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    Gran baile de carnaval Empty Gran baile de carnaval

    Mensaje por Kaien Cross Sáb Feb 15, 2014 10:00 pm

    Gran baile de carnaval Venecia-001-900776_H112138_L

    La gran sala de baile está adornada con motivos elegantes inspirados en el carnaval de Venecia, todo está preparado para una elegante y completa velada.

    Será independiente a los hechos que están ocurriendo on-rol en estos momentos, para que todos podaís disfrutar de un baile tranquilo esperemos el disfraz y la máscara son obligatorios. ¡A pasarlo bien!
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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Dom Feb 16, 2014 7:21 pm

    Entonces apareció su cabello azul entre la fiesta y unos ojos alegres del mismo color. La máscara en blanco, contraponiéndose con el resto de su llamativo traje antiguo: mitad azul, mitad negro. O quizá no estuviera tan contento de permanecer allí, pues prácticamente había sido obligado a ir por culpa de mis antiguos compañeros de la clase diurna. Los miré cuando avanzábamos, mientras que decidían atreverse a "conocer" otras chicas; rompiendo la formación de ese grupo de cuatro anónimos, vestidos con máscaras y adornados vestidos venecianos llenos de detalles y plumas que tapaban por completo nuestra identidad. Me sentía ególatra por pensar que me traían como un cebo para que las chicas se acercaran a nosotros, principalmente porque ahora pertenecía a la clase nocturna. Aunque de nada les serviría, a menos que se fijaran en el color de mi pelo y seguidamente lo relacionaran con los ojos del mismo color.

    Pero no entendía siquiera para qué estaba en esta fiesta, disfrazado hasta volverme totalmente irreconocible. Los ojos celestes se paseaban de lado a lado, reconociendo a algunas personas al brillo de sus ojos, al olor que percibía inmediatamente por la nariz o simplemente por el sonido de sus voces. Sin embargo, entre las féminas y los trajes de las señoritas no pude encontrar a mi dama perdida de larga melena pelirroja. Tampoco pude encontrar aquellos ojos carmín y su cabello azabache entre la multitud. El corazón me latía deprisa a cada búsqueda que hacía desde el sitio, hasta emocionado de llegar a encontrarles. Sentía como si esto resultara un extraño juego de niños donde cada uno debía encontrar la identidad del otro y sorprenderle en medio de la multitud. Era intrigante y nervioso, al mismo tiempo que deprimente cuando no hallaba su procedencia. No obstante, a Marcus no le gustaban demasiado las fiestas por lo que sucedió aquella vez, podía llegar a entenderlo. Pero... hacía tanto que no podía ir a una con Bella, que parecía un sueño aquella primera vez que estuvimos juntos en una; pese a terminar siendo una masacre de muertos por Vladimir. Suspiré, dándome por vencido rápidamente tras pensarlo. No, ellos no habían venido. Quizá el primero estuviera buscando trabajo y la segunda aún en la Academia, rodeada por los vampiros que ella conocía, preguntándola insistentemente acerca de nuestra relación ya pública. Y sinceramente, el corazón comenzó a decelerar, decepcionado. Esta no era la fiesta que pensé, porque las personas con las que quería pasarla no estaban aquí. Cerré los ojos imaginando las miles de cosas que pudiésemos haber hecho.

    Habríamos venido juntos al baile y sembraríamos con la envidia de muchas de las mujeres que allí estaban por llevar entre Marcus y yo a nuestra chica, pero la circunstancia no terminó en ese bonito cuento perfecto. Nuestra relación no era perfecta, nuestra vida tampoco lo era. El Destino nos tenía marcados para volver efímera nuestra felicidad. Reconocí una de las voces y me volteé rápidamente, creyendo reconocerla. No, no era Bella, sino Tachibana, una hermosa compañera de la clase nocturna que apenas acababa de conocer escasos días. Tras ella y su elegante vestido color plata se extendía una larga cola de hombres que querían bailar con ella, su orgullo y mal genio. Y de repente, una mano se posó sobre mi hombro.
    -Ziel hoy conocerás muchas más chicas, ¡no te deprimas! - Miré a mi compañero e intenté sonreír. Sí, había cientos de mujeres y hombres en ese momento, pero ninguno de ellos era quien yo necesitaba ahora. Y no quería escuchar más voces que las suyas, ni bailar con más personas que no fueran ellos, a decir verdad. Lo mejor sería que me fuera de la fiesta.

    Di media vuelta, asintiendo; sin reparar en que la gente con la que venía, estaba reteniéndome para quedarme. Era peligroso, incluso. Esta era la primera vez que venía a una fiesta desde la conversión, -pues la anterior vez que sucedió, estaba siendo arrastrado por los cazadores como rehén y realmente con la obligación de matar a Marcus-, y la sed podría impacientarse en cualquier momento. Apreté el puño, tragando saliva. Hacía calor bajo el ostentoso traje, y no sabía cuánto tiempo podría aguantar hasta que la necesidad de sangre se volviera insoportable y tuviera que huir a algún lado, fuera de humanos. Negué con la cabeza, tratando de olvidarlo todo.
    -Vamos, Ziel, quédate. ¡Hoy es un día para celebrarlo! Saca de tu cabeza lo que tengas y olvídalo. Venga, te traeremos a Sakamoto para que te diviertas... - Mencionó el mismo chico de antes con una risilla, avisando a otro para que encontrara a la susodicha enamorada del vampiro. No sabía qué hacer. Realmente, quería apartar mi vida por un momento y sentirme otra persona dentro de este traje que tapaba mi identidad. Y quizá... hoy quisiera divertirme durante la fiesta porque necesitaba alejar mis pensamientos sobre todo lo ocurrido últimamente. Y tal vez después marcharme a casa.
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    Mensaje por Bella.N.Gring Dom Feb 16, 2014 9:41 pm

    Estaba frente a la puerta con un precioso vestido rojo de palabra de honor junto con un sencillo recogido que hacía que mi cabello se deslizara por el hombro derecho. ¿Me habría pasado? ¿Estaría bien con lo que llevo puesto? ¿Me queda bien el pelo rizado? ¿La máscara era bonita? Ahora mismo me estaba preocupando por cosas que anteriormente no hacía, por el mero hecho de que no tenía tiempo. Siempre le había dado el privilegio a la ropa cómoda, o a la que me diera mayor movilidad. No sabía si debía entrar o, simplemente, darme la vuelta y encerrarme en mi cuarto. Hacía mucho tiempo que no pisaba por una fiesta que organizaba la Academia. Era bastante razonable teniendo en cuenta la cantidad de personas heridas y muertos y hubo en la última.

    Abrí la puerta con cuidado echando un ligero vistazo antes de poner un pie en aquella sala. Había un montón de gente, más que en las fiestas de navidad. Supongo que esto era una novedad. Nunca habían organizado una fiesta de este tipo. Por fin, decidí entrar cerrando la puerta a continuación. Genial... No lo decía solo por la decoración, que era fantástica. Había la suficiente luz como para ver por donde pisábamos y la mayoría de la gente llevaba unos trajes y unas máscaras preciosas. Parecía ser que no había exagerado con mi atuendo ni mi máscara. Había algunas largas y coloridas. Otras pequeñas y sencillas. Gente vestida de negro, amarillo, azul intenso... Era como estar dentro de un bonito arcoiris. Ahora viene lo difícil... Tenía que encontrar a Ziel entre tanta multitud, sería fácil si me dejaran pasar.
    ¡HEY! alguien gritó en mi oído y me agarró del brazo. ¡Bien! ¡Sabía que eras tú! No sé ni para qué te pones máscara chica, ese pelo ya te delata. A la próxima te pones una peluca o algo.. ¿Pero a que esto es genial? Mifune no para de hablar y de hablar. Era una compañera de la clase nocturna, jamás me sentaba con ella...Era bastante plasta. Sisi...Bueno, estoy buscando a alguien. Cuando intentaba irme, Mifune volvió a agarrarme. Estás buscando a Ziel a que si, ¿eh? La miré mal esta vez, el rumor se había extendido como la seda y no me gustaba que me agobiaran. Le he visto hace poco, debe de estar por allí. dijo señalando hacia la parte del fondo. Vale, gracias. Pásatelo bien con Drake... Por fin pude deshacerme de Mifune. Comencé a pasar entre la gente y pude vislumbrar la cabellera azulada de Ziel a lo lejos. Comencé a sonreír como una tonta mientras agilizaba el paso.

    La gente ya comenzaba a bailar en medio del salón de baile mientras otros se apoyaban en la pared sin hacer nada. En poco tiempo pude llegar hasta Ziel. Le rodeé con los brazos desde la espalda para que no me viera en un principio. Bú. Susurré en su oído. Parecía una niña pequeña con ganas de jugar y pasárselo bien. Hacía tiempo que no podía hacerlo y ahora tendríamos la oportunidad de olvidarnos de todo. Sólo faltaba una persona de nuestra pequeña familia. Marcus. ¿No habría querido venir? A decir yo estuve a punto de no hacerlo. Ya me daba hasta miedo, pero siempre hay un riesgo en todo. Y si no te arriesgas pierdes la oportunidad. Bueno, ¿te lo estabas pasando bien? Esta vez, me puse delante de él para que me viera bien. Volví a abrazarle con delicadeza. Ya te echaba de menos... dije cerca de sus labios. En ese momento algunas personas se giraron para mirarnos. La verdad es que ya me daba igual. Estaba con la persona que más quería en este mundo y eso bastaba.
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    Mensaje por Rangiku Matsumoto Dom Feb 16, 2014 11:04 pm

    Había llegado desde hacía bastante rato a aquel gran salón, pero no precisamente porque tuviese ganas de empezar la fiesta. Tras la experiencia vivida en la anterior fiesta organizada por el director, había decidido no volver a ir a ninguna de sus celebraciones sin ir bien armada. Traía conmigo mi arma favorita: Kazeshini, que literalmente significaba 'el viento de la muerte'. Aquella tétrica arma que tanto disgustaba a Shinji era con la que mejor me llevaba. Así que, teniendo en cuenta que una persona normal no llevaría aquellas dos extrañas guadañas sujetas a la espalda y aun menos en un baile, había decidido irme un poco más temprano y llegar antes de que comenzase a entrar la gente. Busqué un sitio para dejar a Kazeshini y encontré un pequeño cuartito de la limpieza. Había dejado con cuidado el arma allí, escondida tras unas cajas de cartón. No creía que nadie fuese a entrar allí, y mucho menos a zarandear el lugar donde la había dejado.

    Me sentía rara en aquellas ropas. Llevaba un vestido largo, azul pálido, con la espalda descubierta, unos guantes hasta el codo del mismo tono y un antifaz plateado, el cual no hacía más que darme problemas. No se podía quedar bien en su sitio, no, y encima me molestaba al no estar acostumbrada a llevar algo en la cara. Sentía mi campo de visión restringido, cosa que no me entusiasmaba. Y aquel vestido... era bonito, realmente bonito, pero no me acostumbraba a vérmelo puesto. Miré hacia el suelo y alisé la falda del vestido, algo cortada. Me relajé un poco al ver algunas personas vestidas de manera mucho más llamativa. Me alejé de la pista de baile y me apoyé contra la pared, con las manos a la espalda, mirando sin mostrar mucho entusiasmo a mi alrededor. Por el momento, la fiesta parecía estar tranquila. Algunos bailaban, otros iban descubriendo poco a poco a sus conocidos... Era un ambiente agradable, alegre, despreocupado. Parecía haber incluso más gente que en Navidad, y se habían esmerado decorando el salón. Estaba precioso.

    Dejé escapar un largo suspiro y remetí un mechón de pelo por detrás de mi oreja izquierda. Seguí observando la fiesta, pendiente tanto de los alumnos de la clase diurna como los de la nocturna, aunque en aquellos momentos fuese algo difícil distinguir quién era quién. Había acudido a la fiesta tanto en calidad de alumna como de cazadora, y más hacia la segunda opción. Después de la experiencia anterior, me había dado cuenta de que no podía relajarme. Además, aun no había visto o reconocido a ningún otro cazador, ¿estaría sola allí? Por un lado lo dudaba, pero no pude evitar inquietarme ante la idea. Volví a colocarme bien el antifaz con un gesto nervioso. Parecía que iba a tener que aguantarlo toda la noche. Suspiré, aburrida. Tal vez tuviese suerte y la noche pasase tranquila, sin incidentes que tuviesen que ver con desertores o vampiros. Miré hacia los que estaban en la pista de baile y, durante un instante, deseé estar como lo estaban ahora la mayoría de ellos: despreocupados, centrados simplemente en encontrarse con sus compañeros, riendo con ellos. Para mi disgusto, yo no podía tratar con muchos de mis compañeros de la misma manera: no sabía cual podía estar esperando para clavarme un puñal por la espalda, literalmente. Habían salido a la luz muchos de los desertores, pero seguramente aun quedaban unos cuantos escondidos. Pensándolo bien, tan solo había un puñado de personas en las que podía confiar. Elevé la vista hacia el techo, y me quedé mirando durante un momento la enorme lámpara, distraída, y, sin poder evitarlo, acabé pensando en la montaña de apuntes que me esperaba en mi escritorio. Fruncí el ceño. Mejor me centraba en la fiesta.
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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Lun Feb 17, 2014 2:10 pm

    Sakamoto... Suspiré resignado. ¿Por qué la gente insistía con esa chica? Los compañeros con los que había venido conocían a la perfección que yo estaba saliendo con Bella, incluso antes de cambiarme de clase por la conversión. Lo de Marcus era principalmente un misterio para la mayoría de la gente, porque más bien me daba vergüenza que nos vieran ciertamente enamorados en público. Pero aun así, ¿a qué se daba su insistencia? Ya le había dicho que no quería una relación con ella, y todos los sabían, pero les encantaba continuar. ¿Acaso era una tentación para serle infiel a Bella? No... no quería convertirme en uno de esos tipos que dejan a sus novias tiradas en una alcantarilla para irse con cualquier mujer. Quería a Bella, la amaba más que a nada, al igual que Marcus, y por ello no podía pensar en otras personas que no fueran ellos y su biniestar.

    Cuando se ama a alguien, se hace a pesar de las consecuencias.

    A pesar de que muchas veces hiciera llorar a mi novia por mi tozudez, por mi orgullo o algún enfado con el otro vampiro. Por eso intentaba esforzarme, para cada día ser alguien mejor y poder protegerla como una buena pareja haría. Sonreí livianamente cuando finalmente Sakamoto se acercó. Otras muchas chicas se acercaron para que bailara con ellas, pues muchas de ellas -humanas, por supuesto- habían relacionado el color de pelo conmigo. Pero la negativa era constante para cada una de ellas, pues yo quería bailar con una única persona, dado que con la otra no podría hacerlo porque no conocía los pasos de baile del contrario; ya era suficiente con los que tenía que ejercer en estas festividades.
    -¿Qué tal en las clases nocturnas, Ziel? Dime, ¿has conocido a Kaname? Realmente hay gente muy atractiva en esa clase, ¿no es así? - El interrogatorio de la chica comenzó. Estaba cansado de que todas mis anteriores compañeras estuvieran todo el tiempo preguntándome acerca del cambio de clase. En cambio, no podría haber llevado una vida normal entre humanos y era mejor estar con Bella en clase por si ocurriera algo. Al menos ahora podíamos ir juntos a cualquier asignatura, salvo educación física, claramente.


    -Bien, igual que en las clases, salvo que tienen un horario diferente. No hay nada diferente Sakamoto, es absolutamente todo igual. - Mentira. Allí había vampiros y nos retenían a todos durante la noche para evitar que tomáramos sangre como la suya. A cambio nos daban la educación que correspondería a nuestras edades, aunque normalmente pasábamos completamente de dar clase. Mientras perteneces a la diurna sueles perderte la mayoría de la información que ocurre normalmente. - Y no, aún no he podido hablar con él realmente. Sólo... le conozco de vista, como todos, ya sabes. - Reí un poco para quitar limaduras al tema. Era incómodo hablar de algo así con Sakamoto, pues su olor estaba contaminando mi nariz y por ende, me producía ganas de beber sangre de repente. Era algo calmo, ya que ninguno de los dos aromas que me volvían loco estaban allí. - Discúlpame pero... creo que voy a tomar un poco el aire. Tanta gente comienza a agobiarme. - Su sangre más bien eran las que me estaban agobiando y aturdiendo en demasía. Sonreí y terminé por marcharme, pese al desagrado que mostró la cara de Sakamoto-san.

    Salí al pequeño balcón que se formaba en la misma planta que la del baile, alejado de mis compañeros por un momento. Bajé la cabeza y suspiré, cabizbajo. Quería irme de aquí cuanto antes, pero aún tenía una mínima esperanza de que alguno de los dos vampiros efectuara entrada en el baile. Y efectivamene, lo que no pensaría es que Bella venía en camino entre tanto. Inmediatamente supe que era ella, incluso antes de que hablara para sorprenderme. Su aroma era completamente diferente al resto de vampiros. Sonreí en silencio, tomando sus manos para que siguiera abrazándome así, aunque fuera desde la espalda. Al menos, y por suerte había escapado de la pesada de Sakamoto y de la mayoría de antiguas compañeras, concediéndonos unos minutos para nosotros. Como lo hacíamos entonces. Justo como en aquella primera fiesta.
    Admiré sus facciones en cuanto la tuve más cerca y tomé sus mejillas con ambas manos. Cerré los ojos y pegué su frente a la mía en cuanto volvió a rodearme. Sonreí inevitablemente. Había venido. Quizá faltara Marcus, pero ella había venido. Sin embargo, pese a no estar del todo conforme -ya que también quería allí a Marcus-, pasaría la fiesta agradablemente en compañía de Bella Gring.


