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Parque
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Parque
Recuerdo del primer mensaje :
En este pequeño parque podreis pasear
En este pequeño parque podreis pasear
- Kaien Cross
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Re: Parque
Y no le creían. Esas niñas, o mejor dicho, una de ellas, no tenían ni idea de quién era la otra verdaderamente. Fraiah intentaba dar todos sus mayores esfuerzos, pero no había caso. Lo único que lograba era que le pegaran con una pala en la cabeza o en el pie. Nunca se había llevado muy bien con los niños. Era extraño para una persona como ella, pues siempre fue demasiado amable y dulce, pero los niños, por alguna razón, la verían lo suficientemente buena como para tomarle el pelo. Este momento era un mismísimo ejemplo de ello.
- ¡No soy una bruja! ¡No tengo poderes malignos! ¡Soy una fiel sirvienta! -gritó, alzando ambos brazos a los costados de su cuerpo. Suspiró y miró a las niñas. La desconfianza crecía cada vez más mientras Chie quería ganar la aceptación de aquella humana ingenua e inocente. Fraiah desvió la vista hacia el niño. Abrió los ojos muy grandes. Ese cabello, esos ojos... Frunció el ceño. ¿Podría ser posible? ¿Pero cuánto tiempo había transcurrido desde que nacieron? La joven no se lo explicaba, pero ese niño era el calco de su hermano Adam. Por más vueltas que quisiera darle al asunto, la evidencia era evidencia. Y, ahora, su sobrino estaba apuntándole con una espada e, incluso, había rasgado de jean.
Fraiah emitió un pequeño grito y trastabilló hacia atrás.
- ¡¿Oye, niño, cómo es que tus padres te permiten jugar con algo tan peligroso?! -gritó, apuntándole con el dedo. Pero, en ese momento, mientras daba pasos ciegos hacia atrás, sus piernas chocaron con el asiento de un banco y la joven se fue hacia atrás. Por el simple hecho de querer evitar aquella pequeña espada afilada, acabó cayendo hacia el otro lado del banco y besando la tierra. Intentó erguirse, pero se había golpeado la espalda. Cerró los ojos en muestra de dolor.
- Ouch... -susurró, mientras se sentaba en la hierba. Apoyó ambas manos sobre el respalda e intentó ponerse de pie, pero entonces escuchó aquella voz de ultratumba. Abrió los ojos de par en par. ¿Qué demonios...?-. ¿Ahora qué? -murmuró, mirando hacia todas partes, hasta que reparó en la pequeña niña y en su llanto. Luego miró al niño vampiro y, por último, a la tal "Rika". Tanteó con una de sus manos su bolsillo y se percató de que el papel que debía entregarle a Kasha se encontraba algo arrugado. Ya se había demorado demasiado y no quería que ella se preocupe. Pero, ahora mismo, la demora se extendería. ¿De dónde provenía aquella voz? A Fraiah no le gustaban los fantasmas, para ser sincera. Pero esto no era un fantasma. Era imposible que lo fuera. Frunció el ceño y continuó buscando con la mirada, pero no encontró nada. Incluso le pareció que aquel mensaje que envió quien sabe quién, era bastante ofensivo. ¿Acaso ella mancillaba el nombre de las brujas porque no tenía el talento para ser una? Maldito desgraciado. ¿Cómo se atrevía a subestimar a Fraiah Eslin? Infló los mofletes y se quedó quieta en su escondite detrás del banco.
- ¡No soy una bruja! ¡No tengo poderes malignos! ¡Soy una fiel sirvienta! -gritó, alzando ambos brazos a los costados de su cuerpo. Suspiró y miró a las niñas. La desconfianza crecía cada vez más mientras Chie quería ganar la aceptación de aquella humana ingenua e inocente. Fraiah desvió la vista hacia el niño. Abrió los ojos muy grandes. Ese cabello, esos ojos... Frunció el ceño. ¿Podría ser posible? ¿Pero cuánto tiempo había transcurrido desde que nacieron? La joven no se lo explicaba, pero ese niño era el calco de su hermano Adam. Por más vueltas que quisiera darle al asunto, la evidencia era evidencia. Y, ahora, su sobrino estaba apuntándole con una espada e, incluso, había rasgado de jean.
Fraiah emitió un pequeño grito y trastabilló hacia atrás.
- ¡¿Oye, niño, cómo es que tus padres te permiten jugar con algo tan peligroso?! -gritó, apuntándole con el dedo. Pero, en ese momento, mientras daba pasos ciegos hacia atrás, sus piernas chocaron con el asiento de un banco y la joven se fue hacia atrás. Por el simple hecho de querer evitar aquella pequeña espada afilada, acabó cayendo hacia el otro lado del banco y besando la tierra. Intentó erguirse, pero se había golpeado la espalda. Cerró los ojos en muestra de dolor.
- Ouch... -susurró, mientras se sentaba en la hierba. Apoyó ambas manos sobre el respalda e intentó ponerse de pie, pero entonces escuchó aquella voz de ultratumba. Abrió los ojos de par en par. ¿Qué demonios...?-. ¿Ahora qué? -murmuró, mirando hacia todas partes, hasta que reparó en la pequeña niña y en su llanto. Luego miró al niño vampiro y, por último, a la tal "Rika". Tanteó con una de sus manos su bolsillo y se percató de que el papel que debía entregarle a Kasha se encontraba algo arrugado. Ya se había demorado demasiado y no quería que ella se preocupe. Pero, ahora mismo, la demora se extendería. ¿De dónde provenía aquella voz? A Fraiah no le gustaban los fantasmas, para ser sincera. Pero esto no era un fantasma. Era imposible que lo fuera. Frunció el ceño y continuó buscando con la mirada, pero no encontró nada. Incluso le pareció que aquel mensaje que envió quien sabe quién, era bastante ofensivo. ¿Acaso ella mancillaba el nombre de las brujas porque no tenía el talento para ser una? Maldito desgraciado. ¿Cómo se atrevía a subestimar a Fraiah Eslin? Infló los mofletes y se quedó quieta en su escondite detrás del banco.
- Fraiah B. Eslin
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Re: Parque
Eso había sido muy divertido, la mayoría estaban confusos y la niña pequeña se había echado a llorar. Tal vez no debería de haber sido tan rudo con esa risa malévola (?). Pero de todos modos Nokku se estaba cansando de tanto cuento de hadas, había visto como Fraiah se tropezaba con un banco y se caía, y la verdad es que eso no le hacía ninguna gracia, y menos gracia aun le hacía que un pequeño monstruito con una pala intentara acabar con la existencia de su chica.
Nokku suspiró para sus adentros y provocó una ráfaga de aire que provenía desde la espalda de Fraiah, dándoles a todos los demás en la cara, levantando algo de arena. En un instante la oscura figura de cuero de Damaru apareció justo al lado de Frah. Ese no era ni el momento ni el lugar indicado para presentaciones así que simplemente miró con cara de enfado a cada uno de aquellos seres que estaban enfrente de el.
Si volvéis a tocar a esta chica... os como.
Dijo el presidente con una macabra y maligna sonrisa mientras sacaba sus colmillos. Aquellos colmillos que parecían más los de un lobo que los de un humano. Acto seguido acercó sus labios a los oídos de ella para que nadie pudiera oírlos.
Ahora tengo un pequeño asunto que resolver, nos veremos en la fiesta pequeña.
Dijo antes de darse la vuelta, dar un par de pasos y desaparecer de la misma manera en la que había venido. Esperaba que aquellas palabras bastaran para intimidar a esos pequeños, si no, tendría que comérselos de verdad (?)
Nokku suspiró para sus adentros y provocó una ráfaga de aire que provenía desde la espalda de Fraiah, dándoles a todos los demás en la cara, levantando algo de arena. En un instante la oscura figura de cuero de Damaru apareció justo al lado de Frah. Ese no era ni el momento ni el lugar indicado para presentaciones así que simplemente miró con cara de enfado a cada uno de aquellos seres que estaban enfrente de el.
Si volvéis a tocar a esta chica... os como.
Dijo el presidente con una macabra y maligna sonrisa mientras sacaba sus colmillos. Aquellos colmillos que parecían más los de un lobo que los de un humano. Acto seguido acercó sus labios a los oídos de ella para que nadie pudiera oírlos.
Ahora tengo un pequeño asunto que resolver, nos veremos en la fiesta pequeña.
Dijo antes de darse la vuelta, dar un par de pasos y desaparecer de la misma manera en la que había venido. Esperaba que aquellas palabras bastaran para intimidar a esos pequeños, si no, tendría que comérselos de verdad (?)
- Nokku Damaru
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Re: Parque
Un nuevo invitado se unió a su juego. Un niño. Pero no parecía ser uno cualquiera, el aura que desprendía era distinta a la de la pequeña Aiko y tenía una presencia un tanto amenazante. Sin lugar a dudas era un pura sangre. Al contrario de lo que Chie podría haber pensado, tenía el mismo comportamiento infantil que la humana. Arrugó la nariz y se colocó tras él, situándose bajo su protección contra la "bruja".
Aquella situación le divertía, todo se había vuelto contra la humana, los niños pensaban que ella era el peligro. Inocentes criaturas. El lobo con piel de cordero estaba a su espalda, aguardando su momento.
-¡Bruja malvada, tienes que morir! Nuestro reino tiene que salvarse -gritó- El príncipe acabará contigo.
Una risita se escapó de sus labios al ver como tropezaba.
Fue entonces cuando lo escuchó. La risa malvada, la que en teoría tenían las brujas. Chie no mostró ningún tipo de reacción hacia ella. Fuera quien fuera, no podría hacer nada contra ella, además, las brujas no existían. Se quedó inmovil mientras la niña lloraba y el otro intentaba protegerla de aquella amenaza invisible. El llanto era irritante.
Sus músculos se tensaron.
El presidente de la asociación de cazadores estaba frente a ellos. Chie temió y ansió a partes iguales que él quisiera enfrentarse a ella, pero no fue así, tal vez no la hubiera reconocido, pero se fue tan pronto como llegó tras decirles que dejaran a la humana. Chasqueó la lengua y en cuanto él hubo desaparecido del lugar se alejó de los niños.
-Estoy cansada de tanto jueguecito estúpido -murmuró mientras lanzaba el rastrillo de la niña a sus pies.
Aquella situación le divertía, todo se había vuelto contra la humana, los niños pensaban que ella era el peligro. Inocentes criaturas. El lobo con piel de cordero estaba a su espalda, aguardando su momento.
-¡Bruja malvada, tienes que morir! Nuestro reino tiene que salvarse -gritó- El príncipe acabará contigo.
Una risita se escapó de sus labios al ver como tropezaba.
Fue entonces cuando lo escuchó. La risa malvada, la que en teoría tenían las brujas. Chie no mostró ningún tipo de reacción hacia ella. Fuera quien fuera, no podría hacer nada contra ella, además, las brujas no existían. Se quedó inmovil mientras la niña lloraba y el otro intentaba protegerla de aquella amenaza invisible. El llanto era irritante.
Sus músculos se tensaron.
El presidente de la asociación de cazadores estaba frente a ellos. Chie temió y ansió a partes iguales que él quisiera enfrentarse a ella, pero no fue así, tal vez no la hubiera reconocido, pero se fue tan pronto como llegó tras decirles que dejaran a la humana. Chasqueó la lengua y en cuanto él hubo desaparecido del lugar se alejó de los niños.
-Estoy cansada de tanto jueguecito estúpido -murmuró mientras lanzaba el rastrillo de la niña a sus pies.
- Chie
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Re: Parque
Aiko estaba aterrada. Con su joven edad le tenía pavor a los fantasmas. Y aquella extraña voz de ultratumba afloraba sus más macabras pesadillas. Sin quererlo, la pequeña empezó a llorar como cualquier niño lo haría, abrazando a su can. Aunque se esforzaba igual que los mayores para no demostrar debilidad frente al espectro. Apuntó al Príncipe con su pala y arrugó los mofletes, limpiándose con la muñeca las pequeñas gotas cristalinas.
- ¡Aiko no está llorando! - Vociferó al chico. Sin embargo sus ojos no dejaban que la felicidad volviera a su dulce color avellana. - ¡Aiko es una Reina! - Dijo de nuevo. Ella no entendía eso de que "arruinaba su piel", pero seguía manteniéndose como una Reina por encima de todo. Y le haría pagar a la malévola Bruja de que ella era más fuerte. Aunque si el Príncipe de pelo blanco la defendía con su genial espada, mejor que mejor. Asintió levemente, sin soltar el pelaje del San Bernardo. Éste, ladraba incansablemente a todo aquella madre que intentaba acercarse a consolar a la pequeña. Por supuesto a Fraiah también.
Aiko giró de nuevo la cabeza hacia la mujer. Negó con la cabeza, cual cordero. Miró seguidamente a "Rika" y asintió. Ellos dos se encargarían de exterminar a la Bruja y volverla buena.
Entonces, de la nada, apareció un hombre malo. La infante dedujo que era malo porque su ropa era igual que la que llevaban siempre los antagonistas. Además su corrupta cara hacía temblar a la niña. "Si volvéis a tocar a esta chica... os como". Claramente, ¡él era el hombre del saco! O... en su lugar, el monstruo del armario. ¡Era el aliado de la Bruja! ¡Ahora quedaba demostrado que Aiko llevaba razón! Ya había pruebas que lo demostraban. Y tras ver sus sanguinarios colmillos rompió a llorar desconsoladamente, escondiendo el rostro en el pelaje del cuadrúpedo. La dejaría en paz, con tal de que ese hombre no la comiera; ya que la infante se tomaba todo al pie de la letra.
Regresó sus ojos hacia Rika, sin entender. ¿Cómo que se había cansado de jugar? ¿Acaso no se lo estaba pasando bien hace un momento?
- ¡Aiko no está llorando! - Vociferó al chico. Sin embargo sus ojos no dejaban que la felicidad volviera a su dulce color avellana. - ¡Aiko es una Reina! - Dijo de nuevo. Ella no entendía eso de que "arruinaba su piel", pero seguía manteniéndose como una Reina por encima de todo. Y le haría pagar a la malévola Bruja de que ella era más fuerte. Aunque si el Príncipe de pelo blanco la defendía con su genial espada, mejor que mejor. Asintió levemente, sin soltar el pelaje del San Bernardo. Éste, ladraba incansablemente a todo aquella madre que intentaba acercarse a consolar a la pequeña. Por supuesto a Fraiah también.
Aiko giró de nuevo la cabeza hacia la mujer. Negó con la cabeza, cual cordero. Miró seguidamente a "Rika" y asintió. Ellos dos se encargarían de exterminar a la Bruja y volverla buena.
Entonces, de la nada, apareció un hombre malo. La infante dedujo que era malo porque su ropa era igual que la que llevaban siempre los antagonistas. Además su corrupta cara hacía temblar a la niña. "Si volvéis a tocar a esta chica... os como". Claramente, ¡él era el hombre del saco! O... en su lugar, el monstruo del armario. ¡Era el aliado de la Bruja! ¡Ahora quedaba demostrado que Aiko llevaba razón! Ya había pruebas que lo demostraban. Y tras ver sus sanguinarios colmillos rompió a llorar desconsoladamente, escondiendo el rostro en el pelaje del cuadrúpedo. La dejaría en paz, con tal de que ese hombre no la comiera; ya que la infante se tomaba todo al pie de la letra.
Regresó sus ojos hacia Rika, sin entender. ¿Cómo que se había cansado de jugar? ¿Acaso no se lo estaba pasando bien hace un momento?
- Aiko Takahashi
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Re: Parque
Fraiah continuaba allí, derribada tras el banco. Aquella voz, ahora que lo pensaba mejor, sentía que era muy conocida. Arrugó el ceño y se puso de pie, sacudiendo sus pantalones ahora algo rasgados y estropeados. Suspiró, cansada. Tenía que llevarle aquel archivo a Kasha. Ya se había demorado demasiado tiempo y probablemente se preocupara. Conocía muy bien a su amiga como para que luego la regañara. Más si se enteraba que estaba frente a la diabólica niña esa.
De repente, mientras se disponía a hablarle a la niña humana y al pequeño demonio que se jactaba de príncipe, una figura alta y oscura emergió a su lado. Sorprendida, abrió los ojos de par en par. ¿Qué hacía allí? ¿Acaso se divertía asustando a esos niños? Sin embargo, si con su fiera apariencia lograba hacer que dejaran de tomarla a ella como una amenaza, se lo agradecería eternamente.
- Espera, no te vayas. Es que tengo que... -no pudo terminar su frase. Él ya había desaparecido. Tragó saliva y bajó la mirada unos momentos. Sus manos estaban llenas de tierra. Así era él, aparecía y desaparecía de forma tan espontánea. Sonrió débilmente, pues lo echaba mucho de menos. Sin embargo, sabía que su trabajo era su trabajo, y ella no se interpondría jamás entre él y sus obligaciones.
Levantó la mirada, la cual estaba algo brillante, y miró a la pequeña humana y al pequeño peliblanco, quien era su sobrino después de todo.
- Si no me hacen daño, evitaré que el lobo malo los devore -anunció, levantando uno de sus brazos en el aire-. ¿Hacemos un trato? -sonrió, dulcemente. Le partía el alma ver a esa niña llorar, pero sabía que si se acercaba acabaría con una espada incrustada en la pierna y un perro desgarrando su mano. Creía que sus intentos de sacar a aquella niña a salvo llegarían a su fin, pero ahora también debía proteger al hijo de Adam, pues por más Pura Sangre que fuese, aún era un niño. Y, justo en ese instante, la pequeña diabla declaró sus intenciones implícitamente. Fraiah parpadeó un par de veces, observándola, pero su instinto le indicaba que algo buscaba.
- Rika, ¿cómo que no quieres jugar? ¿Ya te aburriste? La oyeron, niños. Rika ya se aburrió de ustedes. Es una mala Princesa. En realidad, ella no es una Princesa. Las Princesas jamás se cansan de jugar y de salvar los reinos. ¡Ella es la bruja! -gritó, intentando convencer de un modo algo maligno a aquellos pequeños, pero todo estaba permitido si se trataba de salvarles la vida. ¿Acaso Nokku ni se había percatado de su presencia?
De repente, mientras se disponía a hablarle a la niña humana y al pequeño demonio que se jactaba de príncipe, una figura alta y oscura emergió a su lado. Sorprendida, abrió los ojos de par en par. ¿Qué hacía allí? ¿Acaso se divertía asustando a esos niños? Sin embargo, si con su fiera apariencia lograba hacer que dejaran de tomarla a ella como una amenaza, se lo agradecería eternamente.
- Espera, no te vayas. Es que tengo que... -no pudo terminar su frase. Él ya había desaparecido. Tragó saliva y bajó la mirada unos momentos. Sus manos estaban llenas de tierra. Así era él, aparecía y desaparecía de forma tan espontánea. Sonrió débilmente, pues lo echaba mucho de menos. Sin embargo, sabía que su trabajo era su trabajo, y ella no se interpondría jamás entre él y sus obligaciones.
Levantó la mirada, la cual estaba algo brillante, y miró a la pequeña humana y al pequeño peliblanco, quien era su sobrino después de todo.
- Si no me hacen daño, evitaré que el lobo malo los devore -anunció, levantando uno de sus brazos en el aire-. ¿Hacemos un trato? -sonrió, dulcemente. Le partía el alma ver a esa niña llorar, pero sabía que si se acercaba acabaría con una espada incrustada en la pierna y un perro desgarrando su mano. Creía que sus intentos de sacar a aquella niña a salvo llegarían a su fin, pero ahora también debía proteger al hijo de Adam, pues por más Pura Sangre que fuese, aún era un niño. Y, justo en ese instante, la pequeña diabla declaró sus intenciones implícitamente. Fraiah parpadeó un par de veces, observándola, pero su instinto le indicaba que algo buscaba.
- Rika, ¿cómo que no quieres jugar? ¿Ya te aburriste? La oyeron, niños. Rika ya se aburrió de ustedes. Es una mala Princesa. En realidad, ella no es una Princesa. Las Princesas jamás se cansan de jugar y de salvar los reinos. ¡Ella es la bruja! -gritó, intentando convencer de un modo algo maligno a aquellos pequeños, pero todo estaba permitido si se trataba de salvarles la vida. ¿Acaso Nokku ni se había percatado de su presencia?
- Fraiah B. Eslin
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Re: Parque
Los pasos firmes del Pura Sangre se detuvieron en aquel parque. Suspiró pesadamente. Alexander Blade Darent. ¿Cuándo aprendería la lección? Adam recorrió cada una de las figuras que se hallaban en el parque. Frunció el ceño al ver a Fraiah. Estaba diferente. ¿Cuánto tiempo hacía que no se veían? Y lo más curioso es que allí estaba Alexander. Él la había visto en fotos y ahora la apuntaba con su pequeña estada. En el fondo, debía admitirlo, le daba gracia. Esa chica tonta, siempre metida donde no debe. Adam reconoció a Chie, esa chiquilla diabólica. Qué grato que volvieran a encontrarse, ¿eh? Sonrió fríamente y comenzó a avanzar hacia ellos. En el trayecto, visualizó a la humana que se encontraba llorando.
- Alexander. ¿Has hecho llorar a una niña? -sentenció, cortando el viento con su grave voz. Esperaba una respuesta afirmativa para aplaudirlo por tal hazaña. Miró fijamente al engendro de aquel tipo al cual llamaban "Padre". Entrecerró los ojos.
- Alexander. ¿Has hecho llorar a una niña? -sentenció, cortando el viento con su grave voz. Esperaba una respuesta afirmativa para aplaudirlo por tal hazaña. Miró fijamente al engendro de aquel tipo al cual llamaban "Padre". Entrecerró los ojos.
- Adam Blade
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Re: Parque
Alexander estaba listo para atacar a aquella bruja y lo que fuera que la acompañaba. Sin embargo, al ver la oscura figura llena de dientes -sí, porque Alex veía muchos de ellos, no solo dos colmillos- retrocedió unos pasos. Frunció el ceño y los apuntó a ambos con la espada, en símbolo de que era mejor no acercarse. La amenaza de aquel sabueso llegó hasta sus oídos. Miró de reojo a la niña. Decía que no lloraba, pero eso era justamente lo que estaba haciendo. Niñas... aún no comprendía por qué él se esmeraba en protegerlas. No obstante, una de las amenazas -quizá la más grande- se alejó. Sasha, satisfecho por su poder creyendo que él mismo lo había ausentado, sonrió con la gloria latente en el rostro. Apoyó la punta de la espada en el suelo y miró de reojo a la niña, pero la otra que también se hacía llamar Princesa, se mostró exasperada por el juego. Acompañando sus gestos malvados, la voz de quien suponían Bruja invadió el parque. ¿Qué ocurría? ¿Por qué los roles habían parecido intercambiarse? Sólo había una respuesta para ello.
- La bruja ha intercambiado su alma. ¡Ha regresado al cuerpo que pertenece! -gritó, valiente, apuntando a "Rika" con su espada-. Te han engañado, Doncella -dijo, refiriéndose a la humana, sin prestar atención a que ella decía ser Reina-. Tu verdadera enemiga ha estado a tu lado todo este tiempo -anunció, pero se estremeció al escuchar la voz de su Padre tras de sí. Giró lentamente el rostro. ¿Se lo llevaría de nuevo a casa? Esta vez presentía que no iba a ser grato estar encerrado entre cuatro paredes otra vez. Algo le indicaba que en el fondo su Padre ya estaba harto de sus huidas y juegos.
- La bruja ha intercambiado su alma. ¡Ha regresado al cuerpo que pertenece! -gritó, valiente, apuntando a "Rika" con su espada-. Te han engañado, Doncella -dijo, refiriéndose a la humana, sin prestar atención a que ella decía ser Reina-. Tu verdadera enemiga ha estado a tu lado todo este tiempo -anunció, pero se estremeció al escuchar la voz de su Padre tras de sí. Giró lentamente el rostro. ¿Se lo llevaría de nuevo a casa? Esta vez presentía que no iba a ser grato estar encerrado entre cuatro paredes otra vez. Algo le indicaba que en el fondo su Padre ya estaba harto de sus huidas y juegos.
- Alexander Blade Darent
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Re: Parque
Fraiah, finalmente, se puso de pie. Observó a los pequeños y suspiró. ¿Qué iba a hacer ahora? Cerró los ojos, sin saber qué hacer, y se llevó una mano a la cabeza. Tenía que llevarle aquella información a Kasha cuanto antes, pero no podía dejar a esos niños solos. Y, justo en ese momento, la figura de Adam emergió. La joven, por primera vez en la vida, agradeció que apareciera. Él no permitiría que le hagan daño a su hijo, y su hijo no querría que dañaran a la humana, su nueva compañera de juegos.
- Adam. ¡Cuida a los niños por mí! -gritó emocionada y agitando la mano, mientras se alejaba de allí corriendo. Regresaría en cuanto acabara con su deber. Pero, ahora, tenía que hacer esto si o si.
- Adam. ¡Cuida a los niños por mí! -gritó emocionada y agitando la mano, mientras se alejaba de allí corriendo. Regresaría en cuanto acabara con su deber. Pero, ahora, tenía que hacer esto si o si.
- Fraiah B. Eslin
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Re: Parque
"Estoy cansada de tanto jueguecito estúpido", oyó Nathan desde su sitio en una banca del parque. Estaba leyendo un libro, "Las Flores del Mal" de Charles Baudelaire. Curioso momento para oír a una niña diciendo tales palabras. El joven profesor cerró dicho libro -el cual tenía planeado utilizar para su primera clase en la Academia- y observó el panorama. En un primer momento, le pareció inadecuado intervenir. Allí había gente y, por lo que veía, había un mayor. Luego, dos niños más. Sin embargo, ¿por qué esa pequeña parecía tan enojada? ¿Acaso estaban molestándola? Suspiró. Su deber como educador le indicaba que debía intervenir, pero su timidez y depresión constante le aseguraban que si se acercaba, acabaría mal parado. De todos modos, ¿qué perdería con ello? Peor de lo que estaba ya, no creía que fuese a estar. Además, incluso podría dispersarse un poco de los pensamientos pesimistas que tenía rondando por su mente últimamente.
Se puso de pie al cabo de unos segundos y, con el libro en una mano, comenzó a avanzar. A medida que se iba acercando tras la espalda de Chie, comenzó a hablar:
- Esas no parecen palabras adecuadas para una niña. No deberías tratar así a tus pares, ya que nadie querrá jugar contigo -murmuró cálidamente, colocándose tras ella y poniendo una mano sobre su diminuto y menudo hombro, arqueando un poco la espalda para estar a su altura. Le dedicó una suave sonrisa a aquella pequeña desconocida, sin saber en absoluto que esa niña era, en realidad, su propia creación y, en definitiva, su única familia. A continuación, miró a los demás presentes con unos ojos completamente humanos; completamente ingenuos.
Nadie sabría jamás que tras esa fachada inocente se escondía un verdadero monstruo. Nadie conocía la verdadera apariencia de Vladimir, excepto alguno de sus hijos, como Chie, y los que estuvieron en esa fiesta observando la pelea entre él y Damaru. Este sería sólo el comienzo de una nueva historia cargada de un pasado oscuro. Parecía que el Destino volvía a unirlo a sus Hijos, irremediablemente. Aquella mano sobre el hombro de Chie significaba mucho más que un gesto amable, sólo cabría preguntarse cuánto tiempo le llevaría a Vladimir, mejor dicho, a Nathan, darse cuenta.
Se puso de pie al cabo de unos segundos y, con el libro en una mano, comenzó a avanzar. A medida que se iba acercando tras la espalda de Chie, comenzó a hablar:
- Esas no parecen palabras adecuadas para una niña. No deberías tratar así a tus pares, ya que nadie querrá jugar contigo -murmuró cálidamente, colocándose tras ella y poniendo una mano sobre su diminuto y menudo hombro, arqueando un poco la espalda para estar a su altura. Le dedicó una suave sonrisa a aquella pequeña desconocida, sin saber en absoluto que esa niña era, en realidad, su propia creación y, en definitiva, su única familia. A continuación, miró a los demás presentes con unos ojos completamente humanos; completamente ingenuos.
Nadie sabría jamás que tras esa fachada inocente se escondía un verdadero monstruo. Nadie conocía la verdadera apariencia de Vladimir, excepto alguno de sus hijos, como Chie, y los que estuvieron en esa fiesta observando la pelea entre él y Damaru. Este sería sólo el comienzo de una nueva historia cargada de un pasado oscuro. Parecía que el Destino volvía a unirlo a sus Hijos, irremediablemente. Aquella mano sobre el hombro de Chie significaba mucho más que un gesto amable, sólo cabría preguntarse cuánto tiempo le llevaría a Vladimir, mejor dicho, a Nathan, darse cuenta.
