~ Vampire Knight: Academia Cross ~
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    Mensaje por Kaien Cross Sáb Ago 22, 2009 5:04 pm

    Recuerdo del primer mensaje :

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    Mensaje por Kasha Oskan Dom Mayo 19, 2013 9:59 pm

    - Entonces, si sabias que habia una manera de proteger a Bella por ti mismo, por que no lo hiciste?, por que no pediste que te enseñaramos a pelear?, sigue sonando una excusa Ziel, da igual por donde lo mires
    Me rei siniestra al oir hablar asi de los cazadares, era cierto que eramos orgullosos y muchos de nosotros vengativos, yo la primera, me quise vengar de Rima cuando mato a Jasper, me quiero vengar de Katrina por matar a Alec y quiero vengarme de Alec por haberme usado como un objeto y haberme traicionado de ese modo. Pero los cazadores tambien tenemos sentimientos y nos duele cada vez que perdemos una vida humana, porque significa que no hemos hecho nada para evitarlo.
    - No creas que conoces a los cazadores, no solo nos movemos por el orgullo y la venganza, no matamos por placer, queremos que esta absurda guerra termine, pero es algo muy complicado, no todos los vampiros aceptan las pastillas de sangre y no todos los pura sangres son capaces de controlar sus ganas de matar, nosotros existimos para controlar que no destruyan al ser humano, es decir, a ti- saque el cuchillo que le habia quitado con anterioridad a Ziel, estaba cansandome de esta estupidez y cada vez me costaba mas y mas no cortarlo en mil pedazos.
    - Para mi no eres mi familia, pero si para Kai, eres lo unico que le queda, por eso deseo que lo conserve, aunque tu no aceptes que sois hermanos, yo se mucho mejor que tu qué es estar solo y no tener familia, y tu, aunque no sea de sangre, tienes una familia, y esa familia te protegera, y no me digas que es Marcus, porque si realmente fuera tu familia, no te usaria como a un esclavo- clave el cuchillo en la pared justo al lado de la cabeza de Ziel y me aparte apenas unos centimetros de el, queria ver si tenia las agallas para intentar matarme y que me diera la excusa perfecta para dejarlo inconsciente y llevarlo a Kai, puede que el supiera manejar mejor su doble personalidad.
    - Esa parte de ti Ziel, no es mas que la locura que ha implantado en ti ese sello de tu ojo, es un efecto secundario que tienen los tratos, vuelven loca a la gente, los cazadores que te acompañan, no solo es para vigilarte, sino para evitar que mates a alguien, porque la verdad, no serias el primero que lo hace- de un tiron de la cadena, la solte de la pared volviendo a crear un circulo alrededor mia, en esa posicion, la cadena no solo me servia para atacar en cualquier momento, con un solo tiron hacia arriba, la cadena se colocaria alrededor de mi cuerpo siendo mi escudo, aunque tambien me dañaria.
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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Jue Mayo 23, 2013 10:51 pm

    Blah, blah, blah. Sus palabras estaban levantándome un dolor de cabeza insoportable. Y ya estaba cansado, qué dicha. Afilé mi lengua, sacándola por los labios en un gesto burlón hacia la cazadora. Poco me importaban sus consejos.
    -¿Quién te ha dicho a ti que no lo hice? ¿Quién disparó a ese pelirrojo cuando Bella estaba herida? Qué mala memoria, por favor. - Miré el disparo de mi brazo y reí por dentro. Si Marcus estuviera aquí no dejaría que esta herida se hubiera provocado, y menos que estuviera sangrando tan animalmente. Cerré los ojos con un suspiro y volví a mirar a la cazadora. - Porque ninguno me habriais enseñado. Simplemente os pondríais a la defensiva, como normalmente hacéis, y volvería a estar en la retaguardia sin ninguna posibilidad. Así pasó cuando nosotros fuimos a las cocinas en la fiesta. En el momento en que Bella fue dañada, estábamos completamente indefensos. Y si no hubiera sido por la Bloody de Yagari, hoy estaríamos los dos bajo tierra. - Terminé escupiendo las últimas palabras con desprecio. Si esa pistola no hubiera llegado a mis manos, ese pelirrojo -y quién sabe si el propio Marcus también-, no habrían dejado que viéramos la luz del día siguiente.

    -No, no los conozco. Cada vez saltan por una nueva salida, y ya no sé qué más esperar de ellos. - Sí, me sentía mancillado por esos cazadores por sus tratos, por esos golpes en la puerta de los dormitorios o esos interrogatorios que parecían consumir mi vida en ese maldito váter. Volví a sonreír. Puse un dedo en los labios de la cazadora, frenando su habla. - Shh, cazadora. Tú misma me has reconocido que matas por placer. - La sonrisa se ensanchó macabramente. - Ah, ¿queréis que esto termine? Y cuando eso pase, ¿qué haréis los cazadores si os quitan todas vuestras armas? Nada. Sólo ser unos tristes muertos de hambre y unos desdichados el resto de vuestras vidas. - Sentencié cual juez. En el fondo no querían que esto acabe, pues ellos se quedarían sin trabajo y sus vidas volverían a ser igual de aburridas que siempre. Há. Puede que lo único que querían era que no siguieran más muertes de humanos bajo todo esto, pero... ¿qué sería una guerra sin la destrucción del enemigo?

    -Oh, pobre Kasha. Pobre de la huerfanita de Kasha. Me emocionas cuando hablas. - Una lágrima falsa por una mejilla, y otra por el otro lado. Perfecta interpretación melodramática. - Si lo considero o no como tal, no es asunto tuyo. Incluso si me trata como un esclavo, no es tu criterio el que debe permanecer en mi decisión. - La miré a esos extraños ojos desde arriba, aprovechando la altura de más que tenía ahora para que resultara más inquisidor. Rápidos, mis ojos fueron a parar al cuchillo de la pared. Esa vocecilla de mi cabeza seguía siseando que la matara. No sólo a ella, sino al resto de cazadores también. Sin embargo, había madurado y esto sería un verdadero suicidio. En el momento que intentara hacer algo, me reducirían a cenizas. Y tenía demasiadas cosas que hacer todavía.

    Lo quité de la pared y observé su afilado canto con una ternura fuera de sí. Encogí los hombros, dejando que el aire se llevara las palabras malsonantes de Kasha. No iba a enfurecerme porque sería un desperdicio, y además, el dolor de mi brazo no disminuía. Todo lo contrario, aumentaba a cada segundo. Sabía que llegaría de un momento a otro que si la pérdida de sangre era abundante, perdería el conocimiento; sin decir que podría perder la vida por un simple balazo.

    -¿Quién sabe de ello? Quizás las bajas de cazadores también están provocadas por los humanos que estamos cansados de acatar órdenes. - Sonreí otra vez, enseñando los colmillos. Con eso dejaba al aire si había matado a un cazador o no. Había estado a punto, pero por suerte tenía algún conocimiento para conocer si moriría o no por un golpe u otro. Jugueteé con el cuchillo, hasta que me cansé y lo guardé en el bolsillo.
    Erguí el cuerpo, apartándome de la pared. La capucha regresó sobre mi cabeza y sonreí nuevamente. Limpié con delicadeza el corte de la mejilla y empecé a caminar tranquilamente; paseando como antes estábamos haciendo. Estaba perdiendo mi valioso tiempo con palabrerías de la cazadora. Y tenía una herida que sanar.
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    Mensaje por Kasha Oskan Jue Mayo 23, 2013 11:19 pm

    El mocoso me habia cansado, no lo soportaba mas, y lo que pensaba hacer con el, no debia ser visto por los demas cazadores, por lo que opto por echarlos.
    - Largo todos de aqui, y si veo a alguno asomar la cabeza a 4 manzanas a la redonda, sere yo misma quien le arranque la cabeza- los cazadores se esfumaron del lugar en un abrir y cerrar de ojos sin dejar rastro alguno de su presencia, mas les valia no aparecer por alli, porque la verdad, tenia ganas de matar a alguien.
    Ciel empezó a andar como si nada, tan creido y malcriado como estaba siempre. Deje caer al suelo la cadena que sujetaba con un golpe sordo y con un hilo muy fino, pero muy resistente, consegui atrapar uno de los tobillos de Ziel y al tirar del hilo provoque su caida contra el suelo y antes de que pudiera Ziel apenas moverse de la caida, lo gire y me sente encima de su estomago pillando con las rodillas, en una ferrea carcel, los brazos de Ziel impidiendole cualquier movimiento.
    - Dime Ziel, donde esta ahora tu querido amo??, es que a caso no es capaz de rescatarte de una cazadora de pacotilla como yo que disfruta matando vampiros que han perdido el juicio??- mi pelo normalmente recogido, estaba suelto por lo que al estar mirando hacia abajo tapaba parcialmente mi cara y junto a mi risa, parecida a la de una chica desquiciada con un toque de bruja , no parecia augurar nada bueno.
    - Tus palabras me son indiferentes, yo se por que luchamos los cazadores, se por que lucho yo dentro de la organizacion y se por que matare a Marcus y tu seguiras con vida, aunque eso suponga que muera en el intento, uno tras otro, siempre aprace en este pueblo un vampiro que quiere destruirlo todo, pero ellos nunca ganan, aunque nosotros tampoco, pero es algo que sabemos- me tumbe practicamente encima de el, manchando mi ropa con su sangre, rozando su nariz con la mia con una sonrisa siniestra que cruzaba mi cara y mirando directamente a Ziel con mis ojos negros manchados con calaveras que mostraban una gran oscuridad casi imposible de reparar
    - Mi pregunta es..., cuando mate a Marcus... que me haras a mi??- dije susurrando, queria terminar de provocar esa parte loca procedente de la marca del trato, queria ver su reaccion, ver hasta que punto podia llegar y ver si asi podia hacer que volviera el verdadero Ziel
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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Vie Mayo 24, 2013 12:58 pm

    Seguí caminando como si la feria realmente no fuera conmigo, y yo fuera un simple espectador más, tal y como resultaban esos cazadores. Sonreí viendo cómo Kasha conseguía vociferar y que esa panda de incompetentes se marchara del lugar. Igual que ellos, hice una reverencia a la cazadora dispuesto a seguir sus órdenes. Ya nada había de interés en el lugar.
    Sin embargo, la chica no dejaba de tocarme la moral. Y nunca mejor dicho. Al echar un pie delante del otro, hubo una resistencia jamás vista. Por un momento creía que pasaba lo mismo que cuando mi cuerpo fue usurpado por ese ojo maldito. Pero me equivocaba más de lo que pensaba. Un hilo estaba agarrado a mi tobillo, y al seguir éste me encontré con Kasha en la otra punta.

    -¿Por qué no dejas de tocar las narices y te vas a Kasha a consolar a Kai por su hermano perdido, eh? - Maldita sea, no estaba haciendo nada y la cazadora tenía ganas de linchar a alguien. ¡Qué casualidad! Ese alguien siempre tenía que ser yo. Esto colmaba más mi límite y las ganas de matar aumentaban por momentos. Sobretodo si esa sofocante voz seguía susurrando en mi cabeza: "mátala, mátala, mátala".

    Al intentar tirar del pie para que la cazadora soltara el hilo, caí al suelo. Apreté los dientes volviendo mi vista hacia ella, al mismo tiempo que se sentaba en mi estómago. ¿Qué demonios hacía esta tipa?

    -Matando a tus compañeros de sangre. - Reí irónico, enorgullecido del pasatiempo de Marcus. A más de un cazador quitária yo de en medio y sin ninguna piedad. Igual que hizo Amo la última vez, arrancando una farola y haciendo puntería. Aunque... quién sabe dónde estaría Marcus. Tal vez estaba beneficiándose a desprestigiadas mujeres como ella y violándolas hasta producirles la muerte. - No hace falta que me ayude, porque no entretienes ni mi tiempo. - Escupí en su cara con sarcasmo, volviendo a reírme; pese a que ahora mismo tuviera las de perder. Pero estaba mal visto pelear contra una mujer, razón de más para que no me moviera. - Oh, ¿vas a matarme aquí y ahora? ¿Por eso querías que se fueran? ¡Pues ahórrame todo y mátame! ¡Vamos, si tienes tantas agallas! Déjate de tanta parafernalia y mátame de una vez si es lo que está deseando tu alma. - Dije entre dientes. Después el rostro se trasformó en un gesto mucho más angelical. Quién diría que tenía una parte corrupta quemándome el pecho desgarradoramente. - O... quizá esos ojos negros esconden más que ganas que matar. ¿También vas a violar este inocente cuerpo al igual que tus compañeros, Kasha? - Me relamí los labios, de la misma manera en que Marcus limpiaba sus colmillos tras beber sangre. Una ancha sonrisa tétrica decoraba una cara oculta por la capucha.

    Miré desde abajo la posición de la chica, sonriendo cada vez más y más. Poco me importaban sus armas, ni sus ojos, ni su rostro diabólico.

    -No me das miedo, ramera de poca monta. - Volví a reírme solo, haciéndome gracia mi propio chiste. Con los ojos la inquería a que hiciera algo. Que me matara si tenía valor. Y luego que fuera a Kai inventándose una excusa cualquiera, igual de cualquiera que era ella. Las carcajadas se hicieron más notables a medida que iba escuchándola: "Mataré a Marcus y tu seguirás con vida, aunque eso suponga que muera en el intento". Cuánta sorna e ironía hay en el mundo; desbordante.
    -Haz lo que te plazca. Pero quién avisa no es traidor... - Murmuré, sacando la lengua en un gesto extraño de burla. Estaba muy equivocada. Si Marcus muere, este cuerpo pasaría a perecer también. Daba igual cuánto se esforzaran en ello, el destino se firmó hace casi un año.

    Su cuerpo se extendió encima del mío, marcándome una rodilla de más sobre el brazo herido. Bufé del dolor, aunque aguanté las ganas de querer despedazarla. Podía dar gracias de que no fuera un vampiro. Si no, su cuello estaría partido en dos por los colmillos. Una verdadera lástima. Sin embargo, al tenerla tan cerca, notando su respiración en mi piel, la locura llegó hasta cada extremo de mi cuerpo. Hice fuerza en los codos, levantando levemente el troco hacia arriba. Un calambre recorrió todo mi brazo dañado, lo que consiguiera un extraño movimiento por el dolor. Enseñé los dientes en un brillante sonrisa, antes de rozar sus labios y abrirme paso en su boca. Cerré los ojos con dulzura, perdiéndome en mi propio ser diabólico. Bebía del oscuro de sus ojos que zozobraba en su boca llena de amargura, albergando cada vez más líquido en mi vaso de locura. Ladeé la cabeza, ejerciendo más fuerza sobre su boca; dejando la lascivia impregnada en su lengua y la dulzura de unos labios jóvenes sobre los suyos. Y aprovechando esos segundos de perplejidad y confusión, hice fuerza en los brazos, sacándolos de debajo de sus piernas; ejerciendo cada vez más fuerza para quedar en noventa grados.
    ¿Qué haría ahora Oskan: dejarse llevar o conseguir reunir el valor y dejarme encontrar así una muerte anunciada?
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    Mensaje por Kasha Oskan Vie Mayo 24, 2013 3:28 pm

    Me rei cuando el mocoso me decia que lo matara, la verdad es que mis intenciones eran otras, no podia matarlo, pensaba torturarlo, queria provocarlo y que intentara matarme, y delante de los cazadores, resultaba complicado, porque si me descuidaba, lo matarian. Hoy sus palabras sobre lo que deseaba mi alma, alma??, habia olvidado lo que era eso.
    - Soy una esclava, como tu bien has dicho antes, el alma de los esclavos queda renegada a una parte recondita de la persona, para mi solo existen ordenes, mi orden es no matarte, pero eso no implica que no pueda torturarte
    En ese momento, el chico intento deshacerse de mi, pero no como yo pensaba y sin que pudiera evitarlo, el mocoso me beso, intente apartarle, pero no fui capaz, de donde sacaba esa fuerza??, tenia la impresion de que con el beso, Ziel estaba adquiriendo fuerza, me estaba robando mi oscuridad, mi propia locura, pero eso era algo imposible, no soportaba mas tiempo estar asi, era peor que cuando Marcus me aplasto e insinuo violarme. A la desesperada, meti los dedos en la herida de Ziel, eso doleria lo suficiente para que perdiera algo de fuerza y pudiera quitarmelo de encima, una vez que pudiera conseguir quitarmelo de encima, lo clavaria al suelo, de esa manera podria evitar que se moviera mientras que vomitaba por haber besado a semejante estupido, y poder torturarlo a mi gusto, si es que seguia vivo con tanta perdida de sangre
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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Vie Mayo 24, 2013 4:36 pm

    La situación había cambiado más de 360 grados. Ahora era yo el que quería comerse a Kasha, el que quería torturarla, violarla y hacerle pasar por todo lo que sus compañeros me habían hecho a mí. Quería que deseara su propia muerte, igual que yo pedí la propia hacía unos minutos. Quería que ella fuera igual de desdichada que lo era yo, para al menos sentirme mejor conmigo mismo; o mejor, con esa parte.

    Enredé mi lengua en la suya, dejando que desbordara del cristal el ser maldito que llevaba dentro. Éste cada vez quería más de la cazadora, más del propio Marcus, más de cualquiera. Más de todo y más del Mundo. No era suficiente lo que obtenía de los labios de una simplona como era Kasha. Sin embargo, su "tortura" terminó unos segundos. Saqué la lengua de su boca, abriendo lentamente los ojos, dando por concluído tan lascivo beso. Bajé la mirada hacia mi brazo, encontrando sus dedos insertados sobre la herida. Dolía a los mil demonios. Incluso la vista llegó a nublarse en los ojos, perdiéndose las pupilas en algún punto de detrás de la cazadora. Parecía que iban robándome la sangre bajo unos fieros colmillos, empezando a bajar mi resistencia física. Notaba la propia bala introducirse más aún sobre la carne, rompiendo toda fibra de músculo que iba encontrando. Creía que vomitaría por las náuseas que estaba provocándome. Pero bajé la cabeza, apretando la mandíbula y soportando todo lo que cayera encima. Habían pasado cosas mucho peores, ahora cicatrizadas sobre la piel. Así que sonreí siniestramente, alzando la cabeza otra vez.

