~ Vampire Knight: Academia Cross ~
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    Mensaje por Yuuki Cross Lun Dic 01, 2014 10:06 pm

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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Vie Dic 26, 2014 9:47 pm

    Habían puesto precio a sus cabezas, tanto a la de la frágil humana como a la de ambos vampiros; incluyéndose el nombre de Christian Blade en la lista de sospechosos que ayudaban a la protección y seguridad de ambos prófugos de la Nueva Asociación. Al fin y al cabo, por lo que parece, los Pura Sangre continuaban como principales causantes de toda desgracia. Y además, ¿qué hombre no socorrería a su dulce hermana pequeña? Eso sería, seguramente, lo que todos pensaban y también lo que en realidad ocurría en secreto. Y, durante algún tiempo estuvieron refugiándose en las profundidades del bosque, pasando desapercibidos. Sin embargo, aquel no era un lugar idóneo donde mantener a un salvaje e indómito neófito, quien podría saltar en cualquier momento sobre cualquier humano que se cruzara por sus ojos, en la creencia que él, siendo el Guardián del bosque y un animal –donde en verdad su naturaleza le obliga a alimentarse de sangre y hasta carne humana–, tenía completa disponibilidad para acecharle y matarlo. Las incógnitas revolotearían por el pueblo y sería cuestión de tiempo que los desertores les descubrieran.

    De modo que, huyendo principalmente de los cazadores y de la gente que los perseguía incesantemente día y noche; Fraiah Eslin y Ziel Carphatia, fueron llevados lejos del pueblo al que pertenecían. Concretamente, a un hotel ciertamente deshabitado y retirado de los caminos, oculto entre las malezas de un frondoso bosque. Podrían llevar una vida relativamente cotidiana, y ni siquiera el neófito llegara a notar la diferencia. Pero allí nadie podría conocer de su existencia, ni de las propiedades de sus seres. La gente que lo viera aparecer, corroborarían a la idea de una atípica familia normal y común, aunque este concepto distara mucho de la verdad. No obstante, toda precaución es poca. Por esta razón, tan sólo el mensajero enviado, dio imagen en la recepción, registrando uno de los cientos nombres falsos que tenía para escoger. Y mientras tanto, los dos prófugos estaban siendo llevados a la misma habitación que les otorgaron, refugiándolos de toda mirada indiscreta.
    Pero quién conociera que durante las vacaciones de Navidad, aquello fuera un apeadero de gente por la nieve y las aguas termales. Quién hubiera adivinado que, los cazadores más desertores, estuvieran destinados a ese mismo hotel, al mismo páramo a pasar la fiesta de Aniversario.

    Los prófugos caminaban con disimulo por los pasillos, sin siquiera imaginar lo desesperanzador que sería descubrir que Ellos también se encontraban en el mismo edificio y que, en cualquier inesperado momento, los encontraran y capturaran de nuevo. Mejor rezar a la suerte por esta vez. Total, el neófito y su amiga podrían ser perfectamente confundidos por los atuendos que portaban. El joven vampiro se agarraba nerviosamente del brazo de la humana -dejándola sin sangre en la extremidad en un dos por tres- y avanzaba por detrás de su espalda, negándose a continuar. Sus ojos nada más que hacían observar el lugar con miedo e incertidumbre. ¿Por qué le habían sacado de su querido bosque? ¿En dónde estaban? ¿Existían más árboles aparte de los que ya había visto? ¿Podría seguir corriendo y jugando con Fraiah y Chris? Todo eran preguntas para él, pero durante todo este tiempo, aún no aprendió a hablar, luego no lograba formularlas en voz alta. En cambio, su cuerpo era la vía para conocer su estado de ánimo, lo que Ziel quería transmitir. De ello, sus orejas se movían sin cesar dentro del gorro invernal que le habían puesto en la cabeza, ocultándolas. Y suerte que la peluca poseía dos grandes agujeros para que las consiguiera sacar, o de otra forma, hubiera muerto por la condena que conllevaba. En muchas ocasiones intentó quitárselo de todas las formas posibles, pero alguno de los Blade no se lo permitió. Gruñía cada vez que eso pasaba, mostrando sus colmillos, aunque nunca se decidió por atacarles. Simplemente lo dejaba estar por un tiempo –pues los infantiles juegos le habían enseñado que Christian Blade tenía más fuerza que él, así que podía reducirle a cenizas cuando se le antojara–, y al rato comenzaba de nuevo la guerrilla.

    Al llegar, nada más abrir la puerta, el vampiro más joven miró a Fraiah, esperando la aprobación de sus ojos y la seguridad que tan sólo ella era capaz de transmitirle. Seguidamente, gimió más contento y entró directamente al interior, seguido por su más fiel e imprescindible compañera. Prácticamente se tiró encima de uno de los mullidos sofás y se retorció sobre sí como un cachorro juguetón. Sin embargo, lo que intentaba hacer era retirarse la peluca de la cabeza y además, sacar sus dos colas de la vestimenta que llevaba, pues le molestaba llevarlas escondidas durante tanto tiempo; al igual que sus orejas, las cuales no tardó en liberar de la lana nada más llegar. Arqueó la espalda unas cuantas veces entre los cojines, girando como una croqueta en mitad de una sartén. Su pelo blanquecino creció durante las últimas semanas y ahora se revoloteaba en su cabeza a causa de los movimientos. Era gracioso verle, ya que nadie pensaría que aquel indómito y aparentemente pacífico ser, resultaba ser un chico de cabellos y ojos azules de dieciocho años que había vivido la más dolorosa tortura de perder a los que más se quiere. Pero todo se encontraba en la herida de su corazón, ajenos a sus verdaderos sentimientos, y no alojados en su mente. Aunque los gruñidos sonaban, mezclándose con los gemidos de los lloros que intentaba transmitir, ya que no era capaz de soltarse de aquella restricción en la espalda. Hasta que por fin, ambas prolongaciones peludas, salieron de sus pantalones por arte de magia.

    Se retorció un par de veces más, buscando el sitio idóneo entre los cojines, buscando calor comparable con el que Fraiah transmitía cada vez que lo tocaba o abrazaba. Encontrada la posición adecuada,  agarró uno de los “contenedores de plumas” y comenzó a morderlo por la esquina, quedando en esa tierna y salvaje pose que poseían los cachorros cuando necesitaban atenciones, observándolo todo alrededor. Sin embargo, esto no funcionaba normalmente con la humana, aunque es verdad que pudiera llegar a enternecerla. Pero Ziel aprendía. Cada día aprendía más sobre los humanos y sobre él mismo. Si este método no funcionaba con ella, todavía tenía más estrategias en la manga.
    Saltó del sofá de repente y comenzó a seguir los pasos de la chica, cual perrito faldero. En cambio, no todo terminaba ahí. Eso simplemente captaba su atención, recordándola que tenía un bulto blanco que la perseguía y copiaba su recorrido. Y después, esperó. Esperó a que ella decidiera voltearse y atenderle, pues inmediatamente nada más hacerlo, Ziel se inclinó sobre ella y dejó una de sus manos en su muslo, mirándola a los ojos. El amarillo y el azul, tan acuosos como si estuvieran a punto de derramar cientos de lágrimas, con las pupilas tan grandes como un plato, se clavaron sobre los violetas de ella.
    ¿Y quién podría resistirse a esa dulce, tierna y gentil mirada de un cachorro reclamando caricias?
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    Mensaje por Christian Blade Sáb Dic 27, 2014 8:43 pm

    Llegaron apresuradamente. Se bajaron de un taxi frente al hotel. Christian le indicó a Fraiah que bajase con Ziel mientras él pagaba y, de paso, se ocupaba de la memoria del conductor. Una pena tener que jugar así con sus sentidos, pero no tenían otra opción si lo que querían era pasar totalmente desapercibidos y que nadie se enterase de su estadía en el lugar.

    Cuando concluyó su labor de guardián allí afuera, sabía que vendría la peor parte: fingir y mentir hasta más no poder. Le entregó a Fraiah dos documentos de identidad falsos: ella se llamaba ahora Sophia Grimes y Ziel pasaba a ser Dean Grimes. Sí, quizás no había sido una buena elección de nombres, pero Christian no tenía tanta imaginación para esas cosas. De todos modos, serviría. Por eso, miró atentamente a ambos y acomodó la peluca de Ziel. Si el muchacho seguía moviéndose tan frenéticamente, acabaría desarmando todo su atuendo. Aún no podía creer que sus pantalones siguieran en su lugar, ocultando aquellas colas correctamente.
    - Vamos –ordenó, empujando suavemente las espaldas de ambos para que ingresen en el lugar. Al llegar al mostrador, el gerente del hotel se encontraba allí. Christian carraspeó un poco, y el sutil bigote que llevaba adherido a la parte superior de sus labios tembló con la brisa. Así parecía un muchacho más cercano a los treinta que a los veinte, como en verdad era.
    - Ah, usted debe ser el señor Rick Grimes –sonrió el hombre-. Permítame su documentación, por favor –solicitó, y Christian le entregó su d.n.i. Todo ya estaba pago y en perfectas condiciones. Quién diría que los ahorros y las riquezas que su familia disgregada había dejado servirían para este fin-. Perfecto, todo en orden. Aquí tiene las llaves de su habitación. Cualquier problema acérquese y se lo solucionaremos. Que usted y sus hermanos disfruten de la estadía –sonrió amablemente y Christian sujetó las llaves. Él también sonrió, agradeciendo la amabilidad, y cuando se giró para marchar junto a Fraiah y a Ziel, el hombre lo llamó otra vez, llamando su atención y pidiendo que se acercara. Christian lo observó con curiosa sospecha, y le dio las llaves a Fraiah.
    - Vayan a llevar el equipaje y a instalarse en el lugar. Yo voy en unos minutos –mencionó a su hermana, al tiempo que regresaba al mostrador.

    El gerente le habló de las instalaciones, de las comodidades, los eventos que habría este fin de semana y otras cosas más. Christian había tenido que soportar una media hora de plática que, francamente, no le interesaba. No tenía en mente permitir que Fraiah y Ziel fueran a ningún lado, al menos no solos. Sin embargo, un detalle de todo lo que enumeró le llamó sumamente la atención y lo alertó. Caminó con rapidez por los pasillos, hasta llegar a la habitación. La puerta estaba cerrada, pero golpeó sutilmente hasta que Fraiah le abrió. Cuando lo hizo, ingresó como alma que lleva el diablo.
    - Tenemos problemas –determinó observándola-. La fiesta de Navidad que hacen todos los años en el pueblo esta vez Kaien Cross la organizó justo aquí –concluyó, abriendo los ojos de par en par. Esta parecía ser la “suerte” que ellos tenían. Habían buscado el sitio más alejado y seguro que el presupuesto les había permitido para salir del entorno maldito, desdichado y peligroso; todo, ¿para qué? Para que dicho entorno viniera a ellos como por inercia. Christian suspiró, algo fastidiado, y se dejó caer sobre el sofá, quitándose la peluca rubia que llevaba puesta y arrojándola a un lado-. Tendremos que planear con cuidado cada movimiento. Intentaré rastrear la presencia de gente conocida. Espero que algún cazador de confianza esté por aquí cerca. En caso de urgencia, tendríamos algún refuerzo al cual acudir.
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    Mensaje por Fraiah B. Eslin Mar Dic 30, 2014 2:51 am

    Siguiendo las indicaciones de Christian, Fraiah bajó del coche y llevó a Ziel consigo. Aguardó hasta que su hermano se reuniera con ellos otra vez y, tras aceptar la documentación nueva y falsa que él le tendía, asintió con la cabeza. Era hora de interpretar un nuevo papel en sus vidas. Aún se le hacía difícil creer que habían tenido que llegar tan lejos para estar a salvo. Ya el bosque tampoco era un sitio propicio, pues el frío, si bien no aceptaba a los dos vampiros, sí la afectaba a ella excesivamente. A pesar de que Christian había conseguido mantas y abrigos, no era suficiente, pues el alimento también escaseaba y Fraiah presentaba una delgadez mayor que la habitual en ella. Por lo tanto, este hotel en las afueras había sido una elección ideal, ya que el sitio no solía estar poblado de gente y la espesura que lo rodeaba lo hacía aún más seguro.

    Al ingresar, Fraiah tomó de la mano a Ziel. Christian era el encargado de hablar y de asegurarse de que todo funcionase. Aunque ambos era pésimos mintiendo, Christian al menos poseía más seguridad que ella en este momento. Era mejor que él se encargara del trabajo, además que estaba segura que no le permitiría a ella ponerse en peligro, y si eran descubiertos por un descuido, se verían en serios problemas, no sólo por ser prófugos, sino también por portar documentación falsa y querer estafar al gerente del hotel. Y cuando este saludó a Christian con semejante cortesía, Fraiah miró a su hermano. ¿Grimes? No pudo evitar sonreír ante la gracia que le había hecho, y miró a Ziel para disimular su sorpresa. Por curiosidad, ojeó el documento de Ziel y el suyo, para descubrir qué nombres había elegido Christian para ellos. ¿Sophia y Dean? Volvió a levantar la vista para observarlo, pero su hermano estaba muy ocupado en la plática con aquel hombre. Y a pesar de los nervios, Fraiah podía admitir que estaba alegre de estar allí con ellos y que aumentaba sus esperanzas el saber que el plan estaba funcionando a la perfección.

    Cuando comenzaron a caminar hacia el pasillo que conducía a las habitaciones, Christian, o mejor dicho el “señor Grimes”, fue retenido por el gerente otra vez. Fraiah, continuando con los preceptos de su hermano, se hizo cargo del equipaje y avanzó rápidamente hasta llegar a la habitación que les había sido asignada. Al abrir la puerta, dejó las maletas a un lado y la cerró con llave otra vez. Al voltearse, quedó embelesada con la limpieza y la pulcritud del lugar. ¿Cuánto tiempo hacía desde que pisó por última vez un sitio bien ordenado y sin suciedad? Sonrió, relajada, y respiró hondo, para luego suspirar. Cerró los ojos por un momento y luego se giró para mirar a Ziel.
    - Bienvenido a la tranquilidad –musitó, colocando una mano sobre su hombro y animándolo a estar más relajado, pues todo el camino había aprisionado su muñeca de tal forma que por unos instantes Fraiah temió perder su mano. Incluso le había quedado la ligera marca, justo por encima del brazalete que Ziel le había asignado en la casa de Nokku. Aún lo llevaba puesto, y sus cascabeles no dudaban en resonar con cada movimiento que ella efectuaba. Y al estar un poco en silencio, torció ligeramente la boca y rodó los ojos-. Bueno, al menos momentánea -reflexionó. Nunca se sabía cuánto tiempo duraría la paz. Un año, una hora.. Quizás sólo segundos.

    Comenzó a caminar por el lugar, inspeccionando las divisiones de ambiente que tenía la habitación. Notó que había dos cuartos, una pequeña sala de estar por la cual habían ingresado y un baño. Al ver este último, el reluciente mármol blanco la invitó a su interior. ¿Por qué no darse una ducha? Hacía tiempo desde que el agua caliente no existía en su vida. Entonces salió y fue hacia una de sus maletas, buscando un cambio de ropa. En ese momento se percató de un curioso y conocido “bulto” que la seguía de un lado a otro. Fraiah se había quitado el calzado y lo había arrojado al suelo con desesperación por liberar sus pies cansados. Había ido hacia una de las habitaciones a buscar una toalla limpia y perfumada. Y en todo el trayecto, aquel bulto la perseguía. Cuando finalmente ingresó al baño y estaba por quitarse el vestido que traía puesto, en el momento en que iba a deslizar el cierre de su espalda hacia abajo, lo vio.
    - ¡Ziel! –se quejó, riendo. Él realmente era terrible. No le daba un respiro. Se volteó a verlo y una de sus manos estaba sobre su muslo, cual cachorro que sólo quiere atención-. Oh, vamos, no me mires así. Ya te dije lo injusto que es que compres a la gente con esa miradita tuya –lo acusó, pero acabó por arrodillarse en el suelo delante de él y encerrar su rostro entre ambas manos-. ¿Qué ocurre? –preguntó, a pesar de que sabía que no obtendría respuesta por parte de él, al menos no una respuesta dialogada. Y ante el silencio y valiéndose únicamente por el brillo de sus ojos, Fraiah se inclinó hacia delante y lo abrazó suavemente, apoyando su mentón sobre el hombro de él. Con lentitud, ofreció unas suaves caricias en su nuca, revolviendo su blanquecino cabello por debajo de aquella peluca. Acabó por quitársela, dándole libertad a su verdadera esencia y alejando la farsa. Era cierto, no tenían por qué fingir ser alguien más allí dentro. Por lo tanto, Fraiah se separó un poco de él y se quitó la peluca también, permitiendo que su castaño cabello viera la luz otra vez. En ese instante, se percató de cómo las colas de él sobresalían-. Agh, Ziel, has roto los pantalones otra vez –dijo con desgano y resignación, negando con la cabeza pero sonriendo al fin y al cabo. ¿Cómo harían de este ser indómito un muchacho civilizado? Si continuaba comportándose así, llamaría demasiado la atención y no podría salir de la habitación. Sería peligroso sumamente peligroso. ¿Pero qué iban a hacer? Tampoco podían recluirlo, porque tanto Christian como ella sabían lo horrible que era estar encerrado entre cuatro paredes.

    Mientras Fraiah meditaba aquellas cosas, un sonido peculiar llamó su atención. Desvió su mirada de Ziel y sus ojos viajaron hacia la puerta: alguien había deslizado algo por debajo de esta. Miró a Ziel otra vez y le indicó que hiciera silencio. Se acercó a la puerta y sujetó con cuidado el sobre que se encontraba en el suelo. Extrañada, lo abrió. Leyó con lentitud cada línea, y justo cuando estaba por concluir, los golpes en la puerta la sobresaltaron. Arrojó una maldición interna mientras se llevaba una mano al pecho. Por poco se le saltaba el corazón. Al observar por la cerradura, vio que era Christian. Le abrió y aquel entró con una energía abismal. ¿Por qué tanto alboroto? Y las palabras que no quería oír fueron dichas: “tenemos problemas”. Tras su noticia, Fraiah suspiró y se mordió ligeramente el labio inferior, cruzándose de brazos y recargando el peso de su cuerpo sobre la pierna derecha. Hizo rodar la mirada a lo largo de la habitación y mostró el sobre elevando su mano y sosteniéndolo entre el dedo índice y el mayor.
    - Y parece que tenemos invitación… -murmuró completando la información dada por su hermano, simulando despreocupación y decorando la frase con una acentuada ironía. Clavó sus ojos sobre Christian, y realmente luchó por no reírse en su cara a causa de aquel bigote horrendo y esa peluca que llevaba puesta. ¿Así de ridículos se verían todos? Se tapó delicadamente la boca con una mano, y al mirarlo de nuevo, sonrió-. Lo siento, es que… es muy fuerte todo esto –acabó por confesar, no pudiendo impedir que una ligera risa se filtrase por sus labios-. Pero volviendo a lo que nos preocupa… -le extendió la carta-. ¿Qué vamos a hacer ahora

    La paz había sido interrumpida una vez más. Estaban rodeados de personas conocidas y lo único que los mantendría a salvo de ojos indiscretos sería esta habitación, pero no podían quedarse allí para siempre. El problema mayor residía en que cazadores habría seguro, y quién podía asegurar que no había desertores de por medio.
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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Mar Dic 30, 2014 2:05 pm

    ¿Terminaría Fraiah Eslin por sucumbir ante los encantos cachorriles de Ziel Carphatia? Pero, ¿quién iba a resistirse a ese par de ojos, tan diferentes entre sí? ¿Quién no iba a apiadarse de él y su comportamiento, conociendo todo lo que había padecido en los últimos meses? Y si alguien conocía de este hecho, sin duda era la humana, pues lo vio sufrir como vampiro durante el tiempo que estuvieron encerrados en los laboratorios. Lo vio luchando con deplorables condiciones en aquella despiadada batalla entre Nobles. Escuchó los gritos de dolor por los experimentos que llevaban a cabo en su cuerpo, por el dolor físico que había acarreado por culpa de los desertores, por la profunda brecha que había atravesado su corazón de conocer que Marcus y Bella habían dejado este mundo. Fraiah era la única que podía hablar acerca de estos hechos, pero por ahora, estaba bien intentar de nuevo encajar con la normalidad de una vida cotidiana.