- Nathan Hawthorne
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Re: Parque
Corría todo lo que podía, o más bien, todo lo que conseguía Fraiah Eslin. En algunos tramos y debido a las prisas que surcaban su ser, tan repentinas e inesperadas, incluso la llevaba casi arrastrando de la muñeca, provocándo la rojez de los tirones que llevaba a cabo sin querer. En realidad, apenas entendió lo que ésta quiso transmitirle en la casa de su fallecido novio, sino que únicamente se levantó con su ayuda y entonces, comenzó a correr para escapar de allí. Por suerte, Ziel se había convertido en uno de los vampiros más veloces de todo el pueblo, pues no existía duda sobre la rapidez de sus piernas o sus reflejos. En cambio, el pequeño lastre que llevaba detrás de sí, sofocada por la carrera, se convertía en la principial clave a seguir para encontrar a ambos. No obstante, el neófito, tras arrojarse por la ventana y salvar su vida, había puesto de manifiesto que no iba a dejar que nada malo le ocurriera, aun si egoístamente explotaba su cuerpo en la huída, pero ya descansarían después en cualquier lugar, completamente a salvo. Fraiah realizaba el papel de su compañera, hermana, prima, su propia madre incluso. Ella lo conformaba todo ahora, lo significaba absolutamente todo para Ziel.
Pero, aunque quisiera protegerla con todos los medios posibles, era invitable que sus instintos terminaran por dañar su frágil cuerpo, provocado por la poca información que poseía sobre los humanos y sobre él mismo. Insistía en hacer todo lo posible para conservar su integridad y defenderla de todo mal, a pesar de que luego todo finalizara completamente opuesto a como se esperaba. Ya que, ni siquiera el propio Ziel había reparado en los huesos rotos o desencajados de su propio cuerpo; pensando seguramente que lograrían sanar por "arte de magia". También se debía entender que él, sin conocimiento del habla o comportamiento humano alguno, no podía comunicarse con ella y transmitirle lo que pensaba, salvo a través de los gestos que un pequeño animal -como aquel que llevaba dentro- haría. Y aun así, por supuesto que no era para menos el ajetreo y el nerviosismo que experimentaba el pobre neófito nada más salir de la casa: el Sol ya se había puesto en lo alto.
Quizá esto no supusiera ningún problema para la humana, puesto que no se adjudicaba como algo dañino, sino más bien como algo salvador contra los vampiros al igual que Ziel. Sin embargo, el cachorro de zorro blanco no lo identificaba de la misma forma.
Cada mísero rayo era una horrenda tortura sobre su piel.
Allá donde se posara la luz del Sol, comenzaba a quemar y deshacer la pureza del mármol que cubría su cuerpo. De tal manera, cuanto más tiempo pasara Ziel debajo del imponente Sol, sus quemaduras irían incrementándose lenta y dolorosamente, hasta que terminara por destruirle del todo. Al igual que en las leyendas se trataba, el joven vampiro ya no era capaz de vivir tranquilo si no era de noche. Quizá él mismo pudiera entenderlo, a pesar de no haberlo comprobado hasta ahora, porque en realidad, Osaki también guardaba el bosque a partir de la caída del éste mismo. Los humanos no eran capaces de seguir su rastro y su visión era pésima con la oscuridad, lo cual se transformaba en una ventaja para salvaguardar su identidad y ubicación. Y hablando de localizar, hacía tiempo que el neófito se había visto obligado a soltar la mano de su compañera, en busca de un refugio en el que guarecerse del sol. Pero, ¿a qué lugar? ¿A dónde iba a ir, si la única sombra que podía advertirse por los edificios, cambia con el paso de las horas? Al lugar menos pensado, al más cerca de la propiedad que abandonaban ambos y tal vez uno de los menos visitados en invierno: el parque.
Ziel continuó corriendo como un desalmado, libre de cualquier cautiverio o lastre, hasta que encontró el lugar idóneo en un simple parpadeo. Subió por aquella escalera de color empinada y resbaladiza y se introdujo en él a toda prisa, agradeciendo el milagro porque columpio estuviera construído ahí para él. Por suerte, el Sol no incidiría sobre su piel nuevamente, ya que estaba techado y unas maderas permitían la protección necesaria que anhelaba. Era el escondite perfecto para ocultar su presencia, pues, ¿quién esperaría encontrarse a un ser como él en un lugar como ese?
Algo más tranquilo aunque sofocado por la exposición a la luz, se tumbó a descansar con cuidado de sus lesiones dérmicas u óseas. Por supuesto, debería esperar que el Sol bajara para poder salir del parque y encontrar un refugio mejor en el lugar que acostumbró a vivir en el pasado. Su respiración intentó calmar la fuerza con la que hinchaba sus pulmones en la desesperada de tomar aire y continuar corriendo con todas sus fuerzas. Mientras, sus colas se retorcieron para rodear el contorno de su cuerpo -en forma de protección- y las orejas bajaron ante la sumisión que presentaba. Entonces, observó las quemaduras que ocupaban sus brazos y se dedicó pacientemente a lamerlas para detener la pequeña hemorragia que se producía. En varias ocasiones gemía a causa del dolor que se presentaba sobre su cuerpo, retorciéndose. No obstante, sanarían a lo largo de la tarde seguramente y lo único que quedarían sería la forma de maniobrar su hombro para que reparara los huesos dañados después de la caída.
Y de repente, sus ojos echaron en falta algo, olvidándolo todo de inmediato. Fraiah. La había soltado por el camino y por tanto, perdido a su manada. Levantó la cabeza para intentar encontrarla, pero la lucidez caliente se posó sobre sus orejas, dañándolas enseguida. Se escuchó otro gemido mezclado de angustia. La impaciencia se ocupaba en ese momento sobre él. Y volvió a intentarlo por segunda vez, asomándose por uno de los laterales. Por supuesto, tuvo el mismo efecto abrasivo de la vez anterior sobre su mejilla y labios. Se retorció de un salto y mordió en el aire del dolor y nerviosismo, como si estuviera luchando contra otro de los suyos, lo cual distaba de la realidad. Regresó a su posición anterior, agitando sus colas de lo nervioso que se encontraba, agarrándose la única posibilidad sobre las cualidades de su compañera. Fraiah tendría que aparecer tras haber conseguido seguir su rastro hasta allí, pero no estaba. Era una humana al fin y al cabo, de modo que sería complicado correr detrás de él y encontrarlo, pero no tanto si contábamos la fuente de extraños sonidos que se escuchaban arriba del columpio. Ziel albergaba la seguridad de que su manada era lo bastante cercana a él como para entender sus prioridades y el lugar en donde ellos tendrían que esconderse del resto de humanos.
Pero, aunque quisiera protegerla con todos los medios posibles, era invitable que sus instintos terminaran por dañar su frágil cuerpo, provocado por la poca información que poseía sobre los humanos y sobre él mismo. Insistía en hacer todo lo posible para conservar su integridad y defenderla de todo mal, a pesar de que luego todo finalizara completamente opuesto a como se esperaba. Ya que, ni siquiera el propio Ziel había reparado en los huesos rotos o desencajados de su propio cuerpo; pensando seguramente que lograrían sanar por "arte de magia". También se debía entender que él, sin conocimiento del habla o comportamiento humano alguno, no podía comunicarse con ella y transmitirle lo que pensaba, salvo a través de los gestos que un pequeño animal -como aquel que llevaba dentro- haría. Y aun así, por supuesto que no era para menos el ajetreo y el nerviosismo que experimentaba el pobre neófito nada más salir de la casa: el Sol ya se había puesto en lo alto.
Quizá esto no supusiera ningún problema para la humana, puesto que no se adjudicaba como algo dañino, sino más bien como algo salvador contra los vampiros al igual que Ziel. Sin embargo, el cachorro de zorro blanco no lo identificaba de la misma forma.
Cada mísero rayo era una horrenda tortura sobre su piel.
Allá donde se posara la luz del Sol, comenzaba a quemar y deshacer la pureza del mármol que cubría su cuerpo. De tal manera, cuanto más tiempo pasara Ziel debajo del imponente Sol, sus quemaduras irían incrementándose lenta y dolorosamente, hasta que terminara por destruirle del todo. Al igual que en las leyendas se trataba, el joven vampiro ya no era capaz de vivir tranquilo si no era de noche. Quizá él mismo pudiera entenderlo, a pesar de no haberlo comprobado hasta ahora, porque en realidad, Osaki también guardaba el bosque a partir de la caída del éste mismo. Los humanos no eran capaces de seguir su rastro y su visión era pésima con la oscuridad, lo cual se transformaba en una ventaja para salvaguardar su identidad y ubicación. Y hablando de localizar, hacía tiempo que el neófito se había visto obligado a soltar la mano de su compañera, en busca de un refugio en el que guarecerse del sol. Pero, ¿a qué lugar? ¿A dónde iba a ir, si la única sombra que podía advertirse por los edificios, cambia con el paso de las horas? Al lugar menos pensado, al más cerca de la propiedad que abandonaban ambos y tal vez uno de los menos visitados en invierno: el parque.
Ziel continuó corriendo como un desalmado, libre de cualquier cautiverio o lastre, hasta que encontró el lugar idóneo en un simple parpadeo. Subió por aquella escalera de color empinada y resbaladiza y se introdujo en él a toda prisa, agradeciendo el milagro porque columpio estuviera construído ahí para él. Por suerte, el Sol no incidiría sobre su piel nuevamente, ya que estaba techado y unas maderas permitían la protección necesaria que anhelaba. Era el escondite perfecto para ocultar su presencia, pues, ¿quién esperaría encontrarse a un ser como él en un lugar como ese?
Algo más tranquilo aunque sofocado por la exposición a la luz, se tumbó a descansar con cuidado de sus lesiones dérmicas u óseas. Por supuesto, debería esperar que el Sol bajara para poder salir del parque y encontrar un refugio mejor en el lugar que acostumbró a vivir en el pasado. Su respiración intentó calmar la fuerza con la que hinchaba sus pulmones en la desesperada de tomar aire y continuar corriendo con todas sus fuerzas. Mientras, sus colas se retorcieron para rodear el contorno de su cuerpo -en forma de protección- y las orejas bajaron ante la sumisión que presentaba. Entonces, observó las quemaduras que ocupaban sus brazos y se dedicó pacientemente a lamerlas para detener la pequeña hemorragia que se producía. En varias ocasiones gemía a causa del dolor que se presentaba sobre su cuerpo, retorciéndose. No obstante, sanarían a lo largo de la tarde seguramente y lo único que quedarían sería la forma de maniobrar su hombro para que reparara los huesos dañados después de la caída.
Y de repente, sus ojos echaron en falta algo, olvidándolo todo de inmediato. Fraiah. La había soltado por el camino y por tanto, perdido a su manada. Levantó la cabeza para intentar encontrarla, pero la lucidez caliente se posó sobre sus orejas, dañándolas enseguida. Se escuchó otro gemido mezclado de angustia. La impaciencia se ocupaba en ese momento sobre él. Y volvió a intentarlo por segunda vez, asomándose por uno de los laterales. Por supuesto, tuvo el mismo efecto abrasivo de la vez anterior sobre su mejilla y labios. Se retorció de un salto y mordió en el aire del dolor y nerviosismo, como si estuviera luchando contra otro de los suyos, lo cual distaba de la realidad. Regresó a su posición anterior, agitando sus colas de lo nervioso que se encontraba, agarrándose la única posibilidad sobre las cualidades de su compañera. Fraiah tendría que aparecer tras haber conseguido seguir su rastro hasta allí, pero no estaba. Era una humana al fin y al cabo, de modo que sería complicado correr detrás de él y encontrarlo, pero no tanto si contábamos la fuente de extraños sonidos que se escuchaban arriba del columpio. Ziel albergaba la seguridad de que su manada era lo bastante cercana a él como para entender sus prioridades y el lugar en donde ellos tendrían que esconderse del resto de humanos.
- Ziel A. Carphatia
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Re: Parque
A penas sin aliento, llegue al parque, lo habia perdido por poco, pero el condenado corria demasiado rapido. Pare un momento justo en la entrada del parque para recobrar un poco el aliento despues de la carrera que habia hecho desde la casa de Nokku, una distancia bastante grande, la verdad.
Una vez que mi respiracion se recupero lo suficiente, empece a caminar por el parque buscando cualquier cosa que se pareciera a un chico con colas y orejas, cosa que parecia bastante facil de hacer, pero que en realidad no lo era.
Al final, pase por al lado de unos columpios y en el que me parecio el mas grande, vi un movimiento que hizo que me acercara por la curiosidad. Y bingo, ahi estaba, metido en el columpio debajo de ese pequeño tejado, me acerque con cuidado y subi las escaleras, quedandome en el ultimo escalon, agachado, para poder ver el interior del columpio.
- Hola Ziel- le salude con una sonrisa intentando ser amable para no asustarlo y que saliera corriendo otra vez o me atacara
Una vez que mi respiracion se recupero lo suficiente, empece a caminar por el parque buscando cualquier cosa que se pareciera a un chico con colas y orejas, cosa que parecia bastante facil de hacer, pero que en realidad no lo era.
Al final, pase por al lado de unos columpios y en el que me parecio el mas grande, vi un movimiento que hizo que me acercara por la curiosidad. Y bingo, ahi estaba, metido en el columpio debajo de ese pequeño tejado, me acerque con cuidado y subi las escaleras, quedandome en el ultimo escalon, agachado, para poder ver el interior del columpio.
- Hola Ziel- le salude con una sonrisa intentando ser amable para no asustarlo y que saliera corriendo otra vez o me atacara
- Kai Olivier
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Re: Parque
La espera con Fraiah parecía era una condena eterna. Y quizá Ziel aún no supiera de ello, pero realmente, ya no era un humano como solía ser, sino un neófito que había olvidado todo lo poco que pudo aprender a controlar sus instintos, por culpa de un zorro que se había acomodado en sus entrañas. Pronto, o tal vez nunca, conocería lo que es una larga eternidad sin alguien. Y, a menos que recuperara sus recuerdos, continuaría sin padecer el sufrimiento por la pérdida de Bella y Marcus a su lado. Sus gestos, sus sonrisas, la forma en la que susurraban en su oído para calmar su alma, su propia sangre... absolutamente todo lo había perdido. Ahora mismo, Ziel Carphatia, era un simple ente que vivía con el fin de sobrevivir por sí mismo, sin importarle otra cosa más que la seguridad de su compañera. Por tanto, el reloj comenzaba a mover sus manillas en desesperación de su pecho y una parte de su cabeza. Puede que con el paso del tiempo, recuperara todo lo extraviado y la locura regresara a él para comerle en aquel denso y lúgubre lugar. Sin embargo, por el momento, ¿qué significaría para él encontrar a ambos vampiros? Seguramente los atacaría, así como atacó a su hermano, a Chris, a Kasha... Atacaría a todos y cada uno de los seres que intentaran tocarle, que intentaran enfrentarlo, asustarlo o encerrarlo. Los destruiría a todos, de eso estaba seguro; pues el último pensamiento coherente que surcó su cabeza en la sala de laboratorios, fue el deseo de eliminar a todos los cazadores.
Mientras esperaba la caída del Sol, proseguía su espera, acurrucado en una de las esquinas del columpio, protegiéndose con sus propias colas. Y, entre tanto, su única labor consistía ahora en limpiar sus heridas y detener la fina hemorragia que aparecía por cada quemadura que el Sol había producido sobre su piel. Tan sólo debía ser paciente, ocultarse del Sol y recuperarse, hallando fuerzas de nuevo para comenzar la búsqueda de la chica, en caso de no aparecer a la tarde. Aunque aún mantenía la esperanza de que apareciera y que Fraiah llegara con un par de provisiones -de ahí su entretenimiento-, si era posible. De otra forma, tampoco importaba siempre y cuando estuviera a su lado, pues él se encargaría de cazar y alimentar a la humana con sus propios medios, sin faltarle de nada. Buscaría un buen refugio alejado de los humanos, en el bosque, allá donde el neófito podía convertirse en Osaki sin ninguna importancia de que lo persiguieran. De quedarse en el pueblo, se sentiría acorralado y aprisionado por todos esos desconocidos que repetían sin cesar aquella extraña palabra: "Ziel". En cambio, las horas pasaban lenta y dolorosamente para él. No había ni rastro de ella. Levantó mínimamente la cabeza, gimiendo por la pena que le producía separarse de la humana y quedarse solo, desprevisto de cualquier compañía que parecía durar para siempre. Se sentía impotente por culpa del Sol y su físico durante el día. Pero... no podía hacer nada en este instante. Intentaba percibirla de alguna manera, en cambio, ni siquiera podía olfatearla u oírla desde tan lejos. ¿Dónde estaría? ¿Por qué aún no lo había encontrado? ¿Le habría ocurrido algo?
O, ¿acaso... había vuelto a abandonarlo?
Se irguió levemente, agachando sus orejas inmediatamente para que un rayo de Sol incidiera sobre éstas. De ninguna manera podría volver a abandonarlo. ¡Le había salvado la vida! Quería moverse, necesitaba hallar la manera de salir de la torre en la que se había confinado él mismo, y salir a buscarla cuanto antes. No obstante, contiuaba siendo completamente imposible salir sin que alguna quemadura más se posicionara sobre su piel. Gimió de nuevo, retorciéndose. No quería estar solo de nuevo. No quería ir al bosque sin la compañía de Eslin nuevamente. Tampoco necesitaba una manada si ella no se encontraba entre los suyos. La necesitaba. Y, de repente, sintió algo acercándose. Olfateó el aire rápidamente, denotando la esencia humana de alguien caminando hacia el columpio. Sus colas se movieron cada vez más impacientes, esperando encontrar la sonrisa y las dulces palabras que le proporcionaba. Se asomó como pudo al borde del columpio y entonces... Entonces su rostro no apareció al otro lado, sino el de uno de aquellos desconocidos de la casa. Las pupilas de Ziel se ensancharon a causa de la impresión y en menor medida por la sed. Bufó para impedirle avanzar, enseñando sus colmillos, advirtiéndole a su hermano que no se acercara de más o lo mordería sin pensarlo una segunda vez. Poco le importaba si sus brazos, mejillas, orejas o colas albergaban quemaduras por el Sol; se defendería a base de lanzas y todo arma blanca que podía materializar. Sin dudarlo, retrocedió hasta la esquina donde se escondía hasta el atardecer, defendiendo el trozo de territorio que le pertenecía de ese columpio. Porque este, era su columpio.
Mientras esperaba la caída del Sol, proseguía su espera, acurrucado en una de las esquinas del columpio, protegiéndose con sus propias colas. Y, entre tanto, su única labor consistía ahora en limpiar sus heridas y detener la fina hemorragia que aparecía por cada quemadura que el Sol había producido sobre su piel. Tan sólo debía ser paciente, ocultarse del Sol y recuperarse, hallando fuerzas de nuevo para comenzar la búsqueda de la chica, en caso de no aparecer a la tarde. Aunque aún mantenía la esperanza de que apareciera y que Fraiah llegara con un par de provisiones -de ahí su entretenimiento-, si era posible. De otra forma, tampoco importaba siempre y cuando estuviera a su lado, pues él se encargaría de cazar y alimentar a la humana con sus propios medios, sin faltarle de nada. Buscaría un buen refugio alejado de los humanos, en el bosque, allá donde el neófito podía convertirse en Osaki sin ninguna importancia de que lo persiguieran. De quedarse en el pueblo, se sentiría acorralado y aprisionado por todos esos desconocidos que repetían sin cesar aquella extraña palabra: "Ziel". En cambio, las horas pasaban lenta y dolorosamente para él. No había ni rastro de ella. Levantó mínimamente la cabeza, gimiendo por la pena que le producía separarse de la humana y quedarse solo, desprevisto de cualquier compañía que parecía durar para siempre. Se sentía impotente por culpa del Sol y su físico durante el día. Pero... no podía hacer nada en este instante. Intentaba percibirla de alguna manera, en cambio, ni siquiera podía olfatearla u oírla desde tan lejos. ¿Dónde estaría? ¿Por qué aún no lo había encontrado? ¿Le habría ocurrido algo?
O, ¿acaso... había vuelto a abandonarlo?
Se irguió levemente, agachando sus orejas inmediatamente para que un rayo de Sol incidiera sobre éstas. De ninguna manera podría volver a abandonarlo. ¡Le había salvado la vida! Quería moverse, necesitaba hallar la manera de salir de la torre en la que se había confinado él mismo, y salir a buscarla cuanto antes. No obstante, contiuaba siendo completamente imposible salir sin que alguna quemadura más se posicionara sobre su piel. Gimió de nuevo, retorciéndose. No quería estar solo de nuevo. No quería ir al bosque sin la compañía de Eslin nuevamente. Tampoco necesitaba una manada si ella no se encontraba entre los suyos. La necesitaba. Y, de repente, sintió algo acercándose. Olfateó el aire rápidamente, denotando la esencia humana de alguien caminando hacia el columpio. Sus colas se movieron cada vez más impacientes, esperando encontrar la sonrisa y las dulces palabras que le proporcionaba. Se asomó como pudo al borde del columpio y entonces... Entonces su rostro no apareció al otro lado, sino el de uno de aquellos desconocidos de la casa. Las pupilas de Ziel se ensancharon a causa de la impresión y en menor medida por la sed. Bufó para impedirle avanzar, enseñando sus colmillos, advirtiéndole a su hermano que no se acercara de más o lo mordería sin pensarlo una segunda vez. Poco le importaba si sus brazos, mejillas, orejas o colas albergaban quemaduras por el Sol; se defendería a base de lanzas y todo arma blanca que podía materializar. Sin dudarlo, retrocedió hasta la esquina donde se escondía hasta el atardecer, defendiendo el trozo de territorio que le pertenecía de ese columpio. Porque este, era su columpio.
- Ziel A. Carphatia
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Re: Parque
Como ya me esperaba, despues de lo que habia podido ver en la casa, Ziel me bufo y como si fuera un gato protegiendose del peligro, se establecio en una pequeña esquina del columpio.
En respuesta, lo que hize fue simple, intentando no asustarle, me sente en la escalera del columpio con cuidado, y le mostre las palmas de las manos para que viera que no llevaba nada ni que tenia intencion alguna de hacerle daño.
- Tengo mis serias dudas de que me entiendas, pero aun asi tengo la necesidad de preguntarlo, ¿conseguire alguna vez que vuelvas a confiar en mi?- le mire a los ojos, sin ser desafiante, sabiendo que no obtendria respuesta alguna, a lo sumo, un bufido por molestarlo, pero de alguna forma debia empezar a acercarse a el, y esperara que viera que no era malo, y que lo unico que quiero es que al menos no me bufara.
- vamos hermanito, siempre te fiaste de mi, sabes que lo ultimo que quiero es hacerte daño, confia en mi, ¿si?- le volvio a sonreir con tranquilidad esperando una buena reaccion de Ziel
En respuesta, lo que hize fue simple, intentando no asustarle, me sente en la escalera del columpio con cuidado, y le mostre las palmas de las manos para que viera que no llevaba nada ni que tenia intencion alguna de hacerle daño.
- Tengo mis serias dudas de que me entiendas, pero aun asi tengo la necesidad de preguntarlo, ¿conseguire alguna vez que vuelvas a confiar en mi?- le mire a los ojos, sin ser desafiante, sabiendo que no obtendria respuesta alguna, a lo sumo, un bufido por molestarlo, pero de alguna forma debia empezar a acercarse a el, y esperara que viera que no era malo, y que lo unico que quiero es que al menos no me bufara.
- vamos hermanito, siempre te fiaste de mi, sabes que lo ultimo que quiero es hacerte daño, confia en mi, ¿si?- le volvio a sonreir con tranquilidad esperando una buena reaccion de Ziel
- Kai Olivier
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Re: Parque
Al parecer, nunca hallaban la comprensión del otro, ya fuera la circunstancia que fuera. Si antes Ziel no quiso saber nada acerca de su hermano, acerca de su familia biológica y aquello que perdió en su infancia por haber sido adoptado por los Carphatia; en esta ocasión, algo mucho más grave se cernía sobre ellos: el Olvido. Por tanto, bufó y gruñó todas las veces que la voz del Desconocido le alentaba. Sus maldiciones podía llevárselas a la casa, pero que lo dejara en paz. Kai Olivier, sin duda, no conseguiría nada a base de palabras, aunque sí con sus gestos. Debía observar y comunicarse en su mismo "idioma". Quizá, atendiendo primero el comportamiento de quien intentaba convencer y después ejecutar su "conversación", sin movimientos bruscos, sin alzar la voz, sin provocar ruidos fuertes que pudieran asustarlo y hacerle huir despavoridamente de nuevo. Si escapara de repente, su piel empeoraría y las quemaduras de sus brazos, rostro, colas y orejas, se volverían más extensas y dolorosas. Y total, al mínimo error, su vida dependía del propio Ziel. ¿Por qué no esperar? Tenían todo el tiempo del mundo. ¿Por qué no dedicar más paciencia y espera a que se acostumbrara a su presencia? El neófito terminaría por ignorarle, así como ignoró a Jack dentro del baño. Mírandole a los ojos no conseguiría más que retarle por el territorio, desafiarle a la más despiadada cacería.
Su respiración se agitaba por el temor y la angustia, por soportar sus heridas. Los ojos, azul y amarillo, nada más que hacían observar a su hermano con suma y delicada atención. En un supuesto, parecía que estuviera esperando a que se moviera y le atacara cuanto antes. Ahora mismo, él significaba un enemigo al cual derrotar y enfrentar, por defender su libertad y territorio. Y, ¿quién diría que ambos eran familia? Compartieron su infancia, pero desde que Kai abandonó el pueblo donde se criaron, únicamente tuvieron una penosa relación, incluso tras encontrarse como viejos amigos. Ziel había escapado de su tierra, de su apellido, de la casa incinerada que terminó con la vida de su madre, con la certeza y la necesidad de encontrarle. En cambio, el cazador lo descuidó. Un poco más de entendimiento y dedicación al que era su hermano pequeño, no habría estado de más. De ello, las cosas caminaron de mal en peor. Su enfermedad había sido ocultada a la única persona en la que podía confiar, se enamoró de su protectora, arriesgó su vida e hizo un pacto de sangre con uno de los vampiros más despiadados, cayó en el amor de dos seres a los que jamás llegaría a alcanzar, y por último, acabó irremediablemente convertido por Vladimir D'Shaitis. Desgraciadamente, en absoluto podían llamarse hermanos. Tan solo podían asemejarles por su físico actual: pelo blanco y ojos azules; o al menos un ojo azul para el neófito.
El más joven se retorció sobre su sitio, moviendo sus colas con cuidado del Sol, aun sin bajar su mandíbula superior y dejar de mostrar sus colmillos. ¿Por qué era él quien estaba en el parque, en vez de Fraiah? ¿Dónde estaba ella, qué le había hecho? Las imágenes de su compañera volaban sobre su cabeza. Ella no estaba y el culpable seguramente hubiera sido el hombre que tenía delante. En cambio, ¿cómo comunicarse con él y preguntarle? ¿Cómo manifestar su preocupación sin palabras? Era completamente imposible. Gruñó de repente, sin levantar las amenazas de sus gestos, sin fiarse totalmente de sus "inocentes" intenciones. Anteriormente, en la casa, también recibió la cortesía de Jack, recibió galletas, mantas y la protección necesaria. De haberse comunicado y explicado que necesitaba sangre deseosamente, puede que hasta la hubiera obtenido. Sin embargo, Wintersnow también osó a querer llevarse a Fraiah y hacerle daño. Por supuesto, salió a defenderla y lo que ocurrió después, tan sólo fue violencia e intento de intimidación. Sin darse cuenta, había posicionado sus esperanzas y agradecimiento sobre el cazador, pero le había defraudado las expectativas. ¿De qué se extrañaba? Todos los humanos eran iguales, únicamente buscaban hacerles daños a ambos, apoderarse de sus cuerpos y experimentar con ellos. Y por eso aquel zorro había mutilado y asesinado a decenas de hombres en el edificio de la Asociación, sin apenas recordar nada sobre el tema. En su interior, sentía que no volvería a permitir que una tragedia ocurriera y se llevara por segunda vez la vida de la mujer de cabellos castaños, la cual había regresado a él tras cientos de años en la soledad; de eso estaba seguro. De modo que, Kai, siendo un mero desconocido al que sus ojos no reconocían y al que no lograba asociar a ninguno de sus mínimos recuerdos, no tendría piedad en matarlo con una miserable flecha. Detendría el atormentador sonido de su corazón en un inapreciable segundo.
