mensaje por Rangiku Matsumoto Miér Mar 26, 2014 5:28 pm

    Ya no podía hacer nada por mí misma, aquella maldita herida que me estaba robando la vida me lo impedía. Mi corazón se resignaba a dejar de latir, pero ni de eso me daba cuenta. ¿Qué pasaría ahí fuera? ¿Qué era lo que mis ojos no podían ver ni mis oídos escuchar? ¿Qué había sido del hombre que me había disparado? ¿Por qué no me había dado el golpe de gracia, qué se lo había impedido? ¿Qué era de Yagari? Tan sólo percibía, muy lejano, un leve murmullo. Durante un rato, una voz que me pedía que no me marchase, que, por favor, me quedase... ¿Quién era? Había tratado de aferrarme a ella, pero no podía hacer nada más. Luego más murmullos, una sirena... Alguien me sujetaba, pero ya no podía abrir los ojos. Sentía mi cuerpo siendo zarandeado de un lugar a otro, sin saber a dónde me llevaban...Y poco más podía recordar. No reconocía ninguna de aquellas voces confusas, ni siquiera era capaz de distinguir una de otra. Lentamente, me entregué a los brazos de la inconsciencia. No podía sentir a los auxiliares aplicándome todos los primero auxilios para evitar que muriese antes de llegar al hospital; no sentí mi brazo siendo perforado por la agujas y las vías que trataban de salvar mi vida. No fui consciente del momento en el que me bajaban de la ambulancia y se llevaban mi cuerpo dentro del hospital, llevándome precipitadamente hasta el quirófano. Y agradecía el no haber sido consciente de aquello; si lo hubiera sabido, habría entrado en pánico. Me habría horrorizado el pensar en que tendría que estar bajo el efecto de la anestesia en aquella sala, rodeada de sanitarios con aquellas horribles batas para evitar marcharse de la sangre que allí se derramaba, con aquellos gorros, los guantes azules... No habría sido capaz de soportar el ver que estaba siendo controlada por monitores, que tenía los brazos llenos de vías, que estaba rodeada de máquinas y de instrumentos quirúrgicos.

    ¿Cómo habría reaccionado si hubiese escuchado todas las palabras que en aquella sala se intercambiaron? Nadie aseguraba mi supervivencia. Nadie se atrevía a proclamar, triunfante, que mi vida se iba a salvar; pues la pérdida de sangre había sido demasiado grande, y la herida se encontraba en un lugar muy crítico. No querría ni imaginarme allí tumbada, con el respirador que obligaba a mis pulmones a seguir cumpliendo su función. Agradecía no haber escuchado el rápido debate de cómo se las iban a apañar para extraer la bala, la cual me había perforado desde atrás el pulmón izquierdo. Agradecía no escuchar las maldiciones de unos y las exclamaciones de urgencia de otros. Tendrían que extraer la bala abriendo desde arriba, ya que, en mi estado, no podían permitirse el lujo de tumbarme boca abajo. ¡Bendita anestesia, bendito sueño! ¿Cuán grande habría sido mi horror si hubiera sabido que mi corazón se había parado durante unos angustiosos instantes? Me habría alarmado tanto como los sanitarios que se esforzaban en mantener constante mi pulso, que iban de un lugar a otro, atendiendo todos los puntos que podían... Haciendo lo posible por aumentar mis posibilidades de salir de aquel quirófano. Aquella máquina que mostraba mi pulso y la frecuencia cardíaca dibujó una fina línea recta, y un pitido incesante se escuchó en el quirófano. Finalmente, me sacaron de la parada cardiorrespiratoria a duras penas. El desfibrilador lo mantenían mano, por si volvía a ser necesario. Mi pulso débil, aunque constante, era otro de los indicadores que poco les aseguraban mi supervivencia a aquellas personas, pero que seguía siendo una pequeña luz de esperanza. Los pitidos constantes de la máquina que controlaba mi pulso rompían el silencio que a veces se apoderaba de aquella sala debido a la tensión.

    Finalmente, la bala fue extraída. Con un sonido metálico, la dejaron caer en un cuenco y el cirujano pudo permitirse el lujo de respirar aliviado. Comenzaron las curas sobre aquella horrible perforación que no paraba de sangrar, pero a la vez nacieron de sus bocas algunas palabras de esperanza. La parte más delicada había pasado; ahora solo quedaba el cerrar aquella herida. ¿Cuántas horas habían pasado en esa sala? ¿Habría alguien esperando fuera? ¿Habría ido algún enfermero a comunicar todo lo que había estado pasando durante todo aquel tiempo? ¿Sabría de todo esto Shinji? Las gasas usadas, completamente empapadas por la sangre, iban siendo sustituidas por otras limpias, que aun mantenían su blancura. Y, poco a poco, las heridas fueron cosidas y la hemorragia contenida. Mi pulso seguía débil, pero, poco a poco, parecía querer irse recuperando. Fui vendada y, con el brazo aun siendo perforado por las vías que me transmitían tanto suero como sangre, me sacaron de aquella fría sala con un suspiro de alivio. Había soportado la operación. Era, o muy fuerte, o tenía una suerte increíble; o había sido algún tipo de milagro el que me había salvado aquella noche. ¿Cuánto tiempo estuve controlada en el postoperatorio? ¿Cuántas bolsas de sangre y de suero gastaron en mantenerme con vida? Bajo los efectos de la anestesia todavía, después de aquellas largas horas, entre dos personas me sacaron por fin de la sala de postoperatorio para llevarme hacia una habitación; mientras que uno empujaba de la camilla, el otro llevaba el soporte del que colgaban las bolsas de sangre y suero, además de controlar el respirador artificial. No era consciente de cómo fui llevada a lo largo de los pasillos en aquella camilla que aún conservaba restos de sangre sobre la sábana. No veía las miradas de horror, de preocupación y de curiosidad que lanzaban hacia mí algunas personas. '¿Qué le habría pasado a alguien tan joven para acabar en ese estado?' Seguida por aquellas miradas, llegué a la habitación que tenía asignada por si salía con vida. Dejaron la camilla en su sitio y colocaron aquel soporte a su lado. Me conectaron de nuevo a aquella horrible máquina que no paraba de emitir pitidos cada vez que mi corazón latía, y tampoco me libré del respirador. Y allí me dejaron, vigilada por aquel horrible monitor y con la mascarilla que me obligaba a seguir respirando.

    El agotamiento y el efecto de la anestesia me mantuvieron dormida durante Dios sabe cuánto tiempo. Todo rastro de dolor o de sufrimiento se había borrado de mi rostro, para tan solo dejar paso a una expresión de paz absoluta. Había caído en un sueño profundo, tranquilo, sorprendentemente sin ninguna pesadilla. En aquella expresión nadie podría adivinar que acababa de salir de la muerte, cosa que también ignoraba. ¿Cómo reaccionaría al saber que había sufrido una parada cardiorrespiratoria? Tenía el pelo completamente retirado de la cara, esparcido sobre la almohada, pero de poco servía; aquella mascarilla del respirador me cubría completamente la parte inferior del rostro. Poco a poco, fui recuperando la consciencia. Me sentía cómoda entre las sábanas, sin ganas de despertarme. En aquellos instantes no me acordaba del por qué estaba allí. Estaba tan a gusto durmiendo así... Pero no, algo me hacía que poco a poco me fuera removiendo, que me despedía que aquel plácido letargo. Apreté un poco los párpados, para, finalmente, acabar abriéndolos lentamente, sintiéndolos pesados. Reprimí un bostezo, fastidiada por haber tenido que abandonar mi descanso. Parpadeé varias veces, molesta por aquella luz tan intensa. Mi mano se movió un poco, insegura, hasta que fui capaz de levantar el brazo para llevármelo al pecho, donde notaba un leve dolor, ahogado por la anestesia y los calmantes. No conseguía ver bien aun, todo estaba borroso, y lo mismo ocurría con mis oídos; los tenía completamente embotados. Parpadeé un par de veces más, tratando de volver a ver con nitidez. Escuché el incesante sonido de aquella molesta máquina.

    Entonces me di cuenta. Estaba viva.

    Una pequeña punzada en el costado hizo que apretase un momento los labios, en una leve mueca de dolor. La placidez anterior desapareció de mi rostro. Con dificultad, giré la cabeza de manera muy lenta y apenas perceptible, mirando la habitación en la que me encontraba. Los recuerdos regresaron poco a poco, haciendo que volviese a cerrar los ojos, tratando de no pensar. Quería hablar con alguien, quería saber qué pasaba, dónde me encontraba, qué había pasado con Yagari... ¿No había nadie? Abrí los ojos de nuevo, sintiéndome impotente. Traté de incorporarme, pero el dolor me lo impidió, haciendo que me derrumbase de nuevo sobre el colchón. Mi garganta, en un intento por alzar la voz, emitió un leve gemido.- Alguien...- susurré, angustiada. ¿Qué había pasado durante todo aquel tiempo?
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    Mensaje por Yagari Touga Miér Mar 26, 2014 7:07 pm

    Yagari había pasado toda la noche en la misma banca, sin mover un solo dedo por su propia cuenta. Si no fuera porque Shinji le insistió hasta el hartazgo que permitieran curar sus heridas, tal vez hubiera terminado adherido al asiento cual estatua de cemento en medio de un parque. Sin mediar palabra alguna, permitió que lo desinfectaran y vendaran, cociendo algunas heridas que podían presentarse más profundas. Luego de aquello, el único gesto dirigido a quienes se preocupaban por su salud fue una rotunda negación ante la sugerencia de que fuese a descansar. Touga caminó por el pasillo y volvió a retomar su sitio en la banca, mientras las personas que también aguardaban allí por algún familiar o ser querido lo observaban de soslayo, con impresión y algo de miedo, pero a su vez con la compasión por aquel ser que quién sabe qué desgracia tuvo que afrontar para acabar así, destruido y derrotado, aguardando por la esperanza de que aquella muchacha que había traído desangrándose, saliese viva de aquel quirófano.

