~ Vampire Knight: Academia Cross ~
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    Mensaje por Kaien Cross Sáb Nov 22, 2014 2:35 pm

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    Mensaje por Issei Chrane Miér Dic 03, 2014 10:10 pm

    Issei se llevó casi arrastras a la joven humana que corría detrás de él como podía, pues el vampiro sujetaba su muñeca y la obligaba a avanzar, sin pensar en la posibilidad de que retirara su palabra y se arrepintiera de su confesión. Ya no había vuelta atrás para ninguno de los dos. Y tropezaron con la gente, abriéndose paso prácticamente a empujones, lo cual le resultaba divertido a Chrane. Al voltear su rostro, oculto nuevamente por la máscara que combinaba con su atuendo, pudo comprobarse la amplia y sigilosa sonrisa que se abrió por sus labios. ¿Le hacía ilusión? Tal vez sintiera algo en su interior después de oír las palabras desesperadas y embriagadoras de ella, aunque confesar semejante estupidez eso no formaba parte de ningún diálogo con la mujer. Únicamente reconocería el deseo que albergaba dentro de hacerla suya, tanto su cuerpo como su sangre. Y esta noche se haría realidad para satisfacción de uno de ellos dos.

    Y nada más salir del edificio, el brazo libre del peliverde se alzó, llamando rápidamente a un taxi. Aun si se encontraba gente esperando, poco le importó. Nada más parar el coche, abrió para puerta elegantemente para su dama, cual caballero sin armadura y con un mísero traje de arlequín. Esperó a que entrara y seguidamente, se hizo hueco en la parte de atrás, sonriendo al conductor y al resto de gente que parloteaba acerca de su desfachatez. Pero Issei Chrane, desde luego, era un cara dura y un aprovechado, se viera por donde se viera, luego ni siquiera prestó atención a sus voces. Estaban borrachos, y mañana nadie se acordaría de quién era él.
    - Por favor, llévenos a Tokio. – Ordenó al hombre. Una Oveja especial y tan resistente, se merecía un mejor trato procedente de él, ¿no? Todos los esfuerzos y el empeño que mostró Issei en Chlóe, se veía recompensado para la pelirosa por entregarse de una vez por todas. Y qué menos que llevarla a la capital, al centro de esta región, justo como ella fue el objetivo principal del vampiro por unos largos meses. Mientras, en la mente de él, volaban cientos de cosas, cientos de situaciones que, como siempre, revoloteaban en una “situación ideal” para otra de sus pequeñas Ovejas. ¿Acaso no se merecían estos buenos tratos? De alguna manera, estaban sacrificándose por su bienestar, por alimentarle con sus cuerpos rebosantes de sangre deliciosa. ¿Qué menos podría hacer él, un simple hombre de dulces encantos?

    El trayecto duró alrededor de una hora. Issei miraba a su acompañante sin apenas pestañear, pues cuanto más la observara, más quedaba prendido de su olor, del encanto de su piel y el rosado de sus labios y cabellos. Admiró nuevamente su vestido y clavó sus ojos en ella, intentando llegar hasta su interior. ¿Qué era lo que ella escondía? ¿Por qué su sola presencia podía nublar sus sentidos de esta manera? De su cabeza aún no se borró la escena de la primera vez que vio sus iris claros pidiendo ayuda. Ni tampoco cuando la encontró en Iglesia, ni el movimiento de su boca en aquel instante. “Ella está aquí”, dijo. Pero, ¿quién era ella? ¿Quién le buscaba? Sus ojos se cerraron lentamente, meditando y recordando cada segundo de ese extraño día. Su mano, inconscientemente comenzó a acariciar la suya con las yemas de los dedos, tal vez buscando la tranquilidad por medio de ese gesto. No obstante, a pesar de las infinitas ganas que sentía averiguar la verdad, no creyó pertinente hablar del tema. Por ello, la conversación no procedió en ningún momento, ya que él no tenía intención de intervenir y prefería escuchar más de las peticiones que poseía dentro Crosszeria, convertidas algún día en el irremediable final que esperaba esta misma noche. En cambio, ¿cómo romper una muñeca que tanto le costó conseguir? No tenía pensado arrebatar su vida por el momento. Sería muy poco divertido el haberla conseguido y que tan fácil se entregó a él en una desesperada. Y era de obviarse, que a Issei Chrane le encantaba jugar y divertirse a costa de las vidas humanas.

    En cuanto entraron en la zona más habitada del país, las luces comenzaron a mostrarse a través de los cristales del automóvil. La mirada del peliverde señaló hacia la ventanilla, indicándole a la humana. Sus dientes se asomaron por una socarrona sonrisa. Todo brillaba a su paso, al igual que la misma Crosszeria hizo en la fiesta de disfraces. El ruido del tráfico, de la gente, de la capital en sí, era igual o peor que el habitado en la fiesta. De alguna manera, todo se asemejaba a lo sucedido antes. ¿Acaso ella no era consciente de ello? Tal vez no, y por eso, él era el encargado de hacerla recordar. Se inclinó un poco sobre la zona de su asiento y tomó su mentón, girando su rostro seguidamente para besarla de nuevo. ¿Entendía ahora? Chlóe era la ruidosa, testaruda, brillante como la capital; e Issei resultaba un mísero pueblo escondido, vagabundo, del que nadie allí se acuerda. Sin embargo, al final el ruido vence frente a la tranquilidad, la contaminación cede contra el aire limpio, las luces de las farolas y los carteles, vencen frente a la noche.
    - Pare aquí mismo, continuaremos andando. – Murmuró cerca de los labios de la mujer, perdiendo la sonrisa y clavando sus llamativos ojos en el conductor. Este, temeroso por el extraño pasajero que llevaba en la parte de atrás, no lo pensó. E inmediatamente pararon en mitad de una calle colindante a la principal.

    Caballerosamente, y por segunda vez, Issei se bajó del coche y esperó a que su dama saliera elegantemente, pues esta noche era suya. Se acercó lentamente a ella, cerrando la puerta de un solo golpe.
    - Espérame aquí, ahora vengo... – Susurró sobre su oído, retirándose y marchando para pagar al conductor. ¿Pagar? ¿Acaso le debía algo a ese malnacido? Su taxi apestaba a rata muerta, los asientos se encontraban descoloridos y enganchados por los múltiples viajeros que, sin duda, habría transportado el vehículo. Y como comprendería, ese no era lugar para llevar a una señorita tan bien vestida como la pelirosa durante una larguísima hora escuchando la basura de radio que sintonizaba.
    Se acercó al hombre de buenas maneras, pero al sacar su cartera, encogió los hombros. Una lástima. El dinero que llevaba encima no era para sus servicios. Su sonrisa mostró los colmillos del vampiro. El taxista quedó estupefacto ante la imagen que contemplaba. ¿Aquellos seres existían? Sí, vivían rodeados de gente normal y corriente, camuflados como simples mortales. No obstante, Issei se adelantó a los hechos y antes de que le diera tiempo a gritar, agarró su cuello con una mano, cortándole el aire rápidamente. Nadie tenía por qué enterarse de quién había llegado a Tokio. Nadie tenía por qué conocer que los vampiros existían. Y por supuesto, nadie conocería que Issei Chrane pasaría la noche con la mujer más deseada por los vampiros de todo el pueblo del que procedían: Chlóe Crosszeria.

    Sus colmillos se lanzaron hacia su víctima sin vacilar. Bebió sin importarle siquiera que su acompañante pudiera ver u oír la terrorífica escena. Esto resultaba lo que era, un vampiro. Y acababa de firmar con su sangre la noche con el peliverde. Nadie, mucho menos ella, era capaz de impedir que se alimentara de los humanos. Todo lo contrario, debería ser agradecida con él, pues prefirió la mierda que podía ofrecerle este vagabundo a ruedas, a beber de su cuello directamente y dejarla tan seca como el cuerpo que acababa de soltar. Al menos con esto, Issei controlaría de mejor manera la sed que le producía estar cerca de su víctima predilecta.
    Al separarse, limpió con un pañuelo su boca y se irguió de nuevo, cerrando la puerta del conductor.
    - Ya podemos irnos. - Los ojos del joven aún brillaban algo rojizos, pero eso solo contribuía aun más a la atención y el ensismamiento que producía observarle. Ante la expresión de la mujer, bajó la mirada y sonrió delicadamente como si nunca hubiera roto un plato. Él tan aparente y tan diferente, al igual que un lobo con piel de cordero.

    Tomó una de sus manos delicadamente y la pasó por debajo de su brazo para que se agarrara a él. Las aceras de la ciudad podían jugarle una mala pasada con sus preciosos zapatos de tacón, y además, era una forma de tampoco quitarle la vista de encima. No se perdería tan a la ligera, aunque las calles estuvieran a rebosar de gente.
    -Y bien, ¿a dónde quieres ir?
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    Mensaje por Chlóe Crosszeria Jue Dic 18, 2014 1:35 am

    El encantamiento se había disuelto, pero aún así, las reminiscencias del mismo habían permanecido nadando en las pupilas acuosas de Chlóe. Él no era lo que ella buscaba. Él no tenía nada para darle, ¿no es cierto? Sólo le había mentido, había jugado con ella y había intentado acercarse de múltiples maneras, y ninguna fue honesta. Tan sólo una única vez la chica pudo apreciar preocupación en sus ojos, y fue aquel nefasto día donde casi pierde la vida en la iglesia a manos  de Andrei, por no decir que en verdad lo hizo pero que algún extraño ser le permitió vivir un poco más, como si todavía hubiera planes para su existencia en este mundo. Aquella fue, entonces , la única vez, pero tampoco resultó del todo sincero: él sólo velaba por la sangre caliente de sus venas, no por su bienestar. Pues, ¿cómo no alarmarse ante la fatídica muerte de alguien cuyo manjar aún no había podido probar? Sería toda una pérdida, todo un fracaso para un ser como él. Pero, a pesar de tener múltiples argumentos y fundamentos para alejarlo de sí y gritar para que los cazadores lo asesinasen como la lacra que es, ella prefirió callar. Prefirió callar ante su suave y persuasiva voz; ante su tacto helado y adormecedor al quitar sus lágrimas. Porque eso era lo que producían esos ojos. Eso generaban, y los humanos nunca debían mirar en el interior de esas oscuras pupilas, porque irremediablemente serían atrapados por ellas.

    La gente se apartaba a su paso. Issei tomó la iniciativa sin demorarse ni un momento. Cual lacayo fiel, obedeció su petición, como si Chlóe tuviera algún poder sobre él, cuando en realidad todo resultaba ser al revés. Pero en estas circunstancias, elegir un bando, una posición, no tenía mucho sentido. Ambos, de diversas maneras, habían solicitado algo. Ese algo, era algo provechoso para ambos. Por lo tanto, ¿por qué jugar al amo y al esclavo cuando se podía erigir un contrato de mutua beneficencia? Al menos eso resultaba ser por ahora, por esta noche. Chlóe tan sólo quería olvidarse de todo, vivir al límite, como si mañana todo sucumbiera bajo un atroz temblor. Y él… él desde luego obtendría lo que tanto había estado buscando, y todo al módico precio de concederle a ella esta mísera ambición de locura adolescente.

    Con su muñeca sujetada por él, la cazadora aceleraba el paso esquivando un sinfín de personas elegantes y asombradas. Algunos arrojaron algún que otro insulto sobre el joven vampiro, y a pesar de que ella no hubiera querido ceder tan fácilmente a esa forma de ser suya, no pudo evitar sonreír mientras se acoplaba a él, a su andar apresurado e imponente. Parecían dos fugitivos. Cual película, los protagonistas huían de la sofisticada fiesta para no desperdiciar la brillante noche en cortesías y convenciones sociales propias de la elite. Y rió una vez, y luego la risa se transformó en algo armoniosamente constante. Con su antifaz bien colocado otra vez, miró a su alrededor en todo el trayecto, sin evitar reparar en la cantidad de personas que habían acabado con el champagne en sus relucientes atuendos por culpa de la fuga que Issei Chrane estaba encabezando. Cuando llegaron al exterior, él detuvo un taxi. Chlóe lo observó, ya seria otra vez, pero extrañamente tranquila de repente. Al salir de la fiesta, había reparado en Ryu. ¿Tal vez debería decirle..?

    Sacudió la cabeza, alborotando su rosada melena. No. Nadie sabría nada acerca de esta noche, excepto ella y él. Por lo tanto, sin meditarlo siquiera, se subió al coche, aprovechando la caballerosidad que el vampiro estaba teniendo para con ella.

    La puerta se cerró y ya no había vuelta atrás. Definitivamente, en el instante en que el chofer comenzó a conducir, Chlóe se dio cuenta del gran paso que había dado. Pero, a su vez, se percató del nuevo peligro al cual se había arrojado. ¿Qué incauta demencia habría ocasionado semejante elección? ¿Por qué a él, de todas las personas presentes, le había pedido que la sacase de allí? ¿Por qué perderse con él, un desconocido y un desquiciado vampiro, en esta pacífica noche? No podía explicárselo. Estaba tan confusa y nerviosa a la vez, así como emocionada, y no comprendía las razones de sus sentimientos. Cuando notó su presencia a su lado, bajó la mirada, y allí la mantuvo, en el suelo del coche. Apenas se esforzaba en respirar. Y cuando le oyó decir “Tokyo”, ella se sobresaltó. Miró al frente, y entonces su mirada se cruzó con la del conductor, quien la observaba algo extrañado. ¿Acaso vería algo extraño? Posiblemente ella estuviera actuando raro… pero no podía evitarlo. Se limitó a sonreír, como si nada pasara, como si se sintiera cómoda, ¿y es que acaso no lo estaba? Ella había decidido esto, entonces, ¿cómo podía echarse atrás?

    El vampiro llamó su atención. Chlóe percibió el movimiento de su rostro, el recorrido de su mirada. Además, las luces exteriores bañaron el interior del automóvil. Tokyo… No había pisado esta ciudad de nuevo desde que tenía diez años. ¿Algo habría cambiado? Probablemente todo. Los recuerdos familiares llovieron; llovieron aquellos días de inocencia y simpleza alegre. Y justo cuando otra vez iba a ser atormentada por las inolvidables memorias, él tomó su mentón y giró su rostro en su dirección. La chica abrió los ojos de par en par. Podía notarse en ellos la exaltación, el temor… Pero nunca había reparado en el profundo verde de aquellos ojos, sin duda, asesinos. Estaban cerca, muy cerca, tanto que parecía besarla con sus oscuras pupilas más que con sus fríos labios. Su corazón se aceleró, si es que podía acelerarse más. La estaba besando. La estaba besando otra vez. Cerró los ojos, y cuando él se separó, quiso sonreír del mismo modo en que él lo hacía. ¿Por qué, de repente, parecía tan fresco, tan radiante? ¿Acaso todos los vampiros sabían fingir así de bien?

    Chlóe quiso apartar la mirada otra vez, pero no pudo consguirlo. Aún notaba la helada sensación de su mano sobre la suya, y sobre todo, aún notaba sus ojos clavados sobre su rostro. Al mirarlos, vio pasar frente a ella aquel cambio rotundo. Otra vez, el joven encantador cambiaba lugares con aquella bestia que no dudaba que estaba allí dentro, en algún lugar de aquel aparentemente juvenil cuerpo.  Cuando él dijo que allí se bajarían, suspiró levemente. De todos modos, no había nada que pudiera decirle. Ella había decidido ser guiada por él, hacia dondequiera que quisiera llevarla, y todo porque ella se lo había solicitado. Cuando Issei se bajó, en el tiempo que demoró en abrir la otra puerta e invitarla a bajar, el chofer la miró seriamente, alarmado.
    - ¿Estás bien? ¿Estás segura de que quieres bajarte..? –dejó de hablar en cuanto la mano de Issei se extendió hacia ella. Chlóe miró al hombre y asintió, sonriendo como si nada, como si en verdad lo estuviera saludando y nada más. Se despidió elegantemente, educada, y tomó la mano de aquel verdugo. Asintió cuando él le dijo que esperara. Bueno, suponía que iba a pagarle, ¿no es cierto? Sin embargo, algo la incomodaba. Algo le preocupaba más de lo debido. Y bastaron unos cuantos quejidos ahogados para hacérselo saber. Chlóe, abriendo los ojos con espanto, se echó hacia atrás, trastabillando con el cordón de la acera. ¿Qué..?
    - ¿Qué demonios haces? –le gritó, pero se tapó la boca a sí misma. Sentía que el corazón iba a salírsele del pecho. En verdad sentía que estaba a punto de perderlo en el camino, escupiéndolo y pisoteándolo –si es que Issei Chrane no se había encargado de hacerlo ya-. La cazadora miró hacia todas partes. ¿Qué debía hacer? ¿Debía irse? Otro taxi pasaba frente a sus ojos en ese momento. Sin embargo, en cuanto la intención surcó su mente, aquel demonio ya estaba frente a ella otra vez. El horror reflejado en el rostro de Chlóe no demostraba, por sorprendete que pareciera, sorpresa. En el fondo lo sabía, ¿cierto? Sabía en lo que se estaba metiendo. “Dime con quién andas y te diré quién eres”, oyó en su mente. Su consciencia, trayendo a colación las palabras que una vez le dijo su padre mientras le explicaba el legado de su familia; “quienes protegen o se alían a vampiros no son dignos de tu esfuerzo, porque ellos no quieren ser ayudados”.