Su respiración se agitaba por el temor y la angustia, por soportar sus heridas. Los ojos, azul y amarillo, nada más que hacían observar a su hermano con suma y delicada atención. En un supuesto, parecía que estuviera esperando a que se moviera y le atacara cuanto antes. Ahora mismo, él significaba un enemigo al cual derrotar y enfrentar, por defender su libertad y territorio. Y, ¿quién diría que ambos eran familia? Compartieron su infancia, pero desde que Kai abandonó el pueblo donde se criaron, únicamente tuvieron una penosa relación, incluso tras encontrarse como viejos amigos. Ziel había escapado de su tierra, de su apellido, de la casa incinerada que terminó con la vida de su madre, con la certeza y la necesidad de encontrarle. En cambio, el cazador lo descuidó. Un poco más de entendimiento y dedicación al que era su hermano pequeño, no habría estado de más. De ello, las cosas caminaron de mal en peor. Su enfermedad había sido ocultada a la única persona en la que podía confiar, se enamoró de su protectora, arriesgó su vida e hizo un pacto de sangre con uno de los vampiros más despiadados, cayó en el amor de dos seres a los que jamás llegaría a alcanzar, y por último, acabó irremediablemente convertido por Vladimir D'Shaitis. Desgraciadamente, en absoluto podían llamarse hermanos. Tan solo podían asemejarles por su físico actual: pelo blanco y ojos azules; o al menos un ojo azul para el neófito.
El más joven se retorció sobre su sitio, moviendo sus colas con cuidado del Sol, aun sin bajar su mandíbula superior y dejar de mostrar sus colmillos. ¿Por qué era él quien estaba en el parque, en vez de Fraiah? ¿Dónde estaba ella, qué le había hecho? Las imágenes de su compañera volaban sobre su cabeza. Ella no estaba y el culpable seguramente hubiera sido el hombre que tenía delante. En cambio, ¿cómo comunicarse con él y preguntarle? ¿Cómo manifestar su preocupación sin palabras? Era completamente imposible. Gruñó de repente, sin levantar las amenazas de sus gestos, sin fiarse totalmente de sus "inocentes" intenciones. Anteriormente, en la casa, también recibió la cortesía de Jack, recibió galletas, mantas y la protección necesaria. De haberse comunicado y explicado que necesitaba sangre deseosamente, puede que hasta la hubiera obtenido. Sin embargo, Wintersnow también osó a querer llevarse a Fraiah y hacerle daño. Por supuesto, salió a defenderla y lo que ocurrió después, tan sólo fue violencia e intento de intimidación. Sin darse cuenta, había posicionado sus esperanzas y agradecimiento sobre el cazador, pero le había defraudado las expectativas. ¿De qué se extrañaba? Todos los humanos eran iguales, únicamente buscaban hacerles daños a ambos, apoderarse de sus cuerpos y experimentar con ellos. Y por eso aquel zorro había mutilado y asesinado a decenas de hombres en el edificio de la Asociación, sin apenas recordar nada sobre el tema. En su interior, sentía que no volvería a permitir que una tragedia ocurriera y se llevara por segunda vez la vida de la mujer de cabellos castaños, la cual había regresado a él tras cientos de años en la soledad; de eso estaba seguro. De modo que, Kai, siendo un mero desconocido al que sus ojos no reconocían y al que no lograba asociar a ninguno de sus mínimos recuerdos, no tendría piedad en matarlo con una miserable flecha. Detendría el atormentador sonido de su corazón en un inapreciable segundo.
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Re: Parque
No había podido seguirlo. Si bien ella fue quien tuvo la iniciativa de huir de sus seres queridos, Ziel era demasiado rápido y ágil como para que una humana como ella -porque a pesar de todo, seguía siendo mortal y padeciendo sus debilidades- pudiera seguirlo. Ya había perdido la cuenta de cuántos metros habían sido recorridos, pero al menos podía advertir que se hallaban en el pueblo y que la casa de Nokku quedaba bastante lejos de allí. ¿Cómo olvidar las largas caminatas que ambos hacían a diario hasta el pueblo, ya sea para comprar algo en el mercado como para ir hasta la Asociación o la Cafetería? Ah, parecía todo tan lejano. Aquellos instantes de engañosa paz ya se encontraban muy lejos en el tiempo, más imposible de alcanzar que nunca. Y ahora, tras acelerar las piernas cuanto le fuera posible, debía aceptar no sólo su debilidad espiritual en este momento, sino también la física. Fraiah se había quedado atrás, pero continuaba viendo el sendero que tomaba Ziel. Sus manos se soltaron, pero ella continuaba detrás suyo, siguiéndolo como buen miembro de la manada que el peliblanco lideraba. No obstante, llegó un momento en que no pudo más. Sus pies trastabillaron y Fraiah cayó al suelo, rasgando sus pantalones en las rodillas. Apoyó ambas manos para evitar golpear su rostro contra la húmeda tierra y levantó la mirada, jadeante. Intentó pronunciar su nombre, gritarle, pero no pudo. La respiración le faltaba y las fuerzas también. No podía creer que en tan poco tiempo ya estuvieran tan lejos de la cabaña. Pero lo cierto era que además del cansancio y la falta de estado físico para igualarlo, permanecía como razón latente el hecho de que hacía meses que no se alimentaba bien y que apenas había probado bocado desde que había salido de la tortura de esos traidores.
Recuperó el aliento tras un buen rato y se puso de pie. Le temblaban las piernas. Se pasó una mano por el rostro y echó su cabello hacia atrás. Suspiró y miró hacia el cielo, apreciando las verdes hojas de los árboles en la nueva mañana de verano que la Providencia le regalaba. ¿Cuánto hacía que no sentía los rayos del sol sobre su piel? La luz de sus rayos, iluminándola, la llenaban de energía y vitalidad a pesar de todo. Y a pesar que su lado vampírico influenciaba sus ojos y los hacía algo sensibles a la luz, no le importaba. Su alma, al fin y al cabo, siempre había sido humana, y se estaba nutriendo de este cálido resplandor. Por eso, comenzó a andar nuevamente. Y cuando quiso darse cuenta, ya estaba en la zona céntrica del pueblo. Ahora todo lo que quedaba era seguir el rastro del pequeño cachorro vampiro, y para ello no dudó preguntarle a niños si habían visto a "un joven disfrazado de zorro correteando por allí". Era más fácil obtener esa información de niños que de adultos, después de todo. Y una vez obtuvo las indicaciones que necesitaba, se puso en marcha hacia el parque.
Esperaba que estuviera bien. Intentó apresurarse todo lo que le fue posible, pero tuvo que atrasar su caminata por dos motivos. El primero, porque frenó en un mercado de frutas. Creyó que a Ziel le gustaría comer algo de aquello, por lo que había visto con las manzanas. Entonces, bendiciendo el dinero que había inesperadamente en el bolsillo del jean, compró un par de manzanas, unos duraznos y tres bananas. Sería suficiente por el momento, y ya se las arreglarían para conseguir algo más. Emprendió su camino y fue cuando el segundo motivo apareció. Unos hombres estaban haciendo preguntas en la calle a cada transeúnte que veían pasar. Tenían ropa negra y parecía que iban armados. Fraiah frunció el ceño y se escondió en un estrecho y oscuro callejón. Se quedó escuchando, aprovechando el no haber sido vista, y la sangre se le heló: eran desertores. Estaban preguntando al igual que ella por un muchacho vestido de zorro. Su corazón comenzó a latir fuertemente. En ese momento, no dudó más y salió lo más rápido que pudo hacia el parque, aprovechando el atajo y la protección que le brindaba aquel callejón. Comenzó a correr, y la bolsa de frutas efectuaba un molesto sonido mientras las manzanas, las bananas y los duraznos se removían dentro. Tenía que encontrar a Ziel. Debía encontrarlo y debían huír del pueblo de forma urgente. Entre todo el apuro, apenas se había percatado del ardor de sus rodillas. No eran heridas graves, después de todo, sólo raspones, y cicatrizarían pronto. ¿A quién le importaban? Aquí lo importante era encontrar al muchacho y esconderlo. Si ellos los hallaban de nuevo... No quería ni imaginar lo que podía ocurrir allí dentro otra vez.
Llegó, finalmente. Llegó al parque, agitada como si jamás hubiera detenido su andar. Apoyó las manos sobre los muslos y se arqueó, mirando al suelo y dejando mecer su cabello por unos segundos. Estaba agotada y nerviosa. Miró hacia todas partes. ¿Dónde podría estar? Y como si fuera por arte de magia, detectó una melena blanca. Sin embargo, su sorpresa fue mayor al ver de quién se trataba.
- ¿Kai? -susurró, y comenzó a avanzar hacia él. Lentamente, por detrás, hasta que vio que dentro del columpio algo se movía-. No me digas que... -agregó luego, llegando ya al lado del cazador y esta vez buscando llamar su atención. Lo miró y lo apartó de la entrada al columpio, echándolo hacia atrás. Intentó recuperar el aliento, y entonces elevó su voz un poco, dejando atrás los susurros anteriores-. Kai, hay desertores en el pueblo. Están buscando a Ziel. No puede permanecer aquí. Yo me lo llevaré lejos, hasta que todo se calme, o al menos hasta que creamos que es seguro salir -dijo rápidamente, mientras ella era quien ahora se asomaba por el hueco del columpio y sonreía a Ziel. Extendió una mano hacia él-. Hey, vámonos, ya estoy aquí -susurró, aunque él no entendería. Apoyó su mano sobre su cabeza y removió un poco su cabello, intentando calmarlo y animarlo a seguirla. Sabía que Kai se negaría rotundamente, pero en estos momentos, él no podía cuidarlo ni esconderlos a ambos. Tarde o temprano, los desertores los encontrarían, y que Kai tuviera por seguro que acabaría muy mal parado. Lo mejor era dejar fluir las cosas de este modo. Que ambos continuasen desaparecidos, en lo posible, para todos. Por eso, se volteó para mirar a Kai otra vez-. Vete. Vete y que ni siquiera ellos te vean a ti, Kai. Ve con Kasha y has tu trabajo, que yo haré el mío -determinó, algo cortante y hostil, pero no pretendiendo herirlo, simplemente tratando de que entre en su cabeza que aún no era el momento de proclamarse como el buen hermano y proteger al neófito. Que ellos dos, los fugitivos, estuvieran desaparecidos fuera de la vista de todos, era la mejor opción-. Vamos, Ziel. Ven. Rápido -suplicaba, mirando hacia todas partes. Los minutos eran contados.
Recuperó el aliento tras un buen rato y se puso de pie. Le temblaban las piernas. Se pasó una mano por el rostro y echó su cabello hacia atrás. Suspiró y miró hacia el cielo, apreciando las verdes hojas de los árboles en la nueva mañana de verano que la Providencia le regalaba. ¿Cuánto hacía que no sentía los rayos del sol sobre su piel? La luz de sus rayos, iluminándola, la llenaban de energía y vitalidad a pesar de todo. Y a pesar que su lado vampírico influenciaba sus ojos y los hacía algo sensibles a la luz, no le importaba. Su alma, al fin y al cabo, siempre había sido humana, y se estaba nutriendo de este cálido resplandor. Por eso, comenzó a andar nuevamente. Y cuando quiso darse cuenta, ya estaba en la zona céntrica del pueblo. Ahora todo lo que quedaba era seguir el rastro del pequeño cachorro vampiro, y para ello no dudó preguntarle a niños si habían visto a "un joven disfrazado de zorro correteando por allí". Era más fácil obtener esa información de niños que de adultos, después de todo. Y una vez obtuvo las indicaciones que necesitaba, se puso en marcha hacia el parque.
Esperaba que estuviera bien. Intentó apresurarse todo lo que le fue posible, pero tuvo que atrasar su caminata por dos motivos. El primero, porque frenó en un mercado de frutas. Creyó que a Ziel le gustaría comer algo de aquello, por lo que había visto con las manzanas. Entonces, bendiciendo el dinero que había inesperadamente en el bolsillo del jean, compró un par de manzanas, unos duraznos y tres bananas. Sería suficiente por el momento, y ya se las arreglarían para conseguir algo más. Emprendió su camino y fue cuando el segundo motivo apareció. Unos hombres estaban haciendo preguntas en la calle a cada transeúnte que veían pasar. Tenían ropa negra y parecía que iban armados. Fraiah frunció el ceño y se escondió en un estrecho y oscuro callejón. Se quedó escuchando, aprovechando el no haber sido vista, y la sangre se le heló: eran desertores. Estaban preguntando al igual que ella por un muchacho vestido de zorro. Su corazón comenzó a latir fuertemente. En ese momento, no dudó más y salió lo más rápido que pudo hacia el parque, aprovechando el atajo y la protección que le brindaba aquel callejón. Comenzó a correr, y la bolsa de frutas efectuaba un molesto sonido mientras las manzanas, las bananas y los duraznos se removían dentro. Tenía que encontrar a Ziel. Debía encontrarlo y debían huír del pueblo de forma urgente. Entre todo el apuro, apenas se había percatado del ardor de sus rodillas. No eran heridas graves, después de todo, sólo raspones, y cicatrizarían pronto. ¿A quién le importaban? Aquí lo importante era encontrar al muchacho y esconderlo. Si ellos los hallaban de nuevo... No quería ni imaginar lo que podía ocurrir allí dentro otra vez.
Llegó, finalmente. Llegó al parque, agitada como si jamás hubiera detenido su andar. Apoyó las manos sobre los muslos y se arqueó, mirando al suelo y dejando mecer su cabello por unos segundos. Estaba agotada y nerviosa. Miró hacia todas partes. ¿Dónde podría estar? Y como si fuera por arte de magia, detectó una melena blanca. Sin embargo, su sorpresa fue mayor al ver de quién se trataba.
- ¿Kai? -susurró, y comenzó a avanzar hacia él. Lentamente, por detrás, hasta que vio que dentro del columpio algo se movía-. No me digas que... -agregó luego, llegando ya al lado del cazador y esta vez buscando llamar su atención. Lo miró y lo apartó de la entrada al columpio, echándolo hacia atrás. Intentó recuperar el aliento, y entonces elevó su voz un poco, dejando atrás los susurros anteriores-. Kai, hay desertores en el pueblo. Están buscando a Ziel. No puede permanecer aquí. Yo me lo llevaré lejos, hasta que todo se calme, o al menos hasta que creamos que es seguro salir -dijo rápidamente, mientras ella era quien ahora se asomaba por el hueco del columpio y sonreía a Ziel. Extendió una mano hacia él-. Hey, vámonos, ya estoy aquí -susurró, aunque él no entendería. Apoyó su mano sobre su cabeza y removió un poco su cabello, intentando calmarlo y animarlo a seguirla. Sabía que Kai se negaría rotundamente, pero en estos momentos, él no podía cuidarlo ni esconderlos a ambos. Tarde o temprano, los desertores los encontrarían, y que Kai tuviera por seguro que acabaría muy mal parado. Lo mejor era dejar fluir las cosas de este modo. Que ambos continuasen desaparecidos, en lo posible, para todos. Por eso, se volteó para mirar a Kai otra vez-. Vete. Vete y que ni siquiera ellos te vean a ti, Kai. Ve con Kasha y has tu trabajo, que yo haré el mío -determinó, algo cortante y hostil, pero no pretendiendo herirlo, simplemente tratando de que entre en su cabeza que aún no era el momento de proclamarse como el buen hermano y proteger al neófito. Que ellos dos, los fugitivos, estuvieran desaparecidos fuera de la vista de todos, era la mejor opción-. Vamos, Ziel. Ven. Rápido -suplicaba, mirando hacia todas partes. Los minutos eran contados.
- Fraiah B. Eslin
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Re: Parque
Comprobé la blanca empuñadura de la katana una vez el dependiente me la entregó. ''Parece que ya está arreglada...'' Hacía unos cuantos días que había notado que la guarda estaba algo suelta, cosa que no era muy conveniente, así que no había tenido más remedio que llevarla a que la reparasen. Y ya de paso que la afilasen también, a lo que se le añadiría un aumento en la factura, algo que le dolía considerablemente a mi bolsillo. Pero, ¿qué iba a hacerle? Ojalá todos los dilemas de la vida fueran de este tipo. Aun bajo la atenta mirada del dependiente, seguí comprobando que estaba todo en orden antes de envainar la katana y meterla en una funda de tela, procurando que así no llamase tanto la atención por la calle. Y, mientras ejecutaba aquella acción, el dependiente me anunciaba el precio con una amplia sonrisa en la cara. Le dirigí una silenciosa mirada de soslayo y le entregué el dinero, mientras mi cartera gritaba de dolor ante semejante cantidad. ¿Tan difícil había sido repararla? Pronuncié unas palabras de agradecimiento con poco ánimo, a lo que el dependiente me respondió con bastante energía que volviese cuando quisiera. ''No te fastidia...''
Salí de la tienda y una bocanada de aire frío hizo que me tuviese que subir un poco más la bufanda. ¿Cuánto duraba el invierno en aquel lugar? Aseguré la funda que contenía la katana a mi espalda mientras echaba a andar a través de las calles de aquel pueblo. No había visto ni oído hablar de un lugar con tantas intrigas en mi vida. Y lo más curioso era que parecía que la mayor parte de la población desconocía todo lo que pasaba a su alrededor, como si hubiese una especie de barrera que les impedía verlo. ¿O en realidad sería que se hacían los locos? Seguí avanzando en dirección a las calles principales, las cuales parecían estar abarrotadas. Con las manos en los bolsillos del abrigo, miraba con curiosidad hacia los rostros de las personas que me cruzaba, a las tiendas, a los puestos que había por la calle... Algunas personas parecían ir apuradas hacia sus respectivas obligaciones, otros llevaban de la mano a ansiosos niños que iban señalando los escaparates de cada tienda que veían... No, realmente aquello parecía un pueblo normal y corriente. Las cafeterías parecían estar haciendo un buen negocio, y más en aquel día con el frío que hacía. La gente paseaba por allí tranquilamente, sin darse cuenta del peligro que acechaba en cada esquina. Dejé escapar un largo suspiro y traté de alejar aquellos pensamientos de mi mente; desde hacía unos cuantos días, parecía que todo estaba muy tranquilo, y no quería que aquello cambiase. Me daba hasta miedo de pensarlo, como si de simplemente recordarlo fuese a provocarlo nuevamente. Sacudí la cabeza, haciendo que varios mechones negros se alborotasen, pero no me molesté por peinarlos. Sabía que mi pelo era imposible, así que ya había dejado aquella batalla por perdida.
Al igual que uno de los chiquitines que había visto antes, mis ojos fueron a parar hacia el escaparate de una pastelería. Me acerqué a él y comencé a observar lo que ofrecía, pensando en si llevarle alguna golosina a Matarou. ¿Se quejaría Shinji de que lo malcriaba? Sí, seguramente lo haría; y seguramente sería él quien acabase con las chucherías antes que nadie. Así que, sin pensarlo más, entré en el establecimiento para salir minutos después con una bolsita de golosinas. Aquel día no tenía clases y tampoco nada que hacer, así que me podía pasar por la casa de mi amigo en cualquier momento. Y, al igual que la mayoría de los habitantes de aquel pueblo, ahora vagaba tranquilamente por las calles más concurridas, sin pensar en lo que podía haber escondido entre las sombras; como si hubiese olvidado para qué servía el arma que llevaba a la espalda. Como si fuese una chica normal en un día libre, como si no cargase con ningún peso fuera de lo común en el alma. Estaban siendo unos míseros minutos de felicidad, simplemente unos minutos en los que pensaba tranquilamente en la ilusión del pequeño al ver los dulces. ¿Por qué tenían que sacarme de aquel estado tan pronto?
A causa del despiste que llevaba (algo que no estaba fuera de lo normal) me choqué contra un hombre vestido de negro, bastante más alto que yo (lo que tampoco era extraño), lo cual hizo que bajase de las nubes.- ¡Perdón!- Exclamé, sobresaltada, pero el hombre ya había seguido con su camino, refunfuñando por lo bajo, como si yo no existiese. Pero eso no fue lo que precisamente hizo saltar mi alarma interior. Aquel hombre iba bien armado. Y, al alzar la mirada de nuevo hacia el frente, pude ver que había más de su índole. Mientras observaba sin saber qué hacer a aquellos hombres ir y venir preguntando algo a la gente que pasaba, me cubrí un poco la cara con la bufanda. No quería aceptarlo, pero la verdad era ineludible; eran desertores. ¿Qué debía hacer? ¿Observarlos, tratar de averiguar qué buscaban de aquella manera por el pueblo? ¿O hacerle caso a Shinji y mantenerme alejada? En el último encuentro que tuve con ellos, tres de mis compañeros perdieron la vida, por no mencionar que yo casi acabo igual. Apreté los puños, impotente. Opté por mantener el sentido común y seguir caminando con normalidad hasta llegar a la casa de Shinji. ¿Qué hacían? ¿Qué demonios tramaban ahora? Esquivé las miradas que me dirigieron algunos, seguramente sospechando por el arma que levaba a la espalda. Aunque estuviese en aquella funda, se podía advertir perfectamente de qué se trataba. ¿Qué le preguntaban a la gente? Escuchaba murmullos, pero no los entendía. Un nuevo choque contra otra persona me indicó que debía centrarme en mi camino. Ya iba a seguir rápidamente con mi camino cuando la manaza del hombre con el que me había chocado me detuvo; y no se me había pasado por alto los ropajes ni las armas de aquel tipo. Procurando no perder la calma, le dirigí una mirada aparentemente confusa e inocente.- Disculpa... ¿No habrás visto a un chico disfrazado de zorro deambulando por aquí?- Preguntó, mientras me escrutaba el rostro y, por supuesto, no pasaba por alto el bulto a mis espaldas. Sin bajar la bufanda para contestarle, fingí una falsa tos y procuré responderle con toda la calma que me fue posible. Negué con suavidad con la cabeza.- Qué va.- Dije, procurando no mostrar ningún atisbo de nerviosismo que me delatase. Volví a fingir la tos, intentando que pensase que no me bajaba la bufanda a causa de un resfriado, no porque no quisiese que me viesen el rostro. El hombre se quedó pensativo durante unos instantes y acabó sonriendo levemente.- Está bien. Gracias.- Dijo, dándose la vuelta seguidamente y parando a un hombre para volver a preguntar lo mismo. Con aparente calma, me di la vuelta y seguí caminando, mientras mi corazón parecía querer salirse del pecho. Al menos ya sabía qué buscaban... más o menos. Pero no sabía si había atraído su atención, por lo que evité el seguir yendo por las calles principales y tomé un desvío. A medida que me alejaba, apretaba cada vez más el paso. Llevaba la mandíbula encajada, en parte por la tensión del momento y, por otra parte, por la repulsión que sentía hacia ellos. En cuanto estuve lo suficientemente alejada de aquella zona, eché a correr, buscando el alejarme aun más y más deprisa.
Al llegar a lo que parecía un pequeño parque, paré para recuperar el aliento. La bufanda ya había resbalado, dejando completamente al descubierto mi rostro, el cual ahora mostraba una expresión de alarma. Tenía que informar de aquello. Miré hacia atrás, comprobando con satisfacción que no parecían haberme seguido. Y, cuando miré hacia delante, me encontré con dos siluetas, una de ellas algo familiar. Me quedé parada durante unos instantes, sin llegar a caer en dónde había visto aquel perfil, aquel pelo...
Entonces lo recordé. Habían pasado ya varios meses desde entonces, pero yo había visto a aquella chica en la fiesta de Navidad. La había visto mientras yo estaba escondida detrás de una de las mesas, esperando el siguiente movimiento de un Rido fuera de control; era ella quien se había quedado mirando a Jack tan preocupada. Era ella a quien habían mencionado como la viuda de Damaru. No hacía mucho me había encontrado con su hermano, quien la estaba buscando, a ella y al nuevo Presidente de la Asociación. Christian me había dicho que había sido secuestrada. Entonces... ¿por qué estaba allí? Casi sin darme cuenta, había comenzado a avanzar hacia ellos. No me pude fijar en que parecían estar ocupados con algo o alguien que había dentro del columpio. Era tal la sorpresa que tampoco pude preocuparme por la identidad del joven de cabellos blancos. Tenía los ojos completamente abiertos por la sorpresa, y sujetaba la bolsita de los dulces contra el pecho, como si estuviese cortada o asustada, como si no encontrase el valor necesario para hablar. A unos tres metros de ellos, con varios mechones cruzados por la cara a causa del viento, pude decir en un hilo de voz una sola cosa.- ¿Fraiah-sama...?
Salí de la tienda y una bocanada de aire frío hizo que me tuviese que subir un poco más la bufanda. ¿Cuánto duraba el invierno en aquel lugar? Aseguré la funda que contenía la katana a mi espalda mientras echaba a andar a través de las calles de aquel pueblo. No había visto ni oído hablar de un lugar con tantas intrigas en mi vida. Y lo más curioso era que parecía que la mayor parte de la población desconocía todo lo que pasaba a su alrededor, como si hubiese una especie de barrera que les impedía verlo. ¿O en realidad sería que se hacían los locos? Seguí avanzando en dirección a las calles principales, las cuales parecían estar abarrotadas. Con las manos en los bolsillos del abrigo, miraba con curiosidad hacia los rostros de las personas que me cruzaba, a las tiendas, a los puestos que había por la calle... Algunas personas parecían ir apuradas hacia sus respectivas obligaciones, otros llevaban de la mano a ansiosos niños que iban señalando los escaparates de cada tienda que veían... No, realmente aquello parecía un pueblo normal y corriente. Las cafeterías parecían estar haciendo un buen negocio, y más en aquel día con el frío que hacía. La gente paseaba por allí tranquilamente, sin darse cuenta del peligro que acechaba en cada esquina. Dejé escapar un largo suspiro y traté de alejar aquellos pensamientos de mi mente; desde hacía unos cuantos días, parecía que todo estaba muy tranquilo, y no quería que aquello cambiase. Me daba hasta miedo de pensarlo, como si de simplemente recordarlo fuese a provocarlo nuevamente. Sacudí la cabeza, haciendo que varios mechones negros se alborotasen, pero no me molesté por peinarlos. Sabía que mi pelo era imposible, así que ya había dejado aquella batalla por perdida.
Al igual que uno de los chiquitines que había visto antes, mis ojos fueron a parar hacia el escaparate de una pastelería. Me acerqué a él y comencé a observar lo que ofrecía, pensando en si llevarle alguna golosina a Matarou. ¿Se quejaría Shinji de que lo malcriaba? Sí, seguramente lo haría; y seguramente sería él quien acabase con las chucherías antes que nadie. Así que, sin pensarlo más, entré en el establecimiento para salir minutos después con una bolsita de golosinas. Aquel día no tenía clases y tampoco nada que hacer, así que me podía pasar por la casa de mi amigo en cualquier momento. Y, al igual que la mayoría de los habitantes de aquel pueblo, ahora vagaba tranquilamente por las calles más concurridas, sin pensar en lo que podía haber escondido entre las sombras; como si hubiese olvidado para qué servía el arma que llevaba a la espalda. Como si fuese una chica normal en un día libre, como si no cargase con ningún peso fuera de lo común en el alma. Estaban siendo unos míseros minutos de felicidad, simplemente unos minutos en los que pensaba tranquilamente en la ilusión del pequeño al ver los dulces. ¿Por qué tenían que sacarme de aquel estado tan pronto?
