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Terraza
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Terraza
Una gran terraza a la que se accede desde el salón de baile, está resguardada de las miradas indiscretas y proporciona algo de intimidad.
La máscara es obligatoria, no se puede decir quien es aquel que la lleva, independientemente de que sea alguien conocido o no.
La máscara es obligatoria, no se puede decir quien es aquel que la lleva, independientemente de que sea alguien conocido o no.
- Kaien Cross
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Re: Terraza
Una melena color verdoso se paseó por el baile como una armoniosa melodía tras sus cabellos.
Finalmente salió a la terraza para tomar el aire. Tanta gente agobiaba al vampiro. Sobre todo, si la mayoría de los asistentes eran humanos. Algunos con su particular olor y cada uno con su grupo sanguíneo. Pero bien sabido era, que él solamente bebía sangre de jóvenes cual dulzura y belleza fueran destacables. Y entre las primeras asistentes al baile, escaseaban ciertamente. Odiaba profundamente las parejas tan sobresalientes bailando. Él claramente también era destacado por tal melena de extraño color. Sin embargo, deseaba que alguna mujercita admirable y curiosa le alegrara la noche, aunque por ahora lo estuviera haciendo tan especial olor proviniendo de los alrededores.
Suspiró, aburrido. No podía ver completamente los rostros de sus presas por esa terrible máscara que le obligaban llevar. Pese a que diera cierta intriga en descubrir a la mejor de todas, cosa que divertía mínimamente al vampiro. Pues, ¿quién sabría el ser tan sádico que se escondía tras ella? ¿Quién era consicente y conocía lo que aquel hombre pudiera hacer? Solamente una simple máscara.
De haber sido de otro modo, Chrane no habría asistido a tal celebración.
Finalmente salió a la terraza para tomar el aire. Tanta gente agobiaba al vampiro. Sobre todo, si la mayoría de los asistentes eran humanos. Algunos con su particular olor y cada uno con su grupo sanguíneo. Pero bien sabido era, que él solamente bebía sangre de jóvenes cual dulzura y belleza fueran destacables. Y entre las primeras asistentes al baile, escaseaban ciertamente. Odiaba profundamente las parejas tan sobresalientes bailando. Él claramente también era destacado por tal melena de extraño color. Sin embargo, deseaba que alguna mujercita admirable y curiosa le alegrara la noche, aunque por ahora lo estuviera haciendo tan especial olor proviniendo de los alrededores.
Suspiró, aburrido. No podía ver completamente los rostros de sus presas por esa terrible máscara que le obligaban llevar. Pese a que diera cierta intriga en descubrir a la mejor de todas, cosa que divertía mínimamente al vampiro. Pues, ¿quién sabría el ser tan sádico que se escondía tras ella? ¿Quién era consicente y conocía lo que aquel hombre pudiera hacer? Solamente una simple máscara.
De haber sido de otro modo, Chrane no habría asistido a tal celebración.
- Issei Chrane
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Re: Terraza
Chlóe detestaba el verano. El calor insoportable le provocaba bajones de presión y mareos. En realidad, no lo odiaría en otras condiciones, pero se veía casi obligada a depositar aquellos venenosos sentimientos en tal estación del año. La verdad es que no le apetecía demasiado ir a esa fiesta, pero uno de los miembros de la Asociación -al cual no veía desde que se fue de allí- le había insistido para que asista. Sin otro remedio y esperando simplemente divertirse y alejar las preocupaciones, fue.
La joven entró en la sala de baile pero rápidamente se alejó de allí. Se sentía agobiada. Con su enorme vestido temía derramar todo lo que había en las mesas. Era estresante vestirse de aquel modo, pero no iba a mentir: le agradaba estar elegante y sin heridas una vez en su vida. La única cicatriz que poseía era aquella mordedura en el cuello, la cual llevaba oculta gracias a la gargantilla y ese enorme moño que adornaba su vestido a la altura del pecho. Llevaba el cabello suelto. Odiaba su color rosado. Era tan difícil de combinar con la ropa que...
Ah, qué diablos estaba pensando. Casi cae en el pozo oscuro de "chica normal que se preocupa por la moda".
Suspiró y caminó hacia la terraza. La verdad es que la brisa era algo fresca para ser verano, pero suponía que eso ocurría gracias a que por la noche descendía la temperatura. Chlóe no le dio importancia a las personas que estaban allí. Había algunas parejas dialogando. Humanos y vampiros disfrutaban de la fiesta. Ella, particularmente, disfrutaba a medias. Se alejó hacia una baranda desde la cual podía verse el jardín. Las luces resaltaban la belleza nocturna de las flores. Sonrió sin querer, olvidando por unos momentos sus verdaderas preocupaciones. Acomodó un poco mejor su máscara y suspiró, perdiendo su mirada en alguna parte del exterior.
La joven entró en la sala de baile pero rápidamente se alejó de allí. Se sentía agobiada. Con su enorme vestido temía derramar todo lo que había en las mesas. Era estresante vestirse de aquel modo, pero no iba a mentir: le agradaba estar elegante y sin heridas una vez en su vida. La única cicatriz que poseía era aquella mordedura en el cuello, la cual llevaba oculta gracias a la gargantilla y ese enorme moño que adornaba su vestido a la altura del pecho. Llevaba el cabello suelto. Odiaba su color rosado. Era tan difícil de combinar con la ropa que...
Ah, qué diablos estaba pensando. Casi cae en el pozo oscuro de "chica normal que se preocupa por la moda".
Suspiró y caminó hacia la terraza. La verdad es que la brisa era algo fresca para ser verano, pero suponía que eso ocurría gracias a que por la noche descendía la temperatura. Chlóe no le dio importancia a las personas que estaban allí. Había algunas parejas dialogando. Humanos y vampiros disfrutaban de la fiesta. Ella, particularmente, disfrutaba a medias. Se alejó hacia una baranda desde la cual podía verse el jardín. Las luces resaltaban la belleza nocturna de las flores. Sonrió sin querer, olvidando por unos momentos sus verdaderas preocupaciones. Acomodó un poco mejor su máscara y suspiró, perdiendo su mirada en alguna parte del exterior.
- Chlóe Crosszeria
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Re: Terraza
Estaba por marcharse del lugar, cuando al abandonar la terraza una hermosa mujer de cabellos rosados se posó en su mirar. Olfateó el aire, cercionándose de una clara verdad: era ella. Issei, nada más verla, sonrió maliciosamente. Esta vez no estaba por lo alrededores aquel estúpido mocoso para estorbarle y arruinar sus planes. Era plenamente su opotunidad. Y por supuesto, no dejaría que se fuera, ni tampoco la malgastaría.
Completamente un caballero, se apoyó sobre la baranda de piedra, al lado de la muchacha. Inclinó levemente la cabeza, saludando a la "supuesta" conocida. Aunque ahora ambos eran dos completos extraños. Sonrió encantadoramente y empezó a hablar:
- Parece que hoy tenemos una Dama que no le gusta bailar. - Rió levemente. - ¿Podría alguien tan indigno como yo, saber la razón de que no conceda a ningún hombre su mano? Será, acaso, ¿que estoy estorbando en la espera de su pareja? - Preguntó, servicial, haciendo una reverencia con la cabeza. Él era un indigno ser, tal y como había dicho. Un verdadero asesino sin escrúpulos. Ah, comenzaba a encantarle la temática de la fiesta. ¿Conocería acaso la mujer quién era él? ¿Llegaría a recordarlo? Se dijo mentalmente. Quizá. Y sin borrar la sonrisa de su cara, decidió presentarse educadamente. - Oh, perdón por no presentarme. Seguramente dirás cómo es que un desconocido comienza a hablarte de repente. Lo siento. Soy Chrane. - Dijo hablador mientras la observaba. Bonito atuendo, Señorita. Tendió además su mano a la chica. ¿Había algún rastro de asesino en sus dulces ojos verdes?
Tan hermosa ella, lo único que provocaba en el excéntrico de Issei, era sed. De no haber más gente, ya la habría poseído. Y, haciendo uso de sus dones, levantó una pequeña corriente de aire que hizo mecer la tela de su vestido más cada cabello que no llevaba bien atado, desenvolviéndose el precioso y tentador aroma que desprendía Crosszeria. E inspiró su pequeña recompensa.
Completamente un caballero, se apoyó sobre la baranda de piedra, al lado de la muchacha. Inclinó levemente la cabeza, saludando a la "supuesta" conocida. Aunque ahora ambos eran dos completos extraños. Sonrió encantadoramente y empezó a hablar:
- Parece que hoy tenemos una Dama que no le gusta bailar. - Rió levemente. - ¿Podría alguien tan indigno como yo, saber la razón de que no conceda a ningún hombre su mano? Será, acaso, ¿que estoy estorbando en la espera de su pareja? - Preguntó, servicial, haciendo una reverencia con la cabeza. Él era un indigno ser, tal y como había dicho. Un verdadero asesino sin escrúpulos. Ah, comenzaba a encantarle la temática de la fiesta. ¿Conocería acaso la mujer quién era él? ¿Llegaría a recordarlo? Se dijo mentalmente. Quizá. Y sin borrar la sonrisa de su cara, decidió presentarse educadamente. - Oh, perdón por no presentarme. Seguramente dirás cómo es que un desconocido comienza a hablarte de repente. Lo siento. Soy Chrane. - Dijo hablador mientras la observaba. Bonito atuendo, Señorita. Tendió además su mano a la chica. ¿Había algún rastro de asesino en sus dulces ojos verdes?
Tan hermosa ella, lo único que provocaba en el excéntrico de Issei, era sed. De no haber más gente, ya la habría poseído. Y, haciendo uso de sus dones, levantó una pequeña corriente de aire que hizo mecer la tela de su vestido más cada cabello que no llevaba bien atado, desenvolviéndose el precioso y tentador aroma que desprendía Crosszeria. E inspiró su pequeña recompensa.
- Issei Chrane
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Re: Terraza
Chlóe continuaba ensimismada. Sus ojos acuosos se perdieron en el extenso jardín. La brisa acariciaba su piel con suavidad. No pudo evitar cerrar los ojos. ¿Cuánto tiempo hacía que ya no sentía esa paz? Pero siempre la tranquilidad suele ser quebrantada y, si eso no sucede, generalmente la misma tranquilidad solo anticipa la tempestad.
La joven se incorporó en ese momento, abriendo sus ojos otra vez. Se irguió y acomodó su vestido. Es entonces cuando gira su cuerpo para marcharse hacia otro sitio cuando lo ve. Su camino se vio obstaculizado. La muchacha miró de frente al hombre enmascarado que se situaba justo en medio de su andar. No tardó en percibir su esencia y en divisar aquel cabello verdoso. No podía ser cierto. ¿Qué hacía él allí? ¿Acaso no estaba pensando en paz y tranquilidad hace unos segundos?
Un nudo se formó en su garganta.
Tenía ganas de hacer que se retuerza de dolor en ese mismo instante, pero ¿por qué tentar la suerte? ¿Por qué arruinar la fiesta descubriendo la identidad de uno de sus participantes? Haría todo indirectamente, para luego darle su merecido. ¿Acaso creía que iba a olvidar que él, junto con Andrei, casi acaban matándola?
"Sí, estás estorbando", hubiera querido decir. Sin embargo, optó por hacerse la idiota:
- Es que estoy esperando a mi pareja, la cual parece aún no llegar -susurró dulcemente, volviendo su vista al frente. Un ligero temblor se adueñó de su barbilla. Tal vez él pudiese sentir su miedo, pero eso no le importaba. El miedo podría deberse a cualquier cosa: ahora mismo, temor a que su hipotética pareja no llegase.
Al oír sus otras palabras, solo quiso escupirlo.
Rió suavemente, regresando sus ojos a él. Cubrió sus rosados labios con su mano. Llevaba un extraño anillo en el dedo corazón.
- Oh, no se preocupe. Encantada. Mi nombre es Sarah -mintió. Ninguna de esas palabras era cierta, y mucho menos el nombre que le ofreció como propio.
¿Qué quería ese vampiro? ¿Qué era lo que pretendía? Debería continuar haciéndose la tonta para averiguarlo. Por momentos sentía que los vampiros eran atraídos por ella como un imán. ¿Acaso tan débil la veían? ¿Tan volátil y frágil? No podía comprenderlo. Así como tampoco comprendía su verdadera esencia, ni quién era ella ni a dónde se dirigía. Y, tal vez, la verdad fuera un arma de doble filo.
La joven se incorporó en ese momento, abriendo sus ojos otra vez. Se irguió y acomodó su vestido. Es entonces cuando gira su cuerpo para marcharse hacia otro sitio cuando lo ve. Su camino se vio obstaculizado. La muchacha miró de frente al hombre enmascarado que se situaba justo en medio de su andar. No tardó en percibir su esencia y en divisar aquel cabello verdoso. No podía ser cierto. ¿Qué hacía él allí? ¿Acaso no estaba pensando en paz y tranquilidad hace unos segundos?
Un nudo se formó en su garganta.
Tenía ganas de hacer que se retuerza de dolor en ese mismo instante, pero ¿por qué tentar la suerte? ¿Por qué arruinar la fiesta descubriendo la identidad de uno de sus participantes? Haría todo indirectamente, para luego darle su merecido. ¿Acaso creía que iba a olvidar que él, junto con Andrei, casi acaban matándola?
"Sí, estás estorbando", hubiera querido decir. Sin embargo, optó por hacerse la idiota:
- Es que estoy esperando a mi pareja, la cual parece aún no llegar -susurró dulcemente, volviendo su vista al frente. Un ligero temblor se adueñó de su barbilla. Tal vez él pudiese sentir su miedo, pero eso no le importaba. El miedo podría deberse a cualquier cosa: ahora mismo, temor a que su hipotética pareja no llegase.
Al oír sus otras palabras, solo quiso escupirlo.
Rió suavemente, regresando sus ojos a él. Cubrió sus rosados labios con su mano. Llevaba un extraño anillo en el dedo corazón.
- Oh, no se preocupe. Encantada. Mi nombre es Sarah -mintió. Ninguna de esas palabras era cierta, y mucho menos el nombre que le ofreció como propio.
¿Qué quería ese vampiro? ¿Qué era lo que pretendía? Debería continuar haciéndose la tonta para averiguarlo. Por momentos sentía que los vampiros eran atraídos por ella como un imán. ¿Acaso tan débil la veían? ¿Tan volátil y frágil? No podía comprenderlo. Así como tampoco comprendía su verdadera esencia, ni quién era ella ni a dónde se dirigía. Y, tal vez, la verdad fuera un arma de doble filo.
