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Jardín
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- Yuuki Cross
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Re: Jardín
Estuvimos haciendo el recorrido mucho más largo, para así ir despistando a algún posible nivel E o cazador. Al menos se entretendrían en buscar un rastro falso y para cuando quisieran seguir el verdadero, habría desaparecido completamente. Eso era lo que Kasha y yo esperábamos al hacerlo de este modo. Así que, después de andar en redonda, aun con Bella entre los brazos, llegamos a la dirección indicada por la nota que llevaba "puerta de atrás"; en este caso, era el jardín.
Volteé la cabeza para la cazadora y señalé el muro que impedía acceder a la propiedad. Lo saltaríamos y luego, podríamos decir que "estábamos a salvo" o mínimamente "dentro".
Busqué con los ojos algún tipo de elevación para que Kasha pudiera subir con facilidad el alto y largo muro de piedra. Para mí ahora era fácil saltar, pero no veía opción de ayudarla mientras llevara a Bella durmiendo entre los brazos. Tampoco iba a pasar al otro lado y dejar a la chica para ir a ayudar a la cazadora. Entonces se me ocurrió una idea. Di un salto y subí a una rama cercana como cualquier animal salvaje. Estiré un brazo y partí una rama del árbol. De ahí, salté al muro. La figura del neófito se marcó en la oscuridad, reconocido sólo por la luz que proyectaba la luna y sus ojos carmesíes -justo al igual que la melena que se esparcía por su hombro y costado- apuntando amenazadoramente a aquel que mirara. Sonreí maliciosamente a la chica y estiré la rama, para que así la cogiera. Esperaba que pudiera pasarla al otro lado sin necesidad de gastar mucha fuerza, ni hacer que Bella se desestabilizara.
-Vamos, cógela y sube. - Susurré, mirando de un lado hacia otro, previniendo que nadie viniera. Se supone, porque lo suponía de antemano que... Kasha llevaba llaves, ¿verdad?
Volteé la cabeza para la cazadora y señalé el muro que impedía acceder a la propiedad. Lo saltaríamos y luego, podríamos decir que "estábamos a salvo" o mínimamente "dentro".
Busqué con los ojos algún tipo de elevación para que Kasha pudiera subir con facilidad el alto y largo muro de piedra. Para mí ahora era fácil saltar, pero no veía opción de ayudarla mientras llevara a Bella durmiendo entre los brazos. Tampoco iba a pasar al otro lado y dejar a la chica para ir a ayudar a la cazadora. Entonces se me ocurrió una idea. Di un salto y subí a una rama cercana como cualquier animal salvaje. Estiré un brazo y partí una rama del árbol. De ahí, salté al muro. La figura del neófito se marcó en la oscuridad, reconocido sólo por la luz que proyectaba la luna y sus ojos carmesíes -justo al igual que la melena que se esparcía por su hombro y costado- apuntando amenazadoramente a aquel que mirara. Sonreí maliciosamente a la chica y estiré la rama, para que así la cogiera. Esperaba que pudiera pasarla al otro lado sin necesidad de gastar mucha fuerza, ni hacer que Bella se desestabilizara.
-Vamos, cógela y sube. - Susurré, mirando de un lado hacia otro, previniendo que nadie viniera. Se supone, porque lo suponía de antemano que... Kasha llevaba llaves, ¿verdad?
- Ziel A. Carphatia
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Humor : No te acerques por si acaso...
Re: Jardín
Llegamos a la parte de atras de la casa, habia conseguido hacer desaparecer todo el rastro y crear otro nuevo en otra direccion, era algo dificil, pero Kai me habia enseñado bien.
Ahora el problema era, como entrar, Ziel lo tenia facil, yo un poco mas dificil, pero no tanto como el creia, Kai no me llamaba gatita por cualquier cosa, era agil escalando.
Ziel me ofrecio una rama para ayudarme a subir, la cual rechace.
- No te preocupes por mi, preocupate por Bella, tengo que poner trampas antes de entrar, asi que entra, ahora estare ahi- le dije mientras que empezaba a calcular como podia ir de saliente en saliente agarrandome por los hucos de los ladrillos, seria dificil, pero lo lograria.
Empece a escalar despacio y entre tanto, clavaba en la pared unas puas que si intentabas subir con ayuda de ellas te daban una descarga, algo facil de poner para cazadores tontos e inexpertos. Al llegar al muro mire desde arriba, habia puesto bastantes, ahora tenia que poner otras trampas mas complejas, cosa que hice en un par de minutos, no eran de las mejores que habia puesto, pero valdrian para retrasar un poco la entrada de un intruso y Marcus no tendria muchos problemas en esquivarla.
- Ya estamos, ahora el problema, ¿como entramos?- Marcus no me habia dado ninguna llave, realmente yo no necesitaba entrar por la puerta, tan solo necesitaba una ventana abierta, cosa que encontre en el segundo piso. Suspire.
- Arg, por que siempre me complica las cosas?, no podria haberme dado una llave?, ahora tengo que escalar otra vez para abrir la dichosa puerta- proteste mirando a la ventana, normalmente no seria un problema, pero en este estado, para mi no era algo facil de hacer
Ahora el problema era, como entrar, Ziel lo tenia facil, yo un poco mas dificil, pero no tanto como el creia, Kai no me llamaba gatita por cualquier cosa, era agil escalando.
Ziel me ofrecio una rama para ayudarme a subir, la cual rechace.
- No te preocupes por mi, preocupate por Bella, tengo que poner trampas antes de entrar, asi que entra, ahora estare ahi- le dije mientras que empezaba a calcular como podia ir de saliente en saliente agarrandome por los hucos de los ladrillos, seria dificil, pero lo lograria.
Empece a escalar despacio y entre tanto, clavaba en la pared unas puas que si intentabas subir con ayuda de ellas te daban una descarga, algo facil de poner para cazadores tontos e inexpertos. Al llegar al muro mire desde arriba, habia puesto bastantes, ahora tenia que poner otras trampas mas complejas, cosa que hice en un par de minutos, no eran de las mejores que habia puesto, pero valdrian para retrasar un poco la entrada de un intruso y Marcus no tendria muchos problemas en esquivarla.
- Ya estamos, ahora el problema, ¿como entramos?- Marcus no me habia dado ninguna llave, realmente yo no necesitaba entrar por la puerta, tan solo necesitaba una ventana abierta, cosa que encontre en el segundo piso. Suspire.
- Arg, por que siempre me complica las cosas?, no podria haberme dado una llave?, ahora tengo que escalar otra vez para abrir la dichosa puerta- proteste mirando a la ventana, normalmente no seria un problema, pero en este estado, para mi no era algo facil de hacer
- Kasha Oskan
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Re: Jardín
Encogí los hombros y solté la rama que Kasha despreció, volviendo al cuerpo de Bella para agarrarla fuertemente de nuevo. Besé la sien de la chica, viendo cómo dormitaba. Podría estar días observándola mientras duerme y seguramente no me cansaría de su rostro relajado. La apreté contra mí y aspiré el aroma de su pelo. Ah, tan necesitado estaba de ella y su piel que me quitaba la cordura con solo olerla. Bajé la cabeza para mirar a Kasha.Bien, ella sería la única que saldría perjudicada. Yo al menos lo había intentado y ofrecí mi ayuda. Otra cosa era que tuviera otros planes y se entretuviera en poner trampitas para cazar moscas molestas.
Esperé a que terminara y supiré cuando por fin terminó por subir. Torcí los labios y salté dentro del jardín de la casa. Parecía un lugar agradable, sobre todo con esa piscina y sus aguas tan calmas esperando a que alguien se meciera dentro de ellas. Entonces, otra vez el baño termal se dibujó dentro de mi mente. Arrugué el ceño y desvié la cabeza hacia un lado. Lo que ocurrió ese día fue mayoritariamente malo, aunque tuviera algún momento con Bella inolvidable. Desconfiadamente giraba de un lado a otro los ojos, por si alguna amenaza apareciera. Y por precaución, daba los pasos más lentos, no fuera que alguien estuviera esperándonos allí, aparte de Marcus.
En cuanto escuché a Kasha, me volteé rápidamente.
-¡Creía que tú tenías llaves! - Exclamé por lo bajo, para no despertar a Bella, y que solo la cazadora lo escuchara. Pues vaya plan. Entrar en una casa ajena, sin saber si estaba ocupada y encima no tener una maldita llave o algo con que abrir la puerta que daba al jardín. Suspiré, negando con la cabeza. ¿Qué iba a esperar? Esta casa era solo temporal y ni siquiera podíamos otorgánosla como nuestra. Era lógico no tener llaves. - Eso mismo me pregunto yo. Aunque seguramente ni él tenga una. - Total, estaríamos durmiendo de nuevo como indigentes en casa de un desconocido o abandonada, según se viera. Podrían calificarnos de ser vampiros nómadas en toda regla, pues nunca terminábamos en un lugar fijo, sino que siempre nos movíamos de un lado a otro. Pero bueno, era este techo improvisado o dormir en la calle expuestos a cualquier accidente. Y a veces pensaba en ir a la academia y meter a Marcus sin que nadie supiera de él. Ahí también estábamos seguros y era fácil para Bella y para mí entrar allí como alumnos que éramos. O fuimos, quizá.
Alcé la cabeza, mirando la ventana. Después, rodé la mirada hacia Kasha. Por último a Bella. Sonreí.
-Puedo entrar de un momento y mirar si hay otros vampiros dentro ocupándola o algo. Luego vendría a abriros la puerta una vez seguro todo. - Comenté, observando la puerta abierta de la ventana. No podía dejarme llevar por la impaciencia y abrir cuando algo pudiera estar esperándonos dentro, sin que Marcus o alguno de nosotros pudiera llegar a averiguarlo antes. Y no podía arriesgar la vida de Bella nuevamente. Muchísimo menos cuando estuviera inconsciente, factor fundamental y a tener muy en cuenta. - Y creo que mejor que Bella se quede contigo, por si algo hubiera dentro, así que la dejaría un momento contigo. ¿Puedo contar con tu ayuda? - Pregunté, torciendo la sonrisa, tentativo.
Esperé a que terminara y supiré cuando por fin terminó por subir. Torcí los labios y salté dentro del jardín de la casa. Parecía un lugar agradable, sobre todo con esa piscina y sus aguas tan calmas esperando a que alguien se meciera dentro de ellas. Entonces, otra vez el baño termal se dibujó dentro de mi mente. Arrugué el ceño y desvié la cabeza hacia un lado. Lo que ocurrió ese día fue mayoritariamente malo, aunque tuviera algún momento con Bella inolvidable. Desconfiadamente giraba de un lado a otro los ojos, por si alguna amenaza apareciera. Y por precaución, daba los pasos más lentos, no fuera que alguien estuviera esperándonos allí, aparte de Marcus.
En cuanto escuché a Kasha, me volteé rápidamente.
-¡Creía que tú tenías llaves! - Exclamé por lo bajo, para no despertar a Bella, y que solo la cazadora lo escuchara. Pues vaya plan. Entrar en una casa ajena, sin saber si estaba ocupada y encima no tener una maldita llave o algo con que abrir la puerta que daba al jardín. Suspiré, negando con la cabeza. ¿Qué iba a esperar? Esta casa era solo temporal y ni siquiera podíamos otorgánosla como nuestra. Era lógico no tener llaves. - Eso mismo me pregunto yo. Aunque seguramente ni él tenga una. - Total, estaríamos durmiendo de nuevo como indigentes en casa de un desconocido o abandonada, según se viera. Podrían calificarnos de ser vampiros nómadas en toda regla, pues nunca terminábamos en un lugar fijo, sino que siempre nos movíamos de un lado a otro. Pero bueno, era este techo improvisado o dormir en la calle expuestos a cualquier accidente. Y a veces pensaba en ir a la academia y meter a Marcus sin que nadie supiera de él. Ahí también estábamos seguros y era fácil para Bella y para mí entrar allí como alumnos que éramos. O fuimos, quizá.
Alcé la cabeza, mirando la ventana. Después, rodé la mirada hacia Kasha. Por último a Bella. Sonreí.
-Puedo entrar de un momento y mirar si hay otros vampiros dentro ocupándola o algo. Luego vendría a abriros la puerta una vez seguro todo. - Comenté, observando la puerta abierta de la ventana. No podía dejarme llevar por la impaciencia y abrir cuando algo pudiera estar esperándonos dentro, sin que Marcus o alguno de nosotros pudiera llegar a averiguarlo antes. Y no podía arriesgar la vida de Bella nuevamente. Muchísimo menos cuando estuviera inconsciente, factor fundamental y a tener muy en cuenta. - Y creo que mejor que Bella se quede contigo, por si algo hubiera dentro, así que la dejaría un momento contigo. ¿Puedo contar con tu ayuda? - Pregunté, torciendo la sonrisa, tentativo.
