~ Vampire Knight: Academia Cross ~
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    Mensaje por Katrina Darent Dom Ene 06, 2013 7:07 pm

    Recuerdo del primer mensaje :

    Aquí hay un doctor vampiro, que puede ayudar en cualquier momento del día o de la noche. Solo vampiros, por vuestro propio bien.
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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Mar Dic 24, 2013 2:03 pm

    El Silencio, tan humilde testigo y tan perturbante como siempre.

    Hubo una sonrisa plena en el rostro pálido y marmóleo. Y sin darme cuenta, cerré los ojos instintivamente en cuanto me encerró entre sus brazos, disfrutando del gesto, añorando que acariciara mi pelo con esa delicadeza que poseían sus fuertes y anchas manos. De nuevo, incluso podía asegurar que volvía a sentir el frío que transmitía, al igual que cuando era humano. Por culpa de la fiebre, pero era gratificante saber que aún Marcus estaba frío y recordar esta sensación tan agradable. Se escuchó un leve quejido, que más bien era una forma de evitar ponerme a llorar en este instante. Había dicho muchas veces que dejaría de ser tan débil y abandonar las lágrimas por conseguir los propósitos que ansiaba. Sin embargo, no podía evitarlo después de verle encadenado. Agarré la ropa por su espalda, deseando que nadie ni nada pudiera separarme de Marcus otra vez.

    Asentí a sus palabras, feliz de tenerle de nuevo conmigo. Como él mismo decía: "Estábamos juntos otra vez". Regresé a la silla de ruedas con su ayuda, más bien por pura precaución a que pudiera caer. La sonrisa no se borraba de mi rostro por nada del mundo. Ya podía estar el mundo cayéndose en pedazos fuera, que seguía sintiéndome la persona más bendecida de todas. Con ternura, acaricié su cabello con la mano que Marcus no tomó, y lo retiré hacia atrás en sucesivas ocasiones, contemplando así mejor sus ojos color carmín. Cuánto me gustaban aquellos ojos que tanto les hacía temblar a más de uno, y que, una vez también me lo hicieron a mí. Pero si de algo me había enamorado de aquel hombre, no era únicamente por su forma de ser y todo lo que había hecho por mí, sino también y en gran parte, por ese color tan adictivo y atrayente.
    Cerré los ojos brevemente, tratando de controlar las naúseas que me daban aún toda la sala, a causa de los delirios febriles que entraban dentro de mi cabeza; asintiendo con los párpados. Mis labios se movieron a continuación de los de Marcus en un: "yo también".

    Y de repente, la voz interior de Marcus sonaba nuevamente en mi cabeza; pese a que ambos creyéramos que era yo quién aún mantenía su don mental. Continué acariciando su rostro, ensemismado con su piel, al tiempo que él hablaba. Asentí varias veces, tomando nota de lo que debería decir en caso de que también me preguntaran sobre lo que sucedió en el bosque. En cambio, lentamente, la sonrisa iba desapareciendo de mis labios y la cabeza iba inclinándose hacia delante. ¿Por qué tenía que formar parte del Consejo después de que ellos también estuvieron siguiendo nuestros pasos? Además, no sólo eso: le habían instalado un controlador en el cuerpo para localizar todos los movimientos que hacía. ¿Por qué? Marcus ya no podía volver a casa o detectarían en dónde se encontraba nuestro refugio. De modo que, toda esperanza de regresar a casa junto con Bella -la cual ahora estaba desaparecida y seguramente preocupada por no encontrarnos- se acababa fugazmente. Entonces, ¿qué iba a pasar ahora? ¿En dónde íbamos a escondernos? ¿Y Bella? ¿Qué ocurría si ninguno de los dos podía escapar del Consejo? No quería involucrarla con toda esta saña de corruptos que hacían de la ley lo que querían y por su propio beneficio.

