Enfermería

El vampiro se sorprendió de la respuesta de la cazadora. ¿Le dejaría realmente matar a sus propios compañeros? Qué desgracia, pues en cuanto supiera quiénes son, estaba seguro que Sempai los mataría. Y por ahora estaba cansado de tanta muerte, tanta sangre y tanto maltrato. ¿Podrían encontrar ambos bandos un acuerdo para ello?

Esto era algo que pensaba, pero en estos momentos no era lo que estaba circulando en mis sueños:
Volvía a casa. Volvía a ver esos bonitos prados verdes propios del campo en donde me crié. Con los campos de trigo casi por la cintura, listos para cosechar. Y en el fondo del camino, una apartada y vieja casa blanca de un tejado azul. Mi casa. Mía y de mi madre. Aunque... ella ya no podría estar en el caso de que volviera al lugar donde fui dejado por los padres de Kai; esos extraños que alegaban ser también familia mía. Pero no... Padres se era una vez, y ellos perdieron su oportunidad.
Rozaba con la mano cada corteza de árbol, cada planta que había crecido salvajemente, disfrutando de esos viejos olores de los que vivía rodeado anteriormente. Casi lo creía otra vida. E incluso, un sueño. Como si este sueño fuera una ilusión, y nunca hubiera visto esa casa en mi vida. Echaba de menos esa casa, el frío de sus paredes y el calor de la chimenea en invierno. Echaba de menos salir de casa al amanecer y volver pasado el medio día porque me había entretenido en el campo, o quedado dormido a la sombra de un robusto árbol.

Exteriormente, seguía permaneciendo como el cuerpo inerte que ya se había formado tiempo atrás. Pues yo mismo sentía que había perdido todo: tanto lo bueno, como lo malo. Tanto como las virtudes, como los defectos. Me sentía vacío, tal y como un recipiente de algo que no cabía a entender.
Sin embargo, el que parecía entender era Sempai, que seguía reprochando a Kasha cada palabra.
-Por eso no te preocupes. Yo seguiré aquí y sin estar en esta lista. - Lo que tenía claro es que quería seguir al lado de aquél que resultaba la viva apariencia de un hermano perdido. Porque había otros métodos de matar a los cazadores que no fueran sus propias manos. Y eso le otorgaba una ventaja ganadora. - Y en el caso de que algo me pasara, ¿no estarías cuidándolo? - Inquirió. Volvió a sentarse en el sillón, llevándose la mano libre a la sien.

-También los vampiros tememos a los sangre puras, y esto no quita que no haya gente que quiera ir en su contra. - Comentó, poniendo un ejemplo similar al de la cazadora. Aunque ya poco le importaba la conversación. La nueva inquilina estaba entablando un nuevo diálogo con la anterior. De modo que calló y se dedicó a observar a su pequeño protegido, que era lo que había venido a hacer. Pese a que no quitara ojo de las dos mujeres de la sala.

- A mi no debes darme las explicaciones, si no a el, porque yo no he sido la abandonada, lo ha sido el- no era mi intencion reprocharle nada, porque yo no era la mas indicada para ello, cuantas veces habia desaparecido de este lugar sin dejar rastro alguno?
Mire mi mano entablillada, en unos dias se curaria, y tampoco era un impedimento, asi tenia una mejor excusa para encargarme yo de vigilar al mocoso.
- Curalo a el, lo necesita mas que yo, he tenido que sacarle una bala del brazo- dije con tranquilidad y despues me gire para responder al vampiro irritante.
- Asi es, estes tu, o no, lo vigilare, pero eso no implica que no me toque a mi acabar contigo, y creo que de momento, estas mejor vivo, no crees?
- Y te digo la misma respuesta que antes, con los vampiros tengo mas mala leche todavia, si uno se pone en mi camino, lo liquido- ya no me andaba con chiquitas, y si, era una amenaza para ese sempai, si no me dejaba hacer mi trabajo, lo quitaria de en medio

