|
Bienvenidos a Vampire Knight: Academia Cross. Esperamos realmente que los usuarios y también los personajes, disfruten la estadía en el foro y sobre todo, participen en esta comunidad. ¡Diviértanse por encima de todo!
|
|
Conectarse
Últimos temas
Anuncios
No hay anuncios disponibles.
Mercado
Página 10 de 10. • Comparte
Página 10 de 10. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10
Mercado
Recuerdo del primer mensaje :
Aqui podeis comprar lo que os apetezca, eso si, no podeis estar por el pueblo muy tarde.
Aqui podeis comprar lo que os apetezca, eso si, no podeis estar por el pueblo muy tarde.
- Kaien Cross
Cantidad de envíos :
450
Localización : En mi despacho
Empleo /Ocio : Director de la academia Cross
Humor : Maravilloso~
Re: Mercado
Vladimir se había ido y en su lugar había dejado aquellos dos pequeños frascos, contenedores de la más efectiva cura a una enfermedad humana. Sin embargo, curaba una cosa y empeoraba otra. Era un intercambio de entre la Muerte, la Vida y la Inmortalidad. Pero el precio sería alto, muy alto. Tanto Ziel como Marcus lo sabían. Incluso Padre, quien se compadeció de ambos otorgando tal salvación.
¿Pero era lo que realmente quería Ziel? ¿Era lo que realmente deseaba Marcus? No importaba eso ahora mismo.
Las palabras de Ziel fueron una caricia para la tempestad de su mente. Marcus levantó la cabeza y miró al frente. Se irguió un poco, desapoyando la mano del suelo. Observó al muchacho de reojo, para luego girar levemente su rostro y mirarlo de forma tenue. ¿Estaba perdonado? No podía aceptar aquel perdón pese a haberlo pedido. Parecía irónico y hasta cómico. Era como si Marcus quisiese volver loco a Ziel o volverse loco a él mismo. ¿No era perdón lo que quería? Pues ahí lo tenía, se lo estaban concediendo. Pero, sin embargo, no toleraba el hecho de que luchar por lo que quiere llevase a quien más quiere a la perdición a la cual él estaba condenado.
Iba a decir algo, pero prefirió callar. Guardó ambos frascos en el bolsillo interior de su chaqueta negra. Giró su cuerpo, aún de rodillas, y extendió los brazos hacia Ziel. Encerró al humano entre sus fuertes extremidades, y recargó su mentón sobre su hombro, aspirando su dulce aroma una y otra vez. Estaba cálido, pero podía percibir el temblor en su pecho. La noche estaba algo fresca y Ziel se encontraba bastante desabrigado. Tras aquel intenso abrazo, se separó y apoyó una de sus grandes manos sobre su mejilla. Lo miró a los ojos y asintió. Una pequeña y sutil sonrisa emergió. De acuerdo, lo harían a su manera. Si él quería esperar, estaría bien. Si quería recorrer los últimos puestos del festival, estaría aún mejor.
Se puso de pie y se quitó la chaqueta. La tendió sobre los hombros de Ziel y, acto seguido, tomó su suave mano entre la suya.
- Está bien -susurró-. Disfrutemos del festival mientras dure -agregó, comenzando a caminar en la dirección de los puestos-. ¿Tienes hambre? -preguntó. Caminaba lento para que Ziel no se cansara. Y si el chico le decía que no quería comer, seguramente le metería algún bocado a la fuerza.
Pasados unos segundos, se detuvo frente al primer puesto que encontraron en su camino. Observó a Ziel mientras este, seguramente, se encontraba ensimismado con los objetos coloridos que allí se exhibían.
- ¿A dónde quieres que te lleve luego de aquí? ¿Quieres regresar a la Academia o te llevo a la casa de tu hermano? -preguntó. Era un interrogante que no tenía ganas de hacer, pues no tenía intención de separarse de Ziel, pero era necesario. Marcus debía buscar a Padre e indagar acerca del hecho. Además, debía arreglar algunos asuntos pendientes con unos cazadores que tenía en mira.
¿Pero era lo que realmente quería Ziel? ¿Era lo que realmente deseaba Marcus? No importaba eso ahora mismo.
Las palabras de Ziel fueron una caricia para la tempestad de su mente. Marcus levantó la cabeza y miró al frente. Se irguió un poco, desapoyando la mano del suelo. Observó al muchacho de reojo, para luego girar levemente su rostro y mirarlo de forma tenue. ¿Estaba perdonado? No podía aceptar aquel perdón pese a haberlo pedido. Parecía irónico y hasta cómico. Era como si Marcus quisiese volver loco a Ziel o volverse loco a él mismo. ¿No era perdón lo que quería? Pues ahí lo tenía, se lo estaban concediendo. Pero, sin embargo, no toleraba el hecho de que luchar por lo que quiere llevase a quien más quiere a la perdición a la cual él estaba condenado.
Iba a decir algo, pero prefirió callar. Guardó ambos frascos en el bolsillo interior de su chaqueta negra. Giró su cuerpo, aún de rodillas, y extendió los brazos hacia Ziel. Encerró al humano entre sus fuertes extremidades, y recargó su mentón sobre su hombro, aspirando su dulce aroma una y otra vez. Estaba cálido, pero podía percibir el temblor en su pecho. La noche estaba algo fresca y Ziel se encontraba bastante desabrigado. Tras aquel intenso abrazo, se separó y apoyó una de sus grandes manos sobre su mejilla. Lo miró a los ojos y asintió. Una pequeña y sutil sonrisa emergió. De acuerdo, lo harían a su manera. Si él quería esperar, estaría bien. Si quería recorrer los últimos puestos del festival, estaría aún mejor.
Se puso de pie y se quitó la chaqueta. La tendió sobre los hombros de Ziel y, acto seguido, tomó su suave mano entre la suya.
- Está bien -susurró-. Disfrutemos del festival mientras dure -agregó, comenzando a caminar en la dirección de los puestos-. ¿Tienes hambre? -preguntó. Caminaba lento para que Ziel no se cansara. Y si el chico le decía que no quería comer, seguramente le metería algún bocado a la fuerza.
Pasados unos segundos, se detuvo frente al primer puesto que encontraron en su camino. Observó a Ziel mientras este, seguramente, se encontraba ensimismado con los objetos coloridos que allí se exhibían.
- ¿A dónde quieres que te lleve luego de aquí? ¿Quieres regresar a la Academia o te llevo a la casa de tu hermano? -preguntó. Era un interrogante que no tenía ganas de hacer, pues no tenía intención de separarse de Ziel, pero era necesario. Marcus debía buscar a Padre e indagar acerca del hecho. Además, debía arreglar algunos asuntos pendientes con unos cazadores que tenía en mira.
- Marcus O'Conell
Cantidad de envíos :
437
Re: Mercado
Llegué al mercado siguiendo el rastro de Ziel. Aunque también localicé un olor muy familiar aunque extraño... Después de hablar con Kasha en el bosque las espectativas que tenía eran muy bajas. Dudo mucho que dejen en paz a Marcus ahora pero debía de intentar hablar con Nokku. Sé que él tampoco me dará tregua alguna, pero debía de intentarlo. Marcus ha cambiado para bien y por lo que he visto de él, no eligió la vida que tenía y ahora ha podido hacerlo, ha podido cambiar y proteger a alguien a quien quiere. Ziel le ha cambiado. Y me alegraba mucho pero... ¿Qué pasará si no puedo hacer nada y matan a Marcus? ¿Qué es lo que podré hacer?
Todo esto era muy irónico. Al principio de todo esto quería matarle por todo lo que había hecho y en cambio, ahora, quería salvarle de la muerte que podría tener.
Busqué y busqué entre los puestos, había mucha gente por las calles ahora. Vislumbré una figura alta y delgada entre la multitud. Marcus, y al parecer cargaba con Ziel. Me acerqué a ellos. Marcus vengo a decirte algo... En ese momento me callé, no creo que Ziel quisiera saberlo, aunque quizás ya lo sabría y Marcus también, pero mejor prevenir que curar. Marcus, he estado hablando con una de las cazadoras, he intentado convencerla para que te dejen ir de aquí cuando veas oportuno, le he dicho que habías cambiado, que ya no ibas a hacer mas daño, pero como bien había intuido no va a ceder. Le dije mentalmente y seguí con la frase que dejé inacabada. He traído un par de cosillas en la mochila si lo necesitais. Después del cabreo que me cogí el otro día parece mentira que vuelva a estar aquí.
Hola Ziel Dije con una sonrisa mientras le daba un beso en la frente. ¿Tenéis pensado ir a algún sitio en particular? Ahora que lo pienso, Ziel no había pisado la casa en varias semanas, quizás meses. Puede que quiera cambiarse de ropa o algo. Marcus también podría venir.
Todo esto era muy irónico. Al principio de todo esto quería matarle por todo lo que había hecho y en cambio, ahora, quería salvarle de la muerte que podría tener.
Busqué y busqué entre los puestos, había mucha gente por las calles ahora. Vislumbré una figura alta y delgada entre la multitud. Marcus, y al parecer cargaba con Ziel. Me acerqué a ellos. Marcus vengo a decirte algo... En ese momento me callé, no creo que Ziel quisiera saberlo, aunque quizás ya lo sabría y Marcus también, pero mejor prevenir que curar. Marcus, he estado hablando con una de las cazadoras, he intentado convencerla para que te dejen ir de aquí cuando veas oportuno, le he dicho que habías cambiado, que ya no ibas a hacer mas daño, pero como bien había intuido no va a ceder. Le dije mentalmente y seguí con la frase que dejé inacabada. He traído un par de cosillas en la mochila si lo necesitais. Después del cabreo que me cogí el otro día parece mentira que vuelva a estar aquí.
Hola Ziel Dije con una sonrisa mientras le daba un beso en la frente. ¿Tenéis pensado ir a algún sitio en particular? Ahora que lo pienso, Ziel no había pisado la casa en varias semanas, quizás meses. Puede que quiera cambiarse de ropa o algo. Marcus también podría venir.
- Bella.N.Gring
Cantidad de envíos :
2550
Edad : 29
Re: Mercado
Aquel abrazo de Marcus, me dio todo lo que necesitaba: fuerza. Fuerza para seguir adelante, para seguir esforzándome paso por paso y no renunciar a lo que quería. Sonreí sin evitarlo, cerrando los ojos durante el gesto. Él también estaba esforzándose últimamente. No sólo en protegerme, también en cuidar a un humano que normalmente nada más que hacía equivocarse y no borrar la estúpida expresión de sonreír. Y puede que la temperatura de Marcus distara de la media humana, pero era cálido. Estaba seguro que ya sabía cómo transmitir lo que pensaba y crear el cariño de la nada.
Por favor, que este momento no termine nunca.
Eso fue lo que pensé. Lo miré a los ojos, ladeando la cabeza hacia su mano. Sin embargo, abrí de nuevo los ojos, recibiendo de nuevo su chaqueta. Por lo que estaba pensando, empecé a reír con dificultad.
-A este paso... haré colección de chaquetas. - Murmuré. Era más bien un pensamiento, que un enunciado para decir en voz alta. Pero me hacía gracia. Al final siempre acaba usurpándole su chaqueta. Me preguntaba si ya Marcus se había a acostumbrado a no tenerla. De todas formas, él no tenía sensación de frío.
Quise agarrar su mano con fuerza, pero era la mano equivocada. Lo intenté varias veces, apreté la mandíbula para conseguirlo, pero no logré mover ni un solo dedo. El quemazón en el brazo impedía moverlo desde hacía rato. Eso me entristecía algo, aunque tuviera libre el brazo móvil. Levanté del suelo gracias a su ayuda y empecé a andar despacio, paso a paso; utilizándole de apoyo en más de una ocasión. Por primera vez, la mano de Marcus sembraba dolor en la mía. Parecía como si estuviera abrasada por un fuego invisible y él la agarrara. Asentí a lo que dijo, esforzándome por no retirar su mano; agitándose por dentro mi pecho del dolor. No, le dejaría que la tomara, porque así lo quería. Poco importaba el dolor. Por fin podíamos ver el festival del mercado juntos, tal y como pensé.
No avanzábamos demasiado rápido, así que tenía la esperanza de que los puestos no cerraran antes de llegar al final. Sí, ahora más que nunca, no iba a rendirme. Lucharía hasta el final por defenderle. Me daba igual estar totalmente en contra de los cazadores y ser su rehén. Pese a que eso, tal vez cambiara dentro de no mucho.
Limpié el sudor de la frente y lo miré. Rápidamente señalé con el dedo el puesto siguiente al que estábamos.
-Taiyaki. - A diferencia de antes, ahora sí tenía apetito. Mi humor había cambiado, devolviéndome la sensación de hambre y sed. La atención del ojo azul, regresó a la cantidad de objetos brillantes y de diferentes colores que había en el puesto. Rocé algunas con la mano, y empecé poco a poco a avanzar hasta el siguiente.
-Marcus... - Empecé a decir. Quería hacerle muchas preguntas, en cambio, por alguna tendría que empezar. - ¿eres feliz? - Terminé finalmente, mirándolo dentro de los ojos, parando el paso. Con la mano, tomé el brazo que agarraba mi otra mano. ¿Cómo sería tocarle cuando me convirtiera? ¿Seguiría siendo igual? ¿Sentiría lo mismo? Tenía miedo de perder todo lo que ganaba como humano.
-¿Me seguirás queriendo aunque me convierta? - Pregunté de nuevo.
Realmente, de lo que tenía miedo era de perderle.
Pasé el pelo hacia atrás, sin saber dónde mirar. Finalmente, alcé la cabeza para responder a su pregunta, sonriente.
-A... - No terminé la frase. No sabía si tenía que decidir entre la Academia o la casa de Kai; o si por el contrario, podía elegir cualquier otro lugar. En un principio planeé ir a las aguas termales, como normalmente se hacía después de un festival. Y allí poder disfrutar por primera vez de la compañía en los baños. Pero, ¿y si Marcus quería irse luego a otra parte? No podía retenerlo tanto tiempo, menos aún cuidando a un enfermo. Bajé la cabeza, decepcionado. En el fondo, lo entendía. Debía ser cansado cuidar de un humano que sólo hace retrasarte todo el tiempo. Marcus seguía siendo un alma libre, en ocasiones lo olvidaba. Retomé el paso de nuevo, sin decidirme a responder. Si tuviera que decidir entre las dos opciones que me daba, elegiría la casa de Kai. Hacía tiempo que no pasaba a saludarle, ni siquiera a robarle ropa. Últimamente me apañaba con bastante poco, sólo con dos mudas de uniformes y el poco dinero que conseguía con algún corto trabajo. Igual por eso estaba tan delgado y demacrado. Además, quizá e la casa, Bella también estuviera por la zona y también la encontrara.
Y, adelantándose a que pudiera contestar, la misma Bella apareció.
De haber estado en condiones, no dudaría en ir corriendo a abrazarla. Pero apenas podía caminar decentemente, así que esperé a que se acercara. Sin darme cuenta, nada más verla, empecé a llorar. No por tristeza de ver cómo se escapaba mi vida, ni tampoco del dolor físico del costado y hombro; sino de felicidad. Creía que la había perdido después de todo lo que pasó. En cambio, allí estaban los dos, Bella y Marcus, entendiéndose y permaneciendo a mi lado. De la misma forma en la que lo imaginé.
Quité algunas lágrimas de la mejilla, riéndome levemente. Miré a la chica, con los ojos caídos por el cansancio de permanecer consciente con tanta fiebre, ilusionado de verla de nuevo. Ni siquiera reparé en que aún llevaba un yukata de mujer que Sakamoto me prestó para el ensayo. Ya lo había olvidado.
-Bella... - Musité. Acaricié su mejilla con ternura y cerré los ojos cuando besó mi frente. Quizá ella tampoco aceptara que sintiera por Marcus, pero seguía amándola. Aunque tal vez compartir a un ser querido, nunca fuera fácil.
"Bella, por favor, perdóname por lo de la última vez. Yo... te quiero. Sabes que te quiero. Sin embargo, voy a ser sincero contigo: también quiero a Marcus. Odiáme, golpéame, olvídame; decide tú. No tengo derecho a reclamarte que sigas a mi lado, aunque quisiera hacerlo. Pero, perdóname si hice algo mal y te hice daño, no era mi intención", pensé para ella. Estaba arrepentido de vivir amando a dos personas. Si existiera un milagro, me partiría en dos y le entregaría un Ziel a cada uno. No obstante, tampoco podría mantener en secreto y a escondidas el cariño que profesaba a Marcus; porque tarde o temprano lo descubriría igualmente.
Era mejor aceptar las cosas de frente.
¿Sabes, Ziel, lo que es tu felicidad? Justamente esto.
Ellos son tu felicidad.
Exactamente. No podía pedir más que esto. En cambio, las palabras de Bella seguían permaneciendo en mi cabeza. No hacía falta que siguiera diciendo nada en voz alta, imaginaba de qué se trataba. Tapé el ojo sano con la palma de la mano. ¿Y si los volvía a perder, o alguno fallecía? ¿Y si los abandonaba porque no pueda superar la transformación? Tomé aire entrecortadamente, nervioso, borrando cada fragmento de esas preguntas. Y, como si fuera un niño, agarré el brazo de Marcus, escondiéndome en él. No te vayas, Marcus. No quiero que vuelvas a enfrentarte a ningún cazador. Huye. Huye lejos y sálvate. No mueras por nada del mundo, prométemelo. Prométemelo. Hazlo. Promete que no te vas a ir, que no vas a morir y te vas a quedar con nosotros.
Ojalá hubiera podido leer mi mente y escucharlo todo, como bien hacía Bella. Ojalá.
En un tambaleo, me separé levemente de Marcus, manteniendo casualmente el equilibrio. Bajé la cabeza, cubriendo el suelo de lágrimas. No debía llorar ahora, pues prometí que no lo volvería a hacer. Sin embargo, asumir que uno de los dos pudiera morir, no sembraba otra cosa salvo agua salada. Volví a tomar aire, tratando de tranquilizarme y no preocupar a nadie.
-Veíamos el... festival. - Susurré a la pregunta de Bella, ligeramente con esfuerzo. Cada vez costaba más completar las frases de un tirón. La fiebre no hacía nada más que subir y subir, del mismo modo que la enredadera seguía extendiéndose por el abdomen del Esclavo traidor, cual verdugo. Apreté la mandíbula, estirando mejor las rodillas semiflexionadas. Con la manga, limpié la cara y de reojo miré la mano que Marcus tenía agarrada. Había una extraña marca en la zona de la muñeca, grabada como las quemaduras que me dolían.
¿Eso... era lo que habitaba debajo del yukata?
Por favor, que este momento no termine nunca.
Eso fue lo que pensé. Lo miré a los ojos, ladeando la cabeza hacia su mano. Sin embargo, abrí de nuevo los ojos, recibiendo de nuevo su chaqueta. Por lo que estaba pensando, empecé a reír con dificultad.
-A este paso... haré colección de chaquetas. - Murmuré. Era más bien un pensamiento, que un enunciado para decir en voz alta. Pero me hacía gracia. Al final siempre acaba usurpándole su chaqueta. Me preguntaba si ya Marcus se había a acostumbrado a no tenerla. De todas formas, él no tenía sensación de frío.
Quise agarrar su mano con fuerza, pero era la mano equivocada. Lo intenté varias veces, apreté la mandíbula para conseguirlo, pero no logré mover ni un solo dedo. El quemazón en el brazo impedía moverlo desde hacía rato. Eso me entristecía algo, aunque tuviera libre el brazo móvil. Levanté del suelo gracias a su ayuda y empecé a andar despacio, paso a paso; utilizándole de apoyo en más de una ocasión. Por primera vez, la mano de Marcus sembraba dolor en la mía. Parecía como si estuviera abrasada por un fuego invisible y él la agarrara. Asentí a lo que dijo, esforzándome por no retirar su mano; agitándose por dentro mi pecho del dolor. No, le dejaría que la tomara, porque así lo quería. Poco importaba el dolor. Por fin podíamos ver el festival del mercado juntos, tal y como pensé.