A causa del despiste que llevaba (algo que no estaba fuera de lo normal) me choqué contra un hombre vestido de negro, bastante más alto que yo (lo que tampoco era extraño), lo cual hizo que bajase de las nubes.- ¡Perdón!- Exclamé, sobresaltada, pero el hombre ya había seguido con su camino, refunfuñando por lo bajo, como si yo no existiese. Pero eso no fue lo que precisamente hizo saltar mi alarma interior. Aquel hombre iba bien armado. Y, al alzar la mirada de nuevo hacia el frente, pude ver que había más de su índole. Mientras observaba sin saber qué hacer a aquellos hombres ir y venir preguntando algo a la gente que pasaba, me cubrí un poco la cara con la bufanda. No quería aceptarlo, pero la verdad era ineludible; eran desertores. ¿Qué debía hacer? ¿Observarlos, tratar de averiguar qué buscaban de aquella manera por el pueblo? ¿O hacerle caso a Shinji y mantenerme alejada? En el último encuentro que tuve con ellos, tres de mis compañeros perdieron la vida, por no mencionar que yo casi acabo igual. Apreté los puños, impotente. Opté por mantener el sentido común y seguir caminando con normalidad hasta llegar a la casa de Shinji. ¿Qué hacían? ¿Qué demonios tramaban ahora? Esquivé las miradas que me dirigieron algunos, seguramente sospechando por el arma que levaba a la espalda. Aunque estuviese en aquella funda, se podía advertir perfectamente de qué se trataba. ¿Qué le preguntaban a la gente? Escuchaba murmullos, pero no los entendía. Un nuevo choque contra otra persona me indicó que debía centrarme en mi camino. Ya iba a seguir rápidamente con mi camino cuando la manaza del hombre con el que me había chocado me detuvo; y no se me había pasado por alto los ropajes ni las armas de aquel tipo. Procurando no perder la calma, le dirigí una mirada aparentemente confusa e inocente.- Disculpa... ¿No habrás visto a un chico disfrazado de zorro deambulando por aquí?- Preguntó, mientras me escrutaba el rostro y, por supuesto, no pasaba por alto el bulto a mis espaldas. Sin bajar la bufanda para contestarle, fingí una falsa tos y procuré responderle con toda la calma que me fue posible. Negué con suavidad con la cabeza.- Qué va.- Dije, procurando no mostrar ningún atisbo de nerviosismo que me delatase. Volví a fingir la tos, intentando que pensase que no me bajaba la bufanda a causa de un resfriado, no porque no quisiese que me viesen el rostro. El hombre se quedó pensativo durante unos instantes y acabó sonriendo levemente.- Está bien. Gracias.- Dijo, dándose la vuelta seguidamente y parando a un hombre para volver a preguntar lo mismo. Con aparente calma, me di la vuelta y seguí caminando, mientras mi corazón parecía querer salirse del pecho. Al menos ya sabía qué buscaban... más o menos. Pero no sabía si había atraído su atención, por lo que evité el seguir yendo por las calles principales y tomé un desvío. A medida que me alejaba, apretaba cada vez más el paso. Llevaba la mandíbula encajada, en parte por la tensión del momento y, por otra parte, por la repulsión que sentía hacia ellos. En cuanto estuve lo suficientemente alejada de aquella zona, eché a correr, buscando el alejarme aun más y más deprisa.
Al llegar a lo que parecía un pequeño parque, paré para recuperar el aliento. La bufanda ya había resbalado, dejando completamente al descubierto mi rostro, el cual ahora mostraba una expresión de alarma. Tenía que informar de aquello. Miré hacia atrás, comprobando con satisfacción que no parecían haberme seguido. Y, cuando miré hacia delante, me encontré con dos siluetas, una de ellas algo familiar. Me quedé parada durante unos instantes, sin llegar a caer en dónde había visto aquel perfil, aquel pelo...
Entonces lo recordé. Habían pasado ya varios meses desde entonces, pero yo había visto a aquella chica en la fiesta de Navidad. La había visto mientras yo estaba escondida detrás de una de las mesas, esperando el siguiente movimiento de un Rido fuera de control; era ella quien se había quedado mirando a Jack tan preocupada. Era ella a quien habían mencionado como la viuda de Damaru. No hacía mucho me había encontrado con su hermano, quien la estaba buscando, a ella y al nuevo Presidente de la Asociación. Christian me había dicho que había sido secuestrada. Entonces... ¿por qué estaba allí? Casi sin darme cuenta, había comenzado a avanzar hacia ellos. No me pude fijar en que parecían estar ocupados con algo o alguien que había dentro del columpio. Era tal la sorpresa que tampoco pude preocuparme por la identidad del joven de cabellos blancos. Tenía los ojos completamente abiertos por la sorpresa, y sujetaba la bolsita de los dulces contra el pecho, como si estuviese cortada o asustada, como si no encontrase el valor necesario para hablar. A unos tres metros de ellos, con varios mechones cruzados por la cara a causa del viento, pude decir en un hilo de voz una sola cosa.- ¿Fraiah-sama...?
- Rangiku Matsumoto
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Re: Parque
Fui a hablar de nuevo, pero alguien me aparto obligandome a salir de la minuscula entrada al columpio, al ser Fraiah, no dije nada, puesto que parecia que era la unica persona de la que se fiaba Ziel lo suficiente como para que se acercara.
Cuando me dijo que habia desertores en el pueblo, empalideci, incluso Kasha habia acabado mal parada contra ellos recibiendo un balazo en pleno estomago y siendo salvada por su peor enemigo, Marcus.
- No voy a largarme de aqui y dejaros solos, sois una presa muy facil, al menos conmigo tendreis una pequeña oportunidad para escapar, y como bien dices, tengo que hacer mi mision- dije sentado en el columpio un poco ansioso mirando a la gente que pasaba cerca de nosotros- Mi mision es manteneros a salvo a ti y a Ziel, y llevaros de nuevo a la cabaña, aunque ahora no es algo factible y aparte, es mi hermano, y no vuelvo a dejarlo solo ni de broma- dije observando a una chica con una katana que se acercaba hacia nosotros.
La mire de arriba abajo para ver si con su aspecto podia descubrir si era un peligro o no para nosotros, de primeras, no era un vampiro, y si llevaba katana podria ser un cazador, y la incognita ahora era si era amiga o enemiga.
Llamo a Fraiah, y yo, aun asi, me puse en medio del campo de vision de la chica, sentandome en medio de las escaleras del columpio apoyando los pies en un escalon mas abajo mientras que apoyaba los brazos en las rodillas; aunque no lo pareciera, la posicion que tenia era de combate, teniendo lo suficientemente cerca las manos de las pistolas que llevaba enganchadas en las pantorrillas
Cuando me dijo que habia desertores en el pueblo, empalideci, incluso Kasha habia acabado mal parada contra ellos recibiendo un balazo en pleno estomago y siendo salvada por su peor enemigo, Marcus.
- No voy a largarme de aqui y dejaros solos, sois una presa muy facil, al menos conmigo tendreis una pequeña oportunidad para escapar, y como bien dices, tengo que hacer mi mision- dije sentado en el columpio un poco ansioso mirando a la gente que pasaba cerca de nosotros- Mi mision es manteneros a salvo a ti y a Ziel, y llevaros de nuevo a la cabaña, aunque ahora no es algo factible y aparte, es mi hermano, y no vuelvo a dejarlo solo ni de broma- dije observando a una chica con una katana que se acercaba hacia nosotros.
La mire de arriba abajo para ver si con su aspecto podia descubrir si era un peligro o no para nosotros, de primeras, no era un vampiro, y si llevaba katana podria ser un cazador, y la incognita ahora era si era amiga o enemiga.
Llamo a Fraiah, y yo, aun asi, me puse en medio del campo de vision de la chica, sentandome en medio de las escaleras del columpio apoyando los pies en un escalon mas abajo mientras que apoyaba los brazos en las rodillas; aunque no lo pareciera, la posicion que tenia era de combate, teniendo lo suficientemente cerca las manos de las pistolas que llevaba enganchadas en las pantorrillas
- Kai Olivier
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Localización : donde menos te lo esperas...
Re: Parque
Los gruñidos no cesaban dentro del columpio. Sin embargo, el neófito permanecía aún quieto, escondido dentro del columpio. Las amenazas del más joven, no lograban marcharse de sus ojos, los cuales, intimidantes, únicamente se centraban en mirar a su hermano y seguir detenidamente cada uno de sus movimientos. Los buenos depredadores, observan calmados a sus presas y buscan el mejor momento para llevar a cabo su caza. Esto, realmente podía compararse a la situación actual, donde, al parecer, Kai Olivier estaba retando con sus ojos al peor rival que pudiera encontrar hoy en día. En cambio, a su entender, estaba "retándole" por el territorio del columpio. Para Ziel, él trataba de apoderarse de aquel lugar y echarlo fuera, haciendo que los rayos del Sol volvieran a comerse su piel silenciosa y dolorosamente. No obstante, tampoco tenía en mente entrar en conflicto de repente. Simplemente, esperaba paciente a que sus intimidaciones le provocaran retroceder. Y al mínimo cambio brusco o al indicio de que él osara atacarlo, reducirlo o intentar encerrarlo con alguna de sus armas, sin dudarlo un sólo segundo, se abalanzaría sobre su cuerpo. Entonces no le importarían sus heridas, ni las actuales ni las futuras; tan sólo vencerle. Después, lo destrozaría con sus largas uñas, y sus feroces y afilados colmillos. Si ocurriera, Kai ni siquiera tendría una posibilidad de salir con vida, pues Ziel perseguiría gustosamente a su presa hasta destrozarla con sus propias manos.
Y si eso ocurría con su propio hermano, al que no conseguía recordar, ¿qué sucedería con un completo extraño?
Ni siquiera podía imaginarse tal carnicería.
Mientras tanto, el Sol parecía comenzar a radiar menos calor. La tarde comenzaba a caer, transformándose en las peores noticias para todo aquel que osara a pisar el parque. En cuanto llegara la noche, Ziel, como vampiro y ahora guardián del bosque, podría moverse con total libertad, sin necesidad de esconderse en un mísero columpio. Y entonces no repararía en tener un enfrentamiento con cualquiera que osara a mirar el amarillo y azul de sus ojos. Pero, por el momento, tenía una relativa suerte de que aún fuera de día.
El cachorro gruñó más fuerte, asomando de nuevo sus colmillos hacia su enemigo y atacante. Apoyó los antebrazos sobre el suelo y se agachó, posicionándose para lo peor. Sus colas se enredaron entre sí por la furia del animal que llevaba dentro, rabiando interiormente acerca de la luz que le impedía continuar avanzando; así como sus orejas estaban retraídas y camufladas por su pelo, en posición intimidante. Y en dicha postura, comenzó a avanzar cuidadosamente hacia el cazador, con la idea de echarle fuera de su territorio, dado que no era bien recibido en lo alto del columpio. No obstante, en cuanto decidió incorporarse para asestar un mordisco sobre el brazo extendido de Kai, justamente decidió retroceder de su posición y aparentemente "rendirse". En verdad, hacia bien en alejarse.
Sin embargo, una sombra se movió por el rabillo de su ojo. La corta melena blanca se meció en el movimiento. Rápidamente, su cuerpo se giró y volteó su cabeza para morder al sujeto que intentaba atraparlo o golpearlo, sin ningún tipo de consideración. Y en el momento en que contempló sus ojos violáceos y el característico color de su pelo, aquel que tantos recuerdos falsos parecían traerle, se detuvo instantáneamente. Algo se removió por dentro. Era Fraiah Eslin. Relajó la mandíbula y esperó a asimilar brevemente la situación, sin romper el agresivo contacto visual con la mujer. Sí, no había duda de que era ella. Consiguió seguirle y encontrarle. Pero sus colmillos estuvieron a punto de atravesar su brazo y arrancárselo de cuajo en un simple parpadear. Si no fuera por sus veloces reflejos y movimientos, o por sus inigualables instintos, nada podría haber evitado que ella comenzara a desangrarse por la pérdida de uno de sus brazos. Y quién conoce si hubiera resistido la hemorragia hasta llegar al hospital más cercano. Sin darse cuenta, podía haberse llevado la vida de su única compañera, amiga y manada. En cambio, nuevamente, la suerte estaba de su lado, al igual que en aquel intento de suicidió que cometió para atraer su atención. Quizá no existiera una tercera vez y finalmente, ocurriera lo inevitable, pues la Desgracia parecía cernirse gustosa sobre ambos secuestrados.
A las sucesivas caricias, lentamente cerró los ojos. Ella resultaba ser la única que, por el momento, conseguía acercarse al neófito, tocarlo, e incluso, obtener su protección. Gruñó por lo bajo, sin llegar a desprenderse de la tensión de su mandíbula y músculos. Kai continuaba permaneciendo allí y eso, no le concedía momento para relajarse, dado que la mayoría de sus quemaduras aún no se regeneraron y suponía un inconveniente teniéndole cerca, amenazándole. Además de ello, un ligero olor a sangre se introducía por su nariz, provocando un nerviosismo incontrolable dentro de su cuerpo. Su respiración comenzaba a sofocarse y entrecortarse sola, deslizándose su mandíbula inferior. La saliva se acumulaba en su boca irremediablemente, sintiendo cómo la sed por la sangre empezaba a despertarse tras olfatearla. Se debía a la necesidad de alimentarse, no sólo de comida humana, sino también de aquel líquido rojizo que suponía la vitalidad de su vampirismo olvidado. Sus heridas sanarían mejor de beber. Y qué peor aroma que el de la sangre ya probada. La primera gota se estrelló contra la tierra del parque, dejando el criminal rastro de su recorrido por la pierna de Fraiah. A su caída, una de las rodillas le sangraba levemente, pero él podía sentirlo. Instintivamente, alzó su cabeza y lamió la piel de su compañera como agradecimiento por las caricias, como si estuviera pidiendo perdón por lo que tenía pensado hacer. Como si fuera consciente de este gusto, abrió los ojos y la miró, fatigado. Ziel parecía controlarse inconscientemente, pero sus pupilas crecieron a cada segundo, mientras sus orejas se posicionaban de punta, atentas, al igual que ocurrió en la casa; latiendo en su mirar el deseo por hacer suya su sangre. Movió las orejas, asomándose lentamente por el hueco existente entre el cuerpo de Fraiah y el columpio, aprovechando la sombra que concedía la chica. Sus ojos rápidamente se fijaron en su pequeña herida, quedando absorto con el llamativo color que tanto le atraía, abriendo más y más su mandíbula...
Pero, por segunda vez, se vio interrumpido.
Una tercera sombra se movía. La pequeña cazadora hacía aparición para retener su atención y curiosidad, apartando la idea de alimentarse de Fraiah por un corto intervalo de tiempo. Aquel ser "vestido de zorro" del que había oído hablar en los alrededores, clavó directamente sus dispares ojos sobre su menudo cuerpo, de la misma forma que si intentara atravesarla. Realmente, bastaba con distraerla y centrarse nuevamente en su objetivo de alimentarse. De tal manera, una delgada daga apareció a apenas un metro de ella, fugaz y directa hacia su cadera. Tal vez ni sus ojos humanos pudieran visualizarla. Sin embargo, aunque sus intenciones jamás fueran para ningún mal hacia ninguno de los tres presentes, para Ziel, Rangiku también era una amenaza, al igual que su hermano. Al fin y al cabo, su instinto de reconocer a los cazadores, se hallaba presente por lo que era, además de ser bastante desarrollado por culpa de los encierros. Podía reconocerlos en la distancia, sin siquiera darse cuenta. Y de repente, rugió, enseñando sus colmillos desde lo alto, posesivo con su territorio y la única persona que le pertenecía: Fraiah Blade Eslin.
Y si eso ocurría con su propio hermano, al que no conseguía recordar, ¿qué sucedería con un completo extraño?
Ni siquiera podía imaginarse tal carnicería.
Mientras tanto, el Sol parecía comenzar a radiar menos calor. La tarde comenzaba a caer, transformándose en las peores noticias para todo aquel que osara a pisar el parque. En cuanto llegara la noche, Ziel, como vampiro y ahora guardián del bosque, podría moverse con total libertad, sin necesidad de esconderse en un mísero columpio. Y entonces no repararía en tener un enfrentamiento con cualquiera que osara a mirar el amarillo y azul de sus ojos. Pero, por el momento, tenía una relativa suerte de que aún fuera de día.
El cachorro gruñó más fuerte, asomando de nuevo sus colmillos hacia su enemigo y atacante. Apoyó los antebrazos sobre el suelo y se agachó, posicionándose para lo peor. Sus colas se enredaron entre sí por la furia del animal que llevaba dentro, rabiando interiormente acerca de la luz que le impedía continuar avanzando; así como sus orejas estaban retraídas y camufladas por su pelo, en posición intimidante. Y en dicha postura, comenzó a avanzar cuidadosamente hacia el cazador, con la idea de echarle fuera de su territorio, dado que no era bien recibido en lo alto del columpio. No obstante, en cuanto decidió incorporarse para asestar un mordisco sobre el brazo extendido de Kai, justamente decidió retroceder de su posición y aparentemente "rendirse". En verdad, hacia bien en alejarse.
Sin embargo, una sombra se movió por el rabillo de su ojo. La corta melena blanca se meció en el movimiento. Rápidamente, su cuerpo se giró y volteó su cabeza para morder al sujeto que intentaba atraparlo o golpearlo, sin ningún tipo de consideración. Y en el momento en que contempló sus ojos violáceos y el característico color de su pelo, aquel que tantos recuerdos falsos parecían traerle, se detuvo instantáneamente. Algo se removió por dentro. Era Fraiah Eslin. Relajó la mandíbula y esperó a asimilar brevemente la situación, sin romper el agresivo contacto visual con la mujer. Sí, no había duda de que era ella. Consiguió seguirle y encontrarle. Pero sus colmillos estuvieron a punto de atravesar su brazo y arrancárselo de cuajo en un simple parpadear. Si no fuera por sus veloces reflejos y movimientos, o por sus inigualables instintos, nada podría haber evitado que ella comenzara a desangrarse por la pérdida de uno de sus brazos. Y quién conoce si hubiera resistido la hemorragia hasta llegar al hospital más cercano. Sin darse cuenta, podía haberse llevado la vida de su única compañera, amiga y manada. En cambio, nuevamente, la suerte estaba de su lado, al igual que en aquel intento de suicidió que cometió para atraer su atención. Quizá no existiera una tercera vez y finalmente, ocurriera lo inevitable, pues la Desgracia parecía cernirse gustosa sobre ambos secuestrados.
A las sucesivas caricias, lentamente cerró los ojos. Ella resultaba ser la única que, por el momento, conseguía acercarse al neófito, tocarlo, e incluso, obtener su protección. Gruñó por lo bajo, sin llegar a desprenderse de la tensión de su mandíbula y músculos. Kai continuaba permaneciendo allí y eso, no le concedía momento para relajarse, dado que la mayoría de sus quemaduras aún no se regeneraron y suponía un inconveniente teniéndole cerca, amenazándole. Además de ello, un ligero olor a sangre se introducía por su nariz, provocando un nerviosismo incontrolable dentro de su cuerpo. Su respiración comenzaba a sofocarse y entrecortarse sola, deslizándose su mandíbula inferior. La saliva se acumulaba en su boca irremediablemente, sintiendo cómo la sed por la sangre empezaba a despertarse tras olfatearla. Se debía a la necesidad de alimentarse, no sólo de comida humana, sino también de aquel líquido rojizo que suponía la vitalidad de su vampirismo olvidado. Sus heridas sanarían mejor de beber. Y qué peor aroma que el de la sangre ya probada. La primera gota se estrelló contra la tierra del parque, dejando el criminal rastro de su recorrido por la pierna de Fraiah. A su caída, una de las rodillas le sangraba levemente, pero él podía sentirlo. Instintivamente, alzó su cabeza y lamió la piel de su compañera como agradecimiento por las caricias, como si estuviera pidiendo perdón por lo que tenía pensado hacer. Como si fuera consciente de este gusto, abrió los ojos y la miró, fatigado. Ziel parecía controlarse inconscientemente, pero sus pupilas crecieron a cada segundo, mientras sus orejas se posicionaban de punta, atentas, al igual que ocurrió en la casa; latiendo en su mirar el deseo por hacer suya su sangre. Movió las orejas, asomándose lentamente por el hueco existente entre el cuerpo de Fraiah y el columpio, aprovechando la sombra que concedía la chica. Sus ojos rápidamente se fijaron en su pequeña herida, quedando absorto con el llamativo color que tanto le atraía, abriendo más y más su mandíbula...
Pero, por segunda vez, se vio interrumpido.
Una tercera sombra se movía. La pequeña cazadora hacía aparición para retener su atención y curiosidad, apartando la idea de alimentarse de Fraiah por un corto intervalo de tiempo. Aquel ser "vestido de zorro" del que había oído hablar en los alrededores, clavó directamente sus dispares ojos sobre su menudo cuerpo, de la misma forma que si intentara atravesarla. Realmente, bastaba con distraerla y centrarse nuevamente en su objetivo de alimentarse. De tal manera, una delgada daga apareció a apenas un metro de ella, fugaz y directa hacia su cadera. Tal vez ni sus ojos humanos pudieran visualizarla. Sin embargo, aunque sus intenciones jamás fueran para ningún mal hacia ninguno de los tres presentes, para Ziel, Rangiku también era una amenaza, al igual que su hermano. Al fin y al cabo, su instinto de reconocer a los cazadores, se hallaba presente por lo que era, además de ser bastante desarrollado por culpa de los encierros. Podía reconocerlos en la distancia, sin siquiera darse cuenta. Y de repente, rugió, enseñando sus colmillos desde lo alto, posesivo con su territorio y la única persona que le pertenecía: Fraiah Blade Eslin.
- Ziel A. Carphatia
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Re: Parque
Había llegado. Finalmente, había logrado encontrarse con él de nuevo. Y tras la pequeña odisea pasada, ¿cómo podía confiar en que luego no se pondría peor? Era consciente de que Ziel sería difícil de controlar, pero debía intentarlo. Debía mantenerse cerca, cuidarlo -aunque siempre terminaba él por cuidarla a ella- y asegurarse de que nadie lo viera libre por las calles. Ambos eran, después de todo, fugitivos, y como tales, compartían un mismo destino. Si la Asociación los encontraban, era el fin. no habría hacia dónde huír ni dónde esconderse. El momento era ahora. Nada como este preciso instante para alejarse del pueblo, de la gente, encontrar un refugio y comunicarse con determinadas personas especialmente elegidas para poder traficar información y provisiones. Por lo tanto, con todas estas razones y explicaciones, ¿cómo era posible que Kai insistiera de ese modo? Ahora entendía más que nunca a Kasha, cuando le hablaba de él y sus manías. Aunque Fraiah misma fuera una terca, al menos sabía cuándo debía ceder. Kai debería, tal vez, aprender lo mismo.
Miró al peliblanco cazador con determinación, pero su atención se desvió antes que pudiera emitir palabra alguna. Ziel la observaba, y sus enormes y asesinos ojos la llamaban desde el reconocimiento, la soledad y la amenaza. Sí, era ella, y aquí estaba. A pesar de oír los gruñidos y de notar la tensión en su mandíbula, confió en él una vez más. Después de todo, ¿por qué no hacerlo? Le había salvado la vida cuando ella intentó realizar una misión suicida. ¿Qué mayor muestra de confianza y fidelidad que aquella? Aunque por poco le arrancase el brazo, eso no era motivo suficiente para que Fraiah titubeara ante él. Y, por ello, simplemente le sonrió. Una sonrisa dulce, apacible, amigable. Sus ojos seguían clavados en los suyos y pudo percibir un pequeño cambio en sus pupilas. Se extrañó un poco, y entonces miró a Kai. Había oído sus palabras mientras todo acontecía, y ya tenía ella un par de reproches que hacerle.
- Entiendo tu deseo por proteger a tu hermano, Kai, pero debes ser sensato. Los desertores nos buscan, y no pararán hasta que estemos encerrados otra vez. Lo mejor es que él y yo nos vayamos lejos, y te mantengamos informado, tanto a ti como a Kasha, pero de ninguna manera podemos quedarnos con ustedes ni tú puedes venir con nosotros. Levantaremos sospechas cuando es necesario ser más cautelosos y discretos. ¿Puedes entenderlo? -aclaró, observándolo de un modo convincente-. He comprado unas provisiones, y creo para esta noche y mañana a la mañana será suficiente. Si quieres hacernos un favor, consígueme un móvil cuyo número nadie sepa más que tú, y ponlo a otro nombre. Me comunicaré con ustedes de ese modo, hasta que encuentre otra solución, otra posibilidad más segura y...
Dejó de hablar. Sintió algo cálido y luego frío en su brazo. Fraiah giró la cabeza, extrañada, y entonces vio lo que era: Ziel estaba lamiendo su piel, cual cachorro agradecido con los buenos tratos y el cariño demostrado. Parecía que lentamente se estaba calmando, y una sonrisa de alivio emergió en el rostro de la curiosa híbrida. Mientras no dejaba de mirar a Ziel, dirigió otras palabras a Kai:
- ¿Entiendes que el aroma que tú tienes le pone los pelos de punta, ¿verdad? Por eso tampoco puedes estar demasiado tiempo cerca. Eso lo agobia, lo hace sentir inseguro y amenazado. Todo a su tiempo, Kai, y cuando las cosas mejoren y lleguemos al centro de toda esta cuestión, podrás estar bien con él de nuevo, y ayudarlo como un verdadero hermano, como su verdadera familia -susurró, enternecida y entristecida por la apariencia de Ziel, por sus gestos que comenzaban a arrojar lejos la tensión. Miró al cazador y sonrió levemente, suspirando-. Tiempo al tiempo, Kai. No me alcanzaría la vida para describirte las atrocidades por las cuales lo vi pasar -confesó, y entonces un nudo se plantó en su garganta. Los recuerdos de las situaciones que creía haber superado, se plantaron firmes en su mente, y nublaron su pecho, oscureciendo su corazón. Sí, Ziel lo había pasado fatal, y ella también. ¿A quién quería engañar? Aún recordaba las amenazas, las pérfidas manos intentando tocarla, los maltratos y las experimentaciones.
Cerró los ojos un momento y respiró hondo. Al abrirlos otra vez, estaba lista para proclamar que partiría junto a Ziel hacia el interior del bosque, pero entonces notó un movimiento brusco por parte de Kai, y una voz femenina llegó a sus oídos mientras pronunciaba su nombre. Inmediatamente, Fraiah se volteó y, entre algunos cabellos castaños que, rebeldes, se mecían sobre su rostro, la observó. La conocía. La había visto en algún sitio, y su memoria fue a dar justo en la tecla: la fiesta de Navidad, en la cual Rido apareció e hizo de las suyas. Recordaba que Jack casi muere a no ser por aquella muchacha; de no ser por aquella cazadora, la Asociación no tendría Presidente aún. De todos modos, nunca había hablado con ella, y ni siquiera sabía su nombre. Kai se mostraba tranquilo, pero su cuerpo evitaba que la recién llegada pudiera observar a Fraiah más de lo debido y, por ende, también a Ziel. La joven Eslin, tomando rápidamente decisiones, optó por no responder al asombro de la muchacha, y se centró nuevamente en Ziel. No podían irse así como así, y menos ahora, donde alguien la había reconocido. No podían dejar "cabos sueltos", y esa chica era uno ahora. Si había ayudado a Jack, era porque estaba con la vieja y original Asociación; aquella Asociación por la cual tanto se esmeró su fallecida pareja. Aún así, era tan difícil poder confiar en alguien plenamente sin correr riesgos, que no podía darse el lujo de creer en las buenas intenciones de esa chica. Fraiah suspiró y sus labios se unieron, formando una línea. Esto era un verdadero problema. Miró a Kai de reojo para, finalmente, clavar sus violáceos iris en ella, penetrándola con sus felinas pupilas. El sonido del aire siendo cortado rugió en sus oídos, y entonces lo supo: Ziel. Él también, pese a estar aparentemente más tranquilo, estaba obrando. Fraiah no iba a dejarlo solo, y tampoco sería quien defienda a la chica, tanto de él como del mismísimo Kai. La amenaza se transformó en peligro por parte de Ziel, pues una daga estaba a punto de atravesar y cortar la carne de la chica. Por su lado, en cambio, la amenaza seguía latente, en aquella mirada que le estaba dedicando. Debería esmerarse para salir viva de esta. Fraiah lamentaba en lo que se había convertido, pero si no decidía protegerse, nadie lo haría. Había aprendido a golpes y desdichas que este mundo no regala nada, y que del cielo sólo cae la lluvia. Si la cazadora tenía buenas intenciones, no demorarían en darse cuenta, pues un aténtico desertor, no dejaría pasar esta oportunidad y no titubearía al salvar su vida a costa de alguien más, y ahora mismo había tres blancos a los cuales ella podía apuntar. Si no estaba sola, pronto se enterarían, y no quedaría más remedio que teñir el verde esperanza de la hierba con auténtico rojo muerte.
Miró al peliblanco cazador con determinación, pero su atención se desvió antes que pudiera emitir palabra alguna. Ziel la observaba, y sus enormes y asesinos ojos la llamaban desde el reconocimiento, la soledad y la amenaza. Sí, era ella, y aquí estaba. A pesar de oír los gruñidos y de notar la tensión en su mandíbula, confió en él una vez más. Después de todo, ¿por qué no hacerlo? Le había salvado la vida cuando ella intentó realizar una misión suicida. ¿Qué mayor muestra de confianza y fidelidad que aquella? Aunque por poco le arrancase el brazo, eso no era motivo suficiente para que Fraiah titubeara ante él. Y, por ello, simplemente le sonrió. Una sonrisa dulce, apacible, amigable. Sus ojos seguían clavados en los suyos y pudo percibir un pequeño cambio en sus pupilas. Se extrañó un poco, y entonces miró a Kai. Había oído sus palabras mientras todo acontecía, y ya tenía ella un par de reproches que hacerle.
