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Planta superior
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Planta superior
Son un conjunto de salas privadas, no es necesario usar la máscara aquí.
- Kaien Cross
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Re: Planta superior
Tan elegante y tan variable. Así entré en la masquerade, con el respectivo traje veneciano y su correspondiente máscara. Y nada más hacerlo, algunas chicas de la Academia, sospecharon de quién era. Otras gritaron "lo mono" que era. Sin embargo, a cada pregunta sobre el traslado de Clase, respondía sonriente que yo no era Ziel Carphatia. Pues no estaría fingiendo hacer bien mi papel. Porque, en realidad, ya no me sentía el Ziel que una vez fui. El tiempo me había cambiado. Los cazadores y los vampiros también me habían cambiado.
Con tal de evitar la marabunta de alumnado y conversaciones a las que ni siquiera prestaba atención, había bajado un tiempo al jardín; e incluso pasé por la zona de baile. Vagabundo, porque no era otra cosa que eso. No atendía a la música, a la gente, sus risas y la diversión que tenían. Lo único que veía eran caras que seguramente conociera, pero que ahora mismo actuaban de extrañas y me aturdían aún más. Aun por los esfuerzos que tomaba de aparentar ser "un chico normal", había algo que no podía controlar: instintos. Y hoy, más que nunca, se afloraban. Todo estaba rodeado principalmente de humanos y sólo degustaban a mi nariz con tan gratificantes olores. Cada vez que daba un paso más, la sed corrompía cada arteria, cada hueso.
Y sólo concebía una única idea en la cabeza: Cazadores.
Agobiado y nervioso, llegué al segundo piso prácticamente corriendo. Necesitaba huir de allí. Pero a medida que más tiempo pasaba, la fiesta comenzaba a llenarse de más y más gente. Hasta que no terminara, no me veía capaz de bajar. Tampoco las figuras de Ellos me dejaran hacerlo. Observar aquellas caras conocidas era locura hecha carne. Acechaban en cada rincón, en cada recoveco y cada lugar amplio. O era obsesión mía o estaban en todas partes, pendientes y expectantes por lo que pudiera pasar. Por el golpe que se pudiera cometer con tantos rehenes e inocentes dentro. Y mientras tanto, millones de maltratos y amenazas acudían para martirizarme de nuevo.
El pulso empezó a temblar y las piernas empezaron a dar zancadas para huir. En cambio, no podía escapar a ningún lado que no fuera alguna de esas habitaciones del segundo piso. Chocaba con la gente y tiraba cientos de copas de alcohol, pero poco me importaba. Quería escapar de mi propia existencia. Si fuera posible, volverme una sombra a la que no pudieran ver.
A toda prisa ingresé en una de esas "salas privadas" y atranqué la puerta, poniendo hasta muebles detrás de ella. La gente dejaba de usar la máscara en esta zona pero no quería quitármela aunque estuviera encerrándome yo solo. No quería que me reconocieran ni en mi propia soledad. No quería que me hablaran. No quería que llegaran a rozarme ni un sólo segundo más.
Pegué la espalda a la madera de una de las cómodas y poco a poco fui descendiendo hasta el suelo. No podía más. No podía crear una muralla de la nada, no en este estado. Ya en la burbuja de soledad y privacidad que yo mismo había creado personalmente, abracé las piernas y lloré desconsoladamente en silencio. Nada más que quería llorar y gritar socorro. Pero, ¿quién acudiría en mi ayuda sino Ellos? ¿Cómo podía fiarme de aquel que se acercara? Me había vuelto demasiado desconfiado con las personas, ¿qué esperaban? Yo sólo quería paz, tranquilidad, ser un chico normal y corriente; quitar el peso de la cabeza, el peso de los músculos, el peso que llevaba cargando el alma desde hacía tiempo. Porque, el deseo de ellos pudiera llevarse aquella noche por unas manos inocentes e inmortales. Por algo me habían llevado allí y habían sanado mis heridas. Tenía "órdenes" que acatar: debía matar a Marcus O'Conell.
Y por primera vez, rezaba porque él no osará a llegar a dicha fiesta ni que siguiera mi rastro. O el caos volvería a este lugar. Exactamente, la Muerte llegaría a este lugar; ya que uno de los dos acabaría por ser vencido. Y entonces, la desesperación llegaría a mi vida nuevamente. O quizá fuera el descanso que ansiaba.
Con tal de evitar la marabunta de alumnado y conversaciones a las que ni siquiera prestaba atención, había bajado un tiempo al jardín; e incluso pasé por la zona de baile. Vagabundo, porque no era otra cosa que eso. No atendía a la música, a la gente, sus risas y la diversión que tenían. Lo único que veía eran caras que seguramente conociera, pero que ahora mismo actuaban de extrañas y me aturdían aún más. Aun por los esfuerzos que tomaba de aparentar ser "un chico normal", había algo que no podía controlar: instintos. Y hoy, más que nunca, se afloraban. Todo estaba rodeado principalmente de humanos y sólo degustaban a mi nariz con tan gratificantes olores. Cada vez que daba un paso más, la sed corrompía cada arteria, cada hueso.
Y sólo concebía una única idea en la cabeza: Cazadores.
Agobiado y nervioso, llegué al segundo piso prácticamente corriendo. Necesitaba huir de allí. Pero a medida que más tiempo pasaba, la fiesta comenzaba a llenarse de más y más gente. Hasta que no terminara, no me veía capaz de bajar. Tampoco las figuras de Ellos me dejaran hacerlo. Observar aquellas caras conocidas era locura hecha carne. Acechaban en cada rincón, en cada recoveco y cada lugar amplio. O era obsesión mía o estaban en todas partes, pendientes y expectantes por lo que pudiera pasar. Por el golpe que se pudiera cometer con tantos rehenes e inocentes dentro. Y mientras tanto, millones de maltratos y amenazas acudían para martirizarme de nuevo.
El pulso empezó a temblar y las piernas empezaron a dar zancadas para huir. En cambio, no podía escapar a ningún lado que no fuera alguna de esas habitaciones del segundo piso. Chocaba con la gente y tiraba cientos de copas de alcohol, pero poco me importaba. Quería escapar de mi propia existencia. Si fuera posible, volverme una sombra a la que no pudieran ver.
A toda prisa ingresé en una de esas "salas privadas" y atranqué la puerta, poniendo hasta muebles detrás de ella. La gente dejaba de usar la máscara en esta zona pero no quería quitármela aunque estuviera encerrándome yo solo. No quería que me reconocieran ni en mi propia soledad. No quería que me hablaran. No quería que llegaran a rozarme ni un sólo segundo más.
Pegué la espalda a la madera de una de las cómodas y poco a poco fui descendiendo hasta el suelo. No podía más. No podía crear una muralla de la nada, no en este estado. Ya en la burbuja de soledad y privacidad que yo mismo había creado personalmente, abracé las piernas y lloré desconsoladamente en silencio. Nada más que quería llorar y gritar socorro. Pero, ¿quién acudiría en mi ayuda sino Ellos? ¿Cómo podía fiarme de aquel que se acercara? Me había vuelto demasiado desconfiado con las personas, ¿qué esperaban? Yo sólo quería paz, tranquilidad, ser un chico normal y corriente; quitar el peso de la cabeza, el peso de los músculos, el peso que llevaba cargando el alma desde hacía tiempo. Porque, el deseo de ellos pudiera llevarse aquella noche por unas manos inocentes e inmortales. Por algo me habían llevado allí y habían sanado mis heridas. Tenía "órdenes" que acatar: debía matar a Marcus O'Conell.
Y por primera vez, rezaba porque él no osará a llegar a dicha fiesta ni que siguiera mi rastro. O el caos volvería a este lugar. Exactamente, la Muerte llegaría a este lugar; ya que uno de los dos acabaría por ser vencido. Y entonces, la desesperación llegaría a mi vida nuevamente. O quizá fuera el descanso que ansiaba.
- Ziel A. Carphatia
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Re: Planta superior
Acababa de llegar y ya se sentía agobiada. Aunque le gustase demasiado asistir a fiestas, últimamente solo quería aislarse del mundo. Natsuki se escabulló del salón de baile sigilosamente. Era bueno eso de utilizar máscara, pues con un buen maquillaje y un peinado preciso, no sería fácil de reconocer. Y, justamente, eso había hecho.
Llevaba un vestido rojo y negro intenso, guantes negros combinados y un antifaz lleno de plumas que permitirían divisar menos aún su rostro.
De aquella forma, Natsuki logró llegar hasta la planta superior. No quería ver a sus amigas -sus supuestas amigas- ni quería que le insistieran para llevar a cabo alguna representación de los clásicos del teatro allí mismo. Aquel pianista quedaba muy bien con el escenario, ella no tenía por qué arruinarlo. ¿O no? Suspiró mientras continuaba dándole máquina a su mente. Caminó algo efusiva por el pasillo. Quería entrar a alguna habitación y quitarse toda esa frustración de encima. Tal vez retocase un poco su maquillaje y lograra salir sin más confusiones ni remordimientos en su mente.
Llegó hasta una habitación y puso su mano en el pomo: estaba cerrada. Le habían dicho que esa habitación tenía un enorme espejo, por lo cual quería entrar allí a toda costa. Necesitaba ver su maldito reflejo. Insistió con la puerta, intentando abrir aún, y nada. Suspiró y alzó ambas manos, en signo de impaciencia y nerviosismo. Insistió otra vez y acabó por dar unos suaves golpes. Tal vez alguien estuviera dentro.
Llevaba un vestido rojo y negro intenso, guantes negros combinados y un antifaz lleno de plumas que permitirían divisar menos aún su rostro.
De aquella forma, Natsuki logró llegar hasta la planta superior. No quería ver a sus amigas -sus supuestas amigas- ni quería que le insistieran para llevar a cabo alguna representación de los clásicos del teatro allí mismo. Aquel pianista quedaba muy bien con el escenario, ella no tenía por qué arruinarlo. ¿O no? Suspiró mientras continuaba dándole máquina a su mente. Caminó algo efusiva por el pasillo. Quería entrar a alguna habitación y quitarse toda esa frustración de encima. Tal vez retocase un poco su maquillaje y lograra salir sin más confusiones ni remordimientos en su mente.
Llegó hasta una habitación y puso su mano en el pomo: estaba cerrada. Le habían dicho que esa habitación tenía un enorme espejo, por lo cual quería entrar allí a toda costa. Necesitaba ver su maldito reflejo. Insistió con la puerta, intentando abrir aún, y nada. Suspiró y alzó ambas manos, en signo de impaciencia y nerviosismo. Insistió otra vez y acabó por dar unos suaves golpes. Tal vez alguien estuviera dentro.
- Natsuki Sugimura
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Re: Planta superior
Sonó el pomo girándose y numerables golpes en la puerta.
Levanté la cabeza, deteniendo el llanto. Me entró el pánico inmediatamente. ¿Qué hacía? ¿Abría la puerta? ¿Contestaba? No, era obvio que había alguien dentro. Tenía que hacerlo por mucho que no quisiera. Y los golpes seguían. Olía demasiado a humano y no podía evitar desear su sangre. La sed volvía cada vez más fuerte e intensa. Tragué saliva como pude, pasando una mano por la garganta. Parecían miles de cuchillos atravesándola al mismo tiempo.
Otra vez el pomo quiso girar y abrir la puerta. Nervioso, agarré las puntas del pelo, escondiéndome entre las rodillas, llorando nuevamente. Parecía un niño pequeño cabreado y obstinado con el mundo. Poco me importaba lo que pareciera. No, no quiero abrir. Me da igual quién sea, no pienso hacerlo. Si lo hago no sé qué podría pasar, ni quién podría ser. Quizá fueran los cazadores, insistentes con el cometido que me habían encargado. Ya que, ¿quién mejor acercarse a Marcus que su propio protegido? Véte, véte de aquí quien sea. Soy un peligro para la existencia de todos los humanos ahora mismo. Hasta para los vampiros resultaba una amenaza. No era experto en controlar esto y perdía el control lentamente. Tomé aire, hiperventilando como si de un humano se tratara. Había cosas que no se olvidaban, por muy inmortal que fuera. Entre ellas, esta. Era fácil que me desquiciara, igual que entonces. Las manos me temblaban, e inclusive hasta los labios. Pero debía dar una contestación o tirarían la puerta abajo seguramente.
Estiré las piernas, poniendo la frente en la puerta. Quería ayuda, pero me negaba a utilizarla por temor a hacer daño a inocentes. Tampoco estaban Marcus ni Bella para detenerme por si algo ocurriera. Ahora estaba completamente desarropado y debía controlarme con todo lo que tuviera. Confiaba en que pudiera hacerlo, aunque empezaba a dudarlo cada vez más. El cansancio jugó la peor pasada de todas. A la cabeza llegaron imágenes del baño, de los edificios abandonados, del tiempo que había pasado secuestrado por los cazadores. Tomé aire desesperadamente. Y, como no, todos aquellos cadáveres que habían caído bajo las manos del neófito. Yo... no soy un asesino. ¡No lo soy! No quiero matar a nadie más. Por favor véte. Si amas tu vida, márchate antes de que te arrepientas.
El aroma de aquel permufe se colaba por la rendija del suelo, se impregnaba en la madera y llegaba hasta mi nariz.
-¿Por qué no te largas de aquí? ¡Está ocupado! - Grité desde dentro. Apreté las manos, aferrando fuertemente el pelo y apretando la mandíbula lo más que podía. - ¡Márchate! ¡Largo! ¡Dejadme en paz! - Volví a vociferar, entre furioso e inquieto. - Véte... Largo... No quiero ver a nadie... Por favor... Por lo que más quieras, ve a otro lado... - Supliqué, arrastrando cada palabra con esfuerzo, bajando las manos por la puerta y acabar en el mueble, de rodillas en el suelo. Mientras, se escurrían lágrimas por las mejillas hasta hacer cauce sobre ellas y empapar la máscara.
Jamás habría apostado porque Sugimura-san estuviera al otro lado, esperando.
Levanté la cabeza, deteniendo el llanto. Me entró el pánico inmediatamente. ¿Qué hacía? ¿Abría la puerta? ¿Contestaba? No, era obvio que había alguien dentro. Tenía que hacerlo por mucho que no quisiera. Y los golpes seguían. Olía demasiado a humano y no podía evitar desear su sangre. La sed volvía cada vez más fuerte e intensa. Tragué saliva como pude, pasando una mano por la garganta. Parecían miles de cuchillos atravesándola al mismo tiempo.
Otra vez el pomo quiso girar y abrir la puerta. Nervioso, agarré las puntas del pelo, escondiéndome entre las rodillas, llorando nuevamente. Parecía un niño pequeño cabreado y obstinado con el mundo. Poco me importaba lo que pareciera. No, no quiero abrir. Me da igual quién sea, no pienso hacerlo. Si lo hago no sé qué podría pasar, ni quién podría ser. Quizá fueran los cazadores, insistentes con el cometido que me habían encargado. Ya que, ¿quién mejor acercarse a Marcus que su propio protegido? Véte, véte de aquí quien sea. Soy un peligro para la existencia de todos los humanos ahora mismo. Hasta para los vampiros resultaba una amenaza. No era experto en controlar esto y perdía el control lentamente. Tomé aire, hiperventilando como si de un humano se tratara. Había cosas que no se olvidaban, por muy inmortal que fuera. Entre ellas, esta. Era fácil que me desquiciara, igual que entonces. Las manos me temblaban, e inclusive hasta los labios. Pero debía dar una contestación o tirarían la puerta abajo seguramente.
Estiré las piernas, poniendo la frente en la puerta. Quería ayuda, pero me negaba a utilizarla por temor a hacer daño a inocentes. Tampoco estaban Marcus ni Bella para detenerme por si algo ocurriera. Ahora estaba completamente desarropado y debía controlarme con todo lo que tuviera. Confiaba en que pudiera hacerlo, aunque empezaba a dudarlo cada vez más. El cansancio jugó la peor pasada de todas. A la cabeza llegaron imágenes del baño, de los edificios abandonados, del tiempo que había pasado secuestrado por los cazadores. Tomé aire desesperadamente. Y, como no, todos aquellos cadáveres que habían caído bajo las manos del neófito. Yo... no soy un asesino. ¡No lo soy! No quiero matar a nadie más. Por favor véte. Si amas tu vida, márchate antes de que te arrepientas.
El aroma de aquel permufe se colaba por la rendija del suelo, se impregnaba en la madera y llegaba hasta mi nariz.
-¿Por qué no te largas de aquí? ¡Está ocupado! - Grité desde dentro. Apreté las manos, aferrando fuertemente el pelo y apretando la mandíbula lo más que podía. - ¡Márchate! ¡Largo! ¡Dejadme en paz! - Volví a vociferar, entre furioso e inquieto. - Véte... Largo... No quiero ver a nadie... Por favor... Por lo que más quieras, ve a otro lado... - Supliqué, arrastrando cada palabra con esfuerzo, bajando las manos por la puerta y acabar en el mueble, de rodillas en el suelo. Mientras, se escurrían lágrimas por las mejillas hasta hacer cauce sobre ellas y empapar la máscara.
Jamás habría apostado porque Sugimura-san estuviera al otro lado, esperando.
- Ziel A. Carphatia
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Re: Planta superior
Insistente, Natsuki continuaba dándole golpes a la puerta. No se marcharía de allí sin dar un vistazo al bendito espejo. Suspiró un par de veces, se quejó en voz baja otras tantas. ¿Qué demonios ocurría? ¿por qué estaba cerrado y nadie respondía desde el interior? Si esto era una broma a su desesperación femenina, pues no le agradaba en lo absoluto. Necesitaba verse allí, en ese maldito cristal brillante, para hablarse a sí misma como hacía a menudo y quitarse la mala vibra que acarreaba con ella desde que se quedó aquel día en el departamento de su hermano.
Estaba a punto de golpear nuevamente, pero algo la detuvo. Mejor dicho, una voz la detuvo. Natsuki retrocedió unos cuantos pasos. Llevó la mano que tenía hecha un puño -lista para bombardear la puerta- hasta su pecho. Frunció el ceño levemente. Esa voz era conocida. Ella conocía al individuo del cual provenía. Sin embargo, ¿aquello que oía también eran llantos? Negó suavemente con la cabeza, entre incrédula y sorprendida. Todo se tornaba cada vez más raro a su alrededor.
- ¿Carphatia-kun? ¿Eres tú? ¿Qué ocurre? -preguntó, intentando sacar conclusiones del hecho-. Soy Natsuki. Abre la puerta -dijo luego, queriendo persuadirlo, pues sencillamente no podía creerlo. Además, aquí podía decir su nombre, pues había oído que en la planta superior no era necesario el misterio.
¿Ziel Carphatia estaba allí encerrado, como una niña llorona, chillando en silencio? Definitivamente algo andaba mal. ¿Era el mismo Ziel que ella conocía? ¿Era aquel que le gustaba a Sakamoto? ¿Era su mismo compañero de clase, quien tuvo que interpretar un papel femenino en una de sus obras? Ciertamente, jamás se imaginaría que lo encontraría así, in fraganti, encerrado en una habitación de la planta superior en plena fiesta.
Estaba a punto de golpear nuevamente, pero algo la detuvo. Mejor dicho, una voz la detuvo. Natsuki retrocedió unos cuantos pasos. Llevó la mano que tenía hecha un puño -lista para bombardear la puerta- hasta su pecho. Frunció el ceño levemente. Esa voz era conocida. Ella conocía al individuo del cual provenía. Sin embargo, ¿aquello que oía también eran llantos? Negó suavemente con la cabeza, entre incrédula y sorprendida. Todo se tornaba cada vez más raro a su alrededor.
- ¿Carphatia-kun? ¿Eres tú? ¿Qué ocurre? -preguntó, intentando sacar conclusiones del hecho-. Soy Natsuki. Abre la puerta -dijo luego, queriendo persuadirlo, pues sencillamente no podía creerlo. Además, aquí podía decir su nombre, pues había oído que en la planta superior no era necesario el misterio.
¿Ziel Carphatia estaba allí encerrado, como una niña llorona, chillando en silencio? Definitivamente algo andaba mal. ¿Era el mismo Ziel que ella conocía? ¿Era aquel que le gustaba a Sakamoto? ¿Era su mismo compañero de clase, quien tuvo que interpretar un papel femenino en una de sus obras? Ciertamente, jamás se imaginaría que lo encontraría así, in fraganti, encerrado en una habitación de la planta superior en plena fiesta.
- Natsuki Sugimura
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Re: Planta superior
Se formó el silencio. Tanto dentro, como fuera de la habitación. Tragué saliva, abriendo la boca y lamiendo los colmillos. El olor seguía presente pero, ¿se habría ido la presencia del otro lado después de los gritos? ¿Seguiría ahí? Era algo que desconocía, aunque pronto se escuchó la verdad procedente de una voz femenina del otro lado. Estiré de nuevo las piernas y pegué la mejilla a la puerta. Espera, espera. Conocía esa voz a la perfección. Si mal memoria no tenía, resultaba ser la Presidenta del Club de Teatro: Sugimura-san.
