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Consultorio
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Consultorio
Aquí hay un doctor vampiro, que puede ayudar en cualquier momento del día o de la noche. Solo vampiros, por vuestro propio bien.
- Katrina Darent
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Re: Consultorio
Llegó con Katt en brazos a toda prisa. Abrió la puerta destrabando el picaporte con un pie. Luego, la empujó con la fuerza de su pierna. En el interior, estaba el susodicho doctor. Adam lo miró y enarcó una ceja. Bien, debía tranquilizarse y no ser borde ahora mismo. Él era médico, todo estaría bien, ¿cierto?
Recostó a Katt sobre una camilla y sujetó su mano, mirándola a los ojos.
Recostó a Katt sobre una camilla y sujetó su mano, mirándola a los ojos.
- Adam Blade
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Re: Consultorio
Los hombres que su hermana había puesto para protegerle le habían sacado de casa por algún motivo importante, parecían llevar mucha prisa y no le dieron explicación alguna, solo que Katrina quería que fuera a donde el consejo. ¿Qué sería aquello que parecía tan urgente? Michael no dejaba de darle vueltas mientras se dirigían hacia el edificio del Consejo de Ancianos.
Cuando llegaron allí le condujeron a una sala en la que no había estado nunca. Olía a limpio de una forma muy rara, le recordaba a los hospitales humanos. En esa sala, estaban su hermana, Adam y un médico. El pequeño les observó a ambos con sus grandes ojos negros, a Katrina le pasaba algo y Mike creía saber de que se trataba.
Cuando llegaron allí le condujeron a una sala en la que no había estado nunca. Olía a limpio de una forma muy rara, le recordaba a los hospitales humanos. En esa sala, estaban su hermana, Adam y un médico. El pequeño les observó a ambos con sus grandes ojos negros, a Katrina le pasaba algo y Mike creía saber de que se trataba.
- Michael Darent
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Re: Consultorio
Katrina llego en brazos de Adam y fue depositada en una camilla inmediatamente. Miro al doctor que se acababa de levantar de al mesa y se acercaba a examinarla cogió la mano de Adam y, cuando volvió a aparecer el dolor la apretó con fuerza apretando la mandíbula. Pasados unos minutos el dolor ceso. Abrió los ojos y vio a Michael, sonrio dulcemente y miro a Adam de nuevo a los ojos. Todo saldrá bien, ya lo veras.
- Katrina Darent
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Re: Consultorio
Adam no se despegó de su lado ni un segundo. Se quedaría allí aunque le quiebre la mano. No le importaba. Simplemente no podía creer que esto estuviera ocurriendo. Cerró los ojos un momento y sonrió. "Todo saldrá bien". Claro que sí.
- Estoy contigo, siempre, de aquí a la eternidad -susurró y se inclinó para besar sus labios con delicadeza. No se movería de allí por nada en el mundo.
- Estoy contigo, siempre, de aquí a la eternidad -susurró y se inclinó para besar sus labios con delicadeza. No se movería de allí por nada en el mundo.
- Adam Blade
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Re: Consultorio
Sonrió ante ese comentario, sabia que no al dejaría sola, ella tenia miedo, pero no por ella, por sus bebés, quería que todo saliera bien y eso la frustraba pues no era cosa suya. Suspiro cuando el la beso. El medico se acerco a ella. ¿Cada cuanto son las contracciones? Pregunto y Katrina lo miro seria. Cada cuatro o cinco minutos. contesto volviendo a sentir dolor y apretando la mano de Adam nuevamente. Tras eso el doctor echo de allí a Adam y a Michael dejándola a solas con el. Ella confiaba en el hasta la muerte, sabia que todo saldría bien si era el quien asistía el parto. Y allí comenzó el dolor de nuevo...
Tras unas horas de gritos por parte de Katrina que se podían oír en todo el consejo algo distinto sonó, un llanto incontrolable de una pequeña criatura. Katrina respiraba dificultosamente, todo estaba lleno de sangre pero, cuando vio aquel bulto, enrollado en una manta en brazos de una enfermera, que había venido en algún momento, se le cayó una lagrima. Es un niño. Dijo esta mientras se lo entregaba. Mi pequeño Alexander. Musito tomándolo en brazos con cuidado. Sorprendentemente, tenia el cabello plateado de su padre. Al fin estas aquí. Dijo con una bella sonrisa, pero esto duro poco pues tocaba mas dolor. Le cedió a Alexander a la enfermera que se dirigió a la pequeña bañera que allí había para bañarlo y quitarle la sangre. No tardo mucho mas en tener a su pequeña entre brazos. Megan, has sido la menor. Musito antes de que se la llevaran a bañarla y le entregaran a Alex, poco después tenia a ambos entre sus brazos. Estaba cansada y había sangre por todas partes, que desastre. El doctor abrió la puerta para que Adam y Michael pudieran pasar. Os presento a Alexander Blade Darent y a Megan Blade Darent. Musito cuando entraron.
Tras unas horas de gritos por parte de Katrina que se podían oír en todo el consejo algo distinto sonó, un llanto incontrolable de una pequeña criatura. Katrina respiraba dificultosamente, todo estaba lleno de sangre pero, cuando vio aquel bulto, enrollado en una manta en brazos de una enfermera, que había venido en algún momento, se le cayó una lagrima. Es un niño. Dijo esta mientras se lo entregaba. Mi pequeño Alexander. Musito tomándolo en brazos con cuidado. Sorprendentemente, tenia el cabello plateado de su padre. Al fin estas aquí. Dijo con una bella sonrisa, pero esto duro poco pues tocaba mas dolor. Le cedió a Alexander a la enfermera que se dirigió a la pequeña bañera que allí había para bañarlo y quitarle la sangre. No tardo mucho mas en tener a su pequeña entre brazos. Megan, has sido la menor. Musito antes de que se la llevaran a bañarla y le entregaran a Alex, poco después tenia a ambos entre sus brazos. Estaba cansada y había sangre por todas partes, que desastre. El doctor abrió la puerta para que Adam y Michael pudieran pasar. Os presento a Alexander Blade Darent y a Megan Blade Darent. Musito cuando entraron.
- Katrina Darent
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Re: Consultorio
El doctor lo estaba echando. ¡¿Lo estaba echando, a él, al padre de los niños!? De ninguna manera. Él quería quedarse junto a ella. No podía permitir que le dejaran fuera. Pero, unas cuantas palabras del médico, lograron calmarlo un poco. Miró a Katrina una última vez antes de que se cerrase la puerta.
Estando afuera, caminaba de un lado a otro. Miraba a Michael e intentaba sonreírle. Pero... ¿A quién quería engañar? Los nervios comenzaban a volverle loco. Sentía sed, desesperación, ansiedad. Incluso sería capaz de comer comida de humanos si se la diesen en este momento. Necesitaba desviar su atención a algo más. Y, entonces, escuchó los llantos. Se detuvo en seco, dejando la mirada fija en la nada. ¿Eso era el llanto de un bebé? ¿Ese era el llanto de su bebé? Tras tantos gritos de dolor, ¿aquello era el fruto de su amor por Katrina?
La puerta se abrió y el médico les indicó que pasen. Adam sujetó la mano de Michael y se acercó con él a la habitación. Se quedó observando la escena, atónito. Una sonrisa entre nerviosa y emocionada emergió de sus labios. Una suave risa lo dominó por completo. Caminó hasta Katrina, soltando a Michael, y se situó a su lado. Observó a los bebés. Ellos... Ellos eran... hermosos.
Acercó su mano a Megan y luego a Alexander, tocando con suavidad sus mejillas. Tras esto, cuando iba a retirarla, la niña sujetó su dedo índice. Adam creyó morirse allí mismo. Miró a Katrina, totalmente feliz, tanto que parecía incluso más risueño que un payaso.
Estando afuera, caminaba de un lado a otro. Miraba a Michael e intentaba sonreírle. Pero... ¿A quién quería engañar? Los nervios comenzaban a volverle loco. Sentía sed, desesperación, ansiedad. Incluso sería capaz de comer comida de humanos si se la diesen en este momento. Necesitaba desviar su atención a algo más. Y, entonces, escuchó los llantos. Se detuvo en seco, dejando la mirada fija en la nada. ¿Eso era el llanto de un bebé? ¿Ese era el llanto de su bebé? Tras tantos gritos de dolor, ¿aquello era el fruto de su amor por Katrina?
La puerta se abrió y el médico les indicó que pasen. Adam sujetó la mano de Michael y se acercó con él a la habitación. Se quedó observando la escena, atónito. Una sonrisa entre nerviosa y emocionada emergió de sus labios. Una suave risa lo dominó por completo. Caminó hasta Katrina, soltando a Michael, y se situó a su lado. Observó a los bebés. Ellos... Ellos eran... hermosos.
Acercó su mano a Megan y luego a Alexander, tocando con suavidad sus mejillas. Tras esto, cuando iba a retirarla, la niña sujetó su dedo índice. Adam creyó morirse allí mismo. Miró a Katrina, totalmente feliz, tanto que parecía incluso más risueño que un payaso.
- Adam Blade
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Re: Consultorio
Cuando Adam entro la sonrisa de Katrina se ensancho aun mas. Ellos.. ellos eran su familia, hubo un tiempo en el que pensó que no llegaría jamas ese momento, pero había madurado mucho en estos últimos meses, quizá demasiado y demasiado rápido.
Observo la reacción de la pequeña con su padre y creyó que se le derretiría el corazón al verla. Sonrió a Adam feliz como no lo había estado jamas. Son.. nuestros hijos. Casi no podía creérselo. Lo cierto es que todo había sucedido muy rápido y le costaba asimilar todos estos sucesos. Ellos, estaban allí, junto a ellos y aunque no era el momento mas propicio para ella no había otro momento mejor que el actual, pese al cansancio, a la perdida de sangre, era un momento, maravilloso. De pronto noto un pequeño pinchazo en su pecho. El pequeño Alex la había mordido, tenia hambre, era normal. Observo con cautela como su hermana lo imitaba de pronto mordiéndola el pecho. Escuchaba los pensamientos inconexos de los pequeños. añoraban su vientre pero estaban felices de haberles conocido.
Miro a Adam entre sorprendida y feliz. Debian de tener mucha hambre. Dijo con en una carcajada mientras notaba como extraían su sangre en muy pequeñas cantidades.
Observo la reacción de la pequeña con su padre y creyó que se le derretiría el corazón al verla. Sonrió a Adam feliz como no lo había estado jamas. Son.. nuestros hijos. Casi no podía creérselo. Lo cierto es que todo había sucedido muy rápido y le costaba asimilar todos estos sucesos. Ellos, estaban allí, junto a ellos y aunque no era el momento mas propicio para ella no había otro momento mejor que el actual, pese al cansancio, a la perdida de sangre, era un momento, maravilloso. De pronto noto un pequeño pinchazo en su pecho. El pequeño Alex la había mordido, tenia hambre, era normal. Observo con cautela como su hermana lo imitaba de pronto mordiéndola el pecho. Escuchaba los pensamientos inconexos de los pequeños. añoraban su vientre pero estaban felices de haberles conocido.
Miro a Adam entre sorprendida y feliz. Debian de tener mucha hambre. Dijo con en una carcajada mientras notaba como extraían su sangre en muy pequeñas cantidades.
- Katrina Darent
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Re: Consultorio
Adam aún no podía creerlo. Estaba ensimismado, con los ojos clavados en ellos. No dejaba de observarlos, sorprendido, absorto y feliz. Realmente estaba feliz. Miró a Katt mientras Megan se aferraba a su dedo. En cuando Alexander la mordió, Adam abrió los ojos sorprendido.
- La viveza de su padre -bromeó, mirándola con aquel gesto de galán que solía tener. Tras esto, echó a reir mientras depositaba su mano libre en la mejilla de Katrina. Acto seguido, observó como Megan copiaba el ejemplo de su hermano. Definitivamente, no eran unos bebés como los demás. Ellos eran dos Pura Sangre, al igual que sus padres, y su inteligencia al nacer era superior que la de cualquier humano.
- Estoy tan feliz, Katt -susurró. Una pequeña lágrima se deslizó por su mejilla. Adam, quien jamás podría haber derramado una sola gota cristalina de esas, estaba realmente conmovido, emocionado. Era, ahora mismo, el hombre más feliz sobre la tierra. Y jamás permitiría que nada ni nadie le arrebatase esa felicidad; no permitiría que le arrebatasen su familia.
- La viveza de su padre -bromeó, mirándola con aquel gesto de galán que solía tener. Tras esto, echó a reir mientras depositaba su mano libre en la mejilla de Katrina. Acto seguido, observó como Megan copiaba el ejemplo de su hermano. Definitivamente, no eran unos bebés como los demás. Ellos eran dos Pura Sangre, al igual que sus padres, y su inteligencia al nacer era superior que la de cualquier humano.
- Estoy tan feliz, Katt -susurró. Una pequeña lágrima se deslizó por su mejilla. Adam, quien jamás podría haber derramado una sola gota cristalina de esas, estaba realmente conmovido, emocionado. Era, ahora mismo, el hombre más feliz sobre la tierra. Y jamás permitiría que nada ni nadie le arrebatase esa felicidad; no permitiría que le arrebatasen su familia.
- Adam Blade
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Re: Consultorio
Los pequeños se separaron pasados unos segundos y Katrina no podía apartar la vista de ellos, eran tan hermosos. La sonrisa se borro de su rostro pues empezaba a marearse, mucho, demasiado. A-Adam. dijo. Cógelos. Musito entre dientes. Una vez los hubo cogido la respiración de la chica comenzó a agitarse y de pronto se desmayo sin decir ni una palabra mas en aquella camilla llena de su propia sangre.
- Katrina Darent
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Re: Consultorio
Adam estaba concentrado en la belleza de sus hijos pero, una voz algo apresurada y quizás entrecortada, lo sacó de sus pensamientos de padre. Miró a Katt y sujetó a ambos bebés.
- Katt -susurró. Cuando vio que se desmayó llamó con rapidez al médico, que había salido unos momentos quién sabe por qué. El muy maldito no aparecía. Miró a Michael.
- Por favor, ve a buscar al doctor rápido -dijo con la mirada totalmente preocupada. Quizás él estuviera exagerando un poco, pero... ¡Era su novia la que estaba allí desmayada y acababa de dar a luz! Que a él no le jodan. Un médico debe estar a tiempo cuando se lo necesita.
- Katt -susurró. Cuando vio que se desmayó llamó con rapidez al médico, que había salido unos momentos quién sabe por qué. El muy maldito no aparecía. Miró a Michael.
- Por favor, ve a buscar al doctor rápido -dijo con la mirada totalmente preocupada. Quizás él estuviera exagerando un poco, pero... ¡Era su novia la que estaba allí desmayada y acababa de dar a luz! Que a él no le jodan. Un médico debe estar a tiempo cuando se lo necesita.
- Adam Blade
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Re: Consultorio
El pequeño había aguardado fuera en silencio, casi sin inmutarse. Cuando les hicieron pasar de nuevo Michael miró a su hermana con curiosidad. Los bebés eran dos cositas pequeñas ¿de verdad algo de ese tamaño había conseguido hacer gritar tanto a Katrina? Le resultaba realmente extraño, Katt era una de las personas mas fuertes que había conocido nunca.
Se mantuvo apartado, observando con una sonrisa en los labios, parecían tan felices que no quería interrumpir el momento. Pero entonces ocurrió algo extraño, Katrina se desmayó. No habría hecho falta que Adam le mandara a por el médico, pues Mike salió disparado al exterior apenas él hubo pronunciado aquellas palabras.
