Calles

Estaba tranquilo, por supuesto que lo estaba, hasta que oye lo que dice. La mira con ojos enormemente abiertos de par en par. Parpadea un par de veces y se señala a sí mismo.
- ¿Pretendes que yo cocine? -se echó a reir sin poder remediarlo-. No tengo intereses en envenenar a nadie, por el momento -aplaca las carcajadas y la mira de reojo, con cierto aire de misterio.


Off: Mil disculpas por la tardanza D: Es que tengo poco tiempo para entrar aquí u.u Pero intentaré no retrasarme tanto la próxima vez :3

Andaba por la calle como si nada, observando que persona podría ser más apetecible. Unos crios... un hombre... un par de jovencitas... No sabía por don de empezar, se me hacía la boca agua. No podía esperar más, mis instintos se disparaban, no podía controlarme.
Localicé a una mujer y salté a por ella, agarrándola del cuello y empotrándola contra la pared. La miré durante unos segundos. En ese tiempo la chica intentaba zafarse de mí, pero claro, ¿pretendía deshacerse de un vampiro con unas fuerzas tan nulas como las suyas? La risa se me escapaba a carcajadas
-¡Suéltame imbécil!-gritaba la mujer sin parar.
-Si, claro, ahora mismo encanto.-dije con tono picante.
Y mis colmillos se clavaron en su cuello. La sangre emanaba a borbotones del cuello de mi víctima. El suelo y la pared se volvieron color carmesí. La mujer ya no podía gritar, al menos no tanto como al principio. Los que si gritaban era la demás multitud, que huían despavoridos de todo lados. No iba permitir que huyeran, tenía que acabar con sus miserables vidas.
Solté a la mujer, desenfundé mis pistolas y empezaron a matar. Miles de cadáveres ensangrentados iban arropando el suelo poco a poco. Era todo un espectáculo. Ahora el que mandaba era yo.

Entre balas y balas, una voz femenina surgió. Me torné al lugar de donde salió la voz. Venía de una dulce chica de pelo rosa. Me incomodó que alguien me interrumpiera en mitad de la comida y era, evidentemente, la siguiente de la carta.
A pesar de todo, sonreí abiertamente y traté de tomarmelo como algo... divertido.
-No, no lo se. ¿Pero tu sabes que esta es la hora de morir?-dije agudamente.
La pistola que portaba en la mano derecha se movió casi sola con mucha velocidad apuntando hacia la nueva integrante en la escena. Tres balas volaron del cañón del arma hacia ella.
-¡Chúpate esa!-grité con locura.

Mis tres disparos habían sido rechazados. Bien jugado, cazavampiros de pacotilla, pensé en mis adentros. Pero una daga volaba hacia mi cabeza. ¿Qué iba a lograr una simple daga contra mí? Ni aunque dejara que me atravesara los sesos lograría nada.
Eché mi cuerpo hacia atrás para esquivar dicha daga y cuando me pasó solté una de mis pistolas y la agarré para... devolversela.
-Necesitarás...-la cogí bien para lanzársela mientras arremetía contra mí- algo más que una simple daga.
La daga iba directa hacia su corazón, pero no iba a suficiente velocidad, así que decidí disparar al pomo de la daga con la pistola para que obtuviera aun más velocidad.