    Había dormitado en aquel sitio sin darse cuenta. En cuanto menos se lo esperaba, abría los ojos, sobresaltado, porque su párpado había decidido caer, cubriendo su claro iris, y tomando el control de su consciencia despierta. Ya estaba amaneciendo. Los médicos habían estado ausentes durante toda la noche. No había noticias de Rangiku aún, y el tiempo parecía continuar detenido para él, tal y como ese instante fatídico en los túneles. Ahora recordaba la cara de aquel malnacido, sus palabras, el desprecio y odio que sentía, tanto hacia él como hacia sí mismo. De no haber muerto allí, él mismo estaría ya mismo yendo a buscarlo, y era mucho mejor esa muerte que una bajo el iracundo odio de Touga. Y mientras él meditaba acerca de cada sentimiento oscuro que surcaba su interior, Shinji se acercó. Le tendió una taza de café que había obtenido de la pequeña cafetería que tenía el hospital. Yagari sintió el aroma de la cálida bebida y le recordó, inevitablemente, el frío demoledor que hacía afuera. Tras unos segundos, desvió un poco más su mirada y observó el rostro recto, amigable e igual de devastado de Shinji. Éste meció un poco la taza ante sus narices, alzando a su vez ambas cejas, incitándolo a que la tomase. Touga, sin otro remedio, acabó por levantar su brazo, el cual parecía pesar mil toneladas, y encerró la blanca taza de porcelana entre sus dedos. Se irguió un poco y recostó su espalda contra la pared. Shinji se hizo un espacio a su lado, y se sentó.
    - Aún no hay noticias de ella, ¿eh? Parece mentira que esto haya sucedido... Yo le dije que tenía que irse de allí conmigo. Se lo dije, pero cedí ante su petición, ante su poder de decisión. Ella quería hacer eso, quería hacerlo por Matarou... -negó con la cabeza, pasándose una mano por el cabello, nervioso e incrédulo-. ¿Qué clase de amigo soy? Rangiku es, para mí, como una hija, como una hermana pequeña... Juro, Yagari, que aún no puedo asimilarlo, aún pienso que esto no es verdad -dejó su mirada perdida en la puerta blanca que daba al pasillo por el cual se la habían llevado-. Y no hago más que leer una y otra vez ese parte, y desear que llegue ya el próximo, con los resultados de la operación, y que por favor sean esperanzadores -susurró, dejando caer su cabeza hacia adelante, y percibiendo el silencio de su compañero, completamente absorto y hundido en sí mismo-. ¿No piensas descansar ni un poco? ¿Tienes idea del esfuerzo que has hecho para sacarla de allí en el estado en que tú estabas? Ten un poco de aprecio por tu salud; si hay algo que recuerdo cuando suceden este tipo de cosas, es que siempre hay que estar agradecido por un día más, viejo -dijo de forma calma, amigable, intentando al menos compartir un poco esa pena, para que fuese más soportable llevarla. Yagari, sin embargo, a pesar de oír sus palabras, solo miraba al frente, dando sorbos al café de modo intermitente. Ya le había explicado a Shinji lo que había ocurrido. Ya le había dicho que Rangiku acabó así por su culpa, pero el cazador se negaba a reconocerlo, y lo único que parecía hacer era intentar levantar su ánimo. ¿Acaso no veía que era inútil? ¿Acaso no se percataba de ello? Yagari era terco, y si se le ponía algo en la cabeza, no había quien se lo quitase, ni siquiera aunque cambiar de opinión lo favoreciera. Él prefería, claramente, cargar con esa culpa, con ese dolor, porque a su vez, sentir aquello, era la única forma que él tenía -y que él conocía- para sentirse vivo.

    Un médico salió por la puerta, rompiendo el silencio. Ambos cazadores se levantaron, con rapidez, observándolo, impacientes. Shinji dio un paso al frente, entablando conversación con él.
    - Ha superado la operación. Por ahora, se encuentra estable, pero debemos mantenerla en observación para prevenir cualquier descompensación. Se quedará en terapia intensiva por unos días, hasta que consideremos adecuado trasladarla a las habitaciones normales -explicó, mirando de forma alternada a ambos hombres-. Si quieren, pueden pasar a verla. Pero solo uno de ustedes por vez y en silencio, ya que es mejor no alterarla, no impacientarla... -agregó, sonriendo suavemente, con amabilidad, para luego hacer una pequeña inclinación con la cabeza, a modo de disculpa y saludo a la vez, para marcharse por el pasillo otra vez. Entonces Shinji sonrió, suspiro, se llevó una mano a la cabeza e, inevitablemente, abrazó a Touga, feliz, esperanzado. Yagari no se inmutó, no se movió. Simplemente suspiró y se dejó abrazar por su compañero, cerrando su ojo lentamente, como quien acaba de hallar un poco de paz interior. Cuando se separaron, Shinji no dejaba de hablar con rapidez, ansioso por verla. Decía que iba a comprarle algún peluche, esas cosas que le gustan a las mujeres, y que siempre logran alegrarles cuando se encuentran deprimidas y atravesando un momento complicado. Touga solo lo escuchaba, y entonces decidió interrumpirlo:
    - Ve tú -murmuró, indicando con una mano el camino hacia la habitación de Rangiku, incitándolo a avanzar-. Probablemente ella se esté preguntando por ti si está despierta. No la hagas preocupar. Ve y dile que tú y Matarou están bien -dijo mientras se daba la vuelta, metiendo ambas manos en los bolsillos de sus pantalones, justo antes de llegar frente a la banca. Vio allí la taza de café vacía y la  tomó con una de sus manos. Shinji le había preguntado si estaba seguro, si no prefería ir a verla él primero, pero Touga negó con la cabeza, y le indicó el camino otra vez. ¿Cómo podría ser capaz de aparecerse allí, y continuar torturándola solo con su presencia? Habían atravesado situaciones difíciles, tanto con sus enemigos como entre ellos. Touga no quería entrar allí y recordarle con su fría expresión -la única que podía tener en un momento como ese- todo el mal rato que le había hecho pasar. Ella tenía que estar tranquila, necesitaba estarlo, y Shinji le daba esa tranquilidad, él no. Shinji suspiró, y sonriéndole suavemente, entró por la puerta y, guiado por un enfermero, lo llevaron hasta la habitación de Matsumoto. Yagari, por su parte, comenzó a caminar por el otro pasillo, en dirección contraria hacia donde ella estaba. Devolvería la taza a la cafetería, y probablemente saldría afuera para poder fumar un cigarrillo y sentir placer por primera vez luego de esas eternas horas de noche perpetua.
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    Mensaje por Rangiku Matsumoto Miér Mar 26, 2014 9:20 pm

    Silencio. La respuesta que recibió mi débil súplica fue un absoluto y aplastante silencio. Sentía la angustia crecer en mi pecho. ¿Por qué no había nadie? ¿Qué pasaba? Me habían dejado allí sola, sin ninguna explicación. ¿Acaso no había en aquel hospital ningún enfermero? Podrían decirme, al menos, qué me habían hecho... Aunque lo podía sentir en mis carnes. Me sentía débil, pero aquella impotencia se iba transformando en cabezonería según avanzanba el tiempo.- Alguien... Por favor...- Volví a murmurar, sin conseguir elevar la voz. Y, nuevamente, la única respuesta que recibí fue el silencio. Toda la tranquilidad que había sentido momentos antes se había esfumado; la placidez de haber tenido un sueño tranquilo había desaparecido. Ahora que mi cuerpo comenzaba a rechazar el efecto de la anestesia, observaba aquella habitación con los ojos completamente abiertos, desesperada por el que alguien entrase y me dijese algo. ¿Había sobrevivido al silencio de la muerte para caer en uno peor? Lo único que interrumpía la fría tranquilidad de aquella habitación era el incesante pitido de aquella máquina, que cada vez me ponía más de los nervios. Escuchaba mi respiración forzada por el respirador artificial que tenía puesto, el cual no me atrevía a quitarme a pesar de lo mucho que me molestaba. Me notaba apretada por las vendas que me rodeaban todo el torso; parecía casi como si fuera una escayola. Maldije en voz baja y cerré los ojos de nuevo, tratando de tranquilizarme. ''Alguien tiene que venir de un momento a otro, no tienen más remedio...'' pensé, tratando de consolarme a mí misma.

    Y, por fin, escuché voces fuera. Abrí los ojos y, con una mueca de dolor, traté de levantar un poco la cabeza para poder mirar hacia la puerta. Agudicé el oído, pero aun así no pude escuchar nada de lo que decían. Tras unos angustiosos instantes de espera, la puerta se abrió con suavidad para dejar paso a la silueta de Shinji, quién cerró la puerta detrás suya.-¡Shin...ji...!-Seguía sin poder alzar la voz, y comenzaba a notar el gusto que la sangre había dejado en mi boca. El cazador masculló algo y se dirigió rápidamente hacia mí, dándome un fuerte abrazo.- ¿Te piensas que está bien preocuparnos de esa manera? ¿En qué estabas pensando?- Coloqué el brazo que tenía libre de vías sobre su espalda, devolviéndole el abrazo con una mueca de dolor.- Shinji...-El cazador seguía aferrado a mí, sin levantar la cabeza de mi hombro.-Cuando me lo dijeron pensé que era una broma de mal gusto, que no estaba pasando de verdad...- Con voz ahogada tanto por el respirador como por mi propia falta de fuerzas, volví a hablar.- Shinji...-Este hizo caso omiso.- ¿Sabes cuánto corrí? ¿Sabes lo largas que han sido esas horas?- Hice acopio de fuerzas.-¡Shinji!- Exclamé, sintiendo que me dolía el pecho al hacerlo.-¿Qué pasa?-Preguntó, sin separarse aun.-Me estás... aplastando...- Tan rápido como se había abalanzado se separó, sintiéndose culpable.- Perdona, no me había dado cuenta. Me ha dado alegría el verte de nuevo, ¿sabes?- Dijo con una sonrisa. Y entonces vi el cansancio en su rostro, todo aquel sufrimiento, aun detrás de aquella sonrisa. No parecía haber dormido mucho.- Tienes buena cara, Rangiku. Y mucha suerte.- Añadió. Guardé silencio, a sabiendas de que tenía mucha razón con aquello. Dejó a los pies de la cama unos papeles y se sentó en una silla que había, apoyando los brazos sobre el colchón, mirándome expectante. Giré la cara hasta poder volverla hacia él, esperando a que comenzasen las preguntas. Pero se limitó a poner su manaza sobre mi cabeza y a revolver un poco el pelo, con aquella sonrisa cansada.- Me alegro de que estés bien.- Volvió a decir, con una voz cargada de angustia retenida. Con la mano que tenía libre de cables y vías, agarré una de las suyas, sintiéndome por fin, tras mucho tiempo, acompañada. Mis ojos se humedecieron un poco, lo que hizo que la expresión del cazador se tornase de sorpresa.-¿Qué te ocurre? ¿Te encuentras mal?- Negué con la cabeza, esbozando una lave sonrisa.- No, estoy bien. Es solo que... me había sentido muy sola.- Dije, sin poder contener la angustia que había sentido. Shiji apretó mi mano, infundiéndome ánimos. Seguramente achacaría aquello al miedo por el que había tenido que pasar al verme así, pero sus ojos buscaron los míos, cargados de preguntas.-Vamos a ver... Ese maldito enfermero me ha dicho que no debemos alterarte ni impacientarte... Pero es algo que me gustaría escuchar de tu boca. ¿Qué ha pasado en la misión?- Clavó su mirada en la mía, completamente serio. Aparté un momento la cara, quedándome boca arriba, mirando el techo distraídamente.- Un hombre me disparó.- Shinji alzó las cejas.- Eso ya lo sé. Por eso mismo estás aquí, Rangiku, y no quiero evasivas ni bromas.- Su tono de voz se había vuelto repentinamente serio, y su mirada parecía querer ver más allá de mis ojos, quería desvelar todo lo que me guardaba dentro.