El trigo dorado era suave al tacto. Puede que esto fuera más que un sueño e incluso llegara a ser consciente de este hecho, pero casi podía recordar la misma rugosidad de los granos. Era bonito pensar que había vuelto a casa, aunque mis allegados no estuvieran aquí para ser tan fantástico paisaje. A medida que iba andando lo recordaba más y mejor, dándome el añore de mi antigua vida. Todo era mucho más fácil entonces. No tenía problemas en los que pensar, ni que ocuparan mis desvelos por la noche. Sí, lo echaba de menos. Realmente echaba de menos muchas cosas aparte de esa casa y ese bonito color dorado.
Mi pecho se encogió cuando creí falto el aire. Pequeñas gotas cristalinas empezaron a caer mejilla abajo. Quería volver al pasado, no moverme de esos días perfectos y esas estaciones llenas del cariño de una madre. En cambio, no podía hacer otra cosa que mirar hacia delante. Dar otro paso delante del anterior. Y todavía no llegaba a entender cómo mis ojos no terminaban por secarse últimamente. Ya había llorado bastante y no quería más. Quería que todo esto acabara, aunque la Muerte me acunara como final.

Sempai escuchaba atentamente la conversación, mirando por el rabillo del ojo a sus acompañantes. Suspiró, fijándose otra vez en el pálido rostro que me ocupaba los últimos meses. El asunto de Marcus y los cazadores eliminaba completamente mi apetito.
Al visualizar las lágrimas, esa robusta mano ya estaba ahí para quitarlas de una caricia. Pasaba lo mismo todas las noches. Pasó la mano por su pelo, sin saber qué más hacer por el herido además de tapar mi ojo derecho. Era complicado quedarse simplemente observando la situación. Y Sempai no lo soportaba, así que miró fijamente al otro vampiro, observando sus milagros sentado, sin decir una sola palabra; dejándola hacer.

Entré en la casa con una triste sonrisa. Ella ya no estaba allí para volver a darme sus consejos, ni tampoco para preparar la comida, o reírse por el día de cada uno. Ahora esta era casa de una sola persona; la mía. En el segundo piso, en su habitación, todo seguía como antes; o al menos como yo lo recordaba. Era triste pensar que esa persona ya no volvería a esta casa. Llegaba a darme la sensación incluso, de que la casa fuera ahora demasiado grande para vivir allí. Pero tampoco sabía a dónde volver. Aunque... esto fuera un sueño. Un sueño lejano de lo que una vez fui, a decir verdad.
Me tumbé en la cama, abrazando un trozo de la almohada, esperando que ella entrara por la puerta y acariciara mi pelo para tranquilizar mis malos sueños. Que luego, al igual que era pequeño, me abrazara durante la noche. Que nunca se fuera de allí. Exactamente, que nunca se fuera de mi lado. Las paredes empezaron poco a poco a desaparecer, cayéndose ladrillo a ladrillo.

Otra vez la agonía, la presión en mi pecho era demasiado fuerte. Tenía miedo de que esa casa se fuera al rincón olvidado de mi cabeza y jamás volviera a recordarla. O tal vez me oprimía que otras personas llegaran a olvidarse de mí.
Mi mano se apretó inconscientemente a la de Bella, arqueándome un poco para coger el aire, llorando sin poder pensarlo siquiera. Parecía a la vez una especie de rechazo de ese aura verde que tanto tiempo hacía que no entraba por mis venas. Cada vez apretaba más la mano de Bella, hasta que me di cuenta de que "había vuelto".

Poco a poco las paredes de ese precioso sueño empezaron otra vez a construirse, devolviéndome a la habitación de mi madre. Empecé a notar esa calidez entre los huesos, sanando mis heridas; aquélla que una vez creí olvidada. Dejé de llorar de inmediato, relajándome con ese aura verde que calmaba todo lo que me llenaba de mal. Aflojé su mano, relejándome más aún. Era agradable esta sensación, y no quería que se acabara nunca. Y que tampoco se marchara nunca. Nunca.
Y entonces esas ganas irreversibles de abrir los ojos y verla volvieron. Todavía conservaba agua en los ojos, por eso, al abrir sólo el ojo izquierdo -porque el otro volvía a estar tapado-, cayeron sin dudar. La miré a los ojos, sin creerme que esto no fuera otro trozo producto de mi imaginación. Pero no. Ella había vuelto. Bella había vuelto.
-Hola... - Saludé, empezando a hacer una pequeña sonrisa. La había estimado tanto...

