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Re: Fuente
Recuerdo del primer mensaje :
-A lo mejor le conozco ¿Como se llama? -pregunto
Miro de nuevo al chico, con algo de desconfianza.
-A lo mejor le conozco ¿Como se llama? -pregunto
Miro de nuevo al chico, con algo de desconfianza.
- Yuuki Cross
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Re: Fuente
Jessica observo la reacción del vampiro y tuvo que hacer un gran esfuerzo mental para no echarse hacia atrás cuando el se acerco y la toco el cuello, su mano estaba helada. Lo miro unos segundos, directamente a sus ojos de un dorado extraño. Y el le formulo aquella pregunta. Una sonrisa ladeada surgió en su rostro sin dejar de mirar en todo momento. Obviamente mordiéndome. Contesto sarcástica. Si te refieres a donde fue en el bosque de la academia. Continuo. Si en cambio preguntas por cuando hace menos de una hora. Dejo caer su cabello encima de sus heridas. Y si por el contrario te estas preguntando como salí viva. Un cazador me "rescato" Dijo con un tono oscuro a la ultima palabra.
Escucho la pregunta del vampiro, no, pero, teniendo en cuenta que no la había pasado nada con las otras, en cuanto a vampirismo estábamos hablando, suponía que con el seria igual. Me matarás. Dijo algo que no era del todo mentira pues, tras haber perdido tanta sangre estaba casi segura de que si la extraían mas moriría, a no ser que los poderes curativos de la vampiresa restablecieran la sangre también.
Escucho la pregunta del vampiro, no, pero, teniendo en cuenta que no la había pasado nada con las otras, en cuanto a vampirismo estábamos hablando, suponía que con el seria igual. Me matarás. Dijo algo que no era del todo mentira pues, tras haber perdido tanta sangre estaba casi segura de que si la extraían mas moriría, a no ser que los poderes curativos de la vampiresa restablecieran la sangre también.
- Jessica Hamilton
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Re: Fuente
Christian se quedó en silencio escuchando sus palabras. Aquel tono irónico se lo vio venir. Era ir a lo obvio. "Mordiéndome", dijo. Así que la humana tenía su cierto carácter guardado tras esas lágrimas. Él la miró por un rato más, escuchando toda aquella información, brindaba de un modo bastante brusco y desconsiderado. De todos modos, la comprendía. No estaba pasando por un buen momento. Sin embargo, cuando el timbre de su voz se oscureció, Christian suspiró levemente.
- No deberías menospreciar el esfuerzo de alguien que procura salvaguardar tu vida -murmuró mientras observaba cómo se cubrían las heridas cuando el cabello rubio de la chica llegó hasta sus hombros. Miró a Crash otra vez. Esta jovencita era bastante cabezota, al parecer. ¿Qué debía hacer al respecto? Era una completa suicida, y lo próximo que dijo se lo acabó por asegurar.
Matar. Siempre era lo primero que decían, como si en verdad lo estuviesen deseando. Por eso los humanos eran interesantes en muchos aspectos. Solían ser cien veces más impulsivos que los vampiros. Christian dio otro paso hacia ella y la sujetó gentilmente el hombro, atrayéndola un poco hacia sí. Ladeó el rostro, con los colmillos aún relucientes. La miró a los ojos.
- Podría matarte -susurró fríamente-. Pero si por esas casualidades, me descuido y te dejo viva, ¿sabes qué te ocurriría? -preguntó y se alejó de ella, volviendo a su lugar inicial. Esto se estaba volviendo un juego complicado. Jamás pensó que llegaría tan lejos. Es más, jamás pensó que alguna vez utilizaría trucos como estos para hacer entrar en razón a humanos tercos como ella. Miró a Crash otra vez y cerró los ojos un momento. Al abrirlos, el dorado poseía ciertos destellos de un carmesí oscuro.
- Ah, me pregunto si en verdad debería matarte de una buena vez y así te dejaras de quejar -murmuró gentilmente, de una manera hasta caballerosa, observándola directo al centro de sus pupilas-. ¿Tanto menosprecias tu vida, Jessica? -preguntó luego, conociendo su nombre a través de sus pensamientos, pero ella no sabría cómo lo había sabido. Miró a Crash-. ¿Tú también crees que sería mejor morir ante los problemas? -preguntó al vampiro rubio, expresando cierto optimismo. Quién diría que él haría de psicólogo aquí. Pero lo cierto es que se trataba de un psicólogo algo extraño, ¿no?
- No deberías menospreciar el esfuerzo de alguien que procura salvaguardar tu vida -murmuró mientras observaba cómo se cubrían las heridas cuando el cabello rubio de la chica llegó hasta sus hombros. Miró a Crash otra vez. Esta jovencita era bastante cabezota, al parecer. ¿Qué debía hacer al respecto? Era una completa suicida, y lo próximo que dijo se lo acabó por asegurar.
Matar. Siempre era lo primero que decían, como si en verdad lo estuviesen deseando. Por eso los humanos eran interesantes en muchos aspectos. Solían ser cien veces más impulsivos que los vampiros. Christian dio otro paso hacia ella y la sujetó gentilmente el hombro, atrayéndola un poco hacia sí. Ladeó el rostro, con los colmillos aún relucientes. La miró a los ojos.
- Podría matarte -susurró fríamente-. Pero si por esas casualidades, me descuido y te dejo viva, ¿sabes qué te ocurriría? -preguntó y se alejó de ella, volviendo a su lugar inicial. Esto se estaba volviendo un juego complicado. Jamás pensó que llegaría tan lejos. Es más, jamás pensó que alguna vez utilizaría trucos como estos para hacer entrar en razón a humanos tercos como ella. Miró a Crash otra vez y cerró los ojos un momento. Al abrirlos, el dorado poseía ciertos destellos de un carmesí oscuro.
- Ah, me pregunto si en verdad debería matarte de una buena vez y así te dejaras de quejar -murmuró gentilmente, de una manera hasta caballerosa, observándola directo al centro de sus pupilas-. ¿Tanto menosprecias tu vida, Jessica? -preguntó luego, conociendo su nombre a través de sus pensamientos, pero ella no sabría cómo lo había sabido. Miró a Crash-. ¿Tú también crees que sería mejor morir ante los problemas? -preguntó al vampiro rubio, expresando cierto optimismo. Quién diría que él haría de psicólogo aquí. Pero lo cierto es que se trataba de un psicólogo algo extraño, ¿no?
- Christian Blade
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Re: Fuente
*Crash miro la escenita con cara seria. No penso que el llegaria a ese limite para probar la fuerza de voluntad de esa joven. Pero cuando se daria cuenta la joven de que todo esto era un truco para mantenerla con vida y que sea fuerte ante su problemas.*
- Yo nunca me rendi, siempre luche hasta mi ultimo aliento. Eso fue lo que me mantuvo con vida todo este tiempo. El no quedarme en el suelo una vez me caia.
*dijo bastante serio. Sabia de lo que hablaba.
- Yo nunca me rendi, siempre luche hasta mi ultimo aliento. Eso fue lo que me mantuvo con vida todo este tiempo. El no quedarme en el suelo una vez me caia.
*dijo bastante serio. Sabia de lo que hablaba.
- Crash
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Re: Fuente
Había llegado un punto en el que Jess no se creía nada, por alguna razón, fuera cualesquiera sabia que no la mataría, extraño pero cierto. Así que cuando el puso su mano en su hombro y enseño sus colmillos estaba tranquila, no había ni una gota de miedo en su mirada, los extraños cambios de humor de la muchacha tal vez podrían incluso desconcertar a los muchachos. Yo no tengo una vida, musito ante las palabras del chico. Y si alguna vez lo fue, no esta en mi memoria. Contesto suavemente dulcificando su mirada. Ignoro el hecho de que sabia su nombre pues en este momento no la importaba que conociera esa información, ya se encargaría después de ese tema. Miro al chico de cabellos rubios cuando hablo, a primera vista parecía en estado normal pero ciertos detalles revelaban su cansancio y amargura. Por una parte tenia reticencias hacia los extraños pero, al verles a ambos así, tristes y desamparados, como ella misma lo estaba sentía el impulso de abrazarlos y decirles que todo estaba bien, que las cosas se arreglarían cosa que ella misma no creía aunque.. Si pensaba que para ellos había una salida ¿Por que no la podría haber para ella misma?
- Jessica Hamilton
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Re: Fuente
Crash tenía razón con lo que dijo. Realmente, ¿cómo poder quedarse en el suelo, derrotado, sin poder atreverse a continuar? Christian se contradecía todo el tiempo, pues una parte de él quería resistir y enfrentar todo lo que venía, pero la otra necesitaba escabullirse en la oscuridad y refugiarse en la nada. Sin embargo, si le hacía caso a esa parte... ¿No estaría siendo un completo cobarde? ¿No estaría renunciando a todo lo que es importante para él?
Escuchó las palabras de la chica y cerró los ojos un momento. Al abrirlos, le sonrió con suavidad. Christian estaba sonriendo, ese era otro dato más valorar. ¿Desde cuándo lo hacía? Más aún, ¿desde cuándo sonreía ante un extraño? No lo había hecho en el parque con alguien de su especie, ¿y por qué lo hacía ante una humana desconocida que rechazaba todo lo que él quería?
- Si yo hubiese podido elegir, hubiera deseado ser como tú -dijo finalmente. Su voz era armoniosa pero a la vez devastadora. Los años y el peso de los mismos se reflejaban en la palidez del muchacho. Aunque era un vampiro joven, muy joven en comparación a otros, pues tan sólo tenía veintitrés años, sentía que era más viejo que una roca. Muchas veces se puso a pensar en su condición, y realmente creía que si hubiera sido humano, su vida hubiera cambiado por completo y, probablemente, hubiera sido mucho más fácil. Aunque, si lo hubiese sido, quizás nunca hubiera podido estar con Kairi; tal vez ni siquiera hubiera podido conocerla.
Miró el cielo y tras suspirar recogió su chaqueta, que yacía en el suelo ya en desuso por parte de la joven. Se la echó en un hombro, sobre su camisa blanca, y sacó sus cigarrillos. Habían pasado las horas con rapidez. Creía que ya era momento de partir hacia algún lugar. No tenía a donde ir, pero un vampiro siempre se las arreglaba para eso. Tal vez daría un paseo por el pueblo, salvando a ancianos y rescatando a doncellas en peligro. Las vueltas de la vida son curiosas y nunca sabes con qué vas a toparte.
- A mí me parece que, justamente porque está en tu memoria, deseas dejarla atrás -dijo con respecto a su comentario sobre su vida. Le dedicó una última mirada inquisitiva y giró sobre sus pies para darse la vuelta. Pasó a un lado de Crash y puso una mano sobre su hombro-. Lo siento mucho -susurró respecto a lo que había sucedido entre él y su hermana. Quizás no fuera el momento adecuado para decirlo, pero quería darle a entender que lo comprendía. Él no tenía la culpa, quizás ninguno de los dos la haya tenido realmente. No fue su tiempo, sólo eso. Pero nunca se sabe qué podrá pasar mañana.
Tras encender un cigarrillo, comenzó a caminar lentamente hasta perderse en el último vestigio de oscuridad antes del amanecer.
Escuchó las palabras de la chica y cerró los ojos un momento. Al abrirlos, le sonrió con suavidad. Christian estaba sonriendo, ese era otro dato más valorar. ¿Desde cuándo lo hacía? Más aún, ¿desde cuándo sonreía ante un extraño? No lo había hecho en el parque con alguien de su especie, ¿y por qué lo hacía ante una humana desconocida que rechazaba todo lo que él quería?
- Si yo hubiese podido elegir, hubiera deseado ser como tú -dijo finalmente. Su voz era armoniosa pero a la vez devastadora. Los años y el peso de los mismos se reflejaban en la palidez del muchacho. Aunque era un vampiro joven, muy joven en comparación a otros, pues tan sólo tenía veintitrés años, sentía que era más viejo que una roca. Muchas veces se puso a pensar en su condición, y realmente creía que si hubiera sido humano, su vida hubiera cambiado por completo y, probablemente, hubiera sido mucho más fácil. Aunque, si lo hubiese sido, quizás nunca hubiera podido estar con Kairi; tal vez ni siquiera hubiera podido conocerla.
Miró el cielo y tras suspirar recogió su chaqueta, que yacía en el suelo ya en desuso por parte de la joven. Se la echó en un hombro, sobre su camisa blanca, y sacó sus cigarrillos. Habían pasado las horas con rapidez. Creía que ya era momento de partir hacia algún lugar. No tenía a donde ir, pero un vampiro siempre se las arreglaba para eso. Tal vez daría un paseo por el pueblo, salvando a ancianos y rescatando a doncellas en peligro. Las vueltas de la vida son curiosas y nunca sabes con qué vas a toparte.
- A mí me parece que, justamente porque está en tu memoria, deseas dejarla atrás -dijo con respecto a su comentario sobre su vida. Le dedicó una última mirada inquisitiva y giró sobre sus pies para darse la vuelta. Pasó a un lado de Crash y puso una mano sobre su hombro-. Lo siento mucho -susurró respecto a lo que había sucedido entre él y su hermana. Quizás no fuera el momento adecuado para decirlo, pero quería darle a entender que lo comprendía. Él no tenía la culpa, quizás ninguno de los dos la haya tenido realmente. No fue su tiempo, sólo eso. Pero nunca se sabe qué podrá pasar mañana.
Tras encender un cigarrillo, comenzó a caminar lentamente hasta perderse en el último vestigio de oscuridad antes del amanecer.
- Christian Blade
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Humor : Que tengas o no un gato determinará mi humor hacia ti.
Re: Fuente
*Crash se quedo quieto y miro su reloj. Tenia que irse y no queria dejar a esa chica asi, pero no podia hacer mucho mas. Tenia una libreta y con un boli apunto su la direccion de su casa y como contactar con el para loq ue fuera.*
- Toma esto. Me tengo que ir pero buscame cuando lo necesites.
*Le dijo a la chica y se fue*
- Toma esto. Me tengo que ir pero buscame cuando lo necesites.
*Le dijo a la chica y se fue*
- Crash
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Re: Fuente
........*caminó y caminó asta que vio algo que le interesó-......fuente.....y hay personas...*caminó asía las personas*........¿que hacen ustedes aquí?
- kurick
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Re: Fuente
Caminaba con lentitud. Kaname Kuran recorría los exteriores de la Academia disfrutando de la noche, quizá, o buscando algo en lo cual depositar un poco de tiempo; algo que no fueran libros ni investigaciones.
Algo que le dejara respirar un poco de paz.
Llegó a la fuente y se sentó en el borde. Elevó la mirada hacia el cielo nocturno y allí se perdieron sus ojos oscuros.
Al pasar un rato, sale de allí en dirección a los dormitorios.
Algo que le dejara respirar un poco de paz.
Llegó a la fuente y se sentó en el borde. Elevó la mirada hacia el cielo nocturno y allí se perdieron sus ojos oscuros.