    Cerró los ojos con fuerzas. En efecto, ella tampoco quería ser ayudada, ¿verdad? De haberlo querido en algún momento, hubiera optado por quedarse en la fiesta con los demás cazadores y no coquetear con vampiros perversos y peligrosos. ¿En qué situación la dejaba esto? Ella no se estaba convirtiendo simplemente en una adolescente rebelde y despreocupada, pues ¿cuántos pasos faltaban para que fuera una completa traidora a su sangre y a la Asociación misma?

    ¿Realmente Chlóe Crosszeria había perdido completamente la cabeza?

    Tapó sus oídos. Apoyó su espalda contra la vidriera de una oscura tienda. Sí. Estaba loca, desquiciada igual que él. Porque aunque oía la agonía de aquel hombre, aunque sabía que ese vampiro estaba drenando hasta la última gota de vida en él, ella no estaba haciendo nada para evitarlo. ¡Lo estaba dejando morir de una forma peor que cuando se aplasta una rata! Chlóe Crosszeria no era sólo una pésima cazadora, sino también una horrible humana. Sola como estaba, como estuvo siempre, pero tan capaz de elegir los peores caminos. Era como si su destino fuera en el bando contrario. ¿Cómo remediaría esto? ¿Cómo conviviría con ello? Pero había jurado no pensar más por esta noche. Se había prometido olvidarse de todo y vivir esta aventura como si mañana ya nada existiese. ¿Estaba mal ser egoísta? ¿Era un pecado este egoísmo frente a una muerte inocente? “Y esta será sólo la primera de muchas más que verás” escuchó a su lado. Al abrir los ojos y girar el rostro, halló allí de pie, abstracta e incolora, a la misma niña de antaño. Las pupilas de Chlóe se volvieron ínfimas. “Mira lo que me ha hecho”, agregó, como tantas otras veces. En ese instante, Chlóe se volteó para huir, o al menos para intentarlo, pero su cuerpo embistió de frente con el de Issei. Al elevar la vista hacia su rostro, pudo notar en sus iris aquel rastro carmesí tan oscuro. No quería mirar hacia atrás. No quería oír a esa niña ni quería estar así de asustada. ¿Acaso no había visto esos ojos ya? ¿Acaso Andrei mismo no se había presentado así ante ella, e incluso peor, hiriéndola y propasándose con ella, hasta el punto de guiarla a la muerte? Entonces, ¿por qué? ¿Por qué la repentina tensión y el insoslayable asombro? Y lo peor era no poder disimular los latidos de su corazón, que iba a mil, golpeando una y otra vez su pecho.

    Y fue vencida. Fue vencida en su ánimo una vez más, y tras aquella sonrisa “inocente” que él le dedicó, dejó de pelear consigo misma, y dejó caer su frente contra su pecho. Con ambas manos, se aferró a su elegante traje. Ocultó su rostro, y tras respirar profundo y ocultar las lágrimas, elevó su rostro hacia él otra vez, y sonrió, y aquella sonrisa que esta vez ella le dedicó, no dejaba ver ninguna preocupación ni ningún temor. Era una sonrisa que parecía aceptar todo lo que estaba ocurriendo, y que no buscaba incendiar cada verdad que esta noche le mostraba mientras avanzaba. Se trataba de una sonrisa que aceptaba cada atrocidad, cada gota de sangre… Cada prohibido deseo que la guió hacia esta locura sin remedio. Y, a su vez, rechazaba cada advertencia, cada señal de alerta, cada indicio de que el mundo tal y como lo conocía, estaba a punto de desmoronarse, y su vida cambiaría para siempre.

    - A donde quieras.. Tampoco es que tenga muchas pretensiones.. –susurró algo tímidamente, pero al mirarlo, una sugerente sonrisa emergió de sus rosados labios-. ¿O acaso debería tenerlas? –preguntó, clavando sus ojos en los suyos y deteniendo el paso. Se puso frente a él e, inclinándose suavemente, posó sus labios contra los suyos. No cerró los ojos, sino que lo continuó mirando fijamente, como si ella fuera capaz de intimidarlo y esconder en lo más profundo de su ser a aquella Chlóe temerosa, inestable e insegura. Con ese beso, quería borrar toda culpa. Esa noche le pertenecía. Él le pertenecía bajo este cielo y bajo esa luna que poco a poco se bañaba en sangre. Nadie le quitaría el derecho a ser egoísta, a disfrutar esta velada que, ciertamente, podría ser la última. Absolutamente nadie, ni siquiera ella misma. Por ende, tras encerrar delicadamente su rostro entre sus dos manos cubiertas por blancos guantes, saboreó aquel pérfido rastro metálico que aún quedaba presente en sus labios. Ahora no sólo los unía lo prohibido y lo secreto, sino también la muerte que del mismo modo podía separarlos. Pero esto último, en verdad, no era algo que debiera importarle a alguno de los dos. Después de todo, esto era una aventura, el resultado de un impulso, y lo que sucediera esta noche, perecería aquí mismo.

    ¿Así sabía la sangre humana? ¿Este era el perverso sabor de robar una vida? Chlóe pestañó suavemente y, tras morder su labio inferior, se separó de él, abandonando el tacto de su perfecto y frío rostro.
    - Dejaré que me sorprendas –murmuró-, pero ni se te ocurra hacer que me pierda la salida del sol –determinó, observándolo amenazante y con cierto tono de advertencia, pero acabó por sonreír suavemente y rodear su antebrazo con el suyo, comenzando a caminar otra vez. A la lejanía pudo ver la silueta de aquella niña otra vez, pero sus fríos ojos la observaron con desdén.
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    Mensaje por Issei Chrane Vie Ene 02, 2015 12:51 pm

    Tan sólo existió una sola posibilidad para ella. Para su salvación. Sin embargo, el tomar esa decisión, ya no se encontraba entre sus optativas. En cuanto denegó el ofrecimiento del conductor del taxi, ya era demasiado tarde para Chlóe Crosszeria. Incluso, de haberla aceptado la ayuda del cadáver que ahora sangraba dentro del vehículo, Issei no pensaba que hubiera costado mucho alcanzar a un miserable coche en medio de la avenida. Total, sus dones podrían haber cortado con más intensidad el metal, luego su velocidad se vería reducida notablemente. Una verdadera paradoja, esto de las leyes físicas.
    No obstante, regresando al tema, en realidad, el desastre se sumiría en la vida de la joven en cuanto formuló aquel deseó hacia su persona. De modo que no existía ninguna escapatoria más para la pelirosa. ¿Y cómo iba a ser él tan maleducado para no aceptarlo? Por supuesto que esta noche, Chrane le pertenecía y si lo ansiaba, puede que incluso se postrara a sus pies. Aunque tampoco había que exagerarlo todo de esa manera.

    Sus ojos regresaron a la normalidad tras un breve intervalo de tiempo, surcando el intenso verde de siempre. Se clavaron, entonces, sobre los claros de Chlóe; sonriendo perversamente.
    - ¿Acaso no te has dado cuenta aún? - Preguntó sarcástico. – Soy un vampiro, y no puedes evitar que continúe alimentándome de personas humanas. Y sinceramente, creo que es mejor que haya bebido la porquería de ese hombre, antes que matarte a ti, ¿no lo has pensado? – Sus labios se ensancharon inmediatamente. Le encantaba recordarle que había vendido esta noche al mismo diablo, a cambio de vivir como una chica normal y corriente. Y como si consiguiera leer el más mínimo pensamiento que surcara dentro de la mente de ella, se retorcía en esas declaraciones de la mujer. Sin embargo, Chrane nunca desarrolló semejante don y la verdad, tampoco lo necesitaba. Durante siglos estuvo estudiando las expresiones de la gente, así que era capaz de advertir cuándo estaban mintiéndole o cuándo decían la verdad. De todas formas, ¿hizo Crosszeria algo al respecto? No, pues de otra forma, la ex cazadora hubiera detenido sus intenciones, incluso puede que antes de que le sujetara el cuello y sentenciara el último día de ese conductor. No obstante, lo había visto morir ante sus ojos sin hacer absolutamente nada. Podía decirse que “lo había dejado morir”. Sin darse cuenta, la humana estaba poniéndose de su parte, estaba soltando sus egoísmos sin piedad, de eso estaba completamente seguro Issei. ¿O estaba planteando erróneas suposiciones?

    Poco le importaba si ella quería huir. La perseguiría, aun si tenía que recorrer más de medio mundo para encontrarla –cosa que realmente no ocurriría, ya que la velocidad de un vampiro, ni siquiera era comparable a la que alcanzara una humana–. Justo de repente, su cuerpo estalló contra el suyo, interponiéndose entre la libertad de sus garras y el asesinato que acababa de presenciar. El verdor de sus iris se oscureció. Issei se sentía ofendido con el actuar indeciso de la chica, y esto comenzaba a agotar su paciencia, dado que él estaba cumpliendo cada uno de sus más ínfimos deseos y jamás, hasta esta noche, osó a tocarle ni un mísero mechón de su rosado cabello. Esta noche, al menos, estaba condenada a los infiernos con Issei Chrane. Y más vale que lo aceptara de una miserable vez, o tomaría su cuerpo y su vida sin piedad, sin tener en cuenta sus peticiones, sino simplemente obteniendo lo que llevaba buscando desde hacía tantísimo tiempo.

    Sin embargo, al parecer, la aceptación llegó a sus sentidos y manifestó la rendición que Chrane estaba deseando ver. El rostro de la joven se estrelló contra su traje, pero no tomó importancia el valor económico que tenía, pues ya planeó que seguramente quedara arruinado por algún cazador que lo reconociera en la fiesta. En cambio, para ser sinceros, prefería que Chlóe se escondiera en él como una niña pequeña que necesita cariño y comprensión. Sus largos y fuertes brazos, rodearon suavemente el frágil cuerpo humano que yacía frente a sus ojos. Sus expresión cambió, e incluso podría advertirse una sutil y sincera sonrisa asomando por sus labios. Pero, ¿quién creería que es un gesto de su propio ser y no una mera y bordada actuación? Desapareció en el momento en que la joven levantó su cabeza hacia él. El abrazo que formó, comenzó a deshacerse también. En cambio, su mano viajó hasta su mejilla, encontrando el rastro húmedo que provocan las lágrimas. No hacía falta que ocultara su miedo, porque todos los humanos debían vivir y aceptar sus miedos, del mismo modo en que Issei aceptó y sufrió los suyos hace cientos de años. ¿Acaso estaba el perverso Issei Chrane apiadándose de esta bella mujer? Quién sabe, pero sin duda alguna, era capaz de comprender las emociones humanas, aun si él nunca logró experimentarlas.
    La calidez de su piel se introdujo debajo del frío del mármol de la suya. Cerró los ojos y suspiró, esperanzado de que Chlóe no decidiera huir de nuevo o traicionarle. Un vampiro y una humana, ¿a dónde iban a parar? Eso mismo se preguntaba el peliverde millones de veces, salvo que no llegó a responderse a sí mismo. Esto era un entretenimiento más, una Oveja que pronto dejaría este mundo por la fuerza de sus colmillos.

    - Deberías tenerlas… - Contestó, regresando la burla hacia su rostro. Las cosas continuaban, tal vez para la suerte de ambos. Sus pasos comenzaron a caminar, pero pronto se vieron interrumpidos por la pelirosa. ¿Y quién predijo que la antigua cazadora se atrevería a besarle? Nadie, pero esto le gustaba bastante. Mejor a tener que procurar que ningún coche la atropellase porque tuvo la intención de escapar de sus buenos tratos. Los ojos del peliverde comenzaron a cerrarse, anestesiado por el dulzor de sus carnosos labios. ¿Qué le importaba si ansiaba el control sobre él? Bien, si eso quería, concedería su deseo. Al separarse, Issei aún degustaba el sabor humano que quedó sobre su boca, dejando en la de ella el salado gusto de la sangre. Ensanchó la sonrisa, mostrando sus colmillos con sagacidad y lamiéndolos con excesiva promiscuidad. Ambos conocían que este no sería el último encuentro entre ellos, así como tampoco era el primero de la noche. La sangre de Chlóe esta noche tenía un dueño. Un dueño que haría realidad cada uno de sus más escondidos y egoístas deseos.

    Levantó la cabeza, pensativo, llevando su mano libre al mentón. ¿Algo que pudiera sorprender a una extravagante mujer como ella? Y claramente, sin repetir nada de las anteriores ovejas que poseyó. En cuanto su última súplica fue dicha, la idea surcó en su mente, tan veloz como un rayo, pudo comprobarse por su rostro que ya existían planes para la noche. Tomó la mano de su damisela y comenzó a guiarla por medio de la ciudad de Tokio.
    - Espera y verás. – Comentó únicamente, sin dar a mostrar ninguno de sus magníficas ideas.
    Sin embargo, antes, debería hacerle una pequeña ruta turística por los lugares más emblemáticos de la ciudad. Hecho y dicho, Chlóe Crosszeria fue la dama que todos envidiaron, así fuera por la belleza de su rostro, de sus ojos claros o de su cabello; del mismo modo en que iba acompañada de un apuesto galán que tampoco hacía desperdicio de sus encantos. Chrane sonreía abiertamente a todo aquel que se quedaban mirándoles con fascinación, interpretando a la perfección su papel de Príncipe Azul, con el que toda mujer sueña a aspirar algún día. Aunque, realmente, tenían suerte si este sangre azul no se fijaba en sus minúsculas y cortas vidas, pues de otra forma, no habría un mañana para ninguna de ellas. Igual que podía pasar para la pelirosa.

    ~Instrumental~

    Terminando el recorrido, se detuvieron frente a un gigantesco edificio decorado con cientos de luces que le hacían llamar aún más la atención. Un hotel de alto standing, llamado "Elysian Fields”. El vampiro, sin demorarse lo más mínimo, se adentró en la recepción, registrándose con uno de sus nombres falsos, como era de costumbre. Una vez firmado, tomó la mano de la humana y comenzaron a atravesar el lujoso salón, donde cientos de huéspedes regresaban sus ojos hacia ellos. Pero, ¿qué pensaría Chlóe de todos los vampiros que escrutaban su cuerpo con minuciosa tranquilidad? Aquel no era un lugar corriente, al parecer. No obstante, ¿quién iba a poderse permitir un lugar como este? Ni siquiera trabajando toda su vida, un humano conseguiría acceder al cuarto de limpieza. Solo los nobles de sangre, los herederos de algún título nobiliario, además de los vampiros –que en sus largas vidas, aburridas, decidieron reunir todo el dinero para vivir como reyes, al igual que el joven Chrane–, podían permitirse hospedarse en el lugar. En cambio, la ex cazadora no tenía por qué sufrir de angustia por ello. Resultaba una lástima que su sangre ya tuviera dueño, ya que todos y cada uno de los ojos rojos que brillaban a su alrededor, regresaron a su entretenimiento sin más. ¿Acaso se pelearían por una humana? Había cientos, miles de ellas en Tokio. Sería denigrante para cualquiera de ellos si se pusieran a combatir por la joven, ya que coincidían en la verdadera pérdida de tiempo que eso supondría. Podían buscarse a otra y así ninguno se enzarzaría en la posesión del peliverde sobre el cuerpo de la mujer que lo acompañaba.

    Al entrar en el ascensor, indicó al botones que subieran a la última planta. Seguidamente, agarró la cintura de su mujer y la arrinconó contra la pared. Buscó con la libre una de sus pequeñas y frágiles manos, entrelazando los dedos suavemente, haciendo comparable la temperatura entre ambos. Apenas podía contenerse más, porque la sed llevaba perjudicándole tanto esta noche. Y el aroma que desprendía, el pensar que sería suya de una vez por todas, solo le impacientaba aún más. Posó una de sus frías manos sobre el rostro claro de ella, y automáticamente se inclinó para besarla intensamente. ¿Qué le importa a él si miraba el botones? Absolutamente nada. En cambio, lo que todos estarían preguntándose sería: ¿y qué se les había perdido allí? Dinero, seguramente. Issei decidió no desperdiciar esta espléndida noche con Crosszeria e invirtió el sueldo de aquel taxista muerto, en concederse una de las suit presidencial. Bien era de saber que el vampiro realmente era un consentido y un caprichoso, ¿y qué negarle a la familia Chrane?

