Alec Baskerville

¿En verdad existirían palabras que bastasen para describir psicológicamente a un muchacho tan cerrado y problemático como él? Intentaré encontrar las más adecuadas.

Alec es siniestro, rudo, borde y demás adjetivos calificativos que puedan aplicarse como sinónimos de los nombrados. Si hubo alguna luz en su infancia, ahora todo es completa oscuridad; completa oscuridad y fuego. Se trata de un joven impulsivo y agresivo como la llama misma una vez que es alimentada por el odio y el rencor. Si algo podría decirse con certeza, es que su don como vampiro combina perfectamente con su peligrosa personalidad. Tras la pérdida de su familia, se transformó en un ser sádico, deseoso de venganza en todo momento. Es agresivo y violento, pero al mismo tiempo puede llegar a ser muy apacible, tan calmo como una fogata en medio del invierno. Generalmente, cuando no hay nada cerca que lo perturbe exepto sus propios pensamientos, suele ser serio, tranquilo y solitario, aguardando como una verdadera bestia sedienta el momento oportuno para hincar sus colmillos en su adversario. Es desconfiado, no tiene amigos ni los busca, pues está mejor solo, sin tener que preocuparse por nada ni por nadie. Si algún día sonrió, ya olvidó cómo hacerlo. Ahora, sólo cree que su destino es contribuir para acabar con aquellas bestias como él, que solo buscan la destrucción de la humanidad. Sin embargo, pese a ayudar a los humanos, los detesta tanto como detesta a los vampiros y como se detesta a sí mismo. Cada humano que ve es un vivo reflejo de la debilidad de su madre, y detesta estar cerca de ellos, porque no puede evitar los recuerdos. Alec, simplemente, es un perro soltario y rabioso, que muerde día a día su propia lengua y se intoxica con su propio veneno corrosivo. Es un ser arbitrario, autoritario, que lleva su vida como se le da la gana, sin hacer nada favorable por alguien con verdaderas intenciones buenas, y cayendo en todos los vicios habidos y por haber, sin importarle un comino lo que piense la gente, pues al fin y al cabo, él no le debe nada a nadie y no tiene, tampoco, nadie a quien impresionar o por quien luchar.

Alec O' Conell, o mejor conocido como Alec Baskerville, solía ser un niño bastante alegre.. solía adorar la vida y la humanidad. Claro, solía alabar todas esas cosas típicas de niños, hasta que conoció la enfermedad y el abandono.

Hijo de un padre vampiro y una madre humana, jamás podría esperar tener un final próspero. Con apenas tres años de edad, tuvo que ver con sus propios e inocentes ojos cómo su madre se consumía presa de una terrible enfermedad mientras que su padre, un médico desesperado y aterrado al mismo tiempo, nunca estaba en casa pr intentar mantener la familia y a su vez hallar una cura para el bienestar de su esposa. Los días transcurrían de ese modo, pero los años previos a tal situación eran agradables. ¿Cómo no recordar las tardes en el parque? ¿Cómo olvidar la sonrisa de su padre cada vez que le traía algún dulce y él, como todo niño, lo aceptaba completamente alegre como si aquel fuera un tesoro inigualable? ¿Cómo dejar atrás a su madre, dulce y amable mujer, siempre hermosa y dispuesta a amarlo infinitamente? Era imposible para Alec dejar atrás esos recuerdos, esas memorias nostálgicas. También le era imposible no mirar hacia un lado y ver a su hermana, que era en ese entonces apenas una recién nacida. Él, como hermano mayor, debía cuidarla a ella y también a quien le otorgó la vida, mientras su padre se encontraba ausente luchando contra el feroz destino y la triste e inevitable tragedia posterior.