Quedé totalmente sorprendido. ¿Qué hacía ella aquí? ¿Por qué quería entrar tan a la desesperada en la habitación? Cerré los ojos, limpiando las lágrimas, pensando qué inventar y qué decir para que se marchara de allí. Ahora ya no éramos simples compañeros de clase, ni de una obra de teatro, sino de diferentes razas. También pertenecía a la Clase Nocturna a partir del momento en que me convertí. Ella debería conocer la noticia, al igual que el resto. Además, teníamos muchas más diferencias que puntos en común. Por así decirlo, Sugimura-san y yo nos habíamos convertido en enemigos por nuestra esencia. Pues los vampiros se alimentaban de ellos y la mayoría de los cazadores eran humanos al mismo tiempo. ¿Y si Sugimura pertenecía a la Asociación y jamás llegué a enterarme? ¿Cómo podía confiar en ella tan de repente? No tenía pruebas de que fuera inocente o de que no lo fuera. Puede que estuviera deseando gritarle "Natsuki, sácame de aquí, por favor" o algún otro mensaje de ayuda para que me sacara de allí, pero mordí la lengua para impedirlo. En el caso de que Sugimura no supiera nada acerca del tema, lo único que haría sería ponerla en peligro. Ya había demasiada gente a la que quería dentro en este jaleo, como para estar metiendo más. Quizá algunas veces era egoísta, aunque en esto no. Tenía las ideas frías en el tema. Esto era mi problema, así que sólo yo acarrearía con lo que siguiera.
De cualquier forma, no abriría la puerta a nadie del que no estuviera seguro del todo. Hoy en día todo el mundo tenía dos caras: una para ellos y otra para la sociedad.
Finalmente, encontré una respuesta.
-Lo siento pero no soy esa persona de la que hablas. Te has confundido. - Contesté, hasta seguro de mis propias palabras. Separé la mejilla de la puerta y bajé la cabeza entre los brazos. Sugimura, márchate de aquí, por favor. - No voy a abrir la puerta, lo siento. Este es un sitio privado. Así que puedes ir buscando otra habitación. - Sugerí amable. Quizá en esta planta no era obligatorio mantener el anonimato y Natsuki lo hubiera infringido al decir su nombre; en cambio, yo no lo haría. Debía seguir fingiendo ser un desconocido si no quería causar daños a mi ex-compañera de clase. Porque, si realmente llegara a entrar en aquella habitación, de seguro que no podría evitar avalanzarme sobre ella.
Quedé totalmente sorprendido. ¿Qué hacía ella aquí? ¿Por qué quería entrar tan a la desesperada en la habitación? Cerré los ojos, limpiando las lágrimas, pensando qué inventar y qué decir para que se marchara de allí. Ahora ya no éramos simples compañeros de clase, ni de una obra de teatro, sino de diferentes razas. También pertenecía a la Clase Nocturna a partir del momento en que me convertí. Ella debería conocer la noticia, al igual que el resto. Además, teníamos muchas más diferencias que puntos en común. Por así decirlo, Sugimura-san y yo nos habíamos convertido en enemigos por nuestra esencia. Pues los vampiros se alimentaban de ellos y la mayoría de los cazadores eran humanos al mismo tiempo. ¿Y si Sugimura pertenecía a la Asociación y jamás llegué a enterarme? ¿Cómo podía confiar en ella tan de repente? No tenía pruebas de que fuera inocente o de que no lo fuera. Puede que estuviera deseando gritarle "Natsuki, sácame de aquí, por favor" o algún otro mensaje de ayuda para que me sacara de allí, pero mordí la lengua para impedirlo. En el caso de que Sugimura no supiera nada acerca del tema, lo único que haría sería ponerla en peligro. Ya había demasiada gente a la que quería dentro en este jaleo, como para estar metiendo más. Quizá algunas veces era egoísta, aunque en esto no. Tenía las ideas frías en el tema. Esto era mi problema, así que sólo yo acarrearía con lo que siguiera.
De cualquier forma, no abriría la puerta a nadie del que no estuviera seguro del todo. Hoy en día todo el mundo tenía dos caras: una para ellos y otra para la sociedad.
Finalmente, encontré una respuesta.
-Lo siento pero no soy esa persona de la que hablas. Te has confundido. - Contesté, hasta seguro de mis propias palabras. Separé la mejilla de la puerta y bajé la cabeza entre los brazos. Sugimura, márchate de aquí, por favor. - No voy a abrir la puerta, lo siento. Este es un sitio privado. Así que puedes ir buscando otra habitación. - Sugerí amable. Quizá en esta planta no era obligatorio mantener el anonimato y Natsuki lo hubiera infringido al decir su nombre; en cambio, yo no lo haría. Debía seguir fingiendo ser un desconocido si no quería causar daños a mi ex-compañera de clase. Porque, si realmente llegara a entrar en aquella habitación, de seguro que no podría evitar avalanzarme sobre ella.
- Ziel A. Carphatia
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Re: Planta superior
¿Por qué tanto rodeo? Natsuki no comprendía el repentino silencio, y mucho menos aquella negación absoluta a abrir el cerrojo de una buena vez. Aunque no oyera ninguna palabra más desde el interior, podía adivinar que su compañero de Clase -o mejor dicho quien fue una vez su compañero de clase- no tenía ni la mínima intención de dejarle pasar. Natsuki suspiró y dio unos pasos hacia atrás. Contaría hasta tres, si no oía ninguna respuesta de su parte, probablemente optara por un método algo medieval y acabara derrumbando la puerta.
Lleguó hasta el número dos y medio cuando escuchó su voz. Sonrió y se acercó otra vez, pero su respuesta distaba demasiado de dejarla satisfecha. Enarcó una ceja y rió con ironía.
- Oh, vamos. No me digas que ya se te subió a la cabeza eso de pertenecer a la Clase Nocturna -dijo entre risas, negando con la cabeza. Miró hacia arriba y luego regresó sus ojos al pomo de la puerta-. Mira, no sé cómo lo has logrado ni nada por el estilo, pero que pertenezcas a la Clase Nocturna no te da derecho a ignorarme. ¿Me has entendido, Carphatia-kun? -determinó, señalando la puerta con su dedo índice-. Ahora, hazme el favor de dejarme pasar. Si quieres escóndete en el baño y así mis ojos no te insultarán al observarte. Pero ten muy en claro que voy a pasar de todos modos. Allí está lo que necesito y no me impedirás obtenerlo -concluyó. Ah, Natsuki y su afán de hacer de todo acto una verdadera pieza de teatro. ¿Tanto por un espejo? Pues sí, tanto por un simple espejo...
Al cabo de unos segundos, se llevó el dedo índice a los labios, pensativa.
- Oh, no me digas que te estás reservando aquí para Sakamoto -dijo aparentando sorpresa, conociendo la obsesión de la chica y la resistencia de Ziel para ceder a convertirse su pareja de baile durante cada cuatrimestre-. Si quieres puedo avisarle que estás aquí, esperando por ella cual Romeo -rió de forma bastante risueña.
Lleguó hasta el número dos y medio cuando escuchó su voz. Sonrió y se acercó otra vez, pero su respuesta distaba demasiado de dejarla satisfecha. Enarcó una ceja y rió con ironía.
- Oh, vamos. No me digas que ya se te subió a la cabeza eso de pertenecer a la Clase Nocturna -dijo entre risas, negando con la cabeza. Miró hacia arriba y luego regresó sus ojos al pomo de la puerta-. Mira, no sé cómo lo has logrado ni nada por el estilo, pero que pertenezcas a la Clase Nocturna no te da derecho a ignorarme. ¿Me has entendido, Carphatia-kun? -determinó, señalando la puerta con su dedo índice-. Ahora, hazme el favor de dejarme pasar. Si quieres escóndete en el baño y así mis ojos no te insultarán al observarte. Pero ten muy en claro que voy a pasar de todos modos. Allí está lo que necesito y no me impedirás obtenerlo -concluyó. Ah, Natsuki y su afán de hacer de todo acto una verdadera pieza de teatro. ¿Tanto por un espejo? Pues sí, tanto por un simple espejo...
Al cabo de unos segundos, se llevó el dedo índice a los labios, pensativa.
- Oh, no me digas que te estás reservando aquí para Sakamoto -dijo aparentando sorpresa, conociendo la obsesión de la chica y la resistencia de Ziel para ceder a convertirse su pareja de baile durante cada cuatrimestre-. Si quieres puedo avisarle que estás aquí, esperando por ella cual Romeo -rió de forma bastante risueña.
- Natsuki Sugimura
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Re: Planta superior
Chasqueé la lengua. Natsuki Sugimura era más terca que un animal. ¿Es que acaso no veía que no conseguiría nada insistiendo? Casi quise golpear la puerta para que largara de una buena vez. Pero ni con esas se iría. Tozuda. Hice una mueca al otro lado de la puerta. ¿Que se me había subido qué? Rodé los ojos, suspirando. Oh, no me digas. Todo el mundo estaba igual con lo de la Clase Nocturna. ¿Pararían algún día de hacer preguntas y comentarios? Jamás les diría lo que había pasado realmente. Aunque seguramente se olvidarían de mí al cabo de unas semanas.
-Déjalo, Sugimura-san. - Dije serio desde el otro lado. No quería escuchar sus chistes en este momento. - Sí... - Contesté alargando la vocal hasta acabar en gracia. ¿Por qué las mujeres eran siempre tan testarudas y no paraban hasta conseguir lo que querían? Espera, ¿de verdad iba a abrirle la puerta? ¿Me quedaba algún otro remedio, acaso? Suspiré, negando con la cabeza. Debía mantenerme firme y alejarla del lugar antes de que ocurriera lo peor. - ¿Se te ha perdido algo? Te lo puedo pasar si es lo que quieres. - Era otra opción de que ella no pasara y se volviera en la tentación de mis instintos.
Finalmente, la guinda acabó siendo puesta en el pastel.
-¿QUÉ? - Grité desde el otro lado. - ¡Yo no estoy esperando por nadie! - Mentira. Esperaba por los cazadores y que me sacaran de allí cuanto antes. En el peor de los casos, esperaba a Marcus. Aunque me veía indispuesto a matarle, porque sabía que no lograría nada. Lo primero, por comparativa de fuerzas. Lo segundo, porque a pesar de todo, aun seguía amándole. Me preocupaba su seguridad. Había demasiados rodeando el edificio. Si los mataba, lo perseguirían; si no lo hacía, podrían matarle a él. Y tampoco quería poner a Bella en la decisión de la balanza: Marcus o yo. Definitivamente, lo mejor era mantener a los cazadores fuera de su alcance y centrarles en lo que querían. Cerré los ojos con fuerza. Ojalá ellos estuvieran bien. La última vez que vi a Bella...
Se me ahogó el corazón.
- Por favor, Sugimura-san. Sabes que la rechacé cuando terminó la actuación. Yo estoy con Bella Gring de la Clase Nocturna. - Reconocí. ¿Por qué estar con más secretos? Alcé una ceja. No había sido del todo sincero. También tenía al mismo tiempo una relación con un vampiro mayor que yo. Ambos eran mayores que yo. Podrían ser hasta mis abuelos por la edad que tenían. Apreté la mano en un puño y los dientes. Si tenía poco con una humana, sería más difícil con dos. -Como se te ocurra llamarla juro que te arrepentirás por ello. - Amenacé. Sin embargo, no dudaba de la palabra de Natsuki. Sería arriesgarme demasiado a que Sakamoto también viniera a la zona. Dos humanas y un vampiro. Imposible. Era imposible controlar la situación con una de ellas, para que viniera la otra. Tomé aire innecesariamente y desde aquí, paré de respirar por el bien de ambos.
De repente, se oyó un golpe. El mueble que obstaculizaba la puerta había sido retirado de una simple patada. Y seguidamente, la puerta se abrió.
-Pasa y no enciendas la luz. - Oculté el cuerpo con la puerta y una vez pasó, cerré nuevamente. - Y ni se te ocurra decirle a Sakamoto que estoy aquí. No querrás que malinterpreten todo esto y se manche tu reputación, ¿no? - Traté de convencer con una sonrisa. Apenas se veía mucho, salvo la figura de ambos en medio de la oscuridad. Sin embargo, unos ojos privilegiados podían ver la forma y el color de su vestido, de su pelo, sus ojos, e incluse la máscara que llevaba. Dudaba de que Sugimura pudiera ver cómo había empalidecido o de qué color tenía los ojos: rojo oscuro. De sed.
-Déjalo, Sugimura-san. - Dije serio desde el otro lado. No quería escuchar sus chistes en este momento. - Sí... - Contesté alargando la vocal hasta acabar en gracia. ¿Por qué las mujeres eran siempre tan testarudas y no paraban hasta conseguir lo que querían? Espera, ¿de verdad iba a abrirle la puerta? ¿Me quedaba algún otro remedio, acaso? Suspiré, negando con la cabeza. Debía mantenerme firme y alejarla del lugar antes de que ocurriera lo peor. - ¿Se te ha perdido algo? Te lo puedo pasar si es lo que quieres. - Era otra opción de que ella no pasara y se volviera en la tentación de mis instintos.
Finalmente, la guinda acabó siendo puesta en el pastel.
-¿QUÉ? - Grité desde el otro lado. - ¡Yo no estoy esperando por nadie! - Mentira. Esperaba por los cazadores y que me sacaran de allí cuanto antes. En el peor de los casos, esperaba a Marcus. Aunque me veía indispuesto a matarle, porque sabía que no lograría nada. Lo primero, por comparativa de fuerzas. Lo segundo, porque a pesar de todo, aun seguía amándole. Me preocupaba su seguridad. Había demasiados rodeando el edificio. Si los mataba, lo perseguirían; si no lo hacía, podrían matarle a él. Y tampoco quería poner a Bella en la decisión de la balanza: Marcus o yo. Definitivamente, lo mejor era mantener a los cazadores fuera de su alcance y centrarles en lo que querían. Cerré los ojos con fuerza. Ojalá ellos estuvieran bien. La última vez que vi a Bella...
Se me ahogó el corazón.
- Por favor, Sugimura-san. Sabes que la rechacé cuando terminó la actuación. Yo estoy con Bella Gring de la Clase Nocturna. - Reconocí. ¿Por qué estar con más secretos? Alcé una ceja. No había sido del todo sincero. También tenía al mismo tiempo una relación con un vampiro mayor que yo. Ambos eran mayores que yo. Podrían ser hasta mis abuelos por la edad que tenían. Apreté la mano en un puño y los dientes. Si tenía poco con una humana, sería más difícil con dos. -Como se te ocurra llamarla juro que te arrepentirás por ello. - Amenacé. Sin embargo, no dudaba de la palabra de Natsuki. Sería arriesgarme demasiado a que Sakamoto también viniera a la zona. Dos humanas y un vampiro. Imposible. Era imposible controlar la situación con una de ellas, para que viniera la otra. Tomé aire innecesariamente y desde aquí, paré de respirar por el bien de ambos.
De repente, se oyó un golpe. El mueble que obstaculizaba la puerta había sido retirado de una simple patada. Y seguidamente, la puerta se abrió.
-Pasa y no enciendas la luz. - Oculté el cuerpo con la puerta y una vez pasó, cerré nuevamente. - Y ni se te ocurra decirle a Sakamoto que estoy aquí. No querrás que malinterpreten todo esto y se manche tu reputación, ¿no? - Traté de convencer con una sonrisa. Apenas se veía mucho, salvo la figura de ambos en medio de la oscuridad. Sin embargo, unos ojos privilegiados podían ver la forma y el color de su vestido, de su pelo, sus ojos, e incluse la máscara que llevaba. Dudaba de que Sugimura pudiera ver cómo había empalidecido o de qué color tenía los ojos: rojo oscuro. De sed.
- Ziel A. Carphatia
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Re: Planta superior
Bien. Al menos había conseguido que él acepte su identidad. No iba a engañarla tan fácilmente. Además, podía reconocer su voz a la perfección. Y para suerte de ella, él estaba accediendo a todos sus comentarios. A veces Natsuki podía ser bastante manipuladora, y ahora mismo, palabra tras palabra, daba ejemplo de ello. Escuchó con atención lo que Ziel decía. Sí, podía decirle que le pasara ese enorme espejo que hay en la habitación. La chica rodó los ojos, como si eso fuera posible. Pero, antes que pudiera responderle algo al respecto, Ziel estalló con un claro y llamativo "no".
La chica comenzó a reír. Ziel siempre había sido fácil de pinchar en ese sentido.
- Tranquilo, Carphatia-kun... Tu secreto está a salvo conmigo -susurró apoyando una mano en la puerta. Su mirada color esmeralda se clavó en el pomo. Natsuki hoy no llevaba las lentillas, simplemente para sumar algo más de incógnita a su verdadera identidad. Ella sonreía tranquilamente, divertida, mientras el chico desde dentro entraba en pánico por sus palabras.
- Claro que sé que la rechazaste. Pero ella es insistente, ya sabes. Además, tiene una buena excusa para verte: que le devuelvas el yukata -murmuró con un tono bastante provocador, hasta que cayó en la cuenta de la información que Ziel le había transmitido-. ¿Qué? ¿Estás de novio con una chica de la Clase Nocturna? ¡Eso explica muchas cosas! -dijo altamente sorprendida, mientras miraba a su alrededor. ¿Se habría cambiado de clase solo por eso? Si ese era el caso, ella solo tenía que buscarse un novio allí también y listo. La mirada de Natsuki cambió de repente. Miró la puerta, de una manera algo sombría-. ¿Me estás amenazando, Carphatia-kun? -susurró, sutil, y entonces la puerta se abrió.
Natsuki, ante la oportunidad de entrar, no lo dudó. Sin embargo, sus comentarios le transmitían desconfianza. ¿Por qué no encender la luz? Ella, para poder verse en el espejo, necesitaba de la luz. Todavía no había aprendido el arte de ver en la oscuridad, pero si Ziel lo conocía, encantada estaría de que se lo enseñe. Sus palabras hicieron que ella sonría. Claramente, no le interesaba que se corriera el rumor de ella encerrada en una habitación con Ziel Carphatia en plena fiesta de aniversario.
- Todo esto es muy raro... ¿por qué estás aquí encerrado, a oscuras, perdiéndote la fiesta? Es muy agradable. Al menos esta vez parece que ningún delincuente intentará sabotearla como otras veces. Hay mayor seguridad -comentó, mientras veía la puerta cerrarse tras de ella. Miró al frente, pero no conseguía ver nada. Ni siquiera dónde se encontraba él, aunque podía seguir el sonido de su voz-. ¿Por qué no enciendes la luz? La verdad es que lo que necesito es este enorme espejo y no puedo verme si no enciendo la luz -dijo con sinceridad, mirando en la dirección en la cual creía que él se encontraba. Es entonces cuando sus ojos humanos detectan un brillo carmesí algo extraño-. Ziel, ¿estás dogrado? ¿Es por eso que no quieres salir ni encender la luz? No me digas que también tú has caído en el vicio... -dijo negando con la cabeza, resignada. Cada vez más compañeros suyos sucumbían ante la tentación.
La chica comenzó a reír. Ziel siempre había sido fácil de pinchar en ese sentido.
- Tranquilo, Carphatia-kun... Tu secreto está a salvo conmigo -susurró apoyando una mano en la puerta. Su mirada color esmeralda se clavó en el pomo. Natsuki hoy no llevaba las lentillas, simplemente para sumar algo más de incógnita a su verdadera identidad. Ella sonreía tranquilamente, divertida, mientras el chico desde dentro entraba en pánico por sus palabras.
- Claro que sé que la rechazaste. Pero ella es insistente, ya sabes. Además, tiene una buena excusa para verte: que le devuelvas el yukata -murmuró con un tono bastante provocador, hasta que cayó en la cuenta de la información que Ziel le había transmitido-. ¿Qué? ¿Estás de novio con una chica de la Clase Nocturna? ¡Eso explica muchas cosas! -dijo altamente sorprendida, mientras miraba a su alrededor. ¿Se habría cambiado de clase solo por eso? Si ese era el caso, ella solo tenía que buscarse un novio allí también y listo. La mirada de Natsuki cambió de repente. Miró la puerta, de una manera algo sombría-. ¿Me estás amenazando, Carphatia-kun? -susurró, sutil, y entonces la puerta se abrió.
Natsuki, ante la oportunidad de entrar, no lo dudó. Sin embargo, sus comentarios le transmitían desconfianza. ¿Por qué no encender la luz? Ella, para poder verse en el espejo, necesitaba de la luz. Todavía no había aprendido el arte de ver en la oscuridad, pero si Ziel lo conocía, encantada estaría de que se lo enseñe. Sus palabras hicieron que ella sonría. Claramente, no le interesaba que se corriera el rumor de ella encerrada en una habitación con Ziel Carphatia en plena fiesta de aniversario.