    Al abrirse las puertas del ascensor, el peliverde se separó de su preciada Oveja y regresó a coger su mano, comenzando una pequeña carrera hasta la habitación del fondo del pasillo. La sonrisa de él era enigmática, nadie conocía lo que se escondía detrás. Pero toda reacción, siempre tiene una acción, ¿no es así?
    Efectivamente, al entrar, lo primero que contemplaron sus ojos era la oscuridad perfecta que cubría la habitación. Entonces, una pequeña luz entraba por la ventana, sigilosa y suavemente con el sonido de un violín. Sin dar tiempo a explicaciones o preguntas, el índice del vampiro se posó sobre sus carnosos labios, indicando silencio. Avanzaron por la sala a las órdenes estrictas que marcaban su cuerpo, y finalmente se detuvieron sus pasos frente al balcón. La vista desde allí era asombrosa. Podía verse con claridad toda la ciudad de Tokio iluminada todavía, pero a lo lejos, entre las montañas que se divisaban, un color naranja señalaba el inicio del amanecer. Issei permaneció a su lado con una sonrisa maliciosa, apareciendo de repente con dos elegantes copas de cristal y una botella de champagne. Si por algo escogió la suit, no fue más que por las vistas que esta ofrecían, además del lujo incondicional que supondría también. Y todo ocurrió porque, como buen pastor, atendía cada una de las necesidades y atenciones que requerían sus Ovejas.

    - Y bien, ¿sorprendida? – Preguntó, bajando la mirada hacia cada una de las copas, sirviendo el alcohol sobre cada una de ellas; tendiéndole una en cuanto terminó de servir. Levantó su copa inmediatamente, clavando sus brillantes ojos verdes en los claros de ella. - ¿Qué le parece a la señorita, brindar frente a este bello amanecer? ¿Por… nosotros?
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    Mensaje por Chlóe Crosszeria Dom Ene 04, 2015 1:56 am

    ¿Cómo se atrevió a besarlo? ¿Cómo fue capaz de darle rienda suelta a su descaro, al igual que él? ¿Qué seguía? ¿Convertirse también en una asesina? “Deberías tenerlas”. Eso le había dicho él minutos antes, y ella se había dejado llevar por cada pretensión, por cada emoción, por cada maldita necesidad. Y ahora mismo lo necesitaba a él. Necesitaba el peligro de la muerte para sentirse viva, aunque esto fuera por una única vez, y luego hallara su final. Y a cada segundo que transcurría, estaba más y más segura del terrible problema en el cual se estaba metiendo, pero le importaba, de igual manera, segundo a segundo, mucho más una mierda. ¿Acaso no se había prometido vivir esta noche por ella misma y por nadie más? ¿Acaso no estaba haciendo lo que se le venía en gana, rompiendo todas las reglas, dando rienda suelta a sus egoísmos más profundos y a sus pecados más recónditos, jamás inusitados? Ya no había vuelta atrás. Hacía mucho tiempo, quizás desde aquel día en la Iglesia, donde de algún modo esta noche fue sellada.

    Cuando sus labios se separaron de los suyos, Chlóe no podía identificar aquella sensación que había invadido su cuerpo. Era una especie de extraña adrenalina. Su corazón latía muy fuerte, y el miedo se fusionaba perfectamente con el deseo. ¿Qué era esto? ¿En verdad estaba tan loca como para hacer esto? Pero no buscó respuestas, al menos no las buscó en su mente ni a través de palabras. Tan sólo sonrió, inocente, pero con aquel destello travieso en los labios. Al fin y al cabo ella, como toda mujer, también tenía sus armas de seducción bien aseguradas, y las utilizaría. Iba a estar a la altura de aquel terrible galán; de aquel despiadado lobo vestido de cordero. E iba a divertirse, aunque el precio que tuviera que pagar por la noche más inolvidable de su vida fuera su propia sangre.

    - Esperaré y veré –susurró, mirándolo a los ojos y aceptando caminar junto a él por aquellas iluminadas calles. Tokio era increíble. Las luces, los enormes edificios, la gente, el desorden, los ruidos… El contraste que ejercía con el pueblo en donde ella vivía era intenso. Incluso su ciudad natal era aplastada por semejante elegancia ruidosa y extravagante. ¿Por qué había elegido él la capital? ¿Por qué este sitio y no otro? Lo miró mientras andaban, curiosa, aniñada. Había tantos misterios, tantas cosas que no sabía de él, pero a su vez conocía perfectamente su parte más oscura, o al menos tenía una aproximación a ella, y Chrane no estaba ni enterado de ello. Desde luego, él no tenía la menor idea sobre el alcance de los dones de la familia Crosszeria, y mucho menos pasaría por su mente que de todos los espíritus que inundan el mundo, justo iría a dar con Chlóe su pequeña difunta hermana. Y esto formaba parte del gran misterio que la ex cazadora quería sacar a la luz, pero cada vez que lo veía la situación tomaba rumbos inesperados y acababa sin saber cómo abordarlo. La ocasión presente era una de aquellas veces, sin lugar a dudas. Aún así, se tragaría la incertidumbre y olvidaría todo eso. Vería a Issei Chrane como un muchacho normal y corriente –al que le gusta “romper cosas”, claro, y sino pregúntenle al taxista- y tomaría su mano delicadamente, acercándose a él de algún modo, disfrutando de aquel contacto tan dispar, tanto en temperatura como en esencia.

    Había huido, por fin, de todas aquellas miradas. Chlóe, a pesar de lo que pudiera decir su aspecto y sus llamativos rasgos, era una muchacha muy tímida y odiaba llamar la atención. Siempre había sido una joven de perfil bajo, incluso en su niñez vivía escondiéndose detrás de su padre, mientras sus hermanos no desaprovechaban oportunidad en hacerse notar y recibir halagos y regalos. Ella, como la menor de tres hermanos, siempre había sido callada y sumisa, continuamente abstraída, hasta el punto en que sus padres creyeron que tenía alguna especie de autismo. Sin embargo, siempre había sido una chica sana, excepto por esa terrible anemia que atacó su organismo tras el primer accidente que sufrió como cazadora. Pero esa historia quedará para otro momento, pues ahora las miradas intensas volvían a llover sobre ellos, con la diferencia de que ya no eran ojos mortales y deslumbrados por la elegancia de la pareja, sino que se trataba de brillantes esferas rojas examinando el factor de su sangre mientras atravesaban la recepción. Chlóe miró a Issei y apretó una de sus manos. ¿A dónde la había traído? ¿Acaso había sido todo una trampa e iba a entregarla como plato principal en un festín demoníaco? Lo miró. Tenía miedo, sí, pero por alguna extraña razón confiaba en él. Tal vez el recuerdo de cómo se comportó con Andrei y Alucard, vampiros al igual que él, le trajera alguna seguridad. Pero, en todo caso, ¿por qué se había comportado como si ella le importara? La única respuesta coherente era que él quería que ella fuera su cena, no la de alguien más. Y tras razonar esto, Chlóe comprendió por qué estaba a salvo junto a él y por qué no debía temer: él no la entregaría a ese centenar de sedientos ojos que la observaban.

    Ella jamás había estado en un lugar así de lujoso. Su familia era mas bien de las que llamarían “rústicas”. Les encantaba el campo y la naturaleza, y le molestaba excesivamente las ruidosas ciudades y la contaminación que estas emitían. Chlóe se había criado en aquel ambiente, y por eso su traslado al pueblo no fue tan chocante para ella. Dentro de todo, estaba rodeado de vegetación y aire puro. El bosque era muy vasto y siempre traía consigo las reminiscencias del hogar. Pero esto, Tokio, era bruscamente diferente. Y este hotel de lujo le resultaba sencillamente fascinante. Chlóe no dejó de apretar su mano. Incluso un leve sudor se había apoderado de su palma a causa del miedo. Un sudor que Issei no comprendería, pues de seguro no estaba entre sus facultades el poder transpirar a causa de los nervios. Pero así eran los humanos, y manifestaban sus emociones con múltiples señales. Una vez ingresaron en el ascensor, la joven se vio sorprendida tanto por las palabras de Issei como por su seguido accionar. ¿Por qué irían a la última planta? ¿Qué habría allí? Pero su espalda se pegó a la pared, y los ojos de Issei volvieron a intimidarla. Lentamente, sus dedos se entrelazaron con los suyos, y Chlóe abrió apenas los labios para intentar decir algo. Sin embargo, no lo consiguió, pues tampoco sabía qué decir. Era como si intentara ganar tiempo, buscar alguna excusa, para que él dejara de hacer estas cosas que la ponían sumamente nerviosa pero a su vez tanto le atraían. Disimuladamente miró hacia un lado, indicando con sus pupilas que allí había alguien más, y estaban los tres encerrados en un ascensor. Por lo tanto, ¿qué tal si el caballero le brinda algo de espacio a la dama y se reserva las caricias para después? Pero no, porque eso no iba con el temperamento de Issei Chrane, ¿verdad? Chlóe creía que estaba conociéndolo muy rápidamente. Una de sus manos, entonces, se posó sobre su mejilla y guió sus labios contra los suyos. Quería huir. Ante la intensidad de aquel beso quería escapar y gritar de vergüenza. Más aún al recordar la promiscuidad con la que el vampiro lamió sus colmillos cuando ella había acabado de besarle allí afuera, en la calle. Sin embargo, ¿qué podía hacer? Él conseguía consumir su moral. Chlóe no entendía cómo, pero acababa prendida de su desfachatez y seducción. ¿Era por esto que los humanos no debían acercarse tanto a los vampiros, ni siquiera mirarlos?

    Cuando se separó, Chlóe respiró lentamente, como si estuviera sofocada, y apoyó una de sus manos en su pecho, levantando suavemente la mirada hacia él. En ese momento, el ascensor se detuvo, y nuevamente fue arrastrada por él hacia otro sitio desconocido. Recorrieron el pasillo rápidamente. Chlóe creía que a Issei realmente le divertía que ella tuviera que recogerse el vestido y calcular minuciosamente sus pasos para no caer mientras él la obligaba a caminar tan rápido. Cuando llegaron hasta la puerta que allí se encontraba, oscura, extendiéndose delante de ellos, el vampiro la abrió. El interior inundó los ojos de Chlóe con su oscuridad. Ella intentaba ver qué había, quizás en parte temiendo lo peor, pero no lo conseguía. Continuó en incertidumbre, hasta que sus labios fueron sellados por su dedo índice y la melodía de aquel violín confundió sus oídos. ¿Qué era todo esto? Su mirada viajó en la oscuridad, y probablemente Issei sí pudo ver su anonadada expresión, a diferencia de ella, que no conseguía percibirlo si no era a través del tacto y porque él sujetaba su mano. Entonces Issei la hizo avanzar, y la claridad de las luces de la ciudad comenzaron a aclarar el interior. A medida que se acercaban, Chlóe abría más  y más sus ojos, y cuando estuvieron frente al balcón, su rostro se iluminó ante semejante vista. Todo este lujo, todos estos preparativos, ¿él lo había planeado todo? ¿O acaso las circunstancias se habían alineado perfectamente tras la orden de ella? Desde allí no había manera en que se perdiera el amanecer, de hecho, ya estaba aconteciendo. Chlóe comenzó a sonreír, ensanchándose cada vez más su expresión risueña. Inocentemente, se giró y miró a Issei, cual niña conociendo la luz del sol por primera vez. Tras mirarlo, miró nuevamente hacia adelante, y apoyó ambas manos sobre la baranda del balcón, como si fuera a arrojarse en cualquier momento por él. Realmente le encantaba el amanecer. Amaba sentir la calidez del sol sobre su rostro, aspirar el aire puro de la mañana, sentir que para todo había esperanzas y que las cosas podían mejorar. Miró a Issei otra vez, y miró las copas.
    - ¿No crees que ya bebí demasiado por hoy? –sonrió, aceptando la copa que él le extendía-. Bueno, supongo que puedo hacer una excepción –concluyó. Exactamente: hoy podía hacer una excepción con esto del mismo modo en que estaba haciendo excepciones con todo, incluso con su propia vida. Un vampiro y una humana; un vampiro y una cazadora. ¿Hacia dónde los llevaría esto? Las consecuencias estaban lejanas aún, pero Chlóe conocía los problemas que podrían caerle encima. En cuanto su familia se enterase, el caos no sería poco. Sin embargo, ¿estaba Issei al tanto de los peligros que podrían caer sobre él? Seguramente no. Probablemente en estos momentos los únicos peligros que el joven vampiro conociese serían los que estaría atravesando Chlóe al estar con él, pero ella no sería la única arrastrada a todo este gran desastre. Desde luego, Issei Chrane sería arrastrado por Chlóe del mismo modo en que él la guiaba a ella hacia este gran abismo atractivo y destructivo a su vez.

    Chlóe apreció el alcohol burbujeante. Sus azules ojos se detuvieron en la bebida por unos instantes, hasta que él llamó su atención con aquella propuesta. Levantó sus ojos suavemente, y lo miró profundamente. ¿Qué más había detrás de aquel enigmático vampiro?
    - Sorprendida es poco –confesó, sonriendo mientras acomodaba un mechón de cabello tras la oreja-. Gracias, Issei –susurró, siendo verdaderamente sincera con él, de modo que sus claros iris pudiesen transmitir aquel alivio que significaba estar allí con él, lejos de todo aquello que actualmente le hacía mal-. Y no creas que soy tonta. Sé que lo haces más por ti que por mí, y es lógico, pero te lo agradezco igualmente. Además… -apretó los dedos de ambas manos contra la copa, asfixiando el cristal-. Además... ah, olvídalo, brindemos –sonrió, sacudiendo la cabeza delicadamente, levantando la copa y acompañando su deseo de hacer aquel brindis. Ante sus palabras, se mordió el labio interior y asintió, perdiéndose inevitablemente en sus ojos, aún sabiendo que no debía permitirse aquel lujo-. Por el amanecer, por… nosotros, y por donde sea que nos lleve esta locura –rió y estrelló con suavidad su copa contra la suya, para posteriormente dar un sorbo. Al hacerlo, hizo una mueca. Era amargo, muy amargo-. Dime, ¿cómo pude emborracharme con esta asquerosidad? –preguntó, recordando la fiesta y riendo al pensar lo ridícula que debió ser allí, alcoholizada, frente a él y frente a su superior-. Sólo espero que Olivier no recuerde eso –continuó, y bebió un poco más. Tampoco era cuestión de despreciarle el gesto. Y así fue como de un sorbo, logró terminar la copa, y le hizo una seña para que no le sirviese más. Apoyó suavemente la copa sobre una pequeña mesa de cristal que había allí y rodeó con sus brazos el abdomen del vampiro, recostando su mejilla contra su pecho-. No quiero estar ebria ahora. Ya no lo necesito –masculló con suavidad, cerrando lentamente sus ojos, y aceptando que ahora no tenía por qué beber para olvidar, pues ya no lo necesitaba. Ahora había alguien a su lado, aunque fuera por esta única noche, que se encargaría de alejar sus penas, aunque acabara por sellar sus ojos con la dulce Muerte.
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    Mensaje por Issei Chrane Jue Ene 22, 2015 11:47 pm

    La botella quedó a un lado, justamente en la mesita de cristal que se encontraba cerca de ambos. Sin embargo, las copas levantadas, llenas, burbujeaban danzantes con la primera luz que entraba por la ventana. Y allí, presentes, una humana herida por su familia y un vampiro excluyéndose de su raza, compartían este bello amanecer.