- Chlóe Crosszeria
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Re: Terraza
El olor que ella desprendía provocaba cada milímetro de Issei. Sin duda, aquella mujer debía ser suya. O no acabaría por encontrar ninguna presa mejor que la pelirosa; si es que llegara a existir mejor aroma que aquel. Sin embargo, pronto se turbió por otro fino matiz: miedo. Sonrió encantador, disfrutando de tan aterrador sentimiento recorriendo las venas humanas. Su cara, ocultaba plenamente esa mirada oscura y asesina propia de él, mostrándose sencilla y agradable. Incluso tapaba perfectamente que una vez quiso apropiarse de Chlóe. O quizá fuera la chica quién estaba equivocado de sus intenciones, pues él jamás osó a ponerle una mano encima; a diferencia del pequeñajo.
Aún.
- Vaya, es una lástima. - Comentó, bajando los párpados a media altura. Apoyó un codo en la baranda y depositó su mentón en el puño, decaído. - Y yo que pensaba que había encontrado una bella dama con la que disfrutar la fiesta. Pero bueno, supongo que llegué un poco tarde, ¿no? - Encogió los hombros mirando a la chica. Realmente era cierto que Issei quería lucir con una hermosa mujer a su lado, fardando de encantos junto a ella. En cambio, los intereses secundarios eran demasiado sangrientos y carroñeros. No obstante, la chica pareció encontrar pareja antes del baile. El anillo de su dedo corazón indicaba compromiso con ese tal príncipe azul. Issei estaba cansado de todas esas mujeres que suspiraban por otros hombres que no fueran él. Dirigió su mirada hacia el jardín, perdiéndose unos segundos.
Y después de apaciguar sus instintos, escuchó el nombre de la mujer. O más bien su supuesto nombre. Porque tanto ella como él habían ocultado el verdadero; pese a que Issei hubiera utilizado su propio apellido como tal. Pero, ¿quién recordaría el viejo apellido de la familia? Ni siquiera creía que los cazadores se acordaran del muchacho de cabellos verdes. Sonrió y ladeó hacia un lado la cabeza. Pero lo que nadie hubiera advertido, él se dio cuenta. Aquel nombre era falso. Poco le importaba, la verdad. Acabaría por conocer su procedencia tarde o temprano. Total, tenía todo el tiempo por delante. Irónico, ¿verdad?
- El placer es mío, Madamme. - Dobló una rodilla e hizo una reverencia, besando su mano cortésmente. Cerró los ojos, recogiendo la suavidad de piel de la humana. Se levantó, sonriente y cogió uno de sus mechones para echarlo hacia delante.
- Aun así, ¿te importa que te haga compañia mientras viene? Por favor. - Pidió cabizbajo. Sus ojos verdosos demostraron lo que una vez fueron los sentimientos del vampiro; lo que ahora era simple fachada y muy bien interpretada. Había estudiado las emociones humanas durante demasiados años. La eternidad era bastante larga como para pasarla sentado en una silla sin hacer nada. Y menos algo que no fuera "divertido" para Issei Chrane.
Además, aquello serviría para averiguar la identidad de su caballero andante, el cual acabaría falleciendo en extrañas circunstancias próximamente. Y entonces, en la tristeza de la mujer, aparecería él, honrado y buen sirviente para consolar su anhelo y cumplir sus deseos. Issei no era de esos tipos que se entrometían en las relaciones de sus víctimas, auqnue en cierta manera introdujera sus manos en el asunto, claramente accidentalmente y sin mera intención. ¿Qué sentido tendría? Cada de las damas que sobrevivieron volverían con sus esposos o parejas, y jamás se acordarían lo sucedido. De esta manera, ¿quién iba a poder olvidar a un ángel de verdes cabellos que vino a salvarlas de su soledad? Pero claro, este número de supervivientes aún se encontraba nulo.
Sin embargo, en este caso, no haría falta matar a nadie. Tenía el camino completamente libre.
Aún.
- Vaya, es una lástima. - Comentó, bajando los párpados a media altura. Apoyó un codo en la baranda y depositó su mentón en el puño, decaído. - Y yo que pensaba que había encontrado una bella dama con la que disfrutar la fiesta. Pero bueno, supongo que llegué un poco tarde, ¿no? - Encogió los hombros mirando a la chica. Realmente era cierto que Issei quería lucir con una hermosa mujer a su lado, fardando de encantos junto a ella. En cambio, los intereses secundarios eran demasiado sangrientos y carroñeros. No obstante, la chica pareció encontrar pareja antes del baile. El anillo de su dedo corazón indicaba compromiso con ese tal príncipe azul. Issei estaba cansado de todas esas mujeres que suspiraban por otros hombres que no fueran él. Dirigió su mirada hacia el jardín, perdiéndose unos segundos.
Y después de apaciguar sus instintos, escuchó el nombre de la mujer. O más bien su supuesto nombre. Porque tanto ella como él habían ocultado el verdadero; pese a que Issei hubiera utilizado su propio apellido como tal. Pero, ¿quién recordaría el viejo apellido de la familia? Ni siquiera creía que los cazadores se acordaran del muchacho de cabellos verdes. Sonrió y ladeó hacia un lado la cabeza. Pero lo que nadie hubiera advertido, él se dio cuenta. Aquel nombre era falso. Poco le importaba, la verdad. Acabaría por conocer su procedencia tarde o temprano. Total, tenía todo el tiempo por delante. Irónico, ¿verdad?
- El placer es mío, Madamme. - Dobló una rodilla e hizo una reverencia, besando su mano cortésmente. Cerró los ojos, recogiendo la suavidad de piel de la humana. Se levantó, sonriente y cogió uno de sus mechones para echarlo hacia delante.
- Aun así, ¿te importa que te haga compañia mientras viene? Por favor. - Pidió cabizbajo. Sus ojos verdosos demostraron lo que una vez fueron los sentimientos del vampiro; lo que ahora era simple fachada y muy bien interpretada. Había estudiado las emociones humanas durante demasiados años. La eternidad era bastante larga como para pasarla sentado en una silla sin hacer nada. Y menos algo que no fuera "divertido" para Issei Chrane.
Además, aquello serviría para averiguar la identidad de su caballero andante, el cual acabaría falleciendo en extrañas circunstancias próximamente. Y entonces, en la tristeza de la mujer, aparecería él, honrado y buen sirviente para consolar su anhelo y cumplir sus deseos. Issei no era de esos tipos que se entrometían en las relaciones de sus víctimas, auqnue en cierta manera introdujera sus manos en el asunto, claramente accidentalmente y sin mera intención. ¿Qué sentido tendría? Cada de las damas que sobrevivieron volverían con sus esposos o parejas, y jamás se acordarían lo sucedido. De esta manera, ¿quién iba a poder olvidar a un ángel de verdes cabellos que vino a salvarlas de su soledad? Pero claro, este número de supervivientes aún se encontraba nulo.
Sin embargo, en este caso, no haría falta matar a nadie. Tenía el camino completamente libre.
- Issei Chrane
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Re: Terraza
No se fiaba de él, porque realmente no podía ser tan estúpida. No caería en esa falsa mirada. Si en aquellas calles tuvo motivos para desconfiar, ahora los tenía doblemente. No sabía cómo ni por qué, pero ese vampiro había favorecido las cosas para que ella terminara en un aprieto en medio de aquellas escaleras oscuras. Por dentro, un veneno inexplicable recorría sus venas. Oía las voces, como siempre, arrojando consejos en su mente. Y ella, ciertamente, no sabía hasta qué punto tomarlos. Quiso acallar el murmullo, pero se hacía cada vez más fuerte.
Asintió. Sí, era una lástima. Para él, por supuesto, porque para ella era un milagro. Lo único que tenía que pensar ahora era quién podría ser su pareja. Chlóe jamás había tenido una pareja en un baile. Siempre demasiado ensimismada, demasiado descuidada y frívola para esas cosas. Siempre demasiado ella.
No sabía qué responder a sus palabras. ¿Debía sentirse halagada, acaso? ¿O simplemente debía continuar alimentando su odio? Tal vez la mejor opción sería que continuase simulando ser una idiota, aunque en el fondo ambos sabían la verdad. Resultaba curioso que continuaran fingiendo de aquel modo. Sobre todo Chlóe, que quería torturarlo hasta que confiese sus verdaderas intenciones. Sin embargo, aún no era el momento. No sabía lo suficiente de él. Y ahora, más que nunca, debía suprimir el pánico y comenzar a relacionarse un poco más con el muchacho. Debía sacar a la luz su verdaderas intenciones tras esa fachada de caballero vampiro.
- Nunca es demasiado tarde para entablar una conversación con alguien -dijo al fin, sonriendo con aparente timidez. El tal "Chrane" besó su mano y casi quiso abofetearlo. ¿Cómo se atrevía a tocarla siquiera? Su brazo estaba algo tenso y él quizás pudo notarlo. Ella se maldigo interiormente por aquello. Apartó la mano cuanto antes, pero siempre sin perder la elegancia. Los recuerdos de su abuela enseñándole modales se hacían presentes. Sin embargo, ahora tenía que lidiar con el sucio ADN de ese vampiro en el dorso de su mano. ¿Por qué demonios no se puso guantes? Bufó por dentro.
Sonrió ante sus gestos, como la más estúpida de las señoritas que pudiesen yacer allí dentro. Observó su mirada y cómo se perdía por algunos momentos en el jardín. Luego, se mostró algo sorprendida -o al menos eso fue lo que quiso expresar- debido a sus palabras.
- Oh, por supuesto. No creo que él se enfade por estar aquí con usted -murmuró, llevándose una mano cerca de los rosados labios. Distraídamente, miraba hacia todas partes. Probablemente el vampiro creyese que estaba algo temerosa de lo que su pareja pudiera decir si la veía, pero la verdad es que estaba buscando a alguien que pudiese acaparar como tal.
En ese momento, comenzó a sonar una bella melodía en el salón de baile.
Asintió. Sí, era una lástima. Para él, por supuesto, porque para ella era un milagro. Lo único que tenía que pensar ahora era quién podría ser su pareja. Chlóe jamás había tenido una pareja en un baile. Siempre demasiado ensimismada, demasiado descuidada y frívola para esas cosas. Siempre demasiado ella.
No sabía qué responder a sus palabras. ¿Debía sentirse halagada, acaso? ¿O simplemente debía continuar alimentando su odio? Tal vez la mejor opción sería que continuase simulando ser una idiota, aunque en el fondo ambos sabían la verdad. Resultaba curioso que continuaran fingiendo de aquel modo. Sobre todo Chlóe, que quería torturarlo hasta que confiese sus verdaderas intenciones. Sin embargo, aún no era el momento. No sabía lo suficiente de él. Y ahora, más que nunca, debía suprimir el pánico y comenzar a relacionarse un poco más con el muchacho. Debía sacar a la luz su verdaderas intenciones tras esa fachada de caballero vampiro.
- Nunca es demasiado tarde para entablar una conversación con alguien -dijo al fin, sonriendo con aparente timidez. El tal "Chrane" besó su mano y casi quiso abofetearlo. ¿Cómo se atrevía a tocarla siquiera? Su brazo estaba algo tenso y él quizás pudo notarlo. Ella se maldigo interiormente por aquello. Apartó la mano cuanto antes, pero siempre sin perder la elegancia. Los recuerdos de su abuela enseñándole modales se hacían presentes. Sin embargo, ahora tenía que lidiar con el sucio ADN de ese vampiro en el dorso de su mano. ¿Por qué demonios no se puso guantes? Bufó por dentro.
Sonrió ante sus gestos, como la más estúpida de las señoritas que pudiesen yacer allí dentro. Observó su mirada y cómo se perdía por algunos momentos en el jardín. Luego, se mostró algo sorprendida -o al menos eso fue lo que quiso expresar- debido a sus palabras.
- Oh, por supuesto. No creo que él se enfade por estar aquí con usted -murmuró, llevándose una mano cerca de los rosados labios. Distraídamente, miraba hacia todas partes. Probablemente el vampiro creyese que estaba algo temerosa de lo que su pareja pudiera decir si la veía, pero la verdad es que estaba buscando a alguien que pudiese acaparar como tal.
En ese momento, comenzó a sonar una bella melodía en el salón de baile.
- Chlóe Crosszeria
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Re: Terraza
No importaba cuánto quisiera tapar la verdad, él podía encontrarla aun si fuera una aguja y estuviera metida en un pajar. Sin embargo, al igual que la mujer, él se mantenía en su faceta de charlatán y despreocupado; aunque realmente parecía ser así siempre, pues la anterior vez que ambos se encontraron, también se comportó del mismo modo. Y este aspecto era el que preocupaba a Issei Chrane, podría decirse. No entendía la razón de la desconfianza de la mujer. Está bien, quien la sigue la consigue, ¿no es así? Entonces la perseguiría hasta los confines del mundo si era necesario. Pero aquella señorita de cabellos rosados no escaparía de sus garras. Desde aquella noche en las calles del pueblo, su destino fue firmado con sangre.
Sonrió, aparentemente feliz por conseguir al menos una grata conversación. Bien se había dado cuenta de cómo se tensionaba cada vez que se acercaba unos centímetros de más. No le importaba en absoluto. Siempre fue hombre de largas distancias, la verdad. Aunque con las mujeres fuera más contradictorio.
Juntó las palmas de las manos, dando una palmada repentina.
- ¡Oh! Gracias. - Dijo amablemente, sincero. Pasó una mano por su pelo y sacó un mechón molesto de debajo de la goma de la máscara. Volvió a sonreír. De improviso, agachó su cabeza y la llevó cerca del oído de la muchacha. - Pero no esperes que ceda a mi acompañante a un simple desconocido. - Susurró, advirtiendo los movimientos de la mujer. ¿Esperaba que él no se diera cuenta de que no tenía pareja para este baile y simplemente estuviera fingiendo? Por supuesto que lo había notado. Y hacía bastante tiempo.
La canción empezó a sonar y la gente de la terraza empezó a entrar al salón de baile, nuevamente. Hizo una mueca. Humanos. Igualmente, encogió los hombros y miró a la pelirosa.
- Es una lástima desperdiciar una canción. - Comentó, tomando su mano y acercándola a él. Crosszeria no tenía otra opción que bailar con él. Sembró distancia, en cambio. Su mirada se volvió seria, pero ya no la miraba a ella, sino a aquellos individuos inferiores que osaban mirar a su acompañante. Su cuerpo se tensó. En cuestión de segundos, aquel grupo de tres desapareció "mágicamente" en un riguroso silencio. ¿Casualidad? No. El mismo chico los había sacado de allí con su don. Y todo mientras mantenía sus pies dentro del baile; previsor además de que la mujer no viera ni un sólo extraño movimiento. Los consideró una amenaza por una simple razón: ellos podrían convertirse en la imprevista pareja de Chlóe. Y puesto que él no la soltaría aquella noche, eran sus enemigos. Aun así, deberían de darle de darle las gracias. No los mató porque las pistas irían a apuntar directante hacia él. Directamente los sacó de la zona y los "depositó" en el jardín. Total, tampoco les importaría mucho, ya que estaban ebrios.