    Con un suspiro, le comencé a contar por encima cómo había encontrado a Yagari y lo de los Niveles E. Omití todo lo que se refería a la disputa, la verdadera parte dolorosa de aquella noche. Le conté sobre el hombre y lo extraño que había resultado todo, pues desconocía que hubiese matado a su hijo... Ni siquiera sabía quién era él. Pero Shinji me conocía lo bastante como para saber que le ocultaba algo.-¿Y por qué Yagari no paraba de decirme mientras esperábamos que aquello era su culpa?- Preguntó, lanzando aquella pregunta como si estuviera apuntando con un dardo a una diana. Y el dardo dio donde debía. Apreté los labios y sentí que me tensaba un poco. La máquina que sonaba a cada latido aceleró un poco el ritmo, y Shinji alzó la cabeza, alarmado.- Oye oye, no quería que te alterases... Rangiku, tranquila, no te preguntaré más, ¿vale?-Negué con la cabeza.-No pasa nada... Tan solo discutimos un poco... Y la situación se puso algo incómoda por eso. Tal vez... Tal vez piensa que si no hubiese estado distraída con eso hubiese podido reaccionar ante aquel hombre... O algo así...- Expliqué, omitiendo la mayor parte de las cosas, de todos los comentarios dolorosos y de todas las brechas abiertas. El cazador me dirigió una mirada preocupada y a la vez escéptica, pero no me volvió a insistir. Esbozó una sonrisa y volvió a pasarme la mano por el pelo.- Eso tiene que ser algo digno de ver, verte discutir con alguien...- Bromeó, tratando de aliviar la situación y la expresión sombría que había adoptado mi rostro. Le sonreí, agradecida por su intento de animarme. Volvió a abrazarme durante un instante, pero aquella vez fue más cuidadoso y se separó con más rapidez.- He pensado en traerte algo, por lo que me han dicho, pasarás aquí unos cuantos días...-Comenzó a decir mientras cogía los papeles que había soltado al pie de la cama.- Un peluche le he dicho a Yagari, ¿qué te parece? A las mujeres os gustan esas cosas, ¿no? Las flores no, sé que os gustan, pero se marchitan y hay que cambiarlas, dan mucho la lata...-Su voz se extinguió a medida que veía el parte de la operación. Lo miré, extrañada y preocupada.- ¿Pasa algo?-Pregunté, esperando ansiosa su respuesta. Espera... ¿Yagari había estado allí? Fui a preguntarle, pero un nuevo abrazo por su parte hizo que me tuviese que callar.- Dios mío, no me puedo creer que estés viva...- Pasó la mano por mi cabeza varias veces, como si aun no se creyese que estuviera allí.- ¿Qué pasa?- Mi voz comenzaba a sonar un poco más enérgica, más viva. Shinji me miró durante unos instantes, preguntándose si debería decírmelo.- Que has estado muerta durante unos segundos en el quirófano, Rangiku.- Su expresión había vuelto a tornarse seria. Soltó el parte de nuevo a los pies de la cama y volvió a su postura de antes, mientras observaba el miedo que se dejaba ver por mi rostro.- No te preocupes. Ha sido algo que venía de cajetilla con la operación, y consiguieron salvarte el pellejo a tiempo. Pero, a partir de hoy, espero que aprendas la lección.- Tragué saliva y asentí, aun con el miedo dentro del cuerpo. ¿Cómo era posible eso? Shinji volvió a sonreír y me pellizcó lo que quedaba de mi moflete fuera de la mascarilla.-Qué dices, ¿te traigo un peluche?- Negué con la cabeza, sonriendo.- No hace falta... deberías llevárselo a Matarou. ¿Cómo está?- Shinji se pasó una mano por el pelo y se desperezó, con aquella calma tan suya. Parecía como si lo que acabase de leer momentos antes lo hubiera olvidado. - Seguramente durmiendo. Está con su tía...- Hizo una mueca de desagrado.- Le dieron un buen golpe en la cabeza a la mujer, pero ni por esas parece que ahora la tenga menos dura. Está hecha toda una histérica. Se ha pasado todo el rato regañándome y echándome en cara lo que podía haber pasado. En fin, ya ves lo que me importa todo lo que quiera mascullar esa histérica.- Lo miré durante unos instantes, y no pude evitar el echarme a reír. Sentía como si todo volviese a ser como antes, como si no estuviera allí postrada en aquella cama que sería el lugar donde parecía que tendría que pasar varios días.

    Shinji volvió a desperezarse como un gato.- Y pensar que el enfermero nos dijo que guardásemos silencio. ¡Ja!- Comentó, mientras volvía a echar los brazos sobre la cama.- El silencio lo único que habría hecho sería empeorarme...- Mascullé.- A veces no entiendo a los médicos. Supuestamente son expertos en salud... y lo único que hacen es ignorar el hecho de que la felicidad ayuda más que todas las medicinas que nos quieran meter en el cuerpo.- Shinji se echó a reír.- ¡Pues tú vas a tener unas cuantas!- Apreté los ojos, molesta por aquello.- No me digas eso... Odio los medicamentos...- Shinji volvió a echarse a reír.-No lo digo yo, lo dice tu querido parte médico.- Y el ambiente volvió a ser alegre, a pesar de todo lo pasado, de toda la angustia... Parecía que todo había quedado atrás. No pude evitar el reírme con él, ignorando aquel pitido que emitía aquella horrible máquina, que ahora volvía a ser tranquilo, normal, propio de un corazón sano.

    Pero, ¿cómo evitarlo? Giré de nuevo el rostro hacia mi amigo, volviéndome a poner seria.- Shinji... ¿cómo está Yagari?-El cazador apoyó su cara en una de las manos mientras respondía no muy convencido.- Herido y cansado, aunque ya lo atendieron. Estuvo esperando todo el rato mientras estabas en quirófano y, como solo dejaban que entráramos de uno en uno en la habitación, me dijo que lo hiciera yo.- Dijo mientras se echaba hacia atrás, volviéndose a desperezar con sueño. Guardé silencio ante sus palabras, antes de volver a formular una nueva pregunta.- ¿Cómo se encuentra?- Shinji desvió la mirada hacia la puerta, pensativo.- Él sabrá.- Dijo simplemente, para luego volverse hacia mí y comenzar a desordenar mi pelo otra vez.- Deberías de darle las gracias, ¿sabes? Fue él quien te sacó de aquella cueva.- Volví a apartar la mirada, incómoda. Claro que quería darle las gracias, pero no me atrevería. No me atrevería a hablarle, ni siquiera a mirarlo... Pero quería darle las gracias; porque la voz que me había estado pidiendo que no me muriese era la suya, y si no hubiera podido escuchar nada, si tan solo hubiese habido silencio a mi alrededor... dudaría el que hubiese encontrado fuerzas para vivir. Los recuerdos de aquella noche volvieron a golpearme, haciendo que mi expresión se tornase triste de nuevo. Shinji notó aquello y volvió a pellizcar mi mejilla.- Vamos vamos, no pongas esa cara. Ya me contó lo que pasó y lo estáis exagerando y dramatizando en exceso.- Pasó una mano por debajo de uno de mis ojos, el cual había dejado escapar una lágrima.- Venga, ¿qué sería se la Asociación sin unas pocas de risas? Si tú también te me vuelves una llorona y una deprimida, la Asociación se va a ver aun más gris.- Comentó. Sonreí a mi pesar, pensando en que la mayoría de los cazadores solía tener un carácter arisco.-¿No quieres dormir?- Preguntó. Resoplé y volví a esbozar una sonrisa.- Ya he dormido durante bastante tiempo hoy, ¿no? Además...- Aparté el rostro y junté los dedos índices de ambas manos, avergonzada.- Tengo hambre.-Confesé casi en un susurro. Shinji volvió a echarse a reír estruendosamente, lo que hizo que un enfermero entrase, alarmado, para mandarle a guardar silencio. En cuanto salió por la puerta, el cazador se volvió hacia mí.- Eso es buena seña, quien se está muriendo no tiene apetito. Está bien, les preguntaré si puedes comer algo, aunque lo dudo. Ahora vengo.- Se levantó y salió por la puerta antes de que pudiese añadirle que le preguntase a Yagari de mi parte, si lo veía, que cómo estaba. Suspiré, derrotada, y giré la cabeza hacia todas partes, lamentando el que no hubiese ni una sola ventana. ¿Podía haber sitio más triste y más agobiante?
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    Mensaje por Yagari Touga Jue Mar 27, 2014 3:13 am

    Había estado en la cafetería un buen rato. En el lugar tenían un pequeño patio destinado para los fumadores, por lo cual Yagari había permanecido allí por un lapso de tiempo que rondaba los treinta minutos. Había fumado cuatro cigarros seguidos, uno tras otro. Aunque por fuera se mostrase tranquilo y calmado, por dentro era un maremoto de nervios. La nicotina aliviaba su ansiedad, templaba sus pensamientos y apaciguaba sus impulsos. Dejando que el cansancio cerrase sus ojos por momentos, Yagari se dejaba llevar por la situación presente. Shinji estaba con Rangiku en este momento, por lo cual podía estar tranquilo de que la joven se encontraba bien acompañada. No le sorprendería en lo más mínimo que algún médico de aquí simpatizase con los desertores, después de todo, algunos tenían resentimiento hacia la Asociación debido a aquella época pasada donde las muertes y desapariciones por semana habían alcanzado el cuarenta por ciento. Y eso, tratándose de personas, era muchísimo. Y Yagari no los culpaba, pues la gente tenía miedo, y aquello era perfectamente normal. Incluso él no podía evitarlo a veces. Y un ejemplo claro de esa emoción mutiladora era el terror que sintió al ver la vida de Matsumoto escapándose entre sus dedos, cuando cada gota de sangre significaba un minuto menos de su existencia en la dimensión de los vivos.