    El peliverde, sonrió ampliamente, de repente. Sus pupilas quedaron clavadas sobre la figura de la mujer, completamente escrutando hasta el menor milímetro de su piel, tratando quizá, de descubrir sus pensamientos. Estaba observándola, nuevamente. Sin darse apenas cuenta, poco a poco, el estado ebrio de la joven comenzaba a deshacerse, permitiéndola actuar con la serenidad que solía transmitir, con el carácter propio de los Crosszeria. Sus labios rosados dejaron de ensancharse tan a menudo, sus palabras fluían únicamente cuando debían requerirse, así como sus movimientos ya no eran torpes ni balanceados. No obstante, en el fondo, Issei agradecía que su borrachera desapareciera, ya que, aunque le gustaba cuidar de sus Ovejas y encargarse de todos sus cuidados, no era precisamente una niñera de humanos. Su paciencia llegaba hasta el límite del vaso, y por suerte para la ex cazadora, no conocía el dorso de la moneda que ocultaba Chrane. Tras mirarla detenidamente durante unos minutos de silencio –en los que Chlóe contemplaba infantilmente, el fabuloso y espléndido amanecer–, incluso dejó de recogerse los mechones detrás de la oreja, de morderse el labio a causa de las dudas. Por supuesto, pese a no parecerlo, se encontraba al tanto de cada uno de sus gestos, de sus palabras, de cada mísero detalle. Él cuidaba perfectamente de sus Ovejas. Siempre, por el bien de su futuro beneficio; igual que sembrar para recoger. De modo que, él se convertía el Príncipe que cabalga y rescata a la protagonista de sus captores. Quien le hace vivir una vida llena de aventura y emoción, renunciando a la mismísima corona por su amor, ¿no es así? Issei era el caballero andante de esta damisela de cabellos rosados. O puede que no. Puede que el vampiro no tuviera sangre azul en realidad. Quizá él más bien se consideraba el villano de la película, el ladrón que conquista el corazón de la Dama más bella del reino. Porque, tal vez esta vez fue Chlóe Crosszeria quien hubiera renunciado a su vida de palacio por vivir una vez en el desconocido “mundo exterior”…

    - Por una copa más no creo que vuelvas a caer ebria… - Comentó parsimoniosamente, dando un pequeño golpe con su copa sobre la que ella sostenía, incitándola a brindar por esta extraña y excitante noche llena de encanto, de sorpresas, de ruegos, de misterio. Llena de sangre. Llena de muerte.
    Ante la deseosa espera llena de incógnita sobre si aceptaría una vez más su invitación a una copa reluciente de champagne, tomó las puntas de su pelo con curiosidad. Aquello que más le atraía de la humana, era el olor que desprendía, y he ahí, escurriéndose lentamente entre sus dedos, la razón de su locura, de su sed. Se inclinó sobre ella levemente, olfateando su pelo, alimentándose del éxtasis que prometía para después, allá donde su recompensa por sus lujos, por su encanto, por sus tratos delicados y la escucha de sus penas y gritos, fuera pagada con el precio justo que merecía. Sus dientes se vieron escondidos en una pequeña sonrisa cargada de malicia, de encanto, de seducción. De alguna forma, Issei se sentía seducido por cada mirada que la pelirosa le concedía, por cada sonrisa, por cada palabra amable que lanzaba en su favor. Y así, cuando se decidió a brindar y coronar este momento con un magnífico brindis, los últimos mechones escaparon de su mano, sintiendo lo delicados que eran. De la misma forma en que una humana resultaba una dulce flor para un vampiro. Tan hermosa y tan efímera…

    La rodilla del joven ladrón bajo hasta el suelo y bajó la cabeza, realizando una reverencia hacia la mujer que se hallaba delante de él. Tomó su mano y besó suavemente ésta, deleitándose una vez más al probar su cálida piel.
    - Me alegra que esta Dama agradezca a este mísero lacayo sus servicios. Pero… - Levantó la mirada, encontrándose directamente con sus ojos azules brillando de emoción contenida, desplegando nuevamente la pierna para alzar su altura. - … Realmente solo acato las órdenes que me dan. Digamos que tuviste la suerte de convertirte en una de mis humanas predilectas, siéntete afortunada. Y aun si esta relación pareciese simbiótica, verdaderamente ansiaba pasar una noche a su lado y contemplarla en todo momento sin que ese crío se introdujera entre ambos por tercera o cuarta vez. – Esta vez, Chrane habló desde la verdad que ocultaba en su interior, pues siempre estuvo deseando tenerla para ella una sola noche. Para él. Para encontrar el motivo que le embarcaba en esta relación imposible con una humana. Para encontrar lo que ocultaba detrás de sus claros iris, para saber lo que ocurría detrás de esas palabras malditas que susurró en la iglesia y que jamás lograría olvidar. Necesitaba, ya fuera de una u otra forma, hallar el misterio oculto que se escondía detrás del apellido Crosszeria. Y esto, seguramente pudiera pasarse también por los pensamientos de su acompañante.

    La risa llegó a la habitación. Se encogió de hombros, sin saber bien de qué forma contestarla. ¿Cómo pudo emborracharse? Era sencillo. Ella era débil ante el alcohol. Y tan solo quería divertirse y aceptaba cualquier bebida que le ofreciera un simple desconocido. La culpa, desde luego, tan solo recaería sobre su cabeza.
    - No te preocupes por Olivier. Ese hombre ni siquiera recordará que estuvo en una fiesta, lo más seguro… - Apostó, bebiendo a continuación del cristal. Entonces, avanzó un par de pasos para quedar delante de ella. La sombra que proyectaba ocultaba parte del cuerpo de Chlóe, haciéndose más temible que antes. Con rudeza, sujetó su mentón y obligó a que levantara la cabeza hacia arriba. El rostro de Issei permanecía serio, borrando cualquier rastro de sonrisa que hubiera existido. – Tú tan solo ocúpate de preocuparte y mirarme a mí, ¿lo has entendido? – Preguntó seriamente. El peliverde se sentía algo molesto porque solo se preocupara de la imagen que daría, de que despreciara sus esfuerzos para complacer sus deseos. Y sin embargo, estaba incluyendo en la conversación a ese inútil de Olivier, quien ni siquiera pintaba nada en esta relación, si no fuera porque únicamente sirvió de comunicante con la chica.

    En cambio, todo pareció disolverse cuando respondió con un simple gesto: lo abrazó. El vampiro no esperaba esto, desde luego. Sin entender, bajó la mirada a su cabeza rosada. ¿Qué podía decir a esto? ¿Qué debía hacer con esas palabras? Pese a que Issei fuera un vampiro, eso no indicaba que Chlóe pudiera sentirse cómoda con él. Sus brazos habían dejado de temblar, sus labios ya no balbuceaban tanto como antes y las palabras ofensivas se quedaron en el pasado. Al menos, ahora, tenía el valor de acercarse a él, de besarle incluso. Giró el rostro, permitiendo que los primeros rayos del día contagiaran su tez de una calidez que no le transmitía nada. A veces, en esos segundos, creía sentir que su hermana pequeña estaba con él, agarrándole la mano como antaño. De alguna forma, era la ex cazadora quien se convertía en ella en este preciso instante. Ah… la nostalgia pareció contagiarse en el rostro de él, pues acerca de la dulce niña existían cientos de misterios que ni siquiera Chlóe aún conocía. Sus verdosos iris, brillantes, regresaron a su figura. Debía olvidar todo ese turbio pasado, pues ya no significaba nada para él, ¿no es así? Y qué mejor distracción que una joven humana a su lado. Prometió cuidarla durante esta noche, y a pesar que ya amaneció, ninguno de los albergaba intenciones de marcharse ahora mismo. ¿No le gustaban los amaneceres? ¿Y qué sería entonces ser besada durante uno de ellos? Las mujeres humanas lo tomaban como algo inédito, bello y romántico. ¿Y acaso no estaba el peliverde para cumplir todos esos deseos que el resto de hombres no consiguieron? La mano fría de Chrane levantó suavemente el mentón de la chica para que lo mirara. Nuevamente, dejó que el silencio les inundara a ambos, quedando absorto, mirando en el interior de sus ojos azules durante un momento glorioso. ¿Qué posees, Chlóe Crosszeria, para desatar esta horrible sed en mí?, pensó. ¿Por qué ninguna humana consiguió tanto en tan poco?

    Con delicadeza, volvió a posar sus labios sobre los suyos, sembrando su propiedad sobre éstos. Se separó tras el contacto y fue deslizando el frío de su aliento por su mejilla, sembrando la discordia en el calor de su piel. Era una lástima que la humana no hubiera quedado convertida tras que ese vampiro la mordiera. Al menos sabía que podría beber de ella todas las veces que quisiese, sin tener la mínima preocupación de dejarla seca. Además, quién sabe si ambos formaran un buen equipo de inmortales. Aprovecharía mientras sus emociones humanas. Por ello, Chrane deseaba que su corazón se acelerara cuanto más posible, hasta, si era capaz de que sufriera un infarto. Deseaba su cuerpo, su sangre, lo deseaba todo de ella. Entonces, sus labios ya estaban posados sobre su cuello, otorgando pequeños besos que le hacían enloquecer al propio Issei. Sus manos atraparon el cuerpo de la joven humana por la cintura, impidiendo su escape. Esta vez no podría negarse a complacer su único deseo, aquel que llevaba esperando toda la maldita noche. Anhelaba que este momento no terminara nunca, que fuera capaz de rebobinar la cinta y retroceder en el tiempo para volver a experimentar esta sensación de posesión que se agarraba a las venas de sus fuertes brazos. Quería que Ella le perteneciera bajo cualquier concepto. Porque era suya de cualquier forma. Aunque esta vez, lo sería de una forma completamente física. Sus colmillos se asomaron por sus labios, y después…

    - Perdóname, pero, hoy tengo ganas de ti.
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    Mensaje por Chlóe Crosszeria Sáb Ene 24, 2015 7:21 pm

    “Por una copa más no creo que vuelvas a caer ebria”. Aquellas palabras llegaron hasta ella, y Chlóe creyó que tal vez tenía razón. Además, ¿por qué no brindar por este momento? Quién podía saberlo… Tal vez fuera el último amanecer que viera en su corta y efímera vida. ¿Pero estaba bien darse este lujo? ¿Estaba bien ya no dudar? ¿Cómo podía considerarse correcto cagarse en su familia y en todos sus valores? Como fuese, Chlóe ya había tomado su decisión, y por más que las dudas regresasen, no iba a cambiar de opinión. Quería este momento. Quería esto. Quería sentirse malditamente viva al menos una vez, por más que pudiese ser la única. Estaba harta de ser una marioneta de su familia, de ser un juguete de los vampiros perversos que deambulaban por el pueblo. Y aunque en este momento lo estuviese siendo, al menos ahora era ella quien lo había querido así. Porque fue ella quien le dijo a Issei que la sacara de allí. Nadie más tuvo que decidir. De hecho, dudaba que el vampiro hubiera querido seguir perdiendo tiempo con su temperamento en una situación como la anterior, donde claramente su vida podía peligrar. ¿Y no peligraría, acaso, luego de esto? Quizás el doble, pero él no lo sabía, y no tenía por qué enterarse de sus oscuros secretos y de todos los demonios que la perseguían. El provecho de esta noche sería doble, aunque no era fácil advertir cuál de los dos saldría más privilegiado de esto… O más perjudicado.

    Tras chocar los cristales y tras apreciar cómo la bebida se balanceó de un lado a otro, Chlóe llevó la copa a sus labios, bebiendo delicadamente, pero bebiéndolo todo. Mientras lo hacía, clavó sus ojos en los de él, como si algo más transmitiera con esa simple mirada. Como si en las copas de las cuales estaban bebiendo hubiera alguna especie de droga adormecedora, turbadora de sentidos, capaz de hacerles cometer los más profanos delitos. O tal vez algún exótico veneno, que podría llevarlos a la muerte de la noche a la mañana. Pero fuera como fuese, ambos estaban de acuerdo en envenenarse. Ambos habían sellado este pacto pecador, y no se librarían de él hasta que se concrete; hasta que la sangre y el deseo sean derramados, desde los mismos labios, cual codiciosos suspiros. Los ojos de Chlóe ya no dudaban, de hecho. Su mirada era firme a pesar de la incertidumbre y el miedo que podía albergar detrás. Pues para ella todo esto era nuevo, y aún no podía creer hasta el punto de atrevimiento al cual había llegado. Siendo consciente de los peligros, se había inmiscuido en ellos. Pero quería probarlo. Quería probar esa adrenalina, ese límite desquiciado. Quería romper todos los esquemas, desde los de su familia hasta los suyos propios. Quería ser dueña de su vida, y sabía que este era el camino.

    Sus rosados cabellos se escurrían entre los fríos dedos de él. La palidez de las hebras parecía fusionarse con la palidez de su piel. No entendía por qué, pero le generaba una sensación electrizante y misteriosa aquel contacto. Los últimos mechones se deslizaron justo cuando ella marcó el cristal con su rosado labial. Al alejar la copa de sus labios, esta ya se encontraba vacía. Continuaba bebiendo esa porquería, pero incluso esta parecía tener un mejor sabor en esta ocasión. Y cuando él se colocó de aquel modo ante ella, besando su mano, Chlóe no supo en verdad qué más decir. Por eso, optó por el silencio. Sin embargo, cuando él hizo alusión a Andrei, algo en la mirada de Chlóe se oscureció. Apartó la mirada unos momentos, y sigilosamente se llevó una de sus manos su cuello, donde se encontraba la leve marca de la mordida de él. Incluso ahora mismo llevaba el vestido que él le había obsequiado. Ni siquiera sabía por qué se lo había puesto. Andrei era un desquiciado, incluso peor que Issei. O al menos eso era lo que a ella le parecía. Tampoco conocía demasiado a Chrane, pero de Matthewson podía decir lo que quisiera, pues se había propasado con ella con claras intensiones perversas e incluso casi logra matarla. No, “casi”, no. Lo hizo. Que luego las circunstancias se tornasen sospechosas e intrigantes, así como milagrosas, era otra cuestión. De todos modos, no iba a arruinar esto pensando en él. Ni en él ni en ninguna otra persona. Por eso, optó por observarlo, estudiarlo; inspeccionar minuciosamente las perfectas líneas que conformaban su rostro. ¿Así que todos los vampiros poseían ese don peculiar? Ahora lo comprendía. Eran demasiado perfectos para este mundo, y demasiado pérfidos para él. Y ella estaba cayendo. Estaba cayendo en esa belleza, en esa perfidia. Sus sueños, sus anhelos, la habían guiado, quizás, a los brazos más infames, equívocamente, pero deseando en el fondo que este fuera el camino. El sol, afuera, continuaba alzándose, y había llegado a tocar sus rosados cabellos con su luz. Incluso el rostro de Issei se encontraba iluminado. Parecía aún más blanco. ¿Quién era él en verdad? Una de las manos de Chlóe se cerró en un puño, levemente. Era gracioso, pero ambos continuaban siendo unos completos desconocidos.

    La joven había rememorado cada momento anterior, cada movimiento tanto suyo como de él. Ahora se encontraba abrazándolo, y lo hacía firmemente. Luego de que él se mostró tan serio, tan posesivo, tomando su mentón con rudeza, contrastando con la jovialidad y gracia que antes presentaba, no supo qué hacer. Tan sólo repitió sus palabras en su mente: “Tú  tan sólo ocúpate de preocuparte y mirarme a mí, ¿lo has entendido?” Chlóe mordió su labio inferior mientras ocultaba su rostro sobre el pecho de él. ¿Tanto le había molestado que nombrase a Ryu? Incluso ahora volvía a pensar que tal vez debería aprovechar alguna ocasión para enviarle un mensaje de texto para decirle dónde estaba, por si algo malo ocurría. Pero si había tenido tanto valor para saltearse las reglas, incluso las reglas de la propia Asociación a la cual pensaba volver, ¿cómo no iba a tener el coraje, ahora, para soportar las consecuencias? “¿Lo has entendido?”, repitió en su mente otra vez. “Lo entiendo”, dijo ella en su fuero interno, abrazándolo un poco más fuerte. E inmediatamente, las voces, los antepasados que le aseguraban protección, comenzaron a hacerse escuchar. Chlóe cerró los ojos con fuerza. “Cállense”, determinó. “Cállense porque ahora serán ustedes quienes obedezcan”, sentenció. Y al abrir los ojos, se encontró con los de él otra vez.

    Issei había tomado su mentón y la había obligado a mirarlo una vez más. Sin embargo, esta vez, la mirada de él no se mostraba tan seria y oscura como antes. ¿Qué era ese tenue color...? ¿Qué era ese extraño brillo similar a la nostalgia? Chlóe permaneció inmóvil, observándolo, a pesar de que en su mente todo era un caos. Las amenazas iban y venían. La acusaban de traidora y de cosas peores, ¿pero qué podrían hacer unos estúpidos seres como ellos? Chlóe había sido elegida como la sacerdotisa del templo de su familia por algo, por ende ellos no tenían opción. A menos que esos derechos le fuesen revocados, ellos no podrían tocarle un pelo. Sólo tenían que obedecerla. Y poco a poco la joven iba entendiendo más acerca de su linaje, acerca de sus dones  y acerca de sí misma. El único problema residía en si su madre, la cabeza actual de la familia, se enteraba. La sociedad de los Crosszeria era estrictamente matriarcal, y su madre era realmente temible cuando sospechaba una traición. ¿Pero qué haría con su propia hija? ¿Acaso iba a matarla por ansiar la libertad que ella no tuvo? No podía hacer eso. No tendría el valor. O al menos eso era lo que Chlóe creía. Y en cuanto las distancias entre Issei y ella se acotaron nuevamente, la joven dejó de pensar en ello. Sintió su frío contacto otra vez, y lo besó con suavidad. Sin embargo, un extraño temor la embriagó, y este llegó a inundar sus huesos en cuanto él comenzó a descender por su mejilla. Pues, estaba bien temer por su vida, ¿verdad? Más ahora, donde podría morir bajo las frías garras de un vampiro como él o bajo las nefastas cadenas de su familia. Porque, sin duda, ellos se enterarían pronto. Y cuando lo hiciesen, la cuchilla se balancearía sobre su blanco y corrompido cuello. Y de seguro él no estaría allí para protegerla, ni siquiera para escuchar sus preocupaciones, y mucho menos para oír sus gritos. Este amanecer moriría aquí mismo. Por más paradójico que pareciese, pues apenas estaba naciendo el sol y Chlóe ya estaba sentenciándolo a muerte. Pero así eran las cosas. Así de jodido estaría todo mañana. Sólo habría que fingir hasta donde se pudiese, juntando las fuerzas necesarias, y cuando todo lo que necesitase estuviera listo, no tendría miedo de gritarle a su madre que la vería en el infierno. Pues, a pesar de su inocencia e ingenuidad, la muchacha tenía muy bien trazados sus planes. Y quisiera o no, Issei formaba parte de ellos, aunque nunca lo hubiera planeado.