No avanzábamos demasiado rápido, así que tenía la esperanza de que los puestos no cerraran antes de llegar al final. Sí, ahora más que nunca, no iba a rendirme. Lucharía hasta el final por defenderle. Me daba igual estar totalmente en contra de los cazadores y ser su rehén. Pese a que eso, tal vez cambiara dentro de no mucho.
Limpié el sudor de la frente y lo miré. Rápidamente señalé con el dedo el puesto siguiente al que estábamos.
-Taiyaki. - A diferencia de antes, ahora sí tenía apetito. Mi humor había cambiado, devolviéndome la sensación de hambre y sed. La atención del ojo azul, regresó a la cantidad de objetos brillantes y de diferentes colores que había en el puesto. Rocé algunas con la mano, y empecé poco a poco a avanzar hasta el siguiente.
-Marcus... - Empecé a decir. Quería hacerle muchas preguntas, en cambio, por alguna tendría que empezar. - ¿eres feliz? - Terminé finalmente, mirándolo dentro de los ojos, parando el paso. Con la mano, tomé el brazo que agarraba mi otra mano. ¿Cómo sería tocarle cuando me convirtiera? ¿Seguiría siendo igual? ¿Sentiría lo mismo? Tenía miedo de perder todo lo que ganaba como humano.
-¿Me seguirás queriendo aunque me convierta? - Pregunté de nuevo.
Realmente, de lo que tenía miedo era de perderle.
Pasé el pelo hacia atrás, sin saber dónde mirar. Finalmente, alcé la cabeza para responder a su pregunta, sonriente.
-A... - No terminé la frase. No sabía si tenía que decidir entre la Academia o la casa de Kai; o si por el contrario, podía elegir cualquier otro lugar. En un principio planeé ir a las aguas termales, como normalmente se hacía después de un festival. Y allí poder disfrutar por primera vez de la compañía en los baños. Pero, ¿y si Marcus quería irse luego a otra parte? No podía retenerlo tanto tiempo, menos aún cuidando a un enfermo. Bajé la cabeza, decepcionado. En el fondo, lo entendía. Debía ser cansado cuidar de un humano que sólo hace retrasarte todo el tiempo. Marcus seguía siendo un alma libre, en ocasiones lo olvidaba. Retomé el paso de nuevo, sin decidirme a responder. Si tuviera que decidir entre las dos opciones que me daba, elegiría la casa de Kai. Hacía tiempo que no pasaba a saludarle, ni siquiera a robarle ropa. Últimamente me apañaba con bastante poco, sólo con dos mudas de uniformes y el poco dinero que conseguía con algún corto trabajo. Igual por eso estaba tan delgado y demacrado. Además, quizá e la casa, Bella también estuviera por la zona y también la encontrara.
Y, adelantándose a que pudiera contestar, la misma Bella apareció.
De haber estado en condiones, no dudaría en ir corriendo a abrazarla. Pero apenas podía caminar decentemente, así que esperé a que se acercara. Sin darme cuenta, nada más verla, empecé a llorar. No por tristeza de ver cómo se escapaba mi vida, ni tampoco del dolor físico del costado y hombro; sino de felicidad. Creía que la había perdido después de todo lo que pasó. En cambio, allí estaban los dos, Bella y Marcus, entendiéndose y permaneciendo a mi lado. De la misma forma en la que lo imaginé.
Quité algunas lágrimas de la mejilla, riéndome levemente. Miré a la chica, con los ojos caídos por el cansancio de permanecer consciente con tanta fiebre, ilusionado de verla de nuevo. Ni siquiera reparé en que aún llevaba un yukata de mujer que Sakamoto me prestó para el ensayo. Ya lo había olvidado.
-Bella... - Musité. Acaricié su mejilla con ternura y cerré los ojos cuando besó mi frente. Quizá ella tampoco aceptara que sintiera por Marcus, pero seguía amándola. Aunque tal vez compartir a un ser querido, nunca fuera fácil.
"Bella, por favor, perdóname por lo de la última vez. Yo... te quiero. Sabes que te quiero. Sin embargo, voy a ser sincero contigo: también quiero a Marcus. Odiáme, golpéame, olvídame; decide tú. No tengo derecho a reclamarte que sigas a mi lado, aunque quisiera hacerlo. Pero, perdóname si hice algo mal y te hice daño, no era mi intención", pensé para ella. Estaba arrepentido de vivir amando a dos personas. Si existiera un milagro, me partiría en dos y le entregaría un Ziel a cada uno. No obstante, tampoco podría mantener en secreto y a escondidas el cariño que profesaba a Marcus; porque tarde o temprano lo descubriría igualmente.
Era mejor aceptar las cosas de frente.
¿Sabes, Ziel, lo que es tu felicidad? Justamente esto.
Ellos son tu felicidad.
Exactamente. No podía pedir más que esto. En cambio, las palabras de Bella seguían permaneciendo en mi cabeza. No hacía falta que siguiera diciendo nada en voz alta, imaginaba de qué se trataba. Tapé el ojo sano con la palma de la mano. ¿Y si los volvía a perder, o alguno fallecía? ¿Y si los abandonaba porque no pueda superar la transformación? Tomé aire entrecortadamente, nervioso, borrando cada fragmento de esas preguntas. Y, como si fuera un niño, agarré el brazo de Marcus, escondiéndome en él. No te vayas, Marcus. No quiero que vuelvas a enfrentarte a ningún cazador. Huye. Huye lejos y sálvate. No mueras por nada del mundo, prométemelo. Prométemelo. Hazlo. Promete que no te vas a ir, que no vas a morir y te vas a quedar con nosotros.
Ojalá hubiera podido leer mi mente y escucharlo todo, como bien hacía Bella. Ojalá.
En un tambaleo, me separé levemente de Marcus, manteniendo casualmente el equilibrio. Bajé la cabeza, cubriendo el suelo de lágrimas. No debía llorar ahora, pues prometí que no lo volvería a hacer. Sin embargo, asumir que uno de los dos pudiera morir, no sembraba otra cosa salvo agua salada. Volví a tomar aire, tratando de tranquilizarme y no preocupar a nadie.
-Veíamos el... festival. - Susurré a la pregunta de Bella, ligeramente con esfuerzo. Cada vez costaba más completar las frases de un tirón. La fiebre no hacía nada más que subir y subir, del mismo modo que la enredadera seguía extendiéndose por el abdomen del Esclavo traidor, cual verdugo. Apreté la mandíbula, estirando mejor las rodillas semiflexionadas. Con la manga, limpié la cara y de reojo miré la mano que Marcus tenía agarrada. Había una extraña marca en la zona de la muñeca, grabada como las quemaduras que me dolían.
¿Eso... era lo que habitaba debajo del yukata?
- Ziel A. Carphatia
Cantidad de envíos :
1180
Localización : Quién sabe.
Empleo /Ocio : Alumno a tiempo parcial y zorro el resto del día (?)
Humor : No te acerques por si acaso...
Re: Mercado
Sonrió ante el comentario de Ziel. Francamente, no le molestaba en lo absoluto darle sus chaquetas. Después de todo, ¿para qué querría tantas un vampiro como él? Había aprendido a conformarse con muy poco y había sido bendecido con un amor muy grande y profundo. Apoyó su pesada mano sobre la cabecita de Ziel y lo observó desde su elevada altura, aunque no comparable a la de Padre. Aquel momento fue épico e, incluso, devastador. Marcus agradeció el momento en que aquella tensión se disolvió, y más aún agradeció el hecho de que no haya sucedido algo peor.
Notó una expresión extraña en el rostro de Ziel. Se inclinó un poco y tomó una de sus manos, aquella que tenía poca fuerza y no podía sostener la suya, al parecer.
- ¿Estás bien, Ziel? Podemos ir a sentarnos si eso deseas -susurró. Al tocarle, un extraño y punzante dolor se adueñó de su brazo ensangrentado. La marca latió un par de veces y el vampiro tensó su mandíbula, pero no demostró dolor alguno. Casi al instante, Ziel mencionó lo que le apetecía comer. Marcus levantó la vista y la dirigió hacia aquel puesto. Asintió y comenzaron a caminar hacia allí. Un pequeño lapso de silencio se formó entre ambos, pero ya no era ese tipo de silencio infeliz y tortuoso. El vampiro suspiró y sonrió al viento. Quería disfrutar esta noche junto a Ziel y no pretendía que nada la arruinase. Ziel realmente merecía estar en paz algún día, sin preocupaciones.
Como si él le hubiese leído la mente, formuló aquella pregunta. El silencio se disolvió y Marcus miró al muchacho.
- Nunca he sido más feliz en mi vida -susurró. Se giró para mirarlo de frente y encerró sus mejillas rosadas entre sus manos. Acercó su rostro al suyo de modo que las puntas de sus narices se rozaron-. Ni siquiera aquel pasado que tu ya conoces -masculló. Así es. Marcus era más feliz que aquellos días de gloria en donde podía disfrutar de una esposa cariñosa e hijos hiperactivos. Cuando Ziel hizo aquella pregunta, Marcus sonrió y ladeó la cabeza-. Jamás dejaré de quererte, aunque me arranquen el corazón del pecho -sentenció contra sus labios, mirando sus ojos con profundidad y anhelo. Lo besó suavemente, percibiendo aquel aroma humano que pronto desaparecería. Arrugó un poco el entrecejo. ¿Por qué Ziel tenía que sufrir de esta manera?
Se apartó irguiéndose de nuevo. Sujetó con suavidad su mano otra vez y lo incitó a andar. ¿Acaso no quería comer? Pues sería mejor que eso hiciera, ¿no? Llegaron al puesto y Marcus compró Taiyaki. Se lo estaba tendiendo a Ziel cuando aquella figura femenina emergió bajo la luz artificial de las calles. El vampiro la miró a los ojos y su voz resonó dentro de su cabeza. Frunció el ceño y dio un paso al frente, observándola directamente a los ojos.
- No voy a irme a ninguna parte. No voy a abandonarlo. Y no me importa que quieran mi cabeza, a decir verdad. No tienes que hacer esto por mí. No te pongas en peligro en vano. Bien se sabe en este pueblo que no se puede confiar en nadie, ni en la propia sombra, por lo tanto no cometas la imprudencia de creer que ellos te escucharán. No olvides que por más amiga que seas de esas personas, sigues siendo un vampiro. Olvidar los orígenes es lo mismo que estar muerto -sentenció. Quizás no debería haber dicho todas estas palabras, pero eran necesarias. Necesitaba abrirle los ojos a Bella, que no se dejase engañar por su instinto de amabilidad, pues no era seguro que recibiera lo mismo de la otra parte.
Miró a Ziel de reojo y luego regresó su mirada a la vampireza. Se acercó a ella unos pasos más, hasta quedar frente a su cuerpo. Llevó una mano hacia su hombro, y luego la dirigió a la base de su cuello, acariciando suavemente la zona. Sus sagaces ojos rojos se clavaron en los suyos, transmitiendo la advertencia.
- No te preocupes por mí; preocúpate por él -dijo claramente, haciendo referencia a Ziel-. ¿Queda claro? -preguntó, esperando un "sí" como respuesta. Marcus parecía una extraña especie de padre protector. Quizás todos sus años le despertaron aquel instinto, y más ahora.
Acabó por sonreír suavemente y posó sus labios sobre la frente de la muchacha, otorgando un delicado beso. Al separarse, volvió a mirarla a los ojos.
- Agradezco lo que has hecho, pero quiero que entiendas que no puedes arriesgarte a dejarlo solo -dijo con paciencia y tranquilidad-. ¿Quieres ver el festival con nosotros? -preguntó, cambiando drásticamente de tema y cortando al medio la tensión momentánea que se había generado. Miró a Ziel. Estaba seguro que estaría de acuerdo con pasear los tres. Sin embargo, Ziel parecía algo abstraído-. Ziel, ¿ocurre algo? ¿Ya no tienes apetito? -preguntó, extrañado.
Notó una expresión extraña en el rostro de Ziel. Se inclinó un poco y tomó una de sus manos, aquella que tenía poca fuerza y no podía sostener la suya, al parecer.
- ¿Estás bien, Ziel? Podemos ir a sentarnos si eso deseas -susurró. Al tocarle, un extraño y punzante dolor se adueñó de su brazo ensangrentado. La marca latió un par de veces y el vampiro tensó su mandíbula, pero no demostró dolor alguno. Casi al instante, Ziel mencionó lo que le apetecía comer. Marcus levantó la vista y la dirigió hacia aquel puesto. Asintió y comenzaron a caminar hacia allí. Un pequeño lapso de silencio se formó entre ambos, pero ya no era ese tipo de silencio infeliz y tortuoso. El vampiro suspiró y sonrió al viento. Quería disfrutar esta noche junto a Ziel y no pretendía que nada la arruinase. Ziel realmente merecía estar en paz algún día, sin preocupaciones.
Como si él le hubiese leído la mente, formuló aquella pregunta. El silencio se disolvió y Marcus miró al muchacho.
- Nunca he sido más feliz en mi vida -susurró. Se giró para mirarlo de frente y encerró sus mejillas rosadas entre sus manos. Acercó su rostro al suyo de modo que las puntas de sus narices se rozaron-. Ni siquiera aquel pasado que tu ya conoces -masculló. Así es. Marcus era más feliz que aquellos días de gloria en donde podía disfrutar de una esposa cariñosa e hijos hiperactivos. Cuando Ziel hizo aquella pregunta, Marcus sonrió y ladeó la cabeza-. Jamás dejaré de quererte, aunque me arranquen el corazón del pecho -sentenció contra sus labios, mirando sus ojos con profundidad y anhelo. Lo besó suavemente, percibiendo aquel aroma humano que pronto desaparecería. Arrugó un poco el entrecejo. ¿Por qué Ziel tenía que sufrir de esta manera?
Se apartó irguiéndose de nuevo. Sujetó con suavidad su mano otra vez y lo incitó a andar. ¿Acaso no quería comer? Pues sería mejor que eso hiciera, ¿no? Llegaron al puesto y Marcus compró Taiyaki. Se lo estaba tendiendo a Ziel cuando aquella figura femenina emergió bajo la luz artificial de las calles. El vampiro la miró a los ojos y su voz resonó dentro de su cabeza. Frunció el ceño y dio un paso al frente, observándola directamente a los ojos.
- No voy a irme a ninguna parte. No voy a abandonarlo. Y no me importa que quieran mi cabeza, a decir verdad. No tienes que hacer esto por mí. No te pongas en peligro en vano. Bien se sabe en este pueblo que no se puede confiar en nadie, ni en la propia sombra, por lo tanto no cometas la imprudencia de creer que ellos te escucharán. No olvides que por más amiga que seas de esas personas, sigues siendo un vampiro. Olvidar los orígenes es lo mismo que estar muerto -sentenció. Quizás no debería haber dicho todas estas palabras, pero eran necesarias. Necesitaba abrirle los ojos a Bella, que no se dejase engañar por su instinto de amabilidad, pues no era seguro que recibiera lo mismo de la otra parte.
Miró a Ziel de reojo y luego regresó su mirada a la vampireza. Se acercó a ella unos pasos más, hasta quedar frente a su cuerpo. Llevó una mano hacia su hombro, y luego la dirigió a la base de su cuello, acariciando suavemente la zona. Sus sagaces ojos rojos se clavaron en los suyos, transmitiendo la advertencia.
- No te preocupes por mí; preocúpate por él -dijo claramente, haciendo referencia a Ziel-. ¿Queda claro? -preguntó, esperando un "sí" como respuesta. Marcus parecía una extraña especie de padre protector. Quizás todos sus años le despertaron aquel instinto, y más ahora.
Acabó por sonreír suavemente y posó sus labios sobre la frente de la muchacha, otorgando un delicado beso. Al separarse, volvió a mirarla a los ojos.
- Agradezco lo que has hecho, pero quiero que entiendas que no puedes arriesgarte a dejarlo solo -dijo con paciencia y tranquilidad-. ¿Quieres ver el festival con nosotros? -preguntó, cambiando drásticamente de tema y cortando al medio la tensión momentánea que se había generado. Miró a Ziel. Estaba seguro que estaría de acuerdo con pasear los tres. Sin embargo, Ziel parecía algo abstraído-. Ziel, ¿ocurre algo? ¿Ya no tienes apetito? -preguntó, extrañado.
- Marcus O'Conell
Cantidad de envíos :
437
Re: Mercado
Después de clavar la mirada en Ziel, sentí que algo iba mal, estaba como débil y..¿el sello? ¿Rompieron la unión? Vaya. No pensaba que fueran a hacer algo como eso. Pero por lo menos siguen juntos aunque algo iba mal. Escuché las palabras que Ziel pensaba y sonreí. "Estás perdonado, no me podría enfadar contigo aunque quisiera, y ten esto en cuenta.. NUNCA me iré de tu lado, ya no, siempre estaré contigo. Te quiero y no podría dejarte." Según decía esto en su pequeña cabecita le acaricié la mejilla. Sí, estaba atada a él de una forma o de otra. Con él soy feliz.
Miré a Marcus algo extrañada. ¿Qué le pasa a Ziel? Susurré. Sabía que algo pasaba porque no era normal que Ziel estuviera así de débil ahora. Marcus ya no quería su sangre, y por lo tanto, ya no debería estar tan débil.
Marcus dio un paso al frente, hacia mi posición. Escuché atentamente lo que me decía. Sus palabras me entristecieron pero tenía mucha razón. No podía negar que yo era un vampiro y que la gente me perseguiría sin ningún miramiento, aunque yo fuera su amiga o no. Tienes razón... Soy idiota. No sé cómo puedo seguir pensando que ellos me ayudarían cuando casi intentan matar a Ziel... Que si, podrían seguir siendo mis amigos, pero supuestamente si lo hubieran sido Nokku habría hecho algo al respecto. Nokku... No sabía nada de él y sin embargo amenazó a Ziel hace tiempo. ¿Por qué? ¿Por qué piensan que están del lado malo? ¿Por qué pensaron que él les traicionó? Seguía sin entenderlo. Pero lo que si sabía era que iba a estar con Ziel y Marcus pasara lo que pasara.
Marcus se acercó mas a mi, poniendo su mano en mi cuello y clavando sus ojos en los míos. No te preocupes por mí; preocúpate por él. Esas palabras llegaron a lo más profundo de mi ser. Sabía que lo decía por algo, y algo estaba pasando. Sin pensarmelo dos veces asentí con fuerza. Lo haré, pero también quiero preocuparme por tí. Has estado protegiendo a Ziel desde que llegaste y debo agradecertelo, has cambiado, eres una buena persona y sé que puedo confiar en ti. Por eso tampoco quiero que te pase nada, por eso he intentado convencer a los demás para que no se acerquen o te persigan.. Yo no quiero que pase ya nada más, no quiero... Negué con la cabeza varias veces, intentando no derramar ni una sola lágrima. Ya no quería mas desastres. Ya no quería que pasara nada.
Cuando sus labios se posaron sobre mi frente le abracé. Gracias... Susurré. Me sentía agradecida por lo que estaba haciendo. Me separé y asentí ante su invitación.Claro, además con todo el jaleo y cosas que tenía en la cabeza no sabía ni que había un festival. Nos vendrá bien a todos. Dije sonriente.