    Mis manos fueron a atrapar sus muñecas, atrapándolas con fuerza desgarradora. Ni me había dado cuenta de que en los últimos forcejeos había aumentado mi fuerza. Simplemente marcaba la diferencia entre sexos, entre hombre y mujer. Y ahora no pensaba contenerme una gota más. Ya no pensaba ninguna de las dos caras de esta moneda, ni tampoco sentía o padecía. Tenía un estado tan demencial que todo parecía el tétrico país de las maravillas. Ejercí fuerza posesiva sobre ella, invirtiendo la polaridad de nuestros cuerpos; quedando ahora encima. Dejé una distancia prudente de su cuerpo, para llevar sus manos por encima de su cabeza. Una risa afónica y envuelta en demencial estado, se oía sigilosamente por debajo de la capucha.
    Evitando que la chica se retorciera cual pescado, presioné con la rodilla en su ingle, paralizando el movimiento de su pierna. ¿Creería Kasha que lo que estaba haciendo, no lo habían hecho los cazadores antes?
    La sangre de mi brazo seguía descendiendo, manchando su respectiva muñeca. Descendió la cabeza, como si hubiera tuviera el cuello inerte. En cambio, observaba el rostro de horror y asco de Kasha, deleitándome con esos gestos que martirizaban mis sueños. Volví a acercarme, besando su mejilla con la suavidad de una pluma; bajando hasta su boca. El resto de mi cuerpo descendió amenazadoramente sobre el suyo y ensanchó mi sonrisa. Sus labios volvieron a ser carnada de los míos, posesivos ahora, que querían consumir su vida por su boca. Quería que cayera al mismo pozo que el mío, que se hundiera hasta ahogarse sola, porque disfrutaría después de ello.

    Sujeté ambas muñecas con una sola mano, bajando la otra por el contorno de su cintura. Si nadie lo impedía, Kasha podría decir que había probado la sangre de dos hermanos. Inspiré el aire contra su mejilla. Aunque esto estuviera pateándome también, sabía que era peor para ella. En cambio, paré unos segundos. Me retiré a la altura de antes, es decir, la misma de mis brazos estirados.
    Mi mano volvió a subir para coger cada una sus muñecas respectivamente; apretándolas, queriendo romperlas si era posible. Esto era por todo lo que ellos habían conseguido, por todas esas nuevas cicatrices que tenía en el cuerpo, por el castigo que luego caería sobre mí por el propio Marcus, por retirarme como humano, por...

    «Entonces Ziel, ¿por qué haces esto? ¿Por qué quieres una venganza que no llenará este vacío?»

    Esas palabras entraron como otra bala hacia mi pecho, clavándose en ese alma de cristal fragmentada de dolor, pena y desesperación. Sin llegar a darme cuenta, los ojos se abrieron de par en par, como si lacabara de entrar en mi cuerpo en ese instante. ¿Por qué? ¿Por qué quería vengarme de algo que ya no tenía vuelta? ¿De qué sirve la venganza si no podré volver a ser el de antes?

    -¿Por qué... fui yo? - Pregunté en un titubeo. ¿Por qué todo me pasaba a mí? ¿Por qué todo el mundo va en mi contra? ¿Por qué? El agarre de las muñecas se fue reduciendo, dejando también de apretar la mandíbula. Ahora estaba dudando de lo que estaba haciendo y de lo que quería conseguir con ello. Estaba confundido, demasiado confundido por esas palabras resonando en mi cabeza. Cerré los ojos con fuerza, intentando concentrarme en mi venganza sobre Kasha. Pero una gota de agua resbaló de ese ojo azul puro como el mar, cayendo en el vacío hasta la cara de la cazadora bajo mi agarre. El ángel había caído.
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    Mensaje por Kasha Oskan Vie Mayo 24, 2013 5:02 pm

    Definitivamente, habia conseguido volver completamente loco a Ziel, la verdad es que le resultaba divertido encontrarse a un ser, que al igual que ella, un vampiro habia hecho enloquecer, pero no esperaba tal reaccion, el dolor parecia no importarle.
    A pesar de retorcer los dedos dentro de su herida, no se inmutaba, y antes de que pudiera darme cuenta, sus manos apretaban mis muñecas, retorci los brazos y las muñecas intentando zafarme pero pronto acabe debajo suya.
    Me retorci y encogi las piernas para darle un rodillazo el la espalda, pero el consiguio atrapar tambien mis piernas, ahora mismo, no tenia otra cosa que hacer que aguantarme, y si podia, darle un cabezazo cuando lo tuviera cerca.
    Me quede quieta hasta que acerco su cara a la mia, cuando le propine un buen cabezazo haciendome yo misma una brecha, pero aun asi, no se inmutaba, no tenia otra opcion que quedarme inerte y que hiciera conmigo lo que me plazca. Podia quitarmelo de encima, pero la manera que conocia era matandolo y era algo que no podia hacer.
    Cerre los ojos y puse cara de asco cuando el empezo a tocar mi cuerpo, a rozar todas aquellas cicatrices que cubrian mi piel, cicatrices de guerra y otras no tan de guerra, si no de maltrato de esos cazadores que me habia entrenado cuando era niña.
    Sus manos de nuevo, apretaron con fuerza mis muñecas, una de ellas crujio, se habia roto, pero mi cara no mostro mueca alguna, el dolor era insignificante para mi. Y mientras que ese asqueroso mocoso hacia con mi cuerpo lo que queria, mi cabeza se transladaba a otra parte, preguntandose qué haria para explicarle esto a Kai, y como podia atraer a Marcus, si al parecer llevaba Ziel tanto tiempo abandonado por el.
    Pero en ese momento, algo cayo sobre mi mejilla y no era sangre. De golpe, abri los ojos y mire a Ziel, estaba llorando y preguntandome por que?. Sus manos aflojaron la prision y aproveche para retorcerme consiguiendo soltar mis manos. Me sente quedando mi cara a penas unos milimetros de Ziel y a pesar de mi muñeca rota, lo empuje con todas mis fuerzas y me lo quite de encima.
    - Por qué que, ZIel?- Desapareci de donde estaba sentada apareciendo dentro del circulo que habia formado antes con mi arma. Con la mano izquierda, la que no estaba rota, tire de la cadena y envolvi mi cuerpo con ella, empece a sangrar de forma muy leve por varias partes de mi cuerpo, manchando el suelo y mi ropa mientras que mi cara se llenaba de sangre por la brecha que me habia causado al intentar quitarme de encima a Ziel
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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Vie Mayo 24, 2013 5:36 pm

    No había calculado que los movimientos de Kasha fueran tan rápidos después de todo. Pensaba que estaría perpleja unos segundos, los suficientes para volver a tomar ventaja. Estaba equivocado, pues ella actuó antes; propinándome un cabezazo sobre la ceja, que empezó a sangrar mejilla abajo. Dicho líquido rojo, manchaba el medio rostro mancillado por un orgullo escondido, notificado en un ojo diabólico, brillando sin piedad. Parecía como si estuviera llorando sangre en este ojo, y en el otro fuera agua transformada en lágrimas. Justamente como había dicho antes: las dos caras de la moneda. Esas dos caras que se incorporaban y mezclaban en el mismo rostro de un joven adolescente.

    Tras el empujón, me senté en el suelo. Llevé una mano al ojo derecho, escondiéndolo en la oscuridad de la capucha y borrando así todo rastro de sangre que resbalaba desde la ceja. Porque tenía el rostro hecho trizas. Primero el corte en la mejilla, y ahora el brechazo en la ceja. A este paso los cazadores volverían a detenerme por tanta sangre entre mis manos. Era como si acabara de matar a alguien, despedazándolo cacho a cacho. Y esto enloquecía más aún toda mi cabeza. Ya no sabía si reír o llorar, si quedarme o irme. Solamente me quedé absorto mirando hacia la cazadora y viendo su pose defensiva.

    Me levanté en un tambaleo. No recordaba casi haber realizado la pregunta que ella repetía: ¿Por qué? Empecé a andar en dirección a ninguna parte, arrastrando los pies. Quería vocalizar más preguntas que llevaban martilleando mi cabeza durante tanto tiempo, sin embargo, no creeía hallar respuesta de la cazadora. Además, mi garganta se había ahogado en una congoja que mandaba el pecho. Aunque la mente seguía dándole vueltas a lo mismo de siempre: ¿Por qué Marcus me había dejado? ¿Por qué Bella también lo había hecho? ¿Por qué me había sido vedado esa calidez de color verde? ¿Por qué tampoco era digno de un brazos helados que volvieran a rodearme? ¿Y por qué a cambio, durante todos estos meses, solamente había recibido un golpe detrás de otro? ¿Por qué Kasha seguía clavando ese objeto afilado en mi pecho? ¿Por qué todos se afanaban en cogerlo y empujar hasta partirme en dos? ¿Por qué todo esto tiene que pasarme a mí? ¿Acaso no había más gente para repartir esto? Todo el color se lo había llevado el gris y el negro; quedándome en el fondo de ese abismo sin ninguna luz que emergiera de fuera.

    Mis pies seguían poniéndose uno delante de otro, enredándose entre ambos a la hora de andar. Pero ya no quería seguir avanzando hacia delante, ni tampoco quería perderme más aún en este camino lleno de piedras. Sólo quería que alguien terminara la tortura de una santa vez. Que tuviera más valor que el que podía llegar a albergar y apretara ese gatillo de una vez.
    Ese debate interno se convirtió en un desplome. La capucha volvió a dejar ver el que una vez fue un joven chaval sincero y bondadoso. Cerré los ojos una vez más, sin importarme nada físico ya. Quería descansar, estaba agotado.
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    Mensaje por Kasha Oskan Vie Mayo 24, 2013 5:55 pm

    Me quede observandolo, aunque para el resto del mundo, su cara estuviera tapada por la oscuridad de una capucha, para mis ojos, se veia tan claro como el suelo que pisaba, su cara parecia haber vuelto a la normalidad, su locura habia desaparecido; mejor dicho, su otro yo habia desaparecido.
    Su mirada estaba perdida, me recordaba a la mirada que tenia yo tras aquella fiesta donde Katrina me quito aquello que mas amaba, pero, que habia perdido el?, tenia a Bella, tenia a Marcus y a otras muchas personas que se preocupaban por el, por que seguia tan empeñado en sentirse solo??, por que aferrarse a tanta oscuridad?, a diferencia de mi, el no habia caminado toda su vida de la mano de la oscuridad, no habia tenido que ver como todo lo que queria desaparecia poco a poco, una gota tras otra, llenando un vaso que hacia años que estaba lleno. El podia aferrarse a lo que Bella le daba, y quedarse feliz con ella, yo en cambio, ya habia desechado la idea hacia mucho tiempo y seguiria asi hasta que pudiera acabar con lo que tenia en mente.
    El Ziel que tenia delante, ya no era ninguna amenaza, por lo que guarde mi cadena en su funda mientras que veia como Ziel se desplomaba en el suelo.
    Andando despacio, me acerque a el, agarre su brazo sano, y a pesar de mi muñeca rota, pase su brazo por encima de mis hombros y lo levante, era mas grande que yo, sin duda y pesaba por lo menos unos cuantos Kilos mas que yo, porque a pesar de mi estatura media, mi peso no llegaba ni por asomo al peso que me corresponderia.
    - Te guste o no Ziel, pienso salvarte, se lo prometi a Kai, y aunque realmente te desee muerto, me niego a traicionarlo- dije a Ziel mientras que terminaba de ponerme de pie y desaparecia de alli saltando de un tejado a otro en direccion a la enfermeria del colegio
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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Miér Jun 26, 2013 12:00 am

    Exactamente al atardecer, estaba llegando. Aunque no solo. Sempai venía conmigo para preservar mi seguridad de cualquier cazador. Siempre era mejor tener a alguien de escolta, y más si esa persona es un vampiro con robusta fuerza. Es más, incluso era el burro de carga. Y tal vez no llegara al mercado con la misma apariencia que antes. Él llevaba un traje tradicional japonés, largo, de color gris y negro. En cambio yo, casualidades de la vida -o no tan casuales-, llevaba puesto un yukata violeta con flores y unas chancletas de madera. Indigno y humillante. Esas eran perfectas palabras para describir la situación.

    -Te he dicho hace media hora que me bajes, Sempai. Puedo andar solo, sin que tengas que cargarme.
    - Me quejé, siendo llevado igual que un verdadero saco de patatas. Esto era lo peor de todo. - Se me está bajando la sangre a la cabeza. Y todo es por tu culpa.
    -¿Por mi culpa? Qué descarado, Ziel. - Rió, dando un empujón para que no cayera. - Primero dices que te estás haciendo polvo los pies con la madera, y para que no te lastimes, decido cargarte. Luego te quejas de que te llevo a la silla de la reina y que eso es para mujeres. Bien, te cargo como un saco y ahora vuelves a quejarte. No hay quién te entienda. 
    Y nadie ha dicho que tengas que hacerlo, Sempai. Crucé los brazos, pese a que no durara mucho tiempo en la postura. Parecía que cargaba con un muerto. Sin embargo, agradecía no tener que andar con estos dichosos zanchos de madera.

    -Venga, bájame. Ya estamos llegando.
    - Volví a protestar. No quería que la gente que caminaba fuera señalándonos con el dedo. - La gente nos está mirando por tu culpa.
    -Y otra vez culpa mía. Qué bien se te da hacer eso, Ziel. - Suspiró, negando con la cabeza. - Nos miran porque seguramente, nadie haya visto a un hombre cargando a una dulce señorita sobre el hombro. Con ese yukata de Motosuwa, cualquiera diría que eres un chico.
    -Repite eso y te golpeo. - Murmuré. - No me parece justo que tenga que hacer este papel en en la actuación escolar. ¡Es humillante! Yo soy un chico, no una chica. No entiendo por qué la decisión fue esta. Vamos, suéltame ya. No quiero que me vean así.
    -Ya no puedes hacer nada, casi hemos llegado al mercado. Además, es verdad, Ziel. Te queda bien ese yukata. Y pese a que seas un chico, con él pareces una chica de pies a cabeza. La flor... la flor es lo que queda más femenino. Eso te pasa por tener una cara tan infantil aún. Aunque, si fuera así y realmente resultaras una mujer, tendrías a varios de la Academia tras tu sombra. Me incluiría en ese grupo.
    -¡Vale ya! ¡Deja de bromear! - Grité enfurecido, golpeando su espalda con ambas manos cerradas, pataleando incluso para querer golpearle también con las piernas. Él mientras tanto reía.

    Conseguí volver a tocar el suelo con mis propios pies. Estiré la tela del yukata y coloqué mejor la flor que llevaba en el pelo. Desvié la mirada hacia otro lado, molesto. La gran mano de Sempai volvió a mi cabeza, despeinando todo lo que había conseguido. Volví de nuevo a pasar ambas manos por el pelo, planchándolo.

    -Mira, piénsalo de este modo. Así los cazadores no sabrán que eres tú. Hasta con la lentilla azul, ni siquiera pensarán que eres Ziel. De modo que te quedarás como ahora y punto. Tu Sempai te lo ordena. No creo que tampoco puedas negarte a hacerlo.
    -Sí... "Alguien" me quitó la ropa en los vestuarios. Qué sospechoso, ¿no? - Dije con una sonrisa irónica. Otra vez, él empezó a reír. ¿Por qué no me extrañaba? Bah. Lo mejor era hacer como que no me daba cuenta de qué ropa llevaba. Crucé los brazos, sentándome indignado sobre las escaleras que subían al mercado; miré a todos lados. ¿Estaría Marcus ya aquí o... quizá no volviera? Sempai se dio cuenta de este pequeño gesto y regresó al habla con una sonrisa en su perfecto rostro angelical.

    -Ziel, ¿seguro que vendrá esa persona? Si quieres te acompaño al Festival. Ya que estoy aquí no me importa. - Se agachó un tanto, quedando de cuclillas y volvió a poner la mano sobre la cabeza. Yo asentí, respondiendo. Sí, confianba en Marcus. Él vendría. Sin embargo, la duda todavía yacía ahí. - Se te va a caer la flor. - La colocó en su sitio y oculté la cabeza entre las piernas, dejando los brazos sobre las rodillas. ¿Y si no venía? ¿Y si no volvía a verlo? - Ziel, mírame. No te preocupes. Si algo pasa, yo estoy aquí. - Pronució, bajando el tono a medida que hablaba, acercándose y rodeando mi cuerpo con sus brazos inmortales. Se acercó tal vez demasiado para mi gusto. El vampiro instintivamente olió el pelo de la nuca, como si hubiera sido un accidente. Tampoco quise emparanoiarme y darle demasiada importancia que no era. Él jamás me había tocado. Confiaba en él, salvo que, de distinta manera a como lo hacía con Marcus.
    Los ojos ambarinos de Sempai cambiaron sin que me diera cuenta; no quería ni mirarlo. Solamente quería que esta impaciente espera terminara por fin. Me estaba matando segundo a segundo.

    El vampiro tomó mis muñecas, levantándolas hacia arriba. Y, extrañado, levanté la mirada.