    Sin embargo, tras alguna extraña prueba, Ziel había quedado así de salvaje, de indómito, de apariencia, costumbres y carácter. A pesar de todo, él no era el de siempre y eso lo sabían todos los que lo conocían. Al fin y al cabo, lo había olvidado todo: las torturas, el habla, el comportamiento civilizado como humano. Incluso había olvidado el motivo por el cual seguir con vida, el emblema de su nobleza, de su valentía y su amor. Ambos vampiros, habían quedado sepultados bajo el amarillo y el azul de sus ojos, bajo su comportamiento animal. Porque, el joven se comportaba como un animal pequeño, como un simple niño que necesita de alguien para subsistir, aunque en realidad no necesitara de nadie para continuar el paso. Podía cazar, luego alimentarse. Otra cosa era, que fuera el animal o la persona adecuada. Otra cosa era, las sospechas que pudiera levantar dicho crimen. Y ya estaba visto que los desertores, tenían ojos y oídos en cualquier parte. Así que tan sólo sería tiempo. El mismo que, quizá desgraciadamente, Chris y Fraiah Blade deberían “cargar” con él e intentar “adiestrarlo” de toda forma posible.

    Tras que la humana encontrara al sigiloso bulto blanco, y al sonido de su nombre, sus orejas se balancearon hacia delante, irguiéndose levente. ¿Por qué iba Fraiah a cerrar la puerta? Era cierto que el pobre neófito nada más que hacía perseguirla a todas partes cada vez que necesitaba comida, sangre o algún tipo de mimos. En cambio, no esperaba que cerrara la puerta así de repente. Sus pupilas crecieron desde el umbral. ¿Iba a echarle de allí y apartarlo de su lado? Resultaba verdad que Ziel nunca la persiguió hasta el cuarto de baño a propósito. ¿Qué intenciones tendría, pues? ¿Verla desnuda? Por favor. La inocencia contagiaba su rostro, salvo cuando entraba en cólera. Además, aunque no quisiera reconocerlo porque seguramente la vergüenza se apiadara de su rostro, él ya la había visto desnuda. Es más, la llevó desde la Nueva Asociación hasta mitad del bosque, en plena nevada, hasta que Jack terminó por encontrarles debajo de un inesperado refugio. No obstante, el pudor que seguramente pasara por la mente de la humana, no fuera otro que sus ojos aún estuvieran viendo a Ziel como un vampiro, como un hombre, luego era indecoroso bañarse con.

    “Ziel”. Ese repetido sonido, comenzaba a provocar algunos signos de atención en él, mostrándose claramente en la reacción de las prolongaciones de su cabeza. Puede que hubiera olvidado todos sus recuerdos, pero no por eso su cabeza fuera más deficiente que antes. El neófito estudiaba, y lo hacía cada día, cada miserable segundo que mantenía esta forma de mitad humano y mitad zorro. Llevaba tiempo observando la razón por la cual “Ziel” se repetía tan sumamente de seguido, sobre todo cuando él estaba presente y después las caricias llovían sobre su cabello blanquecino. ¿Qué significaba la palabra Ziel? ¿O acaso era la forma que utilizaban los humanos para distinguirse? Sus ojos preguntaban incesantes sobre los violáceos de ella, además de requerir su suave tacto y el contacto cálido que éste representaba. Los animales estaban vistos y reconocidos por el olor que desprendían, pero esa cualidad no se encontraba entre los dones innatos de la raza humana, al parecer. Por lo tanto, el mismo Ziel quizá comenzara a reconocer su propio nombre de aquí a escaso tiempo, pues las reacciones eran cada vez más visibles en sus gestos.

    Como si fuera capaz de responderla, el vampiro gimió levemente en cuanto Fraiah lo acusó de jugar con las emociones ajenas y provocar en la gente la ternura y adorabilidad propios de un pequeño cachorro. Movió sus colas y siguió penetrando sus dispares ojos sobre los de ella. ¿Por qué se demoraba tanto en acariciarle? ¿Acaso se había portado como no debía y por eso lo castigaba de esta forma? Ziel emitió otro sonido, impaciente, sin que sus dos colas peludas dejaran de moverse a toda velocidad en su espalda. Entonces, bastó que su inseparable compañera se arrodillara frente a él, para que se abalanzara sobre su cuerpo, sumiéndose también en el abrazo. Sus orejas comenzaron a moverse, mientras balanceaba su cabeza de un lado a otro porque se encontraba contento de que finalmente, hubiera accedido a sus peticiones nuevamente. Ronroneó suavemente y cuando se separó, continuó mirándola. Ziel siempre estaba pendiente de Fraiah, de sus gestos, de sus miradas, de cualquier mínimo movimiento que hiciera. Porque era su protector, ¿no es así? No obstante, aquella mirada de humildad e inocencia, también le servía para escabullirse sigilosamente de los disturbios que pudiera provocar por romper los pantalones, por ejemplo. Se giró, guiándose por la voz de su fiel compañera, dando una vuelta sobre sí. ¿Qué ocurría? Ahí estaban sus colas y nada más. Lo que le habían puesto para disimularlas, logró dejar paso a la comodidad de llevarlas danzantes sobre la espalda. De modo que este suceso no era, para nada, culpa suya.

    Seguidamente, gimió por tercera vez, sin entender. ¿Qué era lo que intentaba transmitirle? ¿Silencio? ¿Y cómo decirlo corporalmente? Los dos hermanos comenzaban a comprender cómo interactuar con Ziel, pues éste mismo se agachó en el suelo y rascó fugazmente su oreja. De alguna forma, parecía un niño imitando algunos de los gestos que sus mayores hacían. Y regresó a su posición anterior, siguiendo los pasos de ella hasta el salón. Allí, eliminó la atención que tenía sobre la humana y comenzó a investigar. Desde una esquina hasta la otra, Ziel lo olfateaba todo, tocaba cada mínimo objeto, hasta que finalmente, se quedó paralizado observando a través de la ventana. Fuera, les rodeaban los árboles, al igual que en el bosque del que procedían los tres. Sin embargo, todo estaba recubierto de esa suave y húmeda capa de algodón: nieve. En las copas de los pinos había una pequeña muestra de este fenómeno, fijando los sentidos del joven neófito. Sus orejas se balancearon una única vez, mientras sus colas dejaron de moverse inmediatamente, reposando sobre el suelo tranquilamente. El peliblanco estaba ensimismado con la vista, con el frondoso bosque que no parecía alcanzar fin incluso para una vista tan desarrollada como la suya. Cientos de recuerdos surgieron dentro de su cabeza, difusos, borrosos, sin entenderlos lo más mínimo. En cambio, para Osaki, la nieve contenía más de un significado que era incapaz de comunicar.

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    Mensaje por Christian Blade Sáb Ene 03, 2015 9:05 pm

    La agitación se reflejaba en sus ojos. Christian ingresó en la habitación y por poco no hacía un surco en ella debido a caminar de lado a lado incesantemente. ¿Qué iban a hacer ahora? Era preciso pensar en algo rápidamente, de lo contrario corrían el riesgo de cruzarse a cualquier conocido que pueda reconocerlos. Cuando acabó su momento cúlmine de nervios, decidió tranquilizarse un poco y pensar con claridad, como en verdad él solía hacer siempre. Observó a Fraiah y, tras sus palabras, miró el sobre que tenía entre sus dedos. Christian ladeó un poco la cabeza y enarcó una ceja.
    - No bromees.. -susurró, negando con la cabeza, pero pronto su atención fue atrapada por su risa. Christian frunció el ceño. Al escuchar sus palabras, suspiró. ¿En verdad era momento para burlarse? Pero acabó por sonreír él también y se quitó el aplique de bigote que llevaba adornando su rostro-. No lo sé. Claramente no podemos bajo ningún concepto asistir a esa fiesta, y sería todo muy simple si no fuera porque los invitados están alojados en este hotel también. Tampoco podemos quedarnos aquí encerrados -miró a Ziel. Definitivamente, dejarlo aquí dentro por una semana o más no era una opción. Quién sabe el desastre que podría llegar a hacer. Miró a Fraiah otra vez-. Déjame pensar en algo, y buscaremos alguna opción -murmuró, caminando hacia el sofá y dejando allí su abrigo-. Además, nosotros llegamos primero -mencionó, caprichoso, y sonrió a Fraiah con inocencia pícara típica de niños.

    Transcurridos unos minutos, recorrió todo el lugar. Las habitaciones eran más grandes de lo que creía. De todos modos, sólo había dos, por lo cual él y Ziel deberían compartir el cuarto. Después de todo, Fraiah era una mujer y necesitaba su privacidad, y aunque Ziel no estuviera, precisamente, en su faceta humana y masculina con todas sus letras, eso no quitaba el hecho de que él fuera un hombre al fin y al cabo.
    - Fraiah, tú duermes en aquella de allí y Ziel y yo nos quedamos con esta -gritó desde el interior del cuarto que, casualmente, tenía dos camas. Su mirada se perdió en el paisaje exterior mientras se quitaba la corbata y comenzaba a desabrochar su camisa. Necesitaba estar cómodo. Habían andado todo el día de aquí para allí, y realmente necesitaba un descanso. Aún así, consideró importante cerrar todas las ventanas. Ya estaba oscureciendo, así que no sería raro que estuvieran con todo cerrado. Era una pena, porque la noche era fantástica con la nieve inundándolo todo, pero no podían arriesgarse a ser vistos. La noche era, también, el momento donde todos salían a pasear, a cenar afuera... Christian no quería arriesgarse ni tampoco arriesgar a Fraiah y a Ziel, que eran el motivo por el cual sus nervios estaban de punta.

    Salió de la habitación con una toalla en la mano. Sus pies descalzos apenas hacían ruido contra el suelo. Iba a decirle a Fraiah que cerrara la ventana del living, pero entonces vio cómo Ziel estaba prendido de ella. Christian era estricto, pero no era un patán. No podía arruinarlo todo con su paranoia. Por lo tanto, acabó por suspirar y mirar a su hermana.
    - Iré a tomar un baño. No tardaré -sonrió suavemente y señaló a Ziel-. No le quites los ojos de encima -sugirió con sensatez. Luego, se dirigió hacia el baño y cerró la puerta detrás de él. ¿Qué mejor que una ducha caliente para pensar en un buen plan?

    El vapor comenzó a inundar el ambiente. Christian suspiró y, sin querer, sus ojos se hallaron frente al espejo. Apoyó ambas manos sobre el lavabo y dejó caer la cabeza hacia adelante por unos momentos. Todo esto era un lío. ¿Cómo lograrían escabullirse sin ser reconocidos? Teniendo en cuenta que Ziel no duraba más de una hora con los pantalones intactos, ¿cómo irían a cenar? No estaba previsto este inconveniente, por lo cual Christian se había encargado de pagar las cenas y los almuerzos de todos los días en el restaurante del hotel. Incluso los desayunos venían junto con el alquiler de la habitación. No les quedaba otra opción más que bajar y comer en la sala común junto con todos los demás. Y pensar en ir a comprar comida al mercado y cenar aquí tampoco era buena idea, pues el mercado quedaba bastante lejos y allí dentro no tenían cocina. Christian suspiró de nuevo, maldiciendo un poco. ¿Por qué todo parecía estar hecho para que su hermana y el muchacho estuvieran siempre en peligro? A veces se le ocurrían pensar que los desertores lo tenían todo tan calculado como si fueran una especie de dios sobre la tierra. El dorado volvió a brillar del otro lado del espejo. El joven Blade se quitó la camisa y los tatuajes relucieron cual obra de arte magnífica sobre su pecho, espalda y brazos. No pudo evitar recordar a Kairi. La recordaba cada vez que apreciaba en su cuerpo este recordatorio constante de que casi consiguió matarla a causa de su inexperiencia y por culpa de Adam y Katrina. Incluso por culpa de la ingenua Fraiah. Debería escribirle. Debería intentar contactarla. ¿Dónde estaría ahora? ¿Por qué se había ido otra vez? Tan sólo la veía en las fiestas que organizaba el pueblo. Y por momentos tuvo la esperanza de encontrarla aquí, pero no se dejaría persuadir por sus deseos y no iría a esa fiesta aunque se muriese de ganas por saber qué era de ella. Ambos eran vampiros Sangre Pura; ambos tenían un millar de secretos. Pero aún así, él sentía que conocía poco y nada acerca de su preciada existencia. Ella simplemente... desaparecía. Y luego volvía como si nada. Él no la culpaba, pero no podía evitar el sentirse atormentado. Sin embargo no era capaz de reprocharle nada, pues al verla se olvidaba de todo, y lo único que existía era la dicha por tenerla cerca de nuevo.

    Abrió el grifo y metió su cabeza debajo del agua antes de ingresar en la tina. ¿Por qué pensaba en esas cosas justo ahora? Sería mejor que se apresurase. Probablemente Ziel y Fraiah tuvieran hambre.
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    Mensaje por Fraiah B. Eslin Sáb Ene 03, 2015 10:31 pm

    Christian había irrumpido en el lugar del mismo modo que aquella invitación lo había hecho: ambos notificaban un acontecimiento inesperado y preocupante. Fraiah se vio obligada a cesar los cariños hacia Ziel para ir a recibir la nueva y nefasta noticia, porque aunque las fiestas le encantasen, no era este el momento propicio. Aún así, le hacía algo de ilusión asistir, porque ir suponía vestir un lindo atuendo elegante, maquillarse, peinarse acorde, y todas esas cosas femeninas siempre le habían gustado en demasía. Pero sabía que no debía ilusionarse, porque la mirada de Christian lo advertía todo. Y tras reírse de él un buen rato, escuchó sus certeras palabras.
    - Eso quiere decir que los desertores también pueden estar aquí, ¿verdad? -susurró, y bajó la mirada, dándolo por hecho. No era necesaria una respuesta para entender aquello y la gravedad que conllevaba. Fraiah acabó por asentir a su hermano. Estaba bien, le dejaría pensar en algo, y ella también intentaría hallar alguna ocurrencia. Cierto era que no podían estar aquí encerrados, pues sería exactamente el mismo cautiverio, con la diferencia de que aquí, seguro, estarían más cómodos. Su mirada, preocupada, hollaba el suelo. Pero aquel comentario por parte de su hermano logró sacarle una sonrisa. "Nosotros llegamos primero". Fraiah negó con la cabeza y le dio un golpecito en el hombro.
    - Claro que sí -rió, y recogió el abrigo de Christian mientras este se alejaba-. Ordenaré el equipaje.

    Estaba algo nerviosa. Lo notó en el temblor de sus manos al sujetar las maletas y comenzar a arrastrarlas hacia las habitaciones. Sin embargo, se quedó a medio camino: en parte, porque no sabía aún cómo dispondrían las habitaciones; en parte, porque por su mente cruzó el fugaz pensamiento de que si Él estuviera allí, todo sería más fácil. Confiaba en Chris y valoraba muchísimo su esfuerzo, pero si Él estuviera aquí también, al menos su hermano no tendría que enfrentarse a todo solo, ni atravesar todos los peligros para mantenerlos a salvo arriesgándose él ante todo. E iba a continuar maquinando, recordando, torturándose, pero Christian la sacó de sus cavilaciones. Fraiah levantó la mirada y observó la habitación que él le señalaba.
    - ¡De acuerdo! -elevó la voz para que él la oyera. Entonces, caminó con su maleta hacia el que sería su cuarto, y la arrojó allí dentro. Sí, de este modo Fraiah "ordenaba el equipaje". Lo peor de todo era que tenía el descaro de sentirse cansada, pero aquello se comprendía si se tenía en cuenta el viaje, los nervios, y toda esa ardua tarea que tenían que realizar los prófugos para estar a salvo. Y lo más desdichado era esforzarse tanto para nada. En este momento podrían estar rodeados de desertores y ni darse por aludidos.

    Fraiah estaba de regreso en la sala cuando Christian aparece, dispuesto a ir a tomar un baño. Ella asiente, y ante su orden sonríe y se lleva una mano a la cabeza, cual saludo militar.
    - Sí, señor; de acuerdo, señor -pronuncia con voz algo gruesa, seria, pero acaba por echarse a reír y mira en la dirección en que Ziel se encuentra. La nieve resplandecía allí abajo, y estaba comenzando a nevar otra vez. Cuando Christian cerró la puerta del baño, ella se dispuso a caminar hacia la ventana. Se situó al lado de Ziel, y lo miró de reojo, sonriendo con curiosidad.
    - ¿Te gusta la nieve, Ziel? -preguntó-. Cuando era chica siempre me la comía, y los padres de Chris tenían que volar conmigo hacia el médico -rió sin poder evitarlo al recordar aquello, pero se dio cuenta de que ya no consideraba a los Blade como sus padres, como ocurría antaño. Fraiah poco a poco fue comprendiendo que no pertenecía a "su mundo", y cada día crecía en ella la necesidad de conocer algo acerca de su verdadera familia y sus verdaderos padres, saber algo mínimo, aunque sea. Y aunque sabía que si quería podía obtener toda al información que quisiese, este no era el momento y aún no estaba lista-. Es muy blanca y pura, ¿no crees? -suspiró, abandonando todo pensamiento anterior-. La nieve siempre me recuerda a Él... -confesó, perdiendo sus violáceos ojos en los copos tenues que caían, contrastando con la noche-. Y lo irónico es que nunca más lo volveré a ver -agregó, y en ese momento sus ojos se empañaron. Rápidamente, los restregó con el dorso de su mano, negando con la cabeza-. Lo siento -se disculpó con aquel extraviado Ziel que quizás no comprendía lo que le ocurría, y tal vez por eso ella había decidido hablar, porque él no la juzgaría. Al fin y al cabo, Ziel Carphatia había experimentado la misma pérdida, ¿no es así? Y más que nunca Fraiah hubiera querido que él hablase y la comprendiese en su dolor-. Todos dicen que debo olvidarlo, que debo seguir adelante, que tengo que estar bien y luchar por quienes me aprecian y me quieren ver bien, ¿pero sabes lo difícil que es eso? -sin poder evitarlo, continuó hablando y lo miró a los ojos-. Sí lo sabes.. y por eso siento que sólo puedo mostrarte a ti esta parte de mi que todos ya se han hartado de ver -negó con la cabeza y miró al frente otra vez, mordiéndose el labio inferior-. Lo siento, Ziel, en verdad siento que tengas que verme así, pero... pero simplemente no lo puedo evitar -las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, y ella sonrió al mismo tiempo, sarcástica-. Creo que odio el invierno -lo miró otra vez y comenzó a reír, mostrando unos ojos esperanzados y abatidos, y una sonrisa deslumbrante pero llena de dolor. Seguidamente, extendió su mano hacia él y revolvió su cabello, deslizando su mano hacia una de sus mejillas-. Tú eres como un copo de nieve viviente -susurró, comparando su blancura y sus frágiles rasgos-. Lamento todo lo que te ha pasado, pero te prometo que juntos lograremos juntar y unir todas nuestras piezas rotas -sonrió otra vez, mientras su voz se quebraba a causa el llanto. Sin embargo, rápidamente se limpió las lágrimas y miró hacia el baño-. No quiero que me vea llorar, así que mejor iré a ordenar el equipaje, y ordenarlo enserio, no arrojarlo dentro de la habitación como si fuera un saco de patatas -rió y quiso alejarse de la ventana, pero entonces la nieve comenzó a estrellarse suavemente sobre el cristal. Los ojos de Fraiah se perdieron en aquel paisaje otra vez, y un destello carmesí los inundó y le recordó lo que en verdad era; recordó en lo que nuevamente se había convertido, y cuánto luchaba por ocultarlo.

    "Creo que daría igual si estuvieras aquí, pues de todos modos ya no me querrías".
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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Mar Ene 06, 2015 7:58 pm


    “¿Pero sabes lo difícil que es eso?”

    Si alguien podía entender el dolor que se extendía dentro del pecho de Fraiah Eslin, sin duda, sería el chico de cabellos blancos y con aspecto de zorro que se encontraba a su lado. ¿Acaso no sabía Ziel Carphatia más que ninguno, sobre lo que era perder a quien se quiere?

    Desde el principio, siempre estuvo perdiendo, al igual que su compañera. El neófito tampoco conocía a sus padres biológicos y por el momento, tampoco pensaba en hacerlo. Incluso, antes de ser capturado por última vez por los desertores, no aceptaba del todo que tuviera un hermano. Porque, si bien lo abandonaron delante de una puerta ajena, del mismo modo en que si fuera un dichoso perro, ahora no quería saber nada acerca del tema. Y en su mente, desde luego, no existía idea de ir a verlos y averiguar la razón por la cual se vieron en la necesidad de dar a su hijo en adopción. Esto tan solo fue el comienzo de una larga historia para él. Con el paso de los años, perdió a su mejor amigo y hermano: Kai. Este decidió marcharse del pueblo en el que vivían para correr aventuras, pero debido a su pronta edad y la enfermedad que corría por su cuerpo, el joven peliazul no consiguió seguir su viaje. Las tardes en casa ya no eran igual de divertidas sin él, sin los juegos que planteaban en su habitación, sin las cientos de historias que le contaba sobre el mundo exterior. Pero conservaba sus preciadas espigas doradas, aquel paisaje que tantas veces acudía a su extraviada memoria; también tenía a su madre, ¿no es así? Sin embargo, aún no terminó todo el dolor que pudo atravesar a Ziel alguna vez. Al poco tiempo, un incendio provocado por la envidia que mantenían a la familia Carphatia por todas las tierras cultivadas que tenían en la zona, arruinó su casa y se llevó, delante de sus propios ojos, la vida de su más preciado ser de por entonces: su madre. ¿Y qué quedó entonces para él? Tan inexperto e indefenso como estaba, recurrió al último recurso de encontrar a su mejor amigo, de mudarse a otro pueblo donde la pena y la derrota caería sobre su persona.