Al pasar un rato, sale de allí en dirección a los dormitorios.
- Kuran Kaname
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Re: Fuente
Jess se quedo mirando al muchacho de cabellos azules mientras se alejaba, esa pregunta continuaba rondandole la cabeza, ¿Podría haber un futuro para ella? no se lo había planteado pues tenia claro que acabaría muerta de una u otra forma esta misma noche pero, al no ser así todo había cambiado, tiempo, tenia tiempo al menos de momento.
Miro al muchacho rubio cuando le tendió aquel trozo de papel y se quedo mirando como se fue. Ambos parecían... humanos, a pesar de la piel y los poderes y ese royo, pero tenían sentimientos, jamas los habría imaginado así, jamas. Se quedo allí unos minutos quieta, abrazada a si misma temblando de frió aferrando el trozo de papel contra su pecho mirando por donde se fue. El era un vampiro podría pedirle que... acabara lo empezado. Levanto la mirada hacia la luna, llena y escucho el sonido perdido de un lobo, sonaba cerca. Su instinto la hizo correr, correr hacia la academia, hacia un lugar seguro para terminar con esta noche de pesadilla que casi había acabado con la vida de la joven.
Miro al muchacho rubio cuando le tendió aquel trozo de papel y se quedo mirando como se fue. Ambos parecían... humanos, a pesar de la piel y los poderes y ese royo, pero tenían sentimientos, jamas los habría imaginado así, jamas. Se quedo allí unos minutos quieta, abrazada a si misma temblando de frió aferrando el trozo de papel contra su pecho mirando por donde se fue. El era un vampiro podría pedirle que... acabara lo empezado. Levanto la mirada hacia la luna, llena y escucho el sonido perdido de un lobo, sonaba cerca. Su instinto la hizo correr, correr hacia la academia, hacia un lugar seguro para terminar con esta noche de pesadilla que casi había acabado con la vida de la joven.
- Jessica Hamilton
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Re: Fuente
Natsuki puso los ojos en blanco. Estaba sentada en el bordillo de la Fuente mientras Sakamoto -una de sus compañeras de clase- comentaba acerca de la actuación pasada y sobre los papeles que los estudiantes habían interpretado. Muchas de sus críticas, no eran positivas. La joven muchacha de cabellos lacios, se puso de pie y se impuso ante la otra joven.
- ¿Vas a continuar quejándote? ¿Acaso tú lo hubieras hecho mejor? -gritó, poniendo su rostro muy cerca del suyo. Parecía una loba salvaje a punto de desmembrar su presa-. Fue tu idea darle el papel de una mujer a un hombre, entonces, ahora no discutas sobre ello. Ziel lo ha hecho bien, ¿entiendes? Y si quieres tu maldita yukata de nuevo, de acuerdo, iré y se lo pediré. Pero, encima que ha pasado por un momento humillante, no puedes pretender que luego el chico se quede siendo tu sirviente -conluyó.
El silencio que se formó en aquel grupo de jóvenes fue fantasmal.
Natsuki giró su rostro hacia las demás jóvenes que estaban allí.
- ¿Qué? ¿Por qué me miran así? -inquirió con rudeza. Luego, adoptó una postura más relajada y deslizó sus finos dedos por su extenso cabello, sonriendo de forma angelical-. ¿Acaso he dicho algo erróneo? Si todas sabemos que, además, Ziel le gusta -soltó una leve risilla mientras observaba cómo Sakamoto se alejaba de allí. Al verla partir, murmuró algunas palabras no gratas por lo bajo y volvió a sentarse en la Fuente. Las otras chicas también partieron, probablemente a cumplir con su cuota de falsedad del día, haciéndole creer a Sakamoto que ella lleva razón y que Natsuki es la bruja reventada.
- ¿Vas a continuar quejándote? ¿Acaso tú lo hubieras hecho mejor? -gritó, poniendo su rostro muy cerca del suyo. Parecía una loba salvaje a punto de desmembrar su presa-. Fue tu idea darle el papel de una mujer a un hombre, entonces, ahora no discutas sobre ello. Ziel lo ha hecho bien, ¿entiendes? Y si quieres tu maldita yukata de nuevo, de acuerdo, iré y se lo pediré. Pero, encima que ha pasado por un momento humillante, no puedes pretender que luego el chico se quede siendo tu sirviente -conluyó.
El silencio que se formó en aquel grupo de jóvenes fue fantasmal.
Natsuki giró su rostro hacia las demás jóvenes que estaban allí.
- ¿Qué? ¿Por qué me miran así? -inquirió con rudeza. Luego, adoptó una postura más relajada y deslizó sus finos dedos por su extenso cabello, sonriendo de forma angelical-. ¿Acaso he dicho algo erróneo? Si todas sabemos que, además, Ziel le gusta -soltó una leve risilla mientras observaba cómo Sakamoto se alejaba de allí. Al verla partir, murmuró algunas palabras no gratas por lo bajo y volvió a sentarse en la Fuente. Las otras chicas también partieron, probablemente a cumplir con su cuota de falsedad del día, haciéndole creer a Sakamoto que ella lleva razón y que Natsuki es la bruja reventada.
- Natsuki Sugimura
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Re: Fuente
Después de abandonar el trabajo y dar por satisfecha su diaria rutina, decidió pasarse por la Academia. Quizá viera a su querida hermana pequeña: Natsuki. A veces le gustaría que ella también fuera a verle a su departamento. Pero no todo se podía tener. Él era el mayor.
Su vista se fijaba en una pequeña libreta llena de notas hasta en sus márgenes, mientras conservaba la suficiente atención al camino. Esquivó dos alumnas de la Clase Diurna y no remedió sonreír. Ambas empezaron a cuchichear tras verle. Suspiró, negando levemente con la cabeza. ¿Por qué no le extrañaba aquella situación? Ya la había visto en más de una ocasión. Su hermana y la sociedad.
Una vez llegó a la fuente, apuntó algo en su libreta y sus ojos se levantaron hacia Natsuki.
-¿Otra vez? A ver... ¿qué ha pasado esta vez? - Preguntó con una risa, casi hasta comprensivo. La verdad es que poco le duraban las amigas. Ignoraría su historia de todas formas. Las cosas de su cabeza siempre eran más importantes que los embrollos infantiles de su hermana. Algún día, esperaba que comprendiera la vida adulta. - Deberías aprender más de tu hermano mayor y dejar de ser tan irritante. - Comentó, regresando al cuaderno, sumido en sus notas, apuntes, planes y estrategias de siempre. Sin si quiera mirar, se sentó en el borde de la fuente. Finalmente, bajó la libreta y golpeó a su hermana con ella en la cabeza. - Natsuk, más borde y no naces. - Se sinceró. Tampoco es que él fuera un buen ejemplo, pero al menos las chicas de su clase estaban coladitas por sus huesos y los hombres estaban constantemente invitándole a fiestas universitarias.
Su vista se fijaba en una pequeña libreta llena de notas hasta en sus márgenes, mientras conservaba la suficiente atención al camino. Esquivó dos alumnas de la Clase Diurna y no remedió sonreír. Ambas empezaron a cuchichear tras verle. Suspiró, negando levemente con la cabeza. ¿Por qué no le extrañaba aquella situación? Ya la había visto en más de una ocasión. Su hermana y la sociedad.
Una vez llegó a la fuente, apuntó algo en su libreta y sus ojos se levantaron hacia Natsuki.
-¿Otra vez? A ver... ¿qué ha pasado esta vez? - Preguntó con una risa, casi hasta comprensivo. La verdad es que poco le duraban las amigas. Ignoraría su historia de todas formas. Las cosas de su cabeza siempre eran más importantes que los embrollos infantiles de su hermana. Algún día, esperaba que comprendiera la vida adulta. - Deberías aprender más de tu hermano mayor y dejar de ser tan irritante. - Comentó, regresando al cuaderno, sumido en sus notas, apuntes, planes y estrategias de siempre. Sin si quiera mirar, se sentó en el borde de la fuente. Finalmente, bajó la libreta y golpeó a su hermana con ella en la cabeza. - Natsuk, más borde y no naces. - Se sinceró. Tampoco es que él fuera un buen ejemplo, pero al menos las chicas de su clase estaban coladitas por sus huesos y los hombres estaban constantemente invitándole a fiestas universitarias.
- Shima Sugimura
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Re: Fuente
Se encontraba sola en aquel espléndido atardecer. Suspiró, observando la puesta del Sol. A decir verdad, se encontraba a gusto allí. No tenía ganas de regresar a la Academia y encontrarse con toda esa manada de inadaptados e inútiles. De tan solo recordar la "escena" anterior, le provocaba pequeñas olas de ira en su interior. La joven cerró los ojos un momento y echó la cabeza hacia atrás, apoyando sus manos en el borde de la fuente para sostener su cuerpo y no caer al agua.
- Paciencia... -susurró de forma casi inaudible, y entonces sus meditaciones fueron interrumpidas.
Podía reconocer aquella voz en cualquier sitio. La joven abrió un ojo y lo miró de manera algo distraída, como quitándole importancia a su presencia. ¿Qué demonios hacia allí?
- ¿Quién crees que eres para pasearte por la Academia cada vez que te de la gana? ¿Acaso no ves que es tarde y no se aceptan visitas -determinó, abriendo su otro ojo e inclinándose hacia el frente. Sus ojos violáceos se clavaron en los de Shima. Natsuki acabó por suspirar otra vez-. Sakamoto y sus secuaces, como siempre. Pretende elegir los alumnos que interpretarán los diferentes papeles de la obra y luego se queja de su propia elección. A ver, ¿qué lógica tiene eso? -miró a su hermano con obviedad, buscando su aprobación-. Pero qué más da, que le den a ella y a todos los otros imbéciles. A mi no me importa.
Clavó su mirada en él cuando mencionó aquellas palabras. ¿Aprender de él? Por favor, ¿qué chiste era ese? Natsuki sonrió fríamente, negando con la cabeza.
- Si aprendiera de ti, probablemente ya hubiera ideado los planes adecuados para un crimen perfecto -siseó, mirándole con complicidad y sagacidad-. Pero, la verdad es que pretendo que vivan un tiempo más. Después de todo, ¿con quién me divertiré si ellas no están? -comentó con mayor soltura, cerrando los ojos y relajándose un poco. Finalmente, al oír aquel último comentario aparentemente poco amigable, Natsuki se encogió de hombros-. Gracias, lo tomaré como un cumplido -le guiñó un ojo y regresó su vista al frente.
- Paciencia... -susurró de forma casi inaudible, y entonces sus meditaciones fueron interrumpidas.
Podía reconocer aquella voz en cualquier sitio. La joven abrió un ojo y lo miró de manera algo distraída, como quitándole importancia a su presencia. ¿Qué demonios hacia allí?
- ¿Quién crees que eres para pasearte por la Academia cada vez que te de la gana? ¿Acaso no ves que es tarde y no se aceptan visitas -determinó, abriendo su otro ojo e inclinándose hacia el frente. Sus ojos violáceos se clavaron en los de Shima. Natsuki acabó por suspirar otra vez-. Sakamoto y sus secuaces, como siempre. Pretende elegir los alumnos que interpretarán los diferentes papeles de la obra y luego se queja de su propia elección. A ver, ¿qué lógica tiene eso? -miró a su hermano con obviedad, buscando su aprobación-. Pero qué más da, que le den a ella y a todos los otros imbéciles. A mi no me importa.
Clavó su mirada en él cuando mencionó aquellas palabras. ¿Aprender de él? Por favor, ¿qué chiste era ese? Natsuki sonrió fríamente, negando con la cabeza.
- Si aprendiera de ti, probablemente ya hubiera ideado los planes adecuados para un crimen perfecto -siseó, mirándole con complicidad y sagacidad-. Pero, la verdad es que pretendo que vivan un tiempo más. Después de todo, ¿con quién me divertiré si ellas no están? -comentó con mayor soltura, cerrando los ojos y relajándose un poco. Finalmente, al oír aquel último comentario aparentemente poco amigable, Natsuki se encogió de hombros-. Gracias, lo tomaré como un cumplido -le guiñó un ojo y regresó su vista al frente.
- Natsuki Sugimura
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Re: Fuente
No esperaba menos de su hermana. Era demasiado predecible y fácil de leer. Durante todos estos años ha estado estudiando su comportamiento y sus reacciones, por eso no se sorprendió. Todo lo contrario, lo haría si realmente cambiara su ego y orgullo. Sonrió, y escribió algunas cosas más en su cuaderno, sin escuchar ni una palabra de lo que le estaba diciendo. Le entraba por una oreja y le salía por la otra. Aunque respondió a algunas de sus preguntas:
- Suponía que ya lo tenías claro: Shima Sugimura, tu hermano mayor. - Dijo sin levantar la vista del cuaderno. Una de sus manos la llevó a su mentón, pensativo. Su mente viajaba demasiado rápido como para decir lo que se estaba pasando por ella. Sus ojos verdosos se alzaron duros e inflexibles. - Como siempre, tú eres el ángel caído a pedradas. Demasiado corrupto, esto es como la mafia. - Una sonrisa malévola se produjo. - ¿Y no serás tú la de siempre, el problema del asunto? Es muy raro que al final todo el mundo sea el culpable, ¿no crees? - El resto de comentarios, prefería ahorrárselos. Sabía perfectamente que su hermana no prestaría atención a sus consejos y acabaría por hacer lo que le diera la gana. Realmente, la lógica que Shima encontraba era fácil: su hermana era la culpable de organizar penosamente el club de teatro, y la disconformidad llegaba hasta el resto de alumnos. Además, estos trataban de mandar en el asunto. La lucha de titanes era obvia, y aquí, venían las disputas. Menudo gallinero tenían montado entre todas. Mujeres. Gracias al cielo que no nació fémina.
- No, claro que no te importa. Por eso echas espuma por la boca cuando hablas de ellas y te conviertes en una arpía, Natsuk. - Rió a carcajadas, sin siquiera mirarla.
Cruzó las piernas y los brazos, cerrando brevemente el cuaderno. Llevó una mano a su frente, doblando la columna hacia delante. Suspiró. Qué hermana tan orgullosa. Como el aceite, siempre por encima.
- ¿Y realmente matarías a alguien? ¿Acaso eres capaz? - Preguntó seriamente, casi insinuando que lo hiciera si tenía agallas. Sus ojos enfatizaron un destello sagaz de atrevimiento. Cualquiera aseguraría que él había cometido un homicidio. Pero, ¿estaría Natsuki verdaderamente dispuesta a hacer un crimen perfecto?
Por otra parte, le agradaba oír aquello. Ya tenía conocimiento de su brillante mente. - A mí no me parece diversión estar todo el día discutiendo con los compañeros de la universidad. - Alzó una ceja, incrédulo. Su hermana tenía formas de pasar el tiempo bastantes curiosas.
Llevó un dedo a su frente y empujó hacia atrás.