Volvió pasados unos minutos, arrastrando -literalmente- al doctor.
-No os preocupéis -dijo éste en tono tranquilizador mientras se dirigía a uno de los armarios- Tan solo necesita sangre -sacó una botella del armario y se la tendió al pequeño, que a su vez, se la pasó a Adam.
Se mantuvo apartado, observando con una sonrisa en los labios, parecían tan felices que no quería interrumpir el momento. Pero entonces ocurrió algo extraño, Katrina se desmayó. No habría hecho falta que Adam le mandara a por el médico, pues Mike salió disparado al exterior apenas él hubo pronunciado aquellas palabras.
Volvió pasados unos minutos, arrastrando -literalmente- al doctor.
-No os preocupéis -dijo éste en tono tranquilizador mientras se dirigía a uno de los armarios- Tan solo necesita sangre -sacó una botella del armario y se la tendió al pequeño, que a su vez, se la pasó a Adam.
- Michael Darent
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Re: Consultorio
Adam escuchó lo que el médico dijo y suspiró aliviado. Cuando Michael volvió con la bolsa de sangre, Adam le dedicó una agradable sonrisa y se acercó a él.
- ¿Quieres tenerlos mientras tanto? -preguntó mientras le cedía, con cuidado, los bebés. Les echó una última mirada paternal antes de girarse y caminar hasta Katrina. Aquella escena era algo sádica, pues la sangre de Katt caía en gotas desde la camilla. Estaba exhausta y débil. No había sido fácil de seguro.
Apoyó una mano en su frente y propinó una suave caricia. Acto seguido, abrió la bolsa con los dientes y dejó caer unas gotas sobre los rosados labios de Katt, viendo si reaccionaba con eso y, de ese modo, poderle otorgar el resto de la bolsa para que bebiera.
- ¿Quieres tenerlos mientras tanto? -preguntó mientras le cedía, con cuidado, los bebés. Les echó una última mirada paternal antes de girarse y caminar hasta Katrina. Aquella escena era algo sádica, pues la sangre de Katt caía en gotas desde la camilla. Estaba exhausta y débil. No había sido fácil de seguro.
Apoyó una mano en su frente y propinó una suave caricia. Acto seguido, abrió la bolsa con los dientes y dejó caer unas gotas sobre los rosados labios de Katt, viendo si reaccionaba con eso y, de ese modo, poderle otorgar el resto de la bolsa para que bebiera.
- Adam Blade
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Re: Consultorio
Tras varios minutos inconsciente noto algo fresco en sus labios, algo fresco que la renovaba las fuerzas. Apretó los ojos un poco para volver a abrirlo unos instantes después. Miro a su alrededor, sus ojos eran de un carmesí intenso, había perdido mucha sangre y estaba cansada pero, cuando vio a Michael sujetando a los pequeños se olvido de todo lo demás, era tan increíble.
Fijo su mirada en Adam que la miraba, como casi siempre que perdía el conocimiento asustado, levanto la mano y le acaricio la mejilla con una sonrisa. Se paso la lengua por los labios pues tenia un par de gotas de sangre en estos. Después tomo la bolsa que Adam sujetaba bebiendo frenéticamente, ya volvía a sentirse como siempre y su cuerpo poco a poco volvía a ser el de siempre cosa que agradecía. Ir por ahí con una barriga de embarazada era sumamente incomodo.
Paso unos instantes tumbada en la cama recuperando bastante rápido sus fuerzas, al cabo de unos minutos estaba perfecta.
Se incorporo y se sentó a un lado, dejando car sus piernas que colgaban de la camilla. Hizo un gesto a Michael para que se acercara, se sentía algo culpable pues con el embarazo había estado muy ocupada y no había cumplido su promesa de ir a verle, pero eso ya no la preocupaba, había pensado hablar con Adam y que el pequeño Michael fuera a vivir a la mansión, se podía instalar en la habitación de Lily, no le parecía justo mantenerlo alejado de todo y de todos como había hecho su padre. Mando mentalmente ese pensamiento a Adam, quería saber que opinaba, pues Katrina ya había dado por echo que el se quedaría en la mansión también.
Fijo su mirada en Adam que la miraba, como casi siempre que perdía el conocimiento asustado, levanto la mano y le acaricio la mejilla con una sonrisa. Se paso la lengua por los labios pues tenia un par de gotas de sangre en estos. Después tomo la bolsa que Adam sujetaba bebiendo frenéticamente, ya volvía a sentirse como siempre y su cuerpo poco a poco volvía a ser el de siempre cosa que agradecía. Ir por ahí con una barriga de embarazada era sumamente incomodo.
Paso unos instantes tumbada en la cama recuperando bastante rápido sus fuerzas, al cabo de unos minutos estaba perfecta.
Se incorporo y se sentó a un lado, dejando car sus piernas que colgaban de la camilla. Hizo un gesto a Michael para que se acercara, se sentía algo culpable pues con el embarazo había estado muy ocupada y no había cumplido su promesa de ir a verle, pero eso ya no la preocupaba, había pensado hablar con Adam y que el pequeño Michael fuera a vivir a la mansión, se podía instalar en la habitación de Lily, no le parecía justo mantenerlo alejado de todo y de todos como había hecho su padre. Mando mentalmente ese pensamiento a Adam, quería saber que opinaba, pues Katrina ya había dado por echo que el se quedaría en la mansión también.
- Katrina Darent
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Re: Consultorio
Aguardó por algún tipo de reacción de su parte, y sonrió cálidamente al verla reponerse un poco. Sus ojos estaban de un rojo refulgente. Adam sujetó su mano contra su mejilla ante el contacto. Finalmente, eran una familia. Cerró los ojos un instante y luego volvió a abrirlos para mirarla. Cuando ella decidió levantarse un poco y quedarse sentada sobre la camilla, Adam la sujetó con suavidad por la cintura, procurando que no fuera a perder el equilibrio. En un rápido pero delicado movimiento, limpió algunos restos de sangre que ella tenía en sus labios. Miró a Michael con una sonrisa.
- Estoy seguro de que Alexander desea ser un asesino -murmuró, mirando de reojo a Katt, esperando su reacción. Sabía que detestaba esa idea y a él le daba mucha gracia cuando se enfadaba, aunque sabía a su vez que lo que había dicho era algo un tanto delicado.
Escuchó la voz de Katt en su mente y la miró a los ojos. ¿Ella quería que él viviese allí, en su mansión? Sin duda, si ese era su deseo, se quedaría con él. Y, a su vez, respondió que no tenía ningún problema con la presencia de Michael. Además, ¿quién era él para oponerse? La mansión era de Katrina y ella tenía todo el derecho para decidir. De todos modos, más allá de eso, sería muy grata la presencia de alguien más en el hogar que estaban a punto de construir. Seguramente Michael quisiera pasar tiempo con los bebés.
- Estoy seguro de que Alexander desea ser un asesino -murmuró, mirando de reojo a Katt, esperando su reacción. Sabía que detestaba esa idea y a él le daba mucha gracia cuando se enfadaba, aunque sabía a su vez que lo que había dicho era algo un tanto delicado.
Escuchó la voz de Katt en su mente y la miró a los ojos. ¿Ella quería que él viviese allí, en su mansión? Sin duda, si ese era su deseo, se quedaría con él. Y, a su vez, respondió que no tenía ningún problema con la presencia de Michael. Además, ¿quién era él para oponerse? La mansión era de Katrina y ella tenía todo el derecho para decidir. De todos modos, más allá de eso, sería muy grata la presencia de alguien más en el hogar que estaban a punto de construir. Seguramente Michael quisiera pasar tiempo con los bebés.
- Adam Blade
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Re: Consultorio
Katrina aguardo paciente la respuesta de Adam y sonrió ampliamente cuando escucho ese pensamiento en su mente. Recostó su cabeza en su pecho aprovechando que el la estaba sujetando por la cintura y suspiro. Lo miro con una ceja levantada cunado dijo aquello de Alexander. Claro, y Megan se casara con un humano. Dijo con una sonrisa picara pues su comentario tenia lo mismo de real que el de Adam.
Observo a sus bebés, al fin estaba allí, con ellos. Se levanto de la camilla con cuidado, lo cierto es que se sentía estupendamente pero no quería arriesgarse. Cuando estuvo segura con su equilibrio y sus mareos dio un suave beso a Adam después se acerco a Michael y cogió a los bebes con cuidado. Eran tan pequeños, tan frágiles... Aunque nadie estaría dispuesto a comprobarlo, no, de ninguna manera había nadie que ni siquiera soñara con ponerles la mano encima. Deposito un suave beso en la frente de ambos y otra en la de Michael. Se acuclillo con los bebes aun en brazos y miro a Michael con infinito cariño. Gracias por haber estado aquí. No quería que te lo perdieras. Dijo con una gran sonrisa. Se irguió y se acerco a Adam depositando a Megan en sus brazos. Volvió a mirar a Michael. Tengo una buena noticia. Dijo mirando de reojo a Adam. Quiero que vengas a vivir a la mansión, no voy a dejarte encerrado por siempre, ademas necesitaremos ayuda con los bebes Dijo riendo. Tendrás que ir a recoger tus cosas para trasladarte allí, ya he mandado a gente para que te ayude y mientras nosotros iremos a terminar de prepararlo todo, ¿Te parece bien? Pregunto casi sabiendo la respuesta. De pronto un hombre entro en al sala haciendo una reverencia. Los coches están en la puerta. Dijo para después desaparecer. Katrina asintió. Vamos, no quiero tener aquí a los bebés mucho tiempo mas. Confiaba en algunos de sus efectivos pero sabia que había gente que haría lo imposible por hacerse con sus pequeños y no quería darles ni siquiera la oportunidad. Se cambio de ropa pues había dispuesto todo para este momento. Se enfundo unos vaqueros estrechos con unos altos tacones y una camiseta negra de tirantes adornada únicamente con una linea roja que iba desde su pecho hasta donde acababa la camiseta. Se dirigió, acompañada por Adam y Michael a la salida sin dejar de recibir felicitaciones por parte de los vampiros que se hallaban allí, ella se limitaba a sonreír con Alexander en sus brazos acurrucado en su pecho.
En el exterior dos coches negros blindados los esperaban. Dos de los guardaespaldas de Michael lo acompañaron a recoger sus pertenencias para que se mudara lo antes posible mientras ella montaba con Adam en el otro para dirigirse a su hogar, en el interior se acurruco a su lado y lo beso con suavidad. Te amo. Musito con una sonrisa mientras el coche arrancaba.
Observo a sus bebés, al fin estaba allí, con ellos. Se levanto de la camilla con cuidado, lo cierto es que se sentía estupendamente pero no quería arriesgarse. Cuando estuvo segura con su equilibrio y sus mareos dio un suave beso a Adam después se acerco a Michael y cogió a los bebes con cuidado. Eran tan pequeños, tan frágiles... Aunque nadie estaría dispuesto a comprobarlo, no, de ninguna manera había nadie que ni siquiera soñara con ponerles la mano encima. Deposito un suave beso en la frente de ambos y otra en la de Michael. Se acuclillo con los bebes aun en brazos y miro a Michael con infinito cariño. Gracias por haber estado aquí. No quería que te lo perdieras. Dijo con una gran sonrisa. Se irguió y se acerco a Adam depositando a Megan en sus brazos. Volvió a mirar a Michael. Tengo una buena noticia. Dijo mirando de reojo a Adam. Quiero que vengas a vivir a la mansión, no voy a dejarte encerrado por siempre, ademas necesitaremos ayuda con los bebes Dijo riendo. Tendrás que ir a recoger tus cosas para trasladarte allí, ya he mandado a gente para que te ayude y mientras nosotros iremos a terminar de prepararlo todo, ¿Te parece bien? Pregunto casi sabiendo la respuesta. De pronto un hombre entro en al sala haciendo una reverencia. Los coches están en la puerta. Dijo para después desaparecer. Katrina asintió. Vamos, no quiero tener aquí a los bebés mucho tiempo mas. Confiaba en algunos de sus efectivos pero sabia que había gente que haría lo imposible por hacerse con sus pequeños y no quería darles ni siquiera la oportunidad. Se cambio de ropa pues había dispuesto todo para este momento. Se enfundo unos vaqueros estrechos con unos altos tacones y una camiseta negra de tirantes adornada únicamente con una linea roja que iba desde su pecho hasta donde acababa la camiseta. Se dirigió, acompañada por Adam y Michael a la salida sin dejar de recibir felicitaciones por parte de los vampiros que se hallaban allí, ella se limitaba a sonreír con Alexander en sus brazos acurrucado en su pecho.
En el exterior dos coches negros blindados los esperaban. Dos de los guardaespaldas de Michael lo acompañaron a recoger sus pertenencias para que se mudara lo antes posible mientras ella montaba con Adam en el otro para dirigirse a su hogar, en el interior se acurruco a su lado y lo beso con suavidad. Te amo. Musito con una sonrisa mientras el coche arrancaba.
- Katrina Darent
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Re: Consultorio
Adam sostuvo a Katrina en cuanto se puso de pie. No quería que pierda el equilibrio. Escuchó sus palabras y la noticia transmitida le resultó muy alegre, pero más aún cuando dijo aquello de Megan. ¿Con un humano? Cualquier humano que se acercase a ella sería hombre muerto. Tanto Katrina como él sabían que el destino de ella era unirse a otro Pura Sangre. Y ahora el problema sería encontrar al adecuado. Sin embargo, tampoco quería controlar la vida de la muchacha, aunque la idea le parecía fenomenal. ¿Un pecaminoso humano siquiera rozando a su hija? Ni loco. Y ni hablar de un vampiro indeseable. Como mucho, aceptaría a un noble.
Mientras Katrina se cambiaba de ropa, él pensaba todas esas cosas. Frunció el ceño mientras tenía la mirada perdida en algún punto. Sin embargo, en cuanto Katt puso en sus brazos a Megan, Adam salió de sus cavilaciones. Cuando alguien ingresó diciendo que estaban listos los coches, él asintió y salió de allí echando miradas asesinas a todos y todas.
Una vez en el vehículo, pasó un brazo por encima del hombro de Katt mientras con el otro sostenía a Megan. Sonrió ante la sorpresa que se llevaría Katrina al entrar a los cuartos de Megan y Alexander. Él ya había dejado dicho a unos cuantos miembros del Consejo que por favor se encargaran de eso cuanto antes, y así lo hicieron. Una vez en sus desgraciadas vidas, fueron eficientes. Ahora sólo faltaría apreciar el rostro de la muchacha al llegar. Y, nuevamente, sus pensamientos fueron resquebrajados por su voz, pero esta vez para oír las palabras más bonitas que jamás creyó sentirlas de ese modo.
- Y yo a ti, pero mucho más -susurró dándole un suave beso. Ya no tardarían en llegar.
Mientras Katrina se cambiaba de ropa, él pensaba todas esas cosas. Frunció el ceño mientras tenía la mirada perdida en algún punto. Sin embargo, en cuanto Katt puso en sus brazos a Megan, Adam salió de sus cavilaciones. Cuando alguien ingresó diciendo que estaban listos los coches, él asintió y salió de allí echando miradas asesinas a todos y todas.
Una vez en el vehículo, pasó un brazo por encima del hombro de Katt mientras con el otro sostenía a Megan. Sonrió ante la sorpresa que se llevaría Katrina al entrar a los cuartos de Megan y Alexander. Él ya había dejado dicho a unos cuantos miembros del Consejo que por favor se encargaran de eso cuanto antes, y así lo hicieron. Una vez en sus desgraciadas vidas, fueron eficientes. Ahora sólo faltaría apreciar el rostro de la muchacha al llegar. Y, nuevamente, sus pensamientos fueron resquebrajados por su voz, pero esta vez para oír las palabras más bonitas que jamás creyó sentirlas de ese modo.