    -Sempai... qué... - Al ver sus ojos, no me quedaron dudas de lo que trataba de hacer. - No lo hagas, por favor. Sempai... - Rogué, retorciéndome. 
    -Ziel, por favor... tengo sed. No quiero matar a nadie por esto. Ayúdame. Eres el único que puede hacerlo... - Murmuró a escasos centímetros de mi rostro. En sus iris se veía la necesidad de beber sangre. Él deseaba calmar su sed y yo, ¿qué podía hacer? No había rival alguno contra un vampiro. Y además él se aseguró de tapar mi boca, para que no hubiera testigo alguno. 


    Finalmente, un grito desgarrado rompió el silencio.
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    Mensaje por Marcus O'Conell Vie Jun 28, 2013 2:59 am

    El atardecer se mostraba deslumbrante ante sus ojos oscuros. Marcus caminaba lentamente en dirección al centro del pueblo. Si mal no recordaba, Ziel había acordado que se encontrarían allí cuando el sol se ocultase en el ocaso. Por esa misma razón, a pasos ligeros, se acercaba cada vez más al mercado. Era un sitio adecuado para proponer encontrarse, pues era fácil localizar a alguien allí. Sin embargo, Ziel podría haberle dicho que fuera a buscarlo al Amazonas que de seguro le sería más que sencillo ubicar su exacta posición. Su aroma era inconfundible, y cada día se gravaba más a fuego sobre su piel.

    Agobiaba sus sentidos. Podía percibirlo cerca. Ziel no estaba muy lejos, por lo cual se sintió realmente aliviado. Sin embargo, sentía demasiados vampiros cerca, y ese era motivo de preocupación. Y a propósito de ello: ¿Desde cuándo Marcus se desvivía por alguien? Hacía décadas que su destino era incierto, sus sentimientos oscuros y sus afectos confusos e inexistentes. Sin embargo, todo había cambiado en todo el tiempo transcurrido. Ziel había provocado una catástrofe en el interior más recóndito de su ser. Y había arrasado con todo; con absolutamente todo.

    La gente, por momentos, lo observaba de reojo. Al instante se percató de que aquella gente en realidad eran vampiros simulando ser humanos. Frunció el ceño levemente. Todos iban vestidos como para asistir a un festival. ¿Acaso había uno? No lo sabía y, francamente, poco le interesaba. Al fin y al cabo, no todo el antiguo Marcus desinterado por todo y todos había desaparecido por completo. Mientras continuaba su camino, comenzó a sentir un curioso aroma. Al girar en una esquina, vio aquella sangre derramándose. Un vampiro estaba llevándose la vida de una mujer. Él, sin embargo, no hizo nada al respecto. Simplemente, sintió como su cuerpo entró en tensión. Algo extraño estaba ocurriendo en el mercado ese día, y ni él ni sus hermanos parecían ser los responsables. ¿Acaso los vampiros mediocres se habían puesto de acuerdo para ir de cacería? La cuestión residía en que, mediocres o no, bastaban como para matar a miles de humanos, y no quería ni pensar que entre ellos pudiera yacer Ziel.

    Comenzó a correr y su objetivo estuvo más próximo. En cuanto localizó la procedencia de su dulce aroma, casi de forma instantánea, un grito desgarrador llegó hasta sus oídos, invadiendo sus sentidos más agudos. Marcus se frenó de golpe y abrió los ojos de par en par. Esa voz, ese aroma, esa sangre derramada...

    - ¡Ziel! -gritó mientras se apresuraba. Cuando dio vuelta en otra esquina y llegó por fin a destino, tuvo el "placer" de visualizar tan horrendo y colérico espectáculo. ¿Quién era ese imbécil? ¿Quién se creía que era como para poner un colmillo encima? Marcus no lo pensó ni dos segundos. Al parecer, si bien no todo el antiguo Marcus quedó enterrado en lo profundo, tampoco corrió la misma suerte el aspecto más impulsivo de su ser. En un segundo, se encontraba delante de aquel espécimen malnacido. Marcus gruñó y lo sujetó con fiereza del cuello, clavando sus uñas y haciéndolo sangrar. Su fuerza era espeluznante. Aquel vampiro podía sentir toda su energía, y toda su oscuridad.

    - Quítale las manos de encima -sentenció. Luego de aquellas palabras, los gritos. Y, luego, el silencio.

    Marcus arrojó al vampiro sediento lejos de Ziel. Miró de reojo al humano herido, y por más que quería acudir ya mismo a socorrerle, primero tenía un asunto que solucionar. Caminó con paso determinante hasta el ingenuo que creyó que podría comprarse la confianza de Ziel tan fácilmente. Lo elevó aferrando su cuello y volvió a presionar. Marcus apretó los dientes, haciendo rechinar sus colmillos.
    - ¿Entiendes lo que has hecho? -murmuró, severo-. Has tocado a alguien que es importante para mí -agregó luego, por si con su solo accionar no hubiese quedado claro el asunto. Y, sorprendentemente, Marcus ya no trataba a Ziel como su cosa, sino que ahora era alguien importante para él.

    - Lamentablemente, creo que morirás -ladeó la cabeza y sonrió. Aquella sonrisa perversa, fría y sádica que hacía mucho tiempo no emergía entre sus labios, decoró magníficamente su rostro de mármol. Ese vampiro no sabía con quién se estaba metiendo, pero pronto lo descubriría. Todos los humanos que frecuentaban el lugar salieron corriendo movilizados por el miedo que les produjo la situación, la cual fue vista por muchos como un arreglo de cuentas efectuado a través de una simple pelea. Marcus arrojó al vampiro al suelo y golpeó su pecho con la suela de su zapato. Acto seguido, abrió su boca e introdujo su mano en el interior, abriéndose paso entre la garganta del vampiro.

    - Será mejor que comiences por devolver lo que le has robado -siseó, y seguidamente pateó las costillas de su víctima. Todo el tiempo, tenía un ojo puesto en Ziel y otro puesto en la escoria que se situaba bajo sus pies. Cuando logró que escupiera la sangre y se retorciera en el suelo a causa del dolor, Marcus lo levantó y lo llevó a donde estaba Ziel. El vampiro, mientras tanto, intentaba decir algo, pero solo conseguía articular balbuceos. Lo dejó caer delante de Ziel y miró al joven a los ojos.

    - Permítime disculparme por llegar tarde -murmuró, con aquel brillo sediento de muerte y destrucción habitando sus ojos. Una sonrisa ladeada se posicionó, fija, en su espléndido rostro pálido. Marcus elevó una mano y, sin mediar palabra más, comenzó a dirigirla a gran velocidad al pecho de aquel ser con bastante mala suerte, a decir verdad.
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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Vie Jun 28, 2013 5:54 pm

    No pude hacer nada. Sus colmillos se agarraron en mi cuello letalmente, sin que pudiera conseguir zafarme de él o su agarre. Entonces fue cuando grité. La marca se rebeló, igual que otras muchas veces. Aquellos colmillos no eran los de "su propietario". Y esta sangre no debía de probarla nadie más que Él, mi Amo, el Dueño de mi sangre y cuerpo desde hacía bastante tiempo: Marcus O'Conell. Me retorcí, intentando llegar a alguna salida que no tuvieran esos colmillos hundidos sobre la piel. A cada segundo, a cada gota, se aferraba cada vez más. Ya no sabía si podría aguantarlo. Resultaba como si estuvieran echándome aceite hirviendo por encima, y además clavándome una viga de acero en el ojo. No podía más.
    Grité de nuevo con todo lo que tenía.

    ¿Por qué al final tenía que ser el sujeto que alimentaba a los vampiros? Llegaba a pensar que esto era un gesto de compasión por Sempai. Pero, ¿no había más humanos, y en mejores condiciones que las mías para ello? O, ¿era tan inofensivo, que cualquiera tomaba ventaja sobre ello? Sí, otra vez volvía el egoísmo. Estaba harto. Quería vivir una vida tranquila al lado de quienes quería. Aunque fuera una vida difícil de llevar. Al final empezaba a odiar esto, que sin preguntar hicieran lo que quisieran conmigo. No soy un alimento viviente y con patas, como algunos lo veían. Y tampoco soy el muñeco de nadie.


    Las fuerzas empezaron a fallar. Poco a poco fui dejando de retorcerme. Ya no sabía si era porque estaba rindiéndome de nuevo, o porque Sempai estaba arrebatándome demasiada sangre. Sin embargo, las venas seguían quemándome a causa del pacto. Se firmó con sangre y con sangre debía ser pagado. Pero él no era el recaudador de esta sangre. Él no. Eso retorcía más las entrañas y ese chillido sonaba sin descanso dentro de mi cabeza.

    -Por favor... - Supliqué en un murmullo. No sabía si Sempai conocía dónde estaba el límite de un humano; ni tampoco cuan sediento estaría. Ninguno de los dos conocíamos nada del otro. Y lo que obtuve por respuesta fue una caricia en la cara y la presión desesperada sobre el cuello. En cambio, esta no hallaba paz en mis huesos quemados por el sello. Cerré los ojos, mordiéndome la lengua para no volver a gritar de dolor.


    Ven, ven a buscarme como siempre haces. Sálvame una vez más. No me entregues a la Muerte, por favor. Ahora no quiero irme, tengo demasiadas cosas por hacer; demasiada gente a la que aprecio sobre tierra firme.


    Escuché mi nombre provenir de algún lado, pero desconocía si era producto de mi imaginación. Tal vez solamente fuera producto de mi cabeza, deseosa porque vuelva a ser libre de sus colmillos. En pocos minutos lo fue. Fui liberado de las cadenas otra vez. De nuevo, él venía con la solución a mis constantes problemas. Abrí los ojos, mirando hacia arriba, encontrando ese traje negro azabache por encima. Sonreí. Sí, él había venido.

    Sempai, descubierto sin previsión, levantó la cabeza con la boca llena de sangre. Esa chaqueta negra... Abrió más los ojos, clavándolos en el desastre que había provocado. Exactamente era la misma que tenía detrás de la puerta. Miró a Marcus con la Codicia y la Ira llenando su mirada. Sabía perfectamente quién era sin necesidad de preguntarlo. Él también quería más, necesitaba aún más el dulzor de la sangre que tenía en la boca. Su Sed ni siquiera se había calmado. Y él tampoco perdonaba lo que aquel vampiro cometió.
    Agarró el brazo de Marcus con una mano y él también clavó sus garras en él.
    -Tampoco eres quién para decirlo. - Respondió. Al fin y al cabo, ambos eran vampiros. Con la única diferencia de fuerzas y deseos. Con la única diferencia del afecto del árbitro que miraba espectante. Pero ambos, con la misma esencia Inmortal. Devió la mirada a la presa que tenía debajo y sonrió con verdadera felicidad. La Felicidad, tan efímera como siempre.

    Salió despedido contra un árbol. Aunque ese golpe no fuera apenas nada para alguien como ambos. Se levantó, limpiándose la sangre con el brazo.
    -Sé lo que he hecho. Y no me siento orgulloso de ello. - Después de escuchar a Marcus, soltó una carcajada, volviendo a mirar el cuerpo que yacía tumbado a unos metros. - Si tan importante fuera, no lo habrías abandonado. ¿Crees que acaso tampoco es importante para mí? - Preguntó, casi incrédulo. Le recordaba a su difunto hermano en cada aspecto y cada rasgo. Había pasado con el susodicho las veinticuatro horas al día durante varios meses. Y las horas que no lo hizo, todavía seguían comiéndole la conciencia; pues las cicatrices no se irían por su irresponsabilidad.

    Mi mano intentó agarrarse al suelo, sin conseguir atrapar nada. Abrí los ojos, pasando la otra por la cara. ¿Habría muerto ya y esto sería el Paraíso? No concretamente. Tardé bastante en ubicarme, la verdad. En cambio, todavía era consciente de que aún seguía palpitando el pecho, latido a latido. El dolor incesante me lo recordaba a cada segundo. El quemazón constante sobre la piel y aquel arduo y duro escozor que llegaba desde el ojo hasta la nuca; atravesándolo, uniendo principio y final. Cerré ese mismo ojo que gritaba de rabia por dentro, con un brillo más intenso que cualquier otro.
    Como pude, logré incorporarme, mareado, desplazando la mano al cuello y frenando la sangre que caía lentamente. Entonces, encontré la escena. Ver allí a ambos, discutiendo, peleándose como si fueran delincuentes. Algo se cerró en la garganta. A medida que reunía las fuerzas, iba moviéndome para levantarme. Debía de frenar aquello. Sentía que era el responsable. Sin embargo, apenas hizo falta erguirse. Sempai, o lo que quedaba de él, yacía delante de mis narices en un estado lamentable.

    Vagabundo, aquel iris azul fue a toparse con el rojo del maltratador. Negué la cabeza con suavidad. No pasaba nada por su tardanza. O más bien, no pasó. Porque podría haber ocurrido lo peor.
    "No lo hagas"; dije silenciosamente, sólo con el movimiento de los labios. Bajé la cabeza hacia el cuerpo que ahora se retorcía y acaricié su pelo rubio con delicadeza; casi dándole la extremaunción.
    Y cuando volví a levantar la mirada, aquella mano vuelta garra se lanzaba a terminar con la vida de aquel individuo. Demasiadas imágenes de los meses en los que Sempai curaba mis heridas y agarraba mi mano entre sollozos por las noches, aparecieron como una película.
    -Z-Zi... el, per-dóname. - balbuceó, levantando algo la cabeza; estirando el brazo hacia la víctima. ¿Acaso necesitaba más? ¿Acaso Marcus pedía más de él? ¿Es que Marcus no se había equivocado también, y había bebido mi sangre?

    Una flor violeta cayó al suelo.


    Ni siquiera pensé lo que hice, ni tampoco lo hice aun cuando ya lo había hecho. Mis piernas se estiraron levemente, intercediendo con el cuerpo entre ambos y empujando suavemente a Marcus hacia atrás; doblándose una vez su misión fue hecha.
    -¡No lo hagas! - Vociferé, rodeando a Marcus con los brazos; tropezando con el cuerpo de Sempai, aunque deteniendo así el recorrido estipulado por el brazo del vampiro. - No lo hagas, Marcus. Él... él seguro que no quería hacerlo. Tenía Sed... - Lo defendí, alzando la cabeza para mirarlo. Hice algo de fuerza con las piernas, apretando la mandíbula para soportar el quemazón; subiendo de altura un tanto, aunque no regresé a la estatura normal.
    -Déjalo. Nunca llegó a tocarme, y estuvo cuidando las heridas y tratando las cicatrices que viste. - Desvié la cabeza, recordando las marcas. Lo estreché aún más, poniendo la cabeza en su pecho. En aquella posición, podía sentir la ajetreada respiración de Marcus. - Tranquilízate. Ya pasó. - Esas eran las mismas palabras que mi madre siempre decía. Y esperaba que tuvieran justamente el mismo efecto en él.
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    Mensaje por Marcus O'Conell Sáb Jun 29, 2013 12:13 am

    Insulso. Ser insulso e inferior. Hoy, más que nunca, la enseñanza de Padre repercutía en su interior. Todos podían irse al mismísimo diablo, pero nadie tocaría a Ziel. Nadie tocaría a alguien importante, al cual una parte del vampiro reclamaba como propiedad y presa predilecta. Sin embargo, hacía ya un tiempo que las cosas habían cambiado y la ruleta había dado su otro giro... Tal vez el último antes de que el jugador deba gatillar sobre su sien.

    Encolerizado, controlado por sus exaltados sentimientos, Marcus maltrató aquel cuerpo como hacía tiempo no maltrataba uno. En estas semanas que estuvo con Ziel, se había comportado como un verdadero señor, y no simplemente en apariencia -como siempre podía advertirse- sino también como persona. Marcus se había comportado como un humano lo haría, o quizás lo más proximo a ello. Sin embargo, aquí, en este mercado colmado de gente, sus impulsos e instintos más asesinos y oscuros habían salido a la luz. Ziel era suyo. Ziel le pertenecía en cuerpo y alma. Ziel era intocable y su sangre tenía dueño.

    Ziel era lo único que tenía en este mundo.

    Tras llegar con aquel vampiro a los pies del humano, Marcus observaba expectante la hora de la sentencia. Su mano delatora ya había ascendido unos cuantos centímetros. El arma del verdugo señalaba ya aquel insurrecto e irrespetuoso corazón. Unos segundos bastaban para eliminarlo, y más aún con las cosas que le había dicho. Pero Marcus, por supuesto, no se había quedado callado. Le bastó arrojar al suelo las credenciales de los seis cazadores que asesinó en su ausencia. Eran, exactamente, los cazadores que iban tras Ziel en cada ocasión que podían abusar de la debilidad del muchacho. Había arrojado esas tarjetas ante el vampiro sin mediar ni una palabra. Y que se guardara en el bolsillo todas sus palabras hipócritas. Marcus no era ningún santo, pero no tenía por qué rendirle cuentas a ese imbécil. Todo lo que tuviera para decir, se lo diría a Ziel, el único ser sobre la tierra que no quería perder ni dejar ir. Y, claramente, no iba a permitir que un vampiro debilucho y mediocre -por no agregar "afeminado"- se llevara su vida de tan ingrata manera. Si bien Marcus, en su momento, casi lo había logrado en múltiples ocasiones, jamás lo había hecho. Y había un gran motivo tras eso. Y, además de ello, en todos estos días, cuando tuvo la oportunidad de probar su sangre, rechazó el ofrecimiento. Como buen hombre, como buen amante, procuró lo mejor para Ziel.