    -Realmente no. Mis antiguas compañeras de clase estaban acercándose cada dos por tres para que saliera a bailar con ellas y llenándome de preguntas acerca del cambio a la nocturna. - Suspiré, poniendo la cabeza sobre su hombro. Me sentía cansado, pero totalmente contento de tenerla allí. La rodeé con los brazos y besé su pelo con dulzura. - Yo también, Bella. Y, por suerte mi deseo de tenerte ha sido concedida por el hada madrina, ¿no? - Me separé levemente de ella y recorrí sus hombros desnudos con la yema de los dedos. - Estás realmente hermosa, hoy. Seguramente sea la envidia de más de uno esta noche... - Confesé anonadado, observándola. Adoraba el color de su vestido, a juego con su melena rojiza. Jamás pensaría que tenía a mi lado a una mujer como ella. Desde luego, que verdaderamente debería vigilar mi espalda por si algún otro quisiera quitarme a mi novia en este baile, pues no dudaba ni un sólo segundo de que la atención la atraía ella. La gente nos miraba, o mejor dicho, la miraban a ella. Quizá también retuviera atención porque ambos éramos vampiros, pero me gustaba pensar que todo el mundo la admiraba. Algo posesivo, la agarré fuertemente de la cintura, me quité la máscara y me incliné hacia ella, besando sobre sus labios. Ella era mía y de nadie más.

    Tras separarme, y de repente, puse una rodilla sobre el suelo y la miré a los ojos. Otra pieza de música comenzaba a sonar.

    -Señorita Gring, ¿tendría el placer de concederme este baile? - Pregunté divertido, casi copiando los modales del vampiro que faltaba: Marcus O'Conell.
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    Mensaje por Yagari Touga Jue Feb 20, 2014 7:17 pm

    Con un traje negro y elegante; con guantes oscuros que cubrían perfectamente sus manos; con su cabello azabache extendido hasta sus hombros, rebelde y juvenil en contraste con su madura personalidad; con una rosa roja en el pecho y, el toque esencial: un cigarro entre los labios. Así Yagari Touga ingresaba en aquella nueva fiesta que decidía celebrar Kaien Cross. Esta vez, el hombre le había pedido, suplicante, que dejara las obligaciones de lado, al menos por una maldita vez, y se divirtiera. Sus argumentos para lograr convencer al cazador se basaban en el estrés que sufría a diario, en lo ocupado que siempre estaba, en la cantidad de veces que arriesgaba su vida sin pedir nada a cambio y, como elemento fundamental de su ataque de ocio hacia Touga, utilizaba aquel suceso horrible de su pasado que le impedía ocupar su mente en otra cosa que no fuera matar. Yagari, suspirando sin desear darle el gusto, acabó por concederle ese único deseo. Aún así, no iba a asistir allí sin armas. Aunque Kaien haya asegurado que esta vez eligió un salón apartado y fuera del alcance de los vampiros del pueblo -al menos con mayor protección que otros-, el experimentado cazador no dejaría de lado su astucia ni subestimaría a aquellas bestias, por lo cual iría armado hasta los dientes de todos modos.

    Sus pisadas sonaron sigilosas y suaves, entremezclándose con la música sofisticada. Su ojo azul distinguió, tras la máscara que llevaba -pues el disfraz era obligatorio según el escandaloso director- las diversas personas que había allí y los diversos colores de su atuendo, en contraste con el suyo, que era negro impoluto. A decir verdad, lo único que resaltaba en él era esa rosa roja en su traje y la blanca máscara que cubría la mitad de su rostro; aquella máscara que representaba al personaje de una de las óperas más radiantes y apasionadas, al igual que emotiva, que el mundo haya conocido jamás: El Fantasma de la Ópera. La única diferencia era que Yagari había decidido utilizar una máscara que no tuviera orificio para su ojo, pues iba del lado de su rostro donde su mirar ya no existía. Por lo tanto, intercambió aquel parche de cuero habitual por una elegante máscara clara, la cual denotaba mayor intensidad y poder de intimidación a su iris azul y certero.

    A medida que avanzaba, esquivaba a unos cuantos jóvenes que bailaban haciendo el tonto. Esos nunca faltaban. El cazador se introdujo con sigilo en una pequeña habitación: un cuarto de limpieza que utilizaban los camareros esa noche. Cerró la puerta tras de sí y buscó el lugar propicio para ocultar su armamento. En cuanto corrió un par de cajas, pudo percibir allí un arma. Frunció el ceño y sonrió de lado. Eso significaba que había otro cazador en la fiesta que había decidido utilizar la misma astucia que él. Y, tras esconder su escopeta, una pistola y un par de katanas, salió.

    Al encontrarse nuevamente en el salón, suspiró pesadamente. Bien, Kaien le había dicho que actuase como cualquiera actuaría en una fiesta, pero... ¿Acaso Yagari tenía la mínima idea de lo que era eso? En su adolescencia había acudido a muy pocas fiestas, pues siempre rechazaba invitaciones para centrarse en su entrenamiento como cazador. Sin embargo, ¿quién diría que ahora mismo lo necesitaría tanto? Bah, patrañas. Ahora mismo había visto con cariño un muro oculto tras unas columnas, podría dirigirse allí y vigilar como siempre, y... Suspiró de nuevo. Lo había prometido. Kaien le había obligado a prometerle que esta noche sería diferente. Incluso le había dicho que si no quería desprenderse completamente de las obligaciones, que estuviera allí bajo su título de profesor de la Academia, pero que dejara su lado cazador de lado, al menos por unas horas. Entonces, rendido, Touga caminó sutilmente. Ya una de sus alumnas se había quedado mirándolo, y comenzó a murmurar junto con otras jóvenes. ¿Qué? ¿Acaso llamaba la atención su atuendo? Por favor, ni siquiera tenía colores llamativos, era más negro que la noche. Yagari bufó molesto y para su consuelo encontró una mesa con varias bebidas alcohólicas. Miró sigilosamente hacia ambos lados y se llevó una copa a la boca. Era vino. Hizo una mueca de aquellas que uno hace cuando "no está nada mal" y continuó bebiendo. De reojo observó al grupo de chicas danzando y acercándose a él. ¿Acaso querían molestarlo? Ya verían quién molesta a quién cuando reprueben su materia.

    Y así es como Yagari Touga comenzó su subsistencia allí, porque él no se divertía ni "vivía la vida loca" en las fiestas, como solían decr algunos. Touga, mas bien, sobrevivía en aquel lugar, y mientras tanto maldecía por dentro las normativas de Cross. Y sí, estaría bien decir que alguien como él jamás fue hecho para estas.. andanzas nocturnas tan sutiles y flojas. Él era un tipo de acción, rudo y hoso. Recordaba con anhelo sus noches en The Crow. Y ahora observaba aquel mantel lleno de bebidas con melancolía. Al menos le servía de consuelo el pensar que esa mesa era lo más parecido a un bar lleno de idiotas alcoholizados y violentos que tenía allí dentro.
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    Mensaje por Ryu Olivier Jue Feb 20, 2014 8:52 pm

    ¿Existía una fiesta en el pueblo? Entonces por supuesto que Oliver Ryu, se encontraría allí camuflado en aquella bonita velada de carnaval. Se incorporó a ella con un elegante atuendo en color burdeos y con algunos detalles metalizados y en tono dorado que resaltaban singularmente entre las vestimentas de la celebración. Tampoco quería llamar demasiado la atención, puesto que se decantó por una máscara del anterior matiz, la cual que recorría desde su mejilla hasta el ojo contrario, ocupando el suficiente espacio para que la herida de su ojo no fuera vista por indeseables. Nada más entrar, su experiencia como cazador le hallaba amistades hasta debajo de las copas de vino, saludando a algunos conocidos a lo lejos cordialmente. Como no, su larga melena roja delataba su identidad indudablemente para quienes lo conocieran, aunque otros -bebidos, como no- optaban por confundirlo con alguna de las féminas que se hallaban en el lugar. Y a cada uno de los individuos que osaban a interferir en su camino, los apartaba cordialmente con una sonrisa encantadora. A fin de cuentas, él también fue joven en su día y claramente, también agarró alguna borrachera indecente por la misma edad.

    Sin dudarlo un solo momento, se acercó a la mesa donde se encontraba el delicioso manjar y se sirvió una copa de vino tinto. Sonrió encantadoramente a una de las señoritas que tenía enfrente y se difuminó entre la marabunta de gente que comenzaba a ocupar la zona de baile. Caminó con parsimonia hacia la zona de las columnas, donde seguramente podría charlar con algunos de sus compañeros. Su sonrisa se ensanchó tras reconocer a lo lejos del salón a su inconfundible compañero: Yagari Touga.
    A decir verdad, tanto Ryu como dicho cazador, eran bastante semejantes. Ambos habían perdido mucho a manos de los vampiros, e incluso, cada uno de ellos había ocultado la falta de uno de sus ojos. Ambos con su odio interior hacia esos seres, ambos con la sangre fría que los caracterizaba por los años de profesión, ambos respetados por la misma longevidad desespeñada en la Asociación. Sin contar que los dos caminaban normalmente en estas fiestas: con su cigarrillo en la boca -a pesar de que Olivier aún no hubiera encendido el suyo aún-, con su copa entre los dedos y una buena ironía de sus labios. Sin embargo, si algo diferenciaba a Touga de Olivier, era su sentido del humor. Quizá utilizaran las mismas artimañas para expresarse y darse a entender, pero pocas veces verían sonreír tanto al primero de los dos mencionado. A diferencia de Yagari, Ryu siempre tenía una sonrisa para aquel que simplemente le pidiera la hora. Muy diferente resultaba en caso de ser vampiros, aunque interpretar tampoco se le daba mal.

    Se acercó hasta él y tomó un sorbo de su copa. De repente, golpeó su hombro con esa energía que derrochaba Olivier.
    - ¡Touga, viejo amigo! ¡Cuánto tiempo sin verte! - Dio varias palmadas sucesivas. - ¿Cómo van esos acachaques, Viejo? - Preguntó animadamente. La serenidad pareció volver a su cuerpo tras saludar a su compañero, pese a que su bromista sonrisa no terminara por desaparecer de sus labios. Cerró los ojos, calmo. - ¿Demasiado tranquila, Touga? - Observó el panorama y encogió los hombros. Al parecer, los Desertores hoy se encontraban escondidos en su madriguera y por ende, Matsumoto, Touga y Olivier podrían descansar y divertirse; cosa que realmente anhelaba el hombre de cabellos granates. Entre tanto, su dispersión provocó que su ojo se detuviera en una de las parejas que bailaba alegremente sobre la pista. Adorada juventud.
    - Ah... Ojalá pudiera volver a tener de nuevo veinte años... - Murmuró nostálgico hacia fuera, en vez de en sus pensamientos. Puso una mano sobre el hombro del profesor, mientras miraba codiciosamente su cigarrillo. ¿Estaba permitido fumar habiendo colegiales por delante? Entonces debió haberse llevado material extra para su adictivo vicio al tabaco. Suspiró y finalmente se decantó: - ¿No tendrás otro cigarrillo por ahí, Yagari-sensei? - Alzó sus cejas, burlón y divertido. Le encantaba vacilar al cazador con ese extraño trabajo que desempeñaba para ese afeminado de Cross.
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    Mensaje por Yagari Touga Mar Feb 25, 2014 2:41 am

    Muchas caras sin rostro giraban, danzando, a su alrededor. Envolvían la pista y también los pasillos, murmurando, tarareando. La música no cesaba mientras tanto, pues aumentaba aún más su volumen en esa dichosa noche -para algunos- al igual que sofocante y estúpida -para otros-. Yagari observaba el panorama a su alrededor, sin reparar en una silueta determinada; sin buscar entre la multitud algún rostro amigo. A decir verdad, no poseía mucho ánimo festivo esa velada -si es que alguna vez lo tuvo para estas celebraciones- y no le apetecía ir a perturbar la diversión ajena así como tampoco pretendía que perturbasen su cómodo diálogo silencioso pero delicioso con los licores. Sin embargo, su deseo no sería concedido. De entre tanta gente, de entre tantos cazadores que pudiesen haber allí presentes, justo aquel hombre tuvo que acercarse.

    Aquella palmada en su hombro lo dijo todo. La copa que Yagari sostenía entre sus dedos se tambaleó junto con el movimiento titubeante de su brazo al balancearse debido al impacto cerca de su omóplato. Una gota de rojo vino cayó al suelo. Touga bajó la mirada al comprobar que había movido ágilmente su pie para no arruinar su calzado. Torció levemente la comisura de sus labios, pues lamentaba el desperdicio del vino, sin embargo acabó sonriendo fugazmente al cerciorarse sobre la pulcritud de su negro zapato. Detestaba aquellos rastros pegajosos que dejaban la mayoría de bebidas alcohólicas en cada prenda que manchaban. Además, Kaien se había esmerado con su disfraz, procurando que él esa noche vistiera como un verdadero caballero y dejase atrás su faceta más ruda y cruel. Y, tras pensar en ello, no pudo más que rodar los ojos y dar otro sorbo a la copa, hastiado de tan solo recordar la irritante voz de Cross dándole consejos de fiesta y, así, mediante aquel gesto, logró encadenar lo que ocurría en su mente con lo que acontecía delante suyo. Finalmente, su gélida mirada se topó con la jovialidad festiva de Olivier.

    - Mira quién habla de Viejo -murmuró con cierta picardía, dando otro sorbo a su copa mientras la dulzura de aquel vino tinto deleitaba su lengua afilada con sorna. Seguidamente, se encogió de hombros-. Por mí está bien, después de todo no es que me agraden mucho las fiestas -acotó respecto a la tranquilidad del evento. Claramente no había signos de traidores o vampiros peligrosos allí, pero era mejor no confiarse-. Además, así arrancan todas, y luego te ves removiendo los cadáveres -comentó secamente, recordando cada inocente y cada soldado caídos en batalla-. De todos modos, supongo que para ti está bien también, ¿verdad, Olivier? A tu edad, debe ser cansador deambular ambientes movidos -dijo luego, mirándolo a los ojos y sonriendo suavemente, uniéndose a la expresión bromista de su compañero de aquel modo tan particular propio de alguien como Yagari Touga. En su celeste iris, un brillo sagaz pudo observarse, denotando que su pequeño chiste no estaba tan errado después de todo, pues Ryu era diecisiete años mayor que el Vicepresidente de la Asociación. Y, mientras los curiosos y bromistas comentarios continuaban entre ambos, Yagari regresó sus ojos a la pista de baile, observando el panorama con parsimonia. Bien, si lo que deseaba era dialogar poco y beber mucho, quizás aún estaba a tiempo de lograrlo, pues a fin de cuentas Olivier era otro bebedor nato y, aunque la relación entre ambos había mutado a lo largo de todos estos años de servicio por diversas cuestiones, agradecía que fuera él quien se acercó y no algún ser más eufórico y hablador que no tenía nada que hacer junto a Touga.

    Tras unos momentos de silencio, la voz de Ryu penetró en sus oídos invadiendo el espacio que la pequeña orquesta estaba conquistando con su arte musical. Yagari acabó la copa de vino y se volteó suavemente para dejarla sobre la mesa, moviendo su torso y sin despegar los pies del suelo. En cuanto volvió a su posición, giró suavemente el rostro para observar en línea recta el rostro de su camarada.
    - Menos mal que no puedes. Esas jovencitas no tienen ni idea de la pesadilla de la que se han salvado -soltó, acercando su cigarro a la boca para darle una pitada. El humo ingresó a sus pulmones para contaminar un poco aquel espacio destinado a uno de sus vicios. La sonrisa ladeada acompañaba aquel gesto y no pudo evitar volver su vista al frente mientras reía de forma reservada y leve. ¿Pero acaso no llevaba razón, otra vez, tras aquel comentario bromista? Ryu siempre había sido un mujeriego. Jamás se había atado a nadie y quizás esto era lo único en lo que ambos podían estar de acuerdo. En la vida de un cazador, tener afectos era poseer debilidades peores que la propia mortalidad y lo efímero del cuerpo. De todos modos, en lo que concierne a otros aspectos de la vida -sin contar el sádico placer de asesinar vampiros-, Ryu y Touga discernían completamente, por ejemplo en lo que concernía a las mujeres: mientras Ryu jamás rechazó lo que se le ofrecía, Touga siempre fue reservado y solitario. Si regresaba en su mente unos años atrás, podía recordar aquellos tiempos en los cuales eran verdaderamente unidos, tiempos en los cuales aún no era Maestro de Zero. Recordaba que cada consejo de Ryu acerca de una batalla era emblema de oro en su mente estratégica. Sin embargo, las cosas se dispersaron lentamente, disolviéndose entre acontecimientos turbios y mezquinos; entre rumores soberbios de los cuales, tal vez, muchos eran verdad. Yagari sabía que Ryu había tenido muchos enemigos, pero el hecho de que particularmente a Kaien Cross no le cayera del todo bien, era un motivo por el cual un cazador experimentado como él debería desconfiar. De todos modos, siempre consideró que cada persona tenía sus demonios -escondidos dentro o al límite de desbordarse-, por lo cual poco y nada le interesaba inmiscuirse en la mierda ajena. Suficiente tenía con la suya propia, aunque un celo particularmente protector le invadía cuando el basural del prójimo se enredaba con los sagrados pilares de aquella Asociación que tanto le había dado y tanto le había quitado.

    Nuevamente, una palmada lo sacó de sus cavilaciones. Touga despidió el grisáceo humo de su interior para sacar su atado de veinte y ofrecer uno al cazador. Con su cigarro aún entre los labios, Yagari ladeó la cabeza suavemente, hacia el lado contrario que ocupaba su máscara blanca e impoluta, y, frente a la última broma por parte de Olivier, aclaró:
    - No hagas que me arrepienta, Olivier -objetó respecto al cigarrillo que le ofrecía-. Mi paciencia la presente noche, por no decir todas, no es de lo más... abundante. Además, ¿crees que me gusta estar de niñero aquí? Vete al diablo, vieja sabandija. No tienes ni una mínima idea de la cantidad de exámenes que aún debo corregir -sentenció, molesto, dándole otra pitada a su cigarro y arrojándole a Ryu las cerillas. Tsk, lo único que faltaba. Ya tenía suficiente pérdida de tiempo con este "doble trabajo" que, al fin y al cabo, concluía siempre en el mismo: ser cazador, matar escorias, salvar vidas.