    Transcurrió un cuarto de hora más y Touga decidió regresar al interior de la cafetería. Compró una tableta de goma de mascar sabor menta, y se llevó uno de los rectángulos a la boca. Siempre que debía ingresar a algún lugar donde no podía fumar, como por ejemplo la Academia, hacía lo mismo. Aunque no era lo mismo que la nicotina, la menta le era útil para calmar su adicción. Además, le resultaba curioso y hasta agradable el sabor que resultaba de aquella exótica mezcla de especias. En su paladar habitaba, por un lado, la frescura, y por el otro, la tenue amargura. Incluso al exhalar su aliento podía percibirlo, y ambos aromas acentuaban aún más su carácter y temperamento. Y mientras guardaba el cambio en su billetera de cuero, pudo percibir de soslayo una pequeña máquina dorada que le llamó la atención. Buscó el bolsillo de su abrigo para poder guardar su billetera, pero no lo encontró sobre sus hombros. Recordó que había quedado con Rangiku, y probablemente estuviera en su habitación. Suspiró y la guardó en un bolsillo de sus pantalones. Miró a su alrededor y se acercó de forma sigilosa a aquella máquina. La observó de arriba a abajo, y apreció el costo que esta tenía por extraer algún producto de su interior. Touga frunció levemente el ceño, y entonces recordó las palabras de Shinji: "esas cosas le gustan a las mujeres". Tragó saliva y, tras suspirar de nuevo, sacó dos monedas del interior de su cartera. Colocó una. Se afirmó sobre la máquina, sujetando cuidadosamente la diminuta palanca y colocando sus dedos sobre el botón que se hallaba a la derecha. ¿Cómo demonios se hacía aquello? Había visto niños jugando con este aparato antes, pero jamás le había prestado mucha atención. Quién diría que ahora todo aprendizaje sobre esto le hubiera sido útil. Mientras él intentaba aferrar con la mano metálica un peluche que le había llamado la atención, la gente a su alrededor lo observaba con curiosidad y asombro. Algunos de allí lo conocían, pues su nombre era bastante popular entre los habitantes que conocían el secreto oscuro que surcaba las calles de su querido pueblo. Esas personas se preguntaban qué hacía el borde y malhumorado de Touga Yagari pretendiendo extraer un peluche de esa bendita máquina que nadie utilizaba. Pero allí estaba, como un padre preocupado; como un marido frustrado; como un hijo apenado.

    El peluche salió, mágicamente. El cazador miró hacia abajo, observando el pequeño hoyo por el cual debería deslizarse y emerger desde el interior. Al bajar la vista, notó las aleatorias manchas de sangre sobre sus zapatos y sobre sus pantalones oscuros. Notaba la corteza que aquel líquido, al secarse, había dejado sobre la tela. Y ni hablar de lo que era su camisa momentos antes. Por suerte Shinji le había traído una sudadera suya, por lo cual se la cambió en el baño de hombres. No era que le importase demasiado andar con una prenda completamente sucia y rasgada, pero lo aconsejable allí era no asustar en demasía a nadie, y sobretodo no impresionar a los pacientes delicados con tan terrible aspecto. "Qué pavada", pensó, y tomó el peluche con una de sus manos. Era un pequeño gatito negro, con expresión ruda y enfadada. Touga lo apretó un poco con sus dedos, tanteando lo esponjoso que era. No pudo evitar sonreír fugazmente ante ello; ante el asombro por la suavidad del terciopelo. Sin embargo, aunque ese felino era el que primero le había llamado la atención -vaya uno a saber por qué-, pronto su mirada se había cruzado con otro: un conejo rosado, de contextura circular y regordeta. El conejo sonreía, denotando hiperactividad pese a no mover ni un solo pelo. Yagari miró la otra moneda en su mano. ¿Y si..? Se quedó mirando el gato. Lo apretó un poco otra vez. Le gustaba, pero claro, le había gustado a él. Tal vez a cualquier mujer le gustase también, pero no estaba seguro de que le gustase ver una expresión como esa en la mujer para la cual iba destinado. Cualquiera que mirase a Touga en ese momento y admirase su expresión cálida y apacible, diría que había vuelto a convertirse en un niño de un momento para otro. Rasgos juveniles surcaban su semblante adulto, trocando su aire maduro por uno infantil, soñador. Su celeste pupila se posó sobre el conejo, y no lo pensó más: ingresó la moneda.

    ¿Cuánto había pasado ya? ¿Una hora desde que Shinji se había quedado con Rangiku y él había decidido ir a la cafetería? Yagari avanzaba lentamente por el pasillo, mirando alternativamente cada una de sus manos, observando el contraste de ambos peluches y lo adorables que, sin embargo, eran. Y él no podía creer que estuviera pensando eso de esas cosas blandas, gordas y con ojos tan grandes. Pero quizás le resultaba grato sentir un poco de inocencia, aunque fuera a través de aquellos juguetes. Pues, de otro modo, no sería capaz de sentirla jamás. Y mientras avanzaba perdido en sus cavilaciones, su cuerpo embistió con otro. Dos manos se posaron sobre sus hombros y, al levantar la vista, pudo ver a Shinji delante de él. Yagari lo observó con el ceño fruncido, pero no tardó en poner la mirada en blanco en cuanto vio la expresión que su compañero llevaba. Su sonrisa se ensanchó y por un momento unos ojos pícaros y llenos de sorna se posaron sobre el Vicepresidente. En ese instante, Touga -que era de la misma altura de Shinji, más o menos- se sintió ínfimo, pues quiso desaparecer al ras del suelo. No podía soportar ver por mucho tiempo esa expresión risueña y socarrona. Yagari se encogió un poco de hombros, alejándose unos pasos, precavido, pero entonces la estruendosa voz de Shinji resonó por los pasillos.
    - ¡No! ¡Mira lo que es esto! -exclamó, arrebatándole ambos peluches y apretándolos con euforia, sintiendo su suavidad-. Mira esos mofletes, y esos ojos tan grandes... -se detuvo en el felino negro-. Oye, Touga, este no lo habrás comprado por ti, ¿cierto? Pues mira que se parecen -murmuró, poniéndose serio de repente y colocando al gatito en el aire, al lado del rostro del Sub-líder. Éste, que comenzaba a molestarse, apartó con una mano el brazo extendido de Shinji que sostenía al peluche al lado de su rostro.
    - No seas ridículo -espetó, cerrando su ojo y apartando la mirada-. Si tanto te emocionan, ve y dáselos. Los compré porque tú dijiste que le gustarían -aclaró, comenzando a darse la vuelta para regresar al pequeño patio y poder embriagar sus pulmones con vicio impuro. Pero Shinji lo sujetó del brazo, deteniéndolo, e impidiéndole marchar.
    - Oh no, querido amigo. Tú los compraste, tú se los darás -sentenció, algo cantarín, estrellando ambos peluches contra el pecho de Touga. La verdad era que le hubiera gustado comprender a qué se debía esa sonrisa que el cazador estaba poniendo-. Yo debo ir a buscar al médico. Rangiku está despierta y tiene hambre. Dudo que le permitan comer algo, pero haré el intento. Al menos una sopa... no lo sé -se encogió de hombros, pensativos, y luego llevó sus dedos al mentón-. ¡Ah! Ha preguntado por ti. Será mejor que te apresures, así te ve y se convence de que estás bien. Yo le he dicho que te encontrabas de una pieza, pero no me pareció muy convencida -frunció el ceño, recordando sus expresiones tristes, pero acabó por sonreír y darle una palmada en la espalda a Touga, para luego continuar su camino por el pasillo, en busca de algún enfermero al menos. Y allí se quedó Yagari entonces, de pie en el medio del pasillo, algo confuso, y con dos tiernos peluches en sus áridas manos.

    Llegó hasta la puerta. Sabía que iba a arrepentirse de ello, pero aún así decidió jugar en esa estúpida máquina para obtener aquel obsequio para ella. Miró los peluches una vez más. Estaba algo nervioso, y se sentía un poco ridículo. ¿Pero qué iba a hacerle? ¿Qué remedio había? Era preferible sentirse así antes que enfrentar la escena que vería, en escasos segundos, con sus propios ojos. Suspiró y, escondiendo ambos peluches tras su espalda con una mano, golpeó la puerta con la otra, dando solo dos pequeños golpes. A continuación, entró, asomando suavemente su cabeza y permitiendo que sus rebeldes mechones negros apareciesen antes que el resto de su cuerpo. Cerró la puerta tras de sí y miró en la dirección en donde se encontraba la cama. Bajó la cabeza suavemente, bajando la mirada a su vez. Avanzó caminando en silencio, sin romper la pulcritud que la ausencia de voces le otorgaba al lugar. Llegó hasta Rangiku y se situó a un lado de su colchón. Sacó la mano desde su espalda y dejó sobre la falda de la chica ambos peluches: primero, el gatito; luego, el conejo rosado. Cada movimiento que era ejecutado por él, mostraba la mayor de las delicadezas. Su mirada se cruzó con la de Rangiku en ese momento, y un simple parpadeo bastó para demostrar algo de calidez.
    - No podía decidirme por cuál te gustaría más, entonces decidí traerte ambos -explicó suavemente, mirando los peluches para luego volver a mirarla a ella de forma fugaz. Observó la silla que se encontraba detrás suya y la acercó un poco, para luego dejar caer su cuerpo allí. Aún no podía creerlo. Ella estaba viva luego de haber permanecido muerta durante unos minutos. Rangiku se había ido, pero para volver. ¿Qué clase de milagro había sido aquel? Lo que en un momento fue una mirada sumisa y tranquila, ahora era un ojo brillante, impactado y algo conmovido. Desvió su mirada y, algo tembloroso, guió su palma hasta el dorso de una de sus pequeñas manos. Depositó el peso de la suya sobre la de ella, cerrando apenas los dedos, ejerciendo un poco de presión. Sus cabellos llegaron a cubrir su semblante, como de costumbre, pero esta vez cubrieron el parche de su ojo por completo. Y, tras un breve respiro profundo, aquellas palabras que obstruían su garganta y oprimían su pecho decidieron que ya era momento de huir por sus labios, pese a saber que no bastarían para reparar el daño:
    - Lo siento -susurró. Su voz sonó apenada y realmente herida, y sus labios formaron una fina línea-. Perdóname -agregó, culpable, y su mano acabó por cerrarse sobre la de ella.
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    Mensaje por Rangiku Matsumoto Jue Mar 27, 2014 9:33 pm