    Y su mano, en alto, ya se dirigía al objetivo cuando Ziel lo detuvo. Sus frágiles piernas ejercieron la fuerza necesaria sobre el cuerpo de Marcus, concentrado en la muerte. No tuvo más remedio que soltar a la escoria luego de todos aquellos pretextos, pues ahora Ziel lo rodeaba con sus delicados brazos. Marcus abrió los ojos de par en par, queriendo liberarse de aquella prisión de ternura y encanto propios de él. Basta, Ziel. ¿Acaso no ves que quiere defenderte? ¿Acaso no puedes siquiera vislumbrar la verdad? Marcus ha cambiado y quiere lo mejor para ti. Marcus ha cambiado y ya no es tu verdugo personal, sino que es tu demonio guardián (sería agradable decir "ángel", pero el término no coincide con sus principales facultades). Marcus es, en fin, el único que puede protegerte. Y no le importará ni medio destruir a quien sea que se imponga en tu camino y ose con ponerte una mano encima.

    El vampiro cayó al suelo, altamente debilitado, provocando que aquellas credenciales se deslizaran a causa de la pequeña ráfaga de aire emitida. Marcus lo observó y apretó el puño, mientras Ziel continuaba rodeándolo e intentando reprimir sus ansias de asesinato.
    - Por mí, se puede ir a la mierda -siseó. Amenazó con dar un paso al frente, aunque tuviese que cargar con el cuerpo de Ziel a cuestas. ¿No iba a moverse? Pues entonces se moverían juntos. Incluso estuvo a punto de enviar a Ziel a los sitios menos agradables del mundo con tan solo unas simples palabras. Sin embargo, se contuvo. Sus celos no podían llevarlo tan lejos. Ziel no tenía la culpa, y no podía juzgarlo por dejarse acompañar por seres tan ingratos como ese. Ziel siempre fue una presa fácil, y hoy día no dejaba de serlo.

    Marcus clavó sus ojos rojos en el cuerpo que se encontraba al ras del suelo. Lentamente, múltiples heridas surgían en sus extremidades. Ziel no quería que le toque, de acuerdo; no le tocará ni un pelo con las yemas de sus dedos.
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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Sáb Jun 29, 2013 11:06 pm

    Estabilidad. A veces creía inexistente dicha palabra. Ahora mismo no podía vender en victoria la vida de uno de los allí presentes, porque era incapaz de coger un bando. Al final siempre me pasaba lo mismo, por imparcial. Aunque en este caso tampoco pudiera hacerlo porque ambos habían hecho cosas que debía pagarles de algún modo. Posicioné mejor las piernas, agarrando levemente el traje de Marcus para conseguir levantarme del todo. Cerré los ojos, convenciéndome de que esto no era nada. Seguramente este quemazón se iría dentro de unos minutos. Emití un suspiro y di un paso hacia atrás, tomando el puño de Marcus. No iba a dejar que volviera a tocar a su rival. 

    -Entonces deja que se vaya. - Mencioné, mirando por el rabillo del ojo a Sempai. Al ver sus heridas brotar de sus extremidades, esta vez fui yo quien apretó el puño. Golpeé con la otra mano en el pecho de Marcus. - Déjalo, Marcus. - Alcé la vista, pidiéndole por favor que lo dejara. De verdad que él no era mala persona. Solamente la Sed le ha perdido, igual que a cualquier otro vampiro. Pero Marcus parecía no entender nada más que "había tocado a su protegido". Y esta vez, pese a que entendiera sus motivos, no llevaba del todo razón.

    Me agaché al lado del herido y, entonces las vi. Aquellas credenciales de los cazadores que constantemente estaban persiguiéndome para golpearme y torturarme. Quedé completamente paralizado. ¿Qué era esto? ¿Por qué Marcus tenía...? No hizo falta terminar de formular esa pregunta, porque antes de eso, ya obtuve una rápida respuesta. Él los había matado. Marcus los había matado. Por mí, por protegerme. ¿Esa era la razón por la que desapareció tanto tiempo? Giré la cabeza hacia él, escrutándolo. ¿Tanto significaba, como para arriesgarse y manchar sus manos de esta sangre; condenándose él solo aún más? No sabía qué decir: "Gracias" o "no debiste hacerlo". En el fondo me alegraba una mínima parte saber que ya todos los maltratos habían terminado por dichas manos. Sin embargo, Marcus se estaba introduciendo más aún en el barro. Y cada vez costaría más intentar que se librara de éste.
    Ahora, mi opinión sobre Marcus había cambiado.

    Igualmente, iba a hacer que Sempai regresara sano y salvo. Por beber mi sangre no iba a condenarle. Y, aunque no era el mejor para hacerlo, lo ayudé a levantarse. Fue costoso, más con el fuego ardiéndome las venas, pero lo ignoré a toda costa. Había cosas primordiales que hacer. Después ya me preocuparía por lo menos importante. Puse una mano en la espalda de Sempai, haciendo de pilar para que se mantuviera en pie. Ladeé la cabeza, mirando aquellos ojos ambarinos que habían vuelto a la normalidad.

    -No sé si podré perdonarte por lo que has hecho. Pero ya te pagué la que te debía. - Eché un vistazo a Marcus. - Será mejor que te vayas. Y no quiero que vayas un tiempo por el salón de clases, por favor. - No sabía si quería verle de ahora en adelante, o si por el contrario, todavía lo tendría como un protector más dentro de la Academia. Lo pensaría y ya decidiría si perdonarle o no.

    El vampiro se quedó mirando a uno y otro, a uno y a otro. En ningún momento se quejó de ninguna herida, ni ningún dolor; absolutamente de nada. Éste pensaba que este era su castigo, así que lo aceptaba con resignación. Su respiración entrecortada, halló la calma pasados unos minutos de descanso. Miró a su pilar y sonrió, asintiendo. Comprendía la situación, pero mantenía la esperanza de poder volver a estar con aquel "hermano" que creyó perdido y que pareció encontrar el cuerpo del chico accidentalmente. Se irguió mejor y miró las fotografías de los cazadores. Después, alzó los ojos hacia Marcus.
    -Lo siento mucho. - El "perdóname" sobraba. Marcus no iba a perdonarle por lo que había hecho. Y si todavía seguía con vida, era gracias al intermediario.

    Acompañé a Sempai unos metros hacia la salida del mercado. Y una vez allí, dejé que se marchara por su propio pie. Era peligroso seguir cerca de él y su Sed. Además, yo mismo le había indicado a Marcus ir al mercado. Regresé por el mismo camino, taponando la mordedura, sin que el hilo rojizo cesara de bajar cuello abajo; agitándose incluso la respiración por el esfuerzo. No me encontraba bien. Llevaba demasiado sin que bebieran mi sangre y esta sensación, nuevamente resultaba extraña. Alguna vez daba un traspié con las incómodos zapatos de madera, apoyándome con alguna pared en el camino. Paré dos veces para descansar, pero finalmente, volví al lugar de la pelea con el mismo pero arrugado yukata. Pareciera como si la gemela de Ziel Carphatia hubiera regresado por él. Y quién diría, que era el propio Carphatia en persona. Sin duda, odiaba este absurdo y humillante "disfraz".


    -Marcus... - Pasé una mano por la frente, quitando el sudor. El ojo que tenía abierto volvió a fijarse en las acreditaciones de los cazadores. El otro, lloraba sangre de nuevo; quedando otra vez oculto bajo el parche. No podía mantenerlo abierto durante más de tres segundos. - No te privo de que me protejas y que no quieres que me pase nada. Lo entiendo y podría decir lo mismo. Pero no puedes ir matando a todo aquel que se acerque y me toque simplemente el hombro. Porque alguien se acerque y me hable, ¿lo matarás también? - Suspiré. ¿Mataría también a Bella por amarla? Jamás se lo perdonaría. Era algo que Marcus sabía perfectamente. - No puedes tenerme como un pájaro, enjaulado todo el tiempo para que nadie se acerque y no ocurra nada. Necesito libertad. No soy un diamante, Marcus. Nadie te va a robar, y tampoco me voy a ir a otra parte; lo sabes. Pensarás que sí un animal indefenso al que siempre tengas que proteger. Sin embargo, rehuso a que esto se vuelva una obligación sin descanso para ti. Así que, puede que me equivoque con alguna gente, pero eso no me para de seguir relacionándome. Y todo en este mundo tampoco se soluciona matando a la gente a la mínima de cambio. Es algo que tienes que comprender.

    Lo miré a los ojos, desde aquella distancia.
    -Sempai... Sempai ha hecho muchas cosas por mí. Me ha defendido cuando lo necesité, ha estado cuidando de mis heridas e incluso... E incluso le debo la vida. - Por supuesto que a Marcus no hacía falta comentarle ningún mérito, porque los tenía todos. Había cambiado de principio a fin y también tenía que reconocérselo. En cambio, esta no era su elogio, sino la defensa de Sempai. Bajé la cabeza, mirando hacia el suelo. Un pequeño mareo acudió a perturbar los sentidos. El suelo pareció moverse bajo mis pies y alcé un brazo, buscando una pared. Finalmente, cuando la encontré, tomé aire hondo. El pequeño hilo sanguíneo del ojo, parecía acudir al encuentro de la mordida del cuello. 
    Así era. En dos o tres ocasiones, Sempai había salvado esta miserable vida humana. Una de ellas del propio suicidio. Aquellas marcas de las muñecas, eran la prueba primordial de mis palabras.

    - Reconozco que se equivocó y que tampoco quería darle mi sangre, pero... Soy incapaz de condenarlo por un error. - Si fuera así, Marcus habría sido juzgado y condenado a la guillotina hacía demasiado tiempo. Y sin embargo, le había ofrecido más de una oportunidad.
    Si algo le faltaba a Marcus para vivir y parecer plenamente un humano, era eso: Humanidad.
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    Mensaje por Marcus O'Conell Mar Jul 02, 2013 4:05 am

    Sintió el golpe en su pecho. Sin embargo, ¿qué era aquel ínfimo dolor físico comparado con el dolor del alma? No sabía con exactitud si lo que sentía era dolor, odio o traición. Y si fuera el caso esto último, ¿por qué? Quizá sea el hecho de que la persona a la cual intenta proteger de todo mal, incluso de sí mismo, estaba allí a los pies de alguien más, deseando que sus heridas cicatrizasen y rogando porque él dejara de martirizarlo con su afilada mirada.

    Con su mano hecha un puño, apartó la mirada. ¿Eso era lo que quería? De acuerdo, lo tendría. Allí estaba la víctima siendo salvada por una víctima más. No podía tolerar esa escena, ¿pero qué haría? Esos eran los deseos de tan amable humano ignorante. Quien lo hace una vez, va a hacerlo dos y quizás tres, pero Marcus confiaba que estaría presente siempre que algo así pudiese acontecer otra vez. Mientras pensaba en todo ello y no cesaba de maquinar su mente, escuchaba las palabras de Ziel. Lentamente, más y más ira acudía a su cuerpo frívolo. A través del rabillo del ojo observó ambos cuerpos, y acabó por mirarlos de frente otra vez. Su turbia mirada infundía terror y se clavaba como puñales sobre los claros iris de aquel vampiro. ¿Lo siento? ¿Qué clase de estúpidas palabras eran aquellas? No iba a bastarle eso para remediar lo que hizo. Y a Marcus, sinceramente, poco le importaba la cantidad de tonterías que le había dicho sin razón, pues lo que en verdad iba a pagar aquel ser inmundo era el hecho de haberse atrevido a ponerle una mano encima a Ziel, y más aún en las circunstancias actuales, donde uno no puede valerse ni de su propia sombra. Aquel ser había traicionado la confianza del humano, y este, aún así, le daba la mano otra vez.
    Marcus observó cómo ambos luchaban: uno por mantenerse en pie y el otro por levantarse.

    Volvió a apartar la mirada mientras el vampiro se alejaba. A su alrededor, veía pasar aquella infinidad de cuerpos. Tantos humanos con tantos sentimientos gratos y benéficos. Y él, allí de pie, menguando el odio con el propósito de incorporar la rabia a su pequeña caja sentimental. "Deja que se vaya". Las palabras resonaban en su mente. De acuerdo, dejaría que se vaya contra sus propios impulsos. Permitiría que disfrutara de la vida un poco más, pero sería más adecuado que no se acostumbrara demasiado. Lentamente la figura de aquel vampiro se perdió entre las demás siluetas que adornaban el pueblo en aquel atardecer.

    Ahora solo quedaban ellos dos.

    Podría haberse deslumbrado en la hermosura de su rostro y en la claridad de sus ojos. Podría haberle mencionado lo bien que le quedaba aquel vestuario e, incluso, acomodado la flor sobre su cabello. Podría haberle confesado las mil y una sensaciones que sentía cada vez que lo veía. Podría haber aprovechado este instante de goce que le regalaba el Destino. Podría, realmente podría... pero la felicidad, como bien se sabe, es tan efímera como la dicha.

    Todo se disolvió como la niebla al amanecer.

    Sus palabras abatieron contra su pecho y provocaron más dolor que aquel simple golpe. ¿Qué era lo que estaba oyendo? ¿En verdad Ziel hablaba enserio? No podía concebir lo que estaba arrojándole encima. Semejantes reproches y acusaciones no podían seer ciertas. Abrió los ojos de par en par, frunciendo un poco el ceño y negando con la cabeza, sin aceptar comprender al menos una sola palabra de todo aquel manojo de estupideces. ¿De qué lo estaba tratando? Llegó un punto en donde abrió un poco sus labios para refutar sus mediocres argumentos, pero no pudo hacerlo, pues prefirió continuar horrorizándose con cada palabra.

    Fue la gota que rebalsó el vaso. Y aquella gota se reía a rienda suelta de ambos, similar a como Marcus comenzaba a reírse, pues los nervios y la ironía le llevaban a eso. Se pasó una mano por el rostro, negando con la cabeza. Se mordió el labio inferior y miró a Ziel a los ojos. Esto había llegado demasiado lejos. ¿Tan importante era aquel imbécil? Cualquier persona que los viera pensaría que eran una pareja común y corriente, pero ambos sabían que ellos no tenían nada de aquellos dos adjetivos calificativos. Eran mucho más que eso, y por esa razón quizá fuera que debían sufrir el doble.

    - Creo que hay demasiadas palabras hirientes desbordándose por esa boca -comenzó. La seriedad había vuelto a decorar su pálido rostro-. ¿Estás pensando lo que estás diciendo? ¿Te percatas, al menos, de las cosas por las cuales me estás acusando? Mira, no voy a decir que soy un santo porque gracias a Dios disto mucho de eso -mencionó con ironía-, pero ¿me crees capaz de arremeter contra la vida de cualquier ser que se acerque a ti? Y aún más, ¿crees que soy capaz de matar a Bella? ¿Entiendes la incoherencia de tus palabras, Ziel? -interrogó, llevándose un dedo a la sien. Se sentía indignado; indignado y traicionado-. De acuerdo, si tanto te molesta que me desviva por tu bienestar, puedes tan solo decirlo y dejaré de hacerlo. Si tanto deseas que te deje en paz, puedes simplemente mencionarlo. No negaré ni justificaré todas las atrocidades que he hecho, pero aclararé que en verdad quiero remedirar todas y cada una de las heridas que te he causado, así sea estando en vela por ti el tiempo que sea necesario -elevó un poco la voz, mientras su pecho se elevaba agitadamente-. No puedo borrar el pasado, pero sí puedo decidir una vez en la vida hacer algo bien por quien aprecio, ¿sabes? Y me importa un bledo enterrar las manos en el barro por ti mil veces, hasta acabar cubierto por completo. Pero está bien, lo acepto, si es que eso tanto te molesta. ¡Pero ten en cuenta que no soy un monstruo! ¡Porque no quiero ser uno nunca más! -gritó, dando un paso al frente y mirando directamente en sus ojos-. Pero muy bien, haz lo que quieras. Ve libre por la vida sin las cadenas que yo te impongo. Sal de la jaula y corre por los prados cual liebre en día de primavera. Haz eso y mucho más. Ve hacia él y cura sus heridas, agradécele por salvarte la vida e, incluso, regálasela gota a gota -espetó, refiriéndose al vampiro que acababa de salvar su vida-. Repito, haz eso y mucho más, pues ya de antemano sabías cómo era yo y cómo eras tú -sacó de su bolsillo una fotografía muy conocida para ambos y la elevó en el aire, sacudiéndola lentamente-. Es más, te diré algo: ya no la necesito. Gracias a ti aprendí a olvidar el pasado y a no permitir que Ella me retenga más. ¿Y sabes por qué? Porque realmente llenaste cada vacío en mi interior, cada punto devastador. Creí que ya no iba a necesitarla más, pero gracias de nuevo Ziel, pues ahora veo que tampoco te necesito a ti -sonrió cínicamente y rompió la fotografía en dos, tres, cuatros pedazos, e incluso más si es que eso fue posible. Los dejó caer al suelo, donde fueron arrastrados por la brisa-. Y tú tampoco me necesitas a mi.

    La sonrisa se borró de su rostro y el silencio acudió a envolver su mirar. Sin embargo, la brisa arremetió contra él y desencadenó la hemorragia verbal otra vez.

    - Cúlpame, entonces. Cúlpame por todo eso y mucho más. Continúa agregando cada aspecto negativo de mi ser a esa enorme lista, ya que no son pocos. Cúlpame una y otra vez por querer protegerte y resguardarte de todo mal. Pues, ¿qué me queda ya? Lo único que he intentado todo este tiempo ha sido mantenerte a salvo como uno más de tus amigos más cercanos, de tus afectos... Pero está bien, he dicho que estoy de acuerdo, cúlpame y rómpeme una y otra vez, pues lo merezco y no lo niego. Pero ten muy presente que el día en que tu amabilidad y compasión te maten, yo no estaré allí.

    Retrocedió unos pasos, respirando con dificultad. Realmente sus sentimientos se habían arremolinado en su interior y estaban poniendo en juego cada uno de sus sentidos. Sus ojos, más rojos que nunca, sulfuraban más sed de cariño que de sangre. Acabó por mirarlo y apreciar aquel rastro de sangre que derramaba su ojo con lentitud y parsimonia tortuosa. Sonrió levemente.