- Y yo a ti, pero mucho más -susurró dándole un suave beso. Ya no tardarían en llegar.
- Adam Blade
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Re: Consultorio
Los vampiros llegaron cargando los dos cuerpos que habían encontrado en deplorables condiciones. Al frente, aquel que llamaban Kouhai. Y como bien había dicho el líder del escuadrón que se encargaba de ello, los habían llevado al Consejo de Ancianos, concretamente hacia las salas de tratamiento. Allí, algunos residentes miraron con detenimiento a cada uno de los dos, maldiciendo por la continuación de sus vidas y por el deseo que corría por sus venas de ver a ambos hechos cenizas. Sobre todo, por aquel de pelo pizarra, culpable de arrastrar al chico consigo. Ya que, todos conocían el sonado caso de Vladimir y por supuesto, también el de Marcus O'Conell y Ziel Carphatia.
Uno de los que se encargaban de escoltarles, se acercó a uno de aquellos que miraban la trágica escena.
-¿Sabes dónde se encuentran los médicos? - Preguntó nervioso, sin quitar ojo a uno de los cuerpos; precisamente el mayor. El otro vampiro asintió y señaló a otro hombre que venía de camino a toda prisa. Este se paró de repente, anonado, con los ojos abiertos como platos. Ambos estaban cubiertos de sangre y con la ropa hecha pedazos. Jamás nadie habría imaginado que Marcus habría caído cual pajarillo con un ala rota. Ahora lo tenían ahí dentro, como muchos de ellos siempre quisieron tenerle: encarcelado y aislado de la sociedad. Pero, ¿qué había ocurrido para encontrarle tan débil? Rápidamente, trató de recuperar el aliento.
-¿Qué ha ocurrido? - Preguntó primeramente. Todos negaron con la cabeza, sin poder explicar lo que habían visto en el bosque. Pocos eran los que entraban en los dominios del Consejo, aunque claramente, dado el caso de tener allí a uno de los hijos de Vladimir D'Shaitis, no era problema alguno. Primero comprobó la salud del mayor de los dos, por precaución a que despertara. Encontró sus signos vitales y cerró los ojos. - Al fondo del pasillo a la derecha. Átenlo para que no se escape y menos para que vaya a por el chico. Tengan cuidado. - Musitó sin que su rostro cambiara ni un solo ápice.
Como bien habían ordenado, Marcus fue trasladado al fondo del pasillo, a una sala de retención. Allí lo cambiaron de ropa y ataron mientras aún estaba inconsciente; conectando una vía con sangre a su brazo para su progresiva recuperación, vigilándole constantemente por cuatro hombres encargados especificamente de él.
El médico, metió la mano en su bolsillo y sacó un teléfono. Llamó momentáneamente.
-Sí. Es él... Ese chico también está aquí. Sí... De acuerdo. Cuento con ello. - Murmuró antes de colgar y guardarlo en el mismo lugar de antes. No mencionó nada de su conversación, pero todo el mundo podía prevenir que los Ancianos estaban siendo advertidos de quién se encontraba dentro del edificio.
Después, se acercó al peliazul. Tocó su pálida piel para realizar la misma operación que con su acompañante y encontrar el ritmo de su corazón. En cambio, al tocarla, se sorprendió de encontrar tan alta temperatura sobre esta. Arrugó el ceño. ¿Cómo era posible? El muchacho era un vampiro y sin embargo, la enfermedad estaba dentro de su cuerpo, obligándole a quedar cada vez más blanquecino y empapado por el sudor que estaba ocasionándole la fiebre.
-Ingrésalo en la tercera habitación. - Comentó seriamente sin poder creerlo aún. Nunca había visto un caso parecido. ¿Desde cuándo los vampiros podían enfermar a este extremo? Definitivamente, algo andaba mal con el chico. A falta de desconocimiento del médico, nadie salvo él mismo chico, conocía que no tenía aura. Nadie podía llegar a notar su ausencia, pues quizá sus dones no estaban dentro de aquel ámbito.
Entró veloz en la habitación y lo observó. Puso la mano sobre su frente nuevamente, aún incrédulo. Atendió a los esfuerzos de sus pulmones por evacuar el aire caliente y regular su temperatura, pero ni siquiera conseguía bajar unos grados. Conectó de la misma manera la vía con sangre a su brazo y además un contador de pulsaciones, por si aquella debilidad que lo atacaba fuera más seria de lo que creían ahora.
-Traigan paños de agua fría. Debemos bajarle la fiebre. - Ordenó seriamente a los asistentes que llegaban, los cuales también se sorprendieron de ver al vampiro enfermo. Sin embargo, se encargaron de empaparlos en el agua y extenderlos sobre su frente y muñecas. En cambio, no consideraron atarlo ya que sería mucho más fácil reducirlo en caso de que quisiera marcharse.
Y así, ambos amantes quedaban separados en aquel inhóspito lugar que no entendía de lo que había ocurrido con ninguno de ellos. Pero sobre todo, que no entendían sobre aquella relación de amor que ambos mantenían, a pesar de encontrarse en habitaciones separadas.
Uno de los que se encargaban de escoltarles, se acercó a uno de aquellos que miraban la trágica escena.
-¿Sabes dónde se encuentran los médicos? - Preguntó nervioso, sin quitar ojo a uno de los cuerpos; precisamente el mayor. El otro vampiro asintió y señaló a otro hombre que venía de camino a toda prisa. Este se paró de repente, anonado, con los ojos abiertos como platos. Ambos estaban cubiertos de sangre y con la ropa hecha pedazos. Jamás nadie habría imaginado que Marcus habría caído cual pajarillo con un ala rota. Ahora lo tenían ahí dentro, como muchos de ellos siempre quisieron tenerle: encarcelado y aislado de la sociedad. Pero, ¿qué había ocurrido para encontrarle tan débil? Rápidamente, trató de recuperar el aliento.
-¿Qué ha ocurrido? - Preguntó primeramente. Todos negaron con la cabeza, sin poder explicar lo que habían visto en el bosque. Pocos eran los que entraban en los dominios del Consejo, aunque claramente, dado el caso de tener allí a uno de los hijos de Vladimir D'Shaitis, no era problema alguno. Primero comprobó la salud del mayor de los dos, por precaución a que despertara. Encontró sus signos vitales y cerró los ojos. - Al fondo del pasillo a la derecha. Átenlo para que no se escape y menos para que vaya a por el chico. Tengan cuidado. - Musitó sin que su rostro cambiara ni un solo ápice.
Como bien habían ordenado, Marcus fue trasladado al fondo del pasillo, a una sala de retención. Allí lo cambiaron de ropa y ataron mientras aún estaba inconsciente; conectando una vía con sangre a su brazo para su progresiva recuperación, vigilándole constantemente por cuatro hombres encargados especificamente de él.
El médico, metió la mano en su bolsillo y sacó un teléfono. Llamó momentáneamente.
-Sí. Es él... Ese chico también está aquí. Sí... De acuerdo. Cuento con ello. - Murmuró antes de colgar y guardarlo en el mismo lugar de antes. No mencionó nada de su conversación, pero todo el mundo podía prevenir que los Ancianos estaban siendo advertidos de quién se encontraba dentro del edificio.
Después, se acercó al peliazul. Tocó su pálida piel para realizar la misma operación que con su acompañante y encontrar el ritmo de su corazón. En cambio, al tocarla, se sorprendió de encontrar tan alta temperatura sobre esta. Arrugó el ceño. ¿Cómo era posible? El muchacho era un vampiro y sin embargo, la enfermedad estaba dentro de su cuerpo, obligándole a quedar cada vez más blanquecino y empapado por el sudor que estaba ocasionándole la fiebre.
-Ingrésalo en la tercera habitación. - Comentó seriamente sin poder creerlo aún. Nunca había visto un caso parecido. ¿Desde cuándo los vampiros podían enfermar a este extremo? Definitivamente, algo andaba mal con el chico. A falta de desconocimiento del médico, nadie salvo él mismo chico, conocía que no tenía aura. Nadie podía llegar a notar su ausencia, pues quizá sus dones no estaban dentro de aquel ámbito.
Entró veloz en la habitación y lo observó. Puso la mano sobre su frente nuevamente, aún incrédulo. Atendió a los esfuerzos de sus pulmones por evacuar el aire caliente y regular su temperatura, pero ni siquiera conseguía bajar unos grados. Conectó de la misma manera la vía con sangre a su brazo y además un contador de pulsaciones, por si aquella debilidad que lo atacaba fuera más seria de lo que creían ahora.
-Traigan paños de agua fría. Debemos bajarle la fiebre. - Ordenó seriamente a los asistentes que llegaban, los cuales también se sorprendieron de ver al vampiro enfermo. Sin embargo, se encargaron de empaparlos en el agua y extenderlos sobre su frente y muñecas. En cambio, no consideraron atarlo ya que sería mucho más fácil reducirlo en caso de que quisiera marcharse.
Y así, ambos amantes quedaban separados en aquel inhóspito lugar que no entendía de lo que había ocurrido con ninguno de ellos. Pero sobre todo, que no entendían sobre aquella relación de amor que ambos mantenían, a pesar de encontrarse en habitaciones separadas.
- Ziel A. Carphatia
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Re: Consultorio
El Consejo de Ancianos. ¿Quién diría que irían allí en vez de a casa?
Marcus estaba encadenado. Si bien habían aseado su cuerpo y le habían puesto ropa limpia, alejando las prendas hecha harapos, lo tenían apresados como si fuese un rehén y, a decir verdad, estaba más cerca de ser un preso que un invitado de lujo. Todos allí le temían, y por lo tanto temían también lo que pudiese llegar a hacer si estaba libre. Por más que Marcus se encontrase débil, ellos desconocían el hecho de que ahora mismo era inofensivo. Creían que se despertaría y pasaría a ser la fiera que todos conocen, pero la realidad era un tanto más agradable. Marcus había cambiado, y con ese cambio su personalidad agresiva se apaciguó. Sin embargo, los destrozos ocasionados en el bosque eran tremendos, y aunque no conocían allí el agente de tales pérdidas, todos los dedos lo apuntaban a él debido a sus antecedentes. Y, la verdad, estaban en lo correcto.
La mente de Marcus, inconsciente hasta hace unos momentos, comenzó a activarse. Miles de voces y pensamientos se arremolinaban a su alrededor, como si en su cabeza habitasen cientos de personas. El vampiro frunció el ceño y tensó sus músculos. Era molesto. Aquello era muy molesto. Continuaba dormido y creía que eso era parte de una pesadilla, pero en realidad era algo mucho más difícil de controlar. Comenzó a oír los pensamientos de los allí presentes: "es un monstruo", "ha llevado a ese chico a la perdición", "¿qué deberíamos hacer con él?", "espero que las autoridades decidan lo correcto", "veremos qué puede decir D'Shaitis a esto, pues no pienso hacer que le den la libertad a este maldito", "me dan pena, están muy malheridos, ojalá puedan ayudarlos", "el muchacho tiene fiebre, ¿cómo puede ocurrirle eso a un vampiro? Temo que muera", "¿Así que parece que ambos son pareja? Este mundo se está yendo al diablo por culpa de estos vampiros libertinos", "¿dónde estará Katrina Darent cuando se la necesita? Al menos podría haberle dicho a su esposo que atendiera mejor los asuntos aquí..."
Abrió los ojos. El rojo intenso se mostraba en su esplendor. Tenía las pupilas contraídas y pequeñas. Respiraba agitadamente y miraba a su alrededor entre confundido y asustado, no por él, sino por Ziel. Comprendía que estaba en el Consejo de Ancianos por toda la información que había llegado a su mente sin solicitarla. Comprendía que Ziel estaba en otra habitación, enfermo, y que él estaba allí encadenado porque le temían y no podía hacer nada para ayudarlo. Quería gritar, romper todo allí dentro, escapar y rescatar a Ziel de las garras de esos tipos. Aunque no fueran los cazadores, ¿quièn asegura que no puedan ser peor que ellos? El Consejo también estuvo buscándolos en su tiempo, y por más que últimamente hayan desistido en la búsqueda, ahora los tenían donde querían. No obstante, Marcus sabía que debía comportarse y ganarse la confianza de esos sujetos, por más difícil que fuese. Sin embargo, ya había llamado la atención con su despertar y cuatro hombres lo miraban aterrados. Habían recbido la orden de alimentarlo en cuanto despertase, así que eso hicieron. Acercaron a su boca una bolsa de sangre, y Marcus, cual cachorro manso, la aceptó sin miramientos. Bebió hasta acabarla y se quedó observando a quienes lo rodeaban. Las voces de su cabeza no se apagaban y no tenía ni idea de lo que estaba ocurriendo, pero una vez que la sangre ingerida alimentó su organismo, comenzaron a cesar las voces. Marcus cerró un momento los ojos, calmándose, relajándose aunque le pese. Movió apenas sus brazos y notó la tensión de las cadenas.
- Oh, no, no, no... ¿A dónde pretendes ir, O'Conell? -preguntó uno de los vampiros, acercándose a él y poniéndose en cuclillas frente a su cuerpo. Lo sujetó del mentón y lo obligó a mirarlo a los ojos, pero sin signos de brusquedad.
- ¿Dónde está... Ziel? -preguntó. Esas fueron las primeras palabras que salían de su boca luego de un buen rato. Y tanto estas como las anteriores, en el bosque, contenían el nombre de Ziel. El vampiro que estaba frente a él suspiró y sonrió levemente.
- Está con el médico. Intentan ayudarlo. Se encuentra algo enfermo, demasiado diría yo, para tratarse de un vampiro -comentó y, viendo cómo Marcus comenzaba a impacientarse, se apresuró a calmarlo y continuar hablando-. Pero tranquilo, no le harán daño, solo intentan reanimarlo un poco. ¿De acuerdo? Ahora, haznos el favor de responder unas preguntas y luego permitiremos que veas al chico -concluyó, sonriendo de lado y poniéndose de pie. Dio unos pasos hacia atrás y le indicó al que estaba a su derecha que trajese otra bolsa de sangre. Jugarían a un bello juego de preguntas y respuestas con alimento como recompensa de cada respuesta agradable y convincente. Marcus, viendo que no tenía otra opción y siguiendo sus planes para ganarse la confianza de estos tipos, asintió, bajando la cabeza como nunca lo haría, pero si ellos podían ayudar a Ziel ahora, haría lo posible por su bienestar.
Marcus estaba encadenado. Si bien habían aseado su cuerpo y le habían puesto ropa limpia, alejando las prendas hecha harapos, lo tenían apresados como si fuese un rehén y, a decir verdad, estaba más cerca de ser un preso que un invitado de lujo. Todos allí le temían, y por lo tanto temían también lo que pudiese llegar a hacer si estaba libre. Por más que Marcus se encontrase débil, ellos desconocían el hecho de que ahora mismo era inofensivo. Creían que se despertaría y pasaría a ser la fiera que todos conocen, pero la realidad era un tanto más agradable. Marcus había cambiado, y con ese cambio su personalidad agresiva se apaciguó. Sin embargo, los destrozos ocasionados en el bosque eran tremendos, y aunque no conocían allí el agente de tales pérdidas, todos los dedos lo apuntaban a él debido a sus antecedentes. Y, la verdad, estaban en lo correcto.