    De nuevo volvía a quedarme sola junto a aquel silencio que se veía interrumpido únicamente por los incesantes pitidos de la máquina y el sonido del respirador artificial. Me dejé hundir un poco más en la almohada, buscando una postura cómoda, aunque me resultaba imposible el estarlo. Apenas hacía un par de minutos que Shinji había salido por la puerta y ya se me hacía demasiado pesado el silencio de aquella habitación. Además... tenía miedo. Le dirigí una mirada nerviosa a los papeles que había soltado Shinji sobre el colchón, que, gracias a Dios, estaban fuera de mi alcance en aquellos instantes. Pese a mi curiosidad, sabía que sería mejor para mí el no ver qué había escrito en aquellos folios. Mis oídos se centraron durante un interminable segundo en el pitido de la máquina que marcaba mi pulso, temeroso de que de repente se escuchase alguna anomalía, o de girar mis ojos hacia su pantalla y ver más picos de los que debería tener aquella línea verde. Enfadada conmigo misma, tuve que repetirme que no debía de tener miedo, que ya había pasado todo. Sin embargo, mi subconsciente se encargó, en el tiempo que estuve sola, de que me imaginase cualquier negligencia posible. Me llevé una mano a las costillas, molesta ante el dolor que comenzaba a hacerse más intenso. Notaba una punzada en el costado izquierdo, justo donde la herida. Respiré hondo, todo lo que pude sin que me doliese, tranquilizándome al pensar que aquello sería algo normal. Levanté un poco las sábanas con el mismo brazo, el que tenía libre de vías, para observar qué había debajo. Me habían puesto una de aquellas extrañas batas azules, y, debajo de ella y por el cuello, se podían apreciar las vendas que cubrían todo lo que había sido causado por la operación y lo que no. ''Parezco una momia'' pensé, al ver todo aquel vendaje, y eso que no se podía ver hasta dónde alcanzaba debido a la bata.

    Alguien giró el pomo de la puerta. Alcé la cabeza un poco cuando ésta se abrió con suavidad, esperando que fuese Shinji quien entraba. Pero, para mi decepción, fue una enfermera que arrastraba consigo un carrito cargado de cosas, algo mayor, cuyo rostro poseía una expresión agradable, casi maternal. Se acercó a mi cama y me observó durante unos segundos.-¿Cómo te encuentras, pequeña?- Me preguntó con una dulzura propia de una abuela encariñada. Le devolví la sonrisa, agradecida por su amabilidad.- Estoy bien... supongo.-Volví a sonreír.- Gracias.- Añadí, volviendo a apreciar lo ahogada que sonaba mi voz detrás de aquella mascarilla. La enfermera negó con la cabeza, dándome a entender que no hacía falta que le agradeciese nada. Se quedó un rato observando aquella máquina infernal, para, acto seguido, coger los papeles en los que había escrito todo por lo que había pasado y por lo que tendría que pasar.-¿Te duele mucho?- Preguntó con aquel tono de voz. Me quedé un momento pensativa antes de responderle.- Un poco. Hace rato que apenas sentía nada, pero ahora me está doliendo un poco más...-Respondí, bajando un poco la voz. La enfermera sonrió, tranquilizadora, para darse la vuelta y coger algo del carrito.- Es normal, pequeña, el efecto de la anestesia no es eterno, y ahí tienes una buena herida. Ésto te servirá de algo, pero tienes que tener paciencia y aguantar, ¿vale?- Dijo a la vez que se incorporaba con una especie de tarrito en las manos y lo colgaba de aquel soporte lleno de brazos. Asentí ante sus palabras, mirando qué era lo que me estaba conectando a la vía.- Es un calmante, no muy fuerte, pero evitará que éso te duela como mil demonios.- Dijo con suavidad. Una vez hubo terminado, se volvió hacia mí y me apretó el brazo en un gesto de ánimo. Le sonreí, sin saber qué más decir, hasta que una idea me surcó la mente. Le pedí que si era posible el reclinar un poco el colchón para que pudiese estar un poco sentada, y la enfermera accedió a hacerlo, pero tan solo un poquito. Sentí cómo mi cuerpo entero agradecía el cambio de postura, aliviada de poder mirar un poco mejor al frente. Escuché con atención lo que me explicaba sobre mi estado, sobre los días que seguramente estaría allí y las pruebas que me quedaban, cosa ante la que no pude evitar dejar escapar un suspiro fastidiado. También añadió que no podría comer sólidos hasta dentro de un par de días, cosa que me desalentó, a la vez que sentía mi estómago de rugir, desconsolado. Al menos, si todo iba bien, podría empezar a tomar líquidos en cuanto pudiese quitarme el respirador. Me indicó dónde estaba el llamador por si quería algo, y, tras una cálida despedida, se marchó cerrando la puerta suavemente. Y volviéndome a dejar sola con mis pensamientos.

    Me quedé observando durante unos instantes aquel nuevo tarrito que colgaba del soporte metálico. Tardó un poco en hacer efecto, pero se agradeció bastante cuando lo hizo. Y, en ese rato en el que tardó en funcionar, me dio tiempo suficiente para pensar en muchas cosas. Tal vez, demasiadas. Pero me sentía triste ante aquella situación... ¿Y si Shinji tenía razón? Tal vez me lo había tomado muy a pecho... Tal vez debería haber sido más comprensiva, haber entendido que se preocupase por el hecho de exponerme de aquella manera... ''Quizás por eso no quiera verme...'' ¿Quién querría tener que enfrentarse a una cría llorona? Aun así, su comportamiento en la fiesta seguía sin tener explicación para mí. ¿Qué debía hacer? ¿Cómo debería actuar? Me agarré una mano con la otra, sintiéndome nerviosa. Tal vez debería de actuar como si no hubiese pasado nada... O quizás disculparme yo. No sabía qué hacer, ni qué pensar... Y aquello hacía que me enfadase conmigo misma. Apreté los labios. Quería agradecerle el que me hubiese salvado y lo haría, sacaría el valor de donde pudiese. Aunque, a mi pesar, seguramente tendría que esperar bastantes días antes de poder verle. Miré el techo de la habitación, fijándome por primera vez en el color azul claro que tenía. Una leve sonrisa irónica surcó mi rostro durante un instante; el blanco parecía ser un color muy sucio para la habitación de un hospital. Recordé algunos comentarios sarcásticos que había escuchado sobre los colores que mejor disimulaban las manchas y la suciedad. Sin embargo, no creía que se hubiera escogido aquel color precisamente por eso, aunque podía equivocarme; me daba más la sensación de tratar de transmitirle tranquilidad a la persona que se encontraba allí, cosa que era algo difícil. Al poco el pomo de la puerta volvió a girar, dando paso a un enfermero que portaba otro carrito. El hombre, bastante más joven que la mujer anterior, se limitó a cambiar la bolsa de suero y a salir de la habitación. Alcé las cejas cuando la puerta se cerró sin mucho cuidado, sorprendida ante lo diferentes que podían llegar a ser las personas ante una misma situación. Agotada y aburrida, dejé caer la cabeza a un lado y me quedé mirando la pared que daba enfrente. Y, una vez más, eché de menos el no tener ventanas.

    Pasado un buen rato, escuché que alguien golpeaba suavemente la puerta. Volví a escuchar el pomo al girar. ¿Quién sería? ¿Otro enfermero? ¿O era Shinji por fin? Alcé los párpados, sorprendida, al ver la cabeza de Yagari asomarse por detrás de la puerta. Me quedé durante unos instantes muda de la sorpresa, pero una sonrisa acabó surcando mi rostro.-¡Yagari-senpai!- Exclamé no muy fuerte, sin poder creerme que hubiese venido. Lo observé mientras cerraba la puerta en silencio y dejaba sobre mi regazo algo que había tenido en su mano detrás de la espalda. Miré durante unos instantes los dos peluches que me dio, sin saber cómo reaccionar. Uno de ellos era un gatito negro, con una expresión seria pero que me resultó graciosa. El otro era un conejito rosa que parecía que iba a saltar de un momento a otro, con una expresión alegre en su rostro regordete. Los miré, sorprendida y a la vez emocionada, mientras cruzaba una mirada con él. Y, por primera vez en mucho tiempo, pude ver que no había frialdad y distancia en su iris invernal. No podía saber qué me había dejado más estupefacta, si aquella muestra de afecto, la calidez de su mirada o la suavidad con la que habló.-N-no hacía falta que se molestase...Muchas gracias...-Dije, volviendo de nuevo, durante un momento, mis ojos hacia los dos peluches. Lo observé mientras tomaba asiento sin saber qué decir, o mejor dicho, cómo empezar. En mi rostro volvió a dibujarse una expresión de sorpresa cuando vi que su mirada se enturbiaba, pero no por odio... ¿Estaba triste? Volví los ojos hacia su mano, la cual se había posado sobre la mía, apretándola lentamente. Observé en silencio, conmovida, todos sus gestos, hasta que pronunció aquellas palabras y sentí que se me anudaba de nuevo la garganta. Con suavidad, volví un poco la mano que aun me mantenía sujeta y la volví un poco para poder sujetar la suya también, apretándosela con una suave sonrisa.- No tiene nada de qué disculparse.- Le dije, aun conmovida.- Todo lo contrario. Fue usted quien me sacó de aquella cueva a tiempo y quien me mantuvo viva todo el rato... -Estreché un poco más su mano.- Si no me hubiese estado pidiendo todo el rato que no me fuera... Por muy cabezona que sea, me habría costado.- Bajé un poco la cabeza.- Así que le debo la vida por partida doble.-Terminé, esbozando una expresión cálida.