Transcurrieron siete años desde que todo el mal comenzó a bombardear a aquella simple familia. Su padre siempre había recibido negativas en cuanto a su matrimonio con una mujer humana, ya que él era un noble y no podía darse esos lujos. Los humanos eran solo alimento, simples objetos perecederos, y cuando tal desgracia acaeció sobre ellos, nadie quiso ayudarlos, ni siquiera los abuelos de Alec por parte de su padre, pues creían que se lo merecía por no seguir sus consejos, por contraer matrimonio con una humana y por cuidarla como si fuera a ser eterna. Y esto, justamente, el padre de Alec lo tenía muy claro: no iba a estar allí para siempre, no iba a alegrar la casa infinitos años, porque era una humana, y su naturaleza le trazaba un delimitado tiempo de vida y estaba destinada a perecer. Pero, oh por Dios, no merecía perecer así. Entre gritos y sollozos se despertaba Alec a su edad de diez años. Su padre, Marcus, enloquecido y desquiciado por no poder hacer nada incluso cuando su profesión le daba todas las respuestas en la mayoría de los casos, discutía día a día con su esposa, sin pretender hacerlo, pero sin poder evitarlo, porque ella le pedía que la convirtiese, y él se negaba rotundamente. Marcus no era un Sangre Pura, y no quería que otro vampiro le pusiera sus manos encima. Alec espiaba desde su habitación este panorama todos los días, y obligaba a regresar a la cama a su hermana, Claire, para que no escuchara ni viera la tristeza que él sí. En su interior, se preguntaba por qué no convertía a su madre y solucionaba el problema, pues tenía amigos Pura Sangre que podrían hacerlo, pero creía que el orgullo de un médico no quería recurrir a un remedio tan fácil que, a la larga, solo contribuiría a la destrucción de un alma tan pura y limpia como la de un ser humano. Y así transcurrieron los días, hasta que lo inevitable se hizo más evidente y la noche perpetua se cirnió sobre la familia O' Conell.

Muerte, desolación; llanto, infortunio; resquebrajamiento, soledad.

Su madre se había ido y, consecuentemente, también lo hizo su padre. Marcus no iba a trabajar, no atendía las necesidades de sus hijos y sus posteriores salidas eran misteriosas y a altas horas. Alec, asustado, lo único que hacía era proteger a su hermana e intentar no hacer enfadar a su padre. Pasaron así dos años, dos años miserables y totalmente tristes. No había ni una pizca de amor en esa casa, y ya había dejado de ser un hogar hace tiempo. Alec, cansado de vivir asi, se enfrentó a su padre una noche. Se plantó frente a él y, mientras sus ojos carmesí brillaban de furia y tristeza, le cuestionó su falta de atención hacia ellos, que seguían siendo una familia, que se tenían a ellos mismos, y aunque el dolor fuera fuerte y por momentos insoportables, podían brindarse apoyo mutuamente, pero él debía dejar de comportarse como un idiota, y debía tomar las responsabilidades que como adulto le correspondían, no podía arrojarse al vacío, porque no estaba solo y era egoísta que se olvidara de ellos, ya que su madre, Anne, ya estaba muerta, y nadie la traería de nuevo a la vida. Y, todo aquel discurso, concluyó en un doloroso reproche, peor que todo lo anterior: "Si la hubieras convertido en uno de nosotros, si hubieras concedido su deseo, ella estaría ahora con nosotros". Palabras de un niño enfadado, triste, solo en su alma. Lo único que logró con eso fue la reacción violenta de su padre, un aspecto de su progenitor que no había visto jamás. Marcus aplicó en él su don. Generó terribles heridas en Alec y los gritos de ambos despertaron a Claire, quien golpeaba la puerta de su habitación incansablemente, entre sollozos, para que la abrieran, puesto que Alec había sido precavido y la había encerrado allí para protegerla. Entre golpizas e intentos de defensa, Alec quedó tendido en el suelo, sin poder moverse, viendo cómo su padre lo maldecía a él, se maldecía a sí mismo y maldecía a la familia. Alec, aún furioso, intentó erguirse, pues veía que su padre se alejaba y una figura masculina aguardaba por él en la puerta. Alec gritó su nombre, pues ya no podía llamarlo "padre" como había hecho en el pasado. Un padre no haría tales cosas... Un padre estaría allí para abrazarlo y para cuidarlo, no para dejarlo medio muerto en el suelo, cargando con todo el dolor. Y, debido a la furia y a que Marcus no respondía a sus gritos insistentes, la temperatura del cuero del niño se elevó por sobremanera y el infierno acabó por desatarse sobre esa casa. Los muros, el suelo, absolutamente todo estaba hirviendo. Los ojos de Alec, más rojos que nunca, denotaban la potencia de su interior. El fuego comenzó a surgir y lo único que lo detuvo fueron los gritos de Claire, desde la habitación. Alec, entonces, se puso de pie y corrió hasta allí, abriendo la puerta y sacándola de allí dentro. Sin embargo, al volver a mirar la salida, su padre ya no estaba, y la casa se estaba cayendo a pedazos. Alec se apresuró a salir, y observó desde la fría acerca los escombros de lo que alguna vez había sido una alegre y feliz infancia, ahora pisoteada.