La mente de Marcus, inconsciente hasta hace unos momentos, comenzó a activarse. Miles de voces y pensamientos se arremolinaban a su alrededor, como si en su cabeza habitasen cientos de personas. El vampiro frunció el ceño y tensó sus músculos. Era molesto. Aquello era muy molesto. Continuaba dormido y creía que eso era parte de una pesadilla, pero en realidad era algo mucho más difícil de controlar. Comenzó a oír los pensamientos de los allí presentes: "es un monstruo", "ha llevado a ese chico a la perdición", "¿qué deberíamos hacer con él?", "espero que las autoridades decidan lo correcto", "veremos qué puede decir D'Shaitis a esto, pues no pienso hacer que le den la libertad a este maldito", "me dan pena, están muy malheridos, ojalá puedan ayudarlos", "el muchacho tiene fiebre, ¿cómo puede ocurrirle eso a un vampiro? Temo que muera", "¿Así que parece que ambos son pareja? Este mundo se está yendo al diablo por culpa de estos vampiros libertinos", "¿dónde estará Katrina Darent cuando se la necesita? Al menos podría haberle dicho a su esposo que atendiera mejor los asuntos aquí..."
Abrió los ojos. El rojo intenso se mostraba en su esplendor. Tenía las pupilas contraídas y pequeñas. Respiraba agitadamente y miraba a su alrededor entre confundido y asustado, no por él, sino por Ziel. Comprendía que estaba en el Consejo de Ancianos por toda la información que había llegado a su mente sin solicitarla. Comprendía que Ziel estaba en otra habitación, enfermo, y que él estaba allí encadenado porque le temían y no podía hacer nada para ayudarlo. Quería gritar, romper todo allí dentro, escapar y rescatar a Ziel de las garras de esos tipos. Aunque no fueran los cazadores, ¿quièn asegura que no puedan ser peor que ellos? El Consejo también estuvo buscándolos en su tiempo, y por más que últimamente hayan desistido en la búsqueda, ahora los tenían donde querían. No obstante, Marcus sabía que debía comportarse y ganarse la confianza de esos sujetos, por más difícil que fuese. Sin embargo, ya había llamado la atención con su despertar y cuatro hombres lo miraban aterrados. Habían recbido la orden de alimentarlo en cuanto despertase, así que eso hicieron. Acercaron a su boca una bolsa de sangre, y Marcus, cual cachorro manso, la aceptó sin miramientos. Bebió hasta acabarla y se quedó observando a quienes lo rodeaban. Las voces de su cabeza no se apagaban y no tenía ni idea de lo que estaba ocurriendo, pero una vez que la sangre ingerida alimentó su organismo, comenzaron a cesar las voces. Marcus cerró un momento los ojos, calmándose, relajándose aunque le pese. Movió apenas sus brazos y notó la tensión de las cadenas.
- Oh, no, no, no... ¿A dónde pretendes ir, O'Conell? -preguntó uno de los vampiros, acercándose a él y poniéndose en cuclillas frente a su cuerpo. Lo sujetó del mentón y lo obligó a mirarlo a los ojos, pero sin signos de brusquedad.
- ¿Dónde está... Ziel? -preguntó. Esas fueron las primeras palabras que salían de su boca luego de un buen rato. Y tanto estas como las anteriores, en el bosque, contenían el nombre de Ziel. El vampiro que estaba frente a él suspiró y sonrió levemente.
- Está con el médico. Intentan ayudarlo. Se encuentra algo enfermo, demasiado diría yo, para tratarse de un vampiro -comentó y, viendo cómo Marcus comenzaba a impacientarse, se apresuró a calmarlo y continuar hablando-. Pero tranquilo, no le harán daño, solo intentan reanimarlo un poco. ¿De acuerdo? Ahora, haznos el favor de responder unas preguntas y luego permitiremos que veas al chico -concluyó, sonriendo de lado y poniéndose de pie. Dio unos pasos hacia atrás y le indicó al que estaba a su derecha que trajese otra bolsa de sangre. Jugarían a un bello juego de preguntas y respuestas con alimento como recompensa de cada respuesta agradable y convincente. Marcus, viendo que no tenía otra opción y siguiendo sus planes para ganarse la confianza de estos tipos, asintió, bajando la cabeza como nunca lo haría, pero si ellos podían ayudar a Ziel ahora, haría lo posible por su bienestar.
- Marcus O'Conell
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Re: Consultorio
Seguían cambiando las toallas de agua fría, unas por otras, rápido, lo más rápido posible para que su cuerpo no volviera a tomar la temperatura perdida. Las enfermeras se apenaban por el pobre neófito, al cual veían como el más perjudicado en aquella relación con Marcus. Constantemente hablaban sobre las penurias que habría pasado seguramente, pues ninguna dudaba de que esta fuera la primera vez. Sin embargo, esta vez había sido por mi propia causa, por tratar ayudar al vampiro por todos los medios posibles que tenía. Y a decir verdad, si dicho último método no hubiera funcionado correctamente, ninguno de los dos habríamos ganado absolutamente nada. Simplemente Marcus recuperaría la energía que le había concedido y el desastre nunca encontraría fin alguno. Pero, por suerte, todo salió como esperaba.
El médico entre tanto, tampoco se decidía por marcharse de la habitación. Tomaba su mentón con una mano y continuaba observando la progresión del chico, llenando su cabeza con la rareza del caso que estaba viendo ante sus ojos.
Hacía tiempo desde que no tenía tan altas fiebres y ni un rasgo de su enfermedad. Todo parecía ir a mejor en cuanto pasaban los años, así como me dijeron. Tenía incluso mejores perspectivas de vida, pese a que en esos meses Marcus se entetuviera en beber mi sangre. A veces claramene enfermaba por la pérdida masiva, pero no era tan grave. Gracias a Bella siempre lograba recuperarme en cuestión de una semana. No obstante, la Enfermedad ahora se había tomado la molestia de cobrarse todo el tiempo donde no apareció y atacaba sin consideración el cuerpo del neófito, elevando su temperatura. Los días en donde miraba por la ventana cómo los demás salían a jugar, parecían volver a atormentarme y a recordarme cómo sería esto de ahora en adelante; ya que no se diferenciaría mucho de aquella vez. Con un poco de suerte, la fiebre se estancaría y podría seguir llevando una vida normal dentro de casa, pero sin salir a ningún lado. De todas formas, tampoco me preocupaba mucho este detalle mientras Marcus o Bella se encontraran en casa. Porque, el miedo a los cazadores aún no terminaba por marcharse de sus recuerdos excesivamente.
En cuanto la fiebre disminuyó levemente, los párpados comenzaron a temblar. Y finalmente, una fina línea azul -la suficiente como para poder ver- apareció de nuevo. La palidez seguía presente junto con los sudores fríos por la frente. Las enfermeras se sorprendieron y miraron al médico en señal de aviso. Éste, rápidamente se acercó a la camilla y continuó observándolo. Dio en su mejilla suavemente para espabilarle.
-Chico. Escúchame, no te duermas. - Insistió. Debían mantenerle despierto ahora que tenían la oportunidad. Tomó su rostro con la mano y lo obligó a que lo mirara. - Mírame. Mírame. Así, sí, muy bien. - Abrió sus ojos y comprobó el estado de sus pupilas con atención. No había signos de manipulación mental o física sobre él. Todo se encontraba en orden, pese a que la duda de cómo enfermó continuara presente.
Despegué los labios con la intención de hablar. No veía más que leves bultos que se movían de un lado a otro, mareándome más de lo que estaba. Me sentía desorientado, sin saber qué ocurría o que sucedió. Unos leves recuerdos se asomaban torpes para refrescarlo. Cerré los ojos para controlar las naúseas, cansado. Sin embargo, el médico se tomó la precaución de dar suavemente en su mejilla y hacer que los abriera de nuevo.
-Mar... ar... cus... - Pronuncié débilmente, cerrando un poco la mano. En cambio, su mano no estaba allí. Él no estaba allí. Pero tenía que estar allí aunque todavía no pudiera verlo bien. Tenía que estarlo. Porque albergaba la preocupación de que Marcus no hubiera conseguido "volver" y que aún continuara en el bosque. O mucho peor, que se hubiera fugado o alguien lo hubiera... matado. Giré la cabeza hacia a un lado, viendo uno de los bultos blancos denominados como enfermeras. "Marcus... ¿Dón-de e... estás?", pensaba mentalmente. Las palabras del neófito no llegaron a ningún lugar concreto, salvo para estrellarse contra el muro de su propia mente. Bella ya no podría oírle cuando no utilizaba las palabras y Marcus tampoco podría hacerlo. Aunque quizá ahora lo lograra, pese a que ninguno de los dos lo supiera. Para Marcus sería el neófito quien le hablara, en vez de ser él mismo quien estuviera escuchándole; y mientras el neófito creería que sus don mental aún se conservaba, cosa incierta.
Intenté incorporarme con dificultad, pero el médico me obligó a recostarme de nuevo. Suspiré y giré la cabeza de nuevo, sin poder ver bien sus caras. Tenía que ir a buscar a Marcus cuanto antes, fuera como fuese. Nadie conocía lo que pudiera pasar si daba con un desconocido.
-¿D... ón-de e...estoy? - Pregunté más tarde, totalmente perdido. Aquello no era el bosque y tampoco la casa, ya que no percibía los olores que la caracterizaban; luego, ¿qué lugar era aquel?
Se escuchó un siseó de una de las enfermeras que se encargaban de mantener fresco su cuerpo y agarró una de sus manos.
-Shh... tranquilo, él esta bien. Estás en un consultorio del Consejo de Ancianos para conseguir que te recuperes. Y no te preocupes por tu amigo. - Dijo dulcemente, acariciando su frente con cuidado. - En cuanto baje la fiebre, te dejaremos ir a verle. - Sí, eso es lo que les decían a ambos, pero más de uno no estaba por la labor de que los amantes se encontraran. Ahora, eran presos del Consejo de Ancianos y estarían sujetos a interrogatorios y un juicio por lo que cometieron.
El médico entre tanto, tampoco se decidía por marcharse de la habitación. Tomaba su mentón con una mano y continuaba observando la progresión del chico, llenando su cabeza con la rareza del caso que estaba viendo ante sus ojos.
Hacía tiempo desde que no tenía tan altas fiebres y ni un rasgo de su enfermedad. Todo parecía ir a mejor en cuanto pasaban los años, así como me dijeron. Tenía incluso mejores perspectivas de vida, pese a que en esos meses Marcus se entetuviera en beber mi sangre. A veces claramene enfermaba por la pérdida masiva, pero no era tan grave. Gracias a Bella siempre lograba recuperarme en cuestión de una semana. No obstante, la Enfermedad ahora se había tomado la molestia de cobrarse todo el tiempo donde no apareció y atacaba sin consideración el cuerpo del neófito, elevando su temperatura. Los días en donde miraba por la ventana cómo los demás salían a jugar, parecían volver a atormentarme y a recordarme cómo sería esto de ahora en adelante; ya que no se diferenciaría mucho de aquella vez. Con un poco de suerte, la fiebre se estancaría y podría seguir llevando una vida normal dentro de casa, pero sin salir a ningún lado. De todas formas, tampoco me preocupaba mucho este detalle mientras Marcus o Bella se encontraran en casa. Porque, el miedo a los cazadores aún no terminaba por marcharse de sus recuerdos excesivamente.
En cuanto la fiebre disminuyó levemente, los párpados comenzaron a temblar. Y finalmente, una fina línea azul -la suficiente como para poder ver- apareció de nuevo. La palidez seguía presente junto con los sudores fríos por la frente. Las enfermeras se sorprendieron y miraron al médico en señal de aviso. Éste, rápidamente se acercó a la camilla y continuó observándolo. Dio en su mejilla suavemente para espabilarle.
-Chico. Escúchame, no te duermas. - Insistió. Debían mantenerle despierto ahora que tenían la oportunidad. Tomó su rostro con la mano y lo obligó a que lo mirara. - Mírame. Mírame. Así, sí, muy bien. - Abrió sus ojos y comprobó el estado de sus pupilas con atención. No había signos de manipulación mental o física sobre él. Todo se encontraba en orden, pese a que la duda de cómo enfermó continuara presente.
Despegué los labios con la intención de hablar. No veía más que leves bultos que se movían de un lado a otro, mareándome más de lo que estaba. Me sentía desorientado, sin saber qué ocurría o que sucedió. Unos leves recuerdos se asomaban torpes para refrescarlo. Cerré los ojos para controlar las naúseas, cansado. Sin embargo, el médico se tomó la precaución de dar suavemente en su mejilla y hacer que los abriera de nuevo.
-Mar... ar... cus... - Pronuncié débilmente, cerrando un poco la mano. En cambio, su mano no estaba allí. Él no estaba allí. Pero tenía que estar allí aunque todavía no pudiera verlo bien. Tenía que estarlo. Porque albergaba la preocupación de que Marcus no hubiera conseguido "volver" y que aún continuara en el bosque. O mucho peor, que se hubiera fugado o alguien lo hubiera... matado. Giré la cabeza hacia a un lado, viendo uno de los bultos blancos denominados como enfermeras. "Marcus... ¿Dón-de e... estás?", pensaba mentalmente. Las palabras del neófito no llegaron a ningún lugar concreto, salvo para estrellarse contra el muro de su propia mente. Bella ya no podría oírle cuando no utilizaba las palabras y Marcus tampoco podría hacerlo. Aunque quizá ahora lo lograra, pese a que ninguno de los dos lo supiera. Para Marcus sería el neófito quien le hablara, en vez de ser él mismo quien estuviera escuchándole; y mientras el neófito creería que sus don mental aún se conservaba, cosa incierta.
Intenté incorporarme con dificultad, pero el médico me obligó a recostarme de nuevo. Suspiré y giré la cabeza de nuevo, sin poder ver bien sus caras. Tenía que ir a buscar a Marcus cuanto antes, fuera como fuese. Nadie conocía lo que pudiera pasar si daba con un desconocido.
-¿D... ón-de e...estoy? - Pregunté más tarde, totalmente perdido. Aquello no era el bosque y tampoco la casa, ya que no percibía los olores que la caracterizaban; luego, ¿qué lugar era aquel?
Se escuchó un siseó de una de las enfermeras que se encargaban de mantener fresco su cuerpo y agarró una de sus manos.
-Shh... tranquilo, él esta bien. Estás en un consultorio del Consejo de Ancianos para conseguir que te recuperes. Y no te preocupes por tu amigo. - Dijo dulcemente, acariciando su frente con cuidado. - En cuanto baje la fiebre, te dejaremos ir a verle. - Sí, eso es lo que les decían a ambos, pero más de uno no estaba por la labor de que los amantes se encontraran. Ahora, eran presos del Consejo de Ancianos y estarían sujetos a interrogatorios y un juicio por lo que cometieron.
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Re: Consultorio
Comenzó el interrogatorio.
- ¿Qué clase de relación llevan tú y el chico? Porque hasta lo que sabemos, él era tu esclavo y recibía duras reprimendas por tu parte -inquirió aquel hombre, recostándose sobre una silla y mirando a Marcus fijamente, aguardando por la primera respuesta de entre otras tantas. Marcus levantó la mirada con los labios empapados en sangre fresca y nutritiva. Gruñó por lo bajo, pero se controló y fingió que lo hizo por dolor. Se resignó a responder cada una de sus preguntas, pero eligiendo qué parte de la verdad decir y cuál reservarse para él, logrando que todo pareciese lo más real y certero posible.
- Somos.. Él es.. mi pareja -musitó-. Dejó de ser mi esclavo hace tiempo, cuando el pacto fue roto -agregó, con algo de desconfianza.
El miembro del Consejo se mostró algo sorprendido, y se preparó para disparar la próxima pregunta de este amplio interrogatorio.
