Nora Von Karahann

-Nombre: Nora Von Karahann
-Edad: 210
-Lugar y fecha de nacimiento: 5 de Mayo de 1802, en una ornamentada mansión de Londres
-Pertenece a la clase nocturna: Sí
-Curso: primero
-Pertenece al consejo de ancianos: No
-Descripcion fisica o foto: Nora, a pesar de tener 210 años, tiene la apariencia de una niña de apenas 10 primaveras. Sus ojos son azules, de un tono muy intenso, alegres. Cuando caza, se tornan de color rojo, pero el tono va volviendo a su azul original según pasan los días. Su cabello castaño apenas llega 5 centímetros más abajo de sus hombros, y es liso pero no lacio. Le gusta vestir con muchos adornos, chorreras, cuellos con lazos y cualquier tipo de accesorio. Las enaguas que lleva siempre debajo de la falda eran típicas en su época y a ella le gusta seguir llevándolas. La corona negra que adorna su cabeza la lleva como recuerdo de su pasado, que arrastra como fantasma sus cadenas.

Spoiler:

-Descripcion psicologica: A pesar de tener el aspecto de una niña de 10 años, Nora tiene la mente de una persona adulta. 210 años son muchos años, y durante ese tiempo, ha desarrollado una personalidad un tanto calculadora y fría. Conoce a bastante gente, pero amigos tiene pocos o ninguno. Suele usar a la gente en su propio beneficio, e incluso ha llegado a amenazar a humanos para lograr lo que ella quería. Aunque al final siempre acaba asesinando a quien ha amenazado, no quiere dejar rastro a ningún cazavampiros… y un testigo es una gran pista.
-Poderes: Es capaz de dormir a alguien con su canto. No llega a hipnotizar porque sus “víctimas” se duermen directamente sin pasar por el trance.
-Fobias Las agujas
Le gusta: Los gatitos, los lazos, la sangre
-Historia: La madre de Nora, Rose Wolowitzch , se quedó encinta tras una loche de alocada pasión con un joven irlandés. Ella jamás volvió a ver al muchacho, ya que al día siguiente desapareció. A los dos meses ella confirmó sus peores sospechas y se lo comunicó a su familia. Su padre enfureció y la echó de casa, tras horas de gritos y discusiones.
La pobre Rose se vio en la calle sola, sin tener qué llevarse a la boca ni dónde dormir. Subsistía a base de lo que pedía en la iglesia los domingos en la puerta (ya que no estaba permitida la entrada a los pedigüeños ni a los mendigos), durmiendo en parques… Mientras su bebé seguía creciendo dentro de ella y le robaba la poca energía que le quedaba.
Una tarde de invierno, Rose estaba sentada en la puerta de la iglesia, como todos los domingos. Aquel día hacía viento, pero ella ya no sentía nada. Sus ropas daban pena o asco o las dos cosas, y la gente ya no la veía como la joven Wolowitzch, sino como la mendiga que siempre estaba en la plaza de Saint Paul. Pero esa tarde, en la que ella tenía la mirada perdida mientras valoraba el hundirse con su bebé para siempre en las aguas del Támesis, un hombre se plantó delante de ella. La joven alzó la cabeza y vio el rostro del hombre, atractivo y casi sonriente que la miraba desde arriba. El hombre se puso de cuclillas delante de ella y le dijo:
-Sé quién eres, Rose Wolowitzch.
Ella abrió los ojos asombrada e intentó decir algo. Pero el hombre acercó su mano al rostro de la joven y lo acarició con infinita ternura.
-Pobre muchacha. Deberías verte… Tu antigua belleza debe estar oculta debajo de toda esa suciedad… - se levantó y le tendió una mano -. Ven conmigo Rose. Te daré techo, comida y todo lo que necesites.
Ella tan solo pudo alcanzar a murmurar:
-Lo siento, mi señor, pero no sé quién sois ni…
-Mi nombre es Miles Von Karahann.
A Rose se le detuvo el corazón en ese instante. Miles Von Karahann, el hombre más rico de la ciudad de Londres, el dueño de las primeras industrias, le estaba ofreciendo a ella, una mendiga, techo y cobijo. Ella no se lo pensó dos veces y aceptó la ayuda de Miles.
Meses después nació la pequeña Nora. Nació en un ámbito excelente, ya que Rose y Miles habían congeniado y habían contraído matrimonio. La familia de Rose había desaparecido inexplicablemente, así que ella no tuvo problemas para aceptar tomar el apellido de Miles. Pero en la casa no estaban solos ellos tres. Había un muchacho, Kobik, al que Miles había adoptado dos años atrás, y que trataba como un hijo más. Pero nunca fue ningún problema para Rose ni para su hija.
Miles cuidaba de Nora como si fuera su propia hija. La niña creció con los cariños de sus padres y nunca supo que Miles no era su verdadero padre. A veces se mostraba recelosa de su “hermano” Kobik, pero cuando ella fue un poco más mayor, encontró en su hermano al mejor compañero de juegos. Algo de Kobik despertaba sospechas en Rose, pero Miles siempre la calmaba, diciéndole que él confiaba en aquel muchacho y que ella hiciera lo mismo.
Cuando Nora tenía 10 años, sucedió. Fue de la forma más inocente o… Quién sabe. Estaba en el jardín de su portentosa casa con su hermano y su perro, jugando los tres en el césped, cuando Kobik perdió el control. Había sido todo un mérito jugar durante 10 años con una niña y que el dulzor de olor no le hiciera perder la cabeza. Pero esa tarde de verano, con menos ropa por el calor y jugando los tres tan bruscamente… Al final Kobik mordió a la niña. Ella gritó de puro terror, y su perro se abalanzó sobre el pobre Kobik, separándolo. Cuando Rose acudió para ver qué pasaba, encontró a la niña inconsciente en el suelo y a Kobik intentando zafarse del perro. La explicación que dio el joven fue que el perro los había atacado a los dos, empezando por la niña.
El perro fue sacrificado, y Nora pasó mucho tiempo en la cama. Su madre la velaba día y noche, preocupada porque el corazón de su hija apenas latía y ya siempre estaba fría… Sus mejillas no eran rosadas como antaño. Ya nada era igual.
Cuando Nora despertó… Su sed la cegaba. En ese momento era un animal que acababa de nacer y necesitaba alimentarse. Y su madre fue su bautizo de sangre. Nora no recuerda los aullidos de Rose, pero sí recuerda cuando la consciencia volvió a ella y se vio cubierta de la sangre de su propia madre que entonces estaba muerta y desmembrada sobre su cama. Horrorizada, se cambió de ropas y huyó. Salió corriendo de su casa.
Poco tardaron en ponerle precio a su cabeza, era una vampiresa y los cazarrecompensas no escaseaban en Inglaterra. Diciendo su nombre y mordiendo a quien le era oportuno, logró tomar un ferri y se marchó a Francia. Allí dio pie a las historias del chupacabras que mataba al ganado y… a los granjeros.
Durante dos siglos estuvo matando, robando y manipulando a los que la rodeaban. Nadie hacía preguntas, y cuando las había, era eliminado sin más dilación. El destino y el tiempo la llevaron a Japón, y allí conoció a otros vampiros, que le hablaron de una academia nocturna. Interesada…o más bien aburrida, decidió apuntarse.