Me quedé pensativa un rato. Marcus, ¿recuerdas cuando me fui un par de meses hace poco? Bueno, sé que te fuiste también, pero creo que debes saber lo que estuve haciendo. Hace medio año fui a ver a una anciana, del pueblo en el que nací. Fui a verla para buscar consejo y que me ayudara a obtener un poder que me ayudara a proteger a los que más quería.. Al principio solo podía colocar una pequeña barrera a cada persona y que no sufrieran daños. Ahora puedo materializar esa barrera y que no atraviese ningún ataque y me gustaría que practicáramos, ya que con tu poder me gustaría saber si podría atravesar la barrera o no. También conseguí que lanzara algo, pero todavía no sé lo que hace. He hecho cosas de las que me arrepiento para poder conseguir eso... Esto se lo dije mentalmente, ya que decir esto alegremente lleno de humanos era algo mas que imprudente.
Miré a Marcus algo extrañada. ¿Qué le pasa a Ziel? Susurré. Sabía que algo pasaba porque no era normal que Ziel estuviera así de débil ahora. Marcus ya no quería su sangre, y por lo tanto, ya no debería estar tan débil.
Marcus dio un paso al frente, hacia mi posición. Escuché atentamente lo que me decía. Sus palabras me entristecieron pero tenía mucha razón. No podía negar que yo era un vampiro y que la gente me perseguiría sin ningún miramiento, aunque yo fuera su amiga o no. Tienes razón... Soy idiota. No sé cómo puedo seguir pensando que ellos me ayudarían cuando casi intentan matar a Ziel... Que si, podrían seguir siendo mis amigos, pero supuestamente si lo hubieran sido Nokku habría hecho algo al respecto. Nokku... No sabía nada de él y sin embargo amenazó a Ziel hace tiempo. ¿Por qué? ¿Por qué piensan que están del lado malo? ¿Por qué pensaron que él les traicionó? Seguía sin entenderlo. Pero lo que si sabía era que iba a estar con Ziel y Marcus pasara lo que pasara.
Marcus se acercó mas a mi, poniendo su mano en mi cuello y clavando sus ojos en los míos. No te preocupes por mí; preocúpate por él. Esas palabras llegaron a lo más profundo de mi ser. Sabía que lo decía por algo, y algo estaba pasando. Sin pensarmelo dos veces asentí con fuerza. Lo haré, pero también quiero preocuparme por tí. Has estado protegiendo a Ziel desde que llegaste y debo agradecertelo, has cambiado, eres una buena persona y sé que puedo confiar en ti. Por eso tampoco quiero que te pase nada, por eso he intentado convencer a los demás para que no se acerquen o te persigan.. Yo no quiero que pase ya nada más, no quiero... Negué con la cabeza varias veces, intentando no derramar ni una sola lágrima. Ya no quería mas desastres. Ya no quería que pasara nada.
Cuando sus labios se posaron sobre mi frente le abracé. Gracias... Susurré. Me sentía agradecida por lo que estaba haciendo. Me separé y asentí ante su invitación.Claro, además con todo el jaleo y cosas que tenía en la cabeza no sabía ni que había un festival. Nos vendrá bien a todos. Dije sonriente.
Me quedé pensativa un rato. Marcus, ¿recuerdas cuando me fui un par de meses hace poco? Bueno, sé que te fuiste también, pero creo que debes saber lo que estuve haciendo. Hace medio año fui a ver a una anciana, del pueblo en el que nací. Fui a verla para buscar consejo y que me ayudara a obtener un poder que me ayudara a proteger a los que más quería.. Al principio solo podía colocar una pequeña barrera a cada persona y que no sufrieran daños. Ahora puedo materializar esa barrera y que no atraviese ningún ataque y me gustaría que practicáramos, ya que con tu poder me gustaría saber si podría atravesar la barrera o no. También conseguí que lanzara algo, pero todavía no sé lo que hace. He hecho cosas de las que me arrepiento para poder conseguir eso... Esto se lo dije mentalmente, ya que decir esto alegremente lleno de humanos era algo mas que imprudente.
- Bella.N.Gring
Cantidad de envíos :
2550
Edad : 29
Re: Mercado
Decidí limitarme a asentir o negar con la cabeza a algunas de las preguntas de Marcus. Al menos las que podía responder de esa forma, me ahorraba hablar. Estaba cansado y el la cabeza parecía que iba a explotar de un momento a otro. La fiebre ya no me dejaba pensar con claridad, e incluso formaba alguna nube que impedía ver claramente a Bella. Pero, no, aún no quería sentarme. Como bien le había dicho antes, le avisaría cuando realmente lo necesitara.
Sonreí, levantando la cabeza de mirar al suelo. Comenzaba a marearme de estar en esa postura. Escuché a Bella hablar en mi cabeza. "Bella... Gracias. Por absolutamente todo. Te amo", pensé para ella con el ojo cerrado, lleno de felicidad. Reconfortaba repetir sus palabras en mi cabeza nuevamente. Y antes de que Marcus cediera el taiyaki, tomé la mano de la chica y besé en su dorso con dulzura. Que así fuera entonces.
Al escuchar otra vez mi nombre, subí la mirada del delicioso manjar de mi mano; primero a Marcus, luego regresé a Bella.
Negué con la cabeza suavemente.
-Nada. - Respondí, dando seguidamente un bocado al "pez". Resultaba bastante largo y difícil de explicar todo lo que aconteció con Sempai y Vladimir. Quizá Marcus respondiera a su pregunta, pero ya me adelanté en no preocuparla. Para Bella no había pasado nada importante. Sólo sería que otro vampiro había bebido mi sangre y ya está. No quería que conociera nada más. Aunque tarde o temprano acabaría por darse cuenta. Suspiré, bajando el párpado. Lo dejaba en la decisión de Marcus contarlo todo o no. Total, él siempre era más sensato y se detenía a pensar las cosas; en mi diferencia, donde ya no podía pensar bien. Sin duda, él sabría qué hacer.
Di un bocado al taiyaki, mirando de reojo la mano que Marcus tenía agarrada. ¿Cómo podría pararse esta condena? ¿Cómo eliminar las quemaduras del torso? Desconocía el método, aunque Marcus era la pieza principal para resolverlo. Tal vez él supiera detener esta agonía. Pero otra cosa era que yo quisiera decírselo; sin llegar a saber que Marcus también había notado el aviso de la marca. Para sorpresa de ambos, todavía se mantenía latiendo. O Marcus reclamaba ahora de su Siervo y perdonaba su imprudencia, o se cobraría la vida de éste en cuestión de horas. En cambio, Marcus ya tenía demasiadas preocupaciones en la cabeza, no quería sumarle otra. Tampoco lo veía demasiado grave por el momento, si no fuera por los dolores de las quemaduras y la angustia de respirar. Aunque esta decisión fuera la más estúpida y fracasada de todas. Sin embargo, ambos hacíamos como si no sintiéramos nada. Quizá los dos pensáramos que era producto de nuestra imaginación u otro simple rechazo entre sellos.
Puse la mejilla en el brazo de Marcus, tranquilizando su rencor. Comenzaba a alterarse por lo que Bella le haya dicho mentalmente. Y la noche era demasiado tranquila, como para que ellos empezaran a discutir sin razón. Miré a Bella a los ojos, comunicándole lo mismo que a Marcus. Calma, serenidad. No tenían por qué empezar a otorgarse cada uno la razón. Negué con la cabeza, mostrando decepción. En el fondo me alegraba que Marcus dijera que se quedaría conmigo y que no volvería a abandonarme, pero esta vez no estábamos hablando de proteger, sino de salvarse. Él no tenía que perecer porque simplemente le pidiera que se quedara conmigo. Era injusto y egoísta.
Volví a morder el taiyaki, distraído. Olvidaba incluso que estaban hablando conmigo o de mí. Sólo observaba al resto de gente que caminaba por el mercado. Algunos eran grupos de estudiantes que se reunían, otras simples familias, otras eran parejas enamoradas. Y no pude evitar sonrojarme por tener la mano enredada en la de Marcus delante de Bella. Cerré el ojo, poniendo la muñeca en el parche. ¿Qué pensaría el resto de personas? ¿Creerían que era un hombre, o una mujer por tener el yukata de Sakamoto? A decir verdad, ya me importaba poco. Las palabras de Marcus y Bella, hacían que el resto de cosas no tuvieran valor. Ellos eran felices a mi lado. Marcus, incluso, me quería más que a la mujer de su pasado y me lo demostró. Ya no albergaba dudas de los deseos de ninguno. Y eso no tenía precio alguno.
Yo también soy feliz, Marcus, Bella.
Pensé. Hacía rato que perdí el tema de conversación entre ambos. Trataba de no centrar la atención en el dolor físico, pero era inevitable. La quemadura se esparcía hacia el hombro contrario, mientras la enredadera optó por avanzar longitudinalmente, acercándose al órgano más débil. Antes debería paralizar los órganos de por medio, cosa que me aliviaba. Y en cuánto notara algo, avisaría a Marcus rápidamente. La imagen desagradable que habitaba por debajo, formaba parte de la peor película de terror.
Entre tanto, me encontraba en esa burbuja de felicidad que no se rompería de nuevo. Quizá también se sumaba que la fiebre quitaba cualquier centro de atención y no consiguiera centrarme por dicha causa. Las rodillas empezaron a flaquear de nuevo y la vista a fallar. Mordí de nuevo el taikayi. Sorprendentemente, me sentía lleno con tan sólo unos bocados. Tampoco me encontraba demasiado bien ahora. El estómago amenazaba con desperdiciar el obsequio comestible.
Y, a punto de comunicárselo a Marcus, él habló primero.
El zafiro, perdido, fue a pararse en el rubí por casualidad. Apenas percibía bien el color de sus ojos apagados. Una mancha blanquecina lo impedía. Ziel, ¿ocurre algo? Sí, Marcus. No me encuentro bien. Tengo frío, me duele todo, pero sobre cualquier cosa: quema. Escuece la tela del yukata rozando la piel abrasada. Quiero... sentarme un rato y descansar unos minutos. Quise decirle todo eso, pero no tenía suficiente voz para hacerlo, ni tampoco aire en los pulmones para soltarlo. Se había hecho una prueba seguir respirando con más de cuarenta grados de temperatura. Y tampoco Marcus lograba leer mentes, así que no había ningún tipo de comunicación mental para decírselo.
Me limité a asentir levemente a su pregunta, despacio, evitando marearme con el gesto. Afirmaba que ocurría algo. Levanté el brazo para entregarle el taiyaki y que él lo guardara para más tarde.
-Ya... - "Ya no puedo más", era la original frase. En todo caso: "ya quiero sentarme", o algo parecido. En cambio, al final cambió de propósito, convirtiéndose en el aviso para el vampiro de que las cosas no marchaban del todo bien.
De repente, mi ojo se cerró de improviso, desfalleciendo inconsciente en pleno mercado.
Sonreí, levantando la cabeza de mirar al suelo. Comenzaba a marearme de estar en esa postura. Escuché a Bella hablar en mi cabeza. "Bella... Gracias. Por absolutamente todo. Te amo", pensé para ella con el ojo cerrado, lleno de felicidad. Reconfortaba repetir sus palabras en mi cabeza nuevamente. Y antes de que Marcus cediera el taiyaki, tomé la mano de la chica y besé en su dorso con dulzura. Que así fuera entonces.
Al escuchar otra vez mi nombre, subí la mirada del delicioso manjar de mi mano; primero a Marcus, luego regresé a Bella.
Negué con la cabeza suavemente.
-Nada. - Respondí, dando seguidamente un bocado al "pez". Resultaba bastante largo y difícil de explicar todo lo que aconteció con Sempai y Vladimir. Quizá Marcus respondiera a su pregunta, pero ya me adelanté en no preocuparla. Para Bella no había pasado nada importante. Sólo sería que otro vampiro había bebido mi sangre y ya está. No quería que conociera nada más. Aunque tarde o temprano acabaría por darse cuenta. Suspiré, bajando el párpado. Lo dejaba en la decisión de Marcus contarlo todo o no. Total, él siempre era más sensato y se detenía a pensar las cosas; en mi diferencia, donde ya no podía pensar bien. Sin duda, él sabría qué hacer.
Di un bocado al taiyaki, mirando de reojo la mano que Marcus tenía agarrada. ¿Cómo podría pararse esta condena? ¿Cómo eliminar las quemaduras del torso? Desconocía el método, aunque Marcus era la pieza principal para resolverlo. Tal vez él supiera detener esta agonía. Pero otra cosa era que yo quisiera decírselo; sin llegar a saber que Marcus también había notado el aviso de la marca. Para sorpresa de ambos, todavía se mantenía latiendo. O Marcus reclamaba ahora de su Siervo y perdonaba su imprudencia, o se cobraría la vida de éste en cuestión de horas. En cambio, Marcus ya tenía demasiadas preocupaciones en la cabeza, no quería sumarle otra. Tampoco lo veía demasiado grave por el momento, si no fuera por los dolores de las quemaduras y la angustia de respirar. Aunque esta decisión fuera la más estúpida y fracasada de todas. Sin embargo, ambos hacíamos como si no sintiéramos nada. Quizá los dos pensáramos que era producto de nuestra imaginación u otro simple rechazo entre sellos.
Puse la mejilla en el brazo de Marcus, tranquilizando su rencor. Comenzaba a alterarse por lo que Bella le haya dicho mentalmente. Y la noche era demasiado tranquila, como para que ellos empezaran a discutir sin razón. Miré a Bella a los ojos, comunicándole lo mismo que a Marcus. Calma, serenidad. No tenían por qué empezar a otorgarse cada uno la razón. Negué con la cabeza, mostrando decepción. En el fondo me alegraba que Marcus dijera que se quedaría conmigo y que no volvería a abandonarme, pero esta vez no estábamos hablando de proteger, sino de salvarse. Él no tenía que perecer porque simplemente le pidiera que se quedara conmigo. Era injusto y egoísta.
Volví a morder el taiyaki, distraído. Olvidaba incluso que estaban hablando conmigo o de mí. Sólo observaba al resto de gente que caminaba por el mercado. Algunos eran grupos de estudiantes que se reunían, otras simples familias, otras eran parejas enamoradas. Y no pude evitar sonrojarme por tener la mano enredada en la de Marcus delante de Bella. Cerré el ojo, poniendo la muñeca en el parche. ¿Qué pensaría el resto de personas? ¿Creerían que era un hombre, o una mujer por tener el yukata de Sakamoto? A decir verdad, ya me importaba poco. Las palabras de Marcus y Bella, hacían que el resto de cosas no tuvieran valor. Ellos eran felices a mi lado. Marcus, incluso, me quería más que a la mujer de su pasado y me lo demostró. Ya no albergaba dudas de los deseos de ninguno. Y eso no tenía precio alguno.
Yo también soy feliz, Marcus, Bella.
Pensé. Hacía rato que perdí el tema de conversación entre ambos. Trataba de no centrar la atención en el dolor físico, pero era inevitable. La quemadura se esparcía hacia el hombro contrario, mientras la enredadera optó por avanzar longitudinalmente, acercándose al órgano más débil. Antes debería paralizar los órganos de por medio, cosa que me aliviaba. Y en cuánto notara algo, avisaría a Marcus rápidamente. La imagen desagradable que habitaba por debajo, formaba parte de la peor película de terror.
Entre tanto, me encontraba en esa burbuja de felicidad que no se rompería de nuevo. Quizá también se sumaba que la fiebre quitaba cualquier centro de atención y no consiguiera centrarme por dicha causa. Las rodillas empezaron a flaquear de nuevo y la vista a fallar. Mordí de nuevo el taikayi. Sorprendentemente, me sentía lleno con tan sólo unos bocados. Tampoco me encontraba demasiado bien ahora. El estómago amenazaba con desperdiciar el obsequio comestible.
Y, a punto de comunicárselo a Marcus, él habló primero.
El zafiro, perdido, fue a pararse en el rubí por casualidad. Apenas percibía bien el color de sus ojos apagados. Una mancha blanquecina lo impedía. Ziel, ¿ocurre algo? Sí, Marcus. No me encuentro bien. Tengo frío, me duele todo, pero sobre cualquier cosa: quema. Escuece la tela del yukata rozando la piel abrasada. Quiero... sentarme un rato y descansar unos minutos. Quise decirle todo eso, pero no tenía suficiente voz para hacerlo, ni tampoco aire en los pulmones para soltarlo. Se había hecho una prueba seguir respirando con más de cuarenta grados de temperatura. Y tampoco Marcus lograba leer mentes, así que no había ningún tipo de comunicación mental para decírselo.
Me limité a asentir levemente a su pregunta, despacio, evitando marearme con el gesto. Afirmaba que ocurría algo. Levanté el brazo para entregarle el taiyaki y que él lo guardara para más tarde.
-Ya... - "Ya no puedo más", era la original frase. En todo caso: "ya quiero sentarme", o algo parecido. En cambio, al final cambió de propósito, convirtiéndose en el aviso para el vampiro de que las cosas no marchaban del todo bien.
De repente, mi ojo se cerró de improviso, desfalleciendo inconsciente en pleno mercado.
- Ziel A. Carphatia
Cantidad de envíos :
1180
Localización : Quién sabe.
Empleo /Ocio : Alumno a tiempo parcial y zorro el resto del día (?)
Humor : No te acerques por si acaso...
Re: Mercado
Agradecía que Bella comprendiera lo que estaba planteando, pese a su rudeza al dirigirse a ella en un comienzo. Necesitaba que pusiera los pies sobre la tierra, sobre la cruda y triste realidad: ella era un vampiro y no podía jugar a ser un humano y tener amigos cazadores que no le tocarán ni un pelo. De todos modos, Marcus no podía juzgarla tan tremendamente, pues ella confiaba en él, y él había sido un claro enemigo durante meses. Había cometido crímenes que merecían la muerte. Lo sabía y lo asumía.
- Si algo debe pasarme, pasará y lo aceptaré como un hombre, no como un sádico asesino que se esconde en las polleras de su Padre -sentenció mirándola a los ojos-. No creas que por obtener el perdón de ustedes dos olvido las atrocidades que he hecho. Por esa misma razón, si he de morir protegiéndolos a ambos, no me importa, siempre y cuando tenga la oportunidad de hacer algo por el bien de alguien más -dijo con determinación, dejando muy claras sus intenciones. Él no sería un hipócrita nunca más.
Dichas aquellas palabras, el vampiro se volteó para ver a Ziel. Realmente las cosas no andaban bien. Respondía a sus preguntas de manera leve e inconexa. Veía en sus ojos aquel brillo febril que no le permitía pensar con claridad. Se acercó a él y lo abrazó con suavidad. Apoyó su mentón en su pequeña cabeza, sintiendo el fervor de su cuerpo. Su piel hervía y transmitía su fuego. La gelidez de Marcus amenazaba con desvanecerse. Miró a Bella a los ojos en cuanto escuchó su voz en su mente otra vez. Frunció levemente el ceño y miró a Ziel otra vez, apartándose un poco. Lo sujetó de una mano y lo guió hasta un pequeño banco. Le tendió el otro taiyaki que había comprado. Flexionó sus rodillas ante él y sostuvo su mano unos instantes más.
- ¿Por qué no te sientas?Necesitas alimentarte. Quédate aquí, come tranquilo, que yo hablaré con Bella un momento. ¿De acuerdo? -susurró mientras acariciaba su cabello y luego su mejilla. Sonrió con melancolía y se puso de pie. Volteó su cuerpo y caminó hasta Bella.
En cuestión de segundos, estuvo ante ella. Se pasó una mano suavemente por el cabello, apartando los mechones azabaches de su rostro. Suspiró y miró a Ziel de reojo.