    El cigarro se consumía y estaba a punto de llegar a su fin cuando, repentinamente, la música disminuyó su volumen para dar paso a una  nueva pieza. El suave violín declaró desde un inicio de qué se trataba, y Touga no pudo hacer más que volver ínfima la negra pupila que adornaba su resplandeciente iris de cielo en invierno. La música comenzó a sonar y resultaba ridículo aquel espectáculo. Yagari cerró su ojo, parpadeando suavemente, casi dejando caer el párpado por mera inercia, oyendo el instrumento de cuerdas y sonriendo fríamente. Debería ser algún tipo de broma; seguramente algún estudiante pícaro solicitó a la banda musical aquel tema, solo por el hecho de que él, como profesor suyo, estaba vistiendo de aquel modo, representando justo a aquel desdichado personaje. Pero no, no resultaba ser así. La realidad era más cruda y certera, y lo que parecía una simple casualidad se había posicionado en ese tiempo y espacio para joderle la vida, como tantas otras veces ya había sucedido. El cigarro que portaban sus dedos se partió por la mitad en medio de ellos, y el cazador suspiró. Una delicada y triste melodía que inundaba no solo la sala, sino también la yaga más honda de su alma. Porque el Fantasma de la Ópera estaba allí esa noche, de pie, observando la multitud danzante mientras ahogaba su odio y su pena por dentro, sin denotar ni un solo ápice de dolor emocional.

    El Fantasma de la Ópera estaba allí, y la melodía transmitía sus indescifrables y oscuros secretos.
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    Mensaje por Kairi Donovan Mar Feb 25, 2014 6:35 pm

    No llevaba mas que unas horas de regreso en el pueblo cuando descubrió que aquella noche se celebraría una fiesta. Sabía bien como eran las fiestas allí, no eran más que un imán de problemas, pero llevaba demasiado tiempo fuera, demasiado tiempo sin saber de nadie conocido y era una buena ocasión para reencontrarse con la poca gente a la que le tenía aprecio. Además, no iba a negar que tenía una cierta debilidad por aquel tipo de fiestas.

    Y allí estaba, ante la entrada, temerosa de dar atraversar el umbral que le llevaría al interior del edificio. Si bien estaba deseosa de ver a mucha gente, no terminaba de estar segura de si ellos estarían dispuestos a verla a ella. Había desaparecido sin avisar durante casi un año, para Kairi ese tiempo era apenas un suspiro comparado con todo lo que llevaba vivido, pero cualquier otro lo consideraría mucho tiempo. Para que negarlo, lo que mas temía es que Christian no quisiera saber nada de ella después de esto. Pero quien no arriesga no gana y ella era Kairi Donovan, era una digna portadora de su apellido -independientemente de lo despreciable que fuera la gran mayoria de sus familiares- y como tal, no estaba dispuesta a perder.

    Entró en la enorme sala con paso digno y los más cercanos a ella se giraron para mirarla. Por su aspecto parecía sacada de un cuento de hadas. Lucía un largo vestido blanco, adornado con rosas blancas, iguales a las de la corona de flores que portaba sobre su cabeza, llevaba el cabello suelto sin más adorno que ese. Los únicos toques de color que se distinguían eran sus ojos, cuyo color azul destacaba bajo la máscara y sus labios, que aquella noche había pintado cuidadosamente de color carmín.
    Paseó la mirada por la sala disimuladamente, mientras se adentraba poco a poco en ella. No pudo evitar sentirse decepcionada al descubrir que casi nadie había llegado todavía, a su alrededor tan solo estaban los mismos alumnos y habitantes del pueblo de siempre, pero ninguno de los que le importaban. No obstante, había caras nuevas entre el gentío, cazadores a juzgar por sus expresiones y aquella sensación de alerta que la gran mayoría portaba constantemente. Decidió acercarse a una joven morena que no parecía estar muy contenta de estar allí.

    -Buenas noches -saludó con una cordial sonrisa- Creo que es la primera vez que te veo por aquí ¿llevas mucho por la zona? -si de algo estaba segura es que habría llegado después de marcharse ella, con un poco de suerte, podría ponerla al día de los úlimos acontecimientos. -Oh, que maleducado por mi parte no presentarme, aunque no estoy segura de si debería -señaló la máscara- Bueno, no tiene importancia, soy Kairi Donovan.
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    Mensaje por Rangiku Matsumoto Mar Feb 25, 2014 8:20 pm

    Mientras mis ojos seguían mirando hacia ninguna parte, mi mente se iba lejos, muy lejos. Me aburría muchísimo... ¿Tendría que pasar toda la noche así? Resoplé, desesperada. Cómo echaba de menos a Yuuko en momentos como aquellos. El recuerdo de mi difunta amiga hizo que se me encogiese el corazón durante un instante, así que sacudí la cabeza, tratando de volver a la realidad. Lamentar lo que había pasado no iba a devolvérmela. Ni a ella ni a nadie. Bajé la mirada hacia el suelo, mirando distraídamente aquel mar de zapatos que iban atropelladamente de un lado a otro. Me sentía ausente, como si aquello fuese un sueño; escuchaba el murmullo de la gente de manera confusa, no me fijaba en las personas que pasaban por delante mía. Todo me era absolutamente indiferente. ¿Acaso no había ido allí para vigilar? Casi que lo empezaba a dudar.

    Alguien me cogió del brazo, haciendo que volviese a la realidad. Alcé la cabeza hacia la persona que se me había acercado, aun algo perdida. -¡Matsumoto-chan!- La miré durante un momento, tratando de recordar quién era. Si no me equivocaba, era una chica de mi clase, o al menos eso era lo que pensaba al ver los rasgos que dejaba al descubierto su máscara. - Ah... esto... ¡Hola!- Sonreí nerviosa ante la mirada insistente de mi compañera; no recordaba cómo se llamaba. Tampoco me había preocupado mucho en aprenderme los nombres de los que estaban en mi clase, y si reconocía a alguno era de vista. -¿Qué haces aquí sola?- Preguntó, agarrada aun de mi brazo. Parpadeé varias veces, pensando qué le podía responder.- ¡Vente con nosotros! Oh vamos, Matsumoto-chan, ¡vente!- Dijo señalando hacia un grupo de gente, en el que había algunos que miraban hacia donde se había dirigido su compañera. Los miré, incómoda. Tal vez en otra ocasión habría aceptado, pero aquella noche no tenía muchas ganas.- Es que...- ''Vamos Rangiku, piensa rápido.''- Es que... estoy... esperando a alguien.- Mentí. No sabía si habría sonado muy convincente, ya que mentir no era precisamente algo que se me diese muy bien. - Discúlpame.- Repuse con rapidez, dedicándole una sonrisa culpable a la chica, que me miraba con decepción. Acabó sonriendo y me soltó del brazo.- ¡Entiendo, entiendo!-  Dijo con una amplia sonrisa.- Pásalo bien y, si te arrepientes, ¡ya sabes dónde estamos!- Dijo para, acto seguido, despedirse con la mano y echar a andar hacia su grupo de compañeros.- Muchas gracias.- Le dije, sintiéndome culpable. Había venido al verme sola y yo había rechazado su invitación casi sin pensarlo. Me recoloqué de nuevo el molesto antifaz que, visto lo visto, no sabía para qué lo llevaba; mi compañera no había tenido muchos problemas en reconocerme.

    Sintiéndome incómoda ante la situación, eché a andar entre la gente, buscando un nuevo lugar donde situarme. Encontré un hueco sin mucha gente y allí me dirigí. Me sentía rara caminando con aquel vestido largo; no solía usarlos, lo que más se acercaba a un vestido y que llevase con frecuencia era la falda del uniforme, y porque no tenía más remedio. De camino hacia el hueco, me crucé con un hombre de traje burdeos, con una larga cabellera roja. Sin saber muy bien por qué, no me dio buena espina. Una vez hubo pasado, le dirigí una mirada escrutadora entre varios mechones negros, sin fiarme un pelo. No sabía si era la seguridad en sí mismo que mostraba, o algo en su mirada, pero no me inspiraba precisamente confianza. Me volví de nuevo y seguí caminando hasta mi meta, donde, una vez hube llegado, me apoyé contra la pared, esta vez con los brazos cruzados por delante. Iba a tener que sacar paciencia de donde fuese para poder aguantar toda la noche así. Volví a mirar de reojo al hombre pelirrojo, que se había sentado con otro en una mesa y estaban charlando. Bueno, hasta el momento parecía normal. Dejé escapar un largo suspiro y bajé de nuevo la mirada.

    Una voz femenina me volvió a sacar de mi ensimismamiento. Alcé la cabeza, esperando encontrarme de nuevo con mi compañera, pero, para mi sorpresa, no fue así. Miré algo extrañada a la chica que me saludaba, parpadeando varias veces.- ¡Buenas noches!- Solté, reaccionando por fin, devolviéndole la sonrisa. ¿Quién sería? Negué con la cabeza cuando me preguntó si llevaba mucho tiempo por allí.- Muy poco.- Le dije, sonriendo. Reí divertida cuando mencionó lo de que si debería presentarse. Bueno, parecía que al menos no me iba a aburrir al final. -Encantada, Kairi.- Le tendí amablemente la mano.- Soy Rangiku Matsumoto.- No me sonaba aquella chica, ¿sería de la Academia?
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    Mensaje por Chlóe Crosszeria Miér Feb 26, 2014 6:11 am

    Entró en la fiesta justo en el momento en que aquellos violines sonaban de forma espectacular. La mirada inocente y escrutadora de Chlóe se clavó en cada ser vivo allí presente, admirando los detalles en los diseños de los diversos atuendos y aquellas máscaras elegantes y escalofriantes a la vez. Se llevó una mano a la boca, altamente asombrada y, sin saber por qué, ansiosa y feliz. Estas fiestas le encantaban. Le encantaba el misterio por adivinar quién se encontraba al otro lado. Y a pesar de que últimamente sus días no fueron especialmente agradables, hoy tenía ganas de liberar esas emociones, reír y llorar a la vez si era necesario. Cada día estaba aprendiendo un poco más de ella, lidiando con su enfermedad al mismo tiempo, y aunque ninguna respuesta le fue servida en bandeja jamás, no se rendía. Con el temor al descubrimiento, avanzaba. Y ese día tenía especialmente una día en mente, algo que se le había ocurrido y que podría funcionar. Deseaba hallar a sus compañeros para poder decírselos, pero bien conocía que debía tener cuidado al hablar, pues nunca podía saberse si era amigo o enemigo con quien se trataba. Luego de lo ocurrido con Damaru, a pesar de que ella había abandonado la Asociación mucho antes de que la tragedia sucediera, se había jurado a sí misma tener cuidado y regresar a ocupar su puesto en las filas cuanto antes. Hoy día, que escaseaban los honrados y confiables cazadores, ella no quería quedar fuera, egoístamente por ser débil, y no brindar su apoyo y voluntad a la causa. Al fin y al cabo, ella también lamentó mucho la pérdida de Nokku. Él había sido muy bueno y comprensivo con ella desde que llegó al pueblo, y jamás le dio la espalda cuando necesitaba algo. Por eso, había decidido volver cuanto antes, y con un plan efectivo entre manos.

    Chlóe llevaba un vestido rosado que combinaba a la perfección con su cabello, el cual era de un rosado más intenso y oscuro. Su rostro estaba cubierto por un antifaz del mismo color que poseía decoraciones fucsias y brillantes. Con elegancia avanzó entre la gente, risueña. No sabía por qué, pero una inmensa alegría y emoción inundaban su cuerpo menudo y frágil, pedro letal cuando se lo proponía. Dio un par de giros entre la multitud danzante y pudo reconocer, a escasos metros, una extensa cabellera roja. A pesar de su atuendo y su máscara, era imposible que no la reconociera, del mismo modo que era imposible no reconocerla a ella. Sus camaradas cazadores probablemente ya la habían advertido y se preguntarían por qué estaba tan animada ese día. La anemia no le permitía esforzarse demasiado y, de hecho, fue la causante de que Chlóe dejase la Asociación, pero estaba lista para volver. Es más, lo haría cuanto antes, luego de continuar investigando un poco más sobre ella en tranquilidad y soledad, para poder ser útil en su regreso.

    Al llegar a un sitio próximo al cazador de rojos cabellos, Chlóe reconoció instantáneamente al otro hombre que estaba a su lado. Por curioso que parezca, Yagari era un hombre que siempre le provocaba cierta intimidación. Era incluso hasta gracioso, pues le había sido más sencillo tratarse todo este tiempo con el Líder antes que con el Sub-líder. Quizá fuera porque la personalidad de Damaru era mucho más dócil y sociable, en cambio Chlóe veía en Yagari Touga un personaje mucho más hostil y reservado. Sus razones tendría, ¿verdad? Y Chlóe no era quien para cuestionar. Ella misma también poseía sus secretos y misterios, y pasó por etapas antisociales a menudo. Actualmente estaba saliendo de una, para ser sincera. Y esta fiesta le pareció adecuada para comenzar de nuevo. Por esa razón, se acercó a los cazadores con una sonrisa sutil y elegante, pero que conservaba y transmitía cierto brillo juvenil. Inclinándose suavemente ante los dos experimentados cazadores, saludó con cortesía.
    - Buenas noches -susurró mirando a ambos para, luego, clavar sus ojos en Olivier, a quien siempre veía en la Asociación pero al cual nunca vio en una fiesta como esta-. Es curioso verle patrullando esta clase de eventos -comentó, tal vez atreviéndose un poco a abandonar su timidez-. Parece que se está agradable aquí. De todos modos, he venido preparada por si acaso -sonrió e indicó con una mano la falda de su vestido, aludiendo a su interior, donde había una serie de armas blancas adheridas a sus piernas-. Tengo pensado volver a la Asociación pronto, y mejor que me vaya acostumbrando a estas movidas nuevamente -agregó, encogiéndose de hombros ligeramente. Chlóe se sorprendía de sí misma al animarse a entablar una conversación con ambos, pero al menos por esta noche quería fingir ser una chica "normal"; jugar a ser una adolescente común y corriente a pesar de no llevar una vida para nada normal. ¿Quién podría, acaso, impedírselo? Esta noche se divertiría y se olvidaría de todo, sin importar qué.
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    Mensaje por Christian Blade Miér Feb 26, 2014 6:52 pm

    Christian Blade estaba de vuelta en el pueblo, y esta vez planeaba quedarse por un largo tiempo. Esperaba no tener que encontrarse con imprevistos nuevamente y ser obligado a marchar lejos. Deseaba poder estar un tiempo en tranquilidad ahora que sus dones estaban bajo control -al menos en mayor parte- podía sentirse libre de descansar, siendo consciente de poder arremeter contra cualquier enemigo sin ningún problema. De hecho, ni bien puso sus pies nuevamente sobre este pueblo, tuvo que enfrentarse a Rido sorpresivamente. ¿Quién lo diría? Christian nunca dejaba de sorprenderse. Este pueblo, por ser tan pequeño, parecía tener una maldición muy grande recorriendo sus cimientos. Incluso se atrevía a pensar que era más grande que la suya propia.

    Ingresó en el salón vistiendo un traje grisáceo, oscuro, con bordados victorianos y elegantes en tonalidades plateadas. En la parte frontal de su cuello, justo en la base, había un prendedor ovalado, digno de eminencias antiguas, otorgándole un aire particularmente sofisticado y sutil. Christian y su devoción por siempre estar presentable y sin ninguna mancha. Jamás cambiaría esos modales suyos, pero con ellos estaba bien. Además, tenía la esperanza de encontrarla allí, por más mínimas que fueran las posibilidades. Hacía tiempo que no sabía de ella. Desde aquel día donde Kairi y él intercambiaron confianzas relatando cosas de sus respectivos pasados, jamás habían vuelto a verse, pues fueron separados una vez más por los acontecimientos fortuitos que el Destino les puso en medio del camino. Por lo tanto, debido a eso, deseaba estar presentable y decente todos los días, por si llegaba a verla, para que ella siga viendo en él al mismo joven sensible y apasionado de siempre; temerario y temeroso, y que lo eligiera una vez más, hoy y siempre.

    Como una máscara cubría su rostro completamente, no sería sencillo reconocerlo para cualquier humano que estuviera por allí. No obstante, los vampiros podían reconocer su presencia y su naturaleza Sangre Pura con facilidad. Pero para seres mortales -y quizás para vampiros despistados también- la única pista que podrían tener acerca de su identidad, eran aquellos iris de color ámbar, dorados y brillantes al igual que imponentes e intimidantes. De esa forma Christian avanzó entre los presentes, hasta que su olfato no le falló y como si se tratase de la ley de atracción en su estado más puro, la esencia de la joven vampiresa Donovan llegó hasta él del mismo modo en que él mismo viajaba hacia ella. Pudo verla a lo lejos con otra joven, la cual pudo reconocer por su aroma: era aquella cazadora que casi perece bajo la ineptitud de Rido Blood. Qué grato volver a verla sana y salva, y qué casualidad que estuviese dialogando con Kairi. Christian sacudió levemente la fina capa negra que llevaba a sus espaldas -pues sí, quería darse ciertos lujos de Conde en una noche como esa, como si imitar a Drácula fuese tarea sencilla y cómica- y así adelantó los pasos hacia ambas muchachas.