- Entiendo tu deseo por proteger a tu hermano, Kai, pero debes ser sensato. Los desertores nos buscan, y no pararán hasta que estemos encerrados otra vez. Lo mejor es que él y yo nos vayamos lejos, y te mantengamos informado, tanto a ti como a Kasha, pero de ninguna manera podemos quedarnos con ustedes ni tú puedes venir con nosotros. Levantaremos sospechas cuando es necesario ser más cautelosos y discretos. ¿Puedes entenderlo? -aclaró, observándolo de un modo convincente-. He comprado unas provisiones, y creo para esta noche y mañana a la mañana será suficiente. Si quieres hacernos un favor, consígueme un móvil cuyo número nadie sepa más que tú, y ponlo a otro nombre. Me comunicaré con ustedes de ese modo, hasta que encuentre otra solución, otra posibilidad más segura y...
Dejó de hablar. Sintió algo cálido y luego frío en su brazo. Fraiah giró la cabeza, extrañada, y entonces vio lo que era: Ziel estaba lamiendo su piel, cual cachorro agradecido con los buenos tratos y el cariño demostrado. Parecía que lentamente se estaba calmando, y una sonrisa de alivio emergió en el rostro de la curiosa híbrida. Mientras no dejaba de mirar a Ziel, dirigió otras palabras a Kai:
- ¿Entiendes que el aroma que tú tienes le pone los pelos de punta, ¿verdad? Por eso tampoco puedes estar demasiado tiempo cerca. Eso lo agobia, lo hace sentir inseguro y amenazado. Todo a su tiempo, Kai, y cuando las cosas mejoren y lleguemos al centro de toda esta cuestión, podrás estar bien con él de nuevo, y ayudarlo como un verdadero hermano, como su verdadera familia -susurró, enternecida y entristecida por la apariencia de Ziel, por sus gestos que comenzaban a arrojar lejos la tensión. Miró al cazador y sonrió levemente, suspirando-. Tiempo al tiempo, Kai. No me alcanzaría la vida para describirte las atrocidades por las cuales lo vi pasar -confesó, y entonces un nudo se plantó en su garganta. Los recuerdos de las situaciones que creía haber superado, se plantaron firmes en su mente, y nublaron su pecho, oscureciendo su corazón. Sí, Ziel lo había pasado fatal, y ella también. ¿A quién quería engañar? Aún recordaba las amenazas, las pérfidas manos intentando tocarla, los maltratos y las experimentaciones.
Cerró los ojos un momento y respiró hondo. Al abrirlos otra vez, estaba lista para proclamar que partiría junto a Ziel hacia el interior del bosque, pero entonces notó un movimiento brusco por parte de Kai, y una voz femenina llegó a sus oídos mientras pronunciaba su nombre. Inmediatamente, Fraiah se volteó y, entre algunos cabellos castaños que, rebeldes, se mecían sobre su rostro, la observó. La conocía. La había visto en algún sitio, y su memoria fue a dar justo en la tecla: la fiesta de Navidad, en la cual Rido apareció e hizo de las suyas. Recordaba que Jack casi muere a no ser por aquella muchacha; de no ser por aquella cazadora, la Asociación no tendría Presidente aún. De todos modos, nunca había hablado con ella, y ni siquiera sabía su nombre. Kai se mostraba tranquilo, pero su cuerpo evitaba que la recién llegada pudiera observar a Fraiah más de lo debido y, por ende, también a Ziel. La joven Eslin, tomando rápidamente decisiones, optó por no responder al asombro de la muchacha, y se centró nuevamente en Ziel. No podían irse así como así, y menos ahora, donde alguien la había reconocido. No podían dejar "cabos sueltos", y esa chica era uno ahora. Si había ayudado a Jack, era porque estaba con la vieja y original Asociación; aquella Asociación por la cual tanto se esmeró su fallecida pareja. Aún así, era tan difícil poder confiar en alguien plenamente sin correr riesgos, que no podía darse el lujo de creer en las buenas intenciones de esa chica. Fraiah suspiró y sus labios se unieron, formando una línea. Esto era un verdadero problema. Miró a Kai de reojo para, finalmente, clavar sus violáceos iris en ella, penetrándola con sus felinas pupilas. El sonido del aire siendo cortado rugió en sus oídos, y entonces lo supo: Ziel. Él también, pese a estar aparentemente más tranquilo, estaba obrando. Fraiah no iba a dejarlo solo, y tampoco sería quien defienda a la chica, tanto de él como del mismísimo Kai. La amenaza se transformó en peligro por parte de Ziel, pues una daga estaba a punto de atravesar y cortar la carne de la chica. Por su lado, en cambio, la amenaza seguía latente, en aquella mirada que le estaba dedicando. Debería esmerarse para salir viva de esta. Fraiah lamentaba en lo que se había convertido, pero si no decidía protegerse, nadie lo haría. Había aprendido a golpes y desdichas que este mundo no regala nada, y que del cielo sólo cae la lluvia. Si la cazadora tenía buenas intenciones, no demorarían en darse cuenta, pues un aténtico desertor, no dejaría pasar esta oportunidad y no titubearía al salvar su vida a costa de alguien más, y ahora mismo había tres blancos a los cuales ella podía apuntar. Si no estaba sola, pronto se enterarían, y no quedaría más remedio que teñir el verde esperanza de la hierba con auténtico rojo muerte.
- Fraiah B. Eslin
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Re: Parque
Tenía la sensación de que podría cortar el aire como si se tratase de mantequilla. La tensión era más que palpable entre los allí presentes y la que había acabado presentándose por casualidad. Lo único que pude escuchar durante unos eternos segundos fue mi respiración, agitada a causa de la carrera y de la actual sorpresa. Sin mover ni un músculo, seguí observando a Fraiah con el corazón en un puño, esperando su reacción. No solo estaba nerviosa por cómo actuaría ella, además de que seguramente desconfiaría ya que no me conocía de nada, y dudaba de que me reconociese fácilmente; también había que contar con que el pueblo estaba lleno de desertores armados hasta los dientes. Sentía mi estómago apretarse a causa de la tensión y de la angustia acumuladas. Casi sobresaltada, observé cómo el hombre que estaba con ellos se colocaba delante de mi campo de visión, aparentemente tranquilo... pero aquella posición no era precisamente relajada. Bajé las manos que sostenían la bolsita a la vez que bajaba la mirada un poco. Comprendía que desconfiasen, era completamente normal. ¿Cómo podía demostrarles que no era una desertora? Ojalá pudiese mostrarles mis pensamientos como quien abre un libro, pero, por desgracia, aquello era imposible para una simple humana. Volví a alzar la vista hacia ellos, mientras sentía que el corazón acabaría por salirse de mi pecho. Aquel hombre peliblanco era un cazador, no había duda alguna, aunque no recordaba haberlo visto por la Asociación. Bueno, de todas formas, tampoco estaba muy pendiente de los que me rodeaban; era capaz de haberme cruzado con él en varias ocasiones y ni siquiera recordarlo. Y entonces, si estaba con Fraiah, significaba que no era un desertor, ¿verdad...? En los tiempos que corrían no podía dar nada por hecho, pero prefería pensar eso por ahora.
Me pareció escuchar un gruñido procedente del interior del columpio que había atraído la atención del cazador y la chica hacía unos momentos. ¿Sería mi imaginación? Y si no lo era, ¿qué había dentro?- Fraiah-sama...- Volví a repetir, llamándola. No sabía qué más podía decirle así como así. Qué iba a hacer, ¿decirles que podían confiar en mí, que no estaba del bando de los desertores? La observé expectante mientras me miraba y, seguidamente, volvía la mirada hacia el interior del columpio. Me sentí estúpida en aquel momento. ¿Qué pretendía? ¿Ayudar en algo que me venía demasiado grande? Apreté levemente los labios, impotente. Ya no podía darme la vuelta y dejar aquello así, sin más. Además, sentía que no era buena idea volver a la Asociación e informar sobre lo que estaba viendo en aquellos instantes. Sin embargo... como siempre, cada intento mío por ayudar era ignorado, era considerado innecesario. Tal vez... ¿tal vez debería decirle sobre lo de que Christian la estaba buscando? Así de indecisa, así de confusa, la observé mientras suspiraba y miraba a aquel cazador, para luego atravesarme con la mirada; una mirada que, por unos instantes, no me pareció humana. Aquella mirada me estaba diciendo claramente de que era un problema para ellos si permanecía allí. Apreté los labios y traté de decir algo, pero un silbido atravesó el aire y mis reflejos fueron más necesarios en aquel instante que las palabras.
Casi por instinto, había cogido bruscamente la funda que envolvía la katana y había tirado de ella hacia delante, cubriendo levemente mi cuerpo, haciendo que aquella daga que había salido de la nada para acabar conmigo chocase contra ella y se desviase. La bolsita que había estado sujetando se encontraba ahora en el suelo, pues había tenido que soltarla para poder defenderme. El pequeño paquete de dulces se podía ser levemente, ya que se había salido un poco de la bolsa. Me quedé durante unos instantes en aquella posición, respirando entrecortadamente. ¿Qué había sido eso? Enderecé la espalda, dejando a un lado mis movimientos tímidos y lentos de antes. Observé la funda de tela, viendo que el lugar donde había impactado la daga estaba completamente desgarrado. Apreté levemente los labios, disgustada. Sin pensarlo, saqué el arma de aquel leve envoltorio, pero no la desenvainé. Simplemente me quedé con la blanca katana en la mano, observando fijamente hacia el interior del columpio. Eché un pie levemente hacia atrás, preparada por si tenía que volver a reaccionar ante un nuevo ataque. No podía mostrarme ofensiva, pero tampoco podía ser descuidada. Volví mi mirada hacia la chica y el cazador, sonriendo levemente.- Lo siento... pero no puedo dejar que me maten.- Aquella daga... ¿de dónde había venido? Estreché los párpados y me fijé bien en el interior del columpio, para acabar abriendo los ojos completamente debido a una nueva sorpresa.
''¿Qué...?'' ¿Quién era? ¿Qué era? Tenía apariencia humana, pero claramente no lo era. Sus ojos eran de un color distinto cada uno; su pelo y sus orejas eran completamente blancos... Espera, ¿había dicho orejas? Sí, unas orejas parecidas a las de un gato sobresalían de su cabeza, y no parecían precisamente un adorno. No podía verlo por completo, pues tanto el cuerpo de la chica como el del cazador ocultaban su silueta, además de que se encontraba dentro del columpio. Pero aquella visión había sido más que suficiente. ¿Era a aquel chico a quien buscaban los desertores? Observé en silencio a las tres personas que se alzaban ante mí, tratando de atar cabos, aunque en aquella situación me resultaba algo difícil. No había duda de que Fraiah había escapado de los desertores y, posiblemente, aquel ser que se ocultaba dentro del columpio también había estado en manos de esos malnacidos. ¿Qué debía hacer? Parecía que no quería dejar de lado mi mala costumbre de meterme en problemas. Tal vez debería considerar la opción de preocuparme por mi propio pellejo y salir pitando de allí, pero tampoco creía que ahora fuese aquello posible. No sabía si me dejarían ir tan fácilmente una vez que los había visto, y tampoco había nadie que me asegurase de que una nueva daga volviese a aparecer. De la primera me había librado por los pelos, más bien por suerte que por destreza; pero de la segunda no sabía cómo podía escapar.
Los observé uno por uno, aparentemente tranquila, pero hecha un manojo de nervios por dentro. No solo debía lidiar con aquella extraña situación, sino que había un buen puñado de desertores vagando por el pueblo en busca de ellos. Y la experiencia me había demostrado de que no podría plantarles cara yo sola. Así que, ¿qué más podía hacer? Estaba claro que tan solo podía comportarme como era, tal y como me salía del alma. Me incliné levemente, como si estuviese presentándome formalmente.- Soy Rangiku Matsumoto. Encantada de conoceros.- Dije, incorporándome y volviendo a sonreír levemente.- Ojalá nos hubiésemos conocido en otra ocasión, pero hay una horda de lo que parecen desertores buscando a un muchacho disfrazado de zorro por el pueblo. Fraiah-sama -no quería ser tan directa, pero no tenía tiempo ni opciones para dudar- no hace mucho me encontré con su hermano, Christian-sama. Estaba buscándola, preocupado. No soy quien para decirle qué deben hacer, así que discúlpenme, pero... ya que hay tantas personas preocupadas por aquellos que han sufrido por los desertores, ya que hay tantas personas preocupadas por usted... Por favor, le rogaría que se pusiese a salvo. No les voy a pedir que confíen en mí ni que rindan cuentas a la Asociación. Tan solo, por el trabajo que estamos haciendo y las bajas que estamos sufriendo por culpa de los desertores, le rogaría que apreciaran su suerte de haber escapado con vida. No todos los que se han cruzado con ellos han sobrevivido.- Sonreí tristemente, recordando los cuerpos de los tres cazadores cayendo inertes sobre la hierba, completamente ensangrentados. Me incliné nuevamente.- Por favor.- Terminé, mirando a los tres. Aunque el cazador no tenía pinta de haber estado encerrado, no sabía nada de él, por lo que también lo incluía. Aunque no quisieran decir nada sobre lo que habían visto allí, aunque se negasen a ayudarnos... al menos que no permitiesen que los de la Nueva Asociación los volviesen a capturar. ¿Estaba siendo una mala cazadora? Tal vez debería tratar de que me dijeran lo que sabían o algo, pero... después de haber vivido algo tan terrible como era un secuestro... No, yo no podía sacar la suficiente sangre fría como para seguir torturando a unas personas tan heridas, tanto física como mentalmente.
Me pareció escuchar un gruñido procedente del interior del columpio que había atraído la atención del cazador y la chica hacía unos momentos. ¿Sería mi imaginación? Y si no lo era, ¿qué había dentro?- Fraiah-sama...- Volví a repetir, llamándola. No sabía qué más podía decirle así como así. Qué iba a hacer, ¿decirles que podían confiar en mí, que no estaba del bando de los desertores? La observé expectante mientras me miraba y, seguidamente, volvía la mirada hacia el interior del columpio. Me sentí estúpida en aquel momento. ¿Qué pretendía? ¿Ayudar en algo que me venía demasiado grande? Apreté levemente los labios, impotente. Ya no podía darme la vuelta y dejar aquello así, sin más. Además, sentía que no era buena idea volver a la Asociación e informar sobre lo que estaba viendo en aquellos instantes. Sin embargo... como siempre, cada intento mío por ayudar era ignorado, era considerado innecesario. Tal vez... ¿tal vez debería decirle sobre lo de que Christian la estaba buscando? Así de indecisa, así de confusa, la observé mientras suspiraba y miraba a aquel cazador, para luego atravesarme con la mirada; una mirada que, por unos instantes, no me pareció humana. Aquella mirada me estaba diciendo claramente de que era un problema para ellos si permanecía allí. Apreté los labios y traté de decir algo, pero un silbido atravesó el aire y mis reflejos fueron más necesarios en aquel instante que las palabras.
Casi por instinto, había cogido bruscamente la funda que envolvía la katana y había tirado de ella hacia delante, cubriendo levemente mi cuerpo, haciendo que aquella daga que había salido de la nada para acabar conmigo chocase contra ella y se desviase. La bolsita que había estado sujetando se encontraba ahora en el suelo, pues había tenido que soltarla para poder defenderme. El pequeño paquete de dulces se podía ser levemente, ya que se había salido un poco de la bolsa. Me quedé durante unos instantes en aquella posición, respirando entrecortadamente. ¿Qué había sido eso? Enderecé la espalda, dejando a un lado mis movimientos tímidos y lentos de antes. Observé la funda de tela, viendo que el lugar donde había impactado la daga estaba completamente desgarrado. Apreté levemente los labios, disgustada. Sin pensarlo, saqué el arma de aquel leve envoltorio, pero no la desenvainé. Simplemente me quedé con la blanca katana en la mano, observando fijamente hacia el interior del columpio. Eché un pie levemente hacia atrás, preparada por si tenía que volver a reaccionar ante un nuevo ataque. No podía mostrarme ofensiva, pero tampoco podía ser descuidada. Volví mi mirada hacia la chica y el cazador, sonriendo levemente.- Lo siento... pero no puedo dejar que me maten.- Aquella daga... ¿de dónde había venido? Estreché los párpados y me fijé bien en el interior del columpio, para acabar abriendo los ojos completamente debido a una nueva sorpresa.
''¿Qué...?'' ¿Quién era? ¿Qué era? Tenía apariencia humana, pero claramente no lo era. Sus ojos eran de un color distinto cada uno; su pelo y sus orejas eran completamente blancos... Espera, ¿había dicho orejas? Sí, unas orejas parecidas a las de un gato sobresalían de su cabeza, y no parecían precisamente un adorno. No podía verlo por completo, pues tanto el cuerpo de la chica como el del cazador ocultaban su silueta, además de que se encontraba dentro del columpio. Pero aquella visión había sido más que suficiente. ¿Era a aquel chico a quien buscaban los desertores? Observé en silencio a las tres personas que se alzaban ante mí, tratando de atar cabos, aunque en aquella situación me resultaba algo difícil. No había duda de que Fraiah había escapado de los desertores y, posiblemente, aquel ser que se ocultaba dentro del columpio también había estado en manos de esos malnacidos. ¿Qué debía hacer? Parecía que no quería dejar de lado mi mala costumbre de meterme en problemas. Tal vez debería considerar la opción de preocuparme por mi propio pellejo y salir pitando de allí, pero tampoco creía que ahora fuese aquello posible. No sabía si me dejarían ir tan fácilmente una vez que los había visto, y tampoco había nadie que me asegurase de que una nueva daga volviese a aparecer. De la primera me había librado por los pelos, más bien por suerte que por destreza; pero de la segunda no sabía cómo podía escapar.
Los observé uno por uno, aparentemente tranquila, pero hecha un manojo de nervios por dentro. No solo debía lidiar con aquella extraña situación, sino que había un buen puñado de desertores vagando por el pueblo en busca de ellos. Y la experiencia me había demostrado de que no podría plantarles cara yo sola. Así que, ¿qué más podía hacer? Estaba claro que tan solo podía comportarme como era, tal y como me salía del alma. Me incliné levemente, como si estuviese presentándome formalmente.- Soy Rangiku Matsumoto. Encantada de conoceros.- Dije, incorporándome y volviendo a sonreír levemente.- Ojalá nos hubiésemos conocido en otra ocasión, pero hay una horda de lo que parecen desertores buscando a un muchacho disfrazado de zorro por el pueblo. Fraiah-sama -no quería ser tan directa, pero no tenía tiempo ni opciones para dudar- no hace mucho me encontré con su hermano, Christian-sama. Estaba buscándola, preocupado. No soy quien para decirle qué deben hacer, así que discúlpenme, pero... ya que hay tantas personas preocupadas por aquellos que han sufrido por los desertores, ya que hay tantas personas preocupadas por usted... Por favor, le rogaría que se pusiese a salvo. No les voy a pedir que confíen en mí ni que rindan cuentas a la Asociación. Tan solo, por el trabajo que estamos haciendo y las bajas que estamos sufriendo por culpa de los desertores, le rogaría que apreciaran su suerte de haber escapado con vida. No todos los que se han cruzado con ellos han sobrevivido.- Sonreí tristemente, recordando los cuerpos de los tres cazadores cayendo inertes sobre la hierba, completamente ensangrentados. Me incliné nuevamente.- Por favor.- Terminé, mirando a los tres. Aunque el cazador no tenía pinta de haber estado encerrado, no sabía nada de él, por lo que también lo incluía. Aunque no quisieran decir nada sobre lo que habían visto allí, aunque se negasen a ayudarnos... al menos que no permitiesen que los de la Nueva Asociación los volviesen a capturar. ¿Estaba siendo una mala cazadora? Tal vez debería tratar de que me dijeran lo que sabían o algo, pero... después de haber vivido algo tan terrible como era un secuestro... No, yo no podía sacar la suficiente sangre fría como para seguir torturando a unas personas tan heridas, tanto física como mentalmente.
- Rangiku Matsumoto
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Re: Parque
El cachorro de vampiro parecía haberse relajado levemente cuando Fraiah regresó con él. Mientras sus ojos estuvieran atentos por él, una de sus manos lo acariciara o le hablara –aun si no comprendía qué le estaba diciendo–, eso podía tranquilizarle de la presencia de cualquier cazador cerca. Sus gestos resultaban ser menos intimidantes o amenazantes hacia su propio hermano. Los gruñidos comenzaron a distanciarse en el tiempo, disminuyendo la fuerza con la que los profesaba. E incluso bajó la cabeza en modo de sumisión, permitiendo que ella continuara revolviendo su cabello blanquecino, así como de un complejo con sus orejas se tratara. En realidad, ¿qué diferencia existía con un verdadero animal? Ninguna. Hasta necesitaba de alimentos comunes para obtener el máximo de su capacidad. Ziel no comprendía absolutamente nada de mundo humano, ya que sus recuerdos le privaron de comportarse como una persona normal y corriente, de sufrir tanto por cada secuestro y lo que experimentó dentro, como lo estaba haciendo Fraiah. Ahora, Osaki lo controlaba desde dentro, favoreciendo su comportamiento e instintos más salvajes, y por la misma razón había cambiado su físico tan radicalmente. El joven neófito era, por su forma de ser, una mezcla entre un animal criado en cautividad y un niño humano. En cambio, la pregunta importante rondaría por la cabeza de más de uno:
¿Cuán lejos podría llegar a cambiar el chico?
Nadie conocía si aquel estado podía empeorar hasta que dejara de parecerse al anterior Ziel Carphatia, o si recuperaría toda su memoria y volvería a ser como fue. Puede que incluso nunca regresaran sus recuerdos porque el zorro lo impidiera, pero era un riesgo que ya estaban tomando en cuenta. Quizá existía un mínimo porcentaje de que resultara ser el propio Ziel, quien inconscientemente, bloqueara todo aquello para no enloquecer por completo. ¿Quién soportaría esas torturas tres veces? Eslin podía hacerse una idea de lo que significaba aquello. No obstante, el joven por suerte se olvidó de eso y ni siquiera podía pensar las posibilidades que tenía de supervivencia en el futuro. Los cazadores, tanto Nueva como Vieja Asociación, le tenían en el punto de mira, y en una nueva vez con los desertores, la sala de experimentación se aseguraba. Después, tras analizar su fisionomía y comportamiento, seguramente su vida dejara de tener algún sentido científico y decidieran matarlo, si es que no lo deseaban ya. Los carteles con los rostros de Fraiah y Ziel, como forajidos, se esparcirían por todo el pueblo. Y entonces, en ningún lugar podrían hospedarse, la confianza sería la fortuna más preciada. Sólo sus familiares y amigos serían quienes les protegieran –también si conocían en donde se escondían, dado que no debían levantar sospechas, pues cualquiera podría convertirse en un chivo expiatorio–. Y eso, ¿también le preocupaba al neófito? En absoluto. Dentro de su cabeza no se hallaba más que alimentarse, relacionarse y reproducirse para conservar su especie. O en todo caso: defenderse de sus enemigos y guarecer su territorio y su manada; caso actual, por cierto.
No sólo tenía suficiente con soportar la presencia de Kai Olivier, que además se había sumado otra cazadora y amenaza más: Rangiku Matsumoto. Eso inquietaba a Ziel de nuevo, comenzando a revolverse de repente. Se movía por todas partes del columpio, nervioso. Agachaba sus hombros en posición de juego o ataque, e incluso en alguna ocasión quiso morder sus propias colas. Su nariz se centraba en investigar las manos de Fraiah, su ropa, su cabello… todo. La olfateaba sin ningún tipo de consideración, aunque ya conociera su presencia completamente. Sin embargo, había algo en el aire que lo estaba en misión de encontrar el olor que llamaba su atención, además de la sangre. Gemía y gruñía cada vez más de seguido. Levantó una mano y la puso sobre el brazo de la chica, a modo de petición, irguiendo el tronco para mirar más allá de su hombro. Y seguidamente, volteó y mordió una de las manzanas con los dientes, pero la dejó en el columpio, sin mostrar interés. No, aquello no era. ¿Qué era, qué era eso que revoloteaba su espíritu? Entonces, su “manada” intentaba convencer al cazador de permanecer lejos de ellos y desaparecer del lugar. Al menos, durante todo el conflicto con los desertores o el tiempo necesario para que desaparecieran del pueblo y los dieran por muertos a ambos. De todas formas, ¿qué humano hubiera podido sobrevivir tanto tiempo bajo la intemperie de esa fuerte nevada? Pero ellos eran diferentes. Justamente por eso y la ayuda de Jack Wintersnow, lo lograron. Sin embargo, esta misma causa, era lo que les había llevado hasta allí. Los cazadores, la sala de experimentación, todo. Absolutamente todo.
Los dientes del cachorro se mostraron hacia la nueva presencia. Dos dagas más salieron de la nada, una hacia su hombro y la otra, nuevamente, al mismo lugar de antes. Sí, Rangiku debería ser esa extraña con un aroma particular. Pensó varias veces en bajar del columpio, pero sentía miedo de ver el tobogán y las cuerdas. Todos los animales saben subir, aunque no otros tantos consiguen bajar. Gruñó y movió sus orejas nerviosamente, desesperado, tumbándose de repente y levantándose fugazmente. Quería bajar del columpio. Quería que el Sol bajara, ir y olfatear a la desconocida que trajo “eso”. Dirigió su expresión anterior hacia Kai y luego a Fraiah. Nadie podía entender qué ocurría con el neófito. ¿Acaso le picaba en la espalda y no emparejaba cómo rascarse? ¿Quería jugar o atacar? ¿Quizás comer? Miró a la última mencionada, como si fuera a atacarla en algún momento, y tal vez lo hiciera. Su pierna continuaba sangrando y eso provocaba su ser para morderla y alimentarse. En cambio, simplemente agarró su brazo con la mandíbula y la atrajo hacia sí con cuidado, sin tomar miramientos de sus colmillos o el daño que pudiera causarle. Estaba preocupado por ella. Dentro del columpio estaría más segura de esa cazadora, él la defendería con todas sus fuerzas; además de sentirse más tranquilo si se hallaba dentro. Al igual que el Sol lograba quemar su piel, Ziel temía que la chica sufriera los mismos efectos. Sin embargo… aún estaba “eso” que no lograba reconocer por completo, impacientándole.
Sin que nadie hubiera podido preverlo, la madera del columpio saltó. El cachorro se sobresaltó por el feroz ruido en sus sensibles orejas. Un disparo. Automáticamente, se escuchó un gemido. La bala había hecho impacto contra su hombro derecho y comenzaba a sangrar por culpa del metal madre con el que iba cubierta. Si hubiera hecho blanco sobre la humana, no lo contaría. Hoy, la suerte sonreía Fraiah Eslin. Pero la alerta se avisó sobre todos los presentes. Eso que Ziel temía y le ponía nervioso, resultaba sentir la presencia y el aroma de más cazadores sin lograr identificarlos. Por supuesto, en esta situación no dudó. Fue directamente a proteger a su manada y hacer de escudo con su cuerpo, viajando sus ojos de un lado a otro para encontrar al desgraciado. ¿Quién… les disparó? Kai aún guardaba su arma en la funda, Rangiku únicamente portaba una katana –descartando posibilidades de que hubiera sido ella–, Fraiah no sostenía nada entre las manos salvo una inocente bolsa llena de frutas, y Carphatia tampoco se dispararía a sí mismo –incluyéndose el hecho de que él nunca pudo materializar armas de fuego–. Y antes de que pudieran levantar sospechas, hacer o decir nada, hubo más disparos. Uno de ellos hizo impacto sobre el costado del joven vampiro. Se escuchó otro gemido proveniente de su garganta. Inmediatamente, una pantalla azulada se formaba delante de la entrada al columpio, mientras cientos de pétalos comenzaban a soplar. Tan sólo le hacía falta saber dónde estaba para fijar blanco y matarlo. Sólo podía haber una explicación coherente: desertores. Seguramente, el hombre con el que la cazadora se encontró en las calles, no se fiara del todo de ella y ese bulto reconocible sobre su espalda, decidiendo seguirla sigilosamente con un par de sus hombres. Y, casualidades de la vida, Rangiku Matsumoto, sin desearlo, había llevado al lobo hasta el rebaño de ambos corderos. Sus dos allegados no tendrían dudas acerca de su bando, claramente opuesto al que pensarían. Pero los disparos llovían de varios lugares y hacia cualquiera de los presentes. Debían defenderse y después se conocería el veredicto. Y a Ziel, no le quedaba otra alternativa.