- ¿Puedes sentirlo? -murmuró cerrando los ojos-. ¿Puedes sentir la Muerte acechando su cuerpo? -abrió los ojos y estos eran rojos, refulgentes-. Ziel está enfermo, Bella. Tiene los días contados -dijo con aflicción, frunciendo el ceño y bajando la mirada unos instantes-. Si hay algo que puedas hacer para mantenerlo a salvo, estaré orgulloso de cooperar. Quizá no sea el lugar ni el momento adecuado para decir estas palabras, pero creo que necesitas saberlo. No puedo guardarme esto para mí solo. Tú lo quieres y él te quiere...
Marcus había hablado finalmente. Le había otorgado aquella información maldita a Bella. ¿Y ahora qué? Solo les quedaba contemplar y esperar. Sin embargo, en los bolsillos de su chaqueta se encontraba la salvación para aquel débil humano, aunque significase la perdición misma desde otra perspectiva. Marcus no podía cometer el sacrilegio de tomar esta decisión solo, pues aunque recayera sobre Ziel también, una parte de él se negaba a concederle la inmortalidad. ¿Por qué vivir así, dependiente de la sangre y de la noche? Pero él así lo quería. Prefería eso a abandonar este mundo. Por esa razón, se lo dijo a Bella. Procuró que las palabras salieran de su boca en el menor tono de voz posible, de modo que los oídos humanos no podrían oírlo. Sin embargo, mientras aguardaba una respuesta por parte de la chica, Ziel los sorprendió a ambos. Apenas emitió una palabra y, luego, se desvaneció como la niebla al amanecer.
- ¡Ziel! -gritó mientras se dirigía a él y llegaba, justo a tiempo, para sostenerlo en brazos. El muchacho no se había sentado en aquel banco y no había terminado su comida, pero la razón era que su cuerpo le impedía ejecutar algún otro movimiento. Volaba en fiebre y el sudor helado descendía con rapidez por su espalda, empapando el yukata. La electricidad del sello se apoderó de la mano del vampiro al tocarlo, y los ojos de Marcus mostraron auténtico horror al divisar aquellas líneas negras emergiendo desde la base del cuello del joven.
- No puede ser -susurró, al tiempo que rasgaba el torso del yukata. Miró a Bella y las enredaderas se hicieron visibles. El vampiro tragó saliva y cargó a Ziel entre sus brazos. Él sabía el por qué de esta situación, y no quería decirlo, porque aquellas palabras estarían malditas al igual que el pacto-. Es el sello. Su marca reclama la mía, y por ende, reclama mis colmillos. Un pacto donde el Amo no abusa del Esclavo, no es un pacto -siseó con desprecio. ¿Por qué continuaba el sufrimiento para él? ¿Por qué no podía frenar la desesperación y la agonía? Las palabras de Vladimir regresaban para ahogar su mente. Cerró los ojos y negó con la cabeza. No quería hacerlo ahora. Quería que él disfrute de aquel festival. Se lo merecía.
- Ven -indicó a Bella, y comenzó a dirigirse con Ziel en brazos hacia una zona oscura detrás del Mercado, donde podrían ocultarse unos momentos. Se trataba de unos pequeños callejones aledaños.
- Si algo debe pasarme, pasará y lo aceptaré como un hombre, no como un sádico asesino que se esconde en las polleras de su Padre -sentenció mirándola a los ojos-. No creas que por obtener el perdón de ustedes dos olvido las atrocidades que he hecho. Por esa misma razón, si he de morir protegiéndolos a ambos, no me importa, siempre y cuando tenga la oportunidad de hacer algo por el bien de alguien más -dijo con determinación, dejando muy claras sus intenciones. Él no sería un hipócrita nunca más.
Dichas aquellas palabras, el vampiro se volteó para ver a Ziel. Realmente las cosas no andaban bien. Respondía a sus preguntas de manera leve e inconexa. Veía en sus ojos aquel brillo febril que no le permitía pensar con claridad. Se acercó a él y lo abrazó con suavidad. Apoyó su mentón en su pequeña cabeza, sintiendo el fervor de su cuerpo. Su piel hervía y transmitía su fuego. La gelidez de Marcus amenazaba con desvanecerse. Miró a Bella a los ojos en cuanto escuchó su voz en su mente otra vez. Frunció levemente el ceño y miró a Ziel otra vez, apartándose un poco. Lo sujetó de una mano y lo guió hasta un pequeño banco. Le tendió el otro taiyaki que había comprado. Flexionó sus rodillas ante él y sostuvo su mano unos instantes más.
- ¿Por qué no te sientas?Necesitas alimentarte. Quédate aquí, come tranquilo, que yo hablaré con Bella un momento. ¿De acuerdo? -susurró mientras acariciaba su cabello y luego su mejilla. Sonrió con melancolía y se puso de pie. Volteó su cuerpo y caminó hasta Bella.
En cuestión de segundos, estuvo ante ella. Se pasó una mano suavemente por el cabello, apartando los mechones azabaches de su rostro. Suspiró y miró a Ziel de reojo.
- ¿Puedes sentirlo? -murmuró cerrando los ojos-. ¿Puedes sentir la Muerte acechando su cuerpo? -abrió los ojos y estos eran rojos, refulgentes-. Ziel está enfermo, Bella. Tiene los días contados -dijo con aflicción, frunciendo el ceño y bajando la mirada unos instantes-. Si hay algo que puedas hacer para mantenerlo a salvo, estaré orgulloso de cooperar. Quizá no sea el lugar ni el momento adecuado para decir estas palabras, pero creo que necesitas saberlo. No puedo guardarme esto para mí solo. Tú lo quieres y él te quiere...
Marcus había hablado finalmente. Le había otorgado aquella información maldita a Bella. ¿Y ahora qué? Solo les quedaba contemplar y esperar. Sin embargo, en los bolsillos de su chaqueta se encontraba la salvación para aquel débil humano, aunque significase la perdición misma desde otra perspectiva. Marcus no podía cometer el sacrilegio de tomar esta decisión solo, pues aunque recayera sobre Ziel también, una parte de él se negaba a concederle la inmortalidad. ¿Por qué vivir así, dependiente de la sangre y de la noche? Pero él así lo quería. Prefería eso a abandonar este mundo. Por esa razón, se lo dijo a Bella. Procuró que las palabras salieran de su boca en el menor tono de voz posible, de modo que los oídos humanos no podrían oírlo. Sin embargo, mientras aguardaba una respuesta por parte de la chica, Ziel los sorprendió a ambos. Apenas emitió una palabra y, luego, se desvaneció como la niebla al amanecer.
- ¡Ziel! -gritó mientras se dirigía a él y llegaba, justo a tiempo, para sostenerlo en brazos. El muchacho no se había sentado en aquel banco y no había terminado su comida, pero la razón era que su cuerpo le impedía ejecutar algún otro movimiento. Volaba en fiebre y el sudor helado descendía con rapidez por su espalda, empapando el yukata. La electricidad del sello se apoderó de la mano del vampiro al tocarlo, y los ojos de Marcus mostraron auténtico horror al divisar aquellas líneas negras emergiendo desde la base del cuello del joven.
- No puede ser -susurró, al tiempo que rasgaba el torso del yukata. Miró a Bella y las enredaderas se hicieron visibles. El vampiro tragó saliva y cargó a Ziel entre sus brazos. Él sabía el por qué de esta situación, y no quería decirlo, porque aquellas palabras estarían malditas al igual que el pacto-. Es el sello. Su marca reclama la mía, y por ende, reclama mis colmillos. Un pacto donde el Amo no abusa del Esclavo, no es un pacto -siseó con desprecio. ¿Por qué continuaba el sufrimiento para él? ¿Por qué no podía frenar la desesperación y la agonía? Las palabras de Vladimir regresaban para ahogar su mente. Cerró los ojos y negó con la cabeza. No quería hacerlo ahora. Quería que él disfrute de aquel festival. Se lo merecía.
- Ven -indicó a Bella, y comenzó a dirigirse con Ziel en brazos hacia una zona oscura detrás del Mercado, donde podrían ocultarse unos momentos. Se trataba de unos pequeños callejones aledaños.
- Marcus O'Conell
Cantidad de envíos :
437
Re: Mercado
Ya no sabía si estaba en un sueño o todo esto pasaba en realidad.
La fibre no me dejaba separar una cosa de la otra, comenzando a delirar. El sudor frío empapaba el yukata destrozado, mojando incluso el pelo. Emití un quejido, girando hacia un lado la cabeza. Ser desplazado de un lado a otro, con la tela rozando las quemaduras de la espalda, era bastante incómdo y dolorido. Aunque, ni siquiera sabía entre qué brazos estaba. No sentía el frío que en realidad anhelaba más que nada. Mi cabeza, los recuerdos, jugaban de nuevo una mala pasada. La ausencia de sostener una mano que me atara al mundo real y no al imaginario, ahora no estaba para salvarme. Las imágenes de los cazadores se volvían más nítidas bajo los párpados bajados y el estado febril. Sus risas, sus insultos, sus manos volviendo a tocarme de nuevo, estremecía de terror mi sensibilidad. Creí superado las escenas, pero regresaban para martirizarme otra vez.
Me agité yo solo, envuelto dentro de la cabeza con sus pesadillas. La respiración entrecortada se acceleró. Se escuchó otro gemido de angustia, dolor y desesperación; tensionando además el cuerpo que Marcus sujetaba. De haber sido posible, habría agarrado cualquier cosa para que fuera más liviano. Sin embargo, la pesadez impedía que moviera un sólo músculo. Todavía escuchaba los gritos que profesaba a los cazadores, pidiendo una clemencia que se transformaba en más golpes, en la peor de las torturas imaginables. En las peores cicatrices que podían incrustarse en un cuerpo humano. Oía hasta sus voces resonar en mi cabeza nuevamente. La gravedad de sus voces parecía no terminar nunca.
-P... a-ra - Logré decir con esfuerzo. Un calambre se trazó en una de las piernas, moviéndose levemente. No, que termine esto, no puedo más. Detenedlo, por favor. En cambio, las imágenes se repetían una y otra vez, sembrando entre los delirios el dolor físico que en verdad estaba pasando. - Marc... - No llegué a decir su nombre completo, pero lo llamé. Marcus, sálvame. Sácame de aquí, róbame de sus manos. Por favor. ¿Dónde estás?
Y, antes de que cualquiera pudiera predecirlo, estaba llorando con una desgracia ya pasada.
Pasado. Porque esta, no era del todo desgracia. Se podría decir que había pasado demasiado rápido como para asumirlo. Desde el aviso de Vladimir hasta que finalmente ocurrió. Y no podía evitar pensar la razón que tenía. "No demores mucho tu decisión, pues los minutos corren y la falta de salud también". Exactamente, la salud se escapaba de mi mano, igual que los minutos, igual que la misma Vida. Pero en ningún momento sentía que aquello que conocía iba a terminar. Simplemente no quería mirar el lado negro de esto, pudiendo disfrutar del resto de colores. Uno de ellos era el magnífico color rojo. Los ojos de Marcus, el pelo de Bella.
Pero incluso las peores heridas sanaban con el tiempo.
Hubo un susurro de tranquilidad. Al mismo tiempo, la forma de los cazadores se emborronó, desapareciendo completamente de aquello que llamé "visión"; donde en verdad eran delirios seminconscientes. Dicho susurro, arrastró el sufrimiento del Esclavo, relajándose su cuerpo de todo mal. Seguidamente, una pequeña brisa acarició el rostro pálido y afligido. Aunque Marcus y Bella no pudieran verlo, llevaba la forma de una mujer de ropajes sencillos, de leves arrugas en el rostro y una amplia sonrisa entre los labios. Ella, la única persona que conocía cada parte de aquel chico que se debatía en la vida mortal.
-Ma... dre... - Murmuré casi inaudible, conociendo a la perfección esa pequeña calidez y el perfume que esparcía. Quizá resultara otro delirio más, quizá no. Pensarían que estaba loco, seguramente. Pero no tenía dudas de que era Ella. Venía a calmar mis pesares de nuevo.
Su suave mano fantasmal, acarició la frente y mejilla del muchacho, brindándole una sonrisa en la cara. No detuvo sus lágrimas, aunque su sonrisa se hiciera de nuevo. Creía que jamás volvería a verla. Y de alguna forma, tampoco la "veía", propiamente. Lo hacía en mi cabeza, demorándome en otra clase de momentos. Sentía que estaba allí de verdad, por si el destino se tornara fatal. De alguna forma, se aseguraba aún de la salud de su primogénito. La mujer sonrió, observando con ternura al hijo que crió como suyo durante años. Ni siquiera su expresión cambió al ver las atrocidades yaciendo en su cuerpo. Delicadamente, pasó la palma de su mano por encima de las heridas. Esto no lograría quitarlas, pero tranquilizaría el alma inquieta y corrompida de agonía. Milagrosamente, la fiebre bajó mínimamente uno o dos grados. Sus ojos cristalinos y cansados, se pararon en los dos acompañantes.
Mamá, ellos son las personas que amo: Bella y Marcus. Ahora son mi familia junto con Kai. Ojalá pudiera habértelos presentado en persona. Mamá, ojalá pudieras volver. Te echo de menos. Pensé dentro de mi cabeza en pleno trance de Vida y Muerte. La respiración y los latidos del Siervo disminuyeron, casi inexistentes.
La Muerte tiraba con cuidado del hilo que la Vida soltaba con esfuerzo.
Ella asintió a sus palabras mientras se acercaba primeramente a Bella, y secundándola, Marcus. Al igual que si fueran sus propios hijos, besó sus frentes suavemente, produciendo en ellos una ligera calidez sobre la zona. Ninguno conocía el misterio de tal sensación agradable, ni conseguía verla. Limitados, sin indagar más allá de lo que sus priviligiados ojos inmortales concedían. Les otorgó la bendición para su largo camino. Pues ellos, no tuvieron el milagro de nacer mortales. Caminó hasta aquel que yacía en los brazos de Marcus. La tristeza se apoderó de su rostro. Cerró los ojos, mentalizando una bella melodía, depositando sobre su mejilla un beso de despedida.
Ziel, todavía tienes cosas que hacer; susurró el ente antes de desaparecer.
El zafiro volvió a pintarse de nuevo, despejando las lágrimas para hacerse paso.
Lo primero que vi, fue el mentón de Marcus. Suspiré aliviado de seguir vivo. Nadie sabía cuánto faltaría para que sucediera lo inevitable. Tal vez un día, tal vez dos, tal vez una semana. Lo que el cuerpo aguantara bajo estas deprimentes condiciones. La sangre continuaba emergiendo lentamente y las quemaduras seguían latiendo, creciendo a cada hora que pasaba. Giré la cabeza en dirección al pecho de Marcus, haciendo una mueca dolorida. Quería levantar el tronco con la intención de una posición más cómoda y escuchar su corazón latir, para que así le enseñara al mío su función. Fue imposible. Luego sonreí, bajando de nuevo el párpado. Es cierto, todavía tenía muchas cosas que hacer: Protegerles, por ejemplo.
Abrí el ojo, respirando con dificultad entre sudores fríos. ¿Dónde estaba? Me encontraba algo aturdido y bastante dolorido, aún. La fiebre no abandonaba las altas temperaturas, tampoco.
-Marcus... - Mencioné, buscando después a Bella y dedicándola una sonrisa. - El... festival. - Pregunté, desconcertado. ¿Se había acabado? ¿Ya lo terminamos de ver? Gracias, pues todo parecía igual que antes milagrosamente.
No obstante, sólo cuando la Muerte te tiene entre sus brazos, recuperas la salud y te concede ver a tus seres más queridos por última vez; pues ya estás perdido.
La fibre no me dejaba separar una cosa de la otra, comenzando a delirar. El sudor frío empapaba el yukata destrozado, mojando incluso el pelo. Emití un quejido, girando hacia un lado la cabeza. Ser desplazado de un lado a otro, con la tela rozando las quemaduras de la espalda, era bastante incómdo y dolorido. Aunque, ni siquiera sabía entre qué brazos estaba. No sentía el frío que en realidad anhelaba más que nada. Mi cabeza, los recuerdos, jugaban de nuevo una mala pasada. La ausencia de sostener una mano que me atara al mundo real y no al imaginario, ahora no estaba para salvarme. Las imágenes de los cazadores se volvían más nítidas bajo los párpados bajados y el estado febril. Sus risas, sus insultos, sus manos volviendo a tocarme de nuevo, estremecía de terror mi sensibilidad. Creí superado las escenas, pero regresaban para martirizarme otra vez.
Me agité yo solo, envuelto dentro de la cabeza con sus pesadillas. La respiración entrecortada se acceleró. Se escuchó otro gemido de angustia, dolor y desesperación; tensionando además el cuerpo que Marcus sujetaba. De haber sido posible, habría agarrado cualquier cosa para que fuera más liviano. Sin embargo, la pesadez impedía que moviera un sólo músculo. Todavía escuchaba los gritos que profesaba a los cazadores, pidiendo una clemencia que se transformaba en más golpes, en la peor de las torturas imaginables. En las peores cicatrices que podían incrustarse en un cuerpo humano. Oía hasta sus voces resonar en mi cabeza nuevamente. La gravedad de sus voces parecía no terminar nunca.
-P... a-ra - Logré decir con esfuerzo. Un calambre se trazó en una de las piernas, moviéndose levemente. No, que termine esto, no puedo más. Detenedlo, por favor. En cambio, las imágenes se repetían una y otra vez, sembrando entre los delirios el dolor físico que en verdad estaba pasando. - Marc... - No llegué a decir su nombre completo, pero lo llamé. Marcus, sálvame. Sácame de aquí, róbame de sus manos. Por favor. ¿Dónde estás?
Y, antes de que cualquiera pudiera predecirlo, estaba llorando con una desgracia ya pasada.
Pasado. Porque esta, no era del todo desgracia. Se podría decir que había pasado demasiado rápido como para asumirlo. Desde el aviso de Vladimir hasta que finalmente ocurrió. Y no podía evitar pensar la razón que tenía. "No demores mucho tu decisión, pues los minutos corren y la falta de salud también". Exactamente, la salud se escapaba de mi mano, igual que los minutos, igual que la misma Vida. Pero en ningún momento sentía que aquello que conocía iba a terminar. Simplemente no quería mirar el lado negro de esto, pudiendo disfrutar del resto de colores. Uno de ellos era el magnífico color rojo. Los ojos de Marcus, el pelo de Bella.
Pero incluso las peores heridas sanaban con el tiempo.
Hubo un susurro de tranquilidad. Al mismo tiempo, la forma de los cazadores se emborronó, desapareciendo completamente de aquello que llamé "visión"; donde en verdad eran delirios seminconscientes. Dicho susurro, arrastró el sufrimiento del Esclavo, relajándose su cuerpo de todo mal. Seguidamente, una pequeña brisa acarició el rostro pálido y afligido. Aunque Marcus y Bella no pudieran verlo, llevaba la forma de una mujer de ropajes sencillos, de leves arrugas en el rostro y una amplia sonrisa entre los labios. Ella, la única persona que conocía cada parte de aquel chico que se debatía en la vida mortal.
-Ma... dre... - Murmuré casi inaudible, conociendo a la perfección esa pequeña calidez y el perfume que esparcía. Quizá resultara otro delirio más, quizá no. Pensarían que estaba loco, seguramente. Pero no tenía dudas de que era Ella. Venía a calmar mis pesares de nuevo.