    Chlóe entrabrió sus labios. Quería decir algo, pero las palabras se negaban a salir por su boca. En su lugar, un pesado suspiro emergió, y sus pies trastabillaron en un intento de irse hacia atrás. Atrapada entre sus brazos, su corazón comenzó a golpear con mayor furia su pecho. No podía ver su rostro, y quizás eso era lo que más le alteraba. No podía ver sus gestos, sus facciones. Y sentía cómo sus gélidos labios se clavaban como agujas mediante cada beso. Inevitablemente, los brazos de Chlóe se posaron sobre sus antebrazos, nerviosa. Sus manos aún llevaban guantes, y quizás eso era lo que lo salvaba de que sus uñas se clavasen en su inmortal piel. De saber que iba a estar tan nerviosa, hubiera preferido huir cuando tuvo la oportunidad. Quizás no había meditado bien las cosas cuando aquel taxista le preguntó si estaba bien. Tal vez debería haberle dicho que, simplemente, arrancase el coche… No obstante, sus palabras no demoraron en llegar a sus oídos, interrumpiendo sus dudas otra vez. Los ojos de Chlóe se abrieron de par en par y, entonces, el ardor. La joven crispó sus manos, aferrándose más a él. Apenas un mínimo quejido salió de sus labios, y entonces su mirada asustada y nerviosa se relajó. Sus pupilas acabaron adormeciéndose. Quizás el azul de sus iris resultaba, ahora, mucho más claro. Nuevamente, los colmillos volvían a marcar su propiedad sobre su piel. Y era extraño, pero Issei estaba marcándola justo encima de donde lo había hecho Andrei tiempo atrás. ¿Simple coincidencia? Imposible de deducir, al menos ahora. La joven sentía cómo lentamente la sangre huía de su sistema. Una desconcertante sensación recorría su cuerpo. ¿Así que esto era lo que se sentía cuando se era mordida con consentimiento? Porque aunque Issei no se lo hubiera preguntado ni le hubiera pedido permiso, esto era algo que ambos sabían que iba a ocurrir. Él lo ansiaba, y ella… Ella quizás también. Además, no podía esperar lo contrario. Él era un vampiro, y los vampiros no besan con flores en los labios.

    Chlóe comenzó a deslizar sus manos por los brazos de él, hasta que una de ellas se situó justo sobre su mejilla, proporcionando una suave caricia a su rostro. Su corazón continuaba latiendo muy fuerte, pero temía que en cualquier momento dejase de hacerlo. De repente, su móvil comenzó a sonar, pero apenas sus ojos pudieron viajar hacia la pantalla del mismo, que se encontraba sobre la mesa de cristal. Allí podía leerse “Mamá”, pero ella no le dio importancia. Tan sólo dejó que continuase sonando, pues el adormecimiento se adueñó más y más de sus huesos. Se aferró un poco más a Issei, quizás por miedo a acabar perdiendo el equilibrio. Y, sin percatarse de ello y sin esperar desearlo, sus pensamientos la delataron:
    “Yo también tengo ganas de ti”.
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    Mensaje por Issei Chrane Mar Feb 03, 2015 9:14 pm

    Creía que podría desfallecer en este mismo momento, a pesar de llevar décadas siendo un vampiro, un inmortal. La sangre de la mujer, la cual llenaba su boca en este sagrado momento, estaba perdiéndole en un camino sin regreso. La locura que la misma sed le provocaba, la ansiedad de beber cada vez más y más, era completamente incontrolable. El aroma que desprendía su cabello rosado, también llegaba hasta él, pues algunos de sus mechones se encontraban debajo de su mentón para recordarle quién era Ella. Este era un ciclo sin fin de emociones que creyó ser capaz de tener bajo seguro. En cambio, nuevamente se veía desbordado bajo el mismo nombre: Chlóe Crosszeria.

    Sus fuertes brazos la estrecharon aún más en su regazo. Y la mandíbula del peliverde se clavó aún más sobre su cuello, rompiendo un par de venas más de éste, dejando que aquel líquido rojo, por el que tanto llevaba esperando, se derramara por su boca y empapara sus ropas de su intenso color. Ah, ¿por cuánto estuvo esperando Issei Chrane? ¿Por cuánto estuvo ofreciendo sus servicios sin obtener nada a cambio? Realmente, eso poco importaba ya. ¿Acaso lo que imaginó acerca de este instante, acerca del sabor y la gloria que experimentaría, era comparable a lo que estaba viviendo ahora? Era inigualable. Cada segundo se volvía una delicia sobre su boca, embriagando todo su ser. No le importaba parecer un vampiro sediento, porque ya le daba todo lo mismo. Ni siquiera tuvo demasiado reparo en saber que el cuerpo de su preciada Oveja estuviera sufriendo las consecuencias de la gigantesca anemia que estaba provocándole. ¿Qué importaba si caía inconsciente? Mejor para él, ¿no? Por supuesto que no. En el fondo, Issei era uno de esos vampiros que le entretenía ver y cuidar a sus jóvenes Ovejas humanas; pero también disfrutaba sintiendo cómo sus víctimas sufren por la feroz mordida y poco a poco van menguando, progresivamente, hasta que su corazón dejara de latir. Y quizá el órgano de ella, también dejara de golpear su pecho con tanta agresividad, deteniéndose finalmente de una vez por todas. Pero, ¿no fue ella quien suplicó por una noche fuera de sí? ¿Acaso no esperaba sentir la emoción propia de una adolescente cuando conoce a un extraño tan atractivo? ¿Acaso no estaba dispuesta a entregarse a cambio de ver cumplidos sus deseos? Así de egoísta y débil se había vuelto la ex cazadora. Una lástima después de todos los quebraderos de cabeza que le había provocado al vampiro. Y aún, todavía jugaba con ventaja sobre el resto, de eso sabía bien. Porque lo conocía y sabía que del mismo modo en que podía entregarse, también lograba tenerle de su mano por el motivo que les unía a ambos desde el día del incidente en la Iglesia. Esas incógnitas no se desvelaron por completo y, claramente, Chrane no dejaría ningún cabo suelto en su vida. No obstante, la posibilidad de silenciar su boca –para bien o para mal-, estaba presente en su interior. Él estaba dispuesto a beber de su cuerpo hasta causarle la misma muerte en la propia habitación. Tenía en mente fingir su propio suicidio en la bañera, cortándole las venas de las muñecas. Esta idea vivía en su interior mucho antes de comenzar la noche. Un final glorioso, como se suele decir. Porque, aunque no lo pareciera, lo tenía todo bastante bien organizado y estipulado. No podía escapársele nada, pues su perfeccionismo no poseía límites.

    Sus colmillos estuvieron a punto de partir su cuello en menos de dos segundos, pero algo consiguió evitar a tiempo la muerte de Crosszeria. Una caricia. Algo tan simple como una caricia sobre su mejilla. La fuerza de su mandíbula menguó instantáneamente. El filo desgarrador emergió fuera de su piel entonces. ¿Qué había sido aquello? ¿Por qué no era igual que el resto de ellas? Solían gritar primeramente y después su voz se ahogaba, finalmente. Pocas había en la historia del conquistador Chrane, que se entregaran libremente para perder la vida, aun a costa de ser engañadas por un pérfido vampiro con aires de galán. Todas, sin exclusión, buscaban a su “príncipe azul” vestido, irónicamente, de negro. Suavemente, se retiró de su cuello y retrocedió apenas unos centímetros, permitiendo que la oscuridad que ofrecía aún el amanecer, ocultara su rostro. Su regazo se abrió también con lentitud, sosteniéndola aún con los brazos, cerca de su cuerpo. Y sus ojos rojos, brillantes, daban presencia de que él era, verdaderamente, un vampiro. Y éstos se clavaron en la claridad y adormecimiento de los azules de ella.

    - ¿Tan poco anhelo le tienes a la vida? ¿Por qué quieres morir y desperdiciar tu juventud, Chlóe? – Preguntó anonadado, retirando los mechones molestos que le impedían ver su rostro, ahora más blanquecino debido a la pérdida de sangre. A veces, el mismo peliverde sería capaz de sosegar la desgracia en todos los seres humanos con tal de convertirse en uno de ellos. Mataría por siglos a cambio de sentir una sola vez la calidez que les transmitía una simple hoguera, por ser capaz de conocer el frío de la nieve, o el dolor, la fuerza, la intensidad tan necesitaba que se experimenta cuando te enamoras. Tan solo daría la vida por vivir en su propia carne y sentir todo ese ámbito de desconocimiento. Y ella… Ella tan solo quería darle fin de un modo u otro. Tan sólo hallaba el negro en la luz del sol. ¿Por qué haces esto? ¿Realmente estaba tan ansiosa por perder la vida? O, finalmente, ¿aceptó la parte que Chrane tomaría de ella a cambio de cumplir la fantasía de su noche perfecta? – Dime la verdad, ¿quieres continuar con esto? ¿No tienes miedo a morir? – Inquirió de nuevo.

    Con la yema de sus dedos, acarició su mejilla, recorriendo la forma de su ojo y bajando con delicadeza hasta la mordedura que le proporcionó a su débil cuerpo. Los humanos, simplemente, desean más de lo que pueden llegar a obtener. De ahí la miseria que recorría en sus vidas, la desgracia de no tener lo que se desea. El mundo no les da a todos lo que necesitan, sino lo que mejor pueden valorar. En el caso de Chlóe, podía sentirse bendecida y dar gracias por la vida humana. De otra forma, Issei se sentía agradecido por la fuerza soberana con la que fue compuesto su cuerpo de vampiro, el cual le serviría para defenderse en un mundo hostil y lleno de oscuridad. Mientras su cabeza se llenaba de pensamientos afligidos, llenos de un extraño pesar que inundaba sus ser, distraídamente, llevó el índice hasta sus propios labios. Después, se mordió, dejando que un pequeño hilo de sangre saliera de su piel inmortal. Inmediatamente, sin dejar que ni la más mínima gota se desperdiciara, la llevó hasta la perforación de su cuello y pasó por encima de esta. Frente a la sangre de un vampiro, su piel comenzó a regenerarse velozmente por el incentivo, desapareciendo la marca del cruel y lujurioso pecado. Sin embargo, aún existía algo que no se eliminó después de todo: otros colmillos estaban ahí, recordándole que él no era el primero que disfrutaba su sangre. Ah, sí, ahora lo recordaba: Andrei Matthewson se adelantó a sus preparativos. Luego, ¿qué mérito obtenía él como vampiro? Estaba tomando el segundo planto de otro. Y nadie más que Issei, sentía la decepción de una verdad que intentó no imaginarse, pero la cual, había descubierto con sus propios ojos. ¿Qué sentido tenía ahora, apropiarse de su cuerpo? Ella ya no estaba limpia. Quién sabe si incluso fuera virgen, o si ese maldito también hubiera consumido la pureza de su cuerpo. Pero, ¿por qué le defraudaba tanto esa mordedura? ¿Por qué no simplemente terminar con el jueguecito entre ambos y llevarse como el mejor premio, la vida humana? No lo sabía y tampoco hacía esfuerzos de entenderlo. Solo, quería que por una vez, una de sus Ovejas realmente encontrara su razón de vivir y experimentara la felicidad que a él se le estaba denegando desde hacía lustros.

    Suspiró y se inclinó un poco sobre la joven, agarrando sus piernas y levantándola en brazos. Caminó hasta la cama y la dejó con delicadeza sobre el edredón. Se deshizo de su recogido para que encontrara más cómoda y también sus manos, del calor que le llegaba a transmitir. Finalmente, terminó sentado sobre el borde de la cama, aguantando la sed que incondicionalmente no le daba tregua. Pasó una mano por sus cabellos verdes, adecentándolos un poco, presumido. Ya nada tenía demasiado sentido, pues su cabeza únicamente daba vueltas alrededor de esa mordedura, de Andrei. ¿Y si lo mataba? ¿Terminaría esta extraña decepción? Se volteó mínimamente y la miró. Era tan débil, tan joven… Pero, ¿por qué apiadarse justo ahora? ¿Por qué iba a perdonarle la vida? No, Issei Chrane jamás daría signos de debilidad por ninguna humana, menos por una de sus simples Ovejas, a las que trataba como caprichos. El brillo amenazador de sus ojos, reapareció de repente. Giró su torso y se posicionó encima de su cuerpo, cual depredador que piensa devorar a su presa. Una de sus manos, sujetó sus dos muñecas por encima de la cabeza, ejerciendo posesión sobre ella. Con la otra, se inmiscuyó por su espalda, desabrochando la cremallera de su vestido. Poco a poco, la tela roja marcada con la similitud de la sangre, comenzaba a mostrar su cuerpo. Recortó el espacio, bajando su pecho al de ella, acercándose a la curvatura de su cuello.

    - Es una lástima, pero ya no pienso darte más oportunidades. Vas a ser mía, Chlóe Crosszeria, de una vez por todas. – Susurró cual serpiente. Exactamente, no iba a andarse con rodeos. Se llevaría su vida aquí y ahora. Se llevaría su sangre, su cuerpo, todo lo que hiciera falta. Porque así era él, un vampiro sin escrúpulos, a quien solo le divierten… sus Ovejas.
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    Mensaje por Chlóe Crosszeria Mar Feb 17, 2015 6:39 am

    Nunca creyó sentir tanto la calidez de su sangre como cuando ésta se escurría lejos de su cuerpo. Cuando se suponía que era el líquido vital que la mantenía viva y hacía latir su agitado corazón, a pesar de ello, jamás se sintió más viva que cuando estuvo a punto de morir. Issei se había aferrado a su cuello con ansias. Chlóe podía sentir su sed como si fuera suya. Sentía aquella punzada, aquel dulce dolor. Nunca hubiera imaginado que el ataque siniestro de un vampiro pudiese tener su lado extasiante, como la otra cara de la moneda. Podía sentir, por otro lado, cómo sus brazos la rodeaban. Era frío. Aquel contacto resultaba helado. Un escalofrío intenso recorrió cada una de sus vértebras. Por un momento quiso pronunciar su nombre, pues le parecía que estaba presionando demasiado. El dolor se hacía cada vez más intenso, pero a pesar de ello Chlóe no emitía ni un sonido. Lentamente, decidió por hacer que el dolor fluyese hacia dentro, silenciando sus intentos por resistirse a esta muerte que parecía inminente. ¿Pero es que acaso no había vivido suficiente ya? A pesar de tener casi dieciocho años, había pasado por demasiado. No soportaba más, simplemente. No soportaba más ser una esclava de su propio apellido, no poder hacer su vida, no poder cumplir sus sueños y metas. ¿Por qué seguir viviendo, entonces? ¿Debía hacerlo por complacer a los demás y ensuciarse las manos en nombre de su familia? No, no quería eso. Entonces, ¿por qué no aceptar el eterno letargo por parte de la Muerte disfrazada de un rostro por demás de bonito?

    Cuando su mano se posó en su mejilla, pudo sentir cómo la intensidad de sus colmillos iba a terminar con ella por completo. Sus ojos, adormecidos, tendieron a cerrarse. Al menos moriría entre los brazos de alguien, aunque esa persona no fuese, precisamente, quien la quisiese verdaderamente. Issei sólo la quería por su cuerpo y su sangre, y estaba bien, no lo culpaba. Al fin y al cabo, así era su naturaleza. En lo que respectaba a Chlóe, su naturaleza era igual de traicionera: podría matarlo si quisiera. Ya se encontraba en un punto de desarrollo de sus habilidades donde le era posible obligar al vampiro para que se arrodille a sus pies. ¿Pero era eso lo que quería? ¿Era eso lo que deseaba, ponerse a su nivel y darle batalla? No. Lo único que quería era descansar en paz, aunque fuese en el regazo incorrecto; aunque se tratase de los brazos más corruptos.