Cubrió a Fraiah con sus colas, avanzando, asomándose por el columpio para ver en los alrededores. Gruñía sin cesar, enseñando sus colmillos ainiestramente, justo como un salvaje haría, sin piedad. ¿Qué hacer? No hallaba el lugar exacto de los disparos y únicamente podía salir en pleno día. De todas formas, tampoco lograba encontrar forma de bajar de lo alto sin caer, pero si no lo hacía, ninguno de ellos conseguiría salvar la vida. Fraiah dependía de él y esa razón era más que suficiente para que fijara su objetivo sobre cualquier cosa. Y visto que el resto de los presentes tenían esencia humana, él era el más indicado para ejecutar aquello. Debía encontrarlo. Y en cuanto descubriera su escondite, lo despiezaría antes de oír sus súplicas incoherentes. Entonces, no lo pensó más y saltó. Su sombra se proyectó gloriosa sobre la tierra del parque, retorciéndose en pleno vuelo para evitar que otra bala impactara contra él.
El tiempo corre, Ziel. La cuenta atrás comenzaba.
Nada más caer, el Sol comenzaba a deshacer su piel de mármol. Entre tanto, algunas dagas volaban hacia todas partes –evitando el columpio, claramente–, quizá impactando contra alguno de ellos. Las balas que no contenían metal madre o extrañas sustancias para drogarlo, conseguían milagrosamente impedir continuar su trayectoria, haciendo casi de escudo con los dos cazadores de su bando. Desgraciadamente, el resto haría impacto sobre ellos. Y rápidamente se puso en marcha, ansioso por terminar con sus vidas y proteger a Fraiah.
Su nariz guió a su instinto y sin demorarse, empezó a rastrear ese característico olor. Eran... cuatro, quizás menos. Desde luego, tres reconocibles y ocultos entre los arbustos, y el restante, aún no lograba concretar. Las quemaduras se esparcían sobre toda la piel que recibía los rayos del Sol, aumentando su ira por mero dolor propio. Rugió y comenzó a correr contra ellos, primero bípedamente y luego cambió a cuadrúpedo –adaptándose su cuerpo perfectamente a la carrera y sin perder velocidad–; zigzagueando astutamente para evitar los disparos. Por supuesto, su defensa no únicamente se basaba en esquivar, sino que concentró un arsenal de dagas y lanzas eran enviadas contra ellos, eliminando a uno de ellos inmediatamente. Su sucesor, apenas tuvo tiempo para reaccionar, pero sí que se escuchó su grito por todo el parque. Un chico con apariencia de animal salvaje se abalanzaba sobre él, dispuesto a descuartizarlo con sus uñas y colmillos. Sin embargo, aún quedaban dos, a menos que hubieran pedido refuerzos y estuvieran de camino. ¿Lograrían sobrevivir dos humanos, una híbrida y un vampiro neófito contra los desertores?
¿Cuán lejos podría llegar a cambiar el chico?
Nadie conocía si aquel estado podía empeorar hasta que dejara de parecerse al anterior Ziel Carphatia, o si recuperaría toda su memoria y volvería a ser como fue. Puede que incluso nunca regresaran sus recuerdos porque el zorro lo impidiera, pero era un riesgo que ya estaban tomando en cuenta. Quizá existía un mínimo porcentaje de que resultara ser el propio Ziel, quien inconscientemente, bloqueara todo aquello para no enloquecer por completo. ¿Quién soportaría esas torturas tres veces? Eslin podía hacerse una idea de lo que significaba aquello. No obstante, el joven por suerte se olvidó de eso y ni siquiera podía pensar las posibilidades que tenía de supervivencia en el futuro. Los cazadores, tanto Nueva como Vieja Asociación, le tenían en el punto de mira, y en una nueva vez con los desertores, la sala de experimentación se aseguraba. Después, tras analizar su fisionomía y comportamiento, seguramente su vida dejara de tener algún sentido científico y decidieran matarlo, si es que no lo deseaban ya. Los carteles con los rostros de Fraiah y Ziel, como forajidos, se esparcirían por todo el pueblo. Y entonces, en ningún lugar podrían hospedarse, la confianza sería la fortuna más preciada. Sólo sus familiares y amigos serían quienes les protegieran –también si conocían en donde se escondían, dado que no debían levantar sospechas, pues cualquiera podría convertirse en un chivo expiatorio–. Y eso, ¿también le preocupaba al neófito? En absoluto. Dentro de su cabeza no se hallaba más que alimentarse, relacionarse y reproducirse para conservar su especie. O en todo caso: defenderse de sus enemigos y guarecer su territorio y su manada; caso actual, por cierto.
No sólo tenía suficiente con soportar la presencia de Kai Olivier, que además se había sumado otra cazadora y amenaza más: Rangiku Matsumoto. Eso inquietaba a Ziel de nuevo, comenzando a revolverse de repente. Se movía por todas partes del columpio, nervioso. Agachaba sus hombros en posición de juego o ataque, e incluso en alguna ocasión quiso morder sus propias colas. Su nariz se centraba en investigar las manos de Fraiah, su ropa, su cabello… todo. La olfateaba sin ningún tipo de consideración, aunque ya conociera su presencia completamente. Sin embargo, había algo en el aire que lo estaba en misión de encontrar el olor que llamaba su atención, además de la sangre. Gemía y gruñía cada vez más de seguido. Levantó una mano y la puso sobre el brazo de la chica, a modo de petición, irguiendo el tronco para mirar más allá de su hombro. Y seguidamente, volteó y mordió una de las manzanas con los dientes, pero la dejó en el columpio, sin mostrar interés. No, aquello no era. ¿Qué era, qué era eso que revoloteaba su espíritu? Entonces, su “manada” intentaba convencer al cazador de permanecer lejos de ellos y desaparecer del lugar. Al menos, durante todo el conflicto con los desertores o el tiempo necesario para que desaparecieran del pueblo y los dieran por muertos a ambos. De todas formas, ¿qué humano hubiera podido sobrevivir tanto tiempo bajo la intemperie de esa fuerte nevada? Pero ellos eran diferentes. Justamente por eso y la ayuda de Jack Wintersnow, lo lograron. Sin embargo, esta misma causa, era lo que les había llevado hasta allí. Los cazadores, la sala de experimentación, todo. Absolutamente todo.
Los dientes del cachorro se mostraron hacia la nueva presencia. Dos dagas más salieron de la nada, una hacia su hombro y la otra, nuevamente, al mismo lugar de antes. Sí, Rangiku debería ser esa extraña con un aroma particular. Pensó varias veces en bajar del columpio, pero sentía miedo de ver el tobogán y las cuerdas. Todos los animales saben subir, aunque no otros tantos consiguen bajar. Gruñó y movió sus orejas nerviosamente, desesperado, tumbándose de repente y levantándose fugazmente. Quería bajar del columpio. Quería que el Sol bajara, ir y olfatear a la desconocida que trajo “eso”. Dirigió su expresión anterior hacia Kai y luego a Fraiah. Nadie podía entender qué ocurría con el neófito. ¿Acaso le picaba en la espalda y no emparejaba cómo rascarse? ¿Quería jugar o atacar? ¿Quizás comer? Miró a la última mencionada, como si fuera a atacarla en algún momento, y tal vez lo hiciera. Su pierna continuaba sangrando y eso provocaba su ser para morderla y alimentarse. En cambio, simplemente agarró su brazo con la mandíbula y la atrajo hacia sí con cuidado, sin tomar miramientos de sus colmillos o el daño que pudiera causarle. Estaba preocupado por ella. Dentro del columpio estaría más segura de esa cazadora, él la defendería con todas sus fuerzas; además de sentirse más tranquilo si se hallaba dentro. Al igual que el Sol lograba quemar su piel, Ziel temía que la chica sufriera los mismos efectos. Sin embargo… aún estaba “eso” que no lograba reconocer por completo, impacientándole.
Sin que nadie hubiera podido preverlo, la madera del columpio saltó. El cachorro se sobresaltó por el feroz ruido en sus sensibles orejas. Un disparo. Automáticamente, se escuchó un gemido. La bala había hecho impacto contra su hombro derecho y comenzaba a sangrar por culpa del metal madre con el que iba cubierta. Si hubiera hecho blanco sobre la humana, no lo contaría. Hoy, la suerte sonreía Fraiah Eslin. Pero la alerta se avisó sobre todos los presentes. Eso que Ziel temía y le ponía nervioso, resultaba sentir la presencia y el aroma de más cazadores sin lograr identificarlos. Por supuesto, en esta situación no dudó. Fue directamente a proteger a su manada y hacer de escudo con su cuerpo, viajando sus ojos de un lado a otro para encontrar al desgraciado. ¿Quién… les disparó? Kai aún guardaba su arma en la funda, Rangiku únicamente portaba una katana –descartando posibilidades de que hubiera sido ella–, Fraiah no sostenía nada entre las manos salvo una inocente bolsa llena de frutas, y Carphatia tampoco se dispararía a sí mismo –incluyéndose el hecho de que él nunca pudo materializar armas de fuego–. Y antes de que pudieran levantar sospechas, hacer o decir nada, hubo más disparos. Uno de ellos hizo impacto sobre el costado del joven vampiro. Se escuchó otro gemido proveniente de su garganta. Inmediatamente, una pantalla azulada se formaba delante de la entrada al columpio, mientras cientos de pétalos comenzaban a soplar. Tan sólo le hacía falta saber dónde estaba para fijar blanco y matarlo. Sólo podía haber una explicación coherente: desertores. Seguramente, el hombre con el que la cazadora se encontró en las calles, no se fiara del todo de ella y ese bulto reconocible sobre su espalda, decidiendo seguirla sigilosamente con un par de sus hombres. Y, casualidades de la vida, Rangiku Matsumoto, sin desearlo, había llevado al lobo hasta el rebaño de ambos corderos. Sus dos allegados no tendrían dudas acerca de su bando, claramente opuesto al que pensarían. Pero los disparos llovían de varios lugares y hacia cualquiera de los presentes. Debían defenderse y después se conocería el veredicto. Y a Ziel, no le quedaba otra alternativa.
Cubrió a Fraiah con sus colas, avanzando, asomándose por el columpio para ver en los alrededores. Gruñía sin cesar, enseñando sus colmillos ainiestramente, justo como un salvaje haría, sin piedad. ¿Qué hacer? No hallaba el lugar exacto de los disparos y únicamente podía salir en pleno día. De todas formas, tampoco lograba encontrar forma de bajar de lo alto sin caer, pero si no lo hacía, ninguno de ellos conseguiría salvar la vida. Fraiah dependía de él y esa razón era más que suficiente para que fijara su objetivo sobre cualquier cosa. Y visto que el resto de los presentes tenían esencia humana, él era el más indicado para ejecutar aquello. Debía encontrarlo. Y en cuanto descubriera su escondite, lo despiezaría antes de oír sus súplicas incoherentes. Entonces, no lo pensó más y saltó. Su sombra se proyectó gloriosa sobre la tierra del parque, retorciéndose en pleno vuelo para evitar que otra bala impactara contra él.
El tiempo corre, Ziel. La cuenta atrás comenzaba.
Nada más caer, el Sol comenzaba a deshacer su piel de mármol. Entre tanto, algunas dagas volaban hacia todas partes –evitando el columpio, claramente–, quizá impactando contra alguno de ellos. Las balas que no contenían metal madre o extrañas sustancias para drogarlo, conseguían milagrosamente impedir continuar su trayectoria, haciendo casi de escudo con los dos cazadores de su bando. Desgraciadamente, el resto haría impacto sobre ellos. Y rápidamente se puso en marcha, ansioso por terminar con sus vidas y proteger a Fraiah.
Su nariz guió a su instinto y sin demorarse, empezó a rastrear ese característico olor. Eran... cuatro, quizás menos. Desde luego, tres reconocibles y ocultos entre los arbustos, y el restante, aún no lograba concretar. Las quemaduras se esparcían sobre toda la piel que recibía los rayos del Sol, aumentando su ira por mero dolor propio. Rugió y comenzó a correr contra ellos, primero bípedamente y luego cambió a cuadrúpedo –adaptándose su cuerpo perfectamente a la carrera y sin perder velocidad–; zigzagueando astutamente para evitar los disparos. Por supuesto, su defensa no únicamente se basaba en esquivar, sino que concentró un arsenal de dagas y lanzas eran enviadas contra ellos, eliminando a uno de ellos inmediatamente. Su sucesor, apenas tuvo tiempo para reaccionar, pero sí que se escuchó su grito por todo el parque. Un chico con apariencia de animal salvaje se abalanzaba sobre él, dispuesto a descuartizarlo con sus uñas y colmillos. Sin embargo, aún quedaban dos, a menos que hubieran pedido refuerzos y estuvieran de camino. ¿Lograrían sobrevivir dos humanos, una híbrida y un vampiro neófito contra los desertores?
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Re: Parque
¿Por qué? ¿Por qué esa chica se dirigía a ella de tan cordial y respetuosa forma? Si bien había reconocido quién era, no sabía qué pensar respecto a su posición: ¿sería un aliado o un enemigo? La daga de Ziel se dirigió veloz hacia ella, y era el momento de la verdad. Si la chica se defendía, la forma en que llevara a cabo su defensa sería información valiosa. No era lo mismo que sólo se defendiera a que lo hiciera y, además, decidiera contraatacar. Lo peor era pensar que no estaba sola. Había notado a Ziel bastante inquieto mientras hablaba con Kai. Y, de hecho, aquello se confirmó cuando comenzó a olfatearla de aquel modo. Fraiah se sobresaltó un poco, alejándose mínimamente. ¿Qué le ocurría? Aún así, no quería desviar su mirada de la cazadora, la cual, para su sorpresa y probablemente para la de todos, detuvo aquella daga asesina con la funda de su katana. Fraiah frunció el ceño, y de reojo miró a Kai. ¿Y ahora qué? ¿Cómo iban a averiguar qué quería? ¿Cómo iban a sentirse a salvo si ni siquiera sabían si podían confiar en ella? Y entonces comenzó a hablar.
Rangiku Matsumoto. A cada palabra suya, más dudas y más situaciones difíciles se generaban. Fraiah decidió ponerse de frente, abandonando su anterior posición de perfil. Aunque estaban alejadas la una de la otra por, al menos, dos metros, era perfectamente sencillo percibir las miradas entrecruzándose. Y la cazadora no hacía más que sembrar la duda y la esperanza a la vez. Pero ninguno de ellos podía darse el lujo de ser ingenuo. A pesar de que recordaba con claridad cómo ella salvó a Jack esa noche... ¿qué le indicaba que no hubiera sido una actuación para inmiscuirse entre las líneas de Damaru para luego traicionarlos? Además, ella había visto a Ziel. Estaba segura por sus palabras. Lo que le había ocurrido minutos antes mientras compraba la fruta, ahora se confirmaba: los desertores los estaban buscando. Fraiah suspiró y se pasó una mano por el rostro, para cubrírselo luego. Rió levemente a través de sus dedos y luego, lenta y delicadamente, los entreabrió, dejando ver sus iris, para finalmente deslizar la mano hacia abajo, dejándola caer a un lado. ¿Por qué las cosas no podían ser más sencillas? Ah, cierto, porque estaba en un pueblo lleno de basura y excremento. Exactamente por eso. Cómo le gustaría a ella depurar toda esta maldición de una buena vez.
- Eso es lo que intentamos hacer -aclaró, sin más. Justamente ponerse a salvo era su prioridad, por eso había pretendido salir de allí cuanto antes, pero Kai la retrasó con sus quejas y reclamos. Diciéndole esto, no ponía en evidencia nada sobre ella o el "muchacho vestido de zorro", pues era más que una obviedad que ellos buscarían refugio. Si Rangiku era una desertora en cuerpo de de buena samaritana, no recibiría por parte de Fraiah ninguna "nueva noticia". Sin embargo, mientras seguía hablando, algo removió en el interior de Fraiah; algo que la obligó a fruncir el ceño una vez más, pero ya no en mueca de extrañeza o fastidio, sino mas bien en expresión de dolencia-. Sí, han muerto demasiados... ¿no crees? -musitó, quizás más para ella que para la propia Rangiku. El recuerdo de Nokku se hizo presente al instante. Si bien él murió a causa de Vladimir D'Shaitis, todos aquellos que estaban con él, siguieron luchando por su nombre y honor, y muchos cayeron, siendo pisoteados por la peor mierda del pueblo: los cobardes traidores que no merecen respirar el mismo oxígeno que respiraban ellos.
Fraiah se había quedado en silencio de repente. Una de sus manos se convirtió en un puño. ¿Por qué se detenía a pensar estas cosas justo ahora? Quizás con sus palabras quisiera remover algo en su interior, sabiendo cómo manipularla. Pero, ¿era correcto desconfiar tanto? Su mirada, que hacía unos instantes había decendido hasta el suelo, volvió a elevarse en dirección de la cazadora. Iba a decirle otras palabras, pero entonces Ziel se mostraba cada vez más inquieto dentro del columpio. Fraiah dirigió su mirada hacia él, extrañada. ¿Qué ocurría? Su inquietud era excesivamente particular, y quizás para alarmarse. ¿Pero cómo estar a la defensiva cuando ni siquiera sabes de quién defenderte? Aunque era muy probable que los desertores estuvieran cerca, ahora mismo la mirada de Ziel se presentaba de lo más amenzante y turbia. ¿Por qué la miraba de aquel modo? Fraiah no llegaba a comprender qué le ocurría, y no sabía si estaba bien sostenerle la mirada o no. ¿Acaso quería jugar? Sin embargo, de un momento a otro, notó algo en sus ojos, algo diferente... algo que ella denominaría "preocupación". Fraiah miró a Kai y luego a Rangiku. De todos modos, no pudo decirle lo que antes pretendía. No pudo hacerlo debido a que Ziel sujetó su brazo con sus colmillos, como si su intención fuera morderla. Fraiah se sobresaltó y se giró brúscamente hacia él, pero no pudo hacer nada más que ceder. Él la obligó a meterse dentro del columpio, pues si ejercía fuerza en sentido contrario, acabaría por lastimarse. Y aunque Ziel intentó ser suave y delicado -dentro de lo que su naturaleza le permitía-, Fraiah sentía el fino escozor que le generaba la punta de sus colmillos. Y una vez dentro, completamente absorta, lo miró intentando encontrar respuestas, pero entonces la madera saltó. Fraiah emitió un pequeño grito a causa del susto, y entonces lo vio.
Sangre. El rojo líquido manchaba el cuerpo de Ziel.
- Oh por Dios.. -dijo con rapidez y terror palpable en sus ojos, por poco balbuceando las palabras. Una de sus manos temblaba a escasos centímetros del hombro del muchacho, sin saber qué hacer, pero Ziel se abalanzó hacia ella para cubrirla con su cuerpo. No dejaba de gruñir, y eso la preocupaba aún más. ¿Así que esto era lo que ocurría? ¿Por esta razón estaba tan inquieto? Al parecer sus sentidos desarrollados pudieron anticipar lo que los demás no. Pero... ¿acaso Rangiku Matsumoto tenía algo que ver? Las sospechas iban y venían, pero Fraiah verdaderamente creía que todo había sido una trampa. Respiró profundo y, como pudo, se las arregló para poder rasgar la sudadera que Jack le había prestado. Miró a Ziel y emitió un suave "sh", tratando de calmarlo y que él permitiera que ella le pusiera el pedazo de tela rodeando el hombro. Si lo dejaba así, continuaría sangrando, y perdería sus fuerzas con mayor rapidez. Por esa razón, se apresuró a vendarlo, aunque no fuera muy eficiente el plan. Y lo peor estuvo por venir. Pues a pesar de haberse esforzado por detener el sangrado de su hombro, otra bala impactó en su costado. Ziel gimió y Fraiah gritó. Se aferró a él y sujetó su rostro entre ambas manos. Lo miró a los ojos fijamente, buscando captar su atención. Necesitaba que él se tranquilizara, pues no llegarían a ningún lado si continuaban acorralándolos y si ellos sólo se defendían como animales asustados.
- Ziel, tranquilo, mírame. Aunque no me entiendas ni una palabra, mírame. Todo estará bien. Saldremos de aquí y los mataremos a todos, ¿de acuerdo? Ganaremos, Ziel. Simplemente, conserva la calma... -susurró, esperanzada en que él le hiciese caso, pero no era tan fácil lidiar con un ser salvaje, y mucho menos con Ziel Carphatia convertido en uno.
El muchacho, tras protegerla con sus colas, decidió tomar la decisión más arriesgada. Se alejó de ella y a Fraiah no le dio ni tiempo para detenerlo. Ziel saltó del columpio. Fraiah se deslizó hasta la salida y miró hacia abajo. ¿Desde cuándo era tan alto? Chasqueó la lengua y maldijo por dentro. Se metió hacia dentro nuevamente. ¿Y qué se suponía que debía hacer? ¿Dónde estaba Kai? ¿Qué pasaba con la otra cazadora? Miró a su alrededor, buscando algo para poder utilizarlo como arma, pero lo único que halló fue la bolsa llena de frutas. Puso los ojos en blanco. Parecía un chiste. Respiró hondo nuevamente y se asomó otra vez, cautelosa. Los cazadores ya los habían visto. Era obvio que si Ziel había salido, aquí dentro sólo quedaba ella. Por ende, debía salir cuanto antes, o las balas lloverían y no habría quien la salve de nuevo. Pues, como dicen, "a la suerte hay que ayudarla", y quedándose allí sentada era más que una presa fácil. Sin embargo, al asomarse, una daga voló por delante de sus ojos. Fraiah emitió un quejido y se echó hacia atrás. Estupendo. No sólo debía cuidarse de las balas, sino también de las dagas enloquecidas que Ziel arrojaba a diestro y siniestro. Todo apuntaba a que ella no pudiera salir de allí dentro, pero claramente no quería quedarse para ser "comida de desertores". Debía ayudar a Ziel, de algún modo. Y debía encontrar ese modo cuanto antes.
Mientras Fraiah pensaba qué hacer, fue sorprendida. Lo que tanto temía, se hizo realidad. En el extremo del columpio, el detestable rostro encubierto de un desertor emergió. Se pudo oír su risa tras la máscara que llevaba puesta para que no identificaran su identidad. ¿Así que hasta esas precauciones tenían?
- Malditos sean... -gruñó por lo bajo, echándose hacia atrás y sujetando una de las manzanas. Sin darle tiempo a apuntar con su arma, se la arrojó a la cabeza con todas sus fuerzas. El sujeto, que había logrado escabullirse desde los arbustos hasta allí, recibió el golpe y casi perdió el equilibrio, cayéndose hacia atrás. Sin embargo, un único golpe no fue suficiente. Fraiah, sintiendo que su corazón iba a salirse de su pecho, le arrojó otra manzana, justo en el medio del rostro, haciendo sangrar su nariz. Debido a que el hombre estaba subiendo por las escaleras hacia la parte exterior, no tenía muchas posibilidades de esquivar los golpes ni mucho menos de capturar las frutas con sus manos, puesto que con una se sostenía en la altura y con la otra buscaba apuntar el arma. Y, tras maldecir a Fraiah con las palabras más sucias y desagradables, disparó. La respiración de la joven se detuvo justo cuando aquella bala rozó su cuello e impactó detrás de ella, sobre la madera. Sus ojos, abiertos de par en par, comprendieron lo cerca que estuvo de morir. Pero en lugar de muerte, lo único que quedó en su cuello fue el escozor insoportable de una herida superficial con su respectivo hilillo de sangre. De haberla rozado con mayor cercanía, de todos modos habría ya de estar muerta a causa del golpe y la herida en esa zona tan delicada. Sin embargo, este "aviso" le indicó que debería actuar rápido, pues ya había tenido suficiente suerte por hoy y sería mejor no depender más del caprichoso azar. Por lo tanto, cuando la parálisis de sus ojos pasó y el cazador, riendo, se propuso disparar de nuevo, Fraiah, agitada, se arrastró por el columpio y elevó una de sus piernas, empujando con todas sus fuerzas a aquel tipo, logrando que caiga desde la altura al suelo. Y ojalá muriera. Ojalá se quebrara hasta la última vértebra, pero no estaba segura de obtener tal efecto, pues la altura donde estaba -si bien era considerable- no era excesiva. El problema residía en si quedaba con vida y decidía disparar desde abajo. Ahí sí que estaría en graves problemas. Pero, mientras tanto, se dio el lujo de disfrutar de la mínima calma obtenida tras deshacerse momentáneamente de él. Cerró los ojos y apoyó una mano sobre su pecho, intentando respirar con tranquilidad. Posteriormente, se llevó su mano hasta el cuello, tanteando la herida. Hizo una mueca de dolor ante el ardor, y vio la sangre en su palma. Suspiró otra vez, resignada.
- Esas manzanas eran nuestra cena, imbécil.
Rangiku Matsumoto. A cada palabra suya, más dudas y más situaciones difíciles se generaban. Fraiah decidió ponerse de frente, abandonando su anterior posición de perfil. Aunque estaban alejadas la una de la otra por, al menos, dos metros, era perfectamente sencillo percibir las miradas entrecruzándose. Y la cazadora no hacía más que sembrar la duda y la esperanza a la vez. Pero ninguno de ellos podía darse el lujo de ser ingenuo. A pesar de que recordaba con claridad cómo ella salvó a Jack esa noche... ¿qué le indicaba que no hubiera sido una actuación para inmiscuirse entre las líneas de Damaru para luego traicionarlos? Además, ella había visto a Ziel. Estaba segura por sus palabras. Lo que le había ocurrido minutos antes mientras compraba la fruta, ahora se confirmaba: los desertores los estaban buscando. Fraiah suspiró y se pasó una mano por el rostro, para cubrírselo luego. Rió levemente a través de sus dedos y luego, lenta y delicadamente, los entreabrió, dejando ver sus iris, para finalmente deslizar la mano hacia abajo, dejándola caer a un lado. ¿Por qué las cosas no podían ser más sencillas? Ah, cierto, porque estaba en un pueblo lleno de basura y excremento. Exactamente por eso. Cómo le gustaría a ella depurar toda esta maldición de una buena vez.
- Eso es lo que intentamos hacer -aclaró, sin más. Justamente ponerse a salvo era su prioridad, por eso había pretendido salir de allí cuanto antes, pero Kai la retrasó con sus quejas y reclamos. Diciéndole esto, no ponía en evidencia nada sobre ella o el "muchacho vestido de zorro", pues era más que una obviedad que ellos buscarían refugio. Si Rangiku era una desertora en cuerpo de de buena samaritana, no recibiría por parte de Fraiah ninguna "nueva noticia". Sin embargo, mientras seguía hablando, algo removió en el interior de Fraiah; algo que la obligó a fruncir el ceño una vez más, pero ya no en mueca de extrañeza o fastidio, sino mas bien en expresión de dolencia-. Sí, han muerto demasiados... ¿no crees? -musitó, quizás más para ella que para la propia Rangiku. El recuerdo de Nokku se hizo presente al instante. Si bien él murió a causa de Vladimir D'Shaitis, todos aquellos que estaban con él, siguieron luchando por su nombre y honor, y muchos cayeron, siendo pisoteados por la peor mierda del pueblo: los cobardes traidores que no merecen respirar el mismo oxígeno que respiraban ellos.
Fraiah se había quedado en silencio de repente. Una de sus manos se convirtió en un puño. ¿Por qué se detenía a pensar estas cosas justo ahora? Quizás con sus palabras quisiera remover algo en su interior, sabiendo cómo manipularla. Pero, ¿era correcto desconfiar tanto? Su mirada, que hacía unos instantes había decendido hasta el suelo, volvió a elevarse en dirección de la cazadora. Iba a decirle otras palabras, pero entonces Ziel se mostraba cada vez más inquieto dentro del columpio. Fraiah dirigió su mirada hacia él, extrañada. ¿Qué ocurría? Su inquietud era excesivamente particular, y quizás para alarmarse. ¿Pero cómo estar a la defensiva cuando ni siquiera sabes de quién defenderte? Aunque era muy probable que los desertores estuvieran cerca, ahora mismo la mirada de Ziel se presentaba de lo más amenzante y turbia. ¿Por qué la miraba de aquel modo? Fraiah no llegaba a comprender qué le ocurría, y no sabía si estaba bien sostenerle la mirada o no. ¿Acaso quería jugar? Sin embargo, de un momento a otro, notó algo en sus ojos, algo diferente... algo que ella denominaría "preocupación". Fraiah miró a Kai y luego a Rangiku. De todos modos, no pudo decirle lo que antes pretendía. No pudo hacerlo debido a que Ziel sujetó su brazo con sus colmillos, como si su intención fuera morderla. Fraiah se sobresaltó y se giró brúscamente hacia él, pero no pudo hacer nada más que ceder. Él la obligó a meterse dentro del columpio, pues si ejercía fuerza en sentido contrario, acabaría por lastimarse. Y aunque Ziel intentó ser suave y delicado -dentro de lo que su naturaleza le permitía-, Fraiah sentía el fino escozor que le generaba la punta de sus colmillos. Y una vez dentro, completamente absorta, lo miró intentando encontrar respuestas, pero entonces la madera saltó. Fraiah emitió un pequeño grito a causa del susto, y entonces lo vio.