    Entonces apareció, Bella Gring. Aparte de encontrar al cazador y descubrir el lazo de sangre que les asociaba, también halló el amor de alguien, la nueva necesidad de proteger a alguien y sentirse útil. De este modo, resurge el nombre de Marcus O’Conell, quien lo trató como un esclavo a causa de su desesperada soledad y el horrible sufrimiento de perder. Por esto, porque Ziel conocía perfectamente ese dolor, dio perdón al causante de muchas de sus desgracias. No obstante, encontró entre sus brazos la protección de alguien, igual que antaño. ¿Y qué más podía pedir un humano como él? Se enamoró de dos personas y en eso pecó, pues sin darse cuenta provocó daño en sus más allegados. En cambio, se sentía querido después de tantos años mendigando esta necesidad de entregar sin recibir. Pero sí, había un deseo más allá de sus posibilidades: La Inmortalidad. El permanecer el resto de la eternidad con aquellos que simbolizaban su nobleza, su coraje, su cariño. Y fue concedido de la peor o mejor –según quien lo vea– manera. Luego fue culpable por arrastrarles con él y su suerte. Culpable de sus inminentes muertes y de las cenizas derramadas en un lugar imposible de recuperar. Ziel era completamente culpable de olvidar cada una de sus sonrisas.

    Quizá solo el amor no basta…

    ¿Y qué quedaba ahora para él? Una forma de zorro reflejada en su cuerpo. Ni siquiera tenía a sus seres queridos, ni siquiera tenía sus recuerdos. Ni siquiera era capaz de llorar por todo lo que encogía su corazón del más fiero dolor. Tan solo podría jactarse de escapar de nuevo de los desertores, quizá incluso de sobrevivir después de la ardua batalla que tuvo que librar dentro de los laboratorios de la Nueva Asociación. Porque, aquel chico que Fraiah observaba con detenimiento, a quien hablaba de sus males con libertad, no tenía absolutamente nada. No obstante, sus ojos distantes, continuaban mirando el horizonte blanco, sin apenas contemplar la suavidad con la que la nieve se desliza del cielo gris. Lo perdió todo, ya fuera de una u otra forma. Luego, ¿quién iba a entender mejor la dificultad que supone continuar hacia delante después de todo?

    En cuanto escuchó de nuevo su nombre, identificó el sonido y giró la cabeza para mirar a Fraiah. Sus ojos estaban llenos de agua que resultaba imposible para él desbordarla, a pesar de que su expresión no se vio afectada lo más mínimo. Las orejas se balancearon inmediatamente tras reconocerla a su lado, aunque regresaron a reposarse sobre su cabello, pasando desapercibidas con facilidad. El neófito, simplemente recorrió su cuerpo y regresó su mirada al frente. En cambio, de repente, posó la mano en el frío cristal y un escalofrío recorrió su cuerpo, extrañamente. Las colas de su espalda se agitaron por la sensación. El pequeño zorro gimió de angustia, tal vez porque una parte de él entendiera el sufrimiento de Fraiah, tal vez porque ese mismo dolor lo estaba experimentando en estos instantes. Tampoco iba muy desencaminada la cosa, ya que los sentimientos de la humana eran fácilmente perceptibles por un vampiro y Ziel no dejaba de ser uno de ellos, aunque se comportara más como un animal salvaje que otra cosa. Sin embargo, ¿qué era lo que Ziel veía en la nieve? ¿Qué era lo que Osaki ocultaba de la humana?

    Por parte de Ziel, significaba el valor de la estación en la que se encontraban. Era invierno, seguramente una fecha cercana al Año Nuevo. ¿Y dónde conoció a Marcus? ¿En qué lugar se dio cuenta de sus verdaderos sentimientos por Bella y la necesidad de tenerla a su lado? Justamente, en una fiesta de Navidad. De modo que la nieve contenía un valor muy importante para él. De no haber asistido a ese lugar, en ese día preciso, jamás los hubiera conocido. Jamás habría experimentado la felicidad de que sus sentimientos resultaran correspondidos. Y quizá ahora no estuviera delante de Fraiah en esa forma, ni tampoco hubiera conseguido salvarla de la Nueva Asociación, pues moriría debido a su enfermedad; pero al menos, puede que no hubiera sufrido tanto. ¿Acaso era egoísta pensar en esto? ¿No llevaba razón? Seguramente cada pizca de felicidad se viera acosada por una oleada de soledad, de sufrimiento, para realmente valorar lo que se tiene. De aprovechar cada mísero segundo se trata, ¿verdad? A veces, incluso en la mente de Ziel se pudo ver la desesperación por volver al pasado y disfrutar todo el tiempo que le era posible con Marcus y Bella.

    ¿Y de Osaki? De ese mezquino zorro no se conocían datos, salvo los que permanezcan en el interior del neófito, aquel que era el único de ver la desgracia, el horror, la desolación, el amor, el cariño, la buena fe de alguien como él.

    Luego de que su mano se deslizara lentamente por la superficie cristalina, Ziel se movió. En ese momento, ella hablaba del odio que le mantenía al invierno. ¿No era esta una ofensa hacia su persona? Como bien decía, el animal que habitaba en su interior parecía el reflejo de un copo de nieve. Y es que, realmente, rara vez se verán zorros blancos por zonas cálidas, salvo en los alrededores de ambos polos, donde podían camuflarse con facilidad entre la nieve y soportar el frío. No obstante, por eso se simbolizaba su cargo de Guardián. De otra forma pudieran haber elegido a un simple mapache, ¿no? Pero no. Era un zorro blanco quien representaba la figura del misterioso Osaki de ocho colas. Él representaba la belleza del invierno, la delicadeza con la que los copos caen, la fuerza con la que una luz es capaz de arrasar todo lo que se encuentre en su paso, el anestesiante frío que inmoviliza las extremidades.
    Avanzó a cuatro patas hacia su compañera y se inclinó sobre ella. Eso era lo que Fraiah pensaba acerca del invierno, pero, ¿era también la misma idea que tenía de él? Sus ojos tuvieron un pequeño brillo carmesí, imposible de ver con facilidad. El instinto depredador de su interior resurgía de repente. Con ese rostro de animal curioso, comenzó a ocupar cada vez más su espacio, hasta que se echó encima de su cuerpo, acorralándola contra el suelo. Su cuerpo se echó encima del suyo, obstaculizando su huida. Reposó la cabeza sobre la madera del parqué, mirando en dirección contraria a la chica. Cerró los ojos con cuidado, gimiendo tristemente una vez más. ¿Así que eso era lo que pensaba de él? ¿También lo odiaba de esa forma por representar al invierno?

    La escena, desde luego, podría ser totalmente mal interpretable. En cambio, lo que realmente ocurría era que el joven cachorro había percibido de nuevo esa sensación de tristeza que lo inundaba, proveniente de su compañera. Si a eso le sumábamos la sarta de recuerdos que Osaki estaba visualizando en ese cristal… Este era el resultado. Ver la nieve caer ponía más necesitado a Ziel de lo que estaba ya de Fraiah. Si le quitaban a ella, a la representación de la mujer que contemplaba Osaki en su interior, a la única persona que le quedaba ahora, no tendría motivos por los que continuar mirando hacia delante. Así que, lo único que pedía un ser tan perdido como él, era sentirse entendido y tener una gota cariño que le transportara de nuevo al pasado, a esa calidez imborrable que creyó perdida y que de hecho, olvidó.
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    Mensaje por Fraiah B. Eslin Dom Ene 11, 2015 1:43 am

    Ya no había la pena estar triste. Ya habían pasado casi dos años desde su partida, entonces, ¿por qué no dejar las lágrimas guardadas en el cajón y poner los pies sobre la tierra? Pero quizás el problema residía en que Fraiah, precisamente, tenía los pies muy bien apoyados sobre la misma, tanto como para darse cuenta a diario de que alguien que había marcado su vida, su existencia, y había conseguido sacar lo mejor de ella, ya no estaba presente, y jamás volvería, pues su sitio ya era otro, y no compartían el mismo mundo. Los copos de nieve se hicieron más intensos, y el carmesí de sus ojos se fundió con un cyan profundo, oculto. Podría parecer algo loco, descabellado, pero cada vez que él ocupaba de esa manera su pensamiento, de algún modo lograba sentirlo cerca, muy cerca. Por momentos, sentía que su propia sangre hervía, recordándole que la calidez humana de él, que su furia de cazador, continuana presente y se fundía con ella, siendo ambos sólo uno. ¿Y debía seguir sus designios? ¿Debía apropiarse de su pasado, de su verdadera historia? Hoy, más que nunca, deseaba cumplir con el deber para el cual había nacido en la familia Eslin: ser una cazadora. Hoy, más que nunca, quería saldar todas las deudas con aquellos que siempre la protegieron y que dieron lo mejor de sí para su bien. Quería, intensamente, que Nokku viviera a través de ella de algún modo.

    - Bien, ya fue suficiente –susurró, tajante. Christian en cualquier momento saldría del baño y que la viera así no era una opción. Se secó las lágrimas, pero era odioso que mientras unas eran eliminadas otras nuevas ocupasen su lugar. Estaba dispuesta a marcharse y encerrarse en la habitación. Además, se sentía sofocada y a la vez tenía mucho frío. Le molestaba la luz. Estaba molesta con el mundo y consigo misma de repente, y no quería que ni Ziel ni su hermano pagasen su mal genio repentino ni su malhumor. Pero por dentro algo ardía, y ardía en diferentes direcciones: pasión por defender a los suyos y pasión por destruirlos. Sin embargo, cuando estuvo a punto de alejarse, Ziel se comenzó a inclinar sobre ella, acabando por derribarla. Fraiah estrelló su espalda contra el suelo, pero no fue doloroso, pues todo pareció transcurrir en una extraña cámara lenta. Los ojos de ella se abrieron de par en par, y se mantuvieron fijos en la figura del muchacho. “¿Qué..?”
    - Z-ziel… ¿qué haces? –preguntó, sintiendo que de repente su espacio fue invadido y que él se estaba comportando extraño-. Ziel… vamos… levántate –suplicó, moviéndose en vano de un lado a otro, pues apenas conseguía mover los brazos, pues habían quedado flexionados sobre su pecho, y consecuentemente aplastados por el neófito. Y cuando intentó buscar sus ojos para darle a entender que debía salirse de encima, no pudo hallarlos, pues su cabeza blanquecina se encontraba mirando hacia otro lado. El corazón de Fraiah palpitaba, y lo hacía fuerte, pues se había sobresaltado y además no entendía lo que ocurría. ¿Y si de repente Ziel desconfiaba de ella y quería atacarla? ¿Y si se descontrolaba? Christian estaba cerca pero no lo suficiente para detenerlo a tiempo. No obstante, toda conjetura fue estúpida y errática, pues la verdad estaba mucho más lejos de sus conclusiones.

    Tal vez quien debía cuidarse esta vez era él.

    - Ziel… vamos… mu-é-ve-te… -ordenó, articulando con esfuerzo cada sílaba, mientras lo empujaba hacia arriba, pero en cuanto se dio cuenta que él no se movía, su posible miedo pasó a ser un terrible terror porque estuviera desmayado o algo-. ¿Ziel? –lo zarandeó un poco-. ¡Ziel! –acabó por gritar, exasperada, pero de forma increíble sus manos lograron liberarse, y tras el movimiento ejercido por su cuerpo, logró mover un poco el cuerpo del vampiro. Con ambas manos se encontraba sosteniendo su rostro frente a ella, con ojos alarmados, pero con aquel sentimiento amargo recorriéndole por dentro. Los cambios de humor en Fraiah eran algo muy sospechoso últimamente, pero nadie parecía notar la anomalía. Quizás ella lo estaba escondiendo demasiado bien, sobrellevándolo mientras luchaba intensamente consigo misma pero… ¿Acaso ahora podría luchar? Al mover a Ziel, inevitablemente su aroma se expandió. Los sentidos de Fraiah, extremadamente agudos debido a la conexión que había hecho con su “yo” vampiro otra vez, detectaron el perfume de su piel inmortal. Fraiah continuaba sosteniendo el rostro del muchacho, y sus ojos estaban fijos en los suyos. Lentamente, acompañando estas sensaciones, el carmesí de ella se volvió más y más intenso. Su corazón comenzó a latir más fuerte. Era exactamente igual a aquella vez, en la cueva, donde desató toda esta furia oculta y sellada en su interior para protegerlo, desplegando a su vez el mayor peligro: tener a su lado a una vampiresa en potencia con el mismo carácter de neófita que él. Fraiah hacía tiempo que no alimentaba esa parte de ella. Hacía tiempo que la había dejado atrás y por unos años creyó que lo había hecho para siempre. Pero no. Aquí estaba. Aquí yacía la bestia que tanto se esmeró Damaru en eliminar conservando la humanidad de Fraiah intacta y con vida. Y todo aquel esfuerzo se había escurrido por la borda. Fraiah Blade Eslin había roto el candado por y sólo por Ziel Carphatia.

    - Ziel… por favor… debes… debes apartarte ahora y… tan sólo déjame ir… -comenzó a murmurar, titubeante, tartamudeando en parte y aletardando las sílabas por momentos. Apartó su mirada de él, siendo ella quien recostaba ahora la cabeza sobre el parqué. Su cuerpo comenzó a temblar. Con sus manos, empujó el rostro de Ziel hacia atrás, para ver si el chico por fin se alejaba de ella, pero parecía estar demasiado obstinado en brindar su apoyo, algo que ella no había alcanzado a comprender a causa de su obnubilación-. Ziel… he dicho que te muevas… ¡ahora! –elevó un poco la voz, pero acabó por morderse el labio inferior. La temperatura corporal de Fraiah iba en aumento, y mientras la fiebre se elevaba, la sed desgarraba su garganta y los colmillos comenzaban, finos y certeros, a hincarse sobre sus propios labios. No podía soportarlo más. ¿Cuántas semanas llevaba ocultando lo que había hecho a Christian y poniendo en peligro a Ziel? Aproximadamente tres.

    Y no pudo soportarlo más. La bestia le ganó a La Bella esta vez. Fraiah se giró hacia él, mirándolo con ojos refulgentes y codiciosos; aquellos ojos felinos y salvajes en su rojo esplendor. Y la fuerza de un vampiro sediento no puede subestimarse. ¿Y la de un híbrido? Tampoco. Fraiah logró erguir su torso y acabó por girar los roles: Ziel acabó en el suelo, prisionero de ella, cuando él con toda su inocencia había querido simplemente abrazarla. ¿Pero acaso la vampiresa en ella había percibido amenaza en él? Si había algo que caracterizaba a esa naturaleza de Fraiah, era la desconfianza y la sagacidad de sus actos. La suma inteligencia con la que actuaba cuando la sed la apresaba era increíble. Podía volverse completamente fría y cruel si le daba rienda suelta a sus deseos más oscuros. ¿Este sería el despertar de aquella faceta otra vez?

    Su respiración se había vuelto agitada. Sus ojos, horrorizados y anhelantes, estaban clavados sobre los de él, como si pudiera ver más allá de la inocencia que el muchacho representaba. Había algo, había algo en su presencia que lograba atemorizar a esta parte de ella.
    - ¿Así se sentía el infierno..? –susurró a duras penas, apretando las muñecas del muchacho, las cuales tenía atrapadas con determinación. Sin embargo, aflojó el agarre, deslizando sus dedos por el antebrazo del chico, como quien estuviera luchando por apartarse. Pero entonces se detuvo otra vez y volvió a aferrarse a él, mientras las lágrimas comenzaban a rodar nuevamente por sus mejillas; aquellas lágrimas tan humanas que querían detener lo inevitable: lo que por terror a que Ziel muriera había comenzado-. Yo… yo ya no creo que pueda soportarlo más… -susurró aproximando su rostro al suyo, examinando cada uno de sus blanquecinos rasgos, y hundiéndose aún más en aquellos iris dispares-. Tengo miedo –susurró en su oído, ocultando su rostro en el hueco de su hombro mientras el aroma del parqué se filtraba junto al de Ziel. Tensó sus piernas, las cuales estaban dispuestas a cada lado del cuerpo del neófito, capturándolo e inmovilizándolo. Respiró suavemente junto a su oído-. ¿Así es como se sentía estar… verdaderamente sedienta? –masculló otra vez, y en ese preciso momento sus colmillos brillaron. Entreabrió sus labios y estos fueron directamente hacia el cuello del joven zorro, apoyándose sobre su fría piel y contrastando esta con la elevada temperatura que la fiebre causaba en Fraiah-. Perdóname –culminó contra su piel, y entonces las finas dagas marmóreas se abrieron paso sobre sus tejidos, incrustándose en ellos de una forma tan delicada como intensa y mortífera. ¿Pero por qué a Fraiah le atraía más la sangre de un vampiro que la sangre de los cientos de humanos que residía en el hotel y en la fiesta que estaba dándose abajo? La sangre comenzó a manar hacia su interior, y la chica se aferró aún más y más al joven, calmando su ansiedad, apaciguando su terrible sed y desesperación. No obstante, las lágrimas continuaban descendiendo, empapando el hombro de Ziel y parte de su pecho. Pero al mismo tiempo que estas huían de su ser, la sangre de Ziel ingresaba en él. ¿Sabría cuándo parar? ¿Sabría cuándo detenerse? ¿Acaso Ziel permitiría esto? ¿Lo permitiría el legendario ser que albergaba dentro? El girar de los acontecimientos era incierto para todos. ¿Acaso Christian podría salir a tiempo de ese cuarto de baño para detener la transgresión que aquí se estaba llevando a cabo? Lentamente, alrededor de las muñecas de Ziel unos pequeños cristales comenzaron a formarse, como si Fraiah pretendiese además de consumir su sangre consumirlo a él por completo. Y lo peor era que una vez que aquello comenzaba, no había modo de detenerlo a menos que Fraiah Eslin estuviese fuera de juego. Y así sus manos continuaban manchándose de sangre, al igual que sus delineados labios...

    “No… Definitivamente nunca podrías volver a amarme; no podrías jamás amar esto en lo que me he convertido”.
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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Dom Ene 11, 2015 10:08 pm

    Él tan solo quería transmitir sus condolencias. Él tan solo quería estar con ella, intentar hablar en el lenguaje que los humanos utilizaban mediante aquel extraño abrazo. Tan sólo deseó que ella recupera la sonrisa, igual que antaño. Y a cambio, que también cubriera la falta de cariño de él durante estos últimos meses, donde los Desertores se encargaron de arruinar tanto su físico como su mente. Sin embargo, no fue suficiente para llegar a Fraiah.
    No fue suficiente ni antes, ni ahora, ni nunca…

    Los ojos de Ziel permanecían cerrados. De vez en cuando se escuchaba algún pequeño gemido, pues estaba sumido en esa profunda tristeza que se había despertado tras contemplar el paisaje nevado, tras ver a su compañera llorar y sentir todo el ambiente cargado de añoro. Pero, ¿qué era lo que venía a su cabeza tras ver esa imagen blanca? ¿Por qué solo la nieve conseguía redimir al más fiero animal? Ella. Y solamente Ella podía regresar a él, a quien realmente fue una vez.

    Acababan de llegar las primeras nevadas del año. El sol se encubría entre las nubes grises, escondiéndose del temporal y el frío propio del invierno. En cambio, todo en el bosque parecía ser de igual forma que el resto de veces. Los animales se hallaban escondidos en sus refugios, los que no, invernaban. En cambio, para los humanos era completamente diferente. Las heladas calaban dentro de su ropa y la sensación térmica era destacable por encima de las demás. No obstante, la guerra no perdona estaciones. Aún con el abrasador calor, con la más fuerte lluvia y viento, aun con el desgarrador frío, los combatientes tenían que continuar por permanecer con vida. Los que lograron ir batallando y sobreviviendo, descansaban, ocultos en lo alto de los árboles para despistar al enemigo. Y entre aquellos supervivientes, enviados a morir desamparados sin ningún tipo de sustento –salvo del que obtenían robando del bando contrario–, estaba Él. El chico al que todos llamaban Ren, el Sin Nombre.