    Chlóe tragó saliva. Le costó demasiado efectuar esa acción, pero sintió a la perfección la fortaleza de su mandíbula sobre la fragilidad de su cuello. Así eran los humanos, después de todo. Y si no fuera porque estaba a punto de morir, se sentiría completamente culpable de este deseo masoquista, donde el dolor era lo que realmente la estaba liberando; donde eran sus colmillos letales lo único que la mantenían con vida y a la vez la sofocaban. Pero, entonces, para su sorpresa y quizás también para sorpresa de él, aquella fiereza disminuyó. Chlóe pudo sentir el ardor sobre su piel cuando él se retiró, permitiendo que la fría brisa acariciase la zona de la herida, provocándole a Chlóe diversos escalofríos. Sus ojos adormecidos, inquietos pero serenos, se posaron sobre los suyos, de un intenso carmesí, con incertidumbre. La mano de ella que estaba sobre su rostro, acabó por ceder ante el peso de su brazo, deslizándose por su mejilla y manchándose, al paso, de su propia sangre, la cual recogieron sus dedos del simple y leve roce con los labios del vampiro. Y cuando éste habló, ella quedó completamente serena, sin apartar sus ojos de los suyos, y es que tampoco tenía demasiadas energías para ello. Además, era la primera vez que veía sus ojos teñidos de aquel carmín. El brillo que emitían era distinto del que emitían los de Andrei, por ejemplo. Y parecía ya tan lejano pensar en él, el primer vampiro que la mordió, y también pensar en la Iglesia donde casi pierde la vida, y junto con ello el momento en que el segundo inmortal que la mordió apareció, salvándola, por paradójico que sonase. E Issei estuvo allí ese día, viéndolo todo, y ella le susurró aquellas palabras. ¿Aún las recordaría? Chlóe parpadeó suavemente, y sus fuertes iris reflejaron las acuosas lágrimas contenidas.
    - No tengo.. n-nada.. que desperdiciar –musitó a duras penas, sintiendo cómo su propia sangre contaminaba sus cuerdas vocales de algún extraño modo-. No hay nada ni nadie.. por lo que merezca la pena.. s-soportar.. este calvario –agregó, mientras los dedos de él recorrían los relieves de su rostro, otorgándole aquellas suaves caricias, quién sabía con qué intenciones. La joven cerró los ojos al sentir la humedad de su sangre contra su piel. Un ligero escozor envolvió la zona, pero pronto calmó el ligero dolor. Y ella, incorporándose un poco, se aferró a la camisa del vampiro, y finalmente pudo estar algo erguida. Sus labios llegaron hasta los suyos, rozándolos peligrosamente, mientras sus azules ojos lo observaban desde muy cerca-. Y, de todos modos.. si no me matas tú.. alguien más lo hará –aseguró, culminando cualquier inquietud. ¿Acaso a Issei le quedarían dudas? Cierto era que conocía poco y nada de ella, ¿pero podría confiar en esas palabras? Las pupilas de Chlóe mostraban excesiva firmeza, demasiada convicción. Su celular había dejado de vibrar sobre la mesa, pero allí estaba el nombre de la persona que se encargaría de castigarla. Porque ella era una pésima cazadora, sí, pero se estaba volviendo una experta médium, cuyas capacidades se volvían cada vez más y más vastas. Y su secreto residía, nada más ni nada menos, que en su relación con los vampiros. Aquellos seres oscuros a los que debía exterminar, eran los que, irónicamente, estaban brindándole los medios necesarios para su autonomía. Pues, desde la primera vez en que fue mordida, notó cambios, tanto en su cuerpo como en sus dones espirituales. Y las sospechas acabaron por culminar en este momento, tras ser mordida por Issei. Chlóe se daba cuenta de que mientras más se alejase de la pureza absoluta, más control sobre sí misma poseía. Y, lentamente, fue comprendiendo por qué su madre no había estado del todo en acuerdo con que ella viajara hasta este pueblo para colaborar con la Asociación. No obstante, su padre sí lo sugirió con firmeza, y su madre acabó por ceder y dejarla marchar, confiando en que Chlóe sabría qué hacer para honrar a la familia. Pero, ¿cuál era la verdad de todo esto? Que su progenitora se había equivocado, y quizás demasiado. Chlóe prefería estar muerta a regresar a su casa, por mucho que le pesase no ver nunca más a su padre o a su hermana. Pero esta era la realidad. Ella no quería este sometimiento para su vida.

    Tras pronunciar aquellas palabras, la chica acabó por suspirar pesadamente, provocando que su cálido aliento golpeara sobre los labios de él. Entonces, se dejó caer suavemente hacia atrás otra vez, cansada. Se permitió cerrar los ojos por unos momentos, pues era tal el sopor. Notó cómo él la levantaba en brazos, y recordó que aún había quedado latente la última pregunta que él le había hecho. Con su cabeza suavemente apoyada sobre su hombro, asintió, cual niña pequeña que no comprende bien lo que se le pregunta, pues es tan prisionera del sueño que tan sólo responde por mera convencionalidad. No obstante, detrás de aquella inocente y descuidada afirmación, yacía la completa verdad. No, no tenía miedo de morir. Hoy, en este amanecer, en este preciso instante, no temía en lo absoluto, porque esto era lo que deseaba desde lo más profundo de su corazón. Y cuando su espalda halló el mullido edredón, su pecho descendió con tranquilidad, encontrando comodidad. Continuaba con los ojos cerrados, y en su somnolencia notó cómo él se encargó de soltar su cabello. Aún algunas zonas del mismo continuaban húmedas, pues al estar recogido no había llegado a secarse del todo, y emitía el sutil perfume de un baño reciente. Sin embargo, cuando de repente sintió la leve presión de una presencia sobre ella, su corazón se agitó. ¿Así que había decidido acabar con su vida allí, en una cama, otorgándole un sitio cómo antes de despedirse del mundo terrenal? Si era así, ¿qué más podía pedir? Se olvidaría de su familia, de la Asociación, de sus responsabilidades, de sus problemas. Se olvidaría de ella misma. Chlóe Crosszeria dejaría de existir pronto, y tan sólo quedaría su recuerdo en la mente de este vampiro, cuya eternidad pronto le haría olvidar también.

    Al respirar, su pecho se elevó. Entonces, éste se encontró, de improvisto, con el pecho de él. Estaba… demasiado cerca. Y cuando sujetó sus muñecas por encima de su cabeza, Chlóe realmente no lo esperaba, así como tampoco esperaba sentirse, de repente, tan nerviosa. Abrió sus ojos, aún algo sedados, pero pudo verlo con claridad. Aquella mirada… Aquella mirada carmesí ya no era la misma de hace unos momentos. Hace unos minutos, mostraba melancolía y una extraña tristeza, una inusitada decepción; ahora, simplemente, no había rastros de bondad en ella. El corazón de la joven comenzó a latir con fuerza, bombeando la poca sangre que le quedaba en el cuerpo, pero como si fuera arte de magia, de repente se sentía con suma vitalidad. Eso se denominaba adrenalina. Chlóe flexionó sus rodillas, intentando ladearse hacia un costado, buscando cortar aquella excesiva cercanía, pero entonces él se acercó peligrosamente a la curvatura de su cuello, murmurando aquellas palabras mientras la cremallera de su vestido cedía, mostrando parte de la piel de su torso. Sus pupilas se volvieron ínfimas.

    “Ah, Chlóe, ¿acaso pensabas que sería gratis? Tú misma aceptaste esto; tú misma aceptaste venir con él, contra su propio riesgo; tú querías esto, ¿verdad? ¿Y ahora ya no lo quieres? Pero creo que no hay forma en que te puedas echar atrás; tuviste dos oportunidades para hacerlo, y desechaste ambas… y ahora, simplemente, ya no hay tiempo para ser cobarde”.

    Su propia consciencia le aclaró el asunto. Sus propios pensamientos la guiaron hacia la verdad de los hechos. Ella podría ser algo inocente e inexperta, quizás mucho, pero no era tonta, para nada. Sus ojos azules brillaban, absortos, y buscaban, desesperados, ver los suyos. El problema residía en que no estaba segura de si quería que él viese su expresión en ese momento. A decir verdad, no estaba segura de nada. De buenas a primeras, toda su convicción se esfumó por los aires. Podía sentir la firmeza con que él sostenía sus muñecas, como si de un momento a otro ella tuviera la iniciativa de escaparse. ¿Pero cómo haría tal cosa? Aunque lo intentase, no sería capaz de llegar ni siquiera a la puerta. Entre los nervios, la adrenalina y su falta de sangre, no podría ni gritar por ayuda. Entonces, sólo se limitó a respirar, intentando calmarse, intentando creer que todo iría bien, que… que luego no tendría de qué preocuparse, porque él se llevaría su vida finalmente, ¿no es así? Él tomaría el pago que quisiese, pero lo haría al final, ¿no es cierto? Su respiración se volvió tan nerviosa, que parecía que el corazón iba a salírsele del pecho.
    - Issei –pronunció su nombre con extrema claridad-. Luego de obtener lo que quieres, cumplirás mi deseo, ¿verdad? –indagó, buscando asegurarse esa parte. De otro modo, no sabría cómo lograría controlar sus nervios, sus preocupaciones. Además, teniendo las manos así, se sentía sumamente expuesta, y aquello contribuía al ligero temblor de sus labios, tanto como otros tantos detalles que prefería guardarse por el momento-. Issei… -pronunció su nombre otra vez, pero no pudo completar la frase; no fue capaz de concretar la pregunta que iba a hacerle. En su lugar, respiró hondo y tragó saliva, hallando la calma levemente. Sus ojos, no obstante, seguían abiertos, enormes como dos gigantescos luceros, húmedos.



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    Mensaje por Issei Chrane Dom Mar 22, 2015 2:14 pm

    Esta vez, no se demoraría y tampoco renunciaría a tomar el cuerpo de Chlóe Crosszeria. ¿Qué había de malo en hacerlo? El vampiro se había decidido a recaudar todo lo que fuera capaz de su anhelada Oveja. No habría más dudas, ni más sentimientos de debilidad, así como no existieran los cargos de conciencia. Su cabeza tampoco sería nublada por aquella tarde en la Iglesia y todas las incógnitas que rodeaban aquella escena. Ella sería suya, aun si ese mocoso de Andrei ya la había mordido. Ya que, por lo que respectaba el cuerpo de la joven aún permanecía intacto, de lo cual sacaría provecho verdaderamente. Había gastado parte de su indudable fortuna en preparar lo de esta noche, cual idiota enamorado. Sin embargo, el peliverde distaba demasiado de ese enfermo pesar que te llena cuando quieres a alguien. Para él solo vivía el deseo de la lujuria y la sed, pues nunca se llevó otra cosa por delante salvo romper los corazones de sus anteriores fijaciones mentales. Y es que estuvo esperando por meses que ella cediera ante él y sus cuidados, que reconociera finalmente que él había hecho un buen trabajo. Caballeroso, él se había esforzado por conseguir dominar su mal genio. Hasta que su petición finalmente fue reclamada hacia el desalmado Issei Chrane. Luego estaba bien que temblara, que su cuerpo sintiera el miedo y la incertidumbre, pues nadie conocía lo que un vampiro como él estaría dispuesto a hacer con su víctima.

    La mano que se hallaba en la espalda de la mujer, fue descendiendo suavemente la cremallera, acariciando con delicadeza la zona por la que pasaba. Seguramente Chlóe ya estuviera avanzando con su mente lo que sucedería a continuación. ¿Y que podría hacer? ¿Acaso poseía las suficientes fuerzas como para gritar o lograr escapar de sus colmillos? Claro que no. De eso se aseguró Issei. Y por eso ella era humana además de su Oveja. Porque era débil. Y por mucha iniciativa que albergara en su interior, Chrane se encontraría allí para pisotearla una y otra vez, recordándola que se ofreció al primer hombre que se posó en sus ojos azules, para vivir una noche sin fin, para ser egoísta a más no poder y terminar por entregar su sangre y su propio cuerpo por un simple antojo y berrinche adolescente. El vampiro quiso reír ante la semejante estupidez que había hecho, de lo cual él no objetaría pega alguna, dado que era el mayor beneficiado de esa petición. No obstante, eso también decía mucho de ella, pues no le importaba otra cosa más que su propio dolor y existencia, sin percatarse que lo más probable es que muchos más humanos de su edad, tuvieran que cargar con un peso mayor que el casi invisible de la chica. Tampoco él conocía demasiado sobre ella, salvo sus constantes quejas para su persona y la mayoría de vampiros. Entonces, ¿para qué vino a este pueblo? Dejó la Asociación cuando el peligro inminente recaía sobre su cabeza, cuando vio con sus propios ojos en lo que podría llegar a convertirse. Otra vez, había demostrado sus pocas agallas. Pero, ¿a él que le importaba eso? Una buena pregunta. Nada. Si creía que mostraría un mínimo de preocupación, justo como pareció sentir antes, ahora ya no quedaban rastros del más bondadoso sentimiento. Esto tan sólo se convertía en mayor beneficencia para Issei.

    Su sonrisa se esbozó, tétricamente sobre sus labios del color carmín de su sangre. Y amablemente, terminó por soltar sus muñecas con lentitud, acariciando la fragilidad de sus brazos. Tras acabar con el recorrido y llegar hasta sus hombros, su cuerpo se separó de la calidez del suyo. La soga que acorralaba la garganta de la mujer, únicamente estaba siendo apretada por intervalos por el yugo que la esclavizaba. Y sus ojos fueron directamente a clavarse en su cuerpo, así como un animal mira a su presa antes de devorarla. La cremallera del vestido había finalizado en la tela, pero eso no era suficiente para el vampiro. Quería que se sintiera desgraciada, humillada, que deseara morir cuanto antes, pues a cada segundo que lo pensara, se demoraría más en degustar cada centímetro de su piel. Así, pasó ambas manos por debajo de su espalda, mientras sus ojos brillaban de lujuria y ambición. Agarró cada una de las dos mitades del vestido y de un fuerte tirón lo desgarró por completo, hasta quedarse la suave seda sobre su cuerpo. Sus colmillos brillaban en la oscuridad, relamiéndose los labios perversamente. Ah… tan sólo un mísero trozo de tela roja le separaba de su desnudez, de su piel, de su sangre… Aunque Chrane ya pudiera estar viendo algunos rasgos de esta, deseoso por hacerla suya en cada recóndito lugar. Y bien, ¿qué se siente cuando presientes a la muerte, Crosszeria?, se preguntaba.

    Esperó gustosamente unos cuantos minutos de incertidumbre para la pelirosa. Después de todo, era justo dejarla hablar y escuchar graciosamente más de sus peticiones. De ello, su pérfida sonrisa reapareció en el mismo lugar de antes.
    - Y si no le tienes aprecio a la vida… ¿por qué tiemblas? ¿Por qué sientes miedo en el fondo? ¿Por qué tuerces el rostro cuando me acerco a tu cuerpo? - Preguntó, sagaz, perforando más las dudas de la ex cazadora. En el fondo él lograba percibir cada una de sus inquietudes interiores, a pesar de no ser capaz de leer su mente. Podía clavar mil y una estacas en sus debilidades, provocándole el más placentero dolor. Y su pecho, fue de regreso hasta el suyo, buscando la poca calidez que le quedaba dentro. Dejó su cuerpo muerto sobre el de la joven, en donde la suavidad de la tela los separaba. Pero Issei no dejaba de dar a esperar, de producirle las peores pesadillas que vendrían después de su pequeña charla. - Eres egoísta, Chlóe. Quieres morir porque no tienes la suficiente tenacidad para seguir luchando. Y nunca te has parado a pensar en el resto de personas que darían lo que fueran por estar en tu posición… Eres débil, maleable, tan poca cosa… Y realmente no me extraña que Matthewson te mordiera, pues pareces llevar un cartel en tu rostro que dice: “muérdeme”. - Siseó lentamente cerca de su oído, marcando cada una de las sílabas de las peores palabras que pudo haberla dicho; deleitándose con su miseria y recordándosela a cada instante.

    Con sus fuertes brazos, separó las piernas de la joven, las cuales comenzaban a estorbarle y entorpecer su acercamiento hacia ella. Se hizo pasó, pegándose cuánto más podía a su cuerpo, intimidándola, acosándola en todo momento. Su cuerpo era suyo, ahora, pero el bendito momento que Issei tanto esperaba, tardaría un poco más en esperar, pues a cada frase, a cada palabra que intercambiaban, su deseo, lujuria, la pasión que enrojecía sus venas era más y más inaguantable. Y hasta que él no encontrara el punto sin retorno, dejaría que ella continuara enloqueciendo con las suposiciones acerca de lo que ocurriría al final de la noche.
    - ¿Sabes? No me importa si otro vampiro te mata. Es más, me gustaría presenciar ese momento, de ser posible. Porque después de esta noche, ya no vales nada Chlóe. Ni siquiera como un objeto de deseo… - Susurraba sin contención y maldad. - ¿Pensaste que soy el genio de la lámpara? Error. Ya he complacido tu deseo, señorita, así que se terminó pedir tanto por esa boquita. Yo… solamente me voy a cobrar por toda esta noche a tus pies y no tendré miramientos en nada más. Da igual si tu vida perece o no hoy… ¿Lo entiendes? El príncipe azul… dejó de existir hace mucho tiempo y precisamente… soy el culpable de hacerle desaparecer… - Continuó hablando suavemente en su oído, del mismo modo en que estuviera declarando sus sentimientos tímidamente, obviamente de haberlos tenido. Mientras, con delicadeza, retiraba la tela del vestido rasgado de su cuerpo y lo miraba cual obsesionado. Sí, por si no lo recordaba, sería suya de cualquier forma posible y por haber.