- Con los ojos tan bonitos que tienes, y te pones esa horrendidad de lentillas. - Le disgustaban. Los ojos de su hermana, tan grandes, eran preciosos. Y sin embargo, se entretenía en ponerse lentillas de color morado. Qué ridiculez.
- Suponía que ya lo tenías claro: Shima Sugimura, tu hermano mayor. - Dijo sin levantar la vista del cuaderno. Una de sus manos la llevó a su mentón, pensativo. Su mente viajaba demasiado rápido como para decir lo que se estaba pasando por ella. Sus ojos verdosos se alzaron duros e inflexibles. - Como siempre, tú eres el ángel caído a pedradas. Demasiado corrupto, esto es como la mafia. - Una sonrisa malévola se produjo. - ¿Y no serás tú la de siempre, el problema del asunto? Es muy raro que al final todo el mundo sea el culpable, ¿no crees? - El resto de comentarios, prefería ahorrárselos. Sabía perfectamente que su hermana no prestaría atención a sus consejos y acabaría por hacer lo que le diera la gana. Realmente, la lógica que Shima encontraba era fácil: su hermana era la culpable de organizar penosamente el club de teatro, y la disconformidad llegaba hasta el resto de alumnos. Además, estos trataban de mandar en el asunto. La lucha de titanes era obvia, y aquí, venían las disputas. Menudo gallinero tenían montado entre todas. Mujeres. Gracias al cielo que no nació fémina.
- No, claro que no te importa. Por eso echas espuma por la boca cuando hablas de ellas y te conviertes en una arpía, Natsuk. - Rió a carcajadas, sin siquiera mirarla.
Cruzó las piernas y los brazos, cerrando brevemente el cuaderno. Llevó una mano a su frente, doblando la columna hacia delante. Suspiró. Qué hermana tan orgullosa. Como el aceite, siempre por encima.
- ¿Y realmente matarías a alguien? ¿Acaso eres capaz? - Preguntó seriamente, casi insinuando que lo hiciera si tenía agallas. Sus ojos enfatizaron un destello sagaz de atrevimiento. Cualquiera aseguraría que él había cometido un homicidio. Pero, ¿estaría Natsuki verdaderamente dispuesta a hacer un crimen perfecto?
Por otra parte, le agradaba oír aquello. Ya tenía conocimiento de su brillante mente. - A mí no me parece diversión estar todo el día discutiendo con los compañeros de la universidad. - Alzó una ceja, incrédulo. Su hermana tenía formas de pasar el tiempo bastantes curiosas.
Llevó un dedo a su frente y empujó hacia atrás.
- Con los ojos tan bonitos que tienes, y te pones esa horrendidad de lentillas. - Le disgustaban. Los ojos de su hermana, tan grandes, eran preciosos. Y sin embargo, se entretenía en ponerse lentillas de color morado. Qué ridiculez.
- Shima Sugimura
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Re: Fuente
Puso los ojos en blanco. Aquí iban de nuevo. Ya comenzaba la riña indirecta. Lo miró de reojo y deslizó sus finos dedos por el cabello sedoso que conformaba su flequillo.
- Claro, ahora yo soy la corrupta y el ángel caído a pedradas -lo miró fijamente-. ¿Qué queda para ti, "desertor" de los Sugimura? -sonrió de forma ladeada, inclinándose un poco hacia adelante y permitiendo que su cabello se meciera lentamente. Al escuchar sus próximas palabras, se volteó hacia él con brusquedad y le otorgó una "delicada" caricia con forma de bofetada.
- No soy una arpía. Y tú no eres quién para decirme lo que soy o dejo de ser -sentenció.
Se puso de pie y le dio la espalda.
- Quién sabe. Quizá comience por ti -siseó, observándolo por el rabillo del ojo mientras su extensa cabellera se balanceaba a causa de la brisa de aquel atardecer. ¿Por qué no empezar por asesinar a su hermano? Oh, claro, él se creía lo suficientemente listo como para tentar la suerte y evitar la masacre que podría cernirse sobre sus "listillos" huesos-. A mí tampoco me divierte. No creas que soy una chiquilina estúpida. Es solo que... -dejó de hablar. Su mirada se entristeció un poco. La verdad es que no le interesaba que Shima supiera sus razones.
Se volteó a verlo y se aproximó a él unos pasos. Entonces, el muchacho clavó su índice en su frente y le dio un leve empujón.
- Dime, ¿a qué has venido? ¿A molestarme? ¿Realmente te hace tanta gracia, Shima? Deja mis lentillas en paz -murmuró adelantando su rostro y clavando sus ojos en él directamente, dejando brillar el intenso violeta-. Si las llevo, es porque no me quiero parecer a ti -sonrió fríamente-. Además, ¿qué te quejas? Si llevas una lentilla roja en un solo ojo, cual estúpido aficionado. Dime, ¿a quién quieres impresionar? -alzó ambas manos en un gesto desinteresado y rió irónicamente.
- Claro, ahora yo soy la corrupta y el ángel caído a pedradas -lo miró fijamente-. ¿Qué queda para ti, "desertor" de los Sugimura? -sonrió de forma ladeada, inclinándose un poco hacia adelante y permitiendo que su cabello se meciera lentamente. Al escuchar sus próximas palabras, se volteó hacia él con brusquedad y le otorgó una "delicada" caricia con forma de bofetada.
- No soy una arpía. Y tú no eres quién para decirme lo que soy o dejo de ser -sentenció.
Se puso de pie y le dio la espalda.
- Quién sabe. Quizá comience por ti -siseó, observándolo por el rabillo del ojo mientras su extensa cabellera se balanceaba a causa de la brisa de aquel atardecer. ¿Por qué no empezar por asesinar a su hermano? Oh, claro, él se creía lo suficientemente listo como para tentar la suerte y evitar la masacre que podría cernirse sobre sus "listillos" huesos-. A mí tampoco me divierte. No creas que soy una chiquilina estúpida. Es solo que... -dejó de hablar. Su mirada se entristeció un poco. La verdad es que no le interesaba que Shima supiera sus razones.
Se volteó a verlo y se aproximó a él unos pasos. Entonces, el muchacho clavó su índice en su frente y le dio un leve empujón.
- Dime, ¿a qué has venido? ¿A molestarme? ¿Realmente te hace tanta gracia, Shima? Deja mis lentillas en paz -murmuró adelantando su rostro y clavando sus ojos en él directamente, dejando brillar el intenso violeta-. Si las llevo, es porque no me quiero parecer a ti -sonrió fríamente-. Además, ¿qué te quejas? Si llevas una lentilla roja en un solo ojo, cual estúpido aficionado. Dime, ¿a quién quieres impresionar? -alzó ambas manos en un gesto desinteresado y rió irónicamente.
- Natsuki Sugimura
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Re: Fuente
Al igual que al resto de gente, sus palabras hicieron mella, golpeando contra el duro fuerte que su hermana tenía construído con orgullo. Su sonrisa se esparció. Poco le importaba si le dolía o le ofendía, era claramente lo que pensaba. También estaba dispuesto a aceptar sus pensamientos, si es que algún día se sostenían.
- No, mejor eres la Virgen María. - Se burló aún más, hincando su voz en los tímpanos de su hermana. - Mismamente lo dijiste: desierto. Soledad. Silencio. Como quieras llamarlo. - Y no esperaba menos, pues, como bien dijo Natsuki, él era un desertor de su apellido. Escapó de su rastrera herencia e ideales. No por algo abandonó su residencia para buscar otra. Chasqueó la lengua brevemente, pero sin llegar a estar molesto. La miró, alzando una ceja. ¿De verdad que no era una arpía, volviéndole la vida imposible a los demás? Carraspeó, haciéndose notar.
- Soy tu hermano mayor, y con eso es suficiente. - Shima no resultaba el típico hermano mayor que daba órdenes a sus hermanos menores, aunque de vez en cuando se plantaba su obligación.
Los ojos verdosos recorrieron la figura de su hermana suculentamente. Apenas quedaban rastros infantiles en su cuerpo adolescente. Podía ser sincero consigo mismo y reconocer que Natsuki era toda una mujercita. Y, de extraña forma, se sentía hasta orgulloso. Cerró los ojos un segundo y suspiró con una sonrisa.
Levantó el cuerpo de la fuente y se inclinó hacia su hermana. Tomó las puntas de su pelo y aspiró su aroma. Seguidamente, empezó a reír.
- Entonces empieza. ¿Prefieres lo sádico y descuartizarme o únicamente un simple balazo? - Preguntó, soltando delicadamente sus mechones. - Quiero saber la forma en la que moriré. - Encogió los hombros. Mentes científicas. - Por el momento, no me haces cambiar de opinión, Natsuk. - Regresó a sentarse en la fuente, relajado. Sus nervios rara vez se impacientaban. Guardó su libreta en el bolsillo. - Es sólo que... ¿qué? - Cruzó sus brazos, advirtiendo seriedad en su rostro. - ¿Qué, Natsuk? - Insistió.
- A ver a mi novia. - Mintió. - ¿Sabes que ahora tengo una novia de la Academia? Tal vez vaya a tu misma clase. - La maldad de Shima se convirtió en algo extremo y quizá, macabro. - Pero sí, me hace gracia. Porque es extraño ver tus ojos morados y tu pelo lacio castaño claro. Es una mezcla extraña. - Llevó una mazo a su mentón, analizando la combinación de colores. Sacó su libreta de nuevo y apuntó una de sus ideas en su cuaderno. Lo cerró de nuevo. - Oh, vaya. Se suponía que todas las hermanas pequeñas adoran a sus respectivos hermanos. O al menos los admiran. - Alzó las cejas, sorprendido. - ¿No te sientes orgullosa de que tu hermano sea el tan conocido Shima Sugimura? - Poco le importaba si decía sí o no. Estaba vacilándola, como siempre. - Soy un aficionado que lleva una lentilla roja para querer infiltrarse entre los vampiros. Quizá. Pero algún día demostraré que esos seres existen. Además, a las mujeres les encanta mi lentilla roja. - Su voz se volvió insinuante y seductora. - Dicen que es atractivo y "brilla en la oscuridad". - Rió.
- No, mejor eres la Virgen María. - Se burló aún más, hincando su voz en los tímpanos de su hermana. - Mismamente lo dijiste: desierto. Soledad. Silencio. Como quieras llamarlo. - Y no esperaba menos, pues, como bien dijo Natsuki, él era un desertor de su apellido. Escapó de su rastrera herencia e ideales. No por algo abandonó su residencia para buscar otra. Chasqueó la lengua brevemente, pero sin llegar a estar molesto. La miró, alzando una ceja. ¿De verdad que no era una arpía, volviéndole la vida imposible a los demás? Carraspeó, haciéndose notar.
- Soy tu hermano mayor, y con eso es suficiente. - Shima no resultaba el típico hermano mayor que daba órdenes a sus hermanos menores, aunque de vez en cuando se plantaba su obligación.
Los ojos verdosos recorrieron la figura de su hermana suculentamente. Apenas quedaban rastros infantiles en su cuerpo adolescente. Podía ser sincero consigo mismo y reconocer que Natsuki era toda una mujercita. Y, de extraña forma, se sentía hasta orgulloso. Cerró los ojos un segundo y suspiró con una sonrisa.
Levantó el cuerpo de la fuente y se inclinó hacia su hermana. Tomó las puntas de su pelo y aspiró su aroma. Seguidamente, empezó a reír.
- Entonces empieza. ¿Prefieres lo sádico y descuartizarme o únicamente un simple balazo? - Preguntó, soltando delicadamente sus mechones. - Quiero saber la forma en la que moriré. - Encogió los hombros. Mentes científicas. - Por el momento, no me haces cambiar de opinión, Natsuk. - Regresó a sentarse en la fuente, relajado. Sus nervios rara vez se impacientaban. Guardó su libreta en el bolsillo. - Es sólo que... ¿qué? - Cruzó sus brazos, advirtiendo seriedad en su rostro. - ¿Qué, Natsuk? - Insistió.
- A ver a mi novia. - Mintió. - ¿Sabes que ahora tengo una novia de la Academia? Tal vez vaya a tu misma clase. - La maldad de Shima se convirtió en algo extremo y quizá, macabro. - Pero sí, me hace gracia. Porque es extraño ver tus ojos morados y tu pelo lacio castaño claro. Es una mezcla extraña. - Llevó una mazo a su mentón, analizando la combinación de colores. Sacó su libreta de nuevo y apuntó una de sus ideas en su cuaderno. Lo cerró de nuevo. - Oh, vaya. Se suponía que todas las hermanas pequeñas adoran a sus respectivos hermanos. O al menos los admiran. - Alzó las cejas, sorprendido. - ¿No te sientes orgullosa de que tu hermano sea el tan conocido Shima Sugimura? - Poco le importaba si decía sí o no. Estaba vacilándola, como siempre. - Soy un aficionado que lleva una lentilla roja para querer infiltrarse entre los vampiros. Quizá. Pero algún día demostraré que esos seres existen. Además, a las mujeres les encanta mi lentilla roja. - Su voz se volvió insinuante y seductora. - Dicen que es atractivo y "brilla en la oscuridad". - Rió.
- Shima Sugimura
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Re: Fuente
Quería golpearlo. Quería golpearlo lo suficientemente como para que volara de regreso a su casa.
Rió irónicamente ante lo de "Vigen María". Una sonrisa sarcástica permaneció en el rostro de Natsuki, hasta que él mencionó algo acerca de su comentario. Natsuki lo observó y una ligera sombra envidiosa surcó su mirar. Ojalá ella hubiese podido hacer lo mismo de él. Ojalá pudiese romper aquí y ahora esas cadenas de hierro que aprisionaban su cuerpo a un futuro indeseable.
Ojalá pudiese romper las cadenas que aferraban su corazón.
- Al menos tú tuviste suerte -sentenció al respecto, y no dijo ni una palabra más sobre ese tema.
Observó fijamente los claros ojos de su hermano. Incluso bajo aquella lentilla roja, podía divisarse el destello esmeralda que resultaba tan intimidante a veces. Cuando capturó los mechones de su cabello, casi quiso tirar de ellos para arrancarlos de sus manos, pero se contuvo, pues no quería arruinar sus puntas brillantes y sedosas.
- No cometería el error de decirte cómo te mataré. No tendría sentido que lo sepas y lo puedas evitar -guiñó un ojo, de forma atrevida y sagaz. Luego, miró el cielo por unos momentos. Una bandada de pájaros huía de un árbol.
Suspiró.
- Nada. Solo que nada -dijo sin más. No tenía por qué abrir su corazón y su mente a su hermano. No tenía por qué hacerlo ahora mismo. Él pensaba que ella era una idiota niña malcriada, y en el fondo Natsuki prefería que siguiera pensando aquello. Si él se enteraba que ella había madurado, que había comprendido muchas cosas relevantes, que cada día compartía más el punto de vista del muchacho, que su vida entera era una "puesta en escena"... Si él sabía esas cosas, probablemente la echaría de menos cuando se la llevasen lejos.