Sangre. El rojo líquido manchaba el cuerpo de Ziel.
- Oh por Dios.. -dijo con rapidez y terror palpable en sus ojos, por poco balbuceando las palabras. Una de sus manos temblaba a escasos centímetros del hombro del muchacho, sin saber qué hacer, pero Ziel se abalanzó hacia ella para cubrirla con su cuerpo. No dejaba de gruñir, y eso la preocupaba aún más. ¿Así que esto era lo que ocurría? ¿Por esta razón estaba tan inquieto? Al parecer sus sentidos desarrollados pudieron anticipar lo que los demás no. Pero... ¿acaso Rangiku Matsumoto tenía algo que ver? Las sospechas iban y venían, pero Fraiah verdaderamente creía que todo había sido una trampa. Respiró profundo y, como pudo, se las arregló para poder rasgar la sudadera que Jack le había prestado. Miró a Ziel y emitió un suave "sh", tratando de calmarlo y que él permitiera que ella le pusiera el pedazo de tela rodeando el hombro. Si lo dejaba así, continuaría sangrando, y perdería sus fuerzas con mayor rapidez. Por esa razón, se apresuró a vendarlo, aunque no fuera muy eficiente el plan. Y lo peor estuvo por venir. Pues a pesar de haberse esforzado por detener el sangrado de su hombro, otra bala impactó en su costado. Ziel gimió y Fraiah gritó. Se aferró a él y sujetó su rostro entre ambas manos. Lo miró a los ojos fijamente, buscando captar su atención. Necesitaba que él se tranquilizara, pues no llegarían a ningún lado si continuaban acorralándolos y si ellos sólo se defendían como animales asustados.
- Ziel, tranquilo, mírame. Aunque no me entiendas ni una palabra, mírame. Todo estará bien. Saldremos de aquí y los mataremos a todos, ¿de acuerdo? Ganaremos, Ziel. Simplemente, conserva la calma... -susurró, esperanzada en que él le hiciese caso, pero no era tan fácil lidiar con un ser salvaje, y mucho menos con Ziel Carphatia convertido en uno.
El muchacho, tras protegerla con sus colas, decidió tomar la decisión más arriesgada. Se alejó de ella y a Fraiah no le dio ni tiempo para detenerlo. Ziel saltó del columpio. Fraiah se deslizó hasta la salida y miró hacia abajo. ¿Desde cuándo era tan alto? Chasqueó la lengua y maldijo por dentro. Se metió hacia dentro nuevamente. ¿Y qué se suponía que debía hacer? ¿Dónde estaba Kai? ¿Qué pasaba con la otra cazadora? Miró a su alrededor, buscando algo para poder utilizarlo como arma, pero lo único que halló fue la bolsa llena de frutas. Puso los ojos en blanco. Parecía un chiste. Respiró hondo nuevamente y se asomó otra vez, cautelosa. Los cazadores ya los habían visto. Era obvio que si Ziel había salido, aquí dentro sólo quedaba ella. Por ende, debía salir cuanto antes, o las balas lloverían y no habría quien la salve de nuevo. Pues, como dicen, "a la suerte hay que ayudarla", y quedándose allí sentada era más que una presa fácil. Sin embargo, al asomarse, una daga voló por delante de sus ojos. Fraiah emitió un quejido y se echó hacia atrás. Estupendo. No sólo debía cuidarse de las balas, sino también de las dagas enloquecidas que Ziel arrojaba a diestro y siniestro. Todo apuntaba a que ella no pudiera salir de allí dentro, pero claramente no quería quedarse para ser "comida de desertores". Debía ayudar a Ziel, de algún modo. Y debía encontrar ese modo cuanto antes.
Mientras Fraiah pensaba qué hacer, fue sorprendida. Lo que tanto temía, se hizo realidad. En el extremo del columpio, el detestable rostro encubierto de un desertor emergió. Se pudo oír su risa tras la máscara que llevaba puesta para que no identificaran su identidad. ¿Así que hasta esas precauciones tenían?
- Malditos sean... -gruñó por lo bajo, echándose hacia atrás y sujetando una de las manzanas. Sin darle tiempo a apuntar con su arma, se la arrojó a la cabeza con todas sus fuerzas. El sujeto, que había logrado escabullirse desde los arbustos hasta allí, recibió el golpe y casi perdió el equilibrio, cayéndose hacia atrás. Sin embargo, un único golpe no fue suficiente. Fraiah, sintiendo que su corazón iba a salirse de su pecho, le arrojó otra manzana, justo en el medio del rostro, haciendo sangrar su nariz. Debido a que el hombre estaba subiendo por las escaleras hacia la parte exterior, no tenía muchas posibilidades de esquivar los golpes ni mucho menos de capturar las frutas con sus manos, puesto que con una se sostenía en la altura y con la otra buscaba apuntar el arma. Y, tras maldecir a Fraiah con las palabras más sucias y desagradables, disparó. La respiración de la joven se detuvo justo cuando aquella bala rozó su cuello e impactó detrás de ella, sobre la madera. Sus ojos, abiertos de par en par, comprendieron lo cerca que estuvo de morir. Pero en lugar de muerte, lo único que quedó en su cuello fue el escozor insoportable de una herida superficial con su respectivo hilillo de sangre. De haberla rozado con mayor cercanía, de todos modos habría ya de estar muerta a causa del golpe y la herida en esa zona tan delicada. Sin embargo, este "aviso" le indicó que debería actuar rápido, pues ya había tenido suficiente suerte por hoy y sería mejor no depender más del caprichoso azar. Por lo tanto, cuando la parálisis de sus ojos pasó y el cazador, riendo, se propuso disparar de nuevo, Fraiah, agitada, se arrastró por el columpio y elevó una de sus piernas, empujando con todas sus fuerzas a aquel tipo, logrando que caiga desde la altura al suelo. Y ojalá muriera. Ojalá se quebrara hasta la última vértebra, pero no estaba segura de obtener tal efecto, pues la altura donde estaba -si bien era considerable- no era excesiva. El problema residía en si quedaba con vida y decidía disparar desde abajo. Ahí sí que estaría en graves problemas. Pero, mientras tanto, se dio el lujo de disfrutar de la mínima calma obtenida tras deshacerse momentáneamente de él. Cerró los ojos y apoyó una mano sobre su pecho, intentando respirar con tranquilidad. Posteriormente, se llevó su mano hasta el cuello, tanteando la herida. Hizo una mueca de dolor ante el ardor, y vio la sangre en su palma. Suspiró otra vez, resignada.
- Esas manzanas eran nuestra cena, imbécil.
- Fraiah B. Eslin
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Re: Parque
Pasaba la mirada de uno a otro, sin saber qué decir o qué hacer. Dejé caer levemente los párpados, mirando durante unos segundos el suelo. Realmente, ya no tenía nada más que decirles. Por una serie de casualidades había acabado pasando por aquel parque en ese día, y por un mero impulso provocado por la sorpresa de ver a la viuda de Damaru allí, había decidido dirigirme a ellos. Tal vez debería haber observado y haberme callado, siguiendo con mi anterior propósito de avisar sobre lo que había visto en el pueblo. Pero... recordé la preocupación de su hermano, el que estaba secuestrada, todo lo que había escuchado que hacían los desertores y lo que había podido ver con mis propios ojos de ellos... Y todo eso me había llevado a estar así, de pie delante de ellos tres sin saber qué más decir y con el corazón en la garganta por la horda de desertores que había en el pueblo. Y aquel era otro marrón del que debería dar parte, aunque ya no quedaban dudas de que los buscaban a ellos. Cada instante que pasásemos en aquel lugar equivalía a menos distancia a la que se encontrarían aquellos malnacidos, los cuales no dudarían en acabar con todo lo que se encontrase en su camino, fuese su objetivo o no. Seguía sosteniendo la funda de tela, ahora rasgada, que había contenido mi katana, gracias a la cual pude desviar aquella daga aparecida de la nada. ¿Qué había sido eso? No le había dado demasiada importancia en el momento, pues sentía que era más importante el pedirles que escaparan, pero, tras ver levemente aquella extraña silueta dentro del columpio y recordar la descripción que daban los desertores, no podía dejar de preguntarme de qué se trataba. Debía de ser algo de suma importancia si lo estaban buscando con tanto ahínco. ¿Podría tratarse de un vampiro? Pero... ¿podían adoptar aquella forma? Ya había comprobado que no parecía existir un límite para los poderes que podían tener aquellos seres, y más aun para un Pura Sangre. Volví a alzar los párpados, mirando disimuladamente hacia el columpio, sin poder reprimir el temor que sentí al pensar de que pudiese tratarse de uno de ellos.
Mantenía la katana sin desenvainar en la mano derecha. Fijé nuevamente la vista en Fraiah, esperando una reacción. Había decidido mirarme completamente de frente, pero sus ojos no me decían nada más que desconfianza. Posiblemente ya no se acordase de mí, y aunque lo hiciese, eso no le daba garantías de que no hubiese podido traicionar a la Asociación en todo el tiempo que había pasado. Traté de sostenerle la mirada lo mejor que pude, pero la intensidad de sus ojos hacía que tuviese que desviar levemente mis pupilas hacia abajo de vez en cuando. Me sentía inquieta; no solo la situación era tensa, sino que los desertores se podían estar acercando cada vez más. No pude evitar el alzar completamente los párpados al verla reír así. ¿Qué ocurría? Mi mano se apretó sobre la katana, casi haciéndome daño al clavar tanto los dedos sobre ella. Escuché las primeras palabras que pronunció con un reflejo de preocupación en la mirada, pero no acoté nada al respecto. Pero, su siguiente comentario... Mis ojos se estrecharon en una expresión dolida, pero volví a apretar los labios y a callarme. ¿Por qué se mostraba así? Sabía que no era el mejor momento, pero aquellas palabras y aquella actitud aparentemente indiferente... Dolían. No la culpaba de no querer saber nada de nadie, pues debía haber pasado por mucho, sin embargo... Que si creía que habían muerto demasiados... No debería haber muerto ninguno de ellos, ¡maldita sea! Ninguno de ellos merecía el que un miserable le arrebatase la vida de aquella manera y por algo que no parecía tener ningún fundamento.
Iba a responder, pero un nuevo silbido en el aire llamó mi atención. De nuevo habían vuelto a salir dos dagas de la nada, y cada vez tenía mayor certeza de que se trataba del extraño sujeto que se escondía dentro del columpio. Una de ellas tenía la misma trayectoria que la anterior, por lo que pude volver a golpearla sin desenvainar la katana, procurando no mostrar agresividad. Sin embargo, no pude hacer otra cosa más que limitarme a tratar de esquivar la otra, sin éxito alguno. Si bien había podido evitar que se me clavase justo en el centro, no había podido evitar el que me hiciese un corte bastante profundo. No podía reaccionar con la suficiente velocidad para desviar dos dagas a la vez; no siendo humana. Dejé caer la funda de tela de la mano y me la llevé al hombro en una mueca de dolor, intentando taparme la herida con la mano; sin embargo, la sangre no dudaba en escaparse entre mis dedos, manchando el abrigo que llevaba y deslizándose hacia el suelo. Bajé la cabeza un poco y reprimí un quejido. Y no era solo la sangre, sino el escozor y el dolor que producía la herida. No creía que me impidiese pelear completamente, pero aquello me iba a limitar bastante. ¿De verdad era necesario todo aquello? La chica parecía estar más pendiente de aquel muchacho del columpio, incluso éste parecía querer que ella se metiese dentro. Volví a levantar la cabeza y los miré, completamente seria.- El pueblo está lleno de desertores buscándolos, y no creo que tarden en venir. Y cada segundo que pasáis aquí os acerca más a ellos.- Apreté un poco más la mano sobre la herida, intentando contener la sangre. Di un paso hacia atrás y me quedé de lado, mostrando la intención que tenía de marcharme, volviendo el rostro hacia ellos al hablarles.- Tengo que avisar a la Asociación de que los desertores se están moviendo, así que...- No llegué a terminar la frase.
Un disparo. Un disparo sonó y se escucharon gruñidos provenientes de dentro del columpio. ¿Qué...? ¿Alguien le había disparado a aquel extraño muchacho? Fruncí el ceño y me giré bruscamente hacia la entrada del parque, buscando frenéticamente con la mirada al artífice del disparo. Ya era demasiado tarde... parecía ser que los desertores nos habían encontrado. ¿Me habrían seguido? ¡Pero si tomé todas las medidas que pude! Lo único que podía llamar la atención de mí había sido el bulto a mis espaldas, pero aquello no debería haber garantizado nada... pero, finalmente, habían querido asegurarse, dando justo en el blanco. Apreté los dientes, cabreada. ¿Por qué? ¿Por qué todo había salido tan mal? ¿Aquel era mi castigo por no mantenerme quieta y sin llamar la atención, tal y como me recordaban diariamente? Mientras que yo me lamentaba interiormente, aquel extraño chico había cogido a Fraiah y la había metido dentro del columpio, protegiéndola de nuevos disparos. Me apresuré a protegerme detrás de otro columpio, pues los disparos seguían volando a diestro y siniestro, y no era plan de que muriese ahora. Si no, ¿de qué habrían servido tantos esfuerzos? Sin dejar de mirar de reojo hacia donde comenzaron a aparecer los desertores, desenfundé la katana. Tenía que hacer algo, enmendar el daño que había causado trayendo a esa gentuza al parque, aunque hubiese sido sin querer. Aquel muchacho ''vestido de zorro'' saltó del columpio y por fin pude verlo completamente. Abrí completamente los ojos, asombrada por lo que estaba viendo. ¿De qué se trataba? ¿Qué criatura era aquella? Lo único que tenía por seguro en aquel instante era que las dagas le pertenecían, pues éstas salían nuevamente disparadas desde donde él estaba. Y ya no solo habría que cuidarse de los disparos, sino también de no ser alcanzado por una de sus dagas; mi hombro ya había sufrido las consecuencias, y aquello me iba a pasar factura de ahora en adelante.
Antes de que pudiese reaccionar, ya había acabado con dos de los desertores. Pero, ¿cuántos quedaban? Respiré hondo y observé todo el parque. Había una silueta tratando de alcanzar el columpio en el que estaba Fraiah. Sin pensarlo más, salí desde detrás del columpio y me dirigí, katana en mano, hacia aquel tipo, el cual cayó al suelo. Bien, se supondría que lo tendría más fácil, ¿no? Él estaba aturdido por el golpe, ya que había caído desde una altura considerable, y yo ya me alzaba ante él con el arma en alto. Pero... aquel tipo no parecía reaccionar. Estaba vivo, sí, pero parecía inconsciente. Me quedé a un paso de su cuerpo, con la katana apuntando hacia su pecho, dispuesta a acabar con él. ¿Por qué me temblaba el pulso? Ya había peleado contra desertores antes, sin embargo, las situaciones habían sido distintas; era matar o morir, todo llevado a cabo con el ritmo frenético de la batalla. Sin embargo, ahora podía simplemente clavarle el arma en el pecho y rematarlo. Podía ver unas cuantas manzanas esparcidas por el suelo, las cuales posiblemente habían tenido como objetivo a aquel tipo. Simplemente, debía hacer eso... Pero... ¿acaso no contaba con la suficiente sangre fría como para acabar con alguien aparentemente indefenso?
Qué malo es dudar en un momento crucial.
Aquel hombre, aparentemente inconsciente, se movió rápidamente y me dio una patada en la parte baja de las piernas, haciendo que perdiera el equilibrio y cayese de espaldas. ¿Cuántos errores había cometido en aquel día? Podía escuchar la agitada respiración de aquel individuo mientras se ponía en pie dificultosamente y alcanzaba su arma. Alcé la katana, incorporándome todo lo rápida que pude, alarmada, a la vez que aquel tipo daba un paso hacia mí y me apuntaba con el arma. Pero, aquella vez, la suerte pareció estar de mi parte, pues al dar el paso su pie se posó sobre una de las manzanas que había en el suelo, haciendo que cayese hacia delante; haciendo que cayese justo sobre mi katana, la cual estaba apuntando hacia su cuerpo. Sentí la desagradable sensación de estar atravesando lentamente la carne de aquel tipo, mientras su sangre comenzaba a bañarme. Durante unos instantes no pude reaccionar. Tan solo podía observar a aquel cuerpo que iba resbalando cada vez más sobre mis piernas, tiñendo todo de rojo. En cuanto fui consciente de que iba cayendo cada vez más sobre mis piernas, me retiré hacia atrás y saqué bruscamente la hoja de la katana. Ahora sí que no había duda de que estaba muerto. Me miré las manos, aun preguntándome qué me pasaba aquel día. Todos los dedos, la palma entera de la mano... todo estaba cubierto desangre. Con ojos impactados, me levanté y retrocedí un par de pasos, tratando de calmarme. No era el primer desertor al que me enfrentaba, no debía asustarme tanto; pero sí era la primera vez que me encontraba en la situación de tener que rematar a un humano que, aparentemente, estaba indefenso. Tenía que aprender a ser menos blanda.
No me entretuve en observar el interior del columpio, pues un movimiento entre los arbustos llamó mi atención. Corrí hacia ellos a la vez que otro desertor salía, guardándose lo que parecía un móvil en uno de los bolsillos. Sacó una pistola y apuntó hacia atrás, obligándome a que me escondiese detrás de uno de los árboles. ¿Había avisado a alguien? Asomé un poco la cabeza, pero ya no lo veía por ningún lado. ¿Se había ido o estaba esperando escondido en otros arbustos? Tras mirar nuevamente hacia varios lados, regresé al lugar de antes. Estaba mortalmente pálida; había perdido la bufanda y estaba completamente manchada de sangre, sin contar el desgarrón y el corte del hombro. Ahora podía ver claramente a aquel muchacho ''disfrazado de zorro'', el cual había atacado con tanta fiereza que realmente parecía un animal salvaje. ¿Sería seguro para mí el estar allí de pie, delante de aquel extraño muchacho?
¿Qué demonios estaba pasando?
Mantenía la katana sin desenvainar en la mano derecha. Fijé nuevamente la vista en Fraiah, esperando una reacción. Había decidido mirarme completamente de frente, pero sus ojos no me decían nada más que desconfianza. Posiblemente ya no se acordase de mí, y aunque lo hiciese, eso no le daba garantías de que no hubiese podido traicionar a la Asociación en todo el tiempo que había pasado. Traté de sostenerle la mirada lo mejor que pude, pero la intensidad de sus ojos hacía que tuviese que desviar levemente mis pupilas hacia abajo de vez en cuando. Me sentía inquieta; no solo la situación era tensa, sino que los desertores se podían estar acercando cada vez más. No pude evitar el alzar completamente los párpados al verla reír así. ¿Qué ocurría? Mi mano se apretó sobre la katana, casi haciéndome daño al clavar tanto los dedos sobre ella. Escuché las primeras palabras que pronunció con un reflejo de preocupación en la mirada, pero no acoté nada al respecto. Pero, su siguiente comentario... Mis ojos se estrecharon en una expresión dolida, pero volví a apretar los labios y a callarme. ¿Por qué se mostraba así? Sabía que no era el mejor momento, pero aquellas palabras y aquella actitud aparentemente indiferente... Dolían. No la culpaba de no querer saber nada de nadie, pues debía haber pasado por mucho, sin embargo... Que si creía que habían muerto demasiados... No debería haber muerto ninguno de ellos, ¡maldita sea! Ninguno de ellos merecía el que un miserable le arrebatase la vida de aquella manera y por algo que no parecía tener ningún fundamento.
Iba a responder, pero un nuevo silbido en el aire llamó mi atención. De nuevo habían vuelto a salir dos dagas de la nada, y cada vez tenía mayor certeza de que se trataba del extraño sujeto que se escondía dentro del columpio. Una de ellas tenía la misma trayectoria que la anterior, por lo que pude volver a golpearla sin desenvainar la katana, procurando no mostrar agresividad. Sin embargo, no pude hacer otra cosa más que limitarme a tratar de esquivar la otra, sin éxito alguno. Si bien había podido evitar que se me clavase justo en el centro, no había podido evitar el que me hiciese un corte bastante profundo. No podía reaccionar con la suficiente velocidad para desviar dos dagas a la vez; no siendo humana. Dejé caer la funda de tela de la mano y me la llevé al hombro en una mueca de dolor, intentando taparme la herida con la mano; sin embargo, la sangre no dudaba en escaparse entre mis dedos, manchando el abrigo que llevaba y deslizándose hacia el suelo. Bajé la cabeza un poco y reprimí un quejido. Y no era solo la sangre, sino el escozor y el dolor que producía la herida. No creía que me impidiese pelear completamente, pero aquello me iba a limitar bastante. ¿De verdad era necesario todo aquello? La chica parecía estar más pendiente de aquel muchacho del columpio, incluso éste parecía querer que ella se metiese dentro. Volví a levantar la cabeza y los miré, completamente seria.- El pueblo está lleno de desertores buscándolos, y no creo que tarden en venir. Y cada segundo que pasáis aquí os acerca más a ellos.- Apreté un poco más la mano sobre la herida, intentando contener la sangre. Di un paso hacia atrás y me quedé de lado, mostrando la intención que tenía de marcharme, volviendo el rostro hacia ellos al hablarles.- Tengo que avisar a la Asociación de que los desertores se están moviendo, así que...- No llegué a terminar la frase.
Un disparo. Un disparo sonó y se escucharon gruñidos provenientes de dentro del columpio. ¿Qué...? ¿Alguien le había disparado a aquel extraño muchacho? Fruncí el ceño y me giré bruscamente hacia la entrada del parque, buscando frenéticamente con la mirada al artífice del disparo. Ya era demasiado tarde... parecía ser que los desertores nos habían encontrado. ¿Me habrían seguido? ¡Pero si tomé todas las medidas que pude! Lo único que podía llamar la atención de mí había sido el bulto a mis espaldas, pero aquello no debería haber garantizado nada... pero, finalmente, habían querido asegurarse, dando justo en el blanco. Apreté los dientes, cabreada. ¿Por qué? ¿Por qué todo había salido tan mal? ¿Aquel era mi castigo por no mantenerme quieta y sin llamar la atención, tal y como me recordaban diariamente? Mientras que yo me lamentaba interiormente, aquel extraño chico había cogido a Fraiah y la había metido dentro del columpio, protegiéndola de nuevos disparos. Me apresuré a protegerme detrás de otro columpio, pues los disparos seguían volando a diestro y siniestro, y no era plan de que muriese ahora. Si no, ¿de qué habrían servido tantos esfuerzos? Sin dejar de mirar de reojo hacia donde comenzaron a aparecer los desertores, desenfundé la katana. Tenía que hacer algo, enmendar el daño que había causado trayendo a esa gentuza al parque, aunque hubiese sido sin querer. Aquel muchacho ''vestido de zorro'' saltó del columpio y por fin pude verlo completamente. Abrí completamente los ojos, asombrada por lo que estaba viendo. ¿De qué se trataba? ¿Qué criatura era aquella? Lo único que tenía por seguro en aquel instante era que las dagas le pertenecían, pues éstas salían nuevamente disparadas desde donde él estaba. Y ya no solo habría que cuidarse de los disparos, sino también de no ser alcanzado por una de sus dagas; mi hombro ya había sufrido las consecuencias, y aquello me iba a pasar factura de ahora en adelante.
Antes de que pudiese reaccionar, ya había acabado con dos de los desertores. Pero, ¿cuántos quedaban? Respiré hondo y observé todo el parque. Había una silueta tratando de alcanzar el columpio en el que estaba Fraiah. Sin pensarlo más, salí desde detrás del columpio y me dirigí, katana en mano, hacia aquel tipo, el cual cayó al suelo. Bien, se supondría que lo tendría más fácil, ¿no? Él estaba aturdido por el golpe, ya que había caído desde una altura considerable, y yo ya me alzaba ante él con el arma en alto. Pero... aquel tipo no parecía reaccionar. Estaba vivo, sí, pero parecía inconsciente. Me quedé a un paso de su cuerpo, con la katana apuntando hacia su pecho, dispuesta a acabar con él. ¿Por qué me temblaba el pulso? Ya había peleado contra desertores antes, sin embargo, las situaciones habían sido distintas; era matar o morir, todo llevado a cabo con el ritmo frenético de la batalla. Sin embargo, ahora podía simplemente clavarle el arma en el pecho y rematarlo. Podía ver unas cuantas manzanas esparcidas por el suelo, las cuales posiblemente habían tenido como objetivo a aquel tipo. Simplemente, debía hacer eso... Pero... ¿acaso no contaba con la suficiente sangre fría como para acabar con alguien aparentemente indefenso?
Qué malo es dudar en un momento crucial.
Aquel hombre, aparentemente inconsciente, se movió rápidamente y me dio una patada en la parte baja de las piernas, haciendo que perdiera el equilibrio y cayese de espaldas. ¿Cuántos errores había cometido en aquel día? Podía escuchar la agitada respiración de aquel individuo mientras se ponía en pie dificultosamente y alcanzaba su arma. Alcé la katana, incorporándome todo lo rápida que pude, alarmada, a la vez que aquel tipo daba un paso hacia mí y me apuntaba con el arma. Pero, aquella vez, la suerte pareció estar de mi parte, pues al dar el paso su pie se posó sobre una de las manzanas que había en el suelo, haciendo que cayese hacia delante; haciendo que cayese justo sobre mi katana, la cual estaba apuntando hacia su cuerpo. Sentí la desagradable sensación de estar atravesando lentamente la carne de aquel tipo, mientras su sangre comenzaba a bañarme. Durante unos instantes no pude reaccionar. Tan solo podía observar a aquel cuerpo que iba resbalando cada vez más sobre mis piernas, tiñendo todo de rojo. En cuanto fui consciente de que iba cayendo cada vez más sobre mis piernas, me retiré hacia atrás y saqué bruscamente la hoja de la katana. Ahora sí que no había duda de que estaba muerto. Me miré las manos, aun preguntándome qué me pasaba aquel día. Todos los dedos, la palma entera de la mano... todo estaba cubierto desangre. Con ojos impactados, me levanté y retrocedí un par de pasos, tratando de calmarme. No era el primer desertor al que me enfrentaba, no debía asustarme tanto; pero sí era la primera vez que me encontraba en la situación de tener que rematar a un humano que, aparentemente, estaba indefenso. Tenía que aprender a ser menos blanda.
No me entretuve en observar el interior del columpio, pues un movimiento entre los arbustos llamó mi atención. Corrí hacia ellos a la vez que otro desertor salía, guardándose lo que parecía un móvil en uno de los bolsillos. Sacó una pistola y apuntó hacia atrás, obligándome a que me escondiese detrás de uno de los árboles. ¿Había avisado a alguien? Asomé un poco la cabeza, pero ya no lo veía por ningún lado. ¿Se había ido o estaba esperando escondido en otros arbustos? Tras mirar nuevamente hacia varios lados, regresé al lugar de antes. Estaba mortalmente pálida; había perdido la bufanda y estaba completamente manchada de sangre, sin contar el desgarrón y el corte del hombro. Ahora podía ver claramente a aquel muchacho ''disfrazado de zorro'', el cual había atacado con tanta fiereza que realmente parecía un animal salvaje. ¿Sería seguro para mí el estar allí de pie, delante de aquel extraño muchacho?
¿Qué demonios estaba pasando?
- Rangiku Matsumoto
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Re: Parque
How can you see into my eyes like open doors?
Where I´ve become so numb?
My Spirit sleeping somewhere cold,
until you find It there and lead it back home.
Where I´ve become so numb?
My Spirit sleeping somewhere cold,
until you find It there and lead it back home.
“Ziel, simplemente conserva la calma…” Eso era completa imposible, aun si hubiera comprendido las palabras que intentaba transmitirle Fraiah. No podía tranquilizarse de ninguna manera. Ellos le habían disparado, estaban amenazando la vida de su compañera y la suya, y ahora… ya no tenía vuelta atrás. Por mucho que ella gritara que se detuviera de cometer una masacre, por mucho que intercediera por la vida de esos hombres, no tendría piedad en arrebatarles la carne. Los querían encarcelados de nuevo, o mejor dicho, deseaban ver sus cuerpos sin signos vitales, tendidos en el suelo. Y claramente, él no lo permitiría. Se prometió a sí mismo que protegería a su manada de cualquier mal, aun si sacrificaba su vida por la huida de la mujer.
El grito de aquel hombre, desencadenó la ira del zorro. Tan sólo le hizo falta su primer disparo para la sentencia de muerte. La decapitación vendría a continuación.