Su suave mano fantasmal, acarició la frente y mejilla del muchacho, brindándole una sonrisa en la cara. No detuvo sus lágrimas, aunque su sonrisa se hiciera de nuevo. Creía que jamás volvería a verla. Y de alguna forma, tampoco la "veía", propiamente. Lo hacía en mi cabeza, demorándome en otra clase de momentos. Sentía que estaba allí de verdad, por si el destino se tornara fatal. De alguna forma, se aseguraba aún de la salud de su primogénito. La mujer sonrió, observando con ternura al hijo que crió como suyo durante años. Ni siquiera su expresión cambió al ver las atrocidades yaciendo en su cuerpo. Delicadamente, pasó la palma de su mano por encima de las heridas. Esto no lograría quitarlas, pero tranquilizaría el alma inquieta y corrompida de agonía. Milagrosamente, la fiebre bajó mínimamente uno o dos grados. Sus ojos cristalinos y cansados, se pararon en los dos acompañantes.
Mamá, ellos son las personas que amo: Bella y Marcus. Ahora son mi familia junto con Kai. Ojalá pudiera habértelos presentado en persona. Mamá, ojalá pudieras volver. Te echo de menos. Pensé dentro de mi cabeza en pleno trance de Vida y Muerte. La respiración y los latidos del Siervo disminuyeron, casi inexistentes.
La Muerte tiraba con cuidado del hilo que la Vida soltaba con esfuerzo.
Ella asintió a sus palabras mientras se acercaba primeramente a Bella, y secundándola, Marcus. Al igual que si fueran sus propios hijos, besó sus frentes suavemente, produciendo en ellos una ligera calidez sobre la zona. Ninguno conocía el misterio de tal sensación agradable, ni conseguía verla. Limitados, sin indagar más allá de lo que sus priviligiados ojos inmortales concedían. Les otorgó la bendición para su largo camino. Pues ellos, no tuvieron el milagro de nacer mortales. Caminó hasta aquel que yacía en los brazos de Marcus. La tristeza se apoderó de su rostro. Cerró los ojos, mentalizando una bella melodía, depositando sobre su mejilla un beso de despedida.
Ziel, todavía tienes cosas que hacer; susurró el ente antes de desaparecer.
El zafiro volvió a pintarse de nuevo, despejando las lágrimas para hacerse paso.
Lo primero que vi, fue el mentón de Marcus. Suspiré aliviado de seguir vivo. Nadie sabía cuánto faltaría para que sucediera lo inevitable. Tal vez un día, tal vez dos, tal vez una semana. Lo que el cuerpo aguantara bajo estas deprimentes condiciones. La sangre continuaba emergiendo lentamente y las quemaduras seguían latiendo, creciendo a cada hora que pasaba. Giré la cabeza en dirección al pecho de Marcus, haciendo una mueca dolorida. Quería levantar el tronco con la intención de una posición más cómoda y escuchar su corazón latir, para que así le enseñara al mío su función. Fue imposible. Luego sonreí, bajando de nuevo el párpado. Es cierto, todavía tenía muchas cosas que hacer: Protegerles, por ejemplo.
Abrí el ojo, respirando con dificultad entre sudores fríos. ¿Dónde estaba? Me encontraba algo aturdido y bastante dolorido, aún. La fiebre no abandonaba las altas temperaturas, tampoco.
-Marcus... - Mencioné, buscando después a Bella y dedicándola una sonrisa. - El... festival. - Pregunté, desconcertado. ¿Se había acabado? ¿Ya lo terminamos de ver? Gracias, pues todo parecía igual que antes milagrosamente.
No obstante, sólo cuando la Muerte te tiene entre sus brazos, recuperas la salud y te concede ver a tus seres más queridos por última vez; pues ya estás perdido.
- Ziel A. Carphatia
Cantidad de envíos :
1180
Localización : Quién sabe.
Empleo /Ocio : Alumno a tiempo parcial y zorro el resto del día (?)
Humor : No te acerques por si acaso...
Re: Mercado
Caminaba a toda velocidad con Ziel en brazos. Miraba, por momentos, hacia atrás, para asegurarse que Bella los seguía. Habían llegado a un oscuro callejón sin salida. No importaba, pues nadie tendría que escapar de allí a ninguna parte. Si algún peligro emergía entre las sombras, Marcus lo anularía. El vampiro estaba dispuesto a proteger a aquellos dos seres con su vida si era necesario.
Ziel se removía entre sus brazos. Al tocar su frente, estaba empapada en sudor a causa de la fiebre. ¿Por qué nadie le había enseñado antes cómo lidiar con estas cosas? En realidad, tiempo atrás, tuvo que enfrentarse a las enfermedades que su difunta esposa llegó a padecer, pero la tristeza y el dolor barrió cada recuerdo de su mente, hasta los más esenciales. Ahora, el hombre se encontraba devastado y desesperado. No iba a perder a Ziel. No iba a perder contra la Muerte otra vez.
- Estoy aquí, Ziel -susurró contra una de sus mejillas, cerrando los ojos y acariciando su cabello. Dejó caer su cuerpo al suelo, deslizando lentamente su espalda contra la pared del frío y húmedo lugar. No soltó a Ziel en ningún momento, y se dispuso a cerrar los ojos y... ¿rezar? ¿Marcus podía, acaso, suplicar a algún Dios por el bienestar de aquel chico? Apretó los dientes y se llevó una mano al rostro. No soportaba más. La misma mano viajó hasta el bolsillo de su chaqueta. Tanteó los pequeños frascos...
"No. No puedo hacerlo".
Echó la cabeza hacia atrás. Podía ver en el cielo cómo pequeños nubarrones comenzaban a formarse. La brisa tranquila se transformó en un viento un poco más potente. Y, a su vez, más potente se hacía aquel aroma a mortandad.
- Por favor, dime qué debo hacer... -suplicó, pero.. ¿a quién? Y en ese momento, Ziel murmuró forzosamente una palabra: "madre". Marcus lo observó, con la tristeza empañando sus iris color rubí. Acarició su frente con cuidado, y entonces sintió una electricidad recorriendo su gélido cuerpo. Se llevó una mano a la piel de la frente, abriendo los ojos confundido. ¿Qué fue aquella sensación placentera y tranquilizadora? La brisa se elevaba en círculos a su alrededor, pues las hojas secas de los árboles formaban pequeños remolinos.
El vampiro dejó caer su cabeza sobre el pecho de Ziel, mientras lo abrazaba con fiereza, aferrándolo a él, como si al mínimo movimiento fuera a desaparecer. Su azabache cabello cubrió su rostro justo en el momento en que Ziel abrió uno de sus ojos. Su dulce voz pronunció su nombre, limpiando cada rastro de pecado de aquel impío amante. El vampiro levantó la vista otra vez, y entre mechones oscuros visualizó el perfecto rostro de aquel Siervo del Destino. Al escuchar su reclamo por el festival, Marcus indicó silencio y posó sobre los labios afiebrados del chico su dedo índice. Se inclinó un poco ante él y lo besó con suavidad. Debía descansar. Sería mejor que se quedase así un poco más, seguro y en paz.
"Será mejor que permanezcas, ahora, entre estos brazos".
Ziel se removía entre sus brazos. Al tocar su frente, estaba empapada en sudor a causa de la fiebre. ¿Por qué nadie le había enseñado antes cómo lidiar con estas cosas? En realidad, tiempo atrás, tuvo que enfrentarse a las enfermedades que su difunta esposa llegó a padecer, pero la tristeza y el dolor barrió cada recuerdo de su mente, hasta los más esenciales. Ahora, el hombre se encontraba devastado y desesperado. No iba a perder a Ziel. No iba a perder contra la Muerte otra vez.
- Estoy aquí, Ziel -susurró contra una de sus mejillas, cerrando los ojos y acariciando su cabello. Dejó caer su cuerpo al suelo, deslizando lentamente su espalda contra la pared del frío y húmedo lugar. No soltó a Ziel en ningún momento, y se dispuso a cerrar los ojos y... ¿rezar? ¿Marcus podía, acaso, suplicar a algún Dios por el bienestar de aquel chico? Apretó los dientes y se llevó una mano al rostro. No soportaba más. La misma mano viajó hasta el bolsillo de su chaqueta. Tanteó los pequeños frascos...
"No. No puedo hacerlo".
Echó la cabeza hacia atrás. Podía ver en el cielo cómo pequeños nubarrones comenzaban a formarse. La brisa tranquila se transformó en un viento un poco más potente. Y, a su vez, más potente se hacía aquel aroma a mortandad.
- Por favor, dime qué debo hacer... -suplicó, pero.. ¿a quién? Y en ese momento, Ziel murmuró forzosamente una palabra: "madre". Marcus lo observó, con la tristeza empañando sus iris color rubí. Acarició su frente con cuidado, y entonces sintió una electricidad recorriendo su gélido cuerpo. Se llevó una mano a la piel de la frente, abriendo los ojos confundido. ¿Qué fue aquella sensación placentera y tranquilizadora? La brisa se elevaba en círculos a su alrededor, pues las hojas secas de los árboles formaban pequeños remolinos.
El vampiro dejó caer su cabeza sobre el pecho de Ziel, mientras lo abrazaba con fiereza, aferrándolo a él, como si al mínimo movimiento fuera a desaparecer. Su azabache cabello cubrió su rostro justo en el momento en que Ziel abrió uno de sus ojos. Su dulce voz pronunció su nombre, limpiando cada rastro de pecado de aquel impío amante. El vampiro levantó la vista otra vez, y entre mechones oscuros visualizó el perfecto rostro de aquel Siervo del Destino. Al escuchar su reclamo por el festival, Marcus indicó silencio y posó sobre los labios afiebrados del chico su dedo índice. Se inclinó un poco ante él y lo besó con suavidad. Debía descansar. Sería mejor que se quedase así un poco más, seguro y en paz.
"Será mejor que permanezcas, ahora, entre estos brazos".
- Marcus O'Conell
Cantidad de envíos :
437
Re: Mercado
Cerré el ojo al mismo tiempo que Marcus mandaba silencio sobre mi boca. Estaría bien no hablar, pero quería decir tantas cosas, tal vez ahora estuvieran todas las preguntas inimaginables rondando mi cabeza; que no me era posible aguantar tanto silencio. Negué con la cabeza, sonriente. Puede que estuviera en las últimas, pero saber que ellos estarían en el momento más crudo, me tranquilizaba. Aunque el nerviosismo seguía produciéndose dentro. Tampoco podía rodearle con los brazos, pues por más que lo intentaba, no llegaba a lograr nada. Ningún movimiento en el torso.
Encogí las piernas e hice fuerza sobre los talones, apretando la mandíbula; consiguiendo dejar la cabeza sobre el hombro de Marcus. Se veía en su cara que estaba abatido, casi derrotado. Realmente lo estaba pasando fatal. Y ahora, justamente, es cuando teníamos que luchar los dos con todo lo que teníamos. Él mismamente lo sabía.
-Lo... siento. - Murmuré apenas inaudible. Aproveché estar cerca de su oído para detener el esfuerzo al hablar. Si Marcus había cambiado, era por mi culpa. Si se había vuelto sensible, débil, carnal, era yo la causa. Y por primera vez, deseaba con todas mis ganas que ojalá no hubiera cambiado. Que por favor él volviera a ser aquel insensible vampiro de antes, el cual descargaba sus emociones sobre ciertos asesinatos. Estaría condenando a mucha gente, pero creo que nadie quiere ver sufrir a quien aprecia; pese a que esto recaiga en terceros. Porque, ojalá él no estuviera aquí para ver esto. Así no estaría sufriendo de este modo nuevamente, ni cargaría con un inválido sobre los brazos. Marcus O'Conell seguiría siendo "libre".
Aunque lo quería bien presente, abrazándome todo lo que pudiera hasta que le dolieran los brazos de ejercer fuerza; aunque las quemaduras se resintieran del tacto contra su camisa.
Con sumo tacto, moví la cabeza, besando su cuello. No quería verlo de este modo.
-Todo... saldrá bi-en. - Aseguré con una brillante sonrisa. Hasta yo dudaba de mis palabras. No creía pasar a mañana a este ritmo. La enredadera seguía dibujándose en el pecho, aproximándose cada vez más al centro. Ya no podía respirar bien. Era algo necesitado, completamente entrecortado y arrítmico. Emití un quejido, tomando aire. - ¿Cre-es que ac-a-baré con es-ta ca-ra de niño? - Pregunté con humor, tosiendo en una risa. Por dentro, verdaderamente no tenía ganas de reír. Soportaba la idea de que pudiera no volver abrir los ojos. Me aterraba pensar que no pudiera volver a Bella ni a Marcus, que no lograra despedirme de ellos siquiera. No obstante, necesitaba ver sus sonrisas una vez más.
Y entonces, no pude aguantar las más profundas pesadillas que me encerraban como un reo.
-T-Te-n-go mie-do. - Reconocí, cerrando de nuevo el ojo, queriendo encerrar el rostro sobre su hombro. Alguna lágrima resbalaba nuevamente mejilla abajo. - N-o dejes... q-ue me du-erma. - Pedí. Era un riesgo que no debíamos correr por nada del mundo. Sin embargo, el párpado caía prácticamente solo debido al esfuerzo, a la alta fiebre. Sabía que debía descansar si quería bajar la fiebre, si es que se podía. En cambio, quería aguantar hasta el final viéndole mientras me fuera posible. Estar contemplando su rostro, mirando a Bella también. Recordando los buenos tiempos donde todo se pintaba de perfectos colores, no como ahora, este negro desteñido. Quería seguir a su lado hasta el más puro final. Aunque no supere la transformación, pedía perecer sobre sus brazos, abrazado por él paternalmente. Marcus había sido de todo, incluído un padre. Quizá no resultó el mejor ejemplo a seguir, pero sin duda, fue el mejor de todos. Bella fue el hermoso arcángel que protege a todo humano; hija del más puro y perfecto ser.
Por favor, quiero que esto acabe, que se cierre la condena para siempre. Marcus, por favor, protégeme. Nadie sabía lo que vendría cuando tomara esos frascos.
Abrí de nuevo el ojo, sin encontrar a Bella ciertamente, clavándose el azul sobre el rojo de sus ojos.
-O-s... amo... - Musité con una tierna sonrisa entre los labios, cerrando el ojo inconscientemente. Las respiración se hizo cada vez más débil contra aquella dura piel, al tiempo que las pulsaciones también descendían.
Marcus, Bella: si perezco no me culpéis. Recordarme como fui:
Tozudo y cabezota. Siempre esforzándome hasta el final.
Encogí las piernas e hice fuerza sobre los talones, apretando la mandíbula; consiguiendo dejar la cabeza sobre el hombro de Marcus. Se veía en su cara que estaba abatido, casi derrotado. Realmente lo estaba pasando fatal. Y ahora, justamente, es cuando teníamos que luchar los dos con todo lo que teníamos. Él mismamente lo sabía.
-Lo... siento. - Murmuré apenas inaudible. Aproveché estar cerca de su oído para detener el esfuerzo al hablar. Si Marcus había cambiado, era por mi culpa. Si se había vuelto sensible, débil, carnal, era yo la causa. Y por primera vez, deseaba con todas mis ganas que ojalá no hubiera cambiado. Que por favor él volviera a ser aquel insensible vampiro de antes, el cual descargaba sus emociones sobre ciertos asesinatos. Estaría condenando a mucha gente, pero creo que nadie quiere ver sufrir a quien aprecia; pese a que esto recaiga en terceros. Porque, ojalá él no estuviera aquí para ver esto. Así no estaría sufriendo de este modo nuevamente, ni cargaría con un inválido sobre los brazos. Marcus O'Conell seguiría siendo "libre".
Aunque lo quería bien presente, abrazándome todo lo que pudiera hasta que le dolieran los brazos de ejercer fuerza; aunque las quemaduras se resintieran del tacto contra su camisa.
Con sumo tacto, moví la cabeza, besando su cuello. No quería verlo de este modo.
-Todo... saldrá bi-en. - Aseguré con una brillante sonrisa. Hasta yo dudaba de mis palabras. No creía pasar a mañana a este ritmo. La enredadera seguía dibujándose en el pecho, aproximándose cada vez más al centro. Ya no podía respirar bien. Era algo necesitado, completamente entrecortado y arrítmico. Emití un quejido, tomando aire. - ¿Cre-es que ac-a-baré con es-ta ca-ra de niño? - Pregunté con humor, tosiendo en una risa. Por dentro, verdaderamente no tenía ganas de reír. Soportaba la idea de que pudiera no volver abrir los ojos. Me aterraba pensar que no pudiera volver a Bella ni a Marcus, que no lograra despedirme de ellos siquiera. No obstante, necesitaba ver sus sonrisas una vez más.
Y entonces, no pude aguantar las más profundas pesadillas que me encerraban como un reo.
-T-Te-n-go mie-do. - Reconocí, cerrando de nuevo el ojo, queriendo encerrar el rostro sobre su hombro. Alguna lágrima resbalaba nuevamente mejilla abajo. - N-o dejes... q-ue me du-erma. - Pedí. Era un riesgo que no debíamos correr por nada del mundo. Sin embargo, el párpado caía prácticamente solo debido al esfuerzo, a la alta fiebre. Sabía que debía descansar si quería bajar la fiebre, si es que se podía. En cambio, quería aguantar hasta el final viéndole mientras me fuera posible. Estar contemplando su rostro, mirando a Bella también. Recordando los buenos tiempos donde todo se pintaba de perfectos colores, no como ahora, este negro desteñido. Quería seguir a su lado hasta el más puro final. Aunque no supere la transformación, pedía perecer sobre sus brazos, abrazado por él paternalmente. Marcus había sido de todo, incluído un padre. Quizá no resultó el mejor ejemplo a seguir, pero sin duda, fue el mejor de todos. Bella fue el hermoso arcángel que protege a todo humano; hija del más puro y perfecto ser.
Por favor, quiero que esto acabe, que se cierre la condena para siempre. Marcus, por favor, protégeme. Nadie sabía lo que vendría cuando tomara esos frascos.
Abrí de nuevo el ojo, sin encontrar a Bella ciertamente, clavándose el azul sobre el rojo de sus ojos.
-O-s... amo... - Musité con una tierna sonrisa entre los labios, cerrando el ojo inconscientemente. Las respiración se hizo cada vez más débil contra aquella dura piel, al tiempo que las pulsaciones también descendían.
Finalmente, la Muerte se acabó llevando la Humanidad de aquel joven chaval.
Marcus, Bella: si perezco no me culpéis. Recordarme como fui:
Tozudo y cabezota. Siempre esforzándome hasta el final.
- Ziel A. Carphatia
Cantidad de envíos :
1180
Localización : Quién sabe.
Empleo /Ocio : Alumno a tiempo parcial y zorro el resto del día (?)
Humor : No te acerques por si acaso...
Re: Mercado
Click~
"Lo siento".
"¿Lo siento? ¿Por qué lo sientes, Ziel?"
Marcus levantó la mirada y se encontró con aquellos ojos vidriosos y afiebrados. Lo apretó más contra su cuerpo, abrazándolo con fuerza y determinación. Se balanceó lentamente, buscando una mejor posición. Envolvió a Ziel en su chaqueta, intentando que dejara de temblar. Podía sentir cómo sus músculos perdían fuerza y sus huesos comenzaban a ceder ante la gravedad. Y lo peor era continua oyendo todas esas palabras de despedida: porque en eso consistía, en una triste y retorcida despedida. Pero Marcus no lo dejaría ir. Ziel lo sabía, y aquello también estaba firmado con sangre. Juró protegerlo, y eso haría hasta el fin de sus días.