Su cuerpo se relajó y empezó a moverse lentamente por la terraza, libre de intrusos. El cabello verde del guía danzaba al mismo son que su portador, igual que sus pies seguían perfectamente el compás del piano. De vez en cuando, hasta tarareaba con los labios cerrados, como si aquella melodía tuviera letra. En un cambio del ritmo, hizo girar a la chica y sonrió, ensemismado de cómo se movía la tela de su vestido. ¿Quién había dicho que aquella fiesta estaba resultando aburrida? El joven Issei ya no pensaba del mismo modo, pues ahora, su atención se mantenía en la Corderita que tenía entre sus manos. Apretó fuertemente su mano, sin llegar a forzarla ni ocasionarla ninguna lesión, mientras la otra la sujetaba por la cintura. Lentamente, hizo que se deslizara hacia atrás. Y tras un breve momento de tranquilidad, observó su cuello con deseo. Toda la piel que cubría el cuerpo de la Dama, le ocasionaba deseo realmente. Sonrió y antes de que la chica quisiera darse cuenta, estaba de nuevo movimiendo los pies junto a él.
Una vez acabó, la miró a los ojos. Transmitían amabilidad. Se inclinó levemente, saludando a su compañera de baile.
- Ha estado bien, ¿no crees? - Dijo soltándola, dejando que completara la vuelta ella sola y saliendo del espacio que ambos formaban; acabando uno en un lado y el otro en el contrario. Tampoco iba a agobiarla. Ya conocía que no quería que la tocara ni que se acercara lo más mínimo. De modo que, ¿por qué seguir en sus trece?
En ese entonces, otra canción comenzaba. Issei cerró los ojos, acercándose a la baranda de la terraza. Sonrió nuevamente, moviendo la cabeza durante la parte instrumental. Y, conocedor de la canción, empezó a cantarla lentamente en la lengua materna de la canción, como si de una danza macabra se tratara. Aunque tampoco distaba mucho de la verdad.
- Got a secret, can you keep it? Swear this one you'll save. Better lock it, in your pocket, taking this one to the grave... - Alzó la cabeza y su mirada acabó clavada en la de Chlóe. Parecía la mirada de un gato salvaje, mirando con atención a la chica con sus grandes pupilas negras y redondeadas con aquel iris verde, característico de Chrane. Esta vez no transmitía lo mismo de antes, sino algo más misterioso. ¿Qué se estaría pasando por su cabeza?
Y... ¿acaso aquella canción no describía perfectamente la situación de ambos individuos?
Sonrió, aparentemente feliz por conseguir al menos una grata conversación. Bien se había dado cuenta de cómo se tensionaba cada vez que se acercaba unos centímetros de más. No le importaba en absoluto. Siempre fue hombre de largas distancias, la verdad. Aunque con las mujeres fuera más contradictorio.
Juntó las palmas de las manos, dando una palmada repentina.
- ¡Oh! Gracias. - Dijo amablemente, sincero. Pasó una mano por su pelo y sacó un mechón molesto de debajo de la goma de la máscara. Volvió a sonreír. De improviso, agachó su cabeza y la llevó cerca del oído de la muchacha. - Pero no esperes que ceda a mi acompañante a un simple desconocido. - Susurró, advirtiendo los movimientos de la mujer. ¿Esperaba que él no se diera cuenta de que no tenía pareja para este baile y simplemente estuviera fingiendo? Por supuesto que lo había notado. Y hacía bastante tiempo.
La canción empezó a sonar y la gente de la terraza empezó a entrar al salón de baile, nuevamente. Hizo una mueca. Humanos. Igualmente, encogió los hombros y miró a la pelirosa.
- Es una lástima desperdiciar una canción. - Comentó, tomando su mano y acercándola a él. Crosszeria no tenía otra opción que bailar con él. Sembró distancia, en cambio. Su mirada se volvió seria, pero ya no la miraba a ella, sino a aquellos individuos inferiores que osaban mirar a su acompañante. Su cuerpo se tensó. En cuestión de segundos, aquel grupo de tres desapareció "mágicamente" en un riguroso silencio. ¿Casualidad? No. El mismo chico los había sacado de allí con su don. Y todo mientras mantenía sus pies dentro del baile; previsor además de que la mujer no viera ni un sólo extraño movimiento. Los consideró una amenaza por una simple razón: ellos podrían convertirse en la imprevista pareja de Chlóe. Y puesto que él no la soltaría aquella noche, eran sus enemigos. Aun así, deberían de darle de darle las gracias. No los mató porque las pistas irían a apuntar directante hacia él. Directamente los sacó de la zona y los "depositó" en el jardín. Total, tampoco les importaría mucho, ya que estaban ebrios.
Su cuerpo se relajó y empezó a moverse lentamente por la terraza, libre de intrusos. El cabello verde del guía danzaba al mismo son que su portador, igual que sus pies seguían perfectamente el compás del piano. De vez en cuando, hasta tarareaba con los labios cerrados, como si aquella melodía tuviera letra. En un cambio del ritmo, hizo girar a la chica y sonrió, ensemismado de cómo se movía la tela de su vestido. ¿Quién había dicho que aquella fiesta estaba resultando aburrida? El joven Issei ya no pensaba del mismo modo, pues ahora, su atención se mantenía en la Corderita que tenía entre sus manos. Apretó fuertemente su mano, sin llegar a forzarla ni ocasionarla ninguna lesión, mientras la otra la sujetaba por la cintura. Lentamente, hizo que se deslizara hacia atrás. Y tras un breve momento de tranquilidad, observó su cuello con deseo. Toda la piel que cubría el cuerpo de la Dama, le ocasionaba deseo realmente. Sonrió y antes de que la chica quisiera darse cuenta, estaba de nuevo movimiendo los pies junto a él.
Una vez acabó, la miró a los ojos. Transmitían amabilidad. Se inclinó levemente, saludando a su compañera de baile.
- Ha estado bien, ¿no crees? - Dijo soltándola, dejando que completara la vuelta ella sola y saliendo del espacio que ambos formaban; acabando uno en un lado y el otro en el contrario. Tampoco iba a agobiarla. Ya conocía que no quería que la tocara ni que se acercara lo más mínimo. De modo que, ¿por qué seguir en sus trece?
En ese entonces, otra canción comenzaba. Issei cerró los ojos, acercándose a la baranda de la terraza. Sonrió nuevamente, moviendo la cabeza durante la parte instrumental. Y, conocedor de la canción, empezó a cantarla lentamente en la lengua materna de la canción, como si de una danza macabra se tratara. Aunque tampoco distaba mucho de la verdad.
- Got a secret, can you keep it? Swear this one you'll save. Better lock it, in your pocket, taking this one to the grave... - Alzó la cabeza y su mirada acabó clavada en la de Chlóe. Parecía la mirada de un gato salvaje, mirando con atención a la chica con sus grandes pupilas negras y redondeadas con aquel iris verde, característico de Chrane. Esta vez no transmitía lo mismo de antes, sino algo más misterioso. ¿Qué se estaría pasando por su cabeza?
Y... ¿acaso aquella canción no describía perfectamente la situación de ambos individuos?
- Issei Chrane
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Fingir. Era todo lo que debía hacer. Entonces, ¿por qué cada instante que transcurría se volvía más difícil el deber? Chlóe simplemente sonreía como una idiota, esperando que aquel gesto sirviera de algo. Como si de una simple doncella se tratase, la joven cazadora balanceaba sus claros ojos de aquí para allá, buscando quién sabe qué cosa. Tal vez buscaba un buen motivo para largarse de allí. Sin embargo, no creía posible aquello. No con él delante, cual Depredador, aguardando por el momento oportuno en el cual la Presa flaquee.
Sus palabras borraron la sonrisa de la chica por unos momentos. La fría mirada azul de Chlóe se clavó en los verdes ojos de su acompañante. ¿Creía, acaso, que esa máscara podría ocultar sus intenciones? Chlóe no sería una experimentada cazadora ni mucho menos tendría gran control sobre sus dones, pero no era una muchacha falta de intuición y moderación. Él conocía su secreto. Él sabía que ella en verdad no esperaba a nadie. Asimismo, ella sabía perfectamente que él no era ningún ser amable y caballeroso, que lo único que lo guiaba hasta ella era la sed y quién sabe qué otras tantas intenciones ocultas... Eso los dejaba a ambos como mentirosos entonces, ¿cierto?
Chlóe sonrió y posó su mano sobre la suya. ¡La farsa debe continuar, y también debe continuar su corazón en la garganta! Sin embargo, en ese momento, desvió su mirada a un lado del vampiro. Una imagen sinuosa y evanescente se formó a su lado. Era una niña, pequeña y delgada. Chlóe perdió la vista sobre ella por unos cuantos segundos. Eso no era humano... ni tampoco vampiro. La joven parpadeó y, de repente, la voz de la pequeña llegó hasta sus oídos: "Mira lo que me ha hecho". Chlóe, sorprendida, quiso dar un paso hacia atrás, pero la figura desapareció y Chrane acercó su cuerpo a él, listo para danzar con ella. Ante tal situación, Chlóe sonrió mirándole otra vez. Intentó parecer encantadora y volátil. En ese momento, observó cómo el vampiro observaba algo detrás de ella. Chlóe frunció el ceño cuidadosamente y miró por el rabillo del ojo. Hubiera jurado que allí había un grupo de jóvenes, pero su mirada lateral ya no podía captar nada. Regresó su vista a Chrane. ¿Qué clase de visión había sido aquella? ¿Quién era esa niña y por qué decía aquellas palabras? Miles de hipótesis se arremolinaban en su mente, pero ahora solo tenía tiempo para concentrarse en el baile.
Danzaron por toda la terraza. Ahora mismo, solo ellos estaban allí afuera. Debía admitirlo: él bailaba bien, incluso mejor que ella. Chlóe jamás fue una llamativa bailarina, y agradecía que su talento no hubiera ido a parar a tal arte y decidiera quedarse en sus ágiles dedos. Estos sí que sabían danzar con cuchillos. En un cambio de ritmo, el joven vampiro hizo que Chlóe girara sobre sí misma. Lo hizo con desconfianza. No le agradaba la idea de darle la espalda en algún momento. Sin embargo, acabó frente a él otra vez, de una pieza, y continuaron bailando hasta que inclinó su cuerpo sobre el suyo. El cabello de Chlóe se meció y casi toca el suelo. Su mirada marina se clavó en los "amables" ojos de él. ¿Qué buscaba con todo esto?
Finalmente, la música acabó y concluyeron su pieza. Chlóe se inclinó, tomando su vestido, para saludar a su compañero de baile -aunque en verdad no quisiera hacerlo- y acabó libre otra vez, dando una última vuelta y quedando separada de él por un buen espacio. Al fin el condenado espacio que tanto había deseado durante esos tres minutos eternos. ¿El pianista no tenía otra cosa que hacer más que tocar canciones que fueran propicias para bailar con un vampiro?
Chlóe sonrió y asintió.
- Ha estado muy bien. Es usted un brillante bailarín, Señor -dijo de forma educada. Su voz sonaba tan acaramelada como letal. Era evidente que algo se escondía tras esa fachada de joven débil y anémica. Y, de repente, como si se tratara de un chiste, esa canción comenzó a sonar. Chlóe miró hacia el interior y pudo ver a una joven en el escenario, cantando junto a un grupo de músicos. Se alarmó, y no supo por qué. Quizá fuera que la coincidencia era demasiado tétrica. La cazadora, envuelta en su piel de Cordero, miró al vampiro otra vez. Sus miradas se encontraron y aquellos versos sonaron tanto en el interior del salón como allí afuera, emanando desde la boca rancia de semejante ser impío. Chlóe bajó la mirada unos segundos. Allí estaba de nuevo aquella niña. Elevó los ojos hacia él otra vez. Caminó hasta llegar a su lado. Dejó caer sus ojos sobre el jardín, admirando las bellas flores del verano.
Ambos eran un misterio el uno para el otro. Sin embargo, ¿por qué se encontraron en aquellas calles? Ahora mismo, aquella pequeña niña tiraba del vestido de Chlóe. No podía ignorarla, pero sí evitar mirarla. En lugar de dirigirse a ella, se dirigió a él.
- Siempre me sorprendió la facilidad con la cual las personas confían. Creen que la gente no hiere, no falla, no traiciona... -susurró lentamente. Apoyó su blanca mano sobre la mano de él-. Incluso creen que sus secretos estarán a salvo si se los llevan a la tumba -sonrió y apartó la mano de él-. ¿Usted qué opina?
Sus palabras borraron la sonrisa de la chica por unos momentos. La fría mirada azul de Chlóe se clavó en los verdes ojos de su acompañante. ¿Creía, acaso, que esa máscara podría ocultar sus intenciones? Chlóe no sería una experimentada cazadora ni mucho menos tendría gran control sobre sus dones, pero no era una muchacha falta de intuición y moderación. Él conocía su secreto. Él sabía que ella en verdad no esperaba a nadie. Asimismo, ella sabía perfectamente que él no era ningún ser amable y caballeroso, que lo único que lo guiaba hasta ella era la sed y quién sabe qué otras tantas intenciones ocultas... Eso los dejaba a ambos como mentirosos entonces, ¿cierto?
Chlóe sonrió y posó su mano sobre la suya. ¡La farsa debe continuar, y también debe continuar su corazón en la garganta! Sin embargo, en ese momento, desvió su mirada a un lado del vampiro. Una imagen sinuosa y evanescente se formó a su lado. Era una niña, pequeña y delgada. Chlóe perdió la vista sobre ella por unos cuantos segundos. Eso no era humano... ni tampoco vampiro. La joven parpadeó y, de repente, la voz de la pequeña llegó hasta sus oídos: "Mira lo que me ha hecho". Chlóe, sorprendida, quiso dar un paso hacia atrás, pero la figura desapareció y Chrane acercó su cuerpo a él, listo para danzar con ella. Ante tal situación, Chlóe sonrió mirándole otra vez. Intentó parecer encantadora y volátil. En ese momento, observó cómo el vampiro observaba algo detrás de ella. Chlóe frunció el ceño cuidadosamente y miró por el rabillo del ojo. Hubiera jurado que allí había un grupo de jóvenes, pero su mirada lateral ya no podía captar nada. Regresó su vista a Chrane. ¿Qué clase de visión había sido aquella? ¿Quién era esa niña y por qué decía aquellas palabras? Miles de hipótesis se arremolinaban en su mente, pero ahora solo tenía tiempo para concentrarse en el baile.