    Mientras todos sus compañeros dormían, él hacía guardia. Pero, ¿de qué servía algo como aquello? No confiaba ni siquiera en sus camaradas, pues cualquiera sería capaz de vender a un amigo con tal de conseguir un mísero trozo de pan. El hambre y la sed estaban por volverle loco a más de uno, incluyéndose también al chico. Sin embargo, había aprendido a defenderse bastante joven, a luchar por mantenerse con vida, aunque no encontrara una verdadera razón para hacerlo. Tal vez regresar a un hogar destruido por las bombas de aquellos que se lo llevaron. ¿Y por qué tuvo que ser él? Daba igual quién fuera, pues todo se olvidaría con los primeros meses. Iban a formarle a base de golpes, rompiendo cualquier ideal, cualquier tipo de moral que poseyera y enviarle a primeras filas como fácil carnada, dejando que fueran sus propios patriotas quienes lo mataran. Corrían el riesgo de que huyeran en medio del conflicto, o que quizá fueran reconocidos. Pero, total, ¿quién reconocería a un simple muchacho tan joven, hijo de un panadero? Nadie y por eso, y porque no le quedaba nada esperándole, no decidió huir como los cobardes; sino que prefirió aprender a asesinar a todo aquel que se fijara en su mirar, deseando recuperar el orgullo que su padre perdió ese fatídico día. Lo cual, toda esta historia ya no era de importancia para él, quien aprendió a ser un verdadero hombre tan sumamente joven, quien contempló la muerte de sus padres y la profanación de sus hermanas delante de sus propios ojos. Luego, ¿quién resultaba ser los enemigos? Todos. Todos serían de su desconfianza, ya que unos no supieron defender a su familia y otros únicamente pensaban en cuál sería la tortura de mañana.

    Afilaba uno de sus cuchillos parsimoniosamente, cuando el chasquido inusual de una rama llamó su atención. ¿Animales? ¿Una emboscada? Efectivamente, la segunda opción resultó ser la correcta. Por lo pronto, dejó que el sonido de los tambores del final del escuadrón despertara a sus compañeros, silenciando sus bocas con un solo gesto. Esta vez, la batuta la llevaban los rebeldes y serían quienes eligieran el momento exacto en el cual atacar. Sin embargo, no todo fue tan fácil como lo planearon en un primer momento. Lo único que estaban esperando era justamente eso, su aparición en el bosque, afirmando su presencia. Tan solo avanzó unas cuantas filas de hombres para forzarles a defenderse. Y en cuanto lo hicieron, una lluvia de flechas cayó por encima de sus cabezas. Un cuerpo, otro y otro. La sangre se esparcía por la pequeña capa de nieve que cubría la hierba. Tanto aliados como contrincantes caían, ya fuera por la misma causa. No obstante, en pie quedaba uno de los mejores adversarios y fuertes combatientes, rebanando cuellos sin ningún tipo de piedad, sin importarle cuántas flechas o cuantos cortes sufriera su cuerpo.
    Sin dolor, sin debilidad. Sin clemencia ni piedad…

    Finalmente, se vio forzado a unirse a la retirada. Quisiera o no, su cuerpo desfalleció en el claro y aquellos por los que nunca hubiera arriesgado nada, comenzaban a llevarse su cuerpo en volandas; pues era quizá el único que podía salvarles la vida en futuros. Eso, si podía sobrevivir de las heridas que soportaba. Pero el otro bando jamás permitiría escapar a los rebeldes. Uno por uno terminaron por caer sus posibles salvadores. Y ahí quedó, tirado en el suelo, rodeado de cientos de cadáveres que él mismo se encargó de sembrar, depositando su cabeza en una pica a disposición del general. Los recuerdos de lo que sucedió después, no fueron capaces de encontrarse, pues perdió la consciencia tras de eso.

    Lo siguiente que vieron sus ojos, fue… Ella. La primera vez que miró su rostro. Tan claro y puro como la nieve que caía en el exterior, lejos de todo el calvario que sucedió en el bosque. No entendía cómo logró salir de aquella. Seguramente le dieron por muerto y una simple chica que tuvo la desgracia de pasar por el lugar y ver la escena, decidiera encontrar supervivientes. Y entonces, aquí aparecía él. En su casa de madera, perdidos en lo profundidad y densidad del inmenso bosque. ¿Y cómo olvidar esos ojos azules que lo miraban curiosamente? ¿Cómo siquiera pensar que enterrar sus sonrisas le beneficiaría? ¿Cómo desechar todos los momentos que vivió a su lado en dicha casa de madera? ¿De qué forma mantendría su orgullo si olvidaba su promesa?


    Ah… el invierno. El invierno sería el desencadenante de muchas cosas para aquella mujer, para aquel joven. Un Destino unía sus hilos sigilosamente después de ese encuentro. Y después… después tan solo vendría el dolor de la pérdida a cada nevada que le trajera su recuerdo de la primera vez que la conoció.

    Y a todo esto, mientras estas imágenes surcaban dentro de la mente de Ziel, Fraiah intentaba alejarlo de su cuerpo a toda costa. Por segunda vez sentía su rechazo para con él. Se escuchó otro gemido procedente de su garganta. ¿Por qué? ¿Qué era lo que había hecho mal? ¿Por qué no era capaz de acariciarle cuando se lo rogaba de esta forma? No todo el mundo poseía la bendición del zorro Osaki y por ende, no cualquiera tocaría su fina y suave piel blanquecina. Ni siquiera un mísero pelo de sus orejas si él no se encontraba conforme con la persona. Y en en el caso de Fraiah, todo resultaba diferente. Ella tenía el poder de tocarle cuando quisiera, y en cambio, sería el neófito quien se acercara siempre para que le rascara entre las orejas. Por decirlo de alguna forma, la humana tenía a Ziel bajo su merced si lo quería. La había salvado de un suicidio inminente y defendido de los cazadores, arriesgando incluso su propia vida. Al fin y al cabo, formaba parte de la reencarnación del recuerdo de su interior, quisiera o no. Estaban atados por la misma razón por la que dejó la pulsera roja sobre la muñeca de la chica, como si de otro nuevo lazo se tratara.

    Se incorporó y retiró lentamente de ella, permitiéndole un poco de espacio, pues quizá fuera la razón de sus gritos. O puede que pesara más de lo que su frágil cuerpo soportara. Sus colas se movieron, como si estuviera esperando ser perdonado por la razón que hubiera provocado el enfado de su compañera. Sin embargo, antes de que quisiera darse cuenta, era Ziel el que estaba recluído por sus brazos. Sin ser consciente de ello, su largo cabello desprendía el aroma del pecado. Después de convertirse en lo que era ahora, se convirtió en mucho más atractivo que antes y el deseo que provocaba en los vampiros por beber su sangre, era todo un hecho. De este tema seguramente podría hablar el fallecido Marcus O’Conell, quien nunca pudo resistirse a beber de él, ¿no es así? Luego solo debería defenderse con uñas y dientes cuando creyera necesario defender su sangre, y por tanto su propia vida.
    Sus ojos dispares se clavaron sobre los de Fraiah, sin entender. ¿Qué había hecho? ¿Qué le ocurría? ¿Por qué sus ojos se veían diferentes? La carga comenzó a sentirse flotando en el ambiente, percibiéndolo inmediatamente. La alarma sonó inmediatamente: Fraiah ya no era ella. Algo había cambiado. Comenzó a gruñir, intentando zafarse de su agarre. No obstante, ambos estaban en las mismas condiciones. Ella acababa de despertar su vampirismo, él su parte salvaje por culpa del zorro. Ambos diferentes después de salir de los laboratorios. Ambos con la misma fuerza.
    Ambos… sin pertenecer a ninguna de las dos razas. Propiamente, híbridos.

    Mostró sus colmillos en cuanto se vio completamente aprisionado por sus piernas. ¿Qué era ella ahora? ¿Qué iba a hacerle? Osaki dejó rápidamente atrás su tristeza, su añoro y ahora luchaba contra la mujer que simbolizaba su mayor anhelo, aunque no fuera del todo la misma. Esto, mismamente, era lo que terminaba por suceder la duda dentro de él, ya que sus lágrimas caían sobre su rostro. ¿Y si realmente sí era ella y únicamente era un juego de mal gusto? ¿Y si iba a golpearle aprovechándose de que era el símbolo de su debilidad? ¿Podía simplemente permitirle hacer lo que quisiera con él? No, de ninguna forma esto era un juego de niños, ni siquiera de cachorros. Y quedó perfectamente plasmado en cuanto los colmillos de ella atravesaron la piel de su cuello con ferocidad. Sus pupilas se hicieron completamente ínfimas, absorto. Del mismo modo en que si le echaran un cubo de agua fría, una corriente eléctrica recorrió su espalda. Fraiah… Fraiah estaba bebiendo de él como hizo anteriormente, en el bosque, Ziel con Christian. La sangre del neófito hervía de rabia. Rugió furioso, retorciéndose sin cesar para que su mandíbula tuviera que desencajarse con uno de sus movimientos y así evitar que continuara bebiendo. Una cosa la bendición de dejar que le tocara y otra muy diferente que le ofendiera y atacara de esta forma. Así que entonces, esta sería una batalla difícil para dos seres tan diferentes entre sí.

    Se revolvía todo lo que podía, tan fuerte como era capaz. Y en cuanto consiguió liberar una sola de sus colas, golpeó salvajemente el costado de la chica para que se apartara. Los golpes y sonidos que hacía el cachorro de zorro se oían incluso dentro del cuarto de baño, pero Christian no apareció para apaciguar a las fieras que se debatían por beber la una de la otra. Debido al ajetreo que sufría Ziel, su segunda cola hizo la misma operación. Forcejeaba con sus manos de igual manera, doblando y estirando sus piernas, como si de algún modo fuera a conseguir algo. Y entonces, obtuvo el espacio que necesitaba y giró su cuello para morder en la mejilla de la chica. Si no era por las buenas, se retiraría de él por las malas. Gruñó mientras sacudía la cabeza para intentar arrancarle el pedazo de carne si era posible. Sin embargo, se detuvo antes de lograr su propósito y marcó el siguiente. Los segundos eran oro en un enfrentamiento, así que Ziel no los desperdició y procedió a atacar de nuevo. Irguió el tronco todo lo que pudo y mordió de nuevo a la chica, esta vez en el hombro. De este modo fue mordiendo por toda la extensión a la que era capaz de llegar con su mandíbula, forzándola a retirarse si no quería continuar recibiendo aquel par de colmillos en su piel.

    Bastó que se retirara lo más mínimo para que se encogiera sobre sí mismo y retrocediera hacia atrás. Comenzó a arañar el cristal que de repente cubría sus manos con los colmillos, tratando de romperlo cuanto antes. Fraiah podía abalanzarse sobre él y no debía darle oportunidad. Sin embargo, estas no eran toda su escapatoria, pues lanzó dos dagas hacia ella, sin miramiento de que atravesara su muslo. El aroma de la sangre de ambos seres se mezclaba en el salón, así como las miradas fugaces que se lanzaban cada uno de los dos.
    Tras recuperar el movimiento de sus extremidades superiores, no lo pensó dos veces. Se arrojó sobre ella con sorprendente velocidad, golpeándola bruscamente contra la pared. Dos de los cuadros se estrellaron contra el suelo, rompiéndose la superficie cristalina que los mantenía intactos, en miles de pedazos. Ziel estaba fuera de sí, pues consideraba una deshonra que su sangre se vertiera sobre la boca de la chica o cualquier otro vampiro. ¿Y quién haría que se calmara, si no la chica quien siempre lo consiguió? Ahora mismo, ni siquiera la reconocía y esto era todo un inconveniente. Su mirar estaba oculto por sus largos cabellos y realmente, era mejor que Fraiah no los viera. Tan solo con percibir sus fuertes gruñidos –dañando incluso la garganta del peliblanco– se comprobaba el estado que había adoptado. Los iris le brillaran asesinamente en el color carmesí propio de la sangre. No obstante, a Ziel no le interesaba alimentarse de la humana en este instante, aunque la sed llamara también a su cuerpo tras olfatear descuidadamente el aroma que desprendían las heridas de la híbrida. Antes de nada, debía derribarla y marcar el control como macho Alfa, recuperando el respeto que imponía. Avanzó de nuevo, mordiéndola otra vez. Una, dos, tres veces más. Clavaría sus colmillos en su carne todas las veces que hicieran falta de ser necesario. Pero, si algo tenía claro el animal salvaje de cabellos blancos era que, iba a sacar la oscuridad y la sed del interior de Fraiah Eslin.
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    Mensaje por Fraiah B. Eslin Lun Ene 12, 2015 12:42 am

    Dios, ¿a dónde has ido?
    No hay respuesta.
    No importa,
    Siempre ha sido así.


    “¿Qué estoy haciendo? ¿Acaso me he vuelto loca? ¿Por qué..? ¿Por qué no puedo detenerme? Por favor, alguien… por favor… no quiero seguir lastimando a quienes quiero. Por favor, alguien que me escuche, alguien que me ayude, yo… ¿Yo realmente estoy en el infierno ahora?”

    La sangre de Ziel descendía por su garganta como una cascada de alivio. La sed se apaciguaba, pero a su vez se despertaba aún más aquella naturaleza acechante, siniestra, aquel lado oscuro que una joven inocente como ella jamás debería poseer. Y si en algún punto su mente se remitiera al inicio de todo, el nombre de Sebastian Morgenstern golpearía sus recuerdos. Aquel Pura Sangre fue el responsable de convertirla hacía ya cinco años, aproximadamente. Ella apenas era una niña, y él dibujó para ella todo un mundo de fantasía e ilusión. Apenas había llegado a la Academia, había tenido un fugaz romance conflictivo con otro vampiro, y luego él llegó a limpiar las heridas que habían quedado de aquella relación tóxica de la cual sólo Nokku logró librarla por completo. Pero regresando a Sebastian… Ah, él la había protegido incluso de Adam, su hermano, que por aquel entonces estaba obsesionado con la humana. ¿Y por qué mentir? Si había a quienes echarle toda la culpa, estos eran Adam Blade y su esposa Katrina Darent. Tanto la habían hecho sufrir, tanto le habían quitado a cambio de nada… Aunque la relación con la Líder del Consejo de Ancianos luego se tornó más afectiva quién sabría decir por qué, aquello no bastaba para borrar todo el pasado de sufrimiento y pérdida. Incluso ellos la habían obligado a arremeter con quien realmente siempre estuvo a su lado y la protegió de todo, desde la niñez: Christian. Y ahora todos estos recuerdos resurgían en su interior, hasta llegar a un pasado no muy lejano, donde Nokku la obligó a ser parte de su experimento para devolverle su humanidad; donde él la obligó a permitir que él cumpliera su promesa.  Y a partir de allí… A partir de allí todo fue tan armonioso y glorioso. Ambos habían iniciado una relación, siendo consciente de que siempre habían sido el uno para el otro y que no podían creer que tanto tiempo les había llevado el darse cuenta, siendo amigos simplemente, sin caer en la realidad de sus sentimientos. Pero las rosas siempre acaban por marchitarse, y del mismo modo se marchitó ese hermoso mundo que ambos tenían. Con la muerte de Nokku, el imperio que Fraiah había construido se vino abajo, demoliéndose con ella dentro. Desde allí, ya no pudo volver a ser la misma. Pensamientos suicidas la reinaban todo el tiempo, arrebatándole la razón. Le costaba controlar sus impulsos y hablar con sus amigos se había vuelto un martirio. Poco a poco había creído lograr salir de eso, pero jamás pudo terminar su duelo; jamás pudo extirpar a aquel cazador de su alma y de su corazón, y ahora mismo Ziel Carphatia, el zorro Osaki, estaban pagando el precio.

    No iba a soltarlo. De ninguna manera iba a permitir que su presa se escapara. Él sería suyo esta vez. Por una vez, ella tendría el control sobre los demás, y no al revés. Ziel estaba siendo un inusitado chivo expiatorio para esta pobre joven que llevaba ya una gran mochila sobre la espalda; una mochila llena de rocas, y recuerdos… Recuerdos que amaría arrastrar lejos, arrojarlos por la borda, hundirlos en medio del inmenso y profundo mar. Quería ser libre, pero sabía que jamás podría serlo si no dejaba de amar al único hombre que cambió su vida. “Devuélvemelo, devuélvemelo, monstruo”, pensó en su fuero interno, confundiendo a Ziel con Vladimir D’Shaitis, aquel vampiro despiadado que se llevó la vida de Damaru en aquella triste noche. Pero aunque sus colmillos continuasen allí, hiriendo al pobre muchacho, esto no duraría para siempre. Al fin y al cabo, él también era un fuerte vampiro, violento y sediento, pero sobre todo orgulloso y salvaje. Una de sus colas golpeó a la chica, pero ella siguió firme en su convicción. Estaba perdiendo la cordura, otra vez. La depresión estaba acabando con ella, y nadie se daba cuenta de ello. Todos continuaban como si nada, y nadie podía ver lo que en verdad pasaba en su interior. ¿Acaso era tan fuerte, tan decidida, como para estar en perfectas condiciones aún cuando fue víctima de un secuestro y casi abusan de ella cinco hombres? ¿Acaso era tan resistente su mente, su estado emocional, como para olvidar todo lo que vio allí dentro y hacer de cuenta que nada ocurrió? Vivía fingiendo, maldita sea. Vivía fingiendo y retorciéndose en su propio mundo demoníaco allí dentro, en sus entrañas.

    Ziel continuó forcejeando con ella. Mientras una Fraiah salvaje y agresiva luchaba con él, una Fraiah completamente débil, derribada, triste, se refugiaba en el interior de la bestia. ¿Y en este estado debería decirle a Christian todo lo que vio? ¿Acaso ella sólo servía para que le sonsacaran información pertinente? Los odiaba a todos. Odiaba este mundo. Detestaba a cada uno que osara acercarse a ella. Los quería muertos. Los quería a todos ardiendo en el mismo infierno en el cual ella se encontraba ahora: un infierno carmesí y letal. Ziel lanzó un mordisco al aire, buscando morder su mejilla, pero la joven se apartó con ligereza. Sus llamativos y sedientos ojos lo observaron de reojo, aún con lágrimas alrededor de estos. Sí, la verdadera Fraiah estaba hundiéndose, ahogándose, y la única persona que poseía el poder para equilibrarla era el nuevo Presidente de la Asociación, que se encontraba vacacionando quién sabe dónde. Nokku le había dejado, además de su amor, una poderosa maldición que estaba matándola. Y en su distracción, no pudo evitar que Ziel mordiera su hombro. Sintió los afilados colmillos como dos hierros calientes hundiéndose en su humana piel. Gritó. Gritó de dolor pero también de angustia. Ziel continuó mordiéndola, marcándola y haciéndola sangrar por doquier, y ella no tuvo más remedio que apartarse por completo. Pero aquel no era un enemigo común, y mucho menos le daría tregua alguna. Dos dagas fueron enviadas hacia ella, incrustándose una en su muslo y otra rozando el mismo, e incrustándose en la pared. Fraiah no fue capaz de defenderse de ellas, pues el horror de su rostro demostraba que otra vez algo no andaba bien.

    A su alrededor, el suelo comenzó a cristalizarse. En el sutil reflejo, Fraiah comenzó a ver a Nokku por todas partes. Lo veía caminar, lo veía observarla. Veía sus tremendos ojos traspasándola. Asustada, se echó hacia atrás, y una de sus manos tanteó la daga en la pared. La retiró y amenazó a aquella figura tan amada pero tan tenebrosa. Como había ocurrido en la casa del cazador, cuando Jack logró detenerla y calmarla, ella parecía alucinar y ser atormentada por su difunta pareja. ¿Pero estaba alucinando realmente? Sentía el odio que transmitían sus ojos ante lo que ella era ahora. Y mientras el cristal se expandía, las lágrimas nuevamente comenzaban a correr. Fraiah comenzó a negar con la cabeza, ignorando completamente a Ziel por esos momentos. Sus heridas sangraban, pero era como si no pudiese ser capaz de sentir el dolor.
    - ¡Déjame! No vengas sólo para odiarme. Tú... ¡Tú me dejaste sola! –gritó, sintiendo que iba a perder por completo la razón-. Por favor… -susurró a duras penas, mientras sus manos, sosteniendo la daga, temblaban. Pero la imagen no desaparecía y Fraiah, que tanto deseaba verlo y tenerlo consigo, ahora tan sólo quería que se fuera. Porque él, el de esa imagen, ese tampoco era Nokku. Él jamás la miraría de ese modo, ¿verdad? Él jamás…

    Gritó. Gritó de furia y de dolor. Comenzó a estrellar la punta de la daga contra el cristal, creyendo ingenuamente que podría romperlo, pero no, lo único que estaba consiguiendo era que el cristal también invadiera al arma blanca. Las lágrimas rodaba, abundantes, por su rostro, y arrastraban con su esencia cristalina la roja sangre que adornaba de forma macabra sus mejillas y comisuras. Y mientras Fraiah luchaba por recuperar su cordura –o por perderla por completo-, Ziel planeaba su próximo movimiento. La joven advirtió su figura, moviéndose de repente, veloz. Escuchó los gruñidos, y entonces su cuerpo se paralizó.