- Oh, y podría decirse que el pacto fue roto debido a que el chico ya no era un humano para ese entonces, ¿verdad?
Marcus asintió. Y, seguidamente, la pregunta del millón:
- ¿Quién convirtió al chico, O'Conell? Porque si mal no recuerdo, tú no eres un Sangre Pura -sonrió con perspicacia.
- Correcto. No lo soy... -murmuró, dando paso al silencio. ¿Qué iba a decirles ahora? ¿Que no lo sabía? Eso no se lo creerían jamás y podía suponer un peligro, pues quién sabe qué planes tenía preparado el Consejo para ellos. Mejor continuar siendo tan sumiso y apacible como es posible-. Ziel estaba enfermo. Tenía una enfermedad terminal. Si no se convertía en vampiro, él... -apretó sus labios en una fina línea marmórea. No quería decir esa palabra, no quería ni imaginar lo que hubiera ocurrido.
El silencio se tragó las palabras de los presentes. Los hombres que estaban allí advirtieron las emociones de Marcus y, por respeto -aunque en verdad consideraban que un ser como él no lo merecía- asintieron y dieron por hecho lo que diría.
- De acuerdo, O'Conell. Entendemos, pero... no has respondido la pregunta -suspiró y se inclinó hacia adelante, mirándolo atentamente-. ¿Quién lo convirtió?
Marcus se mordió el labio inferior y maldijo en su fuero interno. ¿Decirlo sería una traición? Sin embargo, su amor por Ziel era demasiado intenso, y podría hacer cualquier cosa por él, incluso levantarse contra Vladimir como lo había hecho en una ocasión. No obstante, ahora Vladimir era un humano. A cada momento esa sospecha se volvía una certeza. Los del Consejo no deberían ni estar enterado, pues no conocían su forma original y creían, muchos de ellos, que había muerto, debido a que su estado actual luego de la fiesta era el de "desaparecido con indicios de muerte". Entonces, al cabo de unos momentos, sus labios se entreabrieron para responder:
- Vladimir. Vladimir D'Shaitis -siseó. A continuación, bajó la cabeza y emitió un leve quejido. Quizá le quedase bien esa faceta de hacerse el débil cuando, en realidad, estaba mejor que nunca. Las cadenas estaban cortando la piel de sus muñecas, y entre la sorpresa y el asombro, el hombre que hacía el interrogatorio ordenó aflojar un poco el agarre.
- Realmente... Estoy sorprendido. Anonadado, completamente. Estabamos seguros de que Vladimir no era un Pura Sangre, pero ahora tú nos dices eso...
- No lo era. Nos dio sangre de uno para poder realizar la conversión -confesó.
Los hombres, asintiendo y mirándose entre sí, se retiraron un momento y regresaron con dos bolsas de sangre más. Una asistente de uno de ellos, vestida provocativamente, se acercó a él y comenzó a darle de beber, observándolo fijamente. Marcus se incomodó, pero aceptó la sangre. No estaría bien apartarse bruscamente, no ahora que el interrogatorio parecía adquirir un buen rumbo.
Los hombres pasaban ya unos minutos deliberando. Buscaban información en los archivos, analizaban la situación y formulaban las próximas preguntas. Mientras todo ello ocurría, una nueva voz invadió la mente de Marcus. Cuando todas las demás se habían calmado, aquella voz surgió para alterarlo y darle paz al mismo tiempo: era Ziel. El vampiro levantó la mirada y observó a su alrededor. Volvió a bajar la cabeza mientras la vampireza que estaba a su lado reía jocosamente. Él, haciendo como si nada ocurriese, comenzó a pensar las palabras que quería que Ziel escuchase, aunque no sabía que en realidad el proceso funcionaba al revés.
Ziel, estoy aquí. Tranquilo, quédate tranquilo. Estarás bien, no te dejaré. Iré a buscarte en cuanto me libre de ellos. Confía en mí... No te abandonaré, pensó fervientemente, aunque en realidad lo transmitió directamente a la mente del chico. Esperaba que pudiera oírlo y que respondiese. Ansiaba que estuviera lo suficientemente consciente como para poder hablar con él de ese modo y, así, poder transmitirle también todo el interrogatorio que se llevaba a cabo allí dentro. Marcus estaba seguro de que si lo pensaba, Ziel podría oírlo.
Mientras meditaba sus planes de comunicación, el mismo vampiro se acercó y levantó su mentón, para captar su atención nuevamente.
- Prosigamos con el interrogatorio, O'Conell -musitó y sonrió placenteramente. Sin duda, nada le regocijaba más que tener al vampiro entre sus manos, bajo su techo y entre su gente.
- ¿Qué clase de relación llevan tú y el chico? Porque hasta lo que sabemos, él era tu esclavo y recibía duras reprimendas por tu parte -inquirió aquel hombre, recostándose sobre una silla y mirando a Marcus fijamente, aguardando por la primera respuesta de entre otras tantas. Marcus levantó la mirada con los labios empapados en sangre fresca y nutritiva. Gruñó por lo bajo, pero se controló y fingió que lo hizo por dolor. Se resignó a responder cada una de sus preguntas, pero eligiendo qué parte de la verdad decir y cuál reservarse para él, logrando que todo pareciese lo más real y certero posible.
- Somos.. Él es.. mi pareja -musitó-. Dejó de ser mi esclavo hace tiempo, cuando el pacto fue roto -agregó, con algo de desconfianza.
El miembro del Consejo se mostró algo sorprendido, y se preparó para disparar la próxima pregunta de este amplio interrogatorio.
- Oh, y podría decirse que el pacto fue roto debido a que el chico ya no era un humano para ese entonces, ¿verdad?
Marcus asintió. Y, seguidamente, la pregunta del millón:
- ¿Quién convirtió al chico, O'Conell? Porque si mal no recuerdo, tú no eres un Sangre Pura -sonrió con perspicacia.
- Correcto. No lo soy... -murmuró, dando paso al silencio. ¿Qué iba a decirles ahora? ¿Que no lo sabía? Eso no se lo creerían jamás y podía suponer un peligro, pues quién sabe qué planes tenía preparado el Consejo para ellos. Mejor continuar siendo tan sumiso y apacible como es posible-. Ziel estaba enfermo. Tenía una enfermedad terminal. Si no se convertía en vampiro, él... -apretó sus labios en una fina línea marmórea. No quería decir esa palabra, no quería ni imaginar lo que hubiera ocurrido.
El silencio se tragó las palabras de los presentes. Los hombres que estaban allí advirtieron las emociones de Marcus y, por respeto -aunque en verdad consideraban que un ser como él no lo merecía- asintieron y dieron por hecho lo que diría.
- De acuerdo, O'Conell. Entendemos, pero... no has respondido la pregunta -suspiró y se inclinó hacia adelante, mirándolo atentamente-. ¿Quién lo convirtió?
Marcus se mordió el labio inferior y maldijo en su fuero interno. ¿Decirlo sería una traición? Sin embargo, su amor por Ziel era demasiado intenso, y podría hacer cualquier cosa por él, incluso levantarse contra Vladimir como lo había hecho en una ocasión. No obstante, ahora Vladimir era un humano. A cada momento esa sospecha se volvía una certeza. Los del Consejo no deberían ni estar enterado, pues no conocían su forma original y creían, muchos de ellos, que había muerto, debido a que su estado actual luego de la fiesta era el de "desaparecido con indicios de muerte". Entonces, al cabo de unos momentos, sus labios se entreabrieron para responder:
- Vladimir. Vladimir D'Shaitis -siseó. A continuación, bajó la cabeza y emitió un leve quejido. Quizá le quedase bien esa faceta de hacerse el débil cuando, en realidad, estaba mejor que nunca. Las cadenas estaban cortando la piel de sus muñecas, y entre la sorpresa y el asombro, el hombre que hacía el interrogatorio ordenó aflojar un poco el agarre.
- Realmente... Estoy sorprendido. Anonadado, completamente. Estabamos seguros de que Vladimir no era un Pura Sangre, pero ahora tú nos dices eso...
- No lo era. Nos dio sangre de uno para poder realizar la conversión -confesó.
Los hombres, asintiendo y mirándose entre sí, se retiraron un momento y regresaron con dos bolsas de sangre más. Una asistente de uno de ellos, vestida provocativamente, se acercó a él y comenzó a darle de beber, observándolo fijamente. Marcus se incomodó, pero aceptó la sangre. No estaría bien apartarse bruscamente, no ahora que el interrogatorio parecía adquirir un buen rumbo.
Los hombres pasaban ya unos minutos deliberando. Buscaban información en los archivos, analizaban la situación y formulaban las próximas preguntas. Mientras todo ello ocurría, una nueva voz invadió la mente de Marcus. Cuando todas las demás se habían calmado, aquella voz surgió para alterarlo y darle paz al mismo tiempo: era Ziel. El vampiro levantó la mirada y observó a su alrededor. Volvió a bajar la cabeza mientras la vampireza que estaba a su lado reía jocosamente. Él, haciendo como si nada ocurriese, comenzó a pensar las palabras que quería que Ziel escuchase, aunque no sabía que en realidad el proceso funcionaba al revés.
Ziel, estoy aquí. Tranquilo, quédate tranquilo. Estarás bien, no te dejaré. Iré a buscarte en cuanto me libre de ellos. Confía en mí... No te abandonaré, pensó fervientemente, aunque en realidad lo transmitió directamente a la mente del chico. Esperaba que pudiera oírlo y que respondiese. Ansiaba que estuviera lo suficientemente consciente como para poder hablar con él de ese modo y, así, poder transmitirle también todo el interrogatorio que se llevaba a cabo allí dentro. Marcus estaba seguro de que si lo pensaba, Ziel podría oírlo.
Mientras meditaba sus planes de comunicación, el mismo vampiro se acercó y levantó su mentón, para captar su atención nuevamente.
- Prosigamos con el interrogatorio, O'Conell -musitó y sonrió placenteramente. Sin duda, nada le regocijaba más que tener al vampiro entre sus manos, bajo su techo y entre su gente.
- Marcus O'Conell
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Re: Consultorio
"No te abandonaré"
Escuché su voz y... no necesité más. Por rebuscar un poco en el asunto, podría ser que alguien hubiera entrado en mi cabeza y hubiera respondido; confundiéndose así ambas voces. Sin embargo, solamente con escuchar aquella voz que transmitía, estaba mucho más tranquilo. Sí, las enfermeras llevaban razón: Marcus estaba bien. Él mismo me lo había dicho y por ahora, confiaría en que así era; tendría fe en que viniera a buscarme como siempre hacía. Una leve sonrisa apareció sobre los labios y lentamente los ojos iban cerrándose de nuevo, ya más relajado tras oírle mentalmente. En cambio, el médico realizó otra vez la misma operación de impedir que se durmiera ahora.
La fiebre iba bajando levemente con el tiempo. Las mejillas del neófito seguían coloradas, pero finalmente iba recuperando un poco de color para su tan blanquecina piel. Incluso la respiración tan ajetreada parecía encontrar niveles más corrientes, pese al sofoco que aún llevaban. La mano del médico se posó sobre su frente y asintió a las enfermeras, incitándolas a que continuaran con su trabajo de cambiar las toallas calientes por otras más frías. De repente, otro vampiro entró en la sala y se acercó al encargado del chico. Susurró unas leves palabras, de las cuales ambas enfermeras escucharon, pero que el neófito -aún desorientado- no logró escuchar. "Ha sido Vladimir D'Shaitis", fue todo lo que dijo. Las sorpresa de la noticia fue representada en sus rostros, quedando totalmente bocabiertos y con los ojos como platos. Incluso uno de ellos preguntó si había entendido bien, incrédulo de la noticia. Por supuesto que todo el personal que llevaba el caso de Marcus O'Conell y Ziel Carphatia, conocía los antecedentes del neófito y del vampiro, pero no podía llegar a concebirlo. Claramente, si Vladimir había convertido al peliazul, era pues se suponer, que iba a convertirse en otro más de "sus Hijos". Porque todo el mundo lo hacía luego de escucharlo. Y obviamente, esta no iba a ser excepción.
Miró al chico anonadado. No terminaba de creer que el chico se convertiría en uno de esos monstruos. Ahora ya no lo miraba con tan buenos ojos, si es que alguna vez lo había hecho. Quizá... pensó que hasta quizá su enfermedad se hubiera dado porque su cuerpo no podía soportarlo, ya que nadie conocía la fecha exacta de cuándo se convirtió.
-Vamos a hacerte unas pruebas para encontrar lo que te está produciendo estas fiebres, ¿de acuerdo? - Dijo tranquilamente, fijando sus ojos en el cuerpo del neófito. Yo giré la cabeza en la dirección de aquella voz que me hablaba. ¿Por qué tenían que hacer pruebas? ¿Por qué no podían tomar un diagnóstico claro con únicamente ver los síntomas? Negué lentamente, comenzando a impacientarme. No, no quería someterme a las pruebas, no quería ser un conejo de laboratorio nuevamente y para que, finalmente, volvieran a comunicarme la mala noticia de la enfermedad que tenía. Tampoco quería saber si esto era una enfermedad nueva o si era la continuación de la que siempre tuve, cosa más probable. Pero jamás habría pensado que Marcus había confesado el secreto de mi conversión y que todo el mundo deseaba tomarme para hacer sus experimentos.
-N-no... - Murmuré, negándome a ser atendido. Cerré los ojos con fuerza, comenzando a revolverme con verdadera dificultad. Los movimientos eran lentos, muy lentos, pero se proyectaban sobre las manos, sobre los pies que trataban de salir fuera de la camilla. Traté de quitarme las ventosas del pecho e inclusive la vía, al igual que siempre. La vista se recuperaba poco a poco, pese a las vueltas que estaba dándome la cabeza ahora. Las enfermeras se esmeraban por no cruzar los cables de la sangre y del monitor que controlaba las pulsaciones -las cuales empezaron a ser más rápidas, provocadas por la tensión de someterme a la voluntad del médico-, además de que no lograra salir de la cama.
-Tranquilo no pasa nada, cielo. - Intentaban que la calma llegara tras escuchar su voz, pero dentro del edificio, el único que podía conseguirlo era Marcus O'Conell. - Solamente van a ser unas pruebas. Ni siquiera te vas a enterar de que te las vamos a hacer, porque no hacen ni daño. - Insistió una de ellas.
-Sí, mira, si quieres, me las hago yo contigo para que veas que no ocurre nada, ¿vale? - Comentó la otra mientras colocaba de nuevo las ventosas sobre su pecho. Luego, ambas miraron al encargado momentáneamente. Si el chico se salía de control, el Consejo...
-Átenlo. - Musitó en una única palabra, cambiando su cara. Le daba asco tener allí a otro vampiro más como Marcus. Las subordinadas asintieron y comenzaron a extender las correas sobre el cuerpo del chico, para impedir sus movimientos.
Como si de un cachorro se tratara, se escucharon gemidos de pena, al tiempo que era inmovilizado. "No... p-or favor, n-no, no quiero. De... A-h... jad-m-me... ", pensé entrecortadamente. A causa del estrés que entraba por no poder verles bien y defenderme correctamente, la respiración volvió a desajustarse y la fiebre incrementó unos pequeños grados. Quería que me soltaran y dejaran de tratarme como un maldito especímen. Quería ir a ver a Marcus y que no dejaran que me hicieran las pruebas. No necesitaba que nadie más, y menos el Consejo, se enterara de la enfermedad que tenía cuando era humano; menos que me señalaran como si de un asesino se tratara. Yo no había hecho nada a nadie. Entonces, ¿por qué no me dejaban? Realmente, una cosa resumía lo que anhelaba: irme a casa, donde nadie me molestara y pudiera descansar sabiendo que Marcus estaba bien, seguro, vigilando a mi lado.