    Volví a asentir en silencio, trazando una sonrisa de complaciencia que podía divisarse tristemente entre los cabellos azulados que caían por la cara. Sí, me quedaría con él. Marcus ya lo sabía de antemano que no iba a dejarle, aunque lo que más ansiara fuera que realmente no se marchara él con ese grupo de ancianos y me dejara solo en el edificio, rodeado de gente desconocida que lo único que quería hallar eran los rastros de una enfermedad pasada y calcular la incógnita que todos tenía sobre si terminaría siendo un "Hijo de Vladimir". Total, al final es lo que siempre ocurría: las cartas quedaban a decisión de un Destino que nada más que truncaba nuestros planes de futuro y borraba la felicidad que podíamos alcanzar en condiciones normales. Y aun así, ¿debía sentirme feliz por el resultado? Era imposible. Marcus se había vendido al Consejo por culpa de mi bienestar. Una de las manos se alzó temblorosa hacia los ojos, retirando las lágrimas que se arremolinaban en los lagrimales a punto de caer. Esbocé mejor la sonrisa para no preocuparle, pero ahora mismo no podía formarla bien. Mi cabeza comenzaba a dar vueltas sobre el Consejo, sobre lo que Marcus debería hacer para ellos, sobre la seguridad de Bella.

    De improviso, mis labios encontraron los suyos casi por casualidad. Eché la cabeza hacia atrás, meciéndose los mechones azules en el mismo sentido y descubriendo la amargura que llenaba mi entrecejo. Quedé totalmente noqueado con su repentino ataque. Tenía el estómago hecho un verdadero nudo y no sabía qué hacer: si retirarlo incómodo o dejarme llevar. Alcé las manos y las llevé temeroso hacia su cuello, rozándole con las yemas de los dedos. No obstante, pese a mi indecisión momentánea, él siempre terminaba por conseguir que olvidara todo lo que estuviera pensando en ese instante, quedando totalmente en blanco, entregándome a ese beso en cuerpo y alma; como si fuera la despedida más triste y larga de todas. Levanté más los brazos, rozando sus mejillas y subiendo hasta su pelo. Y por si de más casualidades se tratara, el aura de Marcus comenzó a extenderse sobre mi cuerpo, relajándolo hasta límites insospechados. Se trazó una tregua entre la Enfermdad y el Cuerpo por dicha causa, reduciéndose velozmente la fiebre en cuestión de un par de minutos.
    Y en cuanto se separó, abrí de nuevo los ojos y lo observé, vendido a sus labios como quedaba normalmente. Exhalé levemente el aire que me oprimía el pecho y los párpados bajaron de nuevo un corto tiempo, encontrando un trocito de paz en este caos físico y mental.

    No sabía si estaba bien que Marcus me besara en este justo momento. A mis espaldas no conocía cuántas personas pudieran estar viendo la escena. Y por una parte, era incómodo sentir el desprecio que nos profesaban de costumbre, pero más aún darles a conocer dicha verdad de que nos amábamos a pesar de la edad, a pesar la salud de uno y la enfermedad del otro, a pesar de ser ambos hombres; como de seguro estaría pensando el médico que me trataba. Sin embago, lo que tampoco era de mi saber, era el interrogatorio que Marcus había experimentado anteriormente y la confesión que él había prácticado acerca de nuestra relación. Ah, preciosa Ignorancia. Prefería que ellos siguieran pensando que él era mi Amo, como ya lo fue al principio; o al menos, buenos amigos. Pero jamás habría imaginado esa pregunta dentro, al igual que tampoco creía que el vampiro también dijera quién fue la persona que me convirtió, pues lo consideraba un secreto que únicamente Bella, Marcus y yo conoceríamos; o tomarían represalias contra los dos aquí presentes. Y aunque los esfuerzos de Marcus por hacer todo bien, por ambientarlo más creíble, estaban dando buenos resultados por el momento; también comenzaban a provocar la retención del neófito en el Consejo como su rehén. Así tendrían agarrado a Marcus al Consejo para que no hiciera nada impropio y tampoco lograra fugarse y extirparse el rastreador. Y mientras pondrían la simple excusa que esto era producto de la enfermedad que corría por mis venas y que obtendría la protección suficiente en cuanto a los cazadores se tratase. Era algo que ninguno sospechábamos ahora, pero de lo que todos los que pertenecían al Consejo estaban pensando hacer.