- Dime, ¿cuándo iré a visitarte a ese nido de ratas que llamas "hogar"? -sonrió, cambiando drásticamente de tema-. Quizá pueda ir el fin de semana próximo. ¿Te parece?
"A ver a mi novia". De acuerdo. Natsuki acababa de arrepentirse de haber dicho aquello. Que lo vaya a visitar su puta madre.
- Oh, mira qué interesante. Entonces, creo que deberías ir hacia allí e infiltrarte en la habitación de las chicas cual Romeo -ironizó, señalando un ventanal en el segundo piso. Luego lo miró detenidamente-. Pues a mi me gustan mis lentillas. Si te parece una combinación extraña, es problema tuyo. Quizá lo exótico en mí atraiga a un buen partido -susurró, alzando sus manos distraídamente y recogiendo su cabello en una coleta-. Es hora de que tenga un novio, ¿no crees? ¡Ah! A propósito de ello, ¿te conté sobre el joven de la Clase Nocturna que me envió una carta? -se inclinó hacia Shima, clavando sus redondos y enormes iris violáceos en él. Si él quería jugar, de acuerdo, era el momento de comenzar la partida-. Y ahora que lo pienso, sí... puedes que tengas razón con eso que dijiste... debería admirarte. Voy a comenzar a implementar tus técnicas para atraer más muchachos. Quizá algún día los lleve a casa y te los presente.
Se apartó de él y dio un pequeño brinco hacia atrás. Al voltear la vista, divisó a Sakamoto y el resto del grupo a la lejanía. Tsk. Volvió a mirar a su hermano, necesitaba utilizarlo como chivo expiratorio ahora mismo.
- Estás loco. Deja de fantasear. Ambos sabemos que los vampiros solo son producto de las imaginaciones más perversas y retorcidas. No voy a mentirte, me gustan, hacen de la literatura un mundo aún mejor, pero... ni sueñes con parecerte a uno de ellos. Distas demasiado de ello. Aunque si insistes... -se llevó una mano al cuello descubierto y se aproximó a su lado-. Bebe mi sangre, hombre de la noche -susurró teatralmente y, acto seguido, hundió su pálida mano en el agua de la fuente y salpicó a su hermano de forma considerable. La risa de Natsuki no tardó demasiado en oírse. La joven se apartó de su hermano y le sacó la lengua, burlándose de él.
Rió irónicamente ante lo de "Vigen María". Una sonrisa sarcástica permaneció en el rostro de Natsuki, hasta que él mencionó algo acerca de su comentario. Natsuki lo observó y una ligera sombra envidiosa surcó su mirar. Ojalá ella hubiese podido hacer lo mismo de él. Ojalá pudiese romper aquí y ahora esas cadenas de hierro que aprisionaban su cuerpo a un futuro indeseable.
Ojalá pudiese romper las cadenas que aferraban su corazón.
- Al menos tú tuviste suerte -sentenció al respecto, y no dijo ni una palabra más sobre ese tema.
Observó fijamente los claros ojos de su hermano. Incluso bajo aquella lentilla roja, podía divisarse el destello esmeralda que resultaba tan intimidante a veces. Cuando capturó los mechones de su cabello, casi quiso tirar de ellos para arrancarlos de sus manos, pero se contuvo, pues no quería arruinar sus puntas brillantes y sedosas.
- No cometería el error de decirte cómo te mataré. No tendría sentido que lo sepas y lo puedas evitar -guiñó un ojo, de forma atrevida y sagaz. Luego, miró el cielo por unos momentos. Una bandada de pájaros huía de un árbol.
Suspiró.
- Nada. Solo que nada -dijo sin más. No tenía por qué abrir su corazón y su mente a su hermano. No tenía por qué hacerlo ahora mismo. Él pensaba que ella era una idiota niña malcriada, y en el fondo Natsuki prefería que siguiera pensando aquello. Si él se enteraba que ella había madurado, que había comprendido muchas cosas relevantes, que cada día compartía más el punto de vista del muchacho, que su vida entera era una "puesta en escena"... Si él sabía esas cosas, probablemente la echaría de menos cuando se la llevasen lejos.
- Dime, ¿cuándo iré a visitarte a ese nido de ratas que llamas "hogar"? -sonrió, cambiando drásticamente de tema-. Quizá pueda ir el fin de semana próximo. ¿Te parece?
"A ver a mi novia". De acuerdo. Natsuki acababa de arrepentirse de haber dicho aquello. Que lo vaya a visitar su puta madre.
- Oh, mira qué interesante. Entonces, creo que deberías ir hacia allí e infiltrarte en la habitación de las chicas cual Romeo -ironizó, señalando un ventanal en el segundo piso. Luego lo miró detenidamente-. Pues a mi me gustan mis lentillas. Si te parece una combinación extraña, es problema tuyo. Quizá lo exótico en mí atraiga a un buen partido -susurró, alzando sus manos distraídamente y recogiendo su cabello en una coleta-. Es hora de que tenga un novio, ¿no crees? ¡Ah! A propósito de ello, ¿te conté sobre el joven de la Clase Nocturna que me envió una carta? -se inclinó hacia Shima, clavando sus redondos y enormes iris violáceos en él. Si él quería jugar, de acuerdo, era el momento de comenzar la partida-. Y ahora que lo pienso, sí... puedes que tengas razón con eso que dijiste... debería admirarte. Voy a comenzar a implementar tus técnicas para atraer más muchachos. Quizá algún día los lleve a casa y te los presente.
Se apartó de él y dio un pequeño brinco hacia atrás. Al voltear la vista, divisó a Sakamoto y el resto del grupo a la lejanía. Tsk. Volvió a mirar a su hermano, necesitaba utilizarlo como chivo expiratorio ahora mismo.
- Estás loco. Deja de fantasear. Ambos sabemos que los vampiros solo son producto de las imaginaciones más perversas y retorcidas. No voy a mentirte, me gustan, hacen de la literatura un mundo aún mejor, pero... ni sueñes con parecerte a uno de ellos. Distas demasiado de ello. Aunque si insistes... -se llevó una mano al cuello descubierto y se aproximó a su lado-. Bebe mi sangre, hombre de la noche -susurró teatralmente y, acto seguido, hundió su pálida mano en el agua de la fuente y salpicó a su hermano de forma considerable. La risa de Natsuki no tardó demasiado en oírse. La joven se apartó de su hermano y le sacó la lengua, burlándose de él.
- Natsuki Sugimura
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Re: Fuente
A veces pensaba por qué no se pasaba más a menudo. Al final resultaba divertido observar a la melodramática de su hermana. Sus gestos, sus formas, la forma en la que ríe falsamente; era entretenido. Nada comparable a seguir con las investigaciones de la univerisdad y el misterio de los vampiros.
- ¿Que tuve suerte? - Esta vez rió él. - Les planté mis ideas y me negué al compromiso. No quiero casarme con una mujer y menos en ese entonces, tan joven. Tampoco la amaba. Si tú sigues en su juego es porque quieres. - Chasqueó la lengua. De suerte ninguna. La única que se le podía ofrecer era que sus padres lo renegaban como hijo. Y si Natsuki aún seguía comprometida con aquel hombre, era por falta de valor. - Te lo he dicho varias veces, Natsuk: niégate. - El semblante de Shima había cambiado. Hablaba en serio. - Yo te acojo en mi casa hasta que te gradúes, por eso no te preocupes. - Sentenció. Si era por el dinero, no viviría como una reina y la niña de papá, pero al menos sería libre de casarse con alguien que no ama. Aparte, ni el mismo Shima quería ese compromiso.
Suspiró, bajando la cabeza. ¿Cuándo aprendería su hermana que sus padres no eran tan idílicos como pensó?
Después de escucharla, su risa regresó nuevamente a sus labios.
- Oh, vamos. Prometo no escapar de mi muerte. - Levantó la palma de una mano, y la otra, la llevó hasta su corazón. - Prefiero que me mates tú a morir por causa natural. - Pensó, razonando el hecho de caer bajo las manos de su hermana. Dudaba de que lo hiciera, pero sería emocionante a fallecer por un infarto. - ¿Y tendré derecho a pronunciar mis últimas palabras? - Siguió vacilándola. En el fondo, nadie entendía si lo decía en serio o bromeaba. Quizá Shima sí que sopesara acerca de sus últimas palabras.
- Dímelo. - Insistió, pesado. Cruzó los brazos y cerró uno de sus ojos, observándola por el otro. Su mente divagaba en la terminación de la frase y podía haber varias posibilidades. Sin embargo, se guardó todas y cada una de ellas para sus adentros. - Nido de ratas... Por el momento no he visto ninguna rata. - Comentó. No por algo él eligió el último piso. Se ahorraba tener vecinos que lo despertaran por las mañanas, e incluso, las humedades. - Siempre y cuando no esté ocupado. Intentaré no tener nada para la semana que viene. - Sonrió, bajando la cabeza. Al final acababa por acatar sus planes. Aunque tampoco le importaba. Le era agradable que viniera a visitarlo.
¿Cuánto hacía que su hermana y él no compartían el mismo techo?
Shima se sintió satisfecho por su reacción. Sus ojos escrutaban la tensión de sus músculos, cómo apretaba ligeramente la mandíbula y le hervían las entrañas. Nunca fue de su agrado que tuviera novia. Y menos decirla que ambas tenían la misma edad. Aun si, en este caso, era una farsa. Pues Shima ya había salido en la escuela con alguna chica de la edad de Natsuki. Por eso ella creía firmemente sus palabras.
- Qué crees. Que venga ella a buscarme. Suficiente me la estoy jugando por venir hasta aquí a estas horas. - Suspiró, desconforme. - ¿Y si me caigo al escalar hasta su ventana? Qué pena. - Negó levemente con la cabeza. - Además, el romanticismo tampoco es lo mío. Se lo dejo a las mujeres. - Su sonrisa se ensanchó. Su treta estaba llevándola por el camino que él mismo planeó. Justamente como el resto de sus movimientos.
- No lo creo, Nasuk. Tienes un compromiso que atender. - Recordó. - ¿Qué pensarán tus queridos padres cuando sepan que su hija tiene novio? - Preguntó irónico. Sus palabras afiladas, únicamente daban en su destino. Y él, por su parte, nada más que hacía repetir que se negara. - No, no tengo ni idea de quién es. Pero tendrá que pasar por mi aprobación. - Tensó su brazo. Como ese miserable tocara a su hermana, le iba a dejar los dientes de perlas. Igual, su expresión agradable mostraba una sonrisa. Seguiría su juego, sin dejar que sus nervios se tensaran. Relajó el brazo.
- Algún día verás que todos esos "seres fantasiosos" como dices tú, existen. - Aseguró. Shima Sugimura descubriría el paradero de los vampiros y destaparía su secreto al resto de la humanidad. Y entonces, su hermana tendrá que arrepentirse de sus palabras. - Y no pienso convertirme ni parecerme a ninguno de ellos, ya te lo he dicho. Sólo anhelo certificar su existencia. - Confesó. Cerró los ojos cuando el agua cayó en su ropa. Ya estábamos. Ignoró completamente el hecho, pues no se enfurecería por un poco de agua. Sin embargo, se levantó y la atrajo para hacer la misma operación que ella. Retiró el pelo de su cuello y se acercó a su cuello. - ¿Y si te muerdo? - Dijo en un susurro, poniendo su piel de gallina.
Acabó por soltarla, riéndose levemente.
Su cabeza, en cambio, seguía dándole vueltas al tema de antes. No podía parar de imaginarse a su hermana creciendo y saliendo con un hombre. - Así que un chico de la Clase Nocturna te mandó una carta. Tienen fama de ser bastantes atractivos. ¿Y... me vas a decir qué te escribió ese chico? - Estrechó la sonrisa, burlón. Aunque terminó por desaparecer. Rápidamente, su cabeza viajó al pasado, a las cartas que él escribía a las chicas con sus insinuaciones y lo fácil que resultaba que cayeran en su red carnal. Consideraba la idea de que aquel tipo estuviera adulando a su hermana para sacar beneficio de ella, del mismo modo en que él mismo lo hacía con su misma edad. "Utilizaré tus técnicas para atraer a más muchachos". Repitió. No lo dudó. De repente, su mano cruzó la mejilla de Natsuki.
- Deja de bromear con esas cosas. - Agarró su muñeca con fuerza. Escucharía sus palabras, quisiera o no. - Natsuki Sugimura, tú nunca fuiste una chica fácil. Abandona la idea de esas estupideces. - Amenazó rudamente. - No quiero que te conviertas en las chicas con las que salgo. - Murmuró finalmente. Ella valía mucho más que todo ese ejército femenino que se dejaba hacer por los hombres. La atrajo contra sí, abrazándola protectoramente. - Perdóname, pero no pienso entregarte a ningún hombre que no te merezca. - Terminó por decir.
- ¿Que tuve suerte? - Esta vez rió él. - Les planté mis ideas y me negué al compromiso. No quiero casarme con una mujer y menos en ese entonces, tan joven. Tampoco la amaba. Si tú sigues en su juego es porque quieres. - Chasqueó la lengua. De suerte ninguna. La única que se le podía ofrecer era que sus padres lo renegaban como hijo. Y si Natsuki aún seguía comprometida con aquel hombre, era por falta de valor. - Te lo he dicho varias veces, Natsuk: niégate. - El semblante de Shima había cambiado. Hablaba en serio. - Yo te acojo en mi casa hasta que te gradúes, por eso no te preocupes. - Sentenció. Si era por el dinero, no viviría como una reina y la niña de papá, pero al menos sería libre de casarse con alguien que no ama. Aparte, ni el mismo Shima quería ese compromiso.
Suspiró, bajando la cabeza. ¿Cuándo aprendería su hermana que sus padres no eran tan idílicos como pensó?
Después de escucharla, su risa regresó nuevamente a sus labios.
- Oh, vamos. Prometo no escapar de mi muerte. - Levantó la palma de una mano, y la otra, la llevó hasta su corazón. - Prefiero que me mates tú a morir por causa natural. - Pensó, razonando el hecho de caer bajo las manos de su hermana. Dudaba de que lo hiciera, pero sería emocionante a fallecer por un infarto. - ¿Y tendré derecho a pronunciar mis últimas palabras? - Siguió vacilándola. En el fondo, nadie entendía si lo decía en serio o bromeaba. Quizá Shima sí que sopesara acerca de sus últimas palabras.
- Dímelo. - Insistió, pesado. Cruzó los brazos y cerró uno de sus ojos, observándola por el otro. Su mente divagaba en la terminación de la frase y podía haber varias posibilidades. Sin embargo, se guardó todas y cada una de ellas para sus adentros. - Nido de ratas... Por el momento no he visto ninguna rata. - Comentó. No por algo él eligió el último piso. Se ahorraba tener vecinos que lo despertaran por las mañanas, e incluso, las humedades. - Siempre y cuando no esté ocupado. Intentaré no tener nada para la semana que viene. - Sonrió, bajando la cabeza. Al final acababa por acatar sus planes. Aunque tampoco le importaba. Le era agradable que viniera a visitarlo.