- Ziel A. Carphatia
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Humor : No te acerques por si acaso...
Re: Jardín
No veia claro dejarle entrar a el, el objetivo era el, no yo, si entraba y habia alguien, era meterlo en la boca del lobo, con las trampas que habia puesto estaba mas seguro, y si le pasaba algo a Ziel, Marcus me mataria, y el trato se iria a la porra, no, no podia dejarle hacer eso.
- De eso nada, tu te quedas aqui y te escondes con Bella, si te dejara ir a ti solo sin proteccion, Marcus me mataria, seria como entregarte en bandeja, aqui estas relativamente seguro con las trampas y serias capaz de proteger mejor que yo a Bella, en mi estado, doy para protegerme a mi misma y dando gracias, asi que tu te quedas aqui, y yo investigo la casa- le dije tajante, podia ponerse a protestar todo lo que quisiera, pero seguiria haciendo lo que quisiera. Saque de mi cinturon del pantalon un machete pequeño, el mango no le haria daño y con eso podria protegerse en caso de necesidad.
- Toma, no lo rompas ni lo rayes, no es facil de arreglar, solo toca el mango y una vez que entremos, me lo devuelves- le dije dejandolo clavado un poco en el suelo para que pudiera cogerlo del mango.
Despues corri un poco y con ayuda de las piernas y usando un solo brazo, empece a escalar un arbol que tenia una rama lo suficientemente cerca de la ventana como para saltar, aunque desconocia si aguantaria mi peso
- De eso nada, tu te quedas aqui y te escondes con Bella, si te dejara ir a ti solo sin proteccion, Marcus me mataria, seria como entregarte en bandeja, aqui estas relativamente seguro con las trampas y serias capaz de proteger mejor que yo a Bella, en mi estado, doy para protegerme a mi misma y dando gracias, asi que tu te quedas aqui, y yo investigo la casa- le dije tajante, podia ponerse a protestar todo lo que quisiera, pero seguiria haciendo lo que quisiera. Saque de mi cinturon del pantalon un machete pequeño, el mango no le haria daño y con eso podria protegerse en caso de necesidad.
- Toma, no lo rompas ni lo rayes, no es facil de arreglar, solo toca el mango y una vez que entremos, me lo devuelves- le dije dejandolo clavado un poco en el suelo para que pudiera cogerlo del mango.
Despues corri un poco y con ayuda de las piernas y usando un solo brazo, empece a escalar un arbol que tenia una rama lo suficientemente cerca de la ventana como para saltar, aunque desconocia si aguantaria mi peso
- Kasha Oskan
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Re: Jardín
Ni siquiera había pensado en la opción de que todo esto fuera una extraña treta que el Destino volvía a poner sobre su tablero para entrecruzar los cazadores de nuevo conmigo. Puede que ellos estuvieran dentro y predijeran nuestros movimientos antes de que pudiéramos llegar a percibirlo. Ya no dudaba de nada sobre ellos. Había sido capturado dos veces y sabía de lo capaz que era su crueldad y sus pocos escrúpulos. Miré a Bella, apenado, pues en tal caso, me entregaría antes de que Kasha perdiera la vida y le hicieran algo a la joven que dormía entre mis brazos. Pese a que traicionara a Marcus por rescatarme y aun así entregarme para evitar el conflicto entre ellos y nosotros.
Pero rezaba porque no ocurriera nada.
Por lo menos, por esta noche. Estaba cansado por tantas noches sin sanar las heridas, por todos los maltratos de los cazadores que no otorgaban paz alguna. Quería relajarme de una vez por todas y saber que durante esta noche, no ocurriría ningún mal a mis seres queridos, ni que Ellos volvieran. Sólo quería disfrutar de una noche como hacía antes, descansando plácidamente en casa; pese a que esta no fuera mi casa.
Mordí el labio inferior y miré hacia atrás por si acaso.
-¡Me da igual lo que haga Marcus! Él ahora no está aquí para proteger a Bella y debo pensar en lo mejor para ella. No voy a dejar que le ocurra nada, ¿entiendes? -Los músculos del neófito se tensaron de imaginar que nuevamente, por su culpa, Bella o Marcus salieran mal parados. Yo tenía que ser como Marcus y pensar primeramente por el bien de la chica y protegerla como fuera capaz. Porque así lo quería y así me lo había jurado a mí mismo. - Si vas y ellos están dentro no puedes defenderte completamente. Hallarán tu punto flaco e intentarán matarte. Después, vendrían a por mí y Bella. Sería lo mismo que si entrara yo, salvo con la excepción de que una vez cogieran lo que necesitan, a vosotras seguramente os dejarían intactas. - Dije en mi defensa. No me importaba que volvieran a prenderme, si con eso Bella estaba segura y sin daño alguno.
Retrocedí en cuanto vi su arma, recordándome la cabeza lo que había pasado la anterior vez con un arma de esas. No tenía ganas de pelear ahora, la verdad. Ladeé la cabeza, sin entender. ¿Podía tocar el arma? ¿Cómo? Creía que esas armas sólo eran contra vampiros. Finalmente, avancé y tomé el mango, girando el utensilio para inspeccionarlo con atención. Era extraño, no esperaba que los cazadores pudieran romper sus armas en un golpe. Vaya birria de arma, entonces. Pero era mejor eso que confiar en unos dones que aparecían cuando le daban la gana y que sólo valían para aliviar el sufrimiento de los demás. La única, primera y última vez que funcionaron en contra de alguien, fue cuando Marcus estaba herido y quise protegerle bajo cualquier medio. Sin embargo, esta vez, aunque tuviera los mismos deseos de proteger del mismo modo a Bella, nadie aseguraba que funcionara de nuevo. Seguía siendo inevitablemente un neófito sin control pero con experiencia contra los cazadores por varios encontronazos.
Fui a decir algo más, para ir en lugar de Kasha dentro de la casa, pero ella se adelantó. Siguiendo por una vez sus consejos, me alejé de la puerta y me escondí con Bella en brazos detrás de un tronco ancho con raíces. Por lo menos, no seríamos percibidos por sus ojos; únicamente por nuestro olor. Cerré los ojos, agachándome para ocultarme por si alguna mirada indiscreta estuviera observando desde otro ángulo que nos hiciera más visibles. Apreté a Bella contra mí y mientras Kasha se introducía, rezaba porque todo saliera de acuerdo al plan.
Pero rezaba porque no ocurriera nada.
Por lo menos, por esta noche. Estaba cansado por tantas noches sin sanar las heridas, por todos los maltratos de los cazadores que no otorgaban paz alguna. Quería relajarme de una vez por todas y saber que durante esta noche, no ocurriría ningún mal a mis seres queridos, ni que Ellos volvieran. Sólo quería disfrutar de una noche como hacía antes, descansando plácidamente en casa; pese a que esta no fuera mi casa.
Mordí el labio inferior y miré hacia atrás por si acaso.
-¡Me da igual lo que haga Marcus! Él ahora no está aquí para proteger a Bella y debo pensar en lo mejor para ella. No voy a dejar que le ocurra nada, ¿entiendes? -Los músculos del neófito se tensaron de imaginar que nuevamente, por su culpa, Bella o Marcus salieran mal parados. Yo tenía que ser como Marcus y pensar primeramente por el bien de la chica y protegerla como fuera capaz. Porque así lo quería y así me lo había jurado a mí mismo. - Si vas y ellos están dentro no puedes defenderte completamente. Hallarán tu punto flaco e intentarán matarte. Después, vendrían a por mí y Bella. Sería lo mismo que si entrara yo, salvo con la excepción de que una vez cogieran lo que necesitan, a vosotras seguramente os dejarían intactas. - Dije en mi defensa. No me importaba que volvieran a prenderme, si con eso Bella estaba segura y sin daño alguno.
Retrocedí en cuanto vi su arma, recordándome la cabeza lo que había pasado la anterior vez con un arma de esas. No tenía ganas de pelear ahora, la verdad. Ladeé la cabeza, sin entender. ¿Podía tocar el arma? ¿Cómo? Creía que esas armas sólo eran contra vampiros. Finalmente, avancé y tomé el mango, girando el utensilio para inspeccionarlo con atención. Era extraño, no esperaba que los cazadores pudieran romper sus armas en un golpe. Vaya birria de arma, entonces. Pero era mejor eso que confiar en unos dones que aparecían cuando le daban la gana y que sólo valían para aliviar el sufrimiento de los demás. La única, primera y última vez que funcionaron en contra de alguien, fue cuando Marcus estaba herido y quise protegerle bajo cualquier medio. Sin embargo, esta vez, aunque tuviera los mismos deseos de proteger del mismo modo a Bella, nadie aseguraba que funcionara de nuevo. Seguía siendo inevitablemente un neófito sin control pero con experiencia contra los cazadores por varios encontronazos.
Fui a decir algo más, para ir en lugar de Kasha dentro de la casa, pero ella se adelantó. Siguiendo por una vez sus consejos, me alejé de la puerta y me escondí con Bella en brazos detrás de un tronco ancho con raíces. Por lo menos, no seríamos percibidos por sus ojos; únicamente por nuestro olor. Cerré los ojos, agachándome para ocultarme por si alguna mirada indiscreta estuviera observando desde otro ángulo que nos hiciera más visibles. Apreté a Bella contra mí y mientras Kasha se introducía, rezaba porque todo saliera de acuerdo al plan.
- Ziel A. Carphatia
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Re: Jardín
Por fin llegue a aquella rama, era bastante fragil, pero si me subia a ella despacio, podria aguantar mi peso. Calculando cada uno de mis pasos, me acerque hasta casi el fin de la rama, oia como crujia a cada paso, no le quedaba mucho para quebrarse, me lance de cabeza dentro de la ventana y cuando toque el suelo di una voltereta para no abrirme la cabeza.
No realice ningun ruido, asi que despacio, saque de mis botas mis cuchillos favoritos muy despacio haciendo que se escuchara en el silencio de la casa la rozadura de la hoja con la funda que lo portaba.
La casa estaba a oscuras, cosa ventajosa para mi, poco a poco, sin hacer ruido alguno, investigue habitacion por habitacion comprobando que estuviera vacia, y asi era, no habia nadie.
Guarde los cuchillos y abri la puerta para que Ziel entrara, y lo llame con un silbido para no hacer excesivo ruido, la casa era segura, si entraban, la peticion de Marcus estaria completada
No realice ningun ruido, asi que despacio, saque de mis botas mis cuchillos favoritos muy despacio haciendo que se escuchara en el silencio de la casa la rozadura de la hoja con la funda que lo portaba.
La casa estaba a oscuras, cosa ventajosa para mi, poco a poco, sin hacer ruido alguno, investigue habitacion por habitacion comprobando que estuviera vacia, y asi era, no habia nadie.
Guarde los cuchillos y abri la puerta para que Ziel entrara, y lo llame con un silbido para no hacer excesivo ruido, la casa era segura, si entraban, la peticion de Marcus estaria completada
- Kasha Oskan
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Re: Jardín
Escuchaba la rama sonar, amenazante de partirse a cualquier movimiento de la cazadora. ¿Veía ahora porque había sido mejor que hubiera entrado yo? Ella no se encontraba en condiciones para ir a ningún lado, sino en todo caso quedarse esperando a que yo fuera quien abriera la puerta por dentro. Sin embargo, consiguió saltar hasta la ventana y suspiré aliviado. Por lo menos entró, porque a este paso predecía que la rama partiría; aunque por suerte no pasó. Ahora, lo que quedaba por hacer era esperar a que todo estuviera limpio y lográramos entrar.
Mientras Kasha inspeccionaba el lugar, miraba embelesado el rostro durmiente de Bella. Pasé la mano por su frente, retirando un mechón de su rostro. Sonreí de lado, pegando la cabeza al tronco de mi espalda.
-¿Por qué tuviste que elegir a alguien como yo? - Pregunté en apenas un susurro. Bella, ¿por qué no te fijaste en otra persona más responsable y que supiera cuidarte mejor? ¿Por qué juntarse con un cobarde que solo intentaba huir de los cazadores y aneriormente de los vampiros? La había fallado en alguna ocasión, ya fuera por Marcus, por los cazadores o por perder los estribos tan fácil últimamente. Y sin embargo, seguía diciendo que quería quedarse a mi lado. Pero... yo ya no era el de antes. Esos hombres me habían marcado no sólo físicamente, también mentalmente. Yo ahora era un vampiro de clase inferior. No era digno de permanecer con tan magnífica mujer al lado, amándome. Estaba sucio por las hendiduras de los golpes, por el recuerdo de aquellas manos lascivas rozándome. Enloquecía con volver a recordarlo.