-Mar... ar-cus... - Lo llamé con esfuerzo apretando todo lo que podía la mandíbula, tratando de revolverme. Sin embargo, ya había correas sobre las muñecas, los tobillos y el abdomen; impidiéndolo.
-Chico, cálmate o tendremos que sedarte y hacértelas a la fuerza. Y entonces no podrás ver a tu amigo tanto como deseas. - Pronunció duramente.
Que te jodan; pensé observándole con atención. No podía verle, aunque sí localizar dónde se encontraba más o menos. Y, disimuladamente, mientras prestaba atención al médico, una de las mujeres se encargó de sacar sangre del brazo. Ahí empezaban su "pruebas" de ratón de laboratorio. Apenas me di cuenta por no ver aún bien. En cambio, se escuchó un nuevo gemido y finalmente se alzo un poco más la voz.
Escuché su voz y... no necesité más. Por rebuscar un poco en el asunto, podría ser que alguien hubiera entrado en mi cabeza y hubiera respondido; confundiéndose así ambas voces. Sin embargo, solamente con escuchar aquella voz que transmitía, estaba mucho más tranquilo. Sí, las enfermeras llevaban razón: Marcus estaba bien. Él mismo me lo había dicho y por ahora, confiaría en que así era; tendría fe en que viniera a buscarme como siempre hacía. Una leve sonrisa apareció sobre los labios y lentamente los ojos iban cerrándose de nuevo, ya más relajado tras oírle mentalmente. En cambio, el médico realizó otra vez la misma operación de impedir que se durmiera ahora.
La fiebre iba bajando levemente con el tiempo. Las mejillas del neófito seguían coloradas, pero finalmente iba recuperando un poco de color para su tan blanquecina piel. Incluso la respiración tan ajetreada parecía encontrar niveles más corrientes, pese al sofoco que aún llevaban. La mano del médico se posó sobre su frente y asintió a las enfermeras, incitándolas a que continuaran con su trabajo de cambiar las toallas calientes por otras más frías. De repente, otro vampiro entró en la sala y se acercó al encargado del chico. Susurró unas leves palabras, de las cuales ambas enfermeras escucharon, pero que el neófito -aún desorientado- no logró escuchar. "Ha sido Vladimir D'Shaitis", fue todo lo que dijo. Las sorpresa de la noticia fue representada en sus rostros, quedando totalmente bocabiertos y con los ojos como platos. Incluso uno de ellos preguntó si había entendido bien, incrédulo de la noticia. Por supuesto que todo el personal que llevaba el caso de Marcus O'Conell y Ziel Carphatia, conocía los antecedentes del neófito y del vampiro, pero no podía llegar a concebirlo. Claramente, si Vladimir había convertido al peliazul, era pues se suponer, que iba a convertirse en otro más de "sus Hijos". Porque todo el mundo lo hacía luego de escucharlo. Y obviamente, esta no iba a ser excepción.
Miró al chico anonadado. No terminaba de creer que el chico se convertiría en uno de esos monstruos. Ahora ya no lo miraba con tan buenos ojos, si es que alguna vez lo había hecho. Quizá... pensó que hasta quizá su enfermedad se hubiera dado porque su cuerpo no podía soportarlo, ya que nadie conocía la fecha exacta de cuándo se convirtió.
-Vamos a hacerte unas pruebas para encontrar lo que te está produciendo estas fiebres, ¿de acuerdo? - Dijo tranquilamente, fijando sus ojos en el cuerpo del neófito. Yo giré la cabeza en la dirección de aquella voz que me hablaba. ¿Por qué tenían que hacer pruebas? ¿Por qué no podían tomar un diagnóstico claro con únicamente ver los síntomas? Negué lentamente, comenzando a impacientarme. No, no quería someterme a las pruebas, no quería ser un conejo de laboratorio nuevamente y para que, finalmente, volvieran a comunicarme la mala noticia de la enfermedad que tenía. Tampoco quería saber si esto era una enfermedad nueva o si era la continuación de la que siempre tuve, cosa más probable. Pero jamás habría pensado que Marcus había confesado el secreto de mi conversión y que todo el mundo deseaba tomarme para hacer sus experimentos.
-N-no... - Murmuré, negándome a ser atendido. Cerré los ojos con fuerza, comenzando a revolverme con verdadera dificultad. Los movimientos eran lentos, muy lentos, pero se proyectaban sobre las manos, sobre los pies que trataban de salir fuera de la camilla. Traté de quitarme las ventosas del pecho e inclusive la vía, al igual que siempre. La vista se recuperaba poco a poco, pese a las vueltas que estaba dándome la cabeza ahora. Las enfermeras se esmeraban por no cruzar los cables de la sangre y del monitor que controlaba las pulsaciones -las cuales empezaron a ser más rápidas, provocadas por la tensión de someterme a la voluntad del médico-, además de que no lograra salir de la cama.
-Tranquilo no pasa nada, cielo. - Intentaban que la calma llegara tras escuchar su voz, pero dentro del edificio, el único que podía conseguirlo era Marcus O'Conell. - Solamente van a ser unas pruebas. Ni siquiera te vas a enterar de que te las vamos a hacer, porque no hacen ni daño. - Insistió una de ellas.
-Sí, mira, si quieres, me las hago yo contigo para que veas que no ocurre nada, ¿vale? - Comentó la otra mientras colocaba de nuevo las ventosas sobre su pecho. Luego, ambas miraron al encargado momentáneamente. Si el chico se salía de control, el Consejo...
-Átenlo. - Musitó en una única palabra, cambiando su cara. Le daba asco tener allí a otro vampiro más como Marcus. Las subordinadas asintieron y comenzaron a extender las correas sobre el cuerpo del chico, para impedir sus movimientos.
Como si de un cachorro se tratara, se escucharon gemidos de pena, al tiempo que era inmovilizado. "No... p-or favor, n-no, no quiero. De... A-h... jad-m-me... ", pensé entrecortadamente. A causa del estrés que entraba por no poder verles bien y defenderme correctamente, la respiración volvió a desajustarse y la fiebre incrementó unos pequeños grados. Quería que me soltaran y dejaran de tratarme como un maldito especímen. Quería ir a ver a Marcus y que no dejaran que me hicieran las pruebas. No necesitaba que nadie más, y menos el Consejo, se enterara de la enfermedad que tenía cuando era humano; menos que me señalaran como si de un asesino se tratara. Yo no había hecho nada a nadie. Entonces, ¿por qué no me dejaban? Realmente, una cosa resumía lo que anhelaba: irme a casa, donde nadie me molestara y pudiera descansar sabiendo que Marcus estaba bien, seguro, vigilando a mi lado.
-Mar... ar-cus... - Lo llamé con esfuerzo apretando todo lo que podía la mandíbula, tratando de revolverme. Sin embargo, ya había correas sobre las muñecas, los tobillos y el abdomen; impidiéndolo.
-Chico, cálmate o tendremos que sedarte y hacértelas a la fuerza. Y entonces no podrás ver a tu amigo tanto como deseas. - Pronunció duramente.
Que te jodan; pensé observándole con atención. No podía verle, aunque sí localizar dónde se encontraba más o menos. Y, disimuladamente, mientras prestaba atención al médico, una de las mujeres se encargó de sacar sangre del brazo. Ahí empezaban su "pruebas" de ratón de laboratorio. Apenas me di cuenta por no ver aún bien. En cambio, se escuchó un nuevo gemido y finalmente se alzo un poco más la voz.
- Ziel A. Carphatia
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Re: Consultorio
El vampiro, otra vez frente a Marcus, se acomodó un poco en su silla y tomó aire. Allí comenzaba la segunda parte del interrogatorio. Marcus había oído que estaban pasándose la información obtenida unos a otros. Debería tener mucho cuidado al hablar. Temía que sus intentos por ayudar a Ziel pareciendo civilizado cuando en verdad quería asesinarlos a todos fueran en vano. Por el momento, sólo le quedaba tener esperanzas. Debía confiar en el Consejo aunque ellos también quisieran verlos muertos. Pero, entonces, ¿por qué los ayudaban? Por más que no fueran las mejores condiciones y aunque le pesara admitirlo, era mejor estar aquí ahora mismo que allí afuera, rodeado de peligros mayores en tal estado deplorable y de probable inconsciencia. Así, Marcus levantó la vista, listo para responder lo que sea.
- ¿Dónde se ocultan?
- ¿Quiénes?
- Ustedes.
- No tenemos un lugar fijo, nos ocultamos dónde creamos que es más seguro según la ocasión.
El vampiro asintió mientras fruncía el ceño y se llevaba una mano hacia su mentón. Prosiguió:
- Cuando te pregunté dónde se ocultaban, preguntaste por "quiénes"... ¿Acaso hay más?
Marcus maldijo. Esos malnacidos estaban enredándolo otra vez. Resultaba sumamente difícil ocultar la verdad cuando esta desborda por los poros. Demasiados problemas, demasiados secretos. Marcus jamás les nombraría a Bella. Haría de cuenta que ella nunca existió, por más que los allí presentes conocieran su relación con él y con Ziel. Aún así, no la nombraría. Sin embargo, ¿qué respondería ahora? ¿Les nombraría a los cazadores, en quienes realmente pensó cuando formuló esa pregunta espontánea? De ninguna manera. Quizá el Consejo tuviese una extraña alianza, pues lo que tanto ansiaban hace poco era capturarlos, y quién sabe si no hubieran planeado algo con ellos. De igual modo, si ese era el caso, pronto se enteraría, cuando ellos atravesasen esa puerta y el caos se desatara nuevamente. De solo pensarlo, Marcus hizo una de sus manos un puño.
- ¿Y, O'Conell? Te hemos hecho una pregunta.
- Los cazadores; me refería a los cazadores.
- ¿Cazadores? ¿Te refieres a los desertores? ¿Aún los están buscando? Pensé que ya te habías encargado de matarlos a todos -rió a carcajadas, tomando aquello como un gracioso chiste-. Vaya, O'Conell, no te creía tan piadoso -continuó riendo, hasta que reparó en que si esos cazadores continuaban presentes, sólo significaban un obstáculo para el Consejo. Esos inútiles buenos para nada no tenían nada que hacer con ninguno de los Hijos de Vladimir, pues no sabrían cómo manejarlos ni cómo sacarles provecho. El hombre se puso serio otra vez, y recostó su espalda en el respaldo.
Pasaron unos momentos, hasta que otra pregunta fue formulada:
- ¿Qué ocurrió en el bosque, O'Conell?
El silencio invadió la sala. Sólo se oyeron las cadenas que sostenían a Marcus, siendo removidas por él mismo. Su oído y su mente habían captado sonidos que no le agradaron en lo absoluto: la agonía de Ziel. Los ojos del vampiro se pusieron brillantes y amenazantes. Se levantó de repente, tirando de las cadenas y enseñando los colmillos.
- ¿Qué le están haciendo? Dijeron que iban a ayudarlo y a hacerlo mejorar, no a dañarlo aún más. ¡Déjenlo en paz, porque juro que no colaboraré ni un minuto más con ustedes! -gritó ferozmente. Si bien Marcus intentaba mantener los modos, su nerviosismo y preocupación estaban luchando por hacerle perder los estribos otra vez. Pero nadie podría imaginar el desastre que podría llegar a ocasionar allí, salvo Ziel y él mismo. Y, entonces, se le ocurrió la información perfecta que ellos querrían oír.
- Fueron los cazadores. Ellos nos siguieron. Nos acorralaron y comenzaron a atacarnos. Nos defendimos como pudimos, pero llevaron nuevas armas con nuevas drogas, y luego de ocasionar todo ese desastre se vieron obligados a dejarnos allí. Varios de ellos habían muerto ya por nuestra defensa, y los que quedaban no podían lidiar con nosotros. Los escuché hablar mientras me desvanecía. Ellos planean exterminar a cada vampiro de este pueblo, y han comenzado por nosotros -soltó, agitado, sin titubear en ninguna palabra. Fue un discurso que, a ojos de los miembros del Consejo, pareció muy convincente y certero. Sin embargo, les quedaba la duda de por qué no se los habían llevado. Pero decidieron no preguntar, pues ya era demasiado buena la información y una nueva decisión estaba a punto de formarse. Un cambio en los acontecimientos de Marcus O'Conell y Ziel Carphatia.
- O'Conell... -murmuró el vampiro, poniéndose de pie frente a él y mirándolo a los ojos-. Trabajarás para nosotros. Y no es que te queden muchas opciones, pues veo que aprecias demasiado la vida de ese muchacho... Te usaremos para acceder a esos cazadores. Seguirás nuestras órdenes al pie de la letra. Ya que Vladimir, tu querido Padre, está desaparecido, y ya que tú no mostraste verdaderos signos de estar a su lado cuando él lo necesitó, no creo que te moleste traicionarlo una vez más -siseó, perspicaz.
Marcus, observando lo que estaba aconteciendo y viendo del modo en que podría evitar el juicio y darle libertad y paz a Ziel, no dudó ni un segundo en tomar una decisión.
- Haré lo que crean necesario, pero por favor dejen descansar a Ziel y no vuelvan a ponerle una mano encima, de lo contrario, no hay trato -sentenció.
Los miembros del séquito del Consejo se miraron entre sí y sonrieron. Uno salió hacia la habitación donde se encontraba el médico con Ziel mientras que otro, quien realizaba las preguntas, chasqueó sus dedos y en un instante tuvo entre sus manos una jeringa algo gruesa que otro le había alcanzado. La acercó a Marcus y la clavó en su cuello con fiereza.
- Con esto nos aseguraremos tu lealtad -sonrió, satisfecho, observando cómo el rastreador se adhería a la cara interna de su piel y se aferraba a los músculos de su cuello-. Sabia decisión, O'Conell -agregó, riendo sutilmente y aprobando su elección. A continuación, miró a sus súbditos y señaló la habitación donde se encontraba Ziel.
- Traigan al chico y asegúrense de que esté cómodo y tranquilo.
Marcus, que por tanto tiempo apretó su mandíbula y crujió sus colmillos, pudo sentir que por fin, una vez, hacía las cosas bien para Ziel. Suspiró y sonrió suavemente, extrañamente relajado y feliz. Dejó caer la cabeza hacia delante, mientras su cabello cubría momentáneamente su apaciguado semblante.
- ¿Dónde se ocultan?
- ¿Quiénes?
- Ustedes.
- No tenemos un lugar fijo, nos ocultamos dónde creamos que es más seguro según la ocasión.
El vampiro asintió mientras fruncía el ceño y se llevaba una mano hacia su mentón. Prosiguió:
- Cuando te pregunté dónde se ocultaban, preguntaste por "quiénes"... ¿Acaso hay más?
Marcus maldijo. Esos malnacidos estaban enredándolo otra vez. Resultaba sumamente difícil ocultar la verdad cuando esta desborda por los poros. Demasiados problemas, demasiados secretos. Marcus jamás les nombraría a Bella. Haría de cuenta que ella nunca existió, por más que los allí presentes conocieran su relación con él y con Ziel. Aún así, no la nombraría. Sin embargo, ¿qué respondería ahora? ¿Les nombraría a los cazadores, en quienes realmente pensó cuando formuló esa pregunta espontánea? De ninguna manera. Quizá el Consejo tuviese una extraña alianza, pues lo que tanto ansiaban hace poco era capturarlos, y quién sabe si no hubieran planeado algo con ellos. De igual modo, si ese era el caso, pronto se enteraría, cuando ellos atravesasen esa puerta y el caos se desatara nuevamente. De solo pensarlo, Marcus hizo una de sus manos un puño.