- Todo esto es muy raro... ¿por qué estás aquí encerrado, a oscuras, perdiéndote la fiesta? Es muy agradable. Al menos esta vez parece que ningún delincuente intentará sabotearla como otras veces. Hay mayor seguridad -comentó, mientras veía la puerta cerrarse tras de ella. Miró al frente, pero no conseguía ver nada. Ni siquiera dónde se encontraba él, aunque podía seguir el sonido de su voz-. ¿Por qué no enciendes la luz? La verdad es que lo que necesito es este enorme espejo y no puedo verme si no enciendo la luz -dijo con sinceridad, mirando en la dirección en la cual creía que él se encontraba. Es entonces cuando sus ojos humanos detectan un brillo carmesí algo extraño-. Ziel, ¿estás dogrado? ¿Es por eso que no quieres salir ni encender la luz? No me digas que también tú has caído en el vicio... -dijo negando con la cabeza, resignada. Cada vez más compañeros suyos sucumbían ante la tentación.
- Natsuki Sugimura
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Re: Planta superior
"Tu secreto está a salvo conmigo". Odiaba escuchar eso de alguien como Natsuki Sugimura. Bien se sabía que ella solamente actuaba por popularidad. No había nadie en concreto que alegara ser la mejor amiga de ella. Como algunos decían: era una arpía de mucho cuidado. Así que no podía hacer demasiado en ese aspecto, salvo confiar en que no se lo dijera. Suspiré, negando con la cabeza. Jamás debí haber entrado en su juego manipulador.
Asentí, mirando hacia otro lado. Ya sabía que le debía el yukata a Sakamoto, pero este no se encontraba en las mejores condiciones como para ser devuelto.
-Ya lo sé. Pero ahora mismo no tengo el yukata. - Dije sonriente, sin saber qué cara poner a continuación. ¿Cómo le decía a la chica que había destrozado literalmente su traje? Bah, le compraría otro con lo que tuviera. Se lo compensaría. Después de que me lo había prestado, no era menos. Alcé una ceja y ladeé la cabeza. ¿No sabía ella, la Reina del Chisme, que estaba con Bella? Rodé los ojos. Bien, Ziel, eres todo un experto cagándola. - Sí. - Contesté tímido. No me gustaba hablar mucho de mi vida privada. Aunque vino bien "cagarla" por esta vez. Al menos ella creería que me había transferido por ella y que el Director me concedió el cambio. Porque no imaginaba el hecho de decirle a Sugimura que era un vampiro. Seguramente, ni se lo creyera. Igual que habría hecho yo en un entonces.
-Quién sabe. - Encogí los hombros, delincuente. Sí, era una amenaza pura y dura. Reconocerlo sería un suicidio con la Presidenta del Club de Teatro allí. Podría volver a meterme en una de sus obras y vestirme de mujer a la fuerza. No por favor. Tuve suficiente viendo cómo los hombres del mercado iban silbando y girándose a medida que pasaba por su lado. Si no fuera por Sempai, no sé qué sería de mí. Me rasqué el pelo. Prefería no pensarlo, la verdad. Demasiado bochornoso.
-No me encuentro demasiado bien. - Contesté. En el fondo, resultaba verdad. No me sentía demasiado bien o agusto en la fiesta. Quería salir de allí cuanto antes. Caminé por su lado y olfateé sin querer el aroma que desprendía. Un fuego empezó a formarse en la garganta y rápidamente puse una mano para taparlo, cosa imposible. No, ahora no. Sugimura aún estaba en la habitación. Tenía que aguantar hasta que ella saliera de allí. Acabé por ponerme tenso, demasiado nervioso. Necesitaba que se fuera de allí de una manera u otra. - Las fiestas no son lo mío, ya sabes. - La tapadera perfecta. ¿Qué esperaba de un chico que durante el almuerzo subía a la azotea y además se perdía las clases del mediodía por ir a ver a una vampiro? La miré, sonriendo irónicamente. Claro que sabía de la seguridad del lugar. Y era el principal culpable de ello. A mí iba a decírmelo. Igualmente, volví a mi ingenuidad. - Está bien que esta vez todo se regule más. La última fiesta no fue demasiado agradable. Quizá por eso no me apetezca demasiado bajar. Todo el mundo que llegue a reconocerme comenzará a invadirme de preguntas sobre el traslado. Aquí se está mucho mejor. - Di una vuelta, sin perder de ojo a la chica. Cada segundo, era un segundo más de tensión. De repente, hubo una pequeña luz en la habitación. - Hasta hay minibar. - Y tal y como vino, la luz del minibar desapareció.
El color carmín se paró en dicho espejo condenado. Si tan sólo aquella habitación no lo tuviera, Sugimura-san no habría entrado justo cuando estaba dentro. Pasé una mano por el pelo. ¿Qué hacía?
-Es que me duele la cabeza y si la enciendes me duele más. - Aseguré. ¿A quién no le había pasado nunca? Por el momento, todas las excusas sonaban perfectas y normales, dentro del cometido. Fuera de la habitación, se escuchaban voces que distraían la atención. - Puedes ir al del baño. Es bastante grande e incluso creo que es de cuerpo entero. - Ni había entrado al baño, siquiera. Así que no sabía ni cómo era. Pero al menos, este espejo no sería iluminado por esa contaminante luz.
Giré el cuerpo a toda velocidad. ¿Qué estaba qué? No, ella no podía conocer aquella droga antivampiros. ¿Natsuki era... una cazadora? Hubo mayor tensión y se escuchó un chirriante sonido de los colmillos al rozarse. ¿Conocía sus efectos? ¿Sabía de los rastros que tenía en el cuerpo? Entonces, ¿por qué me lo preguntaba? En un segundo estaba frente a Natsuki, agarrándola del cuello contra la pared. Apreté la mano, conteniendo la ira que tenía. Al cuello de la chica llegaría una extraña sensación de energía que le incitara a odiar y al mismo tiempo, que pareciera querer ahogarla por momentos.
-¿Qué es lo que queréis de mí? Dímelo y dejaros de toda esta farsa. Sé dónde estáis. ¡Dejadlo ya! - Pedí parpadeando varias veces para contener las lágrimas. - ¿Por qué tiene que estar todo esto rodeado de inocentes, eh? - La pared tembló, amenazando con hundirse en la espalda de Sugimura. - Dejadlos. Dejadlos a todos. Haced lo que querais conmigo pero... ellos... ¡Ellos no tienen la culpa!. - Alcé finalmente la voz, nervioso.
Asentí, mirando hacia otro lado. Ya sabía que le debía el yukata a Sakamoto, pero este no se encontraba en las mejores condiciones como para ser devuelto.
-Ya lo sé. Pero ahora mismo no tengo el yukata. - Dije sonriente, sin saber qué cara poner a continuación. ¿Cómo le decía a la chica que había destrozado literalmente su traje? Bah, le compraría otro con lo que tuviera. Se lo compensaría. Después de que me lo había prestado, no era menos. Alcé una ceja y ladeé la cabeza. ¿No sabía ella, la Reina del Chisme, que estaba con Bella? Rodé los ojos. Bien, Ziel, eres todo un experto cagándola. - Sí. - Contesté tímido. No me gustaba hablar mucho de mi vida privada. Aunque vino bien "cagarla" por esta vez. Al menos ella creería que me había transferido por ella y que el Director me concedió el cambio. Porque no imaginaba el hecho de decirle a Sugimura que era un vampiro. Seguramente, ni se lo creyera. Igual que habría hecho yo en un entonces.
-Quién sabe. - Encogí los hombros, delincuente. Sí, era una amenaza pura y dura. Reconocerlo sería un suicidio con la Presidenta del Club de Teatro allí. Podría volver a meterme en una de sus obras y vestirme de mujer a la fuerza. No por favor. Tuve suficiente viendo cómo los hombres del mercado iban silbando y girándose a medida que pasaba por su lado. Si no fuera por Sempai, no sé qué sería de mí. Me rasqué el pelo. Prefería no pensarlo, la verdad. Demasiado bochornoso.
-No me encuentro demasiado bien. - Contesté. En el fondo, resultaba verdad. No me sentía demasiado bien o agusto en la fiesta. Quería salir de allí cuanto antes. Caminé por su lado y olfateé sin querer el aroma que desprendía. Un fuego empezó a formarse en la garganta y rápidamente puse una mano para taparlo, cosa imposible. No, ahora no. Sugimura aún estaba en la habitación. Tenía que aguantar hasta que ella saliera de allí. Acabé por ponerme tenso, demasiado nervioso. Necesitaba que se fuera de allí de una manera u otra. - Las fiestas no son lo mío, ya sabes. - La tapadera perfecta. ¿Qué esperaba de un chico que durante el almuerzo subía a la azotea y además se perdía las clases del mediodía por ir a ver a una vampiro? La miré, sonriendo irónicamente. Claro que sabía de la seguridad del lugar. Y era el principal culpable de ello. A mí iba a decírmelo. Igualmente, volví a mi ingenuidad. - Está bien que esta vez todo se regule más. La última fiesta no fue demasiado agradable. Quizá por eso no me apetezca demasiado bajar. Todo el mundo que llegue a reconocerme comenzará a invadirme de preguntas sobre el traslado. Aquí se está mucho mejor. - Di una vuelta, sin perder de ojo a la chica. Cada segundo, era un segundo más de tensión. De repente, hubo una pequeña luz en la habitación. - Hasta hay minibar. - Y tal y como vino, la luz del minibar desapareció.
El color carmín se paró en dicho espejo condenado. Si tan sólo aquella habitación no lo tuviera, Sugimura-san no habría entrado justo cuando estaba dentro. Pasé una mano por el pelo. ¿Qué hacía?
-Es que me duele la cabeza y si la enciendes me duele más. - Aseguré. ¿A quién no le había pasado nunca? Por el momento, todas las excusas sonaban perfectas y normales, dentro del cometido. Fuera de la habitación, se escuchaban voces que distraían la atención. - Puedes ir al del baño. Es bastante grande e incluso creo que es de cuerpo entero. - Ni había entrado al baño, siquiera. Así que no sabía ni cómo era. Pero al menos, este espejo no sería iluminado por esa contaminante luz.
Giré el cuerpo a toda velocidad. ¿Qué estaba qué? No, ella no podía conocer aquella droga antivampiros. ¿Natsuki era... una cazadora? Hubo mayor tensión y se escuchó un chirriante sonido de los colmillos al rozarse. ¿Conocía sus efectos? ¿Sabía de los rastros que tenía en el cuerpo? Entonces, ¿por qué me lo preguntaba? En un segundo estaba frente a Natsuki, agarrándola del cuello contra la pared. Apreté la mano, conteniendo la ira que tenía. Al cuello de la chica llegaría una extraña sensación de energía que le incitara a odiar y al mismo tiempo, que pareciera querer ahogarla por momentos.
-¿Qué es lo que queréis de mí? Dímelo y dejaros de toda esta farsa. Sé dónde estáis. ¡Dejadlo ya! - Pedí parpadeando varias veces para contener las lágrimas. - ¿Por qué tiene que estar todo esto rodeado de inocentes, eh? - La pared tembló, amenazando con hundirse en la espalda de Sugimura. - Dejadlos. Dejadlos a todos. Haced lo que querais conmigo pero... ellos... ¡Ellos no tienen la culpa!. - Alcé finalmente la voz, nervioso.
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Re: Planta superior
Ya estaba allí dentro. Finalmente, había logrado que Ziel cediera ante sus palabras. No había sido su intención manipularlo... O tal vez sí. Natsuki sonrió para sí. Como sea, de una forma u otra, ya había logrado su cometido. Ahora solo restaba arreglarse un poco el vestido, retocar el maquillaje y bajar allí para seguir fingiendo. Suspiró mientras escuchaba las palabras de Ziel. Quería enfocarse en lo que él decía y no en sus propios pensamientos.
- Bah, ni se lo devuelvas. Como si realmente le importara el yukata. Todos sabemos que lo único que a ella le importa de ti son tus genitales -espetó, perversa y risueña. Miró en la dirección en que Ziel se encontraba, pero no lograba verlo, como era de esperar. La oscuridad de aquel cuarto era inmensa. ¿Acaso no había ni una maldita ventana? Suspiró otra vez e hizo un ademán con la mano, mostrando desinterés sobre los comentarios acerca de Sakamoto-. Como sea, me alegra que estés con esa muchacha de la Clase Nocturna. Todo lo que contribuya a arruinar a Sakamoto me alegra -sonrió con frialdad. El odio entre las chicas era cada día más evidente y Natsuki, descarada como era, no tenía ningún miramiento en ocultarlo. La joven echó una mirada cómplice hacia donde suponía que Ziel se encontraba. Tomaría su gesto como una amenaza, entonces, pero ésta sería mutua.
Natsuki se paseó por el cuarto a oscuras, hasta que acabó delante del espejo. Apenas podía ver su reflejo, y es entonces cuando escucha las palabras de Ziel. Gira la cabeza, mostrándose algo preocupada.
- ¿Qué tienes? ¿Quieres que te traiga alguna bebida? -se ofreció. Extraño en Natsuki, cualquiera pensaría. Nadie en la Academia vio en ella jamás alguna gota de amabilidad. Pero, las apariencias engañan, y esta fiesta lo que tiene de bueno es que puedes ser quien quieras, incluso tú mismo. La chica sonrió ante su comentario acerca de las fiestas-. Tampoco son lo mío, aunque cueste creerlo. Quizás también vine hacia aquí queriendo evitar gente y bullicio... -mencionó, casi para sí misma, pensativa, pero rápidamente volvió a su forma de ser habitual-. No tienes por qué responder -dijo ella, simplemente, y clavó su mirada en el minibar. Su mensaje había sido claro: ¿por qué darle tanta importancia a las dudas de la gente? Si quieren llenarse la boca de comentarios y chismes, primero que se llenen el culo.
Natsuki comenzó a arreglar su vestido a oscuras. Entrecerraba los ojos, como si de ese modo pudiera ajustar más sus pupilas a la oscuridad. Escuchaba a Ziel mientras tanto, y luego negó con la cabeza.
- El espejo del baño no llega a reflejar ni siquiera mi mano -exageró, transmitiendo que en verdad era pequeño y no le servía para lo que quería hacer. Acabó por suspirar, casi dándose por vencida-. No veo nada -se quejó y se percató de que Ziel estaba delante suyo, de espaldas. Detectó un movimiento brusco en la oscuridad y un grito agudo escapó de su boca en cuanto aquella mano opresora se adueñó de su frágil y tierno cuello. Llevó ambas manos al antebrazo de Ziel, presionando. No podía respirar y sentía que lentamente una comezón irritante invadía su cuerpo. Entreabrió los labios, intentando acaparar la mayor cantidad de aire posible, pero no consiguió nada. Estaba asfixiándola. Escuchaba sus gritos y no entendía nada al respecto. ¿Qué le ocurría a Ziel? Quería hablar, aunque sea pronunciar su nombre y que él escuchara su voz, para que vea que era ella, solo ella. El chico parecía haberse vuelto loco.
- Z-ziel... -dijo costosamente. Comenzó a remover sus piernas y la máscara que cubría su rostro cayó al suelo. Logró elevar una de sus rodillas e intentó golpear al joven en la entrepierna. Si Ziel no la liberaba, acabaría matándola. Poco a poco, sentía cómo la fuerza de sus manos iba perdiendo intensidad. El oxígeno amenazaba con no llegar nunca más hasta sus pulmones.
- Bah, ni se lo devuelvas. Como si realmente le importara el yukata. Todos sabemos que lo único que a ella le importa de ti son tus genitales -espetó, perversa y risueña. Miró en la dirección en que Ziel se encontraba, pero no lograba verlo, como era de esperar. La oscuridad de aquel cuarto era inmensa. ¿Acaso no había ni una maldita ventana? Suspiró otra vez e hizo un ademán con la mano, mostrando desinterés sobre los comentarios acerca de Sakamoto-. Como sea, me alegra que estés con esa muchacha de la Clase Nocturna. Todo lo que contribuya a arruinar a Sakamoto me alegra -sonrió con frialdad. El odio entre las chicas era cada día más evidente y Natsuki, descarada como era, no tenía ningún miramiento en ocultarlo. La joven echó una mirada cómplice hacia donde suponía que Ziel se encontraba. Tomaría su gesto como una amenaza, entonces, pero ésta sería mutua.
Natsuki se paseó por el cuarto a oscuras, hasta que acabó delante del espejo. Apenas podía ver su reflejo, y es entonces cuando escucha las palabras de Ziel. Gira la cabeza, mostrándose algo preocupada.
- ¿Qué tienes? ¿Quieres que te traiga alguna bebida? -se ofreció. Extraño en Natsuki, cualquiera pensaría. Nadie en la Academia vio en ella jamás alguna gota de amabilidad. Pero, las apariencias engañan, y esta fiesta lo que tiene de bueno es que puedes ser quien quieras, incluso tú mismo. La chica sonrió ante su comentario acerca de las fiestas-. Tampoco son lo mío, aunque cueste creerlo. Quizás también vine hacia aquí queriendo evitar gente y bullicio... -mencionó, casi para sí misma, pensativa, pero rápidamente volvió a su forma de ser habitual-. No tienes por qué responder -dijo ella, simplemente, y clavó su mirada en el minibar. Su mensaje había sido claro: ¿por qué darle tanta importancia a las dudas de la gente? Si quieren llenarse la boca de comentarios y chismes, primero que se llenen el culo.
Natsuki comenzó a arreglar su vestido a oscuras. Entrecerraba los ojos, como si de ese modo pudiera ajustar más sus pupilas a la oscuridad. Escuchaba a Ziel mientras tanto, y luego negó con la cabeza.
- El espejo del baño no llega a reflejar ni siquiera mi mano -exageró, transmitiendo que en verdad era pequeño y no le servía para lo que quería hacer. Acabó por suspirar, casi dándose por vencida-. No veo nada -se quejó y se percató de que Ziel estaba delante suyo, de espaldas. Detectó un movimiento brusco en la oscuridad y un grito agudo escapó de su boca en cuanto aquella mano opresora se adueñó de su frágil y tierno cuello. Llevó ambas manos al antebrazo de Ziel, presionando. No podía respirar y sentía que lentamente una comezón irritante invadía su cuerpo. Entreabrió los labios, intentando acaparar la mayor cantidad de aire posible, pero no consiguió nada. Estaba asfixiándola. Escuchaba sus gritos y no entendía nada al respecto. ¿Qué le ocurría a Ziel? Quería hablar, aunque sea pronunciar su nombre y que él escuchara su voz, para que vea que era ella, solo ella. El chico parecía haberse vuelto loco.
- Z-ziel... -dijo costosamente. Comenzó a remover sus piernas y la máscara que cubría su rostro cayó al suelo. Logró elevar una de sus rodillas e intentó golpear al joven en la entrepierna. Si Ziel no la liberaba, acabaría matándola. Poco a poco, sentía cómo la fuerza de sus manos iba perdiendo intensidad. El oxígeno amenazaba con no llegar nunca más hasta sus pulmones.
- Natsuki Sugimura
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Re: Planta superior
¿Por qué se ofrecía a traer algo? ¿Por qué? ¿Para qué intentaba Natsuki simular que fuera una persona normal si sabía perfectamente lo que estaban tramando los cazadores? Incluso la propia Sakamoto no estaba dentro del tema y la trataba así de mal. Siempre se supo del duro carácter de Sugimura, pero jamás habría pensado la posibilidad de que fuera de los suyos. ¿Qué otra explicación había si no? Ella sabía lo de la droga y acabó riéndose de ello. Y no podía seguir permitiendo que me utilizaran como un perro, como un maldito objeto de deseo. Iba... Iba a plantarles cara de una vez por toda. Aunque ahora mismo entrara la duda de si realmente ella estuvo en la Asociación durante este tiempo. Jamás salió de clase ni una sola vez y dudaba que creyera en vampiros.
¿Y si... me equivoqué?
No, no podía ser posible. Tras escuchar mi nombre, aflojé la mano, bajándola hasta el suelo; dejando que tomara aire. Estaba nervioso y no sabía de quién podía fiarme, ni en quien confiar. Todo daba vueltas alrededor de mi eje. Estaba solo en esta fiesta, llena de gente conocida y otros muchos con un antifaz que no dejaba ver sus rostros de desconocidos. Y, nada más que tenía un modo de descubrir la verdad sobre la chica.
-Natsuki, ¿eres cazadora? Contesta con tu corazón en un puño. - Amenacé serio, sin bajar la palma de la mano de su cuello. Tragué saliva. ¿Por qué no...? No, era imposible. No iba a hacerlo de ese modo. Aunque quizá era la única posibilidad, pues siempre estaba la duda de que ella mintiera. Tapé su boca con la otra mano y la aprisioné con el cuerpo. Solté el cuello de la chica y rápidamente, por mero instinto de supervivencia, pegué su frente a la mía. Cerré los ojos y se hizo efectivo el contacto hasta ella. Su mente se desconetó, quedando inconsciente frente a su atacante. Aquel frío volvía de nuevo, como la primera vez. Las puntas de los dedos parecían congelarse con esa temperatura que sólo residía en la cabeza. La sensación electrizante nos cubría a ambos, casi hasta doler.