Al final, gracias a las curas de Bella, el mocoso habia abierto los ojos, la verdad es que en el fondo, muy en el fondo, agradecia que siguiera vivo. Pero ella ya sobraba en el lugar, Bella debia disculparse y no iba a estar de sujetavelas en la enfermeria, no era lo mio. Mire al sempai con seriedad.
- Eh, tu, porque no te pierdes un rato por ahi??, la parejita necesita intimidad- dije tan borde y arrogante como era habitual en mi.
Mire a Bella mientras que me acercaba a la ventana por donde ella habia entrado y me subia de un pequeño salto al alfeizar de la ventana.
- Si necesitas algo, solo da un grito, me quedare por aqui para que no se acerque nadie no deseado, de acuerdo?- dicho eso, salte y con la mano sana agarre la rama del arbol mas cercana y con ayuda del balanceo de los pies, cuando tuve la suficiente inercia, salte a una rama mas grusa que habia mas abajo y cai de pie en ella, despues segui saltando de rama en rama hasta quedarme lo suficientemente lejos de la enfermeria para no enterarme de nada de lo que sucediera dentro pero lo suficientemente cerca para oir un grito y poder vigilar que no se acercara nadie que no debia

Al ver la tierna escena, Sempai volvió a mirarme preocupado. Asentí, confirmándole que todo estaba bien ahora, así que no tendría que preocuparse por Bella. Ella no era una amenaza. A pesar de ser un vampiro, jamás la había visto como tal. Ni al propio Marcus me le había tomado en serio. Así que viendo la escena, mi Sempai decidió abandonar la enfermería. En el fondo sentía compasión por él, que perdió un hermano parecido a mí. Tuvo que ser duro en su vida, no podía imaginar cuánto.

Volví mis ojos a Bella, encontrando millones de lágrimas brotando de sus ojos. Como si aquéllo fuera un contagio, el ojo que llevaba al descubierto también empezó a derramar agua líquida. Incluso el otro ojo fue conmovido, empapando el parche que lo tapaba. Al tacto con su mano, mi mejilla empezó a recordar qué eran esos gestos llenos de aprecio y cariño. Ladeé la cabeza, cerrando el ojo, disfrutando de ese tacto tan maravilloso.
-Prométeme que esta vez te quedarás. - Dije abriendo lentamente los ojos para poder regresar a sus ojos. Una vez llegué a verlos igual de puros y rojizos como los de un vampiro. Pero ahora estaban tan llenos de humanidad, que habría puesto la mano en el fuego a que ella logró ser humana una vez.

Otra vez se cerró mi campo de visión cuando me abrazó. ¿Cuánto hacía que no me sentía tan vivo? ¿Cuánto hacía que no recibía tanto cariño de una persona? Creía que siglos, aunque mi vida no estuviera destinada a vivir tanto tiempo. Acaricié su pelo con ternura, levantando los brazos para estrecharla contra mí.
-Te... he echado tanto de menos, que creí morir... - Susurré en su oído, estrechándola más entre mis brazos. Había perdido tantas veces el control de la cordura por la necesidad que un gesto como aquél... Y sin que pudiera evitarlo, la calidez de ella se coló por entre la piel, floreciendo otra vez una conjoga que llevaba enterrada hacía tanto tiempo. Como hacía mucho, lloré en su pelo por todo lo que había acontecido en los últimos meses. Hacía tanto que tenía el vaso de lágrimas a rebosar... que me pilló al descubierto cuando ese abrazó llegó.
Me limpié las lágrimas con una mano, al mismo tiempo que ella se separaba. Cogí su mano, acariciando con la otra ese pulido y perfecto rostro blanquecino. Decidí incorporarme para estar más cómodo y tiré un poco de la mano de Bella para que se acercara, besando sus labios en cuanto lo hizo. ¿Desde cuándo no rozaba esos labios?