- Todo saldrá bien -susurró lentamente, sonriendo, o al menos intentando sonreír. Cuando Ziel le pidió que no dejase que se duerma, el rostro de Marcus adquirió la expresión de quien está completamente afligido y desesperado. Negó con la cabeza enérgicamente, acercando su rostro al suyo. Encerró una de sus mejillas con su gran mano de mármol-. No, Ziel, no lo permitiré. No te irás a ninguna parte... No sin mí -susurró contra sus labios, sintiendo el dulce aroma de su piel humana una vez más-. No te irás sin nosotros -dijo luego, refiriéndose a Bella también-. No permitiré que Ella te lleve. No me ganará de nuevo, te lo he asegurado. ¿Recuerdas? Tú me lo hiciste entender. Hay veces que necesitamos ser un poco más egoístas, ¿cierto? Y dejar nuestro orgullo de lado -continuó diciendo, recordando aquellos días donde sus peleas y discusiones eran infinitas; y recordando, asimismo, aquel pasado en donde su orgullo ganó y la Muerte triunfó aún más. Marcus no podía permitir que otro vampiro convirtiera a su esposa, y por esa razón ella murió; en síntesis, Marcus la dejó morir.
Aquel error, no volvería a acontecer.
- No tengas miedo. Estoy aquí -masculló, rozando sus labios con prudencia-. Nada malo ocurrirá. Estás seguro aquí -aseguró con total confianza y convicción. Miró de reojo a Bella. Ocurriría. La Muerte se lo llevaría y su cuerpo se enfriaría. No podían permitir aquello, no podían tardar más tiempo. Marcus no le había dicho a Bella lo que había hecho Vladimir. Necesitaba contárselo cuanto antes. Es más, iba a hacerlo en ese mismísimo instante. Apenas palpó los frascos en el bolsillo de la chaqueta cuando su mundo dio un vuelco.
No había más tiempo para gastar en palabras. Las palabras no devolverían una vida; los hechos, sí.
- Ziel... -sujetó al muchacho por los hombros y zarandeó su cuerpo-. Ziel, ¿puedes oírme? -continuó intentando. Los ojos de Marcus comenzaron a cristalizarse, reflejando aquel carmesí brillante-. ¡Ziel! -gritó y apoyó su oído sobre su pecho. Su corazón no latía. Marcus comenzó a respirar con dificultad. No.. No otra vez. Creía estar preparado para algo así pero no... No era posible. Abrió sus ojos de par en par. Una fina línea de agua salada resbaló por su mejilla, deshaciendo el hielo de su corazón en medio del camino-. Ziel -susurró de forma apenas audible. ¿Cuánto tiempo más iba a perder?
¿Vas a otorgarme el lujo de poseer un nuevo invitado en mi altar desolado? ¿Permitirás que todo aquel amor que sientes se consuma nuevamente en los Siete Infiernos? ¿Perderás otra vez contra mí, Marcus O'Conell?
- ¡No! -gritó con furia. Sacó los dos brillantes frascos del bolsillo de la chaqueta. Elevó el veneno y lo destapó. Claramente, su aroma lo confirmaba: era la esencia ponzoñosa de un Pura Sangre. Como el corazón de Ziel había dejado de latir, eso significaba que su cuerpo ya no denotaría ningún rastro de vida. Por lo tanto, ¿cómo daría resultado aquello? Ziel no podía ingerirlo. Inyectarlo en sus venas sería una pérdida de tiempo y, además, sería tentar a la Suerte. Sólo había una opción. Marcus miró a Bella fríamente. Sus orificios nasales se dilataron. Rasgó con una mano el yukata en el pecho de Ziel y, en un rápido y brutal movimiento, clavó el filoso frasco de vidrio en el pecho del humano, justo sobre su corazón, perforándolo con destreza y furia desgarradora. El veneno se vertió allí completamente, contaminando las células aún vivas que el cálido cuerpo aún conservaba. Quitó el frasco y la sangre comenzó a manar hacia el exterior. Marcus presionó con una mano y con la otra se llevó el otro frasco a la boca, destapándolo con sus colmillos. Este poseía la sangre poderosa del mismo Pura Sangre del cual fue extraído el veneno.
- Ahora haré lo que hace tiempo necesitabas y, por temor, te he negado -susurró. Seguidamente, permitió que el líquido carmesí se vertiera en su propia boca. Llevó sus labios al cuello de Ziel y lo rozó con suavidad. Este era el momento, aquí era el sitio. A partir de ahora, ya nada sería igual para él.
"Ya no serás mío, Ziel. Pero vivirás a mi lado."
Marcus ascendió sus labios por su cuello, hasta rozar la barbilla y depositarlos, finalmente, sobre su boca fría y rígida. Entreabrió sus labios con cuidado, utilizando su dedo pulgar. En un momento de fuerza y valor, estrelló sus fríos labios con los de Ziel, aún más fríos. Lo besó con suavidad y pasión contenida. Entreabrió su propia boca y dejó que la sangre vampírica descendiera, introduciéndose en el organismo sin vida. Seguidamente, acarició con su lengua cada resquicio de la suya, haciéndole sentir con mayor intensidad aquel sabor metálico y salvaje. Un fino hilo carmesí cayó por la barbilla de Ziel y Marcus se irguió. Sus ojos brillaban en un tremendo color rubí. Observó la enredadera que se tejía sobre su cuerpo y decidió darle un fin a esto. ¿Por qué no acabar todos estos asuntos en este instante, de una vez por todas? Ahora sí, Marcus viajó hasta su cuello y de un momento a otro, clavó allí sus colmillos. Comenzó a drenar un poco de sangre y, a la vez, introdujo en las venas y arterias de Ziel más partículas del elixir del Pura Sangre. Las marcas negras comenzaron a desaparecer lentamente. Eso era lo que el Pacto requería. Quería que aquel vampiro poseyera a su siervo otra vez, como debía ser. Ziel continuaría padeciendo bajo aquel pacto... Solo hasta su conversión. En ese momento, el lazo se rompería, porque en el organismo del antiguo humano corría, ahora, la sangre de otro vampiro. Marcus se alejó suavemente de él, pero continuó sosteniéndolo en brazos. No había consultado nada de esto a Bella, pero ya estaba hecho.
Marcus estaba decidido a pagar por todos los riesgos que este acto conllevaría.
Finalmente, la fiebre y un pacto maligno fueron las cartas del triunfo que el Destino le robó a la Muerte.
- Abre los ojos, joven Ziel.
La voz de Marcus penetró en oídos inmortales.
"Lo siento".
"¿Lo siento? ¿Por qué lo sientes, Ziel?"
Marcus levantó la mirada y se encontró con aquellos ojos vidriosos y afiebrados. Lo apretó más contra su cuerpo, abrazándolo con fuerza y determinación. Se balanceó lentamente, buscando una mejor posición. Envolvió a Ziel en su chaqueta, intentando que dejara de temblar. Podía sentir cómo sus músculos perdían fuerza y sus huesos comenzaban a ceder ante la gravedad. Y lo peor era continua oyendo todas esas palabras de despedida: porque en eso consistía, en una triste y retorcida despedida. Pero Marcus no lo dejaría ir. Ziel lo sabía, y aquello también estaba firmado con sangre. Juró protegerlo, y eso haría hasta el fin de sus días.
- Todo saldrá bien -susurró lentamente, sonriendo, o al menos intentando sonreír. Cuando Ziel le pidió que no dejase que se duerma, el rostro de Marcus adquirió la expresión de quien está completamente afligido y desesperado. Negó con la cabeza enérgicamente, acercando su rostro al suyo. Encerró una de sus mejillas con su gran mano de mármol-. No, Ziel, no lo permitiré. No te irás a ninguna parte... No sin mí -susurró contra sus labios, sintiendo el dulce aroma de su piel humana una vez más-. No te irás sin nosotros -dijo luego, refiriéndose a Bella también-. No permitiré que Ella te lleve. No me ganará de nuevo, te lo he asegurado. ¿Recuerdas? Tú me lo hiciste entender. Hay veces que necesitamos ser un poco más egoístas, ¿cierto? Y dejar nuestro orgullo de lado -continuó diciendo, recordando aquellos días donde sus peleas y discusiones eran infinitas; y recordando, asimismo, aquel pasado en donde su orgullo ganó y la Muerte triunfó aún más. Marcus no podía permitir que otro vampiro convirtiera a su esposa, y por esa razón ella murió; en síntesis, Marcus la dejó morir.
Aquel error, no volvería a acontecer.
- No tengas miedo. Estoy aquí -masculló, rozando sus labios con prudencia-. Nada malo ocurrirá. Estás seguro aquí -aseguró con total confianza y convicción. Miró de reojo a Bella. Ocurriría. La Muerte se lo llevaría y su cuerpo se enfriaría. No podían permitir aquello, no podían tardar más tiempo. Marcus no le había dicho a Bella lo que había hecho Vladimir. Necesitaba contárselo cuanto antes. Es más, iba a hacerlo en ese mismísimo instante. Apenas palpó los frascos en el bolsillo de la chaqueta cuando su mundo dio un vuelco.
No había más tiempo para gastar en palabras. Las palabras no devolverían una vida; los hechos, sí.
- Ziel... -sujetó al muchacho por los hombros y zarandeó su cuerpo-. Ziel, ¿puedes oírme? -continuó intentando. Los ojos de Marcus comenzaron a cristalizarse, reflejando aquel carmesí brillante-. ¡Ziel! -gritó y apoyó su oído sobre su pecho. Su corazón no latía. Marcus comenzó a respirar con dificultad. No.. No otra vez. Creía estar preparado para algo así pero no... No era posible. Abrió sus ojos de par en par. Una fina línea de agua salada resbaló por su mejilla, deshaciendo el hielo de su corazón en medio del camino-. Ziel -susurró de forma apenas audible. ¿Cuánto tiempo más iba a perder?
¿Vas a otorgarme el lujo de poseer un nuevo invitado en mi altar desolado? ¿Permitirás que todo aquel amor que sientes se consuma nuevamente en los Siete Infiernos? ¿Perderás otra vez contra mí, Marcus O'Conell?
- ¡No! -gritó con furia. Sacó los dos brillantes frascos del bolsillo de la chaqueta. Elevó el veneno y lo destapó. Claramente, su aroma lo confirmaba: era la esencia ponzoñosa de un Pura Sangre. Como el corazón de Ziel había dejado de latir, eso significaba que su cuerpo ya no denotaría ningún rastro de vida. Por lo tanto, ¿cómo daría resultado aquello? Ziel no podía ingerirlo. Inyectarlo en sus venas sería una pérdida de tiempo y, además, sería tentar a la Suerte. Sólo había una opción. Marcus miró a Bella fríamente. Sus orificios nasales se dilataron. Rasgó con una mano el yukata en el pecho de Ziel y, en un rápido y brutal movimiento, clavó el filoso frasco de vidrio en el pecho del humano, justo sobre su corazón, perforándolo con destreza y furia desgarradora. El veneno se vertió allí completamente, contaminando las células aún vivas que el cálido cuerpo aún conservaba. Quitó el frasco y la sangre comenzó a manar hacia el exterior. Marcus presionó con una mano y con la otra se llevó el otro frasco a la boca, destapándolo con sus colmillos. Este poseía la sangre poderosa del mismo Pura Sangre del cual fue extraído el veneno.
- Ahora haré lo que hace tiempo necesitabas y, por temor, te he negado -susurró. Seguidamente, permitió que el líquido carmesí se vertiera en su propia boca. Llevó sus labios al cuello de Ziel y lo rozó con suavidad. Este era el momento, aquí era el sitio. A partir de ahora, ya nada sería igual para él.
"Ya no serás mío, Ziel. Pero vivirás a mi lado."
Marcus ascendió sus labios por su cuello, hasta rozar la barbilla y depositarlos, finalmente, sobre su boca fría y rígida. Entreabrió sus labios con cuidado, utilizando su dedo pulgar. En un momento de fuerza y valor, estrelló sus fríos labios con los de Ziel, aún más fríos. Lo besó con suavidad y pasión contenida. Entreabrió su propia boca y dejó que la sangre vampírica descendiera, introduciéndose en el organismo sin vida. Seguidamente, acarició con su lengua cada resquicio de la suya, haciéndole sentir con mayor intensidad aquel sabor metálico y salvaje. Un fino hilo carmesí cayó por la barbilla de Ziel y Marcus se irguió. Sus ojos brillaban en un tremendo color rubí. Observó la enredadera que se tejía sobre su cuerpo y decidió darle un fin a esto. ¿Por qué no acabar todos estos asuntos en este instante, de una vez por todas? Ahora sí, Marcus viajó hasta su cuello y de un momento a otro, clavó allí sus colmillos. Comenzó a drenar un poco de sangre y, a la vez, introdujo en las venas y arterias de Ziel más partículas del elixir del Pura Sangre. Las marcas negras comenzaron a desaparecer lentamente. Eso era lo que el Pacto requería. Quería que aquel vampiro poseyera a su siervo otra vez, como debía ser. Ziel continuaría padeciendo bajo aquel pacto... Solo hasta su conversión. En ese momento, el lazo se rompería, porque en el organismo del antiguo humano corría, ahora, la sangre de otro vampiro. Marcus se alejó suavemente de él, pero continuó sosteniéndolo en brazos. No había consultado nada de esto a Bella, pero ya estaba hecho.
Marcus estaba decidido a pagar por todos los riesgos que este acto conllevaría.
Finalmente, la fiebre y un pacto maligno fueron las cartas del triunfo que el Destino le robó a la Muerte.
- Abre los ojos, joven Ziel.
La voz de Marcus penetró en oídos inmortales.
- Marcus O'Conell
Cantidad de envíos :
437
Re: Mercado
[♫]
Aún pesaba veinticinco gramos más.
O al menos, si es que verdaderamente el alma pesaba dicha cantidad. Por el momento, la esencia no se había ido. La esperanza tampoco. Todavía quedaba una mínima posibilidad de no perecer. Pero eso, ya no dependía propiamente de aquel cuerpo, sino de Marcus y Bella. Ellos eran los que ahora decidían por un futuro, por una salvación. Si se negaban, abandonaría esta vida definitivamente.
Después de todo, de que el corazón se apagara y la respiración se axfisiara sola; todo se nubló negro. A continuación, el réquiem empezó a sonar. Entre tanto, me perdí entre aquella densa oscuridad. No era consciente de la realidad: viajaba entre Vida y Muerte. Justo en ese intervalo que conecta ambas. Sin embargo, ninguna tiraba hacia su bando, quedando en la línea que delimitaba Cielo y Tierra.
Y, de repente, la luz se encendió al fondo, cegando este mar de agua salada. Entrecerré los ojos, mirando el largo pasillo que se había dibujado. Al igual que un ente, caminaba solitario por el corredor. Pero no solamente era el único que estaba allí, también había más gente andando a la par. No conocía de nada a aquellas personas, aunque sabía lo que estaba significando esto: estaba muerto. Finalmente, Marcus no debió conseguir hacerlo a tiempo.
A diferencia de lo que pensaba, en el mundo terrenal seguían intentando entregarle la inmortalidad a un humano. Marcus se debatía en cuál sería la mejor opción para salvar a la víctima de aquel pacto. Y no hubo más escapatoria, que inyectar directamente el veneno en el corazón. Algo se movió por dentro, esparciéndose la cobertura a partir del centro del pecho. Pero despertar no era una simple tarea de uno, sino de dos.
Otro paso más. Cada vez que avanzaba un pie, más me separaba de la vida mortal y pasaba a la eterna, aunque no en un cuerpo, sino en un alma. A medida que me acercaba a esa brillante luz del final, había gente que empezaba a caminar más lento, adelantando sus posiciones aleatoriamente. Justamente, antes de cruzar el umbral, pequeñas imágenes empezaron a aparecer rápidamente. Empezando desde el nacimiento de un niño, siguiendo de su abandono frente a una puerta extraña, y continuando con su infancia y adolescencia. Distinguí entre algunas imágenes la primera vez que vi un vampiro, la primera vez que conocí a Kai, la primera vez que vi a Bella, la primera vez que Marcus aterrorizó mis venas. Sonreí recordando gratamente todo aquello. Era triste, pues ahora todos ellos, los veía muy lejanos, demasiado borrosos a medida que llegábamos al final.
El final, ¿cuál era el final de Ziel Carphatia? ¿Cuál era su sentencia?
Marcus, Bella. Sus rostros afligidos, esa fue la última imagen que recogió la vista. Alcé la mano para tocar esa fotografía pintada en el aire. Antes de que llegara a rozarla, se evaporó, apagándose el proyector que las dibujaba de improviso.
Ziel, todavía tienes cosas que hacer. No llegó tu hora aún. Este no es tu sitio, Ziel. Vuelve a donde perteneces, con los que verdaderamente te necesitan. Abre los ojos, joven Ziel.
Millones de voces, empezaron a sonar, convenciéndome de que no debía avanzar más. Incluso la voz de Marcus llegó a oírse, creyendo que eran palabras mentales que conseguirían autoconvencerme. Y a su vez, algunas figuras empezaron a aparecer. Primero mi madre, segundo Alexa, tercero un hombre alto de espesa barba y cara robusta. ¿Aquel hombre, ese era mi... Padre? No biológico, sino el esposo de aquella que me crió. Él fue quien debiera ser mi verdadero padre. El único. El hombre sonrió adivinando lo que estaba circulando por mi cabeza, estrechando la mano de su mujer y saludando al "hijo" que no tuvo el placer de conocer. Sin embargo, una cuarta figura aparecía también. Ella. La mujer de aquella fotografía antigua, la esposa de Marcus. También ella había venido a impedir que cruzara, interponiéndose en el camino. Tan sólo estaba a contados pasos y viviría la paz para siempre. En cambio, la luz se apagó de nuevo, lentamente.
Los labios de aquella mujer se movieron, aunque no logré a entender lo que dijeron, pues ya no vi nada más. Lo último, fueron sus sonrisas.
Otra vez, todo volvió a ser negro.
El cuerpo seguía sin dar señales de vida por el momento. De un momento a otro, el pecho volvió a subir, necesitando aire para sobrevivir; iniciándose de nuevo los latidos de un estropeado corazón. El nuevo cuerpo de mármol, regresaba de nuevo.
-Brín... dale felicidad. - Antes de nada, las palabras de aquella mujer llegaron a comprensión por la forma de sus labios y salieron por mi boca. Finalmente, la desolación se tiñó de rojo. Abrí el ojo, encontrando el rostro afligido de Marcus, reflejándose el nuevo color de ojos. Sorprendentemente, alcé un brazo hacia su cara, acariciando su mejilla con dulzura.
- He vuelto. - Anuncié con una sonrisa.
Las nuevas sensaciones empezaron a llenarme por completo. Bajé el párpado de nuevo, aprovechando para quitar el parche del otro ojo. Seguramente, no volviera a necesitarlo. Dejé guiarme en esta nueva forma de vida. Ya no sentía malestar, sólo una simple pesadez de este extraño cuerpo. Las marcas habían desaparecido, quedándose por debajo de la piel en una sombra de pasado. Las quemaduras a su vez, cerraban lentamente, aminorando su dolor. Respiré hondo, encontrando nuevos olores, nuevas sensaciones embriagadoras que me cubrían de éxtasis. Y no sólo eso, también escuchaba más allá de donde antes podría haberlo conseguido. Podía escuchar el pecho de Bella subir y bajar, o el golpeteo de su corazón como si tuviera la cabeza en el pecho.
En cambio, otra angustia se sembraba en la garganta.
Erguí el cuerpo, llevando una mano a la frente, sentado en el regazo de Marcus. Abrí la boca, luciendo en la noche aquellos perfectos y vírgenes colmillos a punto de estrenar. Deslicé la lengua por los dientes, encontrándolos inevitablemente. Esto era nuevo para mí. Tantas sensaciones juntas, tantos sonidos, tantos olores y este extraño tacto, llegaba a marear la coordinación. Acabaría por acostumbrarme igual que ellos, pero ahora todo era completamente diferente a cómo lo imaginé.