    Viendo lo cabizbajo que estaba, dirigí mi brazo libre hacia él y le hice levantar la cabeza con suavidad, colocándole la yema de los dedos bajo el mentó, para luego quitarle un par de mechones de la cara.- No esté más triste, ¿vale? Si lo veo así, no voy a poder evitar el ponerme de esa manera también.- Le dije con una sonrisa, dejando caer de nuevo mi brazo. Bendito calmante; aquel gesto sin el efecto de aquella droga me habría dolido horrores. Durante unos instantes me replanteé si había hecho bien en tomarme aquella libertad, pero traté de no mostrarme preocupada ni nerviosa. Mi mano buscó en mi regazo y cogí el gatito negro, colocándolo al lado del rostro de Yagari, esbozando una sonrisa. Comparé las expresiones de ambos, incluso el color del suave pelaje del peluche con el del pelo del Vicepresidente.- Se parecen un poco.- Comenté, claramente bromeando. Volvía a sentirme tranquila en su presencia, y esperaba que aquello no volviese a cambiar. Al bajar de nuevo el brazo, volví a colocar el gatito sobre mi regazo, y coloqué mi mano sobre la suya, la cual aun seguía sujetando.
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    Mensaje por Yagari Touga Vie Mar 28, 2014 5:12 am

    Su mano, grande, áspera, quizás con algunos rastros de sangre aún, había osado tocar la suya, tan pequeña y pulcra, del mismo modo que aquella noche, hacía ya unos cuantos días, donde la misma acción fue llevada a cabo para acompañar una sublime melodía. Y allí dentro, en ese momento, la única melodía que se oía era la proveniente del silencio. Touga ya había dicho lo que necesitaba, lo que ansiaba hacía ya eternas horas, desde que ingresó en el hospital, como un perro desesperado, tras el rastro de la muchacha. Por su mente transcurrían las imágenes de este nuevo encuentro. Su sorpresa, su asombro; su espontánea felicidad al ver aquellos dos peluches sobre su regazo; su calma y temple al verlo a él; la sonrisa sobre sus labios, la cual había vuelto gracias a un milagro codiciado. Y él se sentía ínfimo, ínfimo como nunca jamás creyó. Parecía revivir sentimientos que consideraba ya sepultados hacía tiempo, y nunca creyó que sentirse débil le significase tanto alivio.

    Notó cómo, debajo de su mano, la mano de Rangiku giraba suavemente, para luego ejercer un poco de presión también. Y, debido a la forma en que palma con palma estaban unidas, sus dedos no hallaron otro remedio -ni otro consuelo- más que intercalarse con los de ella, entrelazándolos. En ese momento lamentaba no haberse quitado, al menos, los guantes. El cuero estaba sucio, pero al menos sus dedos -que no eran cubiertos por el material- podían rozar su piel y percibir la calidez de su mano, una mano humana, sensible, frágil y delicada; una mano que estuvo manchada de sangre, sangre que él mismo permitió que se derramase. Y en cuanto quiso comenzar a torturarse a sí mismo otra vez, la voz de ella lo interrumpió, arrancándolo de sus cavilaciones. Sus palabras salieron de sus labios como una melodía, suave y agradable. ¿Qué talento era aquel, para hacerlo sentir bien? Pero por más que ella sonriera y estuviera agradecida con él, no podría nunca negar el hecho de que su vida peligró por su culpa. Aún no podía creerlo. Una parte de él, aún no quería aceptarlo. Y, por un lado, no quería levantar la vista porque no quería mirarla. No quería ver todos los cables que tenía conectados al cuerpo; no le apetecía vislumbrar ese respirador que la ayudaba a realizar aquella tarea tan simple e inconsciente para el cuerpo humano. No podía tolerarlo. Quería verla riendo, saltando, gritando, lo que fuera menos de aquella manera.

    - Sí, debo hacerlo. Debo disculparme, porque todo esto fue mi culpa. Me enfadé y no pude controlarlo; no pude contenerme. Era tal la impotencia... Yo... -negó con la cabeza, aún sin mirarla, dejando que su cabello continuara ocultando los rasgos de su rostro, permitiendo que sólo se viese el movimiento de sus labios al hablar-. Yo estaba asustado, Rangiku, estaba asustado porque temía por tu vida desde el momento en que pisaste ese bosque. Sabía lo que podía haber allí y, sin embargo, permití que te arriesgaras, aún sabiendo lo que habías vivido en la fiesta de Navidad -suspiró, llevándose una de las manos a la cabeza, maldiciéndose por dentro-. No te he salvado la vida dos veces, simplemente intenté remediar lo que yo mismo generé. Tuve miedo, Matsumoto, porque fuiste descuidada e impulsiva, y permití que ese miedo me controlara, y luego aquí estamos pagando las consecuencias. Mientras corría contigo en brazos, intentando sacarte de allí a tiempo, no hacía más que pensar en qué le diría a Shinji si no lograbas sobrevivir, en cómo iba a avisarles a tus familiares... -negó con la cabeza otra vez, sintiendo que con haber perdido a su discípulo era suficiente, y que no sabría verdaderamente qué hacer si ella también se hubiera ido. Y no era que no le importasen los otros miembros de la Asociación que habían fallecido, pues de hecho le importaban, y mucho, pero el punto residía en que aquel muchacho y ella eran sumamente jóvenes, y eso a Yagari le dolía el doble-. No he cumplido bien con mi papel; desde hace días que mi mente está en cualquier parte, menos donde debe estar. Estoy hecho un imbécil animal violento que piensa con los pies en vez de utilizar la cabeza. Permití que mis hombres murieran, casi ocasiono que tú también mueras... soy un pésimo superior, ¿eh? -sonrió de forma fugaz, irónico, denotando en aquel gesto una tristeza y un odio a sí mismo que no tenían motivo de comparación alguna-. Lamento haberte defraudado, lamento no ser... -no pudo concluir sus palabras, pues un repentino accionar por parte de ella, logró desencajar cada parte estructurada de su ser, resquebrajando lenta e intensamente aquel enorme muro, aquella inmensa fortaleza, que separaba a Yagari Touga del mundo que lo rodeaba; que sembraba distancia entre el cazador y las demás personas.

    Rangiku dirigió una de sus manos hasta su rostro, obligándole a mirarla. Sus dedos se posaron de forma tenue, cual mariposas, sobre su mentón, elevando su rostro en dirección a ella. Fue en ese instante cuando él pudo divisar su sonrisa, sus ojos brillantes y su carisma. Ella apartó algunos mechones azabaches que invadían su rostro, dejando al descubierto aquel parche de cuero que ocultaba tras de sí un Yagari perdido en el tiempo, difícil de analizar, imposible de conocer; un Yagari del pasado, que poseía con él la respuesta a todos los misterios que el cazador denotaba en el sombría presente que había elegido vivir, representándose este -parajódicamente- en el claro, casi transparente, llamativo iris celeste, en apariencia puro, pero intimidante y profundo, apacible y peligroso. Y cada facción de su rostro denotaba, ahora, asombro. Touga se había quedado prendido de aquel gesto, de aquel sutil llamado de atención. Ella... ¿por qué ella se comportaba así? ¿Por qué existían personas tan capaces de sonreír incluso en los peores momentos? Pocas sonrisas sinceras atravesaron el rostro de Touga a lo largo de sus treinta años, y no podía comprender cómo existían seres humanos que, a pesar de todo, derrochaban sonrisas como si fueran monedas de cambio con un mundo exterior; motivo de trueque por un retazo de felicidad y dicha. Yagari no podía hacer otra cosa que obedecer a su petición, asintiendo levemente, de modo casi imperceptible. Su expresión se había vuelto, en medio de aquel halo de estupefacción e incertidumbre, aniñada y, quizás, algo inocente. Como si se tratara de un niño al cual deben explicarle por primera vez algo, él se encontraba atento ante cualquier reacción de ella, como si con tan solo mirarla pudiera comprender lo que sentía por dentro; como si fuese capaz de concebir, en algún lugar recóndito de su negra alma, la bondad y la misericordia que llevaba esa chica dentro. Desde luego, un tipo como él, poco sabía de aquellos dones, y era por eso que tanto se asombraba, que tanto le impactaba.

    Con su mirada confusa, anonadada, enorme, siguió la mano de Rangiku hasta que ella sujetó el gatito de peluche. Cuando lo colocó a su lado, tal como había hecho Shinji minutos antes, un brillo sombrío surcó el rostro del cazador. Cerró su ojo y giró un poco el rostro, apartándolo un poco del campo de visión de Rangiku. Sonrió sigiloso, sagaz, de manera ladina, como quien no desea aceptar del todo que un comentario gracioso le cae bien de vez en cuando o, mejor dicho, como quien desea simular que le cae bien cuando, en verdad, no le hace ni puñetera gracia. "Shinji, maldito...", pensó mientras sentía que su ceja se elevaba de forma sucesiva, para luego descender, en un auténtico gesto de cólera retenida. No obstante, acabó por abrir su ojo, levemente, mientras una sonrisa amable adornaba su cansada expresión.
    - Alégrate, entonces, porque ahora tendrás un medio para practicar budú conmigo cada vez que te enfades -acotó, desviando su vista hacia ella otra vez, y dedicándole un suave gesto amigable. Notó cómo devolvía el felino a su regazo y cómo su mano se situaba sobre la de él, encerrándola entre ambas. Una extraña sensación le invadió. Quizás era producto de este repentino aire de confianza, lo cual le impulsó para decir algo más:
    - No tienes por qué tratarme de Usted. No me gustan las formalidades. A veces logran que me sienta algo solo... más de lo habitual -murmuró, observándola pacientemente. De todos modos, si continuaba haciéndolo, no iba a molestarle. Miró el conejo rosado por unos segundos, y lo señaló desde su lugar con el dedo índice de la mano que llevaba libre-. Se parece a ti. Mira esa expresión risueña y exasperante, esos mofletes inflados y esas cortas patas... -agregó, curioso, depositando toda su atención en ella y en cómo reaccionaría, sin poder evitar sonreír libremente a causa de ello.