Bajé la cabeza con los ojos entre lágrimas de nuevo. "Ziel, eres un imbécil, haciendo sufrir a una mujer tan buena como ella.", me dije a mí mismo. En cambio, me faltaba el aire si me alejaba de la chica.
Era un imbécil. Un imbécil, cobarde y un capullo.
Escuché el silbido y giré la cabeza hacia la puerta. Ya estaba abierta. Asentí y volví a levantarme con Bella en brazos. Agarré el arma que antes me ofreció y entramos dentro de la instancia.
Salí de nuevo al jardín y subí a un árbol silenciosamente, escondiéndome entre el follaje para no ser descubierto. Por lo menos la camiseta del muñequito se confundía por ser verde, aunque los pantalones se vieran sin dificultad. Con cuidado, me senté en una de las ramas más altas que pude y abracé las piernas fuertemente. Necesitaba aire libre, estar solo durante un tiempo e intentar tranquilizarme por mis propios medios. Tenía que hacerlo u ocurriría algo semejante a lo de la Iglesia. Cada vez estaba alterándome más dentro de esas paredes. Me encontraba agobiado porque todo, absolutamente todo, me recordaba al secuestro. Además, Bella estaba dentro, descansando y no era quien para entorpecer su sueño ya fuera la razón que fuera.
Ziel, déjalo, no pienses más. Deja de seguir con este martirio tan ensordecedor. No puedo, no puedo, no puedo, no puedo. No soy capaz maldita sea. Por mucho que quisiera, por mucho que me esforzara, seguiría viéndoles aun si estaba despierto. Y no podía dormir, no era capaz decansar, de olvidar, de dejar el pasado en el pasado y vivir en el presente, de formar espectativas y sueños que continuaban rompiéndose sin cesar. Era un ingenuo cuando pensé que ser un vampiro iba a ser una vida llena de armonía y felicidad. Estaba muy equivocado al respecto. No obstante, no cambiaría que los cazadores me quisieran igualmente si fuera humano. Me capturaron una vez en cada ocasión y se jartaron muchísimo más cuando ya era inmortal. Porque tenía más resistencia, porque necesitaba sangre en lugar de enloquecer, porque era más animal que antes influído por el olfato, no necesitaba dormir tan a menudo y porque a pesar de la sed, podía estar consciente mucho más tiempo. Para Ellos esto eran todo ventajas, pues su diversión no parecía acabar nunca.
Y mi cabeza tampoco.
Cerré los ojos unos segundos, muerto de cansancio. Y entonces sus voces, sus gritos, sus rostros recorrieron completamente todo. De los pies a la cabeza. Como si ahora mismo estuviera viéndoles. Abría la boca para tomar el aire más deprisa, acelerado. Parecía que me ahogaba, aunque no necesitara respirar para estar vivo. Pequeñas gotas silenciosas se esbullían de entre sus ojos nuevamente, empapando los pantalones enseguida. Me sentía mareado, confuso, agobiado y angustiado. Ellos permanecían tan intactos... tan cerca que me daba pavor que regresaran. Y aun así, sabía que iban a volver.
"Ah, Carphatia, Carphatia. ¿Sabes lo que es la felicidad?"
Mientras Kasha inspeccionaba el lugar, miraba embelesado el rostro durmiente de Bella. Pasé la mano por su frente, retirando un mechón de su rostro. Sonreí de lado, pegando la cabeza al tronco de mi espalda.
-¿Por qué tuviste que elegir a alguien como yo? - Pregunté en apenas un susurro. Bella, ¿por qué no te fijaste en otra persona más responsable y que supiera cuidarte mejor? ¿Por qué juntarse con un cobarde que solo intentaba huir de los cazadores y aneriormente de los vampiros? La había fallado en alguna ocasión, ya fuera por Marcus, por los cazadores o por perder los estribos tan fácil últimamente. Y sin embargo, seguía diciendo que quería quedarse a mi lado. Pero... yo ya no era el de antes. Esos hombres me habían marcado no sólo físicamente, también mentalmente. Yo ahora era un vampiro de clase inferior. No era digno de permanecer con tan magnífica mujer al lado, amándome. Estaba sucio por las hendiduras de los golpes, por el recuerdo de aquellas manos lascivas rozándome. Enloquecía con volver a recordarlo.
Bajé la cabeza con los ojos entre lágrimas de nuevo. "Ziel, eres un imbécil, haciendo sufrir a una mujer tan buena como ella.", me dije a mí mismo. En cambio, me faltaba el aire si me alejaba de la chica.
Era un imbécil. Un imbécil, cobarde y un capullo.
Escuché el silbido y giré la cabeza hacia la puerta. Ya estaba abierta. Asentí y volví a levantarme con Bella en brazos. Agarré el arma que antes me ofreció y entramos dentro de la instancia.
(...)
Salí de nuevo al jardín y subí a un árbol silenciosamente, escondiéndome entre el follaje para no ser descubierto. Por lo menos la camiseta del muñequito se confundía por ser verde, aunque los pantalones se vieran sin dificultad. Con cuidado, me senté en una de las ramas más altas que pude y abracé las piernas fuertemente. Necesitaba aire libre, estar solo durante un tiempo e intentar tranquilizarme por mis propios medios. Tenía que hacerlo u ocurriría algo semejante a lo de la Iglesia. Cada vez estaba alterándome más dentro de esas paredes. Me encontraba agobiado porque todo, absolutamente todo, me recordaba al secuestro. Además, Bella estaba dentro, descansando y no era quien para entorpecer su sueño ya fuera la razón que fuera.
Ziel, déjalo, no pienses más. Deja de seguir con este martirio tan ensordecedor. No puedo, no puedo, no puedo, no puedo. No soy capaz maldita sea. Por mucho que quisiera, por mucho que me esforzara, seguiría viéndoles aun si estaba despierto. Y no podía dormir, no era capaz decansar, de olvidar, de dejar el pasado en el pasado y vivir en el presente, de formar espectativas y sueños que continuaban rompiéndose sin cesar. Era un ingenuo cuando pensé que ser un vampiro iba a ser una vida llena de armonía y felicidad. Estaba muy equivocado al respecto. No obstante, no cambiaría que los cazadores me quisieran igualmente si fuera humano. Me capturaron una vez en cada ocasión y se jartaron muchísimo más cuando ya era inmortal. Porque tenía más resistencia, porque necesitaba sangre en lugar de enloquecer, porque era más animal que antes influído por el olfato, no necesitaba dormir tan a menudo y porque a pesar de la sed, podía estar consciente mucho más tiempo. Para Ellos esto eran todo ventajas, pues su diversión no parecía acabar nunca.
Y mi cabeza tampoco.
Cerré los ojos unos segundos, muerto de cansancio. Y entonces sus voces, sus gritos, sus rostros recorrieron completamente todo. De los pies a la cabeza. Como si ahora mismo estuviera viéndoles. Abría la boca para tomar el aire más deprisa, acelerado. Parecía que me ahogaba, aunque no necesitara respirar para estar vivo. Pequeñas gotas silenciosas se esbullían de entre sus ojos nuevamente, empapando los pantalones enseguida. Me sentía mareado, confuso, agobiado y angustiado. Ellos permanecían tan intactos... tan cerca que me daba pavor que regresaran. Y aun así, sabía que iban a volver.
"Ah, Carphatia, Carphatia. ¿Sabes lo que es la felicidad?"
- Ziel A. Carphatia
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Humor : No te acerques por si acaso...
Re: Jardín
Un coche se aproximaba a la casa con fulminante velocidad. Dobló en una esquina y no demoró en estacionarse en la acerca, apagando el motor y reluciendo su brillante color negro. Al cabo de unos segundos, una figura elegante y masculina salió del interior. Cerró la puerta de un simple golpe y activó la alarma para la protección del vehículo. Miró hacia un lado y luego hacia otro con sus sagaces ojos de felino. Comenzó a caminar hacia la casa, pero se vio obligado a detener su andar. Llevaba un bolso algo pesado y quería llevar lo que tenía en su interior a un lugar fresco, pero no pudo ser. Una vecina se acercó a él, ansiosa por la llegada de nuevos vecinos. Comenzó a hablarle, a preguntarle cosas, a las cuales el hombre respondía entre risas y comentarios escuetos. Aquella mujer le obsequió un pastel como recibimiento, y él sonrió.
Estaba a punto de abrir la puerta de entrada cuando percibió aquella presencia cercana. Ambos seres, preciosos y anhelados para él, emanaban su radiante energía allí dentro. Él, abrumado por las sensaciones y la felicidad que esto le estaba provocando, no supo si entrar o dirigirse primero al jardín. Recordando los anteriores sucesos, optó por la segunda opción. Cuando ya no había vecinos observando, se encaminó por el umbral y, tras una brevísima pausa para echar un último vistazo, saltó al muro y, luego, al cesped que cubría el jardín. Dejó caer su bolso al suelo, con cuidado, y alzó la vista.
Él estaba allí, hermoso e intranquilo como siempre.
Marcus O'Conell había llegado. Había llegado para quedarse. Traía provisiones y comodidades para sus seres amados, y no pretendía que aquellos obsequios acabaran. Utilizaría hasta el último centavo para complacerlos, aunque ellos fueran felices con algo tan simple -pero tan grato a la vez- como un abrazo. El vampiro sonrió y, de un salto, se subió al árbol donde se encontraba Ziel Carphatia. El muchacho tenía los ojos cerrados y parecía nervioso y atemorizado; angustiado y exaltado. Marcus frunció levemente el ceño, pero aún así acercó su cuerpo al suyo, aceptando los riesgos. Tal vez Ziel quisiera golpearlo, arrojarlo del árbol, enviarlo sutilmente al carajo, pero a él poco le importaba. Podía hacer, francamente, lo que quisiera, pues él se quedaría a su lado de todos modos. Por esa razón, se aferró con ambas manos a dos ramas. Clavó su rodilla en la rama en la cual dormitaba Ziel. Acercó, lentamente, su rostro al suyo, hasta el límite electrizante de rozar sus labios. Entrecerró los ojos, embriagándose con su aroma, con su presencia, con su alma contradictoria y acongojada. Respiró con suavidad, regocijándose en su dulzura y rudeza. Ziel había cambiado, sí, pero continuaba siendo el mismo joven humano en el fondo. Lentamente, Marcus deslizó sus labios sobre los suyos, en una tenue pero firme caricia. Acarició primero su labio inferior y, luego, el superior, para concluir abriéndose paso lentamente en su boca.
- Quiero que conozcas la felicidad... conmigo, o sin mí -susurró contra la suavidad de sus labios. En ese mismo instante, soltó sus manos de las ramas y las depositó en el cuerpo de Ziel, rodeándolo con los brazos y acercándolo a él. Marcus no se caía gracias a su equilibrio y precisión pero, ahora, gracias a que se sostenía con el mismo Ziel mientras él permanecía recargado en aquella rama-. Te quiero... y quiero darles a ti y a Bella una vida feliz, digna... una familia... Perdona mis impulsos, mis egoísmos y mis desconsideraciones, pero todo lo que hago es por ustedes dos, por nadie más, ni siquiera por mí. Son todo lo que tengo, y lo único que me importa -masculló aún contra sus labios, incluso mirándolos con deseo ferviente. Marcus concluyó sus palabras y besó a Ziel, finalmente, uniendo sus cuerpos por medio de aquel gesto amoroso y adormecedor.
Era increíble, pero Él abrumaba todos sus sentidos, y lo único que deseaba era verlo brillar, como siempre lo hizo.
Estaba a punto de abrir la puerta de entrada cuando percibió aquella presencia cercana. Ambos seres, preciosos y anhelados para él, emanaban su radiante energía allí dentro. Él, abrumado por las sensaciones y la felicidad que esto le estaba provocando, no supo si entrar o dirigirse primero al jardín. Recordando los anteriores sucesos, optó por la segunda opción. Cuando ya no había vecinos observando, se encaminó por el umbral y, tras una brevísima pausa para echar un último vistazo, saltó al muro y, luego, al cesped que cubría el jardín. Dejó caer su bolso al suelo, con cuidado, y alzó la vista.
Él estaba allí, hermoso e intranquilo como siempre.