    La bestia en su interior se paralizó.

    Suavemente, sus ojos giraron hacia él. Cuando vieron la silueta de Ziel, furiosa, rugiendo, imponente, sus temblorosas manos dejaron caer la daga. Las pupilas de la chica se volvieron ínfimas. Terror. Terror invadiendo su cuerpo. Como si de una puerta a sus secretos se tratase, sus negras pupilas habían ingresado la imagen feroz de Ziel a su cerebro, a la parte más sensible de sus miedos. Fraiah tenía una fobia, y era una tan fuertemente arraigada que siempre lograba paralizarla, pero se volvía aún peor cuando la parte vampírica estaba a flor de piel. Ya había ocurrido con Nokku, cuando le hizo frente en momentos de descontrol, siendo aún un vampiro al cien por cien; también ocurrió con Jack, cuando logró apaciguarla en la casa; había ocurrido recientemente, en el bosque, al aparecer aquel lobo que obligó a Fraiah a desplegar esta furia interna para proteger a Ziel.

    Y estaba ocurriendo precisamente ahora.

    Fraiah, cuando era pequeña, con apenas siete años, mientras Adam, Christian y ella jugaban en el bosque cercano, fue atacada por un lobo. El animal se había asustado a causa de la presencia de los dos Pura Sangre y ella, que era la humana del grupo, terminó siendo la presa del animal desesperado por intentar huir. Creyendo que también era una amenaza –pues Adam había estado hostigando a la pobre manada que se encontraba cerca desde hacía días-, se abalanzó sobre ella y por poco mordió su cuello, arrebatándole la vida. Christian logró evitarlo, pues siempre muy perceptivo y atento, logró quitarle el animal de encima, pero el trauma que permaneció en su mente desde aquel día, no pudo quitárselo jamás. Incluso a los perros le tenía miedo. Y a todo animal feroz que se le asemejase. Y ahora Ziel estaba siendo exactamente eso frente a sus ojos: un animal terrible dispuesto a matarla. ¿Pero acaso morir no era uno de sus deseos desde hacía tiempo? Y finalmente él avanzó. Avanzó y la acorraló, golpeándola bruscamente contra la pared. Fraiah comenzó a gritar, adolorida y algo atontada por el golpe, pretendiendo alejarlo, pero la bestia de su interior fue completamente cohibida, y si bien podía haber atacado a Ziel otra vez, el miedo humano de Fraiah acabó por encerrarla, paralizándola, y despojándose así de lo único que poseía para defenderse. Como si su mente hubiera dado otro vuelco mortal, en su interior no hacía más que gritar “mamá” con la mente. Pero ninguna madre llegaría hasta ella, pues jamás hubo una: sólo una farsante, mentirosa, que por poco vende a todos sus hijos a cambio de poder. La única madre que Fraiah tenía, nunca la conoció, y estaba muerta. Por eso, sus incesantes súplicas no servían de nada. Nada servía frente a esos ojos asesinos, frente a esos colmillos rabiosos que no hacían más que morderla más y más. Y mientras más la hería, ella más gritaba y lloraba, desesperada, asustada hasta el punto de que los cristales del suelo comenzaban a resquebrajarse solos a causa de la energía liberada por la chica. ¿Así que esta era otra forma de detenerla? ¿Ya no era necesario dejarla inconsciente para que cesara su descontrol? Al parecer, ponerla frente a frente con sus peores pesadillas también era una opción viable. ¿Pero cuál sería el precio de esto en su salud mental y emocional?

    Fraiah había vuelto. Estaba de regreso, pero completamente acorralada y asustada, y sus gritos de dolor no cesaban. Con sus manos ensangrentadas, sujetaba los brazos y hombros de Ziel, deslizando sus dedos con rapidez y torpeza por todo su torso, incluso por su rostro, como quien desea apartar a alguien que le hace cosquillas, aunque este no fuera precisamente tal caso.
    - Detente –suplicó-. Basta, por favor –continuó-. ¡Que alguien me ayude! –rogó, cerrando los ojos fuertemente mientras sentía cómo los colmillos una y otra vez ingresaban en su frágil y blanca piel. No podía soportarlo más. No hacía más que llorar y patalear, revolverse en vano, porque no podía liberarse de él-. ¡Basta! ¡Va a matarme! –gritó de forma desgarradora, pero su maldita consciente despertó para arrojarle macabras palabras: “¿Qué? ¿Acaso no era eso lo que querías?” Entonces abrió sus ojos otra vez, violetas en su esplendor, y se perdieron en los sedosos cabellos blancos que cubrían el rostro de Ziel e irónicamente le hacían cosquillas en el rostro. Sus manos, cubiertas de su sangre y la de él, dejaron de luchar. Una se deslizó por su nuca y cuello, descendiendo con peso muerto por delante de su pecho, mientras que la otra, aferrando el brazo del chico, se deslizó por este. Sí, eso quería, eso continuaba queriendo, ¿pero era esta la forma? ¿Morir desmembrada por un animal, como era su mayor miedo? El cuerpo de Fraiah tuvo una ligera convulsión, como si estuviera a punto de fallarle el corazón, pero en realidad sus ojos se resistieron a cerrarse, pues el pánico era tan certero que ni siquiera podía arrojarse al descanso y simplemente dejarse hacer. Un animal, esta vez un zorro que distaba mucho de ser inocente e inofensivo, estaba cavando en ella este calvario. Fraiah se revolvió una vez más, con el pecho exaltado, agitada, ahogándose a causa de la ajetreada respiración. Las mordidas se habían vuelto casi parte de ella, al igual que los colmillos de él. Fraiah estaba entrando en un trance que limitaba muy finamente con la inconsciencia. Sin embargo, las lágrimas no dejaban de escapar, inundando sus violáceos y puros iris. Sus ojos, finalmente se encontraron con los de él, con los de Ziel o quien fuera que estaba detrás de su peligrosa mirada. Ella intentó decir algo, pero su mano viajó al rostro de él, estrellándose sin fuerzas contra su nariz, golpeando con la palma y ejerciendo un poco de fuerzo hacia atrás. ¿Cuántas mordidas habían sido ya? ¿Cuántas quedaban? Aún escuchaba sus gruñidos cerca, muy cerca…

    ¿Aquí se acababa todo? ¿O acaso comenzaba?
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    Mensaje por Christian Blade Vie Ene 16, 2015 3:11 pm

    Mientras su cabeza daba vueltas y vueltas alrededor de las cosas que le habían sucedido este último tiempo, ingresó en la ducha de una vez por todas. Se estaba bañando con agua fría, helada como el mismísimo hielo, como cada copo de nieve que caía allí afuera. Después de todo, ¿qué podría ocurrirle? Los seres como él apenas se inmutaban ante los cambios de temperatura, pues estaban destinados a estar perfectos todo el tiempo, sin que las estaciones le jueguen malas pasadas como a los humanos. Ni siquiera la gripe era una prepotente enemiga. Los vampiros no necesitaban preocuparse por eso, pero para rellenar ese sitio vacío que los humanos tenían colmados, los seres de la noche se vieron obligados a cargar con la pesadumbre de la eternidad, y el sinfín de conflictos emocionales que albergaba la mayoría en su interior. No era fácil vivir para siempre. Menos lo era para Christian. Pensar que las personas nobles que le rodeaban podían perecer de buenas a primeras le oprimía el pecho y le enloquecía los sentidos. ¿Pero qué podía hacer? No estaba en su derecho ponerse en modo dictador e ir convirtiendo en sus lacayos a cada humano que apreciaba. ¿En qué posición lo dejaría una acción tan egoísta? Sin duda, él no sería uno de esos vampiros despiadados que sólo pensaban en sí mismos. Él nunca sería como su hermano mayor, Adam.

    Estaba muy concentrado, sumido en su interior, pero mientras el agua sonora regaba el lugar con su sutil estruendo, su fino olfato pudo percibir algo… El intenso aroma de individuos diferentes pero el tenue olor a un vampiro… ¡¿en transición?! Como alma que lleva el diablo, salió de la tina. Por poco se patina y cae al suelo, pero logró en medio de su torpeza conservar el equilibrio. Ese no era el aroma de Ziel, porque ya lo tenía fijo, calado hasta en los huesos. Ziel era un neófito, pero hacía tiempo que ya había pasado la transición. Precisamente, el mismo día en que Vladimir lo convirtió dándole aquella sangre de un Pura Sangre. Entonces, ¿qué era esta nueva presencia? La esencia de Fraiah continuaba allí, humana. ¿Acaso había un intruso? Con algunos resquicios de jabón en el cuerpo, cogió una toalla y se la ató a la cintura. Qué le importaba salir en paños menores. No le interesaba si al otro lado sus protegidos se encontraban en peligro. ¿Qué clase de hermano descuidado iba a ser él? Y en cuanto estuvo a punto de girar el pomo, el aroma de la fresca sangre. Maldito, perverso y tentador elixir demoníaco.

    Salió del baño con extremada prisa, alborotado, por poco chocándose con todo lo que hallaba a su paso. Todos los tatuajes de su pecho, espalda y brazos estaban a la vista. Era tal la exaltación que hasta eso había descuidado. Sin embargo, jamás esperó que sus ojos visualizaran aquello. ¿Este era el precio que debía pagar por sumirse, luego de tanto tiempo, en sus preocupaciones sentimentales? Christian contaba con la suerte de no ser aquellos que se horrorizan y se quedan paralizados hasta reaccionar sobre lo que están viendo. No, por suerte él no era de los que esperan. Rápido como el rayo, avanzó hacia la escena. Sus pupilas se hicieron cada vez más ínfimas a medida que se acercaba al hecho. El aroma a sangre era tan intenso que tuvo que dejar de respirar. ¿Qué le estaba haciendo? ¿Ziel estaba mordiendo a Fraiah como un verdadero animal? La ira y la preocupación se incendiaron en su pecho. Se lanzó sobre Ziel mientras los gritos de su hermana le perturbaban el doble de lo que estaba viendo. Tanto sufrimiento, tanta rabia; y ambas emociones danzando tétricamente en el parqué. Sujetó al vampiro pasando sus brazos por debajo de los suyos, y uniendo con fuerza sus manos en el pecho de él. Con fuerza, jaló hacia atrás, logrando desprenderlo de la chica. Christian tensó sus colmillos, haciendo crujir estos.
    - ¡Ziel! ¡¿Qué demonios estás haciendo?! –gritó con desesperación, frunciendo el ceño y sintiendo que su garganta iba a desgarrarse conforme continuara gritando así. No tenía ni idea de cómo de buenas a primeras todo se había convertido en un disparate. Si ambos estaban bien, alegres, acompañándose-. Por… qué… -susurró para sí, mientras continuaba ejerciendo fuerza para que Ziel no se soltara-. ¡De..tente! –le gritó otra vez, apretando los dientes, pero creía que las palabras no podrían ser suficientes. Sus ojos viajaron hacia el cuerpo de Fraiah, alarmados, pero estaba viva. Las heridas que tenía no eran letales, pero aún así no podía evitar preocuparse y pensar qué era lo que hubiera pasado si no llegaba a tiempo. ¿Cómo Ziel pudo desquiciarse tanto… así de repente? No podría averiguarlo a menos que le dejase inhabilitado para atacar de nuevo. Este era el momento donde se pondría a prueba otra vez, y donde pondría a prueba el entrenamiento de todos estos meses que estuvo fuera del pueblo. Sin embargo, en cuanto estuvo decidido a aplicar una de sus técnicas en Ziel, notó la ligera calidez de la sangre escurriéndose entre sus dedos. Al mirar el pecho de Ziel, notó el hilo que provenía desde su cuello. Ya había olvidado, tras ver semejante escenario, que había percibido tres presencias en la sala y no sólo una. Cuando advirtió la marca de los colmillos y aspiró el aire con profundidad otra vez, no pudo creer lo que presentía. Estaba confundido y atolondrado. “Fraiah… tú…”

    Sus ojos se volvieron rojos. Luego, el color de la noche invadió sus iris, extendiéndose lentamente hacia el resto del orbe. Sus colmillos se extendieron, pero no para morder. Mediante un sorpresivo y ágil movimiento, se volteó y acorraló a Ziel contra la pared, sujetándolo del cuello. Sus ojos negros se fijaron en los rojos de él, y mediante un suspiro, Christian expresó lo mucho que le pesaba hacerle esto, por más leve que fuera. La sombre del joven zorro comenzó a deformarse bajo sus pies, convirtiéndose en algo amorfo. Lentamente se fue extendiendo, rodeando sus extremidades, perturbando su abdomen y así lentamente hasta alcanzar su cuello y cabeza. Christian estaba utilizando algo tan propio de cada individuo, como lo es la sombra, para aprisionarlo. Era una de sus tantas técnicas. No quería lastimarlo, pero sí lograría enloquecerlo un poco, un rato. No podría evitar ese efecto, pues los ojos del chico sólo verían oscuridad. Sin embargo, se le ocurrió que tal vez otras medidas serían más efectivas y menos asfixiantes. Suspiró de nuevo. Tenía que ver el estado de Fraiah cuanto antes, porque Ziel se encontraba muy bien a pesar de esa herida. Sin embargo, si ella era lo que él creía, todos en este hotel podrían estar en peligro, pues no había nada más peligroso que un vampiro neófito desquiciado. Por lo tanto, cambiando de planes, Christian apoyó la mano que tenía libre sobre la frente de Ziel, los tatuajes de esta parecían más perversos aún, pero él, con sumo cuidado, se metió en la mente del chico sin solicitar su permiso. Con parsimonia fue, como quien dice, “desconectando los cables”. Estaba manipulando allí dentro todo lo que pudiese para lograr que el chico se relajara. Disminuyó el efecto de las sombras sobre él, limitándolas a sus extremidades solamente, y mediante el poder mental luchó contra la histeria y furia de aquel muchacho convertido en animal. Lo necesitaba tranquilo el tiempo suficiente. Con media hora le bastaría, al menos. Y cuando regresara a la consciencia, ya no lo haría tan violentamente. Era como si aplicase en él algún tipo de anestesia.

    - Lo siento, Ziel –susurró al finalizar, mientras comprobaba que aquello hubiera dado resultado. Y otra vez, con rapidez, fue hasta el cuerpo de Fraiah, quien gritaba sin parar, como si hubiera visto un verdadero fantasma –y quién dijera que no había sido así-, mientras las mordidas latían sobre su piel. Se arrodilló a su lado y la sujetó con suavidad de los hombros, para luego recostarla contra su pecho lentamente, meciéndola-. Fraiah… Fra… ¿me oyes? –susurró, pasando una de sus manos suavemente por su rostro, apartando los ensangrentados mechones. El olor venía de ella. Aquel aroma dispar, misterioso y a la vez alarmante, provenía de ella. Pero si era un vampiro, ¿por qué no se curaba inmediatamente? ¿Por qué era tan cálida y su corazón latía con exaltación tan humana? Había muchas cosas que no cuadraban, ¿y cómo iba a descubrirlas una por una en semejante estado? Temía que en cuanto se descuidase Ziel saltara por sus espaldas. De todos modos, si había algo que había comprendido perfectamente, era que Ziel no estaba atacando: se estaba defendiendo-. ¡Maldición! –rugió, sin saber qué hacer. No podía sacarlos de allí bajo ningún concepto, y tendría que arreglárselas con lo que estuviera a su alcance. No había vendas, ni nada referido a primeros auxilios, pero tendría que arreglárselas-. Fraiah… necesito que te calmes –musitó mientras continuaba meciéndola con suavidad. En ese momento, notó la alta temperatura de su frente. ¿Tenía fiebre? ¿Y si estaba, en parte, alucinando a causa de esta? Lo curioso era que lentamente, el aroma a vampiro que tanto le había alarmado, estaba desapareciendo. Extrañado, confuso, negó con la cabeza, observando el cuerpo de su hermana. Al ver sus ojos, no lo pensó dos veces: hizo con ella lo mismo que con Ziel, sólo que la dosis mental aplicada a su hermana fue mayor, mucho mayor. Fraiah caería en la total inconsciencia, pero sería la única manera para que pudiese tratar sus heridas y controlar al Ziel que estaría a punto de despertar. No podía acribillar con preguntas a Fraiah. No en ese estado. Pero tenía tal urgencia de saber lo que había ocurrido, que iba a atreverse a averiguarlo por sus propios y sucios medios. Sin permiso, se inmiscuyó  en la mente de ella, navegando entre recuerdos y los recientes sucesos. Cada imagen que viajaba a él, más le asombraba y a su vez más le dolía: Ziel buscando abrazarla,  ella de repente atacándolo entre lágrimas; incluso pudo percibir la sed, la desesperación, la desolación, el miedo. Pero mientras más conocía lo sucedido, más se adormecería ella, y entonces podría asearla y recostarla en su cama, para que pudiera descansar.

    ¿Quién dijo alguna vez que los vampiros no se inmutan por nada y que sus nervios son más duros que el acero? Cualquier que viese a Christian diría que aquel muchacho era más humano que los humanos mismos.  Exhausto, se dejó caer hacia atrás, sentándose en el suelo unos momentos. Al hacerlo, percibió bajo sus manos el cristal resquebrajado. Su mirada, al ver a ambos jóvenes anestesiados, se mostró triste y perturbada. Si Fraiah no lograba controlar esos sentimientos… Si ella seguía enloqueciendo a causa de esa depresión que corría sus huesos por dentro… Sería sumamente difícil que pudiera poner a raya lo que fuera que estaba pasando con su cuerpo. Estaba dicho que una humana no era, al menos no al cien por cien. Pero tampoco era un completo vampiro. Y Ziel… Ziel era otra anomalía que quería descubrir. Pero otra vez las respuestas de lo que ocurrió en los laboratorios estaban en su hermana, y no podía obtener ni una palabra de ella en tal estado. No obstante, mientras se llevaba ambas manos a la cabeza, sujetando sus cabellos con claros signos de nerviosismo, miró a Ziel. ¿Qué debía hacer?
    - Ojalá estuvieras aquí –susurró, pensando en la única persona que quisiera que estuviera a su lado; pensando en la única capaz de ayudarle y brindarle la confianza suficiente para salir adelante-. Creí que iba a poder controlar esta situación, pero se me ha ido de las manos, y me ha llevado a mi también… -continuó, ocultando ahora sus ojos bajo sus palmas-. No puedo solo, pero si no lo logro estaré acabado.

    Con la toalla bien sujeta alrededor de su cadera, se puso de pie y levantó a Fraiah del suelo. Se dirigió al baño. Se tomó el atrevimiento de quitarle aquel vestido sucio y manchado de sangre, y lentamente con una delicada esponja lavó sus heridas. Ziel continuaría dormido según sus cálculos, por lo que el tiempo le alcanzaría.
    - Sé que me matarás por esto –murmuró, humedeciendo los cabellos de ella. Si Fraiah se enteraba que la había bañado, lo asesinaba. Era una chica muy pudorosa. Pero al menos había sido consciente de no desprenderse de su ropa  interior. No quería que por su amabilidad lo acusasen de pervertido. Aunque ella no tendría por qué enterarse, pero no sería un desconsiderado. Suficiente lo que le había hecho a ambos: meterse en sus cabezas sin su permiso y controlarlos a su merced. A veces surgía en la mente de Christian qué ocurriría si él fuera un ser desalmado y despiadado. Probablemente andaría por la vida haciendo desastres. Pero la verdad era que con él, cualquier inocente podría estar a salvo. Por eso, cuando terminó de asear a Fraiah, la envolvió en una toalla y la llevó a su habitación. Revisando el armario del baño, encontró alcohol. Al menos eso serviría. Y utilizaría como venda alguna de sus blancas camisas. Dispuso todo en orden y una vez su hermana estuvo a salvo, la cubrió con las mantas. Ella no despertaría. Al menos no lo haría por un buen rato. El trauma que representó su mirada y el nivel de cansancio y trastorno que experimentó su cuerpo probablemente la dejarían más que exhausta. Sin embargo, ahora quedaban otros problemas: Ziel e intentar averiguar qué es lo que ocurrió exactamente. Muchas suposiciones revoloteaban en su mente, pero no había nada como llegar al meollo de la cuestión y que cada cosa cerrara en su sitio.