¿Tenía derecho a besarla? Me pregunté interiorme. La última vez que la vi, no había respondido bien de mis actos. Perdí la cordura a mitad de la noche y dudo de que la hubiera recuperado al día siguiente; además de que esa noche la pasé con Marcus, en vez de hacerlo con ella. Sentía que la traicioné, aunque yo la seguía queriendo igual. Incluso podía certificar que la necesitaba. Necesitaba a Bella a mi lado. Pero también echaba de menos a Marcus y saber que él también estaba bien, como Bella. Saber si realmente se fue para protegerme, igual. Entonces, ¿estaba bien que dejara que ella siguiera a mi lado? ¿No estaría a la larga dañándola? Ya la disparé una vez con un arma anti-vampiros, y no sé qué podría pasarse por mi cabeza si volviera al estado de esta noche. ¿También iba a querer matarla? No... eso jamás. O cuando volviera a ser consciente, iría a tirar mi vida al primer barranco que hubiera. Porque quería tenerla conmigo, así, como ahora, durante todo el tiempo que pudiera ser.

La mano que tenía libre fue escurriéndose por su cintura para atraerla hacia mí. Quería tenerla cerca. La había echado tanto de menos y había necesitado tanto aquellos brazos, aquellas caricias y aquellos labios... que quería cobrarme todo el tiempo perdido ahora. Pero todo era demasiado precipitado, así que me separé para mirarla a los ojos. Todavía tenía el agua de llorar en los ojos, así que limpié el cauce de sus lágrimas de sus mejillas, poniendo una pequeña sonrisa en la cara. Después de tanto tiempo, volvíamos a estar juntos. Como al principio de todo esto.
Apoyé mi frente en su hombro, cerrando los ojos un momento.
-Tranquila... todo está bien ahora. - Ahora, exacto. Porque ella había vuelto. Si no, mi vida seguiría igual de miserable que las últimas semanas. Posé una mano sobre el ojo que aún llevaba el parche, borrando mi sonrisa. - Aunque... "esto" no se ha marchado. Bella, yo... - No terminé la frase. Tenía miedo de que este ojo macabro al final acabara por tomar el control totalitario de mi cordura. Y no quería hacerla daño si eso pasaba. Así que... tenía el dilema de qué hacer: decirla que volviera a marcharse para mantenerla a salvo de mí mismo, o dejar que se quedara como antes.

Era agradable que después de tanto tiempo, Bella estuviera ahí para ayudarme poco a poco a olvidar todo esto. Porque eso mismo era lo que quería y necesitaba: olvidar. Al menos lo de los últimos meses. Y por un momento, entre esos segundos que estuvo el silencio envolviéndonos, sentí la paz que hacía tanto había extrañado en mi pecho; al igual que ese frío de su mano sobre mi piel. Sin embargo, una pregunta rompió todo ese ambiente perfecto desde mi perspectiva. Abrí el ojo y me erguí delante de ella para mirarla.

-Es mejor que no quieras saberlo. - Desvié la cabeza hacia un lado, suspirando. Después lo pensé mejor y dejé que mi cuerpo cayera hacia atrás, volviendo al colchón. Era mejor que no lo supiera. Así seguiría teniendo un buen recuerdo de lo que una vez fui, sin que fuera tintado por un "yo" que ahora no llegaba a reconocer por mí mismo. Es que, no encontraba siquiera las palabras adecuadas para explicar lo que esta dualidad estaba cometiendo. Entre otros estaba, lo que esta noche había pasado. Ahora no solamente era un peligro para el resto, sino para mí también. Y tenía miedo de qué pudiera suceder en futuros. Bastante a decir verdad. No sé hasta dónde llegaría este veneno, ni lo que haría en caso de tener a Bella cerca. Resultaba horrible pensar en algunas catástrofes.