Marcus O'Conell había llegado. Había llegado para quedarse. Traía provisiones y comodidades para sus seres amados, y no pretendía que aquellos obsequios acabaran. Utilizaría hasta el último centavo para complacerlos, aunque ellos fueran felices con algo tan simple -pero tan grato a la vez- como un abrazo. El vampiro sonrió y, de un salto, se subió al árbol donde se encontraba Ziel Carphatia. El muchacho tenía los ojos cerrados y parecía nervioso y atemorizado; angustiado y exaltado. Marcus frunció levemente el ceño, pero aún así acercó su cuerpo al suyo, aceptando los riesgos. Tal vez Ziel quisiera golpearlo, arrojarlo del árbol, enviarlo sutilmente al carajo, pero a él poco le importaba. Podía hacer, francamente, lo que quisiera, pues él se quedaría a su lado de todos modos. Por esa razón, se aferró con ambas manos a dos ramas. Clavó su rodilla en la rama en la cual dormitaba Ziel. Acercó, lentamente, su rostro al suyo, hasta el límite electrizante de rozar sus labios. Entrecerró los ojos, embriagándose con su aroma, con su presencia, con su alma contradictoria y acongojada. Respiró con suavidad, regocijándose en su dulzura y rudeza. Ziel había cambiado, sí, pero continuaba siendo el mismo joven humano en el fondo. Lentamente, Marcus deslizó sus labios sobre los suyos, en una tenue pero firme caricia. Acarició primero su labio inferior y, luego, el superior, para concluir abriéndose paso lentamente en su boca.
- Quiero que conozcas la felicidad... conmigo, o sin mí -susurró contra la suavidad de sus labios. En ese mismo instante, soltó sus manos de las ramas y las depositó en el cuerpo de Ziel, rodeándolo con los brazos y acercándolo a él. Marcus no se caía gracias a su equilibrio y precisión pero, ahora, gracias a que se sostenía con el mismo Ziel mientras él permanecía recargado en aquella rama-. Te quiero... y quiero darles a ti y a Bella una vida feliz, digna... una familia... Perdona mis impulsos, mis egoísmos y mis desconsideraciones, pero todo lo que hago es por ustedes dos, por nadie más, ni siquiera por mí. Son todo lo que tengo, y lo único que me importa -masculló aún contra sus labios, incluso mirándolos con deseo ferviente. Marcus concluyó sus palabras y besó a Ziel, finalmente, uniendo sus cuerpos por medio de aquel gesto amoroso y adormecedor.
Era increíble, pero Él abrumaba todos sus sentidos, y lo único que deseaba era verlo brillar, como siempre lo hizo.
- Marcus O'Conell
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Re: Jardín
¿Qué es la felicidad, Ziel Carphatia?
Los cazadores siempre insistían en preguntas como esa para aplastar la lógica de mis ideas y jactarse mayormente cuando lo pensaba todo más detenidamente. ¿Qué es vivir sin preocupación? ¿Qué era tener una familia? ¿Alguna vez tuve una, por cierto? Tuve madre sí, pero nunca existió padre ni hermanos, ni abuelos. Absolutamente nada salvo Ella. No obstante, no negaría que tuve el cariño de una madre que me cuidaba en mi enfermedad, al menos. Y aun así, muchas veces le daba vueltas a por qué no era digno de criarme con mi familia biológica. Por qué Kai pudo crecer con nuestro padres y por qué yo fui vendido en la puerta de una desconocida. Y después reflexionaba del mismo modo que los cazadores. ¿Y si realmente me llevaron aposta allí? Mi madre no tenía descendiente alguno y todas las tierras sembradas de trigo no tendrían heredero. ¿Y si era verdad que me utilizaron, jugaron con mi infancia, para conseguir únicamente dinero? ¿Tan poco valía? Puede que fuera su moneda de cambio para obtener los bienes de los Carphatia. O puede que simplemente no quisieran otro hijo, o un niño enfermo. Y lo peor de todo, ¿por qué después de diecisiete años se esforzaban porque regresara a casa?
Esa "casa" no era digno de llamarse hogar. Si en un primer momento no optaron por su hijo, ahora tampoco lo harían. De este modo aún seguía negando que Kai fuera mi hermano, aunque supiera del hecho. Sacudí la cabeza. Ellos, Ellos con sus interrogantes existenciales, con sus sarcarmos, la ironía y la risa de sus labios. Ellos eran los responsables de que únicamente estuviera dando vueltas en torno al verdadero propósito de mi existencia.
El desgaste de frenos y neumáticos se oyó en medio de todo el silencio mental. Tampoco presté importancia, pues sería algún vecino que no tenía sentido de la velocidad. Sin embargo, en cuanto bajó del coche, su aroma llegó directamente hasta mi nariz. Alcé la cabeza de inmediato, sobresaltado.
Marcus O'Conell había vuelto.
Por una parte, me moría de ganas de ir corriendo a abrazarle, cual niño pequeño que va a recibir a su padre. Por otro lado, no quería ni acercarme, por si esperaba más de lo que pudiera esperar. Bajé la cabeza de nuevo, borrando la idea. Seguro que algún sermón caía por mi comportamiento tan descontrolado y salvaje. No había que olvidar que lo dejé paralizado y me fugué para beber de una humana, concretamente la novia del antiguo Jefe de la Asociación. Y por si fuera poco, luego regresé hecho trizas de la mano de Kasha, despotiqué en su ausencia y finalmente había dejado a Bella al borde del desangre. En el momento que pisara la sala de estar lo comprobaría; y en cuanto llegara al jardín era cuestión de tiempo que empezaran a caer sus voces de reprimienda. Sinceramente, me lo merecía. No esperaba menos, porque últimamente las palabras amables que recibían sólo provenían de los labios de Bella.
Y para mi sorpresa, algo se escuchó cerca. Giré la cabeza rápidamente, observando la bolsa que traía Marcus. Y sí, ahí estaba él, mirando el árbol con aparente alegría. ¿Qué era esto, una broma pesada? Si lo que quieres es reírte de mí hazlo, pero no te acerques para tentarme y luego te vayas de nuevo. Giré la cabeza en dirección contraria como si no le hubiera visto y cerré los ojos, haciéndome el dormido. Estiré las piernas y puse una a cada lado de la rama, pensando en levantarme y subir más arriba; o bajar y entrar dentro rápidamente, que seguramente fuera su propósito para no llamar la atención. Y antes de que quisiera decidirme y ponerme de pie, él ya había escalado hasta dicha rama. Fruncí levemente el ceño, sabiendo que estaba ahí; pero seguía con mi fabulosa actuación. Levanté un párpado apenas unos centímetros para mirarlo, sentado y "dormitando". Los ojos del neófito, ocultos, permanecían rojos de nerviosismo, derramando el agua que no podían contener sus más ingratas pesadillas.
Entonces, ni siquiera pude prevenir sus actos. Él, Marcus O'Conell, como siempre, tan indescifrable. Su rostro se acercó tan tentadoramente, que dejé de respirar unos segundos antes de sentir axfisia de nuevo. Si lo que quería era provocarme, perfecto, lo estaba consiguiendo en su plenitud. El olfato mientras se alimentaba de su presencia cercana, al tiempo que me concedía aspirar su respiración.
Luego, abrí los ojos para contemplar cómo su cabello pizarra había crecido notablemente y cómo sus rasgos denotaban una felicidad que yo no comprendía. Aun no sabía que esta vivienda, este jardín y este mismo árbol eran nuestros, de nuestra propiedad. Todavía creía que esto simplemente era otro lugar para pasar la noche y descansar. Ladeé la cabeza rozando sus labios, entreabriendo los míos y dejando que él dejara la miel sobre ellos. Un escalofrío recorrió la columna del chico. Ah, ¿por cuánto tiempo estuvo Marcus sin aproximarse tanto? ¿Cuánto hacía que no me besaba? Pero, cuando creía que iba a hacerlo, retiró el elixir carnoso para hablar. Ah, malditas palabras. Él siempre hacía lo mismo: me tentaba, me tentaba, hasta que acababa por ser quien se acercara. Esta vez quería que fuera él quien lo hiciera, que me demostrara que realmente me necesitaba como yo a él. "Deja de hablar y acércate más, Marcus"; pensé. En cambio, lo que dijo provocó que abriera los ojos de repente. Como si hubiera leído mi mente durante la última, el vampiro dijo todo aquello sin necesidad de preguntarle, sin una palabra siquiera. "Quiero que conozcas la felicidad...". Bajé la cabeza. ¿De verdad? ¿De verdad podía dármela? Mi felicidad estaba con él, de modo que, ¿estaba entregándose por mí? ¿Se habían escuchado pues, mis plegarias? ¿Encontraría definitivamente una respuesta permanente a dicha pregunta?
Me incliné hacia delante, aproximándome a su cuerpo en cuanto me atrajo. Las pupilas del chico lo miraban con atención, atendiendo a cada palabra, a cada gesto, a cada parpadeo que hiciera. Estaba absorto con todo lo que estaba diciendo. Esperaba más otra cosa diferente de él. Sin embargo, seguía sorprendiéndome a pesar de todo. Pero aquel "factor sorpresa" era lo que más tiraba para querer seguir descubriendo más de él: sus costumbres, cómo fue su pasado, o cuántos años había vivido, por ejemplo. Hubo un amago de sonrisa y finalmente se rompió la tristeza y acabó por dibujarse lentamente. Dejé de escuchar en cuanto escuché esas dos palabras que tanto anhelaba escuchar de su boca: Marcus me quería. Sus lágrimas no pararon, pero ahora podría decirse que lloraba de felicidad. Entre la camiseta del muñeco de televisión y el rostro aniñado del neófito, pareciera un niño perdido en un supermercado y que volvía a encontrar a su padre. No daba la sensación de que el mismo chico casi intentara llevarse la vida de alguien por su sed. Sin embargo... yo continuaba repitiéndome lo mismo. Marcus me quería. Me quería. Y me aceptaba después de todo. Me quería. Marcus me quería todavía. Y no pedía nada más. No quería una casa elegante, ni lujos de toda clase; solamente quedarme con él. Con él y con Bella. Estar unidos toda la eternidad.
Alcé los brazos para rodearle y abrazarle por la cintura. Su rostro continuaba en cercanía, rozando mis labios. Y finalmente, el martirio del neófito se deshizo en cuanto su deseo fue concedido por los labios del vampiro.
La sensación nauseabunda me inundó después de lo que parecieron décadas. Los sentidos empezaron a nublarse en cuestión de unos pocos segundos. Le había estado esperando en demasía y me encontraba necesitado de sus cuidados, de sus caricias, de sus besos y sus sedantes palabras. Y otra vez dejábamos el reencuentro entre nuestros cuerpos, tan apenados por la falta del otro. Aferré su pelo con una mano, atrayéndolo hacia su punto de apoyo y dejando la espalda en el tronco. Inspiré su aroma, ladeando la cabeza, enredando su lengua en esta extraña reconciliación. No te vayas más, Marcus. No vuelvas a abandonarme. Pase lo que pase, no nos dejes nunca más. Por favor. Quédate de una vez por todas y cumple lo que has dicho. Porque te creo y quiero que lo hagas. Quiero que me des una familia, que me quieras y me hagas feliz. Quiero que los tres podamos vivir felices. Hazlo. Hazlo, por favor. Te lo imploro.
Me separé de su boca y abrí los ojos, abrazándole con fuerza y ocultándome con su ropa. Apenas me importaba que con ropa tan sencilla, Marcus se diera cuenta de la extrema delgadez de su cachorro, tan disimulada con el elegante traje de la fiesta. En cambio, sólo quería tenerle cerca.
-Dilo de nuevo. Repítelo. - Dije temblando, entre inhalación e inhalación. Tomé su rostro con ambas manos, mirándole fijamente a los ojos. - Di que me amas, Marcus. - Supliqué en sollozos, intentando conservar la sonrisa. Después de todos los gritos de los cazadores y suyos también, quería escucharlo de nuevo. Y luego otra. Y otra, y otra, y otra y otra vez más; hasta que pudiera hartarme de oírlo. Quería que su voz siguiera alentándome a continuar amándole una y otra vez. A caer y levantarme todas las veces que hicieran falta. Que aunque los cazadores me retuvieran, al final siempre él y Bella vendrían a buscarme y regresaría de nuevo. A ayudar a olvidarme de todo, tanto de los maltratos como de las profanaciones. Que sus brazos estarían esperándome al final del camino para abrazarme y consolar mis penas. Y que, en definitiva, todos los tratos y todas las veces que fui vendido, estaba despreciándolos porque no le importaba estar con un vampiro como yo; tan utilizado, débil, quejica, y sumamente caprichoso e infantil. Que realmente se quedara conmigo, amándonos, como decía. Que finalmente me demostrara infinitamente que nos necesitaba.
Que pudiéramos formar una verdadera familia en esta o cualquier casa. Nuestra casa, nuestro hogar.