¿Cuánto hacía que su hermana y él no compartían el mismo techo?
Shima se sintió satisfecho por su reacción. Sus ojos escrutaban la tensión de sus músculos, cómo apretaba ligeramente la mandíbula y le hervían las entrañas. Nunca fue de su agrado que tuviera novia. Y menos decirla que ambas tenían la misma edad. Aun si, en este caso, era una farsa. Pues Shima ya había salido en la escuela con alguna chica de la edad de Natsuki. Por eso ella creía firmemente sus palabras.
- Qué crees. Que venga ella a buscarme. Suficiente me la estoy jugando por venir hasta aquí a estas horas. - Suspiró, desconforme. - ¿Y si me caigo al escalar hasta su ventana? Qué pena. - Negó levemente con la cabeza. - Además, el romanticismo tampoco es lo mío. Se lo dejo a las mujeres. - Su sonrisa se ensanchó. Su treta estaba llevándola por el camino que él mismo planeó. Justamente como el resto de sus movimientos.
- No lo creo, Nasuk. Tienes un compromiso que atender. - Recordó. - ¿Qué pensarán tus queridos padres cuando sepan que su hija tiene novio? - Preguntó irónico. Sus palabras afiladas, únicamente daban en su destino. Y él, por su parte, nada más que hacía repetir que se negara. - No, no tengo ni idea de quién es. Pero tendrá que pasar por mi aprobación. - Tensó su brazo. Como ese miserable tocara a su hermana, le iba a dejar los dientes de perlas. Igual, su expresión agradable mostraba una sonrisa. Seguiría su juego, sin dejar que sus nervios se tensaran. Relajó el brazo.
- Algún día verás que todos esos "seres fantasiosos" como dices tú, existen. - Aseguró. Shima Sugimura descubriría el paradero de los vampiros y destaparía su secreto al resto de la humanidad. Y entonces, su hermana tendrá que arrepentirse de sus palabras. - Y no pienso convertirme ni parecerme a ninguno de ellos, ya te lo he dicho. Sólo anhelo certificar su existencia. - Confesó. Cerró los ojos cuando el agua cayó en su ropa. Ya estábamos. Ignoró completamente el hecho, pues no se enfurecería por un poco de agua. Sin embargo, se levantó y la atrajo para hacer la misma operación que ella. Retiró el pelo de su cuello y se acercó a su cuello. - ¿Y si te muerdo? - Dijo en un susurro, poniendo su piel de gallina.
Acabó por soltarla, riéndose levemente.
Su cabeza, en cambio, seguía dándole vueltas al tema de antes. No podía parar de imaginarse a su hermana creciendo y saliendo con un hombre. - Así que un chico de la Clase Nocturna te mandó una carta. Tienen fama de ser bastantes atractivos. ¿Y... me vas a decir qué te escribió ese chico? - Estrechó la sonrisa, burlón. Aunque terminó por desaparecer. Rápidamente, su cabeza viajó al pasado, a las cartas que él escribía a las chicas con sus insinuaciones y lo fácil que resultaba que cayeran en su red carnal. Consideraba la idea de que aquel tipo estuviera adulando a su hermana para sacar beneficio de ella, del mismo modo en que él mismo lo hacía con su misma edad. "Utilizaré tus técnicas para atraer a más muchachos". Repitió. No lo dudó. De repente, su mano cruzó la mejilla de Natsuki.
- Deja de bromear con esas cosas. - Agarró su muñeca con fuerza. Escucharía sus palabras, quisiera o no. - Natsuki Sugimura, tú nunca fuiste una chica fácil. Abandona la idea de esas estupideces. - Amenazó rudamente. - No quiero que te conviertas en las chicas con las que salgo. - Murmuró finalmente. Ella valía mucho más que todo ese ejército femenino que se dejaba hacer por los hombres. La atrajo contra sí, abrazándola protectoramente. - Perdóname, pero no pienso entregarte a ningún hombre que no te merezca. - Terminó por decir.
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Re: Fuente
- Sí, tuviste suerte -sentenció. Sus grandes ojos se clavaron en él como dagas afiladas en el rencor y la impotencia-. Tuviste suerte porque nuestra familia es una porquería conservadora y como tú eres el hijo mayor y, encima, el hombre, puedes hacer lo que se te de la maldita gana. En cambio, ¿qué queda para mí? Obedecer como un cordero, porque sino ocurre esto -deslizó la manga de su saco de lana hacia atrás, dejando ver sobre su piel un par de moretones. Los ojos de Natsuki transmitían la rabia que corría sus huesos-. ¿Ves? ¿Te crees que no lo intenté? Pero no tengo ganas de pasar por esto otra vez. Porque mientras yo lo soportaba, tú andabas por los techos libremente -acabó por escupir. El despecho era visible en su rostro. Cubrió su brazo otra vez y apartó la mirada. Creía que decirle eso era suficiente. Ella no era una oveja por su propia voluntad; habían hecho de ella un animal sumiso y domable.
La conversación, sin querer, se había tornado seria. Gran parte de los sentimientos de Natsuki se escabulleron como el agua entre las grietas. Suspiró para calmarse. Ya estaba un poco cansada de este juego.
- No. No tendrás derecho a pronunciar ninguna palabra. Simplemente, morirás, sin honor y sin gloria -sentenció. Se echó el cabello hacia atrás con una mano. ¿Por qué de repente estaba tan nerviosa? Miró hacia un lado y luego hacia otro. Tranquilidad. Necesitaba conservar la calma. Lo único que hacía en este estado era aumentar el regocijo de su hermano.
- No es nada. Así que no te diré nada. Y ahora, pensándolo bien, no sé si quiero irte a visitar -murmuró, apartando la mirada de él y cruzándose de brazos. ¿Para qué iba a ir? ¿para que continuara riéndose de ella como si fuera un bufón de circo?
Tranquilidad. Calma. ¿Dónde quedaron esas cosas?
- Si llegan a existir, prometo admirarte un poco -sonrió con falsedad, clavando sus ojos en los suyos. Ah, Natsuki, nunca cambiaría esa forma de ser tan exasperante. Sin embargo, había algo en ella que nadie veía, ni siquiera su propio hermano-. Menos mal que no te convertirás en uno de ellos, pues si son tan bellos e irresistibles como dicen, arruinarías su reputación -dijo venenosamente, mirándolo de reojo. ¿Cuándo se iría y la dejaría en paz? Pero Shima la acercó a él y murmuró aquellas palabras en su oído. Tragó saliva. ¿Morderla? ¿Él? Una imagen surcó su mente y, sin saber por qué, logró impacientarla. Hizo un movimiento algo brusco para soltarse, y Shima finalmente cedió.
- Déjate de pavadas.
Cuando escuchó sus próximas palabras, un brillo malévolo invadió los ojos esmeralda que se ocultaban tras la ilusión púrpura.
- Sí, son muy atractivos y no nos permiten interactuar con ellos. Pero, ¿qué te importa lo que me dijo? Es algo entre él y yo -murmuró, encogiéndose de hombros ligeramente-. Es interesante y, además, quiere saltearse las reglas y estar cerca mío -dijo luego, sonriendo suavemente con aquella extraña inocencia juvenil. Y, en cuanto quiso darse cuenta, algo arremetió con dureza su rostro.
Una mano pesada surcó su mejilla. Natsuki miró fijamente a su hermano, apoyando la palma de su mano sobre el sitio rosado. Parpadeó un par de veces. Sus ojos se habían vueltos brillantes y acuosos. Él la sujetó firmemente de la muñeca, y comenzó a arrojar palabras a sus oídos.
- ¡Eres un bruto! ¡Eres igual a papá! ¡Suéltame, bestia! -gritó con el sollozo a flor de piel-. ¿Para qué querías que venga aquí? ¿Para maltratarme igual que él? Es la misma mierda. Y sí, aunque esté amarrada de pies y brazos por un lado, por el otro puedo ser libre como un pajarillo mientras ellos no se enteren. Después de todo, me venderán como a una prostituta, así que no veo cuál es el problema de ser una ahora -concluyó a los gritos, aunque bajando apenas un poco la voz. Había un grupo de alumnos cerca, que se quedaron impávidos con la escena. Una de las chicas que se encontraban allí, conocía a Natsuki. Dio unos pasos al frente, preguntando si todo estaba bien.
Sí, no sabes lo bien que está todo. Nunca ha estado mejor.
Shima envolvía a Natsuki entre sus brazos, pero ella solo quería librarse. Se sentía asfixiada y humillada. No quería saber nada más de este mundo, ni de la gente despreciable que le rodea.
- Suéltame -masculló-. Suéltame antes de que te arrepientas. Eres un inmundo machista -aclaró firmemente. Un par de lagrimas rodaron por sus mejillas y la joven elevó su rodilla para golpear a su hermano en la entrepierna. La muchacha que había acudido a su encuentro, observó a Shima y sus mejilla enrojecieron. Sí, era una de las tantas interesadas en acaparar su corazón. Natsuki detestaba que fueran amables con ella tan solo por él.
- Todo está bien -dijo sin titubear-. Mi hermano y yo nos entendemos. Así demostramos cuánto nos queremos -agregó con ironía palpitante. La chica, algo avergonzada y turbada por la presencia de Shima, asintió y se alejó lentamente.
La conversación, sin querer, se había tornado seria. Gran parte de los sentimientos de Natsuki se escabulleron como el agua entre las grietas. Suspiró para calmarse. Ya estaba un poco cansada de este juego.
- No. No tendrás derecho a pronunciar ninguna palabra. Simplemente, morirás, sin honor y sin gloria -sentenció. Se echó el cabello hacia atrás con una mano. ¿Por qué de repente estaba tan nerviosa? Miró hacia un lado y luego hacia otro. Tranquilidad. Necesitaba conservar la calma. Lo único que hacía en este estado era aumentar el regocijo de su hermano.
- No es nada. Así que no te diré nada. Y ahora, pensándolo bien, no sé si quiero irte a visitar -murmuró, apartando la mirada de él y cruzándose de brazos. ¿Para qué iba a ir? ¿para que continuara riéndose de ella como si fuera un bufón de circo?
Tranquilidad. Calma. ¿Dónde quedaron esas cosas?
- Si llegan a existir, prometo admirarte un poco -sonrió con falsedad, clavando sus ojos en los suyos. Ah, Natsuki, nunca cambiaría esa forma de ser tan exasperante. Sin embargo, había algo en ella que nadie veía, ni siquiera su propio hermano-. Menos mal que no te convertirás en uno de ellos, pues si son tan bellos e irresistibles como dicen, arruinarías su reputación -dijo venenosamente, mirándolo de reojo. ¿Cuándo se iría y la dejaría en paz? Pero Shima la acercó a él y murmuró aquellas palabras en su oído. Tragó saliva. ¿Morderla? ¿Él? Una imagen surcó su mente y, sin saber por qué, logró impacientarla. Hizo un movimiento algo brusco para soltarse, y Shima finalmente cedió.
- Déjate de pavadas.
Cuando escuchó sus próximas palabras, un brillo malévolo invadió los ojos esmeralda que se ocultaban tras la ilusión púrpura.
- Sí, son muy atractivos y no nos permiten interactuar con ellos. Pero, ¿qué te importa lo que me dijo? Es algo entre él y yo -murmuró, encogiéndose de hombros ligeramente-. Es interesante y, además, quiere saltearse las reglas y estar cerca mío -dijo luego, sonriendo suavemente con aquella extraña inocencia juvenil. Y, en cuanto quiso darse cuenta, algo arremetió con dureza su rostro.
Una mano pesada surcó su mejilla. Natsuki miró fijamente a su hermano, apoyando la palma de su mano sobre el sitio rosado. Parpadeó un par de veces. Sus ojos se habían vueltos brillantes y acuosos. Él la sujetó firmemente de la muñeca, y comenzó a arrojar palabras a sus oídos.
- ¡Eres un bruto! ¡Eres igual a papá! ¡Suéltame, bestia! -gritó con el sollozo a flor de piel-. ¿Para qué querías que venga aquí? ¿Para maltratarme igual que él? Es la misma mierda. Y sí, aunque esté amarrada de pies y brazos por un lado, por el otro puedo ser libre como un pajarillo mientras ellos no se enteren. Después de todo, me venderán como a una prostituta, así que no veo cuál es el problema de ser una ahora -concluyó a los gritos, aunque bajando apenas un poco la voz. Había un grupo de alumnos cerca, que se quedaron impávidos con la escena. Una de las chicas que se encontraban allí, conocía a Natsuki. Dio unos pasos al frente, preguntando si todo estaba bien.
Sí, no sabes lo bien que está todo. Nunca ha estado mejor.
Shima envolvía a Natsuki entre sus brazos, pero ella solo quería librarse. Se sentía asfixiada y humillada. No quería saber nada más de este mundo, ni de la gente despreciable que le rodea.
- Suéltame -masculló-. Suéltame antes de que te arrepientas. Eres un inmundo machista -aclaró firmemente. Un par de lagrimas rodaron por sus mejillas y la joven elevó su rodilla para golpear a su hermano en la entrepierna. La muchacha que había acudido a su encuentro, observó a Shima y sus mejilla enrojecieron. Sí, era una de las tantas interesadas en acaparar su corazón. Natsuki detestaba que fueran amables con ella tan solo por él.
- Todo está bien -dijo sin titubear-. Mi hermano y yo nos entendemos. Así demostramos cuánto nos queremos -agregó con ironía palpitante. La chica, algo avergonzada y turbada por la presencia de Shima, asintió y se alejó lentamente.
- Natsuki Sugimura
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Re: Fuente
Las palabras que iba diciendo Natsuki, clavaban todo su rencor en él. Su mente, entre tanto, viajaba veloz con millones de pensamientos que no le daba tiempo a expresar con palabras. Despegó sus labios, con la intención de replicarla nuevamente, pero al ver los moretones de su piel, su mundo cayó. Su mano se volvió un puño y tuvo la necesidad de golpear a alguien hasta cansarse. Seguramente, le desfiguraría el rostro de la rabia contenida. Perdió finalmente las formas.
- ¡Natsuki! ¿Por qué no me lo dijiste antes? - Él no tenía idea de lo que ocurrió en la casa una vez la abandonó. Ni siquiera que Natsuki llevaba sufriendo tanto. Por su culpa. Pues si él hubiera aceptado ese compromiso, nada de esto habría ocurrido. - ¡Voy a matar a ese bastardo! - Gritó con todas sus fuerzas, pegando una patada a la fuente. Algún alumno se volteó para mirar la escena, temerosos de su ira. En cambio Shima, lo único que hacía era maldecir por dentro y por fuera. Se vengaría del trato a su hermana, le daba igual quién fuera. Como si moría en el intento, sin triunfo, honor ni gloria; igual que ella decía. - Esto no se va a quedar así. No quiero que vuelvas a verlos, ni que cojas sus llamadas. - Amenazó, golpeando con un puño uno de los árboles cercanos. Estaba hecho una furia.