    De todas formas, la distancia se sembró por segunda vez. Se relamió los colmillos, observándola con la poca luz que entraba por la ventana, la cual iluminaba perfectamente las curvas de su cuerpo, de sus hombros, el color verdoso y atrayente de su melena. Sin embargo, todo esto aún tenía un buen motivo: quería que llorara, que suplicara por su vida, pues verla rendirse era demasiado penoso y vergonzoso, la verdad.  Sus anteriores Ovejas habían sido de mejor calidad, ahora que la veía desnuda. Sí… quizá Chlóe poseyera unos grandes pechos y un cuerpo notable, pero su personalidad y falta de fuerzas le robaba el encanto a la situación. Igualmente, no prestaba atención a más de sus palabras, dado que se decidió por consagrarla de una vez por todas en este trayecto sin fin.
    Y su mano se posó sobre su mejilla, tiernamente. La mirada del vampiro se relajó, convirtiendo sus iris carmín en el color que solían mostrar siempre.
    - Tranquila, Chlóe… Seré gentil contigo… - Pronunció caballerosamente, sonriendo con amabilidad. Finalmente, se quitó la camisa con rapidez, desalojando el botón de sus pantalones inmediatamente también. Se inclinó con lentitud sobre su clavícula, comenzando a depositar suaves y delicados besos sobre su piel, saboreándola con cuidado. Sus manos, atendieron a sus necesidades también, tocándole los senos con desesperación, pues Issei no creía aguantar por más tiempo esta locura incontrolable que entraba por sus fosas nasales en forma de un dulce olor a jabón y humedad. Y su nariz, fue averiguando más y más sobre su piel, sobre los anhelos del cuerpo de la joven, atendiendo a cada uno de ellos con sumo placer; hasta llegar por infinita vez a la curvatura de su cuello. Allí, alojó sus colmillos sedientos, dando por iniciado el ritual.

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    Mensaje por Chlóe Crosszeria Dom Mayo 03, 2015 11:48 pm

    Su mirada la petrificaba, más de lo que podía llegar a petrificarle el más crudo de los inviernos. Chlóe sintió cómo sus manos soltaron sus muñecas, disminuyendo la fuerza en ellas y, probablemente, dejando alguna marca como consecuencia del fuerte agarre. Los fríos dedos del vampiro, de forma paradójica, proporcionaron unas suaves caricias sobre sus brazos a medida que descendían. Parecía que con él todo era así: un constante sabor agridulce. Chlóe respiró con sutileza ante el gélido contacto, el cual provocaba escalofríos en todo su cuerpo. ¿Y con tan sólo ese simple gesto lograba que se erizara su piel? La joven tragó saliva, quizás más temerosa de lo que ella misma pudiese llegar a sentir que de lo que él pudiese llegar a hacerle. Después de todo, en lo que a esto último respecta, las cosas estaban bastante claras. No era necesario decirlas en voz alta. Ella había venido aquí por su voluntad. Ella se lo había pedido y conocía el límite de sus deseos. A su vez, era conocedora del precio de los mismos. Y lo aceptaba. Lo había aceptado desde un principio. ¿Ingenuamente? Tal vez, pero contradictoriamente muy consciente. El vampiro no estaba haciendo más que reclamar lo que horas antes había quedado claro que reclamaría. No fue preciso que lo nombre con sus pérfidos labios. En su mirada, en sus gestos… Aquellas lascivas y crueles intenciones rodeaban cada centímetro de sus atrayentes y peligrosos verdes ojos...

    Ahora carmesíes.

    La cremallera de su vestido había sido deslizada. Chlóe no había quitado sus ojos de los suyos desde entonces. Con serenidad, lo observó. Pese a que sus intentos por intimidarla fueran efectivos, ella le sostuvo la mirada. Pudo sentir su fría mano con mayor intensidad a cada segundo y, cuando este se irguió un poco para recorrer su cuerpo con el brillo color rubí de sus ojos, el corazón de la chica se detuvo por unos momentos. Respiró hondo, justo cuando sus manos se posaron sobre su cuerpo, aferrando el vestido. Y, en el momento en que desgarró este en dos, un pequeño sonido de sobresalto escapó de entre sus labios. Los ojos de Chlóe se abrieron de par en par. ¿Qué era aquello que estaba viendo en él? De repente notaba un extraño y peligroso brillo en sus ojos. Quizás más de lo que había advertido segundos antes. Y la forma en la que relamió sus labios, acabó por confirmar sus sospechas. El corazón de Chlóe comenzó a latir fuertemente, y algo le decía que iba a estar al borde del infarto a partir de este momento, por el resto de minutos que durase esta oscura cercanía. Y sus palabras tan sólo emergieron para continuar perturbándola; para acercarse a ella de todas las maneras posibles, siendo esta la forma más maligna que tenía de acribillar su alma.

    Apartó la mirada por unos segundos, dándose cuenta luego que estaba haciendo todo lo que él estaba diciéndole con malicia. Sí, Chlóe temblaba, sentía miedo y no podía mirarlo a los ojos por momentos. Todo aquello era verdad, ¿pero era necesario aclarar la respuesta? No había nada que él no supiera en cuanto a sus emociones momentáneas y a lo que esta situación le generaba. El cuerpo de Chlóe hablaba, claramente, por sí solo. Incluso estos sentimientos se transmitían a través del aroma que desprendían. La piel de la joven emanaba no sólo suavidad, fragilidad y juventud, sino también terror y deseo. Contradictoriamente, su organismo estaba reaccionando, por una parte, de forma opuesta a sus pensamientos. Jamás las enseñanzas de su clan acerca de que es necesario sentir antes que pensar estuvieron tan claras. Issei no sólo estaba siendo su pesadilla, pues de forma irónica y sorprendente también estaba siendo el medio para la liberación de sus más egoístas anhelos. Porque él tenía razón. Ella era egoísta, débil, “tan poca cosa”. Por un momento, la cazadora quiso reír. Quiso reír por nervios y por su propia miseria. Era todo eso y más, de seguro. Pero, para su propia sorpresa y la del vampiro, aquello era algo que estaba a punto de cambiar. Cuando él nombró a Andrei y siseó tales palabras en su oído, Chlóe tensó su mandíbula. El recuerdo del desgarrado vestido obsequio de aquel vampiro vino a su mente. La joven mordió su labio suavemente y apretó sus puños, los cuales habían descendido hasta la zona de su pecho, interponiéndose entre su cuerpo y el de Issei.
    - Así que es eso… -susurró de repente, rompiendo el oportuno silencio-. ¿Tan apetecible me veo y yo sin darme cuenta durante todo este tiempo? De haberlo sabido, le hubiera dado rienda suelta a este don y lo hubiera aprovechado más… -continuó, en tono de voz tenue, en el oído del vampiro del mismo modo en que él le hablaba-. Entonces, ¿por qué no lo haces? ¿Acaso no estoy aquí para ser tu “tierna y sumisa ovejita” a punto de ser devorada? –inquirió respecto a lo último que él dijo. A pesar de que su voz temblase un poco y sonase algo tímida y temblorosa, la intención de sus palabras era sagaz y desafiante. Después de todo, a eso habían venido aquí. Y a pesar del miedo y la incertidumbre, Chlóe no se echaría atrás. Chrane la consumiría, sí, pero ella también se llevaría lo suyo; ella también lo usaría, y quizás él era lo suficientemente ingenuo como para creer que sólo debilidad rodeaba su alma de cazadora fugitiva. Chlóe podría dar rienda suelta a su lengua y contarle todo acerca de ella. Podría decirle sus motivos para querer desaparecer y mostrarle que nada es color de rosas en su vida, tan sólo su cabello. Sin embargo, no lo haría. No iba a contarle nada de su familia ni de su existencia en este pueblo. Todo se lo guardaría y se pondría a su nivel, consumiéndolo al igual que él la consumiría a ella. Por momentos quería replantearse el hecho de permitir que él le quitase la vida. Cuando estas ambiciones y ansias de libertad y libre albedrío surcaban su espíritu, deseaba ser ella el dulce verdugo en este amanecer. No obstante, si la noche es joven, el día puede ser eterno, y esto apenas acababa de comenzar. Y aunque hubiese indicios de cómo todo acabaría, aún no estaba dicha la última palabra.

    No se lo esperaba, pero así sucedió. El vampiro separó sus piernas y se pegó más a ella. La respiración de Chlóe se entrecortó, pero en sus acuosos ojos brillaba una extraña fuerza de voluntad. Al sentirlo tan excesivamente cerca, todo su cuerpo se tensó, pero rápidamente relajó la fuerza que estaba ejerciendo con los músculos de sus piernas. Escuchó sus siguientes palabras, tan venenosas como él mismo. Cerró los ojos por un momento. Estaba bien que pensara eso, después de todo a ella le daría lo mismo que él fuese asesinado por algún que otro cazador. Entonces, estaban a mano. Estaba bien que pensase así, que fuera egoísta… al igual que ella, ¿verdad?

    La suave tela roja del vestido se deslizó por obra del vampiro, dejando al descubierto la piel de Chlóe, aún cubierta su femeneidad con la protección de su ropa interior. El vestido desapareció dejando el rastro de una suave caricia, tales como las que Issei proporcionó minutos antes sobre sus brazos. Otra vez allí estaban, sus fieros ojos, intensos y atrapantes. ¿A esto se referían cuando mencionaban que jamás había que mirarlos a los ojos? ¿Esto querían decir cuando advertían acerca de lo peligroso que era que un humano fijase sus mortales pupilas en ellos? Podía decir que ahora lo entendía. Los brazos de Chlóe se escabulleron de su seguro sitio contra su pecho y, quizás contra todas las expectativas del vampiro, lo rodearon. Rodearon su torso, deslizando las manos sobre la piel de sus costados hasta apoyar las palmas por completo sobre su blanca y marmórea espalda. Podía sentir aún más su frío ahora, tanto interno como externo. ¿Estaba bien abrazar así el pecado? Sus verdes ojos, repentinos, observándola, determinaron el “sí”. Chlóe lo miró profundamente, y un sinfín de secretos podían advertirse tras sus claros iris. ¿Los conocería Issei alguna vez…?

    Quién podría saberlo.

    La caricia que le proporcionó a su rostro provocó que Chlóe se relajase aún más, pero no precisamente porque confiase en él y porque creyese en sus palabras. Lo hizo por su propio bien, porque sabía que sería peor si continuaba así de tensa, nerviosa y a la defensiva. Ella había querido esto, bien, aquí lo tenía. Sus párpados volvieron a elevarse justo cuando él descendió para posar sus labios sobre su piel, otorgando múltiples besos a lo largo de su cuello. La joven suspiró suavemente, anestesiándose. Disfrutar el banquete que la bestia ofrece. De eso se trataba todo esto, aunque el banquete fuese, ridículamente, ella misma. Las manos de Issei viajaron hasta sus pechos, y no pudo evitar entrecerrar los ojos. Todo esto era sumamente extraño. Por momentos ínfimos de cordura, se replanteaba lo que estaba haciendo. No obstante, se concentró en sentir su gélida espalda debajo de sus palmas, y entonces volvió a respirar con algo de calma. Sin embargo, en el momento en que sus colmillos volvieron a clavarse en la curvatura de su cuello, Chlóe no lo esperó. Sorprendida y cerrando sus ojos con fuerza, emitió un casi callado quejido. Sus dedos se clavaron suavemente sobre la piel del vampiro, abrazándolo con más fuerza. Una de sus piernas se flexionó, elevando su rodilla. Podía sentir la cálida sangre deslizándose otra vez hacia el exterior. Su corazón comenzó a latir con fuerza otra vez, bombeando más velozmente aquel líquido vital que constituía la fuente de alimento del ser que estaba acosándola con su imprudente consentimiento. Chlóe permitió que él bebiese, pero ya se encontraba algo débil de la primera vez en que había hincado sus colmillos hambrientos en su cuello. Por eso, un ligero temor la recorrió: el temor a que la matase. Si bien ella se lo había pedido, ahora volvía a titubear.

    Suavemente, pasados unos segundos, giró un poco el rostro. Guió una de sus manos por el pecho del vampiro, ascendiendo suavemente hasta la base de su cuello. Era suave, a pesar de lo árido que resultaba su comportamiento. Era suave e indescifrable… igual que ella. Aquella mano, tímida e insegura, comenzó a descender. Acarició otra vez su pecho, para luego dejar su rastro por su abdomen. Finalmente, llegó al límite de su ropa interior, y deslizó suavemente uno de sus dedos por aquella zona sensible que se situaba debajo de su ombligo. Las mejillas de Chlóe inmediatamente se encendieron, pues el pudor que sentía no era poco a pesar de todo. No se atrevió a avanzar más allá de aquel límite propuesto por la prenda, pese a que parecía estar allí para ser transgredido. No obstante, con su otra mano, sujetó la nuca del vampiro, para luego rozar su mejilla y acabar por aferrar su rostro. Chlóe se movió un poco debajo de él, buscando algo de espacio para poder separar sus colmillos de su piel. Mediante un suave quejido, apartó su cuello, y sintió cómo las afiladas dagas se desprendían un poco a causa del alejamiento. La joven tragó saliva y lo miró, tomando su rostro más firmemente y obligándolo a mirarla. En ese momento, al ver cómo la sangre decoraba sus bestiales labios, su mirada tembló por un momento. No obstante, acercó su rostro al suyo, primero algo indecisa, pero luego recobrando seguridad a cada paso. Sus labios, finalmente, rosaron los suyos, y lo que comenzó como un suave y simple roce, comenzó a transformarse en un intenso beso. Chlóe atrapó la frialdad de su boca con la calidez de la suya, aunque su propia sangre fuese la que estaba saboreando. Rodeó el cuello del vampiro con un brazo mientras mantenía la mano del otro quieta en la zona abdominal de él. Quizás ese beso, esa soltura de desenfreno fue la que la guió a hacer algo que nunca se hubiese atrevido. Su mano, traviesa, se posó sobre la noble zona del vampiro –quizás lo único que pudiese llamarse “noble” en él-. Lentamente, Chlóe también se fue inmiscuyendo en aquel húmedo y temerario juego. Lentamente, sus labios atraparon los suyos cada vez con mayor ímpetu. Sus sentidos se centraron en aquellas sensaciones, en cuán perverso comenzaba a resultar todo. Y es que lo que ocurría verdaderamente era que


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    Mensaje por Issei Chrane Vie Dic 25, 2015 7:39 pm

    Su piel prometía. Sus labios, el resto de su cuerpo, su propia sangre… Todo lo que era Chlóe Crosszeria prometía un manjar, un placer inigualable para un vampiro como él. Tan sólo creía que con ver su cuerpo semidesnudo, perdería el control y la devoraría por completo, así como llevaba ansiando esta noche durante tanto tiempo. Necesitaba controlarse o apenas podría disfrutarla como buenamente merecía. ¿Y es que acaso tuvo una oveja tan sumamente indómita? No la recordaba, de ser así. Antes de ella, habían pasado tantas vírgenes por sus manos, que era incapaz de recordarlas a todas ellas junto con sus nombres y las condiciones que se dieron para cada una. Imposible. Sin embargo, siempre había alguna que rememorar entre sus buenos recuerdos, así como pasaría a formar parte de ellos la pelirosa. Quizá porque ella se hubiera resistido tanto, tal vez porque se convirtió en la presa de muchos pero ninguno consiguió lo que él en este instante. Era como una forma de demostrar a todos esos vampiros que la persiguieron durante tanto, que él, Issei Chrane, se había convertido en el sumo ganador del premio que Crosszeria significaba.