Uno experimentando la sed en sueños, el otro recordando qué era ser humano.
Y entonces, millones de fragmentos aparecían dentro de mi mente. Tomé aire con necesidad, notando la flojera de mis piernas y el profundo dolor de cabeza que comenzaba a formarse. La nariz empezó a sangrarme, debido al esfuerzo que ponía en hacer algo que no podía a menos que tuviera la estricta necesidad. No podía controlar cuando hacerlo, ni cuando no. A veces pasaba sin predecirlo y otras no pasaba nada. Esta vez había dado efecto. Pronto dejé de estar vinculado a cada parte del cuerpo, quedando insensible. Pasaba cada imagen lo más lento que podía, tomando unos meses de referencia, y viendo cada una de las imágenes que los ojos de Natsuki percibieron.
-No... no hay nada... - Musité.
Puse las manos en la pared y me retiré de la chica, mareado. Natsuki Sugimura no era una de ellos. Suspiré aliviado mientras la habitación daba vueltas demasiado deprisa y apenas podía fijar la vista en un punto. Como si la droga se efectuara en este mismo momento. Miré a Natsuki y acaricié su mejilla. Después su frente nuevamente, borrando cada resquicio de lo que había pasado y mi pérdida de razón. Despertaría en breves de tal profundo sueño. Pero antes debería desaparecer de su vista. La sujeté en brazos y la llevé a la cama, desviándome de la trayectoria varias veces. Sin embargo, todo se paró de repente. Cada instinto regresó a su forma original y encontré el lugar entre la oscuridad. La deslicé sobre la cama, mirando hacia otro lado. Todo había sido una tremenda equivocación que casi le había costado la vida. Esto me recordaba al principio con Marcus. Y no podía evitar soñar con él y Bella mientras estaba despierto y consciente de mis actos. Ellos nunca habrían dejado que ocurriera algo como esto. Sólo había un culpable aquí: Ziel Afarrell Carphatia.
Abrí la puerta, cerrando levemente los ojos por la luz. No terminaba de acostumbrarme a ver con iluminación. La celda siempre estaba tan oscura que me cegaba una simple lámpara. Y al asomar la cabeza, ellos otra vez. Cazadores.
Cerré a toda prisa, poniendo el mueble de nuevo tras la puerta.
-¡Natsuki! ¡Sugimura-san! ¡Despierta! - La llamé mientras empujaba. Aún era pronto para que lograra despertar. Los cazadores se entretendrían con eso. El tiempo debería ser suficiente para lograr una huida rápida. Lo más rápido posible.
¿Y si... me equivoqué?
No, no podía ser posible. Tras escuchar mi nombre, aflojé la mano, bajándola hasta el suelo; dejando que tomara aire. Estaba nervioso y no sabía de quién podía fiarme, ni en quien confiar. Todo daba vueltas alrededor de mi eje. Estaba solo en esta fiesta, llena de gente conocida y otros muchos con un antifaz que no dejaba ver sus rostros de desconocidos. Y, nada más que tenía un modo de descubrir la verdad sobre la chica.
-Natsuki, ¿eres cazadora? Contesta con tu corazón en un puño. - Amenacé serio, sin bajar la palma de la mano de su cuello. Tragué saliva. ¿Por qué no...? No, era imposible. No iba a hacerlo de ese modo. Aunque quizá era la única posibilidad, pues siempre estaba la duda de que ella mintiera. Tapé su boca con la otra mano y la aprisioné con el cuerpo. Solté el cuello de la chica y rápidamente, por mero instinto de supervivencia, pegué su frente a la mía. Cerré los ojos y se hizo efectivo el contacto hasta ella. Su mente se desconetó, quedando inconsciente frente a su atacante. Aquel frío volvía de nuevo, como la primera vez. Las puntas de los dedos parecían congelarse con esa temperatura que sólo residía en la cabeza. La sensación electrizante nos cubría a ambos, casi hasta doler.
Uno experimentando la sed en sueños, el otro recordando qué era ser humano.
Y entonces, millones de fragmentos aparecían dentro de mi mente. Tomé aire con necesidad, notando la flojera de mis piernas y el profundo dolor de cabeza que comenzaba a formarse. La nariz empezó a sangrarme, debido al esfuerzo que ponía en hacer algo que no podía a menos que tuviera la estricta necesidad. No podía controlar cuando hacerlo, ni cuando no. A veces pasaba sin predecirlo y otras no pasaba nada. Esta vez había dado efecto. Pronto dejé de estar vinculado a cada parte del cuerpo, quedando insensible. Pasaba cada imagen lo más lento que podía, tomando unos meses de referencia, y viendo cada una de las imágenes que los ojos de Natsuki percibieron.
-No... no hay nada... - Musité.
Puse las manos en la pared y me retiré de la chica, mareado. Natsuki Sugimura no era una de ellos. Suspiré aliviado mientras la habitación daba vueltas demasiado deprisa y apenas podía fijar la vista en un punto. Como si la droga se efectuara en este mismo momento. Miré a Natsuki y acaricié su mejilla. Después su frente nuevamente, borrando cada resquicio de lo que había pasado y mi pérdida de razón. Despertaría en breves de tal profundo sueño. Pero antes debería desaparecer de su vista. La sujeté en brazos y la llevé a la cama, desviándome de la trayectoria varias veces. Sin embargo, todo se paró de repente. Cada instinto regresó a su forma original y encontré el lugar entre la oscuridad. La deslicé sobre la cama, mirando hacia otro lado. Todo había sido una tremenda equivocación que casi le había costado la vida. Esto me recordaba al principio con Marcus. Y no podía evitar soñar con él y Bella mientras estaba despierto y consciente de mis actos. Ellos nunca habrían dejado que ocurriera algo como esto. Sólo había un culpable aquí: Ziel Afarrell Carphatia.
Abrí la puerta, cerrando levemente los ojos por la luz. No terminaba de acostumbrarme a ver con iluminación. La celda siempre estaba tan oscura que me cegaba una simple lámpara. Y al asomar la cabeza, ellos otra vez. Cazadores.
Cerré a toda prisa, poniendo el mueble de nuevo tras la puerta.
-¡Natsuki! ¡Sugimura-san! ¡Despierta! - La llamé mientras empujaba. Aún era pronto para que lograra despertar. Los cazadores se entretendrían con eso. El tiempo debería ser suficiente para lograr una huida rápida. Lo más rápido posible.
- Ziel A. Carphatia
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Re: Planta superior
Tenía que librarse de él, pero... ¿cómo? Ya Natsuki no era capaz de ingresar aire puro a su cuerpo. Quería gritar y ni siquiera podía gesticular. El dolor que la mano ejercía sobre su cuello era denso. La chica creyó morir allí mismo. Sin embargo, el muchacho aflojó su agarre y permitió que Natsuki pusiera nuevamente los pies en el suelo. Agobiada y agitada, respiró tan profundo como pudo. No obstante, la mano opresora seguía firme sobre la base de su cuello. Los ojos de Natsuki, llorosos a causa de la presión, fueron a parar al rostro de Ziel. ¿Por qué él estaba tan frío...?
Y de repente, su pregunta.
La chica quedó estupefacta. ¿Cazadores? ¿De qué demonios estaba hablando? ¿Acaso le veía cara de andar corriendo por el bosque en busca de venados? Natsuki toció un par de veces, intentando calmarse, hasta que consiguió articular palabra:
- ¿Qué? ¿Qué ocurre Ziel? Estás asustándome. Iré por un médico -dijo, incorporándose, pero entonces la mano del muchacho ejerció poder sobre ella y la obligó a estar quieta. El cuerpo de Ziel aprisionó el suyo contra la pared. Si la vez anterior había tenido un poco de suerte, dudaba que ahora la tuviese.
- Q-qué haces... ¡Suéltame! ¡Auxilio! ¡Alguien que...! -gritó desesperadamente, pero su voz se calló de forma repentina. Natsuki hizo una mueca de dolor y dejó escapar un gemido entre sus labios. ¿Qué eran esas punzadas electrizantes que recorrían su cuerpo? Sentía como si su cabeza fuera a explotar. Apretó los dientes, aún removiéndose, pero en cuanto abrió los ojos, vio los ojos de Ziel frente a ella. El cuerpo de Natsuki cesó todo movimiento. Sus pupilas se apagaron, como si hubiera entrado en algún extraño trance. Sentía frío en todo el cuerpo. Lentamente, sus ojos se cerraron...
Cuando todo acabó, la chica continuaba inconsciente. Aquel demente de Carphatia parecía haberse dado cuenta que eligió al chivo expiatorio equivocado. Él trasladó el cuerpo inconsciente de Natsuki hasta el sofá-cama que había allí. Sus intentos por despertarla, sin embargo, eran inútiles. ¿Quién diría que este sería el precio por mirarse un poco en un espejo?
Y de repente, su pregunta.
La chica quedó estupefacta. ¿Cazadores? ¿De qué demonios estaba hablando? ¿Acaso le veía cara de andar corriendo por el bosque en busca de venados? Natsuki toció un par de veces, intentando calmarse, hasta que consiguió articular palabra:
- ¿Qué? ¿Qué ocurre Ziel? Estás asustándome. Iré por un médico -dijo, incorporándose, pero entonces la mano del muchacho ejerció poder sobre ella y la obligó a estar quieta. El cuerpo de Ziel aprisionó el suyo contra la pared. Si la vez anterior había tenido un poco de suerte, dudaba que ahora la tuviese.
- Q-qué haces... ¡Suéltame! ¡Auxilio! ¡Alguien que...! -gritó desesperadamente, pero su voz se calló de forma repentina. Natsuki hizo una mueca de dolor y dejó escapar un gemido entre sus labios. ¿Qué eran esas punzadas electrizantes que recorrían su cuerpo? Sentía como si su cabeza fuera a explotar. Apretó los dientes, aún removiéndose, pero en cuanto abrió los ojos, vio los ojos de Ziel frente a ella. El cuerpo de Natsuki cesó todo movimiento. Sus pupilas se apagaron, como si hubiera entrado en algún extraño trance. Sentía frío en todo el cuerpo. Lentamente, sus ojos se cerraron...
Cuando todo acabó, la chica continuaba inconsciente. Aquel demente de Carphatia parecía haberse dado cuenta que eligió al chivo expiatorio equivocado. Él trasladó el cuerpo inconsciente de Natsuki hasta el sofá-cama que había allí. Sus intentos por despertarla, sin embargo, eran inútiles. ¿Quién diría que este sería el precio por mirarse un poco en un espejo?
- Natsuki Sugimura
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Re: Planta superior
Desde el interior de la habitación, podían oírse gritos ahogados. Tres cazadores habían sido acorralados y desarmados por la habilidad de Marcus O'Conell. Había escuchado gritos desde el salón de baile. Había llegado a la fiesta esperando encontrar a Ziel alegre entre sus compañeros, lejos de toda preocupación, pero aquello no era posible. Hacía alrededor de una semana que no tenía noticias de él, y esos cazadores merodeando cerca sólo podían significar una cosa. Ahora mismo, para desgracia de ellos, Marcus se encontraba algo molesto. Los cuerpos de los tres intrusos cayeron por una ventana del pasillo, justo en un matorral de arbustos. No los encontrarían fácilmente, y mucho menos los encontrarían con vida. Que estos tipos estuvieran en la fiesta significaba que algo buscaban. En el salón había visto a un cazador, pero era aquel del bar, hacia el cual llevó a Kasha. No creía que estuviera metido en esto, o al menos no para impedir que Marcus encontrara a Ziel de una vez por todas.
Tras haberse despojado de las molestias, el vampiro, envuelto en su impecable traje negro, se encaminó hacia la habitación de la cual provenía el aroma de Ziel y aquel intenso aroma a... humano. Marcus frunció el ceño y abrió la puerta de un solo empujón. El mueble que estaba detrás, trabando la entrada, no sería un impedimento para él. Dicho mueble voló hacia atrás, estampándose en la pared. El vampiro entró en aquel mar oscuro y cerró la puerta. Sus ojos, tras el antifaz, podían ver a Ziel a la perfección. No dudó ni dos segundos en abalanzarse sobre él.
Lo abrazó. Simplemente lo abrazó y disfrutó de tenerlo entre sus brazos otra vez. ¿Por qué no había aparecido antes? ¿Por qué lo había torturado tanto en esta espera incesante por encontrarlo con vida? Sabía que esos cazadores lo tenían, pero entonces... ¿por qué dejarlo libre justo aquí? Posó una de sus manos en su nuca y lo atrajo hacia su pecho, apoyando el mentón en su cabeza.
- ¿Qué te han hecho, Ziel? -susurró, impasible-. Dímelo, no temas. Puedes contármelo... Debes contármelo... -agregó luego, tensando un poco sus manos. El simple hecho de pensar que esos sucios hombres pudieron tocarlo...
Abrió los ojos y vio la figura femenina que estaba recostada un poco más atrás. Así que ella era el motivo por el cual el aroma a humano invadía la habitación. Sin embargo, no sentía el aroma de su sangre por ningún lado. Marcus se separó un poco de Ziel y se acercó a la chica. Tocó suavemente su rostro. Estaba fría, extrañamente fría. Miró a Ziel, frunciendo el ceño. Hubiera jurado que estaba muerta a no ser por su tenue respiración. ¿Qué demonios había ocurrido aquí? Ladeó suavemente la cabeza de la joven y, para su tranquilidad, no halló mordida alguna.
- ¿Qué ocurrió aquí? -preguntó, rompiendo el silencio y caminando nuevamente hasta él. Las cosas se tornaban raras... Muy raras-. Debemos irnos. Ellos están por todas partes allí fuera y Bella aún no ha llegado a la fiesta. Estoy preocupado por ella... -dijo frunciendo el ceño y desviando la mirada hacia un costado, denotando su preocupación y la cantidad de cosas que pasaban por su mente. Era demasiado por hacer y poco a lo que aferrarse como certero. A este paso, acabarían rodeados otra vez, pero...
- ¿Por qué te liberaron? ¿Por qué justo aquí? Ziel, necesito que me hables antes de que todo esté perdido otra vez. No creas que permitiré que te lleven. No otra vez -murmuró severamente, haciendo su mano derecha en un fuerte puño. Por la mente de Marcus pasaban dos opciones: uno, que utilizaran a Ziel como sebo sabiendo que él vendría a buscarlo; dos, que los cazadores fueran lo suficientemente estúpidos como para dejarlo libre justo en un sitio colmado de gente que podría ayudarlo, a menos que lo hayan hecho pasar hambre y lo único que él quisiera en este momento fuera abalanzarse sobre cada humano. Este último sería un buen punto para hacer de esta fiesta un desastre, pero el instinto de Marcus le anunciaba que, de esas dos opciones, la primera era la que más temía.
Tras haberse despojado de las molestias, el vampiro, envuelto en su impecable traje negro, se encaminó hacia la habitación de la cual provenía el aroma de Ziel y aquel intenso aroma a... humano. Marcus frunció el ceño y abrió la puerta de un solo empujón. El mueble que estaba detrás, trabando la entrada, no sería un impedimento para él. Dicho mueble voló hacia atrás, estampándose en la pared. El vampiro entró en aquel mar oscuro y cerró la puerta. Sus ojos, tras el antifaz, podían ver a Ziel a la perfección. No dudó ni dos segundos en abalanzarse sobre él.
Lo abrazó. Simplemente lo abrazó y disfrutó de tenerlo entre sus brazos otra vez. ¿Por qué no había aparecido antes? ¿Por qué lo había torturado tanto en esta espera incesante por encontrarlo con vida? Sabía que esos cazadores lo tenían, pero entonces... ¿por qué dejarlo libre justo aquí? Posó una de sus manos en su nuca y lo atrajo hacia su pecho, apoyando el mentón en su cabeza.
- ¿Qué te han hecho, Ziel? -susurró, impasible-. Dímelo, no temas. Puedes contármelo... Debes contármelo... -agregó luego, tensando un poco sus manos. El simple hecho de pensar que esos sucios hombres pudieron tocarlo...
Abrió los ojos y vio la figura femenina que estaba recostada un poco más atrás. Así que ella era el motivo por el cual el aroma a humano invadía la habitación. Sin embargo, no sentía el aroma de su sangre por ningún lado. Marcus se separó un poco de Ziel y se acercó a la chica. Tocó suavemente su rostro. Estaba fría, extrañamente fría. Miró a Ziel, frunciendo el ceño. Hubiera jurado que estaba muerta a no ser por su tenue respiración. ¿Qué demonios había ocurrido aquí? Ladeó suavemente la cabeza de la joven y, para su tranquilidad, no halló mordida alguna.
- ¿Qué ocurrió aquí? -preguntó, rompiendo el silencio y caminando nuevamente hasta él. Las cosas se tornaban raras... Muy raras-. Debemos irnos. Ellos están por todas partes allí fuera y Bella aún no ha llegado a la fiesta. Estoy preocupado por ella... -dijo frunciendo el ceño y desviando la mirada hacia un costado, denotando su preocupación y la cantidad de cosas que pasaban por su mente. Era demasiado por hacer y poco a lo que aferrarse como certero. A este paso, acabarían rodeados otra vez, pero...
- ¿Por qué te liberaron? ¿Por qué justo aquí? Ziel, necesito que me hables antes de que todo esté perdido otra vez. No creas que permitiré que te lleven. No otra vez -murmuró severamente, haciendo su mano derecha en un fuerte puño. Por la mente de Marcus pasaban dos opciones: uno, que utilizaran a Ziel como sebo sabiendo que él vendría a buscarlo; dos, que los cazadores fueran lo suficientemente estúpidos como para dejarlo libre justo en un sitio colmado de gente que podría ayudarlo, a menos que lo hayan hecho pasar hambre y lo único que él quisiera en este momento fuera abalanzarse sobre cada humano. Este último sería un buen punto para hacer de esta fiesta un desastre, pero el instinto de Marcus le anunciaba que, de esas dos opciones, la primera era la que más temía.
- Marcus O'Conell
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Re: Planta superior
La puerta empezó de nuevo a ser aporreada. Pero esta vez duraría menos la insistencia en que la abriera e inclusive de pie. Rápido, miré a Natsuki tendida en la cama. No, aún era demasiado pronto. Tanto para ella, como humana y receptor, como para el vampiro, emisor de tal sensación. Me acerqué hasta ella y la incorporé. Si al menos ella no estuviera aquí, dejaría que ellos pasaran tranquilamente. Y que sucediera lo que tenía que suceder. Sin embargo, no podía tranquilizarme teniendo al cuidado a una humana. A una compañera de clase que simplemente vino a mirarse al espejo y se ofreció a curar un dolor de cabeza falso.
Todo era mi culpa.
Si sólo hubiera prestado más atención a sus palabras, si tan sólo hubiera mirado más dentro de sus ojos, habría hallado la verdad más rápidamente y nada de esto habría ocurrido. Pero ya no podía pensar en supuestos. Debía actuar fríamente y protegerla, como bien habían hecho conmigo. Cadena de favores. Me senté en el borde de la cama y cargué a Sugimura en la espalda, sin quitar ojo de la puerta en ningún momento. Empezaron las voces y hubo gente que abandonó la segunda planta, creyendo que se formaría una pelea. Tampoco iban tan desencaminados. En cuanto dejara a Natsuki a salvo, no opondría resistencia. Había demasiados humanos en el lugar y temía por cada una de sus frágiles vidas. Porque yo también había sentido su pánico, su temor, el horror que corría por el brillo de sus ojos al ver a un vampiro. Por eso mismo, prefería ahorrar cada imagen violenta de la fiesta. Ellos seguirían teniendo una noche tranquila.
Sin embargo, el mueble salió despedido rápidamente. Salté de la cama, apretando los dientes, dispuesto a avalanzarme sobre quien acabara de entrar. No dejaría que la tocaran. Ella era otra inocente. Pero en cuanto vi aquellos ojos, quedé totalmente en blanco. Sus brazos volvieron a rodearme, dándome la salvación que necesitaba y la sed que me corrompía en exceso. Ni siquiera me moví. Yo... tenía sed. Quería beber su sangre aun con la droga dormida entre las venas. No... no podía ser. El olfato me decía que sí, pero no quería creerlo. Él no... ¿por qué había venido hasta aquí? Entonces, empezó a hablar, lavándome el cerebro con su tono de voz y aquel aroma que me volvía loco.
-No... - Musité contra su ropa. No podía contárselo, no podía decirle lo que habían hecho esta vez. Quería gritárselo, aunque ahora no tuviera voz para hacerlo Quería llorar como un niño sobre sus brazos, pero ni una sola lágrima salía. Estaba igual de duro que una piedra, si no fuera porque el corazón latía acceleradamente.
Marcus no podía haber venido hasta aquí. No, él debía irse antes de que lo vieran. Antes de que acabara haciendo lo que ellos querían. Era imprescindible que huyera en este preciso instante. Seguí al vampiro con la mirada, cómo examinaba a Natsuki. Ella estaba viva. Supe controlarme por un momento muy valioso, aunque acabara un poco mal. No se acordaría, en cambio. ¿Acaso dudaba de mí? Otra vez lo estaba haciendo. ¿Por qué no podía confiar una sola vez? Porque ahora mismo, mi obligación era acabar con su vida y no tenía la obligación de hacerlo. En cambio, el cuchillo se encontraba exactamente en el bolsillo del traje, dispuesto para ser utilizado. Sin embargo, era imposible que lo hiciera. O tal vez no.