El resto de lo que su hermana dijo, no llegó hasta sus oídos. Le cegaba el rencor y la venganza. Y a su vez, su mente trazaba los más sanguinarios planes de asesinato. No tardaría mucho en ocurrir uno. Ellos ya no eran sus padres. Si de verdad lo hubieran sido, jamás habrían permitido nada de esto. Natsuki... Su cabeza no llegaba a cuadrar todo el dolor que debió sentir durante estos cinco años que estuvo fuera. Eso le cegaba más aún.
"Después de todo, me venderán como a una prostituta". Apretó la mandíbula, volviendo a gritar. No le importaba si quería gritarle, golpearle y alejarle de ella, pero las cosas acabarían tarde o temprano. Se encargaría de que el futuro de Natsuki fuera libre, sin ningún tipo de ataduras. Lo que hizo, fue todo lo contrario, la abrazó más fuerte contra él.
Una de las alumnas se acercó a comprobar la violenta situación. Shima observó su sonroje y aprovechó para utilizar sus emociones y alejarla del lugar.
- Tranquila, no ocurre nada. - Sonrió encantadoramente. - Pequeñas disputas de hermanos. - Encogió levemente los hombros, convencido de sus propias palabras. La chica, insegura todavía, acabó por marchar del lugar, echando algún vistazo a atrás. Sin descuidar el momento que tenían a solas y antes de que cualquier otro alumno apareciera, tapó su boca y resistió sus movimientos por zafarse.
- Natsuki... - Susurró, hundiendo la cabeza en su hombro. - Perdóname. Por favor, perdóname. No quería golpearte. - Reconocía que perdió los modales durante un segundo. - No... no sabía de los maltratos. Si yo... Si yo lo hubiera conocido antes, nunca te habría dejado en su mano. Perdóname. - Sus ojos se enturbiaron al instante. Besó su pelo con cuidado. - Arreglaré esto. Lo prometo. - Una pequeña idea embaucó completamente el resto: él se casaría primero. Resolvería el malentendido con la familia y se casaría con la mujer antes de que su hermana lo hiciera con ese tipo. - Jamás me voy a arrepentir de esto. De lo que de verdad me arrepiento es de haberte dejado sola con esos animales, por no ser más hombre y aceptar mi compromiso como el mayor de los dos. - Su corazón iba enloquecido. Quizá por el estado de nerviosismo que tenía dentro. - Perdóname. - Repitió de nuevo. Aunque, Shima comprendía que por más perdón que reclamara, no le quitaría el dolor, la pena y el sufrimiento a su hermana. Le dolía el alma con solo ver aquel moretón. - Me da igual que no quieras que permanezca a tu lado, pero quédate en mi casa. Así no te encontraran. Yo dormiré en casa de un amigo. - Otorgaría intimidad a su hermana si lo prefería. Pero, sin lugar a dudas, estaba mejor en su casa que en la Academia. Allí estaba más localizable. Su mano fue bajando de su boca. - No voy a dejar que te cases con ese hombre. No pienso entregarte a nadie como un objeto, ni dejar que te separes de mí. Por encima de mi cadáver. - Sentenció. Antes encontraría la muerte. Volvió a besar su pelo, apretándola más. Su hermana sería libre de elegir a quién quería amar.
Y sin entender bien, Shima quería hacerla suya. Para siempre.
Sus labios fueron a su sien y de nuevo, pidió clemencia.
- Perdóname. - Musitó. Sus manos aflojaron el agarre y acabó por soltarla. Dejó las rodillas en el suelo y clavó su mirada en su hermana. Pequeñas gotas cristalinas caían a ambos lados de sus ojos, ahora sinceros y libres de toda dureza. - Golpéame. Hazlo hasta que lo creas necesario. Me lo merezco como el que más. - Cerró los ojos, vendiendo su cuerpo para que Natsuki descargara todo lo que le oprimía. Pues él, era el principal causante de su problema.
- ¡Natsuki! ¿Por qué no me lo dijiste antes? - Él no tenía idea de lo que ocurrió en la casa una vez la abandonó. Ni siquiera que Natsuki llevaba sufriendo tanto. Por su culpa. Pues si él hubiera aceptado ese compromiso, nada de esto habría ocurrido. - ¡Voy a matar a ese bastardo! - Gritó con todas sus fuerzas, pegando una patada a la fuente. Algún alumno se volteó para mirar la escena, temerosos de su ira. En cambio Shima, lo único que hacía era maldecir por dentro y por fuera. Se vengaría del trato a su hermana, le daba igual quién fuera. Como si moría en el intento, sin triunfo, honor ni gloria; igual que ella decía. - Esto no se va a quedar así. No quiero que vuelvas a verlos, ni que cojas sus llamadas. - Amenazó, golpeando con un puño uno de los árboles cercanos. Estaba hecho una furia.
El resto de lo que su hermana dijo, no llegó hasta sus oídos. Le cegaba el rencor y la venganza. Y a su vez, su mente trazaba los más sanguinarios planes de asesinato. No tardaría mucho en ocurrir uno. Ellos ya no eran sus padres. Si de verdad lo hubieran sido, jamás habrían permitido nada de esto. Natsuki... Su cabeza no llegaba a cuadrar todo el dolor que debió sentir durante estos cinco años que estuvo fuera. Eso le cegaba más aún.
"Después de todo, me venderán como a una prostituta". Apretó la mandíbula, volviendo a gritar. No le importaba si quería gritarle, golpearle y alejarle de ella, pero las cosas acabarían tarde o temprano. Se encargaría de que el futuro de Natsuki fuera libre, sin ningún tipo de ataduras. Lo que hizo, fue todo lo contrario, la abrazó más fuerte contra él.
Una de las alumnas se acercó a comprobar la violenta situación. Shima observó su sonroje y aprovechó para utilizar sus emociones y alejarla del lugar.
- Tranquila, no ocurre nada. - Sonrió encantadoramente. - Pequeñas disputas de hermanos. - Encogió levemente los hombros, convencido de sus propias palabras. La chica, insegura todavía, acabó por marchar del lugar, echando algún vistazo a atrás. Sin descuidar el momento que tenían a solas y antes de que cualquier otro alumno apareciera, tapó su boca y resistió sus movimientos por zafarse.
- Natsuki... - Susurró, hundiendo la cabeza en su hombro. - Perdóname. Por favor, perdóname. No quería golpearte. - Reconocía que perdió los modales durante un segundo. - No... no sabía de los maltratos. Si yo... Si yo lo hubiera conocido antes, nunca te habría dejado en su mano. Perdóname. - Sus ojos se enturbiaron al instante. Besó su pelo con cuidado. - Arreglaré esto. Lo prometo. - Una pequeña idea embaucó completamente el resto: él se casaría primero. Resolvería el malentendido con la familia y se casaría con la mujer antes de que su hermana lo hiciera con ese tipo. - Jamás me voy a arrepentir de esto. De lo que de verdad me arrepiento es de haberte dejado sola con esos animales, por no ser más hombre y aceptar mi compromiso como el mayor de los dos. - Su corazón iba enloquecido. Quizá por el estado de nerviosismo que tenía dentro. - Perdóname. - Repitió de nuevo. Aunque, Shima comprendía que por más perdón que reclamara, no le quitaría el dolor, la pena y el sufrimiento a su hermana. Le dolía el alma con solo ver aquel moretón. - Me da igual que no quieras que permanezca a tu lado, pero quédate en mi casa. Así no te encontraran. Yo dormiré en casa de un amigo. - Otorgaría intimidad a su hermana si lo prefería. Pero, sin lugar a dudas, estaba mejor en su casa que en la Academia. Allí estaba más localizable. Su mano fue bajando de su boca. - No voy a dejar que te cases con ese hombre. No pienso entregarte a nadie como un objeto, ni dejar que te separes de mí. Por encima de mi cadáver. - Sentenció. Antes encontraría la muerte. Volvió a besar su pelo, apretándola más. Su hermana sería libre de elegir a quién quería amar.
Y sin entender bien, Shima quería hacerla suya. Para siempre.
Sus labios fueron a su sien y de nuevo, pidió clemencia.
- Perdóname. - Musitó. Sus manos aflojaron el agarre y acabó por soltarla. Dejó las rodillas en el suelo y clavó su mirada en su hermana. Pequeñas gotas cristalinas caían a ambos lados de sus ojos, ahora sinceros y libres de toda dureza. - Golpéame. Hazlo hasta que lo creas necesario. Me lo merezco como el que más. - Cerró los ojos, vendiendo su cuerpo para que Natsuki descargara todo lo que le oprimía. Pues él, era el principal causante de su problema.
- Shima Sugimura
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Re: Fuente
"¿Por qué no me lo dijiste antes?" Así comenzó todo.
¿De qué serviría? ¿Tenía, acaso, sentido alguno decirlo? Claro que no. Shima disfrutaba de su vida en un pueblo solitario mientras ella se consumía. Y no era rencor hacia él -aunque en momentos pareció ser eso lo único que existía en el corazón de la joven- sino que era impotencia por no poder ser como él; por no poder llevar una vida libre como la suya, por tener que estar supeditada a las leyes de alguien más. Ya tenía diecisiete años, pero estos no bastaban para independizarse. Necesitaba tener dieciocho para ello, y cuando llegara ese momento, ella ya estaría casada con un Desconocido.
Desconocido. Porque eso era lo que aquel muchacho era.
- Es muy fácil decirlo. ¿Pero crees que no vendrán a buscarme? -susurró contra su pecho, observando las escasas posibilidades que tenía de separar su cuerpo del suyo-. No te lo conté porque no quería que te pongas así. Me hace mal verte de este modo -agregó, cerrando los ojos con fuerza.
Primero fueron las bromas, luego los golpes, y ahora las lágrimas.
Natsuki, en medio de las palabras arrojadas al viento por su hermano, podía percibir los murmullos de los estudiantes. Aquí iba de nuevo. Ahora, cuando se quedase sola, todos le preguntarían acerca del bienestar de su hermano, qué hacía por aquí, si estaba enojado por algo... ¿Pero cuántos se preocuparían por ella? En ocasiones, valía la pena preguntarse si el estudiante de la Academia no era Shima en vez de ella. Si no fuera por la fuerte e imponente personalidad de la joven, todos la hubieran pisoteado cual papel vagabundo.
- No puedes arreglarlo -murmuró, sombría. Sintió sus labios hablando contra el cabello que cubría el hueco de su cuello-. No puedes arreglarlo porque no es tu culpa, Shima. Esto no es algo que hubiera encontrado solución en la aceptación de tu compromiso, pues ellos siempre querrán más y más. Tendrían cinco hijos más si pudieran entregarlos en matrimonio a otras familias. Esto hubiera ocurrido de todas formas. Así que te lo advierto. No hagas una locura y contrólate. ¿Dónde están tus nervios de acero ahora? -masculló, sonriendo levemente-. Quizá él me trate bien y hasta llegue a amarlo, quién sabe... -agregó luego, soltando un breve suspiro. Su mejilla aún ardía, pero se sentía segura entre sus brazos. Por primera vez en su vida, percibía un gesto de cariño como verdadero.
Al cabo de un rato, alzó un poco el mentón para poder mirarlo a los ojos.
- No puedo quedarme contigo. Sabes que las reglas de la Academia no permiten que los alumnos vivan en otro sitio, salvo por los fines de semana. -arrastró las palabras con pesar. Necesitaba irse, irse lejos, a un sitio donde jamás pudieran hallarla. Por un momento pensó que podía falsificar algún documento y que su hermano podría presentarlo al Director para que le permitiera vivir fuera de la Academia. Las ideas iban y venían en su mente, pues tenían como objetivo una sola cosa: desaparecer. A veces deseaba fervientemente que algún accidente fatal se llevara las vidas de sus padres. Eso es algo macabro y egoísta...
¿Pero acaso ellos no lo son?
Cuando Shima cayó a sus pies, Natsuki lo observó sorprendida. La brisa esparció una de sus lágrimas y ella, con su dedo índice, limpió la otra. No lloraría más. No quería hacerlo... Sin embargo, al ver aquella mirada sincera en su hermano, sintió que la angustia le oprimía el pecho. ¿Acaso su hermano estaba llorando? Acercó su delicada mano a su rostro y quitó de él aquellas gotas cristalinas. Natsuki se mordió el labio inferior, intentando contenerse.
- Ya está. No te preocupes por haberme golpeado. No fue nada, ¿vale? Cálmate, Oni-chan -intentó sonreír, pero el llanto ganó la partida. En medio de aquel gesto amable y risueño, la tristeza y la desesperación encontraron la grieta perfecta para colarse entre sus huesos. Natsuki cayó de rodillas frente a su hermano y se hundió en su pecho, abrazándolo con fuerza y locura-. No quiero volver a casa, Shima. No quiero estar sola con ellos. No quiero... -no pudo continuar hablando, pues los sollozos acabaron apoderándose de todo.
Y la noche, a la lejanía, comenzaba a devorar las últimas luces.
¿De qué serviría? ¿Tenía, acaso, sentido alguno decirlo? Claro que no. Shima disfrutaba de su vida en un pueblo solitario mientras ella se consumía. Y no era rencor hacia él -aunque en momentos pareció ser eso lo único que existía en el corazón de la joven- sino que era impotencia por no poder ser como él; por no poder llevar una vida libre como la suya, por tener que estar supeditada a las leyes de alguien más. Ya tenía diecisiete años, pero estos no bastaban para independizarse. Necesitaba tener dieciocho para ello, y cuando llegara ese momento, ella ya estaría casada con un Desconocido.
Desconocido. Porque eso era lo que aquel muchacho era.
- Es muy fácil decirlo. ¿Pero crees que no vendrán a buscarme? -susurró contra su pecho, observando las escasas posibilidades que tenía de separar su cuerpo del suyo-. No te lo conté porque no quería que te pongas así. Me hace mal verte de este modo -agregó, cerrando los ojos con fuerza.
Primero fueron las bromas, luego los golpes, y ahora las lágrimas.
Natsuki, en medio de las palabras arrojadas al viento por su hermano, podía percibir los murmullos de los estudiantes. Aquí iba de nuevo. Ahora, cuando se quedase sola, todos le preguntarían acerca del bienestar de su hermano, qué hacía por aquí, si estaba enojado por algo... ¿Pero cuántos se preocuparían por ella? En ocasiones, valía la pena preguntarse si el estudiante de la Academia no era Shima en vez de ella. Si no fuera por la fuerte e imponente personalidad de la joven, todos la hubieran pisoteado cual papel vagabundo.