    - La amabilidad es un arma de doble filo. No deberías dar tu brazo a torcer ante los peligros. Incluso no sé qué haces intentándolo conmigo y pretendiendo que funciona. ¿No ves lo que soy? -extendió ambos brazos a cada lado, negando con la cabeza como si no hubiera más remedio-. La Muerte puede robarte un beso en cualquier momento, Ziel y eso es algo que tienes que comprender -sentenció.

    Aquellas palabras valieron más que mil imágenes. La severidad se apoderó de cada miembro del vampiro. Continuó retrocediendo, hasta que volteó y le dio la espalda al joven. Era suficiente, ¿no? Ambos habían tenido demasiado y se habían lastimado demasiado, aunque la balanza siempre juzgaría más al inmortal. Si bien Ziel era incapaz de condenar a aquel ser por un error, sí era capaz de condenar a Marcus por un millón de ellos, por lo cual le parecía razonable que lo hiciese, incluso aunque él no se diese cuenta. Cada palabra suya significó un puñal directo al pecho.

    Comenzó a caminar, alejándose lentamente. La melancolía bañaba sus ojos y torturaba su alma. Pero él ya no dependería de nadie, ni de Ella ni de Él. Marcus ya podía decidir qué hacer con su vida. Tenía la elección en sus manos, a partir de este momento:
    - El pacto se ha terminado -murmuró. Mientras su mano comenzaba a sangrar otra vez, detuvo su andar. Giró ciento ochenta grados para poder observar a Ziel una vez más. Solo el filo letal de un cuchillo lo suficientemente fino y sagaz podría ser de ayuda. Con sangre llegó y con sangre habría de irse-. Solo dolerá un poco -agregó, observando tiernamente a Ziel. Su ojo sufriría por un rato, pero luego se calmaría y todo volvería a la normalidad. Con veloz y rápido movimiento, atravesó su mano, justo en el centro del sello. Este brilló y comenzó a empaparse de sangre. Aquel gesto significaba que el vampiro había despreciado a su Siervo humano y había decidido liberarlo por propia iniciativa. Las gotas cayeron al suelo una a una, pero el rastro pronto se borraría.

    - Ya no tienes que convivir conmigo en esta jaula nunca más, pues de ahora en más, viviré en ella solo con mis propios demonios -susurró, alzando la mirada al cielo y vislumbrando las últimas chispas de luz de aquel atardecer peculiar.

    De ahora en más, Ziel se pertenecía a sí mismo. Estaba roto el vínculo, y aquel corazón humano decidiría a dónde pertenecer por su propia cuenta. Ya no había lazos de unión con un vampiro vil como Marcus. Ya no tenía por qué sentir piedad, ni angustia, ni amor por él.

    - Luego de esto, ya no sé qué más hacer por ti -finalizó, observando su mano ensangrentada y sintiendo cómo en un abrir y cerrar de ojos había perdido lo único que tenía en su miserable y errática vida. Y sí, fue egoísta, pues pudo haber acabado con esto hace mucho tiempo.


    Una vez crucé siete ríos para encontrar mi amor.
    Y una vez, durante siete años, olvidé mi nombre.
    Moriré siete muertes sólo para yacer en los brazos de mi Sueño Eterno.



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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Mar Jul 02, 2013 4:16 pm

    [♫]

    ¿Demasiadas heridas mal sanadas? No, es una aguja por cada palabra.

    Y así, una por una iban clavándose en cada uno, respectivamente. Parecía que queríamos esto, hacernos daño y al final darnos cuenta lo mucho que nos dolía las palabras del contrario. Como si necesitáramos perdernos un segundo, para necesitarnos un milenio más. La necesidad de la pérdida para valorar.

    En ningún momento dije nada con la intención de ofender a Marcus, porque en ningún momento era esa mi intención. Sólo quería que comprendiera las cosas desde mi punto de vista, nada más. No le he acusado de nada, y a propósito tampoco. Y si en algo me había equivocado, pediría disculpas. Pero no sé si ahora mismo Marcus entendiera el verdadero mensaje que quise decir en un principio. El efecto que quería obtener, fue totalmente opuesto al que hallé finalmente: todo el resentimiento de Marcus. Escuché palabra por palabra, notando cómo me dolía más lo que oía de él, que estar abrasándome bajo el sello. El quemazón no se iba de la piel. Cada gota de sangre que resbalaba, criaba cristales en el hombro y pecho como una enredadera que iba esparciéndose, amarrándose a todo lo que podía.
    Jamás habría oído esas palabras de él salvo al principio de todo, donde cada uno gritábamos los reproches al otro y nos acusábamos mutuamente. Sin embargo, de eso hace mucho tiempo. Y no encontraba demasiadas armas para poder defenderme sin seguir dañándonos el uno al otro.

    "¿Me crees capaz de arremeter contra la vida de cualquier ser que se acerque a ti?". Esas palabras se repitieron aun cuando ya fueron pronunciadas por el vampiro. Mi mano se arrugó, arañando los ladrillos de la pared con rabia. ¿Y acaso no es eso lo que estás haciendo? ¿No es lo que has hecho ahora, queriendo matar a ese hombre por tocarme? Sí, te culpo de que casi lo matas y que ni siquiera buscas más que excusa que esa. Ahora sí que te estoy acusando, porque parece que lo estás buscando. Me da igual si luego vas a hacerte la víctima.

    No, reconozco que no había pensado que Marcus se pudiera tomar todo eso como ofensa, pero ¿pensó Marcus los cuchillos que estaba lanzándome? ¿Estaba pensando ahora por el bienestar de su Siervo? No, para nada. Volvía a como era entonces, sin que nadie le atara, sin que nada le preocupara. Y entraba la duda en mi cabeza, de si realmente no todo esto fue una perfecta actuación suya donde siempre repetía: "Te protegeré Ziel". Tonto de mí me lo había tragado todo, cada una de sus palabras y cada una de sus caricias. Eso me enervaba la sangre, revolucinando las pulsaciones por minuto.

    Desplegué los labios con la intención de replicar a más de alguna de sus afirmaciones, en cambio, callé. Que terminara y después hablaría todo lo que tuviera que decir. Miré la fotografía que mostraba y susurré un insonoro "No". Sabía lo mucho que significaba esa mujer para él y la había hecho pedazos por culpa de un malentendido. Ya no podría volver a recuperar ningún recuerdo suyo, pues ese era el último que conservaba. Reconocía que esa foto llegaba a ponerme celoso, pero me había dado cuenta de que hay cosas que no se pueden olvidar. Yo tampoco era capaz de olvidar a Bella, y aun así, le estaba agarrando a él también; como el más y peor egoísta de todos. Pero aparté los celos y la envidia contra esa mujer, para dar mi mejor esfuerzo. Porque prometí en su día que: le daría todo aquello que ella no pudo ofrecerle. Y tras tantos intentos gastados con Marcus, todo empezaba a emborronarse, inclusive la verdad escondida. Tanto la suya, como la mía.

    "Ya no te necesito, Ziel. Y tú tampoco me necesitas".

    Me separé de la pared, y doblé las piernas para coger lo primero que alcanzaran las manos. Un ladrillo. Este mismo se lo tiré con rabia.
    -¡Sí que sé lo que eres! - Grité dolido, volviendo a agacharme para coger otro objeto. - ¡Eres un vampiro detestable! ¡Un mierdas que se deja vencer cuando lo que tendría que hacer es luchar más fuerte! ¡No tienes valor! - Decía a voces, lanzando todo lo que estaba cogiendo. Mientes. Marcus, estás mintiendo. No es verdad. Di que es mentira, que todo es una broma. No te equivoques más. Yo sí que te necesito, Marcus. Entonces, ¿por qué no lo decía? ¿Por qué estaba tirando cualquier cosa que mis manos tomaran? Porque temblaba de rabia e impotencia. Porque cada vez estaba alejándose y cada vez sería más difícil traerle de vuelta. Y sobre cualquier otra razón, porque estaba crucificándome vivo con todo lo que estaba diciendo. No creía peor tortura que esta.

    Sí que había un martirio más duro: El pacto se ha terminado.

    Caí de rodillas, tapando el ojo del sello, el cual gritaba por tener que desaparecer. Quise clavar los dedos entre la piedra, para intentar quizá calmar el dolor que provocaba aquella marca maldita. Había deseado muchas veces retroceder mis pasos y no haber firmado ese pacto jamás. Sin embargo, me daba cuenta de que lo hice porque necesitaba aferrarme a algo. Que tenía la necesidad de sentirme seguro bajo sus brazos, y al mismo proteger bajo los mismos a Bella. En el fondo sí que quería hacerlo, solamente con él; ninguno de sus hermanos sería igual contratista que él. Y como siempre, hasta que no se pierde, no se echa en falta. Desprotegido, así me quedaba ahora. Con una mano delante y otra detrás. Sin Bella, sin Marcus, sin Sempai. Completamente solo. Justamente aquella pesadilla estaba volviéndose realidad y me dejaba en carne viva.

    ¿Ya está, así de simple, Marcus? ¿Renuncias a todo por defender a un vampiro al que le debo la vida? ¿Por unos malditos celos que no entienden a razón? ¿Por qué te pedí simplemente que no mataras a todo aquel que se acercara? ¿Por pedirle que no se preocupe tanto por mí y no causarle tanta molestia y disgusto? Intenta por un momento pensarlo. ¿De verdad si no quisiera estar contigo, habría dejado que tomaras todo lo que tu placer deseara? ¿Si no te necesitara, no me habría ido con Sempai?
    No, de verdad, el que ahora estaba disgustado era yo. Y no solamente eso. También estaba enojado, furioso más bien.

    La marca seguía chillando mientras se iba comiendo el iris original. Estaba atrevesándome con una lanza toda la cabeza. Y lo único que él estaba haciendo, era mirar con interés cómo la lanza se alzaba con mi cuerpo y caía por la propia gravedad. Doblé una rodilla, apretando los dientes y volviendo puños mis manos. Pues Marcus, te equivocaste de humano. Yo todavía no me he rendido contigo. Me has demostrado cómo eres en verdad, exactamente como has dicho. Sabía desde el principio que tipo de persona eras y sin embargo, no retrocedí ningún paso. Todo lo contrario. Te abrí el pecho para que clavaras todas las estacas que quisieras. Pero ya no puedo dejar que sigas destrozándome como un muñeco vudú.

    Tomé aire y las piernas empezaron a moverse, provocado por una ira incontrolable. Cada vez más, cada vez más hasta que acabé prácticamente corriendo -como podía por el yukata- hacia él. En cuanto lo tuve delante, me lancé a derribarlo. Cualquiera pensaría en este momento, que era una chica tras ver eso. Quizá una marimacho. Igual me daba el resto. Me eché encima y aprisioné sus brazos con las piernas, mientras que la estrecha tela se agarraba a la altura de sus hombros. Agarré el cuello de su camisa y alcé el puño en lo alto. Lo miré a los ojos, enloquecido de rencor e ira. Marcus, estás muy equivocado. El iris del ojo parecía un mar bravío por la luna. La marea había subido. Lo golpeé, sin conterme; sin prestar atención al sello, sin prestar atención a las raíces que sembraba a fuego la enredadera que corría por el brazo y hombro.

    Primero el golpe y luego comencé a hablar.

    -¡IMBÉCIL! - Grité. Y otro golpe. - ¡A mí también me duelen tus palabras! ¿Lo sabes? - Lo alcé hacia arriba por el cuello de la camisa, para volver a lanzar un puñetazo más. - ¡No, no sé lo que digo! ¡Soy humano y me equivoco! ¡Mi intención jamás fue la de ofenderte, Marcus! - O tal vez que en mi cabeza todo sonaba demasiado claro. Otra vez crucé su cara. Tomé aire, agitado. Los mechones de pelo azul se mecían a cada puñetazo. Agarré rudamente su camisa con ambas manos, regresando a alzar la voz. - ¡Jamás he tenido intención de ofenderte ni hacerte daño! Nunca, entiéndeme, ¡nunca te llamé monstruo! - Dije a voces, encolerizado, dolorido por las palabras que aún resonaban en la cabeza. - Y por más que lo intento, nada más que hago equivocarme una y otra vez. Entonces, dime, ¿cómo encuentro la perfección contigo? Todo esto lo has interpretado mal. Yo no quería reprocharte ni acusarte. ¡Solamente quería que vieras las cosas de mi lado! Que no todo se arregla con la violencia. - Y, exactamente... ¿qué estaba haciendo ahora? Dejarme llevar por la ira que me estaba cegando por todas sus incoherentes palabras. Levanté de nuevo el puño, pero acabó estrellándose contra el suelo, al lado de su cabeza. Los nudillos empezaron a sangrar de tantos golpes y el esfuerzo se tranformaba en pequeñas gotas de sudor.

    -No tienes ni idea de lo que pienso, ni de lo que quiero. Después de tanto tiempo, aún no te has dado cuenta. -
    Giré la cabeza hacia un lado, poniendo ambas manos al lado de su cabeza. Al parecer, el mar se había calmado. - ¡Estás ciego! ¡No quiero que estés conmigo! ¡NO ENTIENDES NADA! - Volví a gritar. No, aquella pacífica calma, se hizo ola de nuevo, rompiéndose contra el primer acantilado. Cerré los ojos con fuerza. - ¡No quiero que te quedes a mi lado solamente por la obligación de protegerme! No quiero que todo lo repares a golpes, porque ya no necesito que pagues las cicatrices del pasado. El pasado se quedó en el pasado, Marcus. Y yo no te quiero esclavizado a él. ¡Por eso quería que olvidaras a esa mujer! ¡No quería verte sufrir más con su fotografía! ¡Por eso te la quité cuando tuve la oportunidad! - Tomé aire, arañando poco a poco el suelo, produciendo un extraño chirrido. - Quería que realmente vieras lo que puede ofrecerte la Vida y no estar acumulando tu rencor hacia la Muerte. Que lucharas contra ella por lo que realmente aprecias. Que no te dejaras manejar por ese Padre tuyo y decidieras lo que quieres de verdad. Por eso te enseñé la efímera felicidad de un humano. - Poco a poco iba relajándome, aunque seguía teniendo la tensión de cada alfiler que el propio Marcus había tenido el cuidado de ir clavando con cada reproche.

    -Sin embargo, ¿qué son para vosotros, Inmortales, los humanos? Absolutamente nada. - Reí irónico. - Intenté por todos los medios no agarrarme a ti, porque no quería convertirme en un recuerdo doloroso.
    Tampoco deseo ser la réplica de Ella, el segundo plato. Siempre quise ser el mejor de los dos. El Único. En cambio Ella siempre estuvo ahí y no puedo arrancarla, así que un día decidí convivir con su recuerdo. Porque, por más que lo intente, llevas razón: ya es demasiado tarde. Cada vez que hablas, cada vez que pronucias mi nombre o me tocas, me vuelvo a perder. Por supuesto que ya sabía cómo eras y lo que eras desde el principio. Y aunque sepa que tu "yo" del pasado fue demasiado violento y sanguinario, te quiero por cómo eres ahora. AHORA, Marcus. Presente. No estoy mirándote como si siguieras siendo aquel tipo que un día conocí en una fiesta de Navidad.  - Hice una pequeña pausa. Tenía ganas de llorar, pero no flaquearía esta vez. Continué, reprimidas las ganas.- Tú no lo sabes. Pero, a medida que iba profundizando, me daba cuenta de que más daño te haría después. Sin embargo, no podía retroceder más. Es como una drogadicción. Y ojalá pudiera asegurarte que no volvieras a sufrir, pero no soy capaz de hacer eso. Cada esquirla que descubría de ti, necesitaba ver inmediatamente otra. Y otra, y otra, y otra. Por eso seguía dándote la mano cuando caías o te equivocabas. Por eso te he perdonado tantas veces, a pesar de todo. Era como descubrir los matices escondidos de unos colores ya conocidos. -
    Hice una pequeña pausa, esbozando una sonrisa que desapareció rápidamente. - Luego, cuando quise percatarme de ello, la colección era tan grande que no podía dejarla hasta ver el final. Hasta que lo conseguí. Te vi sin tapujos, sin cristales traslúcidos ni opacos. Y caí. Por supuesto que caí, igual que una mosca. Entonces me di cuenta de todo: ya no podía dejarte. - El tono de voz fue bajando, igual que la presión sobre los ojos cerrados. - Me sentía egoísta porque te quería bajo mi completa disposición. Porque ahora te necesito, Marcus. Te necesito como humano. Te necesito como vampiro. Te necesito porque quiero que me protejas de los cazadores y el resto de vampiros. Te necesito porque ya no sé vivir sin ver el color de tus ojos. Porque me siento desgraciado cuando te enfadas y no me hablas, y me alegro cuando te pones celoso. - Hice una pequeña sonrisa. ¿Acaso Marcus no se había puesto celoso con Bella? O con el propio Sempai, por ejemplo. Igual que a mí también me reventó las venas ver el aprecio a la fotografía. - Pero no puedo estar dependiendo de la gelidez de tus brazos, ni perder el control bajo tus besos. Tengo que valerme también por mí mismo, o seguiré siendo como un cachorro bajo tu manta. Por eso te dije antes que no quiero que me enjaules todo el tiempo. Necesito aprender poco a poco; no me culpes por querer aceptar mi papel también. - Hice otra breve pausa.- Estás equivocado, Marcus. No puedo ni quiero regalar mi vida gota a gota a nadie, porque no me pertenece. Hace mucho que ya no lo es. Es vuestra, no de mi propiedad. Tampoco quiero ser tu talón de Aquiles, sino tu mayor escudo. Ni desearía que te embarres solo por mi culpa, ni que te pases cien horas al día, en tensión, vigilándome. - Bajé la cabeza, arrugando el ceño. - Y por el contrario, al mismo tiempo, lo quiero todo. ¡Ni yo me entiendo muchas veces! Te quiero a ti, quiero a Bella y pido demasiado. Soy un maldito egoísta y además, condenado a una Mortalidad. ¿No lo entiendes? ¡No puedo alcanzarte por muchos medios que ponga! Es imposible a menos que me convierta... Sin embargo, tú te enfadaste sólo con la suposición, y es lo que más me duele de todo.