    Tardó unos minutos en llegar. La multitud se hacía más densa a cada paso y, como solía ocurrir, las jóvenes se acercaban a él para hablarle e, incluso, pedirle un baile. Christian, con su torpeza con las mujeres cuando estas pretendían cosas que no encajaban con su estructurado carácter y sus planificados modales de siempre, las esquivaba excusándose tímidamente, pero con un aire sombrío en la mirada que las hacía retroceder irónicamente encantadas. Él, ciertamente, solo tenía ojos para una mujer, y consideraba una traición hacia ella el simple hecho de aceptar las palabras aduladoras de cualquier desconocida. Él era todo un caballero, pero jamás fue un mujeriego ni lo sería. Era un hombre demasiado correcto y demasiado... tímido para esa clase de cosas. Recordaba con pesar sus primeros acercamientos a Kairi. Le avergonzaba el hecho de solo pensarlo, pero no lo hacía notar, por supuesto. Y así, entre pensamientos y memorias, una vez estuvo tras las muchachas, indicó silencio a la cazadora colocando su dedo índice de forma vertical sobre sus propios labios -para que no alertase a la vampiresa- y, entonces, mutando su expresión desde lo frío y distante a lo amable y cálido, sonrió con suavidad a Rangiku, procediendo a cubrir los ojos de Kairi con delicadeza y suavidad, apenas rozando el antifaz que la joven llevaba, por lo cual ella podría divisar unos negros guantes de todos modos. ¿Pero sería capaz de reconocerlo? Con un simple movimiento de cintura lo averiguaría. Tal vez el joven Blade debería haber sido más "bruto" y haber presionado sobre sus ojos para que no pudiese verlo al instante, pero.. ¿cómo arruinar su atuendo, su peinado y el precioso maquillaje que llevaba adornándola? Imposible, imperdonable. Prefería echar a perder su sorpresa pronto antes que desperdiciar la sorpresa que la misma Kairi Donovan estaba otorgándole con su presencia y belleza esa noche.
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    Mensaje por Haru D. Kurofuji Miér Feb 26, 2014 11:09 pm

    Pasé junto a un pueblo y vi una gran sala donde había mucha gente con máscaras que a mi parecer, eran patéticas, decidí entrar a la fiesta a ver si encontraba algún chupasangres al que volar la cabeza pero me encontré a un tipo que no me dejaba entrar si no llevaba máscara, y pensé que era aun más patético pero suspiré. Me arrepentiría y lo sabía pero me fui y busqué una máscara, me encontré una máscara tirada en el suelo, la cogí y la limpié un poco, era totalmente blanca con algunos dibujos en rojo, cubría toda la cara excepto los ojos, me la puse y entré en la sala, había mucha gente enmascarada, había chicas con vestidos largos y los hombres iban vestidos con esmoquin, tenían máscaras de todo tipo y debía admitir que alguna de ellas eran bastante elegantes.
    Iba mirando a mi alrededor, no iba vestido para la ocasión y podía ver algunas miradas posadas sobre mí, sinceramente me daba igual que me mirasen. De repente sentí que golpeaba algo, me choqué con una chica enana, llevaba vestido azul pálido y antifaz plateado. La miré rápidamente, luego vi que estaba hablando con una mujer vestida de blanco, una máscara que hacía ver sus ojos azules, sinceramente no me dio buena espina su presencia. Iba acompañada con un chico que la verdad tampoco me dio buena espina. Eran vampiros seguramente. Sonreí por lo bajo, había encontrado seres con la que descargar mi furia pero allí había demasiadas personas y no era plan para poner en peligro a nadie. Olvidé que me choqué con aquella chica.
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    Mensaje por Bella.N.Gring Vie Feb 28, 2014 1:13 am

    You can stop the clocks forever
    No pude evitar reír ante su respuesta. ¿Qué te han pedido que bailes con ellas? Seguí riendo. La verdad es que no podía evitarlo, me hacía mucha gracia la cara de Ziel diciendo aquello.¿Pero cómo han osado? dije burlona mientras le pasaba una mano por el pelo. ¿Acaso no saben que tú eres mío? Si me hubieran tenido delante no se atreverían ni a acercarse... En ese momento no se me había ocurrido otra cosa, nada más que mirar mal a la nada. No me había hecho a la idea de que otras chicas se sentirían atraídas por Ziel, cosa que es muy normal. Un chico así no aparece así de la nada todos los días. Ah, la que quiera quitármelo tiene que pasar por encima de mi cadáver. No conseguirán separarme de Ziel, y menos unas niñatas como esas. De repente mis pensamientos fueron absorbidos al sentir los dedos de Ziel, provocaban en mi una pequeña descarga eléctrica, como una especie de escalofríos.. ¿El hada madrina? Mmm.. puede ser. Le saqué la lengua mientras daba una vuelta sobre mi misma, apoyándome en una de las columnas que había en el balcón. Sonreí ante su comentario. No podía dejar de abrazarle, era realmente una droga para mi.  Que va.. Acaricié su rostro, dejando caer mi cabeza en su pecho. Tu si que estás guapo hoy.. alcé el rostro de nuevo Y no solo hoy, desde que te conocí, y lo seguirás siendo siempre. Apoyé mi frente contra la suya, aprovechando cada segundo que pasaba. Y no te preocupes por los demás, te quiero Ziel, nadie va a ser capaz de separarme de ti. Nunca. Recalqué la última palabra para que entendiera de lo que estaba hablando. Sin esperarlo, agarró mi cintura estrechándome contra su cuerpo mientras sus labios rozaban los míos. Esto era tan extraño y placentero a la vez... Había echado de menos estos momentos para disfrutar de nosotros, sin ningún problema, sin nada más en lo que pensar.

    Tras separarse se arrodilló en el suelo invitándome a bailar. ¡Pues claro que si! dije emocionada mientras cogía su mano dispuesta a salir hacia la pista de baile. Ahora mismo éramos el  foco de atención para muchos de los humanos allí presentes. Y lo peor de todo es que nunca había bailado en una situación como esta. Siempre lo hacía en zonas donde la gente no podía verme, y ahora que todo el mundo esta mirándonos no sabía que es lo que saldría de mi cuerpo. ¿Y si me tropezaba o me caía? Haría el ridículo totalmente. Bueno...¿Y qué más da? Estaba con Ziel, ¿qué más podía pedir?  
    La magia que invadía la sala era asombrosa, todo era tan perfecto. No podía creerlo aun. Y ya había llegado gente conocida y otra no tanto y, sin duda, faltaba una persona muy importante aquí. Marcus.

    Poco a poco nos íbamos acercando al centro de la pista y cada vez me iba poniendo más nerviosa. No sé si sabré hacerlo bien, no me considero una buena bailarina reí poniendo cara de corderito degollado. Sujétame si me caigo... Todo esto era nuevo para mi, mi mente giraba alrededor de Ziel, no podía pensar en otra cosa, no podía dejar de mirar esos preciosos ojos... No podía, y me hacía sentir la persona más afortunada del mundo. Y así, comenzaba una de las noches más bonitas junto a la persona que más quería.  
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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Vie Feb 28, 2014 10:18 pm

    Reí un poco para quitarle un poco de seriedad a la formal petición, pues por un momento estaba viéndome dentro de la estricta figura de Marcus O'Conell. Me resultaba extraño, pero a la vez divertido. Sin embargo, me lo tomaba demasiado a pecho: ¿podría verme igual de elegante que él, a pesar de llevar un disfraz durante la fiesta? ¿Podría algún día estar orgulloso de mí mismo, sin sentirme inferior frente a él y poder reconocer ante todos estos invitados que lo amaba sin restricción? Él y su porte siempre les encantaba a las mujeres, -cosa que a veces debía de reconocer que me ponía los nervios de punta-, y muchas veces temía porque terminara por fugarse con una de esas mujeres flojas. Lo menos que podía esperar era que Bella se marchara con él, pues Marcus verdaderamente se veía mucho más razonable, serio y fuerte que yo. Por supuesto, por esa misma razón quería que Bella se sintiera orgullosa de mí por única y última vez seguramente. Quizá tuviera miedo de que algún día ellos abandonaran la casa en busca de una bonita luna de miel. De ahí a que estuviera tan principesco esta noche que nunca.

    Despegué la rodilla del suelo y sonreí infantilmente, tomando su mano gustosamente. La saqué a la pista de baile en un pequeño corredor que habían formado los humanos que miraban a la pareja anonadados por la delicadeza de su piel y admirados por la belleza de sus rasgos vampíricos. Pero, ¿imaginaría alguno de ellos que resultaban ser dos seres feroces y ansiosos por la sangre? En apariencia quizá no, pero el neófito comenzó a impacientarse por toda la gente que había acudido a la zona con dicha canción. Acerqué a Bella de repente y la tomé de la cintura y estiré los hombros, levemente nervioso después de escucharla. ¿Y si tropezaban y se caían? ¿Y si ella se movía danzante y yo tan solo era un tronco en medio de la gente? Tragué saliva, mirando hacia otro lado. Esta era la primera vez para los dos, realmente. Nunca antes habíamos tenido oportunidad de bailar los dos en una festividad como esta. La anterior vez fue hace mucho tiempo, y asistimos como una simple pareja artificial, por si aparecía Vladimir y sus hijos, cosa que ocurrió al final de la velada. Así que, quitando en una ocasión donde la Clase Diruna organizó un baile de fin de curso y nos dieron clases a todos los alumnos, no había bailado en mi vida en este tipo de eventos.

    -Hmm... - Asentí a lo que dijo, sin saber qué decir. Sí, claro que la sujetaría si caería, pero estaba nervioso de pensar que eso iba a ocurrir. Incluso olvidé prácticamente todo lo que dijo anteriormente, porque toda la concentración la estructuré en hacer bien el baile, sin darme cuenta de que apenas estaba disfrutándolo en verdad.

    Aunque solo fuera por esta noche, por esta fiesta, -en donde el tercer vampiro había optado por no venir-, podría esforzarme e igualarme al nivel de presencia de Bella. Si apareciera Marcus, era destacable quiénes llamarían la atención en la pista de baile -sin poner jamás en duda que él conseguiría bailar mucho más natural, firme y seguro de lo que yo lo hacía-, y quienes acapararían todas las miradas. ¿Quién se daría cuenta de un chico de cabello y ojos azules detrás de ellos? Sólo humanas desesperadas y Sakamoto. Además, esto era lo mínimo que podía hacer por mi chica, ¿no? Lo había pensado varias veces y por primera vez en mucho tiempo, estaba dispuesto de hacer todo lo que estuviera en mi mano por ser alguien mejor para ella, alguien quien pudiera protegerla de los cazadores y lograra estar a su lado todo lo que Bella quisiera. Porque ahora ni siquiera podíamos utilizar de excusa que íbamos a diferentes clases por la diferencia de nuestras razas, ni que vivíamos en edificios diferentes, ya que pertenecemos a la misma raza y casa desde hace poco. Formaríamos nuevos recuerdos juntos a partir de este instante, sin sangre, sin cazadores, sin desastres, ni lágrimas: un par de citas en el parque, ver alguna película que le gustara, ver los fuegos artificiales en una noche de verano o escaparnos de clase para ir a las caballerizas entre risas. Justo como una pareja normal y corriente haría, sin quitar como no a Marcus. Entre los dos acordamos que le compraríamos un hermoso vestido a la chica para que se viera hermosa, después la llevaríamos a un buen restaurante para que se sintiera orgullosa de sus dos hombres y convertir finalmente aquello en una velada para tres. Quería a Bella Naid Gring y, obviamente, deseaba lo mejor para ella.

    Hubo un giro de la canción y la solté para que girara igual que el resto de mujeres que danzaban en el mismo son. Otra vuelta y una cercanía que parecía saber a poco tras una nueva separación. Poco a poco empecé a sentirme más tranquilo y recuperé el habla que debió desaparecer durante un breve rato. Había dicho que me iba a esforzar.

    -S-si te cansas... puedes poner los pies sobre los zapatos... - Dije indeciso, mirando hacia otro lado. Otro participante de la pista acabó por empujarme y a muy poco estuve de caer encima de la chica. La sujeté a tiempo y justamente la canción terminó en aquella pose que pareció natural. Sin querer una pequeña mirada fue hacia el corte palabra de honor de su vestido. Hubo un rubor sobre mis mejillas e incorporé a la chica, ladeando una pequeña sonrisa. ¿Se habría dado cuenta de ese gesto descortés? Jamás había querido tratar a Bella como un simple objeto femenino de deseo, como seguramente incitaban el resto de damas de la fiesta. Por eso había decidido darla todo este tiempo, aunque había cosas de la edad que se negaban a la ética que albergaba.

    La música cambió de nuevo, dejando sueltos todos esos inmorales pensamientos.

    "Ziel borra la negatividad y échale orgullo como lo hace Marcus. Confiesa que le has echado una ojeada...", sonó interiormente en aquella voz que siempre me alentaba. ¡Por el amor del cielo! ¿Era capaz de decirle aquello a Bella? No, para nada. Tímido tapé los labios con una mano. "Ziel, te arrepentirás toda la vida de no bailar con ella de nuevo", escuché de nuevo. Cierto. Quizá incluso Bella estuviera esperando más de mí. Así que, ¿por qué no tomar sólo por hoy una ventaja sobre Marcus? De acuerdo, iba a hacerlo así como me dictaba el ente que llevaba dentro. Tomé aire y llené los pulmones lo más que pude, borrando la vergüenza que me daba esto. Podía hacerlo. Coloqué mejor mi máscara y de reojo observé a las personas de la festividad, reconociendo algunas caras a primera vista. De repente, en cuanto la voz sugirió, agarré a Bella imprevisadamente y empecé a guiarla y a mostrarla por toda la pista de baile. Ella era mía, absolutamente mía y de Marcus O'Conell. El resto simplemente tendría que babear por su cuerpo y soñar con ella en el paraíso. Mis pies se plantaron en medio de la pista y contorneé su cintura sin quitar ojos de aquellos que la miraban, siguiendo la música y acercándola.

    Aproveché cuando la cercanía era bastante:

    -¿Y se irá Cenicienta a las doce en punto y sin su zapato? ¿O esta vez se quedará? - Pregunté sonriente, entreabriendo sus labios en un efímero beso, fingiendo al mismo tiempo que no la conocía, justo como el resto interpretaba; haciéndola girar de nuevo y pegando el pecho a su espalda. La tela roja de su vestido se enzarzó en las piernas de ambos y nos acarició suave y provocativamente. Hubo un par de pasos y movimientos hacia atrás, en los que recé interiormente por no caer ni tropezar con nadie. En cambio, la gente se alejaba de la zona de baile a causa de los dos vampiros bailando; incluyendo algunos reproches de féminas a sus parejas. Sin darme cuenta, algo improvisado salió de mí. Alcé a Bella rápidamente y volví a cogerla por detrás, sujetando una de sus manos y tomándola de la cintura, para que copiara los movimientos que hacía, dejándose llevar. Me acerqué a su oído, mirando por encima de su hombro al resto de bailarines. - ¿Qué hubieras hecho de haber estado bailando con otra mujer? ¿Te hubieras puesto celosa? - Siseé en su oído, frenando de repente, bajando la mano por el contorno de su cuerpo y llegando a su entrepierna. - Demuéstrame que tengo prohibido mirar a ninguna de ellas y desperdiciarte. - Desafié, bajando la cabeza y dando un lametón a su cuello, deseoso por su sangre aquí y ahora. Cara dura, subí la mano de antes, recorriendo su cuerpo hasta el hombro -sin importarme con qué tropezara en el camino-, girándola de nuevo y dejándola frente a mí. Seguidamente me separé todo lo que pude, espectante por lo que pudiera ocurrir en consecuencia: la fuga de ella o el descaro de acercarse y contestar a la proposición. Los ojos del neófito brillaban refulgentes y hubo un fugaz destello carmesí que también intentaba seducir a la señorita Gring. Pero, ¿estaría conforme Bella de este improvisado baile? ¿Sería capaz de tomar la iniciativa y causar en él las mismas sensaciones que él provocó en su estómago?

    ¿Habría sido pues, esta elección, una apropiada decisión de Ziel Carphatia?
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    Mensaje por Marcus O'Conell Sáb Mar 01, 2014 6:47 am

    Jamás un simple estudiante imaginaría los esfuerzos que debería hacer en un futuro cercano cuando obtuviese trabajo, una pareja, y una casa que mantener. Jamás imaginaría las obligaciones y responsabilidades. Jamás imaginaría que los lujos de asistir a fiestas se verían limitados así como también limitados estarían los momentos de distracción y ocio de cualquier índole. Pero, por supuesto, nadie podría ver algo así en un tipo como él. Nadie se creería el cuento de que el sanguinario Marcus O'Conell había cambiado y que estaba demostrando ser una persona de bien, luchando por ganarse el corazón no solo del joven Carphatia, sino también de la bella dama de cabellos rojizos que lo acompañaba. Y solo una vez que obtuviera un sitio cómodo y cálido en sus corazones, podría proclamar al mundo que él también se merecía ese Amor del que todos hablaban -muchas veces sin haberlo conocido- y que era honrado y noble como para poseerlo y atesorarlo. Marcus O'Conell quería gritarle al mundo que era un hombre de honor y que estaba arrepentido, destrozado por dentro, y que lamentaba fervientemente todo el mal que había ocasionado, no solo al prójimo, sino también a sí mismo, pues... ¿Cuánto tiempo de vida había perdido ya? ¿Unos... 200 años? Quién sabe. Sin embargo, por más eternidad que existiese, él cambiaría cada segundo de esta con tal de remediar la tragedia que provocó sobre su familia a causa de su torpe y celoso egoísmo. Pero, ¿acaso este era momento y lugar para lamentarse? Desde luego que no, y los minutos transcurrían rápido en semejante fiesta llena de entusiasmo y euforia. Y Marcus, como todo buen caballero, no quería perder ni un minuto. Mucho menos en la presente situación, donde desde un palco de la planta superior admiraba a las parejas danzar, y casualmente su vista se cruzó con las llamativas hebras de un tal Ziel y una tal Bella. Ah, siempre tan predecibles; siempre tan apetitosamente... localizables. Una sonrisa tenue se formó en los labios del vampiro, y un haz de astucia y perversión lo rodeó.

