Calles

Las calles del pueblo poseían un gran entramado de callejuelas, como si de un laberinto se tratara. A Chie le gustaban ese tipo de lugares, hacia ya tiempo, los había temido, pero en la actualidad, ya no temía nada. No podían dañarla fácilmente como antes. Si alguien se entrometía en su camino, debía darse por muerto, poca gente, por no decir nadie, salía viva de un encuentro con ella.
Padre le había ordenado continuar con los asesinatos y obedientemente, ella acudió a cumplir con sus ordenes. A aquellas horas de la noche, las calles principales estaban prácticamente desiertas, pero las callejuelas eran otra cosa. Llenas de maleantes, criminales y todo tipo de gente de esa calaña, haciendo sus trapicheos y trabajando, si podría llamarse así. Aquel tipo de gente, eran las víctimas preferidas de Chie, pues le recordaban a aquellos dos desgraciados que se atrevieron a intentar matarla tantos años atrás.
Caminaba lentamente, haciendo tintinear el cascabel que colgaba de su falsa cola de gato, paseando, como si aquel lugar fuera el mas seguro del mundo en vez de un nido de criminales. De vez en cuando, notaba miradas clavadas en ella, era consciente de que se preguntaban que haría allí, su apariencia inocente engañaba a simple vista, pero en cuanto observaran un poco mas, se darían cuenta de la inexpresividad de su rostro y verían que algo no iba bien con aquella joven. En una zona algo menos transitada, tuvo peor suerte ¿O quizás no? Un grupo de seis jóvenes se acercó a ella, riéndose a carcajadas y mirándola con aires maliciosos, claramente habían bebido mas de la cuenta. Chie detuvo su marcha, mirándoles con los ojos carentes de expresión, aguardando.
-¿Qué tenemos aquí? -preguntó uno- Una chiquilla que juega a ser un gatito ¿No es adorable?
Rió mientras uno de sus compañeros la rodeaba y se unía a las risas del otro. Se le ocurrió la brillante idea de tirar de la cola. He ahí su error.
La ilusión les envolvió a los seis y Chie desapareció de su vista, las calles se transformaron en un extraño y siniestro lugar. Una mesa de té ocupaba el espacio central y a su alrededor, muñecos y cajas de regalo destrozados adornaban el suelo. La sala. únicamente iluminada con una vela, daba la impresión de estar situada en la nada.
El grupo miraba a su alrededor asustado, habían dejado de reirse y comenzaban a arrepentirse de haberse acercado a la chica, pero ya era demasiado tarde para ello. Una silla apareció junto a la mesa, ella se encontraba sentada en ella, con una taza de té entre los dedos.
-Deberías aprender a no juzgar por las apariencias -su tono de voz carecía de expresividad, pero había algo que infundía un terrible pavor a quienes escucharan sus palabras.
Sus ojos brillaban en un inhumano tono carmesí, que destacaba en la penumbra del lugar.
En el aire, se materializaron distintas armas, desde cuchillos hasta mazas de guerra. Sendos cuchillos se clavaron en las muñecas de aquellas seis personas, clavandolos en la pared mientras gritaban de dolor.
La primera muestra de expresividad de Chie fue una breve sonrisa siniestra, mientras se levantaba y tomaba una afilada daga.
-¿Por dónde empezaré? Creo que iré al azar.
Uno a uno, cortó los dedos de todos y cada uno de los allí presentes, a eso, le siguieron varias partes mas del cuerpo. Aburrida, tomó la maza de guerra y golpeó con fuerza al primero de ellos, que soltó un alarido de dolor. Aquello hizo que sonriera divertida, y repitiera el proceso con cada uno de ellos.
En apenas unos minutos, los seis estaban muertos, Chie suspiró y deshizo la ilusión. Los ensagrentados cuerpos se desplomaron en el suelo y ella manchó sus dedos con su sangre para poder dibujar un símbolo en la pared. Una vez hubo acabado, se marchó de allí, dejando tras de sí una sangrienta escena, mientras pensaba que padre estaría orgulloso de ella.