    Era extraño. Aquella situación era extraña. Un misterioso ambiente rodeaba a ambos, impartiendo su aire ya cálido sobre aquellas almas que transitaban la reconciliación luego del desencuentro; la gratitud luego de la sospecha; la calma tras la agonía; la Vida luego de la Muerte.
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    Mensaje por Rangiku Matsumoto Vie Mar 28, 2014 8:36 pm

    Ladeé un poco el rostro, mirando con una sonrisa el extremo de mis dedos asomando entre los suyos; parecían aun más pequeños de lo que eran, tan blancos, contrastando con aquel guante negro y aquella mano tan grande, que, a pesar de su aspecto imponente, me pareció cálida y agradable. No se parecía en nada a la mano que me había tendido durante el baile, tan distante que parecía que hasta cuando nuestras palmas estaban en contacto, algo las separaba, las repelía evitando el roce. Al igual que en el baile, sus guantes estaban manchados de sangre, cosa que, si bien no me importó aquella noche hacía ya varios días, ahora muchísimo menos. Seguí sujetando con fuerza aquella mano que me había sacado de aquella fría cueva, otorgándome una segunda oportunidad de vivir; la misma que ahora hacía que me sintiera menos sola, reconfortándome, haciendo que la cubierta de hielo que se había formado en torno a mi alma, tanto por la tormenta como por los momentos vividos, se derritiese poco a poco, dejando de nuevo cupo para la alegría. ¿Quién me habría dicho eso momentos antes? Hacía apenas un rato que me daba miedo enfrentarme a él de nuevo, temerosa de volver a encontrarme aquel hombre que me resultaba tan desconocido, tan distante, tan frío que había momentos en la noche pasada en los que no había podido evitar temblar ante su mirada. Y ahora me encontraba ante una persona cálida, cercana, a la cual le costaría mucho trabajo que le soltase la mano y le dejase marchar.

    Le escuché en silencio, sintiendo cómo se me quebraba el alma al verlo tan cabizbajo, tan rendido, tan agotado. Durante un instante tuve miedo de que volviese a ser el Yagari que temía, que aquella persona que estaba ante mis ojos se desvaneciera; quería creer que él era así realmente, que no me había equivocado al juzgarlo la primera vez. Desvié un momento la mirada cuando mencionó lo ocurrido durante la fiesta de Navidad. Era cierto de que me había salvado por los pelos, porque aquel Pura Sangre había intervenido... Pero no debía estar pensando en que aquello se volvería a repetir. Tenía que admitir que desde aquel día también les tuve mucho más respeto, sin atreverme siquiera a infravalorar a un vampiro noble; pero no iba a permitir que aquello me afectase en mi trabajo, en mi deber como miembro de la Asociación. Mis ojos volvieron a buscarle cuando se culpó de nuevo por lo ocurrido, sintiendo que el corazón se me hacía un puño; y ese puño se apretó más cuando mencionó todas aquellas cosas horribles sobre sí mismo. ¿Cómo podía pensar aquello? ¿No era consciente de todo el trabajo, de toda la responsabilidad que siempre llevaba encima y de la cual nunca se quejaba? Al menos, yo no le había escuchado nunca de quejarse de su trabajo. Aquella sonrisa irónica tan cargada de tristeza se me clavó, haciendo que bajase la vista durante un momento, dejando que se perdiese por el extraño contraste de su mano junto a la mía. No quería que se sintiese así, no quería que pensara todo aquello de sí mismo cuando no se lo merecía en absoluto. No quería seguir escuchando aquellas palabras salir de su boca, y tampoco que éstas brotasen nuevamente de su alma. No pude evitar sonreír, risueña, ante su expresión de asombro cuando le hice alzar el rostro, pensando en que jamás hubiera podido imaginarle con aquel gesto desconcertado. Mientras le seguía apartando unos cuantos mechones que me impedían verle bien el rostro, les respondí.- ¿No ser el qué? ¿Acaso no se da cuenta de todo el trabajo con el que carga? Siempre que lo veo está vigilando o revisando papeles, y nunca le he escuchado de poner una sola pega al respecto. Cumple con su deber y siempre lo tiene todo previsto. Ya me di cuenta en la cafetería de cómo está pendiente de todos los miembros de la Asociación.-Añadí, haciendo alusión a la mañana pasada, en la cual lo encontré con una buena pila de expedientes, los cuales parecía conocer al dedillo.- ¿Se va a culpar por eso? Entonces debería culparme yo también, ¿no? Iba mucho más atrás, junto a Shinji, cuando debería haber estado pendiente de mis compañeros. Al contrario de lo que ha dicho usted, yo jamás hubiera adivinado lo que podríamos encontrarnos allí. Y no le echaré en cara el que se enfadase conmigo; yo también lo hubiera hecho.- Reconocí, sin poder evitar el sonreír un poco con tristeza por lo bajo al imaginarme reprendiéndome a mí misma.- Soy terca, impulsiva y desesperante. ¿Cómo voy a echarle en cara el que lo desquicie?- Apreté la mano con la cual tenía sujeta la suya, infundiéndole ánimos.- No me ha defraudado en absoluto, todo lo contrario... Además, la que debería disculparse soy yo, por ser siempre tan inoportuna, tan entrometida, y no causarle más que problemas y dolores de cabeza...-Paré ahí, tratando de no provocar de nuevo un ambiente tenso y triste. Observé con detenimiento los rasgos de cansancio que había en su rostro y pensé en proponerle que descansara, pero, temiendo haber hablado demasiado, bajé un poco la mirada, avergonzada.-N-no esté más triste, ¿vale?-Le volví a pedir, bajando un poco la voz.

    ¿Se daría cuenta de cuánto me alegró ver aquella sonrisa? Aunque lo hubiese intentado, me hubiera sido imposible el no sonreír al verle así, contenta de que aquella sombra hubiese desaparecido de su mirada, aunque fuese solo por aquel rato. Incluso al ver su reacción cuando comenté lo del gatito, no dejé de sonreír. No pude evitar reírme. ¿Budú? ¿Por qué querría hacerle algo así? Casi parecía mentira todo lo que había pasado anteriormente.- No quiero enfadarme con usted.- Confesé, sonriendo. No, definitivamente no quería tener que volver a discutir más así. Me fijé un poco de nuevo en su aspecto, preocupada por los rastros que la mala noche habían dejado sobre él. Y entonces, caí.-Esa sudadera... Es de Shinji, ¿no?-Pregunté, asombrada al verle con esa prenda. Siempre lo veía con camisa y chaqueta, vistiendo muy formal, y aquel contraste resultaba bastante curioso. ¿Cuántas sorpresas me estaba llevando en un solo día? La sonrisa seguía sin borrarse de mi rostro, incluso cuando me dijo que no le llamase de usted.-Está bien, si así lo prefieres...-Respondí, asintiendo a su petición, algo extrañada cuando me dijo que no le gustaban las formalidades, y sintiéndome más extraña aun cuando le traté a de tú a tú. Me sonaba demasiado raro el decirlo. Sin embargo, mi expresión cambió durante un momento cuando comentó de que se sentía solo. Aquello me removió, sintiéndome mal por no haberme dado cuenta en todo aquel tiempo, incluso cuando me dijo a voz de grito que ya no le quedaba nada que perder en la cueva. Lo había estado viendo durante todo aquel tiempo, distante, solitario, y siempre echaba aquella expresión a sus propias preocupaciones, a su vida... sin pensar en que, como humano que era, como persona, él también se podía sentir solo.- No está solo.- Le respondí, sonriendo. Levanté un momento mi mano de encima de la suya para poder señalarme con el dedo índice.- Nos tiene a Shinji y a mí, junto a todo el resto de los que le siguen siendo fieles a la Asociación.-No quise hacer mención a su vida personal, pues, movida por un presentimiento, aquel tema me pareció demasiado doloroso como para tocar.- Si tiene alguna preocupación y quiere desahogarse... Puede... puedes contármelo.- Añadí, desviando un momento la mirada, arrepentida por haber dicho aquello. Pero, ¿cómo le iba a ayudar? El entramado de su mente era todo un enigma para mí.-I-incluso Shinji seguro que estaría encantado de ayudarlo... de ayudarte.- Comenté, llevándome la mano a un lado de la cabeza, rascándolo un poco, nerviosa. No, definitivamente me costaba tutearlo. Y ahora que lo pensaba, ¿dónde se había metido Shinji? Además, cada vez sentía que estaba diciendo más tonterías y no pude evitar el mantener durante unos instantes la mirada perdida, notando que las mejillas me ardían un poco. ''Bocazas, que eres una bocazas.''

    Alcé de nuevo la cabeza cuando noté que señalaba al conejo que reposaba sobre mi regazo y decía que se parecía a mí. Lo miré durante unos instantes, curiosa, mientras escuchaba la descripción que me daba, todo sin dejar de sonreír. Me acerqué el peluche con cuidado y lo dejé sobre mi estómago para poder tenerlo más cerca. Lo acaricié con cuidado y toqué una de sus patitas regordetas.-No sabía que tuviese las piernas tan cortitas.-Comenté, riéndome con suavidad, a la vez que acercaba al otro peluche a mi estómago, negándome a dejarlo solo sobre mi regazo. Me sentía a gusto con el que toda aquella situación hubiese terminado, que ahora pudiese mirarle a la cara y sonreír; ver a una persona con más ganas de vivir, o, al menos, con más ánimos para hacerlo. Volví a colocar mi mano sobre la suya sin dejar de sonreír.
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    Mensaje por Yagari Touga Sáb Mar 29, 2014 8:08 pm

    Comprendía su indignación ante sus palabras, pero lo que no comprendía era cómo ella no podía asumir la verdad de su estado: que no estaría postrada en esa cama, en este maldito hospital, si no fuera por el descuido de alguien que no supo protegerla como era debido. Y aquí reside la paradoja de la situación: él, que tanto se enfadó con ella porque se expuso de esa manera, acabó padeciendo la desesperación de que la joven muriese desangrada entre sus brazos, y simplemente porque él permitió que la ira y el miedo lo controlaran. ¿Pero no era aquel el secreto de ser humano después de todo? Esas emociones, esos sentimientos... Esos impulsos que pueden llevar a cada hombre a las acciones más estúpidas, pero también las más valerosas y nobles. La vida humana era en sí un gran misterio, al igual que el espíritu de cada ser que ponía sus pies sobre la faz de la tierra. Quizás ni siquiera cuando la Muerte llegue, uno pueda comprender todos los enigmas incognoscibles que nos rodean. Pero mientras tanto, mientras se aguarda a que el momento acontezca, el secreto reside en disfrutar de cada segundo, de cada minuto. Y Touga, ahora mismo, disfrutaba de aquella ocasión, de aquella extraña sensación que le transmitía el estar tomando la mano de alguien luego de tanto tiempo evitando todo tipo de contacto que le significase algún tipo de lazo, algún tipo de sentimiento amable que podría guiarlo a la pérdida y la desolación otra vez. Pero su mano era cálida, pequeña, delicada. Y al sentirla bajo la suya su mente solo podía evocar momentos pasados, donde sostuvo de este mismo modo la mano de alguien más, justo en su lecho de muerte. Y aquel era, en parte, el motivo de su constante distancia con las personas, porque una parte de él continuaba herida, sofocada, y era tal el trabajo que costaba reparar su alma, que no podía permitirse el hecho de exponerla de ese modo, estando tan débil, a nuevos afectos con posibles nuevas tragedias.