    Salió de la habitación y cerró la puerta con suavidad. ¿Qué pasaba con ellos? ¿Qué pasaba con este mundo? ¿Acaso estos dos jóvenes se merecían todo aquel pesar? La respuesta era más que clara y evidente. Christian se encontraba más tranquilo por verificar que ambos estaban fuera de peligro, por lo que su semblante desesperado pasó a ser triste y desolado. Caminando con suavidad, se acercó a Ziel. Toda la sala estaba llena de sangre. Debería limpiarlo antes de que ambos despertasen, pero primero a lo primero: levantó al chico suavemente del suelo, del mismo modo que hizo con su hermana. Lo llevó al baño. También necesitaría verificar sus heridas. Tenía en mente algo a lo que podía recurrir para sanarlos a ambos rápidamente, pero siempre era mejor si se dejaba actuar al cuerpo naturalmente, permitiendo que se regenerase sólo y a su tiempo. Después de todo, la cosa no había pasado a mayor. Christian, antes de dejar el cuerpo del chico en la bañera, lo miró. Tenía que haber alguna forma, alguna manera, de descubrir lo que ocurría en su cabeza, lo que allí había escondido. Christian debatía ideas e hipótesis mientras, finalmente, abrió el agua cálida. Suspiró. Él podría despertar a Ziel por sus propios medios, pero mientras más durase la inconsciencia, mejor. Sin embargo, según lo que había calculado, pronto abriría sus ojos. ¿Y qué iba a hacer cuando esto ocurriese? ¿Qué haría él y qué haría Ziel? ¿Lo atacaría? ¿Permanecería tranquilo? La única certeza que tenía era que no podía mantenerlo dormido por siempre a costa de evitar problemas. Por eso, decidió que el azar era el indicado para concluir toda respuesta. Lentamente, comenzó a pasar la suave esponja por sus brazos. Era más sencillo bañarlo a él que a Fraiah, pues el chico tenía una única herida y le permitía andar con menos cuidado, haciendo todo más rápido. Con todo este desastre, apenas recordaba que él se había bañado a medias. Pero responsabilidades eran responsabilidades. Primero estaba el bienestar de ellos. Y sinceramente no sabía si contar lo ocurrido a la Asociación. Tal vez podría complicar aún más las cosas. Hizo una mueca, pensativo, y mojó el cabello blanco del muchacho. De cualquier forma, para desentrañar todo este misterio, necesitaba descubrir cómo comunicarse con Ziel y cómo sonsacar información a Fraiah sin que se volviese loca en el intento.
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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Dom Ene 18, 2015 9:16 pm

    Los gritos de Fraiah inundaban la sala de estar de dolor, angustia y miedo. Su vampirismo había desaparecido de repente, en cuanto los recuerdos de aquel lobo salieron a la luz. Sin embargo, aun si el afecto que le tenía era grandísimo, el inexperto vampiro, continuó mordiéndola sin piedad. Una, dos, tres mordidas más.
    Sus colmillos atravesaban sucesivamente la fina piel de la humana, sin importarle demasiado cuál era el lugar donde se instalaban: el hombro, la clavícula, sus costillas... Todo daba igual. Y de todas formas debería agradecer Eslin, ya que el zorro no ejercía toda la fuerza que disponía su mandíbula, sino que el sentimiento de culpabilidad y añoro hacia esa figura morena y  femenina, le devolvía un poco la cordura a su descabellada masacre. Pero nadie era capaz de eliminar su ira momentánea. Ziel se encontraba totalmente rabioso, y no solo por la desgarradora sed que controlaba sus instintos a causa del profundo olor a sangre, del mismo modo en que despertaron los de Fraiah. De alguna forma, también sentía miedo y esta, resultaba ser otra de las formas con las que superarlo y defenderse a toda costa. El Gran Guardián blanco que custodia las profundidades del bosque, temía de la parte híbrida de la chica, de no ser suficiente aún como para luchar contra ella. Al fin y al cabo, ella había tomado la delantera y mordido primeramente, inmovilizándolo, cuando Ziel ni siquiera dio muestras de mal comportamiento o agresividad. Eslin fue quien se aprovechó de las buenas acciones del neófito para acorralarle y saciarse sin permiso alguno.

    ¿Por qué gritas ahora, Humana? Tú fuiste quien desató la cólera en su ser indómito. No te arrepientas como un cobarde cuando llames y veas a la Muerte cargada con su guadaña…

    Sus colas se movían completamente ajetreadas en su espalda, meciéndose rápidamente de un lado a otro. Los gruñidos se escuchaban entre los gritos de la pobre chica que sufría su orgullo. Cualquiera que viera la escena, podría pensar lo adorable que se veía el cachorro jugando con su compañera, si no fuera por la sangre que decoraba las ropas de ambos: una de sus afilados colmillos y otra, el río que bajaba por su camiseta, suponía la incisión que ella misma provocó al mismo tiempo. Y el olor, que comenzaba a hacerse tan insoportable, ocasionó que los músculos del neófito se tensaran inmediatamente, incrementando la velocidad con la movía la cabeza y clavaba sus colmillos. Sus manos fueron a encontrar su cuerpo para que no pudiera moverse, ejerciendo fuerza sobre su garganta con la palma de la mano, forzándola a que dejara de vociferar y dejar de martirizar sus oídos de esa forma. Pero, ¿cuándo pararía este crimen que cometía? No se conocía respuesta, pues ni aunque Fraiah se arrodillara frente a él, pidiendo disculpas, y se ofreciera como sacrificio, detendría su actuar. Ziel había tomado a la chica como Presa y de ello, la mordería hasta que perdiera la inconsciencia. O quizá incluso hasta la misma muerte. ¿Y acaso podrían acusarle de matarla? Todo había sido en defensa propia, solo que, la defensa que su contrincante poseía era, desde luego, mucho menor que la suya.

    Las prolongaciones de su cabeza se hallaban puntiagudas, atentas por cualquier mínimo movimiento de ataque que pudiera interpretarse. Y ante la amenaza que significaban sus manos, las cuales intentaban apartarle de su cuerpo y detener el calvario, las mordió sucesivas veces. Mientras, su sensible oído estaba omitiendo sus palabras desesperadas, centrándose en el sonido de la retaguardia –de ser el que más le preocupaba en este instante–. Justamente cuando la puerta del baño se abrió, de repente, se detuvo. Separó sus labios lentamente de su piel, retrocediendo levemente sus hombros. La mano de su garganta se retiró parsimoniosamente, aunque la posesión que ejercía sobre el cuerpo de su compañera, continuara de igual modo. Y de su boca, goteaba la sangre de su víctima, dando aquella siniestra imagen junto con sus ojos rojos, inundados en ese mar negro de su dilatada pupila. Volteó la cabeza para observar al pura Sangre que ingresaba en la escena y bajó las orejas en señal de sumisión. Christian había acudido a detener esta tormenta que se formó entre ambos. Y Ziel realmente esperaba que se pusiera de su parte e hiciera algo para detener a Fraiah, pero… No todo pareció tan bueno como se deseó.

    Los brazos del vampiro le levantaron del cuerpo que yacía medio inconsciente y consumido en la locura de sus recuerdos infantiles. El zorro comenzó a gruñir y resistirse, aleteando con las manos, puesto que él no era el culpable de todo esto. Tenía que fijarse mejor en la escena y ver que él había sido la víctima de todo esto y que él solo intentaba controlar y vencer a la bestia que se hallaba en el interior de su hermana. En cambio, ¿quién iba a pensar que el sanguinario neófito era en realidad la víctima? Tras ver cómo había dejado de mordeduras el cuerpo de la otra Eslin, nadie pensaría que fuera en defensa propia. Pero, ¿qué debió hacer Ziel? ¿Salir corriendo como un cobarde? ¿Permitirle que siguiera bebiendo de su cuello, inmovilizándole, hasta que lo desangrara? ¿Tenía que quedarse de brazos cruzados y dejar que ella rodeara toda la sala de cristales para que pudiera comprenderlo? Posó la cabeza sobre uno de los hombros de su captor y bajó las orejas frente a los gritos. A continuación, gimió un par de veces, revolviéndose aún entre los brazos de Christian, golpeándole con las colas sobre las piernas. Estaba intentando que lo entendiera, o sería demasiado tarde para los dos. Si se descuidaba de Fraiah –y ésta, supuestamente, estuviera fingiendo ser víctima del zorro para condenarle mismamente–, no habría salida de su prisión de cristal y su ferocidad. Sus manos se agarraron a los brazos del Pura Sangre desesperadamente, arañándole para que le prestara atención. Pero aun así, ¿cómo iba a entender su mensaje si no era capaz de hablar todavía? Christian tan sólo podía ver la sangre de su hermana derramada por todas sus ropas, la boca y las manos de Ziel impregnadas de esa misma sangre, contaminando también sus ojos de ambición por ella. No había nada que hacer, pues todo apuntaba directamente en contra de Carphatia.

    La agresividad regresó a su ser indómito. Si Christian no era capaz de entender la situación, si no le ayudaría en contra del verdadero enemigo, entonces también se convertía en uno de sus oponentes. Gruñó mucho más fuerte que el resto de veces, haciéndose daño en la garganta. Sus uñas se clavaron directamente sobre sus brazos y la mandíbula se dirigió directamente hacia uno de estos, clavando sus colmillos con fuerza. Iba a soltarlo de cualquier forma. De otra forma, le mordería con el mismo salvajismo que a su hermana, deshaciéndose de ambos hermanos Eslin y colaborando su huída cuanto antes. Sus colas se ajetrearon nuevamente a tal velocidad que el vampiro apenas podría agarrar una de ellas. Las orejas regresaron a su posición atenta de ataque y aquí comenzó el segundo round. Esta vez, lo único es que su adversario no era igual de vulnerable y débil que la humana, sino que pondría el doble de resistencia y además contraatacaría sin dudarlo dos veces. Efectivamente, en cuanto se despistó lo más mínimo, ya estaba siendo preso por el cuello. Agarró su mano con ambas manos, retorciéndose todo lo que podía, al igual que un pescado. Por suerte, Ziel no se ahogaría por más fuerte que apretara Christian. Sin embargo, conseguía inmovilizarlo y esto no era de bien para la posición en la pelea. No obstante, el neófito tampoco se quedó indefenso, ya que aún guardaba más de un as en la manga. Automáticamente, en señal de defensa, dos dagas fueron a incrustarse en su pierna y en el brazo que lo sostenía agarrado. E iba a lanzar sus piernas hacia su pecho para derribarle y librarse de la captura, cuando se percató de que era imposible moverlas. Sin entender, bajó la mirada y ahí vio las sombras agarrándose a él. Horrorizado gimió de angustia –dado que era la primera vez que veía algo del estilo–, pero continuó todo lo que pudo buscando desprenderse de su agarre. Hasta que, finalmente, era incapaz de mover el más mínimo músculo de su cuerpo.

    Sus ojos rojos, sanguinarios y llenos de furia, se clavaron sobre los de Christian, del mismo color. ¿Qué estaba haciéndole? O peor, ¿qué quería hacer con él? No le dejaría de ninguna forma que le tocara ni una sola de sus colas, de eso estaba completamente seguro. Por supuesto, mucho menos que lo hiriera y le dejara cerca de la muerte, dado que sería una completa deshonra para el zorro Osaki. No obstante, poco podía hacer en contra de los dones mentales que poseía el Pura Sangre, el cual fue minuciosamente anestesiándole lentamente, hasta que Ziel quedó totalmente sumiso e inutilizado. Su cuerpo quedó sobre el parqué, abandonado en este juicio equivocado que deseaba verle perder. En cambio, la Inconsciencia no consiguió llegar hasta él, aunque el adormecimiento que llevaba encima era de igual manera.
    Se quedó así, observando como podía –ya que su vista se nublaba por momentos– a los dos hermanos, sin entender aún cómo se vio implicado en este asunto, observando cómo la única posibilidad que tenía de detener a Fraiah se fugaba justamente con ella. Christian no había llegado a ayudar a ninguno de los dos, si no a sembrar la victoria para uno de ellos y encargarse de las necesidades del vencedor, ¿verdad? Por eso le había dejado ahí tirado, adormecido, sin importarle lo más mínimo que le hubiera mordido la híbrida.

    Debía escapar de allí, marchar todo lo lejos que pudiera de ambos. Sus manos se abrieron lentamente, forjando un puño posteriormente. Necesitaba recuperar la plena consciencia y quitarse el sopor que forzaba que sus ojos se cerraran. Ellos no le convenían en absoluto, dado que el lazo que les unía era mucho más grande que el forjado con él. ¿Quién entonces se pondría de su parte? Nadie, ya lo vio por sus propios medios. Por tanto, tampoco necesitaba de alguien para estar bien cuidado y alimentarse, puesto que era capaz de hacerlo por sí mismo. E hizo fuerza con los brazos para intentar levantarse, pero ni siquiera lograría ponerse en pie en ese estado. Estaba vendido. Vendido a dos hermanos que simplemente desearían tener una “mascota” para cuando se aburrieran de sus vidas. Pero Ziel no iba a permitirlo. No, por supuesto que no. Solo que… por ahora, ansiaba descansar un poco para eliminar el agotamiento que soportaba su cuerpo. Cerró los ojos lentamente y rezó por que nada malo ocurriera en ese tiempo de Inconsciencia…

    Y finalmente el agua lo despertó.

    Al caer sobre su pelo, con simplemente rozar su piel, sus ojos volvieron a abrirse. Rápidamente, desorientado, se clavaron sobre los de Christian, delante de él. El rojo que se inyectaba sobre los iris de Ziel, había logrado apaciguarse tras el breve sueño que concilió. Sin embargo, la sed y la necesidad de beber sangre, no quitó el quemazón de su garganta. Una de sus colas danzó, pesada por el agua, por la espalda del neófito. Sus brazos se deslizaron sigilosamente hacia el cuerpo del vampiro, forzando a que retrocediera lo más mínimo. No le quería cerca y menos después de lo que le había hecho, introduciendo en su cuerpo esta droga que lo vulneraba. De repente, sus piernas se estiraron y se inclinó sobre su adversario, imponiendo su mandato. Una de sus rodillas se clavó en su abdomen, mientras que las manos se posaban a ambos lados de su cabeza. En la mente del más joven ya no se encontraban las imágenes de antes, sino que un velo blanco las ocultaba totalmente de Chris y sus dones mentales. Osaki estaba oponiéndose al control mental, a que indagara sobre sus recuerdos e hiriera a Ziel, su vehículo, o a él mismo. Luego, las pupilas del neófito se ensancharon inmediatamente, sacando los colmillos entre los labios. Entonces, con su particular velocidad, se lanzó a morder la base de su cuello. Tenía que alimentarse y él era el único disponible en este instante. Porque después de recuperar sus fuerzas, se alejaría de los alrededores del hotel.
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    Mensaje por Christian Blade Vie Ene 23, 2015 2:58 am

    El agua descendía sobre el cuerpo del joven y, a su vez, sobre los brazos de Christian, empapando su piel otra vez. El lado positivo es que así, al menos, se terminaría por quitar el jabón que le había quedado. Sin embargo, debería haberse cambiado al menos, porque aquella toalla acabaría humedeciéndose el doble y la verdad es que no le apetecía que terminara cayéndose de su cintura, dejándolo completamente al descubierto frente a Ziel, por más que éste fuera un hombre también. No obstante, le quitó importancia al asunto. Lentamente, de modo suave y delicado, continuó lavando la herida que Fraiah le había hecho a Ziel. Aún no podía entenderlo, pero sí tenía una certeza: lo que Nokku hizo con Fraiah, no resultó del todo efectivo, pues ¿qué clase de humano haría eso? Christian no ignoraba que existieran dementes sueltos por ahí, pero que justo fuese su hermana quien lo hiciera… No, definitivamente algo allí no cerraba. Y ahora que ella estaba dormida, estaba dispuesto a averiguarlo. Pero tal vez no imaginó las trabas que Ziel le pondría en el camino, pues él comenzaba a despertar, y cuando Christian quiso indagar en su mente sutilmente, no pudo hacerlo. En cuanto el neófito se dio cuenta, algo hizo para que evitase el contacto de su mente con la suya.

    Los ojos de Ziel se abrieron y Christian respiró hondo. ¿Qué sería ahora de ambos? Sólo esperaba que el baño no quedase hecho pedazos, porque ya suficiente tendría con limpiar el living. Tenía que sacar esa sangre del parché antes de que se secase o algún vampiro enemigo que estuviera con los desertores detectase el aroma peculiar de Fraiah o Ziel. Lentamente, enjabonó la cabeza de Ziel, deteniéndose un momento en sus orejas. Ya se había mentalizado hacía tiempo: esas no eran orejas de gato. Sus dorados ojos estaban concentrados en la labor, pero se vieron sorprendidos por la insistencia de Ziel en alejarlo. Se detuvo un momento, mirándolo fijamente, pero sin ningún rastro de amenaza en sus profundas pupilas.
    - Tranquilo, ya pasó… -susurró, estirando su brazo y revolviendo el blanquecino cabello lleno de espuma-. Fraiah no quiso hacerte daño… Ella… Ella no estaba en sí. Y está sufriendo mucho. Todo estará bien. No dejaré que te haga daño otra vez –aseguró, acariciando su frente e intentando, a su vez, establecer un lazo de empatía entre ambos. Si no podía ingresar por su mente, lo intentaría a través de sus otros sentidos. Aunque él no entendiese sus palabras, podría percibir por el aroma del Pura Sangre y por sus amables gestos que no lo culpaba, que comprendía la situación, y que se encargaría de que no volviese a suceder-. Después de todo, yo soy su protector, ¿no es así? Debo cuidarlos a ambos, y lamento no haber hecho bien el trabajo esta vez, pero… -suspiró y bajó la mirada, apenado-. Pero no me lo esperaba –musitó muy bajo, dejando caer la mano que tenía sobre la cabeza del muchacho, para luego sujetar el jabón. Aunque Ziel ponía resistencia, él no se echó atrás. Tomó ambas manos del joven y comenzó a limpiarlas, lavando bien entre dedo y dedo, incluso alejando los rastros de sangre que había en sus uñas-. No volverá a suceder –aseguró otra vez, levantando la mirada hacia él-. Pero tú debes prometerme que tampoco le harás daño a ella –sonrió con suavidad, acariciando otra vez su cabeza, pero las cosas no salieron como esperaba. Al parecer, la sed siempre pudo más en las personas que él apreciaba.

    Ziel lo aprisionó y se impuso ante él. Cuando notó en sus ojos la sed, no demoró en detectar sus colmillos. La mirada de Christian se volvió seria, sin apartar sus pupilas de las suyas. ¿Así que esto era lo que quería? De acuerdo, pero él no era un banco de sangre andante, y ya era suficiente lo que le estaba permitiendo. En cuanto sus colmillos se clavaron en su piel, entrecerró los ojos. Podría haberlo golpeado, alejado de un simple movimiento, si hubiera querido. ¿Pero para qué seguir lastimándolo? La mejor manera de controlarlo era que no lo viera como una amenaza, al menos no a él. Pero, ciertamente, debería tener consciencia acerca de sus facultades, y que del mismo modo en que él se enojaba y atacaba, también podría hacerlo Christian, poniendo un límite entre ambos. Si cualquier otro vampiro se enterase de esto, si el Consejo de Ancianos lo supiera, la cabeza de Ziel sin duda estaría siendo solicitada con urgencia. Pues las leyes de la noche dejaban muy en claro que ningún vampiro podía osar, atreverse, a cometer semejante sacrilegio. Los Sangre Pura eran la cabeza de esta sociedad inmortal, y nadie podía siquiera rozarlos con un dedo. Aún así, nadie se enteraría si Christian no lo hacía saber. Y si de todos modos se enteraban, ellos tendrían otro motivo para quererlo más muerto a él que al vampiro neófito que bebió de él. Así era después de todo su relación con ellos. Así era la relación con su hermano y con Katrina: un odio profundo, destructivo hasta la médula. Y pensar que él tenía dos sobrinos… Dos sobrinos a los cuales todavía no conoció.

    La sangre huyó de su organismo, y por consecuencia de ello, la herida que Fraiah le había ocasionado a Ziel se cerró al instante. En cuanto Christian consideró que ya había sido suficiente, colocando ambas manos sobre sus hombros, lo obligó a despegarse, aunque la herida de sus colmillos en la base de su cuello se volviese mayor debido al forzoso alejamiento. Pero no le importaba. Curaría pronto. Pero pronto debía Ziel aprender a que así no funcionaban las cosas. Siempre de un modo suave y armonioso, se encargó de alejarlo de sí. Cuando sus miradas se cruzaron nuevamente, Christian apoyó la palma de su mano sobre la mejilla de él. Sin perder el contacto visual, comenzó a transmitirle una serie de imágenes. Si bien el neófito le había prohibido la entrada a su mente de algún modo y no podía husmear en ella, no podría impedir que aquellas fotografías producto del tiempo y de recuerdos de la niñez llegasen a sus pensamientos. Allí le mostraba la escena que Fraiah revivió en ese living. Le hizo conocer a una Fraiah pequeña, de mejillas rosadas, inocente y genil, que corría por el bosque cercano a la mansión donde vivían sin intenciones de hacerle mal a nadie. Luego de eso, le mostró al animal salvaje, el posterior ataque. Y todos los recuerdos estaban vistos en primera persona, como si fuera Ziel quien lo reviviera también. Como si él hubiese sido el que llegó para ayudarla, cuando en verdad había sido Christian. Pero todo estaba visto por los ojos del Pura Sangre, y en sumo silencio aguardó. Si no podían comunicarse con palabras, al menos podrían intentarlo mediante otra clase de signos.

