Mizuki Unari

Al haber estado aislado del mundo después de la muerte de su esposa, Mizuki sabe muy poco acerca de las costumbres del mundo exterior, por lo que es un tanto inocente e infantil. La inmadurez de Mizuki se ve reflejada en los celos que tiene hacie otras personas y, a veces, intentar manipular emocionalmente a las personas que lo rodean. A pesar de ello, Mizuki siempre se muestra dependiente y fiel, e incluso la ayuda a las tareas a sus vecinos, reprimiendo sus propios sentimientos. Al vivir solo durante tanto tiempo se hizo algo desconfiado, pero no rechaza la idea de conocer a gente nueva. De hecho, es muy amable y cariñoso, solo que nunca tuvo a alguien, después de la trágica enfermedad de su mujer, que le diera cariño. Se encerró en si mismo, cuidando del templo en el que vivía, haciendo todas las tareas día tras día para que éste no se fuera deteriorando con el paso del tiempo.

La historia de Mizuki comienza desde su nacimiento. Sus padres le educaron e instruyeron hasta la edad de ocho años. Le llevaron a un templo cercano a un río, rodeado de verdes pradera y árboles, lejano a la cuidad, donde una preciosa dama continuaría con su educación y formación. No eran como amo y criada. Al principio el joven Mizuki se veía algo asustado por aquella situación. Sus padres le dejaron a la edad de ocho años, aunque no totalmente solo, ¿qué esperaría un niño de su edad? La instrucción de aquella dama llamada Ami al principio era muy dura. Mizuki no aguantaba al principio, echaba de menos a sus padres y se encerraba durante largos días en su habitación. Poco a poco Ami le fue cogiendo cariño, y le cuidó e instruyó hasta su mayoría de edad. Aquel día Ami le propuso dos opciones: Quedarse con ella en el templo o buscar el camino que más deseaba. Mizuki no dudo y se quedó con Ami, fue la que le cuidó después de todo. Él nunca la había visto como su madre, sino como alguien que le protegía y debía de devolverle el favor, si se le podía llamar así. La quería más que como a una amiga, y no dudo en confesarle sus sentimientos, los cuales, Ami correspondía. No les extrañaba aquella situación, siempre se habían querido el uno al otro, fuera de una forma o de otra. Pasaron los años y Ami y Mizuki se casaron, viviendo felizmente en aquel templo. Una vida tranquila, eso era lo que querían ambos. Todas las noches se sentaban para mirar el cerezo que había delante del porche. Siempre tenía aquella preciosas flores. Sin embargo, la mala suerte no dudo en asomarse y Ami cayó gravemente enferma, falleciendo a los pocos meses aun con los cuidados que le daba Mizuki. Éste se hundió en la tristeza, poniendo las pertenencias de Ami en un lugar especial para ellos en la casa. Pasaron los años, quizás siglos, y Mizuki seguía en aquel templo, cuidándolo y arreglándolo cuando se deterioraba. Un día, una joven que pasaba por el templo, le abrió los ojos. No sabía ni como ni por qué, pero sabía que debía avanzar e ir a otro lugar, visitar muchos lugares y vivir nuevas experiencias. Así es como llegó a la Academia Cross, con una mochila a su espalda y pocos objetos de valor junto con una foto de su amada.  

-Le encanta el sake, pero no abusa de él. No es alcohólico.
-Le encanta estar en los bosques y praderas, donde el aire es más puro.
- No soporta la ciudad.