Los cazadores siempre insistían en preguntas como esa para aplastar la lógica de mis ideas y jactarse mayormente cuando lo pensaba todo más detenidamente. ¿Qué es vivir sin preocupación? ¿Qué era tener una familia? ¿Alguna vez tuve una, por cierto? Tuve madre sí, pero nunca existió padre ni hermanos, ni abuelos. Absolutamente nada salvo Ella. No obstante, no negaría que tuve el cariño de una madre que me cuidaba en mi enfermedad, al menos. Y aun así, muchas veces le daba vueltas a por qué no era digno de criarme con mi familia biológica. Por qué Kai pudo crecer con nuestro padres y por qué yo fui vendido en la puerta de una desconocida. Y después reflexionaba del mismo modo que los cazadores. ¿Y si realmente me llevaron aposta allí? Mi madre no tenía descendiente alguno y todas las tierras sembradas de trigo no tendrían heredero. ¿Y si era verdad que me utilizaron, jugaron con mi infancia, para conseguir únicamente dinero? ¿Tan poco valía? Puede que fuera su moneda de cambio para obtener los bienes de los Carphatia. O puede que simplemente no quisieran otro hijo, o un niño enfermo. Y lo peor de todo, ¿por qué después de diecisiete años se esforzaban porque regresara a casa?
Esa "casa" no era digno de llamarse hogar. Si en un primer momento no optaron por su hijo, ahora tampoco lo harían. De este modo aún seguía negando que Kai fuera mi hermano, aunque supiera del hecho. Sacudí la cabeza. Ellos, Ellos con sus interrogantes existenciales, con sus sarcarmos, la ironía y la risa de sus labios. Ellos eran los responsables de que únicamente estuviera dando vueltas en torno al verdadero propósito de mi existencia.
El desgaste de frenos y neumáticos se oyó en medio de todo el silencio mental. Tampoco presté importancia, pues sería algún vecino que no tenía sentido de la velocidad. Sin embargo, en cuanto bajó del coche, su aroma llegó directamente hasta mi nariz. Alcé la cabeza de inmediato, sobresaltado.
Marcus O'Conell había vuelto.
Por una parte, me moría de ganas de ir corriendo a abrazarle, cual niño pequeño que va a recibir a su padre. Por otro lado, no quería ni acercarme, por si esperaba más de lo que pudiera esperar. Bajé la cabeza de nuevo, borrando la idea. Seguro que algún sermón caía por mi comportamiento tan descontrolado y salvaje. No había que olvidar que lo dejé paralizado y me fugué para beber de una humana, concretamente la novia del antiguo Jefe de la Asociación. Y por si fuera poco, luego regresé hecho trizas de la mano de Kasha, despotiqué en su ausencia y finalmente había dejado a Bella al borde del desangre. En el momento que pisara la sala de estar lo comprobaría; y en cuanto llegara al jardín era cuestión de tiempo que empezaran a caer sus voces de reprimienda. Sinceramente, me lo merecía. No esperaba menos, porque últimamente las palabras amables que recibían sólo provenían de los labios de Bella.
Y para mi sorpresa, algo se escuchó cerca. Giré la cabeza rápidamente, observando la bolsa que traía Marcus. Y sí, ahí estaba él, mirando el árbol con aparente alegría. ¿Qué era esto, una broma pesada? Si lo que quieres es reírte de mí hazlo, pero no te acerques para tentarme y luego te vayas de nuevo. Giré la cabeza en dirección contraria como si no le hubiera visto y cerré los ojos, haciéndome el dormido. Estiré las piernas y puse una a cada lado de la rama, pensando en levantarme y subir más arriba; o bajar y entrar dentro rápidamente, que seguramente fuera su propósito para no llamar la atención. Y antes de que quisiera decidirme y ponerme de pie, él ya había escalado hasta dicha rama. Fruncí levemente el ceño, sabiendo que estaba ahí; pero seguía con mi fabulosa actuación. Levanté un párpado apenas unos centímetros para mirarlo, sentado y "dormitando". Los ojos del neófito, ocultos, permanecían rojos de nerviosismo, derramando el agua que no podían contener sus más ingratas pesadillas.
Entonces, ni siquiera pude prevenir sus actos. Él, Marcus O'Conell, como siempre, tan indescifrable. Su rostro se acercó tan tentadoramente, que dejé de respirar unos segundos antes de sentir axfisia de nuevo. Si lo que quería era provocarme, perfecto, lo estaba consiguiendo en su plenitud. El olfato mientras se alimentaba de su presencia cercana, al tiempo que me concedía aspirar su respiración.
Luego, abrí los ojos para contemplar cómo su cabello pizarra había crecido notablemente y cómo sus rasgos denotaban una felicidad que yo no comprendía. Aun no sabía que esta vivienda, este jardín y este mismo árbol eran nuestros, de nuestra propiedad. Todavía creía que esto simplemente era otro lugar para pasar la noche y descansar. Ladeé la cabeza rozando sus labios, entreabriendo los míos y dejando que él dejara la miel sobre ellos. Un escalofrío recorrió la columna del chico. Ah, ¿por cuánto tiempo estuvo Marcus sin aproximarse tanto? ¿Cuánto hacía que no me besaba? Pero, cuando creía que iba a hacerlo, retiró el elixir carnoso para hablar. Ah, malditas palabras. Él siempre hacía lo mismo: me tentaba, me tentaba, hasta que acababa por ser quien se acercara. Esta vez quería que fuera él quien lo hiciera, que me demostrara que realmente me necesitaba como yo a él. "Deja de hablar y acércate más, Marcus"; pensé. En cambio, lo que dijo provocó que abriera los ojos de repente. Como si hubiera leído mi mente durante la última, el vampiro dijo todo aquello sin necesidad de preguntarle, sin una palabra siquiera. "Quiero que conozcas la felicidad...". Bajé la cabeza. ¿De verdad? ¿De verdad podía dármela? Mi felicidad estaba con él, de modo que, ¿estaba entregándose por mí? ¿Se habían escuchado pues, mis plegarias? ¿Encontraría definitivamente una respuesta permanente a dicha pregunta?
Me incliné hacia delante, aproximándome a su cuerpo en cuanto me atrajo. Las pupilas del chico lo miraban con atención, atendiendo a cada palabra, a cada gesto, a cada parpadeo que hiciera. Estaba absorto con todo lo que estaba diciendo. Esperaba más otra cosa diferente de él. Sin embargo, seguía sorprendiéndome a pesar de todo. Pero aquel "factor sorpresa" era lo que más tiraba para querer seguir descubriendo más de él: sus costumbres, cómo fue su pasado, o cuántos años había vivido, por ejemplo. Hubo un amago de sonrisa y finalmente se rompió la tristeza y acabó por dibujarse lentamente. Dejé de escuchar en cuanto escuché esas dos palabras que tanto anhelaba escuchar de su boca: Marcus me quería. Sus lágrimas no pararon, pero ahora podría decirse que lloraba de felicidad. Entre la camiseta del muñeco de televisión y el rostro aniñado del neófito, pareciera un niño perdido en un supermercado y que volvía a encontrar a su padre. No daba la sensación de que el mismo chico casi intentara llevarse la vida de alguien por su sed. Sin embargo... yo continuaba repitiéndome lo mismo. Marcus me quería. Me quería. Y me aceptaba después de todo. Me quería. Marcus me quería todavía. Y no pedía nada más. No quería una casa elegante, ni lujos de toda clase; solamente quedarme con él. Con él y con Bella. Estar unidos toda la eternidad.
Alcé los brazos para rodearle y abrazarle por la cintura. Su rostro continuaba en cercanía, rozando mis labios. Y finalmente, el martirio del neófito se deshizo en cuanto su deseo fue concedido por los labios del vampiro.
La sensación nauseabunda me inundó después de lo que parecieron décadas. Los sentidos empezaron a nublarse en cuestión de unos pocos segundos. Le había estado esperando en demasía y me encontraba necesitado de sus cuidados, de sus caricias, de sus besos y sus sedantes palabras. Y otra vez dejábamos el reencuentro entre nuestros cuerpos, tan apenados por la falta del otro. Aferré su pelo con una mano, atrayéndolo hacia su punto de apoyo y dejando la espalda en el tronco. Inspiré su aroma, ladeando la cabeza, enredando su lengua en esta extraña reconciliación. No te vayas más, Marcus. No vuelvas a abandonarme. Pase lo que pase, no nos dejes nunca más. Por favor. Quédate de una vez por todas y cumple lo que has dicho. Porque te creo y quiero que lo hagas. Quiero que me des una familia, que me quieras y me hagas feliz. Quiero que los tres podamos vivir felices. Hazlo. Hazlo, por favor. Te lo imploro.
Me separé de su boca y abrí los ojos, abrazándole con fuerza y ocultándome con su ropa. Apenas me importaba que con ropa tan sencilla, Marcus se diera cuenta de la extrema delgadez de su cachorro, tan disimulada con el elegante traje de la fiesta. En cambio, sólo quería tenerle cerca.
-Dilo de nuevo. Repítelo. - Dije temblando, entre inhalación e inhalación. Tomé su rostro con ambas manos, mirándole fijamente a los ojos. - Di que me amas, Marcus. - Supliqué en sollozos, intentando conservar la sonrisa. Después de todos los gritos de los cazadores y suyos también, quería escucharlo de nuevo. Y luego otra. Y otra, y otra, y otra y otra vez más; hasta que pudiera hartarme de oírlo. Quería que su voz siguiera alentándome a continuar amándole una y otra vez. A caer y levantarme todas las veces que hicieran falta. Que aunque los cazadores me retuvieran, al final siempre él y Bella vendrían a buscarme y regresaría de nuevo. A ayudar a olvidarme de todo, tanto de los maltratos como de las profanaciones. Que sus brazos estarían esperándome al final del camino para abrazarme y consolar mis penas. Y que, en definitiva, todos los tratos y todas las veces que fui vendido, estaba despreciándolos porque no le importaba estar con un vampiro como yo; tan utilizado, débil, quejica, y sumamente caprichoso e infantil. Que realmente se quedara conmigo, amándonos, como decía. Que finalmente me demostrara infinitamente que nos necesitaba.
Que pudiéramos formar una verdadera familia en esta o cualquier casa. Nuestra casa, nuestro hogar.
- Ziel A. Carphatia
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Re: Jardín
El momento ansiado había sido concedido por los Dioses, finalmente.
Marcus se encontraba tan cerca de Ziel como le era posible. Había pasado tiempo, mucho tiempo, desde la última vez que pudieron deleitarse con semejante cercanía libremente. Parecía mentira estar tan cerca de nuevo, sintiendo cada movimiento tenue, cada aroma embriagador; percibiendo cada gesto y cada suspiro. Sus labios se habían encontrado y ya no había remedio para ello. Marcus había soltado todo lo que le pesaba. Aquella pesada mochila la había abandonado en medio de su trayecto hasta la casa. Realmente, quería comenzar de nuevo. Quería que este sea un nuevo comienzo. Quería que tanto Bella como Ziel, e incluso él mismo, dejaran atrás todo lo pasado. Que fueran capaces de disfrutar cada amanecer y cada anochecer como si fuera el último que pudieran apreciar.
Mientras rodeaba a Ziel con sus brazos, pudo percibir su delgadez y debilidad. Él estaba mal, lo sabía, pero lo único que había hecho en todo este tiempo había sido intentar ayudarlo de la forma equivocada. No había contribuido para nada en su mejora tanto física como psicológica, pero esta vez procuraba hacerlo diferente. Esta vez iba a refrenar sus impulsos y a actuar como un verdadero padre, hermano, primo, tío, novio, lo haría. Acarició suavemente el cabello de su nuca, como un fuerte vínculo con su convicción. Marcus O'Conell se prometía a sí mismo que no permitiría que este chico cayera en malas manos otra vez. Si eso llegaba a suceder... No, mejor no tentar la Suerte. Eso no iba a suceder otra vez. Estaba dicho.
Y ansiaba que fuera un hecho.
Cuando sus labios se separaron, el vampiro miró a los ojos a su pequeño cachorro, antaño Siervo. Notó cómo su cuerpo temblaba y cómo los nervios y las emociones se extendían por cada una de sus extremidades. Marcus, asombrado, acarició la mejilla de Ziel y, al mismo tiempo, deslizó una de sus manos por su hombro y brazo. ¿Estaba bien? Comenzaba a creer que Ziel se encontraba peor de lo que pensaba, pero sus palabras bastaron para disipar toda duda: el chico estaba en perfectas condiciones, y lo único que anhelaba era Amor. Amor puro y verdadero, el único con derecho a existir sobre la faz de la tierra. El semblante de Marcus adquirió una expresión mucho menos ruda. Ya no era aquella mirada amenazante e imponente de siempre. Sus facciones se volvieron tiernas y sencillas; sumisas y comprensivas. Acarició la mejilla de Ziel otra vez, apartando las lágrimas de su rostro. Encerró el rostro del muchacho con sus palmas del mismo modo que él lo había hecho con el suyo. Tras unos momentos, habló:
- Pequeño tonto... -susurró juntando la punta de su nariz con la suya-. No tienes que llorar para lograr que te aprecie; y mucho menos tienes que pedírmelo -sonrió suavemente-. Te lo diría mil veces más, sin que tú lo requieras, porque simplemente es eso lo que siento -acercó sus labios a los suyos, de modo que ambos pares se rozasen-. Te amo, Ziel Carphatia. Y nada en el mundo hará que eso cambie. ¿Lo entiendes? Ni tu descontrol, ni mi enojo, ni la Vida, ni la Muerte... Nada.