Danzaron por toda la terraza. Ahora mismo, solo ellos estaban allí afuera. Debía admitirlo: él bailaba bien, incluso mejor que ella. Chlóe jamás fue una llamativa bailarina, y agradecía que su talento no hubiera ido a parar a tal arte y decidiera quedarse en sus ágiles dedos. Estos sí que sabían danzar con cuchillos. En un cambio de ritmo, el joven vampiro hizo que Chlóe girara sobre sí misma. Lo hizo con desconfianza. No le agradaba la idea de darle la espalda en algún momento. Sin embargo, acabó frente a él otra vez, de una pieza, y continuaron bailando hasta que inclinó su cuerpo sobre el suyo. El cabello de Chlóe se meció y casi toca el suelo. Su mirada marina se clavó en los "amables" ojos de él. ¿Qué buscaba con todo esto?
Finalmente, la música acabó y concluyeron su pieza. Chlóe se inclinó, tomando su vestido, para saludar a su compañero de baile -aunque en verdad no quisiera hacerlo- y acabó libre otra vez, dando una última vuelta y quedando separada de él por un buen espacio. Al fin el condenado espacio que tanto había deseado durante esos tres minutos eternos. ¿El pianista no tenía otra cosa que hacer más que tocar canciones que fueran propicias para bailar con un vampiro?
Chlóe sonrió y asintió.
- Ha estado muy bien. Es usted un brillante bailarín, Señor -dijo de forma educada. Su voz sonaba tan acaramelada como letal. Era evidente que algo se escondía tras esa fachada de joven débil y anémica. Y, de repente, como si se tratara de un chiste, esa canción comenzó a sonar. Chlóe miró hacia el interior y pudo ver a una joven en el escenario, cantando junto a un grupo de músicos. Se alarmó, y no supo por qué. Quizá fuera que la coincidencia era demasiado tétrica. La cazadora, envuelta en su piel de Cordero, miró al vampiro otra vez. Sus miradas se encontraron y aquellos versos sonaron tanto en el interior del salón como allí afuera, emanando desde la boca rancia de semejante ser impío. Chlóe bajó la mirada unos segundos. Allí estaba de nuevo aquella niña. Elevó los ojos hacia él otra vez. Caminó hasta llegar a su lado. Dejó caer sus ojos sobre el jardín, admirando las bellas flores del verano.
Ambos eran un misterio el uno para el otro. Sin embargo, ¿por qué se encontraron en aquellas calles? Ahora mismo, aquella pequeña niña tiraba del vestido de Chlóe. No podía ignorarla, pero sí evitar mirarla. En lugar de dirigirse a ella, se dirigió a él.
- Siempre me sorprendió la facilidad con la cual las personas confían. Creen que la gente no hiere, no falla, no traiciona... -susurró lentamente. Apoyó su blanca mano sobre la mano de él-. Incluso creen que sus secretos estarán a salvo si se los llevan a la tumba -sonrió y apartó la mano de él-. ¿Usted qué opina?
- Chlóe Crosszeria
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Re: Terraza
Hizo una pequeña reverencia, sonriente cual príncipe encantador. Le halagaba que le dijeran aspectos admirables, aunque claramente, él consideraba que toda su persona era digna de adoración; no sólo el baile. Por lo visto la Corderita aún se acordaba de cómo "danzó" la última vez con aquel andrajoso ser. Se alegraba de que aún lo recordara, pues de otra manera, habría sido menos entretenido recordarla cómo fue aquella vez. Pese a que sus recuerdos y los de la chica estuvieran difusos, respecto a cada una de las versiones. Y al igual que sus recuerdos parecían difusos con respecto a los de la pelirosa, sus instintos también lo estaban. Su visión no alcanzaba a ver a aquella niña que Chlóe observaba.
Se sorprendió cuando llegó hasta él de nuevo. Tanta distancia que sus ojos querían sembrar y ahora la recortaba. Entonces que no le dijeran a él que no resultó un caballero. Le dio lo que necesitaba y lo denegó. Sufriría las consecuencias, pero todavía no. Aún era pronto. Ni siquiera era medianoche y Cenicienta debía mantener su vestido impoluto hasta dicha hora.
- Supongo que lo dices porque ya te han herido. - Comentó charlatán, sin borrar la sonrisa de su rostro. - A veces está bien confiar. Si no lo hiciéramos, ¿qué sería de nosotros? Siempre aislados en nuestro mundo, sin nadie a quien contar nuestros pesares. - Dijo, casi hablando de su propio pasado. En cambio, él no necesitaba confiar en nadie, porque tampoco tenía nadie en quien hacerlo. No lo necesitaba. Llevaba lustros en soledad y se había casado con esta con el paso del tiempo. Poco le importaba aquello, pues como bien decía la joven, al final acaban en traición. Además, los "amigos", serían simplemente humanos, a los que Issei ni siquiera repararía en presencia. Ni como seres inferiores, ni como personas. ¿Qué duraba la vida de un humano para él? Absolutamente nada.
Miró hacia el jardín. Desde la terraza, su olfato también podía concederse el gusto de percibir el aroma de las rosas. Pero, al notar la temperatura cálida de ella, sus ojos lanzaron miles de preguntas hacia los suyos. ¿Por qué dictaba unas normas y ella misma se las saltaba? Él, caballero, había aceptado sus proposiciones. En cambio ahora, dudaba de que pudiera seguir cumpliéndolas. Aquel tacto no podría olvidarlo una piel como el más duro mármol. Sonrió.
- Confiar o no confiar. - Se llevó una mano al mentón, debatiéndose. Arrugó el ceño. - Creo que irremendiablemente todos los secretos acabaran en manos de otros en los que confiar. Siempre es así. Quizá lleguen a traicionarte, pero es un riesgo que se corre. A veces nunca pasa esto. No hay que ponerse siempre en lo peor. - Relajó los músculos de la cara y cerró los párpados. - Ya se sabe. Esto es un círculo cerrado de opresión; donde al final termina por consumir al portador del secreto. - Encogió los hombros. Había gente que no soportaba cargando algo demasiado pesado y acababa confesando. Otros, perversos como él por ejemplo, jamás acabarían diciendo la verdad de un crimen. - Un secreto no es un secreto si alguien acaba enterándose. Y en el momento que hay más de dos personas implicadas, dejó de serlo. - Razonó. Del mismo modo en que su identidad abandonó el anonimato en el momento que la chica vio su melena verde.
¿Quién lograría olvidar algo así?
- ¿Y tú? ¿Confías en alguien? - Pregunto, ensanchando en su sonrisa.
Se sorprendió cuando llegó hasta él de nuevo. Tanta distancia que sus ojos querían sembrar y ahora la recortaba. Entonces que no le dijeran a él que no resultó un caballero. Le dio lo que necesitaba y lo denegó. Sufriría las consecuencias, pero todavía no. Aún era pronto. Ni siquiera era medianoche y Cenicienta debía mantener su vestido impoluto hasta dicha hora.
- Supongo que lo dices porque ya te han herido. - Comentó charlatán, sin borrar la sonrisa de su rostro. - A veces está bien confiar. Si no lo hiciéramos, ¿qué sería de nosotros? Siempre aislados en nuestro mundo, sin nadie a quien contar nuestros pesares. - Dijo, casi hablando de su propio pasado. En cambio, él no necesitaba confiar en nadie, porque tampoco tenía nadie en quien hacerlo. No lo necesitaba. Llevaba lustros en soledad y se había casado con esta con el paso del tiempo. Poco le importaba aquello, pues como bien decía la joven, al final acaban en traición. Además, los "amigos", serían simplemente humanos, a los que Issei ni siquiera repararía en presencia. Ni como seres inferiores, ni como personas. ¿Qué duraba la vida de un humano para él? Absolutamente nada.
Miró hacia el jardín. Desde la terraza, su olfato también podía concederse el gusto de percibir el aroma de las rosas. Pero, al notar la temperatura cálida de ella, sus ojos lanzaron miles de preguntas hacia los suyos. ¿Por qué dictaba unas normas y ella misma se las saltaba? Él, caballero, había aceptado sus proposiciones. En cambio ahora, dudaba de que pudiera seguir cumpliéndolas. Aquel tacto no podría olvidarlo una piel como el más duro mármol. Sonrió.
- Confiar o no confiar. - Se llevó una mano al mentón, debatiéndose. Arrugó el ceño. - Creo que irremendiablemente todos los secretos acabaran en manos de otros en los que confiar. Siempre es así. Quizá lleguen a traicionarte, pero es un riesgo que se corre. A veces nunca pasa esto. No hay que ponerse siempre en lo peor. - Relajó los músculos de la cara y cerró los párpados. - Ya se sabe. Esto es un círculo cerrado de opresión; donde al final termina por consumir al portador del secreto. - Encogió los hombros. Había gente que no soportaba cargando algo demasiado pesado y acababa confesando. Otros, perversos como él por ejemplo, jamás acabarían diciendo la verdad de un crimen. - Un secreto no es un secreto si alguien acaba enterándose. Y en el momento que hay más de dos personas implicadas, dejó de serlo. - Razonó. Del mismo modo en que su identidad abandonó el anonimato en el momento que la chica vio su melena verde.
¿Quién lograría olvidar algo así?
- ¿Y tú? ¿Confías en alguien? - Pregunto, ensanchando en su sonrisa.
- Issei Chrane
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Re: Terraza
Chlóe, astuta y amable, había roto la distancia que ella misma había sembrado. Eso sólo podía significar una cosa: algo planeaba. Tras aquella visión de la niña, su mente había quedado completamente prendida de aquel espectro. No podía pensar en otra cosa que no fuera descubrir su significado y el por qué. Hacía mucho tiempo desde que su abuela había sellado su sexto sentido para conseguir que los espíritus no la molesten. Sin embargo, aquí estaba de nuevo, abriendo lentamente su alma a aquel extraño don.
Escuchó sus palabras. ¿Quién era para deducir si la habían herido o no? Arrugó el ceño, pero rápidamente cambió la expresión antes que el la viera. Sonrió nuevamente, dulce y calma, cumpliendo al pie de la letra su papel de Doncella ingenua.
- Es muy atrevido de su parte especular que ya lo he padecido -dijo tranquilamente, pero dejando latente la advertencia tras el mensaje-. La verdad es que no encuentro necesario contarle mis pesares a nadie -agregó luego, desestimando cada respuesta de él.
Su gélida mirada cristalina se clavó en él, aceptando todas las dudas que los ojos del vampiro arrojaban. Chlóe, simplemente, volvió a sonreír, desviando su mirada hacia el jardín otra vez. Recargó su mentón en la palma de su mano. Si hace unos momentos solo quería que alguien llegase para acapararlo como pareja de baile, ahora sólo quería quedarse allí, pues quería descubrir qué había tras el vampiro y su muralla de misterio. Quería saber más acerca de él y descubrir qué tenía que ver esa niña con tan terrible ser. Dicen que los espíritus no se aparecen porque sí a las personas. Generalmente, si lo hacen, es porque quieren algo a cambio, y escogen cuidadosamente al vidente. Entonces, ¿por qué justo ella?
- Donde al final termina por sucumbir el portador del secreto... -repitió sus palabras, mirando al frente y dejando caer, descuidadamente, una de las pequeñas piedras que adornaban su vestido. Alzó ambas cejas sorprendida, pero le quitó importancia. Miró a su desagradable acompañante una vez más, fingiendo que su compañía era lo más agradable de la noche. Sus siguientes palabras dieron lugar propicio para la voz de Chlóe-. Y mejor eliminar a todos aquellos que puedan divulgar el secreto que ya no es secreto -murmuró con una expresión pensativa, como si en su interior se debatiera lo que acababa de decir. Otra vez, sus astutos ojos se clavaron en él-. Dicen que los niños no pueden guardar secretos, pues son demasiado ingenuos como para comprender el peso que estos conllevan.
Un breve silencio se concretó entre ambos, hasta que él emitió aquella pregunta. Chlóe sonrió, pero su sonrisa era tan misteriosa como el encuentro de ambos.
- Sí, confío en alguien. Pero eso no quiere decir que le cuente mis pesares ni mis secretos -dijo con simpleza, ensanchando también su sonrisa, y aprovechando toda la conversación anterior para formular tal respuesta. ¿Qué acontecería de semejante diálogo? Él no desaprovechaba ocasión para parecerse encantador, y ella no dejaba escapar momento alguno en el cual tuviera la oportunidad de indagar en su interior.
Escuchó sus palabras. ¿Quién era para deducir si la habían herido o no? Arrugó el ceño, pero rápidamente cambió la expresión antes que el la viera. Sonrió nuevamente, dulce y calma, cumpliendo al pie de la letra su papel de Doncella ingenua.
- Es muy atrevido de su parte especular que ya lo he padecido -dijo tranquilamente, pero dejando latente la advertencia tras el mensaje-. La verdad es que no encuentro necesario contarle mis pesares a nadie -agregó luego, desestimando cada respuesta de él.
Su gélida mirada cristalina se clavó en él, aceptando todas las dudas que los ojos del vampiro arrojaban. Chlóe, simplemente, volvió a sonreír, desviando su mirada hacia el jardín otra vez. Recargó su mentón en la palma de su mano. Si hace unos momentos solo quería que alguien llegase para acapararlo como pareja de baile, ahora sólo quería quedarse allí, pues quería descubrir qué había tras el vampiro y su muralla de misterio. Quería saber más acerca de él y descubrir qué tenía que ver esa niña con tan terrible ser. Dicen que los espíritus no se aparecen porque sí a las personas. Generalmente, si lo hacen, es porque quieren algo a cambio, y escogen cuidadosamente al vidente. Entonces, ¿por qué justo ella?
- Donde al final termina por sucumbir el portador del secreto... -repitió sus palabras, mirando al frente y dejando caer, descuidadamente, una de las pequeñas piedras que adornaban su vestido. Alzó ambas cejas sorprendida, pero le quitó importancia. Miró a su desagradable acompañante una vez más, fingiendo que su compañía era lo más agradable de la noche. Sus siguientes palabras dieron lugar propicio para la voz de Chlóe-. Y mejor eliminar a todos aquellos que puedan divulgar el secreto que ya no es secreto -murmuró con una expresión pensativa, como si en su interior se debatiera lo que acababa de decir. Otra vez, sus astutos ojos se clavaron en él-. Dicen que los niños no pueden guardar secretos, pues son demasiado ingenuos como para comprender el peso que estos conllevan.
Un breve silencio se concretó entre ambos, hasta que él emitió aquella pregunta. Chlóe sonrió, pero su sonrisa era tan misteriosa como el encuentro de ambos.
- Sí, confío en alguien. Pero eso no quiere decir que le cuente mis pesares ni mis secretos -dijo con simpleza, ensanchando también su sonrisa, y aprovechando toda la conversación anterior para formular tal respuesta. ¿Qué acontecería de semejante diálogo? Él no desaprovechaba ocasión para parecerse encantador, y ella no dejaba escapar momento alguno en el cual tuviera la oportunidad de indagar en su interior.