    La mejoría era ya un hecho, gracias al aura de Marcus. La fiebre no sólo había bajado, pues se notaba incluso que los ojos entristecidos del joven ahora contenían más vitalidad que antes y parecía más despierto que al entrar por la puerta. En cambio, el color azul amenaba con desbordar el agua que entorpecía la visión.
    Absorto por la cercanía a la que mano se había quedado, enredé los dedos con su mano en un extraño juego de suaves caricias. Finalmente, bajé un poco más la cabezas tras su beso y dejé la frente sobre sus labios. Pese a que Marcus viera todo de un bonito color rosa y nada más que viera ventajas con el Consejo, no me parecía la mejor idea. Observé nuestras manos agarradas, sintiéndome culpable. Él no entendía lo que ocurrió verdaderamente en el bosque, ni la razón de que ahora estuviera en este estado deprimente; aparte de su desconocimiento sobre la exactitud de mi enfermedad. Las lágrimas volvían a atacar mis ojos, queriendo limpiar el azul del iris. Sentía que estaba traionándole de algún modo, ocultándole tanta verdad. Realmente quería decírselo y quitar ese peso de encima, pero no tenía el valor para pronunciar ninguna de las dos. Puse la mano libre en la frente, bajando la cabeza un poco más.

    "¿Por qué nací con un cuerpo tan débil?"

    Pensé. Lo que no esperaba, es que los dones se hubieran pasado y ahora Marcus pudiera escuchar lo que estaba pensando. Pero sí, me hacía esa pregunta millones de veces: "por qué no nací con un cuerpo más sano". O más fuerte. Por qué siempre estaba limitado por mi fuerza física cuando más lo necesitaba. Yo quería haber salvado a Marcus y aunque el resultado fue bueno, no era igual que lo que esperaba con ganas: conseguir llevarlo a casa. Sin embargo, tampoco atendí a que posiblemente mi cuerpo enfermara de nuevo tras regalarle mi aura. Y exactamente por eso, por haber nacido tan indefenso, enfermo, "defectuoso" como muchos dirían, había perdido la inconsciencia. "Yo quería haberte llevado a casa", dije para mis adentros en la misma creencia que antes. Quería haberle dejado en casa, sano y salvo, dejando que descansara el tiempo que hacía falta en nuestra cama. Después no me importaría haber perdido el conocimiento. Y de esta perfecta manera, él jamás se tendría que haber ofrecido al Consejo con tal de conseguir unas mejores condiciones aquí dentro, ni lo habrían encadenado, ni nada por el estilo. Él... Marcus simplemente despertaría feliz de encontrarse de nuevo en su casa, junto a aquellos que lo queríamos.

    "Pérdoname...", le dije mentalmente, como si fuera el primer mensaje que le enviara. Besé la mano suya que tenía agarrada. Sonreí de lado, poniendo la mano de la frente en la boca para que no se escuchara siquiera un sonido por esta y perturbara el armonioso silencio. No quería mostrar más debilidades que la miserable de mi estropeado cuerpo a causa de la fiebre. Me sentía tan inútil con lo que había pasado que no sabía ni qué demonios decirle. "Bella... Ella... ¿Qué ocurrirá?", continué preguntándole, ffingiendo que pedía perdón a la muchacha y como si estuviera más preocupado por la chica, que por el verdadero embarronado en el que le había metido por culpa de mi incompetencia.
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    Mensaje por Marcus O'Conell Mar Dic 24, 2013 7:10 pm

    Ámame como amaste al Sol.

    Suave, dulce. Su contacto le transmitía todo aquello que añoraba día a día, cada segundo en donde se veía obligado a estar lejos de su cuerpo; lejos de la calidez de su alma. Aquel beso no solo había desatado la felicidad de Marcus, sino también intensos deseos de consumar ese amor que ambos se profesaban. Deseaba tenerlo entre sus brazos, enredarlo entre las blancas sábanas, saborear cada centímetro de su pálida piel para, finalmente, experimentar la sensación de sentirlo suyo cada bendito momento. Ahora mismo, entre caricias y roces, los ojos de Marcus transmitían todos aquellos deseos juntos. Sus emociones se estaban intensificando, y no solo porque fuera un vampiro, sino que ahora debido al aura empática de Ziel, podía percibir las emociones del chico e inconscientemente éstas influían sobre las de Marcus.