El rojo se encontró con el rojo, adquiriéndose diferentes tonalidades. No sabía qué responder. Lo único que hacía era pensar, pensar y darle más vueltas. Y eso acababa en el dolor de cabeza, que acababa mareándome más.
-Yo... - Empecé a hablar. No encontraba las suficientes palabras para expresarme y volví a empezar. - Yo... - Di un paso hacia atrás, poniendo las manos detrás de la espalda. Y otro. Otro más. Quería alejarme de Marcus O'Conell, su olor y divina protección, o alguno de los dos acabaría mal. O los dos igualmente. Si él no escapaba, lo haría yo. Pero no iba a dejar que ellos se centraran en eliminarle. Eran demasiados como para uno solo, ya lo sabía sin que me lo dijera. Lo sabía bien. Perfectamente. Y mientras me tuvieran entre sus manos, se le concedía una segunda oportunidad de sobrevivir, pues no dudaba de su excelente don. Acabaría con ellos y eliminaría sus cuerpos. Y otra vez empezaría el círculo.
Finalmente, las manos tocaron en el cristal del ventanal que daba al balcón. Lo abrí despacio, con cuidado de no hacer ruido, sin poder apartar los ojos de Marcus.
-No... lo sé. - Negué con la cabeza, conociéndolo a la perfección. Si se lo decía, posiblemente quisera acabar con todos ellos y Natsuki... Ella no tenía la culpa de nada. Confiaba en que él la protegiera como si fuera su propio protegido. Sonreí como pude, mostrando aquella sensación que añoraba sentir: felicidad. Ahora no estaba dibujado en el camino y menos cuando... - Porque me han ordenado matarte. - Concluí. Las voces se escucharon al otro lado de la puerta y el pánico entró. Esa voz... uno de aquellos hombres que habló detrás, desenfrenó la calma. Me giré a toda prisa, abriendo el ventanal nervioso y saliendo fuera, al balcón, cerrando una vez salí. Estaba mal dejarle allí solo con la humana, en cambio, no veía mejor solución. Si me quedaba, lograrían utilizarme en su beneficio y seguramente obligándome a ver su asesinato. No podía ver algo como aquello. Prefería seguir encarcelado, maltratado y vendido, a algo así.
Saludé a Marcus con la mano y di un salto hasta la barandilla, como si de un gato se tratara. De nuevo, volví a mirarle, sin saber si lo volvería a ver. Abajo, los cazadores comenzaban a señalar el balcón. No dispararían o el revuelo estallaría sin que pudieran hacer nada de lo que se propusieron. Estiré las piernas y salté al balcón contiguo.
Rápidamente, algunos cazadores, ya avisados entraron en la habitación sin darme tiempo a nada más. Tampoco lo hice. Simplemente, me arrodillé delante, entregándome a los cazadores; evitando a cambio la muerte de Marcus O'Conell y Natsuki Sugimura.
Y entonces, el blanco se hizo negro.
Todo era mi culpa.
Si sólo hubiera prestado más atención a sus palabras, si tan sólo hubiera mirado más dentro de sus ojos, habría hallado la verdad más rápidamente y nada de esto habría ocurrido. Pero ya no podía pensar en supuestos. Debía actuar fríamente y protegerla, como bien habían hecho conmigo. Cadena de favores. Me senté en el borde de la cama y cargué a Sugimura en la espalda, sin quitar ojo de la puerta en ningún momento. Empezaron las voces y hubo gente que abandonó la segunda planta, creyendo que se formaría una pelea. Tampoco iban tan desencaminados. En cuanto dejara a Natsuki a salvo, no opondría resistencia. Había demasiados humanos en el lugar y temía por cada una de sus frágiles vidas. Porque yo también había sentido su pánico, su temor, el horror que corría por el brillo de sus ojos al ver a un vampiro. Por eso mismo, prefería ahorrar cada imagen violenta de la fiesta. Ellos seguirían teniendo una noche tranquila.
Sin embargo, el mueble salió despedido rápidamente. Salté de la cama, apretando los dientes, dispuesto a avalanzarme sobre quien acabara de entrar. No dejaría que la tocaran. Ella era otra inocente. Pero en cuanto vi aquellos ojos, quedé totalmente en blanco. Sus brazos volvieron a rodearme, dándome la salvación que necesitaba y la sed que me corrompía en exceso. Ni siquiera me moví. Yo... tenía sed. Quería beber su sangre aun con la droga dormida entre las venas. No... no podía ser. El olfato me decía que sí, pero no quería creerlo. Él no... ¿por qué había venido hasta aquí? Entonces, empezó a hablar, lavándome el cerebro con su tono de voz y aquel aroma que me volvía loco.
-No... - Musité contra su ropa. No podía contárselo, no podía decirle lo que habían hecho esta vez. Quería gritárselo, aunque ahora no tuviera voz para hacerlo Quería llorar como un niño sobre sus brazos, pero ni una sola lágrima salía. Estaba igual de duro que una piedra, si no fuera porque el corazón latía acceleradamente.
Marcus no podía haber venido hasta aquí. No, él debía irse antes de que lo vieran. Antes de que acabara haciendo lo que ellos querían. Era imprescindible que huyera en este preciso instante. Seguí al vampiro con la mirada, cómo examinaba a Natsuki. Ella estaba viva. Supe controlarme por un momento muy valioso, aunque acabara un poco mal. No se acordaría, en cambio. ¿Acaso dudaba de mí? Otra vez lo estaba haciendo. ¿Por qué no podía confiar una sola vez? Porque ahora mismo, mi obligación era acabar con su vida y no tenía la obligación de hacerlo. En cambio, el cuchillo se encontraba exactamente en el bolsillo del traje, dispuesto para ser utilizado. Sin embargo, era imposible que lo hiciera. O tal vez no.
El rojo se encontró con el rojo, adquiriéndose diferentes tonalidades. No sabía qué responder. Lo único que hacía era pensar, pensar y darle más vueltas. Y eso acababa en el dolor de cabeza, que acababa mareándome más.
-Yo... - Empecé a hablar. No encontraba las suficientes palabras para expresarme y volví a empezar. - Yo... - Di un paso hacia atrás, poniendo las manos detrás de la espalda. Y otro. Otro más. Quería alejarme de Marcus O'Conell, su olor y divina protección, o alguno de los dos acabaría mal. O los dos igualmente. Si él no escapaba, lo haría yo. Pero no iba a dejar que ellos se centraran en eliminarle. Eran demasiados como para uno solo, ya lo sabía sin que me lo dijera. Lo sabía bien. Perfectamente. Y mientras me tuvieran entre sus manos, se le concedía una segunda oportunidad de sobrevivir, pues no dudaba de su excelente don. Acabaría con ellos y eliminaría sus cuerpos. Y otra vez empezaría el círculo.
Finalmente, las manos tocaron en el cristal del ventanal que daba al balcón. Lo abrí despacio, con cuidado de no hacer ruido, sin poder apartar los ojos de Marcus.
-No... lo sé. - Negué con la cabeza, conociéndolo a la perfección. Si se lo decía, posiblemente quisera acabar con todos ellos y Natsuki... Ella no tenía la culpa de nada. Confiaba en que él la protegiera como si fuera su propio protegido. Sonreí como pude, mostrando aquella sensación que añoraba sentir: felicidad. Ahora no estaba dibujado en el camino y menos cuando... - Porque me han ordenado matarte. - Concluí. Las voces se escucharon al otro lado de la puerta y el pánico entró. Esa voz... uno de aquellos hombres que habló detrás, desenfrenó la calma. Me giré a toda prisa, abriendo el ventanal nervioso y saliendo fuera, al balcón, cerrando una vez salí. Estaba mal dejarle allí solo con la humana, en cambio, no veía mejor solución. Si me quedaba, lograrían utilizarme en su beneficio y seguramente obligándome a ver su asesinato. No podía ver algo como aquello. Prefería seguir encarcelado, maltratado y vendido, a algo así.
Saludé a Marcus con la mano y di un salto hasta la barandilla, como si de un gato se tratara. De nuevo, volví a mirarle, sin saber si lo volvería a ver. Abajo, los cazadores comenzaban a señalar el balcón. No dispararían o el revuelo estallaría sin que pudieran hacer nada de lo que se propusieron. Estiré las piernas y salté al balcón contiguo.
Rápidamente, algunos cazadores, ya avisados entraron en la habitación sin darme tiempo a nada más. Tampoco lo hice. Simplemente, me arrodillé delante, entregándome a los cazadores; evitando a cambio la muerte de Marcus O'Conell y Natsuki Sugimura.
Y entonces, el blanco se hizo negro.
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Re: Planta superior
Silencio. Eso era todo lo que obtenía de él, su mayor y más preciado anhelo, a excepción de esa serie de balbuceos que no llevaban a ninguna parte. Marcus clavó fijamente sus ojos en los de Ziel. ¿Qué ocurría con él? Dio la misma cantidad de pasos al frente para equiparar la cantidad de pasos que el muchacho retrocedía. ¿Por qué se alejaba de él? ¿Por qué no era capaz de tranquilizarlo con su voz? Marcus necesitaba respuestas, y las necesitaba ahora, antes que todo se vaya al traste.
- Ziel, háblame, por favor -suplicó, acercándose un poco más a él, pero el reciente vampiro habría peligrosamente la ventana. Marcus podía sentir el miedo que emanaba su cuerpo. No le gustaba ese aroma, pues arruinaba la perfección de su perfume natural. Marcus se sentía turbado cada vez que Ziel sufría o temía por algo, pues sentía que no le daba la suficiente seguridad que él necesitaba. Reconocía que fue el ser más perverso que existe sobre la faz de la tierra con él, pero día a día buscaba remediar cada terrible situación. Sin embargo, parecía que su intenso amor no bastaba en ese momento, pues el chico se alejaba cada vez más. Pero, para desgracia de Marcus, su voz llegó hasta él. Si antes quería oír las palabras que pudieran salir de sus labios, ahora no quería hacerlo. Se negaba a aceptar lo dicho. El vampiro parpadeó un par de veces, incrédulo, y luego acabó soltando una sonora carcajada. ¿Matarlo? ¿Ellos le habían ordenado matarlo?
- Ziel, por favor, ¿cómo puedes estar así por eso? Esos tipos son verdaderamente idiotas. Ven, acércate a mi y acabemos con esto juntos. Nada malo ocurrirá. No otra vez. Ziel... -no pudo terminar de hablar. Al parecer, esta vez su persuasiva voz no bastó, y mucho menos su sentido del humor a causa de tal confesión.
Ziel acabó por escabullirse entre sus dedos, y se llevó consigo el corazón de Marcus O'Conell.
El vampiro, rígido como una estatua, simplemente observó la corriente de aire que el neófito dejó tras su partida. No podía creerlo. ¿Realmente...? Marcus sonrió, bajando la mirada, y llevó la palma de una de sus manos a su rostro. Rió suavemente, hasta que abrió los ojos y estos brillaron. ¿Cómo podía ser Ziel tan idiota? ¿Acaso creía que él podría matarlo tan fácilmente? Marcus estaba enamorado, pero eso no lo hacía un completo inútil. Miró de reojo el cuerpo de la humana y se abalanzó hacia la ventana. Vio los cazadores correr para ingresar en el edificio. Marcus chasqueó la lengua. Debía actuar, y debía hacerlo pronto. De lo contrario, Ziel acabaría en sus garras otra vez. Pero, primero, debía hacer algo con aquella muchacha. Se acercó a ella y abrió su cartera. Buscó en el interior y halló el móvil de la chica. Buscó entre los contactos, hasta que encontró uno que, a juzgar por el nombre que tenía, supuso que debía ser algún familiar directo, quizás un hermano. Era la única oportunidad que tenía para dejar a la chica sana y salva y poder salir de allí. Marcó el número y lo puso en su oído.
Tras unos momentos de espera, alguien atendió. Era una voz masculina.
- Buenas noches, ¿es usted el hermano de Natsuki Sugimura? Quería informarle que la joven se encuentra inconsciente en una de las habitaciones de la Planta Superior. ¿Sería tan amable de venir por ella? Quizás necesite ayuda, y será mejor dejarla en sus manos, antes que alguien más pueda arrebatársela... ¿no cree? -rió placenteramente, para poner más presión a la cuestión y que el muchacho no titubeara en llegar. Además, la esperanza de Marcus surgió cuando escuchó a través del móvil la misma canción que estaban tocando en el salón. Perfecto. El chico estaba allí. Colgó sin decir ni una palabra más, dejándolo hablando solo al otro lado. El vampiro guardó el móvil cuidadosamente y recogió el antifaz de la chica, colocándolo sobre su juvenil rostro otra vez. Marcus se alejó un poco. A pesar del apuro, tuvo tiempo para pensar que con la temática de la fiesta y semejante escena ante sus ojos, esto parecía realmente la escena de un horrible pero romántico crimen de la edad victoriana.
Sonrió y abrió la puerta, saliendo del lugar. Corrió por el pasillo. Iba a sorprender a esos cazadores por detrás y acabaría con ellos. Abrió la puerta y avistó aquella escena. No... No le pondrían ya una mano más encima a ese muchacho. Ziel no iba a padecer nunca más esos tratos, porque Marcus se encagaría de borrar esas basuras de la faz de la tierra de una vez por todas. Sus ojos brillaron, intensos y aterradores. Sus ojos, como verdugos, fueron a parar justo a las cabezas de los tres cazadores que sostenían a Ziel desde el interior de la habitación. El vampiro ladeó la cabeza.
- Sinceramente, con tan espléndida fiesta sería una pena arruinar la decoración -susurró, sonriente y perverso. Bajó su mirada hasta los cuellos de los cazadores y, antes que pudieran reaccionar, una fina línea carmesí se formó justo en sus gargantas. Los cuerpos cayeron al suelo, degollados. Marcus observó la sangre esparciéndose. Se encogió de hombros-. Bueno, al menos no ensucié las paredes.
Tras disfrutar de su pequeño momento sangriento, el vampiro se dirigió a Ziel. Apartó a un cazador que pretendía inyectarle algo y lo hizo caer por el balcón. Agradecía la presencia de los arbustos realmente. Sus flores eran preciosas, pero más preciosa era su capacidad para ocultar cadáveres.
- Vamos, Ziel. Déjate de tonterías de una maldita vez. Larguémonos de aquí. Vendrán más -dijo rápidamente, arrodillándose a su lado. Tomó su mentón con una de sus manos para poder observarlo. Definitivamente, Marcus lo sacaría de allí y lo pondría a salvo, no como la última vez. Lo único que tenía que hacer Ziel es dar un "sí", de lo contrario...
Bueno, de lo contrario, lo llevaría a la fuerza.
- Ziel, háblame, por favor -suplicó, acercándose un poco más a él, pero el reciente vampiro habría peligrosamente la ventana. Marcus podía sentir el miedo que emanaba su cuerpo. No le gustaba ese aroma, pues arruinaba la perfección de su perfume natural. Marcus se sentía turbado cada vez que Ziel sufría o temía por algo, pues sentía que no le daba la suficiente seguridad que él necesitaba. Reconocía que fue el ser más perverso que existe sobre la faz de la tierra con él, pero día a día buscaba remediar cada terrible situación. Sin embargo, parecía que su intenso amor no bastaba en ese momento, pues el chico se alejaba cada vez más. Pero, para desgracia de Marcus, su voz llegó hasta él. Si antes quería oír las palabras que pudieran salir de sus labios, ahora no quería hacerlo. Se negaba a aceptar lo dicho. El vampiro parpadeó un par de veces, incrédulo, y luego acabó soltando una sonora carcajada. ¿Matarlo? ¿Ellos le habían ordenado matarlo?
- Ziel, por favor, ¿cómo puedes estar así por eso? Esos tipos son verdaderamente idiotas. Ven, acércate a mi y acabemos con esto juntos. Nada malo ocurrirá. No otra vez. Ziel... -no pudo terminar de hablar. Al parecer, esta vez su persuasiva voz no bastó, y mucho menos su sentido del humor a causa de tal confesión.
Ziel acabó por escabullirse entre sus dedos, y se llevó consigo el corazón de Marcus O'Conell.
El vampiro, rígido como una estatua, simplemente observó la corriente de aire que el neófito dejó tras su partida. No podía creerlo. ¿Realmente...? Marcus sonrió, bajando la mirada, y llevó la palma de una de sus manos a su rostro. Rió suavemente, hasta que abrió los ojos y estos brillaron. ¿Cómo podía ser Ziel tan idiota? ¿Acaso creía que él podría matarlo tan fácilmente? Marcus estaba enamorado, pero eso no lo hacía un completo inútil. Miró de reojo el cuerpo de la humana y se abalanzó hacia la ventana. Vio los cazadores correr para ingresar en el edificio. Marcus chasqueó la lengua. Debía actuar, y debía hacerlo pronto. De lo contrario, Ziel acabaría en sus garras otra vez. Pero, primero, debía hacer algo con aquella muchacha. Se acercó a ella y abrió su cartera. Buscó en el interior y halló el móvil de la chica. Buscó entre los contactos, hasta que encontró uno que, a juzgar por el nombre que tenía, supuso que debía ser algún familiar directo, quizás un hermano. Era la única oportunidad que tenía para dejar a la chica sana y salva y poder salir de allí. Marcó el número y lo puso en su oído.
Tras unos momentos de espera, alguien atendió. Era una voz masculina.
- Buenas noches, ¿es usted el hermano de Natsuki Sugimura? Quería informarle que la joven se encuentra inconsciente en una de las habitaciones de la Planta Superior. ¿Sería tan amable de venir por ella? Quizás necesite ayuda, y será mejor dejarla en sus manos, antes que alguien más pueda arrebatársela... ¿no cree? -rió placenteramente, para poner más presión a la cuestión y que el muchacho no titubeara en llegar. Además, la esperanza de Marcus surgió cuando escuchó a través del móvil la misma canción que estaban tocando en el salón. Perfecto. El chico estaba allí. Colgó sin decir ni una palabra más, dejándolo hablando solo al otro lado. El vampiro guardó el móvil cuidadosamente y recogió el antifaz de la chica, colocándolo sobre su juvenil rostro otra vez. Marcus se alejó un poco. A pesar del apuro, tuvo tiempo para pensar que con la temática de la fiesta y semejante escena ante sus ojos, esto parecía realmente la escena de un horrible pero romántico crimen de la edad victoriana.
Sonrió y abrió la puerta, saliendo del lugar. Corrió por el pasillo. Iba a sorprender a esos cazadores por detrás y acabaría con ellos. Abrió la puerta y avistó aquella escena. No... No le pondrían ya una mano más encima a ese muchacho. Ziel no iba a padecer nunca más esos tratos, porque Marcus se encagaría de borrar esas basuras de la faz de la tierra de una vez por todas. Sus ojos brillaron, intensos y aterradores. Sus ojos, como verdugos, fueron a parar justo a las cabezas de los tres cazadores que sostenían a Ziel desde el interior de la habitación. El vampiro ladeó la cabeza.
- Sinceramente, con tan espléndida fiesta sería una pena arruinar la decoración -susurró, sonriente y perverso. Bajó su mirada hasta los cuellos de los cazadores y, antes que pudieran reaccionar, una fina línea carmesí se formó justo en sus gargantas. Los cuerpos cayeron al suelo, degollados. Marcus observó la sangre esparciéndose. Se encogió de hombros-. Bueno, al menos no ensucié las paredes.
Tras disfrutar de su pequeño momento sangriento, el vampiro se dirigió a Ziel. Apartó a un cazador que pretendía inyectarle algo y lo hizo caer por el balcón. Agradecía la presencia de los arbustos realmente. Sus flores eran preciosas, pero más preciosa era su capacidad para ocultar cadáveres.
- Vamos, Ziel. Déjate de tonterías de una maldita vez. Larguémonos de aquí. Vendrán más -dijo rápidamente, arrodillándose a su lado. Tomó su mentón con una de sus manos para poder observarlo. Definitivamente, Marcus lo sacaría de allí y lo pondría a salvo, no como la última vez. Lo único que tenía que hacer Ziel es dar un "sí", de lo contrario...
Bueno, de lo contrario, lo llevaría a la fuerza.
- Marcus O'Conell
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Re: Planta superior
Subía las escaleras de dos en dos, de tres en tres. De cuatro en cuatro si podía. Pero no tardó en subir. La gente se arremolinaba en las escaleras y tuvo que ir evitando a todo aquel que se movía por la zona. No tenía tiempo que perder. Su hermana quizá estuviera con ese tipo y a saber qué obscenidades estaría haciéndole sufrir.