- Chlóe Crosszeria
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Re: Terraza
¿Acaso no se había delatado ella misma? Eso fue lo que pensó Issei después de escuchar a la pelirosa. No era atrevido, era alguien que escuchaba atentamente una conversación y sacaba claras deducciones. Cualquiera podría hacerlo si se centraba en lo que el otro decía. Y eso mismo, es lo que el muchacho hacía. Encogió los hombros, sin entender bien. Como no, tampoco tardó demasiado en dar evidencia y volver a cuestionar.
- Creí que hablaba en pasado por pura experiencia. ¿Se asombra una humana de su propia esencia y forma de pensar, actuar e inclusive, confiar? - La pregunta era algo enrevesada, pero él había aclarado finalmente que no era humano. Tampoco hacía falta ocultarlo, pues era obvio que si Crosszeria era una ex-cazadora, conocería perfectamente la esencia de un vampiro. Y como había demostrado, se acordaba perfectamente de quién era él. Sonrió hacia un lado. - Dices entonces que ¿jamás le contaste a nadie de tu pasado? ¿Ni siquiera de aquel que acecha tus pesadillas? - Comentó, refiriéndose a Andrei, por supuesto. Volvió a mirar al jardín, ensemismado pero atento.
Cada vez le gustaba más la Corderita. Tenía más que pezuñas, al parecer. Eso le gustaba a Issei. Cuanto más se resistiera y cuanto más dura fuera de pelar, más disfrutaría del manjar de su sangre cuando él la tuviera entre sus brazos, suplicando anhelante por su vida. Delicioso manjar. Delicioso deseo que corrompía su ser. Pero lo bueno siempre se hacía esperar. Y él, tenía todo el tiempo del mundo para concederle a Chlóe.
- Así es. - Anteriormente había dicho un claro ejemplo del que seguramente, ella sería pecadora. ¿Mentiría con destreza para ocultar la verdad? Sabía de los movimientos de la Asociación y que por lo visto, había alguno investigando a un vampiro de pelo verde. Eso solamente podía ceñirse a dos posibilidades: el cazador del pelo blanco había cantado y él, señor del honor, debería callar esa boca de plata; o por el contrario, la mujer lo había confesado. Existía la posibilidad de que hubieran sido ambos. Pero, como bien había comentado: "no es secreto si dos personas están enteradas". Y en este caso, ya no eran solo dos. Eso era algo que tenía cien por cien seguro.
Se llevó una mano al maxilar, pensativo. La lógica era un interesante tema.
- Si dejó de ser secreto y poniendo el supuesto de que ya se enteraron, ¿por qué deberían matar por un secreto que ya no lo es? - Cuestióno. Continuó con su análisis. - Sin embargo, si este secreto sólo fuera conocido por dos únicas personas... En ese caso el secreto podría volver a ser un misterio y sí, matar sería la primera opción que me viene a la mente. - Miró a la chica y rápidamente aleteó con los brazos. - ¡Tampoco hace falta matarlo! También se le puede cortar la lengua. - Sugirió, ciertamente macabro. Asintió a lo que dijo. - Eso dicen. - En cambio, cuando él fue niño y tuvo que matar a su hermana por mero honor y cumplir un suicidio que no se llevó a cabo, sus pesares siguieron donde estaban. En su cabeza. Y nunca se movieron de allí. ¿Qué era el diálogo si no algo temporal? ¿Qué era la confesión si no una condena?
Se acercó a la mujer y rozó su antebrazo.
- Y supongo que lo que está rondando esa cabecita es que yo quiero matarte para conservar el secreto de mi identidad... Aquel que tú tratas de negar, y alejando todas mis ideas, diciendo que no te gusta contar tus pesares... - Habló suavemente, pasando por detrás de su espalda, maliciosamente, charlatán. - ¿Me equivoco? - Estaba cansado de hablar de la lógica de los secretos. Este era el caso más ejemplificado. Así que, ¿por qué bordearlo si se podía plantear desde un principio? O sería que, ¿no lo estaba pensando?
- Creí que hablaba en pasado por pura experiencia. ¿Se asombra una humana de su propia esencia y forma de pensar, actuar e inclusive, confiar? - La pregunta era algo enrevesada, pero él había aclarado finalmente que no era humano. Tampoco hacía falta ocultarlo, pues era obvio que si Crosszeria era una ex-cazadora, conocería perfectamente la esencia de un vampiro. Y como había demostrado, se acordaba perfectamente de quién era él. Sonrió hacia un lado. - Dices entonces que ¿jamás le contaste a nadie de tu pasado? ¿Ni siquiera de aquel que acecha tus pesadillas? - Comentó, refiriéndose a Andrei, por supuesto. Volvió a mirar al jardín, ensemismado pero atento.
Cada vez le gustaba más la Corderita. Tenía más que pezuñas, al parecer. Eso le gustaba a Issei. Cuanto más se resistiera y cuanto más dura fuera de pelar, más disfrutaría del manjar de su sangre cuando él la tuviera entre sus brazos, suplicando anhelante por su vida. Delicioso manjar. Delicioso deseo que corrompía su ser. Pero lo bueno siempre se hacía esperar. Y él, tenía todo el tiempo del mundo para concederle a Chlóe.
- Así es. - Anteriormente había dicho un claro ejemplo del que seguramente, ella sería pecadora. ¿Mentiría con destreza para ocultar la verdad? Sabía de los movimientos de la Asociación y que por lo visto, había alguno investigando a un vampiro de pelo verde. Eso solamente podía ceñirse a dos posibilidades: el cazador del pelo blanco había cantado y él, señor del honor, debería callar esa boca de plata; o por el contrario, la mujer lo había confesado. Existía la posibilidad de que hubieran sido ambos. Pero, como bien había comentado: "no es secreto si dos personas están enteradas". Y en este caso, ya no eran solo dos. Eso era algo que tenía cien por cien seguro.
Se llevó una mano al maxilar, pensativo. La lógica era un interesante tema.
- Si dejó de ser secreto y poniendo el supuesto de que ya se enteraron, ¿por qué deberían matar por un secreto que ya no lo es? - Cuestióno. Continuó con su análisis. - Sin embargo, si este secreto sólo fuera conocido por dos únicas personas... En ese caso el secreto podría volver a ser un misterio y sí, matar sería la primera opción que me viene a la mente. - Miró a la chica y rápidamente aleteó con los brazos. - ¡Tampoco hace falta matarlo! También se le puede cortar la lengua. - Sugirió, ciertamente macabro. Asintió a lo que dijo. - Eso dicen. - En cambio, cuando él fue niño y tuvo que matar a su hermana por mero honor y cumplir un suicidio que no se llevó a cabo, sus pesares siguieron donde estaban. En su cabeza. Y nunca se movieron de allí. ¿Qué era el diálogo si no algo temporal? ¿Qué era la confesión si no una condena?
Se acercó a la mujer y rozó su antebrazo.
- Y supongo que lo que está rondando esa cabecita es que yo quiero matarte para conservar el secreto de mi identidad... Aquel que tú tratas de negar, y alejando todas mis ideas, diciendo que no te gusta contar tus pesares... - Habló suavemente, pasando por detrás de su espalda, maliciosamente, charlatán. - ¿Me equivoco? - Estaba cansado de hablar de la lógica de los secretos. Este era el caso más ejemplificado. Así que, ¿por qué bordearlo si se podía plantear desde un principio? O sería que, ¿no lo estaba pensando?
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Re: Terraza
La conversación seguía su curso, pero cada vez tomaba caminos más siniestros. Ambos sabían quiénes eran a pesar de esa máscara; ambos sabían la verdad de los hechos contados hasta el momento. Él era un vampiro más, como todos ellos, que se regocijaban en asesinar humanos y beber de ellos hasta la última gota. Chlóe lo sabía. Ahora lo sabía más que nunca, porque pudo ver perfectamente el brillo de esos ojos verdes. Le hubiera gustado que él, realmente, fuera un hombre noble y con valores, pero desgraciadamente no eran esos los que abundaban. Era una pena, pues a la mínima tendría que matarlo. ¿Y por qué no hacerlo ahora? Ya tenía ella suficiente motivo para ello...
Pero no era el momento. Su muerte se haría esperar.
Sonrisas falsas. Eso era todo lo que Chlóe Crosszeria le obsequiaba a aquel impío ser. Sin embargo, en cuanto hizo alusión a aquel vampiro maquiavélico, cada una de las sonrisas se desvanecieron. La mirada de la joven quedó vacía y oscura, sembrando su odio sobre los ojos de Chrane. ¿Por qué tenía que nombrarlo? ¿Era necesario? Su hiriente comentario había marcado un antes y un después en esta conversación. La joven sintió un ardor en el cuello, justo en el sitio de la mordida. ¿Qué le importaba a él eso? ¿Por qué debía recordárselo? ¿Acaso se hicieron amigos íntimos con aquel idiota como para restregarle en el rostro la imagen de un monstruo? He aquí, otro motivo más para no matar aún a Issei Chrane.
La joven continuó escuchando sus palabras, pero ya no se trataba simplemente de oír lo que decía con atención. Chlóe escuchaba por escuchar. No le interesaba en lo más mínimo continuar con esa plática. Pero allí estaban, vampiro y cazador, león y oveja, paradójicamente. La joven desvió un momento la mirada y sonrió. Parpadeó lentamente y regresó sus ojos azules hacia él.
- Y creo que si tú aprecias tu lengua, deberías comenzar a acallarla -sentenció sin más. La amenaza era simple. Un brillo tenaz surcó sus ojos. Tragó saliva y desvió la mirada de él otra vez. Unos movimientos en el jardín habían llamado su atención: cazadores. Qué extraño. La joven frunció el ceño y, antes de regresar su visión a su irritante acompañante, éste la sorprendió con sus acciones y palabras.
- Te equivocas -dijo sécamente, mirándolo de reojo. Sintió el roce electrizante de su cuerpo con su brazo al pasar. Tsk, vampiros. Nunca se cansaban de arrojar su frialdad a quienes les rodean. Chlóe siguió el pequeño camino que Chrane estaba trazando a su alrededor. Toda tapadera había sido descubierta. Tras las máscaras, ellos sabían perfectamente quiénes eran -a menos sabían lo suficiente- pero lo único desconocido eran las intenciones. Era hora, entonces, de comenzar a averiguarlo.
- ¿Qué es lo que quieres, vampiro? -siseó delicadamente, procurando que nadie cerca oyese aquello más que él. Giró su rostro hacia el otro lado, para poder verlo mejor. Sabía desde su primer encuentro con él que esos ojos esmeraldas no son amables en lo absoluto y, para ser sincera, Chlóe ya tenía suficiente lidiando con un vampiro. No quería otro ser despreciable en su vida.
Pero no era el momento. Su muerte se haría esperar.
Sonrisas falsas. Eso era todo lo que Chlóe Crosszeria le obsequiaba a aquel impío ser. Sin embargo, en cuanto hizo alusión a aquel vampiro maquiavélico, cada una de las sonrisas se desvanecieron. La mirada de la joven quedó vacía y oscura, sembrando su odio sobre los ojos de Chrane. ¿Por qué tenía que nombrarlo? ¿Era necesario? Su hiriente comentario había marcado un antes y un después en esta conversación. La joven sintió un ardor en el cuello, justo en el sitio de la mordida. ¿Qué le importaba a él eso? ¿Por qué debía recordárselo? ¿Acaso se hicieron amigos íntimos con aquel idiota como para restregarle en el rostro la imagen de un monstruo? He aquí, otro motivo más para no matar aún a Issei Chrane.
La joven continuó escuchando sus palabras, pero ya no se trataba simplemente de oír lo que decía con atención. Chlóe escuchaba por escuchar. No le interesaba en lo más mínimo continuar con esa plática. Pero allí estaban, vampiro y cazador, león y oveja, paradójicamente. La joven desvió un momento la mirada y sonrió. Parpadeó lentamente y regresó sus ojos azules hacia él.
- Y creo que si tú aprecias tu lengua, deberías comenzar a acallarla -sentenció sin más. La amenaza era simple. Un brillo tenaz surcó sus ojos. Tragó saliva y desvió la mirada de él otra vez. Unos movimientos en el jardín habían llamado su atención: cazadores. Qué extraño. La joven frunció el ceño y, antes de regresar su visión a su irritante acompañante, éste la sorprendió con sus acciones y palabras.
- Te equivocas -dijo sécamente, mirándolo de reojo. Sintió el roce electrizante de su cuerpo con su brazo al pasar. Tsk, vampiros. Nunca se cansaban de arrojar su frialdad a quienes les rodean. Chlóe siguió el pequeño camino que Chrane estaba trazando a su alrededor. Toda tapadera había sido descubierta. Tras las máscaras, ellos sabían perfectamente quiénes eran -a menos sabían lo suficiente- pero lo único desconocido eran las intenciones. Era hora, entonces, de comenzar a averiguarlo.
- ¿Qué es lo que quieres, vampiro? -siseó delicadamente, procurando que nadie cerca oyese aquello más que él. Giró su rostro hacia el otro lado, para poder verlo mejor. Sabía desde su primer encuentro con él que esos ojos esmeraldas no son amables en lo absoluto y, para ser sincera, Chlóe ya tenía suficiente lidiando con un vampiro. No quería otro ser despreciable en su vida.
- Chlóe Crosszeria
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Re: Terraza
Sin poder evitarlo, Issei Chrane comenzó a reír en voces. ¿Estaba amenazándole una humana? Una simple, miserable e inferior humana, exactamente. ¿Y quién creía que era ella para arrojar aquella porquería sobre él? Otros de los suyos, cazadores también, creyeron que estaban seguros de llevar a cabo su misión. Pero no. La lástima es que no tenía nadie a quien poder mostrar para que hiciera retirar a la chica sus amenazas. Y por otra parte, odiaba recordar cómo sus manos se mancharon de la sucia y despreciable sangre. Pobre mujer, lo que le esperaba con esas palabras.