    El vampiro se inclinó hacia él. Lo besó una, dos, tres veces más. Podía advertir la mirada del médico, fija en ellos dos, como si de un momento a otro pudieran llegar a escaparse. A Marcus poco le importaba que viera, pues ya no tendría ningún miramiento en cuanto a la verdad. Esto era lo que ellos eran. En esto se habían convertido tras una relación completamente enfermiza, y estaba orgulloso y agradecido por este regalo, porque el amor de Ziel era más de lo que un ser como él merecía.

    A través del hueco del hombro de Ziel, los ojos rojos de Marcus se clavaron en el médico. Este, lo miró y tragó saliva. Oh, ¿le tenía miedo? Un intenso frenesí recorrió el cuerpo de Marcus de pies a cabeza. El vampiro capturó el mentón de Ziel suavemente con una de sus manos, elevándolo, dando paso a una húmeda caricia de su lengua sobre su cuello. El médico se horrorizó, pero Marcus sólo continuaba deseando y deseando. Sin embargo, advirtió la congoja de Ziel y calmó sus instintos más animales y agresivos, trazando un camino con su lengua hasta sus labios otra vez, y besándolo nuevamente. En ese momento, los pensamientos de Ziel comenzaron a inundar la mente del vampiro mayor. Marcus frunció levemente el ceño, negando con la cabeza. Tú estás bien así, como eres, Ziel. Deja de culparte y rechazarte a tí mismo. Estarás bien, te lo prometo por mi vida, habló en su mente. Pero, en ese preciso instante, se percató de la verdad: no sólo los pensamientos de Ziel llegaban a su mente como si fueran causa del poder del neófito; ahora, también, los pensamientos de los miembros del Consejo taladraban su mente. Marcus empalideceó un poco, a causa del esfuerzo por soportar tal molestia en su sien. No obstante, apartó la duda y la debilidad y aceptó la cruda verdad: su furia interna alcanzó nuevos niveles.

    Ziel no dejaba de culparse y de disculparse, así como tampoco frenaba el índice de sus preocupaciones. Sin embargo, Marcus ahora no podía escuchar cálida y amablemente sus pensamientos, pues sus ojos solo estaban fijos en ese médico corrupto. Marcus O'Conell, médico de profesión, no permitiría que una lacra como esa vivira sobre la tierra. Algo le indicaba que recién iniciado el trato, ya estaba por acabarse. Los pensamientos de todos los miembros del Consejo que se encontraban en ese sector del edificio sabían acerca de la posesión de Marcus y de todo lo que tenían planeado hacer con él, pero no sólo con él, sino también con Ziel. Eso solo despertó la furia del vampiro, pues la traición se olía a distancia. Quizás ahora estaba bien decir que la congoja de Ziel fue por un correcto motivo. La salvación que creyo darle entregándose, sólo sería ahora un martirio y una agonía constante, más de la que ya debía sobrellevar.

    El médico que se encontraba a las espaldas de Ziel, tras el vidrio, sintió el cambio en la energía de Marcus. Sintió que el vampiro ya no era apacible. Y Marcus, para completar el asunto, se encargó de hacérselos saber:
    - ¿Acaso los vampiros como ustedes no se encargan del bienestar de otros vampiros? Ah, pero claro, también se encargan de la destrucción de algunos por un bien mayor, ¿cierto? -inquirió, poniéndose de pie a un lado de Ziel y colocando una mano sobre su hombro. Mirando de frente al médico, prosiguió-. ¿Sabes? Yo creo que mi caso es mas bien el segundo, pero ustedes me han vendido un bello cuento por unos momentos. Espero que hayan disfrutado de la información que les brindé, porque pronto ya no la necesitarán. Ha sido un buen intento. Creo que debería olvidar, por momentos, cuánto amo a este chico. Él provoca que me vuelva algo torpe y despistado, quizás excesivamente confiado a veces... -sonrió de lado y miró a Ziel de reojo. Regresó su mirada al frente y sus ojos ya no eran nada amistosos-. Pero se terminó. Se terminó para ustedes, no para nosotros.