-Hay... muchos sonidos. Muchos olores... - Comenté, sobrepasado. ¿Cómo hacían ellos para ignorarlos? ¿Cómo centrarse en una sola cosa? - Y... un extraño gusto. - Añadí, arrugando el entrecejo, intentando saber qué era. Hacia un rato que un sabor amargo pero delicioso y tentador se esparcía por toda mi boca; sembrando adicción en mi garganta. Sangre.
Aún permaneciendo con los ojos cerrados, levanté la cabeza, guiado por dos exquisitos olores. Éstos lograron eliminar la atención en el resto; pues ambos cobraban mayor intensidad. La punta de la nariz tocó el mentón de Marcus. Sí, era él quien estaba desprendiendo uno de esos embriagadores perfumes. Sonreí, adaptándome poco a poco a reconocerle. Verdaderamente era su olor. Y sin embargo, cuando fui humano, no llegué a reconocer ni una décima parte de cómo era en realidad. Me gustaba mucho más que antes. Más adicto, más adulador, más atrayente. No podía ser capaz de retirar la nariz. Todo lo contrario. Quería más. Quería oler más cosas de dicho tipo. Necesitaba olerle, sentirle más.
Como un animal, fui aspirando su esencia. Viajé desde su mentón ascendiendo por su mejilla, doblando las rodillas y alzándome para oler su pelo. Tragué saliva, emocionado. Algo estaba impacientándome por dentro, intensificándose la molestia en la garganta. Me quedé un rato más hundido en su pelo, bajando al cabo de un rato. Separé un poco el tronco, pegando ambas frentes. Con dificultad, conseguí alzar el otro brazo, tomando sus mejillas con ambas manos. Abrí los ojos, inyectándose el brillante de un ojo carmesí, latiendo por encima del azul. Por un momento, el brillo fue aterrador, completamente depredador.
El ojo derecho, el del pacto, brillaba sin ningún tipo de marca. Se quedó en la parte humana de Ziel. En cambio, obtenía un color diferente al otro; mucho más blanquecino y menos brillante. Blanco y rojo se habían mezclado para formar el iris. Además, la visión con él no era la misma que con el izquierdo. Inmortal, semi-inmortal. Veía igual que si fuera un humano, perdiéndome algunas rarezas de esta nueva forma de observar.
-Lo siento. Cosas nuevas. - Excusé con una sonrisa, encogiendo los hombros. De seguro, Marcus estaría pensando que había perdido el raciocinio, oliéndole como si de un animal se tratara. Pero no podía evitarlo. Resultaba nuevo y atractivo. Le compensaría por dejarse. Ladeé la cabeza levemente y lo besé casi con desesperación. Cerré de nuevo los ojos, navengando en este mar, ahora inmortal, de deseo.
- Ziel A. Carphatia
Cantidad de envíos :
1180
Localización : Quién sabe.
Empleo /Ocio : Alumno a tiempo parcial y zorro el resto del día (?)
Humor : No te acerques por si acaso...
Re: Mercado
La espera era aterradora. Ziel no abría los ojos. Lo había intentado todo, absolutamente todo lo que estaba a su alcance. Abrazó a Ziel con desesperación, cerrando los ojos con fuerza. Apenas miró a Bella, pues no se atrevía a observarla. ¿Qué diría ella ante esto? Ojalá supiera perdonar su egoísmo al convertirlo sin siquiera consultárselo a ella. Pero Ziel lo había pedido... y aunque él pudiera encontrarse ahora en un lugar mejor, Marcus, impío vampiro, le concedió aquel deseo de inmortalidad a costa de un ser superior: Vladimir D'Shaitis. ¿Estaría este, acaso, observándolo todo?
Los minutos transcurrieron y el primer temblor de su cuerpo fue percibido por las gélidas manos vampíricas. Marcus apoyó una de sus manos en la mejilla del chico, ladeando su rostro para sí. Lentamente recorrió con los dedos sus delicadas facciones, que se volvían más brillantes y más atrayentes. Los rastros marmóreos se extendían por su piel, volviéndola perfecta y devastadora para un ser enamorado como él. La esperanza latió en su pecho y no podía ver nada más que no fuera Ziel.
- Ziel -susurró en cuanto el joven abrió su ojo. Vio como aquel parche se alejó de su rostro. Sonrió, aliviado-. Estás aquí... Estás aquí con nosotros... -masculló emocionado. Mordió su labio inferior, quitando resquicios de la sangre que había quedado tras darle aquel beso inmortal. No quería que Ziel lo observase con aquellos rastros carmesí, pues le sería aún más difícil controlarse. Ahora no podía despegarse de él. Debía enseñarle cómo vivir en esta nueva vida. Debía cuidarlo y protegerlo más que antes.
"Bríndale felicidad". Esas palabras quedaron girando en la cabeza de Marcus por mucho rato. ¿A qué se refería? Miró a Bella en un impulso de efusiva felicidad. Marcus sonreía como un niño. Su corazón latía y sus manos temblaban. Ziel... Ziel estaba allí y era como él; ahora más que nunca. Comenzó a reír. No pudo evitarlo, y abrazó a Ziel con fuerzas. Escondió su rostro en el hueco de su hombro, aspirando su aroma. El humano tentador había desaparecido para dejar en su lugar un vampiro aún más tentador. Se separó de él un poco y sujetó su mentón suavemente con una mano. Lo miró a los ojos. Sus iris habían cambiado. Él era aún más hermoso y espléndido. No había rastros de heridas ni marcas desagradables en su cuerpo.
- Estás aquí, conmigo -susurró lentamente, permitiendo que cada sílaba saliera de su boca con perfecta armonía. El deseo se intensificaba en cada respiro. Y, pronto, Ziel comenzó a explorar. Era un neófito muy tierno, y Marcus se estaba derritiendo ante él. Su corazón goteaba lentamente aquel amor desbordante.
Al sentir su nariz rozando su mentón, Marcus se paralizó, dejando de respirar. ¿Quién lo diría? ¿Quién diría que el Siervo podría controlar al Amo alguna vez? Cerró los ojos, permitiéndole que recorriera su piel en búsqueda de nuevas sensaciones. Apoyó una mano en su nuca, enterrando los dedos entre su azulado cabello. Cuando él ascendió hasta mirarlo a los ojos, supo que aquella mirada depredadora indicaba solo una cosa: sed. Marcus parpadeó lentamente, acariciando su mejilla mientras ahora, su propio rostro, sentía la frialdad de aquellas manos que una vez fueron cálidas.
- Te sienta demasiado bien la inmortalidad, Ziel -susurró, sonriendo al cabo de unos segundos. Sin embargo, no pudo decir nada más, pues Ziel se abalanzó sobre él en aquel beso pasional. Marcus, sorprendido, lo dejó ser. Lo envolvió entre sus brazos. No quería dejarlo ir jamás. Ahora, estarían juntos por siempre... Y "por siempre" es un tiempo demasiado extenso. El vampiro mayor invadió cada centímetro de aquella boca de fresa. En un momento, recordó que Bella estaba allí presente, pero eran vampiros y cuando las emociones se apoderaban de todo nada se podía hacer. Sintió el deseo de poseer a Ziel allí mismo, pero en ese aspecto, sí pudo frenar sus impulsos sedientos de aquel amor desesperado. Presionó con ambas manos la cabeza de Ziel, provocando que la unión entre sus labios fuera inseparable. Sin embargo, se alejó un poco, apenas, permitiendo que un pequeño brillo salival apareciera entre los labios de ambos.
- Necesitas alimentarte -murmuró agitadamente. Había hecho demasiado esfuerzo en separarse, y el único motivo de ello fue el bienestar y la salud de Ziel. Sabía que la sangre humana sería más cálida y más grata en un momento como este, pero no podía arriesgarse a que Ziel matara a algún inocente allí. Tenían que ir a algún hospital y robar unas cuantas bolsas, pero mientras tanto, Ziel debería bastarse con él. Jamás le había dado su sangre a alguien, pues jamás tuvo un afecto lo suficientemente grande como para entregarse de aquel modo. Era algo sumamente importante para los vampiros el beber unos de otros. Era un símbolo de confianza y fidelidad extremos. Y ahora, él se entregaría a Ziel completamente, como antes el mismo Ziel se entregó a él una y otra vez.
Así es. Marcus O'Conell, el vampiro devastador, le entregaría su sangre y cada resquicio de su ser a aquel neófito sentenciado por el Tiempo.
- Bebe -siseó, ordenándole. Presionó sobre su nuca indicando el camino hasta la base de su cuello. Con su mano libre, comenzó a desatar su corbata, dejando la rígida piel marmórea a su disposición-. Bebe -insistió. No creía, sin embargo, que fuera a ser difícil lograr que Ziel hiciera caso. En su estado de conversión, no podría soportar el hambre y la tentación.
Los minutos transcurrieron y el primer temblor de su cuerpo fue percibido por las gélidas manos vampíricas. Marcus apoyó una de sus manos en la mejilla del chico, ladeando su rostro para sí. Lentamente recorrió con los dedos sus delicadas facciones, que se volvían más brillantes y más atrayentes. Los rastros marmóreos se extendían por su piel, volviéndola perfecta y devastadora para un ser enamorado como él. La esperanza latió en su pecho y no podía ver nada más que no fuera Ziel.
- Ziel -susurró en cuanto el joven abrió su ojo. Vio como aquel parche se alejó de su rostro. Sonrió, aliviado-. Estás aquí... Estás aquí con nosotros... -masculló emocionado. Mordió su labio inferior, quitando resquicios de la sangre que había quedado tras darle aquel beso inmortal. No quería que Ziel lo observase con aquellos rastros carmesí, pues le sería aún más difícil controlarse. Ahora no podía despegarse de él. Debía enseñarle cómo vivir en esta nueva vida. Debía cuidarlo y protegerlo más que antes.
"Bríndale felicidad". Esas palabras quedaron girando en la cabeza de Marcus por mucho rato. ¿A qué se refería? Miró a Bella en un impulso de efusiva felicidad. Marcus sonreía como un niño. Su corazón latía y sus manos temblaban. Ziel... Ziel estaba allí y era como él; ahora más que nunca. Comenzó a reír. No pudo evitarlo, y abrazó a Ziel con fuerzas. Escondió su rostro en el hueco de su hombro, aspirando su aroma. El humano tentador había desaparecido para dejar en su lugar un vampiro aún más tentador. Se separó de él un poco y sujetó su mentón suavemente con una mano. Lo miró a los ojos. Sus iris habían cambiado. Él era aún más hermoso y espléndido. No había rastros de heridas ni marcas desagradables en su cuerpo.
- Estás aquí, conmigo -susurró lentamente, permitiendo que cada sílaba saliera de su boca con perfecta armonía. El deseo se intensificaba en cada respiro. Y, pronto, Ziel comenzó a explorar. Era un neófito muy tierno, y Marcus se estaba derritiendo ante él. Su corazón goteaba lentamente aquel amor desbordante.
Al sentir su nariz rozando su mentón, Marcus se paralizó, dejando de respirar. ¿Quién lo diría? ¿Quién diría que el Siervo podría controlar al Amo alguna vez? Cerró los ojos, permitiéndole que recorriera su piel en búsqueda de nuevas sensaciones. Apoyó una mano en su nuca, enterrando los dedos entre su azulado cabello. Cuando él ascendió hasta mirarlo a los ojos, supo que aquella mirada depredadora indicaba solo una cosa: sed. Marcus parpadeó lentamente, acariciando su mejilla mientras ahora, su propio rostro, sentía la frialdad de aquellas manos que una vez fueron cálidas.
- Te sienta demasiado bien la inmortalidad, Ziel -susurró, sonriendo al cabo de unos segundos. Sin embargo, no pudo decir nada más, pues Ziel se abalanzó sobre él en aquel beso pasional. Marcus, sorprendido, lo dejó ser. Lo envolvió entre sus brazos. No quería dejarlo ir jamás. Ahora, estarían juntos por siempre... Y "por siempre" es un tiempo demasiado extenso. El vampiro mayor invadió cada centímetro de aquella boca de fresa. En un momento, recordó que Bella estaba allí presente, pero eran vampiros y cuando las emociones se apoderaban de todo nada se podía hacer. Sintió el deseo de poseer a Ziel allí mismo, pero en ese aspecto, sí pudo frenar sus impulsos sedientos de aquel amor desesperado. Presionó con ambas manos la cabeza de Ziel, provocando que la unión entre sus labios fuera inseparable. Sin embargo, se alejó un poco, apenas, permitiendo que un pequeño brillo salival apareciera entre los labios de ambos.
- Necesitas alimentarte -murmuró agitadamente. Había hecho demasiado esfuerzo en separarse, y el único motivo de ello fue el bienestar y la salud de Ziel. Sabía que la sangre humana sería más cálida y más grata en un momento como este, pero no podía arriesgarse a que Ziel matara a algún inocente allí. Tenían que ir a algún hospital y robar unas cuantas bolsas, pero mientras tanto, Ziel debería bastarse con él. Jamás le había dado su sangre a alguien, pues jamás tuvo un afecto lo suficientemente grande como para entregarse de aquel modo. Era algo sumamente importante para los vampiros el beber unos de otros. Era un símbolo de confianza y fidelidad extremos. Y ahora, él se entregaría a Ziel completamente, como antes el mismo Ziel se entregó a él una y otra vez.
Así es. Marcus O'Conell, el vampiro devastador, le entregaría su sangre y cada resquicio de su ser a aquel neófito sentenciado por el Tiempo.
- Bebe -siseó, ordenándole. Presionó sobre su nuca indicando el camino hasta la base de su cuello. Con su mano libre, comenzó a desatar su corbata, dejando la rígida piel marmórea a su disposición-. Bebe -insistió. No creía, sin embargo, que fuera a ser difícil lograr que Ziel hiciera caso. En su estado de conversión, no podría soportar el hambre y la tentación.
- Marcus O'Conell
Cantidad de envíos :
437
Re: Mercado
Escuchar de nuevo su voz, era demasiado gratificante. Por alguna razón, no quería oír nada más que salir mi nombre de sus labios. Una y otra vez, infinitas si hiciera falta. Contaminaba mi cabeza de una manera asombrante, nublándola toda entera. En este estado, era aún más embriagador. No era consciente de que estos instintos comenzaban a llevarme lentamente a lo que sería un verdadero vampiro. Durante un tiempo, seguiría siendo igual que un pequeño infante inmortal, al que debían enseñarle.
Entre tanto, seguía nadando en su tacto, en el baile de su boca. Lentamente, arrastré los brazos, rodeándole el cuello. Ejercí fuerza, sin saber bien cuánta emanaba o cuál sería el límite que pudiera dar. Marcus no podría escaparse con tan duro abrazo. Ahora, ya no sentía tanto el frío de Marcus, pues ambos teníamos aproximadamente la misma temperatura. Aunque mi cuerpo sostuviera algunas décimas de más por haber sido anteriormente humano. Humano. Pareciera mentira que ya fuera un vampiro y finalmente mi deseo se cumpliera. No podía ser más feliz en este momento.
Sobre el regazo de Marcus, doble las rodillas en el suelo, elevando mi estatura una cuarta más que él. Pegué el pecho todo lo que pude al suyo. En ninigún momento dejé de enredar su lengua en el gesto más pasional de todos. Ya no era esclavo de una respiración necesitada. Podía parar unos segundos cuando quisiera, a diferencia de antes. ¿Por qué entonces no aprovechar esta ventaja?
Cuando se separó, volví a abrir los ojos. Besé su mejilla, abrazándole durante unos segundos más. Tampoco hacía falta desencadenarse. Teníamos toda la Inmortalidad por delante. Sin duda, estaríamos juntos, hasta el final. Los tres, como al principio. Negué con la cabeza y una sonrisa a sus palabras. Giré para ver a Bella y una tierna sonrisa infantil decoró el rostro de aquel blanquecino ángel. Regresé los ojos a Marcus, introduciéndome en sus ojos más tiempo.
-Te equivocas. Seguro que parezco más niño que antes. - Me quejé echando la cabeza hacia atrás, soltando un suspiro. Si se había quedado plasmado el mismo rostro, pero con la diferencia de ser más pálido; sin duda seguiría pareciendo un niño. Y sin embargo, ya superaba la mayoría de edad. ¿Por qué se me otorgó un cuerpo que envejeciera tan sumamente lento?
Volví a besar su mejilla, olfateando de nuevo su piel. Se me hacía extraño todavía. Arrugué el ceño, sujetando su camisa por delante.
-Marcus... ¿esto es la Sed? - Pregunté, marcando con la mano la zona de su garganta que ejecutaba la angustia de sangre. Debía de ir aprendiendo cómo identificarla para futuros, así lograría controlarme algún día como lo hacían ellos, sin necesidad de beber durante un tiempo. Aunque era difícil teniendo allí a Bella y Marcus. Solamente tener a este último cerca, me provocaba y necesitaba de su sangre. Siempre se decía que la Sed nunca se calma a menos que bebas de tu ser más preciado. Y en este caso, había dos personas. ¿Sería, que hasta que no bebiera la sangre de ambos, esto no desaparecería? Negué con la cabeza en la misma curva del cuello de Marcus.
Coloqué una mano en su hombro. Asentí lo que dijo. Realmente pareció leer mi mente, pues cuanto más le olía, más lo deseaba. Cerré los ojos con fuerza. Desconocía la mejor forma y postura para beber su sangre. Además, era la primera vez que iba a hacerlo, y no sabía cómo. Abrí la boca, mostrando los colmillos al aire. Abrí los ojos, observando a Marcus de reojo. Cerré la boca, parando para hablar.
-Prometo hacerlo lo mejor que pueda. - Comenté, sin sentirme seguro de esto. Dejé que mis instintos volvieran a llevarme. Acaricié su hombro con la mano y la mejilla, aspirando su aroma, haciendo la forma de su cuello. La emoción estaba a punto de desbordarme. Rápidamente, agarré con fuerza su camisa y la palma de la mano recorrió hasta casi su nuca. Lamí su cuello, igual que un cachorro. Ahora sí, abrí la boca, conmovido por el éxtasis y mordí su cuello con rudeza y fuerza.
No sabía cuánto ejercer sobre el cuello de Marcus para que saliera sangre. En cambio, no hizo falta responderse esa pregunta. Empezó a emanar la sangre de su cuello. Una vez mi boca se llenó de tan fresca y agradable sangre, tragué. Juegué con la lengua en su herida, divirtiéndose en la fuente de vida. Me acomodé mejor, moviendo el cuerpo para no desperdiciar ni una sola gota. Esto... realmente era anestesiante y agobiaba el resto de sentidos. Conseguía nublarme por momentos. Hasta que finalmente lo hizo del todo.
Sin darme cuenta, la mano se hizo garra y perforé su camisa; clavándose la otra en su espalda posesivamente. Quería más de él, quería beber más. Abrí más la boca, e instintivamente volví a morder violentamente. Escarvé con los colmillos en su cuello, depredador.
Y durante un buen rato, intenté saciar la Sed. No terminó por irse, pues la Sed por Bella permanecía latiendo.
Aflojé el agarré de Marcus, arrastrado la cabeza desde su cuello hasta su pecho. Aceptaba que no iba a desaparecer por el momento. Regresé a la posición que tenía nada más despertar, despositando la mejilla en la zona de su corazón. El mío, todavía golpeaba emocionado y la respiración continuaba igual de agitada que si volviera a ser mortal. Cerré los ojos, devastado por tan gratificante placer de sangre. Sí, se sentía bien. Aunque la imagen que proyectaba al exterior, no resultara del todo "bonita".
Tenía toda la boca llena de sangre, e incluso, de la emoción también hasta la nariz y la barbilla. La ropa también se había manchado y había manchas rojas cayendo por mi propio cuello y el pecho descubierto.
Al levantar los párpados y observar la carnicería que había hecho en el cuello de Marcus, no pude evitar sentirme culpable.