Durante la acelerada carrera, sus ocho colas hicieron esplendor sobre su espalda con ese brillo particular y mágico, así como sus orejas se agacharon en señal de amenaza. Los ojos se cerraron automáticamente, dejándose llevar por esa suave y dulce melodía que entonaban los pétalos de cerezo que volaban por el aire. La tensión se cargaba automáticamente sobre su mandíbula, sobre todas las zonas de su cuerpo. Y en su espalda desnuda, en sus brazos, en su propio rostro, una fina tela se tejía sobre su piel; igual de blanca que la nieve, igual de suave que el terciopelo. Sus párpados subieron de nuevo y… ya no existía nada bueno en él. Si alguna vez el verdadero Ziel estuvo presente mediante ese iris de color azul, ahora había desaparecido. El amarillo de la bestia latía en sus dos ojos, los cuales se afilaron cual cuchillo y se clavaron sobre su presa sin piedad. Rugió y entonces enseñó sus colmillos, despuntando sobre sus labios. Estuvo muchos años atrapado y controlado por otro vampiro, pero… por fin, Osaki había regresado a su plenitud gracias al neófito. Y esa parte oculta y asesina de cualquier animal y cualquier vampiro, se destapó bajo el velo.
No había nada más en el mundo en este instante, no había espacio para nada más, salvo ese cazador que intentaba huir por la fiera que se avecinaba sobre él. En estos momentos, ni siquiera era capaz de pensar en el bienestar de la humana que tanto se afanaba en poseer.
El cazador gritaba a sus compañeros por ayuda, desesperado por auxilio, corriendo sin alguna dirección, disparando sin hallar blanco. Los movimientos de Ziel eran más rápidos, más ágiles a pesar de estar herido y dañado por el imponente Sol. Increíblemente, sentía la dirección de cada proyectil que se dirigía hacia su cuerpo, esquivándolo de inmediato o evitando su trayectoria con una de sus dagas voladoras. ¿Pero acaso Ziel Carphatia no fue siempre alguien compasivo y bondadoso, cediendo segundas oportunidades a quien sea? No, ya no. Todo el conflicto que evitó en su etapa humana, ahora estaba llevándolo a cabo mismamente, con sus propias manos. No le importaba mancharse de sangre ajena, desde luego. Ya no pensaba en la salvación para él, aunque ni siquiera anhelara el cielo en algún momento. La esperanza desapareció de su corazón en el momento en que sus ojos azules contemplaron el cubo con sus cenizas. ¿De qué sirve la inmortalidad ahora? Desde ahora, tenía que aprender a vivir con un guardián dentro y olvidar todo lo bueno que tanto le perjudicó a él y los suyos. Su piedad se quedaba en el aire que cortaba su cuerpo, su cariño se evaporó en las celdas y los laboratorios. Esto era en lo que lo habían convertido los cazadores, finalmente. Cada maltrato intencionado, cada profanación, sólo acumuló lágrimas, desolación y rencor. Nadie consiguió llegar a pensarlo. Ni siquiera pudo imaginar que se volvería una verdadera réplica del vampiro que tanto amaba, tan asesino y despiadado como cuando lo conoció. De alguna forma, Marcus O’Conell también estaba interfiriendo en su interior a través de su aura. ¿Casualidad? Tal vez no. Y ¿era lo que esperaban? Daba igual, pues nunca existió la marcha atrás para ellos.
Era… tan fácil apagar el interruptor de su humanidad…
Ziel juró y perjuró no convertirse en ningún vampiro que derramara sangre humana, aun si la sed era superior a sus fuerzas. Sin embargo, apenas pudo ser consciente de que la locura estaba contaminando su mente, su piel. En cambio, si Bella y Marcus estaban muertos, si nadie era capaz de apostar por él, ¿quién le salvaría de la miseria ahora? ¿Sería Fraiah quien pusiera su mano y le diera de comer?
Una de sus lanzas atrapó la pierna de su primera presa. El olor a sangre se inmiscuyó sobre su nariz, embriagándole. Todas las emociones se multiplicaban a cada segundo, tornándose más intenso. Y eso solo desataba su sed de venganza, de muerte inminente. La piel se cuarteaba lentamente por culpa del Sol, pero no tenía mucha importancia. El cazador, ya era suyo. En cuanto Ziel saltó sobre él, la tortura comenzaba lenta y dolorosamente. Sus uñas arañaron directamente sobre su pecho, destrozando sus ropas y comenzando a penetrar sobre su frágil piel. Sus colmillos, no dudaron en abalanzarse sobre su cuello y morderle desgarradoramente. Los gritos se oían por todo el parque, pero sólo lograban verse sus colas a través de los arbustos, certificando que era el artífice de tal crimen. Los gruñidos no cesaban y los gritos de su cabeza tampoco. Algo estaba sacándole de quicio. No quería escucharlo, no quería tener sus lamentos en la cabeza. Por ello, sacudía la mandíbula en sucesivas ocasiones, mordiendo una y otra vez su carne, destrozando todo lo que podía la zona. La sangre se esparcía por la hierba, por su garganta, pero no se daba por vencido. Era tal la pérdida de control, que incluso masticaba las fibras de sus músculos, arañaba con los dientes hasta llegar a sus huesos. Prácticamente estaba… comiéndosele vivo, realmente. Y no se detendría hasta que se hallara satisfecho.
Todo se remontaba hacía más de varios siglos, allá donde el orgullo y el honor valían más que otra cosa en el mundo. La guerra invadió el pequeño pueblo donde vivía. Las casas comenzaron a ser incendiadas por el bando enemigo y los disparos se arrebataban las vidas de cientos de inocentes. Y sin querer, se vio envuelto en el conflicto, arrestado para convertirse en un militar que enviar indiscriminadamente al frente. Sus días felices fueron arrancados de sus manos, así como él fue separado de su familia. No volvió a saber más acerca de ellos. Pero, ¿y dónde quedó la diplomacia? En el fondo de un sucio cajón.
Tras un par de meses, tras los golpes y la humillación, había un soldado nuevo entre las filas del Emperador. Un inexperto joven se alzaba con su arma sobre la espalda. Ni siquiera llegaba a los treinta e iba a ser la carnada perfecta para que la emboscada planeada saliera perfecta. El grupo avanzaba hacia la verdadera miseria, plenamente destinados a morir por el bien de una nación que no le pertenecía. En cambio, no tenía otra si quería seguir con vida. Quizá tuviera un mínimo de suerte y lograra salvarse. No obstante, las filas avanzaban. La desolación se hallaba sobre sus rostros, la pena se reflejaba sobre la delgadez de sus cuerpos, el miedo y el temor se advertía en sus pasos retraídos. La traición también resultaba pagarse con su muerte, eliminando toda opción. Y en uno de ellos, la ira… la ira, la venganza y el poder se contemplaban en sus ojos ambarinos. El dolor empedró su corazón aquel día y no volvería a ser reparado.
Y así, comenzó la masacre. En cuanto fue divisado por el bando enemigo, los muertos comenzaron a enumerarse. Cientos y cientos de cuerpos caían instantáneamente, sin dar posibilidad de defenderse. La sangre saltaba sobre los rostros de los que permanecían con vida, horrorizándoles a cada segundo. Sus amigos, sus hermanos, padres, hijos… se desvanecían frente a sus ojos. Pero, para ese chico que no tenía nada que perder… solo estaba guarecerse y eliminar a todo aquel que se hiciera a su paso. Se hundió en las aguas negras de la Muerte. Y al despertar, gritó con todas sus fuerzas y despiadadamente, sin esperar nada de sus verdaderos aliados, se lanzó al campo de batalla.
Tras el desorden, sólo unos pocos soldados consiguieron sobrevivir. Entre ellos, estaba él, tranquilo aparentemente, con unas cuantas heridas sobre su cuerpo. Su rostro se mantuvo inexpresivo, perdido en el océano, mientras su arma goteaba siniestramente la sangre de las vidas que se llevó consigo. ¿Le importaba? En absoluto. La conciencia se apagó por completo junto con sus esperanzas. La Locura fue lo que quedó para él en las noches de invierno. Y el único cometido que tenía ahora era matar, matar y matar. Desgarrar sus entrañas y descuartizar a sus enemigos sin piedad. En poco tiempo, casi todo el mundo conocía acerca de sus hazañas en más de un conflicto. ¿Y cuál fue su nombre? Nadie llegó a escucharlo nunca de su boca. Simplemente lo apodaron Ren. Más tarde… Recibiría el nombre de Osaki, Guardián de los bosques.
Pero eso forma parte de otra historia.
De repente, todas las dagas desaparecieron en el aire. Ziel pareció volver en sí. Las ocho colas se movieron en un fugaz movimiento. La oleada de rabia que lo consumió, se había disuelto sobre sus venas, para alivio del resto. Parpadeó un par de veces, observando al cazador muerto debajo de su cuerpo, casi sin entender, pues se sentía mareado y confuso a causa de la droga que suministraron los disparos que atravesaron su cuerpo. También perdía sangre todavía, razón de más. Pero todos los desertores estaban muertos, por suerte. El “suyo” fue desfigurado por completo, hasta el punto de que nadie podría reconocer su identidad. Además, faltaba la mitad de su garganta porque consumió su carne inconscientemente. Los intestinos, decoraban la hierba, mordidos varias veces por sus colmillos. E incluso se comió su corazón, como si de una antigua leyenda se tratara. Las uñas de sus manos tenían los rastros del delito, ya que continuaron arañándole hasta el final, hasta que arrancó sus costillas y las lanzó lejos de donde estaba. Tampoco se responsabilizaba del salvajismo de sus actos, dado que él era un animal de caza y anteriormente los desertores lo provocaron. Quizá en un recóndito lugar de sí mismo estuviera martilleándole la conciencia. Sin embargo, sólo cuestionaba por qué sus brazos estaban repletos de sangre, incluso su abdomen. Hasta su rostro se hallaba completamente teñido de ese adicto color que lo sacaba fuera de sí. Ziel era un vampiro, al fin y al cabo, y esta se convertía en la primera vez que probaba el delicioso manjar que albergaban los humanos.
Se levantó del suelo, tambaleándose. ¿Recuperó el neófito su humanidad y sus recuerdos? Desgraciadamente, no. Y lo peor, es que nadie conocía lo que era capaz de hacer tras ver el cuerpo que dejó tras de sí. Relamió sus labios, recogió cada rastro de sangre sobre su piel fragmentada por el Sol, mordiendo en sus antebrazos para disfrutar del placer que lo embriagaba. Luego, sus manos fueron directamente a rodear su cuello. Le quemaba la garganta y le dolía la sed que portaba. Necesitaba más. Mucho más. Y este calvario no podría ser enterrado por la comida humana. Entonces, ¿su siguiente víctima? Se encontraba a unos cuantos metros, una vez atravesara la zona de Sol, debajo del columpio donde Fraiah se refugiaba. Sin embargo, toda cubierta y llena de sangre. Sus ojos amarillos, siniestros, se clavaron sobre Rangiku Matsumoto; llegando a paralizarla seguramente por el miedo. Sabía que ese muchacho “vestido de zorro”, no esperaba jugar con ella a las caricias o perseguir los objetos, sino acabar con su vida, al igual que el desertor. Y ciertamente, pudo escoger al primer cazador muerto que tenía a un par de metros, al cuarto que atravesó una de sus lanzas y se desangraba contra un árbol, o tal vez al que la joven humana acababa de matar sin querer. Pero, ¿qué sentido tenía para él un cuerpo sin vida? La emoción carcomía su cabeza cuando escuchaba los gritos profesados por el desertor. Su sangre estaba caliente en el primer momento que mordía, debido al ajetreado bombeo de su corazón. El aroma que transmitía a sus sentidos, lograba enloquecerlo por completo.
Comenzó a avanzar, dejando que la luz del día iluminara su figura y permitiera ver su estado. Tenía tan sólo unos pantalones puestos y caminaba hacia ella con suma paciencia, deslizándose terroríficamente por su cuerpo la sangre, goteando en el suelo y marcando su rastro con la suya propia que se escurría. Cerró los ojos y reclinó hacia atrás la cabeza. Sentía el nerviosismo de su cuerpo con tan solo olfatearla y eso le encantaba. Pero, antes de que pudiera comenzar a correr, ya lo tenía delante de sus ojos. En un veloz movimiento que apenas un humano lograría seguir, Ziel se plantó delante de su cuerpo y la empujó hacia atrás. Su fuerte y delgado cuerpo, lleno de quemaduras por doquier, acaparaba toda escapatoria de la chica. Sujetó sus muñecas, mirándola fijamente, relamiéndose cual cachorro hambriento. Rangiku estaba acorralada por el chico desconocido y su vida dependía de alguno de los otros dos humanos que la acompañaban. ¿Estaría de suerte? Puede que no.
Sonó un gruñido y automáticamente sus colmillos fueron a clavarse brutalmente sobre la herida de su hombro, mientras sus uñas se hundían sobre sus brazos por la tensión que sujetaba dentro de él. El éxtasis lo estaba derrotando y atrayendo con su cuerda cada vez más. Las fuerzas de ella pronto desaparecerían, al tiempo que las del neófito aumentarían levemente, antes de volver a desaparecer también por el sangrado.
Sacudió un poco con la mandíbula y se separó lentamente. Un hilo rojizo se escapaba por sus labios, ensuciando a Matsumoto con su propio líquido vital. Sus ojos no paraban de mirarla y atravesarla hasta el sitio más recóndito de su ser. Quería hacerla suya bajo cualquier concepto. No obstante… sus manos dejaron de ejercer fuerza sobre ella, sentándose sobre su abdomen. Los largos dedos de él viajaron hasta la herida, incrustándose sobre su carne y desapareciendo de ésta de inmediato. En su cuerpo no había balas, a diferencia del suyo. Rangiku, a pesar de ser una cazadora desconocida, había matado a uno de sus enemigos antes de que hiciera daño a Fraiah. Protegió a su manada, luego se ganó su perdón. No sanaría la herida que él mismo le causó en el hombro, pero tenía el respeto del zorro Osaki. Al menos, por esta vez.
- Ziel A. Carphatia
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Re: Parque
El peligro danzaba entre ellos con esplendor y audacia. Al cerrar los ojos, Fraiah sintió que la misma brisa transportaba la melodía afilada de las garras de Ziel, que sacudían el aire con la tenacidad del mejor violinista. Y mientras ella yacía allí arriba, en el columpio, aparentemente a salvo, las más salvajes y violentas escenas se configuraban debajo.
Su pecho se elevaba y luego descendía, constantemente. Había estado cerca. Aquel cazador casi lograba capturarla, matarla, quién sabe qué más podría haber hecho. Tal vez la hubiera agregado a la lista de defunción, listo para marchar su cadáver a alguna pira donde incendiarse, para que jamás se la vuelva a ver; para que jamás pueda ser su cuerpo reconocido. Y es que su pecado era enorme; enorme y grave. ¿Cómo pudo ella, muchacha insensata, destruir los laboratorios junto con ese "don nadie" de Ziel Carphatia? ¿Cómo pudo asesinar al mejor científico que tenía la "Nueva Asociación"? Ante la ironía de sus pensamientos, una sonrisa se le escapó. Desde luego, si había algo de lo cual sentirse orgullosa, era por haber hecho añicos la esperanza de mantenerlos cautivos que tenían los desertores. Y realmente esperaba que aquella esperanza nunca renaciese. Más que nunca debían protegerse, cuidarse los unos a los otros, para evitar bajo cualquir circunstancia acabar entre las sucias manos de esos, justo como casi ocurre por segunda vez. El cuerpo del cazador había caído a tierra y ella no se había asomado a divisar las noticias respecto a su salud. ¿Estaba muerto, vivo, mitad y mitad? No lo sabía, pero sí sabía que no le sería sencillo volver a subir, por lo que necesitaría pensar en algún plan pronto, y así poder salir de allí.
Alrededor, se oían gritos. Los acordes de la Muerte no parecían cesar. Sin duda, Ziel estaba bien, o al menos con vida. Los gritos que se oían pertenecían a hombres y estaba más que segura de que se trataba de desertores, pero... ¿qué imagen de Ziel sería aquella que pronto se presentaría ante ella? ¿Qué faceta de él mostraría? No sabía para qué prepararse primero: si para huir lejos de los desertores o para plantarle cara a un Ziel salvaje que parecía estar fuera de control. Sin embargo, continuar pensando no le serviría de nada, y el tiempo se deslizaba demasiado veloz entre sus dedos. Por lo tanto, cerró los ojos y suspiró. ¿Qué remedio? Había que salir de allí de una buena vez. Entonces, Fraiah se dispuso a intentar salir al exterior una vez más. El aire le generó un ligero ardor en la pequeña herida que la bala había hecho sobre su cuello al rozarlo. Frunció el ceño y, tras escuchar unos ruidos extraños abajo, miró para ver qué ocurría. No parecía haber nadie más por esa zona, y los mayores gritos provenían de los arbustos. ¿Ziel estaba allí? Y entonces vio a Rangiku, la cazadora, y cómo aquel desertor que la misma Fraiah había arrojado desde el columpio, era atravesado por su katana. No emitió palabra alguna, pues se quedó anonadada con la imagen. Instantáneamente, recordó sus palabras acerca de su hermano, y todo lo demás que le había dicho. ¿El presente acto era, entonces, garantía para creerle y confiar en ella? No obstante, se veía aterrada. Por más que Fraiah agradeciera la muerte de ese imbécil, que la chica hubiera flaqueado en algún momento o quedase ahora algo traumada, no era bueno. Lo comprendía, porque ella podía padecer lo mismo, pero no era nada bueno para la situación actual. Y mientras permanecía caminando por la cuerda floja de la duda, los gritos en los arbustos no parecían cesar. ¿Por qué demonios no se movía? ¿Qué estaba esperando? ¿Por qué pensaba tanto cuando no había tiempo para meditar? Ahora que los impulsos eran más que milagrosos, su mente parecía acaparar cada uno de sus movimientos.
Cuando por fin la estupefacción había parecido pasar, estaba dispuesta a emitir unas palabras dirigidas a la cazadora. Iba a decirle que lo mejor era que todos se fueran de allí. Sin embargo, Fraiah observó una sombra en el suelo, acercándose. Se quedó quieta, hasta que divisó el par de orejas que se dibujaban en el suelo. Ingresó nuevamente en el columpio y recogió la bolsa con frutas. No lo dudó más y, por fin, salió. Ya la mitad de su cuerpo podía divisarse, pero entonces lo que vio debajo no fue precisamente lo esperado: Ziel estaba violentando a Rangiku. La había acorralado tras avanzar hacia ella, claramente amenazante. No sólo la cazadora estaba cubierta de sangre, sino que el propio Ziel presentaba un aspecto tremebundo, más aún con las diversas quemaduras que el sol había ocasionado sobre su piel. Y en cuanto Fraiah detectó sus intenciones, gritó. Gritó su nombre con todas sus fuerzas, imperativamente, ordenándole que se detenga. Miró hacia todas partes y por fin halló un medio más cómodo y seguro para bajar. Mientras efectuaba sus movimientos, no dejaba de gritarle. Maldición, ¿qué haría si Ziel también mataba a esa muchacha? Si ella era de los buenos, es decir, del pequeño y reducido grupo de nobles cazadores que quedaban, ¿cómo lograría que la Asociación protegiera a Ziel si éste acababa con ella? De todos modos, ¿cómo podía ser una humana más rápida que un par de colmillos? Fraiah estaba a punto de saltar al suelo, cuando el aroma de una sangre diferente a la derramada hasta el momento llegó a su nariz. Su instinto vampírico le permitía reconocer esas cosas, y sus pupilas, rápidamente, viajaron hacia la escena, horrorizada y con los nervios a punto de acabar con ella.
- Ziel... ¡no! -gritó, no muy fuerte, ni tampoco de modo brusco o agresivo. Ya estaba hecho. El chico se había prendido de aquella sangre y ahora... ¿y ahora quién lo detendría?
Los pies de Fraiah abatieron el suelo. Una vez allí, comenzó a avanzar hacia él, sin pensar en que no era recomendable tocar la comida de los animales salvajes. Pero, ¿quién pensaría en eso cuando hay una vida inocente en peligro? Sin embargo, en cuanto sus frenéticos movimientos iban a interferir en aquella situación, Ziel acabó por sorprender a los presentes. Fraiah se detuvo instantáneamente, quedándose petrificada mientras lo observaba, sumamente extrañada. Tragó saliva, nerviosa, mientras sentía cómo palpitaba de preocupación y miedo su corazón. Se llevó una mano al pecho, justo la que sostenía la bolsa con las frutas. Su semblante se suavizó un poco, pero podía olerse el temor y también vislumbrarse en sus pupilas brillantes. Al fin y al cabo, la ruda y segura Fraiah lograba esfumarse con tan poco, ¿no es cierto? Y ahora no sabía cómo reaccionar ante lo que estaba viendo. ¿Acaso Ziel estaba perdonándole la vida a esa muchacha? ¿Acaso había comprendido sus intenciones y que, al parecer, era una aliada y no una enemiga, como solían pensar? Y tras mirar a Rangiku, aún preocupada, sus iris, antaño voraces e intimidantes, viajaron, inocentes, hasta Ziel.
- Yo... yo creo que.. creo que deberíamos irnos de aquí -susurró, algo tartamudeante. Ya habría tiempo para analizar lo que había ocurrido y estaba ocurriendo. Ya habría tiempo para continuar inmóvil, una vez que encontrasen un refugio. Y tal vez marchar hacia el bosque fuera la mejor opción. Ahora que ocultarse era su prioridad, ¿qué mejor sitio que ese?
FdR: Siento la demora ;3;
Su pecho se elevaba y luego descendía, constantemente. Había estado cerca. Aquel cazador casi lograba capturarla, matarla, quién sabe qué más podría haber hecho. Tal vez la hubiera agregado a la lista de defunción, listo para marchar su cadáver a alguna pira donde incendiarse, para que jamás se la vuelva a ver; para que jamás pueda ser su cuerpo reconocido. Y es que su pecado era enorme; enorme y grave. ¿Cómo pudo ella, muchacha insensata, destruir los laboratorios junto con ese "don nadie" de Ziel Carphatia? ¿Cómo pudo asesinar al mejor científico que tenía la "Nueva Asociación"? Ante la ironía de sus pensamientos, una sonrisa se le escapó. Desde luego, si había algo de lo cual sentirse orgullosa, era por haber hecho añicos la esperanza de mantenerlos cautivos que tenían los desertores. Y realmente esperaba que aquella esperanza nunca renaciese. Más que nunca debían protegerse, cuidarse los unos a los otros, para evitar bajo cualquir circunstancia acabar entre las sucias manos de esos, justo como casi ocurre por segunda vez. El cuerpo del cazador había caído a tierra y ella no se había asomado a divisar las noticias respecto a su salud. ¿Estaba muerto, vivo, mitad y mitad? No lo sabía, pero sí sabía que no le sería sencillo volver a subir, por lo que necesitaría pensar en algún plan pronto, y así poder salir de allí.
Alrededor, se oían gritos. Los acordes de la Muerte no parecían cesar. Sin duda, Ziel estaba bien, o al menos con vida. Los gritos que se oían pertenecían a hombres y estaba más que segura de que se trataba de desertores, pero... ¿qué imagen de Ziel sería aquella que pronto se presentaría ante ella? ¿Qué faceta de él mostraría? No sabía para qué prepararse primero: si para huir lejos de los desertores o para plantarle cara a un Ziel salvaje que parecía estar fuera de control. Sin embargo, continuar pensando no le serviría de nada, y el tiempo se deslizaba demasiado veloz entre sus dedos. Por lo tanto, cerró los ojos y suspiró. ¿Qué remedio? Había que salir de allí de una buena vez. Entonces, Fraiah se dispuso a intentar salir al exterior una vez más. El aire le generó un ligero ardor en la pequeña herida que la bala había hecho sobre su cuello al rozarlo. Frunció el ceño y, tras escuchar unos ruidos extraños abajo, miró para ver qué ocurría. No parecía haber nadie más por esa zona, y los mayores gritos provenían de los arbustos. ¿Ziel estaba allí? Y entonces vio a Rangiku, la cazadora, y cómo aquel desertor que la misma Fraiah había arrojado desde el columpio, era atravesado por su katana. No emitió palabra alguna, pues se quedó anonadada con la imagen. Instantáneamente, recordó sus palabras acerca de su hermano, y todo lo demás que le había dicho. ¿El presente acto era, entonces, garantía para creerle y confiar en ella? No obstante, se veía aterrada. Por más que Fraiah agradeciera la muerte de ese imbécil, que la chica hubiera flaqueado en algún momento o quedase ahora algo traumada, no era bueno. Lo comprendía, porque ella podía padecer lo mismo, pero no era nada bueno para la situación actual. Y mientras permanecía caminando por la cuerda floja de la duda, los gritos en los arbustos no parecían cesar. ¿Por qué demonios no se movía? ¿Qué estaba esperando? ¿Por qué pensaba tanto cuando no había tiempo para meditar? Ahora que los impulsos eran más que milagrosos, su mente parecía acaparar cada uno de sus movimientos.
Cuando por fin la estupefacción había parecido pasar, estaba dispuesta a emitir unas palabras dirigidas a la cazadora. Iba a decirle que lo mejor era que todos se fueran de allí. Sin embargo, Fraiah observó una sombra en el suelo, acercándose. Se quedó quieta, hasta que divisó el par de orejas que se dibujaban en el suelo. Ingresó nuevamente en el columpio y recogió la bolsa con frutas. No lo dudó más y, por fin, salió. Ya la mitad de su cuerpo podía divisarse, pero entonces lo que vio debajo no fue precisamente lo esperado: Ziel estaba violentando a Rangiku. La había acorralado tras avanzar hacia ella, claramente amenazante. No sólo la cazadora estaba cubierta de sangre, sino que el propio Ziel presentaba un aspecto tremebundo, más aún con las diversas quemaduras que el sol había ocasionado sobre su piel. Y en cuanto Fraiah detectó sus intenciones, gritó. Gritó su nombre con todas sus fuerzas, imperativamente, ordenándole que se detenga. Miró hacia todas partes y por fin halló un medio más cómodo y seguro para bajar. Mientras efectuaba sus movimientos, no dejaba de gritarle. Maldición, ¿qué haría si Ziel también mataba a esa muchacha? Si ella era de los buenos, es decir, del pequeño y reducido grupo de nobles cazadores que quedaban, ¿cómo lograría que la Asociación protegiera a Ziel si éste acababa con ella? De todos modos, ¿cómo podía ser una humana más rápida que un par de colmillos? Fraiah estaba a punto de saltar al suelo, cuando el aroma de una sangre diferente a la derramada hasta el momento llegó a su nariz. Su instinto vampírico le permitía reconocer esas cosas, y sus pupilas, rápidamente, viajaron hacia la escena, horrorizada y con los nervios a punto de acabar con ella.
- Ziel... ¡no! -gritó, no muy fuerte, ni tampoco de modo brusco o agresivo. Ya estaba hecho. El chico se había prendido de aquella sangre y ahora... ¿y ahora quién lo detendría?
Los pies de Fraiah abatieron el suelo. Una vez allí, comenzó a avanzar hacia él, sin pensar en que no era recomendable tocar la comida de los animales salvajes. Pero, ¿quién pensaría en eso cuando hay una vida inocente en peligro? Sin embargo, en cuanto sus frenéticos movimientos iban a interferir en aquella situación, Ziel acabó por sorprender a los presentes. Fraiah se detuvo instantáneamente, quedándose petrificada mientras lo observaba, sumamente extrañada. Tragó saliva, nerviosa, mientras sentía cómo palpitaba de preocupación y miedo su corazón. Se llevó una mano al pecho, justo la que sostenía la bolsa con las frutas. Su semblante se suavizó un poco, pero podía olerse el temor y también vislumbrarse en sus pupilas brillantes. Al fin y al cabo, la ruda y segura Fraiah lograba esfumarse con tan poco, ¿no es cierto? Y ahora no sabía cómo reaccionar ante lo que estaba viendo. ¿Acaso Ziel estaba perdonándole la vida a esa muchacha? ¿Acaso había comprendido sus intenciones y que, al parecer, era una aliada y no una enemiga, como solían pensar? Y tras mirar a Rangiku, aún preocupada, sus iris, antaño voraces e intimidantes, viajaron, inocentes, hasta Ziel.
- Yo... yo creo que.. creo que deberíamos irnos de aquí -susurró, algo tartamudeante. Ya habría tiempo para analizar lo que había ocurrido y estaba ocurriendo. Ya habría tiempo para continuar inmóvil, una vez que encontrasen un refugio. Y tal vez marchar hacia el bosque fuera la mejor opción. Ahora que ocultarse era su prioridad, ¿qué mejor sitio que ese?
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- Fraiah B. Eslin
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