Helena Hoffman

Helena posee una personalidad compleja e inestable. Puede llegar a los extremos de la felicidad o la depresión en cuestión de segundos. Es extremadamente sensible y la mayor parte del tiempo se encuentra distraída, sumida en su propio mundo, el cual ha creado para escapar de la realidad que la rodea. Le cuesta bastante ser sociable y hacer amigos, pues ha tenido malas experiencias a lo largo de toda su infancia. Es una chica solitaria y fría consigo misma, incluso demasiado cruel. Marca su cuerpo cada noche, ejecutando diversas heridas para liberar por allí todo el dolor que le oprime el pecho. Sin embargo, para con el resto de la gente, se muestra cálida y alegre la mayor parte de las veces, intentando simular todo lo que puede su tristeza y desolación. Por más claridad que transmita el color de sus ojos cristalinos, su alma alberga demasiada oscuridad. Su mente es un misterio y su corazón también. Helena no pertenece a ningún sitio, ni siquiera se pertenece a sí misma. Hay días en donde en verdad desea estar muerta. Helena no vive, sobrevive.

Su vida ha sido complicada, desde los primeros años de su niñez. La familia de Helena pertenecía a la clase social más baja de Inglaterra. Comían pan todos los días, y solo eso. Rara vez podían acceder a otro tipo de alimento. Llegó un día en donde conocieron a un joven aristócrata, quien prometió ayudarles. Como hombre de palabra, cumplió con lo prometido. Contrató a la familia entera, que contaba con cuatro miembros -padre, madre, hermana menor y ella-, y pasaron a formar parte de una gran mansión cumpliendo con las tareas del hogar. Helena pasó a ser allí una pequeña e inocente mucama de siete años.
Los meses transcurrieron y la familia se encontraba sumamente agradecida con este joven. Sin embargo, una noche él llegó empapado en sangre y les rogó a los humanos -que además de ser sus sirvientes eran sus protegidos- que no salieran afuera por nada en el mundo. Se excusó diciendo que lo habían atacado unos delincuentes, pero la realidad distaba mucho de esa versión: el joven aristócrata resultó ser un vampiro y quienes lo hirieron fueron cazadores.
Unas semanas después, cuando las cosas parecían haber vuelto a la normalidad, irrumpió en la casa un grupo de cazadores y, creyendo que la familia estaba encubriendo al vampiro, los secuestraron para sacar provecho de la situación. El vampiro había cometido crímenes, y debía pagar por ellos. La familia fue dividida y cada miembro fue llevado a diferentes cuarteles de cazadores, de modo que el vampiro se debería esmerar si pretendía encontrarlos. Aunque aquel ser nocturno hubiera cometido asesinatos, eso no significaba que no sintiera aprecio por aquellos humanos que tan bien mantenían la calidez de su frío hogar. Cuartel por cuartel, recorrió cada rincón para poder hallarlos y acabar con el asunto, pero los negligentes hombres de armas creyeron que los humanos aspiraban a ser convertidos por el Pura Sangre -como tantos otros- y comenzaron a torturarlos para sacarle información. Uno a uno fueron cayendo, sin poder resistir los castigos. Primero su madre, luego su padre, y a su hermana pequeña al considerarla inocente, se la llevaron a donde nadie jamás supo. Incluso hoy día se encuentra desaparecida. ¿Y qué quedaba para la pequeña Helena de ese entonces? Frente a sus ojos, en la soledad de su pequeña cárcel gris, vio cómo aquellos cazadores asesinaban al único hombre que se apiadó de ellos. Escuchaba cómo le gritaban ferozmente "maldita escoria del infierno", "desgraciado chupasangre", "¿planeabas comerte a esa niña, eh?". Las manchas de sangre llegaron hasta su rostro y lo último que vio aquella noche fueron sus rojos ojos y la fina y delicada sonrisa que le dedicaba siempre.
Pasaron los años y Helena abrió sus ojos cada día en un orfanato. Había sido enviada a un pueblo oscuro y solitario en medio de la nada. Le habían dicho que estando allí, podría comenzar su vida otra vez. Sin embargo, los trastornos comenzaron y junto con ellos la perdición de la chica. Cayó en un pozo depresivo. Cada noche prometía no recordar nada al otro día, y si lo hacía, se autocastigaba por no cumplir con la promesa. Así todas las noches. Incluso llegó a olvidar de qué modo se había lastimado la velada anterior. Además, era maltratada todo el tiempo por sus compañeros, pues la consideraban rara y siniestra, pero la verdad es que era demasiado sumisa como para defenderse.
Al cumplir dieciséis años, consideraron que su estado había mejorado y podía ya salir a la luz del sol y construir su futuro. Helena simulaba muy bien, ¿eh? Una sonrisa era en verdad un llanto; un agradable gesto era en realidad una cicatriz. Logró hacerle creer a sus tutores e incluso a los médicos que había mejorado notablemente. La mayor parte del día se dedicaba a hacer tareas domésticas y depositaba allí su tiempo. Cuando salió del asilo, fue a buscar trabajo, y lo encontró en la cafetería del pueblo. Trabaja allí todo el día, sin descanso, pues mientras menos tiempo posea para pensar, mejor.  
Y esa es su vida, finalmente. Depresión diaria, deseos de estar bajo tierra, odio y temor a aquellos hombres de los cuales no recuerda el rostro, pero sí sus armas, y desesperada intención de fingir no saber la existencia de aquellos seres inmortales... Desesperada intención por no verlos ni en sueños. Cada noche jura que no existen, que son producto de su imaginación, que el pasado fue parte solo de una horrible pesadilla y que ella no viene de ningún sitio, ni va hacia ningún lado.

- La mayor parte del tiempo lleva guantes, pues de aquel modo oculta con mayor facilidad las heridas de sus muñecas, que es el sitio donde más se flagela junto a sus muslos.
- Es demasiado supersticiosa.
- Al estar tan ensimismada luchando por no recordar, su misma depresión juega con su mente y suele olvidar dónde ha estado el día anterior, qué ha hecho y con quién. Se encierra tanto en su interior que la tristeza le provoca esos trastornos psicológicos.
- Teme y odia a los cazadores. Si tiene que elegir entre defender a uno de estos o a un vampiro, por la única imagen que posee de aquellos seres, no dudaría en defender al ser inmortal.