- Tienes sobrada confianza en ti misma, querida. - Comentó, sofocando poco a poco su risa, pero dejándose alguna carcajada suelta. ¡Qué sentido del humor! La pelirosa comenzaba cada vez más a llamarle la atención. Era interesante ver cómo se desenvolvía y sobre todo, lo gracioso que resultaba oírla y observar su accionar. ¿Y qué hay mejor que una mujer divertida? Una vez volvió a su amable expresión, el verde de sus ojos fue a inyectarse en el azul y a reclamar aquel amarillo que faltaba para formar el color de sus iris. - Bueno, tengo que corregir, perdóname. La vez que nos vimos no tuviste demasiada confianza, Corderita. Al final acabaste huyendo como un animal herido. - Aprovechó para proclamar su superioridad, ya que él únicamente recibió un solo golpe de su enemigo. Relamió sus labios, mostrando lúcidamente sus colmillos. Después, lo convirtió en una sonrisa agradable. - Ah, y también hay algo que no se me escapa. Aquel día que tan bien recordamos ambos, yo no hice nada. Así que no entiendo esa forma fría de ser. Si hubiera querido matarte, lo habría hecho en su momento y delante de ese gusano, ¿no crees? - Sus ojos se volvieron curiosos, creciendo la pupila y eliminando cualquier rastro de maldad de ellos. Era todo un experto en emociones, tan diversas y tan cambiantes. No estaba bien que otras personas supieran del secreto, pero ya había salido el tema. Aunque según su deducción, ya no era secreto. - De todas formas, si yo fuera tú, me aseguraría antes de que ese niñato tampoco fuera largando su lengua. La última vez no tuvo reparo en decir que eras de "su propiedad". - Recordó perfectamente, como si estuviera viendo el momento exacto.
- Vaya, es extraño. Juraría que eso es lo único que estás pensando. - Encogió los hombros. Pocas veces se equivocaba, por no decir nunca. Tampoco iba a engañarle. Todos los humanos eran iguales, siempre obsesionados con los vampiros y el día que estos se decantarían y se decidirían a matarlos. Pero para la Corderita todavía quedaba tiempo. Esperaba así su huida, el afán perseguidor de todo depredador, pues degustaría más el día de mañana. De otra manera, también podría revelarse y hacer esto mucho más emocionante que con el resto de señoritas. Su sonrisa se ensanchó, perversa. Dio una vuelta, bailarín, mientras caminaba por la terraza, haciendo mover su larga melena. Puso los codos sobre la baranda de piedra y después la cabeza sobre las manos. Tras la pregunta, miró de reojo a la mujer.
- Qué será, será... - Dijo charlatán, burlándose de la chica. Él no tenía el deber de responder y ella ni siquiera el derecho de escuchar sus perfectos planes. Humedeció sus labios, sin quitarla ojo. - ¿Y cuáles son los de una Corderita? - Preguntó utilizando el mismo tono de antes. Issei también podía intentar conocer los secretos del animal lanudo. Aunque, no esperaba información alguna, pues era la oveja negra.
- Tienes sobrada confianza en ti misma, querida. - Comentó, sofocando poco a poco su risa, pero dejándose alguna carcajada suelta. ¡Qué sentido del humor! La pelirosa comenzaba cada vez más a llamarle la atención. Era interesante ver cómo se desenvolvía y sobre todo, lo gracioso que resultaba oírla y observar su accionar. ¿Y qué hay mejor que una mujer divertida? Una vez volvió a su amable expresión, el verde de sus ojos fue a inyectarse en el azul y a reclamar aquel amarillo que faltaba para formar el color de sus iris. - Bueno, tengo que corregir, perdóname. La vez que nos vimos no tuviste demasiada confianza, Corderita. Al final acabaste huyendo como un animal herido. - Aprovechó para proclamar su superioridad, ya que él únicamente recibió un solo golpe de su enemigo. Relamió sus labios, mostrando lúcidamente sus colmillos. Después, lo convirtió en una sonrisa agradable. - Ah, y también hay algo que no se me escapa. Aquel día que tan bien recordamos ambos, yo no hice nada. Así que no entiendo esa forma fría de ser. Si hubiera querido matarte, lo habría hecho en su momento y delante de ese gusano, ¿no crees? - Sus ojos se volvieron curiosos, creciendo la pupila y eliminando cualquier rastro de maldad de ellos. Era todo un experto en emociones, tan diversas y tan cambiantes. No estaba bien que otras personas supieran del secreto, pero ya había salido el tema. Aunque según su deducción, ya no era secreto. - De todas formas, si yo fuera tú, me aseguraría antes de que ese niñato tampoco fuera largando su lengua. La última vez no tuvo reparo en decir que eras de "su propiedad". - Recordó perfectamente, como si estuviera viendo el momento exacto.
- Vaya, es extraño. Juraría que eso es lo único que estás pensando. - Encogió los hombros. Pocas veces se equivocaba, por no decir nunca. Tampoco iba a engañarle. Todos los humanos eran iguales, siempre obsesionados con los vampiros y el día que estos se decantarían y se decidirían a matarlos. Pero para la Corderita todavía quedaba tiempo. Esperaba así su huida, el afán perseguidor de todo depredador, pues degustaría más el día de mañana. De otra manera, también podría revelarse y hacer esto mucho más emocionante que con el resto de señoritas. Su sonrisa se ensanchó, perversa. Dio una vuelta, bailarín, mientras caminaba por la terraza, haciendo mover su larga melena. Puso los codos sobre la baranda de piedra y después la cabeza sobre las manos. Tras la pregunta, miró de reojo a la mujer.
- Qué será, será... - Dijo charlatán, burlándose de la chica. Él no tenía el deber de responder y ella ni siquiera el derecho de escuchar sus perfectos planes. Humedeció sus labios, sin quitarla ojo. - ¿Y cuáles son los de una Corderita? - Preguntó utilizando el mismo tono de antes. Issei también podía intentar conocer los secretos del animal lanudo. Aunque, no esperaba información alguna, pues era la oveja negra.
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Re: Terraza
Las máscaras ya constituían, simplemente, un adorno perecedero. Más allá de su existencia sobre aquellos finos y delicados rostros, no significaban nada; absolutamente nada. Si bien ambos seres no rompieron con la temática de la fiesta ni hicieron trampa -debido a que los únicos nombres que salieron de sus bocas eran apelativos falsos o incompletos- la identidad de ambos era más que evidente. Me atrevería a decir que era, incluso, palpable.
Chlóe clavó sus ojos en él al oírlo. ¿Quién diablos se creía que era para cuestionar su confianza? Cada instante en que abría la boca, iba ganando un lugar más arriba en su lista personal de mutilaciones. Y esta vez, lo juraba con su vida, no permitiría que otro vampiro más se salga con la suya. No permitiría que se aprovechara de nadie, y mucho menos de ella misma. Ya había padecido bastante con aquel ser innombrable que, el descarado que tenía en frente, se atrevía a recordar una y otra vez.
- La última y la primera vez que nos vimos -corrigió, dando un paso al frente pero actuando con naturalidad para ojos ajenos- tú te presentaste allí como un falso colaborador -sonrió ácidamente, recargando todo el peso de su cuerpo sobre una pierna, y provocando el movimiento instantáneo de sus caderas-. Y no soy ninguna Corderita, Gato callejero que pretende ser León -siseó, remarcando bien las palabras, por si resultaba que él no llegaba a comprenderlas debido a su bajo intelecto de insecto de cloaca. La expresión de Chlóe al oír sus próximas palabras fue inolvidable. Rió con ironía, negando con la cabeza. Se mordió el labio inferior-. No me trates de idiota -sentenció, regresando sus ojos del jardín hacia él-. Sé muy bien que influiste. De otro modo, ¿crees que no hubiera salido sana y salva de allí? Claramente tú no querías ayudarme -dijo, negando con la cabeza otra vez, indignada y sonriendo fríamente. El vampiro continuó hablando descaradamente, y sus palabras hirieron a Chlóe en lo profundo. De repente, toda mirada frívola o sonrisa superada se borró. Cada gesto seguro se deshizo como la nieve ante los cálidos rayos del sol. Los ojos se Chlóe se clavaron en Chrane.
Un sonido seco se oyó en toda la terraza.
La firme mano de Chlóe quedó marcada por breves instantes en aquel rostro marmóreo. La chica respiraba de forma agitada. Sus ojos, grandes y redondos tras la máscara, indicaban la exaltación que había sufrido por sus palabras. Los recuerdos, rápidamente, acudieron para invadir cada espacio de su interior, llenando su mente de imágenes horribles de un pasado cercano. ¿Por qué tenía que recordarlo? ¿Por qué tenía que traer toda aquella basura otra vez a su presente, a esta fiesta? Sus ojos se colmaron de gotas cristalinas, pero ninguna se derramó. No le daría ese orgullo a un extraño y perverso sujeto como él.
- Lárgate de mi vista -siseó. Qué mierda le importaba a ella que él continuara con su farsa, rodeándola y riendo como un auténtico payaso que, en ese preciso instante, oficiaba de verdugo para su alma e integridad. Incluso procuraba no pestañear, pues apenas cerraba los ojos las secuencias de sucesos de aquel día en que conoció a Andrei comenzaban a formarse tras sus párpados. La joven se abrazó a sí misma. No quería volverlo a ver. No quería que su sonrisa demente volviera a posarse sobre su cuerpo. Apretó los dientes. El odio comenzaba a recorrer sus venas otra vez y su mundo comenzaba a alterarse. De reojo, pudo visualizar a esa niña nuevamente junto al vampiro. La ignoró, pero sabía que estaba balbuceando palabras que no podía comprender. Miró al frente, y casi como un acto reflejo, contestó a la pregunta que Chrane formuló:
- Daría lo que fuera porque Él estuviera muerto -sentenció. Acto seguido, tras percatarse de lo dicho, miró fugazmente a Issei y giró su cuerpo, sujetando su pomposo vestido con sus manos para comenzar a caminar. Aunque no quería irse porque eso significaba estar sola, tampoco quería quedarse allí con él. ¿Acaso no dicen que es mejor sola que mal acompañada? Pero, en cuanto ella empezó a dar pasos al frente, la figura de aquella niña la retuvo. Chlóe se sobresaltó ante la presencia, pues esta vez su mirada era severa. El dedo de la niña se alzó y apuntó a sus espaldas, justo donde el vampiro se encontraba.
¿Cómo se suponía que alguien como ella debía interpretar eso?
Y otra vez, su voz: "Mira lo que me ha hecho".
Chlóe clavó sus ojos en él al oírlo. ¿Quién diablos se creía que era para cuestionar su confianza? Cada instante en que abría la boca, iba ganando un lugar más arriba en su lista personal de mutilaciones. Y esta vez, lo juraba con su vida, no permitiría que otro vampiro más se salga con la suya. No permitiría que se aprovechara de nadie, y mucho menos de ella misma. Ya había padecido bastante con aquel ser innombrable que, el descarado que tenía en frente, se atrevía a recordar una y otra vez.
- La última y la primera vez que nos vimos -corrigió, dando un paso al frente pero actuando con naturalidad para ojos ajenos- tú te presentaste allí como un falso colaborador -sonrió ácidamente, recargando todo el peso de su cuerpo sobre una pierna, y provocando el movimiento instantáneo de sus caderas-. Y no soy ninguna Corderita, Gato callejero que pretende ser León -siseó, remarcando bien las palabras, por si resultaba que él no llegaba a comprenderlas debido a su bajo intelecto de insecto de cloaca. La expresión de Chlóe al oír sus próximas palabras fue inolvidable. Rió con ironía, negando con la cabeza. Se mordió el labio inferior-. No me trates de idiota -sentenció, regresando sus ojos del jardín hacia él-. Sé muy bien que influiste. De otro modo, ¿crees que no hubiera salido sana y salva de allí? Claramente tú no querías ayudarme -dijo, negando con la cabeza otra vez, indignada y sonriendo fríamente. El vampiro continuó hablando descaradamente, y sus palabras hirieron a Chlóe en lo profundo. De repente, toda mirada frívola o sonrisa superada se borró. Cada gesto seguro se deshizo como la nieve ante los cálidos rayos del sol. Los ojos se Chlóe se clavaron en Chrane.
Un sonido seco se oyó en toda la terraza.
La firme mano de Chlóe quedó marcada por breves instantes en aquel rostro marmóreo. La chica respiraba de forma agitada. Sus ojos, grandes y redondos tras la máscara, indicaban la exaltación que había sufrido por sus palabras. Los recuerdos, rápidamente, acudieron para invadir cada espacio de su interior, llenando su mente de imágenes horribles de un pasado cercano. ¿Por qué tenía que recordarlo? ¿Por qué tenía que traer toda aquella basura otra vez a su presente, a esta fiesta? Sus ojos se colmaron de gotas cristalinas, pero ninguna se derramó. No le daría ese orgullo a un extraño y perverso sujeto como él.
- Lárgate de mi vista -siseó. Qué mierda le importaba a ella que él continuara con su farsa, rodeándola y riendo como un auténtico payaso que, en ese preciso instante, oficiaba de verdugo para su alma e integridad. Incluso procuraba no pestañear, pues apenas cerraba los ojos las secuencias de sucesos de aquel día en que conoció a Andrei comenzaban a formarse tras sus párpados. La joven se abrazó a sí misma. No quería volverlo a ver. No quería que su sonrisa demente volviera a posarse sobre su cuerpo. Apretó los dientes. El odio comenzaba a recorrer sus venas otra vez y su mundo comenzaba a alterarse. De reojo, pudo visualizar a esa niña nuevamente junto al vampiro. La ignoró, pero sabía que estaba balbuceando palabras que no podía comprender. Miró al frente, y casi como un acto reflejo, contestó a la pregunta que Chrane formuló:
- Daría lo que fuera porque Él estuviera muerto -sentenció. Acto seguido, tras percatarse de lo dicho, miró fugazmente a Issei y giró su cuerpo, sujetando su pomposo vestido con sus manos para comenzar a caminar. Aunque no quería irse porque eso significaba estar sola, tampoco quería quedarse allí con él. ¿Acaso no dicen que es mejor sola que mal acompañada? Pero, en cuanto ella empezó a dar pasos al frente, la figura de aquella niña la retuvo. Chlóe se sobresaltó ante la presencia, pues esta vez su mirada era severa. El dedo de la niña se alzó y apuntó a sus espaldas, justo donde el vampiro se encontraba.
¿Cómo se suponía que alguien como ella debía interpretar eso?
Y otra vez, su voz: "Mira lo que me ha hecho".
- Chlóe Crosszeria
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Re: Terraza
La sonrisa de Issei se ensanchó. En el aire se podía percibir cómo su aroma cambiaba a medida que dejaba las tapaderas y se sumía en su realidad. Incluso no hacía falta utilizar el olfato, pues con fijarse simplemente en los gestos de la mujer, denotaba perfectamente su estado de ánimo. Podría decir que adivinaría lo que estaba pensando, sin necesidad de reparar mucho en estas dos características esenciales: matarlo. Eso divertía a Issei, más aún de lo que se estaba divirtiendo hasta ahora. Él no tenía aprecio por nada; a veces, ni siquiera su propia vida.
Negó con la cabeza, moviendo el dedo índice al mismo son.