    No por algo quería convertirme. Siempre hubo una razón de considerable valor.

    Abrí finalmente los ojos, cansado, quitando el cuchillo de su mano y lanzándolo lejos. Lo miré a los ojos, empapado de sudor por el esfuerzo hecho fiebre, e inundado por el calor que provocaba la llama que iba recorriendo la pólvora, brazo y costado abajo. Inundado por el dolor del sello que se iba desvaneciendo de su mano.

    -Marcus, no quiero que te quedes conmigo porque tengas la obligación de protegerme, ni para reparar el pasado; sino porque realmente quieres quedarte conmigo por voluntad. Porque realmente es cierto eso que dices de que me amas. Ya eres libre de hacer lo que quieras: quedarte o no. Así que, si no es lo que deseas, no sigas preocupándote por ningún conejo que vaga indefenso en la pradera de la Muerte. -
    Musité, duramente; haciendo fuerza en las piernas para levantarme. Él ya no estaba atado a mí, a menos que él quisiera atarse conmigo. Si él lo ansiaba, estaría con él sin pacto, sin cadenas; solamente a su lado porque así lo quería. Pero eso, ya no estaba en mi mano; sino en la suya.

    -Quiero... Ante todo, quiero que seas feliz, Marcus. - Giré para mirarlo, con una sonrisa. Ninguna gana tenía de sonreír, la verdad. Lo hice de todas maneras. Porque de verdad que me preocupaba y quería lo mejor para Marcus. Me da igual qué te hace feliz, pero hazlo. Hazlo aunque sea por mí, por ti mismo; más me da.
    En cambio, reconocía que ojalá esa felicidad estuviera ligada a estar a mi lado, para así compartirla con él. Sin embargo, desconocía de si aún conservaba el mérito suficiente de permanecer a su lado. Llegó un pequeño recuerdo a mi cabeza. Aquella vez, en uno de los primeros encuentros nocturnos, repetí las mismas palabras que en este instante: "sé feliz". En ese entonces creo que él no llegó a entenderlo salvo como un mensaje para Bella. Pero ahora no había ningún error para que lo comprendiera igual que como se lo estaba diciendo, al pie de la letra.

    Hubiera matado por rozarle unos segundos como antes, o por un simple beso de despedida. Pero el sello ya no estaba y no conocía lo que haría Marcus ahora en adelante: quizás volviera, quizás no. A pesar de que deseara volver a atarle por otro nuevo pacto. Regresaría a ser un verdadero ególatra. No. No quería que se sintiera obligado de nada. En verdad, que todo lo hiciera porque realmente quisiera hacerlo, no porque se sentía bajo presión de protegerme y reparar el daño; o por el simple hecho de estar sometido al pacto. Eso era lo que anhelaba desde el principio: que Marcus decidiera por sí mismo lo que quería de verdad; y que no lo hiciera por el método fácil de ir matando gente. Él fue quien interpretó mal la defensa de Sempai y todo lo que dije antes.

    Marcus, tú ya conoces lo que siento. Te lo he dicho en más de una ocasión, aunque fallé en encontrar más formas de demostrártelo.

    Recogí los trozos de la fotografía y las credenciales de los cazadores, igual que si fueran pequeños recuerdos derramados. Por último, la flor que me habían prestado para el ensayo. Debía de devolver todo a su propietaria. Y tras eso, empecé a andar, sin saber bien dónde estaba. Todo pasó tan rápido que me sentía algo desubicado todavía.

    -Piénsalo sin presión, por favor. Cuando lo hagas, creo que ya sabes dónde puedes encontrarme. - Le dejaría tiempo para meditarlo y que Marcus decidiera lo que quería para él mismo, sin necesidad de sentirse obligado por el pacto o por mis palabras. Esta vez tenía que salir de él, de lo que le dictaba la cabeza y el corazón.

    Ponía pie tras pie, sin dirección. Supongo que algún día hallaría de nuevo la Academia, una vez acabara esta nube grisácea que no me dejaba pensar. Y eso que en un principio lo había citado allí para ver el festival del mercado y la cantidad de puestos y cosas que él, de seguro, no habría visto antes. Lo que me había llevado en su lugar era una mordida en el cuello que no se cerraba, el reproche de sus palabras, un pacto roto y dolor; no meramente físico. Incluso creía que, en vez de transportar las credenciales y los trozos antiguos de fotografía, pensaba que llevaba el alma hecha trozos entre los brazos.
    Sin embargo, aunque ya no quedaran excesivas ganas y pocas fuerzas, caminé para ver algunos puestos del festival, pues no se repetiría hasta el año que viene. Tal vez con el paseo y un poco de aire, me sintiera menos culpable de mis palabras. Tal vez con eso, la espera se hiciera más corta de la eternidad que parecía.

    Marcus, si quieres volver, vuelve. Ya no voy a esclavizarte más. Ganaste. Te lo has ganado todo. No puedo darte más porque no tengo qué ofrecerte. Ahora, decide lo que quieras hacer de verdad. Porque ya no sé qué más hacer o qué más decir. Yo había dicho todo lo posible para aclarar el malentendido. Sin embargo, aún creía que faltaban más palabras por explicar.


    El alma, perdida, chocaba con la gente que iba y venía por la calle principal del mercado. A cada paso que daba, parecía que la marabunta le hacía retroceder dos. Se detuvo, vagabunda, en alguno de los puestos sugerentes, sin interés; falto de una Felicidad que había cerrado su grifo. Con una pregunta que se martilleaba constantemente en su cabeza: ¿Qué es lo que he hecho?

    Una flor violeta cayó al suelo entre las luces que alumbraban la calle, entre la gente que reía a carcajadas. Tal vez, era demasiado marchita para ser flor.

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    Si quieres hacer lo mejor por mí, quédate esta noche.
    Y venderé mi corazón para darte algo mejor.Mercado - Página 9 Frans185Mercado - Página 9 Frans185Mercado - Página 9 Frans185Mercado - Página 9 Frans185Mercado - Página 9 Frans185Mercado - Página 9 Frans185
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    Mensaje por Nathan Hawthorne Lun Jul 08, 2013 11:21 pm

    Aplaudió un par de veces. Muy conmovedor, a decir verdad. Demasiado. Sintió incluso que sus huesos se congelaron y derritieron en menos de dos segundos. ¿Qué clase de afecto era aquel? ¿Qué clase de acto romántico en su más esencial sentido? ¿Marcus realmente estaba librándose de aquel chico solo para dejarle vivir? ¿Desde cuándo era el ejecutante de acciones tan... humanas? ¿Desde cuándo en su corazón habitaba algo más que la ira y el dolor? Vladimir debía admitir que se encontraba sorprendido, muy sorprendido de hecho.

    Dio unos pasos al frente, portando aquella apariencia con la cual se había mostrado en la fiesta; una de las tantas. Había dejado atrás, por hoy, su faceta de vampiro indefenso solidario de los cazadores y humanos de este pueblo. Hoy sería, simplemente, solidario de él mismo, como lo fue siempre a través de los años.

    Emergió desde las sombras. Sus aplausos resonaron en las ya solitarias calles. El aroma a sangre podía percibirse, y no era especialmente agradable, pues olía a cariño, a sacrificio... a amor podrido. Ladeó la cabeza y una fina sonrisa surcó sus labios.
    - Ah, ¿qué debo hacer contigo, Marcus O'Conell? ¿Qué debo hacer con ambos? -susurró, mientras la brisa alborotaba su claro cabello. Sus ojos rojos brillaron y se clavaron en ambos cuerpos. Primero en el de Marcus, y luego en el del joven que se alejaba caminando y que, de seguro, no había tenido ningún indicio de su presencia.

    Tras unos minutos de silencio, Vladimir comenzó a andar y rodeó a Marcus, hasta situarse frente a él. Lo miró fijamente, con aquel porte imponente y devastador.
    - No puedo permitirme el lujo de perderte a ti. ¿Acaso no recuerdas lo bien que la pasamos en aquella fiesta? Tal vez no, puesto que ya no deseas el mismo tipo de diversión... -susurró y levantó una mano para cazar al vuelo una flor violeta algo marchita que voló a causa del viento-. Ahora pretendes ser alguien normal, con relaciones normal, con sentimientos normales... y te diviertes yendo a festivales con tu pareja... -lo miró entrecerrando los ojos-, ¿o debería decir "amante"? -una sonrisa algo maliciosa se posó en su rostro. Miró por detrás del hombro de Marcus, observando la pequeña figura humana alejándose.
    - Como he dicho, no puedo permitir que te vayas, y mucho menos ahora, Marcus -clavó su mirada en él-. Este pueblo pronto será nuestro, si no lo es ya, y debemos imponernos, y necesito que tengas los pies firmes en esta empresa. ¿Acaso no es lo que siempre has deseado? Ahora lo tendrás, miles de personas que se dobleguen ante tu poder, ante tu fuerza? -sonrió suavemente y miró a la lejanía otra vez. La imagen humana se había desvanecido-. Puedo hacer algo por él si es lo que tanto deseas -siseó. Y, al observar su mano ensangrentada negó con la cabeza-. Eres uno de los nuestros, Marcus, los vínculos son algo más que un juego de señores feudales y vasallos...

    Tras pronunciar esas palabras, una brillo sagaz se adueñó de sus ojos. Comenzó a caminar nuevamente y pasó a un lado de Marcus, rozando su hombro y viéndole de reojo. El frío nocturno había petrificado algo más que los huesos de un vagabundo. La brisa espantaba las hojas, que no cesaban de caer de los árboles. Vladimir continuó su andar, hasta que su figura temible se posicionó frente al cuerpo débil de un humano poco bendecido en el amor y en la suerte. O, tal vez, más bendecido que ninguno.

    - No deberías caminar así con toda aquella sangre. Creo que sabes muy bien los peligros que acechan -murmuró. Su mirada se inclinaba hacia abajo, ya que era mucho más alto que el humano, aunque él no resultase tan diminuto como otros. Quizás no recordara quién era él, pero qué importaba eso ahora. Estaba a punto de ofrecerle la oportunidad de permanecer junto a Marcus para siempre.
    - ¿Por qué no vienes conmigo? Puedo ayudarte con aquello que te aflige. Ese sello no se irá, ¿lo sabes? Y estás más que sentenciado a morir siendo partícipe de esa unión desequilibrada.

    Los insinuantes ojos rojos del vampiro se clavaron en los del joven. Tal vez él no supiera quién era, pero pronto lo sabría. Y malditos aquellos que se atreven a rechazar la mano bondadosa de Vladimir D'Shaitis.


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    Mensaje por Marcus O'Conell Mar Jul 09, 2013 12:57 am

    "Quiero... Ante todo, quiero que seas feliz, Marcus."

    Creía que de todas las palabras que fueron arrojadas con furia y rencor, esas eran las únicas que su mente pretendía recordar con claridad, pues.. ¿por qué habría de continuar guardando en su interior toda la mierda que se arrojaban entre sí sin cesar? No tenía sentido, aunque a estas alturas, francamente, ya nada parecía tenerlo. Excepto aquellas palabras... Ah, la felicidad, demasiado dulce y cálida como para ser corrompida por un ser como él. Demasiado lejana, y mucho más ahora, cuando lo único verdaderamente bueno que tenía estaba alejándose más y más.

    Marcus se llevó la mano herida al rostro y cerró los ojos. ¿Qué había hecho? ¿Había hecho lo correcto? ¿Por qué clase de sentimientos fueron guiados sus actos? Negó con la cabeza mientras sentía como los pasos de Ziel se alejaban, y con él su perfume y calor. La sangre lentamente descendía y manchaba su rostro y su traje. Las gotas cayeron una a una al suelo, y en ese mismísimo instante de miseria y condenación, aquella presencia surgió de entre las sombras.

    Marcus alzó el rostro enfrentándose a sus ojos y a sus palabras. Rara vez Padre se dirigía a sus Hijos tan directamente. Generalmente, la única que poseía el grato honor de su presencia era Chie, pero ahora mismo estaba ante él, y Marcus podía jurar que sabía el por qué, y las palabras del poderoso ser acabaron por confirmar su saber. Debió haberse inclinado ante su presencia, pero no lo hizo. En su lugar, se mantuvo de pie, mirándolo a los ojos y sosteniéndole la mirada. Cada una de las sílabas emitidas le atravesaban. Un ligero temblor se adueñó de sus manos. No sabía si aquello era ira, temor o respeto. Respiró con suavidad. ¿Qué pretendía Padre?

    "¿Acaso no es lo que siempre has deseado? Ahora lo tendrás, miles de personas que se dobleguen ante tu poder, ante tu fuerza?"

    Marcus continuó inmóvil y bajó la mirada. Sus ojos, lentamente, brillaron algo acuosos. ¿Por qué...? Con un movimiento de su mano, llevó su cabello hacia atrás y miró a Vladimir otra vez. Quería decirle tantas cosas, pero no podía. Las palabras simplemente no salían de su boca. Parecía estar sellado al silencio absoluto, aunque lo que quisiera fuera todo lo contrario. Y más aún al referirse a Ziel. Hijo y Padre intercambiaron miradas sigilosas. Marcus negó con la cabeza sutilmente. No, no quería que metiera a Ziel en esto. Ya estaba lo suficientemente enterrado en el lodo como para que continuarse cubriéndose de toda la peste que él mismo había sembrado. Ya era suficiente, ahora que le había otorgado la libertad que necesitaba para sobrevivir, ahora que ya nada los unía...

    Falso. Todo es falso.

    Vladimir continuó su camino y Marcus solo pudo quedarse quieto, igual que antes, pero con la diferencia de su expresión, la cual transmitía impacto y sorpresa poco agradable. ¿Cómo podía ser posible? Él había creado el Pacto y podía diluirlo a su antojo, o al menos eso había creído todo este tiempo. Pero, la fría verdad, la cruel realidad, era que había creado un Pacto imposible de quebrantar y hacer desaparecer. Él era más que un vampiro, tal como Padre se lo había hecho entender. Él era un verdadero monstruo, un verdadero señor de las tinieblas y su objetivo aquí era sembrar oscuridad y caos. Él había cometido un crimen incapaz de remediar.

    Ziel estaría unido a él hasta la muerte.

    - No... -susurró-. ¡No! -un grito feroz proliferó de su boca. Se volteó para buscar a Padre, pero no lo encontró ya-. Ziel... -murmuró. Ziel estaba en peligro, y debía llegar hasta él cuanto antes. No sabía qué era lo que planeaba Padre, pero estaba seguro que no era nada bueno. Lo conocía lo suficiente como para saber la naturaleza de sus planes. Es más, aún quería saber por qué había aparecido ante ellos aquel día en los terrenos de la Academia, enfrentándose a él, su propio Hijo, y defendiendo a los cazadores. Realmente Padre era un misterio imposible de descifrar, y por eso mismo le temía. Y este era un temor razonable que todo humano, incluso, podría comprender, pues se trataba del miedo a lo desconocido.

    Los ágiles pasos del vampiro se dirigieron con rapidez hacia donde estaban ambos. Rastreaba el aroma de Padre y el de Ziel a la vez. Debía llegar ante ellos lo suficientemente rápido. Debía hallarlos antes de que fuera demasiado tarde. Todo esto era su culpa, y Ziel no estaría en peligro otra vez a causa de sus descuidos. Era lo más importante que tenía, y lo único. No permitiría que nadie le ponga una sola mano encima, ni siquiera su propio Amo, Señor y Creador.
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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Mar Jul 09, 2013 3:20 pm

    Sólo el traidor, pagará por su delito.

    Y aquí, el único traidor, era yo: Ziel Afarrell Carphatia. El cuerpo, era el que había sido ofrecido en el pacto, y éste, junto con su sangre, pertenecían a Marcus O'Conell. Sin embargo, Tohsaka-san -o apodado también como Sempai- había probado la sangre del contratista sin permiso del Señor. En toda regla, era un ladrón. Y la segunda parte, un traidor; por dejar que un extraño bebiera el elixir del Amo. Razón de más para condenado a ir cayendo en la maldición abrasadora del sello; siempre y cuando este perdurara para llevar a cabo el homicidio. Pero ahora, desaparecía desesperadamente, parando la enredadera de fuego infernal que se ceñía cual serpiente, con la intención de ahogar un humano corazón.

    No obstante, nadie dijo que desapareciera por completo.

    Por consiguiente, la sangre no dejaba de correr río abajo. La mordedura no terminaba de crear costra. Seguía martirizando al Esclavo, dejando que el pequeño hilo vital bajara por el cuello; al igual que el ojo de la marca. Pero esta hemorragia se controló fácilmente con un pañuelo debajo del parche, eliminando así toda afluencia de sangre en el rostro. En cambio, la del cuello, por más que intentaba taponarla, sólo conseguía llamar cada vez más la atención de la gente. 

    Y cuanta más sangre caía, más débil me encontraba. Faltaban las fuerzas para poder levantar el brazo derecho, tejido a fuego con marcas endemoniadas por el contrato; además de perder movilidad. Pareciera que las piernas estuvieran hechas de madera, sin sensibilidad alguna a la hora de andar.