    Pasaron unos minutos hasta que la música cambió. Los pasos de Marcus resonaron en la planta alta, pero nadie podía oírlo. Ni siquiera podían verlo, pues ¿quién prestaría atención al aburrido techo blanco cuando, a su alrededor, había un sinfín de disfraces y siluetas que admirar? Marcus había elegido el lugar y sitio propicios para observar a sus anchas, mientras su mente maquiavélica y calculadora planeaba sus siguientes movimientos. Había estado todo el día revisando a unos enfermos del pueblo, extendiendo su fama de buen médico y demostrando que podía salvar más vidas que las que se había llevado con su furia y rencor. Había trabajado duro por apenas unos céntimos, pues tampoco consideraba bien el reclamar una paga cuando él, impulsivo y odioso, había arrebatado tantas almas valiosas sin apenas decir un escueto, frío y cínico "gracias". Por esa misma razón, Marcus O'Conell estaba partiéndose el pecho trabajando de sol a sol, sin apenas aparecer en la casa más que para alimentarse un poco y echarse a descansar. Quién diría que la vida de un médico sería tan complicada. Quién diría que dos jóvenes e hiperactivos amantes traerían tantos problemas. No pudo evitar sonreír ante tal pensamiento, así como tampoco pudo evitar regocijarse en él. Ah, Ziel Carphatia, ¿nadie te enseñó a apagar la televisión cuando vas a dormir? Los gastos de electricidad no se pagan solos. Y, mientras un sinfín de pensamientos por el estilo albergaban su mente, un vampiro joven de cabellos rubios se acercó a él, preguntándole si ya era hora de comenzar con el plan. Marcus, con expresión grácil y amable -pero sin abandonar jamás la tenacidad de sus rojos ojos-, asintió, otorgándole una pequeña tarjeta blanca con bordes dorados, escrita de ambos lados. Con un gesto de sus ojos, señaló la pareja danzante, y sin decir una palabra más, el muchacho desapareció, mezclándose entre la multitud.

    Marcus O'Conell estaba vestido para la ocasión, por supuesto. Aunque debió salir corriendo de la casa para llegar medianamente a tiempo y con cada cabello en su sitio, logró conseguir un traje medianamente decente: un traje de mayordomo lo suficientemente simple pero llamativo como para atraer miradas y, cómo no, provocar ese deseo corrosivo tanto en damas como en caballeros. Cortesía de Marcus O'Conell para la sociedad; un pequeño obsequio para los invitados, pues en este día se daba el lujo de ser vanidoso y considerar que cada humano y vampiro de este evento debería sentirse afortunado y agradecido por su presencia. Es más, ya había perdido la cuenta de la cantidad de personas a las cuales les ofreció una copa. Sin embargo, había procurado evitar acercarse a Ziel o a Bella, pues aún no estaba concluida su hazaña. Desde el palco, entonces, el hijo de Vladimir observó cómo su lacayo avanzaba hasta llegar a la pareja, interrumpiendo su baile y generando curiosidad en todos aquellos que los estaban mirando. Un par de humanos alzaron la vista, observando la figura del mayordomo apoyado suavemente contra la baranda que rodeaba su pequeño sitio flotante. La máscara que llevaba cubría su rostro completamente, incluso su boca, por lo cual nadie podría apreciar sus verdaderas expresiones, sólo una fina línea marmórea que conformaba la expresión total de su antifaz. Y, una vez la pequeña tarjeta fue entregada al joven de cabellos azules, este pudo leer en el frente las siguientes palabras: "Yo que usted, joven señor, cuidaría más celosamente a la preciosa dama que lo acompaña esta noche, pues alguien podría arrebatársela".

    Quizás estaría sorprendido, tal vez pequeños sentimientos oscuros comenzarían a rodearle, pues... ¿Quién osaría a pretender a Bella Naid Gring esa noche más que él? Marcus conocía a Ziel y sabía que éste, inocente y egoísta, apenas soportaba los celos y la furia que le corroían por dentro cada vez que él se acercaba a Bella, aunque sea, para otorgarle una caricia o un beso en la mejilla. Ziel no estaba siendo justo, y Marcus iba a introducir su promiscuo y filoso dedo allí donde la yaga yacía. ¿Qué había de cruel y malvado en enseñarle unas lecciones de conducta y valores a un niño? Marcus se divertiría, Bella también y, por supuesto, el joven Ziel no tendría otro remedio más que reír cuando se enterase de todo, pero... ¿Cuándo sería ese instante? Por el momento, esto acababa de comenzar. Ziel estaba leyendo las primeras palabras de su mensaje, pero ¿qué ocurriría cuando volteara la tarjeta y leyera el dorso? Marcus se reservaba aquel momento para revelar las palabras que contenía la otra cada de aquella moneda de papel tan elegante y misteriosa. Sería cuestión de tiempo para que el mensaje se revelase por completo y el seductor vampiro arrojara sus dados. Mientras tanto, se mantendría allí arriba, oculto y espectante, siendo consciente de que no sería visto por sus amantes y que la diversión estaba a punto de comenzar. Después de todo, quién sabe, tal vez lograse sorprenderlos y entretenerlos, a pesar del cansancio de un arduo día de trabajo y de tener que madrugar para continuar trabajando en unas escasas horas. Pero, ¿por qué pensar en ello ahora? Marcus sonrió tras la máscara que solo permitía admirar sus rojos ojos y se llevó hacia el rostro una rosa roja que, anteriormente, adornaba su traje.

    - Mejor perder el tiempo apreciando bellas fragancias -susurró, sin poder evitar rememorar el aroma de la piel de Ziel, tan suya y tan propia, y el perfume suave y electrizante de Bella, tan inalcanzable para él aún.
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    Mensaje por Bella.N.Gring Sáb Mar 01, 2014 11:26 pm

    Ambos estábamos realmente nerviosos nada mas llegar al centro de la pista, quizás Ziel un poco más que yo, pero poco. Intentaba que no se me notara, pero la rigidez con la que me giré hacia él era notable. Nuestro movimientos iban acompasados, tranquilos y gráciles. Mi cuerpo se iba relajando poco a poco a medida que el tiempo pasaba. No pude evitar mirar a mi alrededor para ver a las demás parejas bailar. Era realmente precioso ver a tanta gente bailar al son de la música sin conocerse del todo. Había sido una gran idea la organización de este baile. Máscaras, gente conocida y desconocida al mismo tiempo, curiosidad por encontrar a tu pareja perdida.

    Un paso, una vuelta y otra más para volver a la posición original. Parecía que el vestido tenía vida propia mientras giraba de un lado a otro. Me iba acostumbrando a todos aquellos movimientos mientras nuestros pasos encajaban a la perfección, cruzándose sin llegar a perder el equilibrio, hecho que me sorprendía al no haber bailado así nunca. ¿Sería la magia que nos invadía en aquel momento? Tranquilo, no estoy cansada.. dije algo ruborizada. Ciertamente Ziel bailaba muy bien, hacía que mi cuerpo se moviera por si solo, como si hubiéramos ensayado todos los pasos que estábamos haciendo. De repente uno de los bailarines chocó contra Ziel haciendo que tropezara y cayera hacia atrás. Por suerte, Ziel me agarró a tiempo quedando totalmente arqueada. Parecía una pose de tango, y justamente fue a caer cuando la canción había finalizado. Cuando volvió a incorporarme, Ziel estaba totalmente ruborizado, ¿por qué sería? Solo pensarlo hacía que me ruborizara también. Gracias por no dejarme caer, eres un buen bailarín. Sonreí ampliamente. Me lo estaba pasando maravillosamente bien, como nunca imaginé. Todo esto era como un sueño y no quería despertarme.

    Observé a Ziel atentamente mientras se colocaba la máscara. Estaba realmente pensativo esta noche y nunca me habría imaginado lo que iba a suceder a continuación. Comencé a girar por toda la pista mientras las manos de Ziel me guiaban por ésta. Daba gracias a que la mayoría de la gente se había apartado a un lado, sino ya estaría en el suelo.
    Paramos en el centro de la pista, moviéndonos al son de la música y nuestros cuerpos se acercaban y se separaban en un giro u otro movimiento. Cuando estábamos lo suficientemente cerca, no pude evitar sonreír ante sus palabras. Esta vez cenicienta se queda, con zapato o sin él. dije dedicándole una pícara mirada antes de que nuestros labios se rozaran. Volvió a hacerme girar para que a continuación quedara pegado a mi espalda, agarrándome sin tener escapatoria. Ah, Ziel quería jugar, y a mi me estaba empezando a gustar aquel juego. Uno, dos pasos hacia atrás de nuevo. De repente Ziel me alzó pudiendo ver a todas las personas que había en aquella sala, desde arriba todo se veía mucho mejor. Una vez en el suelo, volvió a agarrarme por detrás cogiendo una de mis manos y dejando la otra en mi cintura, haciendo que copiara cada uno de los movimientos que hacía. Me parecía realmente divertido y provocativo a la vez. Me sorprendió su pregunta pero no pude evitar responderla con una sonrisa en la cara. ¿Que qué habría hecho? giré el cuello para poder llegar a verle la cara. Sí, me habría puesto celosa, y no sé que es lo que habría hecho, pero nada bueno, quizás apartar a la chica y... hice una pequeña pausa ante su contacto. No podía pensar bien si hacía eso, me era imposible. No sé, ¿qué es lo que habrías hecho tú? siseé intentando recuperar el control sobre mi misma.

    "Demuéstrame que tengo prohibido mirar a ninguna de ellas y desperdiciarte".

    ¿Acaso me estaba retando? Era demasiado tentador, y Ziel seguía teniendo el control sobre mí en ese momento. Cuando su lengua recorrió mi cuello y su mano no dudó en recorrer cada parte de mí, parecía que me iba a derretir en ese instante. ¿Cómo podía hacer eso delante de todo el mundo y quedarse tan ancho? Yo no me habría atrevido y sin duda me gustaba a lo que estaba jugando. ¿Qué es lo que quería? ¿Picarme? Cuando volvió a girarme, esta vez se alejó hasta el final de la sala. Todo el mundo se quedó expectante y yo solo podía mirarle a él. ¿Cómo era posible que me provocara aquello? Me mordí el labio sin dejar de mirar aquellos ojos que me llamaban desde la lejanía. Sonreí levantando una ceja y comencé a acercarme mientras bailaba, un paso, un giro, dos, hasta llegar donde estaba él. Le puse una mano en el pecho, empujándole delicadamente con paso firme hasta la pared. Coloqué una mano en su hombro y la otra seguía en su pecho, para después subir una de mis piernas a su cintura. Mío. Susurré en la comisura de sus labios sin llegar a rozarlos aun. Bajé hasta su cuello besándolo lentamente, una y otra vez hasta que volví a ponerme a su nivel. Prohibido bailar con otra mujer que no sea yo. Dije burlona y celosa a la vez. Realmente Ziel sabía cómo ponerme celosa y él no se quedaba atrás en estos temas. Besé sus labios y giré mi cuerpo rápidamente apoyándolo contra el suyo, cogiéndole ambas manos, poniéndolas alrededor de mi cintura y guiándole de nuevo a través de la pista, contoneandome pegada a él. Giré de nuevo apoyando mi rostro contra el suyo. Te quiero Ziel Carphatia, ¿y tú? ¿me quieres? susurré en su oído y otra canción comenzaba a sonar.

    ¿Cuál sería el próximo paso de baile de Ziel Carphatia?
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    Mensaje por Ryu Olivier Sáb Mar 01, 2014 11:31 pm

    Suspiró tomando un sorbo a su copa de vino. Yagari como siempre, más ácido que un limón agrio. Lo observó detenidamente cuando una mísera gota de alcohol esquivó afortunadamente su zapato. ¿Acaso Touga se había vuelto de esos raquíticos adolescentes? No resultaba para tanto que sus zapatos se ensuciaran por una gota de nada. Al menos a Ryu no le importaría en exceso, salvo si alguien llegara a mancharle de algún olor fuerte. Por eso, de vez en cuando, su ojo advertía a más de un joven ebrio que se acercaba hasta ellos con tal de interrumpir su conversación para reírse del aspecto del profesor. Rió para sus adentros. Menuda chiquillería. Odiaba el trabajo que llevaba Yagari de niñera de esos críos, pues él jamás tuvo paciencia como para cuidar a su sobrino. De ello que a veces se enorgullecía de su longeva y experimentada edad, pero otras desearía fervientemente volver al pasado, justo como había reconocido anteriormente. No obstante, tampoco hacía falta que le recordaran los años que llevaba dentro de la Asociación y que tenía cada día un pie más dentro del hoyo, a causa principalmente de sus insanos vicios.  

    - Por lo visto en la anterior ocurrió bastante... catástrofe. -Comentó retraído. La anterior vez le habían encargado una misión con un grupo bastante complicado de vampiros, aunque otros compañeros se encargaron de anunciarle las grandes pérdidas de hombres y contarle lo sucedido.- Por lo que he escuchado, un grupo de desertores apareció en mitad de la fiesta. Malditos miserables... - Siseó. Lo único para lo que servían aquellas batallas era para perder hombres, pues no favorecía absolutamente nada a ninguno de los dos bandos. Una verdadera pena, ya que la mayoría apenas llegaban a la mitad de su edad. De ahí a que debieran prolongar unos cuantos años más el adiestramiento para ser cazador, o alzar los niveles de exigencia para los más jóvenes. Claro, que esto tampoco suponía una pérdida de sueño para Olivier, dado que él detestaba a los novatos y sus inesperados y repentinos planes de ataque o defensa. Durante los últimos años estaba más acostumbrado a trabajar con gente experimentada y que sabía perfectamente lo que estaba haciendo, y a qué se estaban enfrentando; despojándose de las misiones que no le interesaban en exceso, por culpa mayormente de los compañeros que obtuviera. A veces, ni siquiera el dinero fomentaba el compañerismo de Ryu Olivier, quien muchas veces veía más por su vida que por la ajena. Un descuido tonto y un grupo de cinco cazadores se desperdiciaría en vano. - Pero no debemos ponernos en lo peor, Touga. Estoy seguro que en esta no sucederá nada meramente interesante que remueva a un Viejo cazador. - Dijo riendo levemente. Una mujer aparentemente de la edad del cazador con el que hablaba, pasó por detrás de ellos y rápidamente su mirada se clavó en el larguero de su falda. - Pero las obligaciones son las obligaciones y... quizá esté más entretenida de lo que pensaba... - Murmuró casi como un pensamiento interno que externo.

    Volvió a levantar su pesada mano y golpear nuevamente sobre el hombro del estirado de Touga.
    - Oh vamos, si en el fondo nos lo pasamos bien. Sólo que... algunas mujeres de hoy en día no terminar por entenderlo. - Encogió los hombros y dio otro sorbo a su copa de vino, volteándose para admirar el ambiente festivo, brindándose un tiempo antes de continuar hablando sobre el tema. Entre algunos de los presentes pudo ver a sus hombres colaborando en la protección del lugar, a otros inexpertos y prácticamente desconocidos como Matsumoto y Kurofugi, y otros quizá menos esperandos como lo eran Gring y Carphatia. Su semblante se volvió serio y con cara de pocos amigos tras ver la melena azulada de su desaparecido sobrino. Sinceramente, le daba por muerto desde hacía varios años; aunque por lo visto se las había apañado para sobrevivir en este mundo y aliarse con aquellas alimañas sanguinarias. Quedó paralizado, escrutándole, viéndoles a ambos bailar sobre la pista de baile, sin tomar en cuenta el cigarrillo que su compañero le estaba cediendo. Sin embargo, pensó en no acercarse por si delatara su parentesco y entonces su anonimato hubiera acabado. Fue entonces cuando la expresión amigable de siempre se restauró en cuanto apareció a su encuentro Chlóe Crosszeria, devolviéndole al mundo real y abstracto, allá en donde su segundo sobrino jamás aparecía.

    Rió un poco y tomó el cigarrillo de Touga, prosiguiendo a ponerlo entre sus labios y encenderlo rápidamente.
    - Ah... necesitaba uno de estos... - Suspiró, exhalando la primera calada de humo que llenó de satisfacción a sus pulmones infectados de nicotina.- Realmente a veces comienzo a dudar que odies ese trabajo de niñera, pues siempre acudes a estas celebraciones y tampoco abandonas el cargo de profesor. - Los dientes de Ryu se asomaron, perverso y vengativo en su plenitud; decidiendo tocarle más las narices a su viejo compañero, pues ahora era lo que más estaba entreteniéndole hasta que el alcohol profujera su efecto nauseabundo. - Vamos, vamos, no te lo tomes tan a pecho, Yagari. Olvida todo por un momento y relájate. - Negó con la cabeza, dando un poco más en su hombro, amistoso. Ah, si tan solo una bella dama se posara sobre sus ojos y se acercara por unos años a su experiencia, todo tornaría distinto. Y mágicamente, pareció que Crosszeria había escuchado su llamada y había acudido. Sonrió encantadoramente y se inclinó mínimamente hacia delante para mostrar gratitud por su presencia. Siempre estaba bien visto que un hombre se viera acompañado de una belleza como la de aquella mujer, pese a que este absurdo baile de máscaras oscureciera su presencia.