- ¿Y, O'Conell? Te hemos hecho una pregunta.
- Los cazadores; me refería a los cazadores.
- ¿Cazadores? ¿Te refieres a los desertores? ¿Aún los están buscando? Pensé que ya te habías encargado de matarlos a todos -rió a carcajadas, tomando aquello como un gracioso chiste-. Vaya, O'Conell, no te creía tan piadoso -continuó riendo, hasta que reparó en que si esos cazadores continuaban presentes, sólo significaban un obstáculo para el Consejo. Esos inútiles buenos para nada no tenían nada que hacer con ninguno de los Hijos de Vladimir, pues no sabrían cómo manejarlos ni cómo sacarles provecho. El hombre se puso serio otra vez, y recostó su espalda en el respaldo.
Pasaron unos momentos, hasta que otra pregunta fue formulada:
- ¿Qué ocurrió en el bosque, O'Conell?
El silencio invadió la sala. Sólo se oyeron las cadenas que sostenían a Marcus, siendo removidas por él mismo. Su oído y su mente habían captado sonidos que no le agradaron en lo absoluto: la agonía de Ziel. Los ojos del vampiro se pusieron brillantes y amenazantes. Se levantó de repente, tirando de las cadenas y enseñando los colmillos.
- ¿Qué le están haciendo? Dijeron que iban a ayudarlo y a hacerlo mejorar, no a dañarlo aún más. ¡Déjenlo en paz, porque juro que no colaboraré ni un minuto más con ustedes! -gritó ferozmente. Si bien Marcus intentaba mantener los modos, su nerviosismo y preocupación estaban luchando por hacerle perder los estribos otra vez. Pero nadie podría imaginar el desastre que podría llegar a ocasionar allí, salvo Ziel y él mismo. Y, entonces, se le ocurrió la información perfecta que ellos querrían oír.
- Fueron los cazadores. Ellos nos siguieron. Nos acorralaron y comenzaron a atacarnos. Nos defendimos como pudimos, pero llevaron nuevas armas con nuevas drogas, y luego de ocasionar todo ese desastre se vieron obligados a dejarnos allí. Varios de ellos habían muerto ya por nuestra defensa, y los que quedaban no podían lidiar con nosotros. Los escuché hablar mientras me desvanecía. Ellos planean exterminar a cada vampiro de este pueblo, y han comenzado por nosotros -soltó, agitado, sin titubear en ninguna palabra. Fue un discurso que, a ojos de los miembros del Consejo, pareció muy convincente y certero. Sin embargo, les quedaba la duda de por qué no se los habían llevado. Pero decidieron no preguntar, pues ya era demasiado buena la información y una nueva decisión estaba a punto de formarse. Un cambio en los acontecimientos de Marcus O'Conell y Ziel Carphatia.
- O'Conell... -murmuró el vampiro, poniéndose de pie frente a él y mirándolo a los ojos-. Trabajarás para nosotros. Y no es que te queden muchas opciones, pues veo que aprecias demasiado la vida de ese muchacho... Te usaremos para acceder a esos cazadores. Seguirás nuestras órdenes al pie de la letra. Ya que Vladimir, tu querido Padre, está desaparecido, y ya que tú no mostraste verdaderos signos de estar a su lado cuando él lo necesitó, no creo que te moleste traicionarlo una vez más -siseó, perspicaz.
Marcus, observando lo que estaba aconteciendo y viendo del modo en que podría evitar el juicio y darle libertad y paz a Ziel, no dudó ni un segundo en tomar una decisión.
- Haré lo que crean necesario, pero por favor dejen descansar a Ziel y no vuelvan a ponerle una mano encima, de lo contrario, no hay trato -sentenció.
Los miembros del séquito del Consejo se miraron entre sí y sonrieron. Uno salió hacia la habitación donde se encontraba el médico con Ziel mientras que otro, quien realizaba las preguntas, chasqueó sus dedos y en un instante tuvo entre sus manos una jeringa algo gruesa que otro le había alcanzado. La acercó a Marcus y la clavó en su cuello con fiereza.
- Con esto nos aseguraremos tu lealtad -sonrió, satisfecho, observando cómo el rastreador se adhería a la cara interna de su piel y se aferraba a los músculos de su cuello-. Sabia decisión, O'Conell -agregó, riendo sutilmente y aprobando su elección. A continuación, miró a sus súbditos y señaló la habitación donde se encontraba Ziel.
- Traigan al chico y asegúrense de que esté cómodo y tranquilo.
Marcus, que por tanto tiempo apretó su mandíbula y crujió sus colmillos, pudo sentir que por fin, una vez, hacía las cosas bien para Ziel. Suspiró y sonrió suavemente, extrañamente relajado y feliz. Dejó caer la cabeza hacia delante, mientras su cabello cubría momentáneamente su apaciguado semblante.
- Marcus O'Conell
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Re: Consultorio
Y mientras lo pensaba. Últimamente nada más que lograba escapar de todos los problemas y la gran mayor parte de ellos, gracias a Marcus. Pero, ¿acaso era mejor enfrentarlos de frente? No, en absoluto. No podía enfrentarme contra los cazadores si no era con él y su don destructivo a mis espaldas. Al igual que ahora mismo, a pesar de que desconociera que ya no poseía ningún tipo de don, no me sentía cómodo de enfrentar al Consejo. Aunque, si era con tal de conseguir la libertad de Marcus y volver a verle nuevamente, me daba igual hacerlo y despoticar en la cara de aquella chusma de viejos. Para ello sí que reuniría el valor y enfrentaría a quien tuviera que hacerlo, pues, tratándose del vampiro, era capaz de cualquier cosa.
El neófito seguía resistiéndose inevitablemente, con intenciones de escapar e ir a ver a Marcus. Las enfermeras trataban de contenerlo sujetándole como podían, pero aun así, sus piernas danzaban como podían, doblándose mínimamente, aunque atadas por los tobillos. De vez en cuando me quejaba de las correas, alzando las voces para que alguien con buen corazón me escuchara y detuviera lo que estaban haciéndome. O quizá para que Marcus me escuchara y viniera a destrozar a los médicos que allí se encontraban.
El médico, cansado por la actitud indomable, cosa que alteraba al otro vampiro, posó su fuerte mano sobre la cabeza y lo inmovilizó en apenas un movimiento. Y de repente, hubo una corriente eléctrica recorriendo todo mi cuerpo, atravesándolo desde la cabeza hasta los pies. Quemaba.
Se escuchó un grito por el pasillo de consultas.
Y tras eso, la relajación se halló en el rostro del neófito, el cual quedó consciente milagrosamente y nuevamente fuera de combate. El vampiro sonrió tétricamente y las enfermeras continuaron con su trabajo de tranquilizar los intentos de fuga.
-Mira, ya está. ¿Has visto? - Dijo sacando la aguja del brazo y mostrando el tubo con la sangre que había dentro. Giré la cabeza, aturdido por la descarga que había recibido, comenzando a ver levemente formas. - No pasa nada. Sólo ha sido un pinchacito y ya está. Venga, que no ha sido nada. - Masajeó el brazo para que no saliera sangre y despistara a algún compañero sediento y después acarició su frente con dulzura. Al fin y al cabo, pese a que la sospecha de que me convirtiera en un "Hijo de Vladimir" siguiera viva, a todo el mundo le daba ternura la infantil cara del neófito. Quizá por ello, habría salido impune en rara ocasión. Esta, por ejemplo. - El resto de pruebas van a ser exactamente iguales. Y en cuanto tengamos los resultados, te va a bajar la fiebre y te encontrarás mejor. Ya lo verás. - Aseguró maternalmente.
Moví la cabeza hacia el otro lado, en señal de negación. El fino color azulado, fue a parar a la voz que estaba alentándome.
-N-no... - Volví a decir. Tras la descarga todo pesaba más y el cansancio se fortificaba junto con el provocado por la fiebre. - M... ar-cus... - Musité, plasmando en palabras lo que quería realmente: verle. Quería ver a Marcus. No había vuelto a decir nada mentalmente y comenzaba a preocuparme prontamente. La mujer, quedó prendida por el muchacho y su necesidad de ver a su compañero y asintió.
-En cuanto terminemos, te llevamos a verle. Te lo prometo. - Concluyó.
Firme y sereno, el médico salió de la habitación y dejó la puerta abierta.
-Llevadle a la sala de rayos. Vamos a hacerle un escáner. - Murmuró. Ambas asintieron y tras cambiar las toallas de la frente del chico, empezaron a trasladarlo a la sala indicada. En el pasillo, algunos vampiros observaban al chico y murmuraban cosas. Algunos al azar, otro con intención de hacer daño. Pero no las oía, o mejor, no quería ni prestarles la poca atención que pudiera dar.
Nuevamente otro mensajero venía por el pasillo, procedente de la sala de retención donde tenían a Marcus. Se dirigió primeramente al encargado, al igual que la vez anterior. Y tras una larga charla, el médico arrugó el ceño y cerró los ojos, pensándolo detenidamente. Podía suponer el riesgo de que ambos acabaran fugándose y saltándose la vigilancia del edificio. En cambio, un último detalle puesto en el cuerpo del otro vampiro, acabó por inclinarse en la decisión. Finalmente, asintió y alzó la mano.
-Enfermeras, paren. Vamos a llevar al chico con O'Conell. - Comentó. La sorpresa de ambas fue inmediata, aunque una de ellas acabó sonriendo, alegrada hasta por la decisión. Pensaba que con eso, me daría fuerzas para ir más contento a las pruebas y no me importaría tanto lo que fueran a hacerme. - Dejaremos el escáner para después.
-¡Ziel! ¡Vas a ir a ver a tu amigo! ¿Has visto? Al final hasta Hanniozuka-san va a tener buen corazón y todo. - Sonrió, contagiándome el gesto en la cara. Cerré los ojos, aliviado. - Hannah, ayúdame. - Entre las dos, me incorporaron en la camilla, mientras el mensajero traía una silla de ruedas. Desconectaron los cables y me vistieron apropiadamente, a pesar de esta ligera ropa de hospital que odiaba con todas mis fuerzas. Lo colocaron en la silla y pusieron una de las mantas sobre los hombros, por si sentía la necesidad de taparse con ella.
Seguidamente, la misma mujer de antes, se agachó delante.
-Te vamos a dar una bolsa de sangre para que te la tomes si tienes sed, ¿de acuerdo? Si quieres más, nos avisas. - Comentó, brindándome la bolsa. La agarré débilmente, bajando la cabeza para mirarla. Poco a poco los colores eran más definidos y los bultos tomaban formas más exactas, hasta el punto de alcanzar la misma visibilidad que un humano. Asentí contento con las instrucciones. Se la daría a Marcus por si no le dieron de beber. Sí, eso haría. Yo no la necesitaba en exceso. Levanté la vista, observando a la mujer que tanta amabilidad había demostrado.
-Gr... ac-ias... - Dije en un susurro. Ella volvió a acariciarme la mejilla y de repente, la silla de ruedas empezó a moverse. Hubo un momento de tensión por el movimiento, pero luego otra vez regresó la relajación de que iba a ver a Marcus.
Quedamos frente a la puerta cerrada. Y en cuanto se abrió, entró la luz de los fluorescentes. Al fondo, Marcus se encontraba encadenado. Se escuchó un pequeño grito de horror. ¿Por qué le tenían atado? ¿Por qué? ¡Él no había hecho nada! ¡No tenía la culpa de lo que sucedió! Acercaron la silla a la mitad de la instancia, mientras el médico encargado del caso se quedaba frente al cristal, observando el reencuentro. Chasqueó la lengua y finalmente habló:
-Desencadénalo. - Ordenó a uno de sus súbditos, el cual miedoso, se acercó al vampiro y quitó sus cadenas para mi alivio. Salió corriendo en cuanto lo hubo terminado, cerrando la puerta con llave. El resto de espectadores, tomaron armas en caso de utilizarlas para inmovilizarlo, por si la euforia de encontrarse lo llenaba de esperanzas de escapar. - Total, aunque escape de aquí, seguiremos sabiendo dónde se encuentran. - Continuó. Rió perversamente. Daba igual lo que Marcus hiciera ahora, sabrían en dónde se escondía en todo momento.
Y ahí lo tenía de nuevo, consciente, siendo él, quien siempre fue. Se me empañaron los ojos en un instante y tuve que pasar la mano torpemente por los ojos.
-Mar.. cus... - Me esforcé de nuevo en decir. Estiré un brazo para que viniera, al tiempo que ejercía un poco de fuerza sobre las piernas para levantarme de la silla. Temblaron un instante, la bolsa de sangre cayó al suelo, pero conseguí quedar de pie de manera algo inestable. Hubo un paso forzado, dos, tres y tras la lucha contra la fiebre, a pesar del cansancio que inundaba mi cuerpo y trataba de palarizarlo, la recompensa la tenía ya conmigo y nadie podía quitármela. Por fin podía volver a abrazarle.
El neófito seguía resistiéndose inevitablemente, con intenciones de escapar e ir a ver a Marcus. Las enfermeras trataban de contenerlo sujetándole como podían, pero aun así, sus piernas danzaban como podían, doblándose mínimamente, aunque atadas por los tobillos. De vez en cuando me quejaba de las correas, alzando las voces para que alguien con buen corazón me escuchara y detuviera lo que estaban haciéndome. O quizá para que Marcus me escuchara y viniera a destrozar a los médicos que allí se encontraban.
El médico, cansado por la actitud indomable, cosa que alteraba al otro vampiro, posó su fuerte mano sobre la cabeza y lo inmovilizó en apenas un movimiento. Y de repente, hubo una corriente eléctrica recorriendo todo mi cuerpo, atravesándolo desde la cabeza hasta los pies. Quemaba.
Se escuchó un grito por el pasillo de consultas.
Y tras eso, la relajación se halló en el rostro del neófito, el cual quedó consciente milagrosamente y nuevamente fuera de combate. El vampiro sonrió tétricamente y las enfermeras continuaron con su trabajo de tranquilizar los intentos de fuga.
-Mira, ya está. ¿Has visto? - Dijo sacando la aguja del brazo y mostrando el tubo con la sangre que había dentro. Giré la cabeza, aturdido por la descarga que había recibido, comenzando a ver levemente formas. - No pasa nada. Sólo ha sido un pinchacito y ya está. Venga, que no ha sido nada. - Masajeó el brazo para que no saliera sangre y despistara a algún compañero sediento y después acarició su frente con dulzura. Al fin y al cabo, pese a que la sospecha de que me convirtiera en un "Hijo de Vladimir" siguiera viva, a todo el mundo le daba ternura la infantil cara del neófito. Quizá por ello, habría salido impune en rara ocasión. Esta, por ejemplo. - El resto de pruebas van a ser exactamente iguales. Y en cuanto tengamos los resultados, te va a bajar la fiebre y te encontrarás mejor. Ya lo verás. - Aseguró maternalmente.
Moví la cabeza hacia el otro lado, en señal de negación. El fino color azulado, fue a parar a la voz que estaba alentándome.
-N-no... - Volví a decir. Tras la descarga todo pesaba más y el cansancio se fortificaba junto con el provocado por la fiebre. - M... ar-cus... - Musité, plasmando en palabras lo que quería realmente: verle. Quería ver a Marcus. No había vuelto a decir nada mentalmente y comenzaba a preocuparme prontamente. La mujer, quedó prendida por el muchacho y su necesidad de ver a su compañero y asintió.
-En cuanto terminemos, te llevamos a verle. Te lo prometo. - Concluyó.
Firme y sereno, el médico salió de la habitación y dejó la puerta abierta.