- Natsuki, ya voy. - Habló más para sí que otra cosa. Impaciente y accelerado, fue abriendo las primeras puertas, encontrándose a la gente que no necesitaba ver en ellas y en las condiciones más indispuestas. Sin decir que, puerta que estaba cerrada, la golpeaba con el hombro, cargando, hasta que cedía lo más mínimo. Sus nervios de accero habían desaparecido. Y ni siquiera asomó su sonrisa cuando pilló en pleno acto a una pareja en una de las camas de la habitación.
Hasta que, finalmente encontró la puerta correcta.
Entró a toda prisa y acudió hasta su hermana, tendida sobre la cama. Miró a todas partes, sin encontrar ni rastro del hombre que había estado hablando por el teléfono. Suspiró casi aliviado. Natsuki parecía estar en perfectas condiciones, sin ningún rastro de violación o cosa semejante. Sacó el pañuelo del bolsillo de su chaqueta, quitando la flor y tomó el móvil con cuidado, envolviéndolo. Lo guardó en el bolsillo. Él, previsor y misterioso, lograría descubrir al hombre que habló al otro lado. Sus huellas deberían seguir plasmadas en la superficie. Y él, acabaría descubriéndole. Esto no quedaría así como así. Quizá fuera un aviso de su familia, a saber. Pero no podía fiarse de un desconocido.
Delicadamente, la abrazó contra sí.
- Natsuki... Vamos, despierta. - Sugirió contra su oído, acariciando su pelo; peinándolo con los dedos.
- Natsuki, ya voy. - Habló más para sí que otra cosa. Impaciente y accelerado, fue abriendo las primeras puertas, encontrándose a la gente que no necesitaba ver en ellas y en las condiciones más indispuestas. Sin decir que, puerta que estaba cerrada, la golpeaba con el hombro, cargando, hasta que cedía lo más mínimo. Sus nervios de accero habían desaparecido. Y ni siquiera asomó su sonrisa cuando pilló en pleno acto a una pareja en una de las camas de la habitación.
Hasta que, finalmente encontró la puerta correcta.
Entró a toda prisa y acudió hasta su hermana, tendida sobre la cama. Miró a todas partes, sin encontrar ni rastro del hombre que había estado hablando por el teléfono. Suspiró casi aliviado. Natsuki parecía estar en perfectas condiciones, sin ningún rastro de violación o cosa semejante. Sacó el pañuelo del bolsillo de su chaqueta, quitando la flor y tomó el móvil con cuidado, envolviéndolo. Lo guardó en el bolsillo. Él, previsor y misterioso, lograría descubrir al hombre que habló al otro lado. Sus huellas deberían seguir plasmadas en la superficie. Y él, acabaría descubriéndole. Esto no quedaría así como así. Quizá fuera un aviso de su familia, a saber. Pero no podía fiarse de un desconocido.
Delicadamente, la abrazó contra sí.
- Natsuki... Vamos, despierta. - Sugirió contra su oído, acariciando su pelo; peinándolo con los dedos.
- Shima Sugimura
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Humor : Insoportable.
Re: Planta superior
¿Cómo podía esperar que le hablara? ¿Cómo podía esperar que siguiera mirándole a los ojos? ¿Cómo podía pedirme que fuera a su lado en un momento así? No podía. No podía hacer nada. Ni hablarle, ni mirarle a los ojos, ni podía ir con él. Esta vez no podíamos ir juntos, ni hacer nada en compañía. En cambio, era lo que más deseaba: dejar todo atrás y perderme de su mano y la de Bella. No pedía nada más que el exilio de los tres, fuera de Vladimir, fuera de los cazadores. Fuera de este maldito pueblo condenado a la Muerte.
Pero ya no podía irme. Era demasiado tarde. Ellos volverían de nuevo. Incluso le había confesado mi cometido y no podía hacer más que darle la ventaja que necesitaba para escapar. Aunque seguramente, Marcus, tan insistente como siempre, acabaría por hacer todo lo contrario y seguirme. Al menos esperaba que Natsuki estuviera a salvo de cualquier vampiro o cazador.
En cuanto entré, estaban esperándome. Entré en la habitación y me arrodillé directamente, poniendo las muñecas juntas y alzándolas. Los cazadores, rápidamente ataron las manos en la espalda duramente al neófito, con lo único que podía dañar a un vampiro: metal madre. A causa de ello, las muñecas estaban maltratadas por los continuas veces que intenté zafarme. Hasta que descubrieron la dósis exacta para dejar que fuera una amenaza. Una vez preso de nuevo, rieron, lanzando una patada hacia el neófito indefenso.
-Dejadlo en paz. Ya me tenéis. ¿Qué más queréis? - Pregunté, levantando los ojos hacia ellos. Uno de los espectadores, cogió el mentón y lo elevó más aún, tensionándose la garganta por la sed. Hasta la sangre más horrenda y despreciable me daba sed. Clavó una rodilla en el suelo y abofeteó la mejilla. El segundo de ellos, sacó de su bolsillo aquella cápsula con el líquido que más temía.
Lo miré, clavando la mirada. Y al entrar dentro de su pupila, casi preferí no hacerlo. Giré la cabeza con brusquedad.
-No pido nada más que los dejéis en paz. - Supliqué. En cambio, lo único que obtuve fue esa maldita droga regresando al corazón y esparciéndose por el cuerpo. La vista empezó a nublarse tras eso.
-Ziel... ¿cuándo aprenderás? Tu querido "protector" ha matado a docenas de nuestros hombres. Aunque quisiera, no soy quien para impedir su venganza. Él mismo ha estado cavando su tumba desde el principio. ¿Esperas que perdonemos las vidas que se ha llevado? - Otra patada directa al estómago. Tosí, escuchando de nuevo su voz. - Marcus O'Conell sigue siendo el "hijo" de Vladimir D'Shaitis. ¿Sigues pensando que merece vivir? Que se haya portado bien contigo, no indica que no siga asesinando gente. Y tú, como su cómplice, también deberías morir. - Esta vez, un puñetazo cayó. - Pero aún hay alguien que te quiere vivo. No es para menos... - Comentó, haciendo una tétrica sonrisa. Sí, la venta de un suculento joven daba mucho dinero negro.
Dos de los cazadores sujetaron al vampiro por los hombros y tiraron un poco hacia arriba, despegando las rodillas del suello. Después, alzaron su mentón. El tercero, aquel que hablaba, se desabrochó y bajó los pantalones con una sonrisa. Miré al suelo cuando aferró el pelo azul por la nuca. Ya no me importaba lo que hicieran. Yo seguía pensando en las dos únicas personas que realmente me importaban: Bella Gring y Marcus O'Conell. Entonces, ¿no podía evitar su muerte? Nuevamente, ¿no podía hacer nada por quienes amaba? ¿No podía asegurar su salvación? Fui un fracaso como humano, pero más fracaso como un vampiro inútil. Un lastre al fin y al cabo. Cerré los ojos, sirviendo como objeto de deseo una vez más.
Entonces, aquella escena lujuriosa fue vista por unos ojos carmesíes.
En cuanto escuché la puerta, levanté los párpados lentamente. Casi sin verle, ya sabía que era él. Y... había visto tratos que nunca debió observar. En menos de un suspiro, los cazadores estaban esparciendo su sangre por la moqueta. Bajé el tronco, abriendo la boca de sed. La saliva se escurrió hacia el suelo, seca como una lija y contaminada de droga, de sangre, de cazador. Necesitado, rocé el líquido con los labios. Tenía sed. Me daba igual de quién fuera o de quien no, tenía sed. Quería beber después de apenas hacerlo en una semana. Tragué saliva, deleitándome con aquel tentativo y doloroso olor, y a punto estuve de probarla; a pesar de la droga que impedía tomar alimento. El cazador que quedaba levantó la cápsula de nuevo, pero Marcus logró impedirlo antes. Si lo hubiera hecho, nadie sabía qué pasaría por una sobredósis. Quizá ni sobreviviera.
Alcé la cabeza, moviendo los ojos para encontrarle. El bonito brillo acuoso, había desaparecido sin dejar rastro. Estaba aturdido y apenas podía ubicarle por la pérdida de visión. "Siempre ataca al sentido más desarrollado", recordé. Y qué verdad era. Bajé la cabeza, negando; arrepentido de no poder hacer lo que me pedía.
-No. No puedo ir contigo. Ellos van a volver. Lo harán. Acabarán encontrándonos. - Aseguré lentamente. - Y entonces será peor. - La garganta hizo un nudo e impidió que siguiera hablando. No podía imaginar cómo sería una próxima vez. En comparación a la primera, esto parecía ser el mismísimo infierno. ¿Qué sería lo que viniera después? Y era mejor no decirle todo aquello, pero tenía derecho a saberlo. Tomé aire, pegando la frente contra las rodillas. Esto no era nada en comparación a si volvía a escaparme. Ya me lo habían advertido. - Véte. No te preocupes, porque me reuniré con vosotros. Véte Marcus. Márchate de aquí antes de que lleguen. - Lo empujé con la cabeza, incitándole a que se fuera. - Cuida de Bella hasta que regrese. - Concluí.
Marcus, no puedo seguir viviendo de la manera en que lo hago. O mueres tú, o muero yo.
Pero... no puedo seguir si no es contigo.
Pero ya no podía irme. Era demasiado tarde. Ellos volverían de nuevo. Incluso le había confesado mi cometido y no podía hacer más que darle la ventaja que necesitaba para escapar. Aunque seguramente, Marcus, tan insistente como siempre, acabaría por hacer todo lo contrario y seguirme. Al menos esperaba que Natsuki estuviera a salvo de cualquier vampiro o cazador.
En cuanto entré, estaban esperándome. Entré en la habitación y me arrodillé directamente, poniendo las muñecas juntas y alzándolas. Los cazadores, rápidamente ataron las manos en la espalda duramente al neófito, con lo único que podía dañar a un vampiro: metal madre. A causa de ello, las muñecas estaban maltratadas por los continuas veces que intenté zafarme. Hasta que descubrieron la dósis exacta para dejar que fuera una amenaza. Una vez preso de nuevo, rieron, lanzando una patada hacia el neófito indefenso.
-Dejadlo en paz. Ya me tenéis. ¿Qué más queréis? - Pregunté, levantando los ojos hacia ellos. Uno de los espectadores, cogió el mentón y lo elevó más aún, tensionándose la garganta por la sed. Hasta la sangre más horrenda y despreciable me daba sed. Clavó una rodilla en el suelo y abofeteó la mejilla. El segundo de ellos, sacó de su bolsillo aquella cápsula con el líquido que más temía.
Lo miré, clavando la mirada. Y al entrar dentro de su pupila, casi preferí no hacerlo. Giré la cabeza con brusquedad.
-No pido nada más que los dejéis en paz. - Supliqué. En cambio, lo único que obtuve fue esa maldita droga regresando al corazón y esparciéndose por el cuerpo. La vista empezó a nublarse tras eso.
-Ziel... ¿cuándo aprenderás? Tu querido "protector" ha matado a docenas de nuestros hombres. Aunque quisiera, no soy quien para impedir su venganza. Él mismo ha estado cavando su tumba desde el principio. ¿Esperas que perdonemos las vidas que se ha llevado? - Otra patada directa al estómago. Tosí, escuchando de nuevo su voz. - Marcus O'Conell sigue siendo el "hijo" de Vladimir D'Shaitis. ¿Sigues pensando que merece vivir? Que se haya portado bien contigo, no indica que no siga asesinando gente. Y tú, como su cómplice, también deberías morir. - Esta vez, un puñetazo cayó. - Pero aún hay alguien que te quiere vivo. No es para menos... - Comentó, haciendo una tétrica sonrisa. Sí, la venta de un suculento joven daba mucho dinero negro.
Dos de los cazadores sujetaron al vampiro por los hombros y tiraron un poco hacia arriba, despegando las rodillas del suello. Después, alzaron su mentón. El tercero, aquel que hablaba, se desabrochó y bajó los pantalones con una sonrisa. Miré al suelo cuando aferró el pelo azul por la nuca. Ya no me importaba lo que hicieran. Yo seguía pensando en las dos únicas personas que realmente me importaban: Bella Gring y Marcus O'Conell. Entonces, ¿no podía evitar su muerte? Nuevamente, ¿no podía hacer nada por quienes amaba? ¿No podía asegurar su salvación? Fui un fracaso como humano, pero más fracaso como un vampiro inútil. Un lastre al fin y al cabo. Cerré los ojos, sirviendo como objeto de deseo una vez más.
Entonces, aquella escena lujuriosa fue vista por unos ojos carmesíes.
En cuanto escuché la puerta, levanté los párpados lentamente. Casi sin verle, ya sabía que era él. Y... había visto tratos que nunca debió observar. En menos de un suspiro, los cazadores estaban esparciendo su sangre por la moqueta. Bajé el tronco, abriendo la boca de sed. La saliva se escurrió hacia el suelo, seca como una lija y contaminada de droga, de sangre, de cazador. Necesitado, rocé el líquido con los labios. Tenía sed. Me daba igual de quién fuera o de quien no, tenía sed. Quería beber después de apenas hacerlo en una semana. Tragué saliva, deleitándome con aquel tentativo y doloroso olor, y a punto estuve de probarla; a pesar de la droga que impedía tomar alimento. El cazador que quedaba levantó la cápsula de nuevo, pero Marcus logró impedirlo antes. Si lo hubiera hecho, nadie sabía qué pasaría por una sobredósis. Quizá ni sobreviviera.
Alcé la cabeza, moviendo los ojos para encontrarle. El bonito brillo acuoso, había desaparecido sin dejar rastro. Estaba aturdido y apenas podía ubicarle por la pérdida de visión. "Siempre ataca al sentido más desarrollado", recordé. Y qué verdad era. Bajé la cabeza, negando; arrepentido de no poder hacer lo que me pedía.
-No. No puedo ir contigo. Ellos van a volver. Lo harán. Acabarán encontrándonos. - Aseguré lentamente. - Y entonces será peor. - La garganta hizo un nudo e impidió que siguiera hablando. No podía imaginar cómo sería una próxima vez. En comparación a la primera, esto parecía ser el mismísimo infierno. ¿Qué sería lo que viniera después? Y era mejor no decirle todo aquello, pero tenía derecho a saberlo. Tomé aire, pegando la frente contra las rodillas. Esto no era nada en comparación a si volvía a escaparme. Ya me lo habían advertido. - Véte. No te preocupes, porque me reuniré con vosotros. Véte Marcus. Márchate de aquí antes de que lleguen. - Lo empujé con la cabeza, incitándole a que se fuera. - Cuida de Bella hasta que regrese. - Concluí.
Marcus, no puedo seguir viviendo de la manera en que lo hago. O mueres tú, o muero yo.
Pero... no puedo seguir si no es contigo.
- Ziel A. Carphatia
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Re: Planta superior
¿Cuánto tiempo había transcurrido ya? ¿Media hora? ¿Cuarenta y cinco minutos? ¿Menos? No podía deducir tal cosa la mente de Natsuki. La joven aún se encontraba inconsciente tendida sobre aquella cama. Su respiración continuaba siendo tenue, pero lentamente volvía a la normalidad. Su cuerpo estaba helado, completamente gélido. Realmente parecía más muerta que viva. Sin embargo, los latidos de su corazón estaban allí, presentes, dándole ánimo a su pecho, el cual ascendía y descendía con cautela.
Sus sentidos ni se inmutaron ante el griterío exterior ni los fuertes golpes de las puertas de las habitaciones. Incluso cuando su hermano ingresó en el cuarto donde ella estaba, la joven no despertó. Sin embargo, los primeros signos de su "regreso a la vida" comenzaban a resurgir. Natsuki sintió la calidez del cuerpo de su hermano. Apenas comenzó a abrir los ojos. Sentía aquella voz llamándola, incitándola a despertar. Sentía los párpados pesados y el cuerpo helado. Instintivamente, tembló ligeramente. ¿Qué había ocurrido? ¿Qué hacía Shima allí? Apenas movió la cabeza, intentando observarlo. Se encontraba adormilada y confundida. Y, de repente, un intenso ardor acudió a su garganta. Levantó una de las manos, temblorosa, y la llevó hasta su cuello. Cerró los ojos. ¿Qué clase de sensaciones eran aquellas? Toció un poco, pero el ardor no desaparecía.
- S-shima... -susurró penosamente-. ¿Q-qué está ocurriendo? ¿Qué haces aq..? -toció otra vez, sin poder concluir la frase. Se aferró con sus manos a los hombros de su hermano. Miró a su alrededor lentamente. ¿Qué había hecho luego de entrar allí? No lograba conectar los recuerdos en su mente.
- Tengo frío -confesó, haciéndose pequeña-. Y tengo mucha sed... -arrastró las palabras. La cabeza le daba vueltas, y su máscara otra vez cayó al suelo.
Sus sentidos ni se inmutaron ante el griterío exterior ni los fuertes golpes de las puertas de las habitaciones. Incluso cuando su hermano ingresó en el cuarto donde ella estaba, la joven no despertó. Sin embargo, los primeros signos de su "regreso a la vida" comenzaban a resurgir. Natsuki sintió la calidez del cuerpo de su hermano. Apenas comenzó a abrir los ojos. Sentía aquella voz llamándola, incitándola a despertar. Sentía los párpados pesados y el cuerpo helado. Instintivamente, tembló ligeramente. ¿Qué había ocurrido? ¿Qué hacía Shima allí? Apenas movió la cabeza, intentando observarlo. Se encontraba adormilada y confundida. Y, de repente, un intenso ardor acudió a su garganta. Levantó una de las manos, temblorosa, y la llevó hasta su cuello. Cerró los ojos. ¿Qué clase de sensaciones eran aquellas? Toció un poco, pero el ardor no desaparecía.
- S-shima... -susurró penosamente-. ¿Q-qué está ocurriendo? ¿Qué haces aq..? -toció otra vez, sin poder concluir la frase. Se aferró con sus manos a los hombros de su hermano. Miró a su alrededor lentamente. ¿Qué había hecho luego de entrar allí? No lograba conectar los recuerdos en su mente.
- Tengo frío -confesó, haciéndose pequeña-. Y tengo mucha sed... -arrastró las palabras. La cabeza le daba vueltas, y su máscara otra vez cayó al suelo.
- Natsuki Sugimura
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Re: Planta superior
Quizás alguien como él jamás debió ver eso.
Marcus O'Conell estaba hecho un demonio; un verdadero demonio. Si el término "vampiro" de por sí era fuerte y terrorífico, bastaba verle la cara a él como para percatarse de que le quedaba chico el apelativo. Aquellos sujetos osaron tocar a Ziel una vez más, y como si fuera poco, osaron tocarlo frente a sus narices. ¿Cómo pudieron ser tan descarados? ¿Cómo pudieron ser tan imprudentes? Marcus no dejaría pasar esto. Lo recordaría hasta el fin de sus días. Si no gritó y actuó con cautela y aparente tranquilidad, fue simplemente por el bien de Ziel. No quería que más cazadores llegaran, al menos no por el momento. Antes, quería sacar a Ziel de allí. Lo haría a toda costa, estaba decidido.
Caminó hasta su lado y se arrodilló en el suelo. Poco le importaba si sus pantalones se empapaban de aquella sangre tan inmunda. Observó la necesidad de Ziel y su deseo por probar incluso el líquido más fétido. Marcus negó con la cabeza suavemente. Tomó su mentón entre los dedos pulgar e índice y obligó a Ziel a mirarlo.
- Tú no debes ensuciarte con eso -susurró lentamente, acercando sus labios a los suyos. Eliminó, con su mano libre, todo rastro de saliva que se derramaba por la comisura de sus labios. Rápidamente, mordió su muñeca y se la ofreció al muchacho, obligándole a beber su sangre. Se recuperaría pronto de esa forma y estaría más fuerte-. Estoy aquí, Ziel. Nos iremos juntos de esta maldita fiesta y luego yo me encargaré de ellos. ¿De acuerdo? Pero, por favor, para con esto. Deja de ser su mártir y su víctima fiel -dijo con dolor surcando cada palabra y cada mirada. Pegó su mente a la suya, cerrando los ojos un momento. Aunque sabía que apenas tenían tiempo, no le importaba demorarse en esto. No le importaba demorarse toda la eternidad con tal de estar a su lado una vez más.
Y, finalmente, escuchó su voz.
- Si quieren encontrarnos, ¡pues que lo hagan! Estaré aquí, esperándolos, y los mataré uno a uno, lenta y dolorosamente -vociferó, remarcando perfectamente las sílabas de las últimas palabras. Sin embargo, a medida que continuaba oyendo sus incensatas palabras, el corazón de Marcus se removía una y otra vez. Negó con la cabeza. Era suficiente-. ¡Basta, Ziel! No me iré a ninguna parte sin ti. ¿Crees que Bella me lo perdonaría? -intentó sonreír, pero la tensión y la desesperación ocupaban su más espléndida expresión. Rápidamente, sujetó el metal madre que aprisionaba a Ziel y, aunque quemó sus manos, lo hizo añicos.