Sus palabras concluyeron e, instantáneamente, se apoderó de la boca de Ziel una vez más. Lo besó lentamente, de forma pausada, como si con el gesto buscara inmiscuirse en sus sentimientos y recuerdos más profundos, atravesando el corazón del muchacho y volviéndolo suyo cada vez más, mediante cada sutil palpitación. Al separarse un poco, abrazó al joven y lo acercó más a él, apoyando su cabeza sobre su pecho, de forma protectora. El vampiro perdió su mirada en los ventanales de la casa. Tal vez Ziel no se percató de la verdad de los hechos...
- Esta casa... será nuestra casa, Ziel -murmuró mientras acariciaba con cariño sus azulados cabellos-. Aquí comenzaremos otra vez. Procuremos no echarlo a perder -agregó, sonriendo levemente con un brillo melancólico en los ojos. ¿Cuánto tiempo había transcurrido desde que no vivía en un lugar como este? ¿Desde que no tenía un verdadero hogar? Ahora, Bella, Ziel y él podrían sentirse a gusto. Marcus se encargaría de la seguridad y procuraría que dentro de estas paredes sus dos amantes hallaran paz.
Off: Oh, al fin posteé -su versión chibi corre por todo el foro.
Marcus se encontraba tan cerca de Ziel como le era posible. Había pasado tiempo, mucho tiempo, desde la última vez que pudieron deleitarse con semejante cercanía libremente. Parecía mentira estar tan cerca de nuevo, sintiendo cada movimiento tenue, cada aroma embriagador; percibiendo cada gesto y cada suspiro. Sus labios se habían encontrado y ya no había remedio para ello. Marcus había soltado todo lo que le pesaba. Aquella pesada mochila la había abandonado en medio de su trayecto hasta la casa. Realmente, quería comenzar de nuevo. Quería que este sea un nuevo comienzo. Quería que tanto Bella como Ziel, e incluso él mismo, dejaran atrás todo lo pasado. Que fueran capaces de disfrutar cada amanecer y cada anochecer como si fuera el último que pudieran apreciar.
Mientras rodeaba a Ziel con sus brazos, pudo percibir su delgadez y debilidad. Él estaba mal, lo sabía, pero lo único que había hecho en todo este tiempo había sido intentar ayudarlo de la forma equivocada. No había contribuido para nada en su mejora tanto física como psicológica, pero esta vez procuraba hacerlo diferente. Esta vez iba a refrenar sus impulsos y a actuar como un verdadero padre, hermano, primo, tío, novio, lo haría. Acarició suavemente el cabello de su nuca, como un fuerte vínculo con su convicción. Marcus O'Conell se prometía a sí mismo que no permitiría que este chico cayera en malas manos otra vez. Si eso llegaba a suceder... No, mejor no tentar la Suerte. Eso no iba a suceder otra vez. Estaba dicho.
Y ansiaba que fuera un hecho.
Cuando sus labios se separaron, el vampiro miró a los ojos a su pequeño cachorro, antaño Siervo. Notó cómo su cuerpo temblaba y cómo los nervios y las emociones se extendían por cada una de sus extremidades. Marcus, asombrado, acarició la mejilla de Ziel y, al mismo tiempo, deslizó una de sus manos por su hombro y brazo. ¿Estaba bien? Comenzaba a creer que Ziel se encontraba peor de lo que pensaba, pero sus palabras bastaron para disipar toda duda: el chico estaba en perfectas condiciones, y lo único que anhelaba era Amor. Amor puro y verdadero, el único con derecho a existir sobre la faz de la tierra. El semblante de Marcus adquirió una expresión mucho menos ruda. Ya no era aquella mirada amenazante e imponente de siempre. Sus facciones se volvieron tiernas y sencillas; sumisas y comprensivas. Acarició la mejilla de Ziel otra vez, apartando las lágrimas de su rostro. Encerró el rostro del muchacho con sus palmas del mismo modo que él lo había hecho con el suyo. Tras unos momentos, habló:
- Pequeño tonto... -susurró juntando la punta de su nariz con la suya-. No tienes que llorar para lograr que te aprecie; y mucho menos tienes que pedírmelo -sonrió suavemente-. Te lo diría mil veces más, sin que tú lo requieras, porque simplemente es eso lo que siento -acercó sus labios a los suyos, de modo que ambos pares se rozasen-. Te amo, Ziel Carphatia. Y nada en el mundo hará que eso cambie. ¿Lo entiendes? Ni tu descontrol, ni mi enojo, ni la Vida, ni la Muerte... Nada.
Sus palabras concluyeron e, instantáneamente, se apoderó de la boca de Ziel una vez más. Lo besó lentamente, de forma pausada, como si con el gesto buscara inmiscuirse en sus sentimientos y recuerdos más profundos, atravesando el corazón del muchacho y volviéndolo suyo cada vez más, mediante cada sutil palpitación. Al separarse un poco, abrazó al joven y lo acercó más a él, apoyando su cabeza sobre su pecho, de forma protectora. El vampiro perdió su mirada en los ventanales de la casa. Tal vez Ziel no se percató de la verdad de los hechos...
- Esta casa... será nuestra casa, Ziel -murmuró mientras acariciaba con cariño sus azulados cabellos-. Aquí comenzaremos otra vez. Procuremos no echarlo a perder -agregó, sonriendo levemente con un brillo melancólico en los ojos. ¿Cuánto tiempo había transcurrido desde que no vivía en un lugar como este? ¿Desde que no tenía un verdadero hogar? Ahora, Bella, Ziel y él podrían sentirse a gusto. Marcus se encargaría de la seguridad y procuraría que dentro de estas paredes sus dos amantes hallaran paz.
Off: Oh, al fin posteé -su versión chibi corre por todo el foro.
- Marcus O'Conell
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Re: Jardín
Te he elegido para el resto del camino.
Por favor, rométeme que no me vas a soltar mi manos mientras dure.
Y en cuanto Marcus miró los ojos carmín del neófito, sintió miedo. Tuve miedo de que el vampiro pudiera ver más allá de un color rojo dañado por la sed; que lograra ver más allá, en la negra pupila, donde las profanaciones y los maltratos todavía seguían grabados a fuego lento. Quién sabe hasta cuando se escondieran ahí. ¿Y por qué tener miedo? Temía que Marcus se fuera por mi culpa nuevamente, que se arrepentiera después de todo y decidiera por echarme fuera de su vida. No paraba de pensar en el posible rechazo de alguno de los dos otros inmortales y cómo la Soledad estiraba el brazo para intentar cogerme. Y eso que ahora no era el único que necesitaba a Marcus, pues Bella también se había acostumbrado a él. Quizá incluso hubiera comenzado a quererle del mismo modo en que yo lo hacía; pero eso se quedaba dentro de la Incertidumbre de mi cabeza. Cerré los ojos, permitiendo que me acariciara la mejilla y disfrutando de tan amable y cariñoso gesto, bajando los brazos. Él lograba disipar mis dudas con solo susurrarme al oído unas cuantas palabras. Había arruinado toda barrera impuesta por mi orgullo y todo enfado escondido contra el mismo vampiro.
Al abrirlos de nuevo, encontré la dulzura del rostro de Marcus. ¿Alguna vez lo había visto sin su expresión intimidante y la siniestralidad de sus ojos? Si lo había visto antes, desde luego los cazadores se habían asegurado de que lo olvidara. Pero esta vez no borrarían la imagen tan perfecta que estaba viendo. ¿Acaso Ella pudo ver todos los días esta expresión? En tal caso, le tenía envidia. Tanta, que me carcomía los huesos. Yo también quería ver a Marcus con esta expresión nada más despertar, o cómo sería su rostro mientras dormía plácidamente. Capturaría todos y cada uno de sus gestos, todos y cada uno de sus amaneceres y los colgaría por toda la habitación junto con los de Bella. Para nunca más olvidar sus rostros durmientes y reconfortarme cuando les viera sonreír. Las lágrimas del neófito cesaron sin apenas darse cuenta, mientras que las yemas de sus dedos iban a recorrer con curiosidad la expresión que Marcus tenía ahora mismo. Por si recordarlo con la vista era insuficiente, también lo memorizaría con el tacto, con el olfato y todo sentido que pudiera percibirlo y guardarlo para la posterioridad.
Bajé la cabeza en cuanto empezó a hablar, deslizando el brazo de nuevo, deteniéndose en la chaqueta que tan obsesionado me tenía. Puede que Marcus no entendiera el punto de vista de donde estaba viéndolo todo. No estaba llorando por eso, sino porque tenía el presentimiento de que él abandonaría al vampiro vagabundo que se había encontrado. La voz del chico empezó a sonar de nuevo, casi tartamudeando.
-Pero ellos... Ellos... - Comencé, queriendo decirle todo y absolutamente todo. No podía guardarlo para dentro, ni tampoco podía ocultarle la verdad a los ojos de Marcus. Seguramente ya lo hubieran apreciado, que estaba haciéndome pedazos no soltar todo el agobio que volvía nervioso a todo mi cuerpo. Quizá si lo dijera también siguiera destrozándome, pero al menos tendría unos brazos sobre los que caer. - Ellos me... m-e... - No imaginaba tener que decirlo en voz alta. Me daba vergüenza admitirlo y muchísimo más contarlo. Aparte de eso, me producía arcadas acordarme de todo lo que me obligaron a hacer. Hasta el mismo Marcus había visto algo durante la fiesta. Y ni siquiera fue una cuarta parte de las depravadas ideas de aquellos que pagaban dinero por tener al neófito entre sus brazos. Hasta pensaba sobre el quizá, del cual se hubiera marchado Marcus en la Iglesia, porque le repugnaba recordarlo.
"Pero quien no arriesga, no gana Ziel. No puedes tragártelo todo, porque sabes que no podrás hacerlo. Conoces el riesgo de hacerlo: acabarás por perder la cordura contra el vampiro de tus entrañas. No tiene sentido escondérselo a Marcus. Ya vio lo que hizo ese cazador, Ziel. No temas y ten valor para decirlo, o después te arrepentirás y serás tú quien más sufras por no dejarte ayudar. ¿O me equivoco?", sonaba dentro de mi mente, brindándome del valor suficiente para mencionarlo. Tomé aire y lo confesé antes de que un tercero acabara por comunicárselo, o antes de que yo no pudiera retroceder porque estuviera matándome lentamente.
-Ellos me vendieron, Marcus... - Dije a toda velocidad, antes de que la congoja quisiera agarrarme la voz. Los lloros volvían por aquel muro tan duro, robusto e interminable, sin llegarlo a superar. - M-me ven-dieron... Ellos... - Ahora no podía parar de repetirlo, pues la cordura del chico volvía a perderse en cada recuerdo de aquella habitación de burdel con paredes bañadas en carmín y la lujuria de otros esparciéndose por su cuerpo y sus sábanas.
Conociendo tan dura y cruel verdad, ¿qué haría Marcus O'Conell con el chiquillo? ¿Qué haría con su impotencia contra los cazadores? ¿Qué pensamientos estarían surcado su cabeza en estos momentos? ¿Qué haría para reparar un alma hecho trizas?
Él, en cambio, pareciera tener respuesta para todo. Su temple tenía cualquier salida y su mente seguramente divagaba en alguna solución. Pero mientras, sus palabras tranquilizaban al cachorro: "Te amo, Ziel Carphatia. Y nada en el mundo hará que eso cambie. ¿Lo entiendes?" Tan incrédulo era, que no logré creerle de primeras. Tomé aire, creyendo que iba a ahogarme pese a que este hecho fuera imposible para un vampiro. Entonces, ¿era verdad que seguía aceptándome? Era tal la felicidad de imaginarlo, que acabó sonriendo de nuevo. ¿Por qué me hacían feliz estas cosas tan insignificantes? "Esos hombres te han arrancado lo que Bella y él te dieron; y ahora, Ziel, estás recuperándolo lentamente. Caprichoso, pero siempre te conformaste con bien poco...", contestó automáticamente su mente. Y adelantándose a que pudiera exhalar el aire y mirarlo a los ojos, sus labios volvieron a bendecirme nuevamente, dejándome totalmente en blanco. Ah, ¿cómo era que siempre lograba entenderme? ¿Cómo era que luego sabía la forma de actuar y mis reacciones? ¿Cómo sabía Marcus O'Conell qué hacer en cada ocasión?