    - Dichosos los ojos, Crosszeria. Jamás habría llegado a reconocerla con ese atuendo. - Confesó admirado, viendo a través del cristal de su copa. Tomó su mano y besó su dorso, caballero de él. Tenía por costumbre reconocer a las mujeres bellas su imponente don. Y qué menos hacerlo con una de sus compañeras de oficio, quien había aparecido imprevistamente en la conversación de ambos cazadores. - Bueno, siempre está bien distraerse en esta clase de ambientes y recordar la juventud añorada de uno. - Quizá realmente hubiera aparecido allí por casualidad para tantear el terreno y nunca lo hubieran mandado en ninguna misión. Puede que Ryu Olivier decidiera pasarse a socializar un poco en su tiempo libre. - Dígame, ¿le apetece tomar algo? - Con un pequeño gesto llamó al camarero y éste se acercó con una bandeja llena de copas de champagne. Dejó su copa de vino totalmente vacía y tomó dos de la bandeja, tendiéndole una a la mujer. - Entonces brindemos por su pronto regreso, ¿verdad Yagari? - Codeó a su compañero amigablemente y puso su copa en lo alto. - Por Chlóe Crosszeria y su pronta reinserción. -Concluyó.
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    Mensaje por Yagari Touga Dom Mar 02, 2014 2:48 am

    Un trago tras otro, sin tiempo a vacilar. Quien entró en la fiesta deseando encontrar allí aquel derecho a divertirse al menos por una noche, ahora deseaba ahogar sus penas en cada copa. Después de todo, así era él: una coraza por fuera y también por dentro, pero llena de diminutas grietas, las cuales le hicieron más fuerte -paradójicamente- día a día, pues si se atrevía a darse el lujo de soltar las riendas, acabaría rompiéndose en pedazos, como tantos otros, a los cuales no deseaba parecerse. Al fin y al cabo, así funcionaba el pasado: recordandole a uno día a día lo que ha hecho mal.

    Las palabras de Ryu resonaban en sus oídos, pero Yagari se encontraba demasiado absorto en ese momento. Lentamente, se había dejado ir con el fluir de aquel violín que sonaba en la sala antes que la música cambiase drásticamente. Primero fue lento, triste, nostálgico; luego, con toda su imponencia, arrebató al alma de Yagari Touga un suspiro. El disfraz, la música, todo aquel escenario de sujetos danzantes... ¿En qué demonios estaba pensando Kaien al darle semejante traje? Es más, ¿en qué carajo estaba pensando al decirle toda esa sarta de estúpidas palabras mientras se ponía los zapatos? Sílaba tras sílaba, pretendiendo conformar un consejo. ¿No era Yagari lo suficientemente grandecito como para tener que recibir consejos de un inútil? No lo comprendía. Por un momento se le cruzó por la mente pensar que todo esto lo estaba haciendo para retarle a superar su pasado, ¿pero acaso esta era la forma? Cuando Touga accedió a venir a la fiesta para proteger a los alumnos y mantener el orden, le solicitó que le consiguiera un disfraz, pero jamás creyó que sería uno como ese. Es así que, en medio de sus cavilaciones, se llevó una mano al rostro y se echó el cabello hacia atrás, suspirando levemente, como si estuviera impaciente y molesto. La verdad es que las manos le sudaban, y por alguna razón comenzaba a sentirse más incómodo que nunca. Mientras tanto, Olivier no hacía más que hablar y hablar, y la mirada azul del cazador deseaba ver las tinieblas.

    Una palmada en su espalda por parte de Ryu le despertó de aquel ensueño con él mismo en su abstracto y miserable mundo mental. Sin sobresaltarse siquiera, miró a su camarada como si nada hubiese ocurrido, y es que la expresión de Touga apenas mudaba habitualmente, por lo cual nunca era cosa sencilla advertir si algo le sucedía. Y esta ocasión no sería la excepción. Realmente deseaba que hubiera un problema, con tal de quitarse esa frustración y sed de sangre de encima. El odio se incrementaba con cada palpitar. La respiración se le entrecortaba de tan solo echar un vistazo hacia atrás y ver lo que era el hoy. Hizo una de sus manos en un puño, pero luego quitó la tensión. Parpadeó con suavidad y despidió el humo grisáceo que habitaba su interior.

    "Olvida todo por un momento y relájate".

    Yagari levantó una de sus manos y cerró su ojo, apoyando el dorso de la muñeca sobre su entrecejo. El cigarro que estaba entre sus dedos se consumía lentamente, desprendiendo con lentitud el humo que lo caracterizaba. Masajeó un poco su frente y luego miró a Olivier otra vez. Así que a olvidar todo y relajarse, ¿eh?
    - ¿De ese modo solucionas tus problemas? -inquirió, dando por sentados el resto de comentarios y prestando atención a este particularmente. Decirlo siempre era muy sencillo, la cuestión residía en aplicarlo. Pero tal vez Olivier era otro más de esos que dicen a menudo "haz lo que yo digo y no lo que yo hago". Sin embargo, él no parecía del tipo de hombre que albergaba en su interior muchas preocupaciones. Él, mas bien, parecía ese estereotipo de sujeto al que todo le importa un bledo, exceptuando su propia existencia. Durante todos los años que pasaron juntos, Yagari aprendió a admirarlo como cazador mayor que él, pero también a alejarlo paulatinamente. La amistad y la confianza que un día pudieron existir, ahora brillaban por su ausencia, quedando solo los cimientos de lo que una vez fue. Y mientras más lo razonaba, más lo entendía. Quizás él mismo tuvo la culpa. Quizás luego de aquel día, tras aquel acontecimiento en una fiesta muy parecida a esta, su corazón había centelleado para luego apagarse de repente. Yagari miró a su lado y halló en la mesa una bandeja con más copas de vino. Sin dudar ni un segundo, sujetó una e hizo fondo blanco con ella. Quería que el alcohol le quemara por dentro y apaciguara ese mar de oscuros sentimientos que pretendían salir a flote. Mientras por fuera era el de siempre, con la expresión más gélida que el hielo y el semblante más duro que una roca, por dentro había un volcán que estaba a punto de estallar. Y en esos momentos recordaba lo mucho que detestaba esta perra vida, que todo lo da y todo lo quita.

    En cuanto la figura de Chlóe Crosszeria emergió de entre la multitud para aparecerse frente a ellos, elegante y sensual, Ryu no dudó en comenzar a adular sus atributos y a no echar a perder el tiempo que tenía disponible para desplegar sus artimañas de Don Juan. Yagari, por su parte, se limitó a saludar asintiendo levemente y desvió la mirada de ambos, dándole una pitada a su cigarro.
    - Ahora entiendo cómo solucionas los problemas -murmuró entre dientes, meneando la cabeza con poca aprobación del hecho. Sus oídos continuaban captando la conversación entre ambos y cada vez se preguntaba más a menudo cuándo ocurriría el milagro que lo sacase de esa asquerosa situación. No podía soportarlo más. Detestaba que Olivier se comportase de esa manera con las mujeres, sobre todo con las jóvenes cazadores de la Asociación. Eran sus camaradas, debía respetar un poco las relaciones laborales, pero.. ¿quién era el mísero de Yagari Touga para imponerlo? ¿Quién era el perro rabioso y arisco de la Institución como para declarar tales normas? Allá ellos y su escasa moral. Pero él no se iba a quedar a ver cómo Olivier intentaba tirarse a Crosszeria. Sin embargo, lamentaba mucho que la chica tuviese que apreciar su mala cara. Le alegraba el hecho de que volviese a formar parte de los suyos oficialmente, pero no iba a quedarse para brindar en pro del esporádico romance de una noche del cazador de rojizos cabellos. En un momento dado, la sagaz pupila de Touga se cruzó con varias figuras conocidas, y una de ellas era la de Rangiku Matsumoto. Apartó la mirada al instante, pues realmente no podía soportar mantener su vista fija sobre nadie. No podía contener la rabia en su interior y eso le impedía socializar más que de costumbre. Temía que su temple se viera en peligro a causa de sus impulsos. Debido a ello, mientras ambos cazadores continuaban dialogando, Yagari los ignoró y comenzó a caminar entre la gente, alejándose de ellos y observando a través de los ventanales el exterior. Y, finalmente, el milagro que estaba esperando, ocurrió: Niveles E.

    Disimuladamente se llevó la mano que tenía libre a la base de su cuello, desajustando un poco el nudo de su elegante moño. Carraspeó mientras esquivaba a algunos adolescentes y se encaminó hacia el pequeño cuarto de limpieza. Procurando no llamar la atención, ingresó en él. Nadie había visto a aquellos vampiros fuera, por lo cual tampoco le prestarían mucha atención a él si salía "a tomar el fresco" por un rato. Recogió un par de cuchillos y los guardó cuidadosamente en su cinturón. Su calma parecía intacta, pero sentía cómo la sangre, por dentro, le quemaba y titubeaba, provocando ligeros temblores en sus manos. Una vez estuvo bien armado, salió igual de sigiloso que cuando entró. Observó a los cazadores que estaban cerca y agradeció por primera vez el hecho de que estuviesen tan distraídos. Sin reparar en ninguna mirada más, Touga atravesó la puerta de salida y se perdió en la oscuridad de la noche.

    El parque exterior que rodeaba al salón de fiestas era oscuro, poco iluminado. Los alumnos de la Academia tenían prohibido salir, indistintamente de si eran humanos o vampiros. Los cazadores, en cambio, gozaban de ciertos... privilegios. Yagari había aprovechado su situación para poder sentir la fría brisa sobre su rostro, quizás esperando ilusamente que surtiera algún efecto en su ánimo y temperamento. Lamentablemente, de forma completamente opuesta a sus deseos, lo único que consiguió fue embravecerse más. En cuanto divisó a los Nivel E, fue hacia ellos sin reparos. Caminó con paso determinante, firme y letal. Los vampiros, conociendo su naturaleza humana y completamente sedientos, no tuvieron ningún miramiento al enfrentarse con el cazador. Yagari enseñó sus blancos dientes, sonriendo, satisfecho porque ellos fueron los que llegasen hacia él. Y ahora sí que le importaba una mierda el ensuciar sus zapatos con las simples gotas de algún que otro fluído. Ahora mismo no le importaba nada más que este oscuro sentimiento, que este frío remordimiento. En cuanto los vampiros saltaron hacia él, esquivó a uno de ellos agachándose con rapidez y sujetando al otro en el aire, justo al vuelo de un salto tenaz. Lo estampó contra el suelo y clavó uno de sus cuchillos justo en su cabeza, perforando su cráneo con salvajismo y estrés. En cuanto este se hizo cenizas, Yagari irguió su cuerpo y miró al neófito que corría a toda velocidad hacia él. Esta vez, procuraría optar por el asesinato lento y doloroso. El cazador se dejó embestir. Permitió que aquel ser lo derribara para luego sujetarlo del cuello, forcejeando con él. Sacó a relucir su otro cuchillo y comenzó a cortar lentamente la piel de su cuello, haciendo que las gotas de sangre de aquel ser cayeran sobre su rostro, decorando su máscara blanca de un modo tétrico mientras que, al mismo tiempo, teñían su blanca y cálida piel. Tras esta hazaña, el cuchillo comenzó a ingresar en el cuerpo del Nivel E por la zona de su pecho y, en un brusco movimiento, Touga abrió el vientre de la bestia. Lo volteó, quedando él sobre el cuerpo casi inerte. En ese instante, su mirada azul -que hasta entonces parecía pasiva y severa como era habitual- se trocó en una misteriosa, asesina y letal visión. Tensó la mandíbula y el cuchillo salió de aquel cuerpo para entrar y salir, luego, sucesivas veces del mismo, apuñalando no solo su vientre y pecho, sino también su rostro ya desfigurado. Como si fuese un mero acto reflejo, Yagari no cesaba de embestir aquel cadáver. Lo haría hasta que las cenizas lo cubriesen y enviasen a aquel monstruo al polvo del cual vino. Y así, con la respiración ajetreada y la ira a flor de piel, el cazador se desquitaba con aquel ser de la noche. De este modo, el Vicepresidente declaraba su momento de "diversión" esa noche, tal y como Cross lo solicitó. ¿Para esto le había hecho venir? ¿Para refregarle en el rostro lo mucho que había perdido durante todos estos míseros años de servicio y lo poco que había ganado? Y siempre con el mismo semblante, como quien está de acuerdo con lo que le ha tocado y acepta su destino. Siempre con esa resignación que lo hacía sabio y poderoso. Siempre con ese eterno veneno tan persistente como el tabaco en sus pulmones.

    "Aquellos días jamás regresarán, Touga. Lo sabes, y eso te condena."

    Pasados unos segundos, el cuerpo del Nivel E se desvaneció, y quién sabe si en verdad no lo hizo debido a que las apuñaladas de Yagari casi lo habían convertido en picadillo. Dejó caer el cuchillo una vez más, y esta vez atravesó el último ejemplar de carne fresca para clavarse en el suelo fértil. Se vio obligado a abrir la boca, respirando con inestabilidad, sintiendo su corazón palpitando tan fuerte como si no pudiese contenerlo en su pecho. Su oscuro cabello cubría gran parte de su rostro, y no pasó mucho tiempo hasta que se echó hacia atrás, recostando su espalda sobre el tronco de un árbol, pues se encontraba en una zona algo alejada del salón, aunque no mucho, y los árboles reinaban ese suelo. Con las rodillas erguidas y los brazos descansando sobre ellas, la respiración de Yagari se continuaba oyendo en los alrededores. Se llevó una de sus manos ensangrentadas al rostro y la apoyó sobre la máscara. Presionó un poco al mismo tiempo que los recuerdos acudían. Mostró sus humanos colmillos y clavó sus uñas en la textura de su antifaz. Sus fosas nasales se dilataron una, dos, tres veces. Y, finalmente, se arrancó del rostro aquella superficie blanca que ocultaba esa otra parte de él, arrojándola lejos, contra otro árbol que tenía enfrente, y permitiendo que la cicatriz que surcaba el lado derecho de su rostro viese la luz de la luna esa noche. La marca rojiza que atravesaba el sitio donde debía haber un ojo, fue cubierta al instante por su azabache cabello, justo en el momento en que dejó caer su cabeza hacia adelante, manteniendo la posición que había adoptado antes. Su boca ya no transmitía ninguna expresión, siquiera la de ira parecía reflejarse en ella. La oscuridad cubría su semblante y Yagari pasó a ser un elemento más de la naturaleza salvaje que ese extraño parque albergaba. Y mientras tanto, la música continuaba llegando a sus oídos. Mientras tanto, la gente allí dentro continuaba danzando y divirtiéndose. Se alegraba por ellos. Ahora Cross podría enterarse de lo equivocado que estaba, aunque probablemente cuando le preguntase, él solo le respondiese que sí lo había pasado bien y que él tenía razón en que debía desestructurarse un poco y dejar fluir sus senimientos. Pero, ¿acaso no era eso lo que había hecho? ¿Acaso no estaba dejando fluir sus sentimientos ahora mismo? En esta desolada y silenciosa oscuridad se encontraba a gusto. Con la muerte rodeándole, se encontraba íntegro. Al fin y al cabo, no había otro camino para alguien como él. Jamás lo hubo y jamás lo habrá.

    Sin querer, el tercer cuchillo que llevaba y que aún pendía de su mano, rozó su dedo índice, provocando un ligero corte. La sangre comenzó a emanar, brillante y carmesí en su gloria. El perfil de Yagari continuaba siendo lúgubre e inexpresivo, sintiendo cada parte de su cuerpo como un peso que no está dispuesto a llevar. Y, tras ese momento, tan solo una única frase se formuló en su mente: "Incluso este dedo está lleno de recuerdos".
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    Mensaje por Chlóe Crosszeria Dom Mar 02, 2014 2:31 pm

    Chlóe se había reunido con aquellos dos cazadores y sonreía a ambos ampliamente. Con aquel candor de inocencia que siempre la rodeaba, intentaba no ser oportuno y no molestar. En otra ocasión, quizás no se hubiese acercado, pues dialogar con los cazadores más experimentados no era cosa que le hiciese mucha gracia y le provocase mayor soltura, pues no podía evitar sentirse completamente intimidada por ellos. No obstante, esta noche era diferente. Tal vez fuese el efecto simple pero intenso de las máscaras y los trajes. Todo aquello contribuía a otorgar un halo de misterio a cada ser, y Chlóe se sentía extrañamente protegida tras su identidad tan conocida como desconocida a la vez. Se sentía libre de jugar con ella misma y con los demás, llevando al máximo las oportunidades que esta fiesta brindaba. Sin embargo, su timidez la mayor parte de las veces le ganaba, entonces no pudo hacer otra cosa más que reír suavemente antes las palabras de Ryu Olivier.

    Su mano, prontamente, se vio atrapada por la del cazador y la joven bajó los ojos, esquivando su mirada y apartando un mechón de cabello de su rostro, para llevarlo tras su oreja. Si fuese por ella, le pediría que no hiciera tales gestos, pues provocaban que su pudor se elevara hasta límites insospechados. Pero, para su pesar, ella no tenía la suficiente fuerza como para imponerse ante un cazador como él o como Yagari. Ambos, con su experiencia y seguridad, oscurecían su ímpetu y la atrapaban con sus intensas miradas que, la mayoría de las veces, expresaban rigidez y desaprobación hacia lo que les rodeaba. Claro que Ryu era mucho más animado y flexible, pero eso no quitaba la fuerza que depositaba sobre el carácter de la inocente muchacha. Y mientras el cazador continuaba hablando y le ofrecía una copa, pudo advertir el hosco saludo de Yagari. Chlóe tragó saliva y, en cuanto iba a atreverse a preguntarle si algo ocurría, Ryu la sorprendió de nuevo elevando copas por ella.