A la edad de diesiseis años, Alec ya poseía mayor control sobre sus habilidades y continuaba cuidando de Claire, que era una niña bastante lista. Ambos habían ido a vivir con un Pura Sangre amigo de su padre, quien aún no podía creer lo que Marcus había hecho. Allí crecieron, pero cuando su hermana dejó de ser una niña, comenzó a despertar intensos deseos en el vampiro que, ahora, sería su padrastro. Alec sospechaba de sus actitudes, pero no quería asumir que otra posibilidad de tener una familia se iría al traste. Sin embargo, un día encontró al Pura Sangre pretendiendo abusar de su hermana, y eso desató su furia otra vez. Alec enloqueció y sus dones terroríficos salieron a la luz, pero esta vez transformando el fuego que creaba en perfectas criaturas con vida propia, y así nacieron sus dos perros guardianes, Cronos y Hades, quienes se dirigieron al Pura Sangre y lo asesinaron sin remedio. Alec, furioso y conmocionado a su vez, tomó a su hermana en brazos  listo para huir, pero más Pura Sangre llegaron, advirtiendo la peligrosidad del chico y el mismo espíritu impulsivo de su padre. Los rodearon y Alec no pudo contra todos ellos, pero mientras luchaba listo para escapar con su hermana, estos la atacaron, quitándole la vida frente a sus ojos. Alec, sintiendo que lo estaba perdiendo todo, cayó de rodillas. Su aspecto juvenil, ensangrentado, no se acoplaba en lo absoluto a su rostro apenado. Esto no podía estar sucediendo, simplemente. El muchacho ya estaba rendido, los vampiros que allí quedaban estaban listos para exterminarlos, pero entonces sus dos perros guardianes emergieron, como auténticos seres con voluntad propia, y le indicaron, luchando, que él también debía continuar. Entonces, sintió el calor y el ardor de la batalla recorriendo sus venas. Su sangre, pronto, pasó a ser fuego puro. Alec se puso de pie y exterminó a los vampiros restantes, consumiéndolos y haciéndose más fuerte gracias a la sangre pura que corría por sus venas. Y, tras haber terminado con la venganza, juntó las cenizas de su hermana y salió de allí, exiliándose en el bosque más cercano y viviendo inhóspitamente, hasta que decidió trabajar como sicario para un grupo de cazadores de vampiros que necesitaban a alguien como él, que odiase suficientemente su naturaleza como para no meditar si arrancarle la cabeza a uno o a cien de los suyos. Entonces, Alec se convirtió en cazador y continuó subsistiendo por su cuenta, hasta que decidió viajar hacia un pueblo que, según le dijeron, estaban al borde de pertenecer más a los vampiros que a los humanos. Le habían dicho sus pares que allí estaba el rumor entre los cazadores de que un tal Alec Baskerville había llegado al pueblo. Y, lógicamente, eso no podía ser posible. Entonces, comenzó a investigar y se dirigió hacia allí, siendo consciente de que alguien había tomado su identidad, pero jamás podría imaginar que aquel rastro no era más que un indicio para guiarlo justo a donde el mentor de todo esto quería. Ahora, habitando aquel pueblo, Alec conocerá más verdades de las que estuvo alguna vez dispuesto. Él será el arma secreta de unos cazadores desertores que no tienen ni la menor idea de a quién lo harán enfrentarse, ya que allí no solo habita alguien que se hace pasar por él, sino que también habita su padre, quien ha generado destrozos y muertes como pocos vampiros en la historia. ¿Qué hará Alec ante esto? Es solo cuestión de tiempo; es sólo cuestión del Destino.

- Simpre lleva con él una espada, la cual fue su primera arma como cazador y es muy preciada para él.
- Lleva en uno de sus tantos colgantes, un relicario con la foto de su hermana y un resto de sus cenizas en una pequeña píldora de su interior.
- Se siente culpable todos los días por la muerte de su hermana, pero es incapaz de llorar por ella.
- Pocas veces se ha alimentado de seres humanos, las cuenta con los dedos de una mano. Lo ha hecho bajo estricta necesidad, pues no quiere acercarse a los humanos ni para eso, y teme no poder controlarse a causa de la abstinencia de sangre originalmente cálida. Se alimenta de bolsas que roba de los hospitales.
- Su preferencia musical es el metal, preferetemente el heavy, aunque también le agradan otros estilos dentro del mismo género, como el industrial.
- Se ha dejado el apellido de su madre, pues se siente incapaz de llevar el de su padre, a causa del terrible rencor.
- Alec tiene como misión extermina a una pareja de vampiros que está resultando problemática, pero no tiene idea de que uno de ellos es su propio padre.