Símbolo: http://2dteleidoscope.files.wordpress.com/2009/08/umineko-screenshot-01.jpg?w=500&h=340

Llego andando con aire de distraído y al mismo tiempo de preocupado a las calles, no entendía la causa de estas muertes paralelas y no sabía que leches estaba pasando, parecía que las alianzas y los objetivos de la gente habían cambiado radicalmente.
Por si no se notaba, no me gustan los cambios, no me gusta que las cosas muevan sin que sepa el por qué, me da una sensación de descontrol de la situación que es realmente insoportable.
Había logrado poner a Astrid en mi favor, ya era bastante, me pregunto a donde habrá ido, ya me contará que tal le fue cuando nos volvamos a reunir.
Veo en la calle a un extraño hombre, parecía un cazavampiros. Mi naturaleza desconfiada me impedía acercarme demasiado a él. Es extraño, no lo conocía, aunque también es cierto que llevo poco tiempo aquí y como últimamente voy un poco por libre y paso de la asociación, me es más difícil conocer a la integridad de sus miembros.

- ¿Y a tí? - le respondo fríamente.
- No se quién eres, seguramente también serás de esos incompetentes que prefieren girar la vista ante lo que está ocurriendo en todos los ámbitos en los alrededores. - le digo.
La verdad es que sonó bastante crudo, la amargura que llevaba encima me hacía sonar bastante hostil, me parecía que estaba sólo y no podía hacer nada, y eso me fastidiaba, oh vaya que si me fastidiaba.
- Efectivamente, se me perdió algo, el entender que mierda está pasando aquí y quién está detrás de ésto.

Oh, la verdad es que la respuesta que dio me sorprendió bastante, ¿Acaso no era el único en mi lucha contra esos imbéciles? ¿Acaso no era el único que abrió los ojos de la Asociación? ¿El único que se niega a desviar la vista de lo que está ocurriendo?.
Me había como desahogado. Estoy unos minutos en silencio, y pregunto, suavemente, tras ello:
- Entonces... ¿No soy el único que trata de buscar al culpable de ésto? ¿No formas parte de esa banda de ineptos?
La verdad es que me sorprendía mucho, era raro que alguien hiciese eso.
- Me llamo Tetsuya Yokoshima, aunque no te importe saberlo prefiero que sepas quién soy. - Le digo, tener un aliado más era algo que me agradaba, aunque no lo daba por hecho, había en mi un rayo de esperanza, y por intentarlo no perdía nada.

Escucho su pregunta sin inmutarme. Me da que empezaba a conocer a Yagari Toga, sí, sin duda, quizás me recordaba un poco a mí y a otros tipos que he conocido en mi trabajo en el FBI.
- Tan de fiar como tú - le contesto secamente - de todos modos, me parece que no tienes demasiadas opciones, a tí de decidir si lo haces o no.
Yo ya estaba seguro, él sería un buen aliado, su carácter es típico de los mejores cazavampiros del mundo.

- Vente a mi casa, es pequeña pero segura... de los oídos indiscretos. - Le contesto sutilmente.
Sin esperar la respuesta, comienzo a andar no sin un ritmo rápido, en dirección a mi cabaña.

Maldito mundo... está tan lleno de imbéciles.
La sociedad ya no es lo que solía ser en el siglo pasado, o en el anterior, menudo deterioro, la odiaba.
Odiaba que por la calle, al pasearse, pasasen macarras de poca monta, que la insultasen por tener aspecto de un señor mayor o por su tornillo en la cabeza, esto lo solía hacer de noche, aunque a veces lo hacía también de día pese a tener que exponerse a su mayor enemigo, el sol, sólo porque quería buscar provocación.
Paseando por la calle, sintió un impulso. No era que tuviese sed, no, sino la necesidad de matar. Rebuscó entre los presentes cualquier excusa para hacerlo, era una especie de justiciero oscuro, él necesitaba un motivo.
Y lo encontró, girando la calle encontró a un joven que le trató de hombre con cara de imbécil.
El joven murió, con un tornillo en el corazón, y claro, por no querer ser descubierto, no podía dejar testigos.
Necesitaba también que el mundo lo conociese, dejó unos tornillos tirados al lado del joven al que mató, y tras ello con tranquilidad se fue.