-Llevadle a la sala de rayos. Vamos a hacerle un escáner. - Murmuró. Ambas asintieron y tras cambiar las toallas de la frente del chico, empezaron a trasladarlo a la sala indicada. En el pasillo, algunos vampiros observaban al chico y murmuraban cosas. Algunos al azar, otro con intención de hacer daño. Pero no las oía, o mejor, no quería ni prestarles la poca atención que pudiera dar.
Nuevamente otro mensajero venía por el pasillo, procedente de la sala de retención donde tenían a Marcus. Se dirigió primeramente al encargado, al igual que la vez anterior. Y tras una larga charla, el médico arrugó el ceño y cerró los ojos, pensándolo detenidamente. Podía suponer el riesgo de que ambos acabaran fugándose y saltándose la vigilancia del edificio. En cambio, un último detalle puesto en el cuerpo del otro vampiro, acabó por inclinarse en la decisión. Finalmente, asintió y alzó la mano.
-Enfermeras, paren. Vamos a llevar al chico con O'Conell. - Comentó. La sorpresa de ambas fue inmediata, aunque una de ellas acabó sonriendo, alegrada hasta por la decisión. Pensaba que con eso, me daría fuerzas para ir más contento a las pruebas y no me importaría tanto lo que fueran a hacerme. - Dejaremos el escáner para después.
-¡Ziel! ¡Vas a ir a ver a tu amigo! ¿Has visto? Al final hasta Hanniozuka-san va a tener buen corazón y todo. - Sonrió, contagiándome el gesto en la cara. Cerré los ojos, aliviado. - Hannah, ayúdame. - Entre las dos, me incorporaron en la camilla, mientras el mensajero traía una silla de ruedas. Desconectaron los cables y me vistieron apropiadamente, a pesar de esta ligera ropa de hospital que odiaba con todas mis fuerzas. Lo colocaron en la silla y pusieron una de las mantas sobre los hombros, por si sentía la necesidad de taparse con ella.
Seguidamente, la misma mujer de antes, se agachó delante.
-Te vamos a dar una bolsa de sangre para que te la tomes si tienes sed, ¿de acuerdo? Si quieres más, nos avisas. - Comentó, brindándome la bolsa. La agarré débilmente, bajando la cabeza para mirarla. Poco a poco los colores eran más definidos y los bultos tomaban formas más exactas, hasta el punto de alcanzar la misma visibilidad que un humano. Asentí contento con las instrucciones. Se la daría a Marcus por si no le dieron de beber. Sí, eso haría. Yo no la necesitaba en exceso. Levanté la vista, observando a la mujer que tanta amabilidad había demostrado.
-Gr... ac-ias... - Dije en un susurro. Ella volvió a acariciarme la mejilla y de repente, la silla de ruedas empezó a moverse. Hubo un momento de tensión por el movimiento, pero luego otra vez regresó la relajación de que iba a ver a Marcus.
Quedamos frente a la puerta cerrada. Y en cuanto se abrió, entró la luz de los fluorescentes. Al fondo, Marcus se encontraba encadenado. Se escuchó un pequeño grito de horror. ¿Por qué le tenían atado? ¿Por qué? ¡Él no había hecho nada! ¡No tenía la culpa de lo que sucedió! Acercaron la silla a la mitad de la instancia, mientras el médico encargado del caso se quedaba frente al cristal, observando el reencuentro. Chasqueó la lengua y finalmente habló:
-Desencadénalo. - Ordenó a uno de sus súbditos, el cual miedoso, se acercó al vampiro y quitó sus cadenas para mi alivio. Salió corriendo en cuanto lo hubo terminado, cerrando la puerta con llave. El resto de espectadores, tomaron armas en caso de utilizarlas para inmovilizarlo, por si la euforia de encontrarse lo llenaba de esperanzas de escapar. - Total, aunque escape de aquí, seguiremos sabiendo dónde se encuentran. - Continuó. Rió perversamente. Daba igual lo que Marcus hiciera ahora, sabrían en dónde se escondía en todo momento.
Y ahí lo tenía de nuevo, consciente, siendo él, quien siempre fue. Se me empañaron los ojos en un instante y tuve que pasar la mano torpemente por los ojos.
-Mar.. cus... - Me esforcé de nuevo en decir. Estiré un brazo para que viniera, al tiempo que ejercía un poco de fuerza sobre las piernas para levantarme de la silla. Temblaron un instante, la bolsa de sangre cayó al suelo, pero conseguí quedar de pie de manera algo inestable. Hubo un paso forzado, dos, tres y tras la lucha contra la fiebre, a pesar del cansancio que inundaba mi cuerpo y trataba de palarizarlo, la recompensa la tenía ya conmigo y nadie podía quitármela. Por fin podía volver a abrazarle.
- Ziel A. Carphatia
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Re: Consultorio
Lo había logrado. Lo había conseguido. Ziel obtendría la tranquilidad que necesitara, aquí lo tratarían como un rey y Marcus mismo tenía la llave para asegurar que el Consejo lo proteja y lo atienda. Sacrificándose a sí mismo, había logrado compensar el sacrificio que hizo Ziel allí afuera, aunque jamás alcanzaría a devolverle todo lo que en verdad merece. Más allá de las mentiras implementadas en este operativo -porque así decidió llamarlo en su mente- había logrado un buen final, para diferenciarse de los finales catastróficos a los que solían estar acostumbrados. Aunque ahora tuviera que ser un perro del Consejo, literalmente, estaba dispuesto a asumir lo que fuera. Después de todo, Marcus siempre tenía sus trucos y sus artimañas. Que fuera un hombre de bien ahora no significaba que hubiera dejado de lado su siniestralidad al cien por cien. Entonces, allí, en silencio y de pie, con el corazón palpitando a mil por hora, aguardó. Con ojos esperanzados y brillantes, esperó. Con ilusión desbordando a través de una suave sonrisa gratificante, permaneció.
La puerta se abrió.
La imagen de Ziel inundó sus pupilas. El muchacho estaba en una silla de ruedas, pálido, débil. La figura rompió y resquebrajó el alma de Marcus, porque sabía que era su culpa, su maldita culpa, pero aquello sería un pesar con el cual él solo lidiaría, y que sólo conocerían los más cercanos a ellos, como Bella, Kasha y Kai. Pero, los demás, no tenían por qué conocer la verdad ni saber que Marcus era, ahora, más peligroso que nunca. Prefería que ellos siguieran creyendo sus cuentos, confiando en sus palabras y, sobre todo, confiando en que él sería ahora una perfecta arma contra cualquiera que quisiera vérselas con el Consejo. Pero ahora todos esos pensamientos y conjeturas no importaban. Ahora la figura de Ziel inundaba cada resquicio de aquella habitación. Marcus dio dos pasos hacia el frente, pero se vio obligado a frenar a causa de las cadenas. En ese momento, aquel médico ordenó que lo soltaran de muy mala gana. Inconscientemente, Marcus comenzó a oír sus pensamientos, y se estremeció al ver que no eran nada buenos, pero rió por dentro al saber que, ahora, no había nada que él pudiera hacer en contra suya o de Ziel. Marcus sentía esto como una victoria, y tal vez estaba bien pensarlo así. Lograría, a partir de aquí, escalar más y más escalones, hasta resultar ser indispensable para el Consejo.
En cuanto las cadenas cedieron, el vampiro se abalanzó hacia Ziel. El joven tambaleaba mientras luchaba por mantenerse en pie. Marcus lo envolvió velozmente entre sus brazos, sujetando su nuca con una de sus manos y enredando sus dedos en sus azules cabellos. Cerró los ojos, sintiendo su aroma, añorando su presencia, pero se estremeció al percibir la enfermedad corrosiva torturando su cuerpo.
- Estoy aquí, para ti. Ya estamos juntos otra vez -susurró contra su pelo, ejerciendo un poco de fuerza y obligándolo a sentarse otra vez. Se llevó una de las manos de Ziel a su propio rostro, depositándola sobre su mejilla y sintiendo el placentero contacto junto al alivio que sentía por tenerle allí y ver que estaba intacto. Acto seguido, parpadeó pesadamente y lo miró a los ojos. Movió sus labios en un perfecto "Te quiero", seguido de un "Te llevaré a casa".
Los vampiros que veían la escena a través del vidrio, comenzaron a retirarse. Sin embargo, el médico continuó allí, vigilándolo todo, mientras los demás cantaban su victoria con la posesión de Marcus O'Conell como tremenda arma letal. Marcus, por precaución, pensó lo que quería decirle a Ziel, esperando que él pudiese oírlo, aunque en verdad otra vez funcionaría a la inversa: Ziel, debes seguir mis indicaciones ahora. Les he hecho creer que lo sucedido en el bosque se debió a los cazadores. Me he ganado gran parte de su confianza y me han ordenado trabajar para ellos. Tengo un dispositivo en el cuerpo, ellos seguirán mis movimientos en todo momento, por lo que no puedo regresar a casa, pero intentaré convencerlos para poder llegar hasta la casa de Kasha. Y no te asustes ni te alarmes, te contaré todo con más detalle, pero ahora, por favor, solo quédate conmigo y dejemos que el Destino decida, una vez más, rogando que las cartas sean arrojadas a nuestro favor. Sé que me he metido en un lío y que puede ser muy peligroso si descubren la verdad, pero me aseguraré que no lo hagan, ¿sabes por qué? Porque entregándome a ellos, he logrado que tengas la protección del Consejo. Así que siéntete alegre, no te preocupes, y quédate ahora a mi lado un poco más.
Tras pensar todo aquello, o mejor dicho tras decir todo aquello, Marcus se inclinó sobre los labios de Ziel de improvisto, como si aquella comunicación no hubiera existido y todo este tiempo hubieran estado ensimismados observándose el uno al otro. No le importó que alguien allí mirase, pues lo único que necesitaba y deseaba era sentir a Ziel cerca, entre sus brazos. Unieron sus labios y Marcus, otra vez, inconscientemente, comenzó a desplegar su aura levemente, invadiendo el cuerpo del neófito convaleciente. El beso amenazó con volverse excesivamente pasional, pero el vampiro mayor lo frenó antes que el éxtasis le arrebatara los sentidos. Se despegó apenas de sus labios y sujetó una de sus mejillas con una de sus manos, mientras que la otra la depositaba sobre el regazo de Ziel, enrendando sus dedos con los pálidos de él. Pegó su frente a la suya y lo miró a los ojos. Jamás se había visto a Marcus tan esperanzado en lo que iba de esta situación caótica con los cazadores. Una suave y sincera sonrisa adornó su marmóreo rostro y un fugaz beso recibió Ziel luego de eso.
Definitivamente, lograrían salir de esta. Saldrían bien parados de cada contienda. Y lo harían juntos, como siempre.
La puerta se abrió.
La imagen de Ziel inundó sus pupilas. El muchacho estaba en una silla de ruedas, pálido, débil. La figura rompió y resquebrajó el alma de Marcus, porque sabía que era su culpa, su maldita culpa, pero aquello sería un pesar con el cual él solo lidiaría, y que sólo conocerían los más cercanos a ellos, como Bella, Kasha y Kai. Pero, los demás, no tenían por qué conocer la verdad ni saber que Marcus era, ahora, más peligroso que nunca. Prefería que ellos siguieran creyendo sus cuentos, confiando en sus palabras y, sobre todo, confiando en que él sería ahora una perfecta arma contra cualquiera que quisiera vérselas con el Consejo. Pero ahora todos esos pensamientos y conjeturas no importaban. Ahora la figura de Ziel inundaba cada resquicio de aquella habitación. Marcus dio dos pasos hacia el frente, pero se vio obligado a frenar a causa de las cadenas. En ese momento, aquel médico ordenó que lo soltaran de muy mala gana. Inconscientemente, Marcus comenzó a oír sus pensamientos, y se estremeció al ver que no eran nada buenos, pero rió por dentro al saber que, ahora, no había nada que él pudiera hacer en contra suya o de Ziel. Marcus sentía esto como una victoria, y tal vez estaba bien pensarlo así. Lograría, a partir de aquí, escalar más y más escalones, hasta resultar ser indispensable para el Consejo.
En cuanto las cadenas cedieron, el vampiro se abalanzó hacia Ziel. El joven tambaleaba mientras luchaba por mantenerse en pie. Marcus lo envolvió velozmente entre sus brazos, sujetando su nuca con una de sus manos y enredando sus dedos en sus azules cabellos. Cerró los ojos, sintiendo su aroma, añorando su presencia, pero se estremeció al percibir la enfermedad corrosiva torturando su cuerpo.
- Estoy aquí, para ti. Ya estamos juntos otra vez -susurró contra su pelo, ejerciendo un poco de fuerza y obligándolo a sentarse otra vez. Se llevó una de las manos de Ziel a su propio rostro, depositándola sobre su mejilla y sintiendo el placentero contacto junto al alivio que sentía por tenerle allí y ver que estaba intacto. Acto seguido, parpadeó pesadamente y lo miró a los ojos. Movió sus labios en un perfecto "Te quiero", seguido de un "Te llevaré a casa".
Los vampiros que veían la escena a través del vidrio, comenzaron a retirarse. Sin embargo, el médico continuó allí, vigilándolo todo, mientras los demás cantaban su victoria con la posesión de Marcus O'Conell como tremenda arma letal. Marcus, por precaución, pensó lo que quería decirle a Ziel, esperando que él pudiese oírlo, aunque en verdad otra vez funcionaría a la inversa: Ziel, debes seguir mis indicaciones ahora. Les he hecho creer que lo sucedido en el bosque se debió a los cazadores. Me he ganado gran parte de su confianza y me han ordenado trabajar para ellos. Tengo un dispositivo en el cuerpo, ellos seguirán mis movimientos en todo momento, por lo que no puedo regresar a casa, pero intentaré convencerlos para poder llegar hasta la casa de Kasha. Y no te asustes ni te alarmes, te contaré todo con más detalle, pero ahora, por favor, solo quédate conmigo y dejemos que el Destino decida, una vez más, rogando que las cartas sean arrojadas a nuestro favor. Sé que me he metido en un lío y que puede ser muy peligroso si descubren la verdad, pero me aseguraré que no lo hagan, ¿sabes por qué? Porque entregándome a ellos, he logrado que tengas la protección del Consejo. Así que siéntete alegre, no te preocupes, y quédate ahora a mi lado un poco más.
Tras pensar todo aquello, o mejor dicho tras decir todo aquello, Marcus se inclinó sobre los labios de Ziel de improvisto, como si aquella comunicación no hubiera existido y todo este tiempo hubieran estado ensimismados observándose el uno al otro. No le importó que alguien allí mirase, pues lo único que necesitaba y deseaba era sentir a Ziel cerca, entre sus brazos. Unieron sus labios y Marcus, otra vez, inconscientemente, comenzó a desplegar su aura levemente, invadiendo el cuerpo del neófito convaleciente. El beso amenazó con volverse excesivamente pasional, pero el vampiro mayor lo frenó antes que el éxtasis le arrebatara los sentidos. Se despegó apenas de sus labios y sujetó una de sus mejillas con una de sus manos, mientras que la otra la depositaba sobre el regazo de Ziel, enrendando sus dedos con los pálidos de él. Pegó su frente a la suya y lo miró a los ojos. Jamás se había visto a Marcus tan esperanzado en lo que iba de esta situación caótica con los cazadores. Una suave y sincera sonrisa adornó su marmóreo rostro y un fugaz beso recibió Ziel luego de eso.
Definitivamente, lograrían salir de esta. Saldrían bien parados de cada contienda. Y lo harían juntos, como siempre.
- Marcus O'Conell
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