    Sí, tal vez era algo cobarde en el fondo.

    Ella parecía estar regañándolo cual madre ahora. Parecían haberse trocado los roles. Todas sus palabras ingresaron por sus oídos, mientras la mirada de Touga continuaba igual de sorprendida, mucho más apacible y tranquila que antes. Sin embargo, mientras veía los labios de Rangiku moverse tras la máscara del respirador, más se torturaba por dentro. ¿Por qué ella? ¿Por qué ella y no él? Si después de todo, quien no tenía motivos para vivir era él. Ella, en cambio, tenía tanto que dar y tanto que perder. Yagari podía verlo, y eso le hería; le lastimaba en lo más hondo, porque temía no poder protegerla para que el Tiempo le permitiese alcanzar todo lo que se proponía. Y aunque aún no podía entender el por qué se preocupaba tanto por ella, solo lo dejaba ser. No quería pensar en ello y carcomerse la cabeza. Tal vez fuera porque la veía muy inocente e ingenua, a diferencia de otras cazadoras. Y ahora que lo pensaba, creía que podía compararla con Crosszeria en ese aspecto. Solo que ésta había decidido abandonar la Asociación por una enfermedad, y Yagari, en el fondo, lo agradeció. Pues esa mujer estaría mucho mejor lejos de la Institución, y más aún en los tiempos que corrían. Sin embargo, ¿qué hacer con Rangiku? Ella mismo lo dijo, era terca, cabezota, y no lograría sacarla de allí ni a patadas.

    - Solo me hago responsable de mis errores, Rangiku -determinó, mirándola fijamente. Un brillo gélido surcó su iris, pero este se disipó instantáneamente, como si ya estuviera derrotado, siendo imposible recomponer la barrera que ella no dejaba de agrietar con cada palabra-. No eres desesperante, no me desquicias -negó con la cabeza, recordando todas las cosas horribles que le había dicho-. Tal vez me des unos cuantos dolores de cabeza -acabó por sonreír levemente-, pero no es verdad todo lo que te dije allí, en los túneles. Eres competente, tienes habilidad, y me has salvado la vida también -admitió, mirándola a los ojos otra vez, mientras ella acababa por apartar el último mechón azabache que recaía sobre su parche-. Y te agradezco por eso. ¿Si te digo que estamos a mano estarás tranquila y contenta? -preguntó, bromeando un poco, y bajó la cabeza otra vez, mirando el antebrazo que tenía apoyado sobre la parte superior de una de sus piernas. Volvió a levantar la mirada-. No eres entrometida, no eres inoportuna. Creo que a este mundo le hace falta un poco más de personas como tú -confesó, creyendo que realmente era cierto; a este mundo le hacía falta bondad, delicadeza y solidaridad. No obstante, no podía evitar admitir que las personas como ella no siempre salen muy bien paradas en este infierno que denominamos tierra, que llamamos ingenuamente "hogar".

    Cuando ella le pidió que no estuviera más triste, otra sorpresa golpeó el pecho del arisco cazador. Hubiera querido mirarla a los ojos, pero tan solo dejó la mirada perdida en alguna parte del suelo, observando los blancos y pálidos mosaicos. Por un momento temió que con tan solo su presencia fuera a contarminarla. Él era nocivo, generando un corte abrupto entre las dos realidades que, curiosa y paradójicamente, les unía.  Alzó la cabeza otra vez, al escuchar su risa. ¿Él estaba logrando hacer reír a alguien de aquella manera? ¿Acaso era capaz de sembrar algo más que indiferencia? Y aunque se rehusara a hacerlo, no pudo evitar sonreír, bajando la cabeza otra vez-. Tal vez te enojes conmigo bastante seguido -admitió, como una gran posibilidad, pero era cierto: con lo tercos que eran ambos, ¿cómo obviar lo inevitable? Entonces ella preguntó por la sudadera, y Touga tuvo que mirarse a sí mismo. Del cansancio que tenía encima, ya ni recordaba lo que traía puesto-. Ah, sí, me la ha prestado, porque mi camisa era impresentable. No es que me importe mucho andar con harapos, pero ya sabes cómo es él -torció un poco la boca, sonriendo de lado. Shinji y sus excesivos cuidados. A veces creía que se preocupaba demasiado, ¿pero quién era él para juzgarlo? Y mientras continuaba observando la blanca sudadera que llevaba puesta, Rangiku volvió a sorprenderlo con sus palabras. Yagari la miró y el silencio duró unos segundos. Simplemente permitió que su mirada hablase un poco más que él. Instintivamente, su mano apretó un poco la de Rangiku, y sus labios se arquearon en una suave sonrisa, misteriosa y triste a la vez-. Hay veces en que uno, a pesar de estar rodeado de gente, está solo, y la mayoría de las ocasiones esa soledad es inherente a la persona -sonrió de nuevo, fugaz-. La vida me ha quitado más de lo que me ha dado, y esto que siento dentro... no es algo que pueda modificar con facilidad, ni echar al olvido -confesó, explicándole suavemente lo que sentía, a pesar de no ser de lo más claro con sus palabras. Sin embargo, se detuvo, pues su alerta interna le indicaba que no debía continuar. Si continuaba hablando, acabaría por abrirse demasiado, dejando ese sangrante corazón que llevaba en el pecho al descubierto, ante ella. Se puso serio de repente, pero volvió a mirarla de forma amable, no queriendo caer en sus cavilaciones otra vez, siendo absorbido por pensamientos pesimistas que no lo guiarían a ninguna parte-. Agradezco mucho tus palabras, al igual que agradezco el que quieras estar para mí, pero si hay algún consejo que puedo darte al respecto, es que mientras menos te involucres con alguien como yo, mejor. Tómalo como el consejo de un amigo -susurró suavemente. Ella tenía razón, él podía contar con ella, con Shinji... Pero era mucho más fácil decirlo, que hacerlo. Y, entonces, notó el ligero rubor en las mejillas de ella, que a cada segundo parecía hacerse más intenso. Touga frunció el ceño, extrañado, y se puso de pie de repente, posicionándose a su lado e inclinándose un poco sobre la camilla. Depositó su otra mano sobre la frente de Rangiku-. ¿Te encuentras bien? ¿Tienes fiebre? -preguntó, preocupado, apartando algunos mechones de la frente de Rangiku, y desliando su pesada mano por su mejilla, para volver a guiarla hacia su frente más tarde, en un gesto quizás algo paternal. El comentario de Rangiku sobre el peluche llegó a sus oídos, y entonces él asintió-. Las tienes muy cortitas -bromeó, y entonces la puerta se abrió.

    La figura de Shinji emergió desde el pasillo. El cazador, escandaloso como siempre, abrió la puerta sin cuidado alguno, hablando fuerte como acostumbraba a hacer. Sin embargo, cuando levantó la mirada y vio aquella  escena, se quedó de pie, estático. Miró hacia un lado, hacia otro, y acabó por carraspear, bastante fuerte, mientras cerraba la puerta tras de sí, y se encaminaba hacia la cama de Matsumoto. Yagari, al verlo, se apartó de ella un poco y por instinto, otra vez, soltó su mano. Se volteó hasta quedar frente a Shinji.
    - ¿Sabes medir la fiebre? -preguntó, directamente. Shinji, que ya traía bajo su manga una serie de comentarios bromistas y socarrones, frunció el ceño, mirando a Rangiku.
    - Sí, pero... ¿por qué? ¿Tiene fiebre? -se acercó a la cazadora y tocó su frente, para luego poner sus labios sobre la misma, midiendo su temperatura con aquel método que siempre utilizaban las madres-. No, está bien. ¿Tienes calor, Rangiku? ¿Quieres que te quite alguna de esas mantas? -señaló lo abrigada que estaba en esa cama. Luego, suspiró, observándola de nuevo-. ¡Ah! Hablé con el médico. Me dijo que en un rato te traerán el almuerzo. Y no, no te ilusiones demasiado: sopa -explicó, mirándola inquisitivamente, para luego reír un poco-. Pero algo es algo, ¿no? -golpeó la espalda de Yagari con la palma de su mano, amigable, entonces reparó en su aspecto y la terrible sombra que tenía bajo su ojo, presa del cansancio, sin contar con los raspones que hacían de su rostro la cara de un convicto-. Eh, Touga, ¿por qué no vas a descansar? Yo me quedo con ella, ¿de acuerdo? Y no, no me interrumpas -aclaró, cuando vio que Yagari ya comenzaba a preparar sus excusas-. Lo necesitas. Has pasado por mucho y no duermes hace dos días. Ve a tu apartamento, date una buena ducha, duérmete una buena siesta, come algo... -comenzó a enumerar, y Yagari no tuvo otro remedio más que suspirar.
    - Estoy bien.
    Shinji se indignó, comenzando a gritar, como si fuera una cría escandalosa.
    - ¡Eres un cabeza dura! ¡Mírate! Pareces un zombie y puedo adivinar que apenas tienes fuerzas para mantenerte en pie -arrojó, estirando ambos brazos a cada lado de su cuerpo, marcando aún más la evidencia del asunto.
    - Estoy bien -repitió Touga, mientras su mirada se ensombrecía, borde. Pero, al ver la insistencia de Shinji, éste acabó por ganarle por cansancio. El Vicepresidente bufó, cerrando su ojo e indicándole mediante un gesto de mano que ya deje de exagerar y hacer payasadas-. Agh, está bien, está bien. En un rato me iré, pero volveré a la noche, y me quedaré a cuidarla, así puedes ir a tu casa con Matarou y descansar también. Además, él seguramente quiera estar con su padre... -dijo mientras lo observaba, y a Shinji pareció gustarle la propuesta. Sonrió, le estrechó una mano y cerró el trato:
    - Hecho.
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