- Nos vamos -determinó, poniéndose de pie y obligando a Ziel a levantarse. Lo sostuvo contra su cuerpo y otorgó una suave caricia a su cabello. Pero, justo en ese instante, detrás de sí abrieron la puerta cuatro cazadores más. Dispararon. Lo hicieron una y otra vez. Marcus, ante el descuido por cargar al muchacho, no pudo evitar que una primera bala atravesara su pecho, rozando su corazón. Sus labios se abrieron y emitió un quejido. Consecutivamente, otra bala atravesó su abdomen. Escupió sangre hacia un lado, cuidando de no manchar a Ziel. Sonrió maquiavélicamente. ¿Con que planeaban inyectarle esa droga también? Cubrió a Ziel con su cuerpo y se ocultó tras una de las ventanas que daban al balcón. Miró hacia el jardín. Debía saltar y huir con él cuanto antes. Los cazadores se habían venido algo "reforzados" y él no iba a luchar con ellos con Ziel a cuestas. No lo pondría en peligro otra vez. Aun con esas heridas, a pesar de que fueran dolorosas, podía lidiar con el asunto, pero no permitiría que Ziel tuviera que lidiar con la cuestión también. Lo miró a los ojos en medio del griterío de los cazadores. Lo sujetó por los hombros.
- Haz tu mejor esfuerzo y vete. Busca a Bella -dijo con rapidez y severidad en la mirada. En el momento en que iba a continuar hablando, otra bala los atravesó en el hombro, obligándolo a ceder y, por ende, tambalearse. Apoyó una mano en el suelo, respirando agitadamente. La droga era fuerte, realmente. Le daba terror el hecho de imaginar lo que Ziel tuvo que pasar a causa de esa sustancia-. Vete Ziel. Hazlo o juro que te arrepentirás con tu vida -siseó. La amenaza ya estaba clara. Marcus no era nadie sin él. Ziel debía comprender eso. Todo lo que hacía, cada sacrificio y cada enfrentamiento con el peligro, era solo porque él existía en este mundo.
Marcus se incorporó y sonrió. El brillo de sus colmillos fue un resplandor en la noche. Miró hacia el interior de la habitación y relamió sus labios. Una pena que la velada debiera ser sangrienta para ellos.
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Marcus O'Conell estaba hecho un demonio; un verdadero demonio. Si el término "vampiro" de por sí era fuerte y terrorífico, bastaba verle la cara a él como para percatarse de que le quedaba chico el apelativo. Aquellos sujetos osaron tocar a Ziel una vez más, y como si fuera poco, osaron tocarlo frente a sus narices. ¿Cómo pudieron ser tan descarados? ¿Cómo pudieron ser tan imprudentes? Marcus no dejaría pasar esto. Lo recordaría hasta el fin de sus días. Si no gritó y actuó con cautela y aparente tranquilidad, fue simplemente por el bien de Ziel. No quería que más cazadores llegaran, al menos no por el momento. Antes, quería sacar a Ziel de allí. Lo haría a toda costa, estaba decidido.
Caminó hasta su lado y se arrodilló en el suelo. Poco le importaba si sus pantalones se empapaban de aquella sangre tan inmunda. Observó la necesidad de Ziel y su deseo por probar incluso el líquido más fétido. Marcus negó con la cabeza suavemente. Tomó su mentón entre los dedos pulgar e índice y obligó a Ziel a mirarlo.
- Tú no debes ensuciarte con eso -susurró lentamente, acercando sus labios a los suyos. Eliminó, con su mano libre, todo rastro de saliva que se derramaba por la comisura de sus labios. Rápidamente, mordió su muñeca y se la ofreció al muchacho, obligándole a beber su sangre. Se recuperaría pronto de esa forma y estaría más fuerte-. Estoy aquí, Ziel. Nos iremos juntos de esta maldita fiesta y luego yo me encargaré de ellos. ¿De acuerdo? Pero, por favor, para con esto. Deja de ser su mártir y su víctima fiel -dijo con dolor surcando cada palabra y cada mirada. Pegó su mente a la suya, cerrando los ojos un momento. Aunque sabía que apenas tenían tiempo, no le importaba demorarse en esto. No le importaba demorarse toda la eternidad con tal de estar a su lado una vez más.
Y, finalmente, escuchó su voz.
- Si quieren encontrarnos, ¡pues que lo hagan! Estaré aquí, esperándolos, y los mataré uno a uno, lenta y dolorosamente -vociferó, remarcando perfectamente las sílabas de las últimas palabras. Sin embargo, a medida que continuaba oyendo sus incensatas palabras, el corazón de Marcus se removía una y otra vez. Negó con la cabeza. Era suficiente-. ¡Basta, Ziel! No me iré a ninguna parte sin ti. ¿Crees que Bella me lo perdonaría? -intentó sonreír, pero la tensión y la desesperación ocupaban su más espléndida expresión. Rápidamente, sujetó el metal madre que aprisionaba a Ziel y, aunque quemó sus manos, lo hizo añicos.
- Nos vamos -determinó, poniéndose de pie y obligando a Ziel a levantarse. Lo sostuvo contra su cuerpo y otorgó una suave caricia a su cabello. Pero, justo en ese instante, detrás de sí abrieron la puerta cuatro cazadores más. Dispararon. Lo hicieron una y otra vez. Marcus, ante el descuido por cargar al muchacho, no pudo evitar que una primera bala atravesara su pecho, rozando su corazón. Sus labios se abrieron y emitió un quejido. Consecutivamente, otra bala atravesó su abdomen. Escupió sangre hacia un lado, cuidando de no manchar a Ziel. Sonrió maquiavélicamente. ¿Con que planeaban inyectarle esa droga también? Cubrió a Ziel con su cuerpo y se ocultó tras una de las ventanas que daban al balcón. Miró hacia el jardín. Debía saltar y huir con él cuanto antes. Los cazadores se habían venido algo "reforzados" y él no iba a luchar con ellos con Ziel a cuestas. No lo pondría en peligro otra vez. Aun con esas heridas, a pesar de que fueran dolorosas, podía lidiar con el asunto, pero no permitiría que Ziel tuviera que lidiar con la cuestión también. Lo miró a los ojos en medio del griterío de los cazadores. Lo sujetó por los hombros.
- Haz tu mejor esfuerzo y vete. Busca a Bella -dijo con rapidez y severidad en la mirada. En el momento en que iba a continuar hablando, otra bala los atravesó en el hombro, obligándolo a ceder y, por ende, tambalearse. Apoyó una mano en el suelo, respirando agitadamente. La droga era fuerte, realmente. Le daba terror el hecho de imaginar lo que Ziel tuvo que pasar a causa de esa sustancia-. Vete Ziel. Hazlo o juro que te arrepentirás con tu vida -siseó. La amenaza ya estaba clara. Marcus no era nadie sin él. Ziel debía comprender eso. Todo lo que hacía, cada sacrificio y cada enfrentamiento con el peligro, era solo porque él existía en este mundo.
Marcus se incorporó y sonrió. El brillo de sus colmillos fue un resplandor en la noche. Miró hacia el interior de la habitación y relamió sus labios. Una pena que la velada debiera ser sangrienta para ellos.
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Re: Planta superior
[♫]
Miré a Marcus a los ojos. Realmente no era ensuciarse o no ensuciarse. Era que, mientras la droga estuviera entre las venas, el cuerpo era intolerante con la sangre. De nada servía saciar la sed, pues las consecuencias serían seguramente más desagradables que pasar sed. Aun así, me dolía tanto la garganta que cuando puso la muñeca, no pude evitar beber un poco de su sangre y calmarlo al menos un tiempo. Después ya vería cómo se encargaba la droga de impedir que dicho líquido fuera de beneficio. Rápidamente, el sentido de la vista se recuperó, aunque no completamente.
Quería irme con él. No había más vuelta de hoja. Deseaba huir del mundo con Marcus y Bella, dejar a los cazadores y como él decía: abandonar de ser un mártir y una víctima fiel. Asentí lentamente, cerrando los ojos y escondiendo la cara en su traje. Iba a irme con él, da igual lo que pasara después. No podía aguantar ni un sólo minuto más siendo golpeado o vendido como un objeto de deseo. Decidido estaba. Su voz había logrado convencerme. Separé un poco el rostro de su cuerpo y lo miré, pegando la frente a la suya. Asentí de nuevo con los párpados.
-Está bien. Nos iremos. Juntos. - Exactamente. Apoyándonos el uno en el otro, aunque normalmente fuera Marcus el que siempre estuviera cargando por los dos. Pero me iría con él, o no me iría. Los dos, como él dijo.
Estiré las piernas con su ayuda, manteniéndome de pie. Lo rodeé con los brazos cuando me acercó a él y acarició el pelo. Sonreí levemente. ¿Cuánto llevaba soñando que alguien tuviera tan buen trato? ¿Cuánto estuve esperando por una caricia, un simple beso, un mísero abrazo? Apenas una semana, pero estaba demasiado necesitado de sus brazos, de los de Bella. Me sentía pequeño entre ellos. De repente, los cazadores volvieron. Miré a Marcus y lo volví a abrazar protectoramente cuando lo dispararon. Él era el escudo ahora, pero no dejaría que lo volvieran a tocar. Marcus O'Conell era mío, de mi propiedad. Mi protector, mi padre, mi hermano, todo lo que pudiera desear. Y lo amaba. Había llegado a amar a aquel que quiso tomar mi vida por despecho a una pérdida. Pero eso era cosa del pasado. Todo había cambiado desde entonces. Ahora estábamos en el presente, donde los cazadores osaban a herirle. Y desde luego, no permitiría que las mismas sucias manos que me habían ensuciado lo hicieran con aquellas balas en su piel mármolea perfecta.
Me cansé de que hicieran daño a mis seres queridos.
Nunca más.
Tomé su rostro con ambas manos, oliendo débilmente la sangre que salía de su cuerpo. Negué con la cabeza y terminé por sonreír. La situación no era para tomárselo a broma, y seguramente Marcus jamás me lo perdonaría pero...
-Entonces tendrás que golpearme. - Me daba igual las amenazas de sus labios. Ya había aprendido a lidiar con ellas. Y tampoco me arriesgaría a meter a Bella dentro de nuevo. Si los cazadores se dividieran, como aquella vez, ocurriría lo mismo que la vez pasada. Por eso, debíamos ser más racionales y dejar de separarnos. "Séparalos y lograrás vencerlos", así decían. De modo que, no lo dejaría solo con los cazadores. Acudiríamos a Bella cuando todo terminara.
Me arrodillé frente a él cuando cayó por aquel disparo en el hombro. Acaricié su pelo y regresé la palma de la mano a su mejilla. - Deja de hacer esto solo. Has dicho que nos íbamos juntos, Marcus. Los dos juntos o no hay pacto. - Susurré, rodeando su cuello y pegando de nuevo su frente a la mía. - No me iré a ninguna parte sin ti. ¿Crees que Bella me lo perdonaría? - Repetí sonriente.
Definitivamente, no dejaría que volvieran a tocarles.
Una vez se levantó, lo hice también. Lo obligué a mirarme. Aquellos cazadores no tenían el derecho de que alguien como él, llegara a tomar presencia de ellos. Y sin apartar los ojos del vampiro, levanté un brazo instintivamente. Abrí la mano e inmediatamente se formó en el aire una especie de superficie transparente y color dorado a una distancia prudente de nosotros. Lentamente, comenzó a ensancharse, haciéndose más grande hasta que consiguió convertirse en un círculo perfecto que nos cubría a ambos. Los cazadores, enervados, dispararon sucesivas veces de nuevo, pero ni una sola bala hizo impacto contra alguno de los dos. Todas se las tragaba aquella superficie dorada, intensificando su fuerza y color a cada impacto. Sonreí a Marcus. Esto no lo había probado hasta ahora, pero, cuando se desea algo con todas tus fuerzas se cumple tu propósito. Esta vez me sentía seguro de proteger a Marcus. Y seguramente fue lo que estaría pasando, pues yo nunca sabría cómo crear un escudo para ambos. En cambio, ver sangrar a quien me importaba, revolvió todas mis entrañas, imaginando cómo sería su dolor para escupir sangre por la boca.
Limpié con cuidado la sangre de sus labios. Giré la cabeza para ver a los cazadores, anonadados y furiosos. Hubo un brillo aterrador y cruel en la mirada carmesí que los observaba con atención. Nunca más, me repetí. Uno de ellos soltó el arma y se marchó, temeroso por su vida. Había hecho bien. Porque habría muerto de quedarse. Nadie supo bien qué pasó a continuación, pero los cazadores comenzaron a soltar las armas y llevarse las manos a la sien. Maldijeron en voz alta, mostrando la cara de dolor que acometía en dentro de sus cabezas. Inexplicablemente les contaminaba el cerebro, queriendo despedazarlo. De repente, un cuerpo cayó inerte al suelo. Después otro. Los que no lo hicieron, siguieron malgastando su fuerza en querer coger su arma. Sin embargo, en cuanto esa sensación invadió también mi cabeza, cesó milagrosamente para los cazadores.
Lo haría de otro modo. La mano que tenía en alto, acabé por cerrarla con fuerza, y al expandirla de nuevo, todas aquellas balas que hicieron impacto en el escudo, salió en dirección contraria, atravesando a más de un cazador; inyectándose ellos mismos la droga que habían producido. No tendría los mismos efectos que en un vampiro, pero al menos los despistaría y nos daría el tiempo suficiente.
Clavé la mirada en Marcus. La forma de mirar del joven había cambiado. Tenía aquel brillo aterrador propio del más sanguinario vampiro, pero al mismo tiempo, mantenía la dulzura de unos ojos amables que una vez fueron humanos. Los labios dibujaron la figura hermosa de una sonrisa. Me acerqué a Marcus y lo atraje por la nuca, rodeándolo con el brazo libre. Besé su pelo con añoro y me separé un poco de él.
-¿Juntos? - Pregunté, ciertamente algo infantil. Los cazadores, viendo cómo se iba su reo, empezaron a gritar y se lanzaron a golpear el escudo con lo que tenían; pero no llegaba a ceder ni un centímetro, ni a resquebrajarse lo más mínimo.
Ladeé la cabeza y terminé por besar esos labios que tanto tiempo deseé. El pelo azulado se movió suavemente y pronto, un aura del mismo color que aquella protección, rodeó al neófito. Cerré los ojos, sin saber qué era esta sensación tan sumamente cálida y agradable. La electricidad volvía a inundar cada resquicio interno. El contacto con el vampiro fomentaba la sustración de energía lentamente, casi inapreciable. Aunque dentro de poco, el cansancio se inclinaría sobre Marcus. Y dentro del inexperto, se mezclaba la energía mencionada con la que él tenía, adquiriendo ese tono dorado.
Puse la mano en cada una de las heridas que tenía. Sin razón de lógica, el aura se colaba por el agujero de sus ropas y comenzaron a desaparecer, sanando la zona de cualquier herida y toda droga; dejando en su piel una temperatura cálida y elevada. Seguidamente, las mismas huellas aparecieron en mi propio cuerpo, comenzando a sangrar y a sentirme mareado. Si era él quien consumía sus fuerzas por la ausencia de las suyas y con idea de utilizarlas para un buen propósito, entonces llevaría la carga y sanaría repectivamente antes que el otro vampiro. Abrí los ojos y sonreí otra vez, sin mostrar dolor alguno. Además, al devolverle a Marcus todo su bienestar, nos asegurábamos la huida. Él era mejor combatiente que yo.
Sin embargo, el cuerpo inexperto que acumulaba dos esencias diferentes, no podía albergarlas mucho tiempo. Esta era la primera vez que convergían. El brazo alzado empezó a temblar y amenazaba con bajar y deshacer el escudo. Apreté la mano y la mandíbula, haciendo un pequeño esfuerzo. Sólo un poco más. Pero estaba agotado. Llevaba sin descansar todo este tiempo y la sangre de Marcus no dio excesivamente para mucho. Y la poca energía que tenía, la gasté en mantenernos a salvo. La nariz comenzó a sangrar del sobreesfuerzo, igual que siempre. La pérdida de sangre se hacía efectiva también por cada herida traspasada y por la comisura de los labios. Tosí, expulsando sangre por la boca. La limpié con la manga del traje. Puse la frente sobre el hombro de Marcus, taponando la herida del abdomen. Encorvé un poco la espalda, escupiendo la sangre que regresaba a la boca, justo entre ambos. Me dolía el estómago. Aunque la droga resultaba contraproducente y lograba que los síntomas no fueran tan duros como de costumbre.
-Estoy cansado. - Reconocí débilmente, cerrando los ojos y levantando los párpados a base de voluntad. - Quiero irme a casa. - Murmuré tambaleándome. Agarré su traje, evitando caer al suelo. El aura dorada comenzaba a desaparecer y pronto también acabaría por caer el escudo. Cerré los ojos, sin poder abrirlos más. Sintiéndolo mucho, Marcus terminaría el trabajo. Yo no podía dar más de sí.
Había hecho lo que buenamente había podido.
- Ziel A. Carphatia
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Re: Planta superior
Apenas lo había notado: Natsuki estaba completamente helada. Los ojos de Shima quedaron abiertos completamente. ¿Qué había ocurrido para que su temperatura bajara tanto? Chasqueó la lengua. Sin perder más segundos, rápidamente, sus instintos de hermano mayor salieron a la luz. La recostó sobre la cama de nuevo y se quitó la chaqueta e inclusive la camisa del traje, y las depositó sobre el cuerpo de su hermana. Poco le importaba quedarse al descubierto, estaban en verano. Nuevamente, volvió a tomarla entre sus brazos y acariciaba su espalda con fuerza, haciendo calor en su cuerpo.
- Natsuki... - Volvió a llamarla, preocupado. En la trayectoria de su vida, jamás estuvo tan preocupado por ella. Ni siquiera cuando amenazó con irse de su casa le tembló el pulso. En cambio, ahora, demostraba que él no era un hombre de hierro. Tenía una única debilidad: la que tenía entre sus brazos. Consideraba su deber cuidarla y protegerla, pero también soltarla lo suficiente para que volara por ella misma. Besó su sien, sin dejar de calentarla. Hasta que finalmente, Natsuki se movió entre sus brazos. Suspiró aliviado, con los ojos envuelto de vidrio fundido y la apretó más contra sí, haciendo una sonrisa entre sus labios. No le había pasado nada. Seguía viva, que era lo primordial.
La sujetó con un brazo por la espalda y quitó un mechón de la cara.
- Natsuki, ¿estás bien? - Preguntó veloz, viendo cómo le molestaba la garganta. Con sumo cuidado, quitó su mano de la zona y palpó, sin encontrar rastros de ahogue. Ya no quedaban rastros de la rojez que tuvo. Shima, imaginándose un supuesto de asesinato, apretó su mano y chasqueó la lengua. ¿Qué demonios había pasado? Ese malnacido... No quedaría danzando por ahí si había sido el causante. Su mente fue despejada de inmediato, nada más oírla hablar. - Sí, Natsuk, estoy aquí. - Acarició su pelo, mostrándole que no era su imaginación. Quería hacerle millones de preguntas sobre lo que pasó, pero la chica no estaba en condiciones de contestarlas todas. Sin embargo, tampoco podría contestarlas, pues no parecía recordar nada. Trazó la mejor de sus sonrisas, intentando no preocuparla. Quizá más adelante comenzara a acordarse de lo que había pasado. - Un hombre me llamó diciendo que estabas inconsciente. Pero no sé nada más. ¿Te desmayaste? ¿Tuviste una bajada? Dime, ¿había alguien más contigo? - Inquirió preocupado, sin poder evitarlo.
Asintió de nuevo con la cabeza. Se levantó y se apresuró a coger una botella de agua del minibar. Regresó a la cama, quitó el tapón e incorporó a su hermana.
- Ven, toma. - Acercó la botella a sus labios, sujetándola contra sí y ocupándose de cada una de sus necesidades.
- Natsuki... - Volvió a llamarla, preocupado. En la trayectoria de su vida, jamás estuvo tan preocupado por ella. Ni siquiera cuando amenazó con irse de su casa le tembló el pulso. En cambio, ahora, demostraba que él no era un hombre de hierro. Tenía una única debilidad: la que tenía entre sus brazos. Consideraba su deber cuidarla y protegerla, pero también soltarla lo suficiente para que volara por ella misma. Besó su sien, sin dejar de calentarla. Hasta que finalmente, Natsuki se movió entre sus brazos. Suspiró aliviado, con los ojos envuelto de vidrio fundido y la apretó más contra sí, haciendo una sonrisa entre sus labios. No le había pasado nada. Seguía viva, que era lo primordial.
La sujetó con un brazo por la espalda y quitó un mechón de la cara.
- Natsuki, ¿estás bien? - Preguntó veloz, viendo cómo le molestaba la garganta. Con sumo cuidado, quitó su mano de la zona y palpó, sin encontrar rastros de ahogue. Ya no quedaban rastros de la rojez que tuvo. Shima, imaginándose un supuesto de asesinato, apretó su mano y chasqueó la lengua. ¿Qué demonios había pasado? Ese malnacido... No quedaría danzando por ahí si había sido el causante. Su mente fue despejada de inmediato, nada más oírla hablar. - Sí, Natsuk, estoy aquí. - Acarició su pelo, mostrándole que no era su imaginación. Quería hacerle millones de preguntas sobre lo que pasó, pero la chica no estaba en condiciones de contestarlas todas. Sin embargo, tampoco podría contestarlas, pues no parecía recordar nada. Trazó la mejor de sus sonrisas, intentando no preocuparla. Quizá más adelante comenzara a acordarse de lo que había pasado. - Un hombre me llamó diciendo que estabas inconsciente. Pero no sé nada más. ¿Te desmayaste? ¿Tuviste una bajada? Dime, ¿había alguien más contigo? - Inquirió preocupado, sin poder evitarlo.
Asintió de nuevo con la cabeza. Se levantó y se apresuró a coger una botella de agua del minibar. Regresó a la cama, quitó el tapón e incorporó a su hermana.
- Ven, toma. - Acercó la botella a sus labios, sujetándola contra sí y ocupándose de cada una de sus necesidades.
- Shima Sugimura
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Re: Planta superior
No comprendía aquella situación. Mientras más observaba a su alrededor, más se asombraba. De repente, se vio envuelta en la ropa de su hermano e, incluso, rodeada por sus brazos. Alzó un poco el mentón para observarle. ¿Por qué estaba tan preocupado? ¿Qué había ocurrido? Trataba de conectar las ideas en su mente pero, en el instante en que creía llegar a una conclusión aceptable, un agujero negro se lo tragaba todo. ¿Por qué no podía recordar lo que había hecho escasos minutos atrás? ¿O acaso habían sido horas?
Lentamente, el calor regresaba a su cuerpo. Extrañamente, encontró cómodo aquel abrazo. Se aferró más a su hermano, pues un ligero sentimiento de temor la recorría. No había nada peor que la duda, que la incertidumbre. Lo veía tan preocupado que realmente comenzaba a creer que algo malo había ocurrido con ella. Cuando escuchó su primer interrogante, asintió. Sí, estaba bien, o al menos eso creía. Se separó un poco de él y tosió otra vez. ¿Qué era eso que sentía? Era un escozor insoportable. Había dejado de prestarle atención a los preocupados ojos de su hermano, hasta que escuchó aquello.
- ¿Qué...? -dijo anonadada, pero más que nada preocupada. Se llevó una mano al pecho. ¿Cómo que un hombre llamó a su hermano desde su móvil? Hasta donde recordaba, ella estaba sola allí-. Yo.. no lo sé. Sólo recuerdo que quería entrar en la habitación por el gran espejo de allí -señaló con el dedo de forma algo temblorosa-. Pero.. no recuerdo si había alguien. No sé qué me ocurrió -se llevó una mano a la cabeza y frunció el ceño.
Observó la rapidez con la que su hermano se levantaba y le traía algo de beber. Desesperada, aceptó el líquido cristalino. Gota a gota, su garganta se refrescó con aquel manjar -porque realmente era una delicia- y cuando se terminó la botella entera, suspiró y echó la cabeza hacia adelante, para acaparar mucho mejor el aire que la rodeaba. Cuando acabó por tranquilizarse e intentar comprender la situación, se quitó las prendas de Shima que cubrían su cuerpo. Se las tendió lentamente, pero entonces alguien abrió la puerta. Un gran griterío se formó afuera: era Sakamoto. Había venido porque había escuchado decir a sus amigas que Ziel estaba por aquí con una chica. Claramente, las noticias corrían rápido. Sin embargo, Natsuki no recordaba nada de eso. La cuestión es que ahora, lo que ella recordaría y lo que recordarían sus compañeras de clase, era que la joven se encontraba en una habitación de la Planta Superior con un muchacho semidesnudo. Mujeres... siempre exageran.
Cerraron la puerta velozmente y empezaron a gritar desde el exterior. Natsuki se quedó pálida, observando la puerta fijamente. Giró el rostro hacia Shima. Cuando observó que tenía aún el antifaz puesto, sintió un gran alivio: entre la oscuridad del cuarto y aquella máscara ocultando parcialmente su rostro, ellas jamás imaginarían que era él.
- No se cansan... -dijo más para sí que otra cosa, y pasó una mano por su frente, echando hacia atrás su sedoso flequillo. Miró a Shima y sonrió levemente-. Ahora, tendrán diversión para rato -acotó, haciendo referencia a que ella sería el motivo de chisme de toda la semana y, tal vez, todo el año. Nuevamente, su hermano se las arreglaba para hacerle una de sus pesadas jugadas incluso cuando acudía preocupado en su ayuda. Suspiró otra vez y se dejó caer en la cama. Miró el techo. ¿Qué había ocurrido aquí?
Lentamente, el calor regresaba a su cuerpo. Extrañamente, encontró cómodo aquel abrazo. Se aferró más a su hermano, pues un ligero sentimiento de temor la recorría. No había nada peor que la duda, que la incertidumbre. Lo veía tan preocupado que realmente comenzaba a creer que algo malo había ocurrido con ella. Cuando escuchó su primer interrogante, asintió. Sí, estaba bien, o al menos eso creía. Se separó un poco de él y tosió otra vez. ¿Qué era eso que sentía? Era un escozor insoportable. Había dejado de prestarle atención a los preocupados ojos de su hermano, hasta que escuchó aquello.
- ¿Qué...? -dijo anonadada, pero más que nada preocupada. Se llevó una mano al pecho. ¿Cómo que un hombre llamó a su hermano desde su móvil? Hasta donde recordaba, ella estaba sola allí-. Yo.. no lo sé. Sólo recuerdo que quería entrar en la habitación por el gran espejo de allí -señaló con el dedo de forma algo temblorosa-. Pero.. no recuerdo si había alguien. No sé qué me ocurrió -se llevó una mano a la cabeza y frunció el ceño.
Observó la rapidez con la que su hermano se levantaba y le traía algo de beber. Desesperada, aceptó el líquido cristalino. Gota a gota, su garganta se refrescó con aquel manjar -porque realmente era una delicia- y cuando se terminó la botella entera, suspiró y echó la cabeza hacia adelante, para acaparar mucho mejor el aire que la rodeaba. Cuando acabó por tranquilizarse e intentar comprender la situación, se quitó las prendas de Shima que cubrían su cuerpo. Se las tendió lentamente, pero entonces alguien abrió la puerta. Un gran griterío se formó afuera: era Sakamoto. Había venido porque había escuchado decir a sus amigas que Ziel estaba por aquí con una chica. Claramente, las noticias corrían rápido. Sin embargo, Natsuki no recordaba nada de eso. La cuestión es que ahora, lo que ella recordaría y lo que recordarían sus compañeras de clase, era que la joven se encontraba en una habitación de la Planta Superior con un muchacho semidesnudo. Mujeres... siempre exageran.
Cerraron la puerta velozmente y empezaron a gritar desde el exterior. Natsuki se quedó pálida, observando la puerta fijamente. Giró el rostro hacia Shima. Cuando observó que tenía aún el antifaz puesto, sintió un gran alivio: entre la oscuridad del cuarto y aquella máscara ocultando parcialmente su rostro, ellas jamás imaginarían que era él.
- No se cansan... -dijo más para sí que otra cosa, y pasó una mano por su frente, echando hacia atrás su sedoso flequillo. Miró a Shima y sonrió levemente-. Ahora, tendrán diversión para rato -acotó, haciendo referencia a que ella sería el motivo de chisme de toda la semana y, tal vez, todo el año. Nuevamente, su hermano se las arreglaba para hacerle una de sus pesadas jugadas incluso cuando acudía preocupado en su ayuda. Suspiró otra vez y se dejó caer en la cama. Miró el techo. ¿Qué había ocurrido aquí?
- Natsuki Sugimura
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Re: Planta superior
Por una vez, Shima Sugimura se arrepintió de sus palabras. Aunque estuviera mintiendo y con ello, faltando a sus ideales y creencias; pero no debió haber dicho aquello. A veces era necesario guardar la verdad. Mentir piadosamente, como dirían algunos para excusarse. La simple cara de preocupación de su hermana, hacía más huella sobre la suya. Acarició su pelo, inspirándola tranquilidad de nuevo. En cambio, era difícil que la calma llegara hasta Natsuki después de oír que había un hombre en la habitación, el cual ella no lograba recordar.
Cerró una de sus manos sobre la de Natsuki, deteniendo el temblor y asintió mirando en la dirección del espajo.
- Da igual. Está bien, está bien. Ya pasó. No ha ocurrido nada. - Besó su pelo y llevó la mano entre ambos, para que así recibiera calor. - No pasa nada. - Repitió, atrayéndola por la nuca contra él. Más tarde, cuando se encontrara más tranquila y no estuviera dándole tantas vueltas, aclararían el asunto como buenamente pudieran. De todas formas él tenía el móvil de Natsuki y por consiguiente las huellas del hombre que llamó. A menos que este utilizara guantes y hubieran sido completamente borradas del teléfono.
Sus ojos verdes tras la máscara, se pararon sobre Natsuki, observándola con atención mientras bebia. Finalmente, intentó sonreír, pero quedó truncado dicho gesto. Aún no se le iba de la cabeza que había un hombre en la misma habitación de su hermana. Pero, de haberla forzado, en la cama habría restos o estaría todo revuelto. Sin embargo, para su tranquilidad y como una suposición menos, no había indicios de violación o maltrato. Simplemente, como si aquello hubiera sido una simple caída por una bajada de tensión. Giró su cabeza rápidamente cuando la puerta se abrió. Era la misma chica que casi siempre merodeaba alrededor de Natsuki, no hacía falta más que verla. El brillo amarillento de sus iris, en medio de la oscuridad, significaron amenaza para las cotillas que abrieron la puerta. Seguidamente, cerraron la puerta y suspiró aliviado. ¿Le habrían descubierto? ¿Qué pensaría Sakamoto de la relación de unos hermanos?
Con delicadeza, volvió a recostar a su hermana sobre la cama. Pasó la mano por su frente, esbozando una sonrisa.
- Déjalas. No pienses en ello. - Negó con la cabeza. Chiquillas. Perfectamente se notaba que eran adolescentes sin madurar. Aunque sus compañeras seguramente hubieran hecho lo mismo o algo mucho peor. Además, lo que menos tenía que hacer ahora Natsuki, era sumar preocupaciones a su cabeza. ¿Es que no podía dejar su cartel de popularidad por un momento? - Descansa un rato. Yo me quedaré aquí contigo. - Susurró, retirando el flequillo de la frente hacia atrás.
Cerró una de sus manos sobre la de Natsuki, deteniendo el temblor y asintió mirando en la dirección del espajo.
- Da igual. Está bien, está bien. Ya pasó. No ha ocurrido nada. - Besó su pelo y llevó la mano entre ambos, para que así recibiera calor. - No pasa nada. - Repitió, atrayéndola por la nuca contra él. Más tarde, cuando se encontrara más tranquila y no estuviera dándole tantas vueltas, aclararían el asunto como buenamente pudieran. De todas formas él tenía el móvil de Natsuki y por consiguiente las huellas del hombre que llamó. A menos que este utilizara guantes y hubieran sido completamente borradas del teléfono.
Sus ojos verdes tras la máscara, se pararon sobre Natsuki, observándola con atención mientras bebia. Finalmente, intentó sonreír, pero quedó truncado dicho gesto. Aún no se le iba de la cabeza que había un hombre en la misma habitación de su hermana. Pero, de haberla forzado, en la cama habría restos o estaría todo revuelto. Sin embargo, para su tranquilidad y como una suposición menos, no había indicios de violación o maltrato. Simplemente, como si aquello hubiera sido una simple caída por una bajada de tensión. Giró su cabeza rápidamente cuando la puerta se abrió. Era la misma chica que casi siempre merodeaba alrededor de Natsuki, no hacía falta más que verla. El brillo amarillento de sus iris, en medio de la oscuridad, significaron amenaza para las cotillas que abrieron la puerta. Seguidamente, cerraron la puerta y suspiró aliviado. ¿Le habrían descubierto? ¿Qué pensaría Sakamoto de la relación de unos hermanos?
Con delicadeza, volvió a recostar a su hermana sobre la cama. Pasó la mano por su frente, esbozando una sonrisa.
- Déjalas. No pienses en ello. - Negó con la cabeza. Chiquillas. Perfectamente se notaba que eran adolescentes sin madurar. Aunque sus compañeras seguramente hubieran hecho lo mismo o algo mucho peor. Además, lo que menos tenía que hacer ahora Natsuki, era sumar preocupaciones a su cabeza. ¿Es que no podía dejar su cartel de popularidad por un momento? - Descansa un rato. Yo me quedaré aquí contigo. - Susurró, retirando el flequillo de la frente hacia atrás.
- Shima Sugimura
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Re: Planta superior
Los disparos se alojaban en su cuerpo, aprisionando cada vez más cada órganos tocado. Marcus ejercía una lucha contra los cazadores pero también contra su propio cuerpo, el cual quería nuevamente pasar factura del maltrato al cual lo estaba sometiendo. No obstante, se mantenía firme, erguido, y la mirada amenazante no se desviaba ni un centímetro del objetivo. Que disparasen todo lo que quisieran, pues a él no le importaría. Mientras pudiese ser capaz de proteger a ese muchacho, nada más le importaba.
"Está bien. Nos iremos, juntos." Esas palabras le otorgaban fuerza y esperanzas. Aún podía sacar a Ziel con vida de allí dentro y evitar que continuase la persecución. Pero el muy necio no acataba sus órdenes. Marcus frunció el ceño mirándolo. Sabía que muchas veces era demasiado protector, pero... ¿No había nacido, acaso, para este fin? Era una de las pocas cosas buenas que él podía aportarles a seres tan bondadosos como Bella y Ziel.
Marcus ladeó la cabeza y se giró para comenzar a atacar, pero desde ese instante, todo transcurrió demasiado rápido. No supo explicar cómo ni por qué, pero Ziel derribó a aquellos cazadores sin necesidad de su ayuda. Marcus, dolorido, se encontró de buenas a primeras rodeado por aquella esfera de protección. Le recordaba a la de Bella, pero sabía que no era el mismo poder. Miró a Ziel mientras este ejercía su poder sobre aquellos desgraciados.
Gritos desesperados y cráneos devastados.
Marcus abrió los ojos de par en par mientras se veía obligado a llevar una de sus manos al abdomen. La sangre se derramaba por sus labios. Aquella bala había tocado un órgano vital. No creía que fuese lo suficientemente efectivo como para matarlo, pero... ¿en qué demonios estaba pensando? Nuevamente, aquellas emociones regresaban: por primera vez, tenía miedo de morir. Temía perecer y abandonarlos a ellos, a ese neófito perversamente bueno y a aquella dama de corazón de fuego. Sonrió para sí y bajó la cabeza. Pronto todo acabaría. Pronto podrían estar los tres tranquilos, disfrutando de los días. Pronto...
Ziel continuaba protegiéndolo. Acabó con los cazadores y se acercó a su lado. Marcus alzó la vista para mirarlo. Nunca lo había visto tan decidido y tan seguro de sí mismo. Se veía hermoso envuelto en aquella aura. El vampiro sonrió suavemente y asintió a su comentario. Sí, juntos. Se irían de aquí juntos de una buena vez. Y, en ese momento, fue bendecido con uno de sus besos de plata. Marcus, casi con desesperación, aceptó aquel regalo divino. Subió una de sus manos por el pecho de Ziel hasta rodear su cuello y aferrar su nuca. Mediante aquel contacto, una electricidad extraña se adueñó del cuerpo del vampiro. La energía se renovaba en cada uno de sus músculos y huesos. Incluso las heridas sanaban y ya no molestaban. Las balas con droga fueron expulsadas de su cuerpo. Marcus, aún con sus labios fijos en los de Ziel, abrió los ojos. Sintió un cálido líquido descendiendo desde la boca de su amante. ¿Acaso eso era... sangre?
Marcus se apartó justo en el instante en que Ziel toció y escupió aquella sangre. Horrorizado, no podía creer lo que veían sus ojos. ¿Ziel había asimilado cada una de sus heridas y por esa razón él se había curado? Observó cómo temblaba su cuerpo y como, de repente, caía inconsciente. Marcus, alarmado, lo sujetó entre sus brazos. ¿Qué clase de estupidez había hecho? No podía ser tan imprudente como para asimilar los males físicos de su cuerpo en el suyo, pues claramente no tenían la misma resistencia, la cual se formaba tras años y años de vivencias y experiencias.
Marcus se puso de pie con rapidez. Parecía que ahora él debería acabar el trabajo. Miró hacia todas partes, buscando que no haya ni un intruso más a la vista. Y luego, sin demorarse ni un instante más, saltó por la ventana hacia el balcón, y luego atravesó el jardín camouflándose perfectamente entre los árboles y las sombras que estos producían. Debía darse prisa, pues Bella los estaría esperando. Y está muy mal visto hacer esperar a una dama.
"Está bien. Nos iremos, juntos." Esas palabras le otorgaban fuerza y esperanzas. Aún podía sacar a Ziel con vida de allí dentro y evitar que continuase la persecución. Pero el muy necio no acataba sus órdenes. Marcus frunció el ceño mirándolo. Sabía que muchas veces era demasiado protector, pero... ¿No había nacido, acaso, para este fin? Era una de las pocas cosas buenas que él podía aportarles a seres tan bondadosos como Bella y Ziel.
Marcus ladeó la cabeza y se giró para comenzar a atacar, pero desde ese instante, todo transcurrió demasiado rápido. No supo explicar cómo ni por qué, pero Ziel derribó a aquellos cazadores sin necesidad de su ayuda. Marcus, dolorido, se encontró de buenas a primeras rodeado por aquella esfera de protección. Le recordaba a la de Bella, pero sabía que no era el mismo poder. Miró a Ziel mientras este ejercía su poder sobre aquellos desgraciados.
Gritos desesperados y cráneos devastados.
Marcus abrió los ojos de par en par mientras se veía obligado a llevar una de sus manos al abdomen. La sangre se derramaba por sus labios. Aquella bala había tocado un órgano vital. No creía que fuese lo suficientemente efectivo como para matarlo, pero... ¿en qué demonios estaba pensando? Nuevamente, aquellas emociones regresaban: por primera vez, tenía miedo de morir. Temía perecer y abandonarlos a ellos, a ese neófito perversamente bueno y a aquella dama de corazón de fuego. Sonrió para sí y bajó la cabeza. Pronto todo acabaría. Pronto podrían estar los tres tranquilos, disfrutando de los días. Pronto...
Ziel continuaba protegiéndolo. Acabó con los cazadores y se acercó a su lado. Marcus alzó la vista para mirarlo. Nunca lo había visto tan decidido y tan seguro de sí mismo. Se veía hermoso envuelto en aquella aura. El vampiro sonrió suavemente y asintió a su comentario. Sí, juntos. Se irían de aquí juntos de una buena vez. Y, en ese momento, fue bendecido con uno de sus besos de plata. Marcus, casi con desesperación, aceptó aquel regalo divino. Subió una de sus manos por el pecho de Ziel hasta rodear su cuello y aferrar su nuca. Mediante aquel contacto, una electricidad extraña se adueñó del cuerpo del vampiro. La energía se renovaba en cada uno de sus músculos y huesos. Incluso las heridas sanaban y ya no molestaban. Las balas con droga fueron expulsadas de su cuerpo. Marcus, aún con sus labios fijos en los de Ziel, abrió los ojos. Sintió un cálido líquido descendiendo desde la boca de su amante. ¿Acaso eso era... sangre?
Marcus se apartó justo en el instante en que Ziel toció y escupió aquella sangre. Horrorizado, no podía creer lo que veían sus ojos. ¿Ziel había asimilado cada una de sus heridas y por esa razón él se había curado? Observó cómo temblaba su cuerpo y como, de repente, caía inconsciente. Marcus, alarmado, lo sujetó entre sus brazos. ¿Qué clase de estupidez había hecho? No podía ser tan imprudente como para asimilar los males físicos de su cuerpo en el suyo, pues claramente no tenían la misma resistencia, la cual se formaba tras años y años de vivencias y experiencias.
Marcus se puso de pie con rapidez. Parecía que ahora él debería acabar el trabajo. Miró hacia todas partes, buscando que no haya ni un intruso más a la vista. Y luego, sin demorarse ni un instante más, saltó por la ventana hacia el balcón, y luego atravesó el jardín camouflándose perfectamente entre los árboles y las sombras que estos producían. Debía darse prisa, pues Bella los estaría esperando. Y está muy mal visto hacer esperar a una dama.
- Marcus O'Conell
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Lun Ene 01, 2024 11:07 pm por Ichihara Yuuko
» Plaza del pueblo
Miér Jul 01, 2020 3:36 pm por Issei Chrane
» Define en una palabra.
Sáb Oct 12, 2019 3:06 pm por Fraiah B. Eslin
» Que harias con el de arriba si se quedaran en cerrados en un habitación.
Jue Oct 10, 2019 9:42 pm por Ziel A. Carphatia
» Edificios abandonados
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