-Marcus, lo siento. - Erguí de nuevo el cuerpo, poniendo la cabeza sobre su mentón. - Yo no sé hacer esto. He perdido el control en cuanto la probé. No quería hacer... eso. - Desagradaba mirarlo, así que desplegué el cuello de su camisa ensangrentada, para que nadie más viera. Clavé los ojos en Bella, instintivamente. - ¿Me perdonas? - El rubí se clavó en su reflejo, pero poco a poco fue perdiendo color, convirtiéndose en aquel azul de siempre. Al menos recuperé la calma.
Entre tanto, seguía nadando en su tacto, en el baile de su boca. Lentamente, arrastré los brazos, rodeándole el cuello. Ejercí fuerza, sin saber bien cuánta emanaba o cuál sería el límite que pudiera dar. Marcus no podría escaparse con tan duro abrazo. Ahora, ya no sentía tanto el frío de Marcus, pues ambos teníamos aproximadamente la misma temperatura. Aunque mi cuerpo sostuviera algunas décimas de más por haber sido anteriormente humano. Humano. Pareciera mentira que ya fuera un vampiro y finalmente mi deseo se cumpliera. No podía ser más feliz en este momento.
Sobre el regazo de Marcus, doble las rodillas en el suelo, elevando mi estatura una cuarta más que él. Pegué el pecho todo lo que pude al suyo. En ninigún momento dejé de enredar su lengua en el gesto más pasional de todos. Ya no era esclavo de una respiración necesitada. Podía parar unos segundos cuando quisiera, a diferencia de antes. ¿Por qué entonces no aprovechar esta ventaja?
Cuando se separó, volví a abrir los ojos. Besé su mejilla, abrazándole durante unos segundos más. Tampoco hacía falta desencadenarse. Teníamos toda la Inmortalidad por delante. Sin duda, estaríamos juntos, hasta el final. Los tres, como al principio. Negué con la cabeza y una sonrisa a sus palabras. Giré para ver a Bella y una tierna sonrisa infantil decoró el rostro de aquel blanquecino ángel. Regresé los ojos a Marcus, introduciéndome en sus ojos más tiempo.
-Te equivocas. Seguro que parezco más niño que antes. - Me quejé echando la cabeza hacia atrás, soltando un suspiro. Si se había quedado plasmado el mismo rostro, pero con la diferencia de ser más pálido; sin duda seguiría pareciendo un niño. Y sin embargo, ya superaba la mayoría de edad. ¿Por qué se me otorgó un cuerpo que envejeciera tan sumamente lento?
Volví a besar su mejilla, olfateando de nuevo su piel. Se me hacía extraño todavía. Arrugué el ceño, sujetando su camisa por delante.
-Marcus... ¿esto es la Sed? - Pregunté, marcando con la mano la zona de su garganta que ejecutaba la angustia de sangre. Debía de ir aprendiendo cómo identificarla para futuros, así lograría controlarme algún día como lo hacían ellos, sin necesidad de beber durante un tiempo. Aunque era difícil teniendo allí a Bella y Marcus. Solamente tener a este último cerca, me provocaba y necesitaba de su sangre. Siempre se decía que la Sed nunca se calma a menos que bebas de tu ser más preciado. Y en este caso, había dos personas. ¿Sería, que hasta que no bebiera la sangre de ambos, esto no desaparecería? Negué con la cabeza en la misma curva del cuello de Marcus.
Coloqué una mano en su hombro. Asentí lo que dijo. Realmente pareció leer mi mente, pues cuanto más le olía, más lo deseaba. Cerré los ojos con fuerza. Desconocía la mejor forma y postura para beber su sangre. Además, era la primera vez que iba a hacerlo, y no sabía cómo. Abrí la boca, mostrando los colmillos al aire. Abrí los ojos, observando a Marcus de reojo. Cerré la boca, parando para hablar.
-Prometo hacerlo lo mejor que pueda. - Comenté, sin sentirme seguro de esto. Dejé que mis instintos volvieran a llevarme. Acaricié su hombro con la mano y la mejilla, aspirando su aroma, haciendo la forma de su cuello. La emoción estaba a punto de desbordarme. Rápidamente, agarré con fuerza su camisa y la palma de la mano recorrió hasta casi su nuca. Lamí su cuello, igual que un cachorro. Ahora sí, abrí la boca, conmovido por el éxtasis y mordí su cuello con rudeza y fuerza.
No sabía cuánto ejercer sobre el cuello de Marcus para que saliera sangre. En cambio, no hizo falta responderse esa pregunta. Empezó a emanar la sangre de su cuello. Una vez mi boca se llenó de tan fresca y agradable sangre, tragué. Juegué con la lengua en su herida, divirtiéndose en la fuente de vida. Me acomodé mejor, moviendo el cuerpo para no desperdiciar ni una sola gota. Esto... realmente era anestesiante y agobiaba el resto de sentidos. Conseguía nublarme por momentos. Hasta que finalmente lo hizo del todo.
Sin darme cuenta, la mano se hizo garra y perforé su camisa; clavándose la otra en su espalda posesivamente. Quería más de él, quería beber más. Abrí más la boca, e instintivamente volví a morder violentamente. Escarvé con los colmillos en su cuello, depredador.
Y durante un buen rato, intenté saciar la Sed. No terminó por irse, pues la Sed por Bella permanecía latiendo.
Aflojé el agarré de Marcus, arrastrado la cabeza desde su cuello hasta su pecho. Aceptaba que no iba a desaparecer por el momento. Regresé a la posición que tenía nada más despertar, despositando la mejilla en la zona de su corazón. El mío, todavía golpeaba emocionado y la respiración continuaba igual de agitada que si volviera a ser mortal. Cerré los ojos, devastado por tan gratificante placer de sangre. Sí, se sentía bien. Aunque la imagen que proyectaba al exterior, no resultara del todo "bonita".
Tenía toda la boca llena de sangre, e incluso, de la emoción también hasta la nariz y la barbilla. La ropa también se había manchado y había manchas rojas cayendo por mi propio cuello y el pecho descubierto.
Al levantar los párpados y observar la carnicería que había hecho en el cuello de Marcus, no pude evitar sentirme culpable.
-Marcus, lo siento. - Erguí de nuevo el cuerpo, poniendo la cabeza sobre su mentón. - Yo no sé hacer esto. He perdido el control en cuanto la probé. No quería hacer... eso. - Desagradaba mirarlo, así que desplegué el cuello de su camisa ensangrentada, para que nadie más viera. Clavé los ojos en Bella, instintivamente. - ¿Me perdonas? - El rubí se clavó en su reflejo, pero poco a poco fue perdiendo color, convirtiéndose en aquel azul de siempre. Al menos recuperé la calma.
- Ziel A. Carphatia
Cantidad de envíos :
1180
Localización : Quién sabe.
Empleo /Ocio : Alumno a tiempo parcial y zorro el resto del día (?)
Humor : No te acerques por si acaso...
Re: Mercado
Negó con la cabeza ante aquellas palabras. ¿Más niño que antes? No, no creía que fuera así. Pero, personalmente, para él Ziel siempre sería una especie de niño frágil y delicado, al cual es necesario enseñarle lecciones de vida y cómo poder sobrevivir en un mundo tan hostil. Acarició suavemente su cabello. Observó cada facción suya, recorriendo con sus rojos ojos cada centímetro de aquel nuevo cuerpo. Finalmente, clavó su mirada en sus ojos, al momento en que escuchó la pregunta de Ziel. Marcus asintió y emitió aquella orden, la cual el antiguo humano no tardó en acatar.
- Lo harás bien -susurró, brindándole confianza.
Un escalofrío recorrió su cuerpo por completo. Ziel danzaba con sus labios sobre su cuello. Seguidamente, sintió aquella humedad turbia de una lengua helada y filosa. Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás. Que lo tomara todo si era lo que necesitaba. Se lo entregaba todo aquí y ahora. Cada parte de él, sería cada parte de Ziel. Sus finos y delicados colmillos no tardaron en abrirse paso por su piel. El pinchazo fue dulce pero feroz. Marcus sujetó la nuca de Ziel, presionando sobre su cuello. Pronto sintió cómo comenzaba a succionar y extraer aquel líquido vital. Marcus no era cualquier vampiro, por lo que Ziel se vería provisto de soberana fuerza y energía. Entreabrió los labios, entrando en aquel éxtasis. ¿Así es como se siente que alguien beba de lo más ínfimo del ser? Marcus se estremeció, sintiendo como gota a gota su sangre escapaba de su cuerpo.
Cuando concluyó, se recostó otra vez como estaba hace unos momentos. Marcus lo observó a los ojos y sonrió sutilmente. Se puso de pie con Ziel en brazos. Aunque sabía que ya podía caminar, mejor era tenerlo bien cerca. La sangre hacía un desbordante camino por el cuello de Marcus, manchando su camisa y llegando a teñir incluso su pecho. Observó cierto arrepentimiento y temor en los ojos del joven. Se acercó a él y besó con suavidad su frente.
- No te preocupes, Ziel. No me has hecho daño -murmuró para tranquilizarlo. Y en cierto sentido, ¿qué era esto sino una caricia para un vampiro como Marcus?
Miró a Bella. Sería mejor que Ziel y ella hablaran. Pero ahora mismo, el vampiro se encontraba en la irremediable necesidad de pasar un momento con Ziel a solas. Quería hablarle sobre lo que acababa de suceder. Quería intruirle un poco antes de dejarlo solo con cualquier otra persona. Y no es que desconfiara de Bella y sus capacidades para retener a un crío, pero Ziel era demasiado enérgico e impulsivo ahora, y Bella siempre fue demasiado permisiva. Además, la conversión estaba bajo su responsabilidad, pues él había decidido aceptar la ayuda de Vladimir y, a su vez, él había guiado a Ziel hasta este maldito destino.
- Te encontraremos al amanecer -dijo mirándola a los ojos, con aquella mirada turbia de un vampiro de su calibre. Sin embargo, sus pupilas no abandonaban aquella dulzura recóndita. Miró a Ziel-. Tienes mucho que aprender -musitó, y comenzó a caminar, alejándose de allí.
- Lo harás bien -susurró, brindándole confianza.
Un escalofrío recorrió su cuerpo por completo. Ziel danzaba con sus labios sobre su cuello. Seguidamente, sintió aquella humedad turbia de una lengua helada y filosa. Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás. Que lo tomara todo si era lo que necesitaba. Se lo entregaba todo aquí y ahora. Cada parte de él, sería cada parte de Ziel. Sus finos y delicados colmillos no tardaron en abrirse paso por su piel. El pinchazo fue dulce pero feroz. Marcus sujetó la nuca de Ziel, presionando sobre su cuello. Pronto sintió cómo comenzaba a succionar y extraer aquel líquido vital. Marcus no era cualquier vampiro, por lo que Ziel se vería provisto de soberana fuerza y energía. Entreabrió los labios, entrando en aquel éxtasis. ¿Así es como se siente que alguien beba de lo más ínfimo del ser? Marcus se estremeció, sintiendo como gota a gota su sangre escapaba de su cuerpo.
Cuando concluyó, se recostó otra vez como estaba hace unos momentos. Marcus lo observó a los ojos y sonrió sutilmente. Se puso de pie con Ziel en brazos. Aunque sabía que ya podía caminar, mejor era tenerlo bien cerca. La sangre hacía un desbordante camino por el cuello de Marcus, manchando su camisa y llegando a teñir incluso su pecho. Observó cierto arrepentimiento y temor en los ojos del joven. Se acercó a él y besó con suavidad su frente.
- No te preocupes, Ziel. No me has hecho daño -murmuró para tranquilizarlo. Y en cierto sentido, ¿qué era esto sino una caricia para un vampiro como Marcus?
Miró a Bella. Sería mejor que Ziel y ella hablaran. Pero ahora mismo, el vampiro se encontraba en la irremediable necesidad de pasar un momento con Ziel a solas. Quería hablarle sobre lo que acababa de suceder. Quería intruirle un poco antes de dejarlo solo con cualquier otra persona. Y no es que desconfiara de Bella y sus capacidades para retener a un crío, pero Ziel era demasiado enérgico e impulsivo ahora, y Bella siempre fue demasiado permisiva. Además, la conversión estaba bajo su responsabilidad, pues él había decidido aceptar la ayuda de Vladimir y, a su vez, él había guiado a Ziel hasta este maldito destino.
- Te encontraremos al amanecer -dijo mirándola a los ojos, con aquella mirada turbia de un vampiro de su calibre. Sin embargo, sus pupilas no abandonaban aquella dulzura recóndita. Miró a Ziel-. Tienes mucho que aprender -musitó, y comenzó a caminar, alejándose de allí.
- Marcus O'Conell
Cantidad de envíos :
437
Re: Mercado
Mi cuerpo reaccionó a la par que el de Marcus. ¿Qué es lo que le esta ocurriendo a Ziel? ¿Qué es lo que le pasa? Dejé que Marcus sujetara su cuerpo, ahora inerte, con una leve respiración que pronto se apagaría. Le costaba cada vez más hablar y su voz se apagó definitivamente con un "Os amo". Mi cuerpo se quedó completamente rígido y sin saber cómo reaccionar. ¿Qué es lo que acaba de pasar?... ¿Ziel había muerto? No. En realidad no podía creerlo. No podía creer que Ziel haya dejado este mundo así sin mas, sin avisar. Me arrodillé cerca de él, de su cuerpo. Mirándole anonadada.
Marcus me miró y seguidamente sacó dos frasquitos. ¿Qué era lo que contenía? Cuando lo destapó lo supe de inmediato. El veneno de un Sangre Pura.. ¿Cómo había conseguido eso? Quizás fuera de la persona que detecté al llegar... Sacudí la cabeza pensado que aquello no podía ser real. Cuando se lo incrustó directamente en el corazón pegué un grito casi inaudible, como para mí. Ziel tenía que volver, Ziel no podía morir, y ahora que su corazón había dejado de latir, ¿cómo funcionaría aquel veneno? Ziel, por favor no nos dejes.. No nos dejes así. Vuelve.. Susurré dejando derramar las pequeñas lágrimas que salían de mis ojos.
Después de dar mil vueltas, de observar a Ziel sin que hubiera señales algunas, por fin su cuerpo reaccionó necesitando respirar. No me lo podía creer... Esta bien, ha vuelto con nosotros! Mi cara no podía reflejar más felicidad en este momento. Está bien.. Ya esta bien.. Dije mientras sonreía y limpiaba mis lágrimas. Ahora Ziel era uno de los nuestros, ahora podría sentirse bien y no indefenso como lo era antes. Observé su nuevo yo. Su nuevo cuerpo de mármol... Era precioso. Le sentaba bien la inmortalidad.
Observé a Marcus. Estaba más feliz que nunca, jamás le había visto así. Se notaba que le amaba de verdad. Que si lo perdía, él se iría con él. Dejé que le abrazara e hiciera todo lo que quisiera con él. Se amaban como yo le amaba a él. Supongo que este triangulo amoroso es algo extraño. Porque aunque me moleste que Marcus bese a Ziel, por otro lado me siento feliz porque son felices en su conjunto.
Volví a mirar a Ziel que me devolvió aquella sonrisa que tanto me gustaba. Parecía un ángel, un pequeño y adorable ángel. Mi ángel.
Sonreí cuando Ziel comenzaba a experimentar todo lo que conlleva ser un vampiro. Los colores, los olores, y sobretodo la sed... Lo más duro de ser un vampiro es aprender a controlarla.
Observé detenidamente como se alimentaba por primera vez. Era extraño ver como Ziel hacía aquello. Ya que cuando le conocí no podía ni mencionar a los vampiros, ni si quiera estar a mi lado. Me hacía gracia esta situación pero me alegraba mucho por él. Estaba aquí con nosotros. Vivo.
Cuando terminó, me miró y me dijo "¿Me perdonas?" No entendía muy bien por qué había dicho aquello. Ahora estaba confusa.
Volví a mirar a Marcus y asentí mirando como se iban. Evidentemente yo no me iba a quedar allí. Salí detrás de ellos pensando en lo sucedido.
Marcus me miró y seguidamente sacó dos frasquitos. ¿Qué era lo que contenía? Cuando lo destapó lo supe de inmediato. El veneno de un Sangre Pura.. ¿Cómo había conseguido eso? Quizás fuera de la persona que detecté al llegar... Sacudí la cabeza pensado que aquello no podía ser real. Cuando se lo incrustó directamente en el corazón pegué un grito casi inaudible, como para mí. Ziel tenía que volver, Ziel no podía morir, y ahora que su corazón había dejado de latir, ¿cómo funcionaría aquel veneno? Ziel, por favor no nos dejes.. No nos dejes así. Vuelve.. Susurré dejando derramar las pequeñas lágrimas que salían de mis ojos.
Después de dar mil vueltas, de observar a Ziel sin que hubiera señales algunas, por fin su cuerpo reaccionó necesitando respirar. No me lo podía creer... Esta bien, ha vuelto con nosotros! Mi cara no podía reflejar más felicidad en este momento. Está bien.. Ya esta bien.. Dije mientras sonreía y limpiaba mis lágrimas. Ahora Ziel era uno de los nuestros, ahora podría sentirse bien y no indefenso como lo era antes. Observé su nuevo yo. Su nuevo cuerpo de mármol... Era precioso. Le sentaba bien la inmortalidad.
Observé a Marcus. Estaba más feliz que nunca, jamás le había visto así. Se notaba que le amaba de verdad. Que si lo perdía, él se iría con él. Dejé que le abrazara e hiciera todo lo que quisiera con él. Se amaban como yo le amaba a él. Supongo que este triangulo amoroso es algo extraño. Porque aunque me moleste que Marcus bese a Ziel, por otro lado me siento feliz porque son felices en su conjunto.
Volví a mirar a Ziel que me devolvió aquella sonrisa que tanto me gustaba. Parecía un ángel, un pequeño y adorable ángel. Mi ángel.
Sonreí cuando Ziel comenzaba a experimentar todo lo que conlleva ser un vampiro. Los colores, los olores, y sobretodo la sed... Lo más duro de ser un vampiro es aprender a controlarla.
Observé detenidamente como se alimentaba por primera vez. Era extraño ver como Ziel hacía aquello. Ya que cuando le conocí no podía ni mencionar a los vampiros, ni si quiera estar a mi lado. Me hacía gracia esta situación pero me alegraba mucho por él. Estaba aquí con nosotros. Vivo.
Cuando terminó, me miró y me dijo "¿Me perdonas?" No entendía muy bien por qué había dicho aquello. Ahora estaba confusa.
Volví a mirar a Marcus y asentí mirando como se iban. Evidentemente yo no me iba a quedar allí. Salí detrás de ellos pensando en lo sucedido.
- Bella.N.Gring
Cantidad de envíos :
2550
Edad : 29
Página 10 de 10. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10
Página 10 de 10.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Lun Ene 01, 2024 11:07 pm por Ichihara Yuuko
» Plaza del pueblo
Miér Jul 01, 2020 3:36 pm por Issei Chrane
» Define en una palabra.
Sáb Oct 12, 2019 3:06 pm por Fraiah B. Eslin
» Que harias con el de arriba si se quedaran en cerrados en un habitación.
Jue Oct 10, 2019 9:42 pm por Ziel A. Carphatia
» Edificios abandonados
Dom Abr 22, 2018 9:41 pm por Ryu Olivier
» Calles
Dom Mayo 21, 2017 7:11 pm por Lisbeth C.
» El que llegue a 100 gana
Sáb Ene 21, 2017 9:21 pm por Nathan Von Kleist
» ¿Roleas?
Miér Ene 04, 2017 12:52 am por Celest Blaze
» ¿Qué estás escuchando?
Lun Dic 19, 2016 1:56 am por Rangiku Matsumoto