    Me detenía en algunos de los puestos, observando algunas de las maravillosas cosas que tejían, esculpían o pintaban respectivamente. Realmente no tenía interés en seguir viéndolos, pero seguía deteniéndome uno por uno. Mi cabeza no hacía nada más que dar vueltas y vueltas acerca de la conversación de hacía escasa media hora. Marcus, perdóname. Jamás quise ofenderte. No sé ni por qué intento hacer como si supieras leer mentes, porque sé que no vas a saber nunca de estas palabras.
    O tal vez paraba en cada artesano por consciencia propia. Quizá hacía un poco de tiempo mientras Marcus debatía su decisión. Y tal vez logremos ver el festival antes de que termine, felizmente, como si nada ocurrió. Conservaba esa esperanza aún, reflejada en las numerosas veces que volteé la cabeza hacia el lado contrario, a expensas de que volviera.

    Aunque existía la posibilidad de que él ya se hubiera decidido.

    Ante la ide de imaginarme esa opción, paré en medio del mercado; entre el bullicio de la gente. ¿Marcus se había ido? ¿Para siempre? Puse la mano en la boca, sin dar carta a derrumbar la fortaleza. Sin embargo, tuve la necesidad de agacharme. El pecho me dolía tanto que resultaba imposible permanecer de pie. Enterré la cabeza en las rodillas y rodeé -con el único brazo que podía mover- las piernas; pero no lloré. Prometí en su momento que no volvería a llorar, que maduraría y me volvería un verdadero adulto. Dentro de nada, sería mayor de edad, y ya era hora de que aceptara esto y viviera sin depender de nada ni nadie. Pues aprender a valerme por mí mismo, ya lo hice tiempo atrás.

    El Mundo se desmoronó. Todo edificio construído, también acabó derrumbado.
    Babel, había caído.

    Si realmente Marcus se había ido, todo se iba con él. Los malos momentos, y los buenos momentos también. Y los recuerdos de esas ocasiones, invadían todo campo de visión. No podía ser. Si tan sólo no hubiera dicho aquéllo, ahora podríamos estar riendo como el resto de personas. Si tan sólo hubiera cambiado mi opinión por abrazarlo, todavía podría tenerle a mi lado. Todavía podría escuchar sus despectivos, sus halagos, su voz en formato susurro y formato secreto. No creí que esto doliera de esta forma. Inclusó olvidé el quemazón del resto del cuerpo, el malestar por la fiebre.
    He perdido. Y estaba seguro que solamente había hecho eso: perder. Desde el día en que llegué a este dichoso pueblo. Perdí a mi madre, perdí a amigos, a compañeros, lo poco que quedaba de una familia; y lo peor, perdí lo que más me importaba. Había perdido a Bella, pues no creía que el Perdón llegara hasta mi cabeza; igual que perdí a Marcus e, incompensiblemente, también me perdía mismamente. Aunque en el otro lado de la balanza, se encontraran cosas buenas, muy buenas a decir verdad. Pero, ¿por qué no, entonces, pedir perdón? Ojalá fuera tan sencillo reparar el daño.


    En cambio, la vida seguía.
    Pasé la mano por la cabeza, retirando el pelo de la cara. Amagué una sonrisa, obteniendo una extraña mueca. Estiré las piernas y volví a caminar con estropeada elegancia. Casi terminaba el mercado, y aún volteaba la cabeza por si regresaba. Ignorante. Imbécil. Estúpido. Infantil. Ya no tenía sentido mirar atrás. Solamente podía fijar la vista en el frente. Desde ahora, prohibido girarse de nuevo. Él no va a venir por ti, Ziel. Acéptalo. Cuánto antes lo hagas, antes dejarás de sufrir. Antes podrás olvidarlo. Y quizá, si me mentalizaba, fuera así. Pero, en este instante, tenía miedo. Nunca podría borrarle de mis recuerdos, por mucho que echara encima.

    Sinceramente, no me encontraba del todo bien. Estaba cansado, mareado por la pérdida de sangre. Me detuve en un banco a descansar, frente a uno de los puestos. Cerré los ojos un segundo, limpiando el sudor helado de la frente. Y, al volver a abrirlos... Taiyaki. De haber permanecido con Marcus, seguramente comprara uno para cada uno, con la intención de contagiar mi pasión infantil por dicho "pez". Lo imaginaba así. Incluso puede que él compraba el capricho de su protegido, disfrutando de la alegría al verlo comer en este mismo sitio. Hasta interpretaría el papel de Dama que otorgaba este yukata, sólo con la ilusión de verle sonreír. Pero todo se frustró en una negra pesadilla. No tenía hambre, y menos ganas aún de ver taiyaki en aquel puesto.

    La burbuja reventó.

    Una voz me sorprendió, sacando todas unas bonitas ilusiones que recreaba mentalmente. Levanté la cabeza para mirar al hombre que yacía delante, interrumpiendo la visión de taiyaki. El brillo de los ojos se perdía a cada segundo, sin encontrar ánimo de seguir viendo. Al encontrar la rojez de sus iris, sonreí inofensivamente. Sí, ese color, en todo su esplendor, me recordaba a Bella y Marcus. Sobre todo, a este último. Bella normalmente tenía otro color, pero él no. Era su tono de siempre. Y observar esos ojos, recordaron en mi piel su frío tacto. Ojalá pudiera verle una vez más. Solo una. No pedía nada más.
    Después de unos segundos, pensé detenidamente el mensaje, hechizado por ese fulgor rojizo. En ningún momento reconocí a Vladimir como el ser sanguinario de la fiesta de Navidad. Aunque el déjà vu existía. Sentía que ya había visto a este hombre antes. Sus ojos, sus rasgos, la forma de hablar...


    -Lo sé. - Contesté en un susurro, bajando la cabeza. Sabía bien que las calles estaban llenas de vampiros como él, como Marcus, como Bella. Pero ya no tenía miedo de lo que pudiera pasar, porque lo peor, ya cayó. O tal vez aún no. Llevé la mano al lado contrario del cuello, en ausencia de mover la derecha, manchando de nuevo los dedos de sangre. - Pero no se corta. - Comenté al desconocido, sin entender bien la razón, pese a que en realidad conociera la verdad.
    Negué con la cabeza a su pregunta. No, se equivocaba. El pacto ya estaba roto, por mucho que se esforzara en convencerme de lo contrario. Pese a que una fugaz felicidad surcó el semblante. Alcé de nuevo la mirada, cruzándose rojo y azul desteñido.

    -Desde el día en que nací, ya se firmó el día que moriría. Yo no soy inmortal. Y algún día tendría que ser, ¿no? - Sonreí irónicamente. Los humanos estamos condenados desde el primer día a perecer. Lo asumía perfectamente. Era mejor así, siendo consciente de lo efímera que es la vida. Jamás se olvidó esa vieja enseñanza.

    "Puedo ayudarte con eso que te aflije"

    Nuevamente se escuchó el mensaje. ¿De verdad? ¿De verdad puedes arrancarme el dolor del pecho y el dolor físico? ¿De verdad puedes calmar las lágrimas incesantes? ¿De verdad puedes recuperar a Bella y Marcus? ¿De verdad puedes concederme la felicidad que tenía antes? Entonces...

    -Ayúdame. - Pedí, depositando mi mano sobre su ofrecimiento, estirando las piernas para levantarme del banco.
    -
    Ayúdame. -
    Repetí, casi desesperado, con la congoja en la garganta. Ayúdame. Tiéndeme la cuerda y sácame de este pozo, pues nadie más viene en mi búsqueda y nadie más me espera.

    ¿Cómo despreciar una mano huesuda que concede mis más egoístas deseos?
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    Mensaje por Nathan Hawthorne Mar Jul 09, 2013 8:13 pm

    Dolor y angustia. Él ya había vivido aquello más de una vez. Ahora, no sabía qué sentir: si desprecio o compasión. Pobre humano infeliz. Condenado por el mundo y condenado por sí mismo a tal efímera y patética existencia. Sería más razonable arrancar de raíz ese pesar y otorgarle un descanso eterno, pero… ¿por qué? ¿Por qué bendecirlo con tal regalo? Vladimir D’Shaitis se encontraba bastante aburrido estos últimos días, y tenía un extraño interés por mezclarse con esa gente y percibir de cerca sus acciones y sentimientos. Una vez lo observó en esos cazadores, y ahora lo vislumbraba en este pobre e ingenuo muchacho.

    La sangre se deslizaba veloz por la piel de aquel amante entristecido. El vampiro observaba aquel fino río carmesí que no cesaba su curso. Ladeó un poco la cabeza, escuchando sus palabras. Cerró los ojos un momento, sintiendo la brisa y percibiendo a Marcus cerca. Sonrió con tranquilidad y volvió a mirar aquellos ojos tristes.
    - Cada ser tiene algo inmortal. Si no lo es su cuerpo, puede serlo su alma o su mente. Incluso su recuerdo. Por lo tanto, ¿por qué te condenas con esas palabras? Después de todo, si lo que quieres es conservar tu existencia al lado de alguien más que no es como tú pero que, aun así, añoras y deseas, eso… Eso es algo que puede remediarse. No hay problema que no tenga solución para mí, por eso… -susurró las palabras dejando la frase a medio concluir. Extendió su mano hacia el chico. Un vampiro poderoso como él le tendía su fría mano a un humano sucio e inferior. ¿Con qué propósito? Tal vez ni el propio Vladimir lo supiera con claridad. Quizá fuera piedad, o quizá fuera mera curiosidad.

    Sujetó su mano y lo puso de pie. Lo atrajo hacia sí en un veloz y audaz movimiento. El humano podría sentir allí mismo la energía avasalladora que su cuerpo inmortal desprendía. Quizá sintiera una armonía similar a la que Marcus le transmitía, pues eran una familia, pues él era su Padre y su Creador. Sin embargo, la energía no era la misma. Si la de Marcus era siniestra y oscura, esta lo era el doble. Vladimir sonrió y deslizó sus dedos por la herida reciente del cuello del humano.
    - Sí, te ayudaré, por eso estoy aquí –susurró apaciblemente. Su grave voz transmitía cierta tranquilidad inquietante-. Puedo llevarte con alguien que hará de ti un ser mejor, más poderoso, más independiente y más deseado. Puedo lograr que mi Hijo finalmente se quede contigo para siempre, y tú seas parte de la Familia. ¿Quisieras eso, acaso, Ziel Afarrell Carphatia?

    El canto de sirenas se hizo oír, en búsqueda de un marinero aturdido que cediera ante él con su voluble alma encantada.
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    Mensaje por Marcus O'Conell Mar Jul 09, 2013 9:00 pm

    Corrió todo lo que pudo. Veloz, se dirigió al encuentro con ambos seres: uno, temible y poderoso; el otro, indefenso y armonioso.

    - Ziel -susurró mientras doblaba en una esquina. Lo único en lo que podía pensar era en él. Su sonrisa... necesitaba verla de nuevo. Necesitaba cada parte de él. Ansiaba acariciar su frágil y clara piel. La desesperación de sanar cada una de sus heridas se hacía carne en él. ¿Cómo pudo ser tan estúpido? ¿Cómo pudo creer que todo sería tan sencillo? Marcus se dejó llevar por sus sentimientos, una vez más, y creyó que con el gran Amor que le profesaba a aquel chico sería capaz de librarlo de todo el Mal en el que se encontraba sumergido. Ingenuo el Amo e ingenuo el Esclavo. Marcus era mucho más que un simple vampiro. Pese a no ser un Sangre Pura, su energía, poder y vitalidad superaban a uno de ellos. Por lo tanto, todo humano que estuviera vinculado a él, sería parte de él hasta que la Muerte decidiera lo contrario. Estarían unidos hasta que la Muerte los separe. Ziel era parte de Marcus como si formara parte de un tercer brazo imposible de separar de su cuerpo. Por esa razón, más que nunca, era su deber protegerlo. Porque él lo arrastró hasta aquí, y por él ahora mismo estaba en el mayor de los peligros. Los cazadores eran apenas una mierda comparado con Padre. Y lo peor de todo era la incertidumbre, porque ésta mata y no avisa. Lo peor de todo era no saber lo que Vladimir pretendía hacer.

    "Espérame, Ziel", pensó con todas sus fuerzas. Ya podía sentir la presencia de ambos e incluso verlos a la lejanía. Pudo percibir cómo la mano de Ziel se unió a la de Vladimir. Sentía, otra vez, cómo la ilusión por un final feliz se desvanecía.
    - No, no.. ¡NO! -acabó gritando con fuerzas-. ¡Déjalo en paz! -gritó con más furia aún, percatándose de su impertinencia y falta de respeto para con su Creador. Avanzó hasta donde estaban y se interpuso entre ambos, dejando a Ziel tras de él, cubriéndolo con su cuerpo. Marcus estaba agitado y su expresión denotaba la máxima de las preocupaciones. ¿Por qué Padre lo quería a él? ¿Qué quería de Ziel?

    Y el Mar Rojo tuvo el placer de encontrarse con un Océano bajo el mismo nombre.

    Marcus clavó sus ojos en los de Vladimir, impidiendo el contacto visual entre él y Ziel.
    - Padre, por favor, le suplico que lo deje en paz, y pido disculpas por mi atrevimiento al gritarle. No ha sido mi intención, es sólo que... -no pudo continuar hablando. Bajó la cabeza y dejó mecer su cabello azabache. Unas finas gotas turbias cayeron al suelo. Era la sangre de la mano de Marcus que había manchado su rostro. Extendió uno de sus brazos hacia atrás, siendo capaz de tocar el pecho y abdomen de Ziel, y agradeciendo que aquel siguiera allí de pie, bajo su protección.

    - Haré lo que usted me pida pero, por favor, no le haga daño. No lo involucre a él en esto -suplicó. Sabía que debería ponerse de rodillas ante Él, pero no lo haría. No lo haría porque el ponerse de rodillas significaría dejar a Ziel al descubierto, y prefería que pusieran su cabeza en una pica antes que permitir que la sangre de Ziel continuara derramándose.
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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Mar Jul 09, 2013 9:56 pm

    Cada ser tiene algo inmortal.

    Las palabras de Vladimir, hicieron mella. Se tallaron en la cabeza sabiamente. Y tal vez, tras pensarlo, en mi caso, la parte inmortal fuera la Bondad, el Perdón. Estaba completamente seguro de que eso seguiría, aunque me mataran por ello. Varias personas lo mencionaron con anterioridad. Y si regresara en otra vida, si es verdad que la reencarnación existe, no habría excepción. Eso no iba a cambiar en absoluto. Puede que algunos sí que mantuvieran un recuerdo puramente inmortal en sus memorias cuando me vaya. Pero no lo creía. El tiempo pasa, y Marcus era el primero que podría hablar del tema. Él olvidó prácticamente a la bella mujer de la fotografía destrozada. Todo, porque yo me había metido en el camino y le sustraí su recuerdo. Por eso, no pensaba en ser un recuerdo inmortal. Más quisiera yo, ser inmortal para Bella y Marcus. Sin embargo, quería ser olvidado. Mi última voluntad no sería observar el sufrimiento de ninguno.

    En cambio, el sufrimiento del Amante no puede hallar consuelo alguno. Y quién sabe, si Vladimir llegara a encontrarlo también.

    Cuando me acercó hacia él, algo negro agarró mi pecho, cortando la respiración de inmediato. ¿Qué era esto? ¿Quién era él? Cuando rojo y azul se mezclaron, lo comprendí todo. Esta sensación era la misma que la que experimentaba con Marcus. El halo era el mismo, pero lo que provocaba era diferente. El frío de Marcus calmaba el fuego y rozaba mágicamente los cristales en invierno. Sin embargo, el frío de este hombre, era hielo, devastador para la cosecha. Se clavaba, punzante, por cualquier parte. Y entonces, me di cuenta. Desplegué los labios para decir su nombre, pero ni siquiera salió un susurro. Vladimir D'Shaitis. Mientras, su imagen se puntuaba en mis recuerdos. El día de la fiesta, él salió de entre la gente y bebió la sangre de una mujer hasta la muerte. Él, este hombre, era el Padre de Marcus. El Creador del propio Caos: Hades hecho carne.

    Entre tanto, la enredadera seguía trepando por dentro de la ropa, comiendo la blanca piel del delincuente; sembrando marcas parecidas al del sello. Cerré los ojos, respirando fuertemente. Todavía tenía cosas que hacer y hablar con Vladimir. Debía cumplir con la obligación que me perseguía desde cierto día. Quería... sí, quería hacerme inmortal. Para permanecer con Marcus, para permanecer con Bella. Porque sería desgraciado si ellos no estaban. Del mismo modo que ambos estarían.

    Abrí el ojo de nuevo para mirar el rojo de sus ojos. Otra vez, regresaba y me hipnotizaba. No podía parar de mirarlos, dejando que él lavara mi cerebro con sus palabras. Y, con lo que dijo después, la esperanza volvió a cubrir el iris apagado. ¿Podía él, otorgarme la Inmortalidad con sus manos y retirarme de las manos de la Muerte?


    El contacto visual se hizo negro.

    Sin entender, roto el hechizo encantador, quedé perplejo con el negro. Conocía ese tejido más que ninguna otra persona. Conocía mismamente a la persona que llevaba ese traje. Me sabía el número de botones de su camisa, la temperatura exacta de sus manos y el dulzor de sus labios. Marcus. Él... había vuelto.
    Levanté una mano para rozar su espalda, incrédulo. El corazón me iba a toda velocidad. Creía que él era un invento de la fiebre, un delirio más; que él ya estaría cerca del pueblo, como mucho, en la frontera de la zona. Sin embargo, al notar la tela bajo mis dedos, sonreí sin evitarlo. Sí, era él. Regresó. Por mí, por los dos, por el vínculo. Puse mi frente en su espalda, recorriéndome la columna suaves corrientes eléctricas que pensé olvidadas. No podía hallar mayor felicidad que esta.