- No puedes arreglarlo -murmuró, sombría. Sintió sus labios hablando contra el cabello que cubría el hueco de su cuello-. No puedes arreglarlo porque no es tu culpa, Shima. Esto no es algo que hubiera encontrado solución en la aceptación de tu compromiso, pues ellos siempre querrán más y más. Tendrían cinco hijos más si pudieran entregarlos en matrimonio a otras familias. Esto hubiera ocurrido de todas formas. Así que te lo advierto. No hagas una locura y contrólate. ¿Dónde están tus nervios de acero ahora? -masculló, sonriendo levemente-. Quizá él me trate bien y hasta llegue a amarlo, quién sabe... -agregó luego, soltando un breve suspiro. Su mejilla aún ardía, pero se sentía segura entre sus brazos. Por primera vez en su vida, percibía un gesto de cariño como verdadero.
Al cabo de un rato, alzó un poco el mentón para poder mirarlo a los ojos.
- No puedo quedarme contigo. Sabes que las reglas de la Academia no permiten que los alumnos vivan en otro sitio, salvo por los fines de semana. -arrastró las palabras con pesar. Necesitaba irse, irse lejos, a un sitio donde jamás pudieran hallarla. Por un momento pensó que podía falsificar algún documento y que su hermano podría presentarlo al Director para que le permitiera vivir fuera de la Academia. Las ideas iban y venían en su mente, pues tenían como objetivo una sola cosa: desaparecer. A veces deseaba fervientemente que algún accidente fatal se llevara las vidas de sus padres. Eso es algo macabro y egoísta...
¿Pero acaso ellos no lo son?
Cuando Shima cayó a sus pies, Natsuki lo observó sorprendida. La brisa esparció una de sus lágrimas y ella, con su dedo índice, limpió la otra. No lloraría más. No quería hacerlo... Sin embargo, al ver aquella mirada sincera en su hermano, sintió que la angustia le oprimía el pecho. ¿Acaso su hermano estaba llorando? Acercó su delicada mano a su rostro y quitó de él aquellas gotas cristalinas. Natsuki se mordió el labio inferior, intentando contenerse.
- Ya está. No te preocupes por haberme golpeado. No fue nada, ¿vale? Cálmate, Oni-chan -intentó sonreír, pero el llanto ganó la partida. En medio de aquel gesto amable y risueño, la tristeza y la desesperación encontraron la grieta perfecta para colarse entre sus huesos. Natsuki cayó de rodillas frente a su hermano y se hundió en su pecho, abrazándolo con fuerza y locura-. No quiero volver a casa, Shima. No quiero estar sola con ellos. No quiero... -no pudo continuar hablando, pues los sollozos acabaron apoderándose de todo.
Y la noche, a la lejanía, comenzaba a devorar las últimas luces.
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Re: Fuente
La mente de Shima seguía trazando planes, millones de ideas y soluciones se dibujaban rápidamente. Se apuntaban en algún recóndito lugar de ella y desaparecían. Nuevamente otra y así sucesivamente. Encontraría la mejor manera de alejar a su hermana del matrimonio. "¿Pero crees que no vendrán a buscarme?", se repitió la voz de su hermana. ¿Y ella suponía quedarse de brazos cruzados y esperar? Besó su pelo, y levantó la cabeza de su hombro. Tomó su mentón e hizo que le mirara a los ojos.
- Aunque lo hagan. No pienso dejar que te cases. - Y punto final. Él no quería hablar más del tema, y su hermana debería dejar de pensar tan negativamente. - No pasa nada. La próxima vez quiero que me informes antes. - Amenazó. Su mirada se volvió dura e impenetrable. Si de algo Natsuki estaba segura, era de que nunca gastaba su tiempo en bromas de este tipo.
Acarició la cabeza a su hermana para tranquilizar su nerviosismo y dejó su gran mano encima.
- No digas tonterías. Sabes que puedo hacerlo. - Miró al horizonte, perdiéndose de nuevo en su cabeza. ¿Acaso ella dudaba de su brillante mente y su perfecta labia? Nada podía escapársele. Bajó la cabeza y miró a su hermana. - ¿Controlarme? ¿Debería hacerlo con esos animales? Juguemos en su mismo tablero, Natsuk. - Propuso seriamente. Aunque ella no "jugara", él acabaría por meterse en la misma mierda y responder a cada movimiento. "¿Dónde están tus nervios de acero ahora?". Habían regresado de nuevo. Limpió una pequeña lágrima de su mejilla. - No intentes engañarme. Sabes que por mucho buen trato, no puedes forzarte en amar a alguien. - Comentó fríamente. Shima conocía más información que su hermana, por desgracia. Aquel hombre compartió clase con él durante dos cursos. Y por lo que sus fuentes dialogaban, era un adicto al juego y un violento. ¿Debería entonces dejarla con un hombre de mal? Ni hablar. Aunque fuera, por más que aquel hombre fuera un galán y la llenara de rosas, no cambiaba que Natsuki se enamorara de otro hombre, ajeno al matrimonio. Seguiría la infidelidad, quizá los maltratos o puramente el divorcio.
Y entonces, el filo de la guillotina caería sobre su cuello.
"No puedo quedarme contigo".
Su cuerpo se paralizó inmediatamente. Los árboles se batían entre susurros que ofrecía el viento, ajetreando los mechones de ambos Sugimura. ¿Por qué, por qué no? Eran hermanos, ¿acaso no podían vivir juntos como una familia?
- Entonces intentaré hablar con el Director y explicarle la situación. - Hizo una breve pausa, pensando a gran velocidad. - Y en todo caso de no conseguirlo, quiero que los viernes nada más termines las clases hagas la maleta. Vendré a buscarte y pasarás los fines de semana conmigo. - Sentenció, firme. Él era el más mayor y por esta vez, aprovecharía su poder y pantarse como el dominante de los dos. No había caso que ella replicara, pues en el fondo, sabía que era lo mejor.
Shima cerró los ojos, entre arrepentido y desolado. De repente, la mano de su hermana rozaba su mejilla y le condecía grata sensación. ¿Por qué este gesto no se había producido antes? ¿Por qué su tacto le estremecía? ¿Por qué sólo su hermana conseguía verle llorando y era la única que lograba esto? ¿Por qué el resto de mujeres con las que estuvo jamás lo consiguieron? Respiró hondo, divagando. Quizá nunca obtuvo cariño verdadero y su piel se lo recordara. Quizá las mujeres solamente buscaban su cuerpo simplemente.
Quizá Natsuki significara algo más de lo que creía.
Sin embargo, antes de encontrar tan compleja solución, su hermana estaba abrazándolo. Respiró hondo y suspiró, besando su pelo nuevamente. La atrajó más de la nunca y acarició su espalda, perdido en su mente. Millones de por qué necesitaban una concisa y clara respuesta.
- Yo tampoco quiero que te vayas. - Habló distraído, reflejando sus verdaderos pensamientos. Volvió en sí, dejando que ella descargara toda su presión sobre su hombro. Pequeñas lágrimas empapaban su camisa, pero poco le importó. Alzó la cabeza y miró cómo las luces comenzaban a encenderse para abrirse paso entre la negrura. - Vámonos a casa, Natsuki. - Necesitaba descansar y tranquilizarse.
Se levantó y la cargó en su espalda, igual que aquella vez, en esa improvisada excursión; donde ella tenía seis años y él únicamente once.
- Aunque lo hagan. No pienso dejar que te cases. - Y punto final. Él no quería hablar más del tema, y su hermana debería dejar de pensar tan negativamente. - No pasa nada. La próxima vez quiero que me informes antes. - Amenazó. Su mirada se volvió dura e impenetrable. Si de algo Natsuki estaba segura, era de que nunca gastaba su tiempo en bromas de este tipo.
Acarició la cabeza a su hermana para tranquilizar su nerviosismo y dejó su gran mano encima.
- No digas tonterías. Sabes que puedo hacerlo. - Miró al horizonte, perdiéndose de nuevo en su cabeza. ¿Acaso ella dudaba de su brillante mente y su perfecta labia? Nada podía escapársele. Bajó la cabeza y miró a su hermana. - ¿Controlarme? ¿Debería hacerlo con esos animales? Juguemos en su mismo tablero, Natsuk. - Propuso seriamente. Aunque ella no "jugara", él acabaría por meterse en la misma mierda y responder a cada movimiento. "¿Dónde están tus nervios de acero ahora?". Habían regresado de nuevo. Limpió una pequeña lágrima de su mejilla. - No intentes engañarme. Sabes que por mucho buen trato, no puedes forzarte en amar a alguien. - Comentó fríamente. Shima conocía más información que su hermana, por desgracia. Aquel hombre compartió clase con él durante dos cursos. Y por lo que sus fuentes dialogaban, era un adicto al juego y un violento. ¿Debería entonces dejarla con un hombre de mal? Ni hablar. Aunque fuera, por más que aquel hombre fuera un galán y la llenara de rosas, no cambiaba que Natsuki se enamorara de otro hombre, ajeno al matrimonio. Seguiría la infidelidad, quizá los maltratos o puramente el divorcio.
Y entonces, el filo de la guillotina caería sobre su cuello.
"No puedo quedarme contigo".
Su cuerpo se paralizó inmediatamente. Los árboles se batían entre susurros que ofrecía el viento, ajetreando los mechones de ambos Sugimura. ¿Por qué, por qué no? Eran hermanos, ¿acaso no podían vivir juntos como una familia?
- Entonces intentaré hablar con el Director y explicarle la situación. - Hizo una breve pausa, pensando a gran velocidad. - Y en todo caso de no conseguirlo, quiero que los viernes nada más termines las clases hagas la maleta. Vendré a buscarte y pasarás los fines de semana conmigo. - Sentenció, firme. Él era el más mayor y por esta vez, aprovecharía su poder y pantarse como el dominante de los dos. No había caso que ella replicara, pues en el fondo, sabía que era lo mejor.
Shima cerró los ojos, entre arrepentido y desolado. De repente, la mano de su hermana rozaba su mejilla y le condecía grata sensación. ¿Por qué este gesto no se había producido antes? ¿Por qué su tacto le estremecía? ¿Por qué sólo su hermana conseguía verle llorando y era la única que lograba esto? ¿Por qué el resto de mujeres con las que estuvo jamás lo consiguieron? Respiró hondo, divagando. Quizá nunca obtuvo cariño verdadero y su piel se lo recordara. Quizá las mujeres solamente buscaban su cuerpo simplemente.
Quizá Natsuki significara algo más de lo que creía.
Sin embargo, antes de encontrar tan compleja solución, su hermana estaba abrazándolo. Respiró hondo y suspiró, besando su pelo nuevamente. La atrajó más de la nunca y acarició su espalda, perdido en su mente. Millones de por qué necesitaban una concisa y clara respuesta.
- Yo tampoco quiero que te vayas. - Habló distraído, reflejando sus verdaderos pensamientos. Volvió en sí, dejando que ella descargara toda su presión sobre su hombro. Pequeñas lágrimas empapaban su camisa, pero poco le importó. Alzó la cabeza y miró cómo las luces comenzaban a encenderse para abrirse paso entre la negrura. - Vámonos a casa, Natsuki. - Necesitaba descansar y tranquilizarse.
Se levantó y la cargó en su espalda, igual que aquella vez, en esa improvisada excursión; donde ella tenía seis años y él únicamente once.
- Shima Sugimura
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Humor : Insoportable.
Re: Fuente
Llegó a la fuente extrañada, sin estar segura de algunas cosas. Se plantó frente a la fuente y observaba el chapoteo y las ondas que provocaban las gotas al caer sobre el agua de la fuente. Le resultaba hipnotizante y se sentó a la vez que lo miraba. Sentía una punzada en el corazón. Lo que le había ocurrido hacía unos minutos la estaba dejando loca perdida. De echo, aun no estaba segura de que lo que había ocurrido no era un sueño, pero aun sentía sus manos un poco pringosas del helado que se había tomado con ella. Lo que significaba que realmente no había sido un sueño.
Aun no quería creerse que una persona le había hablado telepáticamente... si claro... una persona... decía su mente, como si se estuviera burlando de Sasha. Y lo hacía con razón, pues no había sido una persona normal, había sido un vampiro, y eso a ella no le cabía del todo bien, porque cada vez que mencionaba dicha palabra, su inconsciente le mostraba algo. Retazos de escenas que no sabían si eran del pasado o de su imaginación.
Veía en forma de fugaces fotogramas la imagen del alguien en el suelo desangrado, mirando las nubes desde la ventanilla de avión a la vez que agarraba una tela de ropa y viéndose así misma desenfundando su espada contra personas... ¡Respuesta incorrecta! volvía a aparecer su mente, con su tono burlón. Y al poco se derrumbaba. Estaba sentada al borde de la fuente y esa punzada en el corazón se le sumaba otra más en la sien.
Sasha cayó al suelo, sujetándose de la cabeza con una mano y con la otra en su pecho, como si estuviera agarrando su propio corazón. Cerraba los ojos con toda su fuerza y gemía lo menos posible. Aun se encontraba sin saber muy bien que le estaba ocurriendo, pero en ese momento, sabía que estaba mas cerca de ese vacío que ocupaba si ser. Lo primero qu recordaba era levantarse de la habitación de su casa, dolorida y con sangre surcando su frente. Ya está. Según tenía ella entendido, las personas no nacen ya crecidas y del suelo de su casa. Estaba claro que algo le había pasado, y lo iba descubrir...
Aun no quería creerse que una persona le había hablado telepáticamente... si claro... una persona... decía su mente, como si se estuviera burlando de Sasha. Y lo hacía con razón, pues no había sido una persona normal, había sido un vampiro, y eso a ella no le cabía del todo bien, porque cada vez que mencionaba dicha palabra, su inconsciente le mostraba algo. Retazos de escenas que no sabían si eran del pasado o de su imaginación.
Veía en forma de fugaces fotogramas la imagen del alguien en el suelo desangrado, mirando las nubes desde la ventanilla de avión a la vez que agarraba una tela de ropa y viéndose así misma desenfundando su espada contra personas... ¡Respuesta incorrecta! volvía a aparecer su mente, con su tono burlón. Y al poco se derrumbaba. Estaba sentada al borde de la fuente y esa punzada en el corazón se le sumaba otra más en la sien.
Sasha cayó al suelo, sujetándose de la cabeza con una mano y con la otra en su pecho, como si estuviera agarrando su propio corazón. Cerraba los ojos con toda su fuerza y gemía lo menos posible. Aun se encontraba sin saber muy bien que le estaba ocurriendo, pero en ese momento, sabía que estaba mas cerca de ese vacío que ocupaba si ser. Lo primero qu recordaba era levantarse de la habitación de su casa, dolorida y con sangre surcando su frente. Ya está. Según tenía ella entendido, las personas no nacen ya crecidas y del suelo de su casa. Estaba claro que algo le había pasado, y lo iba descubrir...