    Y tras ese último siseo, el médico advirtió que Marcus era más peligroso que lo que los informes acerca de él explicitaban. No entendía por qué emanaba tanto poder pero era necesario frenarlo ahora. Aunque no entendió muy bien sus palabras en un determinado momento, luego comprendió que el vampiro sabía perfectamente lo que todos ellos estaban pensando. Y lo que es aún peor: quizá lo supo en todo momento. El médico apretó la mandíbula y llamó a seguridad inmediatamente después de que una fuerte descarga se adueñara del cuerpo de Marcus gracias al dispositivo alojado en su cuello. Marcus se vio obligado a despegar su mano del hombro de Ziel, pues sino le pasaría a él el fuerte shock eléctrico. Se tambaleó hacia atrás y puso una expresión seria y perdida, como si realmente el control del Consejo sobre él funcionara. Marcus apoyó su espalda en la pared y bajó la cabeza, mientras licuaba él mismo sus órganos internos y hacía que una línea de sangre llamativa descendiera de su boca. Y, en ese momento, el médico sonrió.

    Y Marcus sonrió aún más.

    Una carcajada de escuchó en toda la sala. El vampiro se incorporó de repente, mientras la electricidad aún rondaba su cuerpo. Se limpió la sangre que él mismo había permitido salir y miró fijamente al personal. Las enfermeras gritaban, horrorizadas.
    - Una buena actuación, ¿cierto? Creo que debería ser actor, no médico. ¿Tú qué opinas, Ziel?

    Y dichas esas palabras, comenzó la masacre.

    Cambio de planes. Nos iremos a casa ahora mismo. Y les enseñaré con quién en verdad de han metido, dijo en la mente de Ziel, dedicándole una mirada agresiva, imponente, temeraria y desbordante de pasión, digna de un amante que amaría hasta exceder sus propios límites, como Marcus en este momento. Aún no se había recuperado del todo de lo que había ocurrido en el bosque, es más, ahora debía controlar su propia naturaleza más la de Ziel juntas, aunque esto último él no lo supiera. Así, Marcus se lanzó a la batalla. La sangre de los primeros vampiros que saltaron hacia la defensa del Consejo empapó los vidrios. Seguidamente, con sus manos empapadas en sangre, Marcus aplicó su destructivo don sobre los cuerpos que se ocultaban tras el cristal: todos estallaron. Uno de los corazones de quienes estaban allí cayó a sus pies. El vampiro sonrió de lado y lo recogió.
    - Hace mucho que no como uno de estos -murmuró, lascivo y perverso. El órgano desapareció bajo la fuerza de sus colmillos, y el horror se sembró en todo el Consejo.

    Marcus había desatado su naturaleza, volvía a ser el de antes, pero inmensablemente más poderoso y letal. En esa zona del Consejo sólo quedaba con vida el médico. Ninguno de sus pares había logrado sobrevivir, ni siquiera las enfermeras. Marcus saltó sobre él y lo estrelló contra el suelo gracias a su fuerza. Lo agarró del cuello y lo miró a los ojos con sumo desprecio.
    - No creas que te perdonaré todas esas porquerías en las que estabas pensando -siseó. Con la mano libre, se arrancó del cuello el dispositivo, provocando que la sangre comenzara a manar-. Siente mi ira, y siéntela bien, porque es la última sensación que tendrás -concluyó, condenándolo. Marcus comenzó a licuar sus propios órganos otra vez, utilizando el aura de Ziel para conectar su cuerpo con el del médico. La única diferencia era que ese aura no era dorada y espléndida, sino que el brillo era tan opaco como sinestro. Marcus prosiguió haciendo heridas en su propio cuerpo, para que el médico se sintiera a salvo y confiara, neciamente, en que sería salvado porque el feroz vampiro caería primero. Y no fue así, evidentemente. El dolor se sembró en aquel cuerpo inmortal que pronto dejó de serlo: Marcus le arrancó la cabeza y la explotó contra un muro. Al instante, se puso de pie. Miró a Ziel y su aspecto era igual de horroroso que en el bosque, con la diferencia de que ahora estaba controlado sus dones a su antojo. El problema sería, tal vez, cuándo parar.