- Vuelves a equivocarte. - Dijo burlón, girándose hacia Crosszeria. - Si ambos sabemos de la identidad del otro, este sería nuestro segundo encuentro, querida. - Recordó, por si todavía no se hubiera dado cuenta. Puso los brazos en jarras y abrió la boca, incrédulo. - ¡Qué barbaridad! ¡Un falso colaborador! Pues creo que si no hubiera estado este falso colaborador... - pasó la mano por delante suya, haciéndose referencia en una pequeña reverencia. - ... ahora mismo quizá estuvieras entre sus brazos. O tal vez ya estarías enterrada bajo tierra. - Rió gracioso. A decir verdad, habría sido una pena desperdiciar semejante manajar, pudiendo dejarla con vida y aprovecharse más veces del sabor de su sangre. - Quién sabe de mis verdaderas intenciones. En cambio, lo hice. - Y no había más que hablar del tema.
En dos segundos cambió su expresión, volviendo a tal amenazante rostro. - Lo quieras aceptar o no, me puse de tu parte. E incluso, diría que tú también te pusiste de mi bando. - Encogió los hombros. - De modo que, repito: no sé a qué viene tanta desconfianza. ¿Por qué? ¿Porque soy un vampiro? - Preguntó. Realmente, aquel día nadie negaría que la primera idea de Issei se encontraba atacar a dicha muchacha en apuros. Sin embargo, la situación cambió en cuanto llegó el mocoso. ¿Que al fin y al cabo defenderla formaba parte de su galán plan? Por supuesto, y quizá no llegaría a negarlo. Pero la pelirosa tampoco debería negar que, de no ser por él, Andrei la habría poseído de nuevo.
Volvió a reír de nuevo.
- Gracias por el apelativo. Pero realmente llevas razón: soy un Gato callejero. - Comentó entre infantil y macabro. ¿Qué se suponía que eran los vampiros sino felinos que se esconden en las calles para cazar ratones? En este caso, la Corderita era su ratón. ¿Y él? El Gato de la mala suerte. Ya que, Chlóe Crosszeria no tuvo demasiada suerte encontrándoselo en más de una ocasión. Porque, como pensaba el peliverde, "esto era el Destino"; y él no desperdiciaría las ocasiones que le estaba ofreciendo.
Y de repente, su cara fue cruzada por una temperatura cálida. Desvió la cara hacia dicho lado, y se quedó en la postura, riéndose. ¿Pensaba que iba a hacer algo un ser inferior abofeteándolo? Para nada. Aquello ni siquiera podía llamarse golpe, sino caricia. No obstante, caminaron los pies y su mano se lanzó directamente a agarrar la muñeca de la joven y tiró hacia arriba, girándola hacia él.
- ¿Y si no quiero? ¿Qué vas a hacerme? - Retó irónico. Con la mano libre, agarró el pelo de su nuca ligeramente. Sus ojos señalaban a la gente que caminaba tranquilamente por la terraza y los que hablaban pasajeramente, observando la extraña escena. ¿Iba a anteponer sus ganas de matarlo frente a toda aquella gente? ¿Pondría realmente sus deseos delante de los demás?
Tomó su mentón con la mano rudamente y sonrió maquiabélicamente viendo sus ojos azules encharcados de agua. ¿Qué planes estarían circulando por su cabeza?
- Siempre puedo cumplir tus deseos. - Siseó cual serpiente. - Aunque claro, yo también tengo deseos que quiero cumplir. - Sugirió perverso y malvado. ¿Estaría dispuesta a hacer un trato con un vampiro?
Negó con la cabeza, moviendo el dedo índice al mismo son.
- Vuelves a equivocarte. - Dijo burlón, girándose hacia Crosszeria. - Si ambos sabemos de la identidad del otro, este sería nuestro segundo encuentro, querida. - Recordó, por si todavía no se hubiera dado cuenta. Puso los brazos en jarras y abrió la boca, incrédulo. - ¡Qué barbaridad! ¡Un falso colaborador! Pues creo que si no hubiera estado este falso colaborador... - pasó la mano por delante suya, haciéndose referencia en una pequeña reverencia. - ... ahora mismo quizá estuvieras entre sus brazos. O tal vez ya estarías enterrada bajo tierra. - Rió gracioso. A decir verdad, habría sido una pena desperdiciar semejante manajar, pudiendo dejarla con vida y aprovecharse más veces del sabor de su sangre. - Quién sabe de mis verdaderas intenciones. En cambio, lo hice. - Y no había más que hablar del tema.
En dos segundos cambió su expresión, volviendo a tal amenazante rostro. - Lo quieras aceptar o no, me puse de tu parte. E incluso, diría que tú también te pusiste de mi bando. - Encogió los hombros. - De modo que, repito: no sé a qué viene tanta desconfianza. ¿Por qué? ¿Porque soy un vampiro? - Preguntó. Realmente, aquel día nadie negaría que la primera idea de Issei se encontraba atacar a dicha muchacha en apuros. Sin embargo, la situación cambió en cuanto llegó el mocoso. ¿Que al fin y al cabo defenderla formaba parte de su galán plan? Por supuesto, y quizá no llegaría a negarlo. Pero la pelirosa tampoco debería negar que, de no ser por él, Andrei la habría poseído de nuevo.
Volvió a reír de nuevo.
- Gracias por el apelativo. Pero realmente llevas razón: soy un Gato callejero. - Comentó entre infantil y macabro. ¿Qué se suponía que eran los vampiros sino felinos que se esconden en las calles para cazar ratones? En este caso, la Corderita era su ratón. ¿Y él? El Gato de la mala suerte. Ya que, Chlóe Crosszeria no tuvo demasiada suerte encontrándoselo en más de una ocasión. Porque, como pensaba el peliverde, "esto era el Destino"; y él no desperdiciaría las ocasiones que le estaba ofreciendo.
Y de repente, su cara fue cruzada por una temperatura cálida. Desvió la cara hacia dicho lado, y se quedó en la postura, riéndose. ¿Pensaba que iba a hacer algo un ser inferior abofeteándolo? Para nada. Aquello ni siquiera podía llamarse golpe, sino caricia. No obstante, caminaron los pies y su mano se lanzó directamente a agarrar la muñeca de la joven y tiró hacia arriba, girándola hacia él.
- ¿Y si no quiero? ¿Qué vas a hacerme? - Retó irónico. Con la mano libre, agarró el pelo de su nuca ligeramente. Sus ojos señalaban a la gente que caminaba tranquilamente por la terraza y los que hablaban pasajeramente, observando la extraña escena. ¿Iba a anteponer sus ganas de matarlo frente a toda aquella gente? ¿Pondría realmente sus deseos delante de los demás?
Tomó su mentón con la mano rudamente y sonrió maquiabélicamente viendo sus ojos azules encharcados de agua. ¿Qué planes estarían circulando por su cabeza?
- Siempre puedo cumplir tus deseos. - Siseó cual serpiente. - Aunque claro, yo también tengo deseos que quiero cumplir. - Sugirió perverso y malvado. ¿Estaría dispuesta a hacer un trato con un vampiro?
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Re: Terraza
No quería oír ni una palabra más emergiendo de su boca venenosa. Chlóe cerró los ojos. No quería escucharlo. Todo lo que había dicho, lo ignoraba. O, mejor dicho, intentaba ignorarlo con todas sus fuerzas. No quería quedar entreverada en semejante juego manipulador, pero lentamente sentía que se hundía en él. Suavemente, como el delicado tacto de una pluma, él estaba inyectando su ponzoña donde a ella más le dolía.
- Cállate -dijo levemente-. Cállate -repitió, elevando un poco la voz. Abrió los ojos y la figura de aquella niña continuaba frente a ella. ¿Qué era lo que buscaba? Ahora mismo, sentía un vacío en su interior que nadie podía llenar. Estaba sola... Realmente estaba sola entre tanta gente. Una presión nauseabunda se adueñó de su pecho. ¿Por qué no estaba en su hogar, lejos de todo, protegida de todos? ¿Por qué la habían enviado aquí y por qué ella aceptó tal responsabilidad? ¿Por qué nadie le dijo la verdad, que jamás encontraría alguien en quien confiar, alguien con quien contar, y que sólo obtendría heridas y engaños?
Cerró los ojos otra vez y apretó los puños. Su voz, como un imán endiablado, la atraía lentamente. ¿Qué? ¿Acaso le iba a decir que tenía razón, que por mal que le pese si él no estaba allí seguramente ella no estaría aquí en este momento? De tan solo pensarlo, un escalofrío intenso recorría su cuerpo. El miedo, lentamente, se expandía por cada vértebra. Abrió los ojos de nuevo y la niña seguía allí, pero esta vez tiraba de su vestido. "Mira lo que me ha hecho", repetía sin cesar. ¿Y qué quería que Chlóe hiciera? Se estaba volviendo loca. Ascendió sus manos y las llevó hasta su cabello. Tapó sus oídos. No quería escuchar a ninguno de los dos.
- ¡CALLATE! -gritó con todas sus fuerzas. El silencio se adueñó de la terraza luego de eso. Y ella ya se encontraba aprisionada frente a él. Su fría mano sostenía una de sus muñecas en alto, mientras que la otra hostigaba su nuca para luego pasar a maltratar su mentón. Chlóe cerró los ojos otra vez. Cada roce, cada violento toque, le recordaba a Él, a Andrei y sus maltratos. No podía imaginarse presa de sus brazos una vez más. Pero este vampiro... ¿Acaso no estaba haciendo lo mismo ahora? Por más fuerte que ella pudiese ser, sus fantasmas la perseguirían a todas partes. Y Andrei, lamentablemente, no era uno de ellos.
Él era un verdadero monstruo.
Chlóe, finalmente, tuvo el valor de mirarlo a los ojos. Las primeras lágrimas comenzaron a descender. Una de ellas rodó por su mejilla y cayó, redonda y brillante, sobre la piel marmórea de aquella mano amenazante. Sus palabras se clavaban en su piel como agujas. La chica tragó saliva. ¿Por qué una parte de ella quería ceder ante aquella sugerencia? No podía ser tan estúpida. No podía hacer un trato con un ser como él. Pero por dentro, en algún punto de su corazón, lo deseaba. Deseaba que otro se hiciera cargo de lo que en verdad debería hacer ella. Quería decir "sí". Quería que aquel vampiro acabara con la vida de aquel ser. Después de todo, ¿qué podía ser peor que ser el juguete de Andrei Mattewson? ¿Ser el juguete de un tal Chrane? Creía estar dispuesta a correr el riesgo, pero ella no sería esclava de nadie.
Al cabo de un rato de meditación, abrió sus labios para hablar. Sin embargo, lo único que salió entre ellos fue aire. Puro aire de agonía y amargura. Ella solo quería ser libre. Quería ser una chica normal, común y corriente. Deseaba ser imprudente y no conocer los peligros. Anhelaba tener un grupo de amigos con el cual poder ir a cenar, a bailar, mirar una película o simplemente contar lo que le aflige y lo que le alegra. Desearía, incluso, tener algún amor, por más que fuese pasajero, pero con quien podría ser capaz de sentir, al menos una vez, lo que es ser importante para alguien. Y, mientras pensaba todas estas cosas y sus lágrimas no dejaban de derramarse, se dio cuenta de algo muy importante:
- Tú no puedes cumplir mis deseos.
Su voz, acongojada y aniñada, resbalaba por sus labios y caía al suelo, rompiéndose en mil pedazos. "Mátalo, Chlóe; tú eres capaz de hacerlo", escuchó en su mente, de repente. La chica movió la cabeza hacia un lado y cerró los ojos. Basta. No podía soportar más esto. Su voz, la voz de la niña, su propia mente y también Ellos. No, no podía soportarlo.
- Cállate. Tan sólo cállate... por favor -dijo para sí, para la niña evanescente, para las voces de su mente, para el propio Chrane. Las palabras fueron una súplica desesperada. Chlóe aflojó su cuerpo, cediendo ante el fuerte agarre del vampiro-. Solo quiero que te calles... -susurró luego, soportando la presión que el llanto ejercía en su garganta. Silencio, solo quería eso, pues veía con claridad que no podía ser tan ingenua como para poner sus mejores expectativas en esta fiesta. Y, cuanto más necesitaba a alguien que, míseramente, le otorgara un maldito abrazo, más sola se sentía.
Ella jamás debió pisar un lugar como este. Los pueblos embrujados no son sitio para niñas asustadizas. Pero, para su sorpresa, fue capaz de sobreponerse. Chlóe miró otra vez a aquel hombre. Encontró sus ojos verdes. Suspiró profundamente. Ya se había rendido una vez, entonces, ¿cómo podía permitirse hacerlo otra? Detrás del vampiro aparecieron figuras sinuosas, las cuales, como si de una ráfaga de viento se tratase, arrojaron hacia atrás el cuerpo gélido del ser nocturno. De ese modo, se vio obligado a soltar a la chica, pues él también sentiría, ahora, la opresión de manos que rocen su cuerpo y traben sus movimientos. La mirada vidriosa y vacía de Chlóe se clavó en él. No, ella no podía rendirse. Ella no podía entregarse tan fácilmente, ni a él ni a Andrei. Absolutamente, a nadie. Porque ella no le pertenecía a los vampiros, no le pertenecía a la Asociación, no le pertenecía a su familia y ni se pertenecía a sí misma. Ella, simplemente, le pertenecía a Ellos.
- Ahora que lo pienso, sí deseo algo que puedes cumplir. Sin embargo, creo habértelo dicho antes -susurró, apacible-. Sal de mi vista -agregó, certeramente. Y, en ese instante, el cuerpo de Issei Chrane se fue hacia atrás, controlado por aquellos seres no terrenales, provocando que su espalda choque contra las pequeñas columnas de cemento que protegían a las personas de la terraza para que no caigan al jardín. La presión y la potencia fue tanta, que el cemento se rompió y el vampiro pudo sentir el vacío tras su espalda. Si no hacía algo rápido, caería y se estrellaría con el firme suelo. Ese sería el recordatorio especial que Chlóe Crosszeria le otorgaba por el agradable baile y la grata compañía. Al fin y al cabo, para ojos de todos los presentes ignorantes, aquello sería un simple accidente a causa de la mala construcción.
Una fina sonrisa se formó en sus labios de fresa. Ahora, realmente, podía retirarse. Chlóe giró su cuerpo y comenzó a caminar hacia el interior del salón. La niña fantasma se giró junto con ella, observando con pena pero con dureza a aquel que estaba a punto de caer al vacío. Siguió los pasos de Chlóe, y ambas se mezclaron entre la muchedumbre.
- Cállate -dijo levemente-. Cállate -repitió, elevando un poco la voz. Abrió los ojos y la figura de aquella niña continuaba frente a ella. ¿Qué era lo que buscaba? Ahora mismo, sentía un vacío en su interior que nadie podía llenar. Estaba sola... Realmente estaba sola entre tanta gente. Una presión nauseabunda se adueñó de su pecho. ¿Por qué no estaba en su hogar, lejos de todo, protegida de todos? ¿Por qué la habían enviado aquí y por qué ella aceptó tal responsabilidad? ¿Por qué nadie le dijo la verdad, que jamás encontraría alguien en quien confiar, alguien con quien contar, y que sólo obtendría heridas y engaños?
