Llegada [Actividad veraniega 1ªparte]

Nada. No conseguía distinguir absolutamente nada tras los sucios cristales de las ventanas. Me eché hacia atrás, adoptando una postura indudablemente más segura sobre la rama. Observé el edificio de arriba a abajo, pensativa. Era imposible que todo ésto fuese una coincidencia. No sabíamos dónde estábamos, nos habíamos quedado sin combustible en el único medio de transporte que teníamos y, encima, nos encontrábamos con un hotel abandonado. Y para ponerle la guinda al pastel, no solo venían alumnos y profesorado de la Academia, sino muchas personas del pueblo... Y no precisamente cualquiera. ¿Qué hacían ellos allí?

Una potente voz pronunciando mi apellido me sacó de mis cavilaciones, a la vez que hacía que casi perdiese el equilibrio que mantenía cuidadosamente sobre la rama.- ¡Kiryuu-kun!- Exclamé, suspirando al poco, aliviada. ¡Me había dado un susto! No me esperaba a nadie por allí todavía; todos parecían estar divirtiéndose y calentándole la cabeza a los responsables por toda la playa. Volviendo a asegurarme sobre la rama, volví el rostro hacia el Prefecto y negué con la cabeza, indicándole que no sabía dónde estaba Yagari en aquellos momentos.- He venido directamente aquí. Kiryuu-kun, este lugar... -Volví la mirada de nuevo hacia el hotel, completamente seria.- No me gusta nada. No me gustaba la idea de aceptar la invitación desde un principio, y después de todo lo que ha pasado y todo lo que nos estamos encontrando, me gusta aun menos. Todo este lugar paradisíaco... es como la calma antes de la tempestad.- Fruncí el ceño mientras observaba de nuevo una de las ventanas de aquel misterioso hotel.- Es como una pesadilla disfrazada de un bonito sueño, que tan solo está esperando a que nos confiemos para atraparnos...- Murmuré, perdiendo la mirada en algún punto de los gruesos muros del edificio. Un pensamiento aparecía cada vez con más frecuencia por mi cabeza: ''Hay que sacarlos a todos de aquí lo antes posible''. Pero, ¿cómo saber que aquello era lo correcto, y no una paranoia formada a base de malas experiencias y una creciente desconfianza?

Pero poco tiempo tuve de ponerme a pensar, pues otra voz que conocía muy bien me volvió a pillar desprevenida. Esta vez no perdí el equilibrio, pero mi reacción fue igual de rápida. Volví de nuevo el rostro hacia donde antes había estado solo Zero, observando con los ojos muy abiertos a la persona que ahora estaba a su lado. Le dirigí una sonrisa, pues no me podía permitir el ponerme a dar saltos de alegría estando Zero allí presente. Me mantuve en silencio, asintiendo a lo que decía. Le desee suerte al peliblanco para mis adentros cuando se le ordenó que agruparan a los que quedasen, pues muchos estaban ya llegando. No es que temiese que le fuese a pasar algo mientras cumplía con su deber; por lo que sí temía era por sus nervios, los cuales iban a terminar tratando de suicidarse por tener que lidiar con toda aquella gente alborotada que no acatarían las órdenes tan fácilmente. Volví la mirada hacia todos los que ya se habían acumulado frente al hotel, la mayoría perdiendo ya los estribos, para luego volver a dirigirla al Presidente. Abrí la boca para decirle algo, pero lo único que acabó saliendo de ella fue un agudo grito de susto al sentir que la rama en la que estaba se sacudía peligrosamentea la vez que escuchaba una voz masculina gritar algo sobre gatos.

Una vez volví a sujetarme a la rama, miré hacia atrás, buscando al autor de aquellos gritos. Pálido como la Muerte -palidez añadida a la que ya era propia de su tono de piel-, me encontré al Pura Sangre Christian Blade, subido al árbol, mientras un gatito miraba desde abajo.- ¡¿Chris-Christian-sama?!- Exclamé una vez hube recuperado el aliento. Estaba tardando un poco en procesar aquella información. El mismo hombre que me había arrancado de las garras de Rido, un vampiro Pura Sangre... ¿le tenía miedo a los gatos? Parpadeé varias veces antes de poder reaccionar, todavía algo confusa. ¡Pero no había tiempo que perder! Por su seguridad, había que reunir a todo el mundo; además, quería saber si sabía que Fraiah estaba allí y qué era lo que pasaba. Descendí rápidamente del árbol y extendí los brazos hacia él, incitándole a bajar.- ¿Se encuentra bien? ¡Yo le ayudo, no le pasará nada!- Le dije, apurada. Al notar algo frotándose contra mi pierna, bajé la mirada y me encontré con el pequeño minino. ¡Claro! Si veía que el gatito no hacía nada, tal vez se tranquilizase. Alcé al gatito con ambas manos tras haberle rascado las orejas, mostrándoselo sonriente a Christian.- ¡No le hará nada! ¡Mire, si es muy bueno!- Dije, acercando al gatito a mi rostro, enternecida. Pero aquel momento acabó con una exclamación de dolor por mi parte, pues el pequeño felino decidió que mi nariz tenía pinta de juguete, así que felizmente clavó sus garritas sobre ella, como si atrapase a un ratón. Solté al minino y éste se fue corriendo, alejándose del lugar. Con los ojos llorosos y las manos sobre mi dolorida nariz, me volví hacia el Pura Sangre de nuevo.- Ya se ha ido...