- Sasha R. Kross
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Re: Fuente
Yagari había partido de la Asociación y había dejado tras de sí las cosas más o menos calmadas. El asunto de los cazadores traidores lo tenía harto y ahora, con la muerte de Damaru, todo empeoraba. Sabía que no faltaría ocasión para que intentasen tomar el poder en cualquier momento. Tenía suerte de aún contar con sus mejores hombres, amigos desde siempre y muy dedicados a la causa como corresponde. Tenía suerte de contar con Zero y sus demás discípulos. Entre todos no superaban los treinta hombres, pero estaba seguro de que valían más que todos los cobardes que se escondían en las calles.
Mientras avanzaba, apretó uno de sus puños y quebró el cigarrillo con sus dientes. Se frenó al ver cómo se apagaba al chocar contra el suelo. Chasqueó la lengua y suspiró. Tal vez debería comenzar a controlar un poco más su ira. Se rió para sí mismo ante tal pensamiento, mientras encendía otro cigarro. Por favor, qué pavada. Si no fuera por su ira, él no estaría donde está en este momento. Ahora mismo recordaba cuánto odiaba a los pacifistas. En ese momento, el rostro alegre y bufón de Cross acudió a su mente. Puso los ojos en blanco y comenzó a avanzar nuevamente, pero una silueta a unos metros de él lo desconcertó.
Se acercó corriendo a la fuente y puso su mano en un cuchillo que traía sujeto a sus pantalones. Yagari siempre era, ante todo, precavido. Sin embargo, al ver mejor la figura, se sorprendió bastante. ¿Acaso era esa mujer de nuevo? ¿Era aquella suicida de los callejones? Pero, entonces, ¿qué hacía en la Academia?
- Hey -llamó su atención elevando un poco la voz-. ¿Te encuentras bien? ¿Qué ha pasado? -preguntó velozmente, mirando hacia todas partes por si alguien acechaba, y acto seguido se puso en cuclillas a su lado. Se quitó el sombrero y apartó el cigarro de sus labios, apoyándolo sobre la fuente. Si bien maldecía no poder fumar un cigarro completo en este día, tampoco es que fuera un completo desconsiderado con una persona a medio camino del desmayo. Encima que parecía aturdida, sería peor si se aspiraba todo el humo tóxico.
Mientras avanzaba, apretó uno de sus puños y quebró el cigarrillo con sus dientes. Se frenó al ver cómo se apagaba al chocar contra el suelo. Chasqueó la lengua y suspiró. Tal vez debería comenzar a controlar un poco más su ira. Se rió para sí mismo ante tal pensamiento, mientras encendía otro cigarro. Por favor, qué pavada. Si no fuera por su ira, él no estaría donde está en este momento. Ahora mismo recordaba cuánto odiaba a los pacifistas. En ese momento, el rostro alegre y bufón de Cross acudió a su mente. Puso los ojos en blanco y comenzó a avanzar nuevamente, pero una silueta a unos metros de él lo desconcertó.
Se acercó corriendo a la fuente y puso su mano en un cuchillo que traía sujeto a sus pantalones. Yagari siempre era, ante todo, precavido. Sin embargo, al ver mejor la figura, se sorprendió bastante. ¿Acaso era esa mujer de nuevo? ¿Era aquella suicida de los callejones? Pero, entonces, ¿qué hacía en la Academia?
- Hey -llamó su atención elevando un poco la voz-. ¿Te encuentras bien? ¿Qué ha pasado? -preguntó velozmente, mirando hacia todas partes por si alguien acechaba, y acto seguido se puso en cuclillas a su lado. Se quitó el sombrero y apartó el cigarro de sus labios, apoyándolo sobre la fuente. Si bien maldecía no poder fumar un cigarro completo en este día, tampoco es que fuera un completo desconsiderado con una persona a medio camino del desmayo. Encima que parecía aturdida, sería peor si se aspiraba todo el humo tóxico.
- Yagari Touga
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Empleo /Ocio : Licenciado en pedagogía, educador calificado. Y bueno, sí, también es cazador.
Humor : No fastidies mi paciencia.
Re: Fuente
..., aclarar todo lo que le había ocurrido hacía un año. Esa debía ser su misión: recuperar su pasado.
De pronto, una voz surgió de la oscuridad. El dolor que le producía su mente la alejaba de todo lo cercano. Estaba abstraída, como entre sombras en incapaz de percibir nada, pero esa voz supo localizarla. Supo con solo escucharla una vez a que persona pertenecía:
-¿Yagari? ...-susurró costosamente y sin poder abrir los ojos.
Aun se agarraba de la cabeza con ambas manos y apretaba los dientes con fuerza. Deseaba que se detuviese, que las imágenes que veía una detrás de otra cesaran de una vez. Le hacían sufrir por una razón que ella misma desconocía. No sabía que eran esas instantáneas escenas y el desear que terminasen le provocaban más de ese dolor punzante. No iba soportarlo más. Quería gritar y desahogarse.
-¡¡Aggh!!-hizo al fin. Fue corto e intenso pero no le ayudaba a superarlo. Cria estúpida, ¿quieres intentar relajarte un poco?
La escuchó bien y trató de hacer caso a su mente. Comenzó a respirar hondamente. Lo hizo durante unos 20 segundos y entre leves gemidos y gruñidos, logró apaciguar a su mente. Esa aguja que se le clavaba en su cabeza cesó la fuerza y se quedó en una simple molestia más que soportable. Aun dejó posar su cuerpo sobre las baldosas del suelo. Volvía a percibir el ruido de la fuente, el sonido silencioso de la noche y... el olor del tabaco. Eso le arruinó el momento de paz, pero a la vez la alivió. Hasta ahora, no le había atribuido a Yagari ningún distintivo especial, pero el humo del tabaco le recordaba a él. ¿No odiabas el humo del tabaco? Tu si que eres fácil de contentar... Ese era el alivio.
Giro su cuerpo acurrucado y encogido de piernas para estar boca arriba. Elevó su brazo y se tapó los ojos, como si estuviese apoyándolo. En ese momento sonrió.
-No se cómo lo haces, pero gracias por estar ahí siempre que estoy en problemas.-soltó al fin relajada, aunque respirando un poco más rápido de lo normal.
Al poco se incorporó, aun sentada sobre el suelo y le miró. Estuvo así unos segundos y después tornó su mirada hacia otro lado, como si sintiera vergüenza de mirarlo tan fijamente y desde tan de cerca. Quería contarle lo que había descubierto, o lo que creía que estaba a punto de descubrir. Pero... ¿acaso podría confiar en Yagari? No es que lo conociera a fondo, pero parecía de fiar. Haz lo que te de la gana, pero luego no me llores si te la juega. Sasha no contaba con eso. Si quisiera hacerla daño, ¿no lo habría hecho ya?
-Creo... que he descubierto... algo... sobre mi. O al menos... eso creo-siseó.-Además... me gustaría hacerte una pregunta...-y calló. Mantuvo la tensión todo lo que pudo, pues aun no estaba segura de soltar algo así a la ligera. A lo mejor estaba loca. Esas cosas con las que luchamos aquel día... no eran humanos, ¿verdad?
De pronto, una voz surgió de la oscuridad. El dolor que le producía su mente la alejaba de todo lo cercano. Estaba abstraída, como entre sombras en incapaz de percibir nada, pero esa voz supo localizarla. Supo con solo escucharla una vez a que persona pertenecía:
-¿Yagari? ...-susurró costosamente y sin poder abrir los ojos.
Aun se agarraba de la cabeza con ambas manos y apretaba los dientes con fuerza. Deseaba que se detuviese, que las imágenes que veía una detrás de otra cesaran de una vez. Le hacían sufrir por una razón que ella misma desconocía. No sabía que eran esas instantáneas escenas y el desear que terminasen le provocaban más de ese dolor punzante. No iba soportarlo más. Quería gritar y desahogarse.
-¡¡Aggh!!-hizo al fin. Fue corto e intenso pero no le ayudaba a superarlo. Cria estúpida, ¿quieres intentar relajarte un poco?
La escuchó bien y trató de hacer caso a su mente. Comenzó a respirar hondamente. Lo hizo durante unos 20 segundos y entre leves gemidos y gruñidos, logró apaciguar a su mente. Esa aguja que se le clavaba en su cabeza cesó la fuerza y se quedó en una simple molestia más que soportable. Aun dejó posar su cuerpo sobre las baldosas del suelo. Volvía a percibir el ruido de la fuente, el sonido silencioso de la noche y... el olor del tabaco. Eso le arruinó el momento de paz, pero a la vez la alivió. Hasta ahora, no le había atribuido a Yagari ningún distintivo especial, pero el humo del tabaco le recordaba a él. ¿No odiabas el humo del tabaco? Tu si que eres fácil de contentar... Ese era el alivio.
Giro su cuerpo acurrucado y encogido de piernas para estar boca arriba. Elevó su brazo y se tapó los ojos, como si estuviese apoyándolo. En ese momento sonrió.
-No se cómo lo haces, pero gracias por estar ahí siempre que estoy en problemas.-soltó al fin relajada, aunque respirando un poco más rápido de lo normal.
Al poco se incorporó, aun sentada sobre el suelo y le miró. Estuvo así unos segundos y después tornó su mirada hacia otro lado, como si sintiera vergüenza de mirarlo tan fijamente y desde tan de cerca. Quería contarle lo que había descubierto, o lo que creía que estaba a punto de descubrir. Pero... ¿acaso podría confiar en Yagari? No es que lo conociera a fondo, pero parecía de fiar. Haz lo que te de la gana, pero luego no me llores si te la juega. Sasha no contaba con eso. Si quisiera hacerla daño, ¿no lo habría hecho ya?
-Creo... que he descubierto... algo... sobre mi. O al menos... eso creo-siseó.-Además... me gustaría hacerte una pregunta...-y calló. Mantuvo la tensión todo lo que pudo, pues aun no estaba segura de soltar algo así a la ligera. A lo mejor estaba loca. Esas cosas con las que luchamos aquel día... no eran humanos, ¿verdad?
OFF: siento haber tardado mil años... T.T
- Sasha R. Kross
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Re: Fuente
La muchacha pronunció su nombre. El cazador frunció el ceño e intentó sostenerla mejor para que pudiese recobrar la postura y estar un poco más cómoda. Parecía lidiar con mucho dolor, y lo peor de estas circunstancias es cuando no se sabe exactamente cómo proceder. Yagari no conocía a la mujer, apenas se habían visto una vez, por lo que no podía saber si ella padecía alguna enfermedad, algún trauma o esto era solo un desfallecimiento ocasional.
Tras unos segundos, ella comenzó a tranquilizarse. El dolor no parecía irse con totalidad pero, al menos, ya denotaba mejor estado. Touga no le quitó los ojos de encima, por si acaso, hasta que ella habló. El cazador desvió un momento la mirada hacia la fuente, donde yacía su cigarro consumiéndose. Entrecerró los ojos. Tal vez ella tenía razón. Él tampoco sabía cómo lo hacía, pero ciertamente era parte de lo que él era, como persona y por su oficio. Quizás si él no se hubiera topado con ella en la anterior ocasión y si ahora la hubiese encontrado alguien más -por no decir "algo" más-, ella estaría en problemas.
Tras unos momentos meditando aquellas posibilidades, hizo una mueca de desinterés con la boca y volvió a mirarla a los ojos.
- Es mi trabajo -dijo simplemente, con aquella aspereza típica de un tipo como él. Escuchó sus próximas palabras y enarcó suavemente una ceja. ¿Qué había descubierto algo sobre ella? ¿Y por qué se lo comentaría a él como si existiera tal confianza? Esa mujer era extraña, demasiado, pero Yagari dejó de pensar en la posible esquizofrenia de la chica en cuanto ella pronunció aquella pregunta.
La mirada del cazador se volvió más fría que antes. Los sucesos de ese día en el frío callejón regresaron. Yagari estiró uno de sus brazos -el que no estaba sosteniendo a la chica- y sujetó el cigarro, para proceder a apagarlo en el agua de la fuente. Luego, lo arrojó al cesped del jardín. Regresó su ojo pálido hacia ella y clavó su pupila en las suyas. ¿Qué le diría? ¿Acaso era conveniente que supiera la verdad y se sintiera agobiada y perseguida todo el tiempo pensando que alguno de esos seres podía saltar hacia ella para aniquilarla? Yagari mismo deseaba, a veces, tal inocencia e ingenuidad, pero visto y considerando cómo estaban las cosas en el pueblo hoy en día, creía que esas dos palabras encerraban un martirio más que una salvación. Entonces, él repitió la duda de la chica mentalmente: "Esas cosas con las que luchamos aquel día no eran humanos, ¿verdad?". Yagari suspiró levemente, para luego soltar lo ineludible:
- Verdad.
Off: No hay problema ^^
Tras unos segundos, ella comenzó a tranquilizarse. El dolor no parecía irse con totalidad pero, al menos, ya denotaba mejor estado. Touga no le quitó los ojos de encima, por si acaso, hasta que ella habló. El cazador desvió un momento la mirada hacia la fuente, donde yacía su cigarro consumiéndose. Entrecerró los ojos. Tal vez ella tenía razón. Él tampoco sabía cómo lo hacía, pero ciertamente era parte de lo que él era, como persona y por su oficio. Quizás si él no se hubiera topado con ella en la anterior ocasión y si ahora la hubiese encontrado alguien más -por no decir "algo" más-, ella estaría en problemas.
Tras unos momentos meditando aquellas posibilidades, hizo una mueca de desinterés con la boca y volvió a mirarla a los ojos.
- Es mi trabajo -dijo simplemente, con aquella aspereza típica de un tipo como él. Escuchó sus próximas palabras y enarcó suavemente una ceja. ¿Qué había descubierto algo sobre ella? ¿Y por qué se lo comentaría a él como si existiera tal confianza? Esa mujer era extraña, demasiado, pero Yagari dejó de pensar en la posible esquizofrenia de la chica en cuanto ella pronunció aquella pregunta.
La mirada del cazador se volvió más fría que antes. Los sucesos de ese día en el frío callejón regresaron. Yagari estiró uno de sus brazos -el que no estaba sosteniendo a la chica- y sujetó el cigarro, para proceder a apagarlo en el agua de la fuente. Luego, lo arrojó al cesped del jardín. Regresó su ojo pálido hacia ella y clavó su pupila en las suyas. ¿Qué le diría? ¿Acaso era conveniente que supiera la verdad y se sintiera agobiada y perseguida todo el tiempo pensando que alguno de esos seres podía saltar hacia ella para aniquilarla? Yagari mismo deseaba, a veces, tal inocencia e ingenuidad, pero visto y considerando cómo estaban las cosas en el pueblo hoy en día, creía que esas dos palabras encerraban un martirio más que una salvación. Entonces, él repitió la duda de la chica mentalmente: "Esas cosas con las que luchamos aquel día no eran humanos, ¿verdad?". Yagari suspiró levemente, para luego soltar lo ineludible:
- Verdad.
Off: No hay problema ^^
- Yagari Touga
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