    Negué con la cabeza. Marcus, no hagas nada de lo que después puedas arrepentirte. Esto lo estoy haciendo por ti, por nosotros. Rodeé su cuerpo, quedando al lado de Marcus, besando su frente en cuanto bajó la cabeza. Acaricié su pelo y miré a Vladimir.

    -Perdónale. - Pedí. No era quién para pedirlo, pero tuve el valor de decirlo. - No lo hagas Marcus. No pasa nada. Él ha prometido que podemos estar juntos. Dime, ¿quieres seguir a mi lado? ¿No quieres tenerme a cada instante y alejar el sufrimiento de los dos?- Pregunté con una sonrisa, levantando su rostro ensangrentado, con los ojos llenos de lágrimas a punto de desbordar. En cambio, creí conocer su respuesta. Clavé seriamente el ojo en los de Vladimir y contesté finalmente a él y su propuesta.
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    Mensaje por Nathan Hawthorne Miér Jul 10, 2013 5:52 am

    Su mirada se clavó en aquella figura negra que emergía a toda velocidad. En un parpadear, el humano fue arrebatado de sus manos. Vladimir observó curiosamente a su Hijo, el cual merecería un castigo a causa de su impertinencia, pero al cual, sin embargo, no le haría padecer ningún tipo de sanción.

    Al menos no por ahora.

    Una sonrisa de suficiencia se adueñó de los labios del poderoso vampiro. ¿Qué clase de espectáculo se llevaría a cabo ante sus ojos? Escuchó las palabras de Marcus y podría decirse que se encontraba casi complacido. Su mirada turbia y roja como el fuego parecía calma y suave, como un espejismo del mismísimo infierno para los condenados al borde de su próximo azote.

    Ingenuo el Amo; ingenuo el Esclavo.

    La voz del humano viajó hasta sus oídos al mismo tiempo que observó sus gestos para con su Hijo. Allí todo olía a cariño y extraña lealtad. Vladimir observó al chico pero volvió los ojos a Marcus. ¿Ambos le suplicarían clemencia? Realmente debía sentirse honrado. ¿Tanto temor infería? Se encontraba satisfecho con su accionar durante los últimos meses si así resultaba ser el asunto. Aún recordaba con claridad la manera en que casi extrae del vientre de aquella Pura Sangre a sus dos hijos. Hubiera sido un espectáculo magnífico, pero mayor sería la obra teatral cuando aquellos niños crecieran.

    ¿Obra teatral, común y corriente, o tragedia? Quizá esta última, como continuidad de la que estaría a punto de comenzar aquí mismo.

    - ¿Involucrarlo, Marcus? -negó con la cabeza suavemente, dejando mecer su cabello claro-. Ya está involucrado en esto desde el comienzo, y permíteme aclarar que no ha sido mi propósito. Generalmente, humanos como él padecen bajo nuestras garras, no son nuestros amantes y protegidos -siseó clavando sus ojos en el vampiro-. Sin embargo, no deberías aprovechar esta oportunidad. Ni tú ni él. Dime, Marcus -se acercó un poco a su Hijo, haciendo ínfima la distancia entre sus rostros-; dime, ¿cuántas veces me he dirigido a ti directamente? ¿Cuántas veces te he ofrecido mi mano de este modo? Incluso, ¿cuántas veces le he ofrecido mi mano a un humano incípido y débil como él? -los interrogantes quedaron latentes en el aire mientras la mirada carmesí viajaba, ahora, hasta Ziel-. No puedes decirme que no lo sientes. Este humano, si quedara fuera de esto, acabaría muerto antes de tiempo. Así que comienza a valorar la presente situación como una bendición -sonrió finamente-. ¿No utilizas tu olfato, ignorante vampiro? ¿No sientes la Enfermedad avanzando por sus venas? -miró a Marcus a los ojos y entrecerró los suyos-. O tal vez la sientes, pero nunca has tenido el valor de decirlo por temor a que se escape entre tus dedos como Ella -dio unos pasos hacia atrás y se inclinó un poco ante Ziel-. Muchacho, ¿quieres vivir? ¿Quieres permanecer junto a Marcus y formar parte de nuestra pequeña pero gran familia? -sonrió permitiendo ver sus finos y brillantes colmillos-. Esta es tu oportunidad para ser feliz por fin... Pero no demores mucho tu decisión, pues los minutos corren y la falta de salud también.

    Se irguió al cabo de unos segundos y metió su pálida mano en uno de sus bolsillos. Sacó del interior un pequeño frasco con un líquido oscuro y turbio en su interior. Observó a Marcus a los ojos, transmitiendo la verdad de aquella sustancia: veneno; era el veneno extraído directamente de un Pura Sangre. Un semblante serio recorrió las medidas de aquel pequeño frasco. Vladimir era inteligente y astuto, y si había podido crear seres como sus Hijos, ¿cómo no sería capaz de extraer la sustancia de conversión que los Sangre Pura llevaban consigo? Pasados unos instantes, sacó del mismo bolsillo otro pequeño frasco idéntico al anterior. Esta vez, en su interior brillaba una sustancia más carmín que una rosa en primavera: sangre de un Sangre Pura.

    - Ambos sabemos que ni tú ni yo podemos hacerlo -susurró.

    Allí, en medio de la noche, un ser siniestro como el mismísimo Demonio extendía la única esperanza de vida de un humano hacia otro ser igual de impuro, pero con un corazón completamente asfixiado a causa del afecto.

    Y, tras otorgarle aquellas dos "pócimas" al vampiro, Vladimir se volteó y comenzó a caminar en la dirección contraria. Echó un último vistazo a Ziel e hizo una mueca con sus labios, arrojándole palabras incapaces de comprender. Sonrió y continuó su camino. ¿Qué pretendía con semejante acto de benevolencia? Quién lo sabría. Pero lo único cierto en ese instante, es que la vida de Ziel estaba marcada no solo por Marcus o Vladimir, sino también por la Muerte, aquella doncella solitaria a la cual la única plegaria que un ser puede hacerle es suplicar por un día más.
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    Mensaje por Marcus O'Conell Miér Jul 10, 2013 6:35 am

    Su dulce tacto recorrió su espalda, generando aquella electricidad particular propia de los amantes que no pueden soportar la lejanía entre sus cuerpos. Marcus cerró los ojos un momento, deseando únicamente que Ziel se mantuviera allí, detrás de él, y que no hiciese ninguna locura. Era mejor que conservase el silencio mientras él arreglaba esto. Este era un asunto de vampiros...

    O tal vez no.

    Ziel rodeó su cuerpo y besó su frente. Marcus abrió los ojos. Niño tonto. Habrá crecido físicamente, habrá madurado psicológicamente, pero en el fondo continuaba siendo el mismo imprudente de siempre. Lo observó por el rabillo del ojo y su mirada valió más que mil palabras. "No te apartes de mí, Ziel. Quédate donde estás y no muevas ni un pelo, ni siquiera se te ocurra dirigirle..."

    La palabra. Ni debería haberse cruzado por su mente aquella intención. ¿Cómo un humano como él podría dirigirse a Vladimir de aquel modo y con aquellas peticiones? Si Padre quería, podía romper el cuerpo de Marcus allí mismo, y nada ni nadie podría impedirlo. Pero, sin embargo, allí estaba Ziel, deseando que lo disculpase por su falta de respeto momentánea.

    El vampiro volvió a bajar la mirada y extendió su mano rodeando a Ziel por la cintura. Lo atrajo hacia sí y ocultó su rostro contra su pecho. Marcus miró a Vladimir fijamente, y en el mar rojo de sus ojos podía advertirse cuánto apreciaba a aquel muchacho. La voz de Ziel resonaba. Sí, todo lo que decía era lo que más quería. Quería estar a su lado, cuidarlo cada día, besarlo cada instante, rozar su dulce piel... ¿Pero a qué precio? Vladimir D'Shaitis nunca ofrece su ayuda a cambio de nada. Lo sabía él más que nadie. El día en que le encontró completamente devastado y le ofreció su mano, no creyó que el precio por su fuerza y poder sería arrasar con un pueblo entero. Y quién sabe qué más planes traía en mente aquel frío y elegante hombre de la noche.

    - Calla, Ziel -murmuró, apretando su delgado cuerpo contra el suyo. Y, en aquel instante, la voz de Vladimir se desplegó sobre ambos como el aleteo de mil dragones. "Calla, calla, calla", repetía en su mente sin cesar. Sabía a donde guiaban esas palabras. Lo veía venir como si él realmente fuera alguna especie de vidente. No quería que dijera aquello. No quería que llegase al fondo del asunto. ¿Por qué sus labios habrían de nombrar lo que Marcus deseó callar durante tanto tiempo? Quizás quienes rodeaban a Ziel no se dieran cuenta del hecho, y quizá ni siquiera Bella pudiese detectarlo, pues aquel aroma fino y delicado era muy leve y sutil al principio. Solo vampiros con un gran desarrollo de sus sentidos lograban detectarlo, y aún así era costoso determinar su origen. Marcus quería creer que el aroma de alguien más llegaba a sus fosas nasales cuando estaba con Ziel y aquella mala salud se hacía presente. Cada noche solitaria rogó por su bienestar...

    Pero los Dioses no escuchan las plegarias de un pecador.

    Cuando Vladimir se acercó a Ziel para murmurar esas palabras, Marcus no pudo más que apartar la mirada. ¿Qué le diría ahora a aquel pobre e inocente humano? ¿Qué le diría ahora, siendo que le ha ocultado esto durante tanto tiempo? Y tenía que oírlo en este instante, ni nada más ni nada menos, que de los labios de Vladimir.

    Cuando regresó su vista a Padre, las brillantes sustancias que contenían aquellos frascos se reflejaron en sus iris. ¿Aquello era...? ¿No estaría pensando...? En un parpadear, ambos frasquitos pasaron de las manos de Vladimir a las de Marcus. Los sujetó en su palma y lo observó por un rato. "Ambos sabemos que ni tú ni yo podemos hacerlo". Aquellas palabras taladraban sus oídos. No era necesario que le recordasen otra vez aquella triste y cruel realidad. Era cierto, él no podía hacerlo, pues ya había afrontado la pérdida una vez debido a no ser un arrogante y poderoso Pura Sangre capaz de salvar la vida de un ser amado. Y ahora, en sus manos, estaba la decisión nuevamente. ¿Pero permitiría, Marcus, que el veneno y la sangre de quién sabe qué vampiro le diera a Ziel lo que él jamás podría darle?

    Marcus O'Conell cayó de rodillas al suelo. Deslizó la mano que rodeaba la cintura de Ziel y la depositó en el frío cemento de la acera. Inclinó su cabeza y llevó ambos frascos hasta su nariz. Los apretó con fuerza cerrando los ojos. No podía ser. Esto no podía suceder. Nuevamente, la Muerte se burlaba de él y reía a carcajadas. Una gota cristalina cayó al suelo. Esta vez no se trataba de la sangre que adornaba su rostro.

    Una lágrima. Una lágrima tan pura como el dolor que sentía en ese momento.

    - Perdóname, Ziel -susurró, como si aquellas palabras bastasen para devolverle la salud que le hacía falta. Como si de aquel modo pudiera sanar su cuerpo y devolverle la gracia de vivir.

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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Miér Jul 10, 2013 1:26 pm

    En cuanto Marcus me atrajo, ya nada malo podía pasar. Sus brazos daban completa seguridad, igual que un verdadero muro del más duro cemento, de la más dura aleación. Había pasado tanto tiempo extrañándolos, que resultó una eternidad; donde en realidad fueron escasa horas. La gelidez de su piel pareció más intensa que otras veces, debió ser por la llamativa diferencia de temperatura. Ahora el frío iba en creces, aunque fuera mi temperatura la que estuviera subiendo. En un susurro pronuncié su nombre, cerrando el ojo. Y no dije nada más, haciendo caso a su orden. La fiebre cada vez producía más estragos, apartando la atención de algunas palabras de Vladimir. En ocasiones captaba palabras en una extraña lejanía, pero los dulces cantos ancestrales, eran incapaces de llegar hasta mis oídos.

    Levanté un brazo, cogiendo su chaqueta. Cada vez que me aferraba contra él, el dolor del brazo inmóvil no terminaba nunca. Hice una pequeña mueca, incómodo y dolorido; agarrando de más su chaqueta. La respiración cada vez se hacía más dificultosa y los ojos se empañaban de lágrimas que no terminaban por caer. Y mientras, el fuego bajaba lentamente por la cadera, sembrando quemaduras por todo su cauce.

    Marcus, ayúdame. Esto... quema.

    Sin embargo, en ningún momento me aparté de Marcus. Porque, del mismo modo en que él estaba protegiéndome, también intentaba defenderlo contra Vladimir. No tenía opción contra semejante vampiro, mucho menos sin la Bloody y en mi estado, pero de esas cosas no entiende el corazón. Fue igual el día de Navidad. Ni siquiera pensé que estaba enfrentándome contra uno de los hermanos de Marcus. Simplemente un "algo" me dictaba que tenía que levantar la Bloody Rose y disparar, con el único propósito de defender a Bella de aquel insurrecto ser. Me dolía que tocaran aquello que verdaderamente me importaba. Y en esos momentos, nadie tiende a razones.

    Giré hacia un lado la cabeza, apoyando la mejilla contra el pecho de Marcus. Casualmente, encontré los ojos de Vladimir entrando directamente en el brillante azul.
    ¿Quieres vivir?
    Sí, más que nunca. No quiero morir. ¿Quieres permanecer con Marcus? Para siempre. ¿Formar parte de nuestra pequeña pero gran familia? Si es el único método de sobrevivir a la condena por traición y de conseguir defender a aquellos que son importantes para mí y mantenerlos a mi lado; no me importa ser un Demonio más. Como bien decía el Padre de Marcus, esta podría ser mi última y gran oportunidad de conseguir lo que quería: permanecer siglos al lado de Bella y Marcus, además de ser capaz de defenderlos por primera vez. Estaba harto de ser siempre la carnada, el conejo que todos tratan de proteger.


    Esta vez, iba ser yo quien los protegiera a todos.


    Lentamente fui asintiendo, sin dejar los ojos carmesíes que tentaban mi suerte. Sí, quería todo lo que me ofrecía. Lo quería todo. Desconocía la razón de Vladimir de tender su mano a un humano tan aparentemente frágil, terco e ingenuo. Pero, de esa forma, sería capaz de hacer cualquier cosa por el bien de los tres. En el ojo marino se contemplaba la seriedad de una importante decisión. No dudaría esta vez, pues era el último tren al que podía subirme ya. La siguiente parada sería la Muerte.

    En cuanto Marcus cayó, mi cuerpo también venció con él. Ya no sabía si era capaz de mantenerme solo por mi propia cuenta. Tomé aire con dificultad, apretando de nuevo su chaqueta.

    -Sabes que ya estás perdonado. -
    Negué con la cabeza, sonriendo en su hombro. Besé en esta misma zona, acariciando su mejilla para así limpiar cualquier lágrima. Él no tenía ni idea de que el pacto fuera diferente a como ambos creímos. Ninguno de los dos, a decir verdad. Fui yo mismo el que lo sugerí, y simplemente se firmó. Ya está, no tenía vuelta de hoja. Así que ya no había tiempo de arrepentimiento, porque los dos supimos el riesgo que corríamos al pactar. Además, esta situación no se habría provocado si Sempai no me hubiera acompañado. Si solo nos encontráramos únicamente nosotros, no tendría ninguna mordedura y tampoco habríamos discutido, ni ahora estaría pisando la franja que separaba blanco y negro. Y seguramente, ni Vladimir apareciera. Tampoco era culpable de las intenciones de éste último, ni de la debilidad de este insano cuerpo. Por eso, Marcus no tenía culpa de nada. Supe en todo momento lo que estaba haciendo. O quizá algunas veces no, pero aceptaba los errores cometidos en los actos. Y si alguien en este lugar era culpable, era yo, partícipe y promotor del pacto desde el principio.

    La mano fue a tapar los frascos que Marcus tenía escondidos.
    -Lucha por lo que quieres, Marcus. - Dije, esforzándome por completar la frase. Le había repetido millones de veces que luchara contra la Muerte y esta, era su oportunidad de demostrar quién era.
    -Guarda eso. Todavía... podemos ver el festival. -
    Sugerí, ciertamente ilusionado. Sorprendentemente, seguía manteniendo la esperanza de ver con él todos los puestos de antes. Y ya no iba a ocultar que estaba enfermo, como bien comentó Vladimir; era demasiado obvio. Defecto humano: enfermar. Morir. Padecer. Sufrir. Características fundamentales: vivir. Amor. Cariño. Calidez. Felicidad.

    -No... quiero desperdiciar el... yukata - Dije, continuando con una sonrisa. El yukata estaba empapado de sangre por la zona del hombro y hacía tiempo que se había echado a perder. Sin embargo, aún quería que la gente nos viera por el mercado, tal y como si fuéramos una feliz pareja. Aunque resultara macabro las apariencias que ambos llevábamos; él con todo el rostro manchado de sangre y yo con el yukata.
    Marcus, aún nos queda tiempo para que deje de ser humano. Aún nos quedaba tiempo para ir a ver los puestos del mercado y quién sabe si alguna cosa improvisada. Quería llevarme los mejores recuerdos si pasaba a la "otra vida". Y no tenía por qué tomarlo aquí y ahora, como estaría pensando seguramente. Mientras no dijera lo contrario:

    -Todo esta bien... Yo te aviso. - Lo tranquilicé, tomando finalmente una de sus manos, infundiéndole los ánimos de los que escaseaba.
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    Y si me voy, agarra mi mano antes irte.
    Al menos, sabré que siempre fuiste feliz. 
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