Sus ojos se cerraron lentamente, entregándose a los sentimientos que no podía reprimir por el vampiro. Quedé totalmente embelesado por sus labios, autodrogándome con el simple roce sobre los míos. Sus espinas subían por mis brazos, recorriéndome invisiblemente toda extremidad, impidiendo la simple idea de moverme. Y poco a poco iban introduciéndose por el pecho del chico, eliminando todas las impurezas y dudas de las que estaba formado su corteza de protección; inyectándose finalmente dentro de su corazón. La esencia de Marcus se colaba por entre mis huesos, relajándolos y durmiéndoles cual nana en una noche de tormenta.
"¿Lo ves Ziel? ¿Ves ahora quién es este hombre? ¿Qué es lo que sientes cuando te besa?" Dolor. Me duele el pecho. "Ah, joven iluso... No es dolor lo que sientes, sino anhelo. No estás sufriendo. Eso es porque puede llegar a donde nadie puede hacerlo; remueve tus emociones y las confunde con tus pensamientos con un simple beso. No puedes dudarlo, ni negarlo y menos aún sabes que es imposible mentirte a ti mismo..." No lo entiendo. ¿Por qué?
"Amas a este hombre con la mitad tu ser y se la has entregado libremente."
Y así era, pues la otra mitad correspondía a Bella Gring. Pero jamás me dolió antes. En cambio Marcus parecía sujetar mi corazón con una mano y amenazaba con destruirlo al apretar. Por esa razón dolía; me tenía agarrado para que no me fuera, arrancándome el trozo que le pertenecía, sembrando su esencia allá donde el desierto había colmado. "Por eso te duele el pecho, Ziel", resonó. A medida que pasaba el tiempo, aquel "dolor" iba convirtiéndose en una sensación cálida y agradable que extinguía todo rastro acuoso de sus mejillas, justo como había dicho aquel trocito de conciencia. Y en cuanto se separó, solté todo el aire que tenía dentro de los pulmones, como si el alma se me fuera por la boca. Ni siquiera abrí los ojos cuando me atrajo contra él. Inspiré su olor, anestesiándome de nuevo. Ah, me perdía. Cada vez que hacía eso me perdía. Marcus había logrado encantar de nuevo al peliazul, haciendo que sus pesares quedaran dormidos bajo la droga de su voz, de sus besos y la calidez aparente -pues al fin y al cabo los vampiros no la albergaban- de sus brazos al acunarle. Esto era lo que había estado deseado por tantísimo tiempo, que me tuviera así entre sus brazos tranquilamente, sin prisas. Aún quedaba Kasha y Bella dentro de la casa, pero ya no importaba si la cazadora se quedaba o no. Yo ya obtuve lo que necesitaba. Y en el fondo de mi cabeza, sonaba de nuevo aquel tono tan dulce y abrumador: "Esta casa... será nuestra casa, Ziel".
Una suave brisa acariciaba el cabello de ambos con cariño, moviendo el exceso de tela de la camiseta del más pequeño de los dos. Levanté los brazos, rodeando su cuello. Y yo, drogado de él y adormilado por el cansancio, asentí levemente. El vampiro había dejado el sedante en la sangre del joven y ahora el agotamiento le pasaba una pronta factura. ¿Había escuchado bien? ¿Había dicho que esta casa... era nuestra? ¿Se acabó la vida de nómadas? Sonreí inevitablemente. "Y... ¿puedo plantar un cerezo...?", pregunté mentalmente a Marcus, somnoliento e infantil. Quizá fuera absurdo plantar un cerezo en un lugar del jardín, pero era lo que tenía ser un chico criado puramente en el campo, entre las altas espigas de color dorado. Disfrutaba ver crecer el trigo, pues fue básicamente mi infancia. Y cuando lo viera florecer y recargarse de ese tono rosado, recordaría a su madre y las veces que subían por la colina a pasar el día -siempre y cuando mi enfermedad lo permitiera-; y por ende, rememoraría los fabulosos días que consiguió darle a cambio. Sería como un "árbol en su honor". La sonrisa se ensanchó automáticamente y la respiración se distanciaba cada vez más. Y no únicamente eso, también podrían hacer entre los tres su "día de los cerezos", ya que me gustaban demasiado los festivales desde pequeño. Bella... Bella se vería tan hermosa en un kimono... Y Marcus... sería tan extraño ver a Marcus vestir un kimono de hombre...
Volví a asentir. No, por supuesto que no. No iba a dejar que nada estropeara el esfuerzo de tres vampiros por vivir en paz debajo del mismo techo. Al igual que Marcus, haría todo lo posible porque fuera así.
-Taiyaki... - Dijo en apenas un susurro, cayendo rendido entre sus brazos. Si bien Marcus quiso relajar al neófito y darle cariño, lo había conseguido; ya que, después de tanto tiempo, había conciliado el sueño entre sus brazos exactamente como un niño abrazando a su padre. Y lo último que su mente conservó, fue el feliz capricho de comer nuevamente taiyaki.
Por favor, rométeme que no me vas a soltar mi manos mientras dure.
Y en cuanto Marcus miró los ojos carmín del neófito, sintió miedo. Tuve miedo de que el vampiro pudiera ver más allá de un color rojo dañado por la sed; que lograra ver más allá, en la negra pupila, donde las profanaciones y los maltratos todavía seguían grabados a fuego lento. Quién sabe hasta cuando se escondieran ahí. ¿Y por qué tener miedo? Temía que Marcus se fuera por mi culpa nuevamente, que se arrepentiera después de todo y decidiera por echarme fuera de su vida. No paraba de pensar en el posible rechazo de alguno de los dos otros inmortales y cómo la Soledad estiraba el brazo para intentar cogerme. Y eso que ahora no era el único que necesitaba a Marcus, pues Bella también se había acostumbrado a él. Quizá incluso hubiera comenzado a quererle del mismo modo en que yo lo hacía; pero eso se quedaba dentro de la Incertidumbre de mi cabeza. Cerré los ojos, permitiendo que me acariciara la mejilla y disfrutando de tan amable y cariñoso gesto, bajando los brazos. Él lograba disipar mis dudas con solo susurrarme al oído unas cuantas palabras. Había arruinado toda barrera impuesta por mi orgullo y todo enfado escondido contra el mismo vampiro.
Al abrirlos de nuevo, encontré la dulzura del rostro de Marcus. ¿Alguna vez lo había visto sin su expresión intimidante y la siniestralidad de sus ojos? Si lo había visto antes, desde luego los cazadores se habían asegurado de que lo olvidara. Pero esta vez no borrarían la imagen tan perfecta que estaba viendo. ¿Acaso Ella pudo ver todos los días esta expresión? En tal caso, le tenía envidia. Tanta, que me carcomía los huesos. Yo también quería ver a Marcus con esta expresión nada más despertar, o cómo sería su rostro mientras dormía plácidamente. Capturaría todos y cada uno de sus gestos, todos y cada uno de sus amaneceres y los colgaría por toda la habitación junto con los de Bella. Para nunca más olvidar sus rostros durmientes y reconfortarme cuando les viera sonreír. Las lágrimas del neófito cesaron sin apenas darse cuenta, mientras que las yemas de sus dedos iban a recorrer con curiosidad la expresión que Marcus tenía ahora mismo. Por si recordarlo con la vista era insuficiente, también lo memorizaría con el tacto, con el olfato y todo sentido que pudiera percibirlo y guardarlo para la posterioridad.
Bajé la cabeza en cuanto empezó a hablar, deslizando el brazo de nuevo, deteniéndose en la chaqueta que tan obsesionado me tenía. Puede que Marcus no entendiera el punto de vista de donde estaba viéndolo todo. No estaba llorando por eso, sino porque tenía el presentimiento de que él abandonaría al vampiro vagabundo que se había encontrado. La voz del chico empezó a sonar de nuevo, casi tartamudeando.
-Pero ellos... Ellos... - Comencé, queriendo decirle todo y absolutamente todo. No podía guardarlo para dentro, ni tampoco podía ocultarle la verdad a los ojos de Marcus. Seguramente ya lo hubieran apreciado, que estaba haciéndome pedazos no soltar todo el agobio que volvía nervioso a todo mi cuerpo. Quizá si lo dijera también siguiera destrozándome, pero al menos tendría unos brazos sobre los que caer. - Ellos me... m-e... - No imaginaba tener que decirlo en voz alta. Me daba vergüenza admitirlo y muchísimo más contarlo. Aparte de eso, me producía arcadas acordarme de todo lo que me obligaron a hacer. Hasta el mismo Marcus había visto algo durante la fiesta. Y ni siquiera fue una cuarta parte de las depravadas ideas de aquellos que pagaban dinero por tener al neófito entre sus brazos. Hasta pensaba sobre el quizá, del cual se hubiera marchado Marcus en la Iglesia, porque le repugnaba recordarlo.
"Pero quien no arriesga, no gana Ziel. No puedes tragártelo todo, porque sabes que no podrás hacerlo. Conoces el riesgo de hacerlo: acabarás por perder la cordura contra el vampiro de tus entrañas. No tiene sentido escondérselo a Marcus. Ya vio lo que hizo ese cazador, Ziel. No temas y ten valor para decirlo, o después te arrepentirás y serás tú quien más sufras por no dejarte ayudar. ¿O me equivoco?", sonaba dentro de mi mente, brindándome del valor suficiente para mencionarlo. Tomé aire y lo confesé antes de que un tercero acabara por comunicárselo, o antes de que yo no pudiera retroceder porque estuviera matándome lentamente.
-Ellos me vendieron, Marcus... - Dije a toda velocidad, antes de que la congoja quisiera agarrarme la voz. Los lloros volvían por aquel muro tan duro, robusto e interminable, sin llegarlo a superar. - M-me ven-dieron... Ellos... - Ahora no podía parar de repetirlo, pues la cordura del chico volvía a perderse en cada recuerdo de aquella habitación de burdel con paredes bañadas en carmín y la lujuria de otros esparciéndose por su cuerpo y sus sábanas.
Conociendo tan dura y cruel verdad, ¿qué haría Marcus O'Conell con el chiquillo? ¿Qué haría con su impotencia contra los cazadores? ¿Qué pensamientos estarían surcado su cabeza en estos momentos? ¿Qué haría para reparar un alma hecho trizas?
Él, en cambio, pareciera tener respuesta para todo. Su temple tenía cualquier salida y su mente seguramente divagaba en alguna solución. Pero mientras, sus palabras tranquilizaban al cachorro: "Te amo, Ziel Carphatia. Y nada en el mundo hará que eso cambie. ¿Lo entiendes?" Tan incrédulo era, que no logré creerle de primeras. Tomé aire, creyendo que iba a ahogarme pese a que este hecho fuera imposible para un vampiro. Entonces, ¿era verdad que seguía aceptándome? Era tal la felicidad de imaginarlo, que acabó sonriendo de nuevo. ¿Por qué me hacían feliz estas cosas tan insignificantes? "Esos hombres te han arrancado lo que Bella y él te dieron; y ahora, Ziel, estás recuperándolo lentamente. Caprichoso, pero siempre te conformaste con bien poco...", contestó automáticamente su mente. Y adelantándose a que pudiera exhalar el aire y mirarlo a los ojos, sus labios volvieron a bendecirme nuevamente, dejándome totalmente en blanco. Ah, ¿cómo era que siempre lograba entenderme? ¿Cómo era que luego sabía la forma de actuar y mis reacciones? ¿Cómo sabía Marcus O'Conell qué hacer en cada ocasión?
Sus ojos se cerraron lentamente, entregándose a los sentimientos que no podía reprimir por el vampiro. Quedé totalmente embelesado por sus labios, autodrogándome con el simple roce sobre los míos. Sus espinas subían por mis brazos, recorriéndome invisiblemente toda extremidad, impidiendo la simple idea de moverme. Y poco a poco iban introduciéndose por el pecho del chico, eliminando todas las impurezas y dudas de las que estaba formado su corteza de protección; inyectándose finalmente dentro de su corazón. La esencia de Marcus se colaba por entre mis huesos, relajándolos y durmiéndoles cual nana en una noche de tormenta.