Cerró los ojos otra vez y apretó los puños. Su voz, como un imán endiablado, la atraía lentamente. ¿Qué? ¿Acaso le iba a decir que tenía razón, que por mal que le pese si él no estaba allí seguramente ella no estaría aquí en este momento? De tan solo pensarlo, un escalofrío intenso recorría su cuerpo. El miedo, lentamente, se expandía por cada vértebra. Abrió los ojos de nuevo y la niña seguía allí, pero esta vez tiraba de su vestido. "Mira lo que me ha hecho", repetía sin cesar. ¿Y qué quería que Chlóe hiciera? Se estaba volviendo loca. Ascendió sus manos y las llevó hasta su cabello. Tapó sus oídos. No quería escuchar a ninguno de los dos.
- ¡CALLATE! -gritó con todas sus fuerzas. El silencio se adueñó de la terraza luego de eso. Y ella ya se encontraba aprisionada frente a él. Su fría mano sostenía una de sus muñecas en alto, mientras que la otra hostigaba su nuca para luego pasar a maltratar su mentón. Chlóe cerró los ojos otra vez. Cada roce, cada violento toque, le recordaba a Él, a Andrei y sus maltratos. No podía imaginarse presa de sus brazos una vez más. Pero este vampiro... ¿Acaso no estaba haciendo lo mismo ahora? Por más fuerte que ella pudiese ser, sus fantasmas la perseguirían a todas partes. Y Andrei, lamentablemente, no era uno de ellos.
Él era un verdadero monstruo.
Chlóe, finalmente, tuvo el valor de mirarlo a los ojos. Las primeras lágrimas comenzaron a descender. Una de ellas rodó por su mejilla y cayó, redonda y brillante, sobre la piel marmórea de aquella mano amenazante. Sus palabras se clavaban en su piel como agujas. La chica tragó saliva. ¿Por qué una parte de ella quería ceder ante aquella sugerencia? No podía ser tan estúpida. No podía hacer un trato con un ser como él. Pero por dentro, en algún punto de su corazón, lo deseaba. Deseaba que otro se hiciera cargo de lo que en verdad debería hacer ella. Quería decir "sí". Quería que aquel vampiro acabara con la vida de aquel ser. Después de todo, ¿qué podía ser peor que ser el juguete de Andrei Mattewson? ¿Ser el juguete de un tal Chrane? Creía estar dispuesta a correr el riesgo, pero ella no sería esclava de nadie.
Al cabo de un rato de meditación, abrió sus labios para hablar. Sin embargo, lo único que salió entre ellos fue aire. Puro aire de agonía y amargura. Ella solo quería ser libre. Quería ser una chica normal, común y corriente. Deseaba ser imprudente y no conocer los peligros. Anhelaba tener un grupo de amigos con el cual poder ir a cenar, a bailar, mirar una película o simplemente contar lo que le aflige y lo que le alegra. Desearía, incluso, tener algún amor, por más que fuese pasajero, pero con quien podría ser capaz de sentir, al menos una vez, lo que es ser importante para alguien. Y, mientras pensaba todas estas cosas y sus lágrimas no dejaban de derramarse, se dio cuenta de algo muy importante:
- Tú no puedes cumplir mis deseos.
Su voz, acongojada y aniñada, resbalaba por sus labios y caía al suelo, rompiéndose en mil pedazos. "Mátalo, Chlóe; tú eres capaz de hacerlo", escuchó en su mente, de repente. La chica movió la cabeza hacia un lado y cerró los ojos. Basta. No podía soportar más esto. Su voz, la voz de la niña, su propia mente y también Ellos. No, no podía soportarlo.
- Cállate. Tan sólo cállate... por favor -dijo para sí, para la niña evanescente, para las voces de su mente, para el propio Chrane. Las palabras fueron una súplica desesperada. Chlóe aflojó su cuerpo, cediendo ante el fuerte agarre del vampiro-. Solo quiero que te calles... -susurró luego, soportando la presión que el llanto ejercía en su garganta. Silencio, solo quería eso, pues veía con claridad que no podía ser tan ingenua como para poner sus mejores expectativas en esta fiesta. Y, cuanto más necesitaba a alguien que, míseramente, le otorgara un maldito abrazo, más sola se sentía.
Ella jamás debió pisar un lugar como este. Los pueblos embrujados no son sitio para niñas asustadizas. Pero, para su sorpresa, fue capaz de sobreponerse. Chlóe miró otra vez a aquel hombre. Encontró sus ojos verdes. Suspiró profundamente. Ya se había rendido una vez, entonces, ¿cómo podía permitirse hacerlo otra? Detrás del vampiro aparecieron figuras sinuosas, las cuales, como si de una ráfaga de viento se tratase, arrojaron hacia atrás el cuerpo gélido del ser nocturno. De ese modo, se vio obligado a soltar a la chica, pues él también sentiría, ahora, la opresión de manos que rocen su cuerpo y traben sus movimientos. La mirada vidriosa y vacía de Chlóe se clavó en él. No, ella no podía rendirse. Ella no podía entregarse tan fácilmente, ni a él ni a Andrei. Absolutamente, a nadie. Porque ella no le pertenecía a los vampiros, no le pertenecía a la Asociación, no le pertenecía a su familia y ni se pertenecía a sí misma. Ella, simplemente, le pertenecía a Ellos.
- Ahora que lo pienso, sí deseo algo que puedes cumplir. Sin embargo, creo habértelo dicho antes -susurró, apacible-. Sal de mi vista -agregó, certeramente. Y, en ese instante, el cuerpo de Issei Chrane se fue hacia atrás, controlado por aquellos seres no terrenales, provocando que su espalda choque contra las pequeñas columnas de cemento que protegían a las personas de la terraza para que no caigan al jardín. La presión y la potencia fue tanta, que el cemento se rompió y el vampiro pudo sentir el vacío tras su espalda. Si no hacía algo rápido, caería y se estrellaría con el firme suelo. Ese sería el recordatorio especial que Chlóe Crosszeria le otorgaba por el agradable baile y la grata compañía. Al fin y al cabo, para ojos de todos los presentes ignorantes, aquello sería un simple accidente a causa de la mala construcción.
Una fina sonrisa se formó en sus labios de fresa. Ahora, realmente, podía retirarse. Chlóe giró su cuerpo y comenzó a caminar hacia el interior del salón. La niña fantasma se giró junto con ella, observando con pena pero con dureza a aquel que estaba a punto de caer al vacío. Siguió los pasos de Chlóe, y ambas se mezclaron entre la muchedumbre.
- Chlóe Crosszeria
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Humor : Últimamente.. bastante inestable -ríe-.
Re: Terraza
A pesar de las constantes y sucesivas palabras de la mujer por silenciar su voz, el vampiro reía. Reía sin poder evitarlo y porque estaba verdaderamente mofándose de Chlóe Crosszeria. ¿Que se callara? ¿Por qué, porque ella lo decía? ¿Quién creía que era esta detestable humana como para ordenale a él, Issei Chrane, que se callara? No tenía razón de ser. Primero, el chico era un vampiro amable cuando le placía; segundo, ella era la humana, la víctima en este caso. O al menos futura. Porque ya estaba dentro de los ojos secretos de Issei. Y dudaba mucho de que pudiera escapar a tal maldición si sigue pavoneándose de esa manera, pues cada vez la atraía más.
Cuando gritó, él también apretó su mano. Odiaba que alzaran la voz más que él, además de que le iba a dejar sordo si continuaba.
- Dama, creo que debería bajar el volumen de su voz. Pues sabe en realidad que no voy a callarme. - Bastaba con que la chica quisiera silencio, para que estuviera mucho más tiempo hablando. Solamente por sacarla de quicio, viendo así como la locura la estaba invadiendo gramo a gramo; lentamente. Disfrutaba con sólo mirar su pánico y desesperación. - No parecías tampoco tener muchas ganas de que me callara antes. Antes estabas preguntando cuáles eran mis intenciones. Bien, te las diré. Por el momento, seguir compartiendo esta dulce conversación con la Corderita. - Habló pasioniosamente, recogiendo con la mano aquella pieza salada de sus ojos. Llevó la mano a su boca y lamió lentamente el agua que había depositada. Sonrió perversamente y miró a la chica.
- ¿Por qué? - Preguntó burlón, ladeando la cabeza; reflejando la demencia que ocupaba en su cabeza. ¿Cómo no iba a poder él cumplir los deseos de una jovencita? ¿Qué necesitaba, matrimonio? Está bien, él se casaría si eso era lo que ansiaba. Total, después de eso moriría bajo sus brazos en una tierna noche de pasión descontrolada. Paseó la lengua por sus colmillos, sin borrar la sonrisa de la cara. Necesitaba ver más su rostro afligido, alimentarse de sus gritos y nadar en su amargura para beber su sangre y disfrutarlo como nunca lo había hecho. Entonces, ¿quería Chlóe seguir viendo hasta dónde podían llegar sus intenciones? ¿Seguía queriendo saberlo? Porque llegados a este punto, no debería importarle ya lo que ocurriera. A la mierda la fiesta, a la mierda el resto de vampiros y los cazados. Y a la mierda Andrei Mattewson. La Corderita iba a ser suya de un momento a otro.
Abrió la boca, acercándose peligrosamente a su cuello. Al final la noche se tornaría fatal para su destino. Una verdadera lástima. Pero era hora de cerrar, ya que Cenicienta debe irse antes de las doce. Y antes de que pudiera rozar su cálida piel, algo tiró de él. Miró a ambos lados, sin encontrar nada, salvo la fuerza ejercida por dos seres vagabundos entre dos dimensiones. Maldijo por lo bajo y apretó la mandíbula para librarse. Sin embargo, obtuvo todo lo contrario, rompiendo las filas de cemento de la terraza, para sorpresa de los pocos presentes. Rugió de rabia, viendo cómo la humana quedaba libre de sus manos otra vez. Cuando pareció que iba a caer al vacío y sintió el afloje de aquellos seres, utilizó su don. Apenas iban a desaparecer las plantas de los pies por el suelo de la terraza, se detuvieron. Como si de un colchón se tratara, debajo de su cuerpo había una capa de aire que lo sujetaba, levitando propiamente. Sonrió, e incluso se entretuvo unos segundos para cruzar las manos por detrás de la nuca y mirar las estrellas. Y sin demorar más, se levantó para sorpresa de los espectadores. Encantador, hizo una reverencia a las damas y vio de reojo como la suya se marchaba hacia el salón de baile y acababa perdiéndose.
La sonrisa que tenía se estrechó macabrabamente. La dejaría por hoy. Encaminó sus pies hacia la salida también, aguantándose la risa que le corroía silenciosamente. Todavía la dejaría caer un poco más al fondo la próxima vez, hasta comprobar la última gota que colmaba su vaso. Si no, no habría diversión. Finalmente, la melena verde acabó desapareciendo del lugar como si hubiera sido un espejismo.
La función había comenzado.
Cuando gritó, él también apretó su mano. Odiaba que alzaran la voz más que él, además de que le iba a dejar sordo si continuaba.
- Dama, creo que debería bajar el volumen de su voz. Pues sabe en realidad que no voy a callarme. - Bastaba con que la chica quisiera silencio, para que estuviera mucho más tiempo hablando. Solamente por sacarla de quicio, viendo así como la locura la estaba invadiendo gramo a gramo; lentamente. Disfrutaba con sólo mirar su pánico y desesperación. - No parecías tampoco tener muchas ganas de que me callara antes. Antes estabas preguntando cuáles eran mis intenciones. Bien, te las diré. Por el momento, seguir compartiendo esta dulce conversación con la Corderita. - Habló pasioniosamente, recogiendo con la mano aquella pieza salada de sus ojos. Llevó la mano a su boca y lamió lentamente el agua que había depositada. Sonrió perversamente y miró a la chica.
- ¿Por qué? - Preguntó burlón, ladeando la cabeza; reflejando la demencia que ocupaba en su cabeza. ¿Cómo no iba a poder él cumplir los deseos de una jovencita? ¿Qué necesitaba, matrimonio? Está bien, él se casaría si eso era lo que ansiaba. Total, después de eso moriría bajo sus brazos en una tierna noche de pasión descontrolada. Paseó la lengua por sus colmillos, sin borrar la sonrisa de la cara. Necesitaba ver más su rostro afligido, alimentarse de sus gritos y nadar en su amargura para beber su sangre y disfrutarlo como nunca lo había hecho. Entonces, ¿quería Chlóe seguir viendo hasta dónde podían llegar sus intenciones? ¿Seguía queriendo saberlo? Porque llegados a este punto, no debería importarle ya lo que ocurriera. A la mierda la fiesta, a la mierda el resto de vampiros y los cazados. Y a la mierda Andrei Mattewson. La Corderita iba a ser suya de un momento a otro.
Abrió la boca, acercándose peligrosamente a su cuello. Al final la noche se tornaría fatal para su destino. Una verdadera lástima. Pero era hora de cerrar, ya que Cenicienta debe irse antes de las doce. Y antes de que pudiera rozar su cálida piel, algo tiró de él. Miró a ambos lados, sin encontrar nada, salvo la fuerza ejercida por dos seres vagabundos entre dos dimensiones. Maldijo por lo bajo y apretó la mandíbula para librarse. Sin embargo, obtuvo todo lo contrario, rompiendo las filas de cemento de la terraza, para sorpresa de los pocos presentes. Rugió de rabia, viendo cómo la humana quedaba libre de sus manos otra vez. Cuando pareció que iba a caer al vacío y sintió el afloje de aquellos seres, utilizó su don. Apenas iban a desaparecer las plantas de los pies por el suelo de la terraza, se detuvieron. Como si de un colchón se tratara, debajo de su cuerpo había una capa de aire que lo sujetaba, levitando propiamente. Sonrió, e incluso se entretuvo unos segundos para cruzar las manos por detrás de la nuca y mirar las estrellas. Y sin demorar más, se levantó para sorpresa de los espectadores. Encantador, hizo una reverencia a las damas y vio de reojo como la suya se marchaba hacia el salón de baile y acababa perdiéndose.
La sonrisa que tenía se estrechó macabrabamente. La dejaría por hoy. Encaminó sus pies hacia la salida también, aguantándose la risa que le corroía silenciosamente. Todavía la dejaría caer un poco más al fondo la próxima vez, hasta comprobar la última gota que colmaba su vaso. Si no, no habría diversión. Finalmente, la melena verde acabó desapareciendo del lugar como si hubiera sido un espejismo.
La función había comenzado.
- Issei Chrane
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