Heladeria

La conversación que Sasha mantenía con su nueva acompañante se volvía cada vez más agradable. Ella también disfrutaba mucho con la vainilla. Ciertamente, Sasha prefería siempre, ante cualquier otra cosa, un ron con cola, pero en lo que se refería a helados, esa era su mayor prioridad.

La chica contestó su pregunta con cierto titubeo, pero Sasha no logró averiguar lo que podía haber detrás de ella y su truco. Sus sentidos seguían dormidos, mermados y ahora mismo ella no sospechaba de casi nada. Era débil ante cualquier cosa que se le apareciera.

Mm... que suerte. Creo que vendré más a menudo aquí para ver si me hago su amiga.-y terminó con algunas carcajadas.

Ahora estaba devorando lo poco que le quedaba del cucurucho. Y estaba a punto de terminar. Lo estaba disfrutando, aunque trataba de no demostrarlo mucho. Además, aun le rondaba algo extraño con respecto a lo de la heladera. Pero la chica se presentó y preguntó un nombre. Se dejó llamar Dayla o Alissa.

Un placer ... Dayla.-dijo dudando con que nombre llamarla-Puedes llamarme Sasha o Riku. El que más te guste.-y apretó su mano con firmeza, firmando una amistad, al menos temporal.

Y así finalizó su presentación, concluyendo con una leve sonrisa.

Sasha afirmó ante su consejo, realmente dispuesta a hacerlo alguna vez. Los helados de ahí eran realmente deliciosos. Merecía la pena acudir otra vez.

Cuando esta le dijo su nombre, Dayla pregunto si podía llamarla de otra forma, como de si un mote se tratara. Sasha no entendía el por qué de querer llamarla así y tampoco estaba segura de trabar una amistad con esta chica. Después de todo, la acaba de conocer ahora ... a una _ _ _ _ _ _ _ ... a eso. ¿Ya no te acuerdas de lo que casi te ocurre en la zona abandonada? Si, claro que se acordaba, ¿pero cómo sospechar de alguien como ella, con la que estaba tomando un helado? Además de casi no percibir peligro alguno, sin olvidar que esas capacidades ya no se encontraban entre las suyas.

Prefiero que me llames Riku.-dijo tenuemente y mostrando una leve sonrisa.

Y no dijo nada más. Tal vez se había pasado. Ella no tenía malas intenciones, pero no quería dejar que nadie se acercara demasiado. Eso no era bueno, o al menos eso pensaba ella.

Miraba su reloj. Se acercaba la hora de hacer su siguiente trabajo. No tardaría en marcharse.

Ya habiendo terminado su helado, se levantó de su asiento. En realidad, el trabajo que le tocaba en esta ocasión era uno que no le apetecía desempeñar. Consistía en robar dinero a un ricachón, del cual se podía quedar un 30% y si traía su cabeza, hasta un 40%. Después de este relax, lo último que Sasha quería era tener que irse a derramar sangre, y más tras haber conocido a esta chica, la cual hacia que se sintiera a gusta... hasta que una voz, que no era su mente, empezó a resonar en su cabeza.

Más perpleja no podía sentirse. Hablaba de dos razas, de llevarse bien, de... vampiros y humanos... ¿Vampiros? ¿Por qué coño estaba eso en mi cabeza? y como respuesta a su pregunta, la chica se presentó de nuevo, ofreciéndole la mano. No terminaba de creérselo. Era ella la que hacía resonar esa voz en su cabeza. Era ella la que la estaba hablando telepáticamente. No podía ser. Era imposible. La magia y la brujearía no existen. ¡No existen! Es un sueño. ¡Es un maldito sueño! ¡Tiene que serlo! Tenía ante ella un monstruo. Y los monstruos no son buenos, ¿a que no? le decía su mente.

Sasha la miró furtivamente y desenvainó su espada contra ella.

Vampiros...-soltó en el aire. Una palabra que le trajo recuerdos...

Le provocó dolor en la cabeza. Era punzante, intenso... no lo podía soportar. Tenía que irse y reflexionar, o tal vez descansar... no tenía ni idea, pero si iba. Aun no sabía ni ella misma lo que le ocurría. Bien, bien. Ya verás como este dolor va a aliviar otro dolor. Le explicaba su mente. Se alejaba de espaldas y mirándola, igual de perpleja que antes. Cuando consideró que ya no estaba a su alcance, se marchó corriendo, si mirar atrás.