    Una onda expansiva de pensamientos invadió la mente de Marcus. Gimió del dolor a causa de tal impacto. Aunque estuviera llevando las de ganar, no estaba acostumbrado a este poder y le resultaba sumamente molesto e indeseable. El vampiro cayó de rodillas y se sujetó la cabeza con una de sus manos. Su nariz comenzó a sangrar, pero esta vez involuntariamente: efectos secundarios, otra vez. Marcus cerró los ojos con fuerza y se concentró en alcazar la mente de todos los demás miembros del Consejo que estaban presentes. Quería tomar el control en sus cabezas y borrar todo indicio de que ambos, él y Ziel, estuvieron allí. Los gritos de Marcus pasaban de ser feroces a desgarradores. ¿Cómo es que esos vampiros con dones mentales podían sobrellevarlo tan bien? Pero lo cierto es que él se estaba esforzando excesivamente y quizás no lo lograra. Pero siempre tenía un plan B: si eso no funcionaba, debería matarlos a todos. Aunque esto último acarrearía más consecuencias.

    Tras unos intensos minutos de dolor, Marcus cesó su voz y lo único que se oía allí era su ajetrada respiración. La sangre de su cuerpo era expulsada también por sus ojos, como había sucedido antes en el bosque. Sus labios estaban empapados en carmesí, tanto propio como ajeno. Levantó su mirada hacia Ziel, quien permanecía intacto en su silla de ruedas, protegido por un escudo que él había creado inconscientemente. Era todo tan exacto e ilógico a la vez: siempre que fuera por Ziel, Marcus parecía lograr alcanzar un control excesivo de todo lo que albergaba su cuerpo.

    - Z-ziel... -susurró extendiendo una mano hacia él. Ansiaba decirle que creía que había funcionado, que ahora estarían a salvo y que el Consejo no sería un problema, pero la voz le fallaba. Tal desastre había ocasionado Marcus otra vez. Tal era la destrucción, que ahora repercutían en su cuerpo las consecuencias. Aquella llama de violencia y sadismo que encendió el cuerpo de Marcus durante todo el combate, ahora estaba apagándose. Y, en ese momento, alguien abrió una puerta.

    - ¡Oh, por Dios! Miren el desastre que han hecho aquí. P-pero... ¡aún hay sobrevivientes! James, trae ya mismo una camilla. Debemos hacer que este hombre y ese joven vampiro estén a salvo. Esos cazadores... ¡lo pagarán! -gruñó la vampireza, mientras se acercaba al cuerpo de Marcus, sin ser capaz ella de reconocer quién era él en verdad. Además, gracias a que Ziel estaba vistiendo los ropajes de un enfermo, supuso que Marcus era su acompañante terapéutico y que estaba protegiendo al chico con un precioso don dorado. La mujer intentó levantar a Marcus, pero él la sujetó por su brazo y la miró fijamente a los ojos.
    - Sácanos de aquí -ordenó. Las pupilas de Marcus se dilataron y se contrajeron al mismo tiempo que la orden fue dictada. En la mente de la mujer, sólo ese objetivo prevalecía. Asintió y, siendo controlada por el vampiro, gritó a los demás que estaban evacuando la zona que ella se encargaría de ellos. Así, Marcus se puso de pie y tomó el control sobre Ziel sujetando la silla de ruedas y avanzando, a duras penas, por un extenso pasillo. La mujer quedó de pie en el umbral del Consejo, observándolos, y Marcus se volteó para fijar sus ojos en ella: "vete y olvidate de nosotros", indicó en su mente. Acto seguido, Marcus acabó haciendo lo más lícito de ese día: robar un coche. Allí subió a Ziel arrojando la silla de ruedas lejos, haciéndola añicos contra una pared. Rápidamente, se sentó en el asiento de conductor y se dirigió a gran velocidad por calles estrechas y oscuras. La respiración de Marcus era inestable y forzosa, pero lo conseguiría. Lo que no pudo lograr por buenos y morales medios, ahora lo lograría por la fuerza, con sangre y muerte como combustible.

    Pasaron unos minutos y Marcus hizo girar el coche a la derecha, desapareciendo definitivamente de la vista de cualquier transeúnte.


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