    - Oh, no, Señor, yo... yo no bebo demasiado... -intentó excusarse, pues ya había tomado dos copas antes, mientras danzaba solitaria en la pista. ¿Cómo podía pensar siquiera en beber más? Quién sabe lo que sería de ella, y no tenía ningún ser amigo que la cuidara y la llevara a casa luego si algo le ocurría. Por más que confiase en los cazadores que estaban allí con ella, tampoco existía entre ellos tales lazos de confianza como para pedirles que la llevasen a casa en caso de borrachera. Además, Chlóe nunca había caído ante el alcohol. Siempre se había cuidado de beber mucho, pero esta noche no cabía en su mente otra idea más que ser libre y hacer lo que se le antojase. Entonces, sin remedio, meneando un poco la cabeza ante la mirada de Ryu, acabó accediendo. Sujetó entre sus dedos la copa de champagne que le fue ofrecida y sonrió haciendo estrellar los cristales que poseían ambos. Entonces, Yagari murmuró ciertas palabras de mala gana y se alejó. Chlóe se quedó algo estupefacta. Por un momento llegó a pensar que el problema era ella y que no le agradaba a Touga.
    - ¿Acaso... acaso le ocurre algo al Vicepresidente? -preguntó suavemente, en voz baja, tímida y preocupada. Miró a Olivier, en busca de respuestas, y dio un sorbo a su bebida. En ese instante, un brillo de sorpresa surcó sus azules ojos-. Oh, esto es.. delicioso -exclamó sorprendida. Había probado el champagne en otras ocasiones, pero jamás lo encontró tan bueno como esta vez. ¿Sería motivo de la magia de esa noche, tal vez? Quién sabe.

    Pasaron unos minutos y la joven cazadora continuó bebiendo junto a aquel veterano de guerra. Entre el sabor dulce y amargo de la bebida, volvían a su mente los sucesos ocurridos durante su llegada. La partida inmediata de Yagari hacia quién sabe qué sitio de aquella enorme fiesta, le continuaba preocupando.
    - Él es un hombre tan extraño y solitario... ¿No cree? -preguntó, en parte aseverando aquello y en parte denotando su curiosidad-. Siempre me ha dado algo de... temor. Pero me refiero a ese temor que uno le tiene a alguien cuando lo respeta demasiado -explicó, observando la pista de baile y la muchedumbre danzante. Llevó la copa a sus labios de nuevo y el labial rosa intenso que decoraba sus labios dejó su marca personal en el fino cristal. Y pensar que aquella velada acababa de comenzar... ¿Cuántas copas más quedarían coloreadas por sus atrevidos labios?

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    Mensaje por Kairi Donovan Dom Mar 02, 2014 3:46 pm

    No iba a negar que la expresión extrañada de la cazadora le resultó divertida, pero por suerte después de eso no reaccionó a la defensiva, fue bastante agradable. Si llevaba poco tiempo allí no podría decirle mucho, lo cual era una lástima, pero tampoco era algo grave, la gente de la zona solía estar bien informada, podría preguntar a cualquier otro o hacer uso de sus poderes para indagar.
    -Encantada de conocerte, Rangiku -respondió sonriente- ¿Es la primera fiesta a la que vienes? Llevaba un tiempo sin venir por aquí, el director siempre hace un buen trabajo con estas cosas -aunque no siempre salen bien, pensó para si misma, la última a la que tuvo el dudoso placer de acudir acabó en tragedia, pero claro, no es algo que pudiera comentar de buenas a primeras, esperaría a ver si ella le contaba algo interesante.

    Llevaba unos minutos sin estar pendiente de lo que le rodeaba, no quería parecer una loca paranoica mirando a todas partes cada vez que iba entrando gente, tampoco quería obsesionarse, a lo mejor él no venía, a lo mejor, ni siquiera quería verla. Estaba tan concentrada en la conversación para evitar todo eso, que no se percató de aquella presencia conocida hasta que estuvo a sus espaldas, cubriendole los ojos sin llegar a tocarla. Le dio un vuelco el corazón. No le hacía falta darse la vuelta para saber de quien se trataba. Reconocería su aroma entre cientos, para ella no había habido ni habría otro igual. Esa presencia y ese aroma eran de las pocas cosas en este mundo capaces de dejar a Kairi sin aliento y sin palabras.

    Le había echado de menos.

    Sabía que no era educado por su parte abandonar una conversación a medias, pero por una vez en su vida dejó de lado sus modales de señorita para girarse y mirarle de frente. En aquel momento las máscaras que hace un rato le habían entusiasmado, se volvieron una estupidez sin sentido, pues le impedían ver aquel rostro que tanto había añorado y el tiempo que tan poco le pareció en su momento, ahora parecía una eternidad. Se moría de ganas de apartar la máscara de su rostro y deslizar los dedos por su mejilla, de tocar, de sentir que era real y que no estaba soñando, pero no consideró que aquello fuera lo mas correcto. Le había echado tanto de menos que ahora le dolía hasta verlo, quería reir y llorar a la vez, pero fue capaz de controlarse para simplemente esbozar la mas tierna de las sonrisas antes de rodearle con los brazos y enterrar el rostro en su pecho. Había tantas cosas que quería decirle, tantas disculpas que quería darle por haber desaparecido tanto tiempo...Pero nada que mereciera la pena mencionar en ese momento, lo único que conseguiría con ello sería estropearlo y era lo último que quería, la sensación de felicidad que le producía estar en sus brazos era algo mágico y demasiado frágil, quería disfrutarla el máximo tiempo que pudiera, si por ella fuera, podrían pasarse así el resto de la eternidad que tenían por delante, no necesitaba nada mas para vivir. Todo el temor que sintió antes acerca de su reencuentro se había desvanecido por arte de magia, había sido una estúpida por pensar algo así.
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    Mensaje por Issei Chrane Dom Mar 02, 2014 6:07 pm

    Otro exhuberante traje más se sumó a la fiesta de carnaval que se celebraba en el pueblo. Para sorpresa de algunos que lo conocieran, no iba vestido de arlequín; pese a estar completamente de acuerdo con ese papel que tanto encajaba con su persona. Todo lo contrario, apostó por el otro extremo para salir de su hábito corriente. Luego, ¿quién era aquel que entraba en justo instante por la puerta, captando las atentas miradas de los que allí se encontraban? Sus cabellos no eran largos y verdosos, sino que estaban recogidos y ocultos bajo las telas que llevaba en la cabeza; sus ojos del mismo color ahora parecían mucho más negros y sombríos por la máscara entera que llevaba puesta, la cual había hecho desaparecer su sonrisa burlona e irónica de siempre. Y, sin esos característicos rasgos, ¿entonces quién era Issei Chrane? ¿Había perdido pues el orgullo de su físico? No, jamás. Eso era totalmente imposible para su persona. Sólo que él, estratégico y ciertamente adivino, predijo con certeza que algunos de sus... amigos, seguramente se encontraran en la fiesta. A decir verdad, con algunos de ellos ni siquiera tenía ánimo de hablar. Por tanto, pasaría esta dulce velada mientras, desapercibido con aquella vestimenta; dado que Chrane, era un amante nato del disfraz.

    Se paseó por entre las columnas zigzagueando entretenidamente, hasta alcanzar finalmente a un camarero que portaba con él el dulce anhelo del sueño de una noche como esta: Champagne. Para su exigente paladar no había algo más atrayente que esa copa dorada burbujeante que a más de uno le hizo perder el razonicio alguna vez. Dio un pequeño y ligero sorbo a su nueva bebida y torció una sonrisa debido al desagrado.
    - Demasiado barato. A esto ni siquiera se le puede llamar champagne. - Murmuró. Realmente no entendía ni por qué esperaba que esta fiesta tan desordenada atrajera la atención de los residentes del pueblo, pues ni siquiera podía compararse a alguna de las fiestas de alta alcurnia que organizaban los Chrane. Allí sí que podía encontrar buenas mujeres que estuvieran dispuestas a caer bajo sus ojos verdosos y le cedieran gustosamente su sangre, al igual que verdaderos trajes venecianos hechos con la más fina de las sedas. Sin embargo, pese a haber acudido al baile de carnaval, se desilusionaba bastante recordarndo los viejos tiempos de su niñez.

    Recorriendo todo con cierta exactitud y detenimiento, finalmente sus ojos se quedaron paralizados con el color de cierta melena pelirosa. Dudó si acercarse o no, pero visto quién era su acompañante, prefirió escoltar a su dulce ovejita de ese maldito cazador medio ebrio que osaba a cortejar a su dama. Escurridizo, apareció de repente en aquel brindis que propuso Olivier, chocando su copa con las otras dos y sonrió por debajo de la blanca máscara, aunque esta no mostrara ningún tipo de emoción. Levantó la copa hacia arriba, mostrando su respeto hacia la persona que coronaba aquellas copas y seguidamente dio otro pequeño sorbo, observando a Ryu con atención.
    -Buenas noches. Señor... - Bajó los párpados hacia Olivier, haciendo un pequeño saludo con su mínima expresión. - Señorita... - Inclinó su cabeza hacia delante, señorial. Por supuesto, Issei Chrane no había elegido una máscara de larga longitud solamente por ocultar sus rasgos, sino también para que su voz no sonara como el resto de veces, a pesar de que él también estuviera haciendo un esfuerzo por disimularlo y parecer mucho más cordial de lo que normalmente era.

    Sus ojos se clavaron inmediatamente sobre los de Crosszeria, sin miedo alguno de que lo reconociera, pues estaba seguro que bajo aquel disfraz jamás pensaría que allí se hallaba él.
    - Supongo que ahora ya entiendo por qué esta noche no salen las estrellas, querida. Usted les ha quitado todo su resplandor y nitidez. - Admiró, como no, la elegancia y el vestido pastel que llevaba puesta la cazadora, regalándola un improvisado piropo. - Dígame, ¿piensa sacarla a bailar? - Preguntó a Ryu, astuto. - No me gustaría pasar la velada de pie, mirando como el resto se divierte. - Chocó nuevamente su copa con la que portaba entre los dedos y sonrió sin que nadie pudiera contemplarlo. Ah, dulce dama de noche, ¿florecerás por mí esta vez?
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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Dom Mar 02, 2014 7:59 pm

    Esta vez cenicienta se queda, con zapato o sin él.

    Y, ¿qué podía pensar de todo aquello? No podía sentir otra felicidad que no fuera esta. Hoy los relojes se habían parado en este ambiente y tras esas justas palabras procedentes de sus labios. Cerré los ojos y respiré hondo, recordándolas, regocijándome en ellas. No podía desear más, no quería nada más que simples gestos como lo eran aquel, imbéciles palabras que dirían un loco que está enamorado. Porque sí, estaba totalmente colgado del color de su pelo, de las curvas que fomentaba su vestido, de sus risas inundando las paredes, de sus ojos claros mirándome solamente a mí. Únicamente por hoy, pues mañana todo parecía deshacerse junto con la magia de este instante. Y, ¿por qué aun así sentía que me faltaba algo igual de importante? Llevé una mano al pelo, echándolo hacia atrás. No hacía nada más que darle vueltas al asunto de intentar ser mejor para Bella, de querer disfrutar lo máximo de esta fiesta -dado la catástrofe de las otras a las que había asistido- con ella, de poder hacer recuerdos mucho más sólidos y consistentes para borrar los sueños de todas las noches.

    La respuesta a ese gran vacío tenía nombre y apellidos: Marcus O'Conell.

    Ah, ¿por qué no podía simplemente pasar la fiesta con Bella y olvidarlo por un momento? Ambos estábamos pasándonoslo bien, realmente bien. Y si él apareciera... temía marcharme del baile por culpa de los comentarios de la gente y las malas suposiciones acerca de ellos. Y no quería que todo esto se rompiera por una tontería como lo fue la vez anterior. Sin embargo, ¿por qué deseaba más de una noche tan espléndida como esta? Puede que sonara egoísta y caprichoso, pero necesitaba y me era costumbre, que ese par de ojos rojos estuvieran mirándome en plena oscuridad. Como si me sintiera más tranquilo de saber que él estaba ahí por si algo ocurriera, pues ya no podía relajarme completamente en las fiestas que se organizaban en el pueblo, de la gente que pudiera aparecer de la nada para llevarme de nuevo a ese lugar. Y porque no conocía a Marcus de otra forma que no fuera aquella. Deseaba que viniera a esta fiesta y se concediera un descanso en su trabajo. Se lo merecía después de estar tanto tiempo ejerciendo de médico por doquier. Al fin y al cabo, también estaba pendiente de él inevitablemente. Por otra parte, la timidez que ahora mismo se hallaba escondida tras esta faceta de atrevido, impedía que pudiera acercarme a él con naturalidad y por ende, quería que al mismo tiempo fuera a casa a descansar. ¿Qué sería si alguno de los compañeros con los que vine de repente vieran una mera caricia?

    ¿Qué es lo que habrías hecho tú?

    La pregunta anterior de Bella volvió a recordarme que no debía inundarme de la nostalgia por el otro vampiro. Ella seguía allí, conmigo, disfrutando de este baile que habíamos montado de repente. Por suerte, la mirada del neófito volvió después de ver que Bella comenzaba a moverse hacia él. Alejé todos esos pensamientos que me nublaban tanto y proseguí a centrarme en mi novia y sus contoneos provocadores. A fin de cuentas, tampoco podía dejar de verla danzar de esa manera, pues nunca habíamos hecho algo parecido en público. Ya me arrepentiría después, avergonazado por esto. Sonreí, retándola, dejándome arrastrar hasta la pared, pegando las palmas de las manos. La gente mientras nos miraba espectantes, pero ellos ni siquiera lograrían entender este desenfrenado combate que estábamos llevando a cabo los dos. Me incliné hacia delante para querer rozar sus labios, deseoso más que nunca por probarlos de nuevo. El corazón me latía de repente con rapidez, ansioso por la sangre de la chica. Tantos humanos alrededor, observando, además de las insinuaciones de la peliroja estaban desquiciando mis instintos. El inocente iris azul no pudo evitar transformarse en el rojo brillante que la estaba deseando fervientemente.

    En cambio, para mi sorpresa, denegó mis labios y atacó antes de que pudiera predecirlo. Supiré notando el frío de su piel a lo largo del cuello. Ah, Bella... Me guías por tan mal camino que no sé si podré volver a pensar con claridad. Agarré la pierna que puso sobre mí para que no lograra separarse, ni aunque quisiera. Y finalmente, dejé que volviera a hacer conmigo lo que ella quisiera. Siempre podría tenerme a su sombra como un animal de compañía, sin que pudiera evitar permanecer al lado de una mujer como ella. Sí, mujer, ya que hacía tiempo que había dejado de verla como una simple amiga o una mera novia; sino como una verdadera fémina que podía llevarme a la perdición, justo como ahora. Me vi siguiéndola por la pista de baile nuevamente y entonces, la condena se redujo en cuando sentenció las órdenes que debía acatar para contentarla. Asentí y ladeé la cabeza para besarla con intensidad, rodeándola con ambos brazos. Ah, ¿cuánto hacía que no teníamos un momento como este? ¿Cuánto hacía que Bella no callaba la timidez y me dejaba besarla de este modo?

    Sonreí, besando la punta de su nariz y pegué nuestras frentes tras la pequeña separación.

    -Bella Naid Gring, te amo. Más que a nada en este mundo. Y jamás quiero perderte. - Confesé cerrando los ojos, pesaroso. ¿Qué sería de mí sin su presencia? ¿Qué sería de mis heridas sin su aura? ¿De qué servía ir a la Academia si no la veía a ella? Nada tenía sentido si ella desapareciera. Y ese, era uno de mis mayores temores. - Y golpearé a todo aquel que quiera hacerte algo, aunque solo sea pedirte la hora. - Ah, me ponía hasta arriba de celos que otro hombre pudiera acercarse a ella y lograra engatusarla, pese a no ser Bella una de esas mujeres. En cambio, la inseguridad de que finalmente apareciera otro y se la llevara estaba ahí. Por eso, tantos millones de veces veía en Marcus un hombre con posibilidades y me ponía histérico cada vez que se acercaba a ella, aunque fuera para cualquier tontería. Pero, debería acostumbrarme a esto, ¿no? A fin de cuentas ninguno de los dos estuvo de acuerdo en compartirme con el otro, hasta que se formó esta unión prácticamente inseparable de tres. Ah, lo que es la vida, ¿no?

    Algunas parejas decidieron comenzar a bailar de nuevo a nuestro alrededor porque la tensión entre ambos vampiros se palpaba en el ambiente. Hasta la música volvió a cambiar lentamente a otra para resquebrajarlo todo, sin que ninguno de los dos pudiéramos percibirlo. Me incliné hacia delante, apoyando la frente sobre su hombro. "Bella, no puedo más", pensé mentalmente para que ella lo escuchara. La respiración comenzaba a sofocarse de nuevo debido a la sed y parecía volverse más insoportable a cada segundo. Tampoco colaboraba que estuviera tan cercano a ella y aspirara el aroma de su piel, pues estaba provocándome aún más. Necesitaba alejarme un poco de la gran cantidad de gente que ocupaba la pista de baile y alrededores, para tomar el aire fresco más detenidamente y beber la bolsa de sangre que llevaba en el bolsillo, la cual no parecía ser suficiente para cómo quemaba esta vez.

    Me giré en cuanto noté algo en el hombro. El rojo intenso del neófito fue a parar al desconocido de cabellos rubios que estaba al lado e instantáneamente sus colmillos despuntaron de su boca, sin importar quién mirara. ¿Qué demonios quería?

    -Ella no está libre. - Advertí al chico, poniendo a Bella detrás de mi espalda. No iba a dejar que bailara con mi chica esta noche. No obstante, el vampiro negó con la cabeza y me cedió una tarjeta de bordes dorados con una inscripción. Acto seguido desapareció sin dejar rastro. Miré a Bella sorprendido y comencé a leer la tarjeta. Levanté la vista y comencé a mirar a toda posible amenaza en la pista de baile. ¿Quién había escrito esto? ¿Y por qué? ¿Qué quería de nosotros? Las peores suposiciones se formaron dentro de la cabeza: Cazadores. Sin preveerlo, agarré a la chica de la muñeca y me la llevé de allí cuanto antes posible.
    -Tenemos que salir de aquí. - Anuncié rápidamente a paso ligero, tirando de ella prácticamente, buscando algún lugar solitario para salir por la ventana; ya que era obvio que si eran los cazadores estuvieran esperando a que saliéramos por la puerta. La bolsa de sangre que llevaba en el bolsillo se perdió por el ajetreo. El pulso comenzó a fallar y la impaciencia se sembraba a cada paso. La desorientación empezó a venir por culpa de la sed, por las risas, el olor a alcohol y el nerviosismo que estaba entrando dentro del neófito. No iba a permitir que le ocurriera nada a Bella, pues prometí que llegaría a casa sana, salva e intacta. Tampoco iba a dejar que me cogieran de nuevo. Cerré los ojos con fuerza mientras buscaba una rápida solución. No, otra vez no, otra vez no. No quería ir allí de nuevo. En el camino, volví a releer la tarjeta y la volteé para ver si había algo escrito en el dorso. E inmediatamente, mis pasos se detuvieron.
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    Mensaje por Marcus O'Conell Lun Mar 03, 2014 6:07 pm

    "Ella no está libre".