    - Todo estará bien –musitó, quizás también queriéndose convencer de ello-. Aunque no lo creas, gracias a ti, gracias a ese triste incidente, ella se detuvo, y te agradezco por ello –continuó, empujando suavemente el cuerpo de Ziel y obligándolo a permanecer bajo el agua. Ahora Christian también estaba empapado, pero qué iba a hacerle. Su cabello se onduló levemente sobre su frente pálida, y le dedicó una sonrisa triste a Ziel-. No quiero que Katrina lleve razón. No quiero que Fraiah muera por culpa de esto –dijo bajando cada vez más la voz, e inconscientemente una de sus manos viajó hasta la herida, cubriéndola y presionando sobre esta. Como si inflingirse dolor pudiera cambiar algo, Christian quiso sentir otra cosa que no fuera este profundo sentimiento ambiguo y angustioso. Ziel al menos podría sentir aquello; podría sentir esa pesadez en el corazón-. No voy a dejar que nada les pase, pero por favor, ustedes también tienen que ayudarme –continuó hablándole, aunque él no le entendiese quizás ni una palabra. Pero Christian sonrió de nuevo, y aquella sonrisa fue la de alguien que teme perder lo poco que le queda; fue la sonrisa de un ser que ya no quería matar a nadie más, sino proteger a quienes lo necesitaban.

    Se volteó un momento luego de aquello. Su herida se cerró con rapidez. Sujetó entre sus manos una toalla limpia y seca, y en silencio regresó sus ojos a Ziel. Dejó caer la toalla sobre su cabeza y comenzó a restregar el cabello mojado. Si alguien viese aquella escena, dirían que se trataba de un hermano mayor lidiando con su hermano pequeño, el cual nunca quería darse un baño por querer estar jugando afuera todo el día. Los ojos dorados del joven Blade se posaron sobre el iris dorado de aquel Ziel contenedor de Osaki. Otra sonrisa amable le fue dedicada. Ahora sólo bastaría buscarle ropa limpia y ya. Era increíble cómo un vampiro como él, con tantos secretos y tantos tormentos dentro, podía ser tan amable con un joven de aspecto y comportamientos salvajes, que no sólo lo había herido a él, sino también a su hermana tan preciada. Pero así funcionaban las cosas para Christian. Así funcionaban las cosas con él: a veces no conocía el límite donde debía dejar de dar y exigir recibir.
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    Mensaje por Ziel A. Carphatia Dom Ene 25, 2015 3:26 pm

    La cabeza del joven cachorro convertido en humano, bajó sumisamente cuando Christian decidió acariciarle. Él no era culpable de lo que ocurrió, pero lo hizo, como si intentara transmitir su perdón por haber mordido a Fraiah. Sus orejas reclinaron hacia atrás lentamente, desapareciendo entre su blanquecino pelo. En cambio, ¿por qué después de agarrarle, inmovilizarle y anestesiarlo, ahora quería su perdón? ¿Acaso estaba obligado Ziel a dárselo porque se comportara de buen modo con él después de todo? Por supuesto que no. De ello, las pupilas del neófito, no dejaban de seguir cada una de las manos del Pura Sangre, desconfiado. Sin embargo, la tranquilidad que transmitía el vampiro, no logró controlar y contagiarse al peliblanco; del mismo modo en que sus palabras tampoco llegaron hasta él. En su interior, sentía miedo, pues podría ser capaz de entrar nuevamente en su mente y dejarle completamente vulnerable o quizá atrapar su cuerpo con esas extrañas sombras que tanto le desquiciaron anteriormente. Además, quién sabe qué más secretos ocultara Christian Blade en sus dones, le hacía convertirse en un animal más y más inseguro. Y no había cosa que más detestara Ziel Carphatia y el zorro Osaki, que sentirse un pequeño conejo en medio de la pradera. Ambos, siempre estuvieron luchando a contra corriente, en oposición a los demás, tratando de eliminar sus debilidades y hacer de ellas una gran fortaleza con la que enfrentar a sus enemigos. Aunque no todo resultaba tan sencillo…

    La tensión podía palparse en el aire que se hallaba en el cuarto de baño. También estaba presente en los músculos de todo su cuerpo y era fácil de advertir: por lo fuerte que apretaba la mandíbula y la insistencia que depositaba en sujetar sus muñecas, clavándole las uñas incluso. ¿Qué le importaban sus gestos amables? ¿Qué le importaba que lavara su cuerpo, si él mismo no podía limpiar su alma? Blade no era capaz de quitar los remordimientos de su cabeza y Ziel era capaz de notarlo a través de sus ojos. Constantemente observaba, escrutaba a sus enemigos, víctimas, aliados o lo que fuera él. Y sin embargo, a pesar de no conseguir extirpar sus preocupaciones, estaba eliminando la sangre del cuerpo del chico. Suerte que no existían indicios de vergüenza en el rostro del vampiro más pequeño en edad, pues de otra forma preferiría llamar la atención de los cazadores antes que alguien osara a verle en cueros. Pero, al fin y al cabo, sus recuerdos habían sido extraviados, ¿verdad? Entonces poco le importaba si el Pura Sangre lavaba su cuerpo desnudo con toda delicadeza. De todas formas, él era también un hombre y no debería por qué pasar apuro con la situación; algo muy diferente en el caso de ser Fraiah quien lo estuviera haciendo.

    Sus colmillos asomaron de repente, como si hubiera comprendido sus palabras. Las colas se mecieron, previsibles de su próximo ataque. ¿De qué le servían sus promesas? A Ziel no le valía nada de todo aquello. Una vez, alguien del pasado de Osaki también pronunció un pacto que jamás lograría borrarse en el tiempo. Pero le falló. Falló a su palabra y él quedó desprovisto de todo lo que poseía hasta el momento. Perdió a la persona que quería, su felicidad, su sonrisa, perdió sus lágrimas, su lealtad, la poca bondad que le quedaba. Y a cambio solo ganó desconfianza, orgullo, soledad. Tan solo quedó él mismo para apoyarse en las situaciones más difíciles. Luego, ¿por qué tenía que confiar en su palabra? Chris ya había defraudado al neófito. Y por desgracia, tampoco era la primera vez que Ziel sentía aquello. Y así es como Marcus O’Conell resurgía de nuevo en su historia; aunque, seguramente ya todos sabrán que el vampiro mencionado estaba unido al cachorro de ahora, pero tal vez su empeño por protegerlo y la necesidad de estar a su lado, no fueran demasiado fueres como para evitar la tragedia que se cernía sobre Ziel.
    Luego, ¿cómo podía el peliblanco confiar en Chris? No tenía ninguna buena experiencia arriesgando por los demás, eso estaba claro. Tampoco importaba si olvidó todo aquello, pues en estos momentos, él solo aprendía de los humanos a través de sus gestos, y sin darse cuenta, la imagen que ambos Blade habían dejado en los pocos recuerdos que albergaba, no era precisamente ejemplar. Fraiah lo había atacado de repente, cuando él ni siquiera dio indicios de agresividad, cuando no había atacado a nadie allegado para ella y únicamente intentó comprender su sufrimiento, trató de escuchar aquel lenguaje que no comprendía y aun así… aun así lo encerró en su propio territorio, le amenazó acorralándolo y finalmente, terminó por atacarle. Claramente, él no se quedó de brazos cruzados y actuó. Y después llegó Chris y sin estudiar bien la situación, su dedo le acusó de primeras, hasta que descubrió que fue su tierna hermana la que había comenzado el conflicto. Estaba bien que siempre hubiera neófitos o algún ser salvaje para tratar de echarles la culpa, ¿no es así? Desgraciadamente, esto, era lo que le habían demostrado.

    Por esta misma razón, Ziel quería darle a entender, a través de sus colmillos, que él no era un títere al que manejar tan fácilmente. Si Fraiah y Chris pensaron que el peliblanco era un simple cachorrito al cual críar y alimentar, estaba muy pero que muy equivocados. Ziel no les iba a traer la pelota, ni el periódico, ni tampoco las zapatillas. No daría una sola vuelta por un simple trozo de comida, a menos que se le antojara hacerlo. Ninguno debía olvidar que podía imponerse sobre el mayor de los Blade, sin pensar si era un Pura Sangre o alguien del Consejo. ¿Acaso le importaba? De ninguna manera. Su cabeza ya tenía precio, ya fuera por los desertores, como por los vampiros del Consejo, como por los cazadores –ya que, a pesar de necesitarle con vida, continuaban persiguiéndole igualmente–. De modo que no influía si más gente trataba de capturarle. Deberían ponerse a la cola de los demás grupos y esperar su turno.

    La sangre fluía en su boca, saciando la sed que sufría en la garganta. Cerró los ojos, disfrutando lentamente de este manjar. Se encontraba hambriento después de tan arduo y largo viaje, más tras oler continuamente la sangre de Fraiah esparciéndose por la sala de estar. ¿Y qué existía mejor para alimentar a un vampiro, que un Pura Sangre?
    En cuanto notó la fuerza de Chris sobre sus brazos, abrió los ojos, brillantes de salvajismo. Sus colmillos se apretaron con fuerza a su cuello, oponiendo resistencia a quitarse de encima. Él debía entender que Ziel era el dominante en esta pequeña manada y si se le antojaba beber de él, lo haría sin piedad, sin detenerse, sin pensar lo más mínimo en las fuerzas restantes que quedaran sobre su cuerpo. La prioridad del peliblanco era saciarse y después, ya vendría el resto. Porque así ocurría en el mundo animal y no era de extrañar este comportamiento egoísta, que tanto se diferenciaba del anterior Ziel. No obstante, aflojó la mandíbula en cuanto las imágenes comenzaron a surcar en su cabeza, retrocediendo asustado. Se separó rápidamente y lo miró a los ojos, fijamente. ¿Qué estaba haciéndole? ¿Por qué estaba viendo aquello? Sin dejar de sembrar la propiedad sobre el Pura Sangre, sus pupilas se perdieron en las del su contrincante, mientras sus orejas se levantaban alerta. Y ante la magia negra que conseguía ejercer sobre él y su mente, se alejó del vampiro, arrinconándose contra la pared de la bañera.  Bufó, enseñando nuevamente los colmillos, advirtiéndole por las buenas de que dejara de mostrarle el recuerdo de infancia de su hermana pequeña. Gruñó de nuevo, lanzando una mano para arañar y alejar a Blade, aprovechando para retorcerse sobre sí y retirando la toalla de su cabeza.

    En cuanto su campo de visión quedó liberado de nuevo, fue velozmente a morder las manos de Christian, pues éste comenzaba a apropiarse la autoridad para tocarle cuando se le antojara. Y recordemos que el consentimiento de Ziel no se apiadaba sobre tantas personas. Quizá, si no hubiera sucedido el anterior acontecimiento, el vampiro hubiera disfrutado incluso de bañar al zorro humano. Hasta puede que estuvieran jugando en estos instantes los tres. Pero, un error, un simple error de ambos, provocaba que el neófito no quisiera ver ni en pintura a cualquiera de ellos. De este modo, volvió a defenderse utilizando uñas y dientes para que Chris le diera el espacio que necesitaba. Pegó el costado a la pared y atrevió a salir lentamente de la bañera, sin quitar ojo a su adversario. Cualquiera de los dos podría atacar e impedir los movimientos del otro, pero, ¿qué sucedería después? El mismo Ziel estaba dispuesto a arriesgar su propia vida con tal de vencerle y salir de su “posesión”, pues por mucho que lo intentara, Chris continuaba resistiéndose a su mandato. Y, claramente, no podían existir dos líderes, dos Alfas. Uno de ellos tenía que ser desterrado del territorio o bajar las orejas y aceptar la deshonra, acatando las normas impuestas por el otro macho -lo cual no se asemejaba a la situación actual, en donde ninguno de ellos se decidía en perder contra el otro-. En este caso, dado que uno de ellos se encontraba unido a la única hembra por lazos de sangre y por tanto, contaba con el apoyo de Fraiah, el exiliado debía ser Ziel Carphatia.

    Nada más pasar la zona puntiaguda que suponía estar tan sumamente cerca del vampiro, el peliblanco estiró los brazos y comenzó a correr, escapando fuera del baño. Entonces, una vez en el comedor, empezó a buscar un lugar por el que salir de allí lo más rápido posible. Lo intentó con un par de ventanas, golpeándose con el cristal de éstas, y finalmente, a la cuarta, se encontraba abierta. Salió rápidamente al balcón, completamente desnudo, empapado por el agua tibia que pudo haber embriagado sus huesos y desencadenar en un merecido descanso. En cambio, no existía nada de eso para un animal fuera de lo común como era él. ¿Dónde estaba la aceptación de Fraiah? ¿Y el cariño que prometieron darle como recompensa por "portarse bien"? En el pasado, pues nunca creía poder confiar en otro humano. La pulsera que Ziel colocó sobre la muñeca de la humana, comenzó a desaparecer lentamente. Y como único rastro, un pétalo de cerezo quedó al lado de su mano, recordándola que él, Osaki, estuvo a su lado, protegiéndola y preocupándose por su seguridad, pero ya… no volvería con ella. Pronto dejaría de habitar en su vida, eliminando los quebraderos de cabeza que le provocaba, la sed que tanto la consumía, de igual forma ya no la pondría en peligro nuevamente. Si aún eso significaba abandonar a la reencarnación de su difunta amada, decidió subir a la baranda del balcón. Debajo de sus pies, todavía habían cientos de metros hasta caer al suelo. No obstante, para un vampiro la altura no suponía demasiado, ¿no es así? Lograría caer encima de la nieve sin hacerse ni un solo rasguño.

    Y de repente, sus ojos regresaron hacia atrás. Se volteó mínimamente para mirar a aquel que debió haberse convertido en su salvador, pero el cual terminó por aliarse con su enemigo. Una fina brisa trajo meció sus cabellos blanquecinos -como si se tratara de una despedida-, trayendo consigo las nuevas ropas de Ziel, materializándose de nuevo la fina seda de un precioso kimono blanco con tonos violetas, dibujándose pétalos de cerezo sobre la tela. En esto se había convertido ahora. Y nadie, ni Fraiah, ni Chris, eran capaces de cambiar su nueva forma de ser, ya que distaban demasiado de entender lo que era llevar esa mitad forma entre animal y humano. Era una pena que nadie comprendiera el sufrimiento que se agarraba en Osaki ni tampoco en Ziel, lo que suponía para éste último desprenderse de sus recuerdos, de su físico y condiciones, para volverse un Guardián. En cambio, ¿quién o cómo podían ponerse en su lugar? No había nadie que poseyera una ligera idea lo que era, de lo que se sentía. Y desgraciadamente, la única persona que lograba contestar a todas las preguntas sobre la Nueva Asociación, sobre su cambio hormonal, acabó por arrojarse al vacío y escabullirse entre los árboles del infinito bosque nevado que se hallaba frente a la ventana.

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    Mensaje por Fraiah B. Eslin Vie Feb 06, 2015 5:02 pm

    ¿Cuántas horas habían transcurrido ya? Fraiah lograba abrir sus ojos levemente. Sentía su cuerpo completamente agotado y adolorido, y apenas recordaba lo ocurrido. Estaba mareada, confusa, y su piel ardía. La fiebre no había bajado. ¿Cómo era posible? Le dolía un poco el pecho, y allí donde creyó que había síntomas de algún enfriamiento por posibles resfriados, halló la marca macabra de varios dientes afilados. Sobresaltada, descubrió su cuerpo, apartando las mantas. Sus pupilas se ensancharon para hacerse, luego, cada vez más chicas, ínfimas. ¿Qué era todo aquello? Estaba llena de marcas, de mordidas, y aunque algunas iban desapareciendo lentamente gracias a los resquicios vampíricos en su organismo, otras se encontraban aún enrojecidas, intensas. Se abrazó a sí misma, y entonces los recuerdos llovieron. Cerró los ojos con fuerza, negando con la cabeza. No, ella no… Ella no pudo haber hecho eso. Sentía el sabor de la sangre en sus labios, y aquello era algo que no podía negar. Ziel, él… ¿dónde estaba él? Como pudo, se puso de pie. Fue hasta la puerta, pero antes de girar el pomo, lo pensó dos veces. ¿Y si no quería verla? ¿Y si todo se ponía aún más feo? Y entonces recordó el miedo que sintió y lo asustada que estaba. Él era un animal, después de todo. ¿No había forma de hacerlo regresar? Pero si la había, Fraiah la había arrojado por la borda en ese ataque furtivo hacia su persona. Pues ella, quien podía ayudarlo, ya no merecía su confianza.

    Tras unos momentos, suspiró y se decidió a girar el pomo, pero su sorpresa fue grande al encontrar la puerta trabada. Frunciendo el ceño, retrocedió. Toda la casa estaba en silencio, pero había creído oír hacía unos momentos algo de bullicio y jaleo. No obstante, pensó que era todo producto de aquel estado de inconsciencia, pero al asomarse a la ventana, notó, abajo, las marcas de unas pisadas desesperadas en la nieve. Su visión, más desarrollada que la de un humano normal, al menos, no fallaba. Y ahora que su ser estaba en calma y su humanidad había ganado a la bestia, la culpa y el remordimiento la carcomían. Pero eso le sirvió para reflexionar. Le sirvió para entender que si no se quitaba a Nokku de la cabeza; si no lo olvidaba y arrojaba su recuerdo lejos, todo esto terminaría muy mal para ella; para ella y para quienes la rodean. Porque estaba enloqueciendo ante la pérdida. Habían transcurrido meses, ¿dos años, ya? Y no podía superarlo. Estaba consumiéndose y consumiendo todo lo bueno que podía habitar en ella. No podía permitirlo, aunque eran muchas las ocasiones donde deseaba estar bajo tierra y acabar con este conflicto, porque los sentimientos, ciertamente, estaban desgarrándola con brutalidad abismal. Y la pérdida era algo que ya no podía soportar. Sabía que todos estos desequilibrios físicos provenían de sus desequilibrios emocionales, en gran parte. Porque Fraiah estaba enferma. Estaba enferma de tristeza, de añoranza, y no había nada peor que anhelar algo que no podrá tenerse jamás, porque se ha ido para siempre.

    “Te di todo lo que pude: mi orgullo, mi calor, mi tiempo, mis pensamientos, mi amor, todo; pero no fue suficiente para que te quedaras conmigo”, escribió en la hoja de una libreta que había hallado en un pequeño cajón del armario. Sentada en la cama, así comenzó, y así continuó: “y ahora estoy sola, y esta necesidad de tenerte está acabando conmigo, porque sé que jamás te volveré a ver, y que tú jamás volverás a decirme que todo está bien, que te quedarás a mi lado y que superaremos esto juntos. ¿Recuerdas cuando planeamos vivir juntos, formar un futuro, una familia..? A pesar de toda la gente que me rodeaba, siempre fuiste tú lo único que mis ojos veían. Ahora, todo se ha vuelto negro. La luz se apagó, por fin”. Fraiah continuaba escribiendo, arrojando sobre papel todos esos sentimientos, que no se calmaron ni siquiera cristalizando toda la tumba de Damaru, aunque lo que hubiera deseado haya sido destruirla y borrar todo rastro suyo. No había manera. Fraiah lo había intentado todo, incluso enamorarse –o jugar a que lo estaba-. Sin embargo, todo fue una gran mentira. Fue una parte más de la farsa en la que se había convertido su vida, pues recordaba muy bien el haber pensado respecto de Jack que “deseaba amarlo”, pero eso era, un deseo, una necesidad de hacerlo para olvidar, para rellenar el pozo, el hueco que se había formado en su pecho durante todos estos años. Fue una imbécil, lo lastimó, y ahora ni siquiera sabía dónde estaba para poder pedirle perdón. Yagari tenía que hacerse cargo de todo en la Asociación, y ella se sentía culpable hasta por eso. Porque, primero, Nokku murió por su culpa –y aunque se lo negasen lo seguiría creyendo, porque lo distrajo, porque él bajó su guardia por ella-, y segundo, Jack probablemente se había cansado de los problemas, de los dolores de cabeza que ella le daba, ¿y por qué él tenía que venir a juntar las piezas de la muñeca de cristal que Nokku rompió? En cierto modo, lo entendía, y por eso plasmaba todo esto en papel, pues ya no sabía qué hacer, y la idea de relatarlo todo, desde el primer día en que lo conoció hasta el último suspiro de él, le hacía tener esperanzas en que podría voltear, finalmente, la página.