Múltiples podrían ser las razones por las que alguien pudiese acabar subido a un árbol, pero esta, sin duda, era la más ridícula que podía concebirse en estos momentos. Christian no miraba hacia abajo. Estuvo a punto de llamar a Kairi como un verdadero cobarde. Pero lo era. Con esos animalillos del demonio, era como un niño a quien amenazaban con "el cuco" por primera vez. Sin embargo, tuvo el valor suficiente para observar los sorprendidos ojos que tenía delante. Se trataba de aquella joven cazadora. Christian la observó y asintió a sus palabras, tratando de recobrar la calma. Varias miradas estaban sobre él, y claro, cómo no habrían de estarlo... Pero en cuanto la amenaza pareció alejarse, él se vio obligado a mirar hacia abajo para ver qué hacía Rangiku. Cuando el felino atacó la nariz de la joven, Christian mostró tragedia en su rostro.
- Son criaturas del mal -murmuró, bajito, pero seguramente ella logró oírlo.

En medio de esa conmoción, el avión se había retirado del lugar y Christian se percató de ello cuando vio a Kairi corriendo hacia el lugar. Ahora su exaltación era doble. El Pura Sangre dio un salto y descendió del árbol, no sin antes inspeccionar a fondo el lugar. Si había más gatos estaba seguro de que iba a morir, por imposible que sonase aquello. Suerte tenía de no poder sufrir paros cardíacos.
- ¿Por qué el avión se fue? ¿Qué está ocurriendo? -y no pudo hallar respuestas cuando la tierra comenzó a temblar-. Pero qué... -se tambaleó pero recargó su espalda contra el árbol del cual había descendido. Miró a la cazadora y luego a su alrededor. Oía gritos y podía oler el temor en el aire. Buscó a Kairi con la mirada, y bastó hallar sus ojos incluso a la distancia para transmitirle una señal de alerta.

FDR: Mil pero mil disculpas por la tardanza u.u

''Cómo duele...'' Tardé un poco en retirar las manos de mi nariz, pues el minino me la había dejado bastante dolorida. Aun así, a pesar de que sus traviesas garritas habían decidido clavarse con aquel ímpetu, parecía que simplemente había dejado unos cuantos arañazos sin mayor importancia. El estómago me dio un vuelco al escuchar las exclamaciones y los gritos de todos. ¿Qué pasaba? Miré hacia el cielo y allí encontré nuestro avión, cuya tripulación había decidido dejarnos en la isla, abandonados a nuestra suerte. Observé a aquel vehículo infernal con los ojos abiertos como platos, tratando de asimilar el hecho de que nos habíamos quedado sin transporte con el que salir de allí. ¿No se suponía que no tenían combustible? No grité nada, pero inconsciente encajé la mandíbula y apreté los puños. Escuché la voz de Yagari y asentí ante su silenciosa orden. Había que actuar rápido. Recogí mi mochila de entre los arbustos y saqué la otra daga que llevaba, escondiéndola bajo la ropa al igual que la otra. Me volví un instante para asegurarme de que Christian ya estaba abajo, pero entonces noté que el suelo comenzaba a temblar como si estuviese teniendo lugar un terremoto. A trompicones, llegué hasta el mismo árbol en el que estaba Christian apoyado, pues me era casi imposible mantener el equilibrio.

Pero no podía quedarme allí. Muchos de los que estaban allí habían caído al suelo o trataban de alejarse del edificio, seguramente temiendo que de aquellos muros abandonados se llegase a desprender un trozo. Alarmada, respiré hondo y me dirigí hacia ellos, estando a punto de caer varias veces.- ¡Esperad!- Grité mientras me acercaba, haciendo gestos con las manos para llamar su atención.- ¡No os separéis! ¡Permaneced juntos, por favor!- Indiqué, mirándolos con ojos suplicantes y tratando de mantener el equilibrio. Muchos directamente ni se dignaron a mirarme. Otros me observaron fugazmente, pero siguieron a lo suyo. Y otros, completamente fuera de quicio, me gritaron que quién era yo para darles órdenes. Claro, para ellos era una alumna más, otra compañera de clase. Tratando de hacerle caso omiso a estos últimos que descargaban su tensión conmigo, seguí tratando de reagrupar a los que podía, aunque fuese un esfuerzo en vano. Entre mis propios gritos y los de los demás, pude escuchar un extraño ''crack'' que hizo que volviese hacia atrás la cabeza.

El suelo se estaba abriendo. Una enorme grieta se formaba a apenas unos metros de donde estaba, y la amplitud de la misma no paraba de aumentar. Eché a correr como pude, alertando a los que aun no se habían dado cuenta, alejando como podía a los que allí estaban... y de los que querían dejarse ayudar por una simple alumna. Miré hacia detrás de nuevo, viendo con terror cómo la grieta iba a acabar pillándome. Una muchacha redujo la velocidad a la que corría para tratar de ayudarme a salir de aquel aprieto, pero, si lo hacía, la tierra nos tragaría a las dos.- ¡¡Corre!!- Le grité, sintiendo que el temblor de la tierra era más fuerte. La chica negó con la cabeza, acercándome su mano para que la tomase y ayudarme a impulsarme hacia delante. Y la grieta llegó bajo mis pies. ¿Qué hacer en aquel momento? Lo único que pude hacer fue darle un empujón a aquella persona y apartarla, haciendo que cayese hacia uno de los lados en los que la grieta había separado el suelo. Al menos, había evitado caer al vacío... pero no podía decir lo mismo sobre mí. Sentí que el cuerpo se me iba hacia detrás, aun con el brazo extendido hacia delante de haber apartado a aquella chica tan amable. Me hubiese gustado agradecerle la ayuda que me había querido prestar, pero, seguramente, ya era demasiado tarde.