-"Estarás un tiempo bajo mis estrictas órdenes...", ¿te acuerdas de ello Bella? - Empecé a hablar otra vez, utilizando un tono gracioso e infantil, sonriendo. Aunque poco a poco se fue transformando a medida que seguía hablando: - "Si te digo que hagas veinte flexiones, las harás. Si te digo que tengo hambre, me invitarás a comer. Si te digo que me abraces, lo harás. Si te digo que corras, que lo hagas. Si... te digo que me olvides, no te negarás a ello...". ¡Ah! Qué tontería más grande, ¿verdad? - Iba redactando las mismas palabras que una vez ya dije, y acabé riendo al final. Tomé su mano, cerrando el ojo, encontrando el suficiente valor para decir lo siguiente.
- Entonces... olvídame Bella. - La garganta se congeló tras la última letra. Nadie habría previsto que luego diría esto. O quizás sí.
Escurrí los dedos por su mano, hasta soltarla. Giré mi cuerpo, dándole la espalda, como si fuera a dormir. Temía que si realmente me viera, llegara a saber algo más que las palabras; o incluso que pudiera derrumbarme delante suya. En el fondo de todo, esperaba que solamente sufriría por esto, que estuviera llorando una, dos, tres semanas. Confiaba en que lo superaría con el tiempo. Desde luego era mejor que estarla torturando con mis andanzas. Y mejor ahora, que no después, cuando todo viniera en un destino fatal por este ojo maldito. Mejor ahora que no cuando Marcus me llevara con él. Esto... era lo mejor para los dos.

La ventana se abrió de par en par y, a lo lejos, una silueta oscura se enmarcaba entre la arboleda lejana. El aroma a sangre podía percibirse en el aire. ¿Sangre de vampiro? ¿Sangre de humano? Tal vez ambas. El predador nocturno regresaba en busca de alimento. El señor de la noche lo protegía y lo ocultaba de miradas puras y sanas. Pero nadie allí dentro estaba completamente limpio de pecado. Todos y cada uno de ellos, podían percibir lo mismo: la sed por la sangre, la sed por la venganza, la sed por la lujuria. Marcus O' Conell extendió su mano en aquella dirección, y el resplandor de sus ojos rojos iluminó la oscuridad.

"Así es, Ziel. He regresado por ti. Un pastor nunca debe descuidar sus ovejas."

Giré la cabeza ante su respuesta. Es mejor que no quieras saberlo.. Ya claro. Bueno, tarde o temprano lo sabré. ¿Qué será aquello que esconde? 
Escuché atentamente lo que me estaba diciendo pero que a la vez me había dejado algo desconcertada. Claro que lo recuerdo... Esas palabras jamás se irán de mi cabeza. Decidí que nunca las haría caso... ¿el por qué? Eso me pregunto yo. Por un lado se que me vuelve a decir esto para que este segura... Pero ¿olvidarle? Jamás. A no ser que me dieran mas de un golpe en la cabeza no lo haría. No quiero. Cuando pronunció esa palabras y giró su cuerpo se me echó el mundo encima. Dí un paso hacia atrás negando con la cabeza. 
Ziel... me estás pidiendo algo que no voy a poder hacer. Preferiría morir antes de hacerlo. Dije tajante aunque al mismo tiempo el miedo corría por mi cuerpo. 


De repente Ziel se incorporó y se dirigió hacia la ventana. ¡Oh mierda! Otra vez no. Ese maldito Marcus me está reventando la moral ya. No se saldrá con la suya. Ziel no va a estar siempre en su poder. Le hace daño. Me niego rotundamente. Estoy harta de que Marcus se lo lleve y no le vea en un par de días. Además, él también estuvo fuera y ahora que he vuelto yo, tiene que volver él... ¿Qué es lo que está tramando? 
La respiración de Ziel se aceleraba y salió corriendo de la habitación en un abrir y cerrar de ojos. ¡Ziel! ¡Vuelve aquí! Grité con todas mis fuerzas. No puede estar por ahí solo. Los cazadores están en su busca. Como le vean le harán más daño. 




Salí tras él.

Notaba pequeñas molestias en el pecho. Abrí lentamente los ojos para ver primeramente una cortina blanca. Intentaba levantarme de aquella molesta camilla pero tenía unas dolencias en todos los músculos.
- ¿Hay alguien aquí? - pregunté suavemente
De repente aquella cortina se desplazó hacia un lado dejando a la vista una enfermera. Ésta me dijo que había tenido una bajada de tensión y una pequeña conmoción. Cuando me iba a tomar el pulso en la muñeca izquierda se encontró con aquellos profundos cortes, los cuales aún no habían cicatrizado.
- Luego curaré esto - dijo acariciándome el brazo - Hay alguien que quiere verte