    Marcus sonrió ante tales palabras. ¿Qué otra cosa podía esperar, pues, de Ziel Carphatia? Incluso desde la distancia a la cual se encontraban, el astuto vampiro podía advertir esos iris azules y titubeantes en el fondo del mar carmesí. ¿Ziel tenía miedo? Es decir, ¿el joven Ziel tenía miedo? Y Marcus se preguntaba en estos momentos por qué no jugar un poco al Amo y al Siervo, aquel juego que antaño tanto disfrutaron ambos, por más irónico que sonase, pues a fin de cuentas sin aquel sufrimiento placentero ninguno de ellos tendría hoy día esta eterna felicidad sin retorno. Se pertenecían. Ziel y él se pertenecían el uno al otro. Ziel era suyo y de nadie más, y aquello estaba marcado a fuego sobre su piel. No obstante, Bella era suya, y Marcus jamás había tenido el honor de posar, siquiera, un solo dedo sobre ella. Cierto era que hubo roces y coqueteos, pero jamás la marmórea piel de Marcus sintió la pasión del seductor cuerpo de Bella. Y esta noche un pequeño brillo de malicia ofuscó su cálido y amable temple.

    O'Conell volvió a sonreír. Sus pasos avanzaron lentamente, siguiendo a la pareja desde lejos. Esto se convertiría en un grato juego de tres con el transcurrir del tiempo, pero comenzaría de a poco. Primero, desarmaría al enemigo y lo obligaría a desesperarse hasta límites insospechados, pues, ¿cuánto podían llegar a sufrir Ziel o Bella al verse separados repentinamente? Pero claro que Marcus no planeaba hacer de esto una tortura. Simplemente, quería sembrar un poco de temor y discordia para luego hacer desaparecer cada rastro negativo de la pasión que estaba cultivando entre ellos, en este misterioso y exótico triángulo amoroso.

    Ziel había tomado una decisión. O, al menos, eso parecía. Y los ojos de Marcus indicaba que no era la decisión... correcta. Bastó una simple mirada del vampiro hacia ciertos humanos de la sala -a los cuales había encantado utilizando el precioso nuevo don que le otorgaba el aura de Ziel- y éstos, enseguida, provocaron un apagón en la fiesta. Las luces, luego de aquello, comenzaron a parpadear. La música, no obstante, jamás se había detenido. La situación había sido muy extraña, pero a Marcus poco le importaba llamar la atención. El vergonzoso aquí era Ziel, no él. Y, a propósito de ello, el vampiro que Marcus había utilizado como mensajero yacía, ahora, a unos escasos metros de la pareja. Otorgado el mensaje, había desaparecido del campo visual de ambos para aguardar por la siguiente orden. De un momento a otro, aquel joven de cabellos rubios se encontraba junto al imprevisible y calculador O'Conell, utilizando los dones que le fueron concedidos: el rubio cambió por el negro, su traje blanco mutó y se volvió oscuro como el de un mayordomo, sus ojos, incluso, también cambiaron, volviéndose del color del fuego. Ahora, desde el palco, no solo un vampiro observaba la escena, sino dos, pero que compartían las mismas características físicas. Una sonrisa de aprobación fue otorgada por Marcus a aquel vampiro. A decir verdad, no estaba nada mal. De no saber que era de carne y hueso, tal vez hubiese creído que se trataba de un espejo. Un segundo buen trabajo por parte de aquel muchacho, pero ahora vendría lo mejor.

    "Tenemos que salir de aquí."

    - Humh, tendrían, sí... tal vez deberían. Lástima que no podrán -susurró al aire, pensativo y sintiendo en cada músculo de su cuerpo un placer inexplicable. Todo marcharía tal cual él lo había previsto, y eso que había contado con muy poco tiempo para llevarlo a cabo. Había vuelto del trabajo, se había duchado con rapidez, apenas había bebido algo de sangre y, luego, se vio aquí dentro con aquel traje que encontró en la zona olvidada de su armario. Con esos pocos minutos, ideó el plan que mejor creyó que se adaptaría a la presente situación. Y dicho y hecho, allí estaba, caminando con lentitud con su mano envuelta en un blanco guante, rozando la baranda que daba a la sala principal desde aquella altura de un primer piso. A su lado, avanzaba su doble, que quizás podría decirse que sería el denominado "doble de riesgo", porque una vez efectuada la tercera parte del plan, quien debería enfrentarse a las consecuencias sería él, pero confiaba en que se las pudiera apañar.

    Así, tras unos segundos, Marcus desapareció de su sitio en el palco gracias a las luces parpadeantes sin ser visto. Sus ágiles piernas le guiaron hacia la pista, dejando en su sitio a su doble. Este clavó los ojos en Ziel en cuanto el joven peliazul se detuvo. Sonrió exactamente como Marcus lo haría, apreciando la expresión en el rostro del joven tras leer en el dorso de la tarjeta las siguientes palabras: "Y ese alguien, podría ser yo". Marcus conocía a Ziel y sabía que echaría un vistazo alrededor, por lo cual hizo que el otro vampiro que había tomado su forma se situase justo dentro de su campo de visión. Y bastaron dos segundos para que el astuto de O'Conell apareciese tras la pareja en un abrir y cerrar de ojos y para que -y aquí viene lo más atractivo de la noche- robase a Bella del lado de Ziel, para llevársela a donde él quisiera. Entonces, si apareció en un simple parpadeo, en otro simple parpadeo desapareció. Marcus tapó la boca de la chica con suavidad y dejó en el sitio donde ella debería estar una rosa roja, bien cliché, con otra de esas tarjetas elegantes, la cual decía lo siguiente: "Se lo he advertido, joven señor". Y, justo en el dorso, al igual que en el mensaje anterior, decía lo siguiente: "Pero no se preocupe, la trataré bien". Y hubiese sigo asombroso poder agregarle algún clip de sonido a la nota, pues la socarrona y misteriosa risa de Marcus no podía faltar ante tan provocativo y misterioso mensaje. Pero Ziel debería contentarse con su imaginación ahora, y con la figura vampírica que se encontraba en el palco, mirándolo fijamente con aquel aspecto tan verídico y tan falso a la vez. ¿Subiría a buscarlo? ¿Se acercaría a abrazarlo o a odiarlo por arruinarle su romántico baile? Quién sabría decirlo, al fin y al cabo Ziel también resulta impredecible a veces.

    Entre tanto -mientras Ziel era entretenido por aquel vampiro metamorfo tan talentoso- el verdadero Marcus llevaba a Bella consigo, situándola delante de él al caminar, volviendo lentos los pasos tras haberla llevado hasta allí tan rápido, y digamos que la velocidad vampírica, en su máximo exponente, no resulta nada nítida a los ojos, pues es muy difícil de observar. Como el salón poseía tres pisos, Marcus se encargó de ambientar, sigiloso y veloz como es él, una habitación en el último. Bella tenía una fina cinta de seda cubriéndole los ojos con delicadeza, mientras que la enguantada mano blanca cubría sus labios con sutileza. Una vez que la puerta de madera se presentó ante ellos, Marcus la abrió, y se adentraron juntos. La iluminación de la sala era tenue, pues había unos candelabros con velas encendidas. Había allí un sofá, el cual estaba cubierto de una fina manta carmín con bordados de oro. Había también una pequeña mesa, la cual poseía un mantel de las mismas tonalidades. Una botella de costoso champagne se encontraba en el centro, y también había copas de cristal, curiosamente, tres.

    Marcus cambió su posición y se puso delante de Bella esta vez. Tomó sus dos manos con galantería, guiándola hacia donde él pretendía. Con una de sus manos la hizo girar para admirarla. Podía apreciar su belleza y elegancia; su candor adornando su clara piel de mármol. Y era solo para él. Aquel giro era solo para él. A diferencia de Ziel, a Marcus no le agradaba exhibir a su dama danzando en público. Mucho menos en estas ocasiones. Detrás de sus facetas cómicas y aduladoras, Marcus era un amante muy celoso. Que siempre lo ocultase y le saliese a la perfección, no significaba que no se mordiera la lengua por dentro. Y ahora, en este preciso instante, podía apreciar su belleza con libertad, pues estaban solos y nadie más la observaría. Ziel habrá tenido su momento, pero ahora había llegado el suyo. Acercó a Bella hacia él y con una mano la tomó por la cintura, mientras tomaba su otra mano con la que le quedaba libre. Comenzó a sonar una canción lenta y armoniosa, proveniente de un viejo tocadiscos que había en la sala. Marcus comenzó a moverse lentamente, deslizando sus pies de forma glamorosa por el suelo, y si alguien lo hubiese visto, podría decir que se trataba de un bailarín profesional. Pero Marcus, por supuesto, era más que eso, pues era un vampiro que tuvo siglos para aprender a danzar de aquel modo, y que aún poseía toda una eternidad por delante para deslumbrar a cada quien con el cual se cruzase. Y ahora llevaba a Bella entre sus brazos, incitándola a moverse a su compás, pese a no poder ver nada más que el tenue resplandor de la luz de las velas. Marcus la hizo girar con suavidad entre sus brazos y la inclinó un poco, acercando su boca a la suya mientras los rojos cabellos de ella se mecían y las azabaches hebras de él acariciaban el rostro de porcelana de la dama. Marcus posó sus labios delicadamente sobre la cinta de seda que aprisionaba el habla de la joven, retirándola sin apenas tocarla, liberando sus labios intensos, permitiendo que ella pudiese sentir la respiración de él cerca. Sus ojos, en cambio, continuaban sellados, y entonces el vampiro se irguió y enderezó a Bella, comenzando a danzar nuevamente.

    Cuando la melodía estaba a punto de concluir, el vampiro acercó a su preciosa y preciada pareja al sofá. La obligó a inclinarse y, sosteniéndola por la cintura, la recostó con suavidad sobre la superficie blanda y acolchonada. Un curioso perfume a rosas blancas invadía la sala, pero este quedaba ofuscado por el manjar de aroma que esparcía la presencia de Bella. Su piel emanaba aquella afrodisíaca fragancia que conseguía cegar todos los sentidos del vampiro, consumiéndolo por completo, dejándole al borde de la locura si no obtenía lo que el tiempo y el espacio le ofrecían. Él, suavemente, se inclinó sobre ella, apenas rozándola. Admiró su figura una vez más, mientras sus encendidos iris se volvían cada vez más intensos y brillantes en su llamativo carmín. Sus dedos danzaron un momento con los rojos cabellos de la chica, enredándolos suavemente. Sin embargo, con rapidez y suavidad, deslizó sus dedos hasta el pecho de la muchacha, recorriendo con sus dedos las zonas de piel que quedaban al descubierto y que su vestido no llegaba a cubrir. Una pena tener los guantes y no poder sentirla propiamente, pero eso solo aumentaba el deseo; solo aumentaba la tentación ante este fruto prohibido durante mucho tiempo, pero que hoy se daría el privilegio de probar. Se inclinó un poco más, lo suficiente como para rozar sus labios con los suyos. Con lentitud, ofreció una caricia sobre ellos, destilando aquel gélido aliento sin vida sobre la comisura de sus labios. Primero, envolvió con su boca el labio inferior de la chica, luego, su provocativa lengua se deslizó desde el mismo hasta su mejilla, saboreando el dulce que ofrecía su piel. Llegó hasta su oreja izquierda y descendió hasta su cuello, besándolo suavemente y ofreciendole a Bella la posibilidad de inhalar su aroma y descubrir su identidad finalmente, si es que ya no lo había hecho antes. Otorgó dos, tres, cuatro besos más, hasta que sus labios se encontraron justo en su pecho y, con cuidado, se abrieron por encima de sus curvas, hasta llegar a su hombro derecho, besándolo y ascendiendo otra vez, para acabar por caer sobre sus labios, besándolos con lentitud e intensidad, mientras la respiración se volvía levemente desesperada a causa del deseo.

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    Mensaje por Ryu Olivier Lun Mar 03, 2014 9:08 pm

    El humo blanco salió de sus pulmones tras una larga calada que dio a su cigarrigo. Seguidamente, negó con la cabeza, sonriente en todo momento. ¿Por qué no debería beber Chlóe Crosszeria una mísera copa? Por una no ocurría nada, a decir verdad; salvo que ya hubiera tomado unas cuantas anteriomente, cosa que Olivier desconocía totalmente. Aunque, ciertamente, él como su mayor, como cierto modelo a seguir por el papel que desempeñaba en la Asociación, y además por su experiencia, quizá no debió haber facilitado esa copa de champagne hacia la pobre muchacha. Tal vez pudiera ponerse ebria de un momento para otro y después tendría que cargar con su subordinado durante toda la fiesta, amargándose ambos: una por el malestar y Ryu por cargar con ella hasta su casa. Sin embargo, otra suposición estaba flotando en el aire para el resto de cazadores que los estaban viendo, ya fuere el mismo Yagari quién estuviera pensándolo: que Ryu Olivier estaba intentando emborrachar a Chlóe para conseguir destruir la férrea resistencia de la joven. Pero, ¿acaso un hombre como él podía fijar sus ojos en alguien mucho menor que él? La peliroja no dejaba de ser más o menos de la edad de su sobrino Kai. No obstante, ¿realmente sería capaz?

    Ryu sonrió y levantó la mano para quitarle importancia al asunto.
    - Tranquila, Crosszeria. Si el alcohol le causa una mala pasada, para eso se encargan tus superiores, ¿verdad Touga-sensei? - Su sonrisa se estrechó, maquiabélica, tras decir sensei por decimocuarta vez. Pero, ¡qué se le iba a hacer! Le encantaba ver a Yagari Touga cabreado. En cambio, el cazador esta vez no pareció contribuir al entretenimiento del hombre, pues terminó por marcharse de la bonita velada que estaban compartiendo tres cazadores reconocidos ante la Asociación. Ryu encogió los hombros, sin que su expresión amable se torciera un poco por la marcha. Todo lo contrario, comenzaba a tener el camino libre para seguir cediéndole alcohol a su pequeña novata. Dio un sorbo a su copa y se concedió algo de tiempo para responder. - No te preocupes. Intenta comprender su doble trabajo: cazador y profesor al mismo tiempo. Está agobiado porque tiene que corregir cientos de exámenes de esos criajos a los que cuida por las mañanas, además de seguir a ese raquítico de Cross. Y... seguramente si por ese Viejo fuera, ni siquiera hubiera aparecido en esta fiesta. - Asintió levemente en varias ocasiones, afirmando. Desde que conocía a Yagari Touga, jamás fue un hombre al que le gustaran las mujeres tanto como a Ryu, además de preferir siempre ambientes tranquilos y silenciosos. Sin embargo, si algo acabó por unirles fue el alcohol y los cigarrillos.

    Una de sus grandes y anchas manos se posó sobre la cabeza rosada de la joven, sin necesidad de que se despeinara.
    - No se culpe, él siempre será así y no hay forma de cambiarlo. - Suspiró, dejando que nuevamente el aire blanco de sus pulmones saliera hacia el exterior. Mujeres, siempre preocupándose por los hombres menos indicados. Seguramente, de haberse marchado Ryu de ese modo, Crosszeria ni siquiera habría notado su ausencia. Maldijo para sus adentros, mirando hacia otro lado. Nuevamente encontró a su sobrino, repentinamente corriendo entre la muchedumbre. Veloz, su ojo se clavó en uno de sus subordinados, camuflados también entre las personas que allí se divertían, para que lo siguiera. ¿Qué diablos estaban tramando Carphatia y Gring? La curiosidad de su desconocido tío nada más que hacía interrogantes. Su mirar volvió hacia Crosszeria y el nuevo individuo que había emergido de entre los bailarines. Cerró los ojos por unos momentos y suspiró fuertemente. Issei Chrane. Por supuesto que podía identificarlo, pues a diferencia de Chlóe, él aún conservaba intactos su privilegio como cazador. No obstante, actuó firmemente como si no le conociera de nada, ya que aún no terminaba de encajar su presencia incordiosa en la fiesta.

    Defensivo porque fuera a quitarle a su única compañía, puso un brazo sobre la muchacha de cabellos rosados.
    - La pista de baile está abarrotada de gente. - Bajó el ojo hasta los dulces y acuosos de Chlóe. A menos que estuviera demasiado ebria ya, Crosszeria no estaría por la labor de marcharse a bailar con un desconocido, sino que preferiría quedarse con uno de sus superiores hablando de cosas más interesantes. ¿Se equivocaba acaso? Ella siempre fue caracterizada por su saber estar, su seriedad y la elegancia con la que esquivaba a todos los hombres que intentaban acecharla. Pero, ¿tampoco Ryu estaba haciéndolo, verdad? - ¿Por qué no se olvida de esta joven y sale a bailar usted solo? En todo caso, tiene bastantes mujeres con las que entretenerse. - Ya que, hasta el momento, Chlóe Crosszeria se encontraba bajo la protección de Ryu Olivier, quien al parecer estaba dispuesto a impedir que aquel vampiro camuflado quisiera aprovecharse de las copas que Chlóe llevara de más.
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