    Transcurrió alrededor de una hora y media. Fraiah, ardiendo en fiebre, no dejaba de martirizar la pluma contra el papel. Allí estaba todo. Absolutamente todo. Desde los sucesos más caóticos hasta las veladas más románticas. Desde el día en que conoció a Nokku, cuando él sin querer la golpeó y la hizo caer de un árbol, hasta el día en que él, simplemente, se escabulló entre sus manos en aquella fiesta de Navidad. Incluso se había atrevido a arrancar una hoja y anotar lo ocurrido en los laboratorios para entregárselo a Christian y que se lo hiciera llegar a Yagari y a los demás. Sin embargo, ¿por qué hacía todo esto? ¿Qué era lo que planeaba? La joven miró hacia la ventana. La nieve continuaba cayendo. Se puso de pie y buscó ropa en el armario. Cubrió cada una de las heridas, que sorprendentemente continuaban cicatrizando con lentitud. Encontró unos jeans y un abrigo. Bastaría para salir un momento, ¿no? Pues su intuición no le fallaba, y sabía que Ziel se había marchado; no, Ziel no: Osaki. Ella había herido a ambos, física y emocionalmente. Sabía que se había equivocado, pero se llevaría consigo una hoja, e intentaría explicarle por otro medio cómo se sentía, y disculparse. Había dejado la libreta sobre la cama. Allí estaba toda su historia con Nokku. Y, además, la información sobre los laboratorios, que contenía lo siguiente:


    “Creo que aún sigo sin creer lo que vi, y me cuesta asimilarlo, y mucho más contarlo. Aquella noche, en la fiesta, una mujer amable, miembro del Consejo de Ancianos, nos incitó a mi y a Yuuki para que vayamos con ella a un sitio seguro, debido a que las cosas se estaban poniendo feas. Yo le hice caso, pues ¿qué otra opción tenía? Si me quedaba, iba a estorbar. Al salir, nos subimos a un auto, y creo que eso fue lo último que vi, hasta que me desperté en un sitio blanco, brillante, donde el aroma a hospital era intenso, pero distaba mucho de ser uno. Allí no había amables enfermeras ni cálidos médicos para hacerte sentir seguro. Allí había científicos, y estaban experimentando con vampiros y humanos. Ziel estaba allí. Lo vi con mis propios ojos. Juntos intentamos escapar, resistir, pero siempre ofuscaron nuestros internos. Ellos manipulan sustancias extrañas, una droga tan intensa que hasta puedo dopar por completo a un vampiro. Incluso un Sangre Pura se vería mal parado, pues sé que la usaron con Yuuki, y sé que ella sigue allí dentro. Mientras maltrataban el cuerpo de Ziel a base de jeringas y operaciones, les oí decir que Bella estaba muerta,  al igual que Marcus. Incluso dijeron que Nokku había muerto por mi culpa, porque yo lo había matado. Jugaban con nuestras emociones, manipulaban todo lo que sentíamos en esa situación de encierro. Vi cómo vampiros perecían allí, a mi lado, víctimas de experimentos fallidos. Cuando, por primera vez, logramos conseguir algo, fui apartada de Ziel para que no seamos una amenaza, pues no podíamos quedarnos quietos. Él me defendió todo lo que pudo, pero no fue suficiente. Allí dentro, nada es suficiente. Pero había personas buenas, y sé que sonará ilógico para ustedes cuando lean esto, pero allí había mujeres, una especie de enfermeras, no lo sé, que me limpiaron, me contuvieron e incluso me defendieron de cazadores que se suponía que debían proteger a los civiles. Y yo lo era, porque no le había hecho nada a nadie. Pero supongo que ese era el riesgo que corría al estar con el Presidente de la Asociación, y yo, como idiota enamorada, no fui capaz de hacerme una idea de las consecuencias. Era obvio que si querían hacerle algo a él, irían por mí. Pero para entonces, él ya estaba muerto, por lo tanto, ¿qué querían? ¿qué buscaban? Aún intento comprenderlo. Lo último que recuerdo, mientras hablaban entre ellos, es que querían alcanzar un arma poderosa, algo que les permitiera imponerse a humanos y vampiros, y así controlarlos. Al parecer, estaban buscando mutar genes, intervenir los organismos con diferentes toxinas y sustancias, tratando de encontrar alguna compatibilidad, algo que les permitiese crear un ser capaz de resistirlo todo. Y cuando me separaron de Ziel, me obligaron a ver cómo él luchaba por su vida en una especie de jaula de cristal, peleando contra vampiros hambrientos que no probaban gota de sangre desde hacía meses. Lo dejaron destrozado. No murió por milagro. Pero estuvo muy al borde de hacerlo, y mientras retornaba a los laboratorios entre risas de quienes vieron el “espectáculo”, allí mismo me maltrataron, golpearon e inentaron abusar de mí, pero no lo lograron, y no sé qué milagro ocurrió, porque lo último que recuerdo es haber visto sangre por todas partes, haber oído gritos, y cuando abrí mis ojos otra vez, me encontraba en la casa de Nokku, con Jack y Ziel, pero Ziel… Él ya no era el mismo. Y ustedes lo vieron. Y estoy segura de que en todo el tiempo en que estuve siendo retenida por ellos, luego de la muestra de supervivencia de Ziel, estuvieron experimentando con él. No sé qué le hicieron, pero los resultados saltan a la vista. Ni siquiera sé si habrán hecho algo conmigo, y a veces me da miedo de sólo pensarlo. El único nombre que puedo proporcionarles es el de un científico, Nobuchika. Él estaba a cargo de Ziel y de mí. Y perdón si mis palabras son difíciles de entender o si no estoy siendo lo suficientemente clara, pero es la primera vez que cuento esto, y lo hago porque sé que ustedes lo necesitan, necesitan información para ayudarnos, y confío en que lo harán. Y lamento no poder recordar nada más, porque creo que estoy olvidando lo más importante, o al menos gran parte de los sucesos. Espero que esto les sea útil, y si prefieren hablar conmigo personalmente, estoy dispuesta. Creo que podré hacerlo, después de todo… tengo que enfrentarlo algún día, ¿no es verdad? Tengo que enfrentarlo por el bien de ustedes, mis amigos, de Christian; por respeto a los valores de la única y verdadera Asociación, y por honor a Nokku, que se desvivió por ella, por protegernos a todos, y simplemente no puedo soportar que su nombre sea manchado de esta manera.

    Fraiah Blade Eslin.

    A su vez, adjuntó otra pequeña carta, dirigida a Christian:

    Querido hermano,
                                     
    siento hacerte esto, porque sé que diste todo tu esfuerzo y que siempre me protegiste aún a pesar de cualquier riesgo o consecuencia, pero tengo que irme. Tengo que salir, porque sé que Ziel no está. Recuerdo perfectamente lo que hice y me duele en el alma. Quiero disculparme y traerlo de vuelta, porque ese es mi deber, no el tuyo. Y estoy cansada de que tengas que lidiar con todo tú solo, y ya no quiero ser una mala hermana que sólo te da dolores de cabeza y más y más problemas. Nuestra linda familia se fue al diablo, lo sé, pero aún nos tenemos a nosotros, ¿no es cierto? Por eso, déjame hacer esto por ti, y hazle llegar la carta que dejé a Yagari, por favor. Allí está todo lo que necesitan saber de lo que mi pobre mente puede recordar. Ojalá pudiese ayudar con algo más. Pero todo lo que tengo es este ser problemático que soy, y debo sacar ventaja de eso. Iré a buscar a Ziel, lo traeré de vuelta y podremos estar tranquilos otra vez (¿o será muy iluso de mi parte desear tal cosa?). Y, por favor, no te preocupes, porque estaré bien. Estoy bien. Y por favor guarda la libreta en un sitio seguro, a salvo contigo. Quizás algún día quiera leer mi cuento de hadas favorito, aunque éste no tenga un final feliz. Pero ahora debo dejar esto atrás, y centrarme en lo que se necesita que sea, y no en lo que yo necesito ser, porque esto último no es precisamente lo más sano, ni para mí, ni para nadie. Y sé que tú puedes hacerlo, por eso quería pedirte algo más cuando nos veamos de nuevo. Por algo te dejé toda esa historia allí escrita. ¿Te harás una idea o tendré que explicártelo como aquella vez, cuando éramos niños, y no podías entender cómo de una oruga podía nacer una mariposa? Quisiera abrazarte ahora, y sé que podría hacerlo, porque si grito tu nombre, traspasarás esa puerta y acudirás a mí como siempre lo hiciste, porque eres una gran persona, y el mejor hermano que alguien podría tener. Eres el mejor hermano del mundo. Y siempre te lo he dicho. Y jamás dejaré de afirmarlo, y pobre del que me contradiga. Pero ahora, una vez más, te necesito, porque no puedo sola pero, paradójicamente, este es un paso que debo dar en soledad. Como bien te habrás dado cuenta, si Nokku sigue en mi vida, estaré completamente perdida. Si él continúa aquí, creo que jamás podré salir de este pozo. Y sé que pasó tiempo y que debo superarlo. Eso me dicen todos. ¿Pero está tan mal amar incondicionalmente a alguien? Sé que tú me entiendes, y por eso te pido esto. La próxima vez que nos veamos (que será en pocas horas, no te asustes >.<), quiero que una nueva Fraiah, la verdadera, la original, que nunca se daba por vencida ni bajaba los brazos, sea la persona que se encuentre de pie frente a ti. Por eso, ¿Me ayudarás? ¿Lo harás aunque te pida algo que sé que no te gustará? ¿Serías capaz de entenderme y comprender que es lo mejor para mí en este momento? Porque esto es lo que quiero, y lo que he decidido. Te dejaré este ratito para que lo pienses :)

    Te quiero,
    Fraiah.

    Una vez todo quedó dispuesto sobre la cama, se llevó una mano a la cabeza. Iba a explotarle si seguía así. Sin embargo, no había tiempo que perder. Cerró bien su abrigo y asomó su cuerpo al balcón que allí había. ¿Sería tan difícil bajar? Era alto, pero ella no era una simple humana, ¿no es así? Y mucho menos ahora, que le había dado rienda suelta a aquella parte suya que, irónicamente, tanto la aterraba y la salvaba. Al salir, respiró hondo y cerró los ojos. ¿Estaba lista? Sí, lo estaba. Pasó una pierna y luego la otra por encima de las rejas que protegían el balcón y, tras mirar hacia abajo, se mordió el labio inferior.
    - Ziel, si no me perdonas con esto, no sé qué voy a hacer… quizás ni siquiera llegue a disculparme –murmuró, nerviosa, cerrando los ojos otra vez y apretando los párpados. Pero debía apresurarse, porque Christian se daría cuenta en cuestión de segundos que ella ya no estaba. Entonces, sin dudarlo más, comenzó a descender. Balcón por balcón, logró ir haciendo pie en los pequeños umbrales, aferrándose a la arquitectura del lugar, que con tantos decorados sobre los muros le permitían aferrarse. Y esta tarea le llevó un rato, pero perdió pie justo cuando estaba a dos metros. Inevitablemente, cayó, pero la nieve no fue tan ruda para su espalda. Sin embargo, sentía que le quemaba la piel increíblemente, pues el calor de su cuerpo era tan elevado que realmente resultaba sofocante. Le costó ponerse de pie, pero nunca agradeció tanto tener este parásito vampiro con ella. De otro modo, con semejante fiebre, no habría podido ni salir al balcón y, si lo lograba, ya estaría con todos los huesos rotos aquí abajo.

    - Bien, allí voy –se dijo a sí misma-. Ziel… espérame. Te traeré de vuelta, y volveremos a estar en paz, lo prometo; como aquella vez, en los laboratorios, que me pediste que confíe en ti... lo mismo te pido ahora: confía en mí–dijo mientras comenzaba a andar, con el vaho escabulléndose de su boca. Sus pasos se volvieron cada vez más acelerados, hasta que correr fue la mejor opción. La nieve le complicaba un poco el camino, pero si no quería morir congelada, sería mejor que lo hallase rápido. Y esto era otra cosa que debía hacer, porque sentía que era su responsabilidad, y estaba harta de que los demás tuvieran que limpiar y subsanar todos y cada uno de sus errores.
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    Mensaje por Christian Blade Dom Mar 22, 2015 12:23 am

    De acuerdo. Soportó la soledad por mucho tiempo, soportó el rechazo de su hermano Adam, soportó el abandono de su madre, las mentiras de la misma; soportó y soportaba a diario la maldición que llevaba dentro, controlando esa bestia, ese poderoso y traicionero don. Soportaba fallar –pues parecía estar acostumbrado a ello- así como soportaba las pérdidas y las desilusiones. Toda su vida se basó en eso: en aguantar, en esperar, en perseverar. Y aunque dijeran que “si perseveras, ganarás”, ya no se creía toda esa mierda. ¿Qué más tenía que hacer para que algo, de toda la porquería que lo rodeaba, le saliera bien? Todo se le iba de las manos, tarde o temprano. Así como perdió control sobre sí cuando más lo necesitaba y casi acaba llevándose la vida de la única persona que había llenado ese vacío en su interior, también perdió el control sobre lo que acontecía con su hermana y Ziel. Todo, absolutamente todo, se le escapaba entre las manos, cual arena proveniente de un reloj ya roto desde hacía tiempo. Y se preguntaba, ahora que la puerta del baño estaba abierta de par en par y Ziel había saltado fugazmente por la ventana, qué más debía hacer. Cómo reaccionar. Y sobre todo…  ¿Por qué los que intentan hacer las cosas bien siempre acaban pagando los desastres?

    Rápidamente, salió de la sala de baño. Se apresuró hasta llegar a la ventana, y al asomarse por ella planeando saltar y encontrar a Ziel antes de que sea demasiado tarde, un dolor agudo en su hombro lo detuvo. Cerró un ojo y se llevó una mano a la herida. Ziel lo había mordido con crueldad y rudeza. Y aunque aquel gesto sería imperdonable para cualquier otro de su estirpe y condición, Christian no planeaba represalia alguna. Quizás ese era su gran defecto: su bondad y nobleza. Miró su mano manchada de su propia sangre, así como percibió en esta los rasguños de Ziel. Se observó a sí mismo y se percató de que aún no estaba vestido. Francamente, no sabía qué hacer primero, qué medidas tomar, qué acciones ejecutar. Tal vez su gran problema residía realmente en que era demasiado bueno y cuando quería hacer las cosas bien todo le salía como el culo. De otro modo, no se explicaba tal situación. Y, como si fuera poco, como si creyese que con eso tenía suficiente, escuchó un ruido proveniente de la habitación de Fraiah. Veloz como un rayo, abrió la puerta para encontrar…

    Nada.

    La mirada de Christian se mostró perturbada. Ziel acababa de huir y Fraiah… ¿también? No, era imposible, inadmisible. Él había jurado protegerlos a ambos, se lo había asegurado a Yagari, así como le había asegurado darle la información que necesitaba en tiempo y forma y… Realmente las cosas estaban muy mal, demasiado podridas, excesivamente complicadas. Y cuando se suponía que más rápido debía actuar, más lentas se volvían sus reacciones, sus pensamientos, sus emociones, intentando procesarlo todo. Se llevó ambas manos a la cabeza, cerrando los ojos con pesadez, con agobio y angustia. Se dejó caer en la cama, sentándose en el colchón mientras ocultaba su rostro tras su cabello, inclinado hacia adelante. ¿Por qué? ¿Por qué se había escapado ella también? ¿Por qué hacían esto ambos?
    - DÍGANME, ¡¿TAN MALO ES QUE QUERAMOS PROTEGERLOS?! –gritó, en soledad, mientras la nieve caía de forma lenta y pareja; mientras el viento helado se inmiscuía en la habitación. Tensó su mandíbula y sus colmillos crecieron. Estaba rabioso, pero más que eso, impotente. Era un inútil. Otra vez, su gran karma. ¿Por qué no podía ser capaz de salvaguardar lo que más le importaba? ¡¿Por qué no era capaz de hacer nada bien, maldita sea?!

    Enfadado, golpeó con el puño un lado de la cama, y entonces notó bajo su mano las notas que Fraiah había dejado. El papel se arrugó frente a su fuerza, pero de igual modo pudo leerlo. Sus ojos estaban brillantes, y palabra por palabra, concluyó ambos mensajes. Uno contenía toda la información que le había pedido. Vaya, ¿tenía que agradecer la atención de su hermana por cumplir con su responsabilidad y su deber y no hacerlo quedar como más incompetente aún? Gracias, Fraiah Blade Eslin. Gracias por tu gran apoyo, realmente lo haces sentir muy bien, ¿sabías? Y, por otro lado, estaba aquella confesión, aquella petición. ¡Aplausos! Otra vez estaba haciendo de las suyas. ¿Es que estaba loca? ¿Ya no pensaba con claridad? Y aunque Christian fuese el hombre más sensible y comprensivo de la faz de la tierra, este no era momento para acatar ninguna súplica de ese tipo. Junto a ambas notas, estaba una pequeña libreta. Al leer sus primeros párrafos, los ojos de Christian se ensancharon en sus orbes. ¿Y pretendía olvidarlo? ¿Escribía todo esto y pretendía extirpárselo del alma como si fuera algo material que puedes romper y desechar? ¿Cuánto iba ella a contradecirse? Su hermana estaba perdiendo todos los estribos, sí, y no hacía más que acentuar eso al escribir peticiones como esas. No iba a acceder. No iba a hacerlo y mucho menos ahora, que se atrevía a pasar por encima de su autoridad, de sus órdenes, cuando lo único que quería era mantenerla a salvo. A Ziel podía disculparlo, entender que lo hacía porque sencillamente su mente no estaba aquí, pero ella… Ella no podía pretender actuar como se le daba la gana sabiendo que su cabeza tenía un precio y que su vida pendía de un hilo: hilo que la Nueva Asociación podía cortar cuando quisiese.

    Abatido, desgarrado, se quedó quieto, mientras la libreta se deslizaba entre sus dedos y caía al suelo.
    - Dime, Fraiah… ¿así se siente cuando amas tan fuertemente a alguien y de un día para otro sólo… desaparece? –habló para sí, mientras el viento que ingresaba por la ventana mecía su cabello. Sus dorados y vivaces ojos parecían haber perdido el brillo que siempre portaban. Leer todo lo que ella escribió produjo una consecuente catarsis en él. Desde el relato de la Nueva Asociación hasta sus más íntimos sentimientos y deseos-. ¿Así de triste y solitario… es? –continuó, como si a través de ella estuviese viviendo su propia experiencia. No hacía mucho había pensando en Kairi. Había deseado que ella estuviera allí, con él, que lo ayudase, que lo acompañase. Quería verla, abrazarla, cuidarla… Quería estar ahí para ella, al menos, pero ahora veía la realidad: él no podía protegerla, no podía atesorarla. Más allá de él creerse poca cosa para ello, estaba la cuestión de que no se puede pretender proteger a quien no parece necesitarlo ni parece quererlo. La situación actual con Fraiah y Ziel le habían hecho ver eso. Después de todo, ¿cuánto tiempo había pasado desde la fiesta de máscaras donde la vio, de repente, por última vez? Kairi aparecía y desaparecía de la nada. No compartía con él nada. Apenas conocía su pasado, pues los detalles de su historia que alguna vez pudo darle fueron mas bien pocos y recortados de aquí y de allá. Él, en cambio, le había confesado hasta su más íntimo secreto, hasta su mayor y más oscuro crimen. Y ella... ¿No confiaba en él, a pesar de llevar aproximadamente casi tres años de relación? Aunque ni siquiera estaba seguro de poder llamarle a esto una relación. No entendía si estaba preocupado, amargado, confuso o todas esas cosas a la vez. Y lo peor era que la seguía esperando, porque no podía entregarse a otra persona. No podía, simplemente, dejarla ir. Pero, ¿Por qué dejarse hacer por ese anhelo, por esa añoranza? Después de todo, siempre lo dejaban solo. Dar y dar sin esperar recibir. Quizás ese era otro de sus mayores errores. Y aún siendo así, tan gentil y generoso, ¿por qué todos se esmeraban en tomarlo a la ligera? ¿Tan difícil era tener a alguien como él pendiente de su bienestar?

    Suspiró y se dejó caer hacia atrás en la cama. Cubrió su semblante con su antebrazo. En su torso desnudo estaban, a la vista, todos esos siniestros y misteriosos tatuajes. Incluso sus brazos eran adornados por los mismos. No sabía qué hacer, cómo sentirse, y lo peor era que en este momento alguien se había llevado a Ziel, así como también alguien se había llevado a Fraiah. Y él no lo sabía. Aunque podría haber puesto todos sus sentidos en detectar su localización y lo que ocurría, no fue capaz. Sus emociones lo envolvieron, y sólo se limitó a hacerle llegar a Rangiku y a Yagari la información que les prometió. Cerró los ojos, transmitiendo aquel mensaje, una copia exacta de la nota de Fraiah. Y, al apartar su antebrazo y dejar ver sus ojos, estos estaban grises y solitarios. En ese momento comprendió que, además de no poder obligar a alguien que no quiere ser protegido a que lo resguarden, tampoco puedes encontrar a quien no quiere ser hallado.
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