"¿Lo ves Ziel? ¿Ves ahora quién es este hombre? ¿Qué es lo que sientes cuando te besa?" Dolor. Me duele el pecho. "Ah, joven iluso... No es dolor lo que sientes, sino anhelo. No estás sufriendo. Eso es porque puede llegar a donde nadie puede hacerlo; remueve tus emociones y las confunde con tus pensamientos con un simple beso. No puedes dudarlo, ni negarlo y menos aún sabes que es imposible mentirte a ti mismo..." No lo entiendo. ¿Por qué?
"Amas a este hombre con la mitad tu ser y se la has entregado libremente."
Y así era, pues la otra mitad correspondía a Bella Gring. Pero jamás me dolió antes. En cambio Marcus parecía sujetar mi corazón con una mano y amenazaba con destruirlo al apretar. Por esa razón dolía; me tenía agarrado para que no me fuera, arrancándome el trozo que le pertenecía, sembrando su esencia allá donde el desierto había colmado. "Por eso te duele el pecho, Ziel", resonó. A medida que pasaba el tiempo, aquel "dolor" iba convirtiéndose en una sensación cálida y agradable que extinguía todo rastro acuoso de sus mejillas, justo como había dicho aquel trocito de conciencia. Y en cuanto se separó, solté todo el aire que tenía dentro de los pulmones, como si el alma se me fuera por la boca. Ni siquiera abrí los ojos cuando me atrajo contra él. Inspiré su olor, anestesiándome de nuevo. Ah, me perdía. Cada vez que hacía eso me perdía. Marcus había logrado encantar de nuevo al peliazul, haciendo que sus pesares quedaran dormidos bajo la droga de su voz, de sus besos y la calidez aparente -pues al fin y al cabo los vampiros no la albergaban- de sus brazos al acunarle. Esto era lo que había estado deseado por tantísimo tiempo, que me tuviera así entre sus brazos tranquilamente, sin prisas. Aún quedaba Kasha y Bella dentro de la casa, pero ya no importaba si la cazadora se quedaba o no. Yo ya obtuve lo que necesitaba. Y en el fondo de mi cabeza, sonaba de nuevo aquel tono tan dulce y abrumador: "Esta casa... será nuestra casa, Ziel".
Una suave brisa acariciaba el cabello de ambos con cariño, moviendo el exceso de tela de la camiseta del más pequeño de los dos. Levanté los brazos, rodeando su cuello. Y yo, drogado de él y adormilado por el cansancio, asentí levemente. El vampiro había dejado el sedante en la sangre del joven y ahora el agotamiento le pasaba una pronta factura. ¿Había escuchado bien? ¿Había dicho que esta casa... era nuestra? ¿Se acabó la vida de nómadas? Sonreí inevitablemente. "Y... ¿puedo plantar un cerezo...?", pregunté mentalmente a Marcus, somnoliento e infantil. Quizá fuera absurdo plantar un cerezo en un lugar del jardín, pero era lo que tenía ser un chico criado puramente en el campo, entre las altas espigas de color dorado. Disfrutaba ver crecer el trigo, pues fue básicamente mi infancia. Y cuando lo viera florecer y recargarse de ese tono rosado, recordaría a su madre y las veces que subían por la colina a pasar el día -siempre y cuando mi enfermedad lo permitiera-; y por ende, rememoraría los fabulosos días que consiguió darle a cambio. Sería como un "árbol en su honor". La sonrisa se ensanchó automáticamente y la respiración se distanciaba cada vez más. Y no únicamente eso, también podrían hacer entre los tres su "día de los cerezos", ya que me gustaban demasiado los festivales desde pequeño. Bella... Bella se vería tan hermosa en un kimono... Y Marcus... sería tan extraño ver a Marcus vestir un kimono de hombre...
Volví a asentir. No, por supuesto que no. No iba a dejar que nada estropeara el esfuerzo de tres vampiros por vivir en paz debajo del mismo techo. Al igual que Marcus, haría todo lo posible porque fuera así.
-Taiyaki... - Dijo en apenas un susurro, cayendo rendido entre sus brazos. Si bien Marcus quiso relajar al neófito y darle cariño, lo había conseguido; ya que, después de tanto tiempo, había conciliado el sueño entre sus brazos exactamente como un niño abrazando a su padre. Y lo último que su mente conservó, fue el feliz capricho de comer nuevamente taiyaki.
- Ziel A. Carphatia
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Empleo /Ocio : Alumno a tiempo parcial y zorro el resto del día (?)
Humor : No te acerques por si acaso...
Re: Jardín
Aquel muchacho estaba sucumbiendo ante sus emociones, y eso no era todo: Ziel Carphatia estaba sucumbiendo ante los peores recuerdos y memorias, rompiéndose en pedazos. La muñeca de porcelana que Marcus tanto maltrató y, a su vez, tanto cuidó, estaba resquebrajándose por alguien más. ¿Cómo debía sentirse ante eso? ¿Acaso debía sentirse tranquilo por no ser él el culpable o maldito porque alguien más se llevara los desvelos del neófito? Realmente, no sabía qué pensar o qué sentir. De un modo u otro, él estaba involucrado en esto; ya sea por no saber protegerlo, ya sea por no vengarlo como es adecuado. Entonces, ante semejante situación que consideraba enfermiza y viciosa, Marcus se limitó a guardar silencio y a envolver a Ziel entre sus brazos, mientras sus lágrimas fluían y mientras sus convulsionadas palabras luchaban por salir de su boca claramente.
Abrazó su sumiso cuerpo y se balanceó un poco sobre aquella rama, acariciando la cabeza de Ziel con suavidad y cuidado. Sabía que él necesitaba este llanto, este intento de gritar a los cuatro vientos su dolor. Pero Marcus... Marcus solo debía intentar controlarse. Sabía cuáles eran exactamente aquellos pensamientos alborotados que querían huir entre sus labios. Conocía los miedos de Ziel, así como conocía cada escaso centímetro de su piel, de su cuerpo... Y quería evitar a toda costa pensar que alguien más que no fuera Bella lo había rozado, siquiera. Le enervaba la sangre el saber todo lo que ellos debieron hacerle, mientras él intentaba simplemente exterminarlos como si se tratara de una plaga que poseyera límites.
Intentaba olvidarlo, pero no podía.
Ejerció un poco de fuerza con sus brazos mientras aún rodeaba a Ziel. No... No debía ponerse de aquel modo. Tenía que tragarse todo este odio, toda esta ira, y contenerlo. Tenía que reservar el veneno de su corazón para cuando el momento de tenerlos cara a cara llegase. Ese día, ese grandioso y esplendoroso día, él trazaría su dulce y para nada sutil venganza. Ese día llegaría pronto, lo presentía, y hasta entonces debería esperar. Continuaría cazándolos hasta que Ziel encontrara la paz. Continuaría persiguiéndolos hasta que ya nada quedase de aquellos seres infames y corruptos. Porque son peor que él mismo y que, incluso, Vladimir. Pues ellos se ocultan tras "las fuerzas del bien" para ejecutar sus terribles actos. Ni Marcus, ni Padre, ni ningún otro de sus hermanos necesitaban eso: eran crueles y punto; asesinaban y daban la cara, y punto.
- Sshh... -siseó, aún rodeándolo e intentando consolarlo. Una de las manos de Marcus se hizo un puño, pero rápidamente volvió a la normalidad, volviéndose una caricia más para Ziel. El vampiro lo apartó un poco de su pecho para poder besar su frente y, acto seguido, su nariz para concluir con un suave beso sobre sus labios. Los ojos de Marcus estaba brillantes y anhelaban llevarse todo el dolor de Ziel. ¿Pero cómo lograrlo? Incluso Marcus era consiente de lo difícil que resulta apartarlo todo, alejarlo, olvidarlo... Entonces, ¿quién era él para pedirle tan grande empresa? Ziel tenía que padecerlo, sufrirlo y superarlo. Y Marcus estaría en cada instancia, en cada lágrima, en cada grito de agonía.
"¿Y... puedo plantar un cerezo?". Aquella pregunta retumbó en su mente, siendo efectuada por la dulce voz interior de Ziel. Marcus lo miró a los ojos sorprendido, en una primera instancia, pero luego sonriendo emocionado y esperanzado. Podrían empezar de nuevo, podrían vivir juntos al fin. Serían... felices. Sea como sea, lograrían salir adelante, los tres juntos, como todo este tiempo.
- Todos los que quieras -respondió, al momento que observó cómo Ziel se entregaba al descanso de la inconsciencia tras pronunciar la palabra "taiyaki". ¿Cómo olvidar el último día que sus labios la pronunciaron? Ese día Ziel murió y nació de nuevo; esa noche, el Ziel vampiro devoró al humano.
Marcus se quitó su saco oscuro y lo colocó sobre los hombros de su amante. Luego, lo sujetó fuertemente entre sus brazos. Miró a su alrededor y luego hacia abajo, hasta que de un salto cayó de pie en la fina hierba del jardín. Con un brazo aseguraba a Ziel y con el otro recogió la mochila con las bolsas de sangre. Comenzó a dirigirse hacia la casa. ¿Cómo sería entrar y ver allí todo lo que siempre deseó y que desde hace tiempo le había sido vedado?
Abrazó su sumiso cuerpo y se balanceó un poco sobre aquella rama, acariciando la cabeza de Ziel con suavidad y cuidado. Sabía que él necesitaba este llanto, este intento de gritar a los cuatro vientos su dolor. Pero Marcus... Marcus solo debía intentar controlarse. Sabía cuáles eran exactamente aquellos pensamientos alborotados que querían huir entre sus labios. Conocía los miedos de Ziel, así como conocía cada escaso centímetro de su piel, de su cuerpo... Y quería evitar a toda costa pensar que alguien más que no fuera Bella lo había rozado, siquiera. Le enervaba la sangre el saber todo lo que ellos debieron hacerle, mientras él intentaba simplemente exterminarlos como si se tratara de una plaga que poseyera límites.
Intentaba olvidarlo, pero no podía.
Ejerció un poco de fuerza con sus brazos mientras aún rodeaba a Ziel. No... No debía ponerse de aquel modo. Tenía que tragarse todo este odio, toda esta ira, y contenerlo. Tenía que reservar el veneno de su corazón para cuando el momento de tenerlos cara a cara llegase. Ese día, ese grandioso y esplendoroso día, él trazaría su dulce y para nada sutil venganza. Ese día llegaría pronto, lo presentía, y hasta entonces debería esperar. Continuaría cazándolos hasta que Ziel encontrara la paz. Continuaría persiguiéndolos hasta que ya nada quedase de aquellos seres infames y corruptos. Porque son peor que él mismo y que, incluso, Vladimir. Pues ellos se ocultan tras "las fuerzas del bien" para ejecutar sus terribles actos. Ni Marcus, ni Padre, ni ningún otro de sus hermanos necesitaban eso: eran crueles y punto; asesinaban y daban la cara, y punto.
- Sshh... -siseó, aún rodeándolo e intentando consolarlo. Una de las manos de Marcus se hizo un puño, pero rápidamente volvió a la normalidad, volviéndose una caricia más para Ziel. El vampiro lo apartó un poco de su pecho para poder besar su frente y, acto seguido, su nariz para concluir con un suave beso sobre sus labios. Los ojos de Marcus estaba brillantes y anhelaban llevarse todo el dolor de Ziel. ¿Pero cómo lograrlo? Incluso Marcus era consiente de lo difícil que resulta apartarlo todo, alejarlo, olvidarlo... Entonces, ¿quién era él para pedirle tan grande empresa? Ziel tenía que padecerlo, sufrirlo y superarlo. Y Marcus estaría en cada instancia, en cada lágrima, en cada grito de agonía.
"¿Y... puedo plantar un cerezo?". Aquella pregunta retumbó en su mente, siendo efectuada por la dulce voz interior de Ziel. Marcus lo miró a los ojos sorprendido, en una primera instancia, pero luego sonriendo emocionado y esperanzado. Podrían empezar de nuevo, podrían vivir juntos al fin. Serían... felices. Sea como sea, lograrían salir adelante, los tres juntos, como todo este tiempo.
- Todos los que quieras -respondió, al momento que observó cómo Ziel se entregaba al descanso de la inconsciencia tras pronunciar la palabra "taiyaki". ¿Cómo olvidar el último día que sus labios la pronunciaron? Ese día Ziel murió y nació de nuevo; esa noche, el Ziel vampiro devoró al humano.
Marcus se quitó su saco oscuro y lo colocó sobre los hombros de su amante. Luego, lo sujetó fuertemente entre sus brazos. Miró a su alrededor y luego hacia abajo, hasta que de un salto cayó de pie en la fina hierba del jardín. Con un brazo aseguraba a Ziel y con el otro recogió la mochila con las bolsas de sangre. Comenzó a dirigirse hacia la casa. ¿Cómo sería entrar y ver allí todo lo que siempre deseó y que desde hace tiempo le había sido vedado?
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