    Los ojos del vampiro, se hallaban ahora cerrados a causa del placer que contaminaba su ser para con su sangre. Ansió tanto, deseó tanto, que era formidable ver que todos sus esfuerzos valieron la pena por tenerla hoy así, debajo de su cuerpo, sumisa y nerviosa como cualquier otra humana. Sus colmillos, apretaron todo lo que pudieron su carne, casi desesperado por beber de ella, tan necesitado como estaba de su líquido vital. Sabía que de esta forma podía matarla en cuestión de un par de minutos, pero apenas lograba encontrar a su conciencia en esta habitación teniéndola delante. ¿Sería posible que fuera tan frágil que falleciera entre sus brazos, a punto de culminar? Es posible, pero Chlóe no parecía ser una más, o al menos en el aspecto de que como mortal, no era igual que el resto del ganado. Ella tenía algo, una chispa en sus ojos azules, un aroma nauseabundo en sus largos cabellos rosas, las curvas que poseía su cuerpo; un matiz diferente al resto de sus Ovejas. Ella era diferente, pues cada vez que Issei se acercaba a ella, era un dulce néctar del que no quería separarse. ¿O es que acaso aún latía la duda sobre aquel día en la iglesia? Todavía lo veía como si lo estuviera viviendo en este momento, en cuanto bajara los párpados. Sus ojos temblando por ayuda en su dirección, Andrei intentando aprovecharse de su sangre, y esas palabras… Aquellas palabras malditas que robaron el valioso tiempo del vampiro en divagar lo que significaban. ¿Es que ella era capaz de…?

    No, eso era imposible.

    Finalmente, desilusionado por tal suceso, sus colmillos dejaron de ejercer presión sobre su cuello. Se separó de ella y la observó desde la altura que transformaban sus brazos apoyados sobre la cama. Chrane era capaz de oler su miedo, sin necesidad siquiera de mirar su cuerpo ni clavar la mirada sobre la pureza de sus iris acuosos; a pesar de las veces que intentaba hacerse la fuerte y replicar sus verdades. No obstante… Sus labios se ensancharon en una pérfida y sucia sonrisa. Ella también deseaba conocer cómo era quemarse en la hoguera. La curiosidad y el erotismo de aquella situación, se abrían paso en su cuerpo, podía advertirlo con comprobar el aumento de temperatura que se produjo en su piel.
    - No te preocupes por morir tan pronto, Chlóe. El tiempo dirá, pero antes… Creo que podemos disfrutar de este banquete que el Destino ofrece… - Sugirió, acariciando su rostro con suma delicadeza, mostrando de nuevo los colmillos entre sus labios. Y nuevamente, la cercanía entre sus cuerpos. Los labios del vampiro quisieron volver a recorrerla, pero antes de nada, quería acatar sus mandatos una vez más. Porque en el fondo quería verla temblar de pavor al verle, y por supuesto, Issei era alguien demasiado posesivo con sus Ovejas. Y por ello, se encargaría que ningún otro hombre, que ningún otro vampiro fuese capaz de tocarla de nuevo, pues la huella que él dejaría en este instante, perduraría hasta entonces.

    Sus manos volvieron a trazar las curvas de su cuerpo, mientras su boca descendía peligrosamente por su vientre, lamiendo allá donde creía necesario para hacer desear a su piel, porque ella rogara uno de sus besos, que la tocara una de sus manos, pues el placer que experimentaría, no lo volvería a vivir de nuevo. En cambio, antes de llegar a su meta propuesta, decidió “marcar” su presencia allí. Abrió la boca y mordió de nuevo en su vientre, atravesándola con sus colmillos. Una, dos, tres y hasta cuatro veces realizó la misma operación a lo largo de su abdomen. No decidió beber, sin embargo, pues lo único que quería es que cualquier otro hombre que la viera, supiera que ella ya estaba manchada por sus manos, que “otro” había estado allí antes que él. Y entonces, llegó a la zona esperada. Mientras observaba su expresión, mordió la tela de su ropa interior, salvaje, amenazante igual que un cazador que tiene a su presa. Besó justo por el borde que esta proporcionaba y finalmente, tras un breve momento, acabó por detener aquella promesa de pasión para volver a ascender hasta su pecho. Y allí, de nuevo realizó la misma operación. Mordió en su clavícula, en sus senos, allá donde se le antojó dejar su huella en la piel, al tiempo que una de sus manos se inmiscuía peligrosamente entre sus piernas para que suspirara de placer.

    No conocía si Chlóe también, pero Issei realmente disfrutaba con ello. Tan sólo le regocijaba ver su rostro, cómo los matices de seducción se implantaban en su cuerpo, elevaba su temperatura, mordía su labio inferior en busca de consagrar todo lo que él parecía prometerle. En cambio, lo que jamás esperó fueron sus manos frágiles y huamanas en su espalda, las caricias que propiciaban a lo largo de su abdomen y que terminaron su recorrido en el borde de su ropa interior. La sonrisa del vampiro se ensanchó. Así que Crosszeria también iba a participar en aquel juego de seducción. Le gustaba aquello, desde luego, ya que era justo que ambos experimentaran esa dulce sensación que solo el otro podía complacerle. Aunque Chrane ya estuviera excitándose con su cuerpo, ansioso por devorarla de un instante a otro. De tal, fue que él regresara a la base de su cuello para morderla por infinita vez y sufragar su cobro por tales caricias indecentes. No obstante, esta vez se vio nuevamente interrumpido pues ella lo obligó a separarse de su piel. La ira tembló en los ojos del vampiro, justo antes de que su brazo pasara por su nuca, rodeándole para atraerle más. Y entonces, lo que jamás esperaría fue el arrebato de abrirse paso en su boca y saborear su propia sangre. Issei no podía sentirse más complacido, siquiera. O tal vez se equivocaba, pues una descarga surgió en su cuerpo cuando ella osó a tocar la zona íntima de él, de arriesgarse y participar en sus deseos, dejánose llevar por ese líbido. Sus labios aceptaron los suyos con necesidad, con lujuria palpándose en su piel, transmitiéndose por sus ojos carmesíes envueltos en aquel infierno, en aquella oscuridad en la que ella tenía estipulado caer sin red.

    Y sin poder contenerse por más, la hizo suya por y para siempre. Por el resto de su vida mortal.




    Los últimos rayos caían por el horizonte, lamentablemente. Suavemente, oscurecían lentamente el rostro de la humana que dormía entre los brazos del vampiro, quien atentamente la observaba dormitar –dado que él, por su inmortalidad y desde hacía varios lustros, era incapaz de conciliar el sueño–. ¿Cómo sería ella cuando sus ojos azules lo vieran allí al lado? ¿Volvería a rechazarlo, o conseguiría hasta un “beso de despedida”? Sin embargo, a pesar de que Issei quería ver su despertar, admirar de nuevo su cuerpo entre las sábanas y despedirse como un verdadero Don Juan, era hora de irse, finalmente. Tenía algunos asuntos por resolver, los cuales no incluían a Crosszeria. Así, se levantó, pesaroso, mientras una melena verdosa cubría parte de la desnudez de su cuerpo. Se vistió con la ropa del día anterior y con el suave sonido de un susurro desapareció de la habitación, no sin antes, admirar a la Bella Durmiente que descansaba sobre la cama.

    No obstante, encima de la cómoda, quedó una pequeña nota que el vampiro escribió:
    No te preocupes por la hora, ya está pagada la noche del hotel. Puesto que no son horas y rompí tu vestido, a cambio compré ropa limpia en la mesa para que te cambies. Y si tienes problemas para salir, di que vas de mi parte.
    Issei.
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    Mensaje por Chlóe Crosszeria Lun Dic 28, 2015 7:13 pm

    "Dime, Chlóe, ¿qué se siente estar sucia? Y me refiero a completamente sucia, en cuerpo y alma."
    "Cierra la boca"


    Chlóe abrió sus ojos cuando los rayos del sol ya comenzaron a alcanzar su cuerpo, el cual estaba tendido sobre la cama de manera reconfortante. Adormecida, escuchó cómo el despertador se había activado y la radio comenzó a emitir una canción. Pasó su antebrazo por delante de su rostro, hasta dejarlo reposar sobre sus ojos, cubriéndolos. Sus labios se entreabrieron en un leve y casi imperceptible respiro. Recordaba. Lo recordaba. Todo lo acontecido desde esa fiesta hasta llegar a aquel lugar. La travesía había sido más larga de lo esperado, pero seguramente no era comparable su extensión con la longitud del valor de Chlóe, pues llegar a tal punto había requerido mucho más de ella que voluntad y buena predisposición. Esto no lo había hecho simplemente por puro placer y guiada por el deseo de romper cadenas y conocer algo nuevo, sino que su destino estaba meticulosamente enredado con tal decisión. Probablemente Issei nunca imaginara los planes que yacían detrás de su inocente mirada de oveja. Pero habría que admitir que, en el fondo, Chlóe también resultaría ser un lobo vestido de cordero. Al menos, a partir de hoy así sería, y se encargaría de que todos aquellos que pusieron en riesgo su vida pretendiendo tratarla como un objeto y una posesión lo supieran.

    Lentamente, se sentó en la cama. Lo supuso. Lo sabía. Él no estaría allí para cuando ella despertara, pues Issei era uno de los que conformaban aquel grupo de personas que tan sólo veían las ventajas que ella ofrecía como dulce muñeca para manejar a su antojo. Él había tomado lo que quería. Estuvo satisfecho y se marchó. Pero ella, sin abrir sus ojos aún, moldeaba su venganza entre tan sutiles y frágiles manos. Pues ella también había tomado de él lo que necesitaba, y aquello valía cada marca que ahora poseía su cuerpo, incluso las que nadie podría ver. Tragó saliva a la vez que deslizaba su mano por su cuello. Un escalofrío la invadió. Sentía que aún lo tenía a él encima, sofocándola. La verdad era que jamás pensó que en eso se convertiría su primera vez. Quizás los estúpidos sueños de princesas hallando a su bello y angelical príncipe azul llegando por ellas en un blanco corcel habían dañado su capacidad de pensar con realismo. Y esto era la cuota de realismo que necesitaba. Porque esto es el mundo real, y aquí no hay príncipes ni princesas, sino ganadores y perdedores, víctimas y victimarios, presas y cazadores...

    Y demonios vestidos de ángeles.

    Pero ella estaba entera. Ella no lamentaría aquello que le habían robado, pues lo había reemplazado por algo mucho más preciado: su libertad. Si este fue el precio que tuvo que pagar, bien, estaba conforme y a gusto. No derramaría ni una lágrima, no se lamentaría ni una noche de soledad mientras pudiese degustar allí, a su perfecto alcance, el sabor de la libertad. Y más aún, el sabor del poder y la seguridad de poseerlo bien aferrado entre sus manos, a pesar de que ambas cosas, libertad y poder, tuviesen su espléndido sabor empapado del de su propia sangre.

    Chlóe respiró con tranquilidad y fue allí cuando decidió abrir sus ojos. Lentamente sus párpados se elevaron, cansados y débiles, pero satisfechos. Los recuerdos de la noche que pasó junto a Issei no cesaban de venir a su mente. Se mordió el labio inferior, algo confusa y pudorosa, pero jamás avergonzada. Jamás había estado tan decidida en su vida, y aunque conocía el valor de lo ganado y no lamentaba lo perdido, un extraño sabor amargo la inundaba. Tal vez fuese nostalgia, pues al voltear sus ojos hacia el gran ventanal, la radiante luz del sol le recordó que jamás un brillo igual cubriría su vida, que a pesar de ser libre ahora y tener en sus manos el arma para gritarle al mundo que allí está ella, entera y perfecta, lista para destruir a todo aquel que quiera interponerse entre ella y sus objetivos y su felicidad, su vida no será sencilla, y mucho menos pura. Las voces en su mente se entremezclaban con las imágenes promiscuas y prohibidas de su vínculo con aquel vampiro de cabellos verdes. Chlóe sabía que la magia estaba allí, que sus dones persistían, ahora más fuertes que nunca, pero que ésta lentamente estaba tiñiéndose, y lo que una vez fue blanco, negro total se convertiría. Quien pudiese ver sus ojos ahora, diría que ella ya no era la misma persona de antaño. No obstante, era la misma, pero con una fuerza en la mirada que distaba mucho de su yo de una noche atrás. Suspiró con profundidad y miró sus manos. Al instante, descubrió varios mechones de su cabello manchados de sangre. Se puso de pie con suma lentitud, tratando de acallar esas voces inmundas que sólo despilfarraban advertencias y consejos inútiles en su mente. ¿Qué? ¿Acaso necesitaba una explicación ilustrada de lo que estaba ocurriendo? ¿Acaso no les había bastado con la escena de anoche para darse cuenta de que las cosas habían cambiado y que ya no había marcha atrás? Ella ya no sería una pieza de ajedrez con la que su familia podía jugar a su antojo, ella ahora sería el experto jugador, y ganaría cada una de sus batallas. Al unirse a Issei de ese modo, había logrado hacerse con su energía, entremezclando sus campos auráticos, e incluso logró obtener algo de su sangre en aquel feroz beso, pues ella también podía morder pese a no tener prominentes colmillos, y en medio del arrebato pasional, lo había herido y su sangre se entremezcló con la suya, ingresando en su sistema. Lo único que había necesitado era ser ella en un principio, frágil y débil, dulce y temerosa, para finalmente atraerlo hasta obtener lo anhelado. Debía admitir, ciertamente, que jamás pensó que las cosas le saldrían tan bien, pues no tenía planeado que esto ocurriera tan pronto. Chlóe había considerado la posibilidad como una de sus últimas opciones más riesgosas, pero en vistas de que las opciones más recomedables no surtían efecto, comprendió que todo logro conlleva su sacrificio. Y ahora que se había vinculado a él mediante aquel ritual de magia negra, terminantemente prohibido por su clan y motivo por el cual una antigua Sacerdotisa del mismo fue quemada en la hoguera y toda su estirpe desterrada para siempre, la joven Chlóe sabía que el mismo destino podía llegar a recaer sobre ella, pues sus manos estaban sucias ahora, y ensuciarían todo aquello sobre lo cual se posasen. Ahora no sólo podía manipular los espíritus de sus ancestros -los cuales singularmente se rehusarían a ceder ante sus mandatos-, sino que podía hacerse de todas esas pobres almas malditas que merodeaban en la tierra, almas oscuras y llenas de dolor, pertenecientes a seres llenos de pena, angustia y... odio.

    Se puso de pie y con suavidad su cuerpo desnudo se deslizó hasta la cómoda. Tomó entre sus dedos aquella nota. Sus azules ojos se deslizaron por las líneas, leyéndola con tranquilidad y cuidado. Desvió su mirada hacia la mesa. Vio la ropa, pero se dirigió al baño. Allí se duchó de forma rápida, arrasando con toda suciedad externa. El agua caía rojiza sobre la bañera, interfiriendo con el blanco de la misma. "Al menos hay impurezas que sí pueden lavarse", pensó. Al salir, se aproximó a la mesa donde estaba la ropa y se cambió frente al espejo, admirado aquel cuerpo tan suyo y tan ajeno, lleno de mordidas y moretones. Se abrochó la camisa limpia, de un blanco impoluto como irónico, y se vistió con los jeans. Él había pensado en todo, al parecer, pues ni una marca podía advertirse con aquella ropa. ¿Y será cierto que la mirada de una mujer cambia completamente luego de tal experiencia? Tal vez. Ella se veía diferente. Quizás haber abandonado la inocencia significaba mucho más que entregarse en cuerpo y alma a alguien pero... pero ella no había entregado su alma. Eso, jamás. Su cuerpo era un simple instrumento de esta vida, protegido por su magia y por la bendición de sus ancestros que pronto se esfumaría. Chlóe no podía envejecer ni morir por causa natural gracias a ella, ¿pero sería capaz de controlarlos y asegurarse esa protección? Sin duda lo intentaría; lo intentaría y lo lograría.

    Cuando acomodó el último botón de su camisa, volvió a suspirar. Dejó caer con lentitud sus brazos a cada lado. Ya estaba todo hecho, y la mejor parte es que nadie del pueblo se enteraría a menos que ella quisiera. Procuraría ser tan cuidadosa y tan Chlóe Crosszeria como siempre, asegurándose de que todos vieran a la chica que habían conocido y que esperaban encontrar por las calles, caminando tranquilamente. Ahora que este poder recorría sus venas, era mucho más fuerte, tanto que ni siquiera la anemia que día tras día la había estado hostigando podría ser un impedimento. Ahora podría volver a la Asociación y colaborar con sus compañeros; ser la experimentada cazadora que todos quisieron ver en ella. Pero no lo haría para cumplir con sus estúpidas expectativas, sino que lo haría por ella misma, para dejar en claro quién era, y que nadie más volvería a meterse con Chlóe Crosszeria y salir ileso como para contarlo.

    Tras unos segundos, se acercó nuevamente a la cómoda. Sujetó la nota entre sus dedos nuevamente, observándola. Su rostro era el más inexpresivo que, quizás, había sabido mostrar hasta el momento.
    - Incendia -murmuró, suave pero determinante. La nota comenzó a arder entre sus manos, hasta desaparecer y no dejar ni un mínimo rastro. Con paso lento pero decidido, comenzó a caminar hacia la puerta y ésta se cerró detrás de sí, dando fin a sus